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  • -10 EL MUNDO, SAN JUAN, P R. - DOMINGO 28 DE AGOSTO DE 1938.

    J FUERA DE TODA LEY

    ENLOQUECIDOS POR EL SOL... Por ROSITA FORBES

    Enloquecidos por el sol... -jNo et eta la mujer que en-

    loqqee* a lot 'sheeks'. a loa Rodol- fo Valentinos del desierto? pre- sunto la princesa San Faustino cundo me vio, en payamas, en el

    ardan como si me los hubieran quemado con hierros callentes. A frecuentes intervalos tenamos que parar, para Henar de agua el ra- diador con el liquido que, en pe- ando me vio, en payamas, en el J]ejo$ colgados J, ^

    mos con nosotros. A la puesta DOmo la mayora de las norte- , g^, Ja may0ra del agua que te-

    namos para beber se habia consu<

    sent tanto calor que los ojos me ( pequeo fuerte de barro rodeado

    aararicanas. se imaginaba el desier- to-lleno de bandidos buenos mozos, jilees en briosos caballos, aguar- dando que en el horizonte apare- dlndo q cfera la

    mido por ese procedimiento. Por la noche el vJo rezaba en dita voz y el chfer dormia con la ca-

    prlmera mujer blanca pa- , beza pegada al volante. Cuando

    ra hacer> el amor inmediatamen-

    '^os rabes poseen crueldad, co- raje, paciencia y fanatismo. Son traidores y se hacen la guerra. Pe- ra nada de ello es por amor. En lili negras moradas de sus tribus, lAmujeres se entregan a sus due- flSrsin que el amor cuente para naM.

    Pero muchas cosas ocurran cuan- do una se asoma a un extremo del mapa, cosas que son doblemente terribles cuando ocuren b a j o. un sol de fuego, teniendo cientos de millas de arena a cada lado de una. Porque l enloquece a los hombres blancos, sobre todo cuan- do no han visto una mujer en un par de anos. Los mandamientos de la ley de Dios se difuminan y casi desaparecen a una temperatu- ra de 120 grados Fahrenheit, y los hombres lo olvidan todo ante el tormento de la prxima salida del sol.

    Hace unos cuantos meses pas la frontera kurda y no deseando anun ciar mi presencia, toda vez c,ue ha- bla estado observando la batalla entre turcos y kurdos en Monte Ararat sin ningn motivo especial para ello ni siquiera tenia un pa- saporte dese perderme de vista

    de alambradas. Estibamos todava a un da da camino de la frontera de Siria, pero aqul tringulo del desierto habla sido cedido a Fran- cia y la ensena^ tricolor sobre el fuerte Indicaba que dicha nacin estaba decidida a hacerlo suyo.

    Antes de que pudiramos decidir sobre un plan, un nubl gigantes- co nos cerr el paso. Dos senega- leses, con rifles, aparecieron detrs de l. Nadie podia pasar. El doc- tor vendra cuando hiciera menos calor. Pero l no poda abandonar el puesto, una roca plana donde se tostaba al sol como un lagarto, de manara que ninguna noticia de nuestra llegada tendran en el fuer- te.

    Durante una hora argumentamos, suplicamos y amenazamos. Pero to- do fu Intil y mientras tanto sen- tamos que nos asbamos guisn- donos en nuestra propia grasa. El viejo, en una esquina, respiraba con tal dificultad que yo no dud que se mora. Y no tenamos agua que

    FUERA DE TODA LEY. Tal es el titulo de la serie de apasionante relato* que comenxamoa a publicar hoy, debidos a la pluma de la famosa exploradora y novelista Rosita Forbes, autora de laa populares novelas 'Conflicto" y "Promteme que no te casars conmigo". Eata mujer inquieta y romntica que ha recorrido el mundo en busca de extraas y peligrosas aven- tura*, noa cuenta en esta magnifica aerie de artculos cmo un hombre blanco, rey de una tribu de canbales en loa marea del sur, se veng del amante de su mujer; cmo estuvo cau- tiva en una casa de mala fama de Argelia, y cmo con la ayuda de un amigo Ingls se esrap de ella tras tremenda pelea; c- mo bail en Argelia, presenci un alevoso asesinato y cay en ios brasoa de un francs en el deaierto de Sahara; cmo tma tentativa de atraco por un notorio criminal australiano, ter- mino en un desgraciado "affalre" de amor; cmo se veng de su amante asesino, despus de muerta una muchacha siame- sa, > otras muchas aventuras interesantes.

    Todaa laa apasionantes historias que nos cuenta .Rosita Forbes han sido vivida* por ella y llevan el sello Inconfundi- ble de la realidad. El primero de ana relatos, que publicamos hoy, lleva por ttulo "Enloquecidos por el sol" y ae refiere al episodio que vivi con doa oficiales franceses un capitn y un mdico en mitad del deaierto, en un lugar donde no ha- ba puesto aua plantas una mujer en muchos aos. Los doa, a la vista de loa encanto* femeninos, olvidaron la disciplina y el rango y ae ensartaron en una lucha mortal de la que ella escap milagrosamente.

    Todava no estoy instalado me dijo el doctor. Todava no he desempaquetado mis cosas. He esta- do fuera durante meses y no he visto otra cosa que puercos bedui- nos con sus enfermedades asquero- sas. Nadie se atreverla ni a beber su caf ni a tocar a sus mujeres. Qu asco!

    Escupi en la sucia arena llena de colillas de cigarrillos y de pe- dazos de algodn.

    Usted no desea ser Inoculada, no es verdad? me pregunt el doc- tor mesndose la barba hmeda de sudor." Tal vez pensaba que mejor hubiera estado afeitado.

    Por supuesto que no, le res- pond, mirando con el rabo del ojo sus instrumentos profesionales ca- paces de causarle una infeccin al pinto de la paloma.

    Est bien. Entonces nos hemos entendido...

    Me cogi por la cintura y por un momento me apret contra su hir- suto pecho, que tenia el olor de la piel de un animal. Su cabello su- cio se enterr en mi garganta, sus vidos labios cayeron sobre mi car-

    toda iniciativa. El hombre era muy fuerte y a mi me pareci estar de- batindome con algo primitivo e In- capaz de razonamiento. Peor cuan- do su mano quiso acariciarme el rostro, se la mord con toda la fuer- za que me quedaba. Por entonces habia comenzado a llorar, y el aa- bor de su sangre me supo dulce.

    Por todos los diablos! volvi a jurar el hombre aflojando su abra- zo. Dudaba sobre lo que deba ha- cer y yo aprovech el momento pa- ra zafarme de su garra. MI som-

    Yo protest dbilmente diciendo: Djame ir. Quiero alejarme de

    aqu... Se ir. Aqu tengo el carro.

    Pero debemos actuar rpidamente. Me condujo hasta donde estaba

    el automvil. Cuando me vi dentro de l expres:

    Pero qu pasar? Se matarn como animales feroce*...

    Es muy probable, fu la res- puesta, fra, del oficial.

    Sus ojos estaban opacos como los

    sal! corriendo hacia aquella espe- lamente los tres hombres cambia ci de oasis distante. El nubio grit y los rabes se unieron a l con sus reprobaciones y rezos. Un sene- gals puso el dedo en el gatillo, pe- ro no lleg a disparar. Yo, en cuan- to le di la vuelta a la primera roca, corr ms rpidamente, cegada por

    ron una mirada expresiva. Qutese el sombrero, seora-

    sugiri el capitn. No hemos vis- to una mujer en aos. Metidos en esta cueva que pretende ser sagra- da, nos hemos olvidado hasta de la forma que tienen.

    ..- ->

    lo despert me asegur: Nunca en mi vida me we dormido. No ne- cesito dormir. Puedo manejar du- rante setenta y dos horas segui- das sin que se me cierren los ojos... Pero a los cinco minutos su cabe- za estaba en mi hombro, mientras la borla de su fez suba y bajaba al comps de los ronquidos de la familia de las sandias. *

    Fu hacia el mediodia siguiente antes de que a cualquiera se le ocu- ; cuando comenc a notar cierta ln- rriera la idea de acusarme de es- i certidumbre entre mis acompaan- na I tes Pedazos de papel sucios y lle-

    nos de huellas dactilares comenza- El rabe, propietario de un auto- mvil que pareca una ruina, me ofreci trasladarme a Siria. Dis- cutimos fieramente sobre el precio y estipulamos que todo el espacio del carro serla para mi sola. El me prometi que no tendra queja alguna acerca H r. una t-enda de guantes. Le suplico da de Giovani Verona. Erro!".

    lo que todo buen ciudadano est I conocida dei arador, podra ronsi- llamado a harer. derarse como hiperblico.

    Y si el trabajo guatoso que hemos Rosita de Toledo es uno de asea realizado no fu?ra bastante pago, seres superiores que hacen una vi- este arto espontneo y generoso que , da de superacin viviendo y prac- un grupo de amigos sinceros nos tirando sus ms raros Ideales ha ledirado. ron creres nos hara olvidar las luchas y sinsabores que hayamos podido tener. Para todos, nuestra eterna gratitud.

    Quiero decirles, por ltimo, que nuestra casa, doquiera nos Instale- mos, ser el hogar de ustedes y nuestros servicios personales esta- rn siempre a disposicin de todos, y tambin de nuestro querido Puer- to Rico."

    Entre los asistentes que recorda- mos estn el Ledo. Luis Muoz Mo- rales, el.doctor Crespo, seor VIrtor 3raegger. seor Pedro Toledo, se- ora Angela Negrn Muoz, seora Rosa M. Arcay, y otros que no po- demos recordar en este momento.

    Ya anteriormente Rosita habla si- do homenajeada por los empleados del Preventorio, por la directiva del Refugio de Nios Desamparados y

    Nuestra amiga se ausenta para

    indudablemente seria hasta un adorno rara la casa". Giovani pidi a su amigo que le trajera a Ernes- ta, para admirar ron sus propios

    atender a la edurarin de sus hijos -0s * "P" H* h..eza. v romo medio de rerupernr su sa- "~f.ue'?.0' no era ms qu* JuMo- lud. Pero todos los concurrentes al -repllr e banquete esperan que una vez lle- nada su misin y recuperada su sa- lud, vuelva a nosotros a continuar Ja labor que le toc en suerte des- empear en su pas. No hay duda de que los esposos Toledo volvern, romo dijo ..n notable fll/sofo, Ro- si'a tiene el deber como costumbre.

    La colonia portorriquea de Nue- va York .*ontar ahora ron un nue- vo elemen'o para cooperar en la labor de unificacin

    erona. Ereo! -dijo'.e el t'o- le des una ro!ora-1 A este punto de la historia de la rin en su establerimlento a mi so- nueva linea de Ernesta, las Azores hrina. Es una rhlra preciosa que se escondan ya en la bruma de la

    f

    lejana. MI amigo italiano que ha- bla hablado sin cesar, hizo una rorta pausa para prender un ciga rrlllo. Luego prosigui:

    -Ernesta -dijo- pesando jus-" tamente cuarenta y nueve kilos v medio, ataviada en un taaje e'.e-

    narrador- pero despus de ver a' gante que le venia como un guan- ta nia. Giovani le dijo a Cs.ir. te a su ruerno esbelto, v H.I hr.claro est que de una manera dtj- creta palabras que equivalen a s- to: Tu sobrina es muy slmpt'ca

    erpo esbelto, y del brazo con su orgulloso to Csar, te apa- relo en Ir * ri en la maana siguiente en la

    enda de Verona. Estada cerrada. pero con su descomunal volumen En la perilla de la no me sirve porque, como puedes una corona de flores con una cinta observarlo, en mi establecimiento; enlutada, y una tarjeta oue empleo slo muchachas de lineas1 ciaba la muerte del oroietario el esbeltas. Te aconsejo que le poiica-s rila anterior... a Ernesta una dieta rigurosa. Una' Como epilogo mi amigo me narr

    y desarrollo chica de tan preciosos ojos deberla que Ernesta abandon ms tarde cultural. tener una figura que los romple- la dieta, recobr su figura corpu-

    Reiteramos a los esposos Toledo-1 mentara. SI pudiera rebajar, diga ! lenta y ahora maneja una fonda en. Gonzlez el testimonio de nuestro! mr>. unos doce kilos dentro de los Genova... que queda al doblar lv afecto y le deseamos todo gnero prximos seis meses, con mucho esquina de donde estuvo #1 malha-

    dado establecimiento de guantes. Y de bienandanzas en su nueva resi- dencia, ' '

    gusto la tomarla en el establecimien- to de Verona. Slo le baita presen- pesa 1* boberia de cien kilos.


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