CAPÍTULO IV
De la hecatombe europea al redescubrimiento de América
Entre 1939 y 1945, los avatares de la conflagración europea y sus
repercusiones en todos los ámbitos del continente americano --norte y sur--
constituirán el trasfondo que determinará en gran medida la actuación de los distintos
elementos dentro del campo intelectual argentino, tanto de los sectores de corte
liberal-democrático, tales como Victoria y su grupo, como de las distintas vertientes
del nacionalismo católico de derecha.1 En un contexto marcado por la polarización
entre democracia y fascismo a nivel mundial, el renovado impulso al
panamericanismo y la solidaridad continental promovidos por los Estados Unidos y la
polémica en torno a la neutralidad que caracterizó la política exterior nacional
argentina, las posiciones antagónicas de ambos bandos recrudecieron, con el abierto
alineamiento de los primeros en apoyo de la causa aliada y la identificación de los
segundos con el neutralismo, el filonazifascismo y el filofranquismo. SUR y
publicaciones nacionalistas católicas como El Pampero, Sol y Luna o Nuevo Orden,
hispanizantes y pro-franquistas, dejarían amplia constancia en sus páginas del
enfrentamiento entre ambas facciones --rupturistas y neutralistas-- que escindió
también a la intelectualidad argentina de la época. No obstante, como bien ha
señalado Leonardo Senkman, por debajo de las apariencias, ninguna de estas
1 Para una detallada caracterización del nacionalismo católico en esta época, ver: Mario C. Nascimbene y Mauricio Isaac Neuman, 'El nacionalismo católico, el fascismo y la inmigración en la Argentina (1927-1943): una aproximación teórica', EIAL, 4-1 (1993), 115-140; Rock, Authoritarian, pp. 125-156.
137
agrupaciones conformaba un frente monolítico uniforme, sino que en ambos bloques
se registraron vacilaciones, fisuras y rupturas entre los representantes de las distintas
corrientes dentro de cada alineación.2
La actitud de Victoria y su grupo frente a los acontecimientos y las
conmociones desencadenados por el sismo bélico en Europa y América será coherente
con su ideología liberal de flexión elitista. Para ellos, el estallido de la guerra y el
triunfo del nazismo eran manifestaciones del avance de la barbarie totalitarista que
amenazaba socavar los valores del espíritu y suponía la negación de la persona
humana.Y es así que, precisamente en esta época tan conflictiva y desconcertante,
SUR encuentra su voz y consolida su estilo, culminando también con la conformación
de un nuevo movimiento estético literario surgido de su propio seno en respuesta al
caos circundante, bajo el liderazgo indiscutible de Jorge Luis Borges. Se trata de
aquella forma esencialmente argentina y contemporánea de la literatura fantástica,
con características propias, donde el horror y el miedo son reemplazados por el arte y
los artificios del oficio de la escritura y la especulación literaria y metafísica.
Continuidad en el apego a sus posturas éticas, coherencia entre principios y
conclusiones, cohesión del grupo alrededor del liberalismo, la democracia y el valor
del individuo y capacidad creativa literaria --las cualidades que permitirán a Victoria
y su grupo medirse con las circunstancias y hacer frente a la hecatombe. Pero no sólo
ello, sino también rescatar de las ruinas de la civilización occidental una robustecida
fe en el potencial redentor del continente americano, al cual parecía ahora pasar la
2 En 'Nacionalismo', Senkman hace una convincente desmitificación del esquema interpretativo que presupone la división del campo intelectual argentino en dos bloques antagónicos monolíticos ante el neutralismo y lo reinterpreta en tanto mito movilizador de la política interna, demostrando cómo las maniobras y manipulaciones de la UCR en torno a la cuestión de la neutralidad obedecían más a consideraciones e intereses de política interna que a móviles ideológicos. Tampoco la Iglesia católica argentina evidenció una postura unívoca; Graciela Ben-Dror, 'Posturas del catolicismo argentino durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial', EIAL, 7-2 (1996), 101-132.
138
responsabilidad histórica, trasladada de una orilla del Atlántico a la otra. Decíamos
que siempre serían Argentina, América y Europa --el occidente—, y ahora vemos y
verificamos cómo va variando el peso relativo de estos tres componentes del mundo
(occidental) de SUR. Este cambio se venía insinuando desde la Guerra Civil
Española; ahora, en medio del conflicto bélico, Europa presentará su faz bárbara,
América se acrecentará como pasado, presente y futuro --como referente vital y fuente
de esperanza-- y Argentina se convierte en problema, reflejando en sí misma el
conflicto entre la libertad americana y el peligro de los nacionalismos y fascismos
totalitarios europeos. Así, sin dar la espalda a Europa, los de SUR vuelcan su mirada
sobre América y, de la síntesis de aquella experiencia conjunta, elaboran una
respuesta muy suya y muy argentina, que a la larga les traerá, por lo menos a algunos
de ellos, el anhelado reconocimiento universal.
Las secuelas de la Guerra Civil Española
La rendija hacia el posicionamiento ético-político que la Guerra Civil
Española había entreabierto para los colaboradores de SUR,3 obligándoles a explicitar
su actitud pro-republicana y anti-franquista, se abre de par en par en este período
signado por el espectro de una nueva guerra, tanto más nefasta y monumental que la
anterior. Sucediéndose una a la otra en un ínfimo espacio de tiempo, ambas dejarán
una marcada impronta en la trayectoria de la empresa --colaboradores, revista y
editorial. Por cierto, las consecuencias inmediatas fueron bastante paradójicas: así
como la guerra civil llevó a numerosos intelectuales españoles opuestos al franquismo
3 Tal como demuestra el siguiente testimonio de José Bianco en Ficción y reflexión (México, 1988), p. 370: "Cuando yo entré a trabajar en la redacción, el tono moral de SUR se había acentuado. Era durante la Guerra Civil española".
139
a buscar asilo en diversos países de Latinoamérica, la guerra mundial prácticamente
puso fin al aluvión emigratorio y desbarató las comunicaciones entre Europa y los
países allende el Atlántico, disminuyendo drásticamente las contribuciones europeas
que llegaban a la redacción de la revista.
SUR, como vimos en el capítulo anterior, dio generosa acogida a importantes
intelectuales españoles refugiados en la Argentina.4 Esto, a la hora del 'cierre' de
Europa, explica la proliferación de nombres de exiliados españoles en los índices de
SUR a lo largo de todo el período,5 amén de cuantiosas referencias al decurso del
conflicto español en ensayos, poemas y relatos,6 y el continuo comentario
antifranquista que sigue desprendiéndose de las acotaciones y galeradas de la sección
"Calendario", al margen del texto principal de la revista.7
Entre los colaboradores más cercanos al grupo de Victoria en este período
cabe destacar a Francisco Ayala y Rafael Alberti, radicados en Buenos Aires; Jorge
Guillén, un poeta menos político que Alberti, envió algunos de sus mejores poemas
("Mundo en claro")8 desde su exilio en Estados Unidos; María Zambrano y Rosa
Chacel también fueron asiduas contribuyentes. Todos estos españoles escribían desde
América y para América; a veces, incluso sobre América, como el estudio sobre el
español rioplatense por Américo Castro que fuera blanco de la mordaz crítica de
4 Algunos de los exiliados españoles en la Argentina tuvieron un fuerte impacto en el desarrollo de los círculos intelectuales de la provincia. Por ejemplo, Francisco Ayala enseñaba en la Universidad del Litoral en Santa Fe; Méndez, 'Intellectuals', p. 370.5 A modo de ilustración, ver los siguientes índices: SUR, nº 63 (dic. 1939): Juan Ramón Jiménez, Francisco Ayala, María Zambrano; nº 72 (sept. 1940): Rafael Alberti, María Zambrano; nº 80 (mayo 194): José Ferrater Mora, Rafael Alberti, Amado Alonso, Francisco Ayala; nº 90 (marzo 1942): Guillermo de Torre, María Zambrano, José ferrater Mora; nº 103 (abril 1943): Jorge Guillén, Rafael Alberti; nº 116 (junio 1944): Jorge Guillén, José Ferrater Mora, Francisco Ayala; nº 127 (mayo 1945): Rafael Alberti, José Ferrater Mora.6 Algunos ejemplos representativos son: Francisco Ayala, 'Diálogo de los muertos', SUR, 63 (1939), 35-42; Rosa Chacel, 'Lazo indisoluble', SUR, 66 (1940), 44-55; Rafael Alberti, 'De los álamos y los sauces; en recuerdo de Antonio Machado', SUR,72 (1940), 7-15.7 Por ejemplo, SUR, 66 (1940), sobre las relaciones de la Iglesia católica española con Franco.8 SUR, 81 (1941), 25-32.
140
Borges en una airada reseña.9 En cierto sentido, entonces, podemos aventurar que
estos intelectuales se habían 'americanizado', tal cual lo expresaría en México José
Gaos, el último rector de la Universidad de Madrid durante el régimen republicano,
que se había autodefinido como "transterrado".
Una mención aparte merece la sonora ausencia de José Ortega y Gasset (en
Buenos Aires desde octubre de 1939) de las páginas de la revista, sobre todo cuando
recordamos la larga amistad (no sin altibajos) que le unía a Victoria. Ésta, su tercera
experiencia en la Argentina, no fue nada placentera para el filósofo español, agobiado
por apuros económicos y el desaire de la comunidad intelectual argentina, mismo que
se dio precisamente como reacción a su enigmático silencio ante la guerra civil y
luego ante la guerra mundial.10 Finalmente, Ortega pide retirar su nombre del Comité
de Colaboración de SUR al enterarse de la polémica con Sol y Luna a raíz de la
publicación en SUR del "Capricho español", en el que se ridiculizaba la figura de
Franco y se hacía un virulento rechazo a la "hispanidad retinta" del órgano
nacionalista.11 Victoria, por su parte, siempre fiel a sus amistades, aun por encima de
discrepancias ideológicas, no permitió que este incidente afectara su relación personal
con el filósofo.12 Por cierto, es necesario señalar que el silencio de Ortega fue
interpretado por muchos como síntoma de su identificación con los fascistas; pero, al
9 Jorge Luis Borges, 'Américo Castro: 'La peculiaridad linguística rioplatense y su sentido histórico',' SUR, 86 (1941), 66-70.10 Ver: Medin, Ortega, pp. 123-137 e ídem, 'Ortega y Gasset en la Argentina: la tercera es la vencida', EIAL, 2-2 (1991), 25-38.11 Medin, 'Ortega: la tercera', p. 31.12 Un incidente semejante con Drieu La Rochelle llevó a Victoria a suprimir los nombres de los colaboradores extranjeros del Comité de Colaboración, a excepción de Pedro Henríquez Ureña. En una carta a Alfonso Reyes (16 de julio de 1940), Victoria ofrece la siguiente explicación: "Bref!, llegué a la conclusión de que más valía suprimir de SUR los nombres de las personas a las que, a causa de la distancia, no se les podía consultar para hacer declaraciones y a las que esas declaraciones podrían disgustar por diversas razones"; citado en Reyes y Ocampo, Cartas, p. 35.
141
volver a España, Ortega continuó con su silencio, que cobró entonces un significado
antifranquista.
Retomando el hilo de los demás exiliados de España en América, el traslado a
la Argentina de importantes editoriales españolas, como Espasa Calpe, por ejemplo,
junto con la fundación de nuevas casas, también por emigrados españoles --Losada
(dirigida por Gonzalo Losada, con el asesoramiento de Guillermo de Torre) y
Sudamericana, entre las más representativas--,13 pronto convirtieron a Buenos Aires en
la capital mundial de la industria editorial de habla hispana, seguida por México y
Cuba. Curiosamente, mientras estos establecimientos proliferaban, arriesgándose a
publicar a autores desconocidos,14 la editorial SUR redujo su escala en esta época,
limitándose casi exclusivamente a obras de miembros de la 'familia' y de algunos
amigos extranjeros, cosa que de algún modo demuestra también la firme cohesión del
grupo.15 De cualquier manera, el auge editorial, cultural y literario se hace aparente al
pasar revista a la gran cantidad de libros reseñados en SUR y las largas listas de títulos
recibidos que se publicaban con bastante regularidad.16 La apertura de nuevos y más
amplios mercados, y el libre tránsito de libros y revistas que conllevó el boom,
desempeñaron una tarea difusora que tendría también gran repercusión dentro del
contexto mayor del americanismo, facilitando el conocimiento mutuo, tema que
desarrollaremos más adelante.
13 La editorial Sudamericana llegó a un acuerdo con la editorial SUR, que le permitió usar su logo en la portada de una de sus colecciones. En 1940 Sudamericana publicó la Antología de la literatura fantástica, de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y en 1941, también de ellos, la Antología poética argentina.14 Losada publicó el libro consagratorio deAdolfo Bioy Casares, La invención de Morel, prologado por Borges, en 1940.15 Ver el inventario de los libros editados por SUR en el número 192-194 (1950), 11-12.16 A modo de ilustración: SUR, 78 y 80 (marzo y mayo 1941); SUR, 120, 121,122 (oct., nov., dic. 1944); SUR, 123 (enero 1945).
142
El contexto bélico
En términos generales, las estrategias adoptadas por Victoria y su grupo ante
el conflicto bélico continúan confluyendo en el apoyo incondicional a la causa aliada
y la solidaridad hemisférica y la denuncia explícita del nazifascismo, en franca
oposición a la política de neutralidad del gobierno argentino, al que acusaban de obrar
bajo la influencia de elementos fascistas. Sin abandonar del todo las herramientas del
personalismo y el humanismo integral sobre las que habían fundamentado sus
posicionamientos anteriores, en esta coyuntura Victoria y su grupo buscarán la
legitimación de elementos extraídos del marco referencial del discurso americanista, a
la par de acompañar en sus páginas el desarrollo de la guerra con la publicación de
textos antifascistas, extractos de diarios personales y novelas de guerra,17 reseñas,
comentarios e informes relacionados con el devenir de la misma, sobre todo en el
"Calendario", con un nuevo formato y bajo la avezada pluma de Ernesto Sábato a
partir de 1942.18 Este posicionamiento de SUR se irá afilando, ya sea en su fisonomía
como en su militancia, en medio de su confrontación con las revistas nacionalistas de
la derecha católica, contrariadas tanto por cierta veta filojudía que se vislumbra como
17 Incluso en números consecutivos de la revista: por ejemplo, los extractos del 'diario de guerra' de Jacques Malaquais, SUR, 104-105-106 (1943), 27-49, 52-70, 67-90, respectivamente. O textos íntegros, como la novela de Charles Morgan, El cuarto vacío, sobre la vida en una casita de campo inglesa en medio de la hecatombe, entre el primer invierno de la guerra y la caída de Francia: SUR, 97-101(oct. 1942 - feb. 1943), 48-85, 16-33, 44-59, 79-99, 46-63, respectivamente.18 Hasta su interrupción en agosto de 1940 (nº 71), la sección 'Calendario' fue anónima. Cuando resumió su aparición más de un año después, en julio de 1942 (nº 94), llevaba la firma de Ernesto Sábato. Son representativos de las dos diferentes etapas el 'Calendario' del nº 62 (nov. 1939) y el del nº 100 (enero 1943). En el nº 62, en 'Rusia en peligro' (p. 95), con motivo de la invasión rusa a Finlandia, se ataca con mordaz ironía el imperialismo territorial ruso-germano, mientras que 'La guerra justa' (p. 96) de Maritain justifica la causa francesa en el conflicto y 'Trozos selectos de 'Mein Kampf'' (pp. 96-97) de hecho ridiculiza el pacto de no-agresión ruso-germano (Ribbentrop-Molotov, agosto 1939) con una escogida selección de los escritos de Hitler sobre Rusia. En el nº 100, el 'Noticiario' (pp. 125-126) no deja ninguna duda con respecto al antinazismo de SUR y denuncia en más de un ítem la colaboración de las autoridades argentinas con el espionaje nazi. Las referencias locales y la crítica al gobierno argentino son características de este período. No puede pasar desapercibida la mención que se hace aquí del "profesor nazi Carlos Astrada" (p. 125). En el n º 62 SUR había publicado una larga contribución por el mismo profesor Astrada. Indiscutiblemente, los tiempos habían cambiado y Astrada había pasado a ser persona no grata en las páginas de la revista.
143
por las actividades "subversivas" de Victoria y sus amistades en oposición a los brotes
filofascistas y la propaganda nazi en Argentina; ni hablar de la ayuda moral y material
que prestaron en especial a sus amigos franceses.19 Y simultáneamente con este
posicionamiento ético-político, se va definiendo también la faceta americanista del
grupo, reflejándose, al principio, en algunos de ellos, en una especie de regocijo
porque el vendaval bélico europeo no llegaba a América. Es el caso típico de Victoria.
El discurso americanista de SUR: un crescendo inevitable
Es verdad que cuando, en "Vísperas de guerra", Victoria interpela a "Nosotros,
americanos,"20 advirtiéndoles de la imposibilidad de permanecer neutrales en octubre
de 1939, lo hace en calidad de 'americana', en aparente contravención de la política
aislacionista de Roosevelt y de todas las naciones latinoamericanas que habían
declarado su neutralidad en Panamá.21 Sin embargo, las palabras de Victoria en esta
ocasión no deben interpretarse como un llamado al abandono de la neutralidad y a la
beligerancia, sino más bien como una muestra de apoyo moral a Gran Bretaña y
Francia, consecuente con las actitudes liberales y el sentimiento pro-británico
característicos de su medio, además de los vínculos afectivos que la unían a Francia.
19 Por ejemplo, la Operación Encomiendas, de envíos de provisiones y ropas a los intelectuales necesitados franceses a través de la librería de Adrienne Monnier en la Rue de l'Odéon de París. Según Gisèle Freund (la fotográfa alemana refugiada en casa de Victoria), la iniciativa fue suya y encontró un eco solidario instantáneo en Victoria y sus amistades; en una entrevista para La Prensa, 10-6-79. André Gide agradece encarecidamente la ayuda de Victoria en una carta del 8 de julio de 1946; SUR, 347 (1980), 37. Ver también: Ayerza y Felgine, Ocampo, pp. 221-226; Vázquez, Victoria, pp. 118 y 168; Meyer, Against, pp. 102-103; Edgar Montiel, 'Nuestra América y la UNESCO', en Mensaje de América. Cincuenta años junto a la UNESCO, ed. Fernando Ainsa y Edgar Montiel (México, 1996), pp. 1-16 (6). 20 Victoria Ocampo, 'Vísperas de guerra', SUR, 61 (1939) pp. 7-19, (18).21 Durante la primera reunión interamericana de consulta de cancilleres convocada en Panamá por el gobierno de Estados Unidos, poco después de estallar la guerra, las repúblicas americanas formularon declaraciones conjuntas de solidaridad continental y de neutralidad, constituyéndose además una zona marítima de seguridad alrededor del continente; Federico G. Gil, Latin American-United States Relations (s/l 1971), pp. 171-172. También: Rock, Latin, pp. 66-67.
144
Su postura de no-neutralidad responde al imperativo moral de solidarizarse con los
custodios de la fe en el respeto a la justicia y la persona humanas --las democracias
anglo-francesa--, eso es todo. Tampoco pretende polemizar con la política del
gobierno argentino, que por ahora compartía con los demás países latinoamericanos
una misma posición internacional de no involucramiento en la guerra europea,
geográficamente tan lejana.
Este estado de ánimo se trasluce en las palabras de Victoria en "Este lago", 22
publicado en abril de 1940, en las que mezcla su inquietud por los sucesos en Europa
(el avance germano sobre Dinamarca y Noruega) con el consuelo de saberse segura en
su jardín de Mar del Plata, disfrutando del "silencio rumoroso"23 de su continente,
aquel tranquilo lago "de tierra americana, desde el estrecho de Behring hasta el cabo
de Hornos. Este lago que me rodea es América".24 América se acrecienta a sus ojos, en
contraste con Europa en llamas, pero su neutralidad queda en la solidaridad y nada
más. En ningún lugar de estas reflexiones insinúa Victoria el abandono de la
neutralidad. Por el contrario, en determinado momento puntualiza, aliviada, la
distancia que separa a América de Europa: "Si no hubiera tanto Atlántico entre
Europa y nosotros, qué mal cariz tomaría esto de ser Tierra Prometida...". 25 ¡Qué
tiempos habían llegado: Victoria no quiere ver a Europa en América! Si antes Europa
era un punto de referencia obligado, ahora medía, con alivio, su distancia de la
misma.
Lo que sí deja muy claro es su americanismo, afirmando su ferviente deseo de
que América consiga escapar a la suerte de Europa e invocando, de paso, el ideal
22 Victoria Ocampo, 'Este lago', SUR, 67 (1940), pp. 7-15.23 Ibíd., p. 14.24 Ibíd., p. 15.25 Ibíd., p. 9.
145
bolivariano de la unidad panamericana. En el pasado americano --y no en el ejemplo
de Europa-- yacía la clave del futuro. Victoria vuelve la mirada sobre su propio
continente americano y su potencial redentor. Dicho de otra forma, el desastre
europeo convierte el desencanto en autoconciencia creativa y confianza en lo
propiamente americano.
Sin embargo, la identificación solidaria de Victoria con Europa, aun sin la
exigencia de pasar a la beligerencia, repercutió también en la confrontación interna
argentina. En un ambiente convulsionado por presiones nacionalistas e ínfulas
militaristas como el que se respiraba a la sazón, el mesurado comentario filojudío 26 y
antirracista que se percibe en el discurso de SUR en esta época serviría como
contrapartida a la retórica antisemita y xenófoba que vertían las páginas de los
órganos del nacionalismo católico y filohispano.27 La revista publicaría esporádicos
textos relacionados con esta temática, como el de Rubén Darío "Sobre Israel",28 y
asimismo diversas contribuciones de autores judíos como Benjamin Fondane,
Máximo José Kahn29 y, con mayor frecuencia, de Waldo Frank, cuyo ensayo "El judío
en el futuro de América", acerca del papel de los judíos en el pasado, el presente y el
futuro de Norteamérica, recoge varios de los hilos temáticos cercanos a SUR que
hemos ido señalando.30 Victoria incluso trató de salvar a Fondane enviándole una visa 26 Rosalie Sitman, 'The Revista SUR of Victoria Ocampo and its Attitude towards the Plight of Jews during World War II', en prensa.27 Senkman, 'Nacionalismo', p. 46, nota 11. Graciela Ben-Dror ha estudiado a fondo el tema del antisemitismo católico en la Argentina: The Catholic Church and the Jews. Argentina 1933-1945 (Jerusalén, 2000), (en hebreo) e ídem, 'Tres sacerdotes antisemitas en la Iglesia católica: ¿desviación o norma?', en Society and Identity in Argentina: The European Context, ed. Tzvi Medin y Raanan Rein (Tel Aviv, 1997), (en hebreo), pp. 231-268.También: Haim Avni, 'El antisemitismo en Argentina: los límites de un peligro', en ibíd., ed. Medin y Rein, pp. 165-198.28 SUR, 101 (1943), 83-87.29 'La sinagoga', SUR, 117 (1944), 48-61. Poco después de finalizada la guerra, SUR publicaría de Kahn una rotunda condena del nazismo y la exterminación de seis millones de judíos: ''Mit Brennender Sorge'. La Contra Inquisición', SUR, 133 (1945), 44-61, así como una emotiva reivindicación de la supervivencia del judaísmo a lo largo de la historia: 'Judaísmo, sueño soñado por la deidad', SUR, 152 (1947), 59-75.30 SUR, 77 (1941), 12-20.
146
de entrada a la Argentina, pero no consiguió localizarlo y él fue deportado a un campo
de concentración, donde murió.31 Con el mismo espíritu, en 1942 la revista publica
una escueta denuncia de la agresión a Waldo Frank --que SUR atribuyó a "fascistas
armados"-- poco después de que el conferenciante norteamericano, de visita en
Buenos Aires, esta vez bajo los auspicios del gobierno estadounidense, fuera
declarado persona no grata por el gobierno de Castillo.32
El discurso de SUR: beligerancia y americanismo
Con el desarrollo de la guerra, las polarizaciones ideológicas se fueron
exacerbando y el campo intelectual argentino acabó escindido en dos bandos
irreconciliables y mutuamente hostiles. De este modo, paradójicamente, la distancia
con Europa se acortaba, los representantes de la barbarie europea pululaban también
en América y la solidaridad y lo moral eran forzados a manifestarse también en lo
político. La brecha entre el grupo de Victoria y los sectores nacionalistas católicos se
hizo irreparable. Los primeros, anti-totalitaristas y pro-aliados, veían en los segundos
a agentes del nazifascismo que de hecho manejaban los hilos del gobierno detrás de
las bambalinas. De ahí la virulencia de la "Voz de Alerta" que publica SUR en 1940,
en la que denuncia al nacionalismo católico por brindar apoyo a regímenes totalitarios
31 Ayerza y Felgine, Ocampo, p. 181; también: 'Texto de Victoria Ocampo sobre Benjamin Fondane', en ibíd., pp. 280-283. En el caso de la fotógrafa Gisèle Freund, como se sabe, Victoria tendría más éxito; ibíd., pp. 188-190; Meyer, Against, p. 102; Freund, en entrevista con La Prensa ('Reina Victoria'), 10-6-1979.32 Victoria describe en gran detalle el incidente, que atribuye, sin ambages, a las simpatías pro-Eje del gobierno, y lo interpreta como un indicio de las iniquidades a las que sería sometida por el gobierno de Perón más adelante; Testimonios VII, pp. 185-188 y 'Postdata. Waldo Frank y Sur', SUR 303-305 (1967), 23-36. Asimismo, el 'Calendario' del nº 100 (1943, p. 123) alude a "un comentario desfavorable para nuestro país, pero justo, a propósito de la agresión a Waldo Frank", aparecido en el nº 5 de Cuadernos Americanos (el subrayado es mío); la posición de SUR no podía ser más clara. María Rosa Oliver también recuerda el incidente, acaecido durante su paso por Brasil; Mi fe, p. 76. Ver, además: Argentine Right, ed. McGee Deutsch y Dolkart, p. 91; Méndez, 'Intellectuals', pp. 368-370 y Meyer, Against, pp. 141-142.
147
y censura dicho posicionamiento por antinacional, anticristiano, indecente y
gangsteril.33 Asimismo se leva la acusación a estos grupos de constituir una quinta
columna y se reclaman sanciones gubernamentales y el repudio de la opinión pública
para "semejantes americanos".34 Nuevamente recurren al uso deliberado del
calificativo "americano" en lugar de 'argentino' para respaldar su postura con la
autoridad del referente americanista; hablar en términos continentales conjuraba más
peso que hacerlo a nivel local. Pero lo más significativo es el cambio en la posición de
SUR respecto al neutralismo del gobierno argentino, evidente cuando hablan de la
causa "que quisiéramos defender y por la que otros están derramando su sangre".35 El
cambio de énfasis en comparación con la actitud manifestada por Victoria en
"Vísperas de guerra" salta a la vista. Ya no se trata simplemente de solidaridad y
apoyo moral, sino de la frustración que experimentan al no poder contribuir de una
manera más directa y significativa a la causa con la que se identifican. Lo que
reclaman es la intervención, y ahora discrepando con la política formal del gobierno
de su país. Y ya en el espacio político, SUR dispara hacia los dos extremos por igual.
Así, también increpan "a los comunistas argentinos",36 a quienes les reprochan
el haber abandonado la prédica antifascista por la obediencia ciega a las directrices del
lejano gobierno de Moscú, que nada tenían que ver con ellos (en clara referencia a su
posición neutralista filiada en el pacto de no-agresión Molotov-Ribbentrop, firmado
en agosto de 1939). Para los de SUR, la conducta de los comunistas no se diferenciaba
en nada de la de los simpatizantes nazis, sino que era igualmente inmoral: de la misma
manera que éstos apoyaban el imperialismo alemán, los comunistas se dejaban seducir
33 'Voz de Alerta', firmada el 15 de mayo de 1940, SUR, 67(1940), s.n.34 Ibíd. El subrayado es mío.35 Ibíd. El subrayado es mío.36 Así se titula el texto, SUR, 67 (1940), 90-91.
148
por otro imperialismo extranjero encubierto bajo el pretexto de la revolución social.
SUR les exigía que se definieran, es decir, que rompieran con su neutralidad; y en
verdad, como sabemos, la invasión nazi a la Unión Soviética en junio de 1941 no
tardaría en obligar a los comunistas argentinos a abrazar incondicionalmente esta vez
la causa aliada, aunque en realidad no tuvieron que definirse sino que Hitler definió
en su lugar.
La intensa actividad de los sectores pro-fascistas y el aumento de la
propaganda nazi en Buenos Aires llevaron a Victoria, a nivel personal, a unirse a
diversos movimientos de protesta, una estrategia en la que ya sabemos era bien
versada.37 Como indicamos previamente, fue la única mujer integrante de la junta
ejecutiva central de Acción Argentina (junto a figuras como Federico Pinedo, Nicolás
Repetto y Emilio Ravignani), organizada en 1940 para combatir la infiltración nazi en
el país, cuyas actividades obtuvieron el apoyo de grandes sectores de la opinión
pública (mayoritariamente también pro-aliada) pero a la vez trajeron aparejadas la ira
y la represión del gobierno.38 Más adelante, al enterarse de la invasión a Rusia en
1941, Victoria se unió a María Rosa Oliver en la Junta de la Victoria, que reunía a las
antiguas integrantes del grupo de auxilio para la España republicana, volcadas ahora a
actividades en pro de la causa aliada. Tal cual venimos señalando, la conducta de
Victoria y de los integrantes del grupo seguía una línea coherente de acción en
defensa de las libertades humanas.
SUR se anticipó a las exigencias rupturistas que se empezaron a oír desde
distintos ámbitos de la opinión pública con la entrada de los Estados Unidos al
37 Recuérdese que Victoria Ocampo fue una de las fundadoras de la Unión Argentina de Mujeres y su presidente entre 1936 y 1938.38 Por ejemplo, la prohibición del mitin público en apoyo a Roosevelt organizado por Acción Argentina; Senkman, 'Nacionalismo', pp. 30 y 40.
149
conflicto, aunque, por cierto, el gobierno de Castillo respondería intensificando la
represión interna, en un esfuerzo por silenciar la oposición.39 En mayo de 1940
Victoria propone, ante la invasión a los Países Bajos, una toma de posición diferente a
la que ella misma había comunicado escasas semanas antes en "Este lago". La
situación en Europa había empeorado y las nuevas circunstancias exigían el abandono
de la neutralidad, aunque no fuera más que para impedir que el caos europeo llegara a
América. La causa justa era la de los Aliados y ahora no había lugar para la
neutralidad. Así, Victoria denuncia constantemente la impunidad con que se toleraban
los abusos de la propaganda nacionalista pro-nazi en diarios que constituían "una
verguenza nacional"40. Otra vez, la unión de América en aras del único objetivo
común posible: tomar el camino que condujera a la derrota del nazifascismo.
En diciembre de 1940 SUR publica, en su décimo aniversario, un número en
el que salta a la vista el hecho de que todos los colaboradores son americanos o
americanizados (Guillermo de Torre, Rafael Alberti), salvo el joven sociólogo francés
Roger Caillois, cuya estrecha relación con Victoria y la revista le conferían un status
de 'exiliado de honor' dentro del grupo.41 Aparte del elenco argentino estable
(Victoria, Mallea, Borges, Erro, González Lanuza, Canto), los nombres de Silvina
Ocampo y Adolfo Bioy Casares anticipan el cambio de guardia que se aproxima. El
cuadro panamericano lo completan el mexicano Alfonso Reyes y el colombiano
39 Aplicando, entre otras, restricciones a la libertad de prensa y de asociación; ibíd.40 Victoria Ocampo, 'El camino de América', SUR, 68 (1940), 24-26 (24). No por nada, ya se había incluido en SUR 63 (1939) una separata de la traducción de un texto de propaganda nazi sobre el conflicto ruso-finlandés que había aparecido en el Deutsche La Plata Zeitung el 1 de diciembre de ese año.41 Sobre la relación especial de Victoria con Roger Caillois, ver: Victoria Ocampo, 'Roger Caillois y el intercambio cultural', en Testimonios IX, pp. 28-32; Ayerza y Felgine, Ocampo, pp. 175-184, 196-208, 214-219; Vázquez, Victoria, pp. 164-165. Durante su exilio en la Argentina, Caillois publicó la colección Lettres Françaises, con la ayuda financiera de Victoria.
150
Germán Arciniegas, junto con Waldo Frank y William Faulkner representando a
Norteamérica.
También en los contenidos sobresale un marcado énfasis temático
americanista. Junto a las loas por una labor bien desempeñada, aunque no sin reservas
(Guillermo de Torre), se destaca la presencia ubicua de la guerra y su conjugación con
el referente americanista, el rasgo más distintivo de SUR en este período. Waldo
Frank sienta el tono en su saludo: heredera de Europa e hija de América --a un tiempo
ocaso y aurora, pasado y futuro-- SUR es la voz americana de la esperanza europea.
Victoria, en su ('segunda') carta a Waldo, se hace eco de estos sentimientos y expresa
la satisfacción de haber llevado a fruición, en la forma de SUR, la fe compartida en el
potencial creativo de la unión de las dos Américas. En medio de la dislocación de la
humanidad, SUR es la realización de ese potencial regenerador continental a través de
la labor de una élite de escritores "en la Argentina",42 comprometidos con la lucha por
el amor y por la verdad, que –a su modo de ver-- son la vida misma del hombre. Una
cosa es clara: ambos ven en SUR un instrumento representativo del gran potencial
americano para enfrentar los estragos del sismo bélico. Beligerancia y americanismo
van de la mano.
La única nota discordante en este número es la contribución de Mallea, que
expresa sus reservas con respecto a lo americano en SUR y subraya su carácter
específicamente argentino, reivindicando el legado hispano-criollo (una estocada a
Victoria) y manifestándose en términos patentemente xenófobos.43
42 Victoria Ocampo, 'Carta a Waldo Frank', SUR, 75 (1940), 11-15 (13).43 Eduardo Mallea, 'El hombre gordo de Kensington', ibíd., pp. 16-35. Al cierre de su invectiva, Mallea ciertamente parece estar más cerca de los nacionalistas que de sus viejos compañeros de SUR. Éste es un ejemplo de la ambigüedad en Mallea a la que aludimos en el capítulo anterior. No obstante, semejantes contradicciones no eran sino reflejo de los conflictivos tiempos que corrían, y quizás del liberalismo radical de SUR, que inclusive en estas circunstancias sigue destacándose.
151
A la luz del aparente distanciamiento de Mallea, cobra especial significado el
hecho de que Borges en esta ocasión haya optado precisamente por estrenar un
cuento. "Las ruinas circulares"44 anticipa diversos elementos de la nueva estética
borgeana que pronto habría de caracterizar la obra de la 'guardia joven' (Silvina, Bioy,
Pepe Bianco, Manuel Peyrou), convirtiéndose en la estrategia básica de SUR en los
próximos años, tal cual veremos más adelante. Y efectivamente, como dando el toque
de gracia a este alejamiento del primero, a partir de ahora serán los juegos cerebrales
de Borges y sus amigos los que ocupen el escenario central de la revista en lugar de
las elucubraciones ontológicas malleanas.
Por último en lo que respecta a este número, no podemos dejar de mencionar
el sugerente título de la contribución de Patricio Canto: "Vaticinio de América", 45 que
realza nuevamente el tema de la potencialidad de América y las consecuencias de la
inversión de roles provocada por el derrumbe europeo para el continente americano.
Apenas un año después, en diciembre de 1941, la guerra y América se fundían
en otro número especial de la revista. La sucesión de números extraordinarios y de
carácter excepcional que se publicaron en estos años pone de relieve el modo en que
los acontecimientos europeos forzaban la toma de posición. En un tono vehemente y
combativo, SUR declaró su apoyo incondicional a los Estados Unidos y su firme
adhesión al espíritu y la letra de la solidaridad hemisférica, en abierta confrontación
con la postura del gobierno argentino, empeñado en mantener la neutralidad.
El compromiso de Victoria y su gente con el antifascismo y el
panamericanismo es explícito y absoluto: los intereses de América son los intereses de
toda la "América indivisible" y por lo tanto también de la Argentina: "Es igualmente 44 Jorge Luis Borges, 'Las ruinas circulares', ibíd., pp. 100-106.45 Patricio Canto, 'Vaticinio de América', i bíd. , pp. 43-47.
152
cierto que América, por primera vez desde que lo soñó Bolívar, empieza a sentirse
indivisible, desde el estrecho de Behring hasta el Cabo de Hornos".46 Asimismo, el
ataque japonés a la base estadounidense en el Pacífico es visto por Victoria como una
agresión "a nuestro continente, ya".47 La guerra había llegado a América y a raíz de
ese acto se reafirma la solidaridad continental y la recuperación del sueño bolivariano
de "una patria"48 para todos los americanos, surgida de una misma comunalidad de
origen, geografía e historia. Unida indivisiblemente por un pasado y un futuro
compartidos, América, escribe Victoria, servirá de "ejemplo para un mejor
entendimiento de las relaciones entre países y hombres".49 Su identificación es
absoluta: "Es lo que siempre hemos deseado",50 dice. Lo que importa del entusiasmo
solidario de Victoria aquí es que rescata de la oposición entre la guerra divisiva de
Europa y la firme unión de América el potencial regenerador de un nuevo modelo de
cohesión universal. Parecería que, con la guerra, los roles tradicionales se habían
invertido y ahora es el Nuevo Mundo, 'redescubierto' por los americanos mismos, el
que asume una postura ejemplar. Es la alquimia de la guerra europea convirtiendo el
'salvajismo' americano en esperanza de la humanidad.
Carlos Alberto Erro, menos apasionado que Victoria, combina su defensa de la
política panamericanista con argumentos extraídos del personalismo cristiano en un
mesurado análisis de las razones por qué el neutralismo era justificado en 1917 pero
no así en 1941. Lo más interesante es que Erro habla aquí con dos voces: en calidad
de argentino primero, y a nivel personal después. Como argentino, en realidad lo que
se propone Erro es refutar los argumentos de aquellos sectores pro-neutralistas que,
46 Victoria Ocampo, 'América indivisible', SUR, 87 (1941), 7- 9, (9).47 Ibíd., p. 7.48 Ibíd., p. 9, subrayado en el original.49 Ibíd.50 Ibíd.
153
movidos principalmente por consideraciones de índole económica, abogaban por la
mantención de la política aislacionista tradicional de Argentina, tal fuera el caso
durante la Primera Guerra Mundial. Para Erro, consciente de la necesidad de proteger
los intereses nacionales en la futura división económica mundial después de la guerra
actual (1941): "el único camino digno de nuestro honor y de nuestra tradición y leal
con las conveniencias argentinas [es] ejecutar la política panamericanista, establecida
en los Acuerdos [de Lima y La Habana], en resguardo de los intereses comunes de
América".51 En otras palabras, la defensa continental, basada en la reciprocidad de
obligaciones, era el único salvaguarda posible contra el espectro de agresión que
amenazaba tanto la soberanía de Argentina como la seguridad de América. En 1941,
el ejercicio de esa reciprocidad hacía imprescindible el alineamiento de Argentina con
los Estados Unidos: o sea, la ruptura de la neutralidad. Claro está, el gobierno
argentino no veía las cosas de la misma manera. El panamericanismo de Erro,
entonces, es circunstancial, obedeciendo más a la imperiosa necesidad de proteger la
soberanía argentina que a una romántica visión de hermandad hemisférica.
Empero, al hablar desde un punto de vista puramente personal, Erro retoma las
herramientas del discurso personalista cristiano. Erro expresa su apoyo incondicional
a la causa de Estados Unidos, que es "destino, visible y posible, de todo nuestro
continente",52 porque de su triunfo depende que América y el mundo queden a salvo
de "la ortodoxia absurda del hitlerismo",53 radicalmente opuesta a la doctrina de Cristo
y los atributos de la persona humana. Si bien por distintos motivos, las dos voces de
51 Carlos Alberto Erro, '1917-1941', SUR, 87 (1941), 10-16 (13). Es interesante que en 1941 sean aceptables los acuerdos surgidos de dos conferencias panamericanas en las que la actitud de la delegación argentina fue muy conflictiva. Sobre el panamericanismo desde la perspectiva argentina, ver el número de Todo es historia dedicado a 'Cien años de panamericanismo', nº 270 (1989).52 Erro, '1917', pp. 10-16, (15).53 Ibíd.
154
Erro coincidían en que la causa argentina y la causa americana, en ese preciso
momento, eran una y la misma.
Junto con Victoria y Erro, María Rosa Oliver tampoco deja ninguna duda en
cuanto a su identificación absoluta con el destino común de "esa unidad, basada en el
espíritu de libertad, la que hace que cada uno de nosotros, al pensar en nuestro
continente, diga mi América".54 Tan poderosos son su sentido de la libertad y su
americanismo, tan fuerte su rechazo a los atropellos de toda índole, que hasta apoya la
causa del indígena en su lucha contra el conquistador blanco, alzándose por sobre los
falsos dioses del racismo y la xenofobia. Oliver es la única que hace mención alguna
de las poblaciones indígenas del continente (por idealizada que ésta fuera), intentando
que la unidad del continente los abarcara también a ellos.
Asimismo, ella expresa su anhelo de "que América toda se solidarice ante el
ataque [a Pearl Harbor]; que ningún país, en ella, permanezca impasible..."55
Lamentablemente para Oliver, justamente el suyo lo haría y ella no escamotearía su
crítica al gobierno argentino por negarse a abandonar la neutralidad: "Si en lugar de la
voz de los gobiernos se hubiese oído la voz de los pueblos, todas las respuestas
hubieran tenido la misma intensidad, la misma firmeza".56 La política del gobierno no
representaba la voluntad del pueblo. No obstante, a pesar de su desilusión con la
posición adoptada por su país, María Rosa rescata una nota optimista señalando—al
igual que Victoria antes-- el potencial implícito en aquel "mundo de síntesis"57 que
era América, unida desprejuiciadamente por encima de los nacionalismos estrechos
que pretendían subdividir a la humanidad. América como un anticipo de lo que podría
54 María Rosa Oliver, 'El día marcado en los anales de la infamia', SUR, 87, (1941), 17-20 (19).55 Ibíd., p. 19.56 Ibíd., p. 20.57 Ibíd., p. 20.
155
ser la humanidad, sin prejuicios, ni odios, ni ambiciones extremas. En otras palabras,
se vuelve a la potenciación de América como táctica de supervivencia a la hora en que
el modelo europeo parece irrelevante. Beligerancia y americanismo...
Jorge Luis Borges concentra sus ataques en las fuerzas regresivas del
catolicismo nacionalista y del nacionalismo católico, que obligan a la Argentina a
vivir "en el mundo rudimental del esclavo Esopo y del cacofónico Marinetti".58
Tampoco ahorra su sarcasmo para con los nacionalistas germanófilos, a quienes hace
el blanco de una crítica mordaz por su ceguera ante un mundo donde lo inverosímil --
la conquista del mundo por el Tercer Reich-- es lo verdadero. Por culpa de
nacionalistas como ésos que la apoyaban, la amenaza fascista constituía un peligro
inminente para la Argentina, sobre todo por el "Lebensraum" que ofrecía la
inmensidad de la pampa: "...la misericordia de Hitler es ecuménica; en breve (si no lo
estorban los vendepatrias y los judíos) gozaremos de todos los beneficios de la tortura,
de la sodomía, del estupro y de las ejecuciones en masa". 59 Es clara la referencia a la
retórica nacionalista que tildaba de "vendepatrias" y "judíos" a los elementos liberales
e internacionalistas, en tanto que "misericordia" y "ecuménica" remiten al discurso
cristiano en una escasamente velada crítica al fascismo clerical.
Victoria, por su parte, declara --en un discurso de homenaje a Winston
Churchill-- el compromiso total de su "grupo de argentinos fervientes de las cosas del
espíritu 'sin las cuales todo es ceniza y fango'"60 con los destinos de Inglaterra (la
causa aliada) y del mundo amenazado de los valores morales.
58 Jorge Luis Borges, '1941', SUR, 87 (1941), 21-22 (21).59 Ibíd., p. 22.60 Victoria Ocampo, 'Homenaje a Winston Churchill', i bíd. , pp. 67-69 (68).
156
En septiembre de 1942, SUR dedica un número en homenaje al Brasil. Sin
embargo, más que una muestra de fe americanista, su publicación constituía un acto
político cargado de implicaciones dentro del contexto de las relaciones
interamericanas durante la guerra. ¡Qué casualidad que el 21 de agosto este país haya
declarado la guerra al Eje! ¡Qué casualidad que SUR haya publicado el discurso del
Presidente Getúlio Vargas al entrar el Brasil en la guerra, exhortando al continente
americano a mantenerse unido contra la amenaza común!61 Esta acción de SUR
suponía un explícito desafío al gobierno de Castillo, que seguía neutral y por eso
enfrentaba un embargo de armas de parte de Estados Unidos, agravado por la política
norteamericana de suministrar armas al Brasil, como también la ayuda económica
necesaria para construir la planta siderúrgica de Volta Redonda, por ejemplo.62
Mientras SUR hacía gala de solidaridad hemisférica, los estrategas geopolíticos del
ejército argentino temían una agresión por parte del país vecino. La brecha entre la
posición del grupo y la del gobierno argentino era abismal; de hecho, Victoria y su
gente endorsaban aquí las percepciones de los Estados Unidos y su política punitiva
hacia la Argentina. Por otra parte, la actitud de SUR era coherente con las demandas
rupturistas que venía publicando, con su apoyo a la causa aliada, su adhesión a la
política panamericanista y su decidida lucha contra el nazifascismo. Era cosa también
del valor de la gente de SUR, que no vacilaban en plantarse frente al gobierno
argentino en una situación en la que el supuesto nacionalismo debía exigirles su
identificación con el mismo. La integridad moral, para los de SUR, iba de la mano
61 'Palabras del Presidente del Brasil', SUR, 96, (1942), 93-94.62 Dentro del marco del programa de Préstamos y Arriendos de ayuda militar y económica a las naciones latinoamericanas, del que Argentina se veía excluida por razón de su política exterior. Respecto a los beneficios a corto y largo plazo de la política exterior brasileña durante la guerra, existe una polémica semejante a la del caso argentino. Stanley Hilton opina que la política de Vargas efectivamente fue beneficiosa para Brasil, en tanto que Frank McCann no está tan seguro de los logros a largo plazo; Frank McCann, 'Brazil and World War II: The Forgotten Ally. What did you do in the war, Zé Carioca?', EIAL, 6-2 (1995), 35-70.
157
con el americanismo, con la beligerancia, ahora política, y con la política de la
beligerancia.
En vísperas de paz
Con la liberación de París, en agosto de 1944, se hicieron patentes nuevamente
los indisolubles vínculos de los integrantes de SUR con esa Europa victoriosa
antinazi. Esta compenetración se manifiesta en las palabras de Ezequiel Martínez
Estrada: "Muchos hemos sentido la liberación de Francia como un acontecimiento que
se relacionara con nuestra suerte personal, con nuestro personal destino. Nos hemos
sentido moralmente liberados de una opresión..."63 En esos momentos de alegría,
Borges expresa su visión muy definida de los contornos axiológicos y geográficos del
mundo occidental, que era el mundo de SUR. Saldando cuentas con los nacionalistas
argentinos simpatizantes del Eje, los denuncia como "consanguíneos del caos",64
despojados de honor y de piedad por causa de su estrecho nacionalismo. "Para los
europeos y americanos", dice, "hay un orden --un solo orden-- posible: el que antes
llevó el nombre de Roma y que ahora es la cultura de Occidente. Ser nazi (jugar a la
barbarie enérgica...) es, a la larga, una imposibilidad mental y moral".65 América y
Europa, dos mundos unidos por un objetivo común: la defensa de la civilización
occidental contra la barbarie. Pero en términos de igualdad y no uno subordinado al
otro. Ésa es la gran innovación que se desprende ahora de la actitud de Borges. El
presente, la realidad de la guerra europea, se había encargado de equilibrar los 63 Ezequiel Martínez Estrada, 'Francia en la salvación', SUR, 120 (1944), 18-23 (18). Casi todo el número estaba dedicado a la celebración de la liberación de Francia.64 Jorge Luis Borges, 'Anotación al 23 de agosto de 1944', i bíd. , pp. 24-26 (25).65 Ibíd., pp. 25-26.
158
destiempos del pasado para que ahora pudieran hacer frente al futuro desde un mismo
punto de partida. De esta manera Borges reivindica la potenciación del referente
americano, cuya urgencia parecía ir disminuyendo al desvanecerse la amenaza
inmediata de la guerra ante la intensidad del júbilo por la liberación de Francia. Cosa
no tan extraña, quizás; a fin de cuentas, se trataba de solidarizarse con Europa, de la
misma manera que en 1941 había sido cuestión de alinearse con los Estados Unidos.
Pero la cuestión era mucho más compleja y no todos en Argentina compartían
ese entusiasmo solidario. En sus memorias, María Rosa Oliver cuenta que en la
concentración celebrada en Plaza Francia para festejar la liberación de París era muy
notable la ausencia de la masa obrera, ya firmemente detrás del vicepresidente Perón
(quien mandó a la policía montada a dispersar la manifestación), y añade que, algunos
meses después, la noticia de la declaración de guerra a Alemania era recibida "con
más bochorno que alegría".66 De modo que aunque en Europa se percibía ya el fin de
la guerra y la derrota de los fascistas, en Argentina parecía que la lucha antifascista
interna estaba por comenzar y María Rosa apuntaba que el fascismo, para la izquierda,
"se encarnaba en Perón, sus epígonos los nacionalistas (con o sin uniforme) y el
clero".67
"Declaraciones sobre la paz",68 el volumen con que SUR celebra el fin de la
conflagración europea, es sobrio de tono y de contenido; los textos, más largos que de
costumbre, reflejan el temple reflexivo de los intelectuales del grupo a la hora de
afrontar las secuelas de la tormenta y el despunte de un nuevo orden mundial. No hay
explosiones irreprimibles de júbilo. Ni tampoco arranques de entusiasmo solidario,
66 María Rosa Oliver, Mi fe, p. 330.67 Ibíd.68 SUR, 129 (1945).
159
como antes. El advenimiento de la paz trae consigo la reevaluación de la realidad
argentina, americana y global de los distintos actores, con un franco espíritu crítico: se
advierte a los vencedores de los riesgos de la soberbia; se habla de los viejos y los
nuevos imperialismos; se presagia la discordia entre las nuevas grandes potencias; se
expresan reservas y esperanzas respecto a la naciente organización de las Naciones
Unidas; se defienden los derechos humanos y se condena la indiferencia con que se
permitió y se seguía tolerando el franquismo. Todos coincidían en que debían
eliminarse los brotes restantes del fascismo. Aunque se había logrado la victoria, la
problematicidad de la nueva situación daba aún mucho para pensar. Todo esto a nivel
global.
Mas ahora se trataba en primer lugar de la Argentina, donde la creciente
sombra de Perón y su alianza de militares y clase obrera les hacía presentir y temer
que el país estuviera a punto de adoptar el sistema del que Europa acababa de librarse.
De ahí el cuadro situacional que pinta Victoria en sus declaraciones de apertura:
"Exceptuando a España, el nazi-fascismo ha sido barrido de Europa. Quisiéramos
poder decir otro tanto de América, del mundo entero. (...) La enfermedad se había
generalizado a tal punto que los focos de infección todavía permanecen activos, aquí y
allí, bajo las formas más imprevistas, más nocivas".69 Pero en realidad es el joven
Enrique Anderson Imbert, afiliado al partido socialista y más comprometido
políticamente que los demás miembros del grupo, quien mejor capta el espíritu y las
preocupaciones centrales del momento, sintetizándolos con los diversos hilos que
recorrieron la revista a lo largo de todo el período.
69 Victoria Ocampo, 'Declaraciones sobre la paz', íbíd., 7-8 (8).
160
Su contribución sobre los "derechos del hombre"70 puede leerse de dos
maneras. A nivel internacional, como reivindicación del apoyo brindado a la causa
aliada para hacer frente a las fuerzas caóticas conjuntas del nazismo y el
nacionalismo, que en Argentina habían deslumbrado a los militares incitándolos a la
conspiración y la toma del poder por la fuerza (la asonada de 1943). Anderson Imbert
confiaba en que, una vez vencida Alemania y erradicado el nazismo, las nuevas
superpotencias sabrían respetar los derechos individuales que invocaban en sus
proclamas a la hora de emprender la tarea de reorganización económica. A grandes
rasgos, podemos decir que Anderson Imbert resume algunos de los temas principales
que ocupaban a SUR en esta época: la lucha contra el nazismo, la crítica al
nacionalismo, la preocupación por las cuestiones morales, la defensa de la democracia
y de las libertades humanas.
Pero quizás lo más importante es la apreciación lúcida y cabal de Anderson
Imbert de la trascendencia, para la Argentina, del nuevo protagonismo hegemónico de
Estados Unidos en la reestructuración mundial de posguerra. Hablando como
americano, reclama para sí los derechos de igualdad con Europa que le confieren el
decisivo rol desempeñado por la América de habla inglesa en la guerra y la nueva
dependencia parcial de Europa en ella. Mas al hacerlo en calidad de argentino,
explicita que la Argentina seguirá dependiendo económicamente de Inglaterra o de
Estados Unidos, sobre todo de estos últimos, y ello justamente por la posición
privilegiada que los mismos disfrutan después del conflicto. O sea que la entusiasta
solidaridad intercontinental de antes es reemplazada ahora por la sobria constatación
de que la Argentina es un país pequeño que forma parte de una América
70 Enrique Anderson Imbert, 'Los derechos del hombre',ibíd., pp. 16-20.
161
incomprendida, mestiza, atrasada, pobre, incomunicada entre sí y amenazada desde el
norte por el imperialismo estadounidense. En comparación con la euforia
panamericanista del número dedicado a la guerra en América, el cambio de tono y de
autoimagen que se percibe aquí es impactante: de pronto, al finalizar el conflicto
europeo, se desvanece la mancomunidad de destino de las dos Américas hechas una y
resurge la sensación de inferioridad que se reservaba generalmente para la relación
con Europa, pero ahora en relación a la América de habla inglesa. Paradójicamente,
como americanos estaban en plan de igualdad con Europa, pero como argentinos se
sentían inferiores vis à vis los Estados Unidos. En cierto sentido, entonces, temían
haber cambiado el neocolonialismo europeo por el imperialismo americano, a
semejanza de las opciones que había barajado constantemente el gobierno argentino
durante la guerra y por cuya razón se había empeñado en mantenerse neutral. Una vez
más parecía insinuarse una nueva diferencia en el peso específico de los componentes
constitutivos del espacio ocidental en el que se movía SUR: Argentina, América y
Europa.
Anderson Imbert acepta con ecuanimidad la inevitabilidad de la dependencia
económica argentina e incluso asegura que es posible vivir con dignidad en una
colonia, siempre y cuando se respeten los derechos del hombre. Él no teme al
imperialismo económico yanqui tanto como "el soborno de nuestras conciencias".71
La pureza de la dimensión ética: la libertad del hombre que no comercia su alma,
haciéndose acreedor así al respeto de los demás, en la mejor tradición liberal de SUR.
Y, como si intuyera ya su inmediata confrontación con el peronismo, urge a los
argentinos a trabajar "para que la Argentina sea un país democrático, regulado por una
71 Ibíd., p. 19.
162
Constitución liberal, independiente en sus leyes, progresista en sus esfuerzos, honrado
en sus costumbres".72 En cuanto a la posibilidad de combatir la desigualdad entre
ambas Américas, Anderson Imbert nos dice que es preciso volver la mirada sobre lo
propio y potenciar la espiritualidad de la América de habla hispana frente al
materialismo de la América de habla inglesa. Los integrantes del grupo SUR, que
también se habían plantado ante el totalitarismo en tanto conclusión política de su
ethos moral, se encuentran en una situación mucho más compleja y difícil de
conceptualizar y de manejar ante el imperialismo de la potencia liberal y democrática.
Las inferencias a que invita el razonamiento de Anderson Imbert son
evidentes. La solidaridad hemisférica se reservaba exclusivamente a lo que se refería a
las relaciones con el Viejo Mundo en circunstancias extremas. Vis à vis Europa, en
tiempos difíciles, las dos Américas conformaban una unidad, un solo continente con
un mismo destino frente al enemigo común. Pero en el nuevo ordenamiento mundial
primado por los Estados Unidos, no había cabida para aquel libresco "Todos para uno
y uno para todos" en defensa de las libertades humanas; de modo que, una vez
disuelto el 'cemento' que los unía, los continentes 'se separan' y vuelven a ser dos
Américas (nunca lo habían dejado de ser) claramente diferenciadas la una de la otra y
con intereses completamente distintos: una de habla inglesa y otra de habla española,
con toda la carga asociativa que eso conllevaba y bajo el peso de la plena conciencia
de la inevitable dependencia económica. Dicho de otra forma, la resolución del
conflicto europeo surte un efecto contrario al que su estallido había provocado en
SUR, desplazando el afán panamericanista que había caracterizado su discurso
durante la guerra por un enfoque más reducido de índole marcadamente localista: si
72 Ibíd.
163
antes importaba definirse como americanos, desde ahora lo harían como argentinos
primero e hispanoamericanos después. En tiempos de paz, la amenaza percibida era
otra y quedaba un poco más al norte, pero del mismo lado del océano. No obstante, la
solución es básicamente la misma táctica que habían adoptado ante la hecatombe
europea: la potenciación de América, pero ahora de la América de habla española,
frente a circunstancias inadmisibles.
El inicio de este nuevo ciclo obligaría a Victoria y a la gente de SUR a adoptar
nuevas estrategias para sobrellevar los reajustes de la posguerra y el peronismo. Hasta
entonces, como hemos visto, se habían distinguido en lo que podríamos llamar la
práctica teórica del 'americanismo sobre la marcha' como estrategia bélica. Es decir,
supieron articular hábilmente el referente americanista, a nivel conceptual, para
legitimar sus posturas en distintas coyunturas durante el decurso de la guerra europea,
sobre todo en el marco de las relaciones argentino-estadounidenses y la cuestión de la
neutralidad en el conflicto. Dentro de este contexto, es evidente que el americanismo
de SUR no obedecía a ningún proyecto constituido, sino que fueron circunstancias
externas las que determinaron su evolución discursiva. De ahí los distintos
significados que adquiere el discurso americanista de SUR a medida que sus
contenidos se conjugan con la posición del grupo al trasluz de sucesivos
acontecimientos. Si en un comienzo coinciden con la posición del gobierno argentino
respecto a la neutralidad, pronto se van ajustando más a las percepciones y las
políticas de los Estados Unidos hacia la Argentina (por duras que éstas hayan sido)
hasta el punto en que la posición de SUR será proporcionalmente inversa a la del
gobierno argentino: cuanto más se aproxime éste aparentemente a las potencias del
Eje, con mayor vehemencia defenderán Victoria y los suyos a Estados Unidos y la
164
causa aliada. Eventualmente, con la resolución del conflicto europeo y la consiguiente
jerarquización mundial bajo la égida estadounidense, el énfasis panamericanista
cederá el paso a una sobria evaluación del desempeño de los distintos actores a través
de un prisma más reducido y localista, pero igualmente americano. Sin duda, el
corolario inmediato más significativo derivado de la hecatombe europea sería el
redescubrimiento de América, es decir, el recurrir a la potenciación del referente
americano como herramienta de reivindicación y regeneración ante la inadmisibilidad
de las circunstancias externas, tanto si éstas eran de índole europea (el derrumbe del
modelo civilizatorio occidental) como americana (la nueva hegemonía
estadounidense).
Efectivamente fue la guerra en Europa la que obligó a Victoria y su gente a
volver la mirada sobre las dos Américas, así como la imperiosa necesidad de
solidarizarse con los Estados Unidos y la causa aliada los impulsó a enarbolar la
bandera del panamericanismo a nivel conceptual. Pero el cierre de facto de Europa en
este período tendría un efecto mucho más significativo a nivel práctico, como
veremos a continuación.
La praxis americanista de SUR
Hemos acompañado hasta el momento el deslizamiento del discurso de SUR
del espacio de lo estético a lo ético, y de éste a lo político. Los límites entre los
mismos fueron borrándose y la transición del uno al otro se fue dando de manera
inevitable para aquellos intelectuales que compartían una misma idea liberal,
individualista y democrática, en la que, a fin de cuentas, desde un comienzo habían
165
arraigado su libertad de creación artística. Ahora volveremos nuestra mirada otra vez
hacia atrás para tratar de acompañar lo que llamamos 'la praxis americanista de SUR'.
El discurso, como hemos visto, se dio en función del hundimiento de Europa en la
confrontación bélica, lo que aumentó el peso específico de lo americano de modo
determinante. Pero la praxis americanista a la que nos referimos se inició aún
previamente al conflicto bélico y es lo que queremos poner de manifiesto aquí. Es
importante hacerlo, especialmente ante los estereotipos que han venido configurando
la imagen europeizante y cosmopolita de SUR. Si en lo que se refiere al discurso
americanista en función de la debacle europea puede hablarse de lo circunstancial del
mismo, la praxis americanista, por el contrario, se remonta a los comienzos mismos
de la publicación de SUR.
Ya vimos, en el segundo capítulo, el modo en que ese americanismo fue
manifestándose desde el primer número en 1931, a partir de la explícita proclama de
Victoria de que SUR era "[d]e los que han venido a América, de los que piensan en
América y de los que son de América",73 así como en las contribuciones de los
intelectuales americanos a lo largo y a lo ancho del continente que poblaban las
páginas de la revista. Se trataba de una red de intelectuales americanos y de cultura
latinoamericana y estadounidense que, entretejida con lo europeo, envolvía al lector
desde el primer momento. No era cuestión de la formulación del discurso americano
sino --desde un comienzo-- del ejercicio de la praxis americanista. Y aunque no eran
tiempos bélicos aún, la colaboración a nivel continental ya era esencial en la
constitución de la fisonomía americanista de la revista. Todo ello, claro está, sin
detrimento de lo europeo. Parecería que, en última instancia, lo que se escondía detrás
73 Ocampo, 'Carta', SUR 1 (1931), 7-18.
166
de todo esto era la comprensión de que el concepto de identidad no llevaba implícito
el monolitismo sino la complejidad multifacética de los perfiles nacionales,
americanos y europeos dentro de los límites identitarios del mundo occidental. Desde
esta perspectiva, pareciera que las opciones que muchos críticos han planteado entre
nacionalismo o cosmopolitismo o americanismo surgirían en función de una
concepción monolítica y excluyente del concepto de identidad. Quizás en estos días
nos sea más fácil comprender los postulados del grupo SUR. Una cosa es clara: a la
hora del cierre de Europa y el redescubrimiento de América, la praxis americanista
inicial aumentaría su peso relativo específico.
En el plano de la cooperación intelectual e institucional, es necesario recordar
la actividad desarrollada por Victoria ya en 1936 para ayudar al Instituto Internacional
de Cooperación Internacional, el órgano de la Sociedad de las Naciones precursor de
la UNESCO, a organizar encuentros periódicos entre eminentes personalidades
culturales de América y Europa en suelo americano.74 Esta conducta era coherente con
la declarada intención americanista de SUR de "tender un puente" entre los dos
continentes, pero en igualdad de condiciones y con énfasis en lo americano,
manifiesta en la carta fundacional a Waldo Frank y en otra que Victoria envió a
Ortega en 1930, mientras sopesaba su proyecto de fundar una revista. 75 De modo que
cuando la guerra europea cierra el acceso al otro continente e interrumpe el flujo
regular de contribuciones procedentes del Viejo Mundo, la consiguiente necesidad de
74 Tres de estos Entretiens se llevaron a cabo en suelo americano: Buenos Aires (1936), Santiago de Chile (1939) y La Habana (1941). En este último se acordó trasladar la sede del Instituto de París a Latinoamérica por la duración del conflicto, a fin de asegurar su continuo funcionamiento, que los censores del ejército de ocupación habían vuelto imposible. Los más granados intelectuales de América (mucho de ellos colaboradores de SUR) --Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Baldomero Sanín Cano, Francisco Romero, Germán Arcinegas, Juan Marinello, Richard McKeon-- participaban en estos encuentros. Ver el prólogo de Federico Mayor Zaragoza en Mensaje, ed. Ainsa y Montiel, pp. XI-XV, especialmente p. XII, y también la contribución de Edgar Montiel, 'América', en ibíd., pp. 1-16.75 Ocampo, 'Carta'; 'Carta a José Ortega y Gasset', del 19 de julio de 1930, en SUR, 347 (1980), 144.
167
sustituir las importaciones culturales serviría para reforzar el compromiso americano
--ya existente en la práctica-- de Victoria y su grupo.
No obstante, es necesario señalar que, a diferencia de otras publicaciones más
o menos contemporáneas que ante la crisis europea también se hacen cargo de la
especificidad americana, SUR no elaboró ningún proyecto explícito de americanismo
al estilo de Amauta, que pretendía conjugar algunos principios de socialismo con la
compleja realidad peruana, ni tampoco dedicó mucho espacio al análisis de la
problemática concreta --política, social, económica-- de América Latina, como
Cuadernos Americanos.76 SUR siguió practicando un americanismo al nivel
esencialmente cultural, aunque consciente también de la trascendencia ética y política
de lo que era su concepción de la cultura y del hombre. Es más, aquel vuelco suyo a
lo largo y lo ancho del continente americano imperceptiblemente acabaría efectuando
en ellos una reelaboración y reivindicación de su identidad cultural americana, que les
permitiría enfrentarse a Europa con más seguridad y en términos de mayor igualdad
una vez resuelto el conflicto bélico.
Aparte de la amplia red inter e intracontinental de contactos personales con
americanos ilustres (Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Germán Arciniegas,
Gabriela Mistral, Waldo Frank, entre otros) y europeos 'americanizados' de renombre
(por ejemplo, Amado Alonso, Guillermo de Torre, Rafael Alberti, Francisco Ayala,
María Zambrano, Roger Caillois),77 dos factores contribuirían en gran medida a hacer 76 El primer número de Cuadernos Americanos (enero-feb. 1942) apareció poco tiempo después del ataque a Pearl Harbor, mientras los representantes de los estados americanos estaban reunidos en la conferencia de Río de Janeiro. Al igual que SUR, apoyaba el esfuerzo bélico de los Estados Unidos, pero difería de ella en su análisis explícito de las cuestiones del momento, lo que llevó al escritor cubano Fernández Retamar a calificarla como "tribuna antifascista y antiimperialista" y "ejemplo intelectual y moral"; citado en King, Sur, p. 139.77 Muchos de ellos compartían una larga trayectoria de cooperación y solidaridad --americana e internacional-- nacida de su actuación en círculos intelectuales dentro del marco de las actividades del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones; Montiel, 'América', pp. 1-9.
168
factible este americanismo práctico de SUR: el boom editorial y el vínculo
privilegiado con la Oficina de Coordinación de Asuntos Interamericanos gracias a la
presencia en Washington, durante dos años, de María Rosa Oliver. En conjunción con
el desarrollo paralelo de los medios de comunicación masiva como el cine y la
radiofonía, el tráfico multidireccional de publicaciones en lengua española y los
intercambios culturales facilitaron el conocimiento mutuo de los pueblos americanos
al abrirles nuevos canales para darse a conocer y conocerse los unos a los otros. SUR
jugó un importante papel en este sentido. No sólo dio a conocer anticipos, extractos y
primicias de distintos escritores argentinos y americanos (incluyendo
norteamericanos), sino que la proliferación de libros y revistas de distintas editoriales,
principalmente argentinas y mexicanas (Losada, Sudamericana, Emecé, Rueda,
Poseidón, El Colegio de México, El Fondo de Cultura Ecónomica) que llegaba a las
oficinas de la redacción obligaron a SUR a ampliar la sección de reseñas
bibliográficas y a inaugurar otra especial de "Revistas", en la que se resumían los
contenidos o se citaban trozos de interés extraídos de revistas procedentes de distintos
países de América y Europa.78 Al mismo tiempo, en más de una ocasión las
informaciones distribuidas en las revistas sirvieron para complementar con referencias
americanas las noticias de interés local en el "Calendario". Las listas de libros
recibidos que se publicaban esporádicamente también atestiguaban el conocimiento
78 Ver: SUR 83-85 (agosto-oct. 1941), 87 (dic. 1941), 88-90 (enero-marzo 1942), 107-108 (sept.-oct. 1943), 110 (dic. 1943), 126 (abril, 1945). La nómina incluía, entre otras: Nosotros (Buenos Aires), Huella (Buenos Aires), Revista de Filología Hispánica (Buenos Aires), Revista Cubana (Cuba), Revista de las Indias (Colombia), Filosofía y Letras (México), Atenea (Chile), Estudios (Chile), Revista Hispánica Moderna (Estados Unidos), Sol y Luna (Buenos Aires), América (Quito), Tres (Lima), Letras de México (México), Romance (México), Universidad de La Habana (Cuba), Scrutiny (Inglaterra), The New Mexico Quarterly Review (Estados Unidos), Universidad (Santa Fe, Argentina), Universidad de Antioquía (Colombia), Universidad Católica Bolivariana (Colombia), América , Revista de la Asociación de escritores y artistas americanos (Habana), Verbum (Buenos Aires), Bases (Buenos Aires), La Nueva Democracia (Nueva York), The New Republic (Estados Unidos), The Saturday Review of Literature (Estados Unidos), La France Libre (Buenos Aires), Judaica (Buenos Aires), Sustancia (Tucumán), Inteligência (São Paulo), Contrapunto (Buenos Aires), Horizon (Londres).
169
mutuo que iba teniendo lugar, pues daban a entender que los intelectuales americanos
se leían los unos a los otros y estaban al tanto de las últimas novedades.79
De modo que es evidente que la praxis americanista de SUR se desdobló por
distintos derroteros. Un breve repaso a los sumarios de la revista en este período pone
de manifiesto un cuidado equilibrio entre autores argentinos (Borges, las hermanas
Ocampo, Bioy Casares, José Bianco, Erro, Mallea, los hermanos Patricia y Estela
Canto, Juan Rodolfo Wilcock, González Lanuza, Francisco Romero, Raimundo Lida,
Vicente Barbieri, Enrique Anderson Imbert) y americanos (del sur como del norte:
Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, María
Luisa Bombal, Gabriela Mistral, Ana Berry, Felisberto Hernández, Enrique Amorim,
Waldo Frank, Erskine Caldwell, William Saroyan, Archibald MacLeish) y también
extranjeros americanizados (Guillermo de Torre, Francisco Ayala, Rafael Alberti,
Amado Alonso, Rosa Chacel, María Zambrano, Jorge Guillén, Ramón Gómez de la
Serna, Roger Caillois), además de un énfasis temático deliberadamente americanista
que se fue haciendo cada vez más notorio a partir de 1940. En el número de enero de
ese año, Alfonso Reyes efectúa una recapitulación del desarrollo cultural de México,80
mientras que en el próximo número Bernardo Canal Feijóo contribuye una versión
urbana de un mito americano de origen extraído del acervo popular.81 Pocas páginas a
continuación, el "Calendario" reproduce las palabras de Octavio Paz en la revista
mexicana Taller (nº 6), reivindicando la potencialidad de la realidad americana como
materia prima para los novelistas (americanos).82
79 Ver, por ejemplo, 'Últimos libros recibidos', SUR, 78 (1941) y SUR, 80 (1941); 'Libros recibidos en el mes', SUR, 120-122 (1944), SUR, 123 (1945).80 En 'Pasado Inmediato', SUR, 64 (1940), 19-56, escrito en conmemoración del Primer Congreso Nacional de Estudiantes celebrado en México en 1910.81 'La leyenda maldita de 'la viuda',' SUR, 65 (1940), 87-100.82 Ibíd., pp. 118-119.
170
Las reivindicaciones americanistas eran patentes ya a finales de 1939. En el
número 62 (noviembre 1939), Borges recuperaba la figura del pintor Alejandro Xul
Solar y se informaba acerca del Congreso de Escritores celebrado en el interior,
mientras que en el 63 (diciembre 1939) se reiteraba la fe en la Argentina y la
producción literaria nacional con elogios a la colección infantil dirigida por Oliverio
Girondo (en especial, el tomo sobre Geografía Argentina por María Rosa Oliver). En
una reseña sobre Ortega y Gasset, en el mismo volumen, el filósofo Miguel Ángel
Virasoro rechazaba a Europa como norma suprema de vida e instaba a volverse sobre
lo propio.
Rápidamente el giro americanista inicial de SUR fue tomando ímpetu. Así, los
albores de la nueva estética borgeana irrumpen con el relato clave, "Tlön, Uqbar,
Orbius, Tertius", en el índice de mayo 1940 (nº 68), el cual ostenta también un cuento
del norteamericano Erskine Caldwell y una contribución de Victoria. Toda la sección
de notas está a cargo de latinoamericanos. Cabe destacar también la "Crítica de arte",
con una reseña de una exposición de arte chileno.
El sumario del número nº 84 (sept. 1941) es paradigmático de la flexión
americanista de SUR en esta época:83 un poema de Eduardo González Lanuza y un
cuento de Macedonio Fernández (ambos argentinos); un texto sobre la Isla de Pascua
y una crónica sobre una generación de poetas argentinos, además de reseñas de
nuevos libros del colombiano Germán Arciniegas y del venezolano Mariano Picón-
Salas (testimonios de conocimiento mutuo) y una crítica de arte dedicada a una
exposición de pintura norteamericana. El número termina con la transcripción de uno
83 Ver, entre otros, los índices de los siguientes números de SUR: 69 (junio 1940), 74 (nov. 1940), 85 (oct. 1941), 89 (feb. 1942), 103 (abril 1943), lógicamente el número doble 113-114 (marzo-abril 1944) dedicado en su totalidad a la literatura de los Estados Unidos y también el 126 (abril 1945).
171
de los debates sobre "Los Irresponsables", la rotunda invectiva de MacLeish contra
la indiferencia de los intelectuales estadounidenses en los años previos a la guerra. No
cabe duda de que SUR es una revista americana y que la presencia de los intelectuales
de los diversos países del continente es lo que le refuerza tal condición más allá de
cualquier discurso americanista formulado explícitamente.
Discutiendo a América
SUR amplió su órbita de acción americanista con la promoción de diversos
debates sobre la problemática americana, con la asistencia y participación en ellos de
una variada gama de personalidades representativas del ámbito cultural americano.
Estos debates son de particular importancia pues abordaban una temática
específicamente americanista: "Relaciones interamericanas"84 azuzó las llamas de una
calurosa discusión en torno al indianismo y el indigenismo,85 "¿Tienen las Américas
una historia común?"86 fue inspirado por el brote de sentimiento panamericanista que
recorrió el continente a fines de 1941 y un tercer debate, "Los Irresponsables", giró
en torno a la provocativa tesis respecto del compromiso del intelectual lanzada por el
escritor norteamericano Archibald MacLeish en su folleto tan crítico de los
intelectuales de Estados Unidos frente a la guerra.87
84 SUR, 72 (1940), 100-123.85 Para un esquema panorámico, claro y conciso del indigenismo en Latinoamérica, ver: Eduardo Devés Valdés, 'El pensamiento indigenista en América Latina 1915-1930', Universum, año 12 (1997), 37-56.86 SUR, 86 (1941), 83-103.87 La intensa polémica suscitada con respecto al texto de MacLeish (traducido al español por la Oficina de Cooperación Intelectual de la Unión Panamericana en Washington) dio lugar a dos debates transcritos en números consecutivos: 'Comentario a 'Los Irresponsables', de Archibald Mac Leish', SUR, 83 (1941), 99-126, y 'Nuevas perspectivas en torno a 'Los Irresponsables', de Archibald Mac Leish', SUR, 84 1941), 83-103.
172
La importancia de estas discusiones reside, más que en las temáticas
abordadas, en el mero hecho de haberse reunido para tratar cuestiones tan candentes y
relevantes para todos los americanos, en un intento por encontrar una opción
netamente americana frente al derrumbe europeo. Era la red americanista que iba
tejiendo SUR, pues en el curso de los debates se irían desarrollando la comprensión y
el conocimiento mutuo. Si a veces encontramos en las páginas de SUR visiones
idealistas y románticas de lo que era lo americano, en los debates mencionados cada
uno de los participantes intervenía a partir de su propia perspectiva, lo que ponía de
manifiesto el 'bagaje' socio-cultural que él mismo traía a cuestas; es decir, una visión
de la realidad americana forjada en función de la composición demográfica, las
preocupaciones y las idiosincrasias características de su "pedazo" del mosaico
latinoamericano y estadounidense por igual. En otras palabras, una articulación de las
diversas y concretas manifestaciones de lo americano. Así, por ejemplo, aquéllos
procedentes de países con altas concentraciones de población india tenían mayor
conciencia e interés por las cuestiones indígenas que alguien como Victoria, para
quien éstas eran completamente ajenas. Nada sorprendente, entonces, que Germán
Arciniegas y Pedro Henríquez Ureña hayan dominado la discusión en torno al
indigenismo y el indianismo en el debate sobre las relaciones interamericanas; aunque
es interesante apuntar que fue un argentino, Arnaldo Orfila Reynal, quien introdujo el
factor étnico en el debate. 88
Sin embargo, el corolario más importante de estos intercambios fueron las
distintas 'versiones' de América que surgieron:89 el conocido pesimismo de Alfonso
88 En la transcripción del mismo debate, escasas páginas después, Orfila Reynal también saldría en defensa del aprismo; SUR, 72 (1940), 122.89 En su interesante artículo sobre el 'Americanismo de la Revista Sur', en Cuadernos Americanos, 9 (1988), pp. 198-209, Nora Pasternac resume hábilmente varias de estas posiciones y las complementa con una interpretación del proyecto cultural de SUR en términos hegelianos, donde se combina el
173
Reyes, para quien América era un hecho "patético", acuciado por fatalidades
concéntricas, y el americano, un ser incompleto, aplastado por el peso del miasma de
su origen;90 la ingenua e idealista fe de Victoria y Waldo Frank en el potencial
redentor de la América joven e inmadura, un oculto tesoro con un apetito insaciable y
una sed de explicarse y ser comprendida; la división geográfica de Germán
Arciniegas, no entre norte y sur sino entre la América oriental, atlántica, con la mirada
fija en Europa, 'a un salto' del otro lado del "charco", y la América occidental,
tradicional, de base hispánica, forzada a replegarse en sí misma ante el vacío y la
vastedad del océano Pacífico; la oposición entre la América hispanoindígena de la
provincia (Córdoba) y la América de las 'grandes' urbes (Buenos Aires, Rosario y
Montevideo), propuesta por Pedro Henríquez Ureña; los lugares comunes de una
América unida por ideales libertarios, por una historia común de levantamientos
contra opresores, de posibilidades ilimitadas para el inmigrante...
Mas por encima de las diferencias geográficas, espaciales, espirituales, parecía
primar, tanto en el discurso como en el debate, la aspiración común a la unidad de
América. Y es que coincidían en que, ante la certidumbre de un peligro común (la
amenaza europea), era imprescindible conocerse, moverse y acercarse mutuamente y
reestablecer la idea de la continentalidad americana. Solamente --tal cual escribe Erro
en el 40-- a través del mutuo conocimiento de cada uno de los países que formaban
América sería posible "hacer de América un continente" y realizar las posibilidades
existentes en ella para crear "un modo de vida, un estilo de vida, una civilización
propia y superior"; porque solamente "cuando se tiene la conciencia de que se forma
mito de la América joven e inmadura con el mito del potencial americano como esperanza futura para Europa.90 Alfonso Reyes, 'Un paso de América', SUR, 1 (1931),149-158; 'Los dos augures', SUR, 3 (1931), 26-48; 'Notas sobre la inteligencia americana', SUR, 24 (1936), 7-15.
174
parte de un continente, se está en la situación conveniente para afrontar una
contraposición o una oposición de otro continente".91 Es decir, la potenciación de
América como opción civilizadora ante el colapso del modelo europeo de que
hablamos anteriormente, aunque --como podemos ver-- acorde a las pautas
etnocéntricas propias del mismo modelo europeo. Lo interesante del debate sobre las
relaciones interamericanas es que, al hablar de conocimiento mutuo, se hayan hecho
cargo del complejo entramado étnico y los distintos intereses en juego, llegando
inclusive a señalar la necesidad de que la América hispana (blanca) reconociera la
presencia ineludible de la América indígena, impelidos por el espíritu indigenista que
era patrimonio de diversos países del continente.
Pero no todo fue idealizaciones unitarias, sino que surgió también la
conciencia de la heterogeneidad americana, tal cual se expresó, por ejemplo, en no
pocas intervenciones de quienes participaron en el debate dedicado al tema "¿Tienen
las Américas una historia común?". Se habló de diferencias externas e internas y de
geografía, de idioma y de poder, de particularidades de desarrollo histórico, político y
social, de distintas civilizaciones, composición étnica, tradición religiosa y cultura, de
latinoamericanismo e iberoamericanismo; en fin, de realidades diferentes y
desequilibrio continental. Al mismo tiempo, tampoco faltaron quienes se mostraron
algo reacios a tal rumbo americanista, como Arciniegas y Henríquez Ureña, quienes
albergaban la idea de la unidad de las Américas. Tal como lo hemos dicho, la
conciencia americana, más allá del debate y las divergencias, iba ahondándose
sustancialmente.
91 Palabras con las que Carlos Alberto Erro clausura el debate sobre las relaciones interamericanas; SUR, 72 (1940), 122-123.
175
SUR y la Oficina Coordinadora para Asuntos Americanos
A pesar de que el debate sobre la posible comunalidad histórica de las
Américas había descubierto puntos débiles y conflictivos en la recepción
latinoamericana del renovado énfasis panamericanista estadounidense, SUR sería uno
de los principales beneficiarios del movimiento de cooperación interamericana que se
venía acrecentando ya con la Política de la Buena Vecindad, inaugurada por
Roosevelt en un marco más amplio de políticas democráticas dirigidas a contrarrestar
los brotes de nacionalismo económico-político en América Latina y asegurar su
posición entre las naciones americanas frente al ascenso del fascismo y el nazismo. A
diferencia del gobierno argentino y otros organismos que se vieron forzados a
soportar la furia del boicot norteamericano, SUR cosechó los frutos de una relación
privilegiada con la Oficina Coordinadora de Asuntos Interamericanos, organizada por
Nelson Rockefeller en 1940 ostensiblemente para mejorar la imagen de la cultura
estadounidense en la América no sajona, estimular el desarrollo de élites intelectuales
modernas en distintos países y orquestar programas económicos y culturales con
objeto de promover la solidaridad interamericana. Pero en realidad, teniendo en
cuenta el trasfondo sociocultural, político y militar del período, el organismo aspiraba
a coordinar, desde Washington, los esfuerzos de norte y sudamericanos --
antisfascistas probados, como María Rosa Oliver92-- a fin de asegurarse en la guerra y
la lucha contra Hitler (una suerte de medida precavida, considerando que en el
momento de su creación ninguno de los estados americanos había declarado la
guerra). Oliver disipa cualquier duda al respecto en sus memorias: "La finalidad de
nuestro trabajo [en la Oficina Coordinadora] (...) era (...) la de hallar los medios más
92 Su posición y sus actividades respecto de la guerra en España eran conocidas; Oliver, Mi fe, p. 52.
176
eficaces para contrarrestar la influencia nazi en América Latina".93 Dicho de otra
forma, bajo cubierta de los intercambios culturales y el generoso envío de materiales
impresos y audiovisuales, ellos se hallaban en una posición ejecutiva para ejercer una
influencia sutil sobre el enfoque de los pueblos al sur, a través del fomento de
relaciones culturales con grupos afines de flexión liberal. En este contexto, la famosa
visita de Waldo Frank a Buenos Aires en 1942, auspiciada por esta entidad, resulta
tanto más significativa, sobre todo a la luz del clima político imperante a la sazón
entre ambos países.94
Es innegable que Victoria y su grupo gozaron de un trato preferencial gracias
a su estrecha relación con María Rosa Oliver. Ella había sido invitada a trabajar en la
Oficina para Asuntos Interamericanos en Washington por recomendación del
secretario de la embajada estadounidense, Allan Dawson.95 Convencida de que era
imposible permanecer neutrales en la guerra y que para ganarla las naciones
latinoamericanas debían contribuir al esfuerzo bélico de los Estados Unidos,96 aceptó
la invitación, aun a sabiendas "de que la causa que defiendo no es químicamente
pura"97 y que además se trataba de una sociedad racista y llena de prejuicios. Su
estadía en la capital norteamericana duró dos años (1942-1944), que fueron muy
provechosos para la labor americanista de SUR.
Por empezar, durante el viaje de ida, María Rosa hizo una larga escala en San
Pablo y Río de Janeiro, donde tuvo la oportunidad de entrar en contacto con lo más
93 Ibíd., p. 98 y ss. Aquí María Rosa ofrece un franco y lúcido testimonio de sus dos años de trabajo en la Oficina Coordinadora de Asuntos Interamericanos en Washington; en especial, ver: pp. 96-102.94 Cabe suponer que para un intelectual políticamente comprometido como Frank, encargado por el gobierno norteamericano de conseguir apoyo argentino para el esfuerzo bélico estadounidense, la desilusión al palpar el ambiente de "business as usual" prevalente en el país debe haber sido enorme; Méndez, 'Intellectuals', pp. 366-370.95 Clementi, Oliver, p. 129.96 Oliver, Mi fe, p. 52.97 Ibíd., p. 101.
177
granado de la intelectualidad paulista y carioca: Mario de Andrade, Vinicius de
Moraes, Carlos Lacerda, Aníbal Machado, Cecilia Meireles, Augusto Frederico
Schmidt. Los frutos de las muchas amistades y contactos que forjó allí fueron
reunidos en el número especial de la revista dedicado a la literatura del Brasil98 que,
aprovechando la ocasión, SUR le encargó por telegrama.99 Una vez instalada en
Washington, María Rosa conocería a un sinfín de grandes figuras de la política y la
escena cultural norteamericana, así como un elenco no menos impresionante de
personalidades europeas, entre los que no faltaban viejos amigos y conocidos de SUR:
Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Antoine de Saint-Exupéry, Erich Maria
Remarque, Saint-John Perse. No pocos aparecerían en las páginas de SUR.
Igualmente gracias a los oficios de María Rosa en Washington, se efectuaron diversos
intercambios culturales (para beneficio de SUR) en ambas direcciones:100 por ejemplo,
la visita de Victoria a Estados Unidos en 1943, invitada por la Guggenheim
Foundation a dar una gira de conferencias.Victoria aprovechó la ocasión para
observar de cerca los efectos de la movilización nacional y recopilar colaboraciones
para el número doble dedicado exclusivamente a la literatura de ese país. 101 Sin lugar a
dudas, Victoria y su grupo lograron superar con creces los límites impuestos por las
circunstancias y, en el proceso, hicieron gala de un manifiesto compromiso
americanista, tanto en el pensamiento como en la práctica. Circunscritos básicamente
al ámbito de la cultura, SUR se distinguió en la práctica del americanismo cultural y
encontró esa otra forma de "ser americana siendo universal", que reconoció Gabriela
98 SUR, 96 (1942).99 Oliver, Mi fe, p. 76.100 En dirección hacia el sur, imposible olvidar la famosa visita de Waldo Frank a Buenos Aires en 1942; nota 32 supra y nota 153.101 SUR, 113-114 (1944). Ver: Meyer, Against, p. 141.
178
Mistral102 y que pronto Borges y sus compañeros llevarían a su máxima expresión
dentro y fuera de las páginas de la revista.
De cara al mundo: Borges y la guardia joven
Ante la acelerada escalada en Europa, SUR encuentra su voz y consolida su
estilo poco tiempo después de que José Bianco toma el timón de la redacción en julio
de 1938 y, según su propio testimonio, cambia el énfasis de la revista publicando más
"literatura de imaginación (...) cuentos que trataran de evocar la realidad y no se
contentaran con describirla, que fueran, en suma, más allá de la mera verosilimilitud
sin invención. (...) fantásticos o que admitieran (...) dos interpretaciones, una racional
y otra sobrenatural".103 No casualmente, a partir de ese momento crece la influencia de
lo publicado por Jorge Luis Borges,104 de quien Bianco era incondicional
admirador,105 y decrecen las cavilaciones filosófico-ideológicas de Mallea en torno a
la antinomia ética: vivir/representar o Argentina visible/invisible. Al mismo tiempo, la
entrañable amistad de Borges con Adolfo Bioy Casares, para entonces ya casado con
Silvina Ocampo, se desdobla en una estrecha y prolífica colaboración profesional,106
102 Citado en Ocampo, Testimonios IX, p. 200. Escasas líneas más arriba, Victoria había reafirmado la preocupación por lo americano que compartía con la poetisa chilena, apelando a la autoridad de su persona como símbolo del americanismo más puro: "La búsqueda de lo americano, preocupación de Gabriela, había hallado en mí un campo de experimentación"; ibíd., p. 199.103 Entrevista de José Bianco con Tamara Kamenszain; Bianco, Ficción, p. 369, publicada originalmente en La Opinión, Suplemento Cultural de Buenos Aires, 1-2-1976. Bianco repite las mismas palabras en distintas entrevistas reproducidas en este volumen, por ejemplo, con Hugo Beccacece (p. 374) y Danubio Torres Fierro (p. 402).104 Borges aportaría algo nuevo y original en casi cada número: cuentos, ensayos breves, idiosincráticas reseñas de libros y cine; King, Sur, p. 139.105 ? "Cuando entré a trabajar a SUR, en mayo de 1938, pocas cosas me daban más alegría que las colaboraciones de Borges. Me parecía, en cierto modo, que justificaban la revista"; Bianco habla de Borges en Ficción, p. 352.106 Bioy se explaya al respecto en sus Memorias, pp. 98-115. Entre los ejemplos más significativos de la colaboración Borges-Bioy se cuenta la publicación de la revista Destiempo, la Antología de literatura fantástica,junto con Silvina Ocampo (1940), la Antología poética argentina (1941), la antología Los mejores cuentos policiales (1943), la colección de relatos policiales 'El Séptimo Círculo', escritos en reacción a las novelas psicológicas en boga.
179
a veces camuflados bajo los seudónimos de Bustos Domecq o Suárez Lynch.107 Con
frecuencia, todos compartían amenas tertulias en el departamento de los Bioy, en la
esquina de Santa Fe y Ecuador, donde coincidían mayormente jóvenes amigos
escritores como Manuel Peyrou con algunos de los mayores como Pedro Henríquez
Ureña.108 Así nació la 'guardia joven' de SUR, aquel grupo dentro del grupo, liderados
por Borges, cuya práctica literaria y estilo distintivo marcarían las páginas de la
revista en este período, unidos al elenco estable de González Lanuza, Erro, Canal
Feijóo, Mallea, José Babini, Julio Payró. Sería la época del auge de la narrativa en
SUR.
Simultáneamente, la guerra europea interrumpe el lazo con el Viejo
Continente y la necesidad de sustituir 'importaciones' los obliga a todos a volver la
mirada hacia América y tomar conciencia de su auténtica identidad cultural,
independiente pero no necesariamente reñida con la tradición europea. En aquel
momento en que la intelectualidad argentina parecía escindirse cuestionando su
identidad, Borges, harto de la realidad pesadillesca que lo rodeaba y hastiado de la
ceguera de los nacionalismos estrechos, se decide a tomar el toro por las astas y crear
una tradición nacional propia, con sabor argentino, independiente de la literatura
extranjera. Efectivamente con Borges se privilegia lo argentino, pero no por sus raíces
tradicionales, sino por el valor universal de su creación literaria ejemplar. Se trata de
107 Los escritores utilizaron los apellidos de sus bisabuelos para darle vida a un tercer escritor: Bustos Domecq, creador de las parodias policiales protagonizadas por el inefable detective Isidro Parodi (cuyo apellido, de por sí, delata el tono y la intención de los autores). Suárez Lynch también eran apellidos ancestrales. Borges habla de su amistad con Bioy y del nacimiento de Bustos Domecq en su Autobiografía, 1899-1970 (Buenos Aires, 1999), pp. 115-121 y también en Victoria Ocampo, Diálogo con Borges (Buenos Aires, 1969), pp. 70-72. Ver: María Esther Vázquez, Borges, Esplendor y derrota (Barcelona, 1996), para un ameno recuento de la amistad y el trabajo en conjunto de ambos escritores; entre otras, pp. 167-171.108 Ver la lista de contertulios en: Vázquez, Borges, pp. 169-170; entre otros: Sábato, Manuel Peyrou, Patricio y Estela Canto, Carlos Mastronardi, Wally Zenner, Marta Mosquera, Alberto Gerchunoff, Haydée Lange, Xul Solar, María Luisa Bombal...
180
la conjunción de lo nacional y su creatividad de trascendencia universal: lo nacional
por ser Borges y lo universal por el valor intrínseco de su obra.
Consciente de lo que consideraba como la estrechez de criterio que consagraba
el Martín Fierro de Hernández como la obra magna de la literatura argentina,109 y
exponiéndose por ello y otras críticas del realismo110 a incurrir la ira de los
nacionalistas y a ser tildado antinacional,111 Borges supo hacer de la falta de tradición
de las jóvenes naciones americanas una ventaja: "Gozamos de una tradición potencial
que es todo el pasado",112 escribió, reivindicando a un tiempo la conjunción del
pasado americano con el legado europeo y potenciando el valor de la incipiente
cultura nacional. Haciendo gala de una apertura a todas las influencias, Borges
aprovechó su familiaridad con todas las culturas --sus experimentos vanguardistas, su
amistad con los libros ingleses, su experiencia con las tradiciones rioplatenses del
criollismo y la gauchesca, sus traducciones y lecturas contemporáneas (por ende, su
familiaridad con los nuevos conceptos, recursos y procedimientos literarios)-- para
suplir la carencia de una fuerte tradición nacional reinventando una tradición literaria
argentina construida en el cruce de la cultura europea con la dimensión del idioma y
los escenarios rioplatenses; una nueva estética capaz de dialogar de igual a igual con
109 "[Martín Fierro n]os propone un orbe limitadísimo, el orbe rudimental de los gauchos"; Jorge Luis Borges, 'Sobre los clásicos', SUR, 85 (1941), 7-12 (11). Casi medio año después, Adolfo Bioy Casares expresaría sentimientos semejantes en una reseña, en la que ataca las convenciones del realismo y defiende la apertura de Borges al mundo: "Creo, sin vanagloria, que podemos decepcionarnos de nuestro folklore (...) Es natural que para un francés la literatura sea francesa. Para un argentino es natural que su literatura sea toda la buena literatura"; ídem, 'Jorge Luis Borges: El jardín de senderos que se bifurcan', SUR, 92 (1942), 60-65 (64-65).110 Por ejemplo, sus críticas a los excesos descriptivos de la ficción realista preferida por los escritores nacionalistas en su ensayo: 'Sobre la descripción literaria', SUR, 97 (1942), 100-101. 111 Su rechazo por parte de los círculos consagratorios y el aislamiento de SUR del patrocinio del gobierno argentino se hicieron evidentes al serle negado a Borges el premio anual de la Comisión Nacional de Cultura en 1942 por El jardín de senderos que se bifurcan. Mallea fue el único miembro del jurado que votó a favor de Borges (prueba de la cohesión del grupo). El premio le fue otorgado a dos escritores realistas, Eduardo Acevedo Díaz y César Carrizo, de menor estatura que Borges. En julio de 1942, Bianco organizó el número especial de 'Desagravio a Borges' (nº 94), en el que los principales colaboradores de SUR escribieron breves notas en apoyo de Borges y El jardín...112 Borges, 'Clásicos', p. 12.
181
la literatura universal, surgida desde el suelo americano --argentino--, en respuesta a
un mundo que parecía haberse vuelto loco con los acontecimientos en Europa y
Argentina. Borges consiguió elevar lo nacional a la altura de lo universal por el mero
hecho de haber nacido y haber producido buena literatura, de calidad universal y
acreedora al reconocimiento universal, en y desde un país periférico como la
Argentina.113
De hecho, el nuevo paradigma literario borgeano puede leerse como el
resultado de una operación estética e ideológica de rechazo: por un lado, de las
corrientes estéticas del naturalismo y el realismo tradicional o psicológico114 y, por el
otro, del irracionalismo y el caos desencadenados por el nazifascismo, en un mundo
sesgado por el enfrentamiento de fuerzas e ideologías antagónicas. Aquel marco
problemático y referencial exigía nuevas respuestas. Frente al desorden de los hechos,
Borges prefiere jugar con las convenciones estilísticas y el rigor de la forma para
construir un orden y organizar los sentidos en aquel mundo abandonado a los caóticos
dioses de la sangre, la tierra y la pasión. En vez de usar la literatura como un espejo
del mundo, Borges utiliza los recursos de la ficción y el artificio para construir una
idea del mundo y dar una respuesta racional al desorden irracional que percibe. Por
eso todo en él es trama, porque el trazado geométrico y exacto de su construcción le
permite controlar la causalidad (en el texto) e imponer el orden a través de la
consistencia de una narración independiente del reflejo real. Al mismo tiempo, se
mantiene emocionalmente distante, a guisa de protección. Frente a la pesadilla diaria,
"[s]ólo es posible la lectura de páginas que no aluden siquiera a la realidad: fantasías
113 Beatriz Sarlo, Borges, un escritor en las orillas (Buenos Aires, 1995).114 Propuesto por Ortega en sus Ideas sobre la novela (1924-1925), un texto que tuvo gran influencia en ciertos sectores de la intelectualidad argentina.
182
cosmogónicas...".115 Esa tensión entre pesadilla y vida real, entre fantasía y
contingencia, se resuelve para Borges en la posibilidad de contar, de conformar con
las palabras un mundo, otra realidad. En otras palabras, Borges se refugia en la
escritura y concibe el acto de escribir como un proceso que puede contribuir a superar
el caos circundante; busca en la potencia del procedimiento y la voluntad de la forma
(literaria) la solución a los dilemas filosóficos y morales contenidos en la realidad.
Indudablemente, veía en la trama perfecta de sus ficciones la antítesis del desorden
referencial y empírico en su derredor. Inclusive una posibilidad de revisar y releer las
historias oficiales, de recuperar, reescribir y corregir un pasado intolerable, como en
"Tema del traidor y del héroe".116 Pero su inspiración la encontraba tanto en el arrabal
porteño como en las calles de Buenos Aires, la finca de Adrogué, las figuras de sus
amigos, la Biblioteca Miguel Cané donde trabajó, la literatura gauchesca, el culto al
coraje, los compadritos, como en la Divina Comedia de Dante y otras grandes obras y
famosos nombres de las letras inglesas y europeas que adornaban sus lecturas.117 O
sea, en el punto donde confluían América --Argentina-- y Europa.
La mezcla de convenciones de la literatura fantástica y el relato policial --el
enigma, la hipótesis y la solución, la hábil fusión de lo real y lo irreal, de lo posible y
lo imposible, la aceptación de lo sobrenatural y lo fantástico--, junto con una actitud
lúdica, el manejo sutil de la ironía y la tematización de procedimientos y artificios de
lo literario, le permitirían a Borges (y a sus seguidores) trascender los límites de lo
verosímil y construir mundos hipotéticos, libres de las restricciones de las estéticas
115 Jorge Luis Borges, 'Ellery Queen: The New Adventures of Ellery Queen', SUR, 70 (1940), 61-62 (62).116 SUR,112 (1944), 23-26. Ver, además: Silvia Molloy, 'Historia y fantasmagoría', en El relato fantástico en España e Hispanoamérica, ed. Enriqueta Morillas Ventura (Madrid, 1990), pp. 101-112.117 Vázquez, Borges, pp. 156-168.
183
representativas, a partir de los libros.118 Sus relatos, por tanto, no son sino juegos
cerebrales inverosímiles, una puesta en forma de problemas teóricos y filosóficos que
exploran los límites de la ilusión referencial espacial y temporal ("Las ruinas
circulares"),119 los dilemas de la representación y la narración, la relación entre el
conocimiento y el lenguaje ("Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"),120 la ambigüedad del
sentido, en contraposición a la realidad y la literatura que aspira a representarla.
Borges fue un artífice del oficio de la ficción, experto en la copia y la
reescritura de textos ajenos ("Pierre Menard, autor del Quijote"),121 máximo
practicante del 'como si', de la invención coherente que desdibuja los límites entre la
ficción y la realidad con un engañoso aparato de citas y referencias que remiten a
nuevas invenciones o hacen falsas alusiones a textos verdaderos, o a través de la
inclusión de amigos y escritores reales en un texto imaginado ("Tlön"). Inventor de
laberintos, enigmas, acertijos, su propósito es cifrar para distraer y conmover, y
descubrir; no persuadir.122 Más que el enigma, lo que importa es el proceso de su
resolución, la multiplicación de conjeturas que, en lugar de resolver el enigma, lo
complica y acrecienta, y lo remite a otro enigma ( "La muerte y la brújula"),123 el
descubrir antes que el descubrimiento. De ahí el placer de la trama bien construida, el
ingenio de las claves precisas, sin cabos sueltos, y la predilección por las narrativas de
sólidos argumentos, que ponen de relieve el ejercicio de la escritura y las
posibilidades de percepción de la lengua escrita, en fin, las armas de que disponía el
118 Tanto Borges (en los dos prólogos en Ficciones, 1944) como Bioy (en su reseña de El Jardín de senderos que se bifurcan, en SUR, 92 y en su prólogo a la Antología de la literatura fantástica, con Borges y Silvina, en 1940) definieron como fantástica la narrativa que propiciaban, precisando sus antecedentes y su técnica distintiva. Eduardo Romano, 'El cuento. 1930-1959. (Borges y otros cuentistas vinculados con la revista SUR)', en Capítulo IV, pp. 275-279.119 SUR, 75 (1940), 100-106. 120 SUR, 68 (1940), 30-46.121 SUR, 56 (1939), 7-16.122 María Teresa Gramuglio, 'Jorge Luis Borges', en Capítulo IV, pp. 361-384.123 SUR, 92 (1942), 27-39.
184
escritor para sobreponerse a los embates de la realidad que le imponía la guerra
europea.
Sin embargo, a pesar de su importancia, la obra de Borges debe ser vista, no
como la producción de un individuo aislado, sino como parte de una práctica de
grupo. Borges se había convertido en el líder indiscutido de los colaboradores de
SUR. Cualquier duda al respecto se disipa ante el número especial de desagravio
encargado por Pepe Bianco a los principales miembros del grupo --Mallea, Henríquez
Ureña, Bioy Casares, González Lanuza, Carlos Mastronardi, Anderson Imbert,
Enrique Amorim, Sábato, Francisco Romero, Canal Feijóo-- para reparar el error
cometido por el jurado de la Comisión Nacional de Cultura al no otorgarle a Borges el
Premio Nacional de Literatura por El jardín de senderos que se bifurcan en 1942.124
De modo que, tal como cabía esperar, las innovaciones literarias de Borges ejercieron
una influencia decisiva en sus íntimos amigos: Bioy Casares, Silvina Ocampo, José
Bianco y Manuel Peyrou, entre otros, quienes adaptaron la nueva estética borgeana a
su obra, produciendo variantes personales, pero con características comunes
fácilmente identificables: la concepción del arte y la literatura a través del artificio; la
inquisición sobre temas metafísicos como la naturaleza del tiempo, la realidad del
mundo, la identidad de la persona, el sentido del universo y los sueños;
procedimientos como el dislocamiento del tiempo, la multiplicidad de espacios
paralelos y los desdoblamientos de la personalidad, la ilusión de realidad, la parodia.
Y todo mezclado con personajes y escenarios porteños o rioplatenses y escrito en la
variedad rioplatense del idioma. Asimismo, al igual que los cuentos de Borges, todos
estos relatos requerían más de una lectura e invocaban la complicidad del lector en el
124 SUR, 94 (1942). Para un detallado e incisivo análisis del incidente y de este número de SUR, ver: Bastos, Borges, pp. 136150.
185
proceso de lectura e interpretación. De esta manera se fue constituyendo un sistema
literario nuevo, una estética de narrativa fantástica argentina, periférica y a la vez
inscrita firmemente dentro de la tradición universal del género (Hugh Walpole, Ann
Radcliffe, Edgar Allan Poe, H. G. Wells), que a un tiempo recogía la tradición
hispanoamericana de escritores como Macedonio Fernández, la europea de Gustave
Flaubert y Franz Kafka, y la inglesa de Thomas Browne, Thomas De Quincey, Gilbert
Keih Chesterton, Thomas Carlyle, Robert Louis Stevenson y Rudyard Kipling.125
Los relatos producidos por esta nueva promoción de SUR adornaron las
páginas de la revista con frecuencia en este período, convirtiendo a SUR en el
principal órgano difusor de la nueva literatura fantástica argentina. Además de los
cuentos de Borges recogidos luego en Ficciones126 y las parodias detectivescas del
binomio Bustos Domecq,127 SUR anticipó algunos capítulos de La invención de
Morel, donde Adolfo Bioy Casares desdibuja los límites entre la realidad y la fantasía
y explora la visión cíclica del tiempo con la introducción de un elemento fantástico de
carácter 'científico': un complejo mecanismo que capta para la eternidad las imágenes
de un grupo de amigos y la de su inventor, repitiendo sus actos durante un 125 Sobre la literatura fantástica argentina, ver: Mary Erdal Jordan, La narrativa fantástica. Evolución del género y su relación con las concepciones del lenguaje (Madrid, 1998); Carlos Dámaso Martínez, 'La literatura fantástica. Desde sus comienzos hasta Adolfo Bioy Casares', en Capítulo IV, pp. 409-432; Nancy M. Kason, 'Paradigma de lo fantástico borgeano: 'El sur',' en ídem, Borges y la posmodernidad. Un juego con espejos desplazantes (México 1994); Molloy, 'Fantasmagoría'; E. L. Revol, 'La literatura fantástica argentina', SUR, 348 (1981), 35-40.126 El volumen recogía los cuentos publicados originalmente en El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y otros seis cuentos titulados Artificios (1944). El libro obtuvo el Gran Premio de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), por iniciativa de Enrique Amorim; Vázquez, Borges, pp. 181-182.127 'Las doce figuras del mundo', SUR, 88 (1942), 36-52 y 'Las noches de Goliadkin', SUR, 90 (1942), 34-50. Andrés Avellaneda identifica un conjunto de actitudes ideológicas implícitas en los cuentos de Parodi, que constituyen una crítica al vanguardismo, al nacionalismo castizo y a la vida de engaño y falsa afectación; El habla de la ideología (Buenos Aires, 1983). Según María Teresa Gramuglio, que analizó la colaboración de Borges-Bioy en SUR, la revista les proporcionó las claves ideológicas y la tribuna para la formulación de su principal crítica política en este período; ídem, 'Bioy, Borges y Sur', Punto de Vista, 34 (1989), 11-16. Edna Aizenberg concuerda en que el contexto de la prédica antinazi y antifascista de SUR es fundamental para la lectura de los cuentos que Borges publicó en la revista en los años del conflicto bélico; Edna Aizenberg, Borges, el tejedor del Aleph y otros ensayos (Madrid, 1997), pp. 37-44.
186
determinado período.128 Más adelante, Bioy publicaría El perjurio de la nieve (1945),
relatos en los que la geografía barrial porteña se entremezcla con hechos inusitados y
situaciones fantásticas.129 Pepe Bianco, más interesado en la ambigüedad en el relato y
partidario de los cuentos con doble coherencia (una racional y otra sobrenatural),
publicó el importante relato "Sombras suele vestir",130 dedicado a Silvina Ocampo y
Adolfo Bioy Casares, en el que un uso elaborado de la perspectiva narrativa y una
serie de equívocos y subterfugios obligan al lector a una atenta reinterpretación de lo
dado.131 De hecho, estas dedicatorias mutuas eran una de las características del grupo
y atestiguan la cohesión del mismo.132 Por último, Silvina Ocampo explora los límites
de la especulación metafísica en "Autobiografía de Irene", la historia de una
muchacha que solamente puede 'recordar' el futuro, pero no el pasado, condenada a
vivir atrapada en la constante repetición.133
Evidentemente, en este período SUR se convirtió en un centro de
convergencia y emisión de ciertas propuestas ideológicas, culturales y estéticas,
encuadradas en un marco referencial claramente americanista, donde se daba cita un
grupo de escritores bajo el magisterio intelectual de Jorge Luis Borges.134
Paradójicamente, Victoria no compartía las preferencias literarias de la guardia
128 SUR, 72 (1940), 43-71. Sobre Bioy y lo fantástico, ver: Trinidad Barrera, 'Complicidad y fantasía en Adolfo Bioy Casares', en Relato, ed. Morillas Ventura, pp. 273-282.129 Martínez, 'Literatura', pp. 409-429.130 SUR, 85 (1941), 23-66. Sobre Bianco y el género fantástico, ver: Arturo García Ramos, 'José Bianco, 'SUR' y el norte de la literatura fantástica', en Relato, ed. Morillas Ventura, pp. 235-242.131 Jorge Rivera, 'Panorama de la novela argentina: 1930-1955', en Capítulo IV, pp. 313-333.132 Silvina Ocampo dedica su poema 'La estatua de Adrogué' a Jorge Luis Borges; SUR, 69 (1940), 27-28.133 SUR, 117 (1944), 12-29. Sobre lo fantástico en Silvina Ocampo, ver: Noemí Ulla, 'La fantasía en cuentos de Silvina Ocampo y su relación con otros textos hispanoamericanos', en Relato, ed. Morillas Ventura, pp. 283-292 e ídem, 'Silvina Ocampo', en Capítulo IV, pp. 385-408 134 Juan José Sebreli, Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades (Buenos Aires, 1997), p. 437. Según Sebreli, algunos miembros del grupo hasta se burlaban de ella. Inclusive hubo quienes, como Borges y Bioy, se permitieron criticar públicamente a Victoria.
187
joven.135 No obstante, accedió al deseo de su jefe de redacción de publicar más relatos
imaginarios y era una mujer de palabra. Paradójicamente, otra vez, fueron
precisamente estos mecanismos ficticios, destinados a complacer intelectualmente al
lector en respuesta al caos emocional en que los sumía la guerra europea, los que les
abrieron las ansiadas puertas de la universalidad. El conflicto bélico europeo los había
obligado a volverse sobre sí mismos también en este sentido. Al hacerlo, la nueva
promoción de SUR había logrado rescatar de la hecatombe europea una opción
potenciadora de la tradición americana, no enraizada en Europa exclusivamente, y
elaborado, en función de ello, un universo, un mundo intelectual y cultural de valor
universal, sellado con una estampa argentina, americana, por el hecho de ser sus
creadores argentinos y americanos, y por haber instrumentado éstos en sus obras
vivencias netamente argentinas y americanas; por haber escrito en la variante
rioplatense de la lengua. O sea, una respuesta americana, fruto de una concertada
praxis americanista, en el momento en que América redescubría a América de los
escombros de la hecatombe europea.
Pero "la fiesta del monstruo" ya estaba próxima. Pronto SUR se vería obligada
a ponerse nuevamente a la altura de los tiempos y reasumir, inevitablemente, un
nuevo compromiso político, quizás el más significativo de su trayectoria.
135 Bioy Casares da amplia constancia de sus diferencias y desavenencias con SUR; Memorias, pp. 94-97.
188