Download - CUENTOS PARA MORIRSE DE RISA
Primera edición: abril de 2013
Ediciones Quécanguelo, S.L
ISBN: 98-56678-10-7
Depósito super Legal: ML-B.7509876-2013
Ediciones Quécanguelo, S.L
IES Bernat el Ferrer
Ntra. Sra. De Lourdes, 34
08750 Molins de Rei, Barcelona
Tlf. (93) 451 95 37
Impreso en Cataluña
por Conserjes-apañaos, S.L
Versión definitiva de la edición digital
a cargo de Porventuratoloarregla, SL
Ilustración de portada:
Toni García (2º ESO, G-22)
Diseño de portada y contraportada:
Miquel Flores (2º ESO, G-24)
Adrià Cabrera (2º ESO, G-24)
INTRODUCCIÓN:
Este libro surge como resultado del trabajo sobre Poe que hemos estado haciendo
durante este curso. Primero, comenzamos leyendo uno de sus libros “El gato negro y
otros cuentos de horror”. Entonces, empezamos a estudiar la técnica que utilizaba Poe en
sus relatos y llegamos a estas conclusiones:
Descripciones muy extensas sobre personajes y paisajes. Y lo más importante es que
hacía muchas descripciones subjetivas sobre sentimientos y procesos psicológicos.
Utiliza adjetivos muy específicos en sus descripciones que también aprendimos como
vocabulario nuevo.
Muy a menudo escribe sus relatos con un narrador protagonista que cuenta su
historia en primera persona.
Siempre utiliza pocos personajes y uno de ellos, muchas veces tiene una evolución de
la obsesión que acaba con un trastorno mental o locura.
En sus relatos, siempre hay víctimas de asesinatos o sucesos sobrenaturales.
Poe también hacía mucho uso de recursos retóricos (metáfora, símil o comparación
literaria, personificación, hipérbole) utilizados siempre de modo que les daba, a los
relatos, un toque más siniestro.
Los paisajes y lugares siempre son tenebrosos y siempre la acción transcurre en el
mismo espacio así le da más importancia a las cosas que suceden y consigue sugerir
sensaciones, inquietud o terror en el espectador con el “ambiente”.
Los relatos son de poca extensión. Por ejemplo, ”El corazón delator” tiene una
extensión muy corta pero es uno de los más conocidos y famosos.
Muchas veces, al final de las historias, te dejaba con la duda de si eran sucesos reales
con una explicación científica o se trata de algo paranormal. Se pueden entender de
las dos maneras.
También estudiamos el texto argumentativo y descriptivo, al igual que Poe los usaba muy
a menudo en sus relatos.
A partir de aquí, ya teníamos la base para crear nuestros propios relatos. Elegimos e
imaginamos primero todos los elementos de la narración que iban a aparecer en nuestro
cuento: ¿Quién sería el protagonista? ¿Cómo sería? ¿Sería también el narrador? ¿Cuántos
personajes más aparecerían? ¿En qué espacio siniestro situaríamos la historia? ¿En qué
época sucedería?¿Cuánto tiempo duraría la acción?... Utilizamos nuestra imaginación de
manera organizada para escribir nuestros cuentos terroríficos.
¡Esperamos que os gusten!
Laura Cáliz
Rut Font
Andrea Iglesias
(2ºESO -D1)
AGRADECIMIENTOS:
Queremos dar las gracias, por enseñarnos técnicas y ayudarnos con las ilustraciones
de nuestros cuentos, a nuestros profesores de Plástica y Visual Ferran Palao y María
Teresa Villanueva (más conocida por todos, cariñosamente, como “la Missis”).
A Marian Oyaga (nuestra conserje) por haber hecho más de 90 escáneres de las
ilustraciones de los relatos. ¡Gracias Marian por escanear nuestros dibujos!
También a Raül Ventura, del departamento de Tecnología, por ayudarnos a escoger
el mejor programa y a terminar nuestro libro digital.
Hay que felicitar a todos los alumnos de segundo de la ESO por su esfuerzo
incluyendo a su profesora Pura Sánchez, por haber ayudado a mejorar nuestros
relatos y corregir nuestras faltas de ortografía. Esperamos que no haya muchas...
Por lo menos... ¡que no sean tan terroríficas como nuestros cuentos!
Por último, gracias al talento de Edgar Allan Poe por inspirarnos a hacer todo esto.
Laura Cáliz, Rut Font y Andrea Iglesias
(2ºESO -D1)
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL SEÑOR ALLAN POE
EDGAR ALLAN POE (1809-1849)
El autor sobre el que hemos trabajado, Edgar Allan Poe, nació en Boston (Estados Unidos)
el 19 de enero de 1809. Fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico
estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del
relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la
novela gótica, y se le recuerda especialmente por sus cuentos de terror.
Considerado el inventor del relato
detectivesco, contribuyó asimismo
con varias obras al género emergente
de la ciencia-ficción.
Por otra parte, fue el primer escritor
estadounidense que intentó hacer de
la escritura su modo de vida lo que
tuvo para él lamentables
consecuencias.
Sus padres murieron cuando era
niño. Fue recogido por un
matrimonio, aunque nunca fue
adoptado oficialmente.
Su carrera literaria se inició con un
libro de poemas, Tamerlane and
Other Poems (1827).
Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y
crítica literaria para algunos periódicos de la época.
Uno de los sueños del escritor, editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus),
nunca llegaría a cumplirse.
Se le conoce como uno de los maestros indiscutibles del relato de terror de todos los
tiempos. Murió en Baltimore 7 de octubre de 1849.
Al final del libro, reproducimos uno de sus relatos más conocidos, “El corazón delator”
uno de los que trabajamos en clase como modelo, para disfrute de nuestros lectores.
Júlia Cortés (2º ESO, g-22)
Sara Macías Balboa (2º ESO, g-24)
ADVERTENCIA
ESTE LIBRO DE RELATOS PUEDE DAÑAR SU SENSIBILIDAD. NO LEA ESTOS
RELATOS SI ESTA SOLO. EL MIEDO PUEDE APODERARSE DE USTED. PUEDE
PROVOCAR EFECTOS SECUNDARIOS COMO PESADILLAS, PARANOIA O
ANSIEDAD. SI ES USTED SENSIBLE O TIENE PROBLEMAS CARDIOVASCULARES
DEJE DE LEER INMEDIATAMENTE..
Víctor Esteban
Alex Llach
Adrian Salas
2º ESO, grupo D3
CUENTOS PARA MORIRSE
DE MIEDO
Ilustración: Luján Ocampos (2º ESO, g-23)
Índice
1. “Maldita compañía”. Èric Oliva
2. “El niño observador”. Àlex Guirao
3. “La última pista”. Aroa Badia
4. “Al otro lado de la puerta”. Rut Font
5. “El muñeco maléfico”. Miriam Davós
6. “Apocalipsis”. Marc Campos
7. “El hospital del cuervo negro”. Laura Cádiz
8. “La granja”. Alejandra Barba
9. “Amistad oculta”. Maria Castillo
10. “El recordatorio”. Paula Campderrós
11. “El bosque asesino sin rostro”. Blanca Cortés
12. “Conectado con el más allá”. Andrea Iglesias Munilla
13. “La huida”. Dani Garcia Guerrero
14. “El misterio de Tom Sawerfild”. Joan Pitarque
15. “La maldición”, Mireia Escoda Muñoz
16. “La venganza para los locos”. Iker Lizaso Jimenez
17. “Un crimen dormido”. Valeria Zapata Pagan
18. “Dónde está mi brazo?”. Arnau Mas Alargé
19. “Excursión a la mansión”. Joan Ricart Cazorla
20. “El teatro embrujado”. Judith Segura
21. “El mal asesino”. Carles Vázquez
22. “La casa de al lado”. Anaïs Roca
23. “El misterio del desván”. Pau Mateo
24. “El caso del scooter” Joan Arrieta
25. “El nieto desalmado”. Pol Marzá
26. “El hombre de la sombra difuminada”. Berta Castells
27. “La desaparecida”. Laia Cupons
28. “La mansión Kethenklerk”. Raúl Torrequebrada
29. “La niña que susurraba en una noche de tormenta”. Carla Olaru
30. “La furia y la tristeza” David Español
31. “¿Mudanza placentera?” Paula Breslau Fernández.
32. “La puerta del infierno” Denise Riera
33. “ El ángel con los ojos de cristal” Júlia Amat Lozano
34. “ La sombra del pasado” Isabel Nieto Miranda
35. “ Las voces” Ana Sánchez Sanabra
36. “ Heriotza” Nasya Ruz Comitre
37. “ El huérfano” Marta Ruiz Escoda
38. “ La venganza de la muerte” Arnau Català Rams
39. “La pesadilla”. Elisenda Vilà Ortuño
40. “El muñeco”. Adrià Lorente del Hoyo
41. “La temible granja”. Marc Pizarro
42. “Del corazón al cerebro”. Queralt Castellví
43. “Una familia demasiado extraña”. Nimmia Guilleumot
44. “Un sospechoso en casa”. Alexandra Avilés
45. “El asesino doble”. David Armentano
46. “El profanador del Sr. Rinsqui”. Octavi Rojas
47. “La figura negra”. Sebastián Florez
48. “El misterio de la casa abandonada”. Ingrid Gómez
49. “Una familia peculiar” Laura Tamarit
50. “ El acosador de mi madre “. Eric gallardo Fernàndez
51. “Apetitoso asesinato”. Laura Vilà Fabregat
52. “Fiestas de Navidad”. Ferran Carrasco Pedrol
53. “Las consecuencias del amor”. Júlia Cortés Arriola
54. “La figura negra”. Sebastián Florez
55. “La Ambición. Sílvia Artell
56. “ La cantante del telediaro “. Adrià Cabrera Padila
57. “Observado”. Yaiza Ramírez“
58. “Fantasía y realidad”. Aina López
59. “La pierna metálica”. Marc Pasqual
60. “Canelones de carne”. Alba Casanovas
61. “La trampilla del sótano”. Esther Hernández
62. “La estación del metro sin salida”. Ainhoa Sanz
63. “Vendeta”. Francisco Avila
64. “El caballero oscuro”. Alberto Avilés
65. “La muñeca de trapo”, Helena Fonseca
66. “Un chillido, un espíritu y una tumba roja”, Sara Macías
67. “El asesinato de Don Atención”, Víctor Esteban
68. “El árbol de Navidad encantado” Dani Gómez
69. “El dragón de mi muerte”. Miquel Flores
70. “La venganza ante la muerte roja”. Miquel Martínez
71. “La última noche”. Sergi Serra
72. “El ataúd”. Gerard Pijuan
73. “Escuchando voces. Axel Martín
74. “Un viaje insólito”. Guillem Calaf
MALDITA COMPAÑÍA
Èric Oliva Ripoll, G23, D1
Voy a morir. No sé cómo pudo pasar. Se me acaban los días. Ya no tengo ninguna esperanza.
¡Moriré, moriré, moriré!
Junto a mí, mi amigo, Walter, una persona amable, que me ayuda. Lo aprecio, pero es una
persona muy pesada a la vez, que siempre está encima, hablando, preguntando. Nunca se
calla. Siempre tiene algo que contar. Si estoy paseando y me lo encuentro, aunque no le salude,
él se me echa encima y no para de hacerme preguntas, a una gran velocidad, sin parar, hasta
que consigo inventarme una excusa y me libro de él. Parece una mancha de aceite, de la que
cuesta mucho librarse. Y esa es una característica que me pone nervioso, muy nervioso; muy,
muy, pero que muy nervoso.
Estos últimos días, he estado maquinando un plan que no puede fallar. El otro día me
encontré una cueva en el bosque. Entré a inspeccionarla. Era muy oscura. Era como andar
con los ojos vendados; no sabías lo que tenías delante. Era como una vía de tren en el
horizonte, muy larga y cada vez más estrecha. Lo presentía. Lo notaba. Esa cueva, que nunca
había visto por allí, era el lugar idóneo para llevar a cabo mi plan. Ya estaba todo preparado.
Ya podía poner en marcha mi plan y decidí no esperar más y empezar cuanto antes.
Salí de casa i como tenía siendo habitual me encontré con Walter nada más salir. Al ver que
me empezaba a hablar y preguntar, me llené de coraje para hacerlo. Cogí un camino y en
seguida me planté delante de la cueva. Walter, que me seguía de cerca, se interesó por ella y
entramos. Muy cerca de la entrada, a unos cien metros, cayó una jaula que nos atrapó. ¡Así
no lo había planeado yo! En teoría esa jaula era para atrapar a Walter y que no estuviera
pegado a mí como una lapa.
Estábamos sin víveres. Al poco tiempo, ya no pude aguantar el hambre. Me acerqué a Walter
y le clavé una navaja en el pecho, sin miramientos, sin compasión.
Lo primero que hice fue sacarle el corazón y me lo tragué sin masticar, como el lobo del cuento
de las siete ovejitas. Después me fui comiendo el resto, sin dejar nada, solamente los huesos.
Pero pronto se me acabó la comida.
Dentro de poco moriré de hambre. Solo. En la oscuridad. Solamente tendré la compañía de los
latidos del corazón de Walter, que aún oigo en mi interior; susurrándome: “Solo por estar a tu
lado, como nadie lo había hecho, ¡me matas! Pero quieras o no morirás junto a mí. En mi
compañía… Siempre, siempre…”.
EL NIÑO OBSERVADOR
Àlex Guirao Pichardo, G25, D1
¡Yo no estoy loco! Es que me amenazaba día tras día. No pude hacer otra cosa. Tenía que
matarle. No fue culpa mía… Por culpa suya mañana voy a morir y escribo ahora este relato
para tratar de dar a entender lo que ha sucedido, lo que me ha provocado la muerte. Yo estaba
solo, no podía compartir mis sentimientos con nadie. La bebida era mi única y mejor
compañía, había entrado en un estado de melancolía profunda y caí en un pozo del que no
podía salir, no tenía familia. Siempre que dormía, ese recuerdo me venía a la cabeza. Era un
recuerdo aterrador, me angustiaba, me acechaba, me corroía por dentro. Era como un mal
espíritu que no podía salir de mí. Continuamente veía morir a toda mi familia en aquel
terrible accidente de coche.
Y fue en una mañana de resaca después de haber vuelto a soñar, cuando decidí quitarme la
vida. Estaba enfilándome en la ventana y entonces lo vi. En la ventana de enfrente, un niño
pequeño, de mediana estatura y de pelo corto me miraba muy fijamente sentado en una silla
que hubiera jurado que era como una silla eléctrica. Esa mirada hacia mí me hizo un fuerte
dolor, una agonía, un destello de rabia hacia él que me hizo cambiar de parecer. No salté.
Las noches siguientes, el niño se aparecía en mis pesadillas, nunca entre mi familia, siempre
sentado en su silla. Le veía cuando pasaba por la ventana, cuando salía del bar, lo veía en el
espejo del baño. Veía frases por las paredes amenazándome de muerte. Pensaba que era
obsesión, que había perdido la cordura. Hasta que, un día, el niño entró en aquel bar en el que
yo estaba. Era una taberna oscura con un ambiente muy pesado. Se respiraba ahí una
atmósfera de tristeza y de marginación. El niño se fue al baño y cuando salió me miró con
una cara que transmitía un enorme desprecio hacia mí. Decidí entrar en el baño y vi un
mensaje aterrador:
- ¡Estas loco, loco! ¡Soy tu perdición!
Precipitadamente salí del bar y empecé a correr para perseguirlo. Se iba hacia el cementerio;
Entró en él y se fue hacia la tumba de mi familia. El cementerio estaba oscuro, hacía una
noche estrellada y negra, y sin duda se trataba del lugar perfecto para cometer un crimen. Así
que sin pensarlo dos veces, con mi navaja, apuñalé al muchacho. Le corté el cuello y guardé el
cadáver en mi coche, con el que le había seguido. Iba a poner rumbo al vertedero para
deshacerme del cuerpo cuando apareció un policía. Me hizo muchas preguntas. Yo me
mantenía firme y sereno pero escuché un ruido en el maletero, me inquieté, me angustié…
Sudaba y sudaba… Ya no aguanté más y abrí el maletero:
-¡Aquí está lo que buscabais! ¿No era esto? ¡Aquí está!
El policía lo vio y me arrestó.
Y aquí estoy, en la cárcel, escribiendo esto esperando a morir mañana… Y… ¿Cómo?...
Electrocutado por la silla eléctrica
LA ÚLTIMA PISTA
Aroa Badia Serrano, G25, D1
Y allí estaba yo, sufriendo mis habituales trastornos. Es curioso, empecé a tenerlos en cuanto
entramos yo y mi mujer en la casa nueva, a la que nos hemos mudado hace unas semanas.
Para celebrar el comienzo de esta nueva etapa invitamos a nuestros amigos entre los
que se encontraba una psicóloga, con unas copas de más. Durante la reunión me retó a hacer
una sesión de hipnosis. Me dijo que respirara profundamente, que me relajara y ella contaría
de cinco a uno para ver qué sentía o veía. Cinco, cuatro, tres, dos, uno, de repente, vi un “flash”
de luces en la que aparecía una chica con gafas. Me desperté sobresaltado y muy nervioso. A
partir de ese momento empecé a tener comportamientos muy extraños, empecé a darle vueltas
a la cabeza sobre la chica de las gafas. Quería estudiar que pasaba así que fui a la biblioteca a
aclarar dudas. Esa misma tarde me sentía muy extraño, como si me hubiera poseído algo o
alguien. Entré por la puerta y le pregunté al bibliotecario sobre la chica. Con mucha
insolencia me respondió que no sabía nada, con el peor de mis instintos cogí un enorme y
pesado libro y le di un fuerte golpe en el cráneo. Me fui corriendo a casa corriendo, sin pensar
ni recapacitar lo que había hecho. A partir de ahí mis trastornos, y pesadillas fueron
aumentando, cada vez peor. Decidí llamar a mi amiga la psicóloga. Cuando entré en estado
hipnótico, volví a verla per esta vez me tocó i me dijo “ayúdame, ayúdame, ayúdame, soy
Lisbeth” al mismo tiempo vi mi casa antes de ser reformada. Tras esta segunda hipnosis aun
me sentía peor, y decidí hacer algo, busqué por internet asesinatos o desapariciones a lo largo
de estos años, y en efecto, ahí estaba, “Lisbeth, desaparecida en el año 2011”. Pregunté a mis
vecinos de al lado para ver si sabían algo sobre la desaparición de Lisbeth, ya que cuando
entré en estado hipnótico vi mi casa antes de ser reformada, llamé a la puerta, un hombre y
un joven insistieron en que dejara de buscarla, el tono en el que me lo decían era muy
desagradable y antipático. Al prestar tanta atención a este tema mi mujer y yo nos
distanciamos mucho, hasta el punto de no mirarnos ni para cenar. Ella pensaba que estaba
loco. Y yo no lo estaba, no lo estaba. Empecé a sentir una rabia inmensa hacia ella. La quería
matar; La odiaba; no me comprendía; estaba exhausto, no sabía qué hacer; Estaba totalmente
seguro de que ella me estorbaba para averiguar cosas sobre Lisbeth. Mientras dormíamos, me
desperté cogí la pistola y sin pensármelo dos veces le dispare en la cabeza. No sabía qué hacer
con el cuerpo y las sabanas cubiertas de sangre, así que decidí hacer una doble pared en el
sótano y meterla allí. Cuando empecé a construirla me di cuenta que ya había hecha una
pared. Con el martillo la golpeé la pared y vi un esqueleto con unas gafas. Un impulso que no
pude explicar me hizo tocar su mano. En efecto, era Lisbeth. A través de su mano vi a dos
chicos que resultaron ser los vecinos, intentándola matar corriendo tras ella.
De los grandes golpes de martillo aparecieron los vecinos intentando matarme por haberla
descubierto. Con la misma pistola que maté a mi mujer los maté también a ellos dos.
Lisbeth, después de todo lo que hice por ella se sintió liberada y feliz, me agradeció mucho a
través de mis sueños y más sesiones de hipnosis y se sintió tan bien y segura de sí misma que
fue hacia la luz
AL OTRO LADO DE LA PUERTA
Rut Font Camats, G21, D1
Esos días de otoño transcurrieron demasiado rápido para que me acuerde a la perfección.
Cuando me escapé de ese presidio lúgubre y oscuro donde me condenaron durante veinte años
por ese crimen que no cometí y del que no quiero hablar, los guardias de la penitenciaría me
persiguieron durante largas distancias. Quilómetros y quilómetros y quilómetros corriendo sin
pausa perseguido por agentes policiales. Ese zulo había sido un antiguo edificio lleno de
ladrones y asesinos totalmente ajenos a mí. Tenía grandes ventanales que vigilaban unos altos
muros que se alzaban, poderosos, prohibiendo la salida a todo aquel que trataba de escabullirse
de su condena. No puedo olvidar es torre de vigilancia que parecía llegar al cielo.
Mientras huía, el cielo empezó a regar los campos por los que corría sin rumbo alguno. Perdí
de vista a los guardias y entré en el único edificio que vi. Era una antigua finca, en cuyo
interior se abría paso un laberinto de puertas y pasillos. Todas sus paredes, tanto internas
como externas, eran blancas. No había ni un alma. Con toda seguridad, estaba abandonado.
Por fuera tenía unos extensos patios y jardines. Una valla de dos metros rodeaba el terreno
como aquellas verjas de corral que rodeaba a las cabras. Me decidí a entrar por esa puerta
bañada en oro y con incrustaciones de rubíes falsos que me recordaron a unos pendientes
dorados con rubíes que le regalé a mi esposa cuando seguía entre nosotros. En el vestíbulo
había una mesa con un antiguo ordenador. Lo que más me sorprendió fue ese enorme cartel
destartalado en el que se leía “Hospital Psiquiátrico Danés”. Miré en muchos pasillos y en
muchas habitaciones de ese antiguo manicomio. Llegué a la habitación número 666. No me
apetecía mirar en esa estancia por la relación de su número i el diablo. Pero pensaba que no
encontraría nada, igual que en el resto de habitaciones. Pero eso no fue así. En un rincón de
la habitación había una niña de entre seis y ocho años. Estaba de rodillas y, por su actitud,
deduje que tenía la intención de seguir sentada. Me acerqué a ella y empezó a llorar. Pero su
llanto era sangre. Literalmente sus ojos derramaban el rojo más intenso que jamás había
visto. Era morena con el pelo largo. Sus ojos eran carbón y sus labios y su piel pálidos y
blancos como la nieve. Cuando la vi llorar sangre me asusté y di unos pasos atrás. Ella se
levantó. Vi que era bajita como un gnomo e iba descalza. Se acercó a mí y susurró: “Te voy a
matar”. Esas palabras me asustaron y hui lo más rápido que pude. Ella me seguía sin cesar.
Ahora chillaba esas mismas palabras que me habían hecho huir. Solo decía eso, excepto una
vez que dijo: “¡Te voy a matar igual que hice con el resto de gente que ha entrado aquí!”. Me
encerré en un habitación i bloqueé la puerta con una silla.
Pensé en lo que había visto en la entrada: a parte del nombre del hospital, ponía que había
sido inaugurado en 1902. Por su estado parecía haber sido cerrado hacía más de cincuenta
años. Esa niña no podía ser una antigua paciente.
De hecho no hace mucho de esa historia. Ahora mismo estoy escribiendo este relato para dejar
huella de mi existencia y dejar claro que no estoy loco, que mi locura es inexistente, que esa
niña me quiere matar. Esa criatura del infierno está detrás de la puerta. Voy a morir.
EL MUÑECO MALÉFICO
Miriam Davós Rodriguez, G21, D1
El director de un psiquiátrico había accedido que Toni pudiera vivir con sus padres gracias a
las generosas donaciones que estos habían hecho al centro. Hay que decir que los padres de
Toni eran miembros de dos familias de las más ricas del país. Aunque disfrutaban de todos
los adelantos y comodidades que les permitía su posición económica eran muy tradicionales, y
cerrados en sus costumbres, sobre todo su madre Salomé que no compartía en absoluto el ritmo
de vida de Toni.
Un día se levantó más tarde de mediodía, después de una noche de fiesta con sus amigos. El dolor
de cabeza era el típico de la resaca. Se duchó, arregló y se fue al gimnasio con la esperanza de
despejarse. Era cerca de medianoche cuando regresó a casa y subió a la habitación. Cuando llegó
a la puerta se llevó una sorpresa cuando encontró un minúsculo muñeco apoyado en ella. Pensó
que sería de alguno de los amiguitos de sus hermanos pequeños. El muñeco era un payaso hecho
por un niño, ya que estaba cosido de una manera desigual. Entró en la habitación y lo dejó en el
sofá y cuando se giró vio que el ordenador estaba encendido, y en la pantalla había una frase:
¡¡TE QUEDA MEDIA HORA!!...
No sabía quién había escrito eso ni por qué. Mientras pensaba oyó un ruido, se giró y vio que el
muñeco había caído al suelo. Fue a cogerlo y con espanto vio que los ojos de un verde esmeralda
intenso lo miraban tan fijamente, que le dieron escalofríos. De repente pareció que hubiera algún
animal en su interior. Toni no sabía qué hacer.
Al fin y al cabo era un pequeño muñeco y estaba seguro de poder dominarlo. De pronto “aquello”
saltó sobre su pierna y le agarró con unas pequeñas y afiladas garras. Le araño y le mordió, por
fin intentó zafarse de él de una patada y el muñeco fue a parar debajo de la cama. Toni salió
corriendo de su habitación. De un codazo abrió la puerta de la habitación de sus padres y allí
encontró a su madre. Vio que su cara se volvía lívida i rompió a llorar. En ese momento en la
pantalla del televisor apareció un mensaje: ¡¡TE QUEDAN 2 MINUTOS!!... Toni le preguntó
qué pasaba; su madre seguía llorando y finalmente le dijo que había pedido ayuda a una bruja
gitana para que volviera a las antiguas costumbres de la familia. Toni no se lo podía creer y
además el dolor de cabeza iba en aumento hasta ser ya insoportable.
En ese momento la puerta de la casa pareció explotar y entre las madera apareció un ser extraño
y repulsivo. Ya no era un pequeño muñeco; Tenía el tamaño de un perro grande, negro como la
noche. Sus garras eran curvadas y afiladísimas. Con cada respiración la cabeza se abría en dos y
salían unos tentáculos que acababan en unos dientes afilados. Toni sabía que era lo que le había
arañado porque seguía teniendo esos ojos verde esmeralda intenso. Toni se dio cuenta con mucho
miedo que aquel monstruo iba a despedazarlo y deseó que fuera deprisa. En ese momento el dolor
de cabeza fue insoportable y cayó al suelo. Lo último que vio fue la fría mirada del extraño
animal mientras se convencía de que era él, el que le iba quitando la vida…
APOCALIPSIS
Marc Campos Guevara, G24, D1
No espero que entendáis lo sucedido, ni que creáis lo redactado. Simplemente he sobrevivido.
Era un gran experto en armas y los recursos del mundo escaseaban a causa de una epidemia
mundial. Solo había unos cuan tos campamentos de refugiados que resistían a las hordas de
zombis en que se habían convertido los humanos afectados por aquella enfermedad.
Yo me encontraba en una gasolinera en medio de la nada en Carolina del sur y no podía ver
nada ya que se había ido la luz y era de noche. Esperé sentado en una gran mesa de madera
de roble y al cabo de veinte minutos, pude ver cómo aquellos seres irregulares empezaban a
correr con dificultad hacia donde yo me encontraba. Cogí un fusil y les empecé a disparar a
través de las ventanas entreabiertas y carcomidas, pero uno solo no podía dar abasto contra
tantas bestias infernales así que cogí unas cuantas maderas y las clavé con precisión a las
ventanas para que no pudieran entrar.
Estuve aguantando tres cuartos de hora, pero por desgracia había centenares. Ya habían roto
las tablas de madera de las ventanas y estaban a abalanzarse sobre mí cuando en unas
milésimas de segundo llegó un autobús de la CDC y me recogió la gente y los soldados que
dirigían el vehículo blindado. Solo pensaba una cosa. Había salido con vida.
EL HOSPITAL DEL CUERVO NEGRO
Laura Cáliz, G21, D1
Era un día soleado, cuando de repente el cielo se nubló y empezó a llover. A los pocos instantes
estaba delante del melancólico Hospital del Cuervo Negro. Los alrededores eran tristes y
apagados, los árboles tristes y sin hojas y los arbustos se habían vuelto marrones de no haberse
regado en mucho tiempo. El hospital era un edificio viejo, con grietas y con aspecto de tener
más de cien años.
Yo Richard Melo iba a ejercer de enfermero y psicólogo en ese siniestro hospital.
El primer día tuve que cuidar y vigilar a diez niños con problemas psicológicos. A mí no me
desagradaba pero había un niño que me inquietaba. Me miraba fijamente con cara de asesino
y luego hacía el gesto de darme un puñetazo.
Investigué el caso de ese niño y el informe decía que cada mes quería matar a alguien, y a la
víctima siempre le hacía el gesto del puñetazo. Yo me puse histérico. Ese niño me quería
matar. Ahora no dormía mucho, menos aún desde que lo vi observándome mientras se reía.
Me obsesioné. Solo pensaba en ese niño. Un día pensé matarlo y trame un plan para que no
averiguase que había sido yo. Lo observaba constantemente para encontrar el momento
exacto. Lo observaba por la noche y supe que se levantaba una vez para ir al lavabo. Sabía
que lo iba a matar cuando se levantase. Pensaréis que estoy loco pero un loco no mata a
alguien para que no lo maten a él, o no se queda toda la noche sin dormir para saber si se
levanta por la noche.
El arma sería una cuerda. Lo ahorcaría, luego lo enterraría y yo seguiría mi vida
tranquilamente. Así fue. Fui a su habitación en la hora que solía levantarse y lo estrangulé. El
niño chilló, pero me pareció que nadie lo había escuchado. Luego lo enterré y seguidamente volví a
mi habitación. Las enfermeras dijeron que un niño había desaparecido, y yo les respondí: ¿Por qué
me lo decís a mí? ¿Qué tengo yo que ver con eso? ¿Creéis que yo habría sido tan torpe si hubiese
cometido un crimen? ¿Qué no habría tomado todas las precauciones? ¿Qué lo habría enterrado
torpemente en el jardín?
Empecé a temblar y a sudar, tenia una sensación de miedo y culpa dentro de mí. Empecé a chillar:
he sido yo, parar de interrogarme, lo confieso.
Todos se miraron y poco después fueron al jardín a desenterrar y encontraron al niño.
Me llevaron a la cárcel, pero no lo entiendo ¡Él me iba a matar a mi!
Aún tengo la mirada de ese niño en la cabeza: Su mirada helada, loca y malvada y también ese
hospital en el que estaban, siniestro y perdido en la niebla.
Ya han pasado 5 años y ya he salido de la cárcel, pero no ha pasado ninguna noche en que no
haya pensado en ese niño, hubo momentos en que pensé tanto que casi me arrepiento.
Busque el hospital y no aparecía en ninguna guía. Me asuste y pensé, esto ha sido real o ficticio…
LA GRANJA
Alejandra Barba Vargas, G22, D1
Me encuentro mareada; hace mucho frío, todo está oscuro, no veo nada y el olor es nauseabundo.
Siento animales, creo que son cerdos, seguramente estoy en una granja.
Auxilio! Ayudadme! No! No puedo respirar. Me falta oxígeno. Me levanto, estiro los brazos y
empiezo a caminar a oscuras y me choco con una pared áspera como una corteza de árbol, fría
como el hielo. De repente se enciende la luz, y de frente me encuentro con un hombre sucio,
descuidado y con una barba larga. Entro en estado de shock. Reacciono y empiezo a gritar y
buscar una manera de escapatoria. Lo único que quiero es que no se me acerque.
- No te acerques! ¿Quién eres?
Me doy cuenta que él está tan asustado como yo. Algo no encaja. No parece una persona normal,
pero tampoco peligrosa. Le grité preguntando que hacíamos aquí. Me respondió con otro tema
diciendo que sus animales tenían hambre y que los quería.
Observo a mi alrededor y veo mucha sangre por todas partes. Hay cuchillos, trapos, cubos y
muchos pares de zapatos, tanto de mujeres como de hombres. Me aterroriza ver esto. Miro arriba y
descubro un hilo de luz. Es una trampilla y hay una escalera. Estoy en un sótano. Estoy segura.
Quiero echar a correr y escapar. Él se da cuenta de mi reacción y echa a correr detrás de mí. A
media escalera me coge de la pierna y me estampa contra el suelo. Medio trastabillada corro a una
esquina donde hay todas las herramientas. Hay un mazo. Lo veo venir con la cara desencajada
hacia mí y con el puño en alto. Es él o yo! Nunca he golpeado a alguien con tanta fuerza. Ya estoy
fuera aquí. Los cerdos se están alimentando de restos humanos.
Buen provecho, pero a mí no me atrapais.
AMISTAD OCULTA
Maria Castillo Arango, G21, D1
Yo llevava algún tiempo observando a Sofía, una niña que vivía con su familia en un recinto
algo alejado de la ciudad. Su cabello largo y rubio como el oro me recordaba los cultivos de
trigo de aquel orfanato de mi infancia en el cual fui víctima de maltratos físicos y psicológicos.
Yo había hecho una especie de cueva subterránea en el interior del bosque.
Un día cuando ella volvía de su colegio, atravesando el bosque como cada día, me acerqué a
ella y le dije que me acompañara al interior de la cueva, para que viera la casa de muñecas
que tenía para que las niñas pasaran un buen rato jugando.
En su interior había una casa de muñecas vestidas con trajes típicos de diferentes ciudades,
pero una de ellas fue la que atrajo más su atención, porque se identificaba con ella. Tenía el
cabello rubio y largo como ella, un gorrito con líneas de diferentes colores, una chaqueta
púrpura con una flor en la manga derecha, pantalones rosas y botas negras, esta muñeca era
la que más había intentado para que se pareciera a ella lo mejor posible.
Le ofrecí una taza de café en la pequeña vajilla de niñas que tenía. Ella la rechazó y me dijo
que tenía que irse ya que se hacía tarde. Después quiso subir las escaleras con mucha prisa y
temor hacia mí. Tiré de su cabello con tanta fuerza que al resbalarse de los escalones, golpeo su
cabeza contra el suelo quedando inmóvil y dejando un gran destello en su mirada perdida.
Luego la vestí como la mejor de las muñecas. Así perduraría a través del tiempo y sería quien
me haría compañía todos los días a las cinco y media, el momento en el que podría disfrutar
de una verdadera amiga, la que había anhelado durante tanto tiempo.
EL RECORDATORIO
Paula Campderrós, G23, D1
Estoy aquí…solo sin nadie a mi alrededor. Debo buscar la salida, debo huir. No me
preguntéis por qué, seguramente mi presentimiento no sea bueno. Y debe de ser rápido, porque
el tiempo se agota. ¿Sabéis? Yo nunca quise estar aquí, en esta situación tan desesperada ¿Por
qué pasó? ¿El destino quizás? No, no, no, yo sabía que me la estaba jugando, pero no hasta
este extremo. Sabía que me lo merecía, pero… ¿tanto? Por eso me voy a vengar de una forma
extravagante y sútil.
Sé que me va a matar; mi pensamiento no miente. Ya ni me fió de mi propia sombra. Así que
voy a encontrarme en la oscura y terrorífica casa en la que nadie me visita. Al ir corriendo
por ese pasillo lleno de miradas punzantes, me detuve a esconderme. Tengo que ser más
inteligente que él, si eso es… tengo que pensar una estrategia.
Pero qué podía hacer? Esa horripilante habitación, con muebles del siglo XVIII, con esos
ventanales que daban a los árboles asfixiantes hasta el cielo no deja entrar la suave luz
difuminada de la luna llena, ese reloj de aguja que no para de moverse ruidosamente y esos
angustiosos ruidos del parquet crujiendo cada vez que das un paso. Me senté en una esquina
de la siniestra habitación. Una cálida sensación me recorrió todo el cuerpo, como si me
deshiciera por el miedo. Con la pésima poca luz, estaba a oscuras y no se distinguía nada. El
corazón me latía mil por hora! Y si era el perseguidor?
Una respiración irregular se posó en mi oreja. No había absolutamente nadie. Pasé un
completo terror. Noté algo ligero que me toco la mano suavemente, como una madre que
arropa a su hijo, suave, suavemente. Miedo, solo miedo. Me fui del rincón de la habitación,
subí las escaleras y me quedé en mi antiguo despacho. Un recuerdo amargo apareció como un
pájaro que aparece en el cielo.
- Recuerdo que estaba sentado en mi sillón, leyendo un buen libro con mi té. Y de
repente aporrearon la puerta violentamente, como si el mal fuese a entrar. Solté el
libro, que cayó al suelo bruscamente y me arrinconé en la estantería.
Mire mi despacho con todos mis libros por en medio. Recogí el libro que estaba leyendo y
recordé algo importante.
- Una figura siniestra me encontró, me tiró al suelo bruscamente y empezó a
estrangularme con sus endemoniadas manos.
Estoy aterrorizado. Porqué lo hizo ? Estaré físicamente muerto pero mi conciencia buscará la
dulce venganza.
EL BOSQUE ASESINO SIN ROSTRO
Blanca Cortés, G24, D1
Me encontraba en un aprieto sin solución, pues ya era casi de noche y nadie osaba ya pasar
por esas carreteras. Mi coche se había estropeado y escupía humo gris y maloliente.
De repente oí un grito muy agudo que hizo que me temblara el cuerpo de los dedos de los pies
hasta los pelos de la cabeza. Apareció delante de mí lo que me pareció ser una niña. En cuanto
la vi, se me heló el corazón, pues esa niña no tenía rostro. Era como si se lo hubiesen borrado.
Donde habitualmente habría que haber una cara había sólo pálida piel. La niña echó a correr
bosque adentro y cuando mis ojos ya no pudieron divisarla por la niebla, me decidí a
internarme en el bosque.
El bosque era oscuro y espeso, muy denso y profundo. Las hojas muertas y secas en el suelo.
Ni una sola quedaba colgando de los largos y secos brazos de los árboles, grandes y arrugados,
con una expresión amenazante y siniestra. Sentía que sus largos brazos querían hacerme
preso de la oscuridad y la locura. Lo que parecía ser su rostro llenaba el bosque de muerte y
maldad. Ni un alma a mí alrededor. Era un cementerio de hojas, un lugar perfecto dónde las
perturbadas mentes podían encontrar su fin.
De pronto, en la oscuridad pude divisar una figura humana que se acercaba a mí. Era alto y
delgado, muy viejo y arrugado. Sus extremidades eran finas y esqueléticas, casi podía contar
todos sus huesos que sobresalían de la piel, cubiertos de negra y pútrida sangre. Sus ojos
grandes y brillantes y su mirada, fija en mí, estaba llena de locura y maldad.
Entonces lo vi. En su mano llevaba un fino y largo cuchillo lleno de sangre que brillaba roja e
intensa. En la otra mano, llevaba la cabeza de la niña. Un recto y perfecto corte en el cuello le
había quitado la vida. Era un loco. No. Un psicópata. ¿Por qué no echaba a correr? No debía
haber entrado. ¿Por qué había seguido a la niña? En ese momento todos los sentidos volvieron
a mí y eché a correr.
No recuerdo muy bien lo que pasó, pero una rama resbaladiza del bosque se agarró a mí pie y
caí al suelo y el loco me alcanzó. En su rostro pude ver una sonrisa lúgubre y siniestra. Era
un loco de verdad.
Lo último que recuerdo es la fina y manchada hoja del cuchillo atravesándome el cuello. La
sangre de la niña y la mía entraron en contacto por un instante y durante un segundo pude
ver la imagen de la niña.
Así fue mi fin, guiado por mi propiamente.
CONECTADO CON EL MÁS ALLÁ
Andrea Iglesias Munilla, G21, D1
De los hechos ocurridos aquella noche, han surgido muchos rumores. Ya que nadie podía
explicar con seguridad todo lo sucedido en aquella fecha.
Todo comenzó cuando, de repente, se me ocurrió una magnífica idea. Yo no pretendí
perjudicar a nadie. Lo único que deseaba era poder realizar aquel experimento, que, por el
momento, solo rondaba en mis pensamientos. Mi propósito e intenciones no eran malos. Yo
solo quería comprobar si podía llegar a funcionar. Así que, en aquel mismo día, redacte todos
los pasos que iba a seguir para llevarlo a cabo. Aparte, primero necesitaba a una persona
voluntaria, a la que no le quedase mucha vida por delante. Para eso, me dirigí al hospital y
allí les expliqué mi experimento a los doctores. Inicialmente, pensaron que estaba loco, pero les
convencí y me prestaron a Mr. Williams.
Tenía un curioso, raro y singular diagnóstico y no se podía salvar. Mr. Williams accedió, con
la condición de que sus doctores fuesen con él para servir de testigos, por si algo malo
ocurriera. Mr. Williams era un señor de mediana edad, alto bastante fuerte y robusto. Su
cara era pálida como la piel de un difunto, alargada, enjuta y con una nariz
escalofriantemente puntiaguda. Su pelo era blanco como el de los ancianos, pero a diferencia
de ellos, tenía una gran cantidad y unas patillas largas que se juntaban con la barba.
Llegamos a una sala oscura en el sótano del hospital, donde ya estaban preparadas las
máquinas para la compleja operación que le esperaba al señor Williams, para desposeerle de
sus cinco sentidos.
Yo sabía que los sentidos nos privaban de muchas cosas y quitándolos podríamos descubrir
algo que la raza humana nunca hubiera imaginado. Comenzamos en ese mismo momento con
la operación, que fue todo un éxito. Al día siguiente el paciente parecía estar muerto, pero no
perdimos la esperanza porque su corazón aún latía. Pasó una semana, y el paciente dio los
primeros signos de vida. Le dije a un doctor que escribiera todo lo que digiera, para después,
poder estudiarlo. Decía palabras sueltas, cosas sin sentido, hasta que por fin pudo hablar
claramente. Aparentaba estar teniendo una conversación con alguien, ese fue el único
momento donde pudimos observar que estaba tranquilo. Cuando menos nos lo esperábamos, se
produjo un silencio sepulcral. De repente, ese silencio fue interrumpido por un agudo chillido
entre el terror, la agonía y la melancolía. Durante una semana entera, solamente se le
escuchaba gritar y maldecir. De repente, después de estar toda una semana chillando
descontroladamente, por fin se calló y dejó de emitir cualquier tipo de sonido. Parecía saber
que estábamos allí. No se había olvidado de nosotros.
De pronto abrió sus ojos, que en un principio habían sido negros como el carbón, ahora
pintados de color azul como el cielo cuando no hay ninguna nube. Después intentó mover los
brazos, que no podía porque seguía sujeto allí, en la camilla. Para sorpresa de todos, de pronto
empezó a hablar conmigo, con mucha normalidad como si lo que había pasado estas dos
semanas no hubiera ocurrido. Me explicó que podía hablar con seres que ya no estaban en este
mundo y que, hace dos semanas, cuando parecía estar teniendo una conversación con alguien,
decía que había estado hablando con su madre, difunta hace ya más de 10 años. Después su
silueta se iba haciendo borrosa, se me nublaba la vista. No sé si era de estar allí metido por
tantas horas y el cansancio que me costaba asimilar lo que acababa de pasar o simplemente el
hecho de estar intentando jugar con el mundo de los muertos. Luego, mientras yo seguía con
la vista un poco nublada, siguió explicándome que cuando gritaba era porque alguien le
obligaba a hacerlo y que no era consciente de lo que hacía hasta ese mismo momento.
El señor Williams sabía lo importante que era esto para mí, pero a pesar de eso no aguantaba
más allí: atado en una camilla en un sótano oscuro, con la simple compañía de dos doctores y
la mía, apareciéndole en la mente voces susurrándole y haciendo cosas que no quería hacer;
mientras no tenía ninguna manera para explicar lo que pasaba ni en su interior ni a su
alrededor. No aguantaba más, así que me pidió que le matáramos. Yo intenté hacerlo entrar
en razón, que ese era un descubrimiento que quedaría marcado en la historia y que solo,
aguantara un poco más. De repente, sus pupilas se dilataron bruscamente y su corazón paró
de latir. Repentinamente, cinco minutos después de haber dejado de “vivir”, alzó su brazo,
cogió un cuchillo, y se lo clavó en el pecho. Justo donde estaba alojado su corazón.
LA HUIDA
Dani Garcia Guerrero, G23, D1
No sabía cómo, pero lo había logrado. Había logrado aquello que tantos intentaron y muy
pocos habían conseguido. A propósito, mi nombre es Amadeo, Amadeo López. Todo empezó en
la oscura taberna del barrio, con sus interminables barras, donde no solía verse ni un alma.
Yo estaba tomándome unas copas, cuando un grupo de chavales jóvenes, entraron y me
miraron con mala cara. No soy como la gente dice que soy. Yo no tengo problemas con el
alcohol, simplemente bebo por aburrimiento.
Iba por la quinta ronda cuando uno de los chavales, me pidió fuego. Entonces fue cuando me
di cuenta que todos aquellos chavales se estaban cachondeando de mí. Les dije que sí que tenía,
y en cuanto le estaba dando la cerilla a uno de ellos, la encendí y se la tiré encima. A
continuación cogí la pistola que llevaba en la cazadora tejana y no dudé ni un momento en
meterle dos tiros, matándolo en el acto.
Momentos después me encontraba en una sala vacía donde simplemente podía observar una
cama al lado de la tenebrosa pared. Me tumbé en la cama, y cuando me desperté, había un
anciano a mi lado. Tenía media cara quemada, donde únicamente se apreciaba un ojo que
brillaba en la oscura sala donde pertenecíamos cerrados. Yo ya no podía aguantar más estar
en ese lugar así que decidí hacer algo para salir de allí, aprovechándome del anciano. Le di un
golpe con el puño en la boca, y llamé al guarida diciéndole que el hombre se había desmayado.
Y en cuanto vino le di una patada en el estómago seguida de un puñetazo en la mandíbula, y
lo dejé como al anciano. Cogí la ropa que llevaba el guardia, me la puse, recogí las llaves y fui
fuera de aquel tenebroso lugar sin parar de correr hasta llegar adonde estoy ahora, el antiguo
cementerio del pueblo.
EL MISTERIO DE TOM SAWERFILD
Joan Pitarque, G22, D1
Era una noche de invierno. Él estaba sentado al lado del fuego escribiendo una carta a su
prometida María:
“Querida María: Soy yo, Juan. Te echo de menos, i quiero volver a ver….”
De repente, paró de escribir. Había oído un ruido dentro de la casa y fue a averiguar qué
había pasado. Subía las escaleras del primer piso cuando se apagaron las luces. Aterrorizado,
continuó subiendo al primer piso, cuando vió una sombra corriendo a su alrededor.
¿Qué era eso? -se preguntaba a sí mismo.
De pronto empezó a oír a unas personas hablando sobre la casa. Decían que era muy bonita
pero que le faltaba un toque de rojo.
Juan, fue corriendo hasta la sala donde sonaban las voces, miró por la rendija de la puerta, i
vio a dos sombras. Pero cuando entró no había nada. Solo una botella de cava francés medio
vacía i unos turrones de chocolate.
Oyó la puerta de casa abrirse. Bajó corriendo i se encontró la puerta abierta. Salió a la calle
precipitadamente i vio correr a una persona; cogió el abrigo i se fue tras él.
Sin duda iba hacia el cementerio de Newton, el más tenebroso del pueblo.
Entró poco a poco dentro del cementerio. Era muy oscuro. Los árboles estaban carcomidos, y
andando por allí tenía la sensación de que miles de almas estuvieran detrás de ti…
Volvió a ver a y la persona corriendo, el, la siguió hasta llegar a la tumba de su abuelo Tom
Sawerfild.
De repente, sintió un golpe seco en la cabeza y se desmayó.
Cuando despertó, se encontró dentro de una sala muy muy pequeña. Debajo de, él había
alguna cosa. Se giró como pudo i había un cadáver.
El rostro le parecía familiar, pero no supo de quien era.
Intentó salir de la sala pero no pudo ya que la puerta no se abría entonces él pensó donde
podría estar, cuando lo descubrió. Estaba dentro de la tumba de su abuelo. Dice la leyenda
que se quedó allí para siempre.
LA MALDICIÓN
Mireia Escoda Muñoz, G23, D1
Era nueva en la ciudad. Como pensaba estar poco tiempo en ella, no me molesté en buscar un buen piso. Al
poco tiempo de vivir allí noté que los vecinos no parecían muy sociables, pues cuando me los encontraba
bajando las escaleras, camino del trabajo, les saludaba mientras que ellos ni se giraban. Parecía que no me
oyeran, como si no hubiera nadie hablándoles.
El poco tiempo que tenía que vivir allí se fue haciendo más y más largo por culpa de mi trabajo.
Pasaron días y días y mis vecinos parecían no saber que yo existía. Bajaban las escaleras… ¡ sin hacer ni
el más mínimo caso de lo que les decía! ¿Eran sordos? Alguno a lo mejor pero, todos, no, eso no era. ¿Ciegos
tal vez?, claro, ciegos bajando las escaleras día si día también. No, tampoco era eso. Ya no sabía qué hacer.
Llegué a pensar que estarían molestos por algo pero llevaba poco tiempo en el edificio y no les había hecho
nada. Yo era amable a más no poder para que me hicieran caso, pero ¡Nada!
Hasta que un día, bajando las escaleras como todas las mañanas, alguien me empujó escaleras abajo.
Quedé inconsciente. Luego desperté y vi que nuevos vecinos se mudaban a mi piso.
Y mientras sentía la necesidad de subir y bajar pos las escaleras. La gente nueva me saludaba pero no
podía hablar. Solo subir y bajar una vez y otra vez… ¡Ahora me tocaba a mí hacer lo que mis vecinos
habían hecho y por lo que yo les había juzgado mal aunque no tuvieran la culpa
LA VENGANZA PARA LOS LOCOS
Iker Lizaso Jimenez, G24, D1
Por fin, puedo decir que he despertado, me he aliviado del tenebroso miedo que no me dejaba
dormir por las noches. Ese miedo proviene de un sueño que ha sido lo peor que me ha sucedido
desde que estoy encerrado.
En ese sueño, volvía al lugar donde había vivido en mi infancia. Era la oscura y vieja
mansión de la familia Marcraken, una familia de malas personas, muy mentirosas,
timadoras y ricas que vivían de las estafas en el pueblo.
Yo era el hijo que enseñaba a los hermanos a estafar a los habitantes del pueblo. Me
arrepiento mucho de eso, hecho que forma parte de mi historial de delitos.
Soñé que una apagada noche donde las nubes cubrían las estrellas y la Luna, mis padres
estaban atracando un banco y tenía que cuidar de mis hermanos. Oí un ruido que parecía la
puerta abriéndose. Era un crujido de la madera vieja a la cual se le tenía que poner aceite y
que alarmó a todos mis hermanos y a mi a bajar. Nos levantamos a ver lo que sucedía,
bajamos lentamente las escaleras para quien hubiera entrado no se diera cuenta de nuestra
presencia. En ese momento tenía algo de miedo por si nos veían y no atacaran.
Así fue, eran un par de ladrones que metían objetos en una bolsa de patatas muy grande.
Mi hermano pequeño, del susto que estaba recibiendo, no pudo evitar exclamar un grito
brusco y afiando para que nos decubrieran.
Los gestos de mis hermanos eran de sufrimiento, lloraban pero yo no lo hacís, seguramente
para parecer mas hombre, pero también sufria porno volver a ver a nuestros padres.
En un momento, llegaron mi padres, estaban cansados y con ganas de dormir, nos vieron y
fueron a salvarnos. Cuando los ladrones se dieron cuenta, sacaron sus pistolas y amenazaban
a mis padres diciéndoles que si nos desataban, los dispararían.
Que momento de angustia, con lo bien que estábamos nosotros dormidos. Mi padres estaban
nerviosos, no sabían que hacer y estaban desesperados porque temían por nuestra vida.
En un momento, mi padre fue a desatarme, mientras los ladrones estaban despistados. Se
dieron cuenta cuando salimos de casa. Entonces dispararon a mi padre i cayó lentamente al
suelo, muriéndose de dolor. Nuestra madre nos dijo que siguiéramos, porque mi padre había
muerto y ninguno lo queríamos aceptar.
Seis meses después, me volví loco soñando, imaginándome el tormento de la muerte de mi
padre, estaba harto y cometí una locura que hizo que me convirtiera en un niño odiado,
huérfano y sin futuro alguno de vida.
Una noche, me desperté y acabé con mis hermanos, luego con mi madre, no porque estuviera
loco, sino porque quería matar a los ladrones que habían matado a mi padre, ¿Por eso estoy
loco?, yo creo que fue, en ese momento, un acto inteligente y sin consecuencias.
Ahora, creo que he tirado mi vida a la basura, no he logrado encontrar a los ladrones en
treinta y un años que llevo en la cárcel.
UN CRIMEN DORMIDO
Valeria Zapata Pagan, G21, D1
Desde luego que no me ha cogido por sorpresa la polémica levantada por el extraordinario caso
de Alison. De no ser así, de no haber estado prevenida posiblemente estaría trastornada.
Hacía ya tres años que iba en la búsqueda de un nuevo hogar para mi marido y yo, y cuando
encontré la residencia adecuada resultó que no había acertado.
Era una casa vieja a las afueras de Londres, rodeada de verdes campos, con unos inmensos
ventanales desde los que se veían grandes prados y algún que otro huertecillo y por si fuera
poco una enorme y robusta puerta dándonos la bienvenida. Mi marido y yo tomamos la
decisión de quedárnosla, pues era un sitio tranquilo y perfecto para iniciar una nueva vida.
Tras siete noches habitando en nuestra nueva residencia comencé a experimentar extrañas
sensaciones. Al principio no le di importancia pero al poco tiempo hacían que mí corazón se
helara, se encogiera, sintiera náuseas... Por fin, pasado un tiempo comenzaron a desaparecer
pero una fría noche tuve visiones de una extraña mujer estrangulada.
Días después, baje a la ciudad a por víveres mientras mi marido trabajaba. No pude evitar
pararme en una oscura tiendecita que en su cartel anunciaba que investigaban casos
extraordinarios, Entré y me presenté. A continuación, lo hizo la dependienta, su nombre era
Miss Marple y tras la presentación empecé a contarle los hechos. Ella escuchó atenta mis
cuitas. De esta manera se inició la investigación para descubrir un crimen que dormía desde
hacía mucho tiempo. Con la mano temblando me liberó un papelito con un número y un título
en su interior. “64 - El último expediente”- ponía.
Fui a casa y empecé a buscar en la buhardilla. Fotografías, cajas, telarañas, incluso viejos
libros.
Y por un extraña casualidad, en uno de los últimos volúmenes encontré uno con el mismo
número y el mismo título que había en el papel que me había entregado Miss Marple. En ese
momento me oprimió una sensación de estupor mientras con la vista contemplaba el ejemplar.
Leí atentamente la contraportada. Se trataba de un peculiar relato de una mujer cuyo
nombre era Alison, que había sido ahorcada, estrangulada y acuchillada por el hombre que
anteriormente había sido su esposo. Por instantes se me paraba el corazón. Y rebuscando entre
las hojas posteriores del libro apareció ante mis ojos una fotografía de la dama. No os pido, ni
espero que creáis el suceso. No obstante mientras contemplaba horrorizada la lámina noté el
peso de la mano de alguien sobre mi hombro y aterrorizada por el suceso me desmayé. Supongo
que mi marido oyó el estruendo. Probablemente alguien con una mente más privilegiada
hubiera pensado que serían percepciones mías, sin embargo solo recuerdo despertarme en el
hospital, con una pequeña bolsa de suero y una cicatriz en el hombro.
DÓNDE ESTÁ MI BRAZO?
Arnau Mas Alargé, G24, D1
Estoy en la prisión de Manhattan, en Nueva York, he violado un caballo y he matado a mi
exesposa por intentar impedirlo. A pesar de haberme escondido durante una semana y casi
tres días, hoy, me han encontrado.
Ahora tengo un magnífico plan, salir de esta putrefacción. Y yo no voy a hacer creeros que
mataré a todos los guardias, no, yo no estoy tan loco. Quiero salir de este mal sueño ahora.
La mejor manera es a la hora del comedor, así que he pedido de ir al retrete un momento. He
salido por la ventanilla, la única que no tiene rejilla en todo el edificio. Mi mente tenía dos
objetivos en ese momento, salir y salir entero. Me refiero a salir sin ningún tiro en la pierna o
sin dedos o algo similar…
Al salir por la ventana, me he encontrado con unos perros, exactamente, con unos pastores
alemanes, de pura raza. Lo sé porque me encantan los animales, y, sobretodo, violarlos. Pero
que sepáis que no estoy loco, no.
Uno de esos se ha llevado mi brazo, como si nada. Los guardias me han encontrado en el suelo,
gritando y pidiendo que me devolvieran el brazo. Finalmente, me devolvieron el brazo.
Ahora estoy, otra vez, en mi celda. Cosiéndome el brazo, el del guardia muerto en el pasillo, lo
he matado clavándole la pata de la cama y le he cortado el brazo, porque, el mío, no encajaba.
EXCURSIÓN A LA MANSIÓN
Joan Ricart Cazorla, G21, D1
En una mansión del Perú, vivía una familia que provenía de España, concretamente de
Cataluña, que los vecinos del Perú no aceptaban. En el colegio, los hijos no hablaban con
nadie. Un día, los padres, fueron a hablar con el director del centro e hicieron una reunión
para que los aceptaran, costó un tiempo pero al final lo lograron.
Al cabo de 3 años, estando los hijos, David y José, con unos amigos vieron una casa en ruinas
y se dispusieron a entrar. Esa mansión parecía encantada, de esas que aparece en los cuentos.
Había telarañas y como una música que se oía de fondo, una música tenebrosa y que ponía
muy nervioso. Cuando entraron, la puerta se cerró de golpe y la música se paró en seco.
Estaban muy asustados. Querían salir de ahí, pero no podían. La puerta no se abría;
Estaban encerrados en una casa muy extraña…
Empezaron a buscar habitaciones, a ver si había alguna cosa de metal resistente para
intentar forzar la puerta, pero no encontraron nada. Subieron arriba, para buscar alguna
ventana para salir de ahí. Nada. Ni una ventana en toda la casa. Bueno sí, había una, pero
con barrotes de metal demasiados estrechos para poder pasar.
Empezaron a ver unas sombras, como si se tratase de gato escondido entre unas lámparas que
había por ahí. La música volvió a sonar y encontraron la máquina de música. La pararon
porque estaban muy nerviosos.
Vieron otra vez la sombra. Ahora la vieron mejor. Era como un viejo agachado y riendo. Aún
les entró más miedo en el cuerpo, y notaron un escalofrío porque recordaron que unos días
atrás, en las noticias, había salido, un psicópata de unos 80 años que vivía en las afueras de
Lima, en una casa en ruinas, que iba por el pueblo gritando e insultando a la gente que se
encontraba. Estaban asustados porque si alguien le pasa eso, es capaz de matar también…
Consiguieron salir de esa casa y volver a su hogar y explicaron lo ocurrido a sus padres.
EL TEATRO EMBRUJADO
Judith Segura Motos, G21, D1
La Ciudad declaró al viejo teatro monumento histórico y contrataron a mi empresa para
restaurarlo.
Junto al arquitecto encargado del proyecto, recorrimos todo el edificio. En las paredes había
grietas que recorrían todos los muros hasta la unión con el techo. Observábamos una de esas
grietas cuando escuchamos que alguien corría por allí. No alcanzamos ver a nadie y como el
teatro es muy amplio, supusimos que no habría sido nada.
Como el edificio es de la ciudad, tras una llamada del arquitecto llegaron tres policías, y
mientras seguimos evaluando lo dañado que estaba (hacía veinte años que estaba
abandonado), ellos recorrieron el lugar.
Seguíamos a lo nuestro, observando los deterioros de la construcción. En determinado
monumento, vi que el arquitecto palideció de repente. Miraba fijo hacia una puerta. Al
girarme vi que una tela blanca terminaba de cruzar por aquel vano que dejaba a la vista la
puerta entreabierta.
Me acerqué y creí que iba a sorprenderme, pero no vi a nadie.
Cuando volví a la habitación, el arquitecto se secaba el sudor con un pañuelo. Al preguntarle
qué había visto, me sorprendió su respuesta.
-Un fantasma.-Me dijo.
Salíamos del teatro cuando nos cruzamos con los policías.
Él no se atrevía a explicar lo que había visto y oído, así que hablaba de “ruidos extraños” y
cosas que le “había parecido” ver. Uno de ellos nos dijo:
-Este teatro está embrujado; No hay otra explicación.
En ese instante escuchamos unos ruidos aterradores, los cuales parecían venir de todas las
paredes y rebotaban siniestramente en el oscuro escenario.
Era como si todo un grupo de personas lanzaran carcajadas o se rieran. También se
escuchaban sonidos menos identificables, similares al rebuzno de un burro o al relinchar de un
caballo.
No nos quedamos ni un instante más. Salimos disparados de allí.
Al otro día me llamaron desde el trabajo, querían cancelar el contrato. Según el arquitecto, el
lugar estaba muy dañado para repararlo.
Finalmente los rumores que circulaban entre la gente sobre aquel lugar embrujado o habitado
por fantasmas, habían hecho que el teatro quedara abandonado.
EL MAL ASESINO
Carles Vázquez Rodríguez, G21, D1
Yo, sigo pensando que lo que hice es de locos. ¡No se puede hacer lo que hice sólo por un simple
juego! Ahora, estoy en la cárcel, y creo que es justo, porque hice una cosa que no se puede
perdonar.
Yo, era un jugador de fútbol cuando me sucedió una cosa que me cambió la vida. Tenía
veinticinco años. Estaba jugando un partido de la “Premier League”, cuando fui corriendo a
por un balón y me lo robó el defensa. En ese momento noté una furia en mi cuerpo, que le dí
una patada, y le hice una brecha en la cabeza. La brecha era tan grande como una navaja.
Esa furia se apoderó de mí durante todo el día.
Ese chico al que le hice la brecha, era vecino mío y como que yo estaba tan loco, tan loco, tan
loco, decidí ir a asesinarlo.
Y así lo hice, lo maté, y los policías no tardaron en venir a interrogarme. Cuando vinieron los
policías, la furia que tenía, seguía, así que ellos, con un clip, abrieron la puerta y yo entonces,
los maté. Al poco rato aparecieron otros dos con dos armas muy potentes capaces de destruir la
casa y empezaron a registrarla. Yo me escondí.
Cuando se iban a ir, esa misteriosa furia que se había apoderado de mí, desapareció y sin
querer, hice un ruido. Ellos, se giraron y volvieron a buscar. Mi corazón palpitaba muy
rápido, y además con mucha fuerza. Tenía mucho miedo y de tanto miedo que tenía, tenía la
sensación de que mi casa era un infierno.
Finalmente me descubrieron, y les dije que sí, que había sido yo. Les dije que una furia se
había apoderado de mí y que notaba una rabia muy grande sobre esa persona así que no dude
en matarla y que si querían que me podían llevar a la cárcel. Ellos me preguntaron que por
qué había matado a los policías, y yo les dije que lo había hecho porque esa furia todavía
seguía en mí.
Yo me delaté, porque ya no aguantaba más. ¡Era insoportable! El dolor que tenía en el
corazón era inmenso y también, tenía mucho miedo. ¡Me daba la sensación de que me moría!
Ahora, estoy en la cárcel, y aún me quedan por cumplir cincuenta y nueve años de prisión.
Todavía, a ratos, siento una pequeña furia que invade mi corazón y todo mi cuerpo, pero
ahora me controlo para no cometer otro disparate como el que cometí. Estoy muy arrepentido,
pero ahora ya no se puede hacer nada para resucitar a la persona. Solo me queda aguantar
esta maldita celda durante todo este período de tiempo.
LA CASA DE AL LADO
Anaïs Roca González, G24, D1
Cuenta la leyenda, que un hombre llamado Raúl, vivía en una casa muy alejada de la ciudad,
en una urbanización. Esta urbanización estaba muy abandonada. Solo contenía tres casas de
las cuales solo estaban habitadas dos. Eran muy viejas, como de otro siglo. Las aceras de la
calle, estaban desastrosas. Las farolas no funcionaban la mayoría i estaban llenas de
telarañas y muchas cosas más repugnantes…
Un día Raúl decidió invitar a unos amigos a su casa. Estos estaban muy tranquilos viendo
una película y comiendo palomitas, cuando de repente empezaron a escuchar unos ruidos muy
extraños que causaban desesperación a la gente. Esos ruidos venían de una casa deshabitada,
que había justo al lado de la suya.
Raúl empezó a preocuparse, entonces les explicó a sus amigos que esos ruidos tan desesperantes
que se oían no eran normales que viniesen de esa casa, porque estaba deshabitada. Todos se
empezaron a preocupar i a desesperarse un poco, así que decidieron salir e ir a la casa para
ver qué pasaba.
Al llegar allí comprobaron que la casa no estaba habitada, y también vieron que la puerta
estaba entreabierta. Los seis decidieron entrar dentro de la casa para ver qué pasaba. Una vez
dentro, empezaron a oír los mismos ruidos de antes pero aún más fuertes de lo normal…aun
así siguieron buscando por la casa, preguntando si había alguien.
Nadie contestaba i la estancia en esa casa era cada vez más desesperante, cuando de repente se
cerró la puerta, los ruidos ya eran traumatizantes. Intentaron abrir entre todos la puerta
pero no se podía, entonces ellos asustados, se pusieron muy nerviosos y fueron buscando por
toda la casa alguna otra salida. Se pasaron horas y horas buscando salidas o alguna cosa
para forzar la puerta y poder abrirla, pero de ningún modo consiguieron ni una cosa ni la
otra.
Como el ruido seguía siendo tan desesperante, entre todos decidieron ir a la planta de arriba, a
una habitación que habían visto muy cómoda en la cual pensaron que allí no les pasaría
nada.
Descansaron un rato, y luego siguieron pensando ideas para salir de aquella casa de alguna
forma…
Como pasaron horas ahí encerrados, perdieron la noción del tiempo.
Al final tuvieron que pasar ahí toda la noche, en esa inquieta casa. Pasaron mucho frio y
miedo a la vez, no pudieron dormir a penas, ya que estaban muy modestos ahí.
En medio de la noche, cuando estaban ya todos medios dormidos, empezaron a escuchar una
voz. Esta voz, se parecía mucho a la de una niña pequeña que vivía ahí en esa casa antes con
sus padres su hermano y su perro, esa niña falleció, debido a que la asesinaron.
Estuvieron escuchando esa voz durante minutos, hasta que Raúl decidió preguntarle: -¿Quién
eres? – ¿Qué es lo que quieres de nosotros?
La niña no contestaba, pero de repente… ¡Se les apareció en la habitación!
Todos temblorosos y muy asustados se abrazaron, entonces la niña les dijo: -Soy Ariadna,
una niña que vivía aquí hace mucho tiempo, que murió asesinada por sus padres, y todos los
que han pasado por esta casa desde entonces han muerto de la misma manera que yo. Así que
vosotros no vais a ser una excepción.
Y así fue, fueron muriendo uno a uno i de la misma forma, empezó por matar a todos los
amigos de Raúl, y por ultimo lo asesino a él.
Desde entonces cada vez que alguien entra en esa casa muere asesinado por Ariadna, Raúl y
sus amigos.
EL MISTERIO DEL DESVÁN
Pau Mateo Rodríguez, G23, D1
No pude verlo, no pude tocarlo, pero sin embargo, mientras, subía por las escaleras, solo pude
apreciar un olor a carne muerta después de que aquel hombre me lanzase contra el suelo desde
arriba de las escaleras del desván.
Pensareis que estoy loco, pero no lo estoy. Aquella casa era un laberinto de cadáveres, todos en
un alto grado de descomposición.
Algo raro pasaba ahí. Los cadáveres, no olían. Sin embargo, del desván salía un fuerte olor,
que me daban ganas de vomitar.
La casa era oscura, como el pelo negro de los gatos que andaban por la casa, y que se
escondían entre la oscuridad.
Justo cuándo entré en la casa, entre en la cocina, a por un chuchillo, por si el loco sobre el que
hablan estuviera allí. Cuando subía por las escaletas para ir al desván, paso lo que nunca me
habría imaginado que pasaría.
Sentí una mano en mi pierna, i al segundo, tiró de mí, y me caí rodando por las escaleras.
Ahora me encuentro dentro del desván, encerrado, sin saber nada, solo sé que ha llegado mi
hora. Viene alguien, os dejo.
EL CASO DE SCOOTER
Joan Arrieta, 2º D1
En 1979, conocí a Scooter. Era alto y fuerte, tenía el pelo gris tirando a negro y la nariz
pequeña; Una boca normal, las piernas muy largas y los pies casi tan grandes como “Big
foot”. También tenía unas manos suaves al igual que su piel.
Su carácter era difícil porque su madre y su padre no se entendían muy bien con él, y encima
estaban divorciados. Todo eso provocaba en él una gran confusión.
El día que lo asesinaron nadie sabía quién podría haberlo hecho, ya que no tenía ni muchos
amigos ni tampoco enemigos.
Yo mismo me ofrecí como voluntario para investigar quién podía haberlo asesinado y, lo más
importante, por qué.
Primero investigué a un socio suyo. Él tenía cara de tener algún secreto muy turbio.
Hablando con él hizo un comentario que me puso sobre la pista de los padres de Scooter.
Después visité a su padre y le pregunté qué sabía sobre el asesinato de su hijo. Me dijo que él
lo quería mucho, pero que la madre era una arpía y nunca le había demostrado amor.
Así que decidí hacer una visita a la madre, cuando llegué a la casa noté una sensación
extraña. Sentí un nudo en el estómago y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
La casa era vieja y oscura. Las flores del jardín estaban marchitas, por no decir muertas. Se
respiraba un aire denso y lúgubre.
Cuando entré, la puerta chirrió. Me dirigí hacia la cocina y vi que la puerta de la nevera
estaba abierta y había comida podrida y caída por el suelo.
Subí las escaleras que llevaban al primer piso esquivando toda la comida que había repartida
por el suelo. Había un pasillo con tres puertas y la del medio estaba medio abierta. De lejos
solo pude ver una silla tumbada en el suelo con varias botellas de vodka alrededor.
Y cuando me decidí a entrar en la habitación un hombre vestido de negro se me acercó por
detrás, me tapó la boca con un pañuelo empapado de cloroformo… y cuando me desperté me
encontraba en medio del desierto con unas llaves en el bolsillo y un coche delante de mi.
Ahora ya estoy de vuelta en la ciudad y no tengo ni idea de quien es el asesino de Scooter, pero
si algo tengo claro es que hay alguien que no quiere lo que descubra.
EL NIETO DESALMADO
Pol Marzà Guiot, G24, D1
No me arrepiento de lo que he hecho y hago cada vez que quiero. Ella me dice que lo haga y
yo me siento bien haciéndolo.
Todo ocurrió cuando me trasladé a casa de mi abuelo. Tenía 93 años y yo fui a hacerme
cargo de él y de la casa.
Era una enorme, vieja, lúgubre y descuidada casa en lo alto de una colina, rodeada de unos
enormes árboles muertos. A los pies de la colina, el viejo, frío y destartalado cementerio
familiar. Daba escalofríos nada más verlo. Hacía años que nadie era enterrado allí. Las
lápidas de las tumbas estaban rotas o caídas. Las enredaderas y hierbajos se apoderaban del
lugar. Nadie cuidaba del camposanto.
Todo fue bien durante los dos primeros días, aunque la casa olía a rancio, los muebles estaban
llenos de mugre y eran arcaicos. No pasaba día que no se oyera chirriar una puerta, crujir los
viejos techos o sentir como si algo o alguien me tocaran la piel.
No sé qué ocurrió. Sí, sí lo sé. He matado a mi abuelo. No soportaba más oír su aguda voz, ver
su rostro demacrado por los años o su esquelético cuerpo. Todo ha transcurrido muy deprisa,
en apenas un par de horas. Lo he cortado a pedazos pequeños con la vieja sierra de madera
que había en el cobertizo. Lo he enterrado en diversas partes del jardín, entre los árboles
muertos y, algún trozo, en el cementerio. Limpiaré los restos de sangre y vísceras y me preparé
unos suculentos y apetitosos canelones para cenar.
Mi abuelo no recibía muchas visitas, pero la que tuvo durante esa semana acabó igual que él.
Hacía demasiadas preguntas y no me gustaba su fétido olor a viejo. Escuché la voz en el
interior de mi cabeza, la misma que me estremeció e hizo que un sudor frío me helara las
manos minutos antes de que acabara con mi abuelo. Era una voz familiar, penetrante y
desgarradora. Me recordaba a la de mi abuela. Y lo hice… Lo maté. Me sentí bien. Y
continuaré haciéndolo cada vez que alguien me moleste y ella me deja que lleve a cabo mi obra.
Por fin todo tiene sentido, ahora sé qué es lo que he de hacer.
EL HOMBRE DE LA SOMBRA DIFUMINADA
Berta Castells Grau, G22, D1
No sé si estoy vivo... No lo sé. Solo sé que un día me levanté, y el espejo no reflejaba mi rostro;
viejo y descuidado, más bien de forma avalada, con mis ojos apagados como canicas casi sin
brillo, oscuros como lo es mi alma.
Nunca había sido un ejemplo; había matado a más de una persona, sin motivo aparente.
Cuando no me vi en el espejo, me toqué todo el cuerpo. Lo notaba, yo estaba allí, presente… Al
menos mi cuerpo lo estaba… y sin embargo, cuando me miraba al espejo no veía nada,
solamente la mesilla y mi cama, lo que me rodeaba, pero yo no estaba. Pensé que lo que me
pasaba era un castigo, un castigo de la vida, cruel, que nunca había sido fácil para mí.
Yo fui a trabajar con la sensación de estar muerto del miedo que tenía dentro, así me sentía:
muerto, pero vivo a la vez, como si algo se hubiera muerto dentro de mí, alguna parte de mi
alma, o de mi cuerpo. Cuando llegué al trabajo,, la gente me saludaba como si nada. Ellos me
podían ver, pero en cambio yo no. Cuando llegué a mi despacho busqué mi reflejo en un espejo
de cristal que estaba justo delante de mi mesa, y una vez más, mi reflejo no estaba. Era como
el aire en aquella habitación. Aire que se siente pero no sé ve; como la propia melancolía que
me producía al no verme reflejado en el enorme espejo de cristal. En ese momento empecé a
gritar.
Descontroladamente decía ¡Estoy muerto y vivo! ¡Estoy muerto y vivo!...Empecé a reír de
manera compulsiva. Todos los trabajadores me miraban preocupados mientras yo lo sabía
tecleaban el número de una ambulancia. Pensaban que estaba enfermo o que mi cabeza había
perdido su rumbo.
Cuando estuve en el hospital, me dijeron que no tenía nada, que estaba perfectamente.. Pero yo
ni escuchaba, estaba allí, inmóvil como un muñeco. Ni me movía. Solamente decía una y otra
vez, murmurando como un secreto la misma frase. Una y otra vez, cada vez más obsesionado
mirando, mirando a un punto fijo, un punto fijo… El punto empezó a abrirse en forma de
espiral, por la que me deslicé y caí, caí, caí……., y caí de la cama!.
-¿Todo ha sido un sueño?- Me pregunté a mi mismo, notándome el sudor en la frente. Miré el
despertador; Eran las cinco de la madrugada. Me noté la garganta seca, fui a beber agua y,
ahora más tranquilo, me fui al baño, donde había un espejo enorme de cristal, con un marco
azul marino que le rodeaba. Levanté mi cabeza para ver que rostro aparentaba después del
sueño terrible que había sufrido, con un miedo tan grande que me rodeaba todo el cuerpo como
una serpiente que te aprieta y te asfixia… Cuando la levanté, vi lo que estaba detrás de mí, de
mi cuerpo, de mi ser. Un armario enorme y la puerta, el secador del pelo, y unos cuantos
champús. Ahora bien, lo que no encontraba… era mi rostro… mi reflejo.
LA DESAPARECIDA
Laia Cupons Galera, G22, D1
Estaba en el desván de mi casa, todo estaba oscuro. Sólo veía la luz de mi vela. No estoy loca
pero ante mí había un muerto. Estaba colgado del techo. Quizás lo había matado yo… quizás
no estaba muerto… quizás ni existía. Habían pasado cuatro años desde la trágica muerte de
mí padre. Había muerto en el desván, en ese mismo lugar. ¿Quizás podría ser él? Aparte vivo
solo en mí casa. Hacía cinco días que había sucedido. No sabía qué hacer, así que me fui a ver
la televisión y vi que había desaparecido una mujer y todos los policías dela ciudad hacían
revisiones en las casas.
Subí corriendo al desván intenté esconder ese cadáver por si era el de esa mujer. Cuando
terminé de esconderlo, llamaron a la puerta de mi casa. Estaba muerta de miedo. Bajé las
escaleras, fui a ver quien había detrás de la puerta y…
No era la policía. Era mi madre. Le conté lo que había pasado; le enseñé el cadáver per
cuando subimos al desván, ya no había nada. Estaba todo en silencio solo se oía unas
respiraciones muy fuertes, nos dimos media vuelta, las dos muy asustadas, lo vimos: estaba
vivo. Mejor dicho... estaba viva. Era la mujer de la noticias.
Las dos terminamos muertas. La chica que escribe soy yo, la desaparecida.
LA MANSIÓN KETHENKLERK
Raúl Torrequebrada Casanova, G25, D1
Un día Rabiut Kethenklerk y su mujer Catherina Kethenklerk salieron de la mansión con su
queridísimo gato negro Rufus. Fueron a comprar al pueblo: primero fueron a la frutería,
luego a la pescadería a comprarle peces a Rufus. Pasados unas cuantas hores no encontraban
a su gato, Fueron a buscarlo a las tiendas por las que habían comprado, a las que no habían
ido... Incluso buscaron por todo el pueblo y no lo encontraron. Volvieron a la mansión pasando
por el valle de las tinieblas que estaba al lado del cementerio, nadie se acercaba por esa zona
porque rondan los fantasmas de los muertos. Faltaba muy poco para que ellos pensaran que
Rufus estaba muerto, Fue en ese mismo instante que abrieron la puerta i se encontraron un
fantasma de color verde parecido a su gato Pufus. A la mujer le dio un infarto, y el gato
desaparició a la nada poco a poco alejándose hasta no llegar a aquella puerta tan pequeña y
oscura que había al final del pasillo. Rabiut llamó a un ambulancia, Los médicos intentaron
salvar a la mujer però no pudieron, era demasiado tarde. Desde ese mismo día Rabiut siempre
tenia pesadillas horribles, en que aparecían su mujer Catherina y su gato Rufus señalandole
a él. El hombre se asustó y no podia dormir tranquilo a si que decidió que la pròxima noche
iría al cementerio a ver si estaban las dos tumbas de sus queridos. Se encontró que sí, que
estaban allí però abiertas, Él pensó que no habían descansado en paz a sí que decidió quedar-
se sus almas, Con el gato pudó però con su mujer no pudó y sufrió un tropiezo y cayó con ella
en la tumba. Hay gente que dice que la mansión esta maldita y hay otra gente que dice que
aún rondan los fantasmas de la família Kethenklerk por la mansión Hukenberg.
LA NIÑA QUE SUSURRABA EN UNA NOCHE DE TORMENTA
Carla Olaru Márquez, G.21, D2
Nunca me hubiera podido imaginar que contaría esta historia, pero mi final se acerca y mi
atormentada alma necesita deseperadamente quitarse de encima tan horrible relato. Corría el
año 1889 y yo tenia 21 años. Era profesora me enviaron al Internado “Úrsula de los mialgros”
en Pigmania un lugar donde nadie quería ir, pero mi falta de dinero y a raíz de eso, de comida,
me hizo aceptar tan delicado trabajo. Al llegar con mis dos maletas, cuando tuve el internado
delante, me embargó una sensacion de tremenda tristeza y dolor, tan profunda como la
sensación que se tiene cuando te clavan una oscura daga en el corazón. Estaba delante de una
paisaje solitario y bastante antiguo aparte de macabro. Hay que decir que la gran tormenta
que se desataba en aquel momento no ayudaba mucho. Era macabro, sí. El conjunto del edificio
grande,siniestro y bastante antiguo rodeado de un bosque un tanto inquietante y el lago lateral
de agua pútrida hacia que pensara que si en los próximos 2 años Iba a vivir en un internado
enseñando a dulces niños o iba a vivir en el infierno mismo enseñando a demonios y almas
perdidas i olvidadas. Cojí las maletas y vacilé antes de continuar dirigiéndome hacia la gran
puerta forjada en hierro,abrirla y pasar por el jardín marchito;antes de pararme en medio al
ver, vuelvo a recordar que llovia a mares,el rostro de una niña que me miraba fijamente. Esa
mirada tant aterradora me heló el corazón, pero no le hice mucho caso y llamé a una puerta
fuerte y dura con una cerradura con una tenebrosa gárgola bañada en oro. Pasaron 5 minutos
antes de que un hombre escuálido con la tez blanca como la leche misma y con rasgos tristes y
amargados abriera la puerta. Al verme no hubo reacción fácial y me invito a entrar con voz
grave y monótona. Entré y puede que me llamen loca pero pude ver claramente cómo la puerta
se cerraba tras de mi sin que yo la hubiera tocado.
- Bienvenida al internado “Úrsula de los Milagros”.Sus aposentos están situados en la
primera planta. Cruce el pasillo a la derecha. El comedor está en ésta planta. Preséntese a
las 13:30 ¡No salga antes!. Las clases empezaràn a las cuatro. Vaya a la planta 3 clase D.
Tras decir eso desapareció por las escaleras del vesíbulo. Un vestíbulo, por cierto, lo
suficientemente macabro: paredes pintadas de negro,una lampara de araña amenazadora,
telarañas, un olor extraño como si oliera a hierro y a algo putrefacto a la vez, todavia tengo la
sensación de ese olor pegándose en mi piel , suficiente como decía como para salir de allí
disparada, pero no lo hice.Desde luego que no. Subí como me indicó el individuo las escaleras
forradas en una alfombra de tonos escarlata hasta la primera planta. Crucé el pasillo y me hice
una pregunta que mi subconciente se había hecho desde el primer segundo que había pisado el
internado ¿Dónde estaban los niños? No había visto ninguno des de la aparicion de la niña en
la ventana y se suponía que era un internado. Debería haber visto o como mínimo oído algún
signo de jovialidad en en el internado.Era lo normal o no?
Al acabar esta reflexión ya había llegado a mis aposentos. Abrí la puerta y recibí la
bienvenida de un roedor muy repugnante que salió corriendo por la puerta .Entré asqueada.
Mi habitación era como esperaba, poco agraciada, súcia y siniestra. Algo que sí me sorprendió
fue ver a una horrible muñeca de trapo que me miraba inquietantemente. Me acomodé lo que
pude en la habitación macabra y a la hora de ir a comer salí nerviosa para dirijirme al
comedor, Pero un murmullo enloquecido me hizo desviarme del camino y dirijime al origen de
ese sonido. Al pasar por pasillos y pasillos escaleras arriba y abajo corriendo en todo momento
para ver qué pasaba, al fin encontré lo que buscaba muy a mi pesar. Al lado de un ventanal
estaba aquella niña que me había mirado de esa manera hacía un rato, con un camison
ensangrentado susurrando a la ventana ,enloquecida cosas que al principio me costó entender.
- Si aqui está. No,no lo sabe, claro que no, no sabe que este lugar está maldito! Que cada vez
que hay tormenta los demonios pasan por estos passillos absobiendo el alma de los niños
llevándoselos hasta el mismo infierno. Que pasando por esa puerta, ya ha tenido sentencia.
Va a morir dolorosamente y que Dios nos coja confesados porque vamos a morir si ha! Ha!
Ha! Y lo mejor es que a ella la voy a matar yo!- De repente se giró y pude ver en sus ojos
ensangrentados que iba a ir a por mÍ. – ¡Tú!- me dijo con una voz tremendamente
profunda ,como salida de ultratumba- Tú tienes la culpa ¡Sí! Y vas a morir ¡Ha! ¡Ha!
¡Ha!
Se dirijió a mí lentamente con un cuchillo muy afiladoy empezó a cantar una cancion infantil
que para la ocasión pareció espeluznante .No podía mover las piernas, me quedé paralizada
pero una repentina súbida de adrenalina hizo que mis piernas reaccionaran e hicieron que
saliera corriendo del lugar. La niña iba corriendo tras de mÍ con el cuchillo y yo, mientras,
pasaba por los pasillos, porque con la búsqueda de los murmullos no me habÍa dado cuanta de
que habÍa acabado en la planta más alta. Vi un conjunto de niños sin vida por el suelo llenos
de sangre. Se oían gritos y deseperación por todas partes. Salí corriendo de ese lugar hasta
llegar al punto donde me habÍa parado antes para observar el internado. Había parado de
llover y el edificio junto con todos sus habitantes y mis pertenencias se sumió en la oscuridad de
una noche aparentemente tranquila. Corrí sin mirar atras y pensando en que poco tiempo me
quedaba ya porque sin saber ni cómo había acabado, Maldita.
LA FURIA Y LA TRISTEZA
David Español, 2º D1
“ Solo soy un pequeño chaval “ – dijo. Tenía miedo. Sin embargo, la vieja le sonrió. Acto seguido
se llevó al niño de la mano.
No os extrañéis. Os explicaré lo que pasó.
Hace mucho tiempo vivía en una preciosa ciudad con canales. En una cueva, en las afueras, vivía
una vieja siniestra que de vez en cuando se paseaba por la villa. Siempre iba preguntando por un
niño que nunca nadie había visto. Entonces se enfurecía, y esa misma noche desaparecía alguien
de la ciudad. Hartos de esto, los más valientes del pueblo decidimos hacerle frente a la que todo el
mundo creia una bruja.
Por la noche, cogimos las espadas, escudos y lanzas, y nos aventuramos a la cueva. Sin embargo,
teníamos miedo. Según las profecías del oráculo de la ciudad, conocido como “ la Sombra “, esa
cueva estaba maldita.
Entramos por la boca de la cueva y de pronto de derrumbó. Estábamos muy asustados. De
repente oímos un ruido. Arañas. Pasos. Gotas de agua. Nos cubrimos en una pared. Cada vez,
passos más rápidos que acompañaban la tenue y frágil luz de nuestras antorchas. Tierra. Piedra.
Una lanza delante de nuestros ojos. Una capa negra. Centelleantes ojos rojos escondidos bajo el
manto de aquella penetrante sombra que nos atacó repentinamente. Unos huyeron. Otras
correspondieron. Otros simplemente se quedaron paralizados. Todos (o casi todos) corrimos la
misma suerte.
Me desperté en un calabozo, maniatado, con la cara ensangrentada y al lado de unos esqueletos.
Con la mirada recorri la habitación. Hecha de roca, era unz pequeña habitación excavada en la
montaña hecha de piedra musgosa. Había algunos baúles mellados que parecían contener
alimentos en mal estado, pues estos vomitaban insectos. Se filtraba luz por las grietas de la
piedra, posiblemente del forcejeo de otros prisioneros. En general, me encontraba en una cueva
lóbrega.
Me estaba quedando dormido otra vez cuando de pronto oí un gemido. Un movimiento en medio
de la oscuridad me permitió ver a ese niño, sufriendo, en la otra esquina de la sala. Llevaba la
ropa hecha jirones; el jersey azul estaba destrozado, y el pantalón también. Iba descalzo, con
múltiples heridas en los pies. Tenía el pelo enmarañado, y la cara sucia de hollín y sangre.
Además también tenia los ojos rojos y lloraba desconsoladamente. Tenía miedo. Posiblemente
huía de algo o alguien y lo atraparon. Intenté calmarlo, y le dije al chaval:
- ¿Qué estás haciendo tú aquí?
- Es... la sombra, viene a por mí. ¿Quién eres tú?
- La... sombra?
- Mi padre era cartógrafo. Él dibujó el mapa de esta región y en esta cueva halló muchas piedras
preciosas. Pero cuando hizo intento de llevárselas, la sombra lo atacó y se lo llevó a las
profundidades de la cueva. Pude recuperar el mapa, y he venido para rescatarlo, pero el monsruo
me ha aprisionado aquí.
Noté un forcejeo. Mis cadenas estaban rotas.
- ¿Puedes soltarme? – dijo el niño.
Me despojé de las manilles y me apresuré a liberar al zagal. Debíamos salir de allí cuanto antes.
Salimos por la boca del calabozo y empezamos a caminar a tientas. Al poco tiempo oímos un
ruido. NO! La sombra nos estaba siguiendo la pista. Estábamos asustados. Pisadas. Tierra. La
teníamos cerca. Nos apresuramos a salir. Corrimos, corrimos como alma que lleva el diablo. Ya
divisábamos luz. ¡Lo habíamos conseguido! - ¡ Nos habíamos liberado! – dijo el niño. Después de
eso alcanzamos la boca de la cueva. .. Qué equivocados estábamos.
Una garra oscura atravesó al niño por el pecho, haciéndole caer el mapa. La sombra otra vez.
Estaba furiosa. Me agarró por el cuello y me llevó con ella. Era cierto. Conocía de la existència de
ese mapa. Nuestra avarícia por aconseguir esos materiales nos llevó a la perdición. En lo que
refiere a ese mapa, lo vi... en casa del oráculo! No me cabía duda. ¡El oráculo era la sombra!
- Abuela, ¡No! Por favor, ¡para!, ¡ah! – dijo el chaval.
Después de que la sombra nos atravesara el pecho con sus garres, nos llevó a las profundidades de
la cueva, y en el aire tan solo quedó una risa malèfica i el repiqueteo de las gotas de agua.
¿MUDANZA PLACENTERA?
Paula Breslau Fernández Magriñá, G.22, D2.
A continuación, os contaré mi horrible historia. Habrá gente que no me creerá y habrá gente
que se ría de mí pero aquello que me pasó marcó mi vida para siempre.
Un viernes frío de invierno, día trece, me mudé a mi nueva casa en Parets del Vallès. Todo me
daba muy mala espina. Había unos amenazantes y fríos nubarrones de densa niebla que se
extendían como una sábana que se cerniera sobre el tenebroso bosque situado al pie de la
ciudad. Busqué mi calle, la calle Edgar Allan Poe, haciendo homenaje al escritor de novelas de
terror, fallecido hace mucho. Me dirigí a mi portal, el número 13. Subí por las deterioradas
escaleras que chirriaban a cada paso que daba. Llegué a mi piso, el sexto, y entré en mi casa.
Prendí la luz y vi que justo delante de la puerta había un espeluznante cuadro que intentaba
escenificar un horrible funeral donde se estaba enterrando a una pobre persona viva. Cerré la
chirriante y pesada puerta. Fui al comedor y oí un ruido. Era el timbre. Anduve hasta la
puerta y miré por la mirilla. Era una señora muy flaca y estaba muy pálida. Tenía una
sonrisa escalofriante y fruncía el ceño. Iba toda despeinada y tenía una mirada que no me
gustaba nada. Abrí la puerta y se presentó. Me dijo que era mi vecina, que vivía enfrente de
mí. Yo no presté mucha atención a lo que me decía ya estaba demasiado asombrado viendo su
aspecto. Muy dejado, como si no le hubiera tocado nunca la luz del sol. Me estaba comentando
un no sé qué de una enfermedad… Cuando acabó de hablar, me dio las llaves de su casa por si
alguna vez pasaba algo. Le di yo las mías y cerré la puerta. Llegada la noche, me metí en la
cama. Quería descansar. Apagué la luz y pronto me dormí. Una terrible pesadilla vino a mi
mente. Me desperté empapado en sudor frío.
En ese momento, escuché la televisión de la vecina. ¿Estaba encendida a esas horas de la
madrugada? Cogí mis llaves y fui al portal de enfrente. Abrí la puerta y vi que la luz de su
comedor estaba encendida. Entré y la vi allí, tumbada en el sofá. Aparentemente parecía
dormida pero cuando me acerqué vi que no respiraba. ¡No respiraba! La cogí temblando y la
llevé al cementerio que había al lado de mi edificio. No se oía nada. Tenía miedo. Cavé una
tumba para mi vecina y la dejé allí. Tapé el hueco con tierra y me marché. Me eché sobre la
cama y, a la mañana siguiente, cuando me desperté, oí unos gritos. Venían del cementerio…
Justo en aquel preciso momento recordé el cuadro que había enfrente de la puerta de mi casa.
¡La vecina! Bajé las escaleras corriendo y fui allí. Me situé en el sitio donde la había
enterrado la noche anterior. Empecé a excavar y, cuando llegué al cuerpo, ya frío, era
demasiado tarde. Vi que la pobre mujer tenía las uñas llenas de tierra y una cara de pánico y
de ahogamiento.
Ahora, ya he llegado a mi casa. Acabo de decidir que me voy a matar… No podré vivir con ese
recuerdo en el corazón. Y aquí estoy, bajo la luz de esta vela. Hoy, 6 de enero de 1966. Fuera
está lloviendo mucho. Tengo una cuerda rodeándome el cuello. Me gusta su contacto con mi
húmeda y fría piel. Estoy intentando mantener una lucha interior entre lo que me dicta mi
conciencia y lo que me dice mi pobre cuerpo… La conciencia… Maldita conciencia… No puedo
más. Debo hacerlo. He escrito sólo para irme con ella tranquila.
LA PUERTA DEL INFIERNO
Denise Riera, D2
Era de noche y me iba a la cama. Había sido un día duro
A medianoche desperté asustado por un sueño inquieto; Intenté volver a coger el sueño pero sin
éxito. En ese mismo instante oí un ruido agudo me puso los pelos de punta. El ruido procedía
del desván. En el desván no había luz, por eso primero bajé a la cocina a coger una vela.
Cuando entré en el desván el olor de humedad era penetrante: un escalofrió invadió todo mi
cuerpo por la sensación de ser observado por mil ojos, mi corazón palpitaba desbocadamente.
Las ondas nerviosas de mi cerebro me alertaron del peligro inminente.
Mis ojos se habían acostumbrada a la oscuridad. Percibí la noblina de polvo que llenaba el
desván y recordé que hacía muchos largos años que no subía a aquel lugar. La tenua luz que
desprendía la vela deformaba los objetos de la habitación.
Un pequeño ruido me alertó e instantáneamente giré la cabeza hacía ese sonido. De repente la
vela enfocó unos ojos diabólicos que me miraban fijamente. Un chillido salió de mi boca. Del
sobresalto la vela cayó al suelo y se apagó. Me agaché y fui palpando el suelo en la oscuridad
de la habitación. Noté que algo me estaba rozando la mano y mi cuerpo quedó paralizado
como una estatua. Estuve unos minutos inmensamente largos sin respiración.
Mi cuerpo pudo moverse y encontré la vela. Desesperadamente intente encenderla.
Cuando vi que había sido un cojín, que había caído del arcón el que me había rozado la mano,
empecé a reírme desesperadamente. Mis risas resonaron como un eco por todo el desván
haciendo que volviera en mí la sensación de terror.
Oí el mismo sonido que me había conducido hasta allí.
Iluminé con la vela hacia donde había oído el ruido, aparté las cajas y encontré un gato que
me miraba furtivamente; Dio un salto y salió por la puerta.
Una sensación de bienestar me invadió y me di cuenta que todo este miedo me lo había
provocado mi mente.
Ahora ya podía respirar tranquilo. Más relajado, me dediqué a mirar el desván. Allí estaban
los muñecos de mi infancia: El payaso burlón, el osito blue...
Ah! Y las máscaras de Hallowen. Pensé que otro día volvería a hacer limpieza y a recordar
años pasados.
EL ÁNGEL CON LOS OJOS DE CRISTAL
Júlia Amat Lozano, G.23, D2.
Todavía no entiendo cómo yo, había acabado en aquella situación. Yo era una persona
normal y un simple detalle, me cambió la vida por completo…
Me había mudado a una casa en las afueras de Wolliestern. Era una casa grande, pero yo
vivía solo. No era un barrio grande ni nuevo, por lo tanto mis vecinos eran ancianos y no
había mucha gente joven con la que pudiera relacionarme. Unos días después de la mudanza
di una vuelta por el vecindario para familiarizarme con todo aquello. Me impactó la imagen
de un pequeño angelito de cerámica que tenía un vecino en su jardín. Aquel ángel me llamaba
la atención, tenía los ojos de cristal. Era un cristal teñido de rojo que al observarlo durante
mucho tiempo acababa por reflejar en la mente del que lo observaba los más horribles y
terroríficos pensamientos.
Aquella noche no conseguía dormirme. La imagen de aquel ángel me había llamado tanto la
atención que no dejaba de pensar en él. En un momento determinado, al ver que aquel ángel
de cerámica no salía de mi cabeza y no conseguía dormirme, me invadió una terrible furia por
dentro. Era tal aquella furia que se me nubló la vista y comencé a verlo todo borroso. Me
asusté y me dejé caer sobre la cama. Mi cuerpo comenzó a sufrir compulsiones y yo parecía
sufrir una epilepsia. Estaba tan asustado por lo que me estaba pasando que pensé que el
demonio me invadía el cuerpo junto con aquel ángel terrorífico. De golpe me pareció ver en el
techo una grieta que se abría cada vez más y entre aquella grieta me miraba él. Aquellos ojos
sangrientos que me observaban y no me dejaban en paz. Sentía su mirada recorrerme el
cuerpo entero y sentía, también, crecer el terror en mi corazón. De repente, de aquella grieta,
que parecía venir del infierno, surgió la mano del ángel. Acercó su mano y me tocó la cara y
sentí que todo aquel miedo, dolor, sufrimiento, terror, todo ese odio y esa furia se desvanecían
ante mí.
De golpe, como si nada hubiera pasado, me encontré ahogado en un charco de sudor en mi
cama del sufrimiento que me había provocado, si se puede decir así, aquella alucinación. Pero
era tal lo que había sentido que tenía la necesidad de matar aquel ángel y a su creador.
Con la detención de acabar con él, me dirigí hacia la casa en la que le había visto con él. Lo
cogí, entré en la casa y fui al dormitorio de su dueño, ya que yo sentía que él era el auténtico
culpable de mis desgracias, y mientras él sollozaba del dolor, yo le maté a golpes con aquel
ángel demoníaco de ojos rojos y sangrientos.
Me encontré en una situación espeluznante… Con un ángel lleno de sangre en las manos y
una víctima que ni siquiera conocía, muerta ante mis ojos. No entendía qué me estaba
pasando. Yo siempre había sido una persona normal… Pero tampoco quería que me acusaran
de asesinato. Decidí que lo mejor que podía hacer era esconder el cuerpo y el arma. Metí el
cuerpo y el ángel en una enorme bolsa de plástico y me dirigí al río más próximo, del pueblo.
Eché la bolsa en el río y hui hasta mi casa. Pero a pesar de que intentaba olvidar, cada día
me sentía peor y mis pensamientos comenzaban a ser diferentes. Pronto vi que el suicidio era
mi mejor alternativa, pero, en el momento en que iba a matarme, entró en mi casa la policía y
me detuvo por asesinato. Me llevaron ante los juzgados, pero sin yo decir ni una palabra, ellos
decidieron que no había ninguna razón lógica por la que yo hubiera hecho eso, así que
decidieron encerrarme en un hospital psiquiátrico por consecuencia de mis actos.
Y ahora me pregunto ¿por qué?, ¿por qué a m
LA SOMBRA DEL PASADO
Isabel Nieto Miranda, G.21, D2
Entonces la maté. La maté porque no la aguantaba. No soportaba su buen humor, su alegría y
que cayera tan bien a todo el vecindario, a diferencia de mí.
Cogí el bate de béisbol que tenía guardado para ocasiones especiales, y la golpeé mientras estaba
en la ducha. El sonido de sus huesos al crujir era como el tronco del árbol recién talado. Le di en
el hombro y sentí como la clavícula se le partía, luego la golpeé en la espalda y sentí cómo se
desfiguraba. Después le di en la cara y sentí como se soltaba el tabique de la nariz. Por último la
golpeé en la cabeza como si fuese un balón y por fin cayó muerta.
La enterré en el jardín.
La verdad es que no me sirvió de mucho. Los vecinos me preguntaban día y noche por ella. Hasta
hubo una vez que creí verla haciendo la cama. “Será porque estoy cansado” me dije. Pero no,
empecé a verla constantemente, duchándose, peinándose y, como siempre, sonriendo. “¿Estoy
loco?” “¿Me estoy volviendo loco?”. Eran preguntas que siempre me hacía. Cuando más me
preguntaba si estaba loco, más perdía la cabeza.
Por las noches me parecía percibir con toda claridad cómo se echaba a mi lado en la cama.
Notaba su calor, su respiración, me cogía de la mano y me susurraba al oído ‘’Te quiero’’.
Me dolía el alma por lo que había hecho. Algo me empezó a comer por dentro. Sentía cuchillos
clavándose y desprendiéndose con la fuerza de mil rayos. Así era mi dolor, con un sufrimiento
inimaginable.
Decidí ir a la policía y enseñarles dónde estaba lo que quedaba de su cuerpo. Prefería ir a la
cárcel que seguir viviendo con la visión de mi esposa muerta. Fui al jardín y con una pala cavé
donde la había enterrado. El hueco estaba vacío.
LAS VOCES
Ana Sánchez Sanabra, G.24, D2
Os voy a contar lo que vi hace unos días en casa de mis vecinos, y que me dejó horrorizado.
Estaba podando en la entrada de mi casa, cuando escuché un ruido que provenía de casa de
la casa de al lado. Grité: << Hola, ¿Qué ha pasado?, ¿Estáis bien?>>, pero nadie me
respondía, así que decidí entrar. La puerta estaba entreabierta. Al entrar al comedor,
encontré a mi vecina ahorcada en uno de los barrotes de la escalera. Tenía los ojos en blanco,
la lengua fuera, las manos ensangrentadas y la ropa llena de salpicaduras de sangre. A sus
pies había una libreta, que relataba lo siguiente:
“Aquí estoy, en mi nueva casa, escribiendo en una libreta, lo que me pasó. Todo empezó
cuando nos cambiamos de casa por el trabajo de mi marido, Marc. Mientras estábamos
llegando a la casa, vi como el cielo se iba oscureciendo, e iba apareciendo niebla. Al llegar a
nuestra calle y observar atentamente, vi que estaba completamente vacía, no había ni una
sola alma paseando. Después de aparcar el coche observamos la casa.
Desde el exterior se podía ver una grieta en medio de la casa, plantas que cubrían casi todas
las ventanas y estaba tan sucia que el color de la fachada, en vez de amarillo se veía grisáceo.
En el interior, lo primero que vimos, fue una escalera situada a mano izquierda del
vestíbulo. Era de madera, le faltaba un escalón y chirriaba al subir. A la derecha estaba el
comedor. Tenía un ambiente macabro que me produjo una sensación de tristeza y miedo. En
las esquinas había telarañas, el suelo era de madera, y olía a viciado.
Pasados unos meses ya teníamos arreglada la casa. Pero durante estos meses no he parado
de escuchar una y otra vez ruidos de cadenas, chirridos y una voz que me dice: << ¡Mátalos!,
¡Mátalos!>>. La voz me retumba en la cabeza. Ahora tengo miedo, nada de esto me había
pasado antes y estoy aterrorizada. Muchas veces, mientras cocino, noto como si alguien
estuviera detrás de mí y me dijera: << ¿Es que no me has oído?, ¡Te estoy diciendo que los
mates!>>. Durante estos días no duermo, no paro de temblar y no me atrevo a quedarme
sola en casa. Ya se lo he contado a mi marido, que por supuesto, me ha tomado por loca y me
ha comprado unas pastillas. Me las tomo, aunque nada cambia… Ni las cadenas, ni las
voces, ni los chirridos desaparecen.
Esta mañana me ha despertado una voz que me decía: << ¡Mátalos!>>. He cogido un
martillo y he golpeado a mi marido en la cabeza hasta romperle el cráneo. Después he ido a
la cocina y he cogido un cuchillo, con el que he apuñalado repetidamente a mis hijas. No me
creo lo que he hecho. Ya no escucho nada. Pero ahora los remordimientos son los que no me
dejan en paz. Me estoy volviendo loca, me he tomado las pastillas y me he puesto a llorar
como una desesperada. No lo aguanto más, no puedo, la cabeza me da vueltas, me aparecen
mezcladas las imágenes de lo que he hecho y de cuando llegamos a esta casa:
-Ya hemos llegado chicas, este es nuestro nuevo hogar.- dijo Marc
-¡Bien!, ¿Mama podemos ir a jugar con nuestras muñecas? - Carol lo repetía una y otra vez
Ya han pasado dos semanas de lo sucedido. No aguanto más, no duermo, no como, solo lloro
sin parar, día tras día, lamentándome. No sabía por qué los había matado, porque lo había
hecho, no se lo merecían. No lo tendría que haber hecho, noto un gran vacío, no tengo porque
seguir en ésta vida de remordimientos sin parar. Por eso he llegado a una conclusión, me voy
a suicidar, he encontrado una cuerda en el sótano y me voy a colgar de las escaleras.”
HERIOTZA
Nasya Ruz Comitre, 24, D2
¿Por qué pasó? ¿Por qué? ¡No lo entiendo! ¿Por qué tuvo que pasar aquella fatídica historia?
Sé que no me creerás, pero esto no es una simple historia, pasó de verdad, tal vez creerás que
esto solo es una invención de mi mente, que estoy loca, que todo esto no es posible, pero sí que lo
es.
Fue un martes por la mañana, creo que trece, no estoy segura… Eran las cinco exactamente,
me acuerdo porque en ese momento estaba esperando el autobús y miré mi reloj, tenía prisa…,
ahora tengo todo el tiempo del mundo… En un instante mi vida cambió, lo que había
logrado: mi carrera, mi marido, todo, ya no significaba nada.
Era uno de aquellos días en que todo parece ir bien, en que todo es positivo, o piensas que lo es,
y cuando menos te lo esperas llega ese momento que lo cambia todo, pues eso fue lo que me
pasó. Yo, estaba en la parada del autobús como ya he mencionado, el transporte llegó diez
minutos tarde, lo noté porque miré mi reloj unas catorce veces después de la ya mencionada, y
cuando llegó, me subí rápidamente, entonces pagué el viaje al conductor, y, a continuación me
senté para disfrutar las vistas de la ventanilla que tenía a mi lado.
Normalmente pasaba por tres paradas antes de bajarme, pero ese día solo pasé por dos, ya
que, en esa segunda parada, entraron dos hombres; el que entró primero era muy alto y
delgado, llevaba una chaqueta que le llegaba a las rodillas de un color muy oscuro, y que
tenía un aspecto peculiar, no podría describirlo, el segundo iba muy erguido, este era bastante
corto de estatura y transportaba una maleta ocre oscuro, y los dos parecían tener mucha
prisa. Entraron sin pagar, y se sentaron, rápidamente el conductor les dijo que antes de
sentarse tendrían que pagar o insertar su billete en el picador, ellos primeramente, no
movieron un solo músculo, pero el conductor se molestó mucho, o eso fue lo que me pareció, y
repitió todo aquello, esta vez con un tono de voz mucho más alto, seguidamente, se levantaron
y rompiendo el silencio gritaron: <<¡Ahora!>> , entonces los dos hombres y el conductor
sacaron de uno de sus bolsillos unas pequeñas máscaras antigás que se pusieron en la cara, y
el más alto sacó de su chaqueta un pequeño botón rojo, lo presionó, y de los conductos de
ventilación comenzó a salir, lo que creo que era algún tipo de gas somnífero, mientras tanto, el
más bajo abrió su maleta y de ella sacó un rifle, y, mientras aquel gas nos envolvía sutilmente,
el que parecía un amable conductor, giró bruscamente hacia otra carretera, en la que jamás
me había fijado antes.
Unas dos horas más tarde me desperté en un sitio muy oscuro, me encontraba de pie en una
superficie rugosa, moví un poco los brazos y enseguida supe que estaba encadenada, y por
mucho que mirara a mi alrededor no había ningún atisbo de luz, y además había tanta
humedad que ya tenía los músculos entumecidos. Ahora sí que estaba segura, estaba en una
cueva.
Entonces escuché unos zapatos desplazándose lentamente hacia mí, sabía que no estaba sola, y
a continuación noté como seis ojos me miraban. Cuatro de esos ojos se desplazaron hacia mí,
pero dos fueron hacia un lado de aquella cueva i a continuación se escuchó un sonido sordo y
una luz tenue, pero la suficiente para que me dejara ver bien quién o qué eran aquellos seres.
Gracias a aquella débil luz pude observar que eran los dos hombres del autobús y el conductor.
Y cuando los dos hombres estuvieron lo bastante cerca de mí, me hicieron unas cuantas
preguntas, cómo: << ¿Dónde está nuestro hermano? >> o <<Lo mataste, ¿verdad? >>.
Por cierto, creo que no os he contado una cosa insignificante, o al menos para mí…: Hacia
unos diez años, antes de conocer a Mellor1, mi marido, tuve un novio, Heriotza2, con el que
pasé unos años muy felices pero, un día, estábamos en la piscina de mi casa, y no sé por qué,
puede que fuera por la bebida que me había tomado o por (al menos yo noté eso) una
sensación maligna que recorría mis entrañas, bueno, fuera por lo que fuese, me hizo hacerlo, lo
maté, lo ahogué, y él no pudo hacer nada… Y ahora, después de muchos años, sus hermanos
me habían encontrado. Me torturaron, pero de mi boca no salió ningún sonido. Y acabaron
conmigo (o eso es lo que ellos creen) de una forma muy cruel, que prefiero no explicar por amor
al lector.
1 Mellor: En gallego significa mejor.
2 Heriotza: En vasco significa muerte
EL HUÉRFANO
Marta Ruiz Escoda, G.22, D2
Era un orfanato a las afueras de la ciudad. Todos los niños huérfanos estaban allí. El
orfanato con sus viejos muros llenos de malas hierbas y ramas. Daban una sensación de
tristeza y mal augurio. La reja de entrada se quejaba al abrir y cerrarse. Era tan vieja que
era normal que chirriase. Estaba tan oxidada que ni siquiera se podía ver bien el hierro. La
fachada del edificio era vieja. Con ventanas góticas y rotas con abundantes hierbajos que
escalaban por sus muros. Tenía tres pisos más la azotea. La puerta de entrada era grande, de
madera. Por ella se podía entrar y salir fácilmente. Tenía tallado el nombre del orfanato a
mano, “La Luna”.
El tejado estaba podrido, las tejas se caían con el viento y el agua entraba cuando por el cielo
se asomaba y caía de esas turbias nubes invernales. Cuando era pequeño, mis abuelos me
trajeron a este orfanato. El motivo era que cuando yo tenía cuatro años, mi padre había
ahogado a mi madre en la bañera y luego él, se había suicidado. Se pegó un tiro en la cabeza.
Des de ese momento yo ya no era el mismo. Se me había quedado grabada la imagen de mi
madre blanca como la nieve dentro de la bañera y de mi padre con la cabeza hecha pedazos en
el suelo. Cada vez que me hablaban de ellos, una furia se apoderaba de mí, de tal manera que
no era consciente de mis actos. El rencor hacia mi difunto padre cuando era pequeño era
inmenso, lo repudiaba. Habría hecho cualquier cosa con haber sido yo el que presionase el
gatillo de ese revolver aquella noche.
Cuando entré en el orfanato, cogido de la mano de mi abuela, todos los niños que pasaban por
el vestíbulo se me quedaron mirando. Todos iban con el mismo uniforme, camisa negra y
pantalón gris. Me dieron un uniforme y mis abuelos se fueron. Me quedé allí. Solo. Unos
niños se me acercaron. Me preguntaron mi nombre. Les dije que era Alfonso. Ellos me
enseñaron un poco el edificio, los baños, el comedor, las aulas… Era enorme. Salimos al patio.
Estaba lleno de columpios y un pequeño tobogán de los límites del recinto.
Estaba con esos chicos, muy majos y se nos acercaron unos de mayores, Empezaron a reírse de
nosotros, a insultarnos, tirarnos tierra, hasta que uno cometió el error de mencionar a mis
padres. De tal manera que cogí al más grande. No sé cómo, tuve la suficiente fuerza para
tirarlo al suelo y darle una paliza. Los profesores me cogieron y me detuvieron. Los chicos
salieron corriendo. Me encerraron en una sala sin luz, sin comida y sin agua para que me
diese cuenta de que lo que había hecho era fatal. Por la noche conseguí escapar de ese sitio
oscuro y me dirigí a la cocina.
Cogí un cuchillo y me adentré en las habitaciones, Agarré al chico y le corté la Orta. Hice lo
mismo con los otros dos. Me faltaba uno. ¿Dónde se había metido? ¿Quizás bajo la cama? No,
lo habría visto. Las camas parecían lagunas carmesí, inundadas por la
sangre… Por la mañana los profesores se quedaron aterrorizados con mis actos. Llamaron a
la policía y me llevaron a un manicomio a las afueras de la ciudad.
Hoy, con cuarenta años, salgo de este sitio y no sé con qué me voy a encontrar, pero lo que sí sé
es con qué se va a encontrar él…
LA VENGANZA DE LA MUERTE
Arnau Català Rams, G.22, D2
Mi nombre es Ángela Dungey y tenía ocho años cuando sucedió el terrorífico y traumático
hecho que ha marcado mi vida para siempre.
Eran las 7:50 de la tarde, y mi madre aún no había llegado. Decidí volver a casa y una
terrible y extraña sensación de miedo recorrió todo mi cuerpo cuando descubrí que la Puerta
de mi casa había sido abierta bruscamente. Entré. La luz no funcionaba. Lo que salvaba mi
visión era una pequeña luz nítida y amarillenta que surgía de la farola que se aposentaba en
la calle y entraba por la puerta de mi casa e iluminaba la escalera de madera que subía recto
hasta llegar al primer piso. Subí. Un chirrido sonaba cada vez que apoyaba el pie en la frágil
escalera. Cuando llegué, descubrí lo que hasta ahora ignoraba: la muerte. Mi madre colgaba
del techo del comedor, con una cara extremadamente pálida y con los ojos abiertos como una
nuez. Detrás de ella, estaba mi preciosa silla de la cual deduje que se había colgado.
Mi padre se suicidó cuando yo tenía cinco años, y me quedé con mi madre. Pero a partir de
ese momento, pasé a ser huérfana.
Estaba furiosa, odiaba mi vida i la de la gente. Odiaba todos los padres y madres que
pudieran existir en ese maldito mundo. Odiaba que murieran, odiaba verlos vivos y felices, los
odiaba. Y odiaba, sobretodo, a los míos, los que me habían traído la vida, y los que ahora me la
habían hundido. Por esta simple y clara razón, decidí que cada año mataría a dos niños al
día que murió mi madre para que sus padres sufrieran como yo sufrí.
Así mismo lo cumplí durante 64 años. Durante estos años, mucha gente me trató de loca sin
remedio, y estuve encerrada en una monstruosa sala blanca de paredes blandas, rodeada de
locos, pues también a mí me consideraban uno de ellos.
Con 88 años, a las 7:50 de la tarde del 14 de diciembre, al mismo día y la misma hora que
murió mi madre, al cabo de 80 años de aquel triste hecho, la policía me encontró colgada del
comedor de mi casa, con mi preciosa silla detrás de mí.
Dos minutos y medio más tarde de bajar de la silla. El mundo me envió al sitio más odioso del
universo. No hay ni demonios, ni bestias gigantes de fuego. Solamente hay gente cuya vida ha
consistido en destrozar la de los otros. Yo estaba entre ellas.
Desde este mundo lleno de malicia, describo mi vida en papel y me doy cuenta de quién soy y
lo que he hecho. Pero lo que no entiendo y lo que nunca conseguiré entender es porqué mis
padres se destrozaron sus vidas destrozando mi pésima vida.
LA PESADILLA
Elisenda Vilà Ortuño, G.22, D2
Mi amiga Jenny y yo íbamos de camino a la masía de Santa Creu de Orda para celebrar mi
cumpleaños. Acabábamos de adentrarnos en las curvas cuando empezó a aparecer aquella
maldita niebla espesa. No veíamos nada de nada y, de repente, vimos una luz roja. A medida
que nos íbamos acercando, vimos, en el centro de la carretera, un señor todo vestido de negro,
con capucha. En la mano derecha aguantaba un foco rojo y en la mano izquierda llevaba una
señal que te hacía desviarte del camino. Mi amiga y yo nos miremos aterrorizadas. De repente
entre el señor y el coche cruzó un cerdo que era tan grande como un camión. En medio del
lomo tenía un hacha clavada. Ni siquiera tenía ojos. Era de color amarronado y rojizo.
Debería de pesar unos 100 quilos sino más. De su herida emanaba una fuente de sangre. En
ese mismo instante aterrizó en la luna del coche una criatura extraña. Era inmensamente
grande, con unes alas de tres metros, era de color negro. Cuando de repente abrió su inmenso
pico de color rojo, y le pudimos ver la campanilla. Sus ojos eran redondos como los de un búho.
Emitió éste sonido: Brrrrp! Brrrrp! Brrrrp!... que nos hizo estremecer de los pies a la cabeza.
Aaaaaaaah! Mi amiga y yo chillemos las dos a la vez. De pronto, nos quedamos a oscuras, y
ya no vimos al señor. Criticó el borde de la muerte.
Sin pensarlo dos veces cogí el volante con las dos manos, puse primera y aceleré a todo gas. Con
la niebla nos salimos de la carretera y al saltar hacia el vacío, me desperté de un sobresalto.
Estaba sudorosa, temblando y buscando a mi amiga. Cuando me di cuenta de que todo había
sido un sueño, o mejor dicho, una pesadilla me di media vuelta y me volví a dormir.
EL MUÑECO
Adrià Lorente del Hoyo, G.23, D2
Yo, Jorge y mi hermano Carlos, somos hermanos mellizos. Nos encanta jugar a hacer agujeros
en la tierra y enterrar todo tipo de objetos, tanto juguetes como cosas de valor y ropa que nos
vaya pequeña… Un día al escavar, nos encontramos un muñeco, que nunca habíamos visto.
El muñeco tenía mucha arena, lo sacamos i les preguntamos a nuestros padres si antes lo
habían visto o lo recordaban de algo. Mi padre dijo que teníamos que tirar ese muñeco de
inmediato. Ese muñeco era el mal, el muñeco era de los antiguos propietarios de la casa.
La mujer murió de un accidente atropellada por un coche en el parking del supermercado, fue
una muerte trágica, el cuerpo se le partió en tres partes. El marido murió de cáncer de
pulmón, su muerte fue terrorífica, espantosa i espeluznante.
Mi madre me dijo que ella no quería acabar igual i que de inmediato alejara el muñeco lejos
de la familia.
Mi hermano Carlos dijo que había tirado el muñeco, Carlos al cabo de dos semanas un
camión, le atropello mientras volvía de la escuela en bicicleta. Carlos una vez muerto, se podía
comunicar con migo, me dijo que el muñeco no lo había tirado, que estaba en el jardín, debajo
de la palmera. A nosotros ja nos empezaban a ocurrir accidentes, a mi padre mientras estaba
en el garaje el cubo de pintura le cayó en la cabeza, le abrió la cabeza, le tuvieron que hacer 7
puntos para cerrar-le.
Carlos me dijo que me diera prisa a sacar-lo de casa ese mismo día un meteorito, que no
habían detectado por si velocidad, cae en el medio de la casa.
LA TEMIBLE GRANJA
Marc Pizarro, D2
Os contaré una terrible historia de la cual he sido testigo. Todo empezó el día en que unos clientes
vinieron a nuestro rancho a comprar unos caballos. Yo solo tenía cinco años, pero aún me acuerdo de
aquel fatídico día.
Al ver que teníamos un caballo de carreras, los clientes lo quisieron comprar, mi padre les propuso un
buen precio, pero ellos se negaron a pagar. Ellos querían el caballo a toda costa, así que sin pensárselo
dos veces mataron a mi madre e hirieron a mi padre en el hombro. Por fortuna, yo me encontraba
bajo la mesa, pues yo era muy tímido con los clientes y no me vieron. Además de llevarse el caballo de
carreras, se llevaron dos caballos de carga, dejándonos con sólo tres ponis.
Diez años más tarde, mi padre vino contento a casa, con un gran saco a la espalda. Me dijo que mi
madre podría descansar en paz y abrió el saco. En su interior se hallaba la cabeza de un hombre. Su
cara tenía un tono pálido fantasmagórico y una mueca de terror y dolor se dibujaba en su rostro. Sus
grandes ojos estaban totalmente desorbitados y, lo que antes había sido una prominente nariz, ya no
estaba. Y entonces me vino a la cabeza quién era. Ese hombre era quien mató a mi madre e hirió a mi
padre. Al verlo más detenidamente, me vino a la cabeza otro hombre, el jefe de la brigada de los
policías. Sin previo aviso repuso la cabeza en el saco y me dijo que le ayudara a deshacerse del cuerpo.
Decidimos poner los restos en la comida de los caballos. Dos semanas más tarde vino la policía a ver si
encontraban a su jefe. Uno de ellos, interesado en uno de los caballos se acercó para verlo mejor y
entonces descubrió que entre sus excrementos estaban los huesos de una persona.
DEL CONAZÓN AL CEREBRO
Queralt Castellví Berenguer, Grupo: 25 D3
¡No, no puede ser!- me dije interiormente, ¿Mi mijer me está engañando?¿ Ya no me quiere?
Cada día, al caer la noche, Ana mi mujer, llegaba muy tarde a casa y siempre iba muy
arreglada. Todo era muy extraño. Un día, yo pintaba un cuadro i ella llegaba siempre con un
morado en el cuello y se lo tapaba con un pañuelo. Una noche, cuando ella dormía, fui a
colgar el cuadro que había pintado, con la taladradora lo colgué. Cuando terminé, se me
ocurrió mirar el móvil de Ana a ver si descubría quién era el hombre con el que ella me
engañaba. Vi un mensaje que ponía: “nos vemos a la 1 de la madrugada en mi casa”.¡ Ese
mensaje lo había escrito mi mejor amigo Joel! Sentí como si mi corazón se vaciara en el mismo
instante. Mi cuerpo se llenó de rabia. No pensaba quedarme de manos cruzadas.
Cogí el coche porque vivíamos en la ciudad y Joel en medio del bosque. Llegué y entré con las
llaves que Joel me había dado, subí las escaleras, abrí la puerta de su habitación, cogí la
taladradora, apunté en su cabeza y vi como la taladradora se sumergía en su cráneo. Cuando
lo maté, lo cogí en brazos, tiré las sábanas ya que estaban llenas de sangre, cogí el coche y al
bajarme, lo tiré en un enorme lago que había al lado de su casa. Cuando eliminé el cadáver, vi
unas luces azules y rojas ¡Era la policía! Intenté escaparme pero no pude.
Y ahora estoy aquí en la cárcel, condenado a muerte. He llamado a mi mujer y no me coge el
teléfono.
- Ve preparándote te quedan 15 minutos de - me ha dicho la polícia.
- Antes puedo hablar con mi mujer?
- No podemos contestar a eso . Adiós.
Me moriré con un gran peso al corazón, he matado a un amigo.
Pasados 15 minutos, Marcos descansaba en paz.
UNA FAMILIA DEMASIADO EXTRAÑA
Nímmia Guilleumot Camps, G.24, D2
Había una vez una pareja de casados que se fueron a vivir en un pueblo de montaña, en una
casa muy vieja y muy mal cuidada, pero era muy bonita, es decir, era más bonita que la casa
de Brad Pitt y Angelina Jolie.
Isaac y Ines, eran los propietarios de la casa, y allí tuvieron dos hijos, Megara y Axel
Al principio, Megara y Axel eran muy buenos hermanos, y también se llevaban muy bien con
sus padres, era como una familia de hadas, todos se querían mucho, y los padres estaban
locamente enamorados de ellos mismos. Era como una familia perfecta… excepto alguien….
Su abuelo siempre venia en su casa cuando no estaban sus padres, siempre por las tardes y a
las noches, noches de luna llena. Los pegaba, maltrataba, y hacia todo para poder hacerles
daño, cada noche que no estaban sus padres, Megara y Axel se ponien a temblar del miedo.
Un día, los padres, iban al entierro del abuelo, pero Megara y Axel no querian ir y se
quedaron en casa.
Mientras sus padres estaban al entierro, los niños estuvieron horas y horas columpiándose en
su columpio del jardín, y jugando al escondite, a juegos de cartas etc…
Pero de pronto oyeron un ruido. Axel se giró para ver de donde procedía el ruido pero no vio
nada, pero Megara sí que vio algo. Vio una sombra que entraba dentro de su casa, mientras
escuchaban unos ruidos que susurraban sus nombres.
Megara se fue corriendo a investigar porque le intrigaba mucho, y al final entraron los dos,
Axel estaba muy asustado, y como cada vez oían sus nombres más rápido y fuerte se puso a
llorar.
Sus padres al volver del entierro, vieron a los dos niños llorando mientras que estaban
cordados en una columna con una cuerda, los padres se asustaron mucho y rápido intentaron
sacarlos de allí, pero ellos también empezaron a oír una voz muy conocida, esa voz susurraba:
-Quiero mataros, habéis sido muy importantes para mí, pero desde que Megara me mato os
deseo lo peor, y quiero vengarme.
Resulto ser el abuelo, Megara lo mato a los cinco años, con un cuchillo, y todas esas veces que
lo veían cuando no estaban los padres era mentida, solo era un espirito, y siempre intentaba
pegarles y matarles, pero el pensó que hoy que era su dia de enterramiento, era el día ideal
para vengarse.
Primero mato a Megara ahogándola con un pañuelo, pero al ver que no se había muerto del
todo, la remato con un cuchillo muy afilado.
Después mato a la madre, con una pistola, y solo salvo a su yerno y a su nieto.
Al cabo de unos años Axel empezó a tomar droga para matar-se, porque pensaba que su vida
no tenía sentido sin las personas que amaba, y su padre se suicidó tirándose del balcón porque
no podía vivir sin su amor, Inés
UN SOSPECHOSO EN CASA
Alexandra Avilés García, G.23, D2
Estoy escribiendo desde un mundo infernal, puede ser que nadie me crea, que estoy loco, pero
pronto os lo voy a contar. Era una noche oscura de invierno. Estaba tranquilamente sentado
en el sofá de mi casa, mirando una película de terror. Cuando vi una escena en voz baja, como
en susurro le decía “te vas a morir y nunca saldrás de la tumba”. La señora sabía que su
marido tenía ataques catalepsios. El marido de la señora no se podía mover debido al ataque y
fueron a enterrarle. La mujer se reía sarcásticamente. Enterraron al marido boca abajo y en
la película se veía al señor escarbando en la tumba. Pegó un grito, pero el susto me lo di yo.
Me llamaron a la puerta, pero yo me hice el valiente y fui a abrirla. Cuando iba por el pasillo
a oscuras, de repente, me cogieron de la pierna. No sabía qué hacer. Estaba aterrorizado.
Estiraba con fuerza y no conseguía soltarme. Le suplicaba que me soltara. No sabía quién
podría ser. Haciendo uso de todas mis fuerzas al fin me pude escapar. Salí corriendo del
pasillo hacía el balcón, que estaba en la segunda planta de la casa. La persona que me
perseguí aún no la podía ver. Me agarré a los barrotes del balcón e intenté llegar a la casa de
mi vecino, para poder escapar de la persona que me había agarrado la pierna. No podía
alcanzar los barrotes de mi vecino, no aguantaba más mi peso y justamente apareció la
persona que me había agarrado de la pierna y me dio la mano para que pudiera subir.
Cuando me dio la mano vi una cicatriz que me sonaba, entonces cuando se quitó una máscara
que llevaba, reconocí que era mi hermano. Por esa cicatriz y la forma de la cara. Hacía diez
años que no había vuelto a ver a mi hermano desde la muerte de mi madre, y había cambiado
mucho. Tenía un aspecto siniestro, un cabello largo y oscuro, era unicejo, tenía un ojo
hinchado, con unos dientes afilados y era muy peludo. No llevaba ropa. Solo unos calzoncillos.
Me lo llevé hacía el comedor para que se tranquilizara, porque estaba muy excitado y no sabía
el motivo. Mi hermano me contó que se había convertido en un ser horrible. Yo veía los
síntomas de esa transformación pero no podía creerlo.
La luz de la luna llena se reflejó en un espejo y mi hermano giró la mirada hacía él. Cuando
vio la luna llena tan grande y tan brillante se convirtió en un licántropo. Cuando le vi, me
puse histérico y comencé a gritar pero ya era demasiado tarde, se lanzó encima de mí y me
devoró.
EL ASESINO DOBLE
David Armentano Fàbrega, G.25, D2
Era un día tranquilo, soleado, con mucha luz. Parecía como si un enorme gigante estuviera
enfocando el mundo con una linterna de alta potencia.
Aquel día, salí de mi casa en busca de una barra de pan. Cuando la pedí, me la dieron, y me
fui, vi a un hombre de negro entrar corriendo a mi edificio. Fui tres él, però lo perdí por la
escaleres dels egundo piso de aquel bloque.
Decidí no seguirle más, y subí a la cuarta planta, que es donde vivo yo. Al abrir la Puerta me
di cuenta de que no estaba puesto el cerrojo, la habian abierto...
Al entrar, oí un grito provinente de la cocina, me acerqué, y ahí estava, el hombre de negro
apuñalando a mi mujer con un cuchillo ensangrentado. En ese momento no me lo pense. Cojí
un cuchillo del cajón de arriba, que eran los más grandes, y estaba dispuesto a matar a ese
hombre, lo perseguí por toda mi casa, però él huía entrando en cases de vecinos, y yo, dela
rabia de haver visto a mi mujer morir delante mio assassinada, arrasava a todo lo que se me
interpusiera entre el hombre y yo. Y sin querer fui matando a muchos vecinos míos.
En ese momento me sentí raro, mi corazón me latía con una rapidez inimaginable. Noté
pánico. Ahí fue cuando me di cuenta de que mi descontrol, para matar a ese hombre, se habia
apoderada de mi cuerpo, y ví, que ahora, el verdadero asesino era yo.
Algun vecino el cual no maté, avisó a la policía , al escuchar la sirena del coche patrulla, me
cojió un mareo, me frote los ojos, y el hombre de negro no estaba... Todo habia sido una
imaginación mía. Los agentes, al verme a mí, lleno de sangre, con todos los vecinos muertos a
mi alrededor y con un cuchillo en mis manos, me arrestaron, me condenaron de por vida, y no
me resistí. Tenán razón, era un asesino.
EL PROFANADOR DEL sr. RINSQUI
Octavi Rojas Ortega, G.22, D2
Desde este oscuro sitio os voy a explicar mi terrorífica e incomprensible historia:
Todo empezó un noche de invierno, cuando supe la horrible noticia de la muerte de mi fiel amigo
Jonathan Rinsqui. Al día siguiente fui a darle mi último adiós. Como médico forense no pude
evitar ver que los ojos de mi amigo seguían abiertos, cosa muy poco común, y el color de los ojos
se le había cambiado del marrón a un azul claro, casi blanco.
Esa misma noche, la curiosidad me pudo y el cuerpo de mi amigo fue profanado. Con la ayuda de
uno de mis aprendices lo llevamos a mi casa.
De repente, al abrirse el cuerpo notamos que se había descompuesto mucho más rápido de lo
normal.
Esa noche no me podía dormir. Fui a leer al salón pero, de repente , escuché un gran golpe. Al
principio pensé que sería un trueno, pero al cabo de un cuarto de hora descubrí que el golpe lo
había producido la ventana que iluminaba la habitación de las autopsias.
Al ver el cristal roto me volvió, repentinamente, el sueño, como si algo hubiese echo que me quedase
despierto.
Al día siguiente me desperté por el molesto ruido del timbre.
Era el aprendiz que me había ayudado a trasladar el cuerpo del sr. Rinsqui. Me dijo que si no lo
devolvía el cadáver a su sitio, me delataría. Pese a que yo no quería, una extraña fuerza se apoderó
de mí. Primero le tapé la boca y, acto seguido, lo llevé a la sala de las autopsias y con mi bisturí le
hice un rápido corte en el cuello que lo mató. Al cortarlo dejé todo sucio de sangre, la sala jue
pintada de rojo.
Antes de que pudiese limpiar nada, sonó el timbre. Un policía entró a mi casa diciendo que
los vecinos sospechaban algo. Fui corriendo a la sala de autopsias con la excusa de que quería
preparar un té. Intenté esconder los cuerpos pero, de repente la bandeja donde estaban todos
los utensilios se cayó, el policía vino a mi busca.
Yo tiré los cuerpos al suelo y en cuanto , un fuerte dolor en la pierna derecha me invadió,
acompañado con un dolor intenso de cabeza que me provocó quedarme tendido en el suelo, pese
que podía levantarme no lo hice ¿ qué me estaría pasando? .
El policía se agachó para ayudarme y descubrió los cuerpos
Es así como he llegado hasta aquí y ahora espero a que dicten mi sentencia
LA FIGURA NEGRA
Sebastián Florez, Grupo D3
¡Me encanta el verano! Siempre voy al pueblo de mi padre y me junto con otros chavales que
tampoco viven allí pero que vuelven todos los años. Pasamos los días en la piscina y las noches
bebiendo y riendo. Solemos estar bebiendo y fumando todos los amigos en un claro que hay en
un pinar y cerca del pueblo. Mi padre me dice que no entremos allí… que no es un sitio
adecuado para estar de noche… Pero es divertidísimo se está muy bien, y además nunca hay
nadie. No entendía por qué mi padre me daba esa advertencia hasta, que una noche, sucedió
algo que nunca podré olvidar.
Estábamos allí, de risas y hablando de nuestras cosas cuando en un momento de la noche,
una amiga, Silvia, se puso pálida, y tartamudeó que en la oscuridad, entre los pinos, alguien le
había tocado la espalda… Todos comenzamos a reír bromeando y le dijimos que dejara de
beber, pero ella seguía temblando del miedo. Varios nos ofrecimos a ir a investigar. Tras la
comprobación a Silvia se le pasó el miedo y dejó de temblar.
Yo fui a orinar un momento, y de repente escuché cómo todos gritaron, fue un grito en
sinfonía y cuando me decidí a ir donde estaban mis amigos no escuché ni un grito más,
cuando llegué vi que no había nadie, así que decidí volver a casa.
No los volví a ver durante todas mis vacaciones, ni a ellos ni a su familia, se escuchaba
rumores de que algo se lo había llevado, otros rumores de que mi familia éramos los culpables
de lo que pasó, así que mi padre decidió volver conmigo a mi pueblo natal.
EL MISTERIO DE LA CASA ABANDONADA
Ingrid Gómez de Palol, G.23, D2
Un día decidí entrar en la casa abandonada. Los habitantes de mi pueblo decían que estaba
encantada y que quien entraba, ya no volvía a salir. La casa era blanca, con ventanales de
madera, cada uno pintado de un color distinto. Tenía un tejado triangular con líquenes en la
mayoría de las tejas. Las ventanas permanecían abiertas y los días que hacía viento se
escuchaba cómo silbaban con fuerza. También colgaban largas telarañas. La casa tenía un
enorme jardín lleno de flores secas y malas hierbas.
Crucé el jardín y subí las escaleras en dirección a la puerta. Cuando la intenté abrir me di
cuenta de que estaba cerrada. Con mucha precaución probé a entrar por una ventana y lo
conseguí. Dentro de la casa era todo muy antiguo aunque probablemente cuando lo
compraron sus dueños debió ser muy valioso. Estaba todo lleno de polvo pero no había nada
roto. Parecía todo intacto, cómo si nunca nadie hubiera pasado por allí.
Con mucha curiosidad, empecé a mirar todo lo que había por allí. Pensé que lo que decían los
habitantes de mi pueblo era sólo una simple leyenda ya que en la casa nada hacía pensar que
estuviera encantada. Aquella cada debía tener muchos años dada la antigüedad de sus
muebles y la total ausencia de aparatos electrónicos. Ni siquiera había luz eléctrica.
Me sentía extraño. Respiraba un ambiente muy peculiar. Al fondo de aquella sala vi unas
escaleras y decidí dirigirme a la planta superior e inspeccionar la casa de arriba abajo. Tenía
bastantes plantas, unas cinco. Dos de ellas eran subterráneas. En el ático había álbumes de
fotos, muebles, baúles y retratos pintados a mano. Me puse a mirar los álbumes y vi que en las
fotos aparecía una familia. Por lo que vi viajaban mucho, ya que había fotos de muchos
lugares del mundo.
En la siguiente planta se situaban las habitaciones. En la otra el comedor, la cocina y el baño.
En la planta inferior a esta había sólo dos habitaciones, la sala de estar y la habitación de los
juguetes. Los juguetes eran muy distintos a los actuales. En la planta más baja no había
nada, sólo una habitación toda pintada de blanco con humedades en las paredes. Al fondo de
todo, se situaba una puerta de madera de color azul.
Estaba todo muy oscuro ya que no había ventanas ni electricidad. Anduve hacia la puerta y
cuando fui a abrirla me di cuenta de que allí había algo extraño. La puerta estaba ajustada y
de ella salía una mano que intentaba agarrarme.
UNA FAMILIA PECULIAR
Laura Tamarit Padial, G.24, D2
Una noche lluviosa en París, las calles estaban vacías y lo único que se podía ver eran gatos
negros huyendo de la lluvia o vagabundos por las calles intentando cubrirse de los goterones.
Mi familia estaban casa, con toda normalidad, pero esa nuche nuestras vidas iban a cambiar
por completo. Cuando ya por fin estaban todos los niños durmiendo fui a relajarme un rato.
Eran las 00.00 am y estaba preocupada porque mi marido aún no había llegado a casa, ya
que estaba trabajando. Pensé que se tendría que haber quedado a hacer horas o a hablar con
su jefe, así que me fui a dormir con tranquilidad. A las 06:00 am me desperté y vi que mi
marido aún no había llegado, empecé a sentir un pánico y decidí avisar a Elsa, mi hija mayor
porque pensé que podría ser la que podía comprenderme más. Elsa, se preocupó y decidió
llamar a su padre. Justamente cuando estaba marcando los últimos números, su padre entró
por la puerta. En ese momento mi marido se quedó impactado le preguntamos donde se había
metido y respondió que se había dormido en la oficina, y que nadie le había avisado.
Nos fuimos a dormir. Al día siguiente, todo estaba como siempre. Un día de rutina: los niños
al colegio; los mayores a trabajar y hacer las labores de la casa. Pero lo de esa noche quedo
muy marcado en mí y en mi hija. Pasaron semanas e incluso meses y esa misma situación se
puedo haber repetido tres o cuatro veces más. Así que decidí investigar. Primer pensé que todo
sucedía en la noche del jueves, y que siempre volvía sobre las 06:00 am, que estaba muy tenso
a la hora de las comidas o reuniones familiares y sobretodo había cambiado su vestimenta. Lo
de la vestimenta, era muy extraño ya que siempre ha sido una persona que viste con traje.
Ahora no, ahora llevaba un chaquetón negro continuamente. El jueves 27 de Diciembre de
2012, me fui al trabajo de mi marido.
Cuando ya era la hora de cerrar, me escondí dentro del armario de su oficina y espere a que lo
recogiera todo. Los minutos pasaban y aproximadamente había pasado media hora de su hora
de recoger, así que espere porque eso no era demasiado normal. Al cabo de unos minutos llegó
un hombre alto, vestido de negro y con un chaquetón como el de mi marido. Llevaba un
maletín muy sospechoso. Lo coloco encima de la mesa con un golpe bruco y lo abrió. No os
imagináis qué había dentro de ese maletín. Se me puso la piel de gallina y tenía escalofríos.
Eran armas, todo tipo de armas: pistolas, metralletas, cuchillos, navajas…Pensé que clase de
cosa podía hacer mi marido con semejante crueldad. Me fui a casa, cansada y afectada de lo
que había visto.
MI marido un asesino. No me lo podía creer. Llegué a casa, me acosté y pensé, pensé durante mucho
rato. Al día siguiente cogería ese maletín y quitaría las armas. Me levanté a las 7 de la mañana y
busque el maletín antes de que todos se despertaran y no había rastro de él. El sábado, me levanté a
las 6 ya que todos estarían dormidos y no tenían que madrugar. Busque por toda la casa como el
otro día y tampoco había rastro. Sentí un golpe, me gire y vi a mi marido con una pistola. Me
estaba apuntando. Pensé en quedarme quieta y moverme, pero me puse histeria. Le pregunte donde
estaban mis hijos y el respondió que estaban todos en el sótano, atados. Eres un animal le conteste.
Él se puso muy nervioso, no lo reconocía, me cogió de un brazo y me llevo al sótano con mis hijos. Los
vi, estaban sangrando y heridos. Preferiría que me hubiese pegado un tiro antes de ver a mis hijos
sufrir. Me sentó en una silla y me ato pies y brazos. Entonces cogió a mis hijos uno por uno y les
pegó un tiro. Elsa se intentó defender y lo logro. Cogió otra pistola y le disparo a su padre. Me ayud
a desatarme y corriendo nos fuimos. Cogimos el primer tren hacia Mallorca. Nos íbamos con mi
madre. No reconocí a mi marido. Me quede sin nada, solo mi hija y yo. Maldigo el día en el que me
case con ese hombre
EL ACOSADOR DE MI MADRE
Eric Gallardo Fernández, G.25, D2
Hacía tiempo que mi madre se comportaba más callada de la normal y no sabía que le pasaba
hasta un día…..Mi madre sabía corriendo como si tuviese una cita importante y llegase tarde, así
que la seguí. Se encontró con un tipo bastante sospechoso y vestido de negro.Ese hombre me sonaba
de haberlo visto en algún sitio, en un cartel o algo parecido, dejé de pensar y le observé.
-Dame lo que acordamos – dijo enfadado.
Mi madre, asustada, le dio un fajo de dinero y ese hombre se fue y entró en un portal de la calle. ¡Ya
sabía quién era! Era el asesino del dueño del dueño del banco! Sin pensarlo dos veces llamé a la
policía y les dije dónde vivía. Al salir de casa, lo vi en la comisaría y me amenazó, me daba igual
porque ya no podía hacerme nada….
APETITOSO ASESINATO
Laura Vilà Fabregat, G.25, D2
Me gustaba tanto esa chica. Era tímida, como yo. Tenía un rostro pálido, cosa que me gustaba aún
más, unos dientes blancos y perfectos, unos labios… Esos labios me derretían poco a poco. Ese color
rojo apasionado, me volvían loco.
Hacía más de un año que nos conocimos, en la barra de un bar de una bolera. Desde aquel día intenté
averiguar, si yo le gustaba.El mismo día en que la conocí, noté un gran cambio en mí, como si alguna
fuerza maligna se estuviera apoderando de mí, por ejemplo, la fuerza del amor. Desde aquel preciso
instante que la conocí, no pude parar de pensar en ella, con el compás me había escrito su nombre por
todas partes: “Ester”.
Hacía demasiadas locuras como para poder llamar a esa fuerza, amor, eso era mucho más que amor,
creía haberme vuelto completamente loco, loco por amor.
Un día, se me pasó por la cabeza la idea de invitarla a comer a un restaurante un poco alejado de la
ciudad. Ese día me tendría que declarar a ella.
Cuando llegamos al parking, vimos que solo había dos coches aparcados. Antes de entrar, Ester me
besó con mucho sentimiento, como si ese día, fuese el último. De repente esa fuerza maligna
supuestamente llamada amor, se apoderó de mi cuerpo y empecé a besarla con tanta fuerza que no
podía respirar.
Entramos al restaurante y lo primero que vimos fueron platos rotos tirados por el suelo y el
restaurante vacío, sólo nos acompañaban esqueletos por todas partes. Me entró una rabia tan feroz,
tan malévola… No supe por qué, pero no me pude aguantar. Cogí un cuchillo y me lo clavé en la
mano.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué hice eso? ¿Qué era esa fuerza que me estaba quitando la vida?
Sentía dos personas en mí, un ser dentro de mi cuerpo que me controlaba.
Me estaba volviendo perverso, malvado, peligroso. Un enfermo, desobediente, diabólico, cruel,...
Ester intentaba pararme pero no le hacía caso, no reaccionaba. Me dio un beso para ver si me hacía
volver en mí, pero hice algo que jamás podía haber imaginado, una acción, por la cual iría toda o casi
toda mi vida a o la cárcel o a un manicomio.
Había apuñalado a la mujer de mi vida. No me lo creía, pero con lo loco que estaba entonces, pensé
que si la cortaba a pedazos no me podrían descubrir. Pensé algo mejor. Piqué la carne para hacer
croquetas, metí dentro del horno su corazón partido en dos. Y con sus pulmones hice canelones. La
sangre la puse en un vaso para beber. Me la comí en la misma cocina y cuando acabé, lo limpié todo,
paredes y suelo llenos de sangre. Ahora, Ester y yo sí que estaríamos juntos toda la vida, pensé.
Maldigo ese momento cada día y cada noche. El espíritu de Lucifer, sin duda consiguió poseerme.
Al cabo de una semana mirando por mi ventana, vi tres coches de policía debajo del bloque. Mi
cerebro, de nuevo, comenzó a pensar por su cuenta… Una fuerza que apenas podía contener, volvía a
controlarme… Luché. Juro que luché, pero… aquello fue más fuerte…
FIESTAS DE NAVIDAD
Ferran Carrasco Pedrol, G.25, D2
Me desperté un martes 25 de diciembre, una mañana de Navidad, a causa de los gritos de
emoción e impaciencia de mi hermana. Me levanté y lo primero que hice, fue abrir la ventana.
Era un día lluvioso, con grandes y oscuros nubarrones que cubrían el cielo.
Me puse la ropa de estar por casa, y bajé al comedor. Una gran estancia decorada con
escalofriantes y extrañas figuritas mayas, que con sus profundos colores y penetrantes
miradas te hacían sentir vulnerable. Me acerqué donde estaba mi hermana y mis padres,
esperando a abrir sus regalos. Mi familia no es como la de los demás. Mi hermana no es ese
tipo de niña a la que le gusta el color rosa y juega con muñecas. Ella jugaba con muñecos de
vudú y tenía problemas psíquicos.
Al día siguiente, mi padre salió a comprar tabaco mientras nosotros jugábamos con nuestros
regalos y mi madre preparaba la cena. El temporal no cesaba y la lluvia caía como largas
agujas de vidrio. Las horas pasaban y mi padre no volvía. Mi madre, preocupada, llamó a la
policía. Por la noche cenamos pavo. Estaba muy bueno. Le preguntamos a nuestra madre qué
relleno llevaba y nos respondió: “Los hígados de vuestro padre”. Mi hermana, aterrorizada
cogió su muñeco de vudú y empezó a maldecir a mi madre con un terrible sufrimiento por lo
que había hecho.
LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR
Júlia Cortés Arriola, Grupo 22 D-3
En 1973, una noche fría en Gwenlu. En el cementerio de aquella ciudad se celebraba el
funeral de una chica que había muerto en un accidente, pero su marido llamado Juan, el cual
iba con ella en el carruaje había resultado ileso. Al funeral había asistido un amigo de la
difunta. Este chico llamado Trebor estaba enamorado de la chica desde hacía muchos años y
la pérdida de la muchacha le estaba volviendo loco. Una noche, Trebor estaba recordando los
momentos con la difunta. Se imaginó el accidente y le dio mucha rabia que el marido de la
chica hubiese sobrevivido. Pasaron los días y al muchacho no se le quitaba de la cabeza la
supervivencia de Juan. Empezó a dejar de cuidarse: no se duchaba, ni se cambiaba de ropa y
no salió de su casa en varios meses. Poco a poco Trebor se sentía atraído hacia el odio y la
locura, solo tenía en mente vengarse del chico y no pensaba en nada más. Un día por la
mañana decidió que iba a matar a Juan. Estuvo toda la noche despierto maquinando un plan
para destruirle. Por las noches ni dormía. Se le olvidó todo, solo le quedaban los malos
recuerdos y su cabeza se nubló con malas ideas.
Una noche nublada y lluviosa, Trebor invitó a Juan al cementerio. Habían quedado delante
la tumba de la difunta. El chico llegó hacia las 10:00 y ninguno de los habló, solo
contemplaban la tuba de la chica y de repente empezaron a llorar. Pasaron muchos minutos
llorando en silencio pero Trebor decidió que era el momento de vengarse. Dio cuatro pasos
hacia atrás, sacó un cuchillo de su chaqueta y…. no, no podía hacerlo. Pero de repente Juan
dijo que la echaba de menos, echaba de menos los largos días a su lado. Entonces sin
pensárselo dos veces, Trebor sacó el chuchillo y se lo clavó en el cuello y Juan cayó muerto al
instante. Pasaron horas y Trebor no paraba de gritar y llorar. Era casi media noche y el
chico, viendo el cadáver de Juan pensó que ahora el difunto y la chica volverían a estar juntos.
Eso lo llenó de rabia, cogió el cuchillo lleno de la sangre de Juan y se lo clavó al corazón. Por
la mañana, la gente del pueblo al ver aquellos dos chicos muertos, decidieron enterrar a los dos
chicos junto a la tuba de la chica.
LA FIGURA NEGRA
Sebastián Florez, Grupo 25, D-3
¡Me encanta el verano! Siempre voy al pueblo de mi padre y me junto con otros chavales que
tampoco viven allí pero que vuelven todos los años. Pasamos los días en la piscina y las noches
bebiendo y riendo. Solemos estar bebiendo y fumando todos los amigos en un claro que hay en
un pinar y cerca del pueblo. Mi padre me dice que no entremos allí… que no es un sitio
adecuado para estar de noche… Pero es divertidísimo se está muy bien, y además nunca hay
nadie. No entendía por qué mi padre me daba esa advertencia hasta, que una noche, sucedió
algo que nunca podré olvidar.
Estábamos allí, de risas y hablando de nuestras cosas cuando en un momento de la noche, una
amiga, Silvia, se puso pálida, y tartamudeó que en la oscuridad, entre los pinos, alguien le
había tocado la espalda… Todos comenzamos a reír bromeando y le dijimos que dejara de beber,
pero ella seguía temblando del miedo. Varios nos ofrecimos a ir a investigar. Tras la
comprobación a Silvia se le pasó el miedo y dejó de temblar.
Yo fui a orinar un momento, y de
repente escuché cómo todos
gritaron, fue un grito en sinfonía
y cuando me decidí a ir donde
estaban mis amigos no escuché ni
un grito más, cuando llegué vi que
no había nadie, así que decidí
volver a casa.
No los volví a ver durante todas
mis vacaciones, ni a ellos ni a su
família, se escuchava rumores de
que algo se lo había llevado, otros
rumores de que mi família eramos
los culpables de lo que pasó, así
que mi padre decidió volver
conmigo a mi pueblo natal.
Al verano siguiente decidimos volver, haber si todo había pasado y haber si la gente se había
olvidado de lo ocurrido, volvímos, y todo parecía más tranquilo, así que le preguntamos a un
anciano que que había sido de las famílias desaparecidas, nos dijo que el pueblo ya no era el
mismo, que parecía que la gente estuviese muerta, no se veía ningún niño por la calle, de repente
escuchamos una voz gritar: -Són ellos!
Eso es lo último que he podido recordar desde el momento, nose ni porqué, ni desde cuando peró
ahora estoy en un reformatorio y mi padre en la cárcel, los dos acusados de la desaparición de las
famílias, peró cuando salgamos pensamos descubrir lo que ha ocurrido…
LA AMBICIÓN
Sílvia Artell, Grupo 22, D-3
No pido ni espero que todos ustedes crean mi suceso, por muy extraño que os parezca me pasó.
No podía controlar mi rabia y mi desprecio contra él, contra mi jefe.
Todo empezó una mañana. Me disponía a ir al trabajo cuando mi jefe, al llegar, me dijo que
estaba despedido. Me entró una rabia por todo el cuerpo que no sabia como sacarla. Me fui a
casa y encontré un mensaje de mi mujer en el que me decía que se marchaba. Pero no solo se
marchaba sino que se iba con mi jefe. Maldito seas. El trabajo, mi mujer. Empecé a sudar,
tenia palpitaciones, me ahogaba. Hasta que mi mente se abrió y vi claro lo que tenia que
hacer.
Lo preparé todo cuidadosamente, hasta el mínimo detalle. Disfruté con ello. Y una mañana
nublosa y amenazadora de tormenta, le envié a mi exjefe una nota anónima:
“Nicolás, como es conocida su sabiduría e inteligencia, le hago partícipe de una noticia de la
que seguro usted sabrá aprovecharla. En la parte de atrás de este papel, hay dibujado un
mapa que le lleva a un sitio donde, según me han dicho buenas fuentes, se puede encontrar un
enorme baúl lleno de dinero y joyas. Como creo que el tamaño es tan grande y yo no puedo
cogerlo solo, le ofrezco, si me ayuda, una buena parte del tesoro.
Si acepta solo tiene que seguir las indicaciones del mapa y esta noche a las 23:00 nos vemos
allí”
El jefe como era tan ambicioso con el dinero y con todo, aceptó.
Nicolás, que así se llamaba mi enemigo, no le contó nada a nadie y cuando llegó la hora, salió
de su casa dispuesto a seguir las indicaciones del mapa.
Pasó por caminos estrechos, luego entró en un bosque y caminó por un sendero donde a los
lados se alzaban árboles que parecían inclinarse a su paso. Tenía un poco de miedo pero él
seguía adelante. Pasó por debajo de un puente y allí, en el suelo, se encontró con un puñado de
monedas. Ya estaba cerca, pensó.
Las indicaciones le llevaban a un hoyo muy grande. Miró hacia todos los lados pero no me vio.
Y como era tan y tan ambicioso, lo quiso para él solo, y se metió dentro del hoyo. En ese
momento, aparecí yo. Me acerqué al borde del agujero, le sonreí sarcásticamente y él palideció.
Me suplicó que le ayudara a salir de allí porque ya él ya no veía manera de salir de ese hoyo,
y me pidió compasión, que me daría trabajo, dejaría a mi mujer… Pero yo no tuve compasión
y, poco a poco, fui echando tierra y más tierra. Él gritaba hasta que dejó de hacerlo. Acabé mi
obra y me marché con una gran sonrisa en la cara.
Ahora escribiendo esto, en la oficina de mi nuevo trabajo, estoy recordando todo lo sucedido,
sigo sin arrepentirme de absolutamente de nada.
Pero hay una cosa que me empieza a molestar, es el nuevo jefe, me empieza a caer mal…
¿Volverá a repetirse la historia?
EL CANTANTE DEL TELEDIARIO
Adrià Cabrera Padilla, Grupo 24 D3
Había un cantante que estaba obsesionado con una chica. Ella trabajaba de periodista en un
telediario. Tenía un novio que casualmente era el productor del cantante.
La obsesión se transformó en trastorno. El cantante decidió un día, matar al novio. Llegó la
noche, el asesino se disponía a ir a la casa del productor, poniendo la excusa de renovar su
contrato.
Llamó a la puerta, entró y se sentó en el sofá. Estuvieron hablando un buen rato. El cantante
se fue al baño. Cuando salió, entró sigilosamente en una habitación para coger un hacha. Fue
al comedor, alzó el hacha y se la clavó en el cuello.
El cantante estuvo una hora recogiendo todo el desastre que había formado.
Después en el telediario en el que trabaja la chica, salieron unas imágenes del comedor del
productor.
El comedor estaba lleno de sangre y con un misterioso mensaje y un símbolo.
El cantante fue a conquistar a una chica. Pero la chica ya había olvidado a su exnovio
asesinado, y se enamoró de un chico parecido al productor. El chico llevaba tatuado en el
brazo, el mismo símbolo del mensaje.
El cantante vio que la chica estaba sola porque el chico se fue para su casa, y el cantante
secuestró a la chica.
El novio de la chica mató al cantante de una forma parecida, a la que el cantante mató al
productor, en un comedor y con el hacha en el cuello.
El cuerpo del cantante apareció de una forma sobrenatural en el plató del telediario del cual
trabajaba la chica del amor del cantante. Nadie sabe cómo entró el cuerpo del cantante pero
todos lo vieron.
OBSERVADO
Yaiza Ramirez, Grupo 24, D-3
Desde hace un tiempo, empecé la carrera de psicología obligado por mis padres. A cambio, ellos
me pagarían la vivienda. Aunque al llegar tuve la sensación de que alguien me observaba…
Ya llevaba tres meses en el piso nuevo, y las clases habían empezado. En mi nuevo piso no
vivían muchos estudiantes. Más bien desde que llegué solo me había encontrado a mi vecina,
una chica muy joven que nunca había hablado conmigo.
El piso no es que fuera muy grande. Solo constaba de un dormitorio junto a una cocina, y el
baño. Por las noches la tranquilidad reinaba en el lugar pero había algo que me inquietaba.
Siempre tenía la sensación de que me observaban, sentía allí una extraña presencia.
Pasaron las semanas, y aun sentía esa sensación. Cada vez estaba más nervioso. Hasta empecé
a creer en seres que me observaban día y noche, y que no pararían hasta que no consiguieran
cambiar mi forma de ser, mis miedos e inquietudes por algo mucho peor… la locura.
Ya habían pasado cuatro meses, y ya no era el mismo de antes. Ahora ni siquiera iba a clases.
Solo quería saber quién, o mejor dicho qué, me estaba vigilando en esa habitación. Y una
noche de otoño, supe la respuesta.
Esa noche, al despertarme con los escalofríos de siempre, me fijé en la pared de al lado, donde
había la cama. Y me fijé en un agujero que normalmente estaba tapado con una piedra, pero
al mirar dentro encontré algo que no me esperaba.
Un gran ojo rojo me observaba fijamente. Miré asustado hacia otro lado, mientras que él
también se movía. De pronto, sonó el timbre, y con decisión cogí un cuchillo de la cocina.
Entre abrí la puerta, y al ver ese ojo rojo, le clave dos o tres veces el cuchillo.
Nada. La silueta de esa chica con el pelo oscuro, la piel pálida y con un vestido amarillento
por el tiempo seguía intacta.
Me miró, desplegó una sonrisa diabólica y me clavó un cuchillo que tenía detrás de la espalda.
Me quedé inmóvil, hasta que mire lentamente donde me había clavado el cuchillo. Un dolor
insoportable rodeó mi cuerpo, y una rosa color carmesí manchó mi camisa.
Se me empezó a nublar la vista, y caí al suelo. Lo último que pude ver antes de morir fue la
sonrisa de la chica, satisfecha por haber conseguido a un nuevo amigo para vivir con ella para
siempre…
FANTASÍA Y REALIDAD
Aina López, Grupo 21 D-3
Estaba solo, no me quedaba nada - me repetía una y otra vez. La rabia me consumía, sentía
odio y desprecio hacía todo lo que me rodeaba. No pude contenerme, grité, grité muy fuerte.
Golpeé las paredes varias veces. ‘’Ese era yo? - Me preguntaba. Las piernas me fallaron, caí,
no contuve el grito. Cerré los ojos. Los Abrí. Me encontraba en un lugar distinto, un lugar
húmedo, oscuro en el cual se distinguía una puerta de madera. Me levanté. Me temblaban las
piernas, los párpados se me cerraban… Me dirigí a la puerta, la forcé y salí. Estaba harto, el
furor podía conmigo, intenté tranquilizarme como pude, me senté en el suelo de asfalto, estaba
húmedo, algo se movió. Lo vi. Era una simple rata de cloaca. La cogí y de un mordisco le
arranqué la cabeza.
No os he hablado de mi ‘’enfermedad de la sed’’ porqué tampoco me gusta destacarlo. Sacié mi
sed con su sangre. Y allí la deje. Volví a emprender mi camino. No sabía dónde iba pero
quería seguir. Me encontraba mal. El lugar tampoco ayudaba. Olía a rancio. El suelo estaba
asfaltado, no se distinguía otro color que el negro, y no se oía nada. Seguí. Contemplé un
esplendor, una luz que provenía del fondo. Me puse a correr. Quería irme de allí. Salí, me
dirigí a un bar, necesitaba tomarme una copa. No me volví, no quería ver dónde había estado.
Entré al primer bar que vi. Pedí una copa. Me la bebí. Aún me quedaban restos de sangre
seca en la boca. Me dormí. Estaba extenuado. No pude contenerme. Al despertar me encontré
en casa, la misma posición cuando me caí porque me fallaron las piernas, i no en aquel bar en
el que yo había emprendido mi sueño. Estaba extrañado, muy extrañado a decir verdad.
Habría sido un sueño?
LA PIERNA METÁLICA
Marc Pascual, Grupo 21, D-3
Yo era una persona normal, con una vida normal. Sin embargo, ahora ya no lo soy.
Todo empezó cuando iba con el coche, tranquilamente, cuando noté que algo chocaba contra
mí. No recuerdo qué me pasó hasta que abrí los ojos, y vi que estaba en un hospital. No pasó
mucho tiempo para que me diera cuenta de que no tenía pierna. Los doctores me dijeron que
me tendrían que poner una de metálica.
Aproximadamente dos semanas después salí del hospital. Intentaba seguir una vida normal, y
lo conseguía. Hasta que comencé a obsesionarme por la pierna. Primero fue algo que podía
relacionar con la nostalgia de me provocaba pensar a tener otra pierna de carne y huesos,
como antes.
Pero poco a poca empecé a sentir una rabia y desquicio por la pierna de metal.
No me gustaba nada, y poco a poco
fue apoderándose de mí la locura.
Primero intenté suicidarme, pero lo
único que me ocurrió fue que se me
quedara todo el cuerpo lleno de
cicatrices y heridas que daba pena de
ver.
Después de ver el resultado, mi
propósito paso a ser el de hacerle a
alguien sufrir mi dolor.
Fui al hospital, al mismo. Esperé y
esperé, hasta que vi que salía el
doctor que me había hecho la
operación. Lo seguí algunas calles y
entró en una casa. Perdí el control y
fui tras él sin que pudiera reaccionar.
Lo até en mesa, cogí un cuchillo y le
corté la pierna mientras gritaba.
Cuando acabé mi trabajo me sentí
aliviado, pero no podía dejar morir al
pobre hombre, así que llamé a una
ambulancia, y le salvé la vida al
doctor que me había salvado a mí.
CANELONES DE CARNE
Alba Casanovas Ferrer, Grupo 25, D-3
Sí, es verdad. Lo hice, reconozco que lo hice. No sé qué pensaba en esos momentos, no tiene
descripción.
Salí del psiquiatra, nerviosa, fuera de lo habitual, volver a ser libre sin nadie que me vigilara,
sin tomar pastillas por el estrés. Camino hacia casa de la abuela.
Estaba en el coche, no llovía, pero tenía ganas, y creo que no faltaba mucho para que se
animase. Cuando llegué, me sentí sola, pequeña, delante de esa casa grande, con ventanas
llenas de polvo. Con esa estructura antigua, de color amarillento, que años atrás había sido
blanco.
Y una chimenea por la que salía humo constantemente. Hacía frío, y un olor a húmedo, con
pájaros llenando el silencio de ruidos. La carretera por la que fui, estaba totalmente solitaria,
perdida en medio del bosque. Entré a casa. Por dentro aún era más vieja de lo que me podía
imaginar; estaba partida en dos. La parte derecha estaba donde vivía mi abuela. Pulsé al
timbre y al hacerlo, sonó una melodía que desafinaba de lo viejo que era. Entre, salude, y me
eche en el sofá como solía hacer años atrás cada día.
No recordaba nada de la casa, ya que hacía mucho que no venía a ver a la abuela. Pero ahora
ella era quien me tenía que cuidar ya que mi madre, hace dos semanas que yo, le había
matado, y mi padre al nacer ni le conocí. Vi una foto donde salía toda mi familia, de cuando
yo tenía seis años. Ni me acordaba de eso. De fondo montañas con un cielo magnifico, y el
marco parecía de gran valor, pero cuando vi la cara de madre, empecé a sentir odio, rabia,
añoranza, recuerdos, pena. Las venas de la cabeza me salían y seguro que se me veían. Lancé
al cuadro para no verlo y no recordar nada.
Me giré, dirección a la cocina a ayudar a la abuela en la cena, pero me la encontré en el suelo,
tendida ahí, con una herida en la cabeza que le sangraba y se colaba por la alfombra. Le
había dado con el cuadro sin saberlo. Ya era el segundo crimen que cometía, pero había
ocurrido. Era culpable “sin remedio”…
Volví a entrar en estado de shock, igual que cuando maté a madre. Volví al punto cero. Estaba
descontrolada, era mi locura quien me controlaba. Fui a la cocina, cogí la máquina de hacer
canelones. Luego, hice pedazos con la carne de la abuela con un cuchillo, lentamente sacándole
la carne y poniéndola en la máquina para que triturase e hiciera picadillo todo el cuerpo.
Todo iba perfecto, hasta que me di cuenta que todavía no había pensado que haría con los
huesos. Decidí enterarlos en el jardín de atrás y asegurarme de que nadie me veía.
Después no sé qué paso, no me acordaba de nada. Fui a la cocina por y vi que habían
canelones hechos y que la abuela no estaba, me vino a la mente lo que había ocurrido la noche
pasada. Mis rodillas temblaron, y por el efecto me caí al suelo llorando, mientras a ser
consciente de la atrocidad de mi crimen…
De repente sonó el timbre. No sabía quién podía ser, así que abrí la puerta. Era el vecino. No
me había acordado de él y empecé a preocuparme por si me había oído o visto esconder los
huesos.
Actué con normalidad, le hice entrar. Me dijo que necesitaba sal, le di un poco y me vino a la
mente regalarle unos canelones.
Los aceptó con mucha gratitud sin saber de qué estaban hechos ni lo que ocultaban.
Ese gesto fue el que me traicionó. Al día siguiente vino el vecino, entró y sin poder decir ni
hola, me estampó contra la pared y me esposó. Me puso una silla y me empezó a decir lo que él
pensaba que pasaba. Acertó en todo. Era de la policía científica, y tenía un laboratorio en su
casa. Al comer los canelones, había encontrado un diminuto fragmento de uña. Lo había
analizado, había llegado hasta la conclusión exacta.
Acabé a la prisión.
Ahora estoy perdido de la montaña, intentando escapar de los policías que me persiguen. Me
he escapado
Ahora ya no tengo duda de quién soy ni lo que debo hacer…ya no siento anepurtumiento…
¿Mi nueva misión? Encontrar el vecino y cometer el tercer crimen.
LA TRAMPILLA DEL SÓTANO
Esther Hernández, Grupo 22, D-3
Ahora estoy aquí, en la cuerda. Como ya supondréis estoy apunto de morir. Empezare desde
mucho antes, y os explicaré lo que pasó, no me creeréis. Como una personita como yo podía
haber hecho semejante atrocidad.
Era un día de invierno, hacía frío. Una familia vino al orfanato, donde estaba yo. El
orfanato estaba cubierto por una espesa capa de niebla, no se veía nada. Apenas se podían ver
bien el rostro de aquellas personas un tanto peculiares.
Aquellas personas siempre estaban sonriendo, me inquietaban.
Al verme, se enamoraron de mí. Yo era una niña de 11 años y medio. Tenía el pelo largo y
castaño, los ojos color miel, con unas largas pestañas. No era muy alta, apenas media un
metro treinta. Ese día, las monjas me vistieron con un vestidito azul con bordados blancos.
Aquella pareja me eligió a mí. Por fin tendría una familia.
Me llevaron a su casa en Porto de eguas, Orense. Aún recuerdo el viaje. Fue largo, y con
muchas curvas. La casa era grande, la fachada tenía un color amarillento, cuatro ventanas
muy sucias, y una puerta de madera de roble maciza. Parecía que allí nunca había vivido
nadie, no tenía ni vecinos a 5 kilómetros. Era una casa apartada de la civilización.
Al entrar subimos 24 escalones blancos y llegamos a mi habitación. Era muy pequeña,
parecía un trastero. El papel de la pared se caía a pedazos. Mi habitación no tenía ni una
ventana donde enterar la luz o el aire. Se despidieron y dejaron que me acomodase.
Siempre estaban sonriendo. ¡Me sacaban de quicio!, no aguantaba esas malditas sonrisas que
me ponían los pelos de punta, así que ingenie un plan, tenía que deshacerme de aquellas
sonrisas, tenia que matarlos.
Una noche, entré en su habitación, sin hacer ruido alguno. Me acerque a ellos. Incluso
durmiendo estaban sonriendo. No pude aguantar más. Fui a la cocina y cogí dos cuchillos
del segundo cajón del mueble. Me dirigí a su habitación, sin hacer ruido, y cuando estaba a su
lado les salté encima, y les apuñalé (cinco cuchilladas a cada uno) Me sentía llena, completa,
satisfecha. Por fin me había librado de ellos y sus sonrisas.
Les bajé al sótano, y escondí sus cadáveres en una trampilla, que días antes había fabricado.
Era un plan perfecto, (escondí con ellos las mantas y los cuchillos de la escena del crimen.
Pero cometí un error, fui tan prepotente que pensé que nadie averiguaría mi plan y llamé a la
policía, llorando, diciendo que mis padres habían desaparecido.
Llegaron cuatro hombres. Algo extraño ocurría, porque empezaron a regresar a casa.
¿Sospechaban de mí? Me lo preguntaba constantemente, pero sabía que no los encontrarían y
les bajé al sótano.
Me situé encima de la trampilla. Uno de los policías, el más joven, estaba mirando el suelo,
como si buscara algo. Empecé a sudar. Tenia nervios y miedo ¿seria la culpa que me retorcía
el estómago? Me pregunté.
En un instante se me escapó un acosa que ojalá nunca hubiese dicho.
-¿Estas buscando un trampilla?
Allí me pillaron a mí y a la trampilla. Lo confesé: como disfruté mientras apuñalaba y ellos
gritaban que no lo hiciese.
Ahora estoy aquí, en la cuerda, colgada. Como ya supondréis estoy apunto de morir, la soga
me roza el cuello muy toscamente. Voy a morir.
LA ESTACÓN DEL METRO SIN SALIDA
Ainhoa Sanz Saiz, Grupo 24, D3
Aquella noche fui a la fiesta de mi amiga Carlota, pero de repente me vino un presentimiento
de que mi destino final llegaba. Me sentía agobiada, asustada y aparte un Chico de la fiesta
me acosaba. Decidí ir a ver a mi novio que vivía en la otra punta de la Ciudad. Me fui a la
estación del metro y mientras esperaba que llegase, me senté en un banco porque estaba muy
cansada y me dormí. Al cabo de un rato, me desperté y vi que estaba sola. Pensé que había
perdido el metro. No había nadie. Nerviosa, fui a mirar las salidas de la estación y todas
estaban cerradas. Aterrorizada bajaba las escaleras mecánicas de aquella estación extraña y
de repente vi a un metro pasando. Rápidamente entre y me sentí aliviada.
De repente, las luces se apagaron. Yo gritaba por si alguien me oía y empecé de nuevo a tener
pánico. Fui a la cabina del conductor, abrí la Puerta y me lo encontré degollado. Estaba
muerta de miedo y no sabía qué hacer. El metro se iba a estrellar contra la pared sí que salté.
Al dar el salto caí mal y me lastimé la rodilla. Estaba mareada por el golpe. De repente, vi
una cara iluminada de una persona deforme.
En pocas palabras, era un monstruo. No tenía ni cabello ni cejas, sobre aquellos ojos
diminutos. Su nariz era como la de una rata. Las orejas las tenía grandes y alargadas y la
boca era como la de un león. Tenía un cuerpo muy Delgado hasta el punto de que se le
marcaban los huesos. Pero antes de que me tocase, vinieron dos vagabundos que vivían en la
estación del metro, le tiraron una piedra en la cabeza y lo mataron. Me desmayé. Cuando me
desperté, vi que estaba tumbada en la camilla de la ambulancia con mi novio al lado. Me sentí
aliviada y afortunada de no haber muerto en aquella situación.
VENDETTA
Francisco Ávila Hernandez, Grupo 24, D3
Estaba Eva en el salón de su casa, un salón amarillo, con muchos muebles, lleno de cuadros de
arte moderno y una gran televisión, que deslumbraba todo aquel lugar, como un coche con las
largas en una oscura carretera.
Estaba medio dormida cuando escuchó unas voces, unas voces cargadas de alcohol, que la
despertaron. Era cuando entraba Manolo, su marido, un hombre de 29 años, alcohólico, de
pelo castaño y ojos verdes, con una larga perilla, y unas enormes patillas, como las de un
bandolero, acompañado de sus 4 amigos, también borrachos como cubas.
La mujer y él empezaron a discutir y en un momento de desesperación cogió el colmillo de
elefante que tenía encima de un mueble, y le asestó siete golpes mortales en la cabeza. Manolo
quiso limpiar todo pero antes de mover el cadáver vio que su pequeña Ana estaba en las
escaleras con intención de salir corriendo por la puerta. Empezó a correr pero uno de los
amigos la empujó con la mala fortuna de que cayó encima del colmillo ensangrentado que le
atravesó el estómago provocándole una muerte instantánea.
Una vez que todos estaban más sobrios cogieron los cadáveres y los metieron en el coche. Los
llevaron a una montaña cerca de su casa, y pararon en el punto más alto. Era un bosque
denso, muy verde, un buen sitio para esconder a unos cadáveres. El marido de la difunta se
adentró mientras los amigos vigilaban en el coche, e hizo un par de hoyos muy hondos, echó los
dos cuerpos sangrientos, y se fueron una vez hecho el trabajo.
Al día siguiente Manolo empezó a pensar y pensar. Estuvo tres días sin dormir; se estaba
volviendo loco.
Al cabo de unas horas salió por la televisión que Edgar, uno de sus amigos, justamente el que
empujó a Ana, había aparecido muerto con un fuerte traumatismo en la cabeza de un
empujón, y así fueron cayendo los cuatro amigos.
Un día, al caer la tarde, Manolo fue a ducharse después del trabajo. Al enjabonarse por un
instante se apagó la luz. Cuando volvió, al momento, se encontró con que en el cristal había
algo escrito, con sangre.
Manolo estaba muy asustado. Se asustó tanto que empezó a palpitarle el corazón que por poco
se le sale del cuerpo. En la escritura podía leerse “He dejado lo mejor para el final”.
Entonces fue al sofá del salón y de repente escuchó un ruido. Cuando se giró vio que era su
difunta mujer. Había resucitado para vengarse y llevaba encima el mismo colmillo de marfil
con el que la habían matado a ella y a su hija Ana. Le asestó un golpe en la cabeza que le
causo un traumatismo y le desgarró parte de la cara, y para rematar la faena, le clavó el
mismo colmillo en el pecho, del que empezó a brotar sangre. Le había partido en dos el corazón.
EL CABALLERO OSCURO
Alberto Avilés, Grupo 24, D3
Aquel año en una fría noche de invierno, a una ciudad oscura y llena de gente miserable
gobernada por un alcalde déspota que maltrataba a sus ciudadanos, llego un forastero de
aspecto siniestro vestido con una gran capa negra montado a caballo. Se alojó en la posada
donde no dio ningún nombre. Solo dejó sobre el mostrador un saco de monedas.
La que regentaba el local no se atrevió a preguntar nada al individuo por miedo de su mirada
y su aspecto violento y posiblemente torturado pero que transmitía autoridad e incluso
dominio sobre las personas.
Los días pasaban y la gente del lugar veía al forastero pasear con aire inquieto y tenebroso.
Las habladurías no cesaban y llegaron a los oídos del alcalde. Este empezó ha hacer preguntas
e hizo que lo fueran a buscar… en su ciudad él tenía el control y una persona así no era de su
agrado. La situación había empezado a angustiarle ya que esa presencia le resultaba familiar.
Los ciudadanos, al contrario que el alcalde, sentían cierta empatía por ese rostro siniestro y
misterioso. El alcalde empezó a tener accidentes inesperados, se cortó con un cuchillo la falange
de un dedo que ya no recuperó. Padeció una intoxicación que le postró en la cama durante un
mes. Fue atacado varias veces por los perros vagabundos y famélicos de la ciudad… y tanta
desgracia sin embargo era bien acogida por población empobrecida i maltratada.
La gente del lugar empezó a vivir con más
libertad porque su alcalde no podía gobernar
tras tantos infortunios. Uno de sus
consejeros, un joven sabio de apariencia
serena, tomó las tareas del alcalde hasta que
se recuperara.
La gente le quería. Se habían parado los
encarcelamientos injustificados, las torturas
y los castigos públicos.
El alcalde siguió sufriendo lesiones
misteriosas que poco a poco lo estaban
llevando a los límites de la locura. Una noche
tras sentirse un pinchazo tan doloroso como
si le hubieran pegado un tiro en el pecho, el
alcalde se quito la vida. La misma mañana el
forastero se marchó en silencio, igual que
había llegado, con la misma tranquilidad y
el mismo gesto enigmático.
A partir de aquí la ciudad prosperó y mejoró la vida de todos los ciudadanos. Pasado un
tiempo corrió la leyenda que el misterioso caballero había sido un antiguo compañero
maltratado por el alcalde, al que lo único que hizo fue rendir cuenta solo con su presencia. El
miedo… hizo el resto
LA MUÑECA DE TRAPO
Helena Fonseca, Grupo 22, D3
Tal vez piensen que esta historia que me paso fue muy infantil, pero cuando estaba en esa
situación sí que os puedo asegurar que pasé una terrible experiencia.
Tras la pérdida de los padres de Caroline, mi nieta, nos mudamos a las afueras de la ciudad
para dedicarle más atención y cariño.
Al llegar a esa casa, en la habitación que eligió Caroline, había una muñeca de trapo un
tanto siniestra. Tenía por ojos dos botones negros. Su pelo hecho de lana, era rubio como el sol
resplandeciente. Llevaba un vestidito de tirantes a cuadros azules, y la boca era una fina línea
recta de hilo rojo.
Ese mismo día nos instalamos en esa casa, y ahora Caroline tenía una nueva amiga, su
muñeca a la que había puesto por nombre Gina.
Esa misma noche Caroline dejó a Gina en una sillita, tapada para que no pasara frío. Al día
siguiente, cuando se despertó, vio que la muñeca estaba en la cama al lado suyo. Donde ayer
había una línea recta, hoy había una sonrisa. Caroline lo primero que pensó fue que la
muñeca fue ella sola hasta su lado, pero luego pensó que fui yo quien la había puesto.
Caroline se quedó con la muñeca, pero desde esa noche empecé a notar que no era esa niña
dulce que era. Empezaba a distanciarse de mí, y cada vez pasaba más tiempo con Gina.
Una noche de lluvia y relámpagos, mientras dormía, empecé a escuchar una voz que hablaba
sola y lanzaba preguntas que nadie respondía. Primero me asusté mucho, pero luego me
tranquilicé y luego razoné un instante. Al cabo de un rato, un relámpago me despertó y vi a
Gina en mi habitación con sus negros ojos de mirada penetrante. No podía ser que Gina
hubiera ido sola hasta mi habitación. Debía de haber sido Caroline que había estado jugando
allí, se la había dejado.
Al cabo de unos días Caroline ya no hablaba. Solo contestaba con sí o no. Solo hablaba con
Gina. Lo dejé pasar por unos días. Creí que sería cosa de su edad; tener un amigo que en
realidad no existía.
A la semana de estar en esa casa, me levantaba cada noche a mirar cómo estaba Caroline, y a
beber un vaso de agua. A partir de una noche me extrañó, que en cada habitación que yo
estaba allí estaba Gina con sus ojos negros mirándome fijamente, hasta que aquella noche, y
después por la mañana, Gina estaba a mi lado en la cama. Ese día ya me harté de la muñeca,
y que ya no podía estar con nosotros, así que la tire. Y esa misma noche volvía a estar a mi
lado en la cama, pero esta vez con una cuerda pequeña pero gruesa en su mano de trapo.
Decidí que esa muñeca no podía estar en esa casa más tiempo así que se la di a una amiga de
Caroline. Y otra vez volvía, esa misma noche, a estar a mi lado , y esta vez con un cuchillo
pequeño pero afilado en su mano de trapo.
Llegue a la conclusión de que ya no podíamos estar más tiempo en esa casa con esa muñeca
tan extraña, así que decidí mudarme otra vez a la casa de Caroline que todavía no estaba
vendida. Cuando nos fuimos deje a la muñeca Gina justo donde la habíamos encontrado. Lo
raro fue que al llegar a su casa, Gina estaba en la habitación de Caroline justo como la
habíamos dejado en la antigua casa.
Yo ya no sabía qué hacer con esa muñeca de trapo que tantos dolores de cabeza me había
traído, así que decidí quemarla en la hoguera, y mientras veía como se quemaba también veía
como su cara cada vez más ponía cara de rencor y de venganza, mientras le acompañaban
unos gritos desgarradores…
Esa noche es mi pesadillas salía Gina volviendo a mi vida…
EL CHILLIDO DE UN ESPÍRITU Y UNA TUMBA ROJA.
Sara Macías, Grupo 24, D3
Me levanté aquella noche, empapada en sudor. Había escuchado un ruido y estaba asustada.
Era tarde, me lo imaginé. Yo vivía en medio de un bosque, donde no había nada ni nadie y lo
más cercano a mí era una masía que se encontraba a tres kilómetros. Vivía con mi hija
María, porque mi marido había muerto hacía unos meses. Hacía poco que le habíamos
comprado la casa a un pobre hombre, porque era muy mayor y sus hijos le obligaron a
venderla. Él no parecía estar muy satisfecho. Aquel ruido era como un grito. Me asusté,
porque pensé que podía ser María, pero cuando fui a su dormitorio estaba tal y como la dejé.
Subí las escaleras y volví a mi habitación. Entonces vi una sombra, me senté en la cama y me
tranquilicé. Aquello no podía ser real. A la mañana siguiente, bajé con María al jardín, a
regar las flores. Mi marido estaba enterrado allí, en el jardín trasero y lo teníamos en una
tumba roja, porque a María le gustaba. Entonces vi que la tumba estaba llena de tierra
húmeda. Me preocupo. Entonces cogí y entré en la casa. Me di cuenta de que María no
estaba. Fui a buscarla a fuera y había desaparecido. Nuevamente escuché el grito que me
había despertado. Cogí y fui al pueblo de al lado, a unos cinco kilómetros. Pregunté pero nadie
había visto a ninguna niña, rubia y que llevara un pañuelo y un colgante de oro. Pregunté a
unos policías y, nada de nada, pero me acompañaron a casa a ver si la encontrábamos. Una
vez allí cogieron cosas que les podían ayudar a encontrar a María. En la puerta principal,
había arañazos. Parecían de un animal pero yo no tenía mascotas. Fueron al jardín y
encontraron el pañuelo de mi hija. Probablemente se le había caído al regar las flores.
Entraron en el bosque y encontraron el colgante de María. Miraron hacia arriba y estaba
allí, mi hija, ahorcada y sin un solo rasguño. Después de pasar mucho dolor y mucha pena
por ella, los policías me dijeron que podía haber sido el espíritu del antiguo inquilino de la
casa, y así fue. Entonces cogí e hice las maletas. Me marché para siempre de aquella casa,
enterré a María con su padre en la misma tumba. Lo pasé muy mal, pero tuve que asumirlo.
Mi hija había muerto.
EL ASESINATO DE DON ATENCIÓN
Víctor Esteban, D3
En una fecha que no recuerdo y un lugar oscuro y siniestro, existió un señor llamado Don
Atención.Don Atención tenía que ser siempre el centro de todas las miradas.
Trabajaba en una obra y todos sus compañeros le odiaban, incluido un chico nuevo llamado
Fox que le había intentado matar en varias ocasiones.
Un día convoqué una reunión clandestina para acordar el asesinato de Don Atención. Lo
expliqué todo muy bien, incluido que el lugar del crimen tendría que ser en la obra o en casa
del futuro difunto. Expliqué también que no le matasen en la calle porque entonces la policía
se daría cuenta rápidamente e investigaría la obra, que era una tapadera de asesinos en serie.
Le tocó asesinarlo a Fox.
Fox pidió a cambio muchísimo dinero, y no lo acepté. Se lo pedí a mi hombre de confianza y
me pidió el doble que Fox. Tampoco lo acepté.
Finalmente, decidí actuar por mi cuenta. Me puse un traje negro, cogí mi mejor arma y
disparé en el corazón a Don Atención.
Me puse a leer el diario cuando leí una noticia interesante: un hombre había sido asesinado
por un balazo en el corazón. Su hermano, que trabajaba en una obra, estaba muy alegre pese
a todo.
Me di cuenta en seguida que había matado al hombre equivocado y me fui directo a Los
Ángeles y compré una entrada para un concierto en el que iba a estar Don Atención entre el
público.
Cuando acabó el concierto me puse un pasamontañas. Los policías se extrañaron y corrieron
detrás de mí. Desgraciadamente llegaron tarde y no pudieron evitar el desastre. Maté a Don
Atención.
Y ahora estoy aquí, en la cárcel. Estoy volviéndome loco. Primero empecé a oír voces, después
vi fantasmas que me hablaban y por último me dicen que me suicide para poder acabar con
esta pesadilla que me está trastornando.
Esta probablemente serán las últimas palabras que yo escriba y solo espero poder descansar en
paz.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD ENCANTADO
Dani Gómez, D3
Cada año por navidad mi padre y mi hermano suben un árbol del trastero. Yo odiaba ese
árbol. No me gustaba nada. Era tan espeluznante… Era de color gris y estaba chamuscado
por el lado que miraba a la pared. Solo al mirarlo me entraban escalofríos que me recorrían de
pies a cabeza. No era solo el aspecto, el color, o que diera miedo, sino que desde el año que
trajeron el árbol no ha habido uno sin algún accidente o desgracia. Pero a mis padres les
gustaba i no querían deshacerse de él. No entendía porque yo lo odiaba i al mis padres les
gustaba así que decidí preguntarle a mi hermano, el me respondió que hacía unos años no le
gustaba pero a media que le tiempo pasaba había ido olvidándose del color, de que daba miedo
o de que un año se le cayó encima i le partió un pie.
La verdad es que a mí nunca me había pasado nada: ni se me cayo encima, ni me había
quemado cuando se incendió. Aunque ese año si que nos hizo algo a todos ya que se incendió i
quemo media casa a parte de los regalos.
Este año el día 23 estaban todos menos yo ansiosos por navidad, en cualquier caso yo también
lo estaría pero tenía un mal presentimiento. De momento el árbol no había causado ningún
daño, así que dormí tranquilo 24 el día paso lentamente me quede a 3 metros del árbol
observándolo sin moverme del sitio, aunque fuse raro no pasó nada. Llego navidad todos
abrimos los regalos incluso yo, todos menos uno un regalo que estaba debajo del árbol no quise
abrirlo pero me obligaron así que cogí carrerilla i empecé a correr hacia el árbol sin
importarme cualquier cosa que me pasara, me empotre contra el árbol y se partió me moví
hacia atrás detrás de mis padres i mi hermano ya está, pensé, pero no, no estaba algo negro
salió del árbol absorbiendo todo lo que había con vida en esa sala, en cuanto a mi, me dio
tiempo de huir por los pelos.
EL DRAGÓN DE MI MUERTE
Miquel Flores, Grupo 24, D3
-Sí, he tenido una pesadilla –le dije a mi mujer, con un tono alarmante.
-Es la misma pesadilla de siempre –contestó ella con su voz grave –Yo de ti, iría al psicólogo.
Dicho y hecho. Esa mañana pregunté adónde podía ir para hacerme un tratamiento rápido y
eficaz.
Me recomendaron un sitio dónde había una persona que me podría hacer ese tratamiento, así
dejar de tener la misma pesadilla.
Llegué allí, llamé al timbre y la puerta se abrió sola. Entré. Había una sala con un sofá viejo
y con tres agujeros en el reposabrazos.
Al lado, había una mesilla de noche de madera muy vieja con una pata de hierro. Me fijé en
ambos lados de la casa donde había escaleras en ambos sitios y, en el final de las escaleras,
pude ver una puerta de madera. Esa casa daba miedo. Estaba nervioso y, de repente se cerró
la puerta. No veía nada; ¡No tenía luces esa casa!
No sabía que escalera escoger, pero seguí mi instinto y me fui hacia la de la derecha. Acerté;
allí, detrás de esa puerta de madera, estaba la psicóloga que había venido a visitar. Cuando
entré, había una mesa, en un extremo estaba ella; En el otro, yo. Ella tenía los ojos rojos y era
muy flaca y bajita. Me preguntó qué me pasaba y le dije que cada noche tenía una pesadilla.
Soñaba con que estaba en el bosque y de repente me aparecía un dragón en el medio del
camino y me comía. Pensó, y…, cuando la miré, ¡No podía creerlo! Era él, el dragón de las
pesadillas.
Me levanté y eché a correr. Salió ella por la puerta y, cuando yo ya estaba lejos, entonces vi que
no era el dragón, era la psicóloga, una mujer normal a la que había ido a visitar. Igualmente,
no volví a esa casa tan vieja. Llegué a mi casa, le conté el suceso a mi mujer, y me dijo que solo
había visto alucinaciones y que tenía que volver. Aquella noche volví a tener la misma pesadilla
y a la mañana siguiente volví a la consulta de la doctora. Sin pensarlo, me fui por las escaleras
de la izquierda, y… no acierto a comprender cómo… había vuelto a acertar. Estaba allí. Le
pedí perdón por lo que había sucedido el día anterior, y no me contestó. Pensó en mi caso y
cuando me fue a decir el tratamiento… ¡Volvía a ser él! Saqué la pistola que con el miedo había
decidido traer, y, sin pensarlo, disparé. De ese dragón, salió un alma que volvía a tener forma
de dragón y era tan grande como el que soñaba, totalmente transparente, con dos alas más
grandes que su cuerpo. Entró dentro de mi cuerpo, tenía una sensación de debilidad, parecía
que por momentos perdía la conciencia. Salí de ese sitio, estaba muy nervioso, esa alma todavía
la tenía dentro. Llegué a mi casa y mi mujer no estaba. Noté como si mi alma y la del dragón
se pelearan, pero en unos instantes pararon. Parecía como si hicieran un trato, porque ahora
tengo la personalidad de mi alma, pero cada noche sigo teniendo la misma pesadilla.
LA VENGANZA ANTE LA MUERTE ROJA
Miquel Martínez Guillamat, 2º D3
El año 1902 una pareja decidió tener un hijo y, dicho y hecho.
Pero el día del nacimiento ocurrió un hecho increíble, sería algo paranormal o que la ciencia
pudiera explicar.
El niño tenía unos pequeños cuernos y la piel roja, unos dientes afilados y triangulares, y lo
peor de todo, una risa diabólica.
A medida que el niño crecía su piel desparecía y poco a poco solo quedaban los huesos. Cuando
tenía los 16 iba vestido con una túnica negra con una capucha la cuál siempre llevaba puesta.
Los huesos rojos, la ropa negra… Así fue como el diablo logró distinguirlo entre toda la gente
que caminaba tranquilamente por la calle, y le dijo que le siguiese. Juntos fueron hasta un
callejón. El diablo le dijo que tendría que utilizar el poder de su índice, con el cuál podría matar
gente.
Desde ese día, su vida cambió. Iba andando por la calle y mataba a toda la gente que le
molestaba o, no se apartaba de su camino. Hasta que los guardias y la gente del pueblo
decidieron prepararle una trampa.
Mientras lo planeaban, la Muerte Roja (como decidió llamarse) iba dejando la ciudad cada vez
con menos población.
Paso medio mes desde el inicio de la planificación y construcción de la trampa.
Entonces le pusieron la trampa. Lo que pasó fue lo siguiente:
Un hombre atrajo a la Muerte Roja hacía un callejón donde toda la población de la ciudad
desde los tejados le tiraron objetos que al chocar con el suelo o el monstruo provocarían una
explosión.
Pero al ser tantos, acabaron por destruir al monstruo, que quedó con un aspecto putrefacto. Al
tocar sus huesos se volvieron polvo.
Toda la gente de la ciudad lo celebró con un gran banquete en el cuál todos se rieron del
monstruo.
LA ÚLTIMA NOCHE
Sergi Serra, Grup D3
Hoy había sido un día normal. Todo empezó en el restaurante donde estaba cenando aquella
noche, después de salir del trabajo. A mitad de la cena el móvil sonó. Era Juan, mi hermano.
Me advirtió que mi vida estaba en peligro. Me dijo, que había llegado a nuestra casa una
nota anónima con amenazas de muerte. Yo y mi hermano vivíamos juntos des de que nuestros
padres fueron asesinados a sangre fría, cuando solo teníamos diecisiete años y el asesino jamás
se encontró.
Sin pensármelo dos veces, me levanté de la silla, y salí a la calle a toda prisa para llegar
cuanto antes a casa.
Estaba oscuro y hacía frío. El aire estaba cargado de tensión. De repente escuche unos pasos
lentos y suaves detrás mío, como si estuvieran siguiéndome des de lejos. No quería girarme.
Sabía que nada bueno me pasaría, hasta temía por mi vida. Al llegar a la esquina dejé de
escuchar los pasos. Paré de andar y me armé de valor. Giré la cabeza lentamente y medio de
reojo lo vi. Se había parado en medio de la calle, estaba inmóvil. Me lanzó una mirada con sus
ojos rojos y centelleantes.
La sangre que me corría por las venas empezó a hervir, mis músculos no respondían y era
incapaz de salir corriendo en dirección opuesta. Él se acercaba con un paso lento y firme. Me
sentía indefenso. Probé a pedir ayuda, pero mis gritos, se quedaron en el aire, esperando una
respuesta que no llegó. Cada vez lo tenía más y más cerca. Mi cuerpo me pesaba cada vez más,
parecía que me hubiese paralizado, y fue en ese momento que le vi en el bolsillo derecho de su
chaqueta de piel el mango de un cuchillo. Ese mango, me resultaba familiar, no sabía donde,
pero estaba seguro que ya lo había visto antes. Empecé a retroceder medio temblando mientras
notaba cómo mis piernas me fallaban.
En un instante se abalanzó sobre mí, y me derrumbó con su ancho hombro. Se me puso
encima, inmovilizándome por completo. Noté como la hoja del cuchillo me rozaba el cuello. Sin
poderle ver la cara del todo, por falta de luz.
Fue entonces cuando reconocí el cuchillo. Era el que había visto en asesinato de mis padres.
La historia, se volvía a repetir después de nueve años, sabiendo que nunca descubriría el por
qué.
De repente, los faros de un coche se encendieron e iluminaron el rostro de mi agresor.
-¿Juan...?
EL ATAÚD
Gerard Pijuan Romero, Grupo D3
El pueblo estaba perdido entre valles y montañas, y cada vez estaba más vacío. La gente se iba.
Familias enteres partían en carretas, ante la falta de trabajo; pero eran más las que desaparecían
que a las que se veía partir.
En ese pueblo pequeño vivían dos especies de niños que no eran humanos, eran una especie de
animales que podían hablar y comunicarse con la gente, por las noches andaban por el pueblo y
entraban a las casas y robaban todo lo que podían y mataban a la gente que habitaba en ella, con
todo lo que cogían hacían un mercado y lo vendían todo y con el dinero que sacaban cogían y se
iban de viaje, para viajar se ponían un traje de humano para parecer gente normal.
Viajaron a una isla que encontraron y que habitaba muy poca gente y todos eran muy ricos,
entonces pararon allí y se instalaron en un hotel, al llegar a la habitación se quitaron el traje falso y
se relajaron en la cama para descansar el viaje, los extraterrestres se pensaban que no había
ninguna habitación más debajo la suya, y se pusieron a cavar y encontraron a dos jóvenes cenando,
los pobres al escuchar que el techo se les echaba encima se fueron corriendo por la puerta a quejarse
al dueño del hotel de lo que había pasado y que habían dicho muchos vecinos de que se escuchaban
ruidos extraños desde aquella habitación, el dueño del hotel entró a la habitación sin llamar y vió
que eran alienígenas, lo mataron para que el secreto no llegase más lejos de ese cadáver. Los dos
extraterrestres saltaron por la ventana y se escondieron en la selva para desaparecer de la gente.
A la mañana siguiente una persona del hotel entró a la habitación i vio al hombre muerto y
llamaron a la policía y vieron que la ventana estaba abierta y el cuerpo de policía fueron a buscarlos
por la selva, estuvieron unos tres días buscando hasta que los encontraron en la cima de un árbol y
vieron que no eran gente normal, tenían los ojos rojos y una nariz puntiaguda y un pelo afro. Los
llevaron a la cárcel y después al juzgado y el juez dijo que lo mejor era quemarlos el día siguiente al
alba. Al día siguiente estaba todo el pueblo observando como los quemaban, hasta que murieron
asfixiados y quemados por el fuego y se acabó el peligro en el pueblo. Todos se fueron felices a sus
casas pensando que ahora estaban seguros porque los extraterrestres estaban muertos y que no
volverían a verlos nunca más.
ESCUCHANDO VOCES
Axel Martín Gutiérrez
Hace mucho tiempo, en Shadow village, un pueblo de Boston, llegaron unas hermanas con un
pasado horroroso, sin familia i blancas como la nieve. Una de ellas se llama Sofía y su
hermana gemela Blanca. Tenían 14 y 16 años.
A los pocos meses, Sofía empezó a escuchar voces en la casa en la que vivían que decían
constantemente: “Mata a Blanca”. Se lo contó su hermana y, cada día, durante dos semanas,
lo investigaron pero no encontraban ninguna respuesta a sus alucinaciones. Después de lo
sucedido, las voces cambiaron radicalmente diciendo dónde y como iba a morir Blanca, y,
empezó a escuchar que la tenía que descuartizar con un cuchillo y las partes las tenía que
esconder en la cocina, en los baños y el salón. No se podía creer que escuchara todo eso tan
cruel, y, empezó a volverse loca y a tener pensamientos crueles y extraños. Sobre todo, empezó a
tener ganas de hacer lo que le decían las voces: Matar a Blanca.
Pasaron tres días y tres noches escuchando lo mismo y cada vez tenía más rencor y odio hacia
su hermana.
Al cuarto día despertó y decidió irse al bosque a pasar la noche porque cada vez eran más las
ganas de cometer el crimen y no podía parar de pensar en ello.
Al día siguiente, se despertó en su antigua casa, y, resultó que todo había sido un sueño. Pero,
al levantarse de la cama, fue a la cocina, el salón y los baños y encontró en cada lugar las
partes del cuerpo de su hermana.
Resultó que ella era sonámbula y hacía en la vida real lo que escuchaba en el sueño.
UN VIAJE INSÓLITO
Guillem Calaf, 2º D2
Eran como las doce de la noche cuando me disponía a salir de casa. Tenía muy claro mi viaje.
Quería ir a un lugar desierto, un sitio arbolado, de cielo abierto y mucho sol, pero en mi región no
había nada parecido, sino más bien, todo tenía un aspecto tétrico y abandonado, que casi daba
miedo. Por el camino, me encontré un pájaro muy extravagante e intenté atraparlo. Lo raro es que
se dejó coger y me acompañó durante una parte del viaje. El camino que seguía era muy monótono,
tenía árboles a cada lado y caminaba por un sendero arenoso. De repente, el pájaro volvió hacia
mí con un poco de comida, que me comí con mucho gusto. Me siguió acompañando durante todo el
viaje hasta que llegamos a un sitio que se adaptaba a mis preferencias. Por la posición del sol,
deduje que eran las siete de la mañana. Cansado y sediento decidí cortar madera con el hacha que
había traído y hacer un fuego y una cabaña para estar unos días allí. Acabé la cabaña y el pájaro
volvió con un recipiente lleno de agua. Me la bebí con ansiedad y como también tenía mucha
hambre, decidí ir a buscar comida, pero no tuve éxito. Tenía tanta hambre que casi sufría
alucinaciones y decidí comerme a mi salvador, el pájaro. Llegó la noche y me dispuse a dormir, por
los remordimientos que sentía al haberme comido aquel pájaro no podía dormirme y decidí ir a dar
un paseo para ver si eso me cansaba y podía dormir mejor. Sin darme cuenta, me adentré en el
bosque y a los pocos pasos, me perdí. Al girarme, me encontré a una especie de planta, que me
agarraba por los pies, estaba inmóvil, entonces, una sombra más oscura que la noche se presentó a
lo lejos, cada vez estaba más cerca, pero avanzaba muy lentamente, cuando estaba a unos metros
de aquella sombra, ya pude visualizar su rostro, entonces sentí aún más temor, ya que esa cara
tenía todos los miedos que me atormentaban día y noche reflectados en ella, entonces a pocos metros
de esa monstruosidad, lancé un grito y me pellizqué por si era un sueño, al ver que eso no daba
resultado, entre en un estado de pánico tan fuerte que no pude deshacerme de esas plantas y huir
de ese horror y, lentamente, mi cuerpo se derrumbó por el dolor. Esto lo he contado desde el reino de
los muertos, y si eso no os ha hecho temblar, os puedo explicar cómo murió mi primer amigo, pero
eso, ya es otra historia.
Uno de nuestros modelos:
EL CORAZÓN DELATOR
de EDGAR ALLAN POE
EL CORAZÓN DELATOR EDGAR ALLAN POE
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas
por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía
cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente.
Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!
FIN