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Presentación Esta obra obra ha sido posible gracias al Colegio de Notarios del Distrito Federal A.C., a través de la Asociación de Amigos del Acervo Histórico del Archivo General de Notarias del Distrito Federal, A.C. L a memoria de un pueblo se revela en sus documentos. Ya se trate de un pequeño tepalcate, de una ofrenda funeraria, una pirámide de culto solar, un rastro de pintura mural, un có- dice, una fotografía, objetos de la vida cotidiana o papeles escritos, los rastros y los rostros de la historia son tan amplios y diversos como nuestro pasado mismo. En este sentido, es de nues- tro interés mostrar una de las facetas de lo que los estudiosos del pasado denominan “la materia prima” de su labor: los documentos notariales. Mediante este esfuerzo editorial deseamos transmitir a su lector no solamente la importancia que guardan los instrumentos o documentos notariales como fuente primordial en la reconstrucción de nuestra Historia, sino además hacer hincapié en lo fundamental que resultan las actividades de res- cate y de conservación de nuestros fondos documentales, en este caso del Acervo Histórico del Ar- chivo de Notarías de la ciudad de México, proyecto en el cual el Colegio de Notarios del Distrito Federal ha participado decidida e intensamente. Dos son los elementos históricos que forman el patrimonio del Acervo Histórico del Archivo de Notarías de nuestra ciudad. Por una parte, el inmueble que lo alberga, nada menos que el edificio del antiguo templo de Corpus Christi, construido en los albores del siglo XVIII y declarado monu- mento histórico en el año 1931; y por la otra, el riquísimo volumen de instrumentos y documen- tos notariales y papeles que resguarda y que el público interesado puede consultar. De ellos, el presente constituye sólo una muestra que se relaciona con personajes ilustres de la época de la In- dependencia, que dejaron sus testimonios y su voluntad plasmada en los instrumentos notariales ante la fe pública, y los cuales son aderezados con una excelente explicación por la doctora Ivonne Mi- jares, ofreciéndonos un panorama detallado de su contexto y evidencias de su valor historiográfico. Pretendemos resaltar, así mismo, la trascendencia de la actividad del Notario como depositario de la tradición legal privada y pública que ha evolucionado paralelamente con la Historia de nuestro país, consolidándose como testigo moderno de nuestro devenir. Lic. José Ignacio Senties La Borde Presidente del Colegio de Notarios del Distrito Federal, A.C.

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Presentación

Esta obra obra ha sido posible gracias al Colegio de Notarios del Distrito Federal A.C.,a través de la Asociación de Amigos del Acervo Histórico del Archivo General de Notarias del Distrito Federal, A.C.

La memoria de un pueblo se revela en sus documentos. Ya se trate de un pequeño tepalcate,

de una ofrenda funeraria, una pirámide de culto solar, un rastro de pintura mural, un có-

dice, una fotografía, objetos de la vida cotidiana o papeles escritos, los rastros y los rostros

de la historia son tan amplios y diversos como nuestro pasado mismo. En este sentido, es de nues-

tro interés mostrar una de las facetas de lo que los estudiosos del pasado denominan “la materia

prima” de su labor: los documentos notariales.

Mediante este esfuerzo editorial deseamos transmitir a su lector no solamente la importancia que

guardan los instrumentos o documentos notariales como fuente primordial en la reconstrucción de

nuestra Historia, sino además hacer hincapié en lo fundamental que resultan las actividades de res-

cate y de conservación de nuestros fondos documentales, en este caso del Acervo Histórico del Ar-

chivo de Notarías de la ciudad de México, proyecto en el cual el Colegio de Notarios del Distrito

Federal ha participado decidida e intensamente.

Dos son los elementos históricos que forman el patrimonio del Acervo Histórico del Archivo de

Notarías de nuestra ciudad. Por una parte, el inmueble que lo alberga, nada menos que el edificio

del antiguo templo de Corpus Christi, construido en los albores del siglo XVIII y declarado monu-

mento histórico en el año 1931; y por la otra, el riquísimo volumen de instrumentos y documen-

tos notariales y papeles que resguarda y que el público interesado puede consultar. De ellos, el

presente constituye sólo una muestra que se relaciona con personajes ilustres de la época de la In-

dependencia, que dejaron sus testimonios y su voluntad plasmada en los instrumentos notariales ante

la fe pública, y los cuales son aderezados con una excelente explicación por la doctora Ivonne Mi-

jares, ofreciéndonos un panorama detallado de su contexto y evidencias de su valor historiográfico.

Pretendemos resaltar, así mismo, la trascendencia de la actividad del Notario como depositario de

la tradición legal privada y pública que ha evolucionado paralelamente con la Historia de nuestro

país, consolidándose como testigo moderno de nuestro devenir.

Lic. José Ignacio Senties La Borde

Presidente del Colegio de Notarios del Distrito Federal, A.C.

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Memoria de las Revoluciones en México

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Los archivos históricos, como guardia-nes de los documentos que produjeronlos hombres y las instituciones de otros

tiempos, comenzaron a cobrar nueva impor-tancia desde mediados del siglo pasado,cuando los avances de algunas ciencias comola demografía, la economía, la antropologíay la sicología dotaron a los investigadores denuevos enfoques, conceptos y métodos queabrieron sus posibilidades de estudiar testi-monios documentales hasta entonces inex-plorados –como es el caso de los censos depoblación y los recetarios de cocina– y tam-bién los de acudir a fuentes ya trabajadaspara abordarlas a partir de nuevas perspecti-vas de estudio, como en los casos de los fon-dos parroquiales, los protocolos notariales olos archivos institucionales.

Tomemos como ejemplo el caso de los do-cumentos notariales, fundamentales para eltrabajo del historiador porque por su fun-ción jurídica garantizan la validez legal de losactos y negocios que celebran los particularesy sirven como prueba ante cualquier tribu-nal, de ahí que aseguren como pocas fuentesla veracidad de la información que contie-nen. Por siglos los historiadores acudieron alos archivos de protocolos para obtener los da-tos que requerían en la elaboración de lasbiografías de ciertos personajes a quienesconsideraban relevantes para la historia, es de-cir, gobernantes, dignatarios eclesiásticos, ohéroes militares, pues los testamentos, codi-cilos, cartas de dote y documentos varios lesproporcionaban información fundamentalpara reconstruir su origen familiar.

Desde mediados del siglo XX y gracias alempleo de los métodos, conceptos y enfoquesque han desarrollado otras ciencias sociales, losarchivos notariales han cobrado una renovadaimportancia al proporcionar a los historiado-res nuevas armas para enfrentarse a estos testi-monios del pasado. Por ejemplo, desde laperspectiva de la historia económica las obli-gaciones de pago, las cartas de venta, los po-deres, los contratos de arrendamiento, decompañía y los de obras y de servicios, pormencionar sólo algunos tipos documentales,aportan información sobre los cambios de pre-cio de la tierra, sobre la vivienda, la mano deobra, las herramientas, los animales, el vestidoy los artículos suntuarios, así como sobre la uti-lización de la moneda, el crédito, los pesos y

medidas, la tecnología y la organización de laproducción, el comercio y los transportes.

Por otro lado, este tipo de documentos yotros como los testamentos, los poderes, lascartas de dote, los conciertos de aprendizajey las alhorrías suministran a los investigado-res de la historia social la información querequieren para reconstruir los grupos socio-económicos, las relaciones de poder, estructu-ras y alianzas familiares, hábitos en el vestidoy en los alimentos. Los interesados en la his-toria de las instituciones encontrarán infor-mación vital en los contratos que celebraronlos administradores, apoderados y represen-tantes de empresas, gremios, cofradías, con-ventos, colegios y otras instituciones. Inclusoel análisis de las cláusulas y fórmulas típicasde esta documentación puede revelar los me-canismos del pensamiento colectivo, las ideassobre la vida, la muerte y los valores morales.Además este tipo de documentos resulta deinterés para los historiadores del derecho y delarte, para los lingüistas y los filólogos.

Para darnos una idea de la riqueza que en-cierra esta documentación y para estar en con-sonancia con la coyuntura historiográfica delmomento, en la que se busca una mejor com-prensión de los procesos de la Independenciay la Revolución, hemos hurgado casi al azarentre los libros de protocolos del Archivo deNotarías de la ciudad de México del siglo XIX

en busca de ejemplos de escrituras cuyosdatos pudieran enriquecer los estudios bio-gráficos de algunos de los grandes personajesde la época.1 Antes de presentarlos convieneaclarar que la historia biográfica, que comosabemos constituye una de las formas tradi-cionales de hacer historia, y que llegó a servilipendiada con la llegada de las nuevas co-rrientes historiográficas de mediados delsiglo XX, también ha sido renovada con losrecientes enfoques, conceptos y métodos quehan venido a enriquecer sus perspectivas deanálisis. De esta manera los estudios biográ-ficos de hoy buscan establecer una intersec-ción entre la historia individual y la historiasocial, y además de interesarse en los actosmás trascendentes de la vida de las personas,se ocupan de las condiciones culturales, so-ciales, familiares y laborales que las rodearony de los factores psicológicos y emocionalesque intervinieron o condicionaron la trayec-toria de sus vidas.2

Con referencia al aspecto psicológico delos personajes históricos podemos mencio-nar, por ejemplo, que se localizó una serie dedocumentos que dejan ver que el ilustrísimoseñor arzobispo don Javier Lizana Beaumont,virrey, gobernador y capitán general de laNueva España entre julio de 1809 y mayo de1910, era un buen cliente del escribano pú-blico Juan Manuel Díaz, pues siendo unhombre previsor y temeroso de la muerte re-sultaba quizás un poco indeciso, ya que enun lapso de ocho años formuló al menoscinco diferentes disposiciones testamentarias,a saber: una carta de donación en septiembrede 1803, en donde cede a la Casa de NiñosExpósitos de la ciudad de México todas laspiezas de plata y oro que se encontraran altiempo de su muerte en el palacio arzobis-pal, con excepción de las que tocaban al ora-torio de dicho palacio y al de Tacubaya; aesta carta siguió la elaboración formal de unprimer testamento fechado en diciembre delmismo año; en 1806 dictó un nuevo testa-mento, que fue anulado por otro que elaboróel 25 de febrero de 1811, el cual fue susti-tuido a su vez por un poder para testar queotorgó el 6 de marzo, pocos días antes de sumuerte, a su sobrino Isidoro Sainz de Alfaroy Beaumont, quien finalmente, como suapoderado, dictó la última disposición testa-mentaria de este personaje.3

Por lo que se refiere a la historia familiar delas grandes personalidades, nos venimos a en-terar de algunas penurias por las que atravesó

1 Para realizar esta elección documental contamos con el apoyode M. Cristina Soriano Valdés y M. Fernanda Gómez Pérez.

2 Marcela Cornejo, “El enfoque biográfico: Trayectorias,desarrollos teóricos y perspectivas”, Psykhe, vol. 15, núm.1,mayo, 2006, pp. 95-106; Antonio Bolívar y Jesús Domingo,“La investigación biográfica y narrativa en Iberoamérica:campos de desarrollo y estado actual”, Forum: QualitativeSocial Research, vol. 7, núm. 4, art. 12, septiembre, 2006.

3 Notaría 210, Juan Mariano Díaz, vol. 1401, Donación, 28 deseptiembre de 1803, ff. 168-170v; Testamento, 31 de diciembrede 1803, ff. 254v-260; vol. 1401 bis, Testamento, 31 de octu-bre de 1806, ff. 468-474; vol. 1402, Testamento, 25 de febrerode 1811, ff. 174v-178v; Poder para testar, 6 de marzo de 1811,ff. 192v-194v; yTestamento, 15 de marzo de 1811, ff. 199-204v.

Página inicial: Protocolo de la venta de un esclavo albachiller Don Miguel Hidalgo, 11 de enero de 1790,José María de Navia, vol. 3138. AHAGN.Francisco Javier de Lizana, óleo sobre tela,Siglo XVIII, Salón de Cabildos, Palacio deGobierno del Distrito Federal.

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Ivonne Mijares DossierDocumentos notariales y la Historia de México

la familia de Agustín de Iturbide después deque éste fue derrocado, pues su padre, don Jo-aquín de Iturbide y Aregui, ante el temor real

de que su hijo muriera antes que él, se vioobligado a acudir a la escribanía de Francis-co de Madariaga para cambiar la disposicióntestamentaria que había dado en el año de1821 y por la que había otorgado poder paratestar a su hijo don Agustín, y le había nom-brado su único albacea y tenedor de bienes;declaró que por los cambios que se estabanpresentando en la política y el nuevo gobier-no y por hallarse su hijo fuera de México yexistir la posibilidad de que aconteciera lamuerte del otorgante en estas circunstancias,hacía nuevas disposiciones nombrando comoalbacea a su hija Doña María Nicolasa deIturbide en el caso de que llegue su muerte ysu hijo siga ausente o muriere.4

Y unas cuantas décadas más tarde nos en-contramos a sus descendientes tratando toda-vía de cobrar el millón de pesos que la JuntaProvisional Gubernativa había concedido a

Iturbide como “premio por haber hecho laIndependencia”, el cual, pese a todas las vi-cisitudes que se presentaron después –y queincluyen el destierro y fusilamiento del héroeen 1824–, había sido ratificado por el Con-greso General en abril de 1835; pese a todoello, en el año de 1857, ante las dificultadesde la cobranza, los representantes de la fami-lia Iturbide se vieron obligados a firmar unconvenio por el que aceptaban la concesiónde “30 leguas en cuadro de tierras baldías”en los estados de Sonora y Sinaloa comopago de 200 000 pesos, a cuenta del millónque el erario les debía.5

Asimismo, a juzgar por otros documentosencontrados en el Archivo, a los familiares deMiguel Hidalgo no les iba mejor con las co-branzas al erario nacional, pues en el año de1895 la señorita María Guadalupe Hidalgo yCostilla, de 58 años de edad, otorgó poder aun licenciado para que gestionara ante lasOficinas de la Deuda Pública el pago de loque el erario federal le debía de los alcancesmilitares que correspondían a su finado pa-dre, el teniente coronel de Caballería donMariano Hidalgo y Costilla, y a ella como suúnica heredera.6

En cuanto a los aspectos de la vida coti-diana y las actividades económicas de algu-nas personalidades de la historia, encontramosque don Lucas Alamán, actuando como re-presentante del Hospital de la Purísima Con-cepción de Jesús Nazareno, arrienda la casasituada en el número 19 de la calle de Tacu-ba, propiedad de dicho Hospital, ni más nimenos que a la viuda del virrey O’ Donojú,la excelentísima señora doña Josefa Sánchez,por precio de 800 pesos anuales.7

Vemos que Juan Nepomuceno Almonte,estando en vísperas de su partida para Euro-pa por haber recibido el nombramiento desecretario de la legislación de la República enLondres, nombra apoderado al licenciadoJosé Sotero Castañeda, magistrado letradodel SupremoTribunal de Guerra, para que seencargue de todas sus cobranzas en esta ca-pital, y declara que deja los bienes y el ajuar desu casa a su hermana Guadalupe Enríquezde Quezada para que use de ellos comomejor le parezca, encargándole además la en-comienda de que vele por “la educación po-lítica ymoral” de su hermanomenor Antonio.8

Y que el general de división y primer pre-sidente constitucional de México, don Gua-dalupe Victoria, a tan sólo unos meses dehaber dejado la Presidencia, se afanaba enconseguir que el Cabildo de la Catedral Me-tropolitana le prestara 100 000 pesos que ne-cesitaba “para el fomento de las cuantiosasfincas rústicas que poseía en el estado de Ve-racruz”; obtuvo tan sólo la cantidad de40 000 pesos, que salieron de las arcas delJuzgado de Capellanías y Obras Pías de dichaCatedral, los cuales recibió en calidad de

4 Notaría 426, Francisco de Madariaga, vol. 2836, ff. 121v-122v.5 Notaría 658, Pablo Sánchez, vol. 4468, Convenio, 24 de no-

viembre de 1857, ff. 825v-827.6 Notaría 46, Herminio Arteaga, vol. 317, Poder especial, 28 de

febrero de 1895, f. 60.7 Notaría 155, Francisco Calapiz y Aguilar, vol. 937, Arrenda-

miento, 22 de julio de 1826, ff. 528v-530v.8 Notaría 462, José Ignacio Negreiros y Soria, vol. 3143, Poder

especial, 14 de mayo de 1831, f. 13.

Doble página anterior: Testamento deDon Francisco Javier Lizana y Beaumont,México, 25 de febrero de 1811, Notaría 210,Juan Mariano Díaz, vol. 1402. AHAGN.Agustín de Iturbide, anónimo, Siglo XIX,óleo sobre tela. Colección particular.Página siguiente: Convenio de los familiares deIturbide con J.B.G. Ysham sobre premio, 25de noviembre de 1857, Pablo Sánchez,Notaría 658, vol. 4468. AHAGN.

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depósito irregular por tiempo de 5 años, ehipotecó para la seguridad de la deuda unamplio listado de propiedades ubicadas en lasregiones veracruzanas de Xalacingo, Tapaco-ya, Papantla, Tecolutla, Nautla y Misantla.9

Casi diez años después, cuando sus propie-dades se habían extendido por una parte delestado de Puebla, intentó conseguir nueva-mente un capital de 100 000 pesos para re-faccionarlas, pero en esta ocasión solicitó eldepósito irregular a la Junta Directiva delBanco del Avío, lo que muestra cuánto habíacambiado la situación del país.10

Otras escrituras relacionadas con la vidacotidiana de algunos personajes, que mues-tran hasta qué punto dependía de escribanosy notarios la sociedad de la época son: Unpoder que otorga el señor don Manuel Abady Queipo, juez de testamentos, capellanías yobras pías de Michoacán, al licenciado donUbaldo Indalecio Bernal y Malo, abogado deesta Real Audiencia e individuo de su ilustrey Real Colegio, para llevar a cabo ciertas“contestaciones judiciales”.11 Otro poder es-pecial otorgado por el doctor Miguel Ramosde Arizpe, cura beneficiado del real de Bor-bón en la colonia del Nuevo Santander, obis-pado del Nuevo Reino de León, al presbíteroJosé Antonio Aguirre y al licenciado JoséFrancisco González de Velasco, vecinos de laciudad de Guadalajara, para que se presen-taran ante el señor comandante de provin-cias internas y demás tribunales en dondecorresponda “a sostener el nombramiento quesu provincia de Coahuila ha hecho en su per-sona para diputado en las próximas cortes dela Nación”.12 Y la petición que suscribió eldiputado a la Cámara de Representantes delCongreso General de la Federación Mexicana,ciudadano José Matías Quintana, como apo-derado de Miguel Jesús de Estrada y de doñaDelfina Barba, su esposa, en la que le solici-tan al excelentísimo presidente de la Repú-blica, el ya mencionado Guadalupe Victoria,conceda y manumite la libertad a una escla-va negra, propiedad de los susodichos, “en elacto solemne que se celebrará el 16 de sep-tiembre en honor a nuestra Independencia”.13

Para concluir con esta muestra documen-tal diremos que dentro de los libros de pro-tocolos del siglo XIX que se conservan en elArchivo de Notarias se localizan los testa-mentos de personalidades como Javier Liza-na Beaumont, Juan de O Donojú,14 AndrésQuintana Roo,15 Leona Vicario,16 Lucas Ala-mán, Guadalupe Victoria,17 Carlos MaríaBustamante, Antonio López de Santa Annay Benito Juárez, por sólo mencionar algunoscasos. Este tipo de documentos continúasiendo pieza clave de información para la re-construcción de la vida de una persona, ysobre todo en una época en que el testamen-to cumplía con una doble función: jurídicay espiritual, pues incluía datos sobre el ori-

gen familiar de la persona, su matrimonio ysu descendencia, el monto y la composiciónde su patrimonio, las actividades económi-cas a las que se dedicaba, las personas con lasque se relacionaba, sus deudores y acreedo-res, sus creencias religiosas y sus devocionesparticulares, y sus sentimientos de afecto,gratitud o culpa.18

Basta con estos ejemplos para demostrarque con la nueva orientación de los estudiosbiográficos, en la que se concibe al individuocomo un producto y un actor de su historia,los documentos notariales constituyen unafuente invaluable de información, ya que alconocer la gran variedad de negocios y con-tratos que se han formalizado ante escriba-nos y notarios podemos obtener noticias de laactuación de las personas en el plano perso-nal, el familiar, el patrimonial y el contrac-tual. Esto, que es fundamental en cualquierreconstrucción biográfica, resulta funda-mental a la hora de revisar las vidas de los

9 Notaría 711, Nicolás de la Vega, vol. 4798, Depósito irregular,10 de junio de 1829, ff. 72-78.

10 Notaría 715, Ramón Villalobos, vol. 4827, Obligación depago, 17 de febrero de 1838, ff. 1-4v.

11 Notaría 210, Juan Mariano Díaz, vol. 1401 bis, Poder espe-cial, 14 de febrero de 1806, ff. 364v-365v.

12 Notaría 155, Francisco Calapiz y Aguilar, vol. 921, Poder es-pecial, 18 de septiembre de 1810, ff. 594v-596v.

13 Notaria 426, Francisco de Madariaga, vol. 2839, Petición, 4de septiembre de 1828, ff. 712-716.

14 Notaría 285, Procopio Guazo, vol. 1172, Codicilo, 8 de octubre de 1821.

15 Notaría 426, Francisco de Madariaga, vol. 2874, Poder paratestar, ff. 340-343.

16 Notaría 486, Manuel de Orihuela, vol. 3287, Testamento, 15de abril de 1851, ff. 34-37.

17 Notaría 426, Francisco de Madariaga, Testamento, 15 de juniode 1850.

18 Javier Sanchiz Ruiz, “Testamento”, Nicolás de Yrolo Calar, Lapolítica de escrituras, estudio preliminar, índices, glosario y apéndices de Pilar Martínez et al., México, IIH, UNAM, (HistoriaNovohispana, 56), 1996, pp. LXX-LXXIII; Pablo Rodríguez yAnnie Molinie-Bertrand (eds.), A través del tiempo. Diccionariode fuentes para la historia de la familia, Murcia, Universidad deMurcia (Colección Mestizo), 2000, pp. 171-175.

Página anterior: Testamento de Lucas Alamán, 1851.Notaría 426, vol. 2873. AHAGN.Lucas Alamán, Lauro Carrillo, óleo sobre tela, 1959.Museo Nacional de Historia, Conaculta, INAH.

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grandes personajes de la historia, pues losprotocolos notariales nos otorgan la posibi-lidad de acercarnos a otras facetas de su exis-tencia, conocer sus actos y preocupacionescotidianas, y descubrir con ello a la personade carne y hueso que existe detrás de cadauno de ellos.

Por si esto fuera poco, dado que los nego-cios notariales corresponden a la jurisdiccióndel Derecho Civil, podemos contar con unmarco de referencia más amplio que permi-te analizar el comportamiento de las perso-

nas a la luz de las normas jurídicas y de lospreceptos sociales y morales vigentes, queforzosamente tienen que ser tomados encuenta por el escribano o notario al formu-lar cada escritura, lo cual también ayuda aestablecer la correlación entre el individuo ysu contexto histórico.

La confianza que nos merece su informa-ción, la gran variedad de actividades queconsignan las escrituras, y el amplio empleoque se les daba entre prácticamente todos lossectores de la sociedad, dado que durante si-glos constituyeron casi el único mecanismocon que contaban los particulares para ga-rantizar el cumplimiento de sus negocios ycontratos, hacen de la documentación nota-rial una fuente de información excepcionalen la que, sin importar la época de estudio oel enfoque que se emplee, casi cualquier in-vestigador podrá encontrar datos importan-tes para su trabajo.

Cabe reconocer, sin embargo, que a pesarde su riqueza informativa, de todas las ven-tajas que ofrecen los documentos notariales,y del desarrollo de las investigaciones sus-tentadas en estos fondos en Europa y en va-rios países de Latinoamérica, en nuestro paístodavía no son muy numerosas. En algunoscasos tal limitación deriva de la pérdida de ladocumentación y del estado de deterioro fí-sico en que se encuentra, sobre todo los pro-tocolos más antiguos; así por ejemplo, alexaminar el caso concreto del Acervo Histó-rico del Archivo de Notarías de la ciudad deMéxico advertimos que se conservan menosde 100 libros de protocolos del siglo XVI, loque a mi juicio no llega siquiera a la terceraparte de los que se debieron formular en esesiglo. Ninguno de ellos se facilita ya para laconsulta de los investigadores en vista de sulamentable estado de conservación, puesademás del paso del tiempo, muchos se hanvisto afectados por inundaciones e incendios.Algunos de estos libros fueron rescatados delas llamas por el propio Carlos de Sigüenza yGóngora, quien exponiendo su vida los sacóde las casas del Cabildo durante el incendioque provocara el motín del año 1692. Peroéste fue un caso raro, y afortunadamentetanto los protocolos de los siglos posterioresque se guardan en la ciudad de México comolas colecciones de protocolos notariales quese conservan en los archivos de los diferentesestados de la República se encuentran por loregular bastante completos y mucho mejorpreservados.

En realidad la principal causa de que no seacuda a las fuentes notariales con más fre-cuencia es la falta de instrumentos de consul-ta que faciliten al investigador la localizaciónde la información que requiere, pues en oca-siones estos acervos sólo cuentan con guíasque ayudan a hallar un libro por el nombredel escribano y el año en que se elaboró, pero

que nada nos dicen acerca del contenido delas escrituras que lo conforman. Muchasveces encontrar un dato es tan difícil comobuscar una aguja en un pajar. Por fortunaeste panorama ha ido cambiando poco apoco y cada vez son más numerosos los in-dividuos y las instituciones que se abocan ala tarea de elaborar guías, catálogos y otrasherramientas de consulta que benefician eltesoro documental albergado en los archivosnotariales.

Por ejemplo, el Archivo de Notarías de laciudad de México se enriqueció con el tra-bajo pionero de Agustín Millares Carlo yJosé Ignacio Mantecón;19 el que emprendie-ron en los años ochenta Guadalupe PérezSan Vicente y el equipo que formó en elClaustro de Sor Juana;20 el que desde hacemás de tres décadas viene desarrollando ElColegio de México, coordinado por RobertA. Potash, Josefina Zoraida Vázquez y PilarGonzalbo;21 también la UNAM, con el Insti-tuto de Investigaciones Históricas, ha hechosu propio esfuerzo;22 y además recientemen-te los notarios de la ciudad de México y elpropio Gobierno del Distrito Federal han ca-nalizado recursos para mejorar las condicio-nes del acervo y aumentar el número dedocumentos catalogados.

Por lo que respecta a los protocolos nota-riales de los estados de la República, que confrecuencia forman parte de los archivos delos ayuntamientos, también se ha comenzadoa avanzar, de manera que en el norte se cuen-ta con catálogos de archivos notariales deciudades como Colima, Monterrey, Saltilloy San Luis Potosí.23 En el centro con los deCholula y Tlaxcala, además de que en el Es-tado de México ya cuentan también catálo-gos Jilotepec, Sultepec y Texcoco.24 En el surdestacan las ciudades de Jalapa y Oaxaca.25

No obstante haberse logrado todos estosavances, todavía hay millares de escriturasnotariales por catalogar y se necesita contarcon instrumentos de consulta más completospara progresar en la investigación histórica. Ysi esto sucede con los archivos notariales queparecen estar de moda, piénsese en las ca-rencias que padecen otros archivos que nohan recibido tanta atención de los investiga-dores; así, en todos lados encontramos co-lecciones documentales sin catalogar y queademás se están deteriorando.

Ante esta problemática considero que comoparte de la amplia reflexión que se está dandoen torno a la historia y la cultura de nuestropaís a raíz de las celebraciones del año 2010para conmemorar el bicentenario de la In-dependencia y el centenario de la Revolu-ción, sería oportuno que también volviéramosla mirada hacia nuestros archivos históricos ynos preocupáramos del estado en que se en-cuentran. Éste podría ser un buen punto departida para que se destinaran más energías

19 Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, Índice y extrac-tos de los protocolos del Archivo de Notarías de México, 2 vols, México, El Colegio de México, 1945-1946.

20 El trabajo de catalogación que se hizo en el Claustro de Sor Juanacomprende documentos de los siglos XVI a XVIII y ha perma-necido inédito, pero se espera que muy pronto se termine deautomatizar y pueda ponerse al servicio de los investigadores enla sala de consulta del acervo.

21 Desde el año de 1984 El Colegio de México ha venido des-arrollando el proyecto de las Guías de Protocolos del ArchivoGeneral de Notarías de la ciudad de México, mediante las cua-les se puede acceder a mucha de la información que conservala documentación del siglo XIX. Una parte de éste ya puede serconsultada por medio de Internet.El Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, medianteel Seminario de Documentación e Historia Novohispana haelaborado el Catálogo de protocolos del Archivo General de No-tarías de la ciudad de México, que consta de cuatro discos com-pactos y que contiene los resúmenes de miles de escrituras,principalmente del siglo XVI.

22 El Archivo Histórico del Municipio de Colima, dentro de sucolección Pretextos, ha publicado el trabajo de Rosa María Al-varado Torres, Fondos del siglo XVIII, que comprende dos volú-menes: el primero va de 1703 a 1713 y el segundo de 1714 a1724; y el trabajo de José Miguel Romero de Solís, Protocolosde escribanos de la villa de Colima (siglo XVIII), también en dosvolúmenes. Israel Cabazos Garza ha elaborado cinco volúmenesdel Catálogo y síntesis de los protocolos del archivo municipal deMonterrey, que abarca toda la documentación que va de 1599a 1801, y que publicó el Ayuntamiento de Monterrey entre1986 y 1998. En Saltillo se cuenta con el Catálogo del FondoProtocolos publicado por el Archivo Municipal de Saltillo-R.Ayuntamiento en 1988, en dos tomos que abarcan de 1855 a1897. Y San Luis Potosí cuenta con el trabajo de Ricardo GarcíaLópez, Guía de protocolos de instrumentos públicos del siglo XVIII,que editó la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en1988; y del mismo autor, Guía de instrumentos públicos. 1705-1804, que publicó el Archivo Histórico del Estado en 1991.

23 Cayetano Reyes García, Índices y extractos de los protocolos de lanotaría de Cholula (1590-1600), México, INAH, 1973; RosauraHernández Rodríguez, Catálogo de documentos del siglo XVI delArchivo General del Estado de Tlaxcala, México, AGN, 1985, 3vols. Los trabajos en el Estado de México son: Catálogo de pro-tocolos de la notaría núm. I de Cuautitlán (1596-1826); Catá-logo de protocolos de la notaría núm. I de Jilotepec, vol. I (1696-1785), vol. II (1786-1808); Catálogo de protocolos de la notaríanúm. I de Sultepec (1656-1798); y el Catálogo de protocolos dela notaría núm. 1 de Texcoco, vol. I (1575-1617), vol. II (1617-1640), vol. III (1628-1644). Todos publicados por el ArchivoGeneral de Notarías y el Gobierno del Estado de México.

24 Para el caso de Jalapa, Gilberto Bermúdez Gorrochotegui haelaborado varios volúmenes del Índice del Archivo Notarial deJalapa, publicados por el H Ayuntamiento de Jalapa y la Uni-versidad Veracruzana entre 1991 y el año 2000, que permitenacceder a la información del siglo XVII; además se cuenta conel trabajo de Fernando Winfield Capitanine, Archivo Notarialde Xalapa, Índice General (1700-1800), Veracruz, Pensamientoy Palabra, 1998. Y en Oaxaca el trabajo Archivo Histórico deNotarías de Oaxaca, Catálogo de Notarías, México, ADABI, 2005(edición en CD).Entre los archivos mexicanos que ya ofrecen algunos serviciosde consulta en línea se cuentan: el Archivo General de la Nación,el Archivo Histórico del Distrito Federal, el Archivo Históricode la UNAM, el Archivo General del Estado de Yucatán, el Ar-chivo del Congreso del Estado de Sonora, el Archivo Munici-pal de Torreón y el Archivo del Agua. Fuente H-México,<http://www.h-mexico.unam.mx>

25 Henri Pirenne, “Una polémica histórica en Alemania”, en Con-trahistorias: La otra mirada de Clío (Corriente de los Annales),núm. 2, marzo-agosto de 2004, pp. 7-14.

Antonio López de Santa Anna, Carlos París,óleo sobre tela. Museo Nacional de Historia,Conaculta, INAH.

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Memoria de las Revoluciones en México

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y recursos al rescate de nuestras fuentes. Latarea no es fácil y requiere de la participaciónde varias instancias. Los historiadores pode-mos contribuir si planteamos proyectos co-lectivos de investigación que adicionalmenteincluyan la elaboración de catálogos y otrosinstrumentos de consulta que faciliten la in-vestigación, o si encauzamos a nuestros alum-nos para que los elaboren como parte de suservicio social o su trabajo de tesis; ademáspodemos ayudar a crear conciencia entre lasautoridades responsables de los archivos, enlos directivos de las instituciones de investi-gación y en general en la sociedad para quese les preste una mayor atención.

Qué mejor manera de conmemorar loscentenarios de la Independencia y la Revo-lución que poniendo al día nuestros archivospara que puedan estar a la altura de las nece-sidades que plantea la historiografía con-temporánea y aseguren la preservación de suacervo, que será el patrimonio de las futurasgeneraciones. En este sentido los avances tec-nológicos en materia de informática, que pocoa poco se han ido introduciendo en el mane-jo y rescate de la información que conservanlas fuentes documentales, están posibilitandola creación de poderosas herramientas de tra-bajo que además de facilitarnos el acceso asus datos multiplican las posibilidades deanálisis, de manera que gradualmente se estácambiando la fisonomía de los acervos quelas conservan y también las formas de hacerhistoria; así, cada vez vemos que más archivoscuentan con portales electrónicos en dondesus usuarios pueden buscar los documentosque requieren y consultar copias virtuales delos mismos desde la comodidad de su lugarde trabajo; asimismo cada vez sonmás los inves-tigadores que cambian las cajas con fichas detrabajo por bases de datos y hojas de cálculo.26

Finalmente he de llamar la atención sobreotro asunto que también está íntimamenterelacionado con el trabajo del historiador ysus fuentes documentales. Con la introduc-ción de otros enfoques teóricos y nuevos mé-todos de análisis, y con el aprovechamientode las posibilidades que ofrece la tecnologíainformática se han enriquecido nuestras po-sibilidades de estudio, pero se ha dejado delado un aspecto fundamental del oficio delhistoriador: el análisis crítico de sus fuentes.En muchas ocasiones se ha perdido objetivi-dad y se ha llegado a conclusiones aventu-radas, pues como decía Henri Pirenne: “Sinlas hipótesis y sin la síntesis la historia es me-ramente un pasatiempo de anticuarios; pero sinla crítica y la erudición esa misma historiadesbarra hacia los territorios de la fantasía”.27

El método crítico, que fuera perfecciona-do por los historiadores positivistas del sigloXIX para establecer la autenticidad y la credibi-lidad de las fuentes, pero que según sabemosya era utilizado desde la época del Renacimien-

to, y que a la par de la historiografía con-temporánea ha seguido evolucionando paraadaptarse a las nuevas circunstancias de la in-vestigación, nos ofrece la posibilidad de man-tener cierta objetividad en un tiempo en queel historiador tiende a desnaturalizar la do-cumentación histórica al apartarla de su fun-ción y su contexto originales para convertirlaen datos y series que llenan las lagunas demodelos establecidos de antemano, y por lotanto fácilmente corre el riesgo de perder devista la distancia que hay entre él mismo y eltestimonio histórico.

Ante esta problemática el método críticoestablece, por ejemplo, que la informaciónque arroja un documento se deriva del con-tenido del mismo, pero también de lo queéste es en sí, por lo que para desentrañar suverdadero significado se deben conocer conantelación las características y funciones dela institución que lo produjo, los procesosadministrativos a los que está asociado, y lasreglas o leyes a las que ha estado sujeto, to-mando siempre en consideración la distanciaentre lo ideal y la práctica. Este tipo de aná-lisis permite no sólo establecer la filiación dela información documental, sino enmarcarlaen su debido contexto histórico para impedirque el investigador la desvirtúe con su propiavisión.

Tomemos nuevamente como ejemplo elcaso de la documentación notarial, que aquíconviene aclarar que no sólo se encuentraen los archivos notariales —en los que seguardan los libros de protocolos donde losescribanos conservaban la matriz de cada do-cumento que elaboraban—, pues las escritu-ras originales que el escribano entregó a losinteresados y los traslados o copias posterio-res que se hicieron de ellas están disemina-dos dentro de muchos otros acervos, y asínos las encontramos formando parte de losarchivos de las personas y las institucionesque las suscribieron, o integrando la docu-mentación probatoria que se presenta en losprocesos que pasan ante los tribunales; ade-más de que también forman parte de ellacientos de formularios y compendios de es-crituras manuscritos que han logrado sobre-vivir hasta nuestro días.28

Independientemente de dónde o cómo laencontremos, se evitaría un cúmulo de erro-res y suposiciones aventuradas y sin funda-mento si los investigadores que decidenincursionar en el universo de la documenta-ción notarial se preocuparan un poco máspor conocer cómo se genera una escritura,cuál es su estructura diplomática, qué papeldesempeñan los actores que intervienen enlos actos, y cuál es el marco legal que hay de-trás de cada documento. En mi trabajo comosinodal en tesis de grado, dictaminadora depublicaciones, o simple lectora de libros y ar-tículos, he podido observar que con frecuen-

cia los estudiosos muestran cierto despreciopor la fuente notarial al recoger su informa-ción, sin preocuparse de conocer su trasfon-do jurídico, lo que ocasiona que por ejemplose atribuyan a la iniciativa particular de losindividuos ciertas acciones que en realidadestán condicionadas y reguladas por las leyes,o que por el contrario, debido a este mismodesconocimiento se pasen por alto compor-tamientos únicos o novedosos.

No se le pide a los investigadores que sevuelvan eruditos en derecho notarial y civil,pero sí que al plantear un proyecto de inves-tigación sobre determinada documentaciónrevisen algunos manuales de historia del de-recho y otras obras jurídicas que les permitanfamiliarizarse con su funcionamiento en gene-ral y con los temas de su interés en particular.Este análisis se verá doblemente recompen-sado, pues por un lado el investigador estarámejor capacitado para establecer el valor, larepresentatividad y la coherencia de su in-formación respecto a su objeto de estudio y alenfoque o las hipótesis de su investigación, ypor otro lado, la inclusión de la perspectivalegal inherente al documento notarial enri-quecerá, como ya dijimos, sus posibilidadesde análisis y le brindará la posibilidad de ob-tener un mayor provecho de la información.29

26 Estos compendios o formularios constituían una de las princi-pales herramientas de trabajo del escribano, pues en ellos se co-piaban modelos tanto de las escrituras más utilizadas como delas que presentaban mayor dificultad, acompañándolos con frecuencia de anotaciones sobre las leyes vigentes en ese tipo deasuntos o sobre los usos y costumbres de la región.

27 La mayor parte de las ideas vertidas en este artículo provienende las siguientes obras: Michel de Certeau, La escritura de la his-toria, México, Universidad Iberoamericana, 1985, pp. 92-109;Enrique Florescano, El nuevo pasado mexicano,México, Edito-rial Cal y Arena, 1991, pp. 11-12; Francois Furet, “Lo cuanti-tativo en historia”, en Jacques Le Goff y Pierre Nora (comps.),Hacer historia, Barcelona, Editorial Laia, 1984, vol. I, pp. 55-73; y Luis González, El oficio de historiar, México, El Colegiode Michoacán, 1988, pp. 113-133.

Testamento de Antonio López de Santa Anna, 1874,Notaría 551, vol. 3749. AHAGN.Doble página siguiente: Benito Juárez, José Escudero yEspronceda, óleo sobre tela, 1870. Palacio Nacionaly Testamento de Don Benito Juárez, José Villela, 1873.vol. 4955. AHAGN.Página final: Portada de libro de protocolos deFrancisco de la Cerda Moran, 1753-1760. AHAGN.

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