domingo xix 2015

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Domingo XIX Ciclo B 9 de Agosto de 2.015 Citas de las Lecturas: 1ª Lectura: 1Reyes 19, 4-8 Salmo: 34(33) 2ª Lectura: Efesios 4, 30 – 5, 2 Evangelio: Juan 6, 41-51

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Reflexión de Tito Armando Pérez, desde la Palabra de DIOS

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Domingo XIX Ciclo B

9 de Agosto de 2.015

Citas de las Lecturas:

1ª Lectura: 1Reyes 19, 4-8 Salmo: 34(33)

2ª Lectura: Efesios 4, 30 – 5, 2 Evangelio: Juan 6, 41-51

En este Domingo Décimo Noveno del Tiempo Ordinario, vemos en la Primera Lectura al profeta Elías como símbolo del hombre de fe abatido por la adversidad y la persecución. Huye amenazado de muerte por haber luchado contra la idolatría que se ha introducido en Israel y, vencido por el desaliento, se echa a morir. Al despertar, se encuentra una comida preparada: Un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. El pan es el alimento que le fortalece para continuar el camino de la búsqueda de DIOS. La meta es el monte santo, el lugar de la zarza ardiendo y de la Alianza; el lugar de las manifestaciones del Señor a su pueblo. El pan del Antiguo Testamento viene a ser, una vez más, símbolo de Jesucristo. En el evangelio de este día, los judíos murmuran de Jesús. Acaban de oír de sus labios: "Yo soy el pan bajado del cielo". No aceptan que en ese hombre, cuyo origen histórico conocen, se haga presente la salvación divina. Su incredulidad queda resumida en la pregunta que se hacen: "¿Cómo puede decir ahora que ha bajado del cielo?". He aquí la enseñanza central de este domingo: La salvación es un don de lo alto, y el Padre la ofrece a quien acoge por la fe a Jesucristo y a su palabra. Pero esa adhesión a Jesús por la fe no es posible ni efectiva sin el impulso procedente de DIOS: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Por eso, DIOS mismo se encargará de instruir a los seres humanos, de orientarlos al seguimiento de Jesucristo: "Está escrito en los profetas, serán todos discípulos de DIOS. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí". La unidad del Hijo con el Padre es tan íntima que sólo quien se deja iluminar por la palabra de Aquel, puede acceder al conocimiento y a la comunión con el Padre. Porque “nadie ha visto al Padre, a no ser el que procede de DIOS: ese ha visto al Padre”. Sólo Jesús puede hacer estas tres afirmaciones fundamentales: 1) "Yo soy el pan bajado del cielo”: En el desierto, los padres comieron el maná y murieron, no alcanzaron la tierra prometida. Jesús, el Hijo del hombre, es “el pan vivo que ha bajado del cielo –del ámbito de la vida divina– para que el ser humano coma de ÉL y no muera”. 2) "El que cree, tiene vida eterna": Por la fe, las raíces de la existencia humana se hunden ya en la realidad vital del Jesucristo resucitado y presente. 3) “El pan que yo daré para la vida del mundo, es mi carne”: Esta presencia de Jesús en el pan eucarístico será el tema central del próximo domingo. San Pablo, en consonancia con la enseñanza evangélica, nos dice en la Segunda Lectura que quien reconoce y acepta a Jesús como “pan de la vida”, ha sido marcado por DIOS con el Espíritu Santo para el día de la liberación final. Los discípulos de Jesucristo no podemos entristecer al Espíritu Santo, dejándonos invadir por “la amargura, la ira, los enfados e insultos y la maldad”. Hemos de ser “buenos, comprensivos, perdonándonos unos a otros como DIOS nos perdonó en Jesucristo”. Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, los invito a unirnos en oración para decirle a ÉL: Eres pan de vida, Señor, en un mundo que, creyéndose seguro, vive agitado por el viento de su propio egoísmo; en un mundo tan ocupado que no es capaz de reconocerte como “el pan vivo bajado del cielo”. Eres pan de vida, Señor, y, cuando te recibimos con fe, produces en nosotros el milagro de un amor sin trampas, la generosidad de una fe sin condiciones, el don agradecido de unas manos tendidas, el misterio de la entrega en el compromiso diario de nuestra vida. Eres pan de vida, Señor, que cuando comulgamos, hace surgir en nosotros un surtidor de vida, nos enseña los caminos exigentes de la entrega, los senderos difíciles de la esperanza, y los latidos acompasados del perdón generoso. ¡Eres pan de vida, Señor! Ayúdanos a responder a tu regalo con la sinceridad de nuestra fe; que seamos capaces de ver más allá de nosotros mismos y llévanos de la mano, Señor, para que, vayamos adonde vayamos, siempre nos encontremos contigo. “Señor, fortalécenos con tu pan, a nosotros que, hambrientos de otros

panes, caemos bajo el peso de nuestra propia debilidad. Señor, que nos sacias con tu ternura y te conviertes para nosotros en encuentro,

caricia, respuesta y amor entregado. ¡Señor, danos siempre de tu pan!”. Amén.

En el Jardín de Tu Paz (Nº 59) La LUZ celestial

“Y la vida era la luz de los hombres...La luz

verdadera que ilumina a todo hombre”. (Juan1, 4.9).

La sola presencia de DIOS puede darnos un poder enorme para purificarnos de nuestros ídolos más secretos y quizás los que conocemos mejor.

Atravesamos un tiempo en el que hace falta mucha luz, ya que el mundo está lejos de DIOS, y cada día sus tinieblas se abaten sobre nosotros. Pero pertenecemos a la luz y anhelamos el día en que desaparezcan. Hay personas que viven una existencia luminosa gracias a que dejan que la luz de DIOS las transforme. Esta transformación nos lleva a un estado en que aprendemos a conocernos, pensando en nosotros mismos, en JESUCRISTO y en los demás. Este trío forma en nosotros toda una personalidad creativa, inquebrantable ante los avatares de la vida y el mundo. En nuestra vida de cada día, nuestro sendero debe estar lleno de luz hasta tal punto que nosotros mismos nos veamos como personas resplandecientes. Todo es luminoso si caminamos con DIOS. Incluso el tiempo de las pruebas y sufrimientos tendrán para nosotros otra forma de enfocarlos. Démonos cuenta de esto: La sola integridad sin DIOS no nos basta para descubrir el mal. Al igual que el ojo natural necesita de luz para ver, al ser humano le hace falta la presencia de DIOS que es luz. JESUCRISTO nos dice: “Quien tiene mis mandamientos y los cumple, ese me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Juan 24, 21). Jesús nos dice que somos la luz del mundo, una luz no se puede esconder, ni se enciende, ni se pone debajo de la mesa, se pone sobre un candelero. Para ser la luz del mundo necesitamos tener comunión con ÉL, que es la verdadera luz; no podemos ser luz si no hemos tenido un encuentro personal con el Verbo de DIOS; no podemos alumbrar el camino de otros sin la luz verdadera. Lo que ha atacado a Venezuela, lo que ha atacado a nuestra vida no prevalecerá, porque DIOS va delante de nosotros. Nuestra nación está a oscuras, muchos en nuestras familias están a oscuras, muchos aun creyendo en JESUCRISTO están en tinieblas, pero debemos ser símbolo de luz, alumbrar el camino de otros, porque cuando estamos aferrados a la luz verdadera, alumbraremos el camino de otros, mostraremos a otros la senda, traeremos buenas noticias. Asumamos el rol que DIOS nos ha dado de impactar la vida del que está en tinieblas, aunque hacerlo nos traiga persecuciones como en la siguiente narración: “Cuenta la leyenda que un día una serpiente empezó a perseguir una luciérnaga. Esta huía rápido de la feroz predadora y la serpiente al mismo tiempo no desistía. Huyó un día y ella la seguía, dos días y la seguía... Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente: - “¿Puedo hacerte tres preguntas?” - “No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar”, contestó la serpiente... “¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?” -preguntó la luciérnaga. - “No”, -contestó la serpiente. - “¿Yo te hice algún mal?” -dijo la luciérnaga. - “No”, -volvió a responder la serpiente. - “Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?” - ¡¡¡ Porque no soporto verte brillar!!!” Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, no dejemos de brillar, continuemos siendo nosotros mismos, dando lo mejor de nosotros, aunque nuestra luz moleste a los predadores.

“Levántate, brilla, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti” (Isaías 60,1). Amén.

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN: Entregado totalmente a la predicación

Este Sábado 8 la Iglesia hace memoria de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, conocidos popularmente como Dominicos. Era de estatura mediana, delgado de cuerpo, cabellos y barba suavemente rubios, de manos largas y elegantes, y una gran voz, hermosa y sonora. Era un hombre de DIOS, con un especial sentido de la providencia y de la voluntad divina en las cosas humanas, con una acentuada experiencia de DIOS y un desarrollado don de sabiduría. Antes de concebirlo, su madre tuvo una visión en sueños según la cual le parecía llevar en su seno un cachorro con un manojo de llamas en la boca, con las que, al salir de sus entrañas, encendía todo el mundo. A esta visión se debe que en las representaciones se le acompañe de un cachorro con un haz de llamas, y que al perro se le asigne un cierto simbolismo en la orden de los Dominicos.

Confíado en la palabra de Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo: “El que pierda su vida por la causa del Evangelio, ése la ganará para la vida eterna” (Mateo 16, 25), descubre por completo cuál es la tarea urgente que DIOS le había reservado y con pasión y fervor, realmente sobrenatural, dedicará a esa lucha la fuerza y el calor de su palabra iluminada. Estaba convencido de que su obligación no era almacenar la semilla, sino sembrarla. Además esto ocurre porque encontrándose Santo Domingo, absorto en la oración en la Basílica de San Pedro, en Roma, contempló en visión imaginaria que se le acercaban los gloriosos príncipes Pedro y Pablo. Parecíale que Pedro le entregaba un báculo y Pablo un libro, mientras le decía: “Vete, predica, porque DIOS te ha escogido para este ministerio”. Y al punto también imaginó contemplar a sus hijos esparcidos por todo el mundo, yendo de dos en dos a predicar por los pueblos la palabra divina. Para mediados de julio del año 1221, volvía a Bolonia, ciudad de Italia, con agudos síntomas del mal que le llevaría a la muerte. Fuertes dolores de cabeza, fiebre y la disentería, que hacía tiempo venía padeciendo, acaban por darle el golpe mortal. Esto ocurre al atardecer del día viernes 6 de agosto de 1221 (ese día la Iglesia celebra la fiesta del augusto misterio de la Transfiguración del Señor). Como sus frailes le rogaban que se acordase de ellos, les asegura: “Yo os seré más útil y provechoso después de muerto que lo que fui en la vida”. Fue extraordinaria la obra dejada y los múltiples milagros realizados por Santo Domingo de Guzmán tanto en vida, como después de su partida. En 1205 cuando predicaba en Montreal, Francia, unos herejes le proponen que escribiera sus argumentos y ese papel se lanzaría al fuego; si no se consumía, entonces creerían. Tres veces fue enviado dicho papel al fuego y siempre salió íntegro de la hoguera, logrando con este milagro que muchos herejes se convirtieran a la fe cristiana. Otra vez que predicaba en un pueblo afligido por la falta de lluvia les dijo: “No temáis, hermanos; confiad en la misericordia de DIOS porque hoy nos concederá el Señor gran caudal de lluvia”. Y aunque ninguna nube oscurecía el inmenso resplandor del sol, cayó un fuerte aguacero.

“Santo Domingo, fidelísimo imitador de JESUCRISTO y luz de la Iglesia, a ti dirigimos nuestra oración. Hablando con DIOS o de DIOS has sabido encarnar el mensaje de la salvación, mostrando un celo ardiente por la pureza de la fe y

una compasión tierna hacia los pecadores. Juntando maravillosamente la contemplación con el apostolado y el gozo del alma con el austero camino de

la penitencia, has dado respuesta plena a la voluntad de DIOS. Santo Domingo, bajo tu guía nosotros queremos profundizar en la verdad divina

para poderla difundir con la palabra y con el ejemplo. Ayúdanos con tu poderosa intercesión, para que podamos un día participar en la gloria que te

corona eternamente”. Amén.