HACIA UN MODELO PROPIO DENTRO DEL NEOESTRUCTURALISMO
JAIME EDUARDO BUSTAMANTE ESCOBAR
JOHN FREDY OCAMPO MUÑOZ
OSCAR JULIÁN BLANDÓN GRISALES
YULIANA ANDREA VALENCIA SÁNCHEZ
ODILIO CUESTA RENTERÍA
ASESOR
DESARROLLO ECONÓMICO
TECNOLOGÍA EN GESTIÓN FINANCIERA
V SEMESTRE
TECNOLÓGICO DE ANTIOQUIA
SONSÓN
2010
INTRODUCCIÓN
Construir una sociedad justa basada en la equidad, productividad con estrategias de crecimiento y
desarrollo es el fundamento principal dentro de la teoría del neoestructuralismo. Si bien el
estructuralismo concibe la equidad, productividad y desarrollo, con estrategias utópicas las cuales
visionan un futuro no muy cercano, metas difíciles de lograr.
El neoestructuralismo se define como una actuación desde los cimientos de la organización estatal;
éste ataca de frente los diferentes problemas que acarrean a la sociedad en la actualidad pero sin
olvidar la construcción de un futuro en el que estrategias económicas, sociales y políticas deben
tener altos estándares de desarrollo, como el fortalecimiento financiero de los países
subdesarrollados; puesto que las organizaciones que están enfocadas en ayudar a los países en vía
de desarrollo no han logrado la creación de políticas claras que satisfagan las necesidades de las
diferentes naciones.
El presente trabajo rescata la teoría del neoestructuralismo como guía para igualar las condiciones
económicas, políticas y sociales de los países latinoamericanos enfocados en la equidad y
productividad a corto y largo plazo.
JUSTIFICACIÓN
La teoría del neoestructuralismo es importante siempre y cuando se dé prioridad a los aportes que
realiza en la construcción de sociedades integras, los cuales son fundamentados en lograr una
comunidad justa reduciendo la pobreza al máximo, con un ingreso equilibrado en las personas,
aprovechando los recursos naturales y tecnológicos disponibles.
En el estructuralismo el planteamiento de estrategias dependía más de una visión hacia el futuro
lejano la cual se enfocaba en crear políticas de largo plazo, mientras en el neoestructuralismo se
actúa desde dentro, es decir en la situación actual sin olvidar la construcción de un porvenir
equilibrado de las partes interesadas con políticas a corto y largo plazo.
El fin último del neoestructuralismo es lograr que los países en vía de desarrollo estimulen un
proceso de industrialización adquiriendo nuevas tecnologías y corrigiendo los errores que han tenido
en el pasado. Además por medio de la educación y capacitación lograr el mayor aprovechamiento de
los recursos disponibles.
EL NEOESTRUCTURALISMO
El Neo estructuralismo no defiende explícitamente la política de Reforma Agraria, a pesar de que
hay un consenso que asegura que una distribución más eficaz de los ingresos vendría de la efectiva
ejecución de la reforma agraria.
El pensamiento estructuralista consiguió salir de la travesía del desierto que supuso la década
pérdida del desarrollo, los ochenta, y ello gracias a una profunda renovación ideológica liderada por
Fernando Fajnzylber y que dio pie al llamado neoestructuralismo.
A partir del trabajo de Fernando Fajnzylber, en el seno de la CEPAL se fue elaborando un
diagnóstico de la crisis de los países latinoamericanos alternativo al del Consenso de Washington;
según el diagnóstico cepalino las causas de la crisis estaban ligadas al carácter rentista del modelo
de desarrollo latinoamericano.
A pesar de que la inyección de recursos (ahorro externo) fue mayor en los países latinoamericanos
que en otros de industrialización tardía, aquéllos no alcanzaron el dinamismo de éstos, ya que gran
parte de dichos recursos en lugar de destinarse a la inversión se derivaron hacia un consumo de
imitación de patrones de los países desarrollados. Además el modelo de desarrollo se basó en la
renta de los recursos naturales, en el endeudamiento externo, en el desequilibrio financiero, con el
consiguiente impuesto que suponía la inflación. Cuando estos elementos se fueron erosionando y se
produjo en 1981 el colapso de la deuda externa, el patrón de desarrollo no pudo prolongarse.
Apoyándose en lo anterior, en 1990 la CEPAL publicó un informe titulado Transformación productiva
con equidad. La tarea prioritaria de América Latina y el Caribe en los años noventa. Dicho informe,
además de presentar un diagnóstico alternativo al neoliberal, sobre la situación de subdesarrollo de
los países que habían aplicado la industrialización por sustitución de importaciones, recogía un
conjunto de recomendaciones de política económica que obedecían a una concepción
neoestructuralista del problema del subdesarrollo latinoamericano y a las enseñanzas que había
dejado la crisis de los años ochenta.
La transformación productiva con equidad pretendía crear nuevas fuentes de dinamismo que
permitiesen alcanzar algunos de los objetivos de una nueva concepción de desarrollo basada en
crecer, mejorar la distribución del ingreso, consolidar los procesos democratizadores, adquirir mayor
autonomía, crear las condiciones que detengan el deterioro ambiental y mejorar la calidad de vida de
toda la población.
La propuesta de transformación productiva estaba apoyada en una serie de criterios que recogemos
a continuación (CEPAL, 1990-c, pp. 14-15):
a) La búsqueda de la mejora en la competitividad, por la vía de la incorporación del
progreso técnico, que generase aumentos de productividad, en lugar de conseguir éstos
por la vía de la depreciación de los salarios reales.
b) La transformación integral del sistema socioeconómico, ya que la transformación
productiva se insertaría en una red de vinculaciones con el sistema educativo, la
infraestructura tecnológica, energética y de transportes, las relaciones entre empleados
y empleadores, el aparato institucional público y privado y el sistema financiero.
c) La industrialización como eje de la transformación productiva, ya que este sector
incorporaría y difundiría el progreso técnico, al tiempo que permitiría la vertebración
intersectorial de la industria con la agricultura y los servicios.
d) La incorporación de la dimensión ambiental y geográfico-espacial, que permitiese
revertir las tendencias negativas sobre el medio ambiente y al mismo tiempo utilizar los
recursos naturales sobre las bases de la investigación y la conservación.
e) La necesidad de compatibilizar el crecimiento sostenido apoyado en la competitividad y
la mejora de la equidad, priorizando en cada país según sus circunstancias entre
competitividad y equidad.
El documento también daba una serie de orientaciones respecto de cómo diseñar las políticas de la
transformación productiva (CEPAL, 1990-c, pp. 16-19):
a) No sería suficiente con crear un marco macroeconómico estable, ni con aplicar una política
de precios correctos; sería necesaria también la aplicación de políticas sectoriales, así como la
integración de las políticas a corto y largo plazo. Serían igualmente necesarios cambios
institucionales que permitiesen una nueva forma de interacción entre los agentes sociales públicos y
privados, entre el Estado y la sociedad civil.
b) La transformación productiva, debido al retardo que lleva consigo, en cuanto a sus efectos
sobre la incorporación de los sectores marginados, debería venir acompañada de una política
redistributiva mientras perdurase la heterogeneidad estructural. Entre dichas medidas redistributivas
estarían: servicios técnicos, financieros y comerciales; capacitación de microempresarios,
trabajadores autónomos y campesinos; apoyo a la formación de microempresas; adecuación de los
servicios sociales a las necesidades de los sectores más pobres; fomento de las organizaciones
sociales que permitiesen la ayuda mutua y una adecuada representación de los más desfavorecidos
ante el Estado; y aprovechamiento de las potencialidades redistributivas de la política fiscal, tanto
por el lado de los ingresos como por el del gasto público.
c) El éxito de la transformación productiva con equidad estaría muy influido por el logro de una
integración regional; dicha integración habría de estar basada en criterios sectoriales, tener ámbitos
subregionales y ser graduales, de forma tal que tomasen protagonismo las empresas, instituciones y
las asociaciones en aras de la competitividad y la rentabilidad.
La transformación productiva debería darse en un contexto institucional determinado y éste tendría
que ser democrático, pluralista y participativo. Las estrategias políticas deberían reflejar la voluntad
mayoritaria y estar sujeta a los cambios que ésta determine; además, la concertación estratégica se
convertiría en herramienta decisiva de la transformación productiva con equidad y en ella el papel
del Estado pasaría por ser el anfitrión de la misma y generar comportamientos convergentes con los
propósitos comunes (CEPAL, 1990-c, pp. 15-16).
La transformación productiva con equidad planteaba la necesidad de generar un círculo virtuoso
entre crecimiento, competitividad, progreso técnico y equidad, al igual que hicieron otros países de
industrialización tardía. La equidad favorecería el crecimiento, pues permitiría la existencia de un
patrón de consumo compatible con una mayor inversión y promovería patrones de comportamiento,
de valorización social y de liderazgo favorables al crecimiento. Además, la equidad reforzaría la
competitividad auténtica (basada en el progreso técnico), ya que favorecería la difusión, asimilación
progresiva y adaptación de patrones tecnológicos adecuados, la homogeneización de
productividades y de patrones de comportamiento y, de esta forma, la capacidad de inserción
internacional. Una sociedad no equitativa sólo favorecería la competitividad espuria o de corta vida
(basada en bajos salarios o en la explotación de los recursos naturales), dificultando que los
recursos se encauzasen hacia el progreso técnico y redirigiéndolos hacia el consumo o hacia el
exterior; así, al poco tiempo, la competitividad espuria se iría erosionando y el crecimiento se
ralentizaría. De esta forma, los países que enfatizasen la competitividad descuidando la equidad no
se insertarían sólidamente en los mercados internacionales y los que priorizasen la equidad
descuidando la competitividad verían como sus economías se deterioraban, perjudicando de este
modo la equidad conseguida (CEPAL, 1990-c, pp. 63-99).
Las formas tradicionales de intervención del Estado también deberían modificarse aumentando su
eficacia y eficiencia sobre el sistema económico, sin que ello signifique necesariamente ni el
aumento ni la disminución del sector público. El fortalecimiento de la competitividad, basada en la
incorporación del progreso técnico y la evolución hacia una mayor equidad, pasaría a ser la prioridad
de la acción pública. También serían necesarias nuevas formas de planificación que permitiesen una
mejor articulación entre las decisiones a corto, a medio y a largo plazo, una mayor articulación
intersectorial y un respaldo técnico a la concertación estratégica (CEPAL, 1990-c, pp. 63-99).
La transformación productiva con equidad propuesta en este informe se apoyaba, por tanto, en tres
pilares fundamentales, la interdependencia internacional, la competitividad y la concertación social.
Durante los años noventa la CEPAL ha venido desarrollando las ideas que se esbozaban en
Transformación productiva con equidad y ha elaborado varios informes sobre ello, destacando: El
desarrollo sustentable: transformación productiva, equidad y medio ambiente; Equidad y
transformación productiva: un enfoque integrado; Educación y conocimiento: eje de la
transformación productiva con equidad; Población, equidad y transformación productiva; El
regionalismo abierto en América Latina y el Caribe (Lahera et al., 1995; Ottone, 1992-1993).
En el enfoque integrado (CEPAL, 1992-d) se defendía la idea de que las políticas económicas no
sólo deberían estar al servicio del crecimiento sino también de la equidad y que las políticas
sociales, además de preocuparse por la equidad, habrían de tener un efecto productivo y de
eficiencia que redundase en el crecimiento económico.
De las tres políticas que contribuyen a la equidad, empleo productivo, inversión en recursos
humanos y transferencias, sólo la última no favorece el crecimiento. En este sentido, la CEPAL
apoyaba su estrategia en el progreso técnico, el empleo productivo y la inversión en recursos
humanos, para tratar que los pobres acumulasen el capital necesario para salir de su situación de
pobreza; las políticas asistenciales perderían relevancia frente a las políticas productivistas. El
capital acumulado por los pobres, bien utilizado en promover la competitividad, implicaría mayor
crecimiento, al igual que economías abiertas con equilibrios macroeconómicos y equilibrio social
reforzarían la competitividad, con lo que la equidad y el desarrollo pasarían a ser complementarios
en lugar de competitivos.
Un elemento central del enfoque integrado era, por tanto, la ampliación del empleo productivo en
sectores de creciente productividad, con remuneraciones adecuadas, en favor de los más pobres,
pero como éste sería un proceso lento, se precisaría de una serie de medidas redistributivas
complementarias. Dichas medidas podrían ser: la ampliación de los mercados de capital a las
pequeñas, medianas y microempresas; el establecimiento de programas masivos de capacitación
para microempresarios, trabajadores por cuenta propia y campesinos; la aprobación de reformas
legislativas que favoreciesen la creación de microempresas; la adecuación de los servicios sociales
en favor de los más pobres; el fomento de las organizaciones de ayuda mutua y de representación
de los pobres ante el Estado; y el aprovechamiento de la capacidad redistributiva de la política fiscal.
Para fomentar la relación entre competitividad y equidad se precisaría de la formación de los
recursos humanos (capacitación, educación, ciencia y tecnología), por lo que la educación y el
conocimiento se convertirían en un eje de la transformación productiva con equidad; este aspecto
fue recogido en el documento (CEPAL, 1992-c) así denominado en cuya elaboración participó junto
a la CEPAL, la UNESCO.
El ciclo educativo que surgió en América Latina en la posguerra estaba agotado, había caído la
calidad de la educación y su capacidad integradora en el sistema productivo, la capacitación en las
empresas era embrionaria, la formación técnica era obsoleta y la investigación científica era
insuficiente y alejada del sistema productivo. La transformación productiva con equidad requeriría,
por tanto, de un nuevo sistema educativo, cuya definición que habría de estar basada en el
consenso social y en la visión estratégica del desarrollo que tuviese el Estado. La reforma del
sistema educativo habría de centrarse en dos objetivos, la ciudadanía (equidad, responsabilidad
social, transmisión de valores y formación de cultura democrática) y la competitividad (adquisición de
habilidades y destrezas para el trabajo productivo). Deberían ser principios inspiradores de la
reforma, la equidad (igualdad de oportunidades y compensación de diferencias) y el esfuerzo
(evaluación de los rendimientos e incentivo a la innovación). Los lineamientos que se proponían eran
la integración (dirigida a fortalecer la capacidad institucional de los países) y la descentralización
(dirigida a favorecer una mayor autonomía de la acción educativa, tratando de asegurar los
rendimientos y responsabilizar a los agentes de los resultados).
La estrategia educativa de la CEPAL apuntaba a la combinación de criterios rectores tradicionales
(ciudadanía, equidad e integración) y modernos (competitividad, esfuerzo y descentralización).
El desarrollo sustentable ha sido otro de los aspectos del desarrollo de la transformación productiva
con equidad, donde ésta se puso en relación con el medio ambiente (CEPAL, 1993-c). Una
estrategia de crecimiento basada en la exportación de los recursos naturales, manufacturados o no,
no podría ser sostenible y esa competitividad espuria se iría erosionando en poco tiempo, a la vez
que iría empeorando la calidad de vida de la población. Por tanto, la conservación del medio
ambiente sería un elemento más de la estrategia de desarrollo, una vez superada la falaz dicotomía
entre medio ambiente y desarrollo.
Para incorporar la dimensión ambiental en el proceso de desarrollo la actividad prioritaria debería ser
la formulación de políticas nacionales de educación y comunicación, al objeto de aumentar la
conciencia pública sobre el problema de sustentabilidad del desarrollo.
Además, se haría necesaria una mayor reglamentación ambiental en materia de salud,
contaminación de mares, gestión de cuencas hidrográficas, transporte, eliminación de residuos
peligrosos, etc. También se hacía imprescindible vincular la política económica con el medio
ambiente, de forma que los precios de los bienes y servicios reflejasen el coste social de su
producción (impuestos de contaminación a las industrias, tarifas de circulación vial, peajes en zonas
congestionadas de grandes ciudades, sobre-precio de la energía...) y que se incluyese el impacto
ambiental en la evaluación de los grandes proyectos de inversión. Por otro lado, podría haber una
importante fuente de dinamismo económico en todas aquellas actividades vinculadas a las energías
limpias, la eliminación de residuos, el tratamiento de aguas, el reciclaje, etc.
En el plano de la inserción internacional, la CEPAL elaboró su propuesta de Regionalismo abierto
(CEPAL, 1994-c), con la que trataba de compatibilizar la liberalización de las relaciones económicas
exteriores (comerciales y financieras) en el ámbito internacional con los acuerdos de integración
regional. La propuesta se basaba en modelos de integración más liberalizadores que las tendencias
internacionales, por ejemplo, una reducción arancelaria generalizada de mayor intensidad dentro del
área de integración. Con esta estrategia se contribuiría a elevar la competitividad internacional, por
la vía de la liberalización, sin perjudicar la integración regional e incluso hemisférica, donde el
ingrediente preferencial se considera esencial.
El regionalismo abierto, además, requeriría: una liberalización amplia en términos de sectores y de
países; una estabilidad macroeconómica de los países; adecuados mecanismo de pagos y de
comercio; la construcción de infraestructura; de la armonización de normas comerciales,
regulaciones internas, estándares y normas laborales y de inmigración; un arancel exterior común
moderado; el refuerzo de los organismos regionales de apoyo a la balanza de pagos; unos
mecanismos rápidos de consulta y resolución de conflictos; las políticas de defensa de la
competencia; y unos esquemas flexibles de integración, de forma que la dinámica del proceso
impusiera el ritmo del desarrollo institucional.
En los últimos años la producción de documentos de desarrollo de la propuesta de Transformación
productiva con equidad ha disminuido sensiblemente; aun así merece la pena destacar los
documentos Fortalecer el desarrollo: interacciones entre macro y microeconomía (CEPAL, 1996-c) y
El pacto fiscal: fortalezas, debilidades, desafíos (CEPAL, 1998-c).
Todos estos documentos han permitido a la CEPAL profundizar en su propuesta y seguir
enriqueciendo el pensamiento neoestructuralista durante la década de los noventa.
La Comisión Económica para América Latina y el desarrollo desde dentro
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe fue fundada en febrero de 1948 como una
agencia de Naciones Unidas. En particular, la Comisión Económica atacó fuertemente la división
internacional del trabajo. Este ataque se basaba en buena parte en el trabajo de Raúl Prebisch
(cuyas contribuciones fueron extremadamente importantes para el desarrollo de la Comisión) sobre
el deterioro de los términos de intercambio comercial en América Latina y en los escritos de Hans
Singer sobre la caída de los precios de los alimentos y de las materias primas, en los países
subdesarrollados (la tesis de Prebisch y Singer). Prebisch introdujo conceptos como centro industrial
y periferia agraria. La Comisión Económica no se redujo a los factores económicos al explicar los
problemas de América Latina, sino que adoptó una perspectiva estructuralista. Aunque los escritos
de la Comisión Económica fueron muy importantes para el surgimiento posterior de las teorías sobre
el subdesarrollo (la llamada escuela de la "dependencia"), sus enfoques han sido muy tradicionales y
optimistas en cuanto a las posibilidades para poner fin al subdesarrollo.
En las décadas de 1950 y 1960, la idea de que la industrialización para sustituir las importaciones
podría reducir la vulnerabilidad externa de América Latina, fue muy importante en el pensamiento de
la Comisión Económica para América Latina. Precisamente, como los términos del intercambio
comercial internacional eran desfavorables, la protección era necesaria para estimular un proceso de
industrialización. El rol planificador del Estado dentro de este proceso se consideraba muy
importante, así como se desconfiaba de las interacciones espontáneas de las fuerzas del mercado.
El pensamiento estructuralista, aparecido en los setenta, tenía puntos débiles. El estructuralismo
estaba preocupado, básicamente, por las políticas de largo plazo, pero falló en la concreción de los
instrumentos de política económica de corto plazo, en la importancia de las cuestiones financieras y
monetarias y en su noción más bien idealizada de la intervención del Estado. En estos puntos, entre
otros, el pensamiento estructuralista fue cuestionado, particularmente en la segunda mitad de la
década de los setenta y en la de los ochenta. En respuesta, el estructuralismo empezó a
concentrarse cada vez más en los problemas y las políticas de corto plazo (ejemplo de ello son los
así llamados paquetes de ajuste heterodoxo). Y aunque ésta puede haber sido una "reacción
natural" a los paquetes "ortodoxos" de estabilización, las estrategias de desarrollo de largo plazo
perdieron importancia en el pensamiento de la Comisión Económica para América Latina (Lusting,
1991 y 1993).
El neoestructuralismo puede ser llamado un "estructuralismo actualizado", que busca una estrategia
de desarrollo (a largo plazo) para enfrentar los problemas contemporáneos de América Latina y al
mismo tiempo desea proporcionar una alternativa a las políticas neoliberales de corto plazo. Así, el
neoestructuralismo combina la llamada "herencia estructuralista de la segunda postguerra" con las
respuestas de corto plazo que intentó dar en los ochenta. La relación entre los instrumentos de corto
y largo plazo llevó a una estrategia renovada, etiquetada por Osvaldo Sunkel como "desarrollo desde
dentro" (Ramos y Sunkel, 1993; Rosales, 1988; Ffrench-Pfifer, 1988).
La serie de informes publicados por la Comisión Económica para América Latina, en la cual se
analiza el desarrollo latinoamericano y se hacen recomendaciones para los noventa, es un claro
exponente de este nuevo acercamiento neoestructuralista. Las publicaciones se concentran en
temas diferentes como el medio ambiente, los recursos humanos o las políticas económicas y
sociales, pero tienen como denominador común "cambiar los patrones de producción con equidad
social".
"La transformación de las estructuras productivas de la región en un contexto de una igualdad social
mayor y gradual" es, en opinión de la Comisión Económica, la tarea primaria y común del desarrollo
de América Latina y del Caribe en los noventa. Añadiendo que "tal proceso intenta crear nuevas
fuentes de dinamismo los cuales, a su vez, harán posible conseguir algunos de los objetivos
inherentes a una concepción de desarrollo contemporáneo: crecimiento, mejoramiento de la
distribución del ingreso, consolidación del proceso de democratización, mayor autonomía,
establecimiento de condiciones que detendrán el deterioro del medio ambiente y mejoramiento de la
calidad de vida de la población" (CEPAL, 1990, p. 10).
El núcleo de la propuesta de la Comisión Económica para América Latina para cambiar los patrones
de producción con equidad social está descrito en algunas "políticas básicas". La primera línea
política enfatiza el carácter único de cada país y la necesidad de que cada uno cuente con su propia
política mixta (debido a la creciente heterogeneidad de los procesos de desarrollo de los países
latinoamericanos). La segunda línea política pide apoyar una competitividad genuina. Esto debería
conseguirse devaluando la moneda nacional, racionalizando la política comercial, integrando
políticas tecnológicas y capacitando el potencial humano (los recursos humanos). En tercer lugar se
enfatiza el fortalecimiento de los vínculos de la producción. Esto debe tener lugar "en un proceso de
apertura gradual y selectiva y para pasar de una política de sustitución de importaciones
relativamente indiscriminada, acompañada por esfuerzos aislados para promover las exportaciones,
al desarrollo sistemático de las exportaciones industriales y a la sustitución eficiente de las
importaciones". El gobierno puede apoyar la creación de vínculos intersectoriales, fortaleciendo las
actividades de capacitación y el desarrollo de una infraestructura técnica, de mercado y de
financiamiento internacional.
Otras propuestas se ocupan, entre otras cosas, de la relación entre la agricultura y la producción, de
los servicios de apoyo básicos y del sistema financiero. Una cuarta recomendación política tiene que
ver con la interacción entre los agentes públicos y privados. El rol del Estado debería centrarse en
"la superación de las deficiencias acumuladas en dos áreas cruciales: la equidad y la competitividad
internacional". Esta intervención del Estado debería ser tanto selectiva como efectiva (CEPAL,
1990). Además de estas cuatro recomendaciones políticas se presta atención especial a la
importancia de la integración regional, como medio especial para incrementar la competencia
internacional.
También se hace hincapié en la necesidad de construir consensos nacionales alrededor de temas
socio económico importante, los cuales deberían llevar a una estabilidad mayor.
CONCLUSIONES
En el neoestructuralismo se evidencia la preocupación de la CEPAL por crear mecanismos de desarrollo estructurados y concebidos dentro de la realidad actual; donde el Estado es el ente controlador de la economía y con ello lograr la EQUIDAD SOCIAL.
En la década de los 80, los países latinoamericanos presentaban diferencias estructurales en la distribución del ingreso, la estructura de las naciones no era la adecuada, además no existía una tendencia unificada para dirigir los países; la riqueza generada pertenecía a unos pocos, y a pesar de la política neoestructuralista aún persiste este fenómeno.
En el neoestructuralismo se plantea la especialización de los países latinoamericanos en los diferentes campos económicos sin concentrar su atención en el sector primario; se debe propender por una especialización tecnológica e industrial que haga viable un mayor comercio con países centro y países periféricos.
El neoestructuralismo es el acoplamiento del estructuralismo a un ambiente cambiante, tecnológico e innovador, además propende por crear comercialización mediante la reducción y eliminación gradual de políticas fiscales en pro de hacer partícipe el centro y la periferia en el comercio internacional.
En los países desarrollados se crean políticas en pro de mejorar la economía de los países pobres o menos favorecidos, aún así estas no concuerdan con la realidad del habitante común que día a día lucha por sobrevivir. Aunque son políticas claramente explicadas en el papel, la realidad es contraria a lo que plantean, así en el diario vivir y en especial los Colombianos vemos como un pequeño sector de la economía genera riqueza para sí mismos sin que se le este aportando lo suficiente a la equidad social.
La industrialización dentro del neoestructuralismo se constituye como la integración productiva, es decir da paso a que diferentes sectores económicos como la agricultura, servicios, finanzas, comercio entre otros especialicen sus procesos para un mayor aprovechamiento de las ventajas competitivas.