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  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

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    El Viejo Topo / 43

    Desacreditado ya el concepto de desarrollo sostenible, su

    lugar ha sido ocupado en el imaginario de buena parte del

    movimiento ecologista, de los restos del movimiento antiglo-

    balizacin e incluso en sectores de la izquierda poltica por

    el de decrecimiento. Una palabra mgica, un eslogan pode-

    roso, un ariete contra la idea del crecimiento ilimitado toda-

    va vigente en las sociedades occidentales. Un concepto que

    atrae a los jvenes que pululan por los movimientos.

    Tambin un concepto que tiene detractores, que le re-

    prochan no ser ms que una artimaa para cambiar algunas

    cosas sin que en realidad cambie nada, al menos nada sus-

    tancial.

    DECRECIMIENTOUn debate abierto

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Dossier coordinado por Patrick Eser

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

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    Sea como fuere, hay que convenir al menos en que el diag-nstico que se hace desde el decrecimiento y no slo desde

    l es acertado: el mundo no puede seguir as. No es posible

    seguir destruyendo el planeta como impunemente lo esta-

    mos haciendo: pagaremos un precio muy alto, nosotros y so-

    bre todo las generaciones que nos sigan. Hasta ah, todos de

    acuerdo; el problema empieza cuando se trata de proponer

    cundo y cmo se decrece, y en qu marco se hace.

    Segn los decrecentistas el reto estara en vivir mejor con

    menos. Pero que formas de vida bastante snob, como el slow

    food un contraconcepto gastronmico contra el fast-food

    entre produccin regional y ecolgica y cocina Gault-Millau

    puedan adherirse a este lema muestra muy bien la vaguedad

    del imaginario del decrecimiento.

    Los defensores del decrecimiento argumentan, entre otras

    muchas cosas, que para evitar las crisis que podran derivar-

    se del crecimiento negativo y para conseguir que nadie fuera

    excluido, el proceso de decrecimiento debe combinar simul-

    tneamente una reduccin del consumo, una reduccin de

    la produccin y el reparto del trabajo (y no slo de ste). Sus

    detractores preguntan cmo puede hacerse eso sin salir del

    sistema y sin que se produzca una debacle econmica que

    arrastre a la mayor parte de la poblacin a la pobreza.

    Los defensores del decrecimiento creen que de todas for-

    mas, por las buenas o por las malas, llegar un momento

    que a Occidente no le quedar otro remedio que decrecer.

    Sus detractores creen que para ese viaje no haca falta

    alforja alguna (y aqu nos referimos, obviamente, a los que

    critican el decrecimiento desde un planteamiento de sali-

    da necesaria del capitalismo).Algunos defensores del decrecimiento creen que este pue-

    de implantarse suavemente, flexiblemente, alcanzando un

    consenso con los poderes fcticos. Pero otros creen que esa

    es una idea ingenua, y que el capitalismo lleva en su esencia

    la idea de un necesario desarrollo perpetuo, exigencia im-

    prescindible del modo de acumulacin capitalista.

    El debate, por tanto, est abierto.

    Slo en este 2009, se han publicado ya en Espaa al menos

    cuatro libros sobre el tema: de Serge Latouche, Decrecimien-

    to y Posdesarrollo. El pensamiento creativo contra la econo-

    ma del absurdo (en El Viejo Topo) yPequeo tratado del de-

    crecimiento sereno (Icaria). De Nicolas Ridoux,Menos es ms.

    Introduccin a la filosofa del decrecimiento (Los libros del

    Lince). De Carlos Taibo, En defensa del decrecimiento: sobre

    capitalismo, crisis y barbarie(Catarata). Probablemente en

    los meses prximos aparecern algunos ms. Existen ade-

    ms, distintas redes sociales consagradas a difundir las teo-

    ras decrecentistas, redes que se incrustan en los movi-

    mientos sociales alternativos y que tienen un gran poder de

    atraccin entre los jvenes movimentistas.

    Para debatir sobre esta idea, novedosa para algunos y algo

    menos para otros, El Viejo Topo ha reunido a ocho personas:

    Carlos Taibo, Joaqun Sempere, Miguel Amors, Anselm

    Jappe, Miren Etxezarreta, Jorge Reichmann, Jose Iglesias y

    Giorgio Mosangini. Los ocho abordan la cuestin desde pun-

    tos de vista bien diferenciados, cuando no claramente

    opuestos, demostrando en sus intervenciones que se trata

    de un debate vivo y, por encima de todo, necesario

    44 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

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    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el

    decrecimiento?

    Las razones son fundamentalmente dos. La primera remi-

    te a una cuestin emprica insoslayable: vivimos en un pla-

    neta de recursos limitados, y eso hace que nos veamos en laobligacin de descartar cualquier horizonte de crecimiento

    sin lmites. Est claro, por lo dems, que hemos dejado atrs

    las posibilidades medioambientales y de recursos que la

    Tierra nos ofrece, y que eso configura un legado dramtico

    para las generaciones venideras. Por si poco fuera todo lo

    anterior, ya sabemos que el crecimiento no genera cohesin

    social, provoca agresiones medioambientales a menudo

    irreversibles, facilita el agotamiento de recursos y permite

    que se asiente entre nosotros un modo de vida literalmente

    esclavo.

    La segunda razn nos recuerda que en un momento de

    crisis como el actual, en el que la incertidumbre y la zozobrase extienden por todas partes, cada vez es ms necesario

    procurar respuestas que abran otros horizontes. Y la del

    decrecimiento es sin duda, en el Norte opulento, una de ellas.

    No slo por lo que nos dice en s misma, sino tambin por lo

    que implica en materia de reorganizacin de nuestras socie-

    dades sobre la base de reglas distintas entre las que se en-

    cuentran la redistribucin de los recursos, la primaca de la

    vida social, el ocio creativo, el reparto del trabajo, la reduc-

    cin del tamao de muchas infraestructuras, el relieve cada

    vez mayor que debemos otorgar a lo local frente a lo global

    o, en fin, la sobriedad y la simplicidad voluntaria.

    Cmo se sita usted en los debates actuales?

    Defiendo con rotundidad un programa de decrecimiento

    que, asentado en reglas como las que acabo de mencionar, es

    formal y materialmente anticapitalista. Aunque entiendo,

    por lo dems, que la palabra decrecimiento arrastra proble-mas, me parece que en el estadio actual tiene una virtud na-

    da despreciable: la de configurar un genuino aldabonazo,

    que en su radicalidad contestataria pone delante de nuestros

    ojos la inmundicia y los mitos que rodean al crecimiento que

    nos venden por todas partes.

    Al margen de lo anterior, creo que el mejor indicador de

    que la palabra decrecimiento es la ms adecuada para retra-

    tar lo que defendemos la aporta el hecho de que no suscita,

    en la calle y en los movimientos de base, esa impresin nega-

    tiva que algunas personas, legtimamente, le atribuyen. An-

    tes al contrario, una de las sorpresas agradables de los lti-

    El Viejo Topo / 45

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Carlos

    TAIBOEntrevista

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    mos meses es el hecho de que el proyecto correspondienteno slo es defendido, entre nosotros, desde el ecologismo ra-

    dical y el mundo libertario: a l empiezan a sumarse sectores

    de lo que llamar, con imperdonable ligereza, la izquierda

    tradicional, esto es, y para entendernos, el mundo de los par-

    tidos comunistas. Me parece, en fin, muy llamativo que el

    proyecto del decrecimiento empiece a suscitar atencin en

    determinados circuitos que se mueven en pases del Sur, y

    singularmente, hasta donde llega mi conocimiento, en Am-

    rica Latina.

    Cmo y en qu sentido supera la crtica decrecimentista

    la crtica clsica-marxista de la acumulacin del capital ysus efectos?

    Prefiero darle a la pregunta un sentido general, y subrayar

    que es evidente que muchas de las formulaciones cannicas

    de Marx se ven hoy lastradas por un hecho principal: Marx

    apenas fue consciente de un problema que antes mencion,

    como es el de los lmites medioambientales y de recursos del

    planeta.

    Por decirlo de otra manera: hoy Marx no escribira El Ca-

    pitalen los mismos trminos en los que lo hizo en la segun-

    da mitad del siglo XIX.

    Pero, y ojo, conviene subrayar cuantas veces sea preciso

    que la necesidad, insorteable, de sealar carencias evidentesen la obra de un Marx a menudo embaucado por pulsiones

    productivistas y desarrollistas no puede conducir a una con-

    clusin tan comn como lamentable: la de que hay que tirar

    por la borda toda la obra de aqul. No sera razonable, en

    otras palabras, prescindir de la crtica marxiana del trabajo

    asalariado y de la mercanca, de la explotacin y del propio

    capitalismo, que a mi entender se mantiene perfectamente

    viva. Nuestra tarea, hoy, consiste en avanzar en una contes-

    tacin del capitalismo que otorgue el mismo relieve a su di-

    mensin de injusticia y a su condicin de sistema perma-

    nentemente agresivo con la naturaleza.

    El sujeto del cambio que propone el decrecimiento es el

    consumidor? Cree que es posible, incluso a medio plazo,

    conseguir en esta sociedad occidental el cambio necesario

    de la vida cotidiana y del modo de consumo?

    Es el consumidor, pero es tambin el productor. En cual-

    quier caso, ste es acaso nuestro problema principal: cmo

    conseguir que una parte significativa de la ciudadana cues-

    tione abiertamente el imaginario del crecimiento en la pro-

    duccin y en el consumo. No creo, sin embargo, que la tarea

    sea inabordable. A mi entender cada vez son ms evidentes

    los signos de que el crecimiento econmico tiene, en las so-

    ciedades opulentas, poco o nada que ver con la felicidad delas gentes. No slo eso: la crisis en curso, aunque bien puede

    servir de estmulo para ambiciosas e inmorales operaciones

    de amedrentamiento de la ciudadana, abre ventanas intere-

    santes en la medida en que coloca delante de los ojos mu-

    chos de los elementos de sinrazn de los sistemas que pade-

    cemos.

    Por todo ello confo en que, adems de los efectos de la re-

    flexin y la accin de movimientos que apuesten por el

    decrecimiento, asistamos incipientemente a la manifesta-

    cin de conductas que, no necesariamente ideologizadas ni

    particularmente conscientes, reflejen el peso de una reac-

    cin espontnea ante esa sinrazn de la que hablaba.

    El ecologismo no es un fenmeno nuevo dentro del

    mundo tardo-capitalista. Pero puede hablarse de un fraca-

    so de los movimientos ecologistas ms significativos, tras su

    normalizacin institucional y la prdida de impulsos cr-

    ticos (como se puede ver en la historia del partido de los

    verdes / Die Gruenen en Alemania)?

    Debe hablarse, s, de una integracin en el sistema de una

    parte de los viejos movimientos ecologistas, y en singular de

    la mayora de los que confluyeron en los partidos verdes. La

    razn principal al respecto ha sido, a mi entender, el general

    designio de dejar de lado la contestacin efectiva del capita-lismo. As las cosas, la actividad de la mayora de esos parti-

    dos era difcil de entender: contestaban muchas de las agre-

    siones contra el medio sin contestar en paralelo el sistema

    que las promova.

    Es lcito preguntarse, con todo, si la propuesta del decre-

    cimiento no puede seguir un camino paralelo y asumir una

    lamentable absorcin en la lgica del capitalismo. Sospecho

    que en este caso esa integracin es mucho ms difcil. Si,

    por un lado, el capitalismo a duras penas puede resistir un

    horizonte que no implique, al menos en intencin, el creci-

    miento permanente en la produccin y en el consumo, por

    el otro estoy cada vez ms convencido de que nos hallamosante una crisis que inevitablemente confirmar lo que por

    momentos se nos hace evidente: el capitalismo no est en

    condiciones de dar respuesta a ninguno de nuestros proble-

    mas principales. Aunque, hablando en propiedad, hoy no

    parece en disposicin de resolver, siquiera, sus propios pro-

    blemas.

    Carlos Taibo es profesor de Ciencia poltica y de la

    Administracin en la Universidad Autnoma de Madrid. Este

    ao ha publicado el libro En defensa del decrecimiento en

    Libros de la Catarata.

    46 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

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    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el de-

    crecimiento?

    Decrecimiento es un buen eslogan, ms radical que de-

    tener el crecimiento o crecimiento cero, y por eso mismoms provocativo. Por este rasgo, resulta un buen bandern de

    enganche para muchas personas y movimientos que desde

    hace aos, por no decir decenios, vienen criticando una

    sociedad ecolgicamente inviable a medio plazo y, no diga-

    mos, a largo plazo; y a la vez para jvenes que descubren por

    primera vez que se les ha escamoteado el futuro. De momen-

    to, que yo sepa, no aporta mucha cosa nueva. Se habla de

    decrecimiento para plantear crticas, propuestas y alternati-

    vas que ya estaban formuladas. Pero, repito, tiene el valor de

    la provocacin, y esto es bueno en un contexto social en que

    un nmero creciente de personas sospecha que la crisis eco-

    lgica va en serio, pero nadie se decide a moverse de las ruti-nas de siempre y actuar vigorosamente para cambiar el curso

    de las cosas. En realidad, muchos (sobre todo entre los pen-

    sadores y entre quienes toman las grandes decisiones econ-

    micas y polticas) estn convencidos de que vivimos en el

    mejor de los mundos posibles, que el crecimiento econmi-

    co indefinido es posible y que la mejor apuesta de futuro es

    ms de lo mismo. Vase, como muestra, de qu manera los

    amos del mundo responden ante la actual crisis financiera.

    Entre los ms jvenes, que tal vez descubren ahora la crisis

    ecolgica, el eslogan decrecimiento est siendo un estmu-

    lo para vincularse con una entera galaxia de resistentes y

    opositores al sistema socioeconmico que viene de lejos, y

    tambin un estmulo para reflexionar y pasar a la accin. De

    momento son acciones muy modestas, muy particulares y

    locales, de cambio en la vida cotidiana. En s mismo, estotiene ya un enorme valor, aunque para una mentalidad es-

    trechamente politicista no lo parezca. Pero estos jvenes no

    se limitan a hacer: tambin reflexionan y organizan debates.

    Y as se socializan en un pensamiento alternativo que, de en-

    trada, tiene un valor especfico renovador: la conviccin de

    que no basta con proclamar las ideas, sino que hay que vivir

    de acuerdo con ellas. No sabemos si esta conviccin se va a

    mantener, pero es un buen comienzo para renovar la tan

    maltrecha poltica de izquierdas.

    Como ve en este contexto las perspectivas de esta reno-

    vacin de la vieja izquierda? Se trata de proyectos dife-rentes o o cree que podran converger?

    La vieja izquierda debera no slo aliarse con lo verde, o

    por lo menos con la izquierda verde, sino elaborar un pro-

    yecto o unas lneas programticas comunes. Sin esta conver-

    gencia, la vieja izquierda corre el riesgo de quedarse reduci-

    da a defender unos estrechos intereses corporativos de una

    parte de los trabajadores de Occidente y condenarse a no

    jugar ningn papel en el futuro. Por su parte, los verdes, si no

    se vinculan a las viejas tradiciones emancipatorias de raz

    obrerista, pueden irse convirtiendo en la conciencia ecolgi-

    ca del actual sistema de poder. El riesgo de esta deriva es tan

    El Viejo Topo / 47

    Joaqun SempereEntrevista

    DOSSIER DECRECIMIENTO

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    grande que ya se ha producido descaradamente en muchoslugares donde los verdes han tocado poder de Estado. La inte-

    gracin poltica en el sistema ha sido ms fulminante en el caso

    de los verdes que en la socialdemocracia en su momento, tal vez

    porque la historia hoy va ms deprisa. Un ecologismo que no se

    proponga desafiar seriamente el capitalismo est condenado a

    la inoperancia desde el propio punto de vista ecologista, porque

    lo que provoca la crisis ambiental es un sistema de acumula-

    cin indefinida e irrefrenable de capital. De momento, el hecho

    de que en el Parlamento europeo haya un grupo rojo y otro

    verde muestra que esa convergencia de programa o de pro-

    yecto no est a la orden del da. Es una autntica desgracia. Cla-

    ro que las dificultades son inmensas. Cmo decirle a los traba-jadores asalariados, ya amenazados por la precariedad y el paro,

    que habr que apretarse el cinturn porque la biosfera no da

    para ms? Cmo decirles a cientos de millones de adictos al

    consumo superfluo que los pobres del Sur tambin tienen dere-

    cho a vivir, y que habra que apretujarse aqu un poco para que

    ellos puedan comer y lavarse cada da en condiciones acep-

    tables? Pero siendo cierto que hay dificultades, hay que ser

    valientes y ponerse a imaginar un lenguaje, una filosofa de la

    vida y unas prioridades que puedan ser asumidas por amplios

    sectores. Las poblaciones occidentales tal vez no estn total-

    mente corrompidas todava por el dinero y las comodidades. En

    todo caso, hay que apostar por una respuesta radical y a la vezinteligible y aceptable para la gente corriente. La derecha lo

    tiene ms fcil. El berlusconismo y sus distintas variantes euro-

    peas agitan el espantajo de la inmigracin ante unas pobla-

    ciones despolitizadas y adictas al consumismo, y por eso mismo

    vulnerables ante un mundo inhspito e injusto que no com-

    prenden. Y al no comprender, se echan en brazos de cualquiera

    que parezca desafiar las reglas de una poltica supuestamente

    democrtica que provoca la nusea. Esa derecha xenfoba y

    racista no tiene que devanarse mucho los sesos. Le bastan unos

    cuantos improperios, vulgaridades y hasta obscenidades para

    desencadenar el aplauso de multitudes inesperadas y el lincha-

    miento de los dbiles de afuera por parte de una turba deindeseables. Mi postura es que se necesita la mencionada con-

    vergencia, de fondo y no ocasional, entre rojos y verdes para

    pensar una alternativa radical y formular propuestas en la

    buena direccin. De momento, hay que detener a toda costa la

    xenofobia antipoltica de esa extrema derecha cada vez ms

    descarada y agresiva. Y si no lo hacemos cuando el sistema ha

    mostrado su debilidad y su impudicia tan a las claras, cundo

    lo haremos? Por favor, no desaprovechemos esta ocasin!

    Pero cul es el verdadero obstculo para una conver-

    gencia de corrientes crticas rojas y verdes? Slo los me-

    canismos del sistema parlamentario?En general los doctrinarismos, sectarismos y personalis-

    mos. Es una vieja historia presente desde siempre en los mo-

    vimientos obreristas, que se reproduce en el ecologismo. Hay

    otros obstculos, numerosos, como la incapacidad o falta de

    voluntad para elaborar conjuntamente estrategias polticas

    que renan las aspiraciones sociales y las ambientales en un

    proyecto a la vez abierto y unitario. Hay grupos capaces de

    ligarse a movimientos sociales, y otros que hacen su propia

    guerra sin contar con los dems. El movimiento alterglo-

    balizador es interesante porque ha conseguido unos niveles

    considerables de coordinacin, unidad y respeto por todas

    las opciones. Se dice que es inoperante por su extrema varie-dad interna, pero en estos momentos va por buen camino.

    Tal vez sea la plataforma existente con ms potencialidades.

    Le falta, por supuesto, coherencia en las aspiraciones y en los

    mtodos de trabajo, pero materializa, aunque sea de manera

    frgil e insegura, una unidad antisistema que es la clave para

    lograr algo. El sistema parlamentario es un obstculo porque

    son muchos los que quieren estar los primeros en las listas

    electorales. Pero lo peor no es la ambicin personal y los in-

    tereses personales de quienes se profesionalizan como po-

    lticos, sino su incapacidad para vincularse con la gente de la

    calle y con los movimientos existentes en la sociedad civil de

    los distintos pases. La experiencia muestra que es difcilprescindir de la profesionalizacin. A lo mejor la solucin

    sera establecer unas reglas muy prescriptivas sobre las res-

    ponsabilidades y los deberes de los representantes electos

    respecto de sus electores y la sociedad civil de sus pases.

    No ve ah un rechazo a afrontar problemas sociales ac-

    tuales y que estn quemando, como la supresin de dere-

    chos sociales, por ejemplo en el mundo del trabajo?

    Yo no dira tanto. Ms que rechazo hay debilidad (por falta

    de una base movilizada) y falta de audacia e imaginacin.

    Todos defienden de palabra los derechos sociales, y en el

    Parlamento europeo se rechaz la directiva de las 65 horas.Pero han interiorizado la derrota ms all de lo razonable. Ni

    unos ni otros saben aprovechar la crisis actual porque se

    sienten an derrotados e impotentes. Supongo que bastan-

    tes dan prioridad a su pervivencia en sus cargos por encima

    de la misin que se supone que les corresponde cumplir.

    Joaqun Sempere es profesor de Sociologa en la Universidad

    de Barcelona. Recientemente ha publicado el libroMejor

    con menos: necesidades, explosin consumista

    y crisis ecolgica (Ed. Crtica).

    48 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

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    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el de-

    crecimiento?

    Decir boom es excesivo. En parte obedece a un rasgo tpi-

    co de la sociedad de masas como es la moda. Pero profundi-

    zando ms diramos que la ideologa del decrecimiento llega

    tras el fracaso de la ideologa precedente, la alterglobaliza-

    cin y a la falacia evidente de su fundamento econmico, el

    desarrollo sostenible. El deterioro del planeta y la descom-posicin de la clase media ha sido tan contundente que los

    seudomovimientos apoyados en ella no pueden conformarse

    con una simple reconversin ecologista de la produccin ca-

    pitalista y reclaman la proteccin de la economa marginal

    gracias a la cual sobrevive el sector de la poblacin excluido

    del mercado.

    En qu medida la alterglobalizacin era un seudomovi-

    miento de las clases medias? Puede precisar este aspecto so-

    cioestructural tambin respecto al decrecimiento?

    Yo precisara de las clases medias en descomposicin. La

    alterglobalizacin fue la primera respuesta de algunos sectoresperdedores ante la mundializacin de la economa: la buro-

    cracia sindical y poltica, los intelectuales orgnicos, los estu-

    diantes, los funcionarios, los profesionales, los cuadros medios,

    los pueblerinos ilustrados de las plataformas, etc. Una especie

    de lumpenburguesa, partidaria del retorno a las condiciones

    capitalistas de la postguerra mediante el refuerzo del Estado.

    Digo seudomovimiento porque jams los alterglobalizadores

    quisieron moverse, a no ser contra las minoras que practica-

    ban la violencia contra los edificios institucionales y las sedes

    empresariales o financieras. Como buenos ciudadanos que

    van a votar y respetan el statu quo solamente pretendan dia-

    logar para convencer a los dirigentes polticos e industriales

    del Norte de las bondades de sus propuestas, muchas de las

    cuales podamos leer en Le Monde Diplomatique. En los lti-

    mos diez aos, los avances de la globalizacin han sido tan

    feroces, sus efectos sobre el territorio tan tremendos y el des-

    clasamiento tan acentuado, que los restos de esos seudomovi-

    mientos se han visto obligados a asirse a ideologas ms ela-boradas como la del decrecimiento, pero las tcticas y las

    intenciones son las mismas. No por casualidad Le Monde Di-

    plomatiquese ha pasado a esa moda.

    Cree que a la diagnosis del cambio necesario que postula

    el decrecimiento le falta la radicalidad poltica que implica

    una conflictividad social y de clase?

    Ahora que hay decrecimiento, o recesin (en terminologa

    capitalista), si nos atenemos a lo que dice el idelogo ms

    conspicuo en estas tierras, el profesor Martnez Alier, en reali-

    dad se tratara solamente de integrar el coste de la degrada-

    El Viejo Topo / 49

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Miguel

    AmorsEntrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    8/17

    cin ambiental en el precio final de las mercancas; ese sera elprincipal cambio, un rgimen econmico que l mismo bauti-

    za como keynesianismo verde. Para esto no se necesitan

    radicalismos, ni mucho menos conflictos, sino buenas relacio-

    nes institucionales y sobre todo, un poderoso aparato estatal

    que aplique un new deal ecolgista. Los decrecentistas son

    enemigos de la radicalizacin de las luchas antidesarrollistas y

    en defensa del territorio, cuando no ajenos a ellas, puesto que

    quieren ser recibidos en los despachos del poder. Sus bue-

    nas intenciones son esas.

    No piensa que desde el discurso decrecentista podra nu-

    trirse una praxis capaz de enfrentarse seriamente al sistemaproductivo actual? De dnde pueden surgir estmulos para

    esta necesaria radicalizacin de los debates y luchas antide-

    sarrollistas?

    Yo sealara las luchas en defensa del territorio como las

    que mayores posibilidades tienen de plantear la cuestin so-

    cial en los trminos ms verdicos y actuales, es decir, comocuestin que engloba todos los aspectos de la vida, siendo el

    entorno lo central. Pero los conflictos territoriales provocados

    por el desarrollismo (por el crecimiento) han de dejar toda la

    basura de la nueva cultura del territorio y del no en mi patio

    trasero y aceptar de una vez por todas el hecho de que es

    imposible una frmula que compatibilice la integridad terri-

    torial, la vida sin apremios mercantilistas y el capitalismo ms

    o menos regulado por el Estado. Nada puede preservar el terri-

    torio y garantizar una vida libre si ste no escapa a la econo-

    ma, si no sale del mercado. Si sus habitantes no acaban con el

    sistema capitalista. Toda la lucha antidesarrollista, la autnti-

    ca lucha de clases moderna, ha de afrontarse desde esa pers-pectiva.

    Miguel Amors es historiador y un analista social no acadmico.

    Entre otros libros, es autor de Durruti en el laberinto (Virus editorial)

    50 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    9/17

    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el

    decrecimiento?

    En realidad, la parte del pblico que actualmente es sensi-

    ble al discurso del decrecimiento es an bastante restringido.

    Sin embargo, esta parte est creciendo. Ello refleja una toma

    de conciencia frente a los desarrollos ms importantes de los

    ltimos decenios: sobre todo la evidencia que el desarrollo del

    capitalismo nos arrastra hacia una catstrofe ecolgica y que

    no sern unos nuevos filtros o unos coches menos contami-

    nante los que resolvern el problema. Hay un recelo difuso

    incluso respecto a la idea de que un desarrollo econmico per-

    petuo sea deseable y al mismo tiempo una insatisfaccin con

    las crticas al capitalismo que reprochan esencialmente su dis-

    tribucin injusta de la riqueza o solamente sus excesos, como

    las guerras y las violaciones de los derechos humanos. El

    inters por el concepto de decrecimiento traduce la impresin

    creciente de que es toda la direccin del viaje emprendido por

    nuestra sociedad la que es falsa, por lo menos desde hace unos

    decenios. Y que estamos ante una crisis de civilizacin, de

    todos su valores, tambin en el nivel de la vida cotidiana (culto

    al consumo, la rapidez, la tecnologa etc.).

    Hemos entrado en una crisis que es econmica, ecolgica y

    energtica al mismo tiempo y el discurso sobre el decreci-

    miento considera todos estos factores en su interaccin en vez

    de querer reactivar el crecimiento con tecnologas verdes,

    como lo hace una parte del ecologismo, o de proponer una

    gestin diferente de la sociedad industrial, como lo hace una

    parte de la crtica heredera del marxismo.

    El decrecimiento gusta tambin porque propone modelos de

    comportamiento individual que se pueden empezar a practi-

    car hoy y aqu, pero sin limitarse a ellos, y porque redescubre

    virtudes esenciales como la convivialidad, la generosidad la

    sencillez voluntaria y la donacin. Pero atrae igualmente por

    su rostro amable, que hace creer que se puede alcanzar un

    cambio radical con un consenso generalizado, sin atravesar

    antagonismos y evitando fuertes enfrentamientos. Se trata de

    un reformismo que se quiere autnticamente radical.

    Cmo se sita usted en relacin con los debates decrecen-

    tistas? Le convencen sus anlisis y propuestas?

    El pensamiento del decrecimiento tiene sin duda el mrito

    de querer romper con el productivismo y el economicismo

    que constituyeron durante mucho tiempo el fondo comn de

    la sociedad burguesayde su crtica marxista.

    La crtica profunda del modo de vida capitalista parece

    estar, en general, ms presente en los decrecentistas que, por

    ejemplo, en los partidarios del neo-obrerismo, que continan

    creyendo que el desarrollo de las fuerzas productivas (particu-

    larmente en su forma informtica) conducir a la emancipa-

    cin social. Los decrecentistas intentan descubrir elementos

    de una sociedad mejor en la vida de hoy a menudo proce-

    dentes de la herencia de sociedades precapitalistas, como la

    actitud frente a la donacin. Pues no corren el riesgo, como

    otros, de apostar por perseguir la descomposicin de todas las

    formas de vida tradicionales y la barbarie que supuestamente

    prepare un renacimiento milagroso (como por ejemplo la re-

    El Viejo Topo / 51

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Anselm JappeEntrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    10/17

    vista Tiqqun y sus sucesores en Francia).El problema es quelos tericos del decrecimiento se pierden en vaguedades en lo

    que concierne a las causasde la dinmica del crecimiento.

    En su crtica de la economa poltica, Marx ya ha mostrado que

    la sustitucin de la fuerza de trabajo humano por el empleo de

    la tecnologa reduce el valor representado en la mercanca,

    lo que empuja al capitalismo a aumentar permanentemente la

    produccin. Son las categoras bsicas del capitalismo el tra-

    bajo en abstracto, el valor, la mercanca, el dinero, que no per-

    tenecen en absoluto a todo modo de produccin, sino nica-

    mente al capitalismo las que engendran su ciego dinamismo.

    Mas all del limite externo, constituido por el agotamiento de

    los recursos, el sistema capitalista contiene desde su inicio unlmite interno: la obligacin de reducir a causa de la compe-

    tencia el trabajo vivo que constituye al mismo tiempo la

    nica fuente del valor. Desde hace unos decenios este lmite

    parece haber sido alcanzado y la produccin del valor real

    fue ampliamente sustituido por su simulacin en la esfera

    financiera. Adems, los lmites externo e interno empezaban a

    aparecer a plena luz en el mismo momento: alrededor de

    1970. La obligacin de crecer es pues consustancial con el ca-

    pitalismo. El capitalismo solamente puede existir como huida

    hacia delante y como crecimiento material perpetuo para

    compensar la disminucin del valor. As, un decrecimiento

    verdadero solamente es posible a costa de una ruptura totalcon la produccin de mercancas y del dinero. Pero los decre-

    centistas retroceden generalmente ante esta consecuencia

    que les puede parecer demasiado utpica. Algunos se han

    adscrito al eslogan: salir de la economa. Pero la mayora per-

    manece en el marco de una ciencia econmica alternativa y

    parece creer que la tirana del crecimiento es solamente una

    especie de malentendido que se podra atacar sistemtica-

    mente a fuerza de coloquios cientficos que discuten sobre la

    mejor manera de calcular el PIB.

    Muchos decrecentistas caen en la trampa de la poltica tra-

    dicional y quieren participar en las elecciones o entregan car-

    tas firmadas dirigidas a parlamentarios. A veces incluso es elsuyo un discurso un poco snob, con el que los ricos burgue-

    ses aplacan su sentimiento de culpa recuperando ostensible-

    mente las verduras desechadas al cierre del mercado. Y si la

    voluntad de eludir la divisin entre izquierda y derecha puede

    parecer inevitable, hay que preguntarse por qu la Nueva

    Derecha ha mostrado inters por el decrecimiento, as como

    preguntarse por el riesgo de caer en una apologa acrtica de

    sociedades tradicionales en el Sur del mundo.

    En pocas palabras, dira que el discurso de los decrecentis-

    tas me parece ms prometedor que muchas otras formas de la

    crtica social contempornea, pero an queda mucho que de-

    sarrollar y sobre todo deben perder sus ilusiones sobre la posi-bilidad de domesticar a la bestia capitalista slo con buena

    voluntad.

    Ha mencionado unos puntos dbiles y otros positivos en la

    teora del decrecimiento. Pero, no testimonia el eslogan sa-

    lir de la economa una cierta ignorancia de la dificultad de

    crear islotes de decrecimiento en el capitalismo? Otras for-

    mas de la crtica social contempornea saben de los procesos

    contradictorios dentro de las sociedades capitalistas y de la

    importancia de las luchas sociales, un aspecto que parece

    subvalorado en el discurso decrecentista. Lo cree as?

    Hay una cierta necedad en creer que el decrecimiento po-dra convertirse en la poltica oficial de la Comisin Europea o

    algo parecido. Un capitalismo decreciente sera una contra-

    diccin en los trminos, tan imposible como un capitalismo

    ecolgico. Si el decrecimiento no quiere reducirse a acompa-

    ar y justificar el creciente empobrecimiento de la sociedad

    y este riesgo es real: una retrica de la frugalidad podra dorar

    la pldora a los nuevos pobres (que pueden llegar a tener que

    hurgar en el cubo de la basura) y transformar lo que es una

    imposicin en una apariencia de eleccin, tiene que prepa-

    rarse para los enfrentamientos y los antagonismos. Pero estos

    antagonismos no coinciden ya con los tradicionales, consti-

    tuidos por la lucha de clases. Una superacin necesaria delparadigma productivista y de los modos de vida correspon-

    dientes encontrar resistencia en todos los sectores sociales.

    Una parte de las luchas sociales actuales, en todo el mundo,

    es esencialmente la lucha por el acceso a la riqueza capitalis-

    ta, sin cuestionar el carcter de esta supuesta riqueza. Un tra-

    bajador chino o indio tiene mil razones para reivindicar un

    mejor salario, pero si lo recibe se comprar probablemente un

    coche y contribuir as al crecimiento y a sus consecuencias

    nefastas en los terrenos ecolgico y social. Esperemos que las

    luchas para mejorar la situacin de los explotados y de los

    oprimidos se desarrollen simultneamente con esfuerzos para

    superar el modelo social fundado en un consumo individualexcesivo. Quizs ciertos movimientos de campesinos en el Sur

    del mundo van ya en esta direccin, sobre todo si recuperan

    ciertos elementos de las sociedades tradicionales, como la

    propiedad colectiva de la tierra, o la existencia de formas de

    reconocimiento del individuo que no estn relacionadas con

    su fortuna en el mercado.

    Anselm Jappe es filsofo. Public una monografa sobre Guy

    Debord en Anagrama y es colaborador de publicaciones

    como Il ManifestoyEXIT!.Ensea esttica en la

    Academia di belle Arti di frosinone (Italia).

    52 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    11/17

    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el decre-

    cimiento?

    Me parece que es debido a la gran insatisfaccin que siente

    mucha gente frente a esta sociedad y al inters en encontrar

    otras vas y formas de vida alternativas, as como la voluntad de

    participar directamente en la realizacin de otras formas de

    sociedad y de vida.

    En el desencanto de muchas personas en lo que hasta ahora

    se han presentado como alternativas y, en la actualidad, so-

    bre todo con la vida poltica institucional.

    En la percepcin de nuevos problemas en nuestras socieda-

    des, principalmente en su vertiente ecolgica. En la sensacin

    de las grandes limitaciones del concepto y la prctica del des-

    arrollo sostenible.

    En una resistencia a enfrentar lo que supone realmente en su

    totalidad una alternativa a la sociedad actual. Un anlisis dbil

    o inexistente de lo que el decrecimiento supone e implica.

    En el deseo de encontrar soluciones que sean sencillas de

    aplicar y, sobre todo, que no planteen conflictos de ninguna n-

    dole, ni impliquen grandes transformaciones y permitan man-

    tener la mayora de las formas de vida y organizacin poltica de

    la sociedad actual. Es el deseo de un cambio, parcial y suave.

    Frente a estos intereses el decrecimiento se presenta como

    una alternativa que aparenta ser relativamente sencilla y en

    la que parece que se puede participar, que se presenta partien-

    do de la base social profundamente individualizada y con m-

    nimos planteamientos colectivos, que no implica problemas ni

    conflictos. Parece simple, fcil, amable.

    Todo esto conduce al inters, e incluso el entusiasmo por es-

    ta frmula.

    Cmo se sita usted en los debates actuales?

    Me parece difcil referirse a los debates actuales. Tengo la

    impresin que es un tema que est siendo expandido y popu-

    larizado en ciertos ambientes, pero que difcilmente se puede

    decir que est dando lugar a debates informados y rigurosos

    entre posiciones diversas. De todos modos, sigo con inters y

    curiosidad estos planteamientos, como sobre cualquier otro

    tema acerca de lo que ocurre en la sociedad, aunque debo con-

    fesar, que a pesar que en el contexto en el que me muevo (Ca-

    talua) es un tema que parece atraer el inters de bastante gen-

    te, sobre todo joven, no es uno de los temas prioritarios en mis

    anlisis.

    No obstante, puedo aadir que respecto al tema me sito

    con bastante preocupacin. Como ya he sealado en mi pri-

    mera respuesta lo percibo como un intento de enfrentar los

    El Viejo Topo / 53

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Miren

    EtxezarretaEntrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    12/17

    problemas de la sociedad actual sin intentar penetrar seria-mente en las causas de los mismos, ni contemplar en profun-

    didad lo que estos planteamientos suponen. Y me alarma en

    cierto sentido que est constituyendo lo que a mi me parece

    una pseudo alternativa, muy superficial en sus planteamien-

    tos, que distraiga a quienes quieren trabajar y podran estar

    trabajando por otra sociedad genuinamente alternativa. Dado

    que mis planteamientos respecto al objetivo de otra sociedad

    parten explcitamente de la necesidad de una sociedad no c-

    apitalista aspecto que no slo no queda claramente estableci-

    do sino que es obviado en muchos de los planteamientos del

    decrecimiento y que el proceso de avanzar hacia dicho obje-

    tivo me parece mucho ms laborioso y atravesado por las dife-rencias de poder y el conflicto de lo que parece deducirse del

    decrecimiento, soy muy escptica respecto a la aportacin

    que estos planteamientos pueden hacer y estn haciendo en la

    necesariamente amplia tarea colectiva de transformacin. En la

    mejor interpretacin puede ser bastante superficial, en la ms

    dura, puede, aunque posiblemente de forma involuntaria, con-

    vertirse en una va de distraccin que evita enfrentar la intensa

    y muy difcil tarea de construir una sociedad no capitalista.

    Que posibilidades ve de politizar la sensibilidad ligada la

    cuestin ideolgica o an de radicalizarla,de llevarla ms all

    de los planteamientos reformistas?No me siento capaz de definir qu se puede o no radicalizar.

    Creo que la evolucin hacia unos planteamientos ms esencia-

    les (es mi concepto de radicalidad) puede empezar, o no, de

    cualquier punto o tema segn el contexto social general, las

    circunstancias concretas y los distintos agentes implicados. Me

    parece que actualmente en relacin con los temas ecolgicos el

    reformismo es una de las lneas mayoritarias, pero no quiero

    negar sus posibilidades de evolucin hacia una percepcin

    ms clara de los lmites ecolgicos y sociales del sistema en el

    que vivimos. De hecho ya existen corrientes de pensamiento y

    personas muy radicales en el marco del ecologismo y otros ms

    reformadores. No es el tema el que conduce a una mayor omenor percepcin poltica sino otros muchos elementos.

    Volvamos al decrecimiento:al final, le parecen los plantea-

    mientos decrecentistas adecuados a la situacin actual en el

    nivel de la dinmica social y de las relaciones econmicas?

    En conjunto, lo que me preocupa de esta situacin es, como

    ya he dicho, que el decrecimiento se presenta de una forma

    muy superficial, sin considerar en absoluto todos los elemen-

    tos que seran necesarios para avanzar en la direccin de una

    verdadera alternativa y lo que sta puede suponer. De un lado,

    creo que sus planteamientos ignoran una gran parte de las

    variables significativas para el anlisis la dinmica que impo-ne la acumulacin capitalista global, toda la cuestin del poder

    y de las enormes diferencias del poder de decisin en la socie-

    dad, el papel que juega el crecimiento en el capitalismo, el he-

    cho de que el decrecimiento de verdad sera incompatible con

    ste, etc., etc. As como una revisin de las consecuencias que un

    decrecimiento generalizado tendra si el decrecimiento propug-

    nado se produce sin una destruccin del sistema capitalista, las

    posibilidades de aparicin del conflicto, y ms etc. Me parece as

    mismo una frmula que para nada estimula los planteamientos

    de carcter colectivo, social, poltico (a veces me recuerda la

    soberana del consumidor de la Economa convencional,

    donde si cada persona toma una decisin sta revierte en elbienestar social). Enormemente simple, amable y fcil.

    Tampoco veo que se propongan planteamientos que profun-

    dicen en la realizacin del propio decrecimiento. Tiene que

    crecer todo en la economa indiscriminadamente? No hay

    diferencias entre el consumo superfluo individual y las necesi-

    dades individuales y colectivas bsicas? Todo el mundo habr

    de decrecer (igual el pensionista que vive con 500 euros al

    mes que quien percibe ingresos superiores a 10.000 euros

    mensuales)? Cmo se plantea resolver el problema del paro

    que generar un menor consumo? Personalmente creo que la

    crtica al trabajo que realiza el decrecimiento es uno de sus

    aspectos ms positivos, pero eso no debe conducirnos a igno-rar la dimensin de estos problemas. En mi percepcin, una

    alternativa al capitalismo requiere plantearse la cuestin de la

    planificacin social de la economa y de la sociedad, de la bs-

    queda de un modelo de produccin (considerando la tecnolo-

    ga moderna) y consumo suficiente, eficiente y ecolgico que

    cubra las necesidades y bastantes deseos de la poblacin sin

    derroche de recursos materiales ni explotacin de los recursos

    humanos, de la forma en que todo esto puede llevarse a cabo

    colectivamente (la organizacin poltica) sin incurrir en dicta-

    duras ni burocracias, los agentes que querrn y podrn hacer-

    lo, las condiciones que habr que ir construyendo para ello, y

    un largusimo etc. que dista mucho de resolverse con una fr-mula amable de consumir y trabajar un poco menos. Una al-

    ternativa al capitalismo se va a enfrentar a enormes poderes

    econmicos y polticos. Requiere un proceso largo, y conscien-

    te de su dificultad, que partiendo desde la base sea capaz de

    concitar un amplio consenso social y organizacin colectiva.

    En mi opinin, avanzar en esta tarea requiere mucho ms que

    el decrecimiento.

    Miren Etxezarretaes catedrtica emrita de Economa Aplicada en la

    UAB y miembro destacado del Seminario de Economa Crtica TAIFA,

    as como autora de distintos libros y numerosos artculos.

    54 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    13/17

    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el de-

    crecimiento?

    El discurso del decrecimiento repite y reformula algunos

    temas centrales del ecologismo que ste defiende desde hace

    ms de cuatro decenios, comenzando por la idea bsica de

    que nada puede crecer materialmente de forma indefinida

    dentro de un medio finito. Su atractivo actual se debe, en mi

    opinin: 1) al descrdito del concepto de "desarrollo soste-

    nible", del que tanto se ha abusado; 2) al terrible fracaso del

    paradigma econmico convencional, que abre los ojos y los

    odos de la gente hacia propuestas alternativas; y 3) a un fen-

    meno de moda intelectual, de contagio de ideas, un fenme-

    no de comportamiento gregario al que los seres humanos so-

    mos muy propensos.

    Desde el discurso sobre el decrecimiento se puede formu-

    lar una alternativa solvente frente a los primeros dos puntos

    que ha mencionado?

    Sabemos lo que hay que hacer. A grandes rasgos, se trata de

    poner lmites a la excesiva expansin material de los sistemas

    socioeconmicos humanos; "descarbonizar" la produccin y

    organizar un sistema energtico basado en las energas reno-

    vables; cerrar en lo posible los ciclos de materiales; eliminar

    las sustancias txicas, con un enfoque preventivo antes que

    reparador; avanzar hacia la produccin limpia, la qumica

    verde, la agroecologa, los sistemas de movilidad sostenible

    basados en el transporte colectivo y en la creacin de cerca-

    na; recentrar las actividades econmicas sobre el territorio,

    limitando el comercio a larga distancia y erradicando la es-

    peculacin financiera; orientar el cambio a travs de una eco-

    fiscalidad juiciosa; fomentar una cultura de la austeridad... Yo

    prefiero hablar de ecosocialismo y de autocontencin antes

    que de decrecimiento. Pero si realmente este ltimo discurso

    puede desplegar una gran fuerza movilizadora no me parece

    en absoluto obvio, bienvenido sea.

    En cualquier caso, despus de que una de las organizaciones a

    las que pertenezco y que ms respeto y aprecio, Ecologistas en

    Accin, haya aprobado en su IV Congreso (Valencia, diciem-

    bre de 2008) una importante lnea de trabajo sobre decreci-

    miento (con la frmula de que decrecer es producir valor,

    libertad y felicidad reduciendo significativamente la utiliza-

    cin de materia y energa), yo no voy a polemizar contra el

    concepto. Ojal pueda dar de s todo lo que sus entusiastas

    proponentes esperan.

    Aceptar las propuestas del decrecimiento, implica el naci-

    miento del consumidor como sujeto poltico que con un con-

    sumo consciente puede cambiar la economa capitalista-

    desarrollista?

    Bueno, me parece que eso sera todava menos novedoso

    que el decrecimiento... Se tratara ms bien de repolitizar la

    esfera pblica y de recordar a los consumidores/as que son

    por encima de todo ciudadanos/as. Y que han de hacerse car-

    go de las consecuencias de sus actos, no solamente en la esfe-

    ra del consumo (que tambin). En definitiva, sostenibilidad

    bien entendida y democracia inclusiva (que para m ha de in-

    cluir tambin de alguna forma, digmoslo de forma muy sen-

    cilla, a las generaciones futuras y a los animales no humanos).

    Jorge Riechmann es socilogo, poeta y ecologista. Autor de numero-

    sos libros, recientemente ha publicado La habitacin de Pascal

    (Catarata).

    El Viejo Topo / 55

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Jorge ReichmannEntrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    14/17

    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el

    decrecimiento?

    Pienso que la propuesta del decrecimiento tiene su acepta-

    cin entre ciertos grupos porque se mueve entre una buena

    dosis de palabrera, el rescate de un cierto reformismo, y un

    tanto de fetichismo. Me explico: Tengo la certeza de que la

    propuesta del decrecimiento se mueve entre un mera palabre-

    ra, en una necesidad de recuperar el reformismo en la pro-

    duccin y el consumo sin tocar la distribucin, y an menos la

    estructura de poder imperante en el capitalismo, y sobre todo

    en una reafirmacin del fetichismo, en la medida que todaesta propuesta se hace sin tener en cuenta la realidad, la natu-

    raleza, la lgica de acumulacin del propio sistema capitalista.

    Es decir, el discurso del decrecimiento asume como vlido el

    sistema en tanto y cuanto el capitalismo disee y aplique un

    modelo de sostenibilidadcon el entorno y de medidas huma-

    nitarias con la poblacin. Como lo dice Joan Martnez Alier, el

    modelo es vlido en cuanto los pases ricos [sepan] vivir de

    forma ptima dejando de lado el imperativo del crecimiento

    econmico. Es decir, para este gran pensador del ecologismo,

    no slo es deseable el capitalismo, sino que hasta es posible

    poner a dieta a la bestia capitalista y conseguir que adelgace,

    que decrezca.

    Desde su perspectiva,se trata de un discurso seudoradical

    que al fin y al cabo no quiere ms que reformas?

    Ciertamente, la propuesta es ms bien reformista. Acepto

    que, para algunas personas, la fe mueve montaas. Sin embar-

    go, como base argumental, a m este razonamiento no me sir-

    ve. Por tanto, con mis nuevos argumentos (y alguno que otro

    viejo) intentar demostrar que todo el discurso que hacen los

    defensores del decrecimiento no pasa de ser un deseo que tie-

    nen, un idealismo, un deber ser, un dilogo con los dioses del

    olimpo, como hacan los mitlogosde cierta poca que pare-

    can extinguidos, rogndoles que apliquen medidas respetuo-

    sas con la naturaleza y bondadosas con la humanidad. De esta

    manera, creen que el mito del decrecimiento dentro del capi-

    talismo, el milagro de un desarrollo sostenible, compatible

    con el uso respetuoso de los recursos naturales y una tasa

    suave de explotacin de la mano de obra asalariada, podr te-

    ner lugar. A veces, incluso, es doloroso constatar cmo el bie-

    nestar de las poblaciones, los desequilibrios sociales no apa-

    recen en las preocupaciones de los grupos que se reclaman del

    ecologismo social, sino de forma subsidiaria: los cinco princi-

    pales grupos ecologistas del Estado espaol, en su Programapor la Tierra, exponen respetuosamente al gobierno del PSOE

    cmo la poltica ambiental apenas ha mejorado y, en con-

    secuencia, la situacin de partida, que ya era claramente

    negativa, est muy lejos de haberse corregido. [Finalizan el

    documento diciendo], por supuesto, no queremos dejar de ser

    optimistas. La situacin de partida era francamente mala,

    entre otras cosas por la inexistencia de un dilogo social en

    materia de medio ambiente, lo cual ha sido ampliamente co-

    rregido. Y percibimos tmidas seales de apertura ambientali-

    sta en diversos departamentos. Pero lo cierto es que para girar

    hacia la sostenibilidad de manera significativa Espaa necesi-

    ta un impulso mucho ms fuerte y profundo. Ni una sola refe-rencia en todo el documento a lo social en un momento en

    que el paro sobrepasa los 4 millones de personas; la pobreza

    relativa afecta a casi la mitad de la poblacin; el poder ad-

    quisitivo de los colectivos ms desamparados sigue deterio-

    rndose; el acceso a la vivienda, si ya era difcil, ahora se hace

    inalcanzable; la privatizacin de sectores de la educacin, la

    salud, el transporte pblico, varios servicios de la asistencia

    social, es decir, la precariedad de la vida humana es tan o ms

    grave que el deterioro del medio ambiente, si esta separacin

    de mbitos fuese correcto poder establecerla.

    Pero, como deca anteriormente, tales objetivos nos son

    56 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Jos

    IglesiasEntrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    15/17

    posibles dentro del capitalismo ni en ninguna otra sociedad

    clasista. De aqu que yo coincida con los defensores del decre-

    cimiento en tanto y cuanto, para m, el decrecer supone lamuerte irremisible del capitalismo. Pero apoyarnos en todos

    estos ruegos, o depender de la mano invisibleque controla el

    capitalismo para que cambie de lgica de apropiacin de la

    riqueza, de la expoliacin de la naturaleza y el empobreci-

    miento de las poblaciones, por mucha persuasin y evidencia

    tcnica que aporten estos propagandistas del decrecimiento,

    no sern, y as lo reconoce el documento elaborado por el gru-

    po de las cinco asociaciones (G-5a), escuchados por las admi-

    nistraciones estatales. O introducimos nuestras reflexiones

    dentro del anlisis de la estructura de poder que ejercen los

    capitalistas y diseamos un proceso que destruya el poder que

    ejercen dentro del sistema, o con peticio-nes de buena voluntad no se va a ningu-

    na parte.

    Se podran salvar los estmulos crti-

    cos del discurso decrecentista antes de

    que sucumban a la dialctica de la ilu-

    stracin?

    Sera ms pertinente preguntar por las

    consecuencias que puede provocar el

    tema en el imaginario de sus seguido-

    res. Porque, ms all de criticar el creci-

    miento, algo que todos estamos en con-tra, la propuesta decrecentista es insalva-

    ble dado que su crtica se queda en un

    mero reciclaje del sistema, en un intento

    de poner a dieta a la bestia capitalista.

    Entonces, cegados por ese posibilismo de

    lo que podramos llamar el ecologismo

    dietista, el peligro de la propuesta es ha-

    cer creer a sus seguidores que el decreci-

    miento es viable sin tocar el sistema. En

    la medida en que se acepta tan acrtica-

    mente por parte de los incondicionales

    del antidesarrollismo la posibilidad de lassociedades con decrecimiento lento o

    sereno, como le gusta a Serge Latouche

    definirlas, el autor est reciclando, dom-

    ando, adormeciendo, el imaginario de

    estas personas, o lo que yo llamara el se-

    dar la capacidad potencial subversiva, si

    es que haba alguna, de tales personas y

    colectivos.

    Por tanto, de lo que acabo de sealar,

    se deduce que no es posible ni deseable salvar el discurso de-

    crecentista de sus errores de fondo. Y no lo hacemos desde

    una dialctica de la ilustracin, sino de analizar y entender lalgica de acumulacin del propio capitalismo. Esto nos lleva a

    que el diseo de procesos que tengan una capacidad de trans-

    formacin del sistema requiere de los sujetos sociales que de-

    seen intentarlo la imperiosa necesidad de reubicarse ms all,

    y no dentro, de la lgica del capitalismo. De aqu nuestra crti-

    ca a las teoras del decrecimiento.

    Jos Iglesias es miembro del Seminario de Economa Crtica Taifa, de

    la Mesa Cvica por la Renta Bsica, de la Asociacin EcoConcern -

    Innovaci Social, y pertenece a las llamadas gentes de Baladre /

    Zambra.

    El Viejo Topo / 57

    DOSSIER DECRECIMIENTO

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

    16/17

    A qu atribuye usted el boom del discurso sobre el decre-

    cimiento?

    Tengo la sensacin de que vivimos un momento en el que

    est aflorando en la conciencia colectiva occidental la idea de

    que hemos superado los lmites naturales. Aunque hace ya ms

    de veinte aos que sabemos que la humanidad ha sobrepasado

    las capacidades de carga del planeta, el hecho permaneca re-

    primido, como algo que ramos incapaces de mirar de frente.

    En los ltimos aos, en cambio, parece cada vez ms difcil

    ocultar el carcter insostenible del proyecto occidental. El

    ejemplo de la crisis me parece claro al respecto. Nos dicen que

    vivimos una crisis que ha empezado en el mbito financiero,

    por falta de liquidez, y que se ha trasladado a la economa real.

    Pero, en el fondo, cada vez ms gente intuye que hay algo ms.

    Vivimos una crisis sistmica que engloba todas las esferas de

    nuestra realidad: ecolgica, socioeconmica, cultural, etc. Sos-

    pechamos que el origen de la crisis no es una falta de liquidez,

    sino todo lo contrario, un exceso de liquidez, un exceso de fi-

    nanzas que, bajo el mandato del crecimiento exponencial de la

    economa, agotan de manera creciente unos recursos que son

    finitos. As, los activos financieros han crecido por encima de

    las capacidades reales del planeta. Con el crecimiento, no crece

    la riqueza, sino que se agota la disponibilidad de los recursos y

    se disparan las desigualdades sociales. Sectores muy amplios de

    la poblacin intuyen en este sentido que los planes de rescate

    slo agravan el problema, en una huda hacia adelante que

    compromete an ms nuestras posibilidades de supervivencia.

    La fase actual de insostenibilidad hace que vivamos un

    momento clave, en el que el capitalismo puede no tener futuro,y hasta la propia continuidad de la especie humana est ame-

    nazada. Por ello, el decrecimiento irrumpe en el discurso polti-

    co como un llamado de urgencia a cambiar las estructuras y va-

    lores fundamentales de nuestras sociedades si queremos sobre-

    vivir.

    El boom del decrecimiento probablemente tambin se

    pueda explicar en parte por la increble habilidad del sistema de

    recuperar y pervertir conceptos e ideas. Los movimientos socia-

    les y las reflexiones tericas crticas se ven obligados a una con-

    tina bsqueda de nuevas teoras y nuevos lemas que les per-

    mitan batallar por el significado y no dejar que el sistema se

    apropie de las palabras que utilizamos. El caso de la palabra

    sostenibilidad es muy significativo al respecto. Hoy en da ha

    perdido cualquier carga poltica, aunque su sentido estricto es

    de una radicalidad formidable si se llegara a utilizar honesta-

    mente y no digamos ya a aplicar. En este sentido, quizs el

    decrecimiento tenga un poco de eso tambin, y sea un intento

    ms de rechazar la recuperacin de la crtica por parte del siste-

    ma e intentar luchar para que nadie nos arrebate el significado

    de lo que queremos.

    Por ltimo, no hay que olvidar que el boom del decreci-

    miento es totalmente relativo, en el sentido de que irrumpe en

    un mbito poltico absolutamente minoritario y estigmatizado

    por el sistema dominante.

    Cmo se sita usted en los debates actuales?

    Me parece que dentro del decrecimiento, tanto como co-

    rriente de pensamiento como movimiento social, todo el mun-

    do coincide en el hecho de que no se trata de saber si habr o

    no decrecimiento. Lo que est en juego es saber si tenemos por

    delante un escenario de colapso o si seremos capaces de mate-

    rializar un proyecto poltico que conjugue sostenibilidad e

    igualdad. Otra cosa que creo que es bastante compartida es en-

    tender que el decrecimiento no propone una receta. El decreci-

    miento nos llama a recuperar protagonismo como comunida-

    des polticas, recobrar espacios de autogestin ante el proyecto

    de mercantilizacin de todas las esferas de la realidad del capi-

    talismo. Por ello, nuestro futuro pasa por encontrar soluciones

    que sean sostenibles en trminos ecolgicos y que erradiquen

    las desigualdades en trminos sociales en todas las escalas. De

    all la importancia de la cuestin de la relocalizacin dentrodel decrecimiento. No puede haber una receta, todo est por

    reinventar, en funcin de los grupos humanos y ecosistemas

    que consideremos. Este punto es una riqueza del decreci-

    miento: no se trata de un proyecto dogmtico, sino de una

    propuesta abierta a una gran diversidad de experiencias y co-

    rrientes de transformacin radical de la sociedad. Su vocacin

    es ms de paraguas de alternativas y por ello convergen en su

    seno personas y colectivos de muy distintas tradiciones polti-

    cas y filosficas: ecologa poltica, anarquismo, marxismo,

    feminismo, etc. Este carcter abierto es una fortaleza y una

    necesidad pero tambin me parece una debilidad en cuanto a

    su futuro como proyecto poltico. La articulacin poltica de

    58 / El Viejo Topo

    DOSSIER DECRECIMIENTO

    Giorgio Mosangini Entrevista

  • 8/3/2019 Dossier Decrecimiento Viejo Topo

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    las ideas del decrecimiento y de los movimientos sociales quelo defienden parece muy compleja de concretar.

    En este sentido, creo que todo el mundo tiene que ir traba-

    jando bajo el paraguas del decrecimiento desde su contexto. En

    mi caso, mi inters por el decrecimiento radica sobre todo en su

    capacidad para enfrentar los modelos dominantes en la coope-

    racin internacional. Caricaturizando un poco podramos decir

    que la cooperacin dominante quiere dar respuesta a la pobre-

    za y a las carencias de los pases del Sur. La cooperacin desde

    el punto de vista del decrecimiento, en cambio, se centrara en

    la lucha contra las desigualdades y en el cambio de las estructu-

    ras que rigen el sistema global. Para el decrecimiento, no es cier-

    to que el Sur no crezca o no se desarrolle. Lo hace en beneficiode los pases del Norte y de las lites del Sur (lo que podramos

    llamar el Norte global), en detrimento de los pases del Sur y

    de las poblaciones excluidas en el Norte (lo que podramos lla-

    mar el Sur global). El Norte global est usurpando ecoespa-

    cios del Sur global para mantener sus estructuras y seguir cre-

    ciendo. Por tanto, defender el decrecimiento en el mbito de la

    cooperacin implica reivindicar que el problema central no son

    las carencias del Sur sino los excesos del Norte global. Quedan

    por proponer modelos de intervencin centrados en imple-

    mentar ajustes ecolgicos y sociales en el Norte y en el cambio

    de los modelos y estructuras econmicos, recuperando la sos-

    tenibilidad y promoviendo la igualdad.

    Los crticos del decrecimiento subrayan su sesgo reformista,

    que no refleja el poder del capitalismo y su reproduccin. La

    imagen de una salida localista fuera del mundo capitalista, por

    ejemplo, hace creer que los individuos y pequeas comunida-

    des podran establecer otra sociedad mas all del capitalismo,

    pero eso es algo ms que buenas intenciones?

    Creo que tachar al decrecimiento de reformista es descono-

    cer sus anlisis y propuestas. El decrecimiento como proyecto

    poltico es radicalmente anticapitalista. Tambin es revolucio-

    nario, si por ello entendemos defender la necesidad de una

    transformacin radical y de una ruptura con las estructuras es-

    tablecidas. La lgica de crecimiento ilimitado que el decreci-

    miento sita en el centro de sus anlisis es uno de los motores

    bsicos del proceso de explotacin y acumulacin capitalista,

    por tanto nos ayuda a entender su funcionamiento y reproduc-

    cin. Pero el decrecimiento no es slo anticapitalista. El socia-

    lismo real ha sido un claro ejemplo de un sistema econmico

    no capitalista que tambin estaba preso de la lgica de creci-

    miento ilimitado y del afn productivista, condenando la soste-

    nibilidad ambiental y social. Por tanto el anticapitalismo es

    necesario pero no suficiente. Por otro lado, el decrecimiento,

    aunque parte de un anlisis materialista, presta ms atencin

    que otras teoras radicales a otros aspectos, como por ejemplolos elementos culturales. El horizonte poltico del decrecimien-

    to es doble: sostenibilidad ambiental y justicia social. Para lo-

    grarlo, no plantea una doctrina cerrada, sino que aspira a la

    confluencia de diversas tradiciones de transformacin radical

    del sistema.

    En cuanto a la imagen localista, no creo que nadie plantee

    seriamente una salida individual o por pequeos grupos del ca-

    pitalismo. El decrecimiento en una sola localidad sera en-

    tonces una pobre caricatura del fracaso del socialismo en un

    solo pas. La relocalizacin dentro del decrecimiento surge

    esencialmente por necesidades fsicas, materiales. El ajuste

    ecolgico que tenemos por delante conllevar inevitablementeuna relocalizacin de todas las esferas de la vida. Puesto que

    hemos sobrepasado los lmites, la reduccin del consumo de

    materia y energa que se producir nos obligar a depender ma-

    yormente de nuestro entorno ms inmediato. Es sencillamente

    imposible seguir viviendo gracias a alimentos y bienes que han

    recorrido decenas de miles de kilmetros o coger un avin cada

    vez que nos vamos de vacaciones. As, la relocalizacin es ante

    todo una necesidad. Pero tambin es una virtud, ya que puede

    facilitar procesos de autogestin y de control democrtico local

    que permitan recuperar esferas mercantilizadas, devolvindo-

    las a fines sociales y ecolgicos. En definitiva, aunque sea una

    parte importante no podemos ni mucho menos reducir aldecrecimiento a sus propuestas de relocalizacin. La transicin

    que propone el decrecimiento hacia la sostenibilidad y la justi-

    cia exige actuar a diversas escalas, desde lo personal (simplici-

    dad voluntaria, autoproduccin, reduccin de la dependencia

    del mercado, etc.), pasando por los mbitos de autogestin

    (cooperativas de productores y consumidores, sistemas de in-

    tercambios no mercantiles, etc.), hasta la esfera del cambio po-

    ltico colectivo. Es evidente que las dos primeras escalas sin la

    tercera dimensin no podrn por s solas alcanzar un cambio

    estructural. Los objetivos del decrecimiento pasan entonces

    tambin por concretar polticas de cambio estructural como

    pueden ser medidas que sujeten a la economa a los fines eco-lgicos y sociales o la reconversin de las estructuras econmi-

    cas para disminuir el uso de materia y energa e incrementar el

    cuidado de la naturaleza y de las personas y por tanto su bien-

    estar. La urgencia de la crisis ecolgica es el principal reto que

    enfrentamos. Si no somos capaces de concretar e implementar

    las polticas necesarias para una transicin igualitaria hacia la

    sostenibilidad, el decrecimiento pronto slo podr ser un

    colapso

    Giorgio Mosangini es miembro del Col.lectiu dEstudis sobre

    Cooperaci i Desenvolupament y autor de diversos estudios

    sobre decrecimiento

    El Viejo Topo / 59

    DOSSIER DECRECIMIENTO