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Hace algunos meses mostraba a los jóvenes de nuestra iglesia esta imagen. Le
pedía a cada uno de ellos que dibujara en una hoja en blanco, el papel que les
hubiera gustado tomar en este acontecimiento.
Después de darles algunos minutos, cada uno de ellos compartió lo que habían
dibujado y el motivo por el cual les hubiera gustado tomar ese papel. Recuerdo
algunos que quiero compartirles.
La mayoría de los jóvenes decían “Yo quiero ser el vecino que se dio cuenta del
incendio y llamó a los bomberos.” Otro joven compartió “Yo quiero ser el reportero
que casualmente pasó por ahí a la hora de la catástrofe y pudo cubrir la nota de
inicio a fin y obtuvo mucha fama por ello.” Otros decían, “Yo simplemente lo vi en
las noticias”, “Yo fui al funeral de los que murieron”, “ Yo era vecino, y vi el humo
pero no me di cuenta de nada.” Solo dos de los jóvenes dijeron “yo quiero ser el
bombero que acudió al lugar, y salvó la vida de quienes estaban adentro.
¿Curioso, no? Todos tenían la libertad de elegir quienes querían ser en ese
acontecimiento, y solo dos de ellos decidieron salvar vidas. Algunos otros querían
salvar la vida de quienes estaban dentro llamando a los bomberos, pero no
estaban dispuestos a ser ellos mismos quienes lo hicieran.
Es inevitable pensar en el verso lema del seminario “Que prediques la palabra”.
2 Timoteo 4:2 dice: Que prediques la palabra; que instes á tiempo y fuera de
tiempo; redarguye, reprende; exhorta con toda paciencia y doctrina.
Pablo da una serie de instrucciones a Timoteo de lo que debía hacer día a día
durante toda su vida. Pero es esta primera parte “Que prediques la palabra” la que
el seminario ha elegido como verso lema y de la que quiero hablarles ahora.
Da un vistazo nuevamente a la imagen que se encuentra en la parte de arriba.
Es importante darnos cuenta que esa es la realidad de las personas que habitan
este mundo. La gente está muriendo sin Cristo. En el mundo mueren 2 personas
cada segundo, y 154,918 en un día y el 97% no conocía a Cristo. Estas palabras
fueron escritas a Timoteo, pero también son la esencia y el estilo de vida de todo
Cristiano.“Que prediques la palabra” podemos traducirlo en “trabaja en salvar
vidas”, no es una opción, es un deber.
Debemos percatarnos del papel que estamos tomando en este mundo. El Señor
nos ha ordenado predicar del evangelio, y esto también se muestra en la gran
comisión. Sin embargo, ¿Qué estamos dispuestos a hacer? ¿Estaremos siendo
como aquél vecino que llama a alguien para que les comparta? ¿Acaso somos
ese cristiano que se da cuenta de la necesidad, pero no va a ella? Ó ¿somos
aquellos que solo se lamentan de las cosas que están sucediendo actualmente,
hablando de ellas de día y noche pero no hacen nada por cambiarlo? Ó Peor aún,
como aquél reportero, ¿somos aquellos que pretendemos servir, pero nos sobre
exaltamos de lo hacemos y solo queremos nuestra gloria?
Hermano (a) tú y yo no solamente podemos elegir quién ser en esta vida, sino que
siendo de Cristo, somos persuadidos a predicar la palabra, a ser esos bomberos
dispuestos en todo tiempo, listos para ir y ser usados para alcanzar vidas.
Te suenan familiares las siguientes frases “No sé hacerlo.” “No estoy capacitado”
Estas son las respuestas que he escuchado en casi todos los casos de aquellos
que se niegan a compartir del evangelio
Permíteme compartirte una experiencia. Hace algunas semanas mi esposo y yo
tuvimos la oportunidad de comer y platicar con un joven de 16 años que había
estado secuestrado por algunas horas. Su caso resultaba muy complicado. Una
mañana llegaron los secuestradores hasta la puerta de su casa, y después de
una golpiza finalmente lo subieron a una camioneta. Tras depositar el dinero que
se les había pedido, fue liberado, pero desgraciadamente también obligado a
declarar que él había planeado un auto secuestro, y obligado a los secuestradores
a formar parte de su plan. Su libertad ahora corría peligro, él estaba a punto de ir a
la cárcel. Yo podía ver a este joven, contándole a su asesor jurídico con
desesperación y lágrimas en sus ojos sobre esta situación. No cabía la menor
duda de este joven había sido la víctima. Por mi mente pasaba “¡Si tan solo yo
estuviera capacitada para abogar por este joven, me encargaría de que no entrara
a prisión por esta injusticia!”. Pero desgraciadamente yo no estoy capacitada para
eso. No había nada que yo pudiera hacer legalmente por la libertad de este joven.
Nuestra plática siguió por algunas horas, y para nuestra sorpresa, ¡este joven y su
madre aceptaron a Cristo! Dios se estaba mostrando en sus vidas, y había
decidido usarnos. Y entonces me di cuenta de algo, los hijos de Dios estamos
capacitados para predicar su palabra. Podemos carecer de otro tipo de
capacitación, pero Dios mismo nos ha capacitado para predicar su palabra.
¿Acaso no basta la experiencia personal para compartirlo? Si Dios ya ha
cambiado tu vida ¡Estás capacitado para predicar la palabra y no tienes escusa!
Hermano(a) es tiempo de tomar el papel que Dios nos ha mandado.
“Que prediques la palabra”.
Kareny Méndez