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Page 1: Domesticación Animal y Vegetal en La Araucania (Traslado de Camélidos a Una Isla)

Universidad de Tarapaca

DOMESTICACIÓN DE PLANTAS Y ANIMALES EN LA ARAUCANÍA: DATOS, METODOLOGÍAS YPROBLEMASAuthor(s): Marco Sánchez, Daniel Quiroz and Mauricio MassoneSource: Chungara: Revista de Antropología Chilena, , Volumen Especial. EDICIÓN DEDICADA ALAS ACTAS DEL XV CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA CHILENA, ARICA, OCTUBRE2000 TOMO I - SIMPOSIOS (Septiembre 2004), pp. 365-372Published by: Universidad de TarapacaStable URL: http://www.jstor.org/stable/27802331 .

Accessed: 10/05/2014 14:21

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Volumen Especial, 2004. P?ginas 365-372

Chungara, Revista de Antropolog?a Chilena

DOMESTICACI?N DE PLANTAS Y ANIMALES EN LA ARAUCAN?A: DATOS, METODOLOG?AS

Y PROBLEMAS Marco S?nchez*, Daniel Quiroz** y Mauricio Massone*

El problema de la domesticaci?n de plantas y animales en la Araucan?a no ha recibido, por diversos motivos, una adecuada

atenci?n de parte de los especialistas, arque?logos, zooarque?logos y arqueobot?nicos, a excepci?n de Latcham (1922,1936). ?Es

posible inferir a trav?s de los datos arqueol?gicos existentes, de las metodolog?as usadas y de las teor?as ocupadas la segura existencia de domesticaci?n de plantas y animales en la zona? O tal vez podamos, al menos, formular hip?tesis y/o interpretaciones bien fundamentadas, que permitan desarrollar l?neas de investigaci?n que mejoren sustancialmente los datos, las metodolog?as y las teor?as usadas, hasta el momento, en el estudio de la domesticaci?n de plantas y animales en la Araucan?a.

Palabras claves: Domesticaci?n de plantas y animales, Araucan?a, zooarqueolog?a, arqueobot?nica.

For different reasons, the issue of plants and animals domestication in Araucan?a has not received proper attention by the special ists, namely archaeologists, zoo-archaeologists, and archaeo-botanists. The only exception in this regards has been Latcham

(1922, 1936). Is it possible to derive the actual presence of domestication of the area's plants and animals based on available

archaeological data, as well as on the current methodologies and theories? Perhaps we could start by suggesting hypothesis and

interpretations leading to the development of areas of investigation that, in turn, may substantially improve the data, methodolo

gies, and theories gather and/or used so far in the research about domestication of plants and animals in Araucan?a.

Key words: Plants and animals domestication, Araucan?a, zooarchaeology, archaeobotany.

Los estudios de los materiales recogidos en el marco de nuestras investigaciones en Isla Mocha y el litoral araucano, realizados por Becker (1997a, 1997b) sobre la presencia de Lama guanicoe semidomesticado, por Rojas y Cardemil (1995) sobre la existencia de semillas de Solanum

tuberosum, Chenopodium quinoa, Zea mays y pro bablemente Bromus mango, corresponden a una

primera aproximaci?n al problema de la domesti caci?n de plantas y animales en la Araucan?a. Es tos trabajos nos han impulsado a reflexionar de una

manera m?s sistem?tica sobre la presencia de plan tas y animales domesticados en el centro sur de Chile.

Para la Araucan?a (nombre de fantas?a que usa mos para nombrar lo que se ha dado en llamar "el Centro Sur de Chile") se han descrito y analizado dos complejos de funebria (y/o estilos cer?micos,

seg?n quien sea el due?o del discurso) bastante par ticulares: uno m?s temprano, denominado Pitr?n

(400-1.100 d.C), y otro m?s tard?o llamado El Ver

gel (1.000-1.500 d.C), y se ha sistematizado res

pecto de algunas de las caracter?sticas m?s rele vantes de los complejos para la prehistoria del centro sur de Chile (Aldunate 1989; Dillehay 1990).

Complejo Pitr?n (400-1.100 d.C.)

La definici?n del Complejo Pitr?n indica que se tratar?a de la primera manifestaci?n agroalfarera de la zona centro sur. Dillehay, sin embargo, pien sa que a?n no es posible asegurar que Pitr?n sea el

complejo cer?mico m?s temprano o solamente uno

de los diferentes complejo contempor?neos presen tes en distintas partes de la regi?n. Tal vez los ha

llazgos en Quino, con fechas entre el 100 y 300 d.C, nos se?alen la presencia de un complejo cer?mico m?s temprano que Pitr?n (Quiroz et al. 1997), pero estas investigaciones se encuentran reci?n en sus

etapas iniciales.

Seg?n Ad?n y Mera (1997) los grupos Pitr?n

ocuparon cuatro tipos de ambientes: (a) cordilleranos, sea ?sta la de Nahuelbuta o la de los

Andes, (b) precordilleranos andino y lacustres, (c) valles, asociados generalmente a los cursos medios de los r?os, y (d) costa, o mejor dicho un ?mbito vinculado a la costa, ya que muchos sitios se en

cuentran bastante alejados de la costa (20 km), que

permite el acceso a recursos de mar, al sistema de

lagos y lagunas y desembocaduras de los r?os, diversificando as? los recursos y posibilidades

* Museo de Historia Natural de Concepci?n, Casilla 105, Concepci?n. [email protected], [email protected] ** Centro Documentaci?n Bienes Patrimoniales, Direcci?n de Bibliotecas, Archivos y Museos. [email protected]

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366 Marco S?nchez, Daniel Quiroz y Mauricio Massone

adaptativas. La alfarer?a temprana de espacios costeros presenta una abundancia de tipos monocromos y respecto de la decoraci?n se ha iden tificado la presencia de las tres modalidades deco rativas conocidas: el modelado, la t?cnica negativa y la combinaci?n del raspado con la t?cnica nega tiva.

No existen datos concretos que permitan defi nir a Pitr?n como un complejo agr?cola, ni siquiera hort?cola. En este sentido parece prudente, como lo han hecho algunos autores, plantear que se trata

m?s bien de peque?os grupos familiares cuya orien taci?n econ?mica estar?a dirigida hacia la caza y recolecci?n que permitir?an los ambientes boscosos de esta regi?n (Aldunate 1989:341-346). Las acti vidades hort?colas ser?an, en este contexto, com

plementarias. La mayor?a de los autores coinciden en vincu

lar los grupos Pitr?n con culturas formativas de

Sudam?rica, poniendo atenci?n en los desarrollos de Molle, Bato y Llolleo y con la cultura Candela ria en Argentina (Aldunate 1989; Dillehay 1990). Hasta el momento no existe ning?n trabajo dirigi do fundamentalmente al establecimiento de com

paraciones sistem?ticas. En este contexto se sit?an aseveraciones tales como

que recibieran innovaciones venidas del nor

te, tales como /.../ probablemente algunos co

nocimientos de cultivos. Es posible que el ma?z

y la papa /.../ hayan sido sembrados en peque ?os huertos de temporada, para lo cual era ne cesario despejar el bosque mediante roces a

fuego (Aldunate 1997:62).

Relativo al manejo de animales, nada se dice

respecto de los grupos Pitr?n, trasladando su dis

cusi?n, m?s bien, a los per?odos m?s tard?os.

Complejo El Vergel (1.000-1.500 d.C.)

Aldunate (1989:339-342), bas?ndose princi palmente en los trabajos de Latcham (1928) y Bullock (1956, 1970), caracteriza el Complejo El

Vergel como otro complejo funerario. El Vergel se define por la presencia de diversas modalidades de

inhumaci?n, siendo la m?s caracter?stica la de enterratorios en urnas, pero existiendo tambi?n la inhumaci?n de cuerpos rodeados de piedra, entie

rros simples en posici?n extendida y en ata?des de madera ("canoas funerarias"). Dillehay (1990) de fine el Complejo El Vergel como un complejo cer?mico, "caracterizado principalmente por sus

grandes urnas funerarias", a veces asociadas con

"unas pocas vasijas bicolores", desconoci?ndose otros rasgos culturales asociados. Dillehay (1990) adem?s retoma y actualiza el denominado "tiruanense" de Menghin (1962), definido ya por Latcham (1928), y nos habla de la existencia de un

Complejo Tir?a, de naturaleza costera, contempo r?neo del Complejo El Vergel, interior, y de un Com

plejo Valdivia, posterior y de distribuci?n m?s meri dional. Dillehay piensa que estos complejos tienen en com?n "una herencia compartida desde los pe r?odos formativos tempranos en los Andes Centra les y en la selva amaz?nica" (Dillehay 1990:74).

Los sitios del Complejo El Vergel se ubicar?an cercanos a los r?os aprovechando los cursos flu viales para el regad?o de sus cultivos "de papas, ma?z, quiz? porotos y qu?noa", la domesticaci?n de los cam?lidos "se hallaba consolidada" y "la recolec ci?n terrestre y mar?tima y la caza debieron siempre jugar un papel dominante en la econom?a" (Aldunate 1989:341). Es decir, estar?amos, sin lugar a dudas, frente a un complejo con un amplio dominio de t?cnicas agr?colas que les permit?an cultivar una serie de especies y tambi?n manejar un conjunto limitado de especies animales.

?Qu? relaci?n tiene este complejo, ambigua mente definido, con los grupos ?tnicos que pobla ron la misma regi?n y cuyas caracter?sticas fueron

registradas tempranamente por los cronistas euro

peos a mediados del siglo XVI? ?Es posible asegu rar que los grupos humanos que se enfrentaron a los

espa?oles en esa ?poca eran portadores de la cer? mica decorada Rojo sobre Blanco, caracter?stica de este complejo? Estos grupos tard?os sin duda po se?an, a la llegada de los espa?oles, una serie de cultivos (Bibar 1558) y tambi?n manejaban un cam?lido en estado de semidomesticaci?n: el

guanaco (Benavente 1985). Este es un tema que requiere de un desarrollo espec?fico y no ser? abor dado en este trabajo.

Ahora quisi?ramos presentar algunos de los antecedentes que tenemos respecto de la domesti caci?n de vegetales y animales en la Araucan?a, mirados desde nuestras investigaciones en Isla Mocha.

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Domesticaci?n de Plantas y Animales en la Araucan?a... 367

Materiales y M?todos

Los trabajos que hemos estado realizando des de hace algunos a?os al oeste de la cordillera de

Nahuelbuta, entre el Bio-Bio por el norte y el Im

perial por el sur, nos sugieren la presencia de am bos complejos, Pitr?n y El Vergel, en la zona cos

tera, identificados ya sea por colecciones obtenidas en excavaciones arqueol?gicas, en rescates y tam

bi?n, desafortunadamente, en saqueos de innume

rables sitios arqueol?gicos. Hemos agrupado los resultados de nuestras

investigaciones sobre los complejos alfareros "araucanos" en la definici?n de dos fases: una m?s

temprana y otra m?s tard?a, pero reconociendo, sobre todo en la cer?mica, una gran continuidad desde los sitios m?s tempranos hasta los m?s tar d?os. Las fechas m?s tard?as que tenemos en los

espacios costeros para el Pitr?n modelado y pinta do se confunden con las fechas m?s tempranas exis tentes para piezas de estilo El Vergel, apareciendo en la costa piezas formalmente Pitr?n decoradas en el estilo de El Vergel. Un ejemplo de esta situa ci?n lo constituyen hallazgos hechos recientemen te en un sitio de la localidad de Morhuilla, al sur de Lebu, fechado por termoluminiscencia en 1.020?90 d.C. (UCTL-1026).

Hemos logrado identificar y fechar por termo luminiscencia una serie de sitios Pitr?n en la franja costera que se extiende al oeste de la cordillera de

Nahuelbuta, entre Ca?ete y Tir?a, tales como Huechicura (52Q?140 d.C, UCTL-1023), Quinahue (670?130 d.C, UCTL-825), Tranaquepe (720?100 d.C, UCTL-822) y Loncotripay (1.065?90 d.C, UCTL-1024), todos ellos con tipos monocromos. En relaci?n a la presencia de tipos modelados y

con pintura negativa, tenemos dos sitios habita cionales en Isla Mocha con fechados radiocarb? nicos entre 1.100 y 1.250 d.C. Estas fechas, relati vamente tard?as, se oponen a la obtenida en el sitio P10-1 (430?150 d.C, UCTL-537), donde aparece un jarro con modalidad decorativa poco frecuente en la cer?mica Pitr?n (V?squez y S?nchez 1993). No hemos encontrado sitios claramente Pitr?n al norte de Ca?ete.

Los sitios El Vergel, m?s numerosos y m?s

extensos, se encuentran representados pr?cticamente en toda la zona estudiada: Quinquina, Chiguayante, Coronel (Co-2), Tubul I, Tubul II, Yane (Qp-1), Morhuilla (Le-22, Le-32), Llenquehue, Tucapel, Isla Mocha (P31-1, P21-1, P25-1) y Tir?a.

Entre los diversos lugares trabajados hemos

escogido, para desarrollar el presente trabajo, tres sitios ubicados en Isla Mocha: P5-1, P25-1 y P31 -1. La informaci?n que debemos correlacionar es la

siguiente: (a) estratigraf?a del sitio, (b) cronolog?a, usando fechados radiocarb?nicos calibrados a dos

sigmas (Tabla 1) (c) an?lisis de fauna y (d) an?lisis de semillas.

Resultados

El sitio P5-1

El sitio P5-1 se emplaza sobre la terraza III

(Prieto 1997), cerca de un escarpe de erosi?n y a una cota cercana a los 25 msnm. En 1994 se reali z? un pozo de sondeo de lxl m, excavado en nive les artificiales de 10 cm, alcanzando una profundi dad m?xima de 130 cm.

Estratigr?ficamente hemos podido detectar tres

componentes en el sitio: desde los niveles inferi?

Tabla 1. Fechados radiocarb?nicos calibrados sitios alfareros Isla Mocha.

Sitio Fase N? Laboratorio Fechas calibradas C13/C12 Material Calibraci?n

P5-1

P5-1

P25-1

P25-1

P25-1

P25-1

P25-1

P31-1

P31-1

P31-1

III I III III II II II IV IV III

Beta-73674

Beta-73675

Beta-132089

Beta-132088

Beta-114462

Beta-137970

Beta-62819

Beta-95085

Beta-57811

Beta-95086

1.170

660

1.175

1.275

995

1.010

1.030

1.385

1.410

1.250

1.430 d.C.

1.040 d.C.

1.405 d.C.

1.425 d.C.

1.280 d.C.

1.275 d.C.

1.290 d.C.

1.475 d.C.

1.510 d.C.

1.395 d.C.

-28,7

-27,6

-26,6

-26,9

-26,2

-24,6

-25,1

-25,8

-25,0

-25,3

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

carb?n

2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma, 2 sigma,

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

p=0,95

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368 Marco S?nchez, Daniel Quiroz y Mauricio Massone

res a los superiores, I, II y III. Se tomaron dos mues tras de carb?n, una para el componente II, en el ni vel 6 (50-60 cm), que fech? 1.170-1.430 d.C. (Beta 73674) y la otra para el componente I en el nivel 11

(100-110 cm) que dio una fecha de 660-1.040 d.C.

(Beta-73675). Esta fecha es una de las m?s tempra nas conocidas para los per?odos alfareros insulares.

El sitio P25-1

El sitio P25-1 se encuentra ubicado en la parte oeste de la isla, en la Parcela 25, de propiedad de la Sucesi?n Rojas Herrera, muy cerca del cord?n

monta?oso y a unos 1.800 m de la playa. La

geomorfologia de este sitio es bastante compleja. Parece emplazarse sobre una unidad de paleodunas, entre las que se reconocen algunos niveles aterrazados y escarpes de terrazas. Estas dunas fue

ron depositadas en las partes bajas de las laderas de los cerros y sobre la terraza III suroccidental, con posterioridad al alzamiento parcial de dicha

terraza, ocurrido aproximadamente entre los 2.630 ?110 y los 1.455 ? 110 a.p. (Prieto 1997).

Tiene aproximadamente una superficie de 1.200 m2 y se encuentra dividido en dos sectores

por un peque?o estero que lo atraviesa longitudinal mente, dejando al descubierto, como producto de su acci?n erosiva, perfiles con una potencia cerca

na a los 120 cm, testigos de las ocupaciones huma nas pasadas. El sector norte, m?s bajo, est? a?n

ocupado como tierra agr?cola, principalmente en

el cultivo de papas; en cambio, el sector sur, un

poco m?s alto, se encuentra abandonado por m?s de 10 a?os para la agricultura, al ser un terreno

muy arenoso y considerarse poco productivo. Excavamos dos cuadr?culas, una de 2x2 m en

el sector superior, cerca de la monta?a, y la otra de 2x1 m en el sector medio, junto a un estero que atraviesa longitudinalmente el sitio.

La excavaci?n de estas dos cuadr?culas, com

binando niveles artificiales y naturales, nos permi ti? definir para el sitio P25-1 la presencia de tres niveles culturales con clara expresi?n estratigr?fica (Capas I a III) y un sustrato de arena amarilla do rada (Capa IV) donde se fueron formando las dis tintas ocupaciones.

La Capa I la podemos dividir en: la, que co

rresponde a una matriz de tierra de textura fina y porosa, con un alto contenido org?nico (con mu

chas ra?ces) y con caracter?sticas arcillosas, de co

lor caf? muy oscuro y bastante compacta por efec

to de la humedad del suelo (en Cl corresponde a una peque?a franja de no m?s de 4 cm de espesor, denominada capa superficial, y en C2 representa una ocupaci?n de unos 18 cm) y Ib, en una matriz de tierra de textura muy fina, de color gris y menos

compacta que la anterior (en CI la capa mide unos 20 cm y en C2 unos 38 cm). la y Ib parecen repre sentar una misma ocupaci?n diferenciada solamen

te porque su frontera representa el punto hasta don de lleg? el arado en las labores agr?colas.

La Capa II corresponde a una matriz

heterog?nea, compuesta de humus arcilloso y are nas amarillas, que le dan una tonalidad caf? clara. En CI la capa mide unos 20 cm (capa 2) y en C2.

Para este nivel tenemos los siguientes fecha dos: 1.175-1.405 d.C. (Beta 132089) y 1.275-1.425 d.C. (Beta 132088).

La Capa III se compone de una matriz tam bi?n heterog?nea en la que se mezcla tierra con

bajo contenido org?nico y arena amarilla, con un color plomizo. En esta capa se hab?a encontrado, en 1993, un fragmento con pintura negativa cuya

superficie interior es alisada de color gris?ceo. La

superficie exterior presenta una decoraci?n en grue sas l?neas de color negro y rojo alternado, lograda con la t?cnica negativa. La superficie exterior de la

pieza fue objeto inicialmente de la aplicaci?n de un engobe color caf? rojizo. Posteriormente se apli c? un material resistente en formas lineales, trans versales al sentido de la pieza y se ingres? a un ambiente ahumado. El material resistente pudo ser

pasta de cenizas, arcillas o alg?n vegetal. Este frag mento nos habla de las afinidades que tienen los

componentes m?s antiguos de P25-1 con el Com

plejo Pitr?n. En las excavaciones posteriores he mos encontrado m?s fragmentos alfareros decora

dos con la t?cnica negativa. Para este nivel tenemos los siguientes fechados:

995-1.280 d.C. (Beta 114462), 1.010-1.275 d.C.

(Beta 137970) y 1.030-1.290 d.C. (Beta 62819). La Capa IV corresponde a la duna f?sil, de

color amarillo dorado, de textura bastante gruesa y poco compacta. El material cultural que aparece ocasionalmente corresponde, evidentemente, a la

capa anterior.

Las nuevas excavaciones realizadas reciente

mente en el sitio han confirmado la existencia de estas tres ocupaciones: una temprana, adscribible al complejo Pitr?n, otra intermedia, sin connota ciones culturales muy claras, y una m?s tard?a, co

rrespondiente al complejo El Vergel.

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Domesticaci?n de Plantas y Animales en la Araucan?a... 369

El sitio 37-7

El sitio P31-1 posee algunas particularidades que hacen su estudio especialmente significativo. En primer lugar se trata de un sitio habitacional, con una estratigraf?a de m?s de un metro de pro fundidad, tipo de sitio muy escaso en la arqueolo g?a regional. En segundo lugar, gracias a una serie de 10 fechados radiocarb?nicos, podemos ubicar lo cronol?gicamente entre los a?os 1.240 y 1.460

d.C, lo que nos indica que estamos frente a un si tio habitacional adscribible cronol?gicamente a lo

que conocemos como Complejo El Vergel (o Tirua como su manifestaci?n costera). Los datos que entrega el sitio, unido a la informaci?n etnohist?

rica, nos sugiere que a la llegada de los espa?oles todav?a se manejaban, por parte de la poblaci?n nativa, elementos del denominado complejo El

Vergel/Tir?a, los que posteriormente (siglo XVIII) desaparecer?n.

El sitio se encuentra sobre una terraza ubicada entre la llanura litoral y el cord?n de altura, miran do hacia el continente y con una fuerte pendiente hacia el este. Se caracteriza como un sitio habita cional con una extensi?n aproximada de unos 10.000 m2. En el sitio se han encontrado restos de

alfarer?a, l?ricos, metales, instrumentos ?seos y en

conchas, restos humanos, adem?s de una rica y variada arqueofauna compuesta por equinodermos,

moluscos, crust?ceos, anfibios, peces, aves y ma

m?feros, tanto terrestres como marinos) S?nchez et al. 1994).

Las excavaciones del sitio P31-1 han permiti do identificar claramente tres estratos culturales. El primero, que se extiende desde el nivel superfi cial hasta unos 35 cm de profundidad, est? muy alterado por la acci?n humana. Debido a la pre sencia de huesos humanos y de fragmentos de gran des contenedores de cer?mica a modo de urnas, creemos que tiene una funcionalidad de funebria. La alteraci?n de este componente en el sitio es de masiado grande, pero su presencia inalterada en otro sitio de la isla, P21-1, nos permite afirmar su car?cter funerario. Se rescataron aros de plata y algunos fragmentos de hierro que reafirmar?an su naturaleza posthisp?nica. Es interesante notar que en este nivel y en el siguiente se encontraron los m?s bien escasos fragmentos de cer?mica con pin tura roja sobre blanco.

El segundo estrato se extiende desde los 35 cm hasta los 85 cm de profundidad. Este nivel no

se vio afectado por la acci?n del arado, lo que per mite asumir que la disposici?n de los restos cultu rales se encuentra escasamente alterada. Un rasgo

interesante de este nivel fue la presencia de huellas

circulares, las cuales corresponder?an a huecos de

postes que tendr?an su base en la parte inferior del estrato. En este estrato se agrupa la mayor frecuen

cia de cer?mica pintada de rojo y de fragmentos rojo sobre blanco.

Tenemos los siguientes fechados radiocarb? nicos: 1.385-1.475 d.C. (Beta 95085) y 1.410-1.510 d.C. (Beta 57811), Podemos, entonces, situar

cronol?gicamente este componente entre los siglos XIV y XV.

El tercer estrato se extiende entre los 85 cm hasta los 115 cm de profundidad. Un elemento muy importante de este dep?sito es la presencia de es tructuras de combusti?n de planta circular, con di?

metros entre 50 y 110 cm, las cuales est?n rodea das por un denso dep?sito de carb?n. Tambi?n se identificaron un conjunto de siete oquedades, en

disposici?n semicircular, con di?metros entre 12 y 33 cm, que corresponder?an a postes de las habita ciones. Desgraciadamente la extensi?n de las excavaciones es muy peque?a (12 m2, s?lo un 0,1 % del sitio) como para observar claramente patrones en la construcci?n de los recintos habitacionales. En este estrato disminuye la cer?mica m?s clara mente diagn?stica del Complejo El Vergel/Tir?a; sin embargo, es el estrato m?s rico en restos de semillas de quinua y ma?z y donde encontramos

m?s fragmentos e instrumentos confeccionados en huesos de guanacos.

Tenemos el siguiente fechado radiocarb?nico: 1.250-1.395 d.C. (Beta 95086). Entonces podemos cronol?gicamente situar este componente entre los

siglos XII y XIII.

Discusi?n

Si correlacionamos los tres sitios presentados podemos distinguir, arbitrariamente, cuatro fases

cronol?gicas: (a) primer componente P5-1 (600 1.000 d.C), (b) capa III P25-1 (1.000-1.200 d.C), (c) segundo componente P5-1, capa II P25-1, es trato III P31-1 (1.200-1.400 d.C), (d) capa IP25

1, estrato II P31-1 (1.400-1.600 dC). Nuestro in ter?s es correlacionar estas fases con los datos que tenemos en los sitios que nos permitan diferenciar

etapas y estimar indicadores en el proceso de do mesticaci?n de animales y vegetales en la zona.

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370 Marco S?nchez, Daniel Quiroz y Mauricio Massone

Para los momentos iniciales de las ocupaciones alfareras en Isla Mocha tenemos un antecedente pro porcionado por estudios palinol?gicos realizados en Isla Mocha. La presencia de abundante carb?n, fe chado en 1.760+80 a.p., "sugiere fuertemente que la acci?n antropica pudo haber sido tambi?n deter

minante en la sucesi?n" (Le-Quesne et al. 1998:44). Esto significa, tal vez, una se?al que marca el inicio hacia el 300 d.C. de la ocupaci?n de la isla por gru pos de horticultores que deben quemar el bosque para poder realizar sus cultivos. Este dato podr?a confirmar la hip?tesis que indica la presencia de cier tos cultivos entre los grupos Pitr?n.

Otro dato que debemos manejar con sumo in ter?s es que, en la actualidad, los estudios

ecol?gicos realizados (P?faur y Y??ez 1980:111) nos indican la ausencia de macromam?feros silves tres en la isla. S?lo aves, reptiles y peque?os roe dores. Si hoy no existen grandes mam?feros, es pro bable que antes de la llegada de los primeros colonizadores tampoco existieran. Por lo tanto, los restos de carn?voros (Pseudolapex griseus, P.

culpaeus) y herb?voros (Lama guanicoe, Pud?

puda) que encontramos en los diversos sitios de Isla Mocha deben estar asociadas a la presencia humana. Aparentemente la isla no posee la capaci dad de sustentar poblaciones biol?gicamente via bles de mam?feros mayores.

Fase 1(600-1.000 d.C.)

Los datos que tenemos para este per?odo son bastante escasos. Provienen s?lo del primer com

ponente del sitio P5-1, obtenido de un peque?o pozo de sondeo de lxl m. Los restos de fauna que apare cen entre los niveles 8 y 13 corresponden principal

mente a moluscos, peces, aves y roedores, con al

gunos restos correspondientes al esqueleto axil y apendicular de Camelidae, identificados espec?fica

mente como Lama guanicoe. Los restos de semi

llas carbonizadas presentes en los niveles inferio res del sitio P5-1 son del denominado "tipo quinua" [Chenopodium quinoa].

Fase II (1.000-1.200 d.C.)

Los datos que tenemos para esta fase tampoco son muy abundantes. Provienen s?lo de la capa III del sitio P25-1, presente s?lo en los sectores pr?xi mos al estero que atraviesa el sitio. Respecto de la fauna existente predomina la taxa otaridae sobre

camelidae. La ?nica semilla carbonizada detecta da es la "tipo quinua" [Chenopodium quinoa]. Aparecen los instrumentos en huesos de cet?ceos.

Fase III (1.200-1.400 d.C.)

La informaci?n disponible sobre esta fase es bastante abundante. Entre los restos de fauna pre domina notoriamente camelidae sobre otaridae. Existe profusi?n de instrumentos elaborados en huesos de cet?ceo tanto para labores agr?colas como textiles.

Tenemos semillas de quinua [Chenopodium quinoa], granos y corontas de ma?z [Zea mays] y semillas carbonizadas de una gram?nea que pudie ra corresponder a Bromus sp.

Fase IV (1.400-1.685 d.C.)

Los niveles correspondientes a este per?odo se encuentran muy perturbados por la acci?n del ara do. Los restos de fauna (y por ende los instrumen tos en huesos) est?n muy fragmentados y aparecen

muchas semillas actuales, no carbonizadas. Des

aparece la quinua, apareciendo algunas semillas de Solanum sp. (tal vez correspondan a papas). Pro bablemente la taxa tipo quinua puede correspon der a un cultivo anterior al del ma?z y de la papa.

Consideraciones Finales

Respecto de la fauna depositada en los diver sos sitios, su estudio resalta la relevancia de una

especie de camelidae que result? ser guanaco (Lama guanicoe), destac?ndose la presencia de indicadores clave tanto en el esqueleto axil como el apendicular. Respecto del tipo de partes esqueletarias que ingresaron al sitio, se puede men cionar que los restos son de gran parte del esquele to. El proceso de amansamiento posibilitar?a la uti lizaci?n integral de los guanacos (Benavente 1985; Becker 1997a).

Los hallazgos de guanaco en la isla permiten reafirmar la idea del transporte de los animales por parte de los grupos que la poblaban. Esto requiere que los animales estuvieran previamente amansa

dos, de manera de facilitar su transporte. Tambi?n es posible postular el traslado de los animales sien do chulengos, para luego criarlos en la isla. Esta alternativa podr?a explicar la alta tasa de mortali dad de individuos juveniles, ya que algunos de ellos

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Domesticaci?n de Plantas y Animales en la Araucan?a... 371

no se adaptar?an a las condiciones de la isla o su frir?an enfermedades durante su proceso de aman samiento.

Este tema, la posible domesticaci?n o semido mesticaci?n de los guanacos, resulta un tanto dif? cil de abordar desde la perspectiva arqueol?gica, aunque permite elaborar hip?tesis que deben ser

comprobadas utilizando textos etnohist?ricos e in

tegrando toda la data arqueol?gica para as? lograr una real interpretaci?n de este problema, discutido tan ampliamente (Becker 1997a ).

Un caso curioso de posible traslado lo puede representar la presencia de carn?voros en la isla. Se registr? la acci?n de carn?voros en la muestra, identificada a trav?s de perforaciones y piqueteados producidos por las impresiones de sus dientes, sur cos producto del arrastre de los dientes en un hue so compacto y la destrucci?n de ep?fisis consumi das por estos carn?voros. Posteriormente hemos

encontrado, adem?s, restos de carn?voros que pue

den corresponder tanto a Pseudolapex griseus como

culpaeus. Si hoy en la isla no existen zorros, ?su "presencia" arqueol?gica se encuentra ligada de

alguna manera a la presencia humana?

Tambi?n es necesario anotar la presencia de abundantes restos de lobo marino (Otaria byronia), que representan el segundo mam?fero en impor tancia para estas poblaciones. Probablemente era cazado por su piel, carne, aceite e incluso sus hue sos fueron utilizados como materia prima para la fabricaci?n de herramientas.

Llama la atenci?n tambi?n la existencia de res tos de cet?ceos, que son utilizados preferentemen te para la confecci?n de instrumentos (que hemos denominado palas, probablemente utilizadas en faenas agr?colas). No tenemos antecedentes de la caza de ballenas, por lo que probablemente eran

ejemplares que varaban ocasionalmente en algu nas playas de la isla (hemos observado algunos de estos varamientos en los ?ltimos a?os).

Las semillas rescatadas tanto del sitio P31-1, P25-1 y P5-1 corresponden, en general, a las fami lias de las chenopodiaceae, solanaceae, gram?nea y otras plantas reconocidas como importantes en la alimentaci?n tanto del hombre actual o pasado. Se pudieron distinguir semillas de quinua (Chenopodium quinoa), ma?z (Zea mays) y una

gram?nea que tal vez corresponda a Bromus man

go (Rojas y Cardemil 1995). Hemos rescatado, adem?s, peque?as corontas carbonizadas de ma?z en el estrato III del sitio P31-1 y en la Capa I del sitio P25-1. Las preguntas que se evidencian por

medio de estos an?lisis son: ?las semillas encon

tradas pertenecen efectivamente a cultivos? Si no

lo son, ?por qu? ?stas se encuentran en alta con

centraci?n?, ?por qu? algunas semillas se encuen tran siempre carbonizadas (gram?nea, "tipo quinua") y las otras no?, ?existe una transici?n de

posibles cultivos en Isla Mocha como lo muestran los diagramas de zonaci?n de semillas?

Otro elemento que debemos considerar son los instrumentos formatizados, especialmente los ?seos. Los instrumentos ?seos constituyen una ver

dadera industria en Isla Mocha. En su confecci?n son usados preferentemente los huesos de

guanacos, lobos marinos, aves y cet?ceos. Entre

los instrumentos m?s comunes tenemos (a) proba bles palas o curtidores, manufacturados en huesos de cet?ceos, asociados a posibles faenas agr?colas o al faenamiento del cuero, (b) agujas, confeccio nadas en fragmentos de huesos largos de cam?lidos,

y torteras, artefactos vinculados con actividades relacionadas con hilos y fibras, permitiendo pos tular alg?n tipo de tejidos, (c) pulidores para cer?

mica, realizados principalmente en fragmentos de huesos largos de guanacos y en costillas de lobo

marino, (d) esp?tulas, corresponden a instrumen tos que presentan una secci?n acanalada confec

cionada en hueso largo de guanaco, (e) adornos, conformados por pendientes y cuentas de collar

tubular, los primeros realizados sobre fragmentos de hueso de guanaco aserrados con forma triangu lar, (f) punzones, leznas y taladros, elaborados en

fragmentos de huesos de aves marinas y (g) anzue

los en hueso de cam?lido. Tambi?n tenemos ins trumentos elaborados en conchas de choro zapato (Choromytilus chorus) y cuentas de collar en con

chas de gastr?podos (Becker 1997b). Es interesante plantear que debemos exami

nar los an?lisis de fauna desde una perspectiva cronoestratigr?fica, con el fin de establecer posi bles variaciones entre cada una de las fases que hemos predeterminado. No manejamos, por aho

ra, este tipo de informaci?n.

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372 Marco S?nchez, Daniel Quiroz y Mauricio Massone

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