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NUEVO PARADIGMA. EL RETORNO DE LA HISTORIA*
Carlos Barros**
Hay un proverbio que dice que no se puede, a la vez, decir misa y tocar la campana. A quienes estamos en la organizacin del congreso nos tienta la idea de dedicamos slo a la resolucin de problemas logsticos, para as no tener que sacar de no s dnde tiempo para nuestra contribucin personal a los debates. Por otro lado, es justo y necesario que expongamos, y en primer lugar el coordinador del Congreso, algunas claves de la estrategia de convocatoria de Historia a Debate II, as como nuestras impresiones sobre la marcha del Congreso, pasadas ya tres jomadas de exposiciones y debates, y seis meses de preparacin galopante, durante los cuales pudimos constatar respuestas entusiastas vosotros sois la prueba y, todo hay que decirlo, resistencias que dan la medida de la trascendencia de nuestro trabajo.
Aadir pues, a riesgo de o con la ventaja de, segn se vea no tener suficiente perspectiva, algunas conclusiones de este nuestro macro-encuentro de historiadores, si bien todava quedan, para la tarde de hoy y la maana del domingo, importantes mesas redondas y ponencias.
Voy a hablar primero de historia inmediata,-de la evolucin de acontecimientos a medio ao del fin del siglo XX, para despus
* Transcripcin, revisada y ampliada por el autor, de la cuarta conferencia plenaria del II
Congreso Internacional Historia a Debate dictada el sbado 17 de julio de 1999, a las 9
horas en la Sala Compostela del Palacio de Congresos de Santiago de Compostela
(Espaa).
** Universidad de Santiago de Compostela.
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hablar de la historia inmediata que hacemos los historiadores, o sea de historiografa inmediata, y terminar finalmente con algu-nas de nuestras propuestas cara el nuevo paradigma1, entendido como una serie de consensos sobre el ejercicio de la profesin, en cuya construccin, por activa o por pasiva, estamos ya participan-do todos2.
LA HISTORIA SE ACELERA
La ltima dcada del siglo XX est resultando cuando menos imprevista, para no variar. En 1989 cae el muro de Berln, sor-presivamente, y se produce lo que Fukuyama llam el fin de la Historia, pero, en 1994, como se dijo ya en la mesa redonda sobre Chiapas, la historia recomienza para algunos3, y, lo que es ms evidente, diez aos despus, en 1999, tiene lugar la primera guerra de la OTAN despus de 50 aos. Cuando pareca que, desapareci-dos los bloques militares y la guerra fra, el mundo iba a estar dirigido por la ONU, que con sus cascos azules habra de asegu-ramos un nuevo orden internacional basado en la paz, estalla, en plena Europa, por vez primera desde la II Guerra Mundial, la gue-rra por iniciativa de las potencias occidentales con una violencia desproporcionada. La guerra sigue siendo, pues, la continuacin de la poltica por otros medios no slo para los pequeos pases del antiguo bloque sovitico o del Tercer Mundo, con sus conflictos internos o fronterizos, sino tambin para las grandes potencias del
1. Vase asimismo Hacia un nuevo paradigma historiogrfico, Memoria y civilizacin,
Pamplona, N 2, 1999, pp. 223-242 (tambin en Historias, Mxico D. F., N 42, 1999,
pp. 3-16; Prohistoria, Rosario, N 3, 1999, pp. 43-57).
2. La historia que queremos, Revista de Historia Jernimo Zurita , N 71,1995, pp. 309-
345 (tambin en Vers o souhaitons nous mener lhistoire?, Rivista di Storia della
Storiografia Moderna, N 1-3, 1995, pp. 137-148; Anales de Historia Antigua y
Medieval, N 30, 1997, pp. 169-199).
3. Chiapas y la escritura de la historia, Este/Sur, N 254, San Cristbal de las Casas, 1999
(tambin en Contexto & Educao, Iju-Brasil, N 54,1999, pp. 29-52; A trabe de ouro.
Publicacin gallega de pensamento crtico, Santiago de Compostela, N 38, 1999, pp.
233-246).
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mundo: qu mejor recordatorio en el umbral del nuevo milenio
de que la historia no ha terminado?4
Hemos ido, pues, de sorpresa en sorpresa a lo largo de los
aos noventa, viejas y nuevas contradicciones siguen manifes-
tndose5 y empujando la historia. Las previsiones teleolgicas que
siguieron a la cada de los regmenes llamados socialistas, en el
Este de Europa, no se han cumplido. Obviamente la historia conti-
na, y bien sabemos los historiadores que difcilmente se puede
garantizar un futuro determinado por los intereses y las mentali-dades hoy dominantes, con lo cual se abren posibilidades de futu-
ros alternativos: el futuro est abierto. As fue en el pasado, pero
no bastan las palabras de historiadores que no hemos renunciado a
hablar del presente y del futuro: slo cuando la historia inmediata
confirma que la historia sigue, pueden recuperar los actores socia-
les la capacidad plena de pensar histricamente, velada por las ac-
titudes presentistas que tambin arrastran, paradjicamente, a al-
gunos historiadores.
La aceleracin de la historia que estamos viviendo, sntoma,
causa y efecto de la globalizacin, en todas sus vertientes, y del
desarrollo de las tecnologas de la informacin, es caracterstica
de los perodos de transicin histrica y est provocando que la so-
ciedad demande crecientemente la historia que se escribe. La his-
toria tira, por consiguiente, de la historia. Nuevos y viejos sujetos
sociales, culturales y polticos, buscan, a las puertas del nuevo si-
glo, su legitimidad en la historia: etnias y Estados; ideologas y
4. La situacin del mundo (sobre todo de Rusia y los tigres asiticos) ya haba hecho
reconocer fugazmente a Fukuyama, en una entrevista para el New York Times (30 de
agosto de 1998), que se haba equivocado en su proclamacin del fin de la historia,
vase Israel Sanmartn, El fin de la Historia mirado hacia atrs y pensado hacia
adelante, ponencia publicada en este mismo volumen de las actas.
5. La revuelta de Seattle, en noviembre de 1999, contra la Organizacin Mundial de
Comercio, es una muestra de las nuevas contradicciones y de su carcter global, con la
diferencia, respecto de Chiapas o Kosovo, de que se trata de un hecho histrico que
tiene lugar en el corazn del Imperio, con un componente mayoritario de
sindicalistas y jvenes norteamericanos entre los participantes.
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religiones; movimientos sociales y movimientos nacionalistas; lo
local y lo regional, lo nacional y lo mundial. La rapidez del proce-
so de globalizacin recin iniciado genera tendencias confusas
cuya plena comprensin resulta inverosmil sin considerar el
factor tiempo, sin relacionar pasado, presente y futuro.
Los veloces cambios, de 1989 en adelante6, nos compelen por
lo tanto a saber de dnde venimos, para mejor comprender quines
somos y, sobre todo, adonde vamos. El siglo que viene no va a ser,
desde luego, el 1984 de Orwell: va a necesitar, probablemente tan-
to o ms que el siglo XX, de la historia, de las ciencias sociales y
de las humanidades7. Conforme la globalizacin avanza revuelve
todo en todos los mbitos (sociedad, poltica, cultura, mentalida-
des), desestructurando las identidades de las comunidades tnico-
nacionales y de los grupos sociales a todos los niveles, as como
sus relaciones con la economa, el Estado..., en suma, con la histo-
ria. Proceso de rupturas y recomposiciones en el espacio y en el
tiempo que, sin duda, se va a desarrollar a una velocidad an ma-
yor a lo largo del siglo que comienza. En esta tesitura, cul es la
responsabilidad y el papel de la historia?
De momento, los grandes beneficiarios de la creciente deman-
da social de historia en este cambio de siglo no parecen ser los
historiadores sino los novelistas y, a distancia, los periodistas. El
auge generalizado de la novela histrica8 que afecta a todas y a
cada una de las pocas histricas9 es evidente en todos los pases y
6. Los hechos de 1989 parecan sealar un punto de llegada (el trmino del siglo XX y sus
extremos) y resulta ms bien que son el punto de partida de un nuevo proceso cuyo
final es difcil entrever, salvo que abracemos de nuevo un gran relato finalista.
7. El debate de las humanidades iniciado en Espaa hace dos aos, supone un avance de
los problemas de la enseanza, la cultura y la sociedad del nuevo siglo.
8. Tema de una sincera discusin pos-congresual en la lista de correo electrnico de
Historia a Debate durante los meses de febrero y marzo de 2000 (vanse los mensajes
en www.h-debate.com).
9. El inters de los lectores de ficcin por la historia de la Antigedad, la Edad Media o el
Antiguo Rgimen viene a compensar la tendencia contemporanesta- presentista de
una
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continentes10. En cierto grado, la crisis social de la historia es cau-sa y consecuencia de la ocupacin por parte de escritores, y otros no profesionales de la historia, del espacio que corresponde a los historiadores como intermediarios oficiales entre el pasado, el presente y el futuro11. Ocupacin que para nada soluciona el problema de fondo, ms bien lo agrava: la relacin de los ciudadanos de la aldea global con la historia no puede basarse en la ficcin12, en la invencin de los hechos pasados, a riesgo de dejar el terreno libre a la manipulacin poltica de la historia y, por ende, al totalitarismo.
La historia hecha con rigor es ms necesaria, pero tambin ms posible que nunca, porque es precisamente ahora cuando se acepta de un modo ms natural la influencia del observador sobre su objeto, del historiador sobre el tema de su investigacin, de la comunidad de especialistas sobre lo que es o no verdad cientfica. Es ahora cuando la historia puede revalidar mejor su concepto de ciencia13, de acuerdo con las actuales ciencias de la naturaleza y de la sociedad, que ciertamente no eluden su responsabilidad hacia el presente y el futuro.
parte influyente de la historia acadmica y de los mass media, con el dficit de
conciencia histrica que ello entraa.
10. No es acaso la novela histrica el gnero literario que predomina par tout entre los
escritores de ficcin hoy en da?
11. Un ndice evidente de las dificultades de los historiadores para situarse ante la actual
crisis de la historia es la aseveracin presentista de que el futuro nada tiene que ver con
nosotros porque no somos profetas, como si el fluir el tiempo se paralizara en el
presente, que incluso para algunos tampoco debe inquietamos como historiadores, en el
afn de reducimos al papel de eruditos-anticuarios.
12. Y menos todava la de los viejos Estados y nacionalidades que resurgen con la
globalizacin, salvo que no hayamos aprendido nada de la historia.
13. Siete dcadas despus del principio de incertidumbre que le dio, en 1932, a Heisenberg
el premio Nobel, pervive de manera increble entre los historiadores el concepto
mecanicista y objetivista de ciencia del siglo XVII, popularizado en el siglo XIX por
los historiadores positivistas; vase al respecto la tesis 3 de La historia que viene,
Historia a Debate I, Santiago, 1995, pp. 99-100 (asimismo en Secuencia, N 31,
Mxico, enero-abril de 1995; Debates Americanos, N 2, La Habana, julio-diciembre
1996; Storia della Storiografia, N 30, 1996; Prohistoria, Rosario, N 1, 1997;
Cahiers du Centre de Recherches Historiques, Paris, N 22, avril 1999).
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GIRO POSITIVISTA
Frente a la crisis de los grandes paradigmas del siglo XX, y las presiones del pblico lector, las editoriales y los medios de comunicacin social, en favor de la novela histrica, y de literatos, tericos de la literatura y filsofos, que al equiparar historia con ficcin pretenden devolver la historia profesional a su prehistoria14, cmo estamos reaccionamos los historiadores profesionales?
Una parte de la comunidad internacional de historiadores, excelentemente representada en este congreso15, combina la re-flexin y el debate sobre la metodologa, la historiografa y la teo-ra de la historia con los trabajos empricos, la academia con la utilidad social de nuestra disciplina, procura mancomunada y ex-plcitamente incidir en la construccin del nuevo paradigma de la historia16, sin creerse por ello en la posesin de ninguna llave m-gica o verdad absoluta.
Otros colegas, sin embargo, creen hallar las respuestas a las
incertidumbres del presente historiogrfico en la seguridad de los archivos, las fuentes y la crtica de fuentes17, y en el trabajo
14. Sobra decir que no se trata de una ofensiva desinteresada de la literatura contra la
historia, sino de un episodio ms de la perenne lucha interdisciplinar por el
conocimiento, la academia y el pblico lector.
15. En el temario del XIX Congreso Internacional de Ciencias Histricas, que se va a
celebrar en Oslo en agosto de 2000, estn asimismo representadas inquietudes y
reflexiones (historia global, pasado y presente, pasado y futuro, balances histo-
riogrficos) que buscan como nosotros remozadas sntesis historiogrficas; vanse el
Bulletin dInformation de 1998 (N 24) y de 1999-2000 (N 25-26).
16. Insistimos en que, contra el concepto vulgar y con frecuencia interesado de para digma
como modelo de obligado cumplimiento, nosotros empleamos la acepcin kuhniana
de conjunto de valores y creencias compartidos por una comunidad de especialistas,
El paradigma comn de los historiadores del siglo XX, La formacin del
historiador, Michoacn (Mxico), N 14, 1994-95; Estudios Sociales, Santa Fe
(Argentina), N 10,1996; Medievalismo, Madrid, N 7, 1997; Mentalities/Mentalits,
Hamilton (New Zelande), N 1, vol. 14, 1999.
17. No nos referimos, obviamente, al necesario uso de fuentes en las investigaciones
histricas, sino a quienes, haciendo tabla rasa de la evolucin historiogrfica en el
siglo XX, quieren restringir, consciente o inconscientemente, el oficio de historiador a
sus fuentes.
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individual ajeno a cualquier grupo, escuela o tendencia historio- grfica, salvo a la que hace ms de 100 aos proclam que la fun-cin del historiador era reconstruir el pasado tal como fue18. En algunos casos, se trata de una actitud atentista, de espera a que se aclare el panorama historiogrfico, por parte del sector de la profesin ms enfrascado en los debates y la experimentacin, sin caer en cuenta de que nuestra prctica, la de todos y cada uno de nosotros, est decidiendo tambin, por omisin, la escritura de la historia. Evidentemente, la mera vuelta a los archivos es un fruto circunstancial de la crisis, sin ningn sentido como alternativa historiogrfica de futuro. Tendra que volver la sociedad, la cultura y la poltica del siglo XIX para que la escritura de la historia retrocediese, como se pretende aunque no se diga, al siglo XIX. Pero no debemos subestimar este giro tradicional porque puede, se quiera o no, dificultar o desvirtuar la oportunidad de un salto adelante de la historia como conclusin final de la transicin his-toriogrfica siglo XX/siglo XXI. No olvidemos que en el siglo XX los fracasos ms sonados de los nuevos historiadores de factura annaliste, marxista y neopositivista, fueron debidos a la infrava- loracin del peso de los postulados negativos de la tradicin posi-tivista decimonnica en las comunidades de historiadores, empe-zando por sus propias filas.
Cmo se lleg a esta tendencia minoritaria pero en aumento, si no logramos frenarla, del gran retomo? Primero fueron los retornos de los temas historiogrficos tradicionales, principalmen-te biografa e historia poltica, sobre lo cual ya habl Jacques Le Goff en el I Congreso Historia a Debate, apostando terica y prc-ticamente19 por la reformulacin de stos, y otros gneros clsicos, con enfoques de las nuevas historias; sntesis vieja/nueva historia para avanzar que ahora, en nuestra opinin, habra que extender a
18. Uno de los aspectos positivos del retomo a Ranke que estamos viviendo junto con
la rehabilitacin en marcha de Langlois y Seignobos es que conocemos ms y mejor
a Ranke: se dice, y con razn, que no era tan simplista y objetivista como se deduce de
la frase la historia es conocer el pasado tal como fue, pero la realidad es que fue as
como se difundi su magisterio entre los historiadores del siglo XX.
19. Jacques Le Goff, Saint Louis, Pars, 1996.
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la historia narrativa. Sin embargo, el cambio de los temas econ-mico-sociales de investigacin por los grandes hombres y los acontecimientos polticos y militares que han protagonizado, ha seguido progresando, raramente con un enfoque metodolgico re-
novado: el tema tradicional arrastra consigo a la vieja metodologa historizante, especialmente en el caso de la historia biogrfica, haciendo momentneamente realidad el fatalismo que no com-partimos20 de historiadores que afirman taxativamente que los objetos de investigacin de la vieja historia son inseparables del positivismo y del conservadurismo ideolgico correspondientes21.
Falta decir, y no se suele decir, que ello ha sido as hasta ahora porque no hemos sido capaces de desarrollar ms un relato histri-
co o una historia biogrfica desde posiciones metodolgicas avan-zadas22: estamos a tiempo.
La segunda fase del retomo de lo que algunos seguimos lla-mando vieja historia es, por lo tanto, ms de tipo epistemolgico:
se sustituyen las certezas complejas de los aos 60 y 70 por la antigua creencia en las fuentes y su crtica como fundamento prin-
cipal, y prcticamente nico, del oficio del historiador. Reflujo his- toriogrfico que nos aleja de las demandas culturales que, deca-
mos antes, la nueva sociedad nos impone. La demanda de hroes y mitos histricos a la vieja usanza muy cultivada por regmenes totalitarios e ideologas fundamentalistas es minoritaria entre el pblico culto. Tampoco es suficiente proporcionar datos y datas,
nombres y hechos desnudos, hay que pre y re-elaborar la informa-cin documental con seriedad a la altura de la formacin cultural y
de las exigencias del lector medio a finales del siglo XX, muy
distinto del lector romntico de historia escrita en el siglo XIX23.
20. Vase la tesis 8 de La historia que viene.
21. Tal como nosotros empleamos el trmino, no siempre coincide el conservadurismo
poltico con el conservadurismo historiogrfico.
22. Un ejemplo en sentido contrario: la nueva historia poltica.
23. La propia novela histrica que triunfa hoy no es del tipo Walter Scott sino que tiende a
introducir a su manera temas de mentalidades, sociedad y poder, que remiten a la
renovacin historiogrfica del siglo XX.
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El gran retomo a la historia tradicional, con sus temas, m-todos y teoras, toca fondo con el siglo que se acaba y empieza a
generar debates y respuestas puntuales24, que nosotros queremos
impulsar todava ms. Tenemos la esperanza de que haciendo visi-
ble desde la plataforma Historia a Debate la involucin historio-
grfica en ciernes se puedan conjurar mejor los peligros que de-
nunciamos. Este giro positivista no siempre est en la intencin individual no se trata de un movimiento organizado de mu-chos de sus protagonistas, a quienes planteamos lo siguiente: por
qu no volvemos, puesto que de retornos se trata, a la definicin del oficio que hace Jacques Le Goff en el prefacio de Tiempo,
trabajo y cultura en el Occidente medieval (1978): La historia se hace con documentos y con ideas, con fuentes y con imaginacin25? La historia seguramente nos lo agradecera, y seramos ms cohe-
rentes con nuestra propia trayectoria historiogrfica, pero en reali-
dad tampoco sera suficiente porque el retomo que necesita la his-
toria es el retomo al futuro, aunque sea dando un paso atrs para dar luego dos pasos adelante...
El giro positivista en marcha tambin se refleja, por omisin, en
nuestro II Congreso. La premura en su organizacin benefici la puesta
en evidencia de esta tendencia reciente que hemos seguido ms de
cerca en la historiografa espaola, pero que se manifiesta asimismo
en la historiografa francesa, vinculada histricamente a Annales26
,
24. As la reaccin pblica de historiadores espaoles contra el informe de la Real
Academia de la Historia espaola (junio 2000), por lo que tiene de retomo positivista a
una historia de Espaa de grandes hombres y grandes batallas, impuesta por la
dictadura de Franco en las escuelas y propia asimismo, desde la ideologa contraria, de
la historiografa liberal anterior a 1936.
25. Jacques Le Goff, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente Medieval, Madrid, 1983,
p. 7.
26. La muerte accidental de Bernard Lepetit, en 1996, aceler el fin del toumant critique
lanzado por la revista Annales en diciembre de 1989, que nosotros saludamos en su
momento con entusiasmo, y que se ha saldado, diez aos despus, en una disgregacin
y prdida de impulso que han dado paso, ltimamente, a un tournant conservateur que
esperamos sea temporal, por afeccin a la gran escuela historiogrfica fundada por
Marc Bloch y Lucien Febvre, y continuada por Femand Braudel y Jacques Le Goff
hasta los aos 80.
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y sin duda en otros lugares27. Hemos comentado en el comit de organizacin del Congreso cmo algunos colegas y amigos espaoles que, en el ao 1993, estaban bien dispuestos al debate, a la reflexin, al combate por la historia28, estn ahora desintere-sados de los problemas de la disciplina, y si mantienen una activi-dad individual investigadora suele ser de tonos cada vez ms clsi-cos, menos crticos. Paralelamente hemos detectado, respecto del I Congreso, un claro rejuvenecimiento de los ponentes, sobre todo espaoles29. Con todo, este inevitable relevo generacional, que se manifestar an ms claramente en 2004, no soluciona autom-ticamente el problema que le puede crear a nuestra disciplina el giro positivista: parte de los jvenes historiadores son hoy tam-bin conservadores historiogrficamente y no tienen la ventaja de haber pasado, como la generacin del 68, por una etapa innovadora en los mtodos y los compromisos de la historia. Por lo que sigue siendo imprescindible, mientras la biologa lo permita, el papel impulsor de una parte de la generacin que ha protagonizado la revolucin historiogrfica de la segunda mitad del siglo XX y que mantiene todava viva la ilusin por la historia y su escritura colectiva. En cualquier caso, insistimos, el binomio joven/viejo ya no sirve tanto, como en los aos 60 y 70, para definir lo joven y lo viejo de los enfoques historiogrficos: la lnea divisoria del debate historiogrfico no es hoy tan generacional, aunque los jvenes estn en mejores condiciones objetivas30 para captar los nuevos problemas y soluciones.
27. Animamos al lector a lanzar una mirada crtica a su alrededor, y a unirse a nosotros en
la crtica constructiva de este inquietante movimiento retro de nuestras
historiografas.
28. Debate, reflexin y reivindicacin que estn en las antpodas de la definicin del
historiador que ha hecho el positivismo decimonnico; nos parece por eso inexacto
denominar neopositivista al actual giro tradicional porque el neopositivismo
historiogrfico de la segunda mitad del siglo XX acept, en cierta forma, el papel
activo y reflexivo del historiador antes sus fuentes.
29. La participacin espaola es algo superior al 30 % entre los ponentes, y mayori- taria
lgicamente en el conjunto de inscritos al congreso.
30. Y no pocos en condiciones subjetivas: la mayora de los participantes en las ac-
tividades presenciales y digitales de HaD son jvenes.
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Tenemos que reconocer que el giro positivista y conservador
de una parte de los historiadores antao renovadores, el renacer de
otros anteriores a la renovacin historiogrfica del siglo XX y la
salida de las facultades de grupos de jvenes con una concepcin
de la historia conservadora31, es una reaccin elemental y saluda-
ble al posmodemismo y sus excesos negadores de toda objetividad
histrica. Claro que, finalmente, el remedio puede ser peor que
enfermedad. La tendencia insaciable de perseguir en un pasado
historiogrfico cada vez ms lejano las respuestas a las crisis actuales de la nueva historia, y de las ciencias sociales, nos lleva
al tpico fenmeno de la convergencia de los extremos. El posmo-
demismo remata por igualar historia y ficcin, es decir, la historia
tal como era, pura literatura, antes de su homologacin
acadmica; etapa prehistrica a la cual se llega, asimismo, por la
va de indagar hacia atrs las races de nuestra disciplina: el giro positivista en su acepcin ms consecuente narrativista se encuentra as con el giro lingstico en su lectura ms radical32. Nuestra apuesta es cambiar la marcha atrs por la marcha adelante de la historiografa, recapitular ciertamente la historia y la prehistoria de la historiografa, porque es la hora de
los balances, pero sin dejarse llevar alegremente por la coyuntura,
sin hacer tabla rasa del siglo XX y sus corrientes historiogrficas;
en resumen, sin extremismos, con espritu de sntesis, renovacin
y racionalidad historiogrfica.
Lawrence Stone anunci, como es sabido, en 197933 la vuelta
de la historia narrativa, y en realidad se anticip veinte aos, por-
que es ahora, en 1999, cuando estamos viviendo el verdadero re-
tomo de la historia-relato con la justificacin terica correspon-
31. No tanto por la enseanza directa de profesores conservadores como por el es-
cepticismo de muchos profesores progresistas.
32. Conocemos colegas inquietos, inteligentes y perplejos que, entre el I y II Congreso
HaD, han transitado del posmodemismo militante sin solucin de continuidad a la
rehabilitacin de los clsicos del siglo XIX.
33. The Revival of Narrative: Reflections on a New Od History, Past and Present, N
85, 1979.
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diente. El debate historia/narratividad es una de las novedades de este congreso, en tres de las cinco conferencias plenarias se trata del tema34, que afecta tanto a la teora (epistemologa) como a la prctica de la historia. La novedad del fenmeno, que vendra a ser la tercera y ltima35 fase del retomo de la vieja historia, consiste en que los narrativistas no slo cuestionan las aportacio-nes de las vanguardias historiogrficas del siglo XX, lo que hace otra mucha gente, sino tambin las bases fundacionales del positi-vismo, que preconiz una historia-relato pero como historia-cien-cia, sin inventar los datos. La demolicin de la historia cientfica, en todas sus versiones, es ahora demandada por literatos y filso-fos, a los cuales se han unido historiadores posmodemos, propug-nando que la historia ha de volver a sus orgenes literarios, y que entre ficcin e historia no hay diferencias epistemolgicas y metodolgicas fundamentales, aadiendo, adems, una peculiar reconstruccin de nuestro pasado historiogrfico que asegura que siempre ha sido as, que la historia profesional nunca ha dejado de ser una variante ms de la literatura; de la poesa, como dira Aristteles. Una manera harto extremista, por consiguiente, de interpretar la revalorizacin actual del papel de la subjetividad del historiador en el proceso de conocimiento histrico que tiene conocidos precedentes filosficos e historiogrficos, marginados durante aos por la hegemona de las nuevas historias del neoposi- tivismo, el marxismo y Annales. Revalorizacin ilimitada del his-toriador como autor y escritor que conecta, de manera difusa, con la tendencia a juntar la historia con las humanidades, pero sepa-rndola de las ciencias, cuando lo que distingue al historiador de otros escritores sobre el pasado es su carcter cientfico (segn nuestra definicin actualizada).
Estamos, pues, ante la estacin final del gran retomo de la historia, ms ac de sus primeros pasos como ciencia positiva.
34. Hemos tenido que abrir por esta razn un nuevo apartado temtico en el tomo III de
las Actas, que no estaba previamente en el programa del Congreso.
35. La marcha atrs de la historia como disciplina acadmica encuentra su tope final al
reintegrarla a la literatura, de cuyo seno naci antes de desarrollarse como ciencia y
profesin, ya no puede retroceder ms.
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Retroceso que equivale, cualquiera que sea la intencin de sus
promotores y protagonistas, a una tercera36 proclamacin del
final de la historia en poco tiempo, esta vez directamente como actividad profesional, docente e investigadora, porque de algo
podemos estar seguros: nadie nos va a pagar por investigar o
ensear historia- ficcin37. La propuesta que concibe la historia
como un estilo literario ms es la ltima consecuencia tanto de la
postmodemidad radical como de la incontrolable bola de nieve
que trae consigo el giro positivista. Pero tiene algo bueno que ya mencionamos: la crisis epistemolgica de la historia, que llevamos
arrastrando desde hace aos, toca de este modo fondo. Para evitar
la desprofesionalizacin de la historia slo queda ahora el camino
que, desde Historia a Debate, hemos defendido en estos aos 90:
reconstruir el paradigma comn de los historiadores sin romper
con el siglo XX, porque, visto lo visto, la crtica del positivismo a
la historia literaria sin documentos, la crtica de Annales a la
historia positivista tout court, la crtica del marxismo a una
historia sin teora ni compromiso, no son hoy ms necesarias pese a su insuficiencia que nunca? Es racional historiogrficamente rehabilitar el positivismo o la historia-ficcin y correr un tupido velo sobre el neopositivismo, la
historiografa marxista y la escuela de Annales38? La respuesta
slo puede ser afirmativa desde un posicionamiento
historiogrfico y seguramente poltico- reaccionario sin concesiones, que son los menos de los casos a los que nos
referimos cuando hablamos de marcha atrs de la historiografa.
36. Las dos primeras proclamaciones del fin de la historia en la dcada de los 90
(tambin historiogrficamente acelerada), se las debemos a Fukuyama y al
posmodemismo radical: el fracaso de stas abre las puertas al ltimo fin de la
historia animado por los literatos.
37. Claro que, a diferencia del giro positivista, esta ltima vuelta de tuerca, el giro
narrativista, en su versin ms genuina (deconstmccionista y radical), es ms terico
que prctico, de ah la paradjica compatibilidad entre ambas fases de retomo al
pasado.
38. Hay una manera que suele pasar desapercibida de traicionar las nuevas historias:
decir una cosa en pblico y hacer otra en privado.
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El retomo al pasado con el que, ilusoriamente39, se pretende colmar el vaco que han dejado los grandes paradigmas del siglo XX tiene as y todo de positivo40 la reaccin que supone a la ofensiva del pensamiento posmodemo en su versin extrema hoy en clara decadencia, pero no soluciona los problemas ac-tuales de la historia, su redefinicin como ciencia y su adaptacin a la sociedad global del nuevo siglo, ms bien los agrava con su incontrolable estrategia de vuelta al pasado.
Preparado por los retornos temticos, el regreso metodolgico a Ranke, Langlois y Seignobos, es una fuite en arrire que, de se-guir adelante, nos alejara definitivamente de las actuales ciencias sociales y naturales, ubicadas en el pos-positivismo, y de la socie-dad del nuevo siglo, que demanda crecientemente historia. El po-sitivismo historiogrfico de finales del siglo XIX, en Alemania, y principios del siglo XX, en Francia, no es una respuesta histo- riogrfica con futuro por razones de contexto cronolgico que na-die debera comprender mejor que nosotros. Los historiadores se parecen ms a su tiempo que a sus padres, y, en el siglo XXI, est fuera de contexto la ingenuidad cientifista que se desprende de las clebres frases: la historia es conocer el pasado tal como fue, o la historia se hace con documentos. De igual modo, tiene senti-do vincular la utilidad social de la historia, como en el siglo XIX, a Estados nacionales impugnados, internamente por las identida-des nacionales, regionales y tnicas, y externamente por la globa-lizacin41?
39. Olvidando que la pervivencia del (neo)positivismo historiogrfico, en la segunda
mitad del siglo XX, fue posible en alianza tcita con el marxismo y Anuales, El
paradigma comn de los historiadores del siglo XX, Medievalismo, Madrid, N 7, 1997.
40. Jacques Revel nos propone sustituir historia positivista por historia positiva,
Ressources narratives et connaissances historiques, Enqute, N 1, Pars, 1995, p. 55.
41. Por eso est destinado al fracaso historiogrfico y poltico todo intento de resucitar hoy
una historia de Espaa que siga el modelo de la historiografa nacionalista que naci en
el siglo XIX y domin, dramticamente, parte del siglo XX, y que ilustra tambin,
paradjicamente, muchas historias de las nacionalidades y regiones que conforman
Espaa.
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CARLOS BARROS 133
Si de lo que se trata es de buscar en el pasado historiogrfico
receta muy de historiadores las certezas perdidas muchos de nosotros preferiramos volver a Bloch, Febvre, Braudel, Le
Goff, Carr, Hobsbwam, Thompson, Vicens Vives, Tun de Lara,
etc., cuyas crticas al positivismo y a la historia tradicional de raz
decimonnica, y sus aportaciones renovadoras, recobrarn actua-
lidad en la medida que el giro conservador quiera imponerse. Aunque somos conscientes de que los paradigmas que representan
estos grandes historiadores del siglo XX son, asimismo, incapaces
de ofrecer soluciones a los problemas epistemolgicos e histo-
riogrficos actuales o a los avances de la investigacin en temas
tan dispares como la historia oral, la historia de las mujeres, la
historia ecolgica, la historia poscolonial o la historia mundial como
historia global. De ah que preconicemos avanzar en la construc-
cin del(os) nuevo(s) paradigma(s) sin hacer tabla rasa del pasado,
procurando sntesis creativas, tambin entre las nuevas y las vie-
jas historias, o entre la historia como ciencia y su prehistoria
literaria, pero con los ojos puestos siempre en el presente crtico y
en el futuro por construir.
Aspiramos a que este II Congreso Internacional Historia a
Debate contribuya a que la parte de la historiografa que camina
hacia atrs, invierta su marcha. Los historiadores debemos encon-
trar nuestras terceras vas42, convencidos, como estamos, de que no nos sirven ya los paradigmas del siglo XX, pero menos an los
del siglo XIX. Es preciso pasar del gran retomo a la gran snte-sis de la historia, de forma que la crisis, que nosotros entendemos como cambio de paradigmas, d lugar a la (tercera) revolucin
historiogrfica que asegure una nueva primavera para la historia.
El momento es oportuno. Cuando la historia de los aconteci-
mientos se acelera, cuando la sociedad revolucionada presta aten-
cin de nuevo a la historia, slo falta que los historiadores nos
pongamos a la par. Y si lo hacemos la historia en el siglo que viene
42. Con la precaucin, naturalmente, de no imponerla bombardeando a las dems
alternativas en nombre de la globalizacin o del nuevo paradigma.
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134 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
llegar a ser, como en algunos momentos y pases del siglo XX, una referencia inexcusable para las ciencias sociales y las humani-dades, y para las preocupaciones de los ciudadanos a la hora de la accin educativa, cultural y poltica.
RECONSTRUCCIN Y REFORMA
En el Libro de abstracts del Congreso se argumenta que, en el debate modemidad/posmodemidad, hay tres posiciones: los de- constructores-posmodemos, los neoconservadores y los recons- tructores-reformistas43. El eje que, en nuestra opinin, permite su-perar mejor, dialcticamente, la confrontacin modemidad/pos-modemidad, cuya prolongacin genera el sndrome paralizante del vaco de paradigmas, es la reconstruccin y reforma paradig-mtica. Despus de la crtica destmctiva del posmodemismo y de la reaccin neoconservadora de los retornos, slo queda por pro-bar algunos lo estamos haciendo desde hace aos la recons-truccin orientada hacia un futuro que es, y ser todava ms, glo-bal.
En el siglo XXI la escritura de la historia estar, en cada pas, ms condicionada por la historiografa internacional que nunca. El papel de la historiografa global ir creciendo en relacin con las historiografas nacionales, gracias a las nuevas tecnologas de la comunicacin y a los procesos de integracin transnacional en el terreno econmico, poltico, cultural y acadmico.
La historiografa, como la historia, no se repite ms que como comedia o tragedia. Por lo tanto no volvern las grandes escuelas del siglo XX, y menos las del siglo XIX. La salida de nuestra dis-ciplina es hacia adelante.
Necesitamos por consiguiente otro concepto de oficio de his-
toriador, ms all del positivismo, que no reduzca nuestro trabajo
43. Resumen de J. M. Santana para la Mesa L (Posmodernidad, historia y nueva
ilustracin), citando a Augusto Klappenbach, tica y posmodernidad, Alcal de
Henares, 1991.
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CARLOS BARROS 135
a las ciencias auxiliares de la historia, las cuales nos merecen un respeto absoluto dependemos a menudo de ellas pero la fun-cin del historiador ha de transcender las fuentes y la crtica de las fuentes o no habremos aprendido nada de la historia y de la
historiografa.
Necesitamos, asimismo, adherimos a otra nocin de historia
como ciencia, menos anacrnica, ms actual. Los historiadores te-nemos que poner al da nuestro concepto de ciencia, que hoy, para
las ciencias sociales y ms an para las ciencias naturales, es me-nos objetivista y ms relativista44. Hace casi veinte aos que se
habla de una ciencia con conciencia, de una ciencia con sujeto45 no solamente con objeto. Sigue siendo para nosotros un misterio
insondable como, en una parte considerable de la comunidad de historiadores, se ha conservado en formol, hasta finales del siglo
XX, el concepto decimonnico de lo que es una ciencia: una he-rencia de Ranke que viene de ms atrs, de las ciencias de la natu-
raleza del siglo XVII46. Todava hoy creen bastantes colegas, y estudiantes de historia47, que hacer ciencia es conocer la realidad
tal como fue, esto es, de manera exacta48. Ninguna ciencia natural se plantea esto hoy, y menos que ninguna la fsica o la
biologa, sujetas tanto o ms que la historia a los condicionamientos internos de la comunidad de especialistas y externos de la socie-
dad y la poltica. Desde principios del siglo XX, desde la teora de la relatividad, la teora cuntica y el principio de incertidumbre de
Heisenberg, se sabe que el sujeto del proceso de conocimiento in-terfiere sobre el objeto, y que las verdades que podemos conocer
cientficamente son aproximativas, condicionadas por el observa
44. Tesis 3 y 4 de La historia que viene.
45. dgar Morin, Science avec conscience, Pars, 1982 (Barcelona, 1984).
46. Vase la nota 13.
47. Sin embargo otros nos manifiestan en clase no entender la insistencia de sus profesores
en defender la historia como ciencia.
48. Cierta crtica posmodema tambin se ha basado, por oportunismo, en este concepto
periclitado y cuasi religioso de ciencia para afirmar que la historia no es una ciencia,
ni que tal cosa pueda existir.
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136 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
dor y sus circunstancias, siendo la ms importante de ellas la opi-
nin mayoritaria de la comunidad de especialistas. No es cientfi-
co, en consecuencia, separar objeto y sujeto en el proceso de cono-
cimiento, en este caso aislar el historiador del proceso de conoci-
miento histrico. Si lo hacemos caeremos con toda seguridad en la
inexactitud histrica. En suma, el positivismo historiogrfico ha
dejado de ser cientfico segn los criterios de la prctica y la teora
de la ciencia actuales.
Solamente una atenta mirada a las ciencias de la naturaleza, y
a la filosofa y la historia de la ciencia, nos convencer de que no
podemos ser en esto ms papistas que el papa, y si un cientfico
duro no concibe verdades absolutistas y objetivistas, por qu habremos de seguir creyendo en ello los historiadores? La histo-ria slo seguir siendo considerada una ciencia si ponemos todos
al da nuestro concepto de ciencia49. De ah la futilidad del giro positivista y su papel involuntario en la des-cientificacin de la historia profesional propugnada por el narrativismo radical. La
vuelta a Ranke, cualquiera que sea la intencin de sus partidarios
conscientes, aparta la historia de la ciencia, tal como hoy se entien-
de50, y allana el camino para su reintegracin en el seno de la literatura.
La reconstruccin y reforma del paradigma de la historia ten-
dr que hacerse con nuevos y viejos materiales, con todo el capital
acumulado por nuestra disciplina desde mediados del siglo XIX,
pasado por el filtro de la crtica y la autocrtica, y con las tenden-
cias historiogrficas, sociales y tecnolgicas, posteriores a la nueva
historia. Estamos todava en el proceso (inevitable) de confor-
macin de esta nueva matriz disciplinar.
49. Uno de los efectos principales de la actualizacin de la historia como ciencia ser la
ampliacin de nuestro concepto de interdisciplinariedad, como veremos en el captulo
de propuestas.
50. El problema de fondo del fracaso (parcial) de la experiencia renovadora de la escuela
de Armales, la historiografa marxista y el neopositivismo historiogrfico estuvo en su
incapacidad para mantener la historia cientfica a la altura de la ciencia relativista del
siglo XX.
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CARLOS BARROS 137
Somos grandes defensores de aplicar las teoras de Thomas S. Kuhn sobre la historia de la ciencia a la propia historia, con los
cambios que aconseja el debate que sigui a sus propuestas y nuestra
propia experiencia historiogrfica. En La estructura de las revolu-
ciones cientficas (1962) se dice que el conocimiento cientfico no es acumulativo, sino que avanza a saltos, a travs de revoluciones
cientficas. En realidad el conocimiento cientfico es, simultnea-mente, acumulativo y rupturista. La revolucin historiogrfica del
siglo XX, protagonizada por Annales, el marxismo y la cliometra neopositivista, no contino de alguna forma, malgr tout, el posi-
tivismo de fines del siglo XIX? La revolucin historiogrfica que estamos incubando (que algunos quisieran celebrar como contra-
rrevolucin), ha de continuar en cierto grado, se quiera o no, las nuevas historias del siglo XX para avanzar: las aportaciones de las
vanguardias historiogrficas del siglo XX forman parte ya del ca-pital historiogrfico acumulado, est por ver en qu medida y en qu forma entrarn en el nuevo paradigma.
Cmo combinar, por lo tanto, las viejas escuelas y debates
del siglo XIX (que aparentemente vuelven) con las nuevas escue-
las del siglo XX (que parecen retroceder) para contribuir a dar
respuestas actualizadas a los problemas tericos y prcticos de la
historia del siglo XXI? Desde luego no de manera eclctica, su-
mando componentes contradictorios, sino a travs de un nuevo
paradigma o consenso, comn denominador de sumandos diver-
sos, pero compatibles en una matriz disciplinar evidentemente plu-
ral. Los cambios histricos, no fueron habitualmente la lucha de
lo nuevo contra lo viejo51? En historiografa ha ocurrido algo pare-
cido con los cambios de paradigmas hasta la crisis actual donde
vemos la relacin viejo/nuevo se ha vuelto, como tantas otras co-
sas, ms compleja, lo vimos en lo relativo a las generaciones de
historiadores.
Uno de los motores de la renovacin historiogrfica a lo largo
del siglo XX ha sido pues la dicotoma viejo-nuevo. Ahora, sin
51. Falta de decir que lo nuevo en el poder pronto reprodujo lo viejo.
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138 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
embargo, lo viejo se presenta como nuevo (y en alguna medida lo
es), y cada vez escasean ms las autnticas novedades histo-
riogrficas. Qu nuevos planteamientos historiogrficos han sur-
gido en los aos 90, si exceptuamos los relacionados con la
globalizacin52? Todava algunos colegas mantienen como lti-ma novedad historiogrfica la microhistoria iniciada, en 1980, por un grupo de historiadores italianos que reniegan hoy de ella,
quince aos despus53, de forma parcial pero lcida54, diciendo que
es un instrumento til pero no es la solucin a los problemas de la historia en este momento, porque lo que necesitamos hoy es ms bien macrohistoria, interpretacin global y re-sntesis55.
Y no surgen grandes novedades historiogrficas porque todos
los temas han sido descubiertos, el avance historiogrfico ya no se puede reducir a contraponer temticamente lo viejo con lo nue-
vo. Una lnea de investigacin realmente nueva ha de responder,
adems, a los graves desafos a los que se enfrenta la historia pro-
fesional en este momento, para lo cual es preciso una carga terica
y historiogrfica que las simples propuestas, nuevas o viejas, de
temas y enfoques de investigacin son insuficientes y, a medio
plazo, frustrantes. Por eso defendemos que el historiador del futuro
reflexionar sobre metodologa, historiografa y teora de la historia, o no ser56. Lo cual no quiere decir que todos y cada uno de los historiadores futuros han de dedicarse a la reflexin histo-
riogrfica, sino que un alto nivel de conocimiento no basado en fuentes decidir, maana ms que ayer, la calidad de una mono-grafa con base emprica. No estamos observando ya que se pro
52. La historia poscolonial a partir de los estudios subalternos, la historia mundial como
historia global, nuestro propio enfoque global hacia un nuevo paradigma; en todos
estos casos, se propone la sntesis como va de renovacin.
53. Entrevista a Giovanni Levi, Prohistoria, Rosario, N 3, 1999, pp. 187-188, 191.
54. Al sentido autocrtico le pasa lo mismo que al debate: no es un uso acadmico normal,
reglado.
55. Tal es nuestra posicin desde el I Congreso, vase si no la tesis 7 de La historia que
viene.
56. Tesis 13 de La historia que viene.
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CARLOS BARROS 139
duce mucho cuantitativa y acadmicamente pero escasean obras
de investigacin que dejen huella, que digan algo realmente dis-
tinto? Y cmo decir algo distinto, nuevo, si no se reflexiona
sobre lo que se hace?
Se progresa metodolgicamente a travs de la sntesis, pero,
para que sta no sea eclctica e intil, es menester agudizar la re-
flexin, que tampoco sirve de mucho al margen de la
investigacin emprica57. Estamos convencidos de que una buena
va para la creatividad historiogrfica, en este momento, es la
confluencia de diversas lneas de investigacin, el mestizaje de
gneros historiogrficos. Sntesis y reflexin, reconstruccin y
reforma, investigacin y debate: ah estn algunas de las bases
esenciales del cambio de paradigmas que necesitamos, que
estamos construyendo, queramos o no, con nuestros esfuerzos
individuales, acciones y omisiones, pasos atrs y pasos adelante.
Luces y sombras que se pueden deducir tambin de los resmenes
y textos que habis enviado previamente al Congreso.
DIAGNSTICO POSIBLE
Hemos tenido, como es lgico, dificultades para cerrar el pro-
grama porque al conceder, de entrada, a ponentes y comunicantes,
libertad para elegir tema y mesas redondas, se produce un des-
equilibrio entre las diferentes partes del congreso. Habra sido ms
cmodo orientar de antemano los temas y las mesas redondas don-
de podra o debera intervenir cada uno, pero habramos renuncia-
do as a una primera y valiosa aproximacin a la situacin histo-
riogrfica global. Coyuntura nada sencilla de diagnosticar, mien-
tras no se desarrollen las nuevas redes historiogrficas globales,
que comunican como intentamos en HaD en tiempo real y sin fronteras de nacionalidad o especialidad a los historiadores del
57. Una dificultad para una mayor colaboracin entre historia y filosofa de la historia es
que los historiadores no solemos tener en cuenta los trabajos de los filsofos de la
historia, y stos tampoco las investigaciones de los historiadores.
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140 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
mundo. Las conclusiones que se puedan sacar de nuestra Encuesta
Internacional El estado de la historia, con ms de quinientas res-puestas obtenidas hasta el momento, de historiadores de todo el
mundo, supondrn al respecto un paso adelante.
Son dos las cuestiones que, a priori, nos parecieron claves desde
los prolegmenos del II Congreso58
: historia / literatura y el pro-
blema de la ciencia, por un lado; historia / sociedad y el compro-
miso del historiador, por el otro. Alrededor de estos dos ejes se
resumen buena parte de los debates y reflexiones habidos, si bien
han destacado, tanto en el congreso presencial como en el virtual,
antes, durante y despus del II Congreso, temas asimismo funda-
mentales como globalizacin e historia, pasado y futuro, ensean-
za de la historia, problemas profesionales, poscolonialismo, muje-
res/hombres o la emergencia de las historiografas latinas59. Ten-
dremos tiempo de reflexionar y escribir sobre todo ello. Vamos a
transcribir todas las mesas redondas, y leer con calma, ponencias y
comunicaciones, debates orales y resmenes...
En cualquier caso, llama la atencin el desplazamiento geo-
grfico de los centros generadores de iniciativa y polmica historio-
grficas60, menos sujetos que nunca a la jerarqua centro/periferia.
Los debates capitales historia-literatura e historia-ciencia han ve-
nido de los Estados Unidos, que se ha transformado en un impor-
tante foco de las discusiones que tienen que ver con la historia
desde 1989 y el final de la historia de Fukuyama. Sin embargo, el gran debate sobre el compromiso renovado del historiador, vie-
ne de Amrica Latina, que aporta o puede aportar a la historiografa
internacional una frescura inigualable en las relaciones historia/
sociedad y pasado/presente, como se ve en el propio congreso.
58. Vase Carlos Barros, El dilema de los historiadores, La aventura de la historia,
Madrid, N 14, diciembre 1999, pp. 108-109.
59. Vase el debate poscongresual sobre Lo latino en la historiografa global en www.h-
debate.com.
60. Nos preguntamos si es posible que prospere hoy una nueva iniciativa historiogrfica
sin debate explcito.
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CARLOS BARROS 141
Frente al dinamismo del continente americano, la aportacin
historiogrfica europea est en un impasse inquietante a causa del agotamiento de los antiguos focos innovadores, francs y britni-
co, crecientemente dependientes de las relaciones con Norteam-rica61, y de las dificultades de la historiografa alemana para tras-
pasar sus fronteras nacionales62. La irradiacin internacional63 de la parte de la historiografa espaola que Historia a Debate repre-
senta ya no sigue el viejo modelo de pas que incide sobre otros culturalmente dependientes. Lo que se est imponiendo ahora es
la multipolaridad de las iniciativas y la globalizacin de la comu-nicacin. Se influye, o se puede influir, historiogrficamente ms
por la conexin global que por el rol poltico-econmico-cultural dominante del pas de origen, que, lgicamente, no desaparece de las relaciones acadmicas e historiogrficas internacionales.
Femando Devoto me comentaba, yendo para una mesa redon-
da que hicimos durante el congreso para una revista gallega64, su
extraeza ante mi informacin de que posiblemente el segundo
grupo nacional en participacin estaba siendo Argentina, asegu-
rando que los argentinos no estamos entre las historiografas ms importantes del mundo. Yo ya no s, sinceramente, qu histo-riografas sern las ms importantes despus de este cambio del siglo, ni qu cosa significar eso de historiografa importante en
61. A cuyas universidades estn estrechamente ligados, cuando no integrados, hoy en da,
destacados miembros de lo que fueron las tendencias Past and Presenty Annales.
62. El trascendental debate de los historiadores sobre la asuncin del pasado alemn y el
revisionismo historiogrfico no tuvo casi trascendencia externa, pese a su inters
ejemplar.
63. Durante el primer aniversario de nuestra pgina web hemos contabilizados entre
25.000 y 30.000 visitas de historiadores, en su mayor parte de Estados Unidos,
Espaa, Argentina y Mxico, por este orden; y en nuestra lista de correo electrnico
participan 850 colegas de ms de 45 pases, siendo los historiadores espaoles,
principalmente jvenes, la primera minora.
64. Xos Manuel Nez (moderador), Harvey J. Kaye, Fernando Devoto, Jacques Revel,
Ciro F. Cardoso, Carlos Barros, A funcin do pasado a debate. A historia das
historias, Tempos Novos, Santiago de Compostela, N 28, septiembre 1999, pp. 34-40
(tambin en www.h-debate.com).
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142 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
el siglo XXI. En la Encuesta Internacional sobre El estado de la historia hacemos esta pregunta y veremos el resultado, que pode-mos adivinar diverso. Una cosa es cierta: ninguna historiografa
euro-norte-americana tiene la capacidad demostrada, como se ve
en el congreso, por la historiografa argentina para expresar y rei-
vindicar, sin los habituales tapujos del oficio, la relacin entre me-
moria e historia, pasado y presente. Y estamos en condiciones de
aseverar que la vitalidad y la calidad de una historiografa nacional
se va a medir, se est midiendo ya, por la relacin entre academia
y sociedad, entre historiadores y ciudadanos, contra la opinin de los practicantes ms extremistas del giro positivista.
Dijimos antes, que la globalizacin lo resuelve todo, para mal
y para bien, haciendo posible una democratizacin de las inter-
relaciones acadmicas y culturales que altera las rgidas relaciones
de dependencia historiogrfica que hemos conocido desde finales
del siglo XIX. Un buen ejemplo es la propuesta de la historiografa
poscolonial derivada de los estudios subalternos en la India65. Peter Burke escribi y dijo en el I Congreso que la renovacin
pasaba ms por la periferia que por el centro: the contemporany historical world is polycentric in the sense that innovations now
arise in many different places, notably in the so-called peripheries, in Europe and outside66. La verdad es que esta formulacin, sien-do cierta, hoy se ha quedado corta. Ahora habra que decir que la
renovacin historiogrfica, venga de dnde venga, slo puede ser
global, no puede triunfar encerrada en los viejos Estados-nacio-
nes. Las iniciativas historiogrficas pueden ser promovidas desde
cualquier pas67 pero slo avanzan cuando adquieren una dimen
65. Est por hacer un gran debate sobre la virtual contribucin de la historiografa
poscolonial a la nueva historiografa mundial/global.
66. Historia a Debate, I, Santiago, 1995, p. 52.
67. La ventaja de los pases poderosos con rea de influencia (no slo occidentales,
tambin orientales; no slo en el Norte, tambin en el Sur) es su peso poltico y
cultural, y la ventaja de los pases antao dependientes es precisamente lo contrario: la
falta de una tradicin que lastre la audacia, el espritu renovador y la adecuacin a lo
nuevo.
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CARLOS BARROS 143
sin internacional, mundial/global68. Sea desde la periferia sea desde el centro, segn los criterios tradicionales de jerarqua geopoltica, las innovaciones precisan ser globales en su dimen-
sin y contenido.
La globalizacin econmica, informativa y cultural, los pro-
cesos de integracin supranacionales, desbordan al Estado-nacin como marco de iniciativas, y conciben un nuevo sujeto de comuni-
dades transnacionales, que intercambian informacin y generan consensos a una velocidad muy superior al sistema acadmico
convencional fundamentado en puntuales actividades presenciales y lentas ediciones sobre papel, que naturalmente seguirn
cumpliendo su funcin. La nueva historiografa que surge de la globalizacin informativa y acadmica sobredetermina ya las
realidades historiogrficas nacionales. En el campo historiogrfico, como en tantos otros, dentro y fuera de la
academia, el aislamiento nacional va a significar en el futuro inmediato un coste ms gravoso, en especial en pases con gran
fuerza de la tradicin y peso poltico, porque los otros no tienen ms que ganar con la globalizacin historiogrfica.
Dejo para el final algunas propuestas para el debate y el con-
senso sobre la reconstruccin y reforma del paradigma de la histo-
ria. Partimos de las conclusiones del anterior Congreso (La histo-
ria que viene) y de lo que hemos podido ver y discutir hasta el da
de hoy, adems de las reflexiones y experiencias personales. Todo
ello con cierta provisionalidad, para esta intervencin oral no dis-
pongo de un texto escrito, matizar ms a la hora de redactarlo
despus del congreso69. Me concedo, pues, una libertad que no
habis tenido vosotros, que tuvisteis que presentar los textos antes
de terminar el Congreso. Yo tambin hubiera querido cumplir con
68. La presencia en la red diferencia hoy las posibilidades de Estados Unidos respecto de
Alemania o Francia; y el auge del espaol como segunda lengua occidental, explica
asimismo la emergencia de lo latino en el mundo globalizado.
69. La ltima revisin del texto ampliado, pero fiel al esquema y a las palabras iniciales,
que tiene el lector en sus manos, fue en julio de 2000, en el momento de corregir las
pruebas de imprenta de las Actas.
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144 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
esta obligacin, pero hemos sido incapaces, en el caso de Israel
Sanmartn y mo, por lo que deca al principio de la conferencia sobre eso de dar la misa y tocar la campana, pido disculpas por
ello. La ventaja es que as intervengo ms en caliente, al hilo del desarrollo del congreso.
UNA HISTORIA MS NARRATIVA
Una de las cosas sobre las que la preparacin de este II Con-
greso me ha hecho reflexionar, de manera autocrtica, es el debate entre historia y relato, entre historia y ficcin, cuya actualidad re-
novada nos ha sorprendido un poco70. Merecera la pena, es mi primera propuesta, intentar una historia ms narrativa sin dejar de
ser cientfica segn el concepto relativista del siglo XX, insisti-mos una vez ms y sin confundirla, claro est, con la novela histrica. Una nueva historia narrativa que trace lmites entre el relato del historiador y el relato del escritor de ficcin, que no
diferencia como nosotros la realidad de la ficcin, ni tampoco le interesa.
Cuntas veces caen en nuestras manos documentos de archi-vo de donde se puede deducir una realidad que supera a la ficcin?
De ellos, ms que de la imaginacin personal, se nutren frecuente-mente los novelistas, concibiendo relatos cuya capacidad de asom-
bramos, entretenemos y enseamos, viene mayormente de los da-tos histricos reales, documentales, testimoniales. Y a la inversa,
por qu el historiador no ha de utilizar tambin dichos documen-tos/testimonios con trama, narradores y estilo, propiamente litera-
rios? Estoy convencido de que, hallando las fuentes adecuadas, podramos aprender de la literatura al mismo tiempo que competi-
mos con ella. Brindando una verdad histrica relativa y cambian
70. En el programa del congreso habamos contemplado la historia narrativa de manera
subalterna, en la mesa K como parte del debate de la posmodemidad y el giro
lingstico, cuando, en realidad, es ms bien una consecuencia final del retorno de la
vieja historia, favorecida por una crtica posmodema incapaz de ofrecer alternativas
que tengan en cuenta las tradiciones historiogrficas.
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CARLOS BARROS 145
te, a menudo plural, cuyo manejo exige un oficio y una experien-
cia que no estn al alcance de los escritores de ficcin histrica,
con su ilimitada libertad para inventar personajes, dilogos y situa-
ciones, que deforman motu propio no involuntariamente como los historiadores profesionales los hechos histricos de referen-cia.
Valdra la pena, por consiguiente, verificar prcticamente la
posibilidad de relatos histricos verdicos en la frontera entre la ciencia y la literatura (desde el lado de la ciencia, por supuesto),
con trama pero sin faltar al rigor. De Kuhn hemos aprendido que
entre la ciencia y el arte hay elementos comunes, pero sabemos
asimismo que existen capitales diferencias. Podramos, en traba-
jos que fuesen a la vez de investigacin y de divulgacin, ir de
brazo de la novela sin por ello renunciar a hacer una historia seria?
Habra que experimentarlo antes de contestar. Se ha dicho con ra-
zn, a partir de los trabajos de H. White y P. Ricoeur71, que toda
historia es narrativa, y es cierto, pero de manera inconsciente,
artesanal. Mi propuesta es debemos hacerlo conscientemente con
el mismo rigor con el que investigamos desde otros enfoques.
La nueva historia narrativa puede ser, en consecuencia, una sntesis de futuro entre la nueva y la vieja historia, y, adems, un buen camino para reconstruir nuestra relacin con la sociedad. No sera importante que algunas obras de investigacin fuesen
ledas con tanto o ms entusiasmo por parte de un lector profano que por parte de un especialista?
Otros historiadores como Georges Lefebvre, de tradicin annaliste, o Jerzy Topolski y Ciro F.Cardoso, de tradicin marxis-
ta, han apuntado o apuntan en esta misma direccin, la novedad es que nosotros planteamos pasar del debate terico a la prctica, lo
cual aportar con toda seguridad nuevos elementos para la reflexin y ayudar a construir el nuevo paradigma de la historia
con viejos, nuevos y novsimos materiales.
71. La convergencia historia y narracin que proponemos sera, desde luego, ms
compatible con Ricoeur que con White.
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146 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
UNA HISTORIA MS COMPROMETIDA
La segunda propuesta, que recoge asimismo cosas que se han
dicho en el Congreso, es afirmamos en una historia ms compro-
metida, ms en contacto con la sociedad, sin menoscabo del rigor y
de la verdad de los historiadores, que es lo que nos confiere la auto-
ridad moral que ha de sustentar nuestro compromiso tico y social.
Una historia ms comprometida con las causas sociales y po-
lticas, nacionales y religiosas, pero no a la manera de la historia militante de los aos 60 y 70. Debemos ser autocrticos con las historiografas de esos aos, cuyos fracasos han creado las condi-
ciones para el retomo presente de la vieja historia. Si hoy algunos
colegas, en pleno giro positivista, nada quieren saber de lo que sucede fuera de los muros de la universidad, algo tendr que ver
con los pasados excesos de una historia militante que sacrific no pocas veces la objetividad histrica al servicio de un partido,
ideologa o causa, causndoles problemas de credibilidad, cuando
no de viabilidad, a medio y largo plazo. La autocrtica que propo-nemos es poltica y historiogrfica.
Nuestro compromiso historiogrfico cara al nuevo siglo debe
partir de la aceptacin no dogmtica de la legitimidad de compro-
misos de diversos signos. Cuando hablamos de historia compro-
metida parece que nos referimos a nosotros, historiadores progre-
sistas72, y as fue en los tiempos de hegemona de la nueva historia,
pero los retornos han puesto encima de la mesa otras ideologas y compromisos (coexistiendo en ocasiones en una misma institu-
cin de pasado progresista73), que hay que aprender a respetar, sal
72. Una constante de los historiadores conservadores ha sido siempre negar su com-
promiso, encubriendo sus ideas y valores bajo el manto de una inexistente neutralidad
de la ciencia histrica, sin percatarse del dao que eso puede hacer a sus propias
posiciones.
73. Es el caso de la Ecole des Hautes des Sciences Sociales de Pars donde en el presente
cohabita la actividad (institucional) de formacin permanente de ejecutivos de las
grandes empresas de Francia con el apadrinamiento de inmigrantes sans papiers por
parte de los directeurs dtudes P. Bourdieu o J. Derrida.
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CARLOS BARROS 147
vo que sigamos creyendo en verdades absolutas o en mtodos no intelectuales de imposicin de las propias ideas. La otra opcin
sera aniquilar al adversario y eso se ha hecho polticamente, no hace mucho en Amrica Latina, y an se hace simblicamente
aqu y all cuando se descalifica una posicin historiogrfica
mediante una etiqueta poltica, religiosa o tnica, sin entrar en el
fondo argumental.
Soy consciente de que la tolerancia que practicamos, y que
forma parte de la identidad de Historia a Debate, no se puede apli-
car con la misma facilidad par tout por razones de historia inme-
diata. Es el caso de Argentina, donde resulta difcil predicar la to-
lerancia (lo digo por experiencia propia), cuando hasta los aos 80
la adscripcin poltica de un profesor universitario fue motivo de
expulsin del puesto de trabajo, o de algo peor. Estoy hablando
pues de democracias consolidadas, de aquellos pases donde hoy
podemos discrepar acadmicamente (y polticamente) en unas co-
sas y coincidir en otras, sin problemas mayores74.
La relacin diversa, incluso contradictoria, de los historiado-
res con la sociedad, la poltica y la ideologa, nos fortalece a todos,
a la historia y a la academia, siempre que se cumplan unas reglas
mnimas de tica y profesionalidad, discutibles como todo en la
vida, pero fundamentales.
Opino, como ya dije en la mesa redonda G sobre el compro-
miso, que debemos poner el rigor y la verdad de los historiadores
por encima de cualquier compromiso poltico, ideolgico, social o
nacionalista. Y no estoy pensando en la salvaguarda, a veces im-
posible, del oficio de historiador de las luchas polticas y sociales,
sino en la mejor contribucin poltica e ideolgica que podemos
prestar a las causas que nos son prximas: la verdad histrica que
conocemos.
74. Todo lo ms comentarios off the record sin mayores consecuencias, aunque nos pueden
producir vergenza ajena, como los habidos sobre el protagonismo, en algunos debates
del congreso, de latinoamericanos y marxistas.
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148 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
Verdad histrica que tambin suele ser diversa, incluso con-
trapuesta, por razones histricas (diferentes puntos de vista coet-neos de un conflicto social, poltico o militar), historiogrfcas (di-
ferentes enfoques o interpretaciones de los historiadores) y/o pol-ticas (diferentes intereses y posiciones polticas de los investiga-
dores), pero que remite siempre o debe remitir a una profesionalidad y a un conocimiento basado en fuentes cuya objetividad emprica, como bien sabe el lector, no idealizamos pero tampoco negamos, a sabiendas de que la ltima palabra sobre
lo que es verdad histrica, en cada momento y en cada tema, la tiene la comunidad de especialistas.
Nuestra visin acumulativa y rupturista de la evolucin de la ciencia histrica justifica un enfoque plural y sinttico (que no
eclctico) de la renovacin historiogrfica y de la verdad histrica, que, en ltimo extremo, consensan las comunidades de historia-
dores en trminos historiogrficos, porque las fuentes se prestan a enfoques y conclusiones diferentes, y, en casos excepcionales, en
trminos polticos, en funcin de las relaciones de fuerza entre las distintas interpretaciones polticas de los historiadores y de los
propios polticos. Como es el caso del debate 1997-2000 sobre la historia de Espaa75.
En algn caso se puede plantear un dilema entre nuestra fun-cin como historiadores y nuestra adhesin poltica, sobre todo si
esta es activa, militante: a qu ser fiel, a la profesin y el rigor, o a las necesidades electorales, o de otro tipo, que pueda tener la
organizacin de pertenencia, cara al mantenimiento de determina-dos mitos polticos76? No suele ser fcil decidir si se acta, en di-
chas circunstancias, como intelectuales crticos o como animales polticos, depender del inters circunstancial, de la implicacin
75. Vanse en www.h-debate.com los mensajes distribuidos en la lista HaD.
76. Me refiero sobre todo a la manipulacin mtica de la historia que hicieron el nazismo
y el estalinismo en general, y el comunismo o el nacionalismo en particular; cuestin
aparte son los relatos legendarios de transmisin oral de las culturas tradicionales,
mitos pre-histricos en el sentido de estar constituidos antes de que la historia se
estableciese como actividad crtica y cientfica.
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CARLOS BARROS 149
personal acadmica y/o poltica, del concepto de historia y de po-
ltica que se tenga...77
Una cosa est clara a fines del siglo XX: los proyectos polti-cos, o de otro gnero, que practican una doble moral se hacen ex-
traordinariamente vulnerables, cuando no acaban siendo barridos
de la historia78. La mentira histrica como arma poltica es una
forma de corrupcin ideolgica cada vez menos rentable, poltica
y electoralmente, a causa de la democratizacin galopante del ac-
ceso a la informacin, y de la emergencia de una tica universal
aplicada. Se puede anticipar y desear que, en el siglo XXI, historia y poltica sern ms compatibles que en el siglo XX, ex-
cepto que la historia acabe perdiendo catastrficamente el recono-
cimiento social, deontolgico y cientfico, en favor de dos fen-
menos complementarios: la novela, por un lado; la erudicin y el
aislamiento acadmico de los historiadores, por el otro.
Auguramos, y predicamos, en consecuencia, mejores condi-
ciones para la independencia de los historiadores y su valoracin
social como conocedores del pasado, desde una moral profesional
para nada ajena al presente y al futuro.
Nos favorece, en este sentido histrico-tico, la globalizacin
pacifista y justiciera que estn poniendo en evidencia nuevos he-
chos como la actuacin global de las ONGs, la persecucin judi-
cial desde Espaa de la represin ejecutada por las dictaduras chilena y argentina, la demanda de un Tribunal Penal Internacio-
nal independiente, o la mediacin pacificadora de la ONU en de-
terminados conflictos, a pesar del traspis de Yugoslavia, donde se
77. Un caso cercano: la mitificacin por parte de cierta historiografa galleguista del
mariscal Pardo de Cela como adalid del independentismo gallego frente a los Reyes
Catlicos contra toda evidencia factual de tipo histrico, vase Carlos BARROS,
Mitos de la historiografa galleguista, Manuscrits. Revista d'Historia Moderna, N
12, 1994, pp. 245-26; Ascenso e cada do mariscal Pardo de Cela, Antn Losada
Diguez. 10 anos dun premio, Poio, Concello de Carballio, 1995, pp. 85-89.
78. Vase si no la poltica de la Iglesia catlica, en la ltima fase del papado de Juan Pablo
II, buscando la reconciliacin con la verdad histrica en temas tan controvertidos como
Galileo, la Inquisicin o el nazismo.
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150 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
aplic precisamente un doble rasero por parte de los que apoyaron
los bombardeos de la OTAN, y tambin por parte de aquellos de-tractores de la guerra y sus efectos colaterales que callaron ante las acciones serbias de limpieza tnica. La inconsecuencia ti-co-universal resulta en estos tiempos costosa, en trminos intelec-
tuales y polticos: se est recuperando en la prctica la idea ilustra-da del progreso moral y poltico de la humanidad79. El compromi-
so tico de respetar la verdad pasada que conocemos, est ntima-mente ligado a la lucha actual por el respeto de los derechos huma-
nos y cvicos de los pueblos y de los individuos. Si se avanza en la tica del presente se est favoreciendo la reconstruccin tica del
pasado. Un buen ejemplo latino es como, casi treinta aos des-pus, crece la presin y los resultados, tanto interna como externamente (justicia global), para esclarecer la verdad y hacer justicia sobre lo sucedido durante las dictaduras militares en Chile
y Argentina, de manera que estas transiciones a la democracia, inspiradas en un primer momento en la transicin espaola y su
estrategia de borrn y cuenta nueva, estn desbordando el modelo inicial como consecuencia del cambio de mentalidades y contexto
finisecular: la estabilidad poltica y democrtica, a diferencia de los aos 70, admite difcilmente la amnesia histrica sobre las
atrocidades cometidas80. Frente a la tendencia dominante de una justicia global, en qu lugar queda el revisionismo historiogrfico
de Nolte y compaa negador del holocausto judo? En un fenme-no anecdtico siempre y cuando los historiadores nos movilice-
mos, como se hizo en Alemania, contra la burda manipulacin poltica de la verdad histrica que, en este caso, sirve al rearme
ideolgico de la extrema derecha. Para lo cual tiene que haber, como es obvio, una verdad histrica, ciertamente relativa pero
79. La pregunta es si la filosofa acadmica va por delante o por detrs de la sociedad y la
poltica en cuanto esta recuperacin de la idea de progreso; me temo que sea ms lo
segundo que lo primero, como dijimos la tarde del sbado en la mesa L.
80. Un antecedente fue la Comisin de la Verdad sudafricana, que no excluy al propio
Congreso Nacional Africano (en el gobierno) de sus investigaciones, y un reto para el
inmediato futuro es, por ejemplo, destapar el problema de los centenares de
desaparecidos en Mxico en los aos 70 y 80.
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CARLOS BARROS 151
que no se confunda con la mentira: el genocidio perpetrado por
los nazis ha existido.
La incompetencia del posmodemismo ms radical, para en-
trever las ltimas consecuencias de su militancia anti-realista, ex-
plica su irreversible decadencia en el cambio de siglo. Es cierto
que la razn ha engendrado monstmos, mas ser necesario adver-
tir los horrores mayores que ha generado, genera y puede generar,
la sinrazn y la irracionalidad? La humanidad no puede permitirse
el lujo de hacer tabla rasa de la modernidad y la Ilustracin, inclui-
das las luces y las sombras de su aplicacin en el siglo XX. Cuan-
do se cae en la tentacin del borrn y la cuenta nueva, es impres-
cindible una historia que, desde una racionalidad crtica y
autocrtica81, analice el pasado para, desde la crtica del presente,
construir un futuro mejor.
UNA HISTORIA MS PENSADA
Nuestra tercera propuesta es llevar a la prctica una historia
ms pensada. Escribimos, a raz del I Congreso, que el buen histo-
riador del futuro reflexionar sobre metodologa, historiografa y teora de la historia, o no ser (tesis 13 de La historia que viene). Tenamos lgicas dudas sobre la pertinencia de una generalizacin
de este tipo, pese a su justeza, para el conjunto de los colegas, a
sabiendas de que la tradicin y la formacin del historiador para
nada incentivan la reflexin sobre la historia y los historiadores,
por lo que tiene de abstraccin y, en consecuencia, de alejamiento
de lo concreto: el sublimado documento histrico. Las funciones
intelectuales del pensamiento social o de la epistemologa son to-
dava consideradas por muchos historiadores jvenes y viejos
81. Lo fcil es criticar la amnesia histrica de los otros, lo difcil es hacer lo mismo con
los nuestros; un ejemplo es la negativa de los historiadores ms conocidos de la
guerra civil espaola para entrar en el debate (ciertamente incmodo y planteado con
acritud) sobre los acontecimientos de 1937 en Barcelona y la persecucin del
POUM, que tenemos abierto en HaD digital.
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152 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
como propias de filsofos, socilogos y dems tericos, a quie-nes se cede con gusto la reflexin sobre la historia y la
historiografa, el pensar histricamente que deca Pierre Vilar, que malamente podemos ensear a los alumnos sin haberlo
aprendido y practicado nosotros.
La experiencia de estos seis ltimos aos, y el diagnstico
sobre el oficio de historiador que podemos inferir a vuela pluma desde este II Congreso, nos lleva a ratificar, con fuerza si cabe
redoblada, el camino emprendido por Historia a Debate de prestar especial atencin a la metodologa, la historiografa y la teora de
la historia, por tres motivos que son asimismo metas.
1) Para consolidar y dar continuidad a los avances indudables
habidos en los aos 90. Por vez primera en la historia de nuestra
disciplina, la tarea de la auto-reflexin y de la investigacin historiogrfica se ha extendido a historiadores de varias genera-
ciones, ganando en continuidad82. Estamos superando, por consi-guiente, el carcter coyuntural, artesanal y elitista de aquellos es-
casos y providenciales escritos sobre metodologa e historiografa de los grandes historiadores del siglo XX. La prctica y la teora de la historia tienen que ir juntas, en nuestra opinin, desde el co-mienzo de la vida profesional, con el fin de racionalizar la escritu-
ra de la historia, practicar la vigilancia epistemolgica, equiparar la historia a otras disciplinas, y mantener una relacin actualizada
con la ciencia, con los alumnos y con la sociedad. En resumen, para que la historia que se escribe no se convierta en un palo seco, hay que pensar.
2) Para combatir con eficacia el giro positivista de aquel sector de la profesin que ha involucionado en el ltimo lustro en
sus posiciones historiogrficas, abandonando los postulados de la
nueva historia por los enfoques, temas y concepciones del viejo
oficio de historiador: el retomo de la historia en su versin clsica
y acrtica.
82. Una buena parte de los comunicantes al I Congreso era la primera vez que escriban
sobre historiografa: la situacin ha cambiado para bien en este II Congreso.
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CARLOS BARROS 153
No se trata de una actitud fcilmente defendible, y menos en
pblico, ni demasiado consciente, por lo tanto la propia polmica
diluir parte del problema, pero no todo. Va a continuar la lucha
entre una salida hacia atrs o hacia adelante de la crisis his-toriogrfica finisecular. Combate demasiado soterrado para nues-
tro gusto. Condicin previa para una resolucin crtica finalmente
progresista, con reales perspectiva de futuro, es hacer pblico el
debate, la investigacin y la reflexin sobre adonde va la histo-ria83, reivindicando en los hechos el derecho de autodetermina-cin de los historiadores frente a las pulsiones del mercado y del poder poltico; enlazando la reflexin sobre la historia amplia pero minoritaria con la prctica del conjunto de los historiado-res, rehabilitando la primera persona del plural que nos define
como comunidad de historiadores, ms all del individuo y sus
circunstancias acadmico-gremiales.
3) Para conducir, en la medida de lo posible, el cambio de
paradigmas historiogrficos en marcha. La situacin transitoria de
nuestra disciplina est sujeta como vemos a flujos y reflujos,
cuestionamientos y defensas, que se alternan rpidamente y que
exigen perentoriamente un visin de conjunto, esto es, pararse a
pensar de una manera colectiva qu est sucediendo, de dnde ve-
nimos y a dnde queremos ir. Porque no vale, lo estamos compro-
bando, en un perodo de ciencia extraordinaria como dira Kuhn,
el mtodo clsico de resolucin de problemas, individualista y prag-mtico, ms propio de los perodos pasados de ciencia normal.
Nos estamos refiriendo continuamente a una historiografa del
presente que se diferencia netamente de la convencional historia de la historiografa centrada en el estudio de los historiadores no contemporneos, sus obras y las instituciones que los han alberga-
do84. Del mismo modo que hablamos de historia inmediata cuando
83. La historia que queremos, Revista de Historia Jernimo Zurita, N5 71,1995, pp.
309-345.
84. Esta historia tradicional de la historiografa aunque til cae con frecuencia en el puro
empirismo, aportando datos sin ideas que expliquen los cambios y las aportaciones;
clasifIca
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154 EL TALLER DE LA HISTORIA 2
analizamos los acontecimientos que acaban de suceder, o que es-
tn sucediendo, y que el historiador ha de enjuiciar con perspecti-va histrica85, denominamos historiografa inmediata a la escri-tura de la historia y sus evoluciones actuales, en el pasado y el futuro inmediatos. La historia e historiografa inmediatas se dis-
tinguen, de la historia en general y de la historia de la histo-riografa, respectivamente: a) por una implicacin ms transpa-rente del historiador en los hechos histricos o historiogrficos que se analizan as sobre el terreno86; b) por la provisionalidad de
sus conclusiones, que han de permanecer abiertas, al igual que lo est la accin histrica o historiogrfica que se estudia; y c) por la
necesidad de considerar los factores externos al objeto de estudio histrico o historiogrfico de tipo poltico, econmico-social, ideolgico y mental. La historia de la historiografa tradicional de matriz positivista87, que nosotros prolongamos cronolgicamente
hasta el presente, actualizando su definicin, raramente tiene en cuenta la influencia de la poltica y la sociedad en los historiado-
res, sus obras y sus corrientes.
La historiografa inmediata que preconizamos y que practi-camos desde hace aos observa e interpreta de dnde viene y adonde va la historia que se escribe, se compromete con crticas y
propuestas de futuro, y an debera reflexionar sobre el sentido de la historia en colaboracin/competencia con los filsofos inmersos
en el tiempo presente, del mismo modo que tenemos que competir/ colaborar con los periodistas en el anlisis de la historia inmediata
clasifiquen por perodos, paradigmas y tendencias; conecten la evolucin de la
historiografa con la historia social, poltica y mental, de su tiempo, etc.
85. Con posterioridad al II Congreso hemos abierto en HaD digital un apartado de
historia inmediata con anlisis, debates y testimonios de urgencia de historiadores sobre hechos de relevancia histrica que han tenido lugar en sus respectivos pases.
86. Para la resolucin de los dilemas que se pueden plantear son pertinentes las valo-
raciones historiogrficas y polticas sobre la verdad histrica y el compromiso del
historiador que hicimos ms arriba.
87. Tampoco Thomas S. Kuhn tiene en cuenta los condicionamientos exteriores en sus
planteamientos pos-positivistas sobre la historia y filosofa de la ciencia.
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CARLOS BARROS 155
y con los escritores en el enfoque y la difusin de los relatos hist-
ricos. Por qu el historiador no ha de meditar, yendo de lo concre-to a lo abstracto y viceversa, las implicaciones tericas de la histo-
ria y de la historiografa? Por qu la teora vinculada a la historia
inmediata hay que dejrsela a los filsofos polticos? No sera
mejor una convergencia de historiadores, filsofos, politiclogos,
socilogos y periodistas en la interpretacin, cada uno desde su
ngulo de anlisis, de los grandes hechos de la historia inmediata
(y, si se quiere, no inmediata)?
Somos realistas, nuestros esfuerzos por dar prioridad a la
metodologa, la historiografa y la teora de la historia chocan con
la falta de formacin cuando no de inters, lo que es peor de una gran parte de los historiadores profesionales88, lo cual, suma-
do a la pervivencia irredenta del positivismo, conduce, en ocasio-
nes, a una minusvaloracin curricular de este tipo de trabajos de
investigacin y reflexin, pese a la progresiva admiracin intelec-
tual que provocan entre quienes trabajan exclusivamente con da-
tos empricos. Este desfase entre formacin y necesidades nos plan-
tea la cuestin de la formacin continua del profesorado universi-
tario, en este caso de historia. La evolucin del conocimiento, ace-
lerada en los ltimos tiempos, y las nuevas tecnologas, obliga a
un reciclaje del profesorado en la enseanza superior que, mien-
tras no se impulse de manera institucional89, hay que suplir con
esfuerzos individuales y colectivos que se apoyen en los sectores
ms dinmicos, menos gremiales o conformistas, de las comuni-
dades de historiadores. Los avances conseguidos en poco tiempo,
de lo cual la continuidad y los resultados de Historia a Debate son
88. Tiende a ampliarse al nmero de los que hemos optado por la auto-formacin, como
en cualquier otro campo de estudio especializado, donde uno tiene que buscar
bibliografa y leer para estar al tanto.
89. El nico momento en que un profesor / investigador de historia est obligado, en
Espaa, a leer y escribir sobre metodologa, historiografa y teora de la historia es
cuando prepara su proyecto docente para concursar a una plaza de profesor titular o
catedrtico; lo sabemos bien por la demanda habida de las Actas del I Congreso
Historia a Debate, tenidos por muchos miembros de los tribunales como garanta de
actualizacin de enfoques y debates historiogrficos.
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sntoma, causa y efecto, muestran por dnde van los vientos de la
historia escrita. La dbil institucionalizacin acadmica de este tipo de estudios y debates tiene de positivo, por otro lado, que
facilita la libertad de crtica y unas relaciones horizontales y no
corporativas imprescindibles para una salida renovadora del
cambio historiogrfico en marcha.
UNA HISTORIA MS INTERDISCIPLINAR
Nuestra cuarta propuesta es llevar a cabo una historia ms
interdisciplinar que supere las limitaciones y problemas de la for-mulacin historia / ciencias sociales, caracterstica de la historio-grafa renovada del siglo XX.
El dilogo entre la historia y las ciencias sociales, impulsado
desde los aos 20 por Annales y otros grupos de historiadores, ha
sido un magnfico motor de innovacin historiogrfica, pero acusa
desde hace tiempo evidentes signos de agotamiento90. La relacin
de la historia con las ciencias sociales atraviesa una profunda cri-
sis9 ', cuya resolucin debera apoyarse, en nuestra opinin, en tres
pilares: A) volver a definir la historia como ciencia social y, simul-
tneamente, como parte de