FILOSOFÍA SEXTO AÑO MEDICINA REPARTIDO Nº2 ¿QUÉ ES UNA VIDA BUENA?
LICEO BAUZÁ PROFESOR JULIO MOREIRA 2018
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1. ¿QUÉ ES UN PROBLEMA ÉTICO?
1 A. LOS TÉRMINOS «ÉTICA» Y «MORAL»
“La palabra «ética» procede del griego ethos, que significaba originariamente «morada», «lugar en donde
vivimos», pero posteriormente pasó a significar el «carácter», el «modo de ser» que una persona o grupo va adquiriendo a
lo largo de su vida. Por su parte, el término «moral» procede del latín «mos, moris», que originariamente significaba
«costumbre», pero que luego pasó a significar también «carácter» o «modo de ser». De este modo, «ética» y «moral»
confluyen etimológicamente en un significado casi idéntico: todo aquello que se refiere al modo de ser o carácter
adquirido como resultado de poner en práctica unas costumbres o hábitos considerados buenos.
Dadas esas coincidencias etimológicas, no es extraño que los términos «moral» y «ética» aparezcan como
intercambiables en muchos contexto cotidianos… Este uso de los términos «ética» y «moral» como sinónimos está tan
extendido en castellano que no vale la pena intentar impugnarlo…
No obstante lo anterior, podemos proponernos reservar -en el contexto académico en que nos movemos aquí- el
término «Ética» para referirnos a la Filosofía moral, y mantener el término «moral» para denotar los distintos códigos
morales concretos… Así, llamamos «moral» a ese conjunto de principios, normas y valores que cada generación transmite a
la siguiente en la confianza de que se trata de un buen legado de orientaciones sobre el modo de comportarse para llevar
una vida buena y justa. Y llamamos «Ética» a esa disciplina filosófica que constituye una reflexión… sobre los problemas
morales. La pregunta básica de la moral sería entonces: ¿que debemos hacer?, mientras que la cuestión central de la Ética
sería: ¿que argumentos avalan y sostienen el código moral que estamos aceptando como guía de conducta?”
1 B. LA ÉTICA NO ES NI PUEDE SER «NEUTRAL»
“La caracterización de la Ética como Filosofía Moral nos conduce a subrayar que esta disciplina no se identifica,
en principio, con ningún código moral determinado. Ahora bien, esto no significa que permanezca «neutral» ante los
distintos códigos morales que hayan existido o puedan existir. No es posible semejante «neutralidad» o «asepsia
axiológica», puesto que los métodos y objetivos propios de la Ética la comprometen con ciertos valores y la obligan a
denunciar a algunos códigos morales como «incorrectos», o incluso como «inhumanos», al tiempo que otros pueden ser rea-
firmados por ella en la medida en que los encuentre «razonables»,
«recomendables» o incluso «excelentes».
Sin embargo, no es seguro que la investigación ética pueda
llevarnos a recomendar un único código moral como racionalmente
preferible… En primer lugar, porque distintas teorías éticas pueden
dar como resultado unas orientaciones morales muy semejantes… En
segundo lugar, porque es muy posible que la misión de la Filosofía
moral sea la justificación racional de un marco general de principios
morales básicos dentro del cual puedan legitimarse como igualmente
válidos y respetables distintos códigos morales más o menos
compatibles entre sí…”
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1 C. LA ÉTICA ES INDIRECTAMENTE NORMATIVA
“Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es un tipo de saber normativo, esto es, un
saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es un saber que ofrece orientaciones
para la acción, pero mientras esta última propone acciones concretas en casos concretos, la Ética -como Filosofía moral-
se remonta a la reflexión sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida
moral, de modo que su manera de orientar la acción es indirecta: a lo sumo puede señalar qué concepción moral es más
razonable para que, a partir de ella, podamos orientar nuestros comportamientos…”
1 D. USOS DEL TÉRMINO «MORAL»
“El término «moral» se utiliza hoy en día de muy diversas maneras, según los contextos de que se trate. Esta
multiplicidad de usos da lugar a muchos malentendidos que aquí intentaremos evitar examinando los usos más frecuentes y
estableciendo las distinciones pertinentes. Para empezar, obsérvese que la palabra «moral» se utiliza unas veces como
sustantivo y otras como adjetivo, y que ambos usos encierran, a su vez, distintas significaciones según los contextos.”
1 E. EL TÉRMINO «MORAL» COMO SUSTANTIVO
A. “Se usa a veces como sustantivo (la «moral», con minúscula y artículo determinado), para referirse a un conjunto de
principios, preceptos, mandatos, prohibiciones, permisos, patrones de conducta, valores e ideales de vida buena que
en su conjunto conforman un sistema más o menos coherente, propio de un colectivo humano concreto en una
determinada época histórica. En este uso del término, la moral es un sistema de contenidos que refleja una
determinada forma de vida. Tal modo de vida no suele coincidir totalmente con las convicciones y hábitos de todos y
cada uno de los miembros de la sociedad tomados aisladamente… La moral es, pues, en esta acepción del término, un
determinado modelo ideal de buena conducta socialmente establecido…
B. También como sustantivo, el término «moral» puede ser usado para hacer referencia al código de conducta personal
de alguien, como cuando decimos que «Fulano posee una moral muy estricta» o que «Mengano carece de moral». Tales
códigos morales personalmente asumidos son una síntesis de dos elementos: a) el patrimonio moral del grupo social al
que uno pertenece; b) la propia elaboración personal sobre la base de lo que uno ha heredado del grupo… Aunque lo
típico es que la mayor parte de los contenidos morales del código moral personal coincida con los del código moral
social, no es forzoso que sea así. De hecho, los grandes reformadores morales de la humanidad, tales como Confucio,
Buda, Sócrates o Jesús, fueron en cierta medida rebeldes al código moral vigente en su mundo social…
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C. A menudo se usa también el término «Moral» como sustantivo, pero esta vez con mayúscula, para referirse a una
«ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia». Ahora bien, esta
supuesta «ciencia del bien en general», en rigor, no existe. Lo que existe es una variedad de doctrinas morales
(«moral católica», «moral protestante», «moral comunista», «moral anarquista», etc.) y una disciplina filosófica, la
Filosofía Moral o Ética, que a su vez contiene una variedad de teorías éticas diferentes, e incluso contrapuestas
entre sí («ética socrática», «ética aristotélica», «ética kantiana», etc.)…
D. Existe un uso muy hispánico de la palabra «moral» como sustantivo, importante para comprender la vida moral: nos
referimos a expresiones como «tener la moral muy alta», «estar alto de moral», y otras semejantes. Aquí la moral es
sinónimo de «buena disposición de ánimo», «tener fuerzas, coraje, o arrestos suficientes para hacer frente -con
altura humana- a los retos que nos plantea la vida». Esta acepción tiene una honda significación filosófica… Desde esta
perspectiva, la moral no es sólo un saber ni un deber, sino sobre todo una actitud y un carácter, una disposición de la
persona entera que abarca lo cognitivo y lo emotivo, las creencias y los sentimientos, la razón y la pasión…
E. Cabe la posibilidad, por último, de que utilicemos el término «moral» como sustantivo en género neutro. De este modo
nos estaremos refiriendo a una dimensión de la vida humana: la dimensión moral, es decir, esa faceta que consiste en
la necesidad inevitable de tomar decisiones y llevar a cabo acciones de las que tenemos que responder ante nosotros
mismos y ante los demás, necesidad que nos impulsa a buscar orientaciones en los valores, principios y preceptos que
constituyen la moral en el sentido que hemos expuesto anteriormente (acepciones A y B).”
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1 F. EL TÉRMINO «MORAL» COMO ADJETIVO
“El adjetivo «moral» tiene sentidos distintos:
A. «Moral» como opuesto a «inmoral». Por ejemplo, se dice que tal o cual comportamiento ha sido inmoral, mientras que
tal otro es un comportamiento realmente moral. En este sentido es usado como término valorativo, porque significa
que una determinada conducta es aprobada o reprobada; aquí se está utilizando «moral» e «inmoral» como sinónimo de
moralmente «correcto» e «incorrecto». Este uso presupone la existencia de algún código moral que sirve de
referencia para emitir el correspondiente juicio moral.
B. «Moral» como opuesto a «amoral». Por ejemplo, la conducta de los animales es «amoral», puesto que los animales no
son responsables de sus actos. Menos aún los vegetales, los minerales, o los astros. En cambio, los seres humanos que
han alcanzado un desarrollo completo, y en la medida en que se les pueda considerar «dueños de sus actos», tienen una
conducta moral. Los términos «moral» y «amoral», así entendidos, no evalúan, sino que describen una situación:
expresan que una conducta reúne, o no reúne, los requisitos indispensables para ser puesta en relación con las
orientaciones morales (normas, valores, consejos, etc.).”
Adela Cortina y Emilio Martínez, “Ética”, 1996
2. ¿QUÉ ES LA VIDA BUENA PARA EPICURO?
2 A. NO TEMER A LOS DIOSES
“La naturaleza de los dioses / debe gozar por sí con paz profunda / de la
inmortalidad. Muy apartados / de los tumultos de la vida humana, / sin dolor,
sin peligro, enriquecidos / por sí mismos, en nada dependientes / de nosotros.
Ni acciones virtuosas / ni el enojo y la cólera les mueven.
Cuando la humana vida a nuestros ojos / oprimida yacía con infamia / en la
tierra por grave fanatismo, / que desde las mansiones celestiales / alzaba la
cabeza amenazando / a los mortales con horrible aspecto, / al punto un varón
griego osó el primero / levantar hacia él mortales ojos / y abiertamente
declararle guerra. / No intimidó a este hombre señalado / la fama de los
dioses, ni sus rayos, / ni del cielo el colérico murmullo. / El valor extremado de
su alma / se irrita más y más con el deseo / de romper él primero los recintos
/ y de Natura las ferradas puertas. / La fuerza vigorosa de su ingenio /
triunfa y lanza más allá los muros / inflamados del mundo, y con su
mente / corrió la inmensidad, pues victorioso / nos dice cuáles cosas nacer
pueden, / cuáles no pueden, cómo cada cuerpo / es limitado por su misma
esencia. / Por lo que el fanatismo envilecido / a su voz es hallado con desprecio. / ¡Nos iguala a los dioses la victoria!
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Mas temo mucho en esto que te digo / pienses acaso no te dé lecciones / de impiedad, enseñándote el camino / de la
maldad. Por el contrario, ¡oh Memmio!, / de acciones detestables y malvadas / fue causa el fanatismo muchas veces. / A la
manera que en Aulide un tiempo / el altar de Diana mancharon / torpemente con la sangre de Ifigenia / la flor de los
caudillos de los griegos, / los héroes más famosos de la tierra… / Como infeliz víctima inmolada / para dar a la escuadra
buen suceso: / ¡Tanta maldad persuade el fanatismo!
De aterradores cuentos fatigado / referidos por todos los poetas, / quizá huirás de mí también tú, Memmio, /
juzgándome inventor de sueños vanos / que sin cesar toda tu vida agiten, / y el temor contagie tu ventura. / Y con razón;
pues si los hombres viesen / que cierto fin tenían sus desdichas, / en alguna manera se armarían, / resistirían contra el
fanatismo / y amenazas terribles de poetas… / Preciso es que nosotros desterremos / estas tinieblas y estos sobresaltos,
/ no con los rayos de la luz del día, / sino pensando en la naturaleza.
Por un principio suyo empezaremos: / ninguna cosa nace de la nada; / no puede hacerlo la divina esencia. / Aunque reprime
a todos los mortales / el miedo de manera que se inclinan / a creer producidas por los dioses / muchas cosas del cielo y de
la tierra, / por no llegar a comprender sus causas. / Por lo que cuando hubiéremos probado / que de la nada, nada puede
hacerse, / entonces quedaremos convencidos / del origen que tiene cada cosa; / y sin la ayuda de los inmortales / de qué
modo los seres son formados.”
Lucrecio, “De la naturaleza de las cosas”, Siglo I antes de nuestra era
2 B. NO PREOCUPARSE POR LA MUERTE
“Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros,
puesto que el bien y el mal no existen más que en la sensación, y la
muerte es la privación de sensación. Un conocimiento exacto de
este hecho, que la muerte no es nada para nosotros, permite gozar
de esta vida mortal evitándonos añadirle la idea de una duración
eterna y quitándonos el deseo de la inmortalidad. Pues en la vida
nada hay temible para el que ha comprendido que no hay nada
temible en el hecho de no vivir.
Es necio quien dice que teme la muerte, no porque es temible una
vez llegada, sino porque es temible el esperarla. Porque si una cosa
no nos causa ningún daño en su presencia, es necio entristecerse
por esperarla. Así pues, el más espantoso de todos los males, la
muerte, no es nada para nosotros porque, mientras vivimos, no
existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos.
Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos,
porque para los unos no existe, y los otros ya no son.
La mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males, y otras veces la desea como el término
de los males de la vida. [El sabio, por el contrario, ni desea] ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga, y tampoco
cree que sea un mal el no existir. Igual que no es la abundancia de los alimentos, sino su calidad, lo que nos place, tampoco
es la duración de la vida la que nos agrada, sino que sea grata. En cuanto a los que aconsejan al joven vivir bien y al viejo
morir bien, son necios, no sólo porque la vida tiene su encanto, incluso para el viejo, sino porque el cuidado de vivir bien y
el cuidado de morir bien son lo mismo. Y mucho más necio es aún aquel que pretende que lo mejor es no nacer, «y cuando
se ha nacido, franquear lo antes posible las puertas del Hades». Porque, si habla con convicción, ¿por qué él no sale de la
vida? Le sería fácil si está decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frívolo en una cuestión que no lo es. Así
pues, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance,
de suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese que
llegar con certeza.”
Epicuro, “Carta a Meneceo”, Siglo III antes de nuestra era
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2 C. NI BUSCAR TODO PLACER, NI HUIR DE TODO DOLOR
“Hay que comprender que entre los deseos, unos son naturales y otros vanos, y que
entre los deseos naturales, unos son necesarios y otros sólo naturales. Por último,
entre los deseos necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para la
tranquilidad del cuerpo, y los otros para la vida misma. Una teoría verídica de los
deseos refiere toda preferencia y toda aversión a la aponía (ausencia de dolor) del
cuerpo y a la ataraxia (imperturbabilidad) del alma, ya que en ello está la perfección
de la vida feliz, y todas nuestras acciones tienen como fin evitar a la vez el
sufrimiento y la inquietud. Y una vez lo hemos conseguido, se dispersan todas las
tormentas del alma, porque el ser vivo ya no tiene que dirigirse hacia algo que no
tiene, ni buscar otra cosa que pueda completar la felicidad del alma y del cuerpo. Ya
que buscamos el placer cuando su ausencia nos causa un sufrimiento. Cuando no
sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.
Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos
reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el
que nos hace preferir o rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad
como criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de
ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como
consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres,
cuando nos producen un placer mayor después de haberlos soportado durante largo tiempo.
Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es deseable. Igualmente todo dolor
es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una
prudente consideración de las ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como
un mal, y en otros el mal como un bien.”
Epicuro, “Carta a Meneceo”, Siglo III antes de nuestra era
2 D. HABITUARSE A UNA VIDA SENCILLA Y MODESTA
“A nuestro entender la autarquía es un gran bien. No es que
debamos siempre contentarnos con poco, sino que, cuando nos
falta la abundancia, debemos poder contentarnos con poco,
estando persuadidos de que gozan más de la riqueza los que tienen
menos necesidad de ella, y que todo lo que es natural se obtiene
fácilmente, mientras que lo que no lo es se obtiene difícilmente.
Los alimentos más sencillos producen tanto placer como la mesa
más suntuosa, cuando está ausente el sufrimiento que causa la
necesidad; y el pan y el agua proporcionan el más vivo placer
cuando se toman después de una larga privación.
El habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un buen modo
de cuidar la salud y además hace al hombre animoso para realizar
las tareas que debe desempeñar necesariamente en la vida.
Le permite también gozar mejor de una vida opulenta cuando la ocasión se presente, y lo fortalece contra los reveses de
la fortuna.”
Epicuro, “Carta a Meneceo”, Siglo III antes de nuestra era
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3. ¿QUÉ ES LA VIDA BUENA PARA IMMANUEL KANT?
3 A. IDEA Y NECESIDAD DE UNA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES
“La física puede aceptar varios principios como universales, basándose en el testimonio de la experiencia… Así,
Newton admitió como fundado en la experiencia el principio de la igualdad de la acción y la reacción en la influencia
recíproca de los cuerpos, y lo extendió a la totalidad de la naturaleza material. Los químicos van todavía más lejos y
fundamentan en la experiencia las leyes más universales de la unión y separación de las materias por sus propias fuerzas…
Pero con las leyes morales el asunto es otro. Sólo en la medida en que pueden considerarse como fundadas a priori
y necesarias, valen como leyes; incluso los juicios sobre nosotros mismos y nuestro hacer, carecen de significado moral
cuando contienen lo que solamente puede aprenderse de la experiencia, y si nos dejamos inducir a convertir en principio
moral algo extraído de esta última fuente, corremos el peligro de caer en los errores más groseros y perniciosos…
Los preceptos de la moralidad… mandan a cada uno sin atender a sus inclinaciones: únicamente porque, y en la
medida en que, es libre y está dotado de razón práctica. La enseñanza en sus leyes no está tomada de la observación de sí
mismo y de la propia animalidad, ni de la percepción del curso del mundo, de lo que sucede y cómo se obra, sino que la
razón manda cómo se debe obrar, aun cuando no se encontrara todavía ningún ejemplo de ello; y tampoco tiene en cuenta
la ventaja que de ello puede originarse para nosotros y que, ciertamente, sólo la experiencia podría enseñarnos…
Si un sistema de
conocimientos a priori por puros
conceptos se llama metafísica,
una filosofía práctica, que no
tiene por objeto la naturaleza
sino la libertad del arbitrio,
presupondrá y requerirá una
metafísica de las costumbres…
Del mismo modo que en una
metafísica de la naturaleza,
tiene que haber principios
supremos universales… en una
metafísica de las costumbres.”
Immanuel Kant. “Metafísica de las costumbres.” 1797
3 B. LA CONDICIÓN QUE HACE POSIBLE EL COMPORTAMIENTO MORAL ES LA BUENA VOLUNTAD
“Ni en el mundo ni, en general, fuera de él, es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin
restricción, excepto una buena voluntad. El entendimiento, el ingenio, la facultad de discernir, o como quieran llamarse los
talentos del espíritu; o el valor, la decisión, la constancia en los propósitos como cualidades del temperamento son, sin
duda, buenos y deseables en muchos sentidos, aunque también pueden llegar a ser extraordinariamente malos y dañinos si
la voluntad que debe hacer uso de estos dones de la naturaleza no es buena. Lo mismo sucede con los dones de la fortuna.
El poder, la riqueza, el honor, incluso la salud y la satisfacción y alegría con la propia situación personal, dan valor, y tras
él a veces arrogancia, si no existe una buena voluntad que dirija y acomode a un fin universal el influjo de esa felicidad…
Por lo que la buena voluntad parece constituir la ineludible condición que nos hace dignos de ser felices…
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, ni por su aptitud para alcanzar algún determinado fin
propuesto previamente, sino que sólo es buena por el querer, es decir, en sí misma. Considerada por sí misma es, sin
comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que por medio de ella pudiéramos realizar en provecho de alguna
inclinación y, si se quiere, de la suma de todas las inclinaciones. Aunque por una particular desgracia del destino… faltase
completamente a esa voluntad la facultad de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudiera
llevar a cabo nada y sólo quedase la buena voluntad, aun así esa buena voluntad brillaría por sí misma como una joya, como
algo que en sí mismo posee pleno valor. Ni la utilidad ni la esterilidad pueden añadir ni quitar nada a este valor.”
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
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3 C. LO QUE HACE BUENA A UNA VOLUNTAD ES EL DEBER
“Para desarrollar el concepto de una buena voluntad, digna de ser estimada por sí misma y sin ningún propósito
exterior a ella; para desarrollar este concepto que se halla en la cúspide de toda la estimación que tenemos de nuestras
acciones y que es la condición de todo lo demás, vamos a considerar el concepto del deber, que contiene el de una voluntad
buena, aunque bajo ciertas restricciones y obstáculos subjetivos…
Prescindo aquí de todas aquellas acciones ya conocidas como contrarias al deber, pues en ellas ni siquiera se
plantea la cuestión de si pueden suceder por deber, ya que ocurren en contra de éste. También dejaré a un lado las
acciones que, siendo realmente conformes al deber, no son aquellas acciones por las cuales siente el hombre una
inclinación inmediata, sino que las lleva a cabo porque otra inclinación le empuja a ello. En efecto, en estos casos puede
distinguirse muy fácilmente si la acción conforme al deber ha sucedido por deber o por una intención egoísta. Mucho más
difícil de notar es esa diferencia cuando la acción es conforme al deber y el sujeto tiene, además, una inclinación
inmediata por ella. Por ejemplo, es conforme al deber, desde luego, que el comerciante no cobre más caro a un comprador
inexperto, y en los sitios donde hay mucho comercio el comerciante avispado no lo hace, en efecto, sino que mantiene un
precio fijo para todos en general… Así pues, uno es servido honradamente, pero esto no es ni mucho menos suficiente para
creer que el comerciante haya obrado así por deber o por principios de honradez: lo exigía su provecho. Tampoco es
posible admitir además que el comerciante tenga una inclinación inmediata hacia los compradores, de manera que por amor
a ellos, por decirlo así, no haga diferencias a ninguno en el precio. Por consiguiente, la acción no ha sucedido ni por deber
ni por inclinación inmediata, sino simplemente con una intención egoísta.
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
3 D. EL DEBER ES LA NECESIDAD DE UNA ACCIÓN POR RESPETO A LA LEY
Por una inclinación en general, sea mía o de cualquier otro, no puedo tener respeto; a lo sumo, puedo aprobarla en
el primer caso, y en el segundo, considerarla favorable a mi propio provecho. Pero objeto de respeto, y en consecuencia un
mandato, solamente puede serlo aquello que se relaciona con mi voluntad como fundamento y nunca como efecto, aquello
que no está al servicio de mi inclinación sino que la domina… esto es, la ley en sí misma. Una acción realizada por deber
tiene que excluir completamente, por tanto, el influjo de la inclinación, y con ésta, todo objeto de la voluntad. No queda,
pues, otra cosa que pueda determinar la voluntad más que, objetivamente, la ley, y subjetivamente, el respeto puro a esa
ley práctica, y, por lo tanto, la máxima de obedecer siempre a esa ley, incluso con perjuicio de todas mis inclinaciones…
Ninguna otra cosa, sino sólo la representación de la ley en sí misma, en cuanto que ella, y no el efecto esperado, es
el fundamento determinante de la voluntad, puede constituir ese bien tan excelente que llamamos bien moral, el cual está
ya presente en la persona misma que obra según esa ley, y que no es lícito esperar de ningún efecto de la acción.
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
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3 E. SÓLO LOS IMPERATIVOS CATEGÓRICOS EXIGEN EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER
En la naturaleza cada cosa actúa siguiendo ciertas leyes. Sólo un ser racional posee la facultad de obrar por la
representación de las leyes, esto es, por principios, pues posee una voluntad. Como para derivar las acciones a partir de
las leyes es necesaria la razón, resulta que la voluntad no es otra cosa que razón práctica. Si la razón determina
indefectiblemente la voluntad de un ser, las acciones de éste, reconocidas como objetivamente necesarias, son también
subjetivamente necesarias… Pero si la razón por sí sola no determina suficientemente la voluntad; si la voluntad se halla
sometida también a condiciones subjetivas (ciertos resortes) que no siempre coinciden con las condiciones objetivas;
entonces las acciones consideradas objetivamente necesarias son subjetivamente contingentes, y la determinación de tal
voluntad en conformidad con las leyes objetivas se denomina constricción, es decir, que la relación de las leyes objetivas
para con una voluntad no enteramente buena se representa como la determinación de la voluntad de un ser racional por
medio de fundamentos racionales, pero a los cuales esta voluntad no es por su naturaleza necesariamente obediente.
La representación de un principio objetivo en cuanto que es constrictivo para una voluntad se denomina mandato
(de la razón), y la fórmula del mandato se llama imperativo… El imperativo dice, pues, qué acción posible por mí es buena, y
representa la relación de una regla práctica con una voluntad que no hace una acción sólo por el hecho de ser una acción
buena, primero, porque el sujeto no siempre sabe que es buena, y segundo, porque, aunque lo supiera, sus máximas podrían
ser contrarias a los principios objetivos de una razón práctica…
Todos los imperativos mandan, o bien hipotéticamente, o bien categóricamente. Aquéllos representan la necesidad
práctica de una acción posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere. El imperativo categórico sería aquel que
representa una acción por sí misma como objetivamente necesaria, sin referencia a ningún otro fin…
El imperativo hipotético señala solamente que la acción es buena para algún propósito posible o real. En el primer
caso es un principio problemático - práctico, mientras que en el segundo es un principio asertórico-práctico. El imperativo
categórico, que, sin referencia a ningún propósito, es decir, sin ningún otro fin, declara la acción objetivamente necesaria
en sí misma, tiene el valor de un principio apodíctico - práctico.
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
3 F. FORMULACIÓN DEL IMPERATIVO CATEGÓRICO
Ahora bien, ¿cuál puede ser esa ley cuya representación, aun sin referirnos al efecto que se espera de ella, tiene
que determinar la voluntad para que ésta pueda llamarse, sin ninguna restricción, absolutamente buena? Puesto que he
sustraído la voluntad a todos los impulsos que podrían apartarla del cumplimiento de una ley, no queda nada más que la
legalidad universal de las acciones en general (que debe ser el único principio de la voluntad); es decir, yo no debo obrar
nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal. Aquí, la mera legalidad en
general (sin poner como fundamento ninguna ley adecuada a acciones particulares) es la que sirve de principio a la
voluntad, y así tiene que ser si el deber no debe reducirse a una vana ilusión y un concepto quimérico…
Sea, por ejemplo, la pregunta siguiente: ¿me es lícito, cuando me encuentro en un apuro, hacer una promesa con el
propósito de no cumplirla? […] Es cosa muy distinta ser veraz por deber o serlo por temor a las consecuencias
perjudiciales, porque, en el primer caso, el concepto mismo de la acción contiene ya una ley para mí, mientras que en el
segundo tengo que empezar observando a mi alrededor qué consecuencias puede acarrearme la acción…
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Para resolver de la manera más breve y sin engaño alguno la pregunta de si una promesa mentirosa es conforme al
deber, me bastará preguntarme a mí mismo: ¿me daría yo por satisfecho si mi máxima (salir de apuros por medio de una
promesa mentirosa) debiese valer, tanto para los demás
como para mí, como ley universal?, ¿podría yo decirme a
mí mismo: cada cual puede hacer una promesa falsa
cuando se halla en un apuro del que no puede salir de otro
modo? Y bien pronto me convenzo de que bien puedo
querer la mentira, pero no puedo querer, sin embargo, una
ley universal de mentir, pues, según esa ley, no habría
ninguna promesa propiamente hablando, porque sería
inútil hacer creer a otros mi voluntad con respecto a mis
futuras acciones, ya que no creerían mi fingimiento, o si,
por precipitación lo hicieran, me pagarían con la misma
moneda. Por lo tanto, tan pronto como se convirtiese en
ley universal, mi máxima se destruiría a sí misma.
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
3 G. LOS SERES HUMANOS SON SIEMPRE FINES EN SÍ MISMOS, NUNCA MEDIOS
Todos los seres racionales están sujetos a la ley de que cada uno de ellos debe tratarse a sí mismo y tratar a
todos los demás nunca como simple medio, sino siempre al mismo tiempo como fin en sí mismo. Entonces nace de aquí un
enlace sistemático de los seres racionales por leyes objetivas comunes, esto es, un reino que, puesto que esas leyes se
proponen relacionar a esos seres como fines y medios, muy bien puede llamarse un reino de los fines, aunque, desde
luego, sólo en la idea.
Un ser racional pertenece como miembro al reino de los fines cuando forma parte de él como legislador universal,
pero también cuando se halla sujeto a las leyes. Pertenece al reino como jefe cuando, como legislador, no está sometido a
la voluntad de otro.
Immanuel Kant. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres.” 1785
IMÁGENES:
Página 1: “Mafalda”, Quino. “Desigualdad social”, Matador.
Páginas 2 y 3: “Mafalda”, Quino.
Página 4: “Inmoral”, Alagunna. “Conducta inmoral”, Asterisko. “Miedos”, blog de Irad Nieto.
Página 5: “Muerte y vida”, Klimt.
Página 6: “ “La ataraxia”, Fernando Castillo. “Pobres gentes”, André Collin.
Página 7: “Acción-reacción”. Blog de George Tapia. “Los pobres, ¿son noticia?”, Donostilandia.
Página 8: Adaptación de “El tendero”, Junta de Andalucía.
Página 9: “Mafalda”, Quino.
Página 10: “Promesas electorales”, Alecus.