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7/27/2019 La democracia como ideologa - Gustavo Bueno
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La democracia como ideologa
Gustavo Bueno
Hay quienes piensan que existe una nica democracia y una nica oligarqua,
pero esto no es verdad; de manera que al legislador no deben ocultrsele
cuntas son las variedades de cada rgimen y de cuntas maneras pueden componerse.
Aristteles, Poltica, 1289a
1. La democracia como sistema poltico y como ideologa
Damos por supuesto que la democracia es un sistema poltico con mltiples variantes
realmente existentes. Por ello podramos afirmar (valindonos de una frmula que el
mismo Aristteles utiliz en otros contextos) que la democracia se dice de muchas
maneras. Pero la democracia es tambin un sistema de ideologas, es decir, de ideas
confusas, por no decir errneas, que figuran como contenidos de una falsa conciencia,
vinculada a los intereses de determinados grupos o clases sociales, en tanto se enfrentan
mutuamente de un modo ms o menos explcito o encubierto.Es posible segn esto analizar las democracias realmente existentes al margen de las
ideologas que las envuelven y que envuelven tambin al analista? No entraremos aqu en
esta cuestin, puesto que nuestro objetivo es hablar ms que de las democracias realmente
existentes, de las ideologas que envuelven a estas democracias, sin necesidad de comenzar
negando que las democracias puedan ser algo ms que meras ideologas, y aun sin
perjuicio de reconocer la necesidad de componentes ideolgicos en la misma estructura de
las democracias que existen realmente, por hiptesis. Comenzaremos presentando un par
de consideraciones previas que sirvan de referencia de lo que entendemos por realidad
en el momento de hablar de las democracias como nombre de realidades existentes en el
mundo poltico efectivo.
Nuestra primera consideracin tiene que ver[12] con el tipo de realidad que, desdenuestras coordenadas, cabra reconocer a las democracias. Supondremos que la
democracia, en cuanto trmino que se refiere a alguna entidad real, dice ante todo una
forma (o un tipo de formas), entre otras (u otros), segn las cuales (los cuales) puede estar
organizada una sociedad poltica. Suponemos, por tanto, que democracia, en cuanto
realidad, no en cuanto mero contenido ideolgico, es una forma (una categora) poltica, a
la manera como la circunferencia es una forma (una categora) geomtrica. Esta afirmacin
puede parecer trivial o tautolgica, en s misma considerada; pero no lo es de hecho en el
momento en que advertimos, por ejemplo, el uso, muy frecuente en el lenguaje cotidiano,
de la distincin entre una democracia poltica y una democracia econmica. Una
distincin que revela una gran confusin de conceptos, como lo revelara la distincin entre
una circunferencia geomtrica y una circunferencia fsica. La confusin tiene, sin
embargo, un fundamento: que las formas (polticas, geomtricas) no flotan en s mismas,
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como si estuviesen separadas o desprendidas de los materiales a los cuales con-forman. La
circunferencia es siempre geomtrica, slo que est siempre encarnada o vinculada a un
material corpreo (a un redondel); por tanto, si la expresin circunferencia geomtrica
significa algo en la realidad existente, es slo por su capacidad de encarnarse en
materiales corpreos (mrmol, madera, metal...) o, ms propiamente, estos materiales
primogenricos, en tanto que puedan conceptuarse como conformados circularmente, serncircunferencias geomtricas, realizadas en determinada materia corprea, sin que sea
legtimo oponer la circunferencia geomtrica a la circunferencia fsica, como se opone la
circunferencia de metal a la circunferencia de madera. Pero las formas, cuando se
consideran conformando a sus materiales propios, no permanecen siempre iguales entre s.
Aun en el caso de las formas unvocas (como pueda serlo la forma circunferencia)
resultan diversificadas en la escala misma de su formalidad, por la materia, como pueda
serlo, en la circunferencia, el tamao, medido por la longitud de su radio, que ya implica
una unidad corporea. Es cierto que el concepto puro de circunferencia abstrae del tamao o
de la mtrica del radio; pero cuando este tamao o sus mtricas correspondientes alcanzan
sus lmites internos (el del radio cero, y el del radio infinito) entonces la forma misma de la
circunferencia resultar tambin variada, transformndose respectivamente en punto o enrecta (como se transformara una democracia en cuya constitucin se fijasen intervalos
mnimos de cincuenta aos entre dos elecciones parlamentarias consecutivas, en lugar de
los intervalos de cuatro, cinco o siete aos corrientes). En el caso de las formas
variacionales, genricas o especficas (por ejemplo, la forma genrica palanca, respecto de
las tres especies en las que el gnero se divide inmediatamente), las correspondencias de
las variantes con los materiales diversos es todava ms obvia.
La forma democrtica de una sociedad poltica est tambin siempre vinculada a
materiales sociales (antrpicos) ms o menos precisos, dentro de una gran diversidad; y
esta diversidad de materiales tendr mucho que ver con la propia variabilidad de la forma
democrtica en su sentido genrico, y ello sin necesidad de considerar a la diversidad de
los materiales como la fuente misma de las variedades formales especficas, que es lo que
probablemente pens Aristteles: Hay dos causas de que las democracias sean varias; en
primer lugar... que los pueblos son distintos (uno es un pueblo de agricultores, otro es un
pueblo de artesanos, o de jornaleros, y si el primero se aade al segundo, o el tercero a los
otros dos, la democracia no slo resulta diferente, porque [13] se hace mejor o peor, sino
porque deja de ser la misma) (Poltica 1317a). No tendr, por tanto, por qu decirse de la
misma manera la democracia referida a una sociedad de pequeo tamao, que permita un
tipo de democracia asamblearia o directa, y la referida a una sociedad de gran tamao, que
obligue a una democracia representativa, con partidos polticos (al menos hasta que no est
dotada de tecnologas que hagan posible la intervencin directa de los ciudadanos y la
computacin rpida de los votos). Ni ser igual una democracia burguesa (como la deEstados Unidos de Norteamrica) que una democracia popular (como la de la Cuba
actual), o una democracia cristiana que una democracia islmica. A veces, podemos
inferir profundas diferencias, entre las democracias realmente existentes, en funcin de
instituciones que muchos tericos tendern a interpretar como accidentales: instituciones
tales como la lotera o como la monarqua dinstica. Pero no tendr por qu ser igual la
forma democrtica de una democracia con loteras multimillonarias (podramos hablar aqu
de democracias calvinistas secularizadas) que la forma democrtica de una democracia
sin esa institucin; ni ser lo mismo una democracia coronada que una democracia
republicana. Dicho de otro modo: la expresin, de uso tan frecuente, democracia formal
(que sugiere la presencia de una forma pura, que por otra parte suele considerarse
insuficiente cuando se la opone a una democracia participativa) es slo expresin de unpseudoconcepto, porque la forma pura no puede siquiera ser pensada como existente. No
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existen, por tanto, democracias formales, y las realidades que con esa expresin se denotan
(elecciones cada cuatro aos entre listas cerradas y bloqueadas, abstencin rondando el
cincuenta por ciento, &c.) estn constituidas por un material social mucho ms preciso de
lo que, en un principio, algunos quisieran reconocer. [14]
Nuestra segunda consideracin previa quiere llamar la atencin sobre un modo de usar el
adjetivo democrtico como calificativo de sujetos no polticos, con intencin exaltativa oponderativa; porque esta intencin puede arrastrar una idea formal de democracia, en
cuanto forma que por s misma, y separada de la materia poltica, est sirviendo como
justificacin de la exaltacin o ponderacin de referencia. As ocurre en expresiones tales
como ciencia democrtica, cristianismo democrtico, ftbol (o golf) democrticos,
agricultura democrtica. Estas expresiones, y otras similares, son, segn lo dicho,
vacuas, y suponen una extensin oblicua o meramente metonmica, por denominacin
extrnseca, del adjetivo democrtico, que propiamente slo puede aplicarse a un
sustantivo incluido en la categora poltica (parlamento democrtico, ejrcito
democrtico o incluso presupuestos democrticos). El abuso que en nuestros das se
hace del adjetivo democrtico es del mismo gnero que el abuso propagandstico que, en la
poca de la bomba de Hiroshima, se haca del adjetivo atmico (ventas atmicas,espectculo atmico, xitos atmicos...). Pero no hay ftbol democrtico, como no
hay matemticas democrticas, a no ser que esta expresin sea pensada por oposicin a una
supuesta matemtica aristocrtica (No hay caminos reales para aprender Geometra, dice
Euclides a Tolomeo); ni hay cristianismo democrtico, ni msica democrtica, aunque en
cambio tenga sentido distinguir, en principio, entre las democracias con ftbol y las
democracias con golf, las democracias cristianas y las agnsticas, o las democracias con
desarrollo cientfico significativo y las democracias grafas. Ni siquiera podremos aplicar
internamente el adjetivo democrtico a instituciones o construcciones de cualquier tipo
que, aun cuando genticamente hayan sido originadas en una sociedad democrtica,
carezcan de estructura poltica: a veces porque se trata de instituciones polticamente
neutras (la cloracin del agua de los ros, llevada a cabo por una administracin
democrtica, no puede ser considerada democrtica salvo por denominacin extrnseca); a
veces, porque se trata de instituciones sospechosamente democrticas (como es el caso de
la lotera nacional antes mencionada) y a veces porque sus resultados son
antidemocrticos, bien sea porque alteran las proporciones materiales exigidas para el
funcionamiento del rgimen democrtico cualquiera (como sera el caso, antes
considerado, del Parlamento que por mayora absoluta aprobase una Constitucin segn la
cual las elecciones consecutivas de representantes deban estar distanciadas en cincuenta
aos) o bien porque implican la incorporacin a la sociedad democrtica de instituciones
formalmente aristocrticas (el caso de la monarqua hereditaria incrustada en una
constitucin democrtica), o incluso porque conculcan, a partir de un cierto lmite, losprincipios mismos de la democracia (como ocurre con las dictaduras comisariales que no
hayan fijado plazos breves y precisos al dictador). En general, estos modos de utilizacin
del adjetivo democrtico, como calificativo intencional de determinadas realidades
sociales o culturales, arrastra la confusin permanente entre un plano subjetivo, intencional
o gentico (el plano del finis operantis) y un plano objetivo o estructural (el plano del finis
operis); y estos planos no siempre son convergentes. El mero reconocimiento de la
conveniencia de tribunales de garantas constitucionales prueba la posibilidad de que una
mayora parlamentaria adopte acuerdos contradictorios con el sistema democrtico de
referencia. Es cierto que tampoco un tribunal constitucional puede garantizar de modo
incontrovertible el contenido democrtico de lo que l haya aceptado o rechazado, sino a lo
sumo, la coherencia del sistema en sus desarrollos con sus principios [15] (sin que
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podamos olvidar que la coherencia no es una cualidad democrtica, como parece que lo
olvidan tantos polticos de nuestros das: tambin una oligarqua puede ser coherente).
El hecho de que una resolucin haya sido adoptada por mayora absoluta de la asamblea
o por un referndum acreditado, no convierte tal resolucin en una resolucin democrtica,
porque no es tanto por su origen (por sus causas), sino por sus contenidos o por sus
resultados (por sus efectos) por lo que una resolucin puede ser considerada democrtica.Una resolucin democrtica por el origen puede conducir, por sus contenidos, a situaciones
difciles para la democracia (por ejemplo, en el caso lmite, la aprobacin de un acto de
suicidio democrtico, o simplemente la aprobacin de unos presupuestos que influyan
selectivamente en un sector determinado del cuerpo electoral). Y no slo porque incida en
resultados formalmente polticos, por ejemplo caso de la dictadura comisarial (aprobada
por una gran mayora parlamentaria), sino simplemente porque incide, por la materia, en la
propia sociedad poltica (como sera el caso de una decisin, fundada en principios
metafsicos, relativa a la esterilizacin de todas las mujeres en nombre de un principio
feminista que buscase la eliminacin de las diferencias de sexo).
Cuando decimos, en resolucin, que la democracia no es slo una ideologa, queremos
decirlo en un sentido anlogo a cuando afirmamos que el nmero tres no es tampoco unaideologa, sino una entidad dotada de realidad aritmtica (terciogenrica); pero, al mismo
tiempo, queremos subrayar la circunstancia de que las realidades democrticas, las
democracias realmente existentes, estn siempre acompaadas de nebulosas ideolgicas,
desde las cuales suelen ser pensadas segn modos que, en otras ocasiones, hemos
denominado nematolgicos. Tambin en torno al nmero tres se han condensado espesas
nebulosas ideolgicas o mitolgicas del calibre de las trinidades indoeuropeas (Jpiter,
Marte, Quirino) o de la propia trinidad cristiana (Padre, Hijo, Espritu Santo); pero tambin
trinidades ms abstractas, no prosopopyicas, tales como las que constituyen la ideologa
oriental y antigua de las tres clases sociales, o la medieval de las tres virtudes teologales
(fe, esperanza, caridad) o la de los tres reinos de la naturaleza viviente (vegetal, animal,
hominal) o la doctrina, con fuertes componentes ideolgicos, de los tres axiomas
newtonianos (inercia, fuerza, accin recproca) o la de los tres principios revolucionarios
(igualdad, libertad, fraternidad). Sin hablar de los tres poderes polticos bien diferenciados
que, segn un consenso casi unnime, constituyen el triple fundamento de la propia
sociedad democrtica organizada como Estado de Derecho: el poder legislativo, el poder
ejecutivo y el poder judicial.
2. Oscuridad de las definiciones de democracia de estirpe aristotlica
La definicin aristotlica de democracia que, atravesando toda la historia del
pensamiento filosfico poltico, llega hasta nosotros, podra considerarse acuada en tornoa la tcnica de seleccin de magistrados y representantes, o bien de normas jurdicas o
administrativas por el mtodo de las votaciones de un cuerpo electoral constituido al
efecto. En efecto, el significado filosfico poltico de esta tcnica, habra sido establecido
por Aristteles precisamente mediante la comparacin con otras tcnicas alternativas, que
han sido concebidas en el mbito de un [16] sistema tambin ternario de regmenes
polticos, cuya exposicin crtica constituir en adelante el ncleo mismo de la doctrina
poltica: monarqua, aristocracia y democracia; con sus tres correlatos patolgicos: tirana,
oligarqua y demagogia. No es accidental, por tanto, para la definicin de democracia, el
formar parte de un sistema conceptual ternario de estructuras polticas alternativas, que se
supone que, de un modo u otro, podran sustituirse, antecedindose o sucedindose
mutuamente. Ms an, la definicin de democracia mediante el concepto del gobierno detodos (tous pollous) slo alcanza un significado positivo (dado que el todos no puede
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entenderse en sentido literal) por oposicin al gobierno de algunos (oligous), que sera
caracterstico de la oligarqua, si los pocos son los ricos, o los ms altos como en Etiopa
[diramos hoy: entre las monarquas europeas] o los ms hermosos; o de la aristocracia, si
los pocos son los mejores; o al gobierno de uno (ena), propio de la monarqua. Por
cierto, Aristteles utiliza a veces (por ejemplo 1289a) el trmino repblica (politeia) para
designar a ese gobierno de todos, reservando el trmino democracia (demokratia) paradesignar a la perversin de la repblica que otras veces es nombrada como demagogia
(demagogia). Pero no es este el lugar oportuno para entrar en el anlisis de este proceder y
de su alcance.
Lo que s nos parece evidente es que la clasificacin ternaria de Aristteles (y, con ella,
el concepto mismo de democracia), difcilmente podra interpretarse como una
clasificacin emprica: cuntos son todos? cuntos son algunos? y acaso existe
siquiera uno al margen del grupo del que forma parte? Ms plausible es interpretar la
clasificacin ternaria como derivada de la aplicacin de un criterio lgico y, ms
concretamente, de la lgica de clases, tal como fue tratada por Aristteles, al exponer su
doctrina del silogismo, en sus Primeros analticos. Porque la triada todos, algunos,
uno, que tiene que ver con lo que hoy llamamos cuantificadores, dice relacin a lossilogismos, en la medida en que estos se estructuran en torno a unos trminos, relaciones y
operaciones que tienen precisamente la forma de clases (trminos mayor, menor y
medio), vinculadas entre s por las relaciones de inclusin (en el lmite: pertenencia) y
por las operaciones de interseccin o reunin. Ahora bien: en el silogismo aristotlico,
todos es la expresin en extensin (por su universalidad) de una conexin entre clases
(correlativamente: entre sujetos y predicados) que se supone, intencionalmente al menos,
como necesaria, por lo que no admite excepciones (todos los tringulos inscritos
diametralmente en la circunferencia, sin excepcin, son rectngulos), mientras que
algunos es la expresin extensional de una conexin contingente; uno, en cambio,
podr interpretarse como la expresin intensional de que no existe incompatibilidad de
principio en la conexin de referencia (uno equivaldra a la exclusin de ninguno).
Parece, segn esto, que tiene sentido preguntarse si cuando Aristteles defini la
democracia por todos mandan no habra querido decir tambin que la democracia tiene
que ver con la necesidad (en el contexto, por supuesto, de la sociedad poltica); si no habra
querido decir que la democracia es, no tanto una forma alternativa, sino la estructura
misma de la repblica, la forma en la que todas las sociedades polticas habran de terminar
por desembocar (lo que autorizara a llamar repblica a las democracias). Esta
pregunta nos pone ya en el terreno, muy poco emprico, de las ideologas. El paso del
todo (pan), como cuantificador lgico, al todos (como cuantificador poltico), tiene
que ver con el paso de un todo en materia necesaria, a un todo que, [17] tanto si tiene lugar
en una resolucin por aclamacin, como si es slo aproximativo, tiene que ver con unamateria contingente. Desde la perspectiva de una clase de electores dada, habra que
considerar contingente su asociacin con otras clases (de representantes, de programas)
propuestas, hasta el punto de que una totalidad estricta de sufragios, sera muy sospechosa,
por su improbabilidad estadstica. En cualquier caso, la frmula todos mandan es
ideolgica, en tanto implica redefinir quines o cuantos forman el todo y, en primer lugar,
cual es la escala de las unidades que han de figurar en el computo como partes de ese todo.
La mejor prueba del escaso rigor conceptual con el que trabajan polticos y an
politlogos, analistas y comentaristas en este terreno de las definiciones de la democracia
(y no hablamos tanto de definiciones acadmicas o especulativas, sino concretas o
prcticas), la encontramos en el hecho [18] de que ni siquiera suele constituir asunto propio
para una cuestin previa la de determinar qu categora de unidades (de partes) son lasque hayan de entrar en el juego de un proceso democrtico; antes bien, se habla
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indistintamente de democracia municipal (en la que las partes-unidades con derecho a
voto son los vecinos), o de democracia de una comunidad de vecinos (en donde las
partes-unidades son los pisos), o de democracia de una sociedad annima (y aqu las
partes-unidades son las acciones) o incluso de la democracia de una federacin de
Estados (con un voto por Estado) o de las Naciones Unidas (ante el hecho de que en la
ONU algunos Estados mantengan privilegios en las deliberaciones o en las votaciones, oen el derecho de veto, se dir sencillamente que ese organismo todava no ha alcanzado
una estructura plenamente democrtica).
Ahora bien: sin duda, en la definicin de democracia de Aristteles se sobrentiende que
las partes unidades de la sociedad poltica democrtica son los individuos, los animales
racionales que constituyen la Repblica; pero este supuesto, aunque parece necesario, no
es suficiente. Habr que eliminar a los nios, a los menores, a los dementes y cuales son
las fronteras?; acaso habr que excluir a las mujeres, a los metecos (en nuestros das: los
emigrantes ilegales), a los esclavos, a los analfabetos, o a los que no contribuyen con
una renta establecida. Por qu entonces, en lugar de todos mandan, no escogi
Aristteles el cuantificador algunos? Porque algunos, como cuantificador, dice tanto
pocos (minoras y, en el lmite, uno slo) como muchos (mayoras); salvo quealgunos se entienda como cualquiera, seleccionado por sorteo entre un cuerpo de
ciudadanos que se suponen iguales. Todo esto sugiere que las mayoras habran de
interpretarse como aproximaciones al todo, como expresin (la inmensa mayora) de
prcticamente la integridad del todo. La mayora sera algo as como la sombra de la
esencia del todo en el mundo emprico de los fenmenos.
Pero, por qu razn? Por qu no podra ser una minora la expresin del todo, a la
manera como la minora, constituida por el partido de Lenin, se consider como
expresin autntica de la inmensa mayora de los proletarios del mundo, de su
vanguardia? Dicho de otro modo: no son nada evidentes las razones por las cuales se
interpretan a las mayoras como expresin del todo, siendo as que el todo no es una
entidad capaz de autoorganizarse; tan slo sus partes pueden proponerse como objetivo
la organizacin del todo. Pero, por qu este objetivo habran de poderlo llevar a cabo
mejor las minoras que las mayoras? Las razones por las cuales cabra justificar el criterio
de las mayoras son muy dbiles. Sera ridculo invocar el llamado principio de
desigualdad, segn el cual el todo es mayor que la parte, porque de este principio no se
infiere, recprocamente, que todo lo que es mayor que otra cosa tenga con ella la razn de
todo, dado que, por un lado, hay diversos tipos de totalidad y, por otro lado, hay muchos
tipos de mayor que. Hesiodo pudo decir con razn: Insensatos quienes creen que el
todo vale mas que una parte suya! Es cierto que hablar de autoorganizacin del todo,
como ocurre con frecuencia en el lenguaje de los polticos (la democracia es la
autoorganizacin poltica de la sociedad, gracias a la democracia la sociedad se da a smisma su constitucin), es un modo muy confuso de hablar, por las reflexividades que
arrastra. Como hemos dicho, no son las totalidades las que se autoorganizan, puesto que
toda autoorganizacin es un resultado, a lo sumo, de la concatenacin de las partes
constitutivas. La sociedad poltica, como totalidad, [19] no es un sujeto capaz de tener una
conciencia global autoorganizativa; son, a lo sumo, partes suyas las que podrn proponerse
como objetivo esa organizacin total. Y entonces, por qu ese objetivo podan
proponrselo mejor las mayoras que las minoras?
No estamos diciendo, con espritu elitista, que no puedan las mayoras proponerse como
objetivo el todo, el bien comn, &c., mejor que las minoras. Estamos diciendo que no son
nada evidentes las razones por las cuales las mayoras habran de representar al todo
mejor que las minoras. Por eso, la debilidad (ideolgica) de la definicin de la democraciapor la mayora es muy notable. Y cmo podra no serlo si comenzamos por advertir que el
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concepto mismo de mayora es oscuro y confuso, y significa, segn los parmetros que se
tomen, cosas distintas y contrapuestas? Ante todo, conviene advertir que la interpretacin
de la mayora como expresin del todo (o de la voluntad general) suele darse como
axiomtica; sin duda, actan implcitamente razones, pero estas, cuando se explicitan,
resultan ser muy dbiles, tanto las que parecen tener una intencionalidad racional, como
las que tienen una intencionalidad fsica.A veces, en efecto, parece como si los idelogos de la democracia asumieran el criterio
de las mayoras, como expresin de la voluntad general, aplicando el principio dos ojos
ven mejor que uno; por lo que diez o cien millones de ojos veran mejor que diez o cien
ojos: slo que este principio es totalmente gratuito, salvo que se de por supuesto
(incurriendo en crculo vicioso) que l acta ligado al principio: la voz del pueblo (de la
mayora) es la voz de Dios, o salvo que se presuponga, tambin circular y
agnsticamente, que puesto que no hay nada objetivo que ver fuera de las voluntades
mayoritarias, solamente lo que vean esas mayoras en su propia voluntad podr tomarse
como expresin de la voluntad general. De hecho, en las democracias realmente existentes
se concede muchas veces a las minoras de expertos la capacidad de juzgar mejor que a las
mayoras (como ocurre ordinariamente en el terreno del poder judicial, sin perjuicio de lainstitucin del jurado).
Pero otras veces, el criterio de las mayoras, como expresin del todo, encontrar su
fundamento, por decirlo as, ms que en la razn en la fuerza: las mayoras (el pueblo
unido) tiene un poder mayor que las minoras (jams ser vencido); y no hace falta
decir ms. Sin embargo, esto no es cierto; muchas veces minoras bien organizadas
disponen de un poder de control indiscutible sobre las mayoras, que se ven obligadas, y a
veces incluso con aquiescencia de su voluntad, a plegarse a las directrices que le son
impuestas. Tan slo en el terreno prudencial o pragmtico puede cobrar algn valor el
criterio de la mayor fuerza de las mayoras. Por ejemplo, cuando se contempla la necesidad
de rectificar el rumbo, una mayora descontenta o desesperada puede tener ms fuerza en
su protesta o en su resistencia pasiva, que la minora responsable obligada a rectificar;
mientras que si la mayora fue la que marc el rumbo, a nadie puede hacer responsable,
tericamente al menos, de su fracaso.
Pero, sobre todo, la cuestin estriba en que cuando se discute si las mayoras representan
al todo mejor o peor que las minoras, no suele quedar determinado a qu mayoras se
refieren los argumentos, por lo que la cuestin podra aqu quedar desplazada del terreno
de la confrontacin del criterio mayora/minora al terreno de la confrontacin de
diferentes mayoras entre s. En efecto: se trata de una mayora aritmtica simple, o de
una minora mayoritaria [20] (una minora que sea la mayor entre todas las restantes
minoras)? Y por qu, en una clase estadstica, como lo es un cuerpo electoral con
distribucin normal, no tomamos como mayora la moda o el modo? Y por qu, entre lasmayoras aritmticas, ha de privilegiarse la mayora un medio ms uno y no otras
mayoras aritmticas, tales como un medio ms dos, un medio ms tres, o las
mayoras aritmticas cuantificadas, como puedan serlo las mayoras absolutas de tres
cuartos, de cuatro quintos, &c.? Todas estas interpretaciones constituyen, desde luego,
expresiones aritmticas del cuantificador lgico algunos; pero tan algunos son la
minora mayoritaria como la mayora simple, la mayora de dos tercios, como la de tres
cuartos; lo que significa que estas determinaciones aritmticas del cuantificador lgico
algunos que utiliz Aristteles, no son propiamente determinaciones lgicas, sin
perjuicio de que algunos autores, siguiendo las huellas de W. Hamilton, como Rensch
(Plurality Quantification, en Journal of Symbolic Logic, 27, 1962), pretendan hacer
pasar estas determinaciones aritmticas o estadsticas como si fueran cuantificadoreslgicos. En el cuantificador algunos (por lo menos uno) no cabe distinguir minoras y
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mayoras; por lo que si se las distingue, es porque, desde un punto de vista lgico, las
mayoras estn supliendo por todos ms que por algunos. La suplencia se reconoce de
hecho en el momento en el que se interpretan las decisiones de la mayora como decisiones
asumidas por el todo, desde el momento en que las minoras derrotadas estn dispuestas
a acatar el resultado mayoritario (aun cuando tuvieran fuerza para resistirlo). El criterio de
la mayora implica, segn esto, el consenso y el acuerdo de todos (consensus omnium,voluntad general).
Ahora bien: lo que ocurre es que el consenso y el acuerdo de la mayora no se identifican
siempre, porque las mayoras no son unvocas. Supuesta la distincin lgica entre consenso
y acuerdo, comprobaremos que hay mayoras y minoras, en la lnea del consenso, y que
hay mayoras y minoras en la lnea del acuerdo; y, en ocasiones, ocurre que las mayoras
en desacuerdo mantienen consenso en los resultados.
Y esto es lo que nos obliga a analizar las mayoras democrticas de un modo menos
grosero que aquel que se atiene a las distinciones meramente aritmticas. Evitando la
prolijidad nos limitaremos a decir que cuando hablamos de todos (o de mayoras que los
representan), o bien nos referimos a totalidades (mayoras) atributivas, o bien a totalidades
distributivas (con las cuales podremos formar ulteriormente, por acumulacin deelementos, conjuntos atributivos con un determinado cardinal); y cuando nos referimos a
totalidades atributivas, o bien tenemos en cuenta la extensin del conjunto de sus partes, o
bien la intensin o acervo connotativo en cuanto totalidad o sistema de notas, relacionadas
no slo por alternativas libres, sino ligadas, como ocurre con los alelos de la Gentica. De
este modo nos veremos obligados a construir una distincin entre dos tipos de mayoras (o
de relaciones mayoritarias) que denominaremos respectivamente consenso y acuerdo
(aunque estaramos dispuestos a permutar la terminologa). El primer tipo, se constituye a
partir de una lnea de relaciones entre los elementos extensionales del cuerpo electoral
(considerado como totalidad distributiva) y un conjunto de componentes a ttulo de
alternativas opcionales dadas en un acervo connotativo, con el cual aqul ha de
intersectar, precisamente en las operaciones de eleccin o seleccin, y en esta lnea de
relacin definimos el consenso. El segundo tipo de mayoras se constituye a partir de una
lnea de relaciones entre las opciones elegidas (del acervo connotativo) y los elementos
del [22] cuerpo electoral que las seleccionaron; en esta lnea de relaciones definiremos el
acuerdo.
Llamemos consenso democrtico a la aceptacin de la resolucin tomada por una
mayora (segn criterios aritmticos oportunos; unanimidad, en el lmite) de electores
conformes con un candidato u opcin; en general, un contenido k del acervo connotativo.
El consenso, segn esto, debe entenderse como una relacin de los electores a contenidos
k. Llamemos acuerdo democrtico a la condicin de la resolucin sobre los contenidos k
en la que la mayora (segn el mismo criterio anterior) de los electores estn conformesentre s. El acuerdo es una relacin de los contenidos k y los electores.
Ahora bien: el acuerdo democrtico, referido al cuerpo electoral, respecto de
determinadas opciones k, puede ir unido a un consenso (positivo o negativo), ya sea
mayoritario, ya sea unnime; el acuerdo es imposible sin consenso. Pero y cabra llamar a
esta situacin paradoja democrtica el consenso puede disociarse del acuerdo: puede
haber consenso en medio de una profunda dis-cordia, dia-fonia o des-acuerdo. Dicho de
otro modo: las mayoras que soportan un consenso no implican necesariamente a las
mayoras necesarias para un acuerdo, y esta paradoja no resultar desconocida a quienes
hayan participado, como vocales o jueces, en los antiguos tribunales de oposiciones a
ctedras.
Un tribunal de cinco miembros (E) puede considerarse, en efecto, como un cuerpoelectoral en miniatura que tiene que elegir o seleccionar un contenido k de entre un
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acervo connotativo C (doctrinas, tcnicas, &c.) vinculado con los candidatos que lo
soportan o encarnan. Supongamos, en el caso ms sencillo, un tribunal compuesto de
cinco jueces o electores {1,2,3,4,5}, dotado de la regla de la mayora simple (de donde su
numero impar, a efectos de obtener mayora aritmtica, sin necesidad de apelar a voto de
calidad, segn el principio: en democracia los votos no se pesan, se cuentan),
comisionados para seleccionar a cinco candidatos-doctrinas {a,b,c,d,e}, que forman parte,sin duda, respectivamente, de un conjunto ms amplio, y de un repertorio ms o menos
definido en el acervo connotativo de la especialidad de que se trate. Podemos representar
en tablas de doble entrada los contenidos {a,b,c,d,e} en cabeceras de columna; los
electores {1,2,3,4,5} en cabeceras de fila; las decisiones, positivas o negativas, por los
smbolos + y (las abstenciones por 0). La propiedad ms importante de esta tabla es no
ser simtrica. Por ejemplo, el grado de homogeneidad de las columnas tiene significado
cuando al consenso/disenso de los electores (respecto del trmino correspondiente); pero
este significado no puede ser atribudo a cualquiera de los grados de homogeneidad que
podamos apreciar en cada fila, considerada por separado. En cierto modo, las cabeceras de
columna representan la extensin de la clase, y las cabecersa de fila su connotacin. Y
tiene tambin acaso sentido la correspondencia analgica que pudiera establecerse entre elconjunto de las cabeceras de fila y el conjunto de los somas individuales de una
especie de Weissman, en cuanto portadores de un acervo gentico que se corresponde
con el conjunto de las cabeceras de columna de las tablas.
Tomando las tablas como referencias podemos definir el consenso en la direccin
vertical, por el grado de las homologas de cuadros marcados de cada columna y, por tanto,
por la relacin entre las diversas columnas; en cambio, los acuerdos se representarn en
direccin horizontal, por las relaciones de homologa entre filas distintas (no por las
homologas [23] entre los cuadros marcados de cada fila). El cmputo del consenso, por el
criterio de la mayora simple (en el lmite, unanimidad) es sencillo. La mayora (expresin
del consenso total) resultar a partir de las mayoras de cada columna, de la suma de estas
mayoras, si ella es mayoritaria (cuando nos referimos a cada columna por separado habr
que hablar de conformidad en diversos grados; el consenso aparecer como mayora simple
de las columnas).
Pero el cmputo de acuerdos es ms difcil, porque aqu, segn el mismo criterio, ellos
pueden tener alcances muy diversos. La distincin ms importante, a efectos de su
cmputo, es la distincin entre acuerdos (y por tanto, entre el significado de las mayoras
que les corresponden) de primer orden y acuerdos de segundo orden. Acuerdos de primer
orden (en relacin con la tabla de referencia, pero se supone que la generalizacin es
posible) son aquellos que se mantienen en la perspectiva global de la tabla, como
representacin de una totalidad nica; lo que equivale a decir que tal totalidad habr de ser
considerada, a efectos del cmputo, como la resultante de la comparacin directa oinmediata, por va de producto lgico, de cada fila con todas las dems, dado que
descartamos (o no consideramos) la situacin de acuerdo de una fila consigo misma, y
que consideramos a los acuerdos dos a dos como simtricos. En este contexto de primer
orden, para una matriz cuadrada de cinco lneas {1, 2, 3, 4, 5}, el nmero mximo de
acuerdos posibles sobre los contenidos {a, b, c, d, e} ser el de diez: {(1/2), (1/3), (1/4),
(1/5), (2/3), (2/4), (2/5), (3/4), (3/5), (4/5)}. Los acuerdos de primer orden, aunque
computados a travs de las homologas de los electores, nos remiten a unas relaciones
objetivas que tienen que ver con la consistencia del acervo connotativo (el grado mximo
de consistencia sera el de diez); no porque se d un acuerdo extensional por mayora
simple tendremos que concluir un acuerdo connotativo: el acuerdo mayoritario de un
cuerpo electoral sobre la institucin monrquica no la hace a esta compatible con elprincipio de igualdad de oportunidades que se supone figura tambin en el sistema.
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Los acuerdos de segundo orden, en cambio, son aquellos cuyo cmputo comienza
reorganizando prcticamente la tabla o matriz en dos submatrices o regiones matriciales
dadas precisamente en funcin de la estructura de sus homologas, y de forma tal que lo
que ahora se compara es el cardinal de acuerdos de una regin con el de otra; o, dicho de
otro modo, la consistencia de la matriz deducible de esos acuerdos vendr dada, no
inmediatamente (por la comparacin de partes-filas dos a dos), sino mediatamente, a travsde las regiones previamente establecidas. Y ahora puede ocurrir que una matriz haya
quedado partida o fracturada en dos submatrices de tres y dos filas, de suerte que los
acuerdos sean plenos (totales) en cada una de ellas, slo que de signo positivo la primera y
negativo la segunda. Diremos ahora que la matriz total tiene mayora de acuerdos positivos
(tres filas contra dos), pero un tal acuerdo mayoritario de segundo orden estar en
contradiccin total con el desacuerdo mayoritario de primer orden, que arroja una mayora
de seis desacuerdos {(1/4), (1/5), (2/4), (2/5), (3/4), (3/5)} contra una minora de un nico
acuerdo {(4/5)}. La apariencia, en este caso, de que la mayora ms significativa es la de
segundo orden (tres contra dos) se debe a que en este cmputo hemos reducido la matriz
a sus cabeceras de fila, o, si se prefiere, a la extensionalidad del conjunto de los electores,
dejando de lado la estructura misma del sistema de relaciones entre las filas, sistema quetiene que ver precisamente con la consistencia o inconsistencia de la matriz. Ilustramos con
las siguientes tablas las cuatro situaciones posibles: [24]
Situacin I: Consenso con acuerdo
E\C a b c d e
1 + + + + +
2 + + + + +
3 + + + + +4 + + + + +
5 + + + + +
E\C a b c d e
1
2
3 4
5
E\C a b c d e
1 + + + + +
2 + + + + +
3 + + + + +4 + + + + +
5
Modelo I-1Consenso unnime (detodos los electores) ypleno (en todos loscasos) positivo. Acuerdopleno positivo.
Modelo I-2Consenso unnimenegativo. Acuerdo plenonegativo (enmienda ala totalidad).
Modelo I-3Consenso mayoritariopositivo, acuerdomayoritario de primerorden: seis acuerdos{(1/2), (1/3), (1/4), (2/3),
(2/4), (3/4)} frente acuatro desacuerdos{(1/5), (2,5), (3/5), (4/5)}.Acuerdo mayoritario desegundo orden.
Situacin II: Ni consenso ni acuerdo
E\C a b c d e
1
2
E\C a b c d e
1 + +
2 + +
E\C a b c d e
1 + +
2 + + +
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3 0 0 0 0 0
4 + + + + +
5 + + + + +
3 0 0 0 0 0
4 + + +
5 + + +
3 0 0 0 0 0
4 + + +
5 + +
Modelo II-1No hay consenso(empate en cada una ytodas las columnas). Nohay acuerdo (el cuerpoelectoral est fracturadoen tres subconjuntosdisyuntos): {1,2}, {3}{4,5}.
Modelo II-2No hay consenso (nohay conformidad en
cada columna), no hayacuerdo.
Modelo II-3No hay consenso, no
hay acuerdo.
Situacin III: Consenso sin acuerdo(paradoja democrtica)
E\C a b c d e
1
2
3 + + + + +
4 + + + + +
5 + + + + +
E\C a b c d e
1 + +
2 + +
3 + +
4 + + + +
5 + + + + +
E\C a b c d e
1 + + +
2 + +
3 + +
4 +
5 + +
Modelo III-1Hay consensomayoritario y positivo(todos los candidatos-doctrinas han sidoelegidos por tres votosfrente a dos). Haydesacuerdo mayoritariode primer orden: seis
desacuerdos {(1/3),(1/4), (1/5), (2/3), (2/4),(2/5)} frente a tresacuerdos {(3/4), (3/5),(4,5)}. Slo hay acuerdomayoritario de segundoorden (con fractura de lamatriz en dos regionesdisyuntas).
Modelo III-2Hay consensomayoritario y positivo;pero hay desacuerdomayoritario de primerorden: nuevedesacuerdos (con msde tres discrepancias):{(1/2), (1/3), (1/4), (1/5),
(2/3), (2/4), (2/5), (3/4),(3/5)} frente a unacuerdo mnimo y nounnime (4/5). Haytambin desacuerdo desegundo orden. De estemodo, una vezterminado el escrutinio,podremos comparar losvotos emitidos por cadaelector (las filas, ahora
por separado, que ya noexpresan directamente
Modelo III-3Hay consensomayoritario y pleno detipo negativo, no hayacuerdo de primer ordenni de segundo orden.
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acuerdos odesacuerdos) con losvotos obtenidos porcada opcin (lascolumnas, que expresan
el consenso), resultandola paradoja de que en lamayora de lasdecisiones, la mayorade los electores {1,2,3}ha votado con quieneshan quedado en minoraante el consenso.
Situacin IV: Acuerdo sin consenso
=
Concluimos: la definicin aristotlica de democracia como gobierno de todos es
ideolgica, porque este todo debe ser traducido a una mayora, que es, a su vez,
concepto que slo puede sostenerse doctrinalmente (en cuanto expresin del todo)
mediante una serie de convenciones que, o bien piden el principio, o bien son meramente
metafsicas; y cuando se intentan traducir al terreno, estrictamente tcnico, no siempre son
compatibles (mayora de consenso, mayora de acuerdo). Un consenso democrtico,
incluso si es sostenible en mltiples ciclos, no implica acuerdos o armona entre las partes
de una sociedad poltica, porque el consenso puede reproducirse, por motivos meramente
pragmticos, en un contexto de profunda discordia poltica, que induce a sospechar laprecariedad de un sistema que estara fundado ms en su dependencia de condiciones [26]
coyunturales de entorno que en su propia coherencia o fortaleza interna. Otra vez cabra
comparar el cuerpo de electores a lo que en la biologa de Weissman se llam el soma, y elacervo connotativo a lo que en esta misma biologa se llam el germen.
3. Una clasificacin sumaria de las ideologas democrticas
La definicin etimolgica que Aristteles dio de la democracia, fundada, segn hemos
sugerido, en la tcnica de las asambleas antiguas, es, como l mismo advirti
insistentemente, muy genrica y abstracta y, en realidad, la democracia, como sistema
poltico, slo podra determinarse, en sus mltiples variantes, a lo largo de todo un procesohistrico o, dicho de otro modo, en la confrontacin con otros sistemas polticos
alternativos. En nuestro presente poltico (que algunos politlogos hacen arrancar de la
revolucin inglesa de 1688, otros de la revolucin de Virginia de 1776, los ms de la Gran
Revolucin de 1789, y los menos de la constitucin de Weimar de 1919) la democracia
sigue realizada en muy diversas variantes, que de vez en cuando se niegan mutuamente el
derecho a utilizar tal denominacin (como vemos en el caso de Cuba y Estados Unidos),
sin perjuicio de lo cual la tendencia dominante y, a nuestro juicio, claramente ideolgica,
es la de considerar el concepto de democracia como unvoco o monotpico, exigiendo que
nicamente sean considerados democrticos los sistemas homologables con la variante mspoderosa en el terreno productivo, comercial o militar. Con esto no queremos dar a
entender que un concepto de democracia que renuncie a la univocidad dejar por ello de
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ser ideolgico, porque, en cierto modo, cada variante de la democracia tiene su ideologa y
aun su nematologa propias.
Disponemos obviamente de muchos criterios para clasificar estas ideologas
democrticas; criterios que obligadamente implican algn punto de referencia. Por nuestra
parte, y a fin de mantenernos en el propio terreno de la ideologa y aun de la filosofa
democrtica, tomaremos como referencia ciertas ideas asociadas a la Gran Revolucin, asaber, la propia idea secular de sociedad poltica, como autoorganizacin del pueblosoberano y sus tres principios consabidos: Libertad, Igualdady Fraternidad. Segn esto
podramos clasificar las ideologas democrticas en dos grandes apartados:
A. Ideologas o visiones ideolgicas de la democracia vinculadas a la idea misma de
sociedad poltica globalmente considerada.
B. Ideologas o visiones ideolgicas de la democracia vinculadas a cada uno de sus
principios.
4. Visiones ideolgicas de la democracia vinculadas a la idea misma de sociedad
poltica, globalmente considerada
Nos referiremos, muy esquemticamente, a las dos concepciones de la democracia que
probablemente dominan en la filosofa mundana del presente; dos concepciones que, por
otra parte, no se excluyen, en modo alguno, entre s.
(1) La democracia es la esencia misma de la sociedad poltica, la forma ms
caracterstica de su constitucin: la democracia es la misma autoconstitucin de la sociedad
poltica. [27]
El alcance y significado de esta concepcin slo puede establecerse cuando se tiene en
cuenta lo que ella niega, a saber: que las constituciones no democrticas puedan
considerarse siquiera como sociedades polticas no espreas, y no, ms bien, como
sistemas efmeros o inconsistentes, o acaso como reliquias de sociedades de primates o
simplemente como perversiones que nos ponen delante de una sociedad poltica
degenerada (en un sentido anlogo a aquel en el que San Agustn deca que el Imperio
romano o, en general, los imperios paganos Babilonia, no eran propiamente sociedades
polticas porque en ellas no reinaba la justicia).
Esta concepcin de la sociedad poltica como democracia prstina alienta sin duda en
las teoras del contrato social (en nuestros das resucitadas por Rawls o Fukuyama), que
postulan una suerte de asamblea democrtica original constituyente de la propia
sociedad poltica, e inspira el modo de entender a las sociedades polticas no democrticas
como situaciones inestables, transitorias y forzadas, que slo encontraran su estado de
equilibrio definitivo al adoptar la forma democrtica. Por lo dems, estas ideologas
democrticas encuentran su principal punto de divisoria en el momento de enfrentarse conla efectividad de los Estados realmente existentes. En funcin de esta realidad, la
ideologa democrtica se decanta hacia el anarquismo, cuando est dispuesta a considerar
(al modo agustiniano) cualquier indicio estatista como reliquia prehistrica (incluyendo
aqu la prehistoria de la humanidad de Marx), que impide la plena organizacin
democrtica de la sociedad; y se decanta hacia posiciones no anarquistas cuando contempla
la posibilidad de una plena democratizacin del Estado en la forma de un Estado de
derecho.
El carcter ideolgico de esta concepcin de la democracia podra denunciarse a partir
del anlisis de esa asamblea prstina o cotidiana de individuos contratantes; una tal
asamblea presupone ya la existencia de esos individuos, de unos electores surgidos del
estado de naturaleza, cuando la realidad antropolgica es que esos individuos capaces dellevar a cabo un contrato social democrtico son producto ellos mismos de una sociedad
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lex esto), que incorpor el cristianismo (el pueblo de Dios) y de ah pas alromanticismo (Volkstum, de Jahn), construido a partir del trmino Volk (que, por cierto,
procede del latn vulgus) mezclado con el concepto moderno de nacin (como sustitutivo,en la batalla de Valmy, del rey del Antiguo Rgimen: los soldados, en lugar de decir
Viva el Rey! gritaron Viva la Nacin!). En la Constitucin espaola de 1978 la
expresin los pueblos se carga a veces con ecos krausistas (la Europa de los pueblos) enuna tendencia a trazar con lnea continua las fronteras de los pueblos y a redibujar con
lnea punteada (hasta tanto se logre borrarla) las fronteras entre los Estados cannicos. Si
el concepto de pueblo adquiere valores muy distintos y opuestos entre s, en funcin de los
parmetros que se utilicen (unas veces, el pueblo ser una nacin concreta, a la que se le
supondr dotada de una cultura propia; otras veces el pueblo ser el conjunto de los
trabajadores, incluso de los proletarios de todo el mundo) se [30] comprender el
fundamento de nuestra conclusin, que considera a la expresin democracia como
soberana del pueblo como meramente ideolgica.
5. Visiones ideolgicas de la democracia vinculadas a los principios de la Gran
Revolucin
(3) La democracia es la realizacin misma de la libertad poltica.
Esta tesis est ya expuesta, en plena ideologa esclavista, con toda claridad, por
Aristteles: el fundamento del rgimen democrtico es la libertad. En efecto, suele decirse
que slo en este rgimen se participa de libertad, pues esta es, segn afirman, el fin al que
tiende toda la democracia. Una caracterstica de la libertad es el ser gobernado y gobernar
por s mismo. (Poltica, 1317ab).Es evidente que si definimos ad hoc la libertad poltica de este modo, el rgimen
democrtico encarna la libertad mucho mejor que el monrquico o que el aristocrtico. En
frmula de Hegel: o bien uno es libre, o algunos, o todos. Y desde luego, parece innegable
que la libertad democrtica, en tanto implica una libertad de (respecto del rgimenaristocrtico o del monrquico), alcanza un radio de accin mucho ms amplio que el que
conviene a cualquier otro rgimen. Cuando comienza la visin ideolgica de la libertad
democrtica? En dos momentos distintos principalmente:
Ante todo, en el momento en el cual la libertad poltica, as definida, tiende a ser
identificada con la libertad humana en general, y aun a constituirse en un molde de esa
misma libertad, entendida como libertad de eleccin; como si la eleccin popular de los
representantes de cada uno de los tres poderes (incluida la eleccin directa del ejecutivo)
fuese el principio de la libertad humana en general, entendida precisamente como libertad
de eleccin o libre arbitrio.Sobre todo, en el momento en el cual la libertad poltica, entendida como libertad de(respecto de la monarqua o respecto de la oligarqua) implicase inmediatamente una
libertad para definible en el propio terreno poltico. Pues ello equivaldra a dar porsupuesto que las decisiones por las cuales los ciudadanos eligen a sus representantes,
jueces o ejecutivos, fueran elecciones llevadas a cabo con pleno conocimiento de sus
consecuencias, incluso en el supuesto de que estas elecciones fuesen llevadas a cabo de
acuerdo con su propia voluntad (llamamos, pues, tirana dice Platn en El Poltico alarte de gobernar por la violencia, y poltica al de gobernar a los animales bpedos que se
prestan voluntariamente a ello). Pero la ficcin ideolgica que acompaa, en general, a
los sistemas democrticos, estriba en sobrentender que un acto de eleccin voluntaria es
libre para (por el hecho de estar libre de una coaccin violenta), como si la eleccin, porser voluntaria, debiese dejar de estar determinada, bien sea por el clculo subjetivo (no
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poltico), bien sea simplemente por la propaganda (eminentemente, en nuestros das, por la
televisin). Pero hay ms: aun concediendo que cada uno de los electores, o, por lo menos,
su gran mayora, lleve a cabo una eleccin personal libre, de ah no se seguira nada
respecto de la composicin de las voluntades libres; porque la composicin de voluntades
no da lugar a una voluntad (aunque se la llame voluntad general), como tampoco de la
composicin de cerebros, puede resultar un cerebro (aunque se le llame cerebrocolectivo). [31]
(4) La democracia es la realizacin de la igualdad poltica.
Por definicin, la democracia, en esta alternativa, se concibe como un rgimen en el cual
la igualdad poltica de los ciudadanos (que incluye la igualdad ante la ley o isonoma)
alcanza un grado indiscutiblemente superior al que puede lograr en regmenes monrquicos
o aristocrticos. Pero ocurre aqu como ocurre con la libertad: la visin ideolgica de la
democracia comienza cuando se sobrentiende que esa igualdad alcanzada, sin perjuicio de
ser entendida, adems, como igualdad plena y omnmoda, quedar garantizada por la
democracia misma.La igualdad no es propiamente una relacin, sino un conjunto de propiedades (simetra,
transitividad, reflexividad) que puedan atribuirse conjuntamente a relaciones materiales-k
dadas; en nuestro caso, la igualdad poltica no es una condicin originaria, fija, atribuible a
las relaciones que se establecen entre los elementos de un conjunto de ciudadanos, sino una
condicin que se adquiere o se pierde segn grados no fijados de antemano en un origen
mtico ideal (todos los hombres nacen iguales), en la lucha individual y social. La
democracia no garantiza la igualdad poltica, sino, a lo sumo, las condiciones del terreno
en el cual esta igualdad puede ser reivindicada en cada momento. En virtud de su
definicin lgica, la igualdad implica la sustituibilidad de los iguales en sus funciones
polticas; por tanto, los grados de la igualdad democrtica habrn de medirse tanto por la
posibilidad de elegir representantes para ser gobernado equitativamente por ellos, como
por la posibilidad de ser elegido (en el lmite, una democracia de iguales podra reconocer
al sorteo de los magistrados, ejecutivos o representantes, como el procedimiento ms
idneo). Siendo, como es evidente, que la igualdad de los ciudadanos en el momento de ser
elegidos (como representantes, diputados, y no digamos jefes de Estado, sobre todo en
monarquas de sucesin hereditaria) es slo una ficcin (como lo es el llamado principio
de igualdad de oportunidades que se reduce casi siempre a la creacin de unas
condiciones abstractas de igualdad que servirn para demostrar las desigualdades reales
entre los candidatos) podremos medir hasta qu punto es ideolgico hablar del rgimen
democrtico (en abstracto) como realizacin de la igualdad poltica.
Y no hablamos de la igualdad social, o econmica, o religiosa, o psicolgica, quemuchas veces es presentada como un simple complemento que debiera deducirse de una
constitucin democrtica, por mucho que se denomine a esta democracia social. El
socialismo, o el comunismo, no ha sido siempre democrtico (el leninismo no pretendi ser
democrtico, al menos en su fase de dictadura del proletariado) y la democracia poltica,
en cuanto tal, puede no ser socialista, puesto que ella es compatible con una sociedad
dividida en profundas diferencias econmicas, culturales o sociales, con una clase ociosa
reconocida, con lites aristocrticas, sometidas, sin embargo, a los criterios de la
democracia poltica; es perfectamente posible que en una sociedad poltica organizada
como un Estado de derecho y funcionando de acuerdo con las ms escrupulosas reglas
democrticas la mayora de sus ciudadanos est dispuesta a participar simblicamente en
las ceremonias que una clase ociosa o una clase aristocrtica les ofrece en espectculocomo parte de su propia vida (por ejemplo, el matrimonio morgantico de una infanta).
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Dicho de otro modo: las reivindicaciones de orientacin socialista o comunista que puedan
ser formuladas no tendrn por qu ser propuestas en nombre de la democracia, sino en
nombre del [32] socialismo o del comunismo, en la medida en que ellas no buscan tanto o
solamente la igualdad poltica, cuanto la igualdad econmica o social, compatible con las
desigualdades personales ms acusadas. Una sociedad democrtica, en cuanto tal, no tiene
por qu extirpar de su seno la institucin de las loteras millonarias que son, lisa yllanamente, mecanismos de amplia aceptacin popular puestos en marcha precisamente
para conseguir aleatoriamente la desigualdad econmica de algunos ciudadanos respecto
del promedio. Es cierto que esta desigualdad, as obtenida, no viola formalmente la
igualdad poltica democrtica, pero tambin es cierto que una sociedad que admite y
promueve estas instituciones no podra ser llamada democracia social o
socialdemocracia.
(5) La democracia es la realizacin de la fraternidad (o de la solidaridad).
Cabra afirmar que el concepto de fraternidad constitutivo de la triada revolucionaria ha
ido paulatinamente sustituyndose por el concepto de solidaridad. Acaso esta sustitucintenga que ver con la voluntad (que se percibe en las teoras del positivismo clsico, de
Comte o de Durkheim) de arrinconar un concepto (fraternidad) ligado a la sociedad
patriarcal y recuperado por algunas sociedades secretas, para reemplazarlo por un concepto
ms abstracto y ms acorde con las sociedades industriales ms complejas. Lo que no quita
oscuridad y confusin al concepto de solidaridad. Unas veces, en efecto, se sobrentiende
este concepto como virtud tica (y entonces, la solidaridad, tiene un radio universal que
transciende el de las sociedades polticas); otras veces, como un concepto moral, que se
refiere a las reivindicaciones de un grupo de personas dado (un grupo de herederos, de
asalariados, de compatriotas), contra terceros, en cuyo caso, la solidaridad, ya no puede
universalizarse, porque si bien cabe hablar, por ejemplo, de la solidaridad de los
trabajadores frente a sus patronos explotadores, no tendra sentido hablar de solidaridad
de trabajadores y patronos, salvo que, a su vez, constituyan un bloque histrico contra
terceros. Ahora bien, la solidaridad, como virtud tica, no puede interpretarse como una
virtud propia de la democracia; y el gobierno que encomienda a la tica y a los profesores
de tica la misin de hacer posible la democracia real, es un gobierno idealista que acaso
pretende aliviar la conciencia de su fracaso con la coartada de la formacin tica de los
ciudadanos.
La solidaridad democrtica, como concepto poltico, habra de restringirse, por tanto, al
terreno poltico, como solidaridad de los demcratas contra terceros, en sentido poltico:
oligarcas, grupos de presin poltica, &c. Todo lo que exceda este territorio habr de ser
tenido por ideolgico.Como lo excede, en nuestros das, en Espaa, un entendimiento tico de la solidaridad
que, curiosamente, restituye de hecho este concepto a su alvolo originario, la fraternidad,
al menos si por fraternidad se entiende, como es costumbre (olvidndonos de Can o de
Rmulo, los grandes fundadores de ciudades, de Estados) la virtud que tiene que ver con
el amor (abrazo fraternal), con la tolerancia (reprensin fraterna) y, sobre todo, con la
no violencia. De este modo, la contraposicin entre demcratas y violentos llega aconvertirse casi en un axioma. Pero este axioma, que podra entenderse como una
aplicacin concreta del principio de la fraternidad, es puramente ideolgico y est movido
principalmente (si no nos equivocamos) por los intereses separatistas de los partidos
nacionalistas vascos (principalmente) que no quieren utilizar los [33] mtodos propios del
terrorismo. En efecto, el delito poltico fundamental contra una sociedad polticaconstituida, sea democrtica, sea aristocrtica, es el separatismo o el secesionismo; pero
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como habra que declarar incursos en este delito poltico tanto al PNV como a HB,
pongamos por caso, puestos que ambas formaciones son separatistas (y sus dirigentes
hacen constar pblicamente que no se sienten espaoles), se acudir, para poner entre
parntesis esta circunstancia, al criterio de la violencia. Y en lugar de hablar de demcratas
(espaoles, los de la Constitucin de 1978) y de antidemcratas (respecto de esa
democracia constituida) se comenzar a hablar de no violentos y de violentos. Con lo cualse transforma ideolgicamente la democracia en una suerte de virtud intemporal, una
virtud mas estratosfrica que poltica, porque consiste en practicar el dilogo, la tolerancia
omnmoda y la no violencia. Como si la democracia no tuviese que utilizar continuamente
la violencia policial o judicial, o incluso militar si llegase el caso (por qu si no mantener
un ejrcito?) contra sus enemigos, entre ellos los terroristas. O es que se pretende
sobrentender que slo practican la violencia los terroristas, pero no la polica, la ertzainza,
los jueces que condenan a ciertos de aos de prisin a los terroristas? Acudir a la regla:
La intolerancia contra la intolerancia es la tolerancia, no suprime la intolerancia como
mtodo (aun cuando la tolerancia sea su objetivo); por otra parte, semejante regla, tambin
sera asumida de inmediato por los terroristas (que se consideran violentados por las
tropas de ocupacin espaolas). Y, en todo caso, esa regla no es sino una de lascombinaciones algebraicas dadas en un sistema que contiene estas otras tres: la
intolerancia de la tolerancia es la intolerancia; la tolerancia de la intolerancia es la
intolerancia y la tolerancia de la tolerancia es la tolerancia.
6. Metafsica de la democracia
Las ideologas democrticas de las que hemos hablado podran pretender mantenerse (es
cierto que a duras penas) en un terreno estrictamente poltico o, al menos, podra intentarse
entenderlas siempre en el mbito de las categoras polticas, e incluso justificarlas en la
medida en que colaboran a extirpar cualquier brote orientado hacia la restauracin de
cualquier tipo de Estado dual (como alguno llama a un Estado en el que existen las SS
fascistas o la NKVD soviticas). Pero, de hecho, suelen desembocar, de modo ms o
menos soterrado, en una autntica metafsica antropolgica que transciende los lmites de
cualquier terreno poltico, envolvindolos con una concepcin tal del hombre y de la
historia que, desde ella, la democracia puede comenzar a aparecer como la verdadera clave
del destino del hombre y de su historia, como la fuente de todos sus valores, y como la
garanta de su salvacin.
La democracia metafsica ser entendida, ante todo, como la fuente de la tica, de la
moral, de la sabidura prctica, de la verdad humana, del sentido de la vida y del fin de la
historia humana. Se hablar de la democracia como si desde ella pudieran ser
comprendidos, controlados, superados, cualquier otro gnero de impulsos, ritmos,intereses, que actan en las sociedades y en la historia humanas. La visin secular que
Hegel atribuy, en su Fenomenologa del espritu, a la autoconciencia como fin yobjetivo de la evolucin humana (tantae molis erat se ipsam cognoscere mentem) sedesplazar hacia la democracia: la autodeterminacin democrtica de la humanidad ser
el fin de la historia. Kojve y Fukuyama se han atrevido a decirlo pblicamente. [34]
Desde una metafsica semejante se comprende bien que muchas personas, al proclamarse
demcratas, parezcan sentirse salvadas, justificadas, elegidas y no slo en unas
elecciones parlamentarias. Ser demcrata significar para esas personas algo similar a lo
que significa para los miembros de algunas sectas religiosas formar parte de su grupo, y, a
su travs, estar tocados de la gracia santificante (algo similar a lo que les ocurre a muchos
de los que confiesan ser de izquierdas de toda la vida, sobrentendindose salvados antespor su fe que por sus obras). Es cierto que ningn demcrata (ni an el ms metafsico)
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7/27/2019 La democracia como ideologa - Gustavo Bueno
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podr considerarse sectario, aunque experimente sentimientos de exaltacin plena similares
a los del sectario, porque una democracia es todo lo contrario de una secta: es, por esencia,
pblica. Pero tambin hay religiones pblicas (como el cristianismo) o movimientos
polticos pblicos (como el fascismo o el comunismo) cuyos miembros han podido llegar a
creer mayoritariamente que estaban colaborando a traer al mundo al hombre nuevo (si es
que no crean haberlo trado ya).Y, en cualquier caso, habr siempre que analiza hasta qu punto una sociedad poltica
que basa la autoconciencia de su fortaleza en la estructura democrtica de sus
instituciones, no est siendo vctima de un espejismo ideolgico, porque acaso la fortaleza
del sistema deriva de estructuras materiales que tienen que ver muy poco con la
democracia formal. Por ejemplo, puede asegurarse que la fortaleza de una nacin
organizada como democracia coronada se asiente antes en su condicin democrtica
(adornada accidentalmente por un revestimiento monrquico) que en la propia corona y
en la historia que ella representa?
[10 de octubre de 1997]
Publicado en la revista baco, Revista de Cultura y Ciencias Sociales, 2 poca, nmero12/13, Gijn 1997, pgs. 11-34.
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