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DOSSIER C IENTÍF ICO

Dos libros imposibles,según un libro impotente

Arcadi Navarro Cuartiellas

ivimos, pues, una renova-da polémica entre razón yfe que hubiera hecho lasdelicias de los filósofos es-colásticos. Desdichada-V

A mí, como a tantos otros, me llenaba de satisfacción la fantasía optimista de que las ideasde la Ilustración –con la ayuda de Darwin– habían triunfado sobre la visión del mundo basada en supuestas

revelaciones divinas. Sin embargo, en la última década el peso de la religión (o, para ser más exactos,de las religiones) no ha hecho más que crecer. Las manifestaciones del resurgimiento global de la fe son múltiples

y diversas, tanto en su intensidad como en su extensión. Las hay desde pavorosas, con conflictos bélicos que afectana millones de personas, hasta ridículas, como en el caso de la lamentable «teoría» del diseño inteligente, que

pretende haber encontrado pruebas de la acción directa de un Creador en algunos fenómenos naturales.

mente, la polémica no transcurre con lahonestidad intelectual que caracterizó a esospensadores medievales. Los escolásticos noargumentaban en contra de una idea hastaser capaces de exponerla con la misma clari-dad y rigor que sus partidarios. Una prácti-ca que los nuevos defensores de la religiónsuelen ignorar. La nueva polémica entrerazón y fe parece muchas veces habitadapor una curiosa fauna de indocumentadosque quieren imitar a Jesucristo, exhumandoe intentando resucitar viejas ideas que,como Lázaro, ya hieden. La cantidad in-gente de literatura generada en los últimosaños a raíz de esta ya antigua disputa riva-liza con la densa jungla de textos sagrados–incompatibles entre ellos– que ha sabidoconcebir la mente humana.

Pero a veces hay perlas en el barro. Entrelos más recientes escritos destacan los detres de los intelectuales más prominentesdel planeta: Rompiendo el hechizo: la reli-gión como fenómeno natural, del famoso fi-lósofo de la mente Daniel C. Dennett, Elespejismo de Dios del eminente evolucionistay divulgador Richard Dawkins y El len-guaje de Dios del distinguido genetista

Francis Collins. Son tres libros muy dis-tintos, tanto en el fondo como en la forma.Collins por un lado y, por otro, Dennetty Dawkins, ocupan esquinas distintas enel cuadrilátero del combate entre razóny fe. Todos ellos son hábiles púgiles y esmuy ilustrativo y ameno seguir sus fintas ygolpes.

Collins es un hombre de fe. Después deuna vida debatiéndose entre el ateísmo y elagnosticismo, Collins recuperó sus creen-cias al atender a sus padres críticamenteenfermos. Como buen cristiano renacido,Collins se entrega al ejercicio vehementepero imposible de reconciliar a Dios –con-cretamente al Dios personal de la Biblia–con los avances científicos a los que el mis-mo ha contribuido. En contraste, Dawkinsy Dennett son ateos declarados, argumen-tan que la capacidad humana para inven-tar religiones y construir sistemas moraleses producto de la evolución y que es urgen-te someter este tipo de fenómenos al escru-tinio científico. Las diferencias entre estosdos autores son grandes, pero sólo en laforma, no en el fondo. Dennett lanza, conrigor pero sin estridencias, un reto a los cre-yentes; aunque Dios existiera, las manifes-taciones religiosas pueden ser –deben ser–objeto de estudio. Dawkins, por otra parteusa su afilada prosa para argumentar lafalsedad y la intrínseca perversidad de

las creencias religiosas. Pero vayamos porpartes.

Francis Collins,El lenguaje de Dios

Nacido en 1950 en una granja de Virginiae hijo de padres creyentes pero no practi-cantes (sus palabras son «nominalmentecristianos»), Collins estudió química en laUniversidad de Virginia, se doctoró enquímica física en Yale y, posteriormente,obtuvo el título de medicina en la Univer-sidad de Carolina del Norte. Su salto a lafama se produce el año 1989, fecha en quesu equipo identificó el gen de la fibrosisquística. Desde ese momento, Collins seconvirtió en el más destacado «cazadorde genes» del planeta. A él y a sus colabora-dores se debe la disección de las basesgenéticas de múltiples enfermedades, comola neurofibromatosis o la corea de Hun-tington.

Todos esos méritos le llevaron, en el año1993, a sustituir a James D. Watson comodirector del National Center for HumanGenome Research de Estados Unidos.Desde esa privilegiada posición, FrancisCollins dirigió el Proyecto Genoma Huma-no, una iniciativa pública única no sólo porsus objetivos –cuya importancia es difícilde exagerar– o por su impacto mediático,

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Sello
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sino porque consiguió terminarse antes delo previsto, a un coste menor y en duracompetencia con el sector privado. Finali-zado el Proyecto Genoma Humano, Collinssigue a la cabeza de la misma institución yes, sin duda, uno de los científicos más in-fluyentes del momento.

Pues bien, este brillan-te personaje ha escritoun libro que presentaargumentos más quedudosos para justifi-car la fe cristiana en elDios de la Biblia y enSu Hijo Jesucristo. Ta-cho los argumentosde Collins de dudo-sos, por no decir erró-neos, pero me apresu-ro a añadir que nadatienen que ver con losrecientes delirios delos defensores de lateoría del diseño inte-ligente. Collins no esun embaucador y re-chaza el creacionismo científico y su versiónmoderna: el ya mencionado diseño inteli-gente. Sus argumentos son honestos y sóli-dos, aunque resulten falsos e incompletos.

Pero quizás los argumentos no sean el úni-co contenido relevante del libro de Collins,que rebosa de anécdotas interesantes. Eltítulo, por ejemplo, es una adaptación dela frase del presidente Bill Clinton en elmomento de la presentación del primerborrador del genoma humano «...estamosempezando a aprender el lenguaje en queDios creó la vida». Con un entusiasmo casiescolar, Collins explica que «...la experien-cia de secuenciar el genoma humano y derevelar el más notable de todos los textosfue, además de un logro científico impre-sionante, una ocasión para la adoración deDios...». El libro, pues, se adentra en lasexperiencias personales y profesionales deCollins mientras discute diversos aspectosen la frontera del conocimiento científico.En este sentido la lectura resulta interesan-te. Los argumentos, sin embargo, son otracuestión. El punto de vista de Collins, queél llama evolucionismo teísta, es un conjun-to de argumentos conocidos que puederesumirse –y criticarse– como sigue:

1) El Universo surgió a partir del big banghace unos catorce mil millones de años.Es decir, Collins acepta la evidencia cien-tífica al respecto y rechaza las absurdasideas de la Tierra joven en sus diversasversiones. Ahora bien, Collins afirma,

siguiendo un argumento tan viejo comola misma idea de la gran explosión, queel big bang fue un acto milagroso decreación.

2) Las leyes del Universo parecen ser per-fectamente adecuadas a la vida. Esta es

una observación in-teresante, que ha pro-ducido una arreba-tadora sensación demaravilla a genera-ciones de científicos.Ahora bien, no hayque darle más peso deldebido. Tanto si el finoajuste de las propieda-des del Universo parala vida es fruto de losdesignios de un crea-dor como si no, la ob-servación es inevitable.Si hay seres vivos esporque el Universodonde están permitesu existencia.

3) Aunque los mecanismos de la apariciónde la vida en la Tierra no están claros,una vez ésta ha surgido es el procesodarwinista de evolución por selecciónnatural el que ha configurado el mundoviviente. Collins acepta una vez más lavisión de consenso de la comunidadcientífica, dejando, eso sí, un resquiciopara la intervención de Dios en el mis-terioso momento del origen de la vida.Una vez la evolución estuvo en marcha,no se requirió intervención divina. Peroatención: la Divina Providencia o losmilagros no se excluyen, sólo se reiteraque son innecesarios para explicar lavida.

4) Los humanos, que sin duda compartenancestros comunes con los primates, so-mos parte de este proceso evolutivo.Aun así, los humanos somos únicos enmuchos aspectos. En particular, la na-turaleza espiritual de las personas, nues-tro sentido de la ley moral (el conoci-miento del Bien y del Mal) y la incesantebúsqueda de Dios que caracteriza a to-das las culturas durante la historia, cons-tituyen evidencias de la existencia deDios (sic).

Planteado su esquema de creencias, Collinsdedica la mayor parte de su libro a reconci-liarlo con la ciencia. Este es un ejercicio enel que tiene ilustres predecesores. Quizás elque más ha influido en la cosmovisión deCollins sea C.S. Lewis, el famoso autor de

las Crónicas de Narnia. De hecho, Collinsextrae numerosas ideas y citas del libroprocristiano de Lewis Mere Christianity. Elgran problema de El lenguaje de Dios es elmismo que el de la mayoría de sus predece-sores: el autor intenta jugar a varios juegosa la vez. Lo hace con honestidad, sí. Nointenta engañar, cierto. Y precisamente poreso las acrobacias intelectuales y las lagunasdel libro relucen con claridad ante los ojosdel lector.

El primero de estos juegos consiste en unexamen de las evidencias proporcionadaspor distintas ramas de la ciencia. La con-clusión de Collins es que la ciencia no pue-de probar la inexistencia de Dios a pesar delas afirmaciones a este respecto de muchoscientíficos. Pero, en realidad, cuando se usanargumentos científicos contra la religión,no suelen usarse de forma genérica, sinoespecífica. La mayor parte de las religioneshacen afirmaciones positivas sobre el Uni-verso que pueden ser verificadas. Si somoscapaces, mediante el método científico, decomprobar que la cumbre del monte Olim-po no está habitada o que la Tierra no repo-sa sobre las espaldas de cuatro gigantescoselefantes, estamos demostrando la falsedadde determinadas religiones.

Ante el problema de la falsificación de lasafirmaciones religiosas, se ha producido unaespecie de «selección natural» de religiones.Hoy florecen aquellos credos que han con-seguido proteger a Dios de los embates dela realidad mediante la estrategia de reducira un mínimo las afirmaciones positivas so-bre el mundo. En buena parte de su libro,Collins se une a las filas de aquellos queintentan blindar a Dios. Su Dios está fueradel tiempo y del Universo, y no está sujetoa las reglas que Él mismo ha creado. Sinembargo, puede, de modo misterioso, in-tervenir mediante milagros si ésta es SuVoluntad. El milagro del big bang, el mis-terioso origen de la vida, el principio deincertidumbre... No deja de ser la mismahistoria de siempre: intentar encontrar aDios hábilmente oculto entre los resqui-cios de nuestra ignorancia.

Si todo el libro se redujera a este tipo deargumentación, sería tan consistente comopoco novedoso o nada convincente. Seríaapenas una adaptación de los argumentosde Stephen Jay Gould acerca de que cien-cia y religión constituyen dos magisteriosseparados que no son incompatibles por-que no se solapan. Ahora bien, como hedicho, Collins intenta jugar a varios juegosy se acaba contradiciendo. Después de usarargumentos del tipo «la ciencia es incapaz

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de demostrar la inexistencia del Dios enque yo creo», se lanza, en primer lugar, aexaminar la realidad para encontrar prue-bas o sugerencias de la existencia de Dios y,en segundo lugar, a intentar conciliar conla ciencia algunas de las creencias más pere-grinas del cristianismo (los milagros, la re-dención, el pecado...).

Respecto al primer punto, Collins arguyela existencia de la ley moral y la búsquedade Dios como prueba de la espiritualidadhumana. Todos tenemos un sentido de loque está bien y de lo que está mal, sentidoque, de algún modo, nos enlaza con el Crea-dor. El gran problema de este tipo de argu-mentación, ya agotada por Kant, es queignora el hecho de que la existencia de laley moral (o mejor dicho, de una diversi-dad de leyes morales) es un hecho antro-pológico interesante que no escapa al mé-todo científico. Como Dennett y Dawkinsexplican, cada vez sabemos más respecto ade qué modo la capacidad humana paraestablecer valores morales y religiosos pue-de haber surgido mediante selección natu-ral. Puede que no esté lejano el día en queCollins tenga la ocasión de leer artículosque expliquen la arquitectura genética y lahistoria evolutiva de la ley moral.

Respecto a la conciliación de cristianismo yciencia, el libro resulta a veces patético.Collins, por ejemplo, suscribe las siguien-tes palabras de C.S. Lewis (que me sientoincapaz de traducir):

«…But supposing God became aman –suppose our human naturewhich can suffer and die wasamalgamated with God’s nature inone person– then that person couldhelp us. He could surrender His will,and suffer and die, because He wasman; and He could do it perfectlybecause He was God. You and I cango through this process only if Goddoes it in us; but God can do it onlyif He becomes man. Our attempts atthis dying will succeed only if we menshare in God’s dying, just as ourthinking can succeed only because itis a drop out of the ocean of Hisintelligence: but we cannot shareGod’s dying unless God dies; and hecannot die except by being a man.That is the sense in which He paysour debt, and suffers for us what HeHimself need not suffer at all.»

Aunque uno tenga un alto nivel de ingléseste párrafo resulta bastante incomprensi-ble. Produce una cierta lástima leer lo que

Collins tiene que decir a continuación:«Before becoming a believer in God, thiskind of logic seemed like utter nonsense.Now the crucifixion and resurrectionemerged as the compelling solution to thegap that yawned between God and myself,a gap that could be bridged by the personof Jesus Christ».

Uno se pregunta por qué hace falta todoesto. Collins es un adulto educado. Ha leí-do y ha viajado mucho. Sabe, por tanto,que hay multitud de religiones. Se puedecreer en Dios sin ser cristiano. Se puedecreer en un Creador fuente de toda leymoral sin necesidad de perder el tiempo (yla compostura) intentando en vano expli-car la virginidad de María. Durante 2000años han fracasado los reiterados intentosde explicar ésta y otras leyendas o presun-tos milagros. Estos fracasos en la aspiraciónde encajar fe y razón acaban teniendo unnombre: dogmas. Cada religión tiene lossuyos y, de hecho, para cualquier lector re-ligioso, pero no cristiano, el párrafo de C.S.Lewis y el comentario subsiguiente deCollins tienen tan poco sentido como paraun ateo.

Esto me lleva a la segunda de las pistas de laexistencia de Dios propuestas por Collins.La búsqueda universal de Dios. Dejando aparte lo mucho que Dennett y Dawkinstienen que decir sobre este tema, hay unaclara objeción a este argumento. Collins de-bería saber que, del mismo modo que sepuede creer en un Dios Creador fuente detoda ley moral sin ser cristiano, se puede serreligioso sin creer eneste tipo de Dios. Sepuede creer en muchosdioses o bien se pudecreer en la eternidad delUniverso (es decir, sepuede simplemente ig-norar el concepto decreación) o se puedecreer en la reencarna-ción. En síntesis, no so-lamente es posible creeren infinidad de cosasdistintas a las que creeCollins sino que, comodemuestra el budismo,se puede tener una re-ligión sin dios. La bús-queda universal de Diosque Collins cree ver enla historia no existe. Quizá sea simplemen-te chauvinismo occidental.

Finalmente, la prueba definitiva de la ho-nestidad, pero también del fracaso, de

Collins es que menciona los argumentosmás relevantes en contra de su postura.Discute, sin ir más lejos, el problema delsufrimiento. La dificultad enorme de en-cajar a un Dios que nos ama con, por ejem-plo, las agónicas muertes por inanición quesufren cada día miles de niños inocentes.Collins tiene la decencia de no pretenderresolver este problema, se limita a especu-lar, siguiendo otra vez a C.S. Lewis, quequizás «debemos sufrir para aprender». Nopuedo evitar preguntarme qué les estaráintentado enseñar Dios a esos niños y mellama poderosamente la atención que susmuertes le parezcan menos impresionantesa Collins que la existencia de una presunta«ley moral» universal que a Dios no le im-porta ver violada a diario.

Daniel C. Dennett,Rompiendo el hechizo:la religión como fenómenonatural y Richard Dawkins,El espejismo de Dios

Daniel C. Dennett es mi filósofo vivo favo-rito. Esto quizás no sea decir mucho, dadoque no estoy muy puesto en filosofía con-temporánea. Pero, por otra parte, implicaque espero sus obras con interés y las devo-ro con fruición, lo que no me pasaba desdeKarl Popper. Sus escritos sobre la significa-ción histórica e intelectual del darwinismonunca faltan entre las lecturas recomenda-das a mis alumnos. Dennett nació enBoston en 1942. Licenciado por Harvard ydoctorado en Oxford, actualmente dirigeel Center for Cognitive Studies de la Tufts

University en Massa-chusetts. Es autor denumerosos libros y ar-tículos científicos, queabarcan desde la neuro-ciencia y la teoría de laconsciencia hasta lateoría de la evolución.Su último libro resultade la confluencia lógi-ca de dos intereses ma-yores: la evolución y lamente.

En cuanto a RichardDawkins, es uno los demayores culpables demi afición por la teoríade la evolución, aficiónque he procurado con-

vertir en oficio. Dawkins es uno de mis hé-roes personales no sólo por sus contribu-ciones a la clarificación y divulgación de labiología evolutiva, sino por su incansablelucha en pro del humanismo y de la cien-

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cia como única fuente válida de conoci-miento. Dawkins nació en Kenia en 1941en el seno de una familia británica de clasealta. Su vida académica ha transcurrido enOxford, donde hoy ocupa la Cátedra parala Comprensión Pública de la Ciencia. Esautor de algunos de los libros más leídossobre evolución de las últimas décadas,como El gen egoísta o El relojero ciego.

El libro de Dennett empieza despacio. Losprimeros capítulos se dedican por entero aargumentar algo que a primera vista pareceobvio: que la religión es un fenómeno dig-no de estudio. Lo hace de forma exquisita-mente objetiva. Aunque manifiesta a lasclaras su ateísmo, procura no alienar al lec-

ticiosas como... bueno... como las de todaslas religiones excepto la tuya? ¿No te pareceinteresante estudiarlo?»

Examinar estas cuestiones a la luz de la bio-logía evolutiva es un ejercicio apasionanteal que Dennett se dedica con maestría en lasegunda y tercera partes del libro. Dennettdiscute también el valor de las religiones ypone en duda su papel como base de lamoral. Desafortunadamente, dudo quepara cuando se abordan estas cuestiones laaudiencia creyente siga con él. Lo más pro-bable es que hayan abandonado la lectura.Para los que hayan podido seguir, Dennettresume de forma brillante el estado de losestudios sobre la historia natural de la reli-

sa del estudio de la religión que haceDennett, no se molesta en repetir argumen-tos. Simplemente discute. Y de qué modo.

En primer lugar, Dawkins disecciona la ideade un Dios Creador y examina, uno poruno, los argumentos habituales para su exis-tencia (desde San Anselmo a Pascal, pasan-do por Collins). Su conclusión es clara: nohay argumentos válidos. Leer estos capítu-los no sólo es educativo y muy divertido,sino que es una fuente de información in-teresantísima. Su narración del Gran Expe-rimento de la Oración es, a la vez, ilustrativae hilarante. A iniciativa de un grupo deinvestigadores creyentes, se dividió a unconjunto de 1802 pacientes que debíanrecibir un bypass en dos grupos experimen-tales y un grupo control. Los individuosdel grupo experimental 1 recibieron las

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¿Hay que leerestos libros?

extremadamente valiosos por sí solos y es,además, muy interesante leerlos en parale-lo. Dennett demuestra con claridad irrebati-ble que hay margen para un debate y esbozalos argumentos principales; Dawkins los es-grime con valentía, pasión y, sobre todo, concontundencia.

¿Y el libro de Collins? ¿Vale la pena leerlo?Sí, pero sólo como un excelente ejemplo delos extremos a los que puede llegar una per-sona inteligente para engañarse a sí misma.En contraste con el festín de datos y reflexio-nes con que Dennett y Dawkins alimentannuestro intelecto, Collins nos ofrece, contoda su buena voluntad, los restos recalen-tados de algunas malas explicaciones quesuperaron hace tiempo su fecha de caduci-dad. En realidad, el principal argumento deCollins para su fe –«...la simple secuenciadel DNA, incluso si se acompaña de unavasta cantidad de datos funcionales, nuncapodrá explicar ciertos atributos humanos,como el conocimiento de la ley moral o labúsqueda universal de Dios...»– es una de-claración de impotencia hecha como si loslibros de Dawkins y Dennett no sólo no sehubieran escrito nunca, sino como si fueradel todo imposible concebirlos.

E l lector habrá ya adivinado mi postura.Los libros de Dennett y Dawkins son

tor teísta emitiendo juicios sobre la validezde unas posturas u otras. Sus objetivos re-quieren una aproximación más cuidadosa.Se trata de convencer a la audiencia másamplia posible de que, independientementede si su religión concreta es cierta o no, eslegítimo estudiar el fenómeno religioso. Laformación de creencias, su evolución y sueventual extinción es un área de trabajotan interesante y nece-saria como el estudiodel lenguaje o de la bio-diversidad.

Muy lentamente, el rit-mo del libro va aumen-tado. Dennett, al con-trario que Dawkins,procura no ofender a na-die, pero va poniendosobre la mesa cuestionesque, sin duda, deberíangenerar cuanto menosinquietud, si no curiosi-dad. En el fondo, se tra-ta de decir, con muchocuidado: «Asumamosque tu religión es la úni-ca verdadera. Entonces, ¿por qué hay otras?¿Cómo es posible que haya personas quesostengan creencias tan obviamente supers-

gión que se llevan a cabo desde distintasdisciplinas y, de hecho, propone un pro-grama completo de investigación para elfuturo inmediato. Leyendo el libro deDennett uno imagina experimentos, aná-lisis y pruebas que llevar a cabo. No tengodudas de que está llamado a ser un libroinfluyente y fructífero.

Dawkins tiene losmismos objetivos queDennett, pero pre-tende alcanzarlos deun modo completa-mente distinto. Deentrada, aclara que nova a respetar las creen-cias de nadie. De he-cho, advierte que nova a prestar a las re-ligiones un respetoque, según él, no me-recen más que laspersonas. Donde enDennett había calmay mesura, en Daw-kins hay pasión e ím-petu desbordantes.

Dawkins y Dennett estuvieron en contac-to durante la redacción de sus obras así queDawkins, conocedor de la brillante defen-

Dawkins advierte queno va a prestar a las religiones un respeto que,

según él, no merecen más que las personas.

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oraciones de las congregaciones de tres iglesias y fueron infor-mados de ello. Los individuos del grupo experimental 2 reci-bieron las mismas oraciones, pero no fueron informados. Losindividuos del grupo control no recibieron oraciones, perotampoco fueron informados. Los resultados fueron claros. Nohabía diferencias de salud entre los pacientes por los que, sinque lo supieran, o bien se rezó o bien no se rezó. Eso sí, lospacientes a los que se había informado de los rezos y, por tanto,de la posibilidad de una Intervención Divina en su favor vie-ron modificado su estado de salud.... ¡a peor! Según parece, lesangustió pensar «estoy tan mal que van a rezar por mí en tresiglesias».

Examinados los argumentos a favor de la existencia de Dios,Dawkins arguye de forma brillante que, si bien la ciencia no hademostrado la inexistencia de Dios, la ha hecho, al menos,bastante menos plausible ahora que, por ejemplo, hace 200años. En esta sección del libro, Dawkins revisita viejos argu-mentos y propone otros, pero todos gravitan en torno a algoque ya hemos visto: las afirmaciones positivas que las religioneshacen de Dios y que la ciencia ha podido desmentir. Una vezdescartada, en buena medida, la hipótesis de Dios, Dawkinsexplica cuáles pueden ser las raíces evolutivas de las creenciasreligiosas, de la ley moral o de la búsqueda de Dios. En líneasgenerales, los argumentos son parecidos a los de Dennett, perola diversidad de estudios citados y las diferencias en énfasisevitan que ambos textos sean redundantes.

Finalmente, Dawkins aborda las mismas cuestiones que Dennettrespecto al papel de la religión como base de la moral y a suvalor intrínseco. En estas materias, Dawkins se muestra enplena forma intelectual: argumenta con precisión que las reli-giones pueden haber coevolucionado con los sistemas morales,pero que no son en modo alguno su base. En su último puntorespecto al valor de la religión, Dawkins se muestra, además,implacable. No tiene reparo en calificar a las religiones comouno de los mayores males que aquejan a la humanidad ni enafirmar que el hecho de educar a un niño dentro de cualquierfe debería constituir un delito de abuso a menores. Los argu-mentos son claramente exagerados y demagógicos, pero muyoriginales y dignos de reflexión. Además, al contrario de lo quesucede con Collins, los argumentos son completos. Por ejem-plo, la objeción que se nos puede haber ocurrido al leer laslíneas anteriores –«también se hace mucho bien en nombre dela religión»– es tenida en cuenta y rechazada. #

Arcadi Navarro CuartiellasPROFESOR DE INVESTIGACIÓN ICREAEN LA UNIVERSITAT POMPEU FABRA

(BARCELONA)

Bibliografía

Francis Collins (2006): The Language of God: A Scientist PresentsEvidence for Belief. Simon & Schuster.

Richard Dawkins (2007): The God Delusion, Black Swan(Versión en español: El espejismo de Dios, Espasa Calpe, 2007).

Daniel C. Dennett (2007): Breaking the Spell: Religion as aNatural Phenomenon. Penguin Books.

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