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UNIVERSIDAD DEMEXICO

L 1 B R O S31

TOMÁS SEGOVIA, Zamora bajo los astros.Imprenta Universitaria. México, 1959,112 pp.

GUADALUPE AMOR, Galería de títeres,Letras mexicanas. Fondo de CulturaEconómica. México, 1959, 110 pp.

PITA AMOR reúne en este volumenuna colección, demasiado extensa

, para su contenido, de brevísimasprosas que pretenden y muchas vec~s lo­gran fijar el retrato de un determmad?personaje o recrear estampas de la reah­dad inmediata. El sistema, francamenteimpresionista, aunque no excento de acier­tos verbales que se reflejan en una prosapura, ceñida y expresiva, y de un indu­dable poder de observación y caracteriza­ción, sigue un sistema demasiado unitarioy termina por hacerse cansado.

Todos los personajes retratados estánvistos nada más a través de sí mismos;todos tienen un defecto común: el egoís­mo, que les hace ver a las demás personascon un sentido puramente utilitario; y ala larga, todos tienen que enfrentarse almismo problema: la soledad. La renunciaabsoluta por parte de la autora a cualquierintento de desarrollar una acción por mí­nima que sea, unida a esas tres constantesagobiantes, termina por dotar al libro deun tono uniforme, monótono, que haceolvidar inclusive las cualidades de obser­vación y los hallazgos verbales.

Por esto, "Raquel Rivadeneyra" (por­que además de los conflictos interioresdel personaje desarrolla una acción ex­terior motivada por éstos) y "El lago"y "La guajolotito" (por el enfoque dis­tinto, la ternura, con que son abordadas)resultan a la larga las tres únicas prosasque se mantienen en la memoria del lector.

J. o.

ANTONIO CASTRO LEAL, El laurel de SanLorenzo. Letras mexicanas. Fondo deCultura Económica. México, 1959, 201páginas.

DOCE CUENTOS QUE, con la excepcióndel primero que es el que le prestasu título al libro, oscilan entre los

géneros psicológico, humoristico y fan­tástico. En los primeros, Castro Leal re­curre casi siempre a la primera persona,pero sin caracterizar al narrador, por loque éste se convierte en un mero recep­táculo de los sucesos. Éstos tienen uncarácter puramente anecdótico y por logeneral no son desarrollados sino resu­midos por el protagonista en el curso deuna o varias conversaciones con el na­rrador. La caracterización es endeble ylos sucesos de tan originales termina porser absurdos. Los segundos, más quecuentos, son nada más chistes relatados.En los terceros, Castro Leal desarrollacon más libertad su ingenio, pero la au­sencia de personajes los convierte más enensayos fantásticos que en cuentos.

"El laurel de San Lorenzo" es el quese apega con mayor fidelidad a las exi­gencias de la ficción, y es por esto el me­jor relato del libro. Castro Leal cuentaen él una historia que trasciende lo me­ramente anecdótico y transmite una visiónreal dentro de un ambiente bien logradoy con un marco de época muy claro. Sinembargo, el relato sitúa al autor entre losescritores mexicanos que ven la Revolu­ción con ojos estrictamente reaccionarios.En él, los revolucionarios aparecen tansólo como bandidos que siembran la des-

trucción y el desorden; la Revolución noes más que el medio que le permite alnarrador enriquecerse traficando en me­dio del relajo que produce; el ideal es unpueblo que gracias a su condición geo­gráfica se ha visto libre de la lucha arma­da; y los personajes positivos, heroicos,son el cura del pueblo y los ricos terrate­nientes. Aparte de esta objeción, en elaspecto formal el lenguaje, como en todoel resto del libro, es poco narrativo y pa­rece más propio para ensayos que paraobras de ficción, y la caracterización delnarrador está realizada a base de lugarescomunes; pero la esencia del suceso serevela realmente.

J. o.

LUIS REYES DE LA MAZA, El teatro enMéxico durante el Segundo Imperio(1862-1867). Estudios y fuentes delarte en México. Instituto de Investiga­ciones Estéticas. X. Imprenta Univer­sitaria. México, 1959, 238 pp.

CON PACIENCIA, talento y seguridad,Reyes de la Maza sigue empeñadoen la bonita labor de reunir una

especie de historia documental del teatroen México. Éste es ya el tercer volumende la serie. Como en los dos anteriores,la documentación, prolija y de sumo in­terés, avala un laborioso y concienzudotrabajo de investigación. El libro reúnecrónicas, comentarios, anuncios, y pro­gramas que logran establecer un justopanorama de nuestro teatro durante esaépoca. Aparte de su valor documental,algunas de las crónicas no carecen degracia y permtien situar el "estilo" de lacrítica teatral de mediados del siglo pa­sado.

J. O.

J OSEPH CAMPBELL, El héroe de las milcaras. Fondo de Cultura Económica.México, 1959, 369 pp.

A QuÍ LOS MITOS nos revelan su sig­nificado. A través de numerososejemplos de todos los tiempos y

culturas se nos demuestra que las aven­turas de los héroes, a pesar de sus varian­tes, tienen un mismo sentido. El heroísmosiempre ha consistido en la superaciónde un estado, en el paso de una etapa aotra. Las actividades de los héroes sepueden simplificar y reducir a un esque­ma. Las aspiraciones básicas de los hom­bres de todas las razas y los tiempos hansido las mismas. El héroe, el inspirado,es capaz de librarse de los temores y dellegar a su meta. Las religiones y los mitosayudan a vivir. Cuando el individuo losdesconoce, se le vuelve más difícil el ca­mino. Pero en realidad el hombre modernono los ha olvidado, sino que de la con­ciencia los ha postergado al inconsciente.

Los mitos son símbolos objetivos de laproblemática humana. La tarea del psico­analista consiste en descubrir e interpretarlos símbolos que duermen en el incons­ciente. Desde que Freud descubrió la im­portancia del mito de Edipo, el estudioy la comparación histórica de las mito­logías adquirió singular importancia.

A los estudios realizados en este terre­no: Frazer, Müller, Durkheim, Jung yotros, ahora debe añadirse como una bri­llante aportación la obra de Campbell.

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ESCRIBIR EN 1959 y en México unacomedia cuya acción transcurre enZamora, España, y en el año de

1072 es, por. lo menos, insólito. No por­que. nos oblIgue a pegar un salto haciaatr~s de nueve siglos (sin rompernos-111. romperse el autor- la crisma), sinoprecIsa~nente por todo lo contrario, por­que qUIen da el salto es el año de 1072con su Bellido Dolías, su Elvira, su Es­trellero y sus zamoranos, situándose en­tre nosotros con la comodidad de quiense encuentra en su casa.

Hablo .de la contemporaneidad de Za­mo:~ baJO los astros, cualidad que esrans.Ima en los dramaturgos españoles yrr;texIcanos de nuestra época que, que­nendo ser contemporáneos no son enel fondo más que costumbristas o todolo. más, delatores de costumbres: Lascnaturas de Zamora bajo los astros nos~ ocupan de problemas de nuestrotlell?Po. Lo que hacen es hablarle al co­razon de nuestro tiempo, con un ritmoque es el suyo y que resulta inequívocoporque nace de un manantial introca­ble: el lenguaje de la conciencia. Deeste hablar de la conciencia al corazónde nuestro tiempo emana esa densidadque nos abraza a todos bajo los astrosde Zamora, desde aquel remoto otoño dela Espa.ña del Cid y de doña tTrraca. yes ~recIsamente por lo remoto del esce­nano que la obra !ogra la transparenciade lo que es eVIdente· por auténtico,pues separando lo contemporáneo de lomera11?ente coetáneo nuestro, TomásS.egovIa n~s hace entrar sin ambages ySI.~ confUSIOnes en la verdadera dimen­SIO~ :le su comedia que entraña unaautentIca toma de posición como artis­ta y como hombre.

A esa transparencia de concepción-que es nada menos que claridad inte­lectual- ~o podía convenirle más queun. lenguaje de su misma calidad. DeahI. esa desnudez en que aparecen lasaCCIOnes, los personajes y lo que dicen.De ahí también que hablen en versoporque sólo en verso se puede decir I~Verda.d, ll~mándola Fidelidad, Justicia,Alegna, LIbertad o amoroso Silencioporque todos son rasgos de un mism~ro;tro al que no puede dar vida plenamas que la voz desnuda de la poesía.~:Iando el verso hecho forma de expre­SIOI1 teatral se hace sentir como necesi­dad imprescindible para la validez deuna comedia, entonces nos hallamosante un verdadero teatro poético. Ycuando un poeta es capaz de prescindirdel lirismo metafórico fácil que está demoda en su época para hablarnos conla crudeza de que sólo es capaz la poe­sía más profunda, entonces tenemos unaobra original.

Mucho más cabría decir acerca de estacomedia, que los límites de esta nota nome permiten, por ej emplo, de su valienteentronque con el teatro clásico español,de su actualidad española y de su dignoparentesco con el mejor teatro extranje­ro moderno. Bástepos constatar que hoypor hoy, Zamora bajo los astros apareceasí, única en su noche medieval, bri­llando con la luz extraña de las cosasverdaderamente nuevas.

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