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LAS VIRTUDES DEL CABALLERO SEGÚN RAMON LULL. POR R.P. FR + + LIC. CARLOS ADRIAN

GRAN CAPELLAN INTRODUCCIÓN. En el presente artículo pretendemos analizar la moral del caballero según Ramón Lull. Este autor escribe un libro que se intitula Libro del Orden de Caballería; príncipes y juglares, en el cual expone la doctrina sobre lo que es la caballería en sí. Aunque el libro expone todo de modo claro y distinto la doctrina como tal, queremos estudiar qué tipo de moral se propone para este estado de vida, aunque también es claro queremos analizar si se aplica a la Orden de caballería actual; así pues, queremos responder ¿Se puede rescatar la moral propuesta por Lull para la caballería actual? Nuestra hipótesis es que si es posible, esto lo queremos demostrar primero: exponiendo brevemente las virtudes que Lull propone para el caballero, Teologales y Cardinales que al fin y al cabo lo son para toda la cristiandad. Segundo abordaremos el problema de que la mayoría de las órdenes no están sometidas por canon a la Iglesia Católica Romana, esto puede dar pie para abandonar el trasfondo cristiano y darles otro sentido, o malinterpretar su oficio, sin embargo sostendremos que siguen siendo ordenes cristianas. Y finalmente una conclusión recogiendo los frutos del análisis. LA CARIDAD TRASFONDO MORAL DEL CABALLERO. Como dice Santo Tomás de Aquino en su libro Prefacio a la Política, las operaciones de los seres humanos se perfeccionan yendo de lo simple a lo complejo. Esto quiere decir, que la perfección o un estado superior se alcanza después de avanzar de las cosas menos perfectas a las más perfectas. De igual modo opera la naturaleza, por ejemplo un árbol grande frondoso y lleno de frutos es algo complejo, y fue una perfección que obtuvo desde que era una simple semilla, o un ser en potencia. Todos los seres en la naturaleza por disposición divina se disponen de la potencia al acto, es decir, de lo que puede ser y existir, hasta lo más acabado y perfecto en su orden. El ser humano tiene una ventaja que lo coloca en un status privilegiado y esto es, ser creaturas de Dios y después por el sacramento del bautismo ser hijos de Dios por adopción, de este modo “Por esto, la razón práctica del hombre, al ir de lo simple a lo complejo, avanza también de las cosas menos perfectas a las más perfectas”. (Santo Tomas de Aquino, Prefacio a la Política, Trad. Salvador Abascal, Editorial Tradición, Méjico, 1982, p. 13). Esto quiere decir, que el hombre alcanza una perfección superior en orden moral y espiritual. Los caballeros deben esforzarse por obtener dichas perfecciones superiores en orden espiritual y moral. Como dice Ramon Lull en su libro citado los caballeros son elegidos por la nobleza de ánimo. Esto es que ha pasado una educación por parte de su maestro que ha sido un caballero, y le ha dado las herramientas necesarias, intelectuales como morales, porque bien argumenta Lull que si los que ostentan el oficio de clérigos frecuentan escuelas de formación, tienen libros y maestros, de igual modo el caballero es escudero al cuidado de un caballero que es su maestro, y por ende, le enseña los oficios y virtudes de la caballería. Dentro de esta educación el caballero debe considerar son las virtudes

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Teologales y Cardinales. Estas se adquieren necesariamente por el bautismo. Y son siete a saber: Fe, Esperanza, Caridad, Justicia, Templanza, Fortaleza, y Sabiduría. La fe es la virtud por la cual “(…) se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al entendimiento a cosas que no ve” (Santo Tomás de Aquino, S.T. II-II, Q. 4, a.1 Sol). Esto quiere decir, que creemos y con la voluntad asentimos que Dios es Trino y uno, que Jesús es Dios y hombre verdadero, que murió y resucitó por nosotros, etc., no es fruto de un razonamiento el llegar a esas conclusiones sino que se aceptan por revelación, o como hemos dicho por fe, es decir, tener seguras las realidades eternas. Para Lull esto es muy importante porque dice que las obras del caballero serian vanas si no son por fe: “El caballero sin fe no puede estar bien acostumbrado” (Ramon, Lull, Libro del Orden de Caballería; príncipes y juglares, part 6, 3) Dice que de esta virtud se desprenden las demás, Esperanza y Caridad. La primera se define como “La fe precede, en absoluto, a la esperanza. El objeto de la esperanza es efectivamente, un bien futuro arduo y asequible” (S. T., II-II, Q. 17, a 7. Sol) Es menester que una engendre a la otra, no es posible creer en un futuro hermoso o asequible, si la voluntad no está firmemente fijada en las cosas de Dios. Por ende, esta virtud le permite al caballero afrontar todo tipo de vicisitudes, y salir librado por esa creencia. La segunda es el amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Ya San Pablo había hablado de que las obras sin caridad son vanas y resuenan como címbalo, por eso Lull exige también que además de la fe el caballero tenga ardua caridad, de hecho, equipara que no se es caballero si no se tiene caridad, es como si un hombre no tuviese cuerpo, sería solamente espiritual. Otro aspecto de la caridad es separar las virtudes de los vicios, es la virtud que ordena a los seres humanos también en comunidad, Lull ya había explicado por ejemplo, la caridad que debe haber entre clérigo y caballero, ya que ambos hablan de lo mismo pero en diferentes ordenes, esto es, el Evangelio de Cristo, uno por la ciencia y el conocimiento, y el otro por la fuerza logra la paz. La caridad entonces es la base y trasfondo moral del caballero. Las virtudes cardinales son aquellas por las cuales el ser humano adquiere la vida moral. Si los seglares la usan en sus vidas diarias, con más razón los caballeros. Lull explica que la justicia es el fundamento de la caballería, esto es porque es una virtud que regula los excesos, y que tiene como fin la administración correcta de las cosas, en este caso, el caballero al cuidar y guardar las ciudades y sus nobles, es necesario tenga la virtud de la justicia como baluarte y ancora de protección, por eso muy bien dice el Doctor Angélico: “Por lo tanto, el acto de justicia, referido a la propia materia y al sujeto, se expresa cuando se dice que da su derecho a cada uno; porque, como dice Isidoro en el libro Etymol., llámese justo porque guarda el derecho” (S. T. II-II., Q. 58, a. 1. Sol) Ordenar y disponer las cosas según su derecho es propio y fin último de la justicia. Filósofos naturales como Aristóteles, Platón y Cicerón la estimaban en demasía, por ejemplo, Platón decía que la justicia era la virtud que armonizaba las otras tres, templanza, fortaleza y sabiduría. Y era la que poseía el Filósofo rey, Aristóteles menciona en su Ética a Nicomaco de igual modo, es dar a cada quien lo merecido, y la buena amistad se basaba en la justicia. Por eso Lull menciona también que el caballero debe revestirse con la justicia y lo liga al modo de ser de este oficio. En cuanto a la prudencia: “Prudencia es una virtud por la cual el hombre distingue entre el bien y el mal, proporcionándole la sabiduría del bien, y enseñándole a ser enemigo del mal”. (Lull, Ibid., p. 35). Esta virtud auxilia al caballero a moverse dentro del bien. Si ya la justicia indica que debe de retribuir en derecho a los demás, la prudencia dirá que se debe apartar del mal, y toda obra que sea indigna a la condición de caballero. Ya

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Aristóteles había mencionado que la virtud se debe mover en el justo medio. Son obras defectuosas o que no llevan a la felicidad aquellas que logran el defecto o el exceso de la acción, Lull dice que ciertos vicios desordenados no combinan con el oficio de caballero, y hace un argumento que por contrastes demuestra la necesidad de la virtud de la fortaleza. No es posible que esta solamente resida en la nobleza de ánimo sino que implica algo más. Así pues, la avaricia va contra la nobleza del ánimo. Esta virtud tiene como fin que el alma superior domine sobre el alma inferior, Santo Tomas de Aquino distingue dos aspectos del alma inferior: la irascible y la concupiscible. En la primera residen las pasiones como la ira, el temor, etc., y en el segundo, la lujuria, avaricia, etc., como bien se menciona si las virtudes ordenan o disponen las cosas hacia una perfección, entonces la fortaleza debe disponer al alma superior un imperio tal que domine a la inferior. El caballero en esto debe esforzarse por lograr conquistar las pasiones desordenadas, o mejor dicho, las vías que llevan al infierno: “que son carreras por las cuales el hombre va a infernales tormentos sin fin; conviene a saber que, por ser glotón, lujurioso, avariento, perezoso, soberbio, envidioso e iracundo, se abandona la fortaleza”. (Lull, Ibid., p. 36). Concluimos que si el intelecto inferior domina entonces la persona humana se trasformara en peor que bestia, y si un caballero cae en eso, por su condición y orden descenderá por las escaleras al infierno. La templanza es una virtud que dispone para alcanzar el justo medio. Dice Lull que esta se haya entre dos vicios extremos: la superabundancia y la excesiva pequeñez. Esto es naturaleza de las virtudes en general no irse a los extremos, por ejemplo, no caer en el extremo de la carencia de alimentos, y tampoco en la glotonería. Ni en otros aspectos del intelecto concupiscible o irascible. Es decir, vivir una vida moderada, que ordene y disponga la vida del caballero dentro de la disciplina que le es exigida. Y asi cierra Lull el capitulo donde explica cual es la moralidad del caballero: “Es costumbre de caballero oír misa y sermón, adorar, orar y temer a Dios. Por tal costumbre el caballero recuerda que ha de morir, y la vileza de este mundo; y pide a Dios la gloria celestial, y teme las penas infernales; y para esto usa de las virtudes y de las costumbres propias del orden de caballería.” (Lull, Ibid., p. 39). En pocas palabras el caballero es un cristiano católico que practica y es coherente con lo que dice que hace. LA MORAL DEL LULL PARA EL CABALLERO DE HOY. La moral de la caballería según Lull es la moral cristiana. Es vivir las siete virtudes infusas por el bautismo en nuestro diario quehacer como caballeros, por ende, estas virtudes teologales y cardinales deben ser la pauta para toda actividad espiritual y secular, pero planteare la pregunta hecha en la introducción ¿Se puede rescatar la moral propuesta por Lull para la caballería actual? Sera fácil de responder haciendo un breve análisis del contexto moral actual. La moral de este siglo se califica por la filosofía moral como emotivista por algunos autores como Alasdair MacIntyre principalmente, otros como la desvinculación procedimental del yo, según Charles Taylor, la hipótesis de estos autores es que la moral y el vocabulario que lo sustenta está fragmentado, esto significa que palabras como justicia, templanza, fortaleza, sabiduría, agathos, honor, etc., tienen un aspecto semántico distinto, esto quiere decir, que la justicia no significa lo mismo que en la edad media, ni que el honor este en la cúspide de la escala de valores, porque perdió su significado, todo esto se da porque el contexto social que lo sustentaba se ha cambiado: “La

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libertad moderna se logró cuando conseguimos escapar de horizontes morales del pasado. La gente solía considerarse como parte de un orden mayor. En algunos casos, se trataba de un orden cósmico, un «gran cadena del Ser», en la que los seres humanos ocupaban el lugar que les correspondía junto a los ángeles, los cuerpos celestes y las criaturas que son nuestros congéneres en la Tierra. Este orden jerárquico se reflejaba en las jerarquías de la sociedad humana. La gente se encontraba a menudo confinada en un lugar, un papel y un puesto determinado que eran estrictamente los suyos y de los que era casi impensable apartarse. La libertad moderna sobrevino gracias al descredito de dichos ordenes”. (Charles Taylor, La ética de la autenticidad, Ediciones Paidós, España, 1994, p. 38). El orden social era jerárquico debido a un orden cósmico, así pues, el caballero actual no se encuentra en el contexto medieval que sustente dicha moral. Planteándolo así este diagnostico nos parecería pesimista para nuestra empresa de recuperar lo que Lull propone. Habiendo multitud de órdenes de caballería. De San Estanislao, De San Lázaro, De Constantinopla, de la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalen, etc., solo nos enfocaremos en esta última, ya que todas siguen el mismo principio, esto es, herederas de un pasado medieval y que en actualidad no se encuentran en comunión plena con Roma. Esto es un punto importante, porque añadiría una supuesta libertad, ya que como dijo Taylor al parecer se ha roto con una jerarquía, sin embrago, en su esencia son cristianas. La única Orden bajo Roma por canon son los Caballeros de Malta, ya que están legislados según el Canon, y esto es en resumen, que los profesos llevan los tres votos monásticos tradicionales, solo que no llevan vida de comunidad. De ahí que a veces se de la confusión ¿Son Ordenes si o no? En el sentido de Orden Monástica no lo son, pero en sentido de que son una comunidad con reglas y estatutos es una Orden. Ya el sentido de la palabra dispone jerarquía, obediencia, etc., por ende, creemos que si estas órdenes no están sujetas por canon a Roma, no es motivo o razón suficiente para que se alejen de su esencia cristiana católica, ya que en sus estatutos mismos lo legisla, leemos en su artículo segundo: “La Orden firmemente consolidada en el espíritu religioso y militar de sus orígenes tiene por vocación hoy día: − La extensión del Reino de Nuestro Señor Jesucristo en la sociedad por la realización de los preceptos evangélicos y la práctica de las obras de justicia y de misericordia. − La defensa de la Fe, de la Santa Iglesia y de la Civilización Cristiana. El mantenimiento de la presencia y de la influencia cristianas en la Tierra Santa. El servicio de los desheredados, de pobres y enfermos. − La edificación espiritual de sus miembros. − Defensa de los inocentes acusados injustamente. − Al lado de los deberes imperiosos de su vocación tradicional, la Orden se propone también efectuar el censo, la restauración, el mantenimiento y el estudio de los monumentos y de los archivos que dan prueba de su antiguo fervor y de su perennidad espiritual. Fomenta también los estudios históricos, heráldicos, genealógicos, filosóficos y religiosos que se refieren a su pasado, a su vocación presente y a su espiritualidad”. (Estatutos, 1990, a. 2) En conclusión, la orden dispone la vivencia de su espíritu y tradición, acaso ¿No es lo que acabamos de leer en lo que Lull propone? Es evidente que si. La orden nos propone que vivamos según la moral Cristiana. Pero según analizamos es difícil viviendo en un orden social que ha abandonado su contexto cristiano católico, sustituido por un contexto desvinculado, como lo llama Taylor: “Al descredito de esos ordenes se le ha denominado «desencantamiento» del mundo. Con ello, las cosas perdieron su magia.” (Taylor, Ibid., p. 39)., o también como lo llama Max Weber la ”Jaula de hierro”,

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tantos términos podemos aplicar, sin embrago, la orden está buscando lo que el mismo Taylor llama ética de la autenticidad, en dos puntos principales, A creación y autodescubrimiento, y B abrirse horizontes de significado y autodefinición en el dialogo. Esto se le puede llamar también la libertad auto determinada, que es lo mismo que mostrar al mundo la acción de la obra de la orden, y desde cada ámbito particular vincular la creencia con la acción, esto es, vivir esas virtudes en todos los aspectos de la vida, la vida familiar, el trabajo, la Iglesia, la misma orden, pero con este aspecto dialógico, enfrentando la propia realidad con otras realidades permitirá una reafirmación del propio aspecto caballeresco, cimentar dichos valores en los integrantes y en los que nos observan como parte integral de dicha orden. Así pues, los valores que Lull propone son perfectamente validos para hoy en día, y son totalmente recuperables en las órdenes de caballería, ya que su sustancia o trasfondo cristiano no ha cesado aunque no estén bajo el canon Romano. CONCLUSIÓN. La moral propuesta por Lull para la caballería actual es recuperable. Ya que hemos argumentado que la propuesta de la Orden encierra esta vivencia cristiana, conservando su vínculo original con el pasado, y en un mundo desvinculado, o que ha dejado atrás el orden jerárquico, ante esto la ética de la autenticidad propone un modelo moral que se conserva dentro del mismo contexto desvinculado. Así pues, se entabla este dialogo del caballero medieval con el mundo posmoderno sin perder su esencia, sino que se refuerza, ya que el aspecto dialógico permite confrontar dichas realidades y establecer dicha postura. Ya que el trabajo de establecer una sociedad cristiana no vendrá sino por la acción de caballeros cristianos que actúen, que convivan, que lleven el evangelio con su porte y vida. Y para eso debemos fomentar y cultivar las virtudes teologales y cardinales. BIBLIOGRAFIA. DE AQUINO, Santo Tomas, Prefacio a la Política, Trad. Salvador Abascal, Editorial Tradición, Méjico, 1982. Suma de Teología II-II, Editorial BAC, España, 2001. TAYLOR, Charles, La ética de la autenticidad, Ediciones Paidós, España, 1994. LULL, Ramón, Libro del Orden de Caballería; príncipes y juglares, S.F, S.E, S.A.

� LAUS DEO �


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