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T. P., 63, N DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL Y CONSUMO DE BOTONES DE PERFORACIÓN EN “V” EN EL ÁMBITO ARGÁRICO SPATIAL DISTRIBUTION AND CONSUMPTION OF “V” - PERFORATED BUTTONS TRABAJOS DE PREHISTORIA 63, N o 2, Julio-Diciembre 2006, pp. 93-116, ISSN: 0082-5638 JUAN A. LÓPEZ PADILLA (*) RESUMEN Los botones de perforación en V han sido tradicional- mente considerados como un elemento en cierto modo “in- trusivo” en el repertorio artefactual argárico. Desde el punto de vista cronológico, su estrecha vinculación con el “fenó- meno campaniforme” provocó una clara tendencia a rela- cionarlos exclusivamente con las etapas más antiguas del desarrollo de la sociedad argárica. No obstante, los datos recientemente proporcionados por la revisión de las exca- vaciones y del material arqueológico de cronología prehis- tórica procedentes de la Illeta dels Banyets de El Campello, en Alicante, permiten reconsiderar la producción y el con- sumo de estos objetos en el seno de la sociedad argárica tanto desde el punto de vista espacial como cronológico. ABSTRACT The V -perforated buttons have been largely considered as intrusive elements in Argaric artefact assemblages. Chronologically, the close association with the “Bell- Beaker phenomenon” has led to the tendency to relate these to the earliest stages in the development of Argaric socie- ty. Nevertheless, recent information provided by the review of the excavations and of the archaeological remains reco- vered from the Illeta dels Banyets de El Campello settlement located in Alicante, has enabled us to reconsider spatially and chronologically the production and consumption of these objects in Argaric society. Palabras clave: Botones. Grupo argárico. Edad del Bron- ce. Enterramientos. Género. Key words: V- buttons. Argar cultura. Bronze Age. Buri- las. Gender. 1. INTRODUCCIÓN Desde la consideración de su más básico rasgo definidor, los botones de perforación en V consti- tuyen, como es sabido, un tipo de producto de am- plísima distribución geográfica, siendo especial- mente frecuentes en contextos del III y II milenios a.C. de toda Europa Central y Occidental. Esta ex- tensa distribución explica también, hasta cierto punto, la especial atención que recibieron en su mo- mento por parte de investigadores como J. Arnal (1954; 1973) o J. Guilaine (1963) a los que se de- ben los primeros intentos de seriación tipológica a escala europea. Al igual que en otras zonas de Europa, también en la Península Ibérica han recibido atención espe- cífica en diversos trabajos principalmente de alcan- ce regional o local, como los de T. Andrés (1981) o G. Delibes (1983) para el País Vasco y Navarra, R. Fonseca (1985; 1988) para Castilla- La Mancha, J. L. Pascual (1999) para el ámbito valenciano o J. M. Rodanés (1987) para Cataluña y Valle del Ebro. Finalmente, a inicios de la última década del pasado siglo se publicó el trabajo de A. Uscatescu (1992), quien desde una revisión y recopilación de materia- les publicados que pretendía ser exhaustiva, elabo- ró un inventario de casi todos los botones de perfo- ración en V conocidos hasta esas fechas tanto en la Península Ibérica como en las Islas Baleares. Sin embargo, creemos que tras más de una déca- da de investigación pueden resultar convenientes algunas reflexiones acerca de varios de los aspec- tos involucrados en los procesos de producción y consumo de este tipo de artefactos. Para empezar, la gran importancia que la arqueografía tradicional otorgó a los “elementos campaniformes”, como significantes de una “cultura” o “corriente cultural” (*) MARQ. Museo Arqueológico de Alicante. Diputación de Alicante. Plaza Gómez Ulla, s/n. 03013 Alicante. Correo electró- nico: japadi@dip-alicante. es Recibido: 21-III-06; aceptado: 17-V-06.

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  • T. P., 63, No 2, Julio-Diciembre 2006, pp. 93-116, ISSN: 0082-5638

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    DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL Y CONSUMO DE BOTONESDE PERFORACIÓN EN “V” EN EL ÁMBITO ARGÁRICO

    SPATIAL DISTRIBUTION AND CONSUMPTION OF “V” - PERFORATED BUTTONS

    TRABAJOS DE PREHISTORIA63, No 2, Julio-Diciembre 2006, pp. 93-116, ISSN: 0082-5638

    JUAN A. LÓPEZ PADILLA (*)

    RESUMEN

    Los botones de perforación en V han sido tradicional-mente considerados como un elemento en cierto modo “in-trusivo” en el repertorio artefactual argárico. Desde el puntode vista cronológico, su estrecha vinculación con el “fenó-meno campaniforme” provocó una clara tendencia a rela-cionarlos exclusivamente con las etapas más antiguas deldesarrollo de la sociedad argárica. No obstante, los datosrecientemente proporcionados por la revisión de las exca-vaciones y del material arqueológico de cronología prehis-tórica procedentes de la Illeta dels Banyets de El Campello,en Alicante, permiten reconsiderar la producción y el con-sumo de estos objetos en el seno de la sociedad argáricatanto desde el punto de vista espacial como cronológico.

    ABSTRACT

    The V -perforated buttons have been largely consideredas intrusive elements in Argaric artefact assemblages.Chronologically, the close association with the “Bell-Beaker phenomenon” has led to the tendency to relate theseto the earliest stages in the development of Argaric socie-ty. Nevertheless, recent information provided by the reviewof the excavations and of the archaeological remains reco-vered from the Illeta dels Banyets de El Campello settlementlocated in Alicante, has enabled us to reconsider spatiallyand chronologically the production and consumption ofthese objects in Argaric society.

    Palabras clave: Botones. Grupo argárico. Edad del Bron-ce. Enterramientos. Género.

    Key words: V- buttons. Argar cultura. Bronze Age. Buri-las. Gender.

    1. INTRODUCCIÓN

    Desde la consideración de su más básico rasgodefinidor, los botones de perforación en V consti-tuyen, como es sabido, un tipo de producto de am-plísima distribución geográfica, siendo especial-mente frecuentes en contextos del III y II mileniosa.C. de toda Europa Central y Occidental. Esta ex-tensa distribución explica también, hasta ciertopunto, la especial atención que recibieron en su mo-mento por parte de investigadores como J. Arnal(1954; 1973) o J. Guilaine (1963) a los que se de-ben los primeros intentos de seriación tipológica aescala europea.

    Al igual que en otras zonas de Europa, tambiénen la Península Ibérica han recibido atención espe-cífica en diversos trabajos principalmente de alcan-ce regional o local, como los de T. Andrés (1981)o G. Delibes (1983) para el País Vasco y Navarra,R. Fonseca (1985; 1988) para Castilla- La Mancha,J. L. Pascual (1999) para el ámbito valenciano o J.M. Rodanés (1987) para Cataluña y Valle del Ebro.Finalmente, a inicios de la última década del pasadosiglo se publicó el trabajo de A. Uscatescu (1992),quien desde una revisión y recopilación de materia-les publicados que pretendía ser exhaustiva, elabo-ró un inventario de casi todos los botones de perfo-ración en V conocidos hasta esas fechas tanto en laPenínsula Ibérica como en las Islas Baleares.

    Sin embargo, creemos que tras más de una déca-da de investigación pueden resultar convenientesalgunas reflexiones acerca de varios de los aspec-tos involucrados en los procesos de producción yconsumo de este tipo de artefactos. Para empezar,la gran importancia que la arqueografía tradicionalotorgó a los “elementos campaniformes”, comosignificantes de una “cultura” o “corriente cultural”

    (*) MARQ. Museo Arqueológico de Alicante. Diputación deAlicante. Plaza Gómez Ulla, s/n. 03013 Alicante. Correo electró-nico: japadi@dip-alicante. es

    Recibido: 21-III-06; aceptado: 17-V-06.

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    extendida a todos los rincones de la Península, hatenido, a nuestro juicio, dos consecuencias funda-mentales con respecto a los botones de perforaciónen V. La primera, que sólo en fechas bastante re-cientes empezara a admitirse para muchas regionesla pervivencia de este tipo de productos en crono-logías muy posteriores a los contextos “campani-formes” en los que por primera vez comparecen enel registro; y la segunda, que en virtud de su ampliadispersión geográfica se les haya conferido un cier-to carácter “extra- cultural” que los ha disociado encierta manera del resto del conjunto material quecompone el registro arqueológico. Todo ello hacontribuído a que desde ciertas perspectivas de in-vestigación se haya llegado a plantear un dilatadorango cronológico para su vigencia –aproximada-mente entre la fecha atribuida por algunos autoresa los ejemplares de la necrópolis de La EncantadaI, junto al poblado de Almizaraque (Herrerías, Al-mería) (Almagro Gorbea 1965) y los documentadosen contextos avanzados del II milenio a.C. de Mon-cín (Borja, Zaragoza) (Rodanés Vicente 1987;Harrison et al. 1994)– que sin embargo sólo cobrasentido considerando un marco de observación aescala peninsular (Uscatescu 1992). Lo cual resultatan poco útil como enfocar el análisis a partir deentidades geográficas determinadas sólo por loslímites administrativos actuales, pues ciertamenteni uno ni otro marco de observación tiene muchoque ver con las realidades territoriales en las que sedesenvolvieron las sociedades concretas de nues-tro pasado prehistórico. Atender a ellos como ám-bitos referenciales puede servir a efectos de inven-tario patrimonial, pero no como unidades deevaluación si el objetivo es el análisis y explicaciónde procesos involucrados en el desarrollo de socie-dades que nunca se vieron sujetas a tales límites. Ental caso, todo puede acabar redundando en un altogrado de distorsión informativa, problema que pue-de agravarse si se hace una selección de atributosincompleta o poco representativa para la discrimi-nación y caracterización de los distintos tipos esta-blecidos.

    En conclusión, la escasa integración de estosproductos en unas secuencias regionales que resul-ten de aplicación a los territorios políticos de lassociedades del III y II milenio a.C. de la Penínsulaha implicado, a nuestro juicio, la creación de unexcesivo ruido de fondo que ha impedido valorarconvenientemente el panorama que el registro ar-queológico nos ofrece al respecto. Creemos quesólo reorientando en este sentido nuestras perspec-

    tivas de análisis, podremos evaluar conveniente-mente la dinámica de los procesos de producción yconsumo de botones de perforación en V en el senode las culturas de nuestra prehistoria reciente, en elmarco establecido por las relaciones sociales e in-tersociales que determinaron a cada momento sudevenir histórico.

    2. EL ÁMBITO ARGÁRICO Y LOSBOTONES DE PERFORACIÓN EN V

    Tras la etapa en que E. y L. Siret (1890) llevarona cabo sus excavaciones en los yacimientos de laEdad del Bronce del Sureste peninsular, identifi-cando y sistematizando por vez primera el conteni-do y las formas de expresión material del GrupoArgárico, en la investigación prehistórica españo-la se impuso, a lo largo de la primera mitad del si-glo XX, la visión defendida por P. Bosch (1932)que hacía extender la cultura de El Argar a prácti-camente todos los rincones de la Península Ibérica.Sin embargo, la constatación de la existencia decrecientes contradicciones en el registro con res-pecto a este planteamiento incitó, a partir de fina-les de la década de 1940, a delimitar y acotar estasmanifestaciones de forma más rigurosa en el tiem-po y en el espacio.

    Debemos a M. Tarradell (1950) la superación deestos planteamientos “pan- argaristas”, hasta enton-ces dominantes. Su profundo conocimiento del re-gistro arqueológico, pero sobretodo su aguda pers-picacia e intuición, le permitieron deslindar unaserie de rasgos en los que se vieron reconocidos apartir de ese momento otros grupos culturales,como el denominado “Bronce Valenciano” (Tarra-dell Mateu 1963).

    Como bien ha señalado recientemente B. Martí(2004: 23), la solidez de los argumentos empleadosen la identificación y segregación de estas áreas delconjunto cultural argárico bastaron para consolidarmás o menos rápidamente un cierto consenso alrespecto, pero otra cuestión bien distinta era dibu-jar con precisión la delimitación de dichas áreas.Así, en lo concerniente al límite oriental argárico,si para M. Tarradell (1965) la frontera entre el Bron-ce Valenciano y El Argar debía establecerse en elvalle del río Vinalopó, para otros investigadores(Blance 1971; Lull 1983) ésta se ubicaba realmenteen el cauce del río Segura. De igual modo, la deli-mitación de la frontera septentrional argárica conrespecto a los grupos de la Edad del Bronce de La

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    Mancha vino a embrollarse en un debate semejan-te (Romero et al. 1988). Y es que a lo largo de va-rias décadas, esta controversia en torno a la correctaidentificación de los límites de El Argar se ha fun-damentado en el paulatino incremento del registroempírico y su articulación en propuestas que dealgún modo han tratado de resolver el problemacreando “facies” o “áreas de contacto” –o de “dilu-ción y simbiosis cultural”– como las que ha veni-do propugnando M. S. Hernández (1985; 1997)para el valle del Vinalopó o como la que defendie-ran M. Fernández- Miranda et al. (1994) para elárea sudoriental de La Mancha.

    Naturalmente, las diferencias de criterio con quese abordó la valoración del registro empírico afec-taron de modo especial la consideración de aquellosyacimientos que por su situación geográfica apare-cían ubicados justo en las áreas en las que se cen-traba el debate acerca de la delimitación de esas lí-neas fronterizas. Sin duda éste ha sido el caso de laIlleta dels Banyets, poblado que pasó primeramentede ser incluido entre los enclaves del Bronce Valen-ciano (Llobregat Conesa 1975) a proponerse pos-teriormente su adscripción al Bronce Valencianopero con fuertes influencias argáricas (LlobregatConesa 1986), hasta defenderse (Hernández Pérez1985; Simón García 1988) y aceptarse completa-mente su pertenencia al ámbito cultural argárico(Simón García 1997). Este mismo escenario es elque se puede reconocer en el caso de otros enclavesde parecida situación geopolítica, como el Cerro dela Encantada (Nieto Gallo y Sánchez Meseguer1980; Nieto et al. 1983; Romero et al. 1988), cuyoargarismo queda fuera de toda duda a partir tan sólode un somero repaso a las características fundamen-tales del registro arqueológico que ha proporciona-do (Castro et al. 1996: 117).

    Hoy la mayor parte de estos debates han que-dado en nuestra opinión ya resueltos, y en la ac-tualidad creemos que se han aportado datos con-cluyentes que permiten delimitar con bastanteaproximación el ámbito geográfico en el que se de-sarrollaron las formas de expresión cultural que ca-racterizaron al Grupo Argárico, y que podemosapreciar claramente en el área territorial del Sureste–Camp d’Elx, cuencas del Segura y Guadalentín,campos de Lorca y Cartagena y cuencas del Antasy del Almanzora (Hernández Pérez 1997, 2002;Jover Maestre y López Padilla 1999, 2004; Ayala,Juan 1991; Eiroa García 1995; Arteaga 1992;Schubart et al. 2000; Castro et al. 1999, ... etc.)–,apareciendo con diferencias regionales pero per-

    fectamente identificable en la Vega de Granada(Molina González 1983; Molina et al. 1986; Mo-lina González y Cámara Serrano 2004) y en el AltoGuadalquivir (Ruiz et al. 1986; Cámara et al. 1996;Contreras Cortés 2004), hasta alcanzar, como he-mos visto, las orillas del margen meridional de LaMancha (Fig. 1).

    Una vez, pues, establecido el marco físico en elque es posible reconocer las formas de expresión dela sociedad argárica, estaremos en condiciones deanalizar las dinámicas vinculadas a la producción,distribución y consumo de los botones de perfora-ción en V, dentro de un marco cronológico defini-do por una de las series de dataciones radiocarbó-nicas más importantes de la Edad del Broncepeninsular (González Marcén 1994; Castro et al.1996), la cual ha venido a proponerse parcelada encinco fases sucesivas que, a partir de un imprecisomomento de gestación inicial, quizá remontable enalgunas zonas hasta mediados del III milenio B.C.,abarcan desde ca. 2150 hasta 1575 B.C., si bien es

    Fig. 1. Mapa del Sureste de la Península Ibérica con indica-ción de los yacimientos argáricos incluidos en nuestro es-tudio.

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    cierto que en fechas más recientes se han plantea-do otras secuencias alternativas (Molina Gonzálezy Cámara Serrano 2004: 456).

    Al contrario de lo establecido por H. Schubart(1979: 298), para quien el botón de perforación enV venía a constituir un objeto característico de lafase A de El Argar, para V. Lull (1983: 214) suconsumo dentro del espacio argárico era poco me-nos que testimonial, llegándolos a considerar unelemento ajeno a la cultura. A su juicio, se tratabade un producto escasamente demandado cuya apa-rición en el registro se debía fundamentalmente alresultado de contactos con el exterior, con el ámbitoperiférico al Argar en donde la presencia de estosproductos resultaba comparativamente mucho másimportante y donde su consumo se presumía vigen-te durante más tiempo. Esta diferencia era tan acu-sada que, en su opinión, podía constituir de hechoun rasgo de gran valor a la hora de delimitar el pro-pio ámbito argárico.

    Aproximadamente dos décadas más tarde, elincremento del registro empírico disponible nospermite realizar nuevas consideraciones al respec-to, pues el número total de botones de perforaciónen V documentados ha aumentado considerable-mente sus valores absolutos.

    En los contextos que hemos estudiado, los tiposde botones registrados son básicamente tres:

    a) piramidales –de bases con formas desde cua-dradas y rectangulares a ovales–;

    b) cónicos –con bases desde circulares a ova-les–;

    c) y prismáticos triangulares, entre los que cabediferenciar dos variantes: los cortos, –de perfora-ción simple– y largos –con doble perforación–.

    Esta división tripartita vendría en algún caso, dehecho, a reagrupar en uno sólo varios de los tiposreconocidos por otros investigadores, como porejemplo los tipos piramidal de base cuadrada,troncopiramidal, piramidal de base rectangular ytroncopiramidal de base rectangular de A. Usca-tescu (1992: 38), o los tipos piramidal y pentaédri-co de V. Lull et al. (1999: 253), todos los cualescaben, a los efectos del objetivo que perseguimosen este trabajo, en un único tipo básico de botónpiramidal. La diversidad que en este sentido se con-templa en otras propuestas tipológicas, más que aauténticas variantes de los tres tipos fundamentalesse debe, en unos casos, a la consideración comoprincipales de rasgos morfológicos que nosotroshemos considerado secundarios, tales como la for-ma más o menos rectangular o cuadrada de la base;

    o en determinados casos, a pasar por alto las dife-rentes condiciones de conservación que presentanalgunos botones, a los que las fracturas y las exfo-liaciones del marfil debidas a la actuación de agen-tes químicos y físicos han modelado de formas di-versas –aunque al fin y al cabo fortuitas– pero quea pesar de todo se les ha llegado a considerar repre-sentativos de tipos diversos, cuando en su estadoactual no reflejan la forma originalmente diseñadapara ellos.

    La mayoría de las variables advertidas en el re-gistro se reducen en todo caso, a nuestro juicio, acombinaciones formales entre estos tres tipos fun-damentales, principalmente entre el tipo piramidaly los tipos prismático y cónico, como ocurre en al-gunos ejemplares de la Illeta dels Banyets en losque la forma piramidal se proyecta a partir de unabase con forma oval o en ocasiones casi circular, loque los aproxima a los botones de tipo cónico.Nuestro criterio ante este tipo de formas que podría-mos llamar “mixtas” ha sido el considerar de tipopiramidal a todo botón en el que, aunque disminui-das, resulten claramente apreciables las cuatro aris-tas convergentes entre sí, típicas de una pirámide decuatro lados, e independientemente de que éstaslleguen o no a unirse en una auténtica cúspide. Y delmismo modo, hemos considerado prismáticos atodos los que presenten formas en las que sólo dosde sus facetas se unen formando una arista longitu-dinal, de modo que las otras dos nunca llegarían aunirse por mucho que las prolongásemos imagina-damente.

    Una vez establecidos nuestros criterios para ladiscriminación efectiva de los tipos, hemos de se-ñalar que no todos los botones conocidos se acom-pañan de información contextual de calidad seme-jante. Muy al contrario, de algunos carecemoscompletamente de referencias que nos indiquen siprocedían del ajuar de sepulturas o del interior deespacios domésticos, mientras que de otros conta-mos con información exhaustiva tanto de su entor-no artefactual como de referencias estratigráficasmás o menos precisas e incluso de dataciones radio-carbónicas.

    A continuación detallaremos de forma sucinta lacolección que hemos utilizado de referencia asícomo breves detalles, en su caso, de los datos ar-queológicos que los acompañan.

    2.1. Tabaià. Aspe, AlicanteA lo largo de las campañas de excavación reali-

    zadas, entre 1987 y 1991, han aparecido cuatro

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    botones, todos ellos elaborados en marfil e inéditoshasta ahora (1). De ellos, dos pertenecen claramenteal tipo prismático corto o simple, caracterizado porposeer una sóla perforación en V (Fig. 2. 6 y 7).Otro corresponde también con claridad al tipo có-nico (Fig. 2. 4), mientras que del último, de pequeñotamaño y muy fragmentado, no puede establecer-se con total seguridad la forma, aunque es probableque se trate también de un botón de tipo prismáti-co (Fig. 2. 5).

    Dado que las actuaciones permanecen aún inédi-tas, lo que resulta en estos momentos pertinente esseñalar que todas las piezas proceden de contextosrelacionados con la ocupación y con la sedimenta-ción y amortización de unidades habitacionales oespacios de tránsito entre ellas, y que en ningún casoformaban parte del ajuar funerario de las sepulturasregistradas (Hernández Pérez 1990; 1997; 2002).

    2.2. Puntal del Búho. Elche, AlicanteSe trata de un botón de tipo piramidal, manufac-

    turado en piedra de color blanco, probablementecaliza marmórea. Fue hallado en prospeccionessuperficiales del yacimiento y referenciado porprimera vez por J. L. Román Lajarín (1980) y pos-teriormente analizado por J. L. Pascual (1999: 168,Fig. III. 178, 2).

    2.3. Caramoro I. Elche, AlicanteDe las excavaciones llevadas a cabo en el yaci-

    miento en 1989 y 1993 procede un botón de marfilde forma prismática con doble perforación, del quese ha publicado referencia gráfica (González Pratsy Ruiz Segura 1995, Fig. 2. 14). Nada se sabe, porel contrario, del contexto preciso en el que fueronencontrados ni el botón ni tampoco el nutrido gru-po de adornos de marfil –principalmente brazale-tes– localizado en el asentamiento, ni si unos y otrosse hallaron conjuntamente dentro del mismo espa-cio habitacional (González Prats y Ruiz Segura1995: 97).

    2.4. San Antón. Orihuela, AlicanteDe este yacimiento conocemos tres botones có-

    nicos elaborados en marfil, todos ellos fragmenta-dos (Fig. 2. 1- 3). Proceden de las excavacionesrealizadas por J. Furgús en el yacimiento a princi-pios del siglo XX y durante años estuvieron depo-sitados en el Colegio de Santo Domingo de Orihue-

    la. Desde 1993 forman parte de los depósitos delMARQ de Alicante al igual que el resto de los ma-teriales que integran la Colección Furgús.

    Sin duda, se trata de una parte de los mismoscuatro botones que el propio J. Furgús (1937: 40)menciona y de los que, por lo demás, no añade ma-yor referencia. Dado el número en que fueron halla-dos y lo parejo de sus dimensiones es posible, noobstante, que procedan del interior de una sepultu-ra, pues tal vez correspondan también a los botonesque en un trabajo anterior se asociaban a los elemen-tos de ajuar de las sepulturas de fosa del yacimien-to (Furgús 1937: 11). Lamentablemente, hoy díasupone ya una incógnita imposible de resolver.

    2.5. Laderas del Castillo. Callosa de Segura, Ali-cante

    De las cerca de seis docenas de botones halladosen el interior de una de las sepulturas excavadas porJ. Furgús (1937: 66) en este yacimiento, desgracia-damente no se ha conservado, que nosotros sepa-mos, ninguno. Lamentablemente, pues, estamos enmanos de las descripciones del jesuita y del mate-rial gráfico aportado por éste en la publicación desus trabajos. De acuerdo con las primeras, hemos deanotar su fabricación en marfil, como explícitamen-te se indica, así como formas cónicas o de peque-

    Fig. 2. Botones de perforación en V de San Antón (Orihuela,Alicante) (1-3) y Tabaià (Aspe, Alicante) (4-7).

    (1) Agradecemos a Mauro S. Hernández Pérez, director delas excavaciones, la información relativa a estos hallazgos.

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    ña pirámide, extremo que por desgracia no es posi-ble corroborar en función del segundo, pues la lá-mina que ilustra estos hallazgos (Furgús 1937, V.Lám. II, Fig. 4ª) nos ofrece los botones de perfil,impidiendo realizar ningún tipo de observación alrespecto, a lo que se añade el pequeño tamaño de lafotografía reproducida.

    Lo que sí se señala de forma clara es su pertenen-cia al ajuar de una tumba –una cista de lajas– delque, al menos, también formaba parte un hacha demetal, un vaso de cerámica y tres espirales y unanillo de plata. Al parecer, la tapa de la tumba fuedestruída, por lo que es posible que otros objetostambién relacionados por Furgús no pertenecieranal conjunto sepulcral, tales como el hacha de dio-rita que se incluye entre los elementos de ajuar. Nose indicó, en cualquier caso, característica algunadel individuo o individuos allí depositados, aunquesí se hace énfasis en señalar que los botones se en-contraban pintados de color rojo.

    Finalmente, en la colección del Museo Arqueo-lógico Municipal de Orihuela se conserva un botónde forma piramidal probablemente elaborado tam-bién en marfil (Soriano Sánchez 1984: 127, Fig. 12.1), hallado en las prospecciones superficiales rea-lizadas en el yacimiento en décadas posteriores.

    2.6. Cerro de las Viñas. Coy, Lorca. MurciaA partir de las excavaciones que se han venido

    realizando en este yacimiento (Ayala Juan 1991) seha podido documentar un amplio emplazamientoamurallado dotado de bastiones, en cuyo interior selocalizaron varias sepulturas. En una de ellas –unafosa excavada en el suelo– se halló depositado unindividuo acompañado de un ajuar compuestro porsiete botones piramidales de marfil (Fig. 3) y, al pa-recer, también un puñal de forma peculiar y un afi-lador o brazalete de arquero de esquisto que fueronhallados fuera de la tumba debido a la remoción quede la misma provocaron las obras de construcción dela muralla del poblado, posteriores cronológicamen-te. Consideramos menos probable la asociaciónal conjunto del fragmento de punta de Palmelaque, según Mª Manuela Ayala (1991: 198) comple-taría el ajuar de la sepultura, pues no constituyeéste un producto que forme parte habitualmente delos ajuares argáricos (Lull y Estévez 1986: 448).

    Los siete botones son de un tamaño apreciable,en especial dos de ellos que casi alcanzan los 30mm de longitud en la base. Como se verá, tanto enproporciones como en número, el conjunto presentaunas similitudes más que notorias con la serie de

    botones aparecida en el interior de la tumba 202 deEl Argar, referenciada por E. y L. Siret, de la que acontinuación nos ocuparemos.

    Muy cercano al lugar del hallazgo de esta sepul-tura, en el corte H, se localizó también, sin que semencione un contexto preciso, un botón cónico demarfil (Ayala Juan 1991: 238) del que no conoce-mos reproducción gráfica.

    2.7. El Argar. Antas. AlmeríaTodos los botones de este yacimiento conocidos

    hasta la fecha aparecieron durante los trabajos delos hermanos E. y L. Siret a finales del siglo XIX,provenientes tanto del interior de sepulturas comode espacios domésticos.

    De los localizados en los enterramientos sabe-mos de dos conjuntos distintos. En primer lugar, dela tumba 407 se referencia un botón cónico de mar-fil (Fig. 4. 4) de dimensiones muy próximas a las delas piezas de San Antón y exactamente iguales a lasdel botón hallado en Tabaià, todos ellos antes des-critos. De acuerdo con las indicaciones de los Siret,se trataba de una inhumación individual practica-da en una cista de losas, y junto al botón apareciótambién un puñal de remaches (Siret y Siret 1890,Lám. 48. 407).

    Fig. 3. Botones de perforación en V del Cerro de las Viñas(Coy, Lorca, Murcia).

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    La sepultura 202, en cambio, se describe comoun sepulcro de piedras –término que probablementedescribe a una cista de mampostería– en cuyo inte-rior se registró un ajuar formado por un vaso de laforma 3, un punzón de metal y un conjunto de bo-tones de marfil. Si bien en el texto se nos dice queson seis los botones encontrados (Siret y Siret 1890:170), en las láminas que lo acompañan aparecen –y se mencionan– siete ejemplares (Siret y Siret1890, Lám. 41. 202), si bien de uno de ellos apenasresta un fragmento de la base (Fig. 4. 3).

    Lo que no resulta tan claro es la morfología pre-cisa que presentan algunos de estos botones, puessi E. y L. Siret (1890: 170) nos los describen clara-mente como piramidales, de acuerdo con las ilus-traciones proporcionadas se podría interpretarigualmente una acusada tendencia prismática ensus formas, como en efecto asume A. Uscatescu(1990: 136) al tratar de ellos. Para nosotros, en cam-bio, al menos en los tres casos en que los botones semuestran en perspectivas que permiten observarlo,las facetas aparecen claramente en orientacionesconvergentes pese a que no llegan a unirse en unacúspide definida. Según nuestro criterio, la mitad,al menos, del conjunto correspondería a lo que con-sideramos tipo piramidal.

    Los hermanos Siret también describieron comopiramidales los botones hallados sobre el suelo deuna de las viviendas del poblado, acompañados deun arete y de una cinta de plata (Siret y Siret 1890:152). Desconocemos su número exacto, pues en eltexto no lo mencionan expresamente, aunque debe-mos suponer que el conjunto sería el formado por lostres botones representados en la lámina correspon-diente (Siret y Siret 1890, Lám. 25. Fig. 44). Comolos procedentes del ajuar de la tumba 202, tambiénson de tamaño apreciable, aunque a diferencia deaquéllos, la ilustración nos imposibilita completa-mente en este caso corroborar parcial o totalmentela descripción formal de los mismos (Fig. 4. 2).

    Es éste, obviamente, un obstáculo hoy por hoyinsalvable, pues la clave radica en saber si cuandolos Siret –como otros autores más tarde– utilizaronel adjetivo “piramidal”, consideraban a éste aplica-ble a la descripción de formas que hoy nosotros re-conoceríamos antes como “prismáticas triangula-res”. Desde luego, la decisión con que describencomo “prismas triangulares” a otras tres piezas enla leyenda que acompaña a la misma lámina en quese reproducen los tres botones anteriores (Siret ySiret: 1890, Lám. 25. Fig. 43 y 45), al menos obli-ga a plantearnos ciertas reflexiones pues resultaría

    chocante que, habiendo detallado correctamente lamorfología de las barritas de marfil segmentadas ydel pequeño botón prismático con doble perforacióndescentrada (fig. 4. 2), los Siret hicieran despuésanálogas estas formas a las de una pirámide. Noobstante, no podemos tampoco dejar de mencionarque en páginas posteriores llegan a referir como“semejantes” los botones de las tumbas 407 y 202(Siret y Siret 1890: 200), los cuales ya hemos vistoque corresponden a dos tipos –cónico y piramidal–bien diferentes. Es probable que aquí los Siret serefiriesen más bien a la analogía funcional de unosy otros, más que a su imposible semejanza morfo-lógica, pues se traen a colación de la controversiasobre la posible tinción de tejidos y no tenían en estepárrafo, por tanto, más sentido que como apoyo auna argumentación centrada en una problemáticadistinta a la que a nosotros nos ocupa ahora.

    Pero en cualquier caso, este ejemplo sirve derecordatorio de que nos movemos en el resbaladi-zo campo de la interpretación de descripciones que,por constituir nuestro único instrumento de acerca-miento a los datos necesarios para nuestra investi-gación, escrutamos escrupulosamente aun a riesgode llegar en ocasiones demasiado lejos, pues com-prensiblemente en su momento los Siret considera-ron esta información básicamente irrelevante.

    Fig. 4. Botones de perforación en V de Lugarico Viejo (An-tas, Almería) (1) y de El Argar (Antas, Almería) (2-4), pro-cedentes del interior de una vivienda (2) y de las tumbas 202(3) y 407 (4) (según E. y L. Siret 1890, láms. 16, 25, 41 y 48).

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    2.8. Lugarico Viejo. Antas. AlmeríaCarecemos de información contextual para los

    botones localizados en este yacimiento ya que sehallaron en alguna de las pequeñas catas o sondeosque E. y L. Siret (1890: 100) realizaron por las la-deras del cerro. Al margen de mencionar que esta-ban realizados en marfil, de ninguno de ellos seofrece descripción formal ni en el texto ni en la le-yenda de la lámina en la que vienen reproducidos(Siret y Siret 1890, Lám. 16. Fig. 24 y 25), aunquepor ésta última es posible advertir la forma clara-mente piramidal del más pequeño –pues se repro-duce en perspectiva cenital– mientras que del otro,bastante deteriorado, nada se puede deducir encuanto a su forma salvo sus apreciables dimensio-nes (Fig. 4. 1).

    2.9. Gatas. Turre. AlmeríaMenos información aún disponemos del botón

    que los Siret hallaron en Gatas, del que no se ofre-ce ilustración y sólo sabemos que fue localizadofuera de las sepulturas. Tan sólo se nos indica queera de marfil y de forma piramidal (Siret y Siret1890: 222), extremos que lógicamente es imposi-ble contrastar en ninguna medida según la informa-ción a nuestro alcance.

    2.10. Cerro de la Virgen. Orce. GranadaLos trabajos desarrollados bajo la dirección de

    W. Schüle en el yacimiento (Schüle 1966; 1980)sacaron a la luz una buena colección de botones deperforación en V, procedentes tanto de los niveles“campaniformes” como de los correspondientes ala ocupación argárica. De acuerdo con la secuenciaestratigráfica que el autor propone, parece existiruna transición entre los últimos niveles con cerámi-cas campaniformes y los primeros momentos argá-ricos, definidos e identificados siempre, unos yotros, principalmente a partir de la tipología de losrestos materiales y de la presencia o no de inhuma-ciones en el interior de la zona de hábitat. Es en estenivel “transicional” definido por W. Schüle (1980)–nivel IIC- IIIA– y en el primer estrato de ocupa-ción argárica –IIIA– en donde se concentra la ma-yor parte de los botones. De hecho, aquí se hallaaproximadamente el 60% de ellos. Ninguno formóparte, al parecer, del ajuar de ninguna de las sepul-turas localizadas.

    A partir de la información gráfica disponible sededuce que todos los botones publicados proceden-tes de estos niveles pertenecen al tipo piramidal oal prismático corto (Fig. 5). Del nivel II- III proce-

    de un pequeño botón fragmentado –V. 784– de for-ma piramidal, mientras que del nivel IIC- IIIA pro-ceden cinco botones, dos de ellos –V. 968, V.1126– claramente piramidales, otro –V. 974– pris-mático corto y los dos últimos –V. 943, V. 985–para los que no resulta fácil determinar la formadebido a su estado de fragmentación pero que talvez fueran también piramidales. Atribuido al nivelIII, se registra un botón de forma prismática –V.6111– correspondiente al tipo corto. En el nivelIIIA se documentaron siete botones, tres de loscuales son igualmente piramidales –V. 773, V. 625,V. 639 (a pesar del estado de fragmentación en quese encuentra éste último)–, dos prismáticos cortos–V. 635, V. 627–, y otros dos –V. 638, V. 778– delos que tampoco es posible determinar con exacti-tud la forma, pues a partir de la ilustración tantopodrían corresponder al tipo prismático como alpiramidal. Finalmente, del nivel IIIB procede unúltimo botón –V. 596- que pertenece claramente altipo piramidal.

    Por desgracia, resulta evidente la falta de infor-mación contextual para las piezas que acabamos derelacionar, pues en sí misma, la publicación de W.Schüle (1980) apenas constituye más que una ex-tensa lista ilustrada de los materiales cerámicos,líticos, metálicos y óseos exhumados. Así mismo,

    Fig. 5. Botones de perforación en V del Cerro de la Virgen(Orce, Granada) (según W. Schüle 1980).

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    la ordenación estratigráfica que el autor proponepara los botones quizá debería tomarse con ciertacautela, pues es evidente que ésta trata de ajustar-se al esquema bipartito elaborado por B. Blance(1971) y H. Schubart (1975) que determinaba laexistencia de unos complejos muy precisamentedefinidos –Argar A y Argar B– para la ordenacióny clasificación del material argárico. Es posible quela convicción con que W. Schüle parecía participarde este esquema “crono-cultural” tuviera algo quever con el hecho de que la gran mayoría de los bo-tones del Cerro de la Virgen aparezcan referencia-dos en la publicación en los estratos vinculados al“Argar A” y a un vagamente definido “momento detransición” entre éste y los niveles “campanifor-mes”.

    2.11. Cerro de la Encantada. Granátula de Ca-latrava. Ciudad Real

    Excavado en la década de 1970 por la Universi-dad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de G.Nieto, las actuaciones llevadas a cabo fueron publi-cadas básicamente a principios de la década si-guiente (Nieto Gallo y Sánchez Meseguer 1980;Nieto et al. 1983). Si bien se ha defendido durantemucho tiempo su pertenencia a la esfera culturaldel denominado “Bronce de La Mancha” (Romeroet al. 1988; Sánchez Meseguer y Galán Saulnier2004) su adscripción argárica creemos que se en-cuentra ya fuera de toda duda, al menos a partir delnivel III del yacimiento, tal y como se ha propues-to (Castro et al. 1996: 127).

    Procedentes de las excavaciones llevadas a caboen el yacimiento se han publicado doce botones demarfil (Fonseca Ferrandis 1988), diez de los cualescorresponden, de acuerdo con los parámetros esta-blecidos por nosotros, al tipo piramidal (fig. 6).Según nos refiere R. Fonseca (1988: 162, Figs. 2.9) existe también un botón prismático largo, frag-mentado en uno de sus extremos, que a su juicio seelaboró sobre asta de ciervo. Por lo que se puedeapreciar a partir de la reproducción gráfica de laspiezas, algunos de los botones piramidales presen-tan perforaciones sobrepasadas (Fig. 6, 1, 4) asícomo también perforaciones secundarias destina-das a mantenerlos en uso tras haber sufrido fractu-ras (Fonseca Ferrandis 1988, Figs. 3. 10).

    No se proporcionan referencias contextuales delas piezas más allá de vagos detalles sobre su po-sición estratigráfica. Según éstos uno de los boto-nes, de tipo piramidal, procede del estrato másantiguo del yacimiento, en contacto con el nivel

    geológico y que al parecer sería resultado del arra-samiento de estructuras pertenecientes a un mo-mento de ocupación previo (Fonseca Ferrandis1988: 164). El mayor número de botones procededel nivel I- II del sector B del yacimiento, en don-de aparecieron registrados ocho –siete de ellos pi-ramidales y uno prismático largo– junto con unaabundante muestra de elementos de adorno, talescomo cuentas de collar de marfil y hueso. Final-mente, del estrato II proceden los tres botones res-tantes, dos de ellos claramente piramidales, mien-tras que el último, a pesar de identificarse comobotón por parte de R. Fonseca (1988: 165), presen-ta una morfología que a partir de la figura que sereproduce en la lámina confesamos que nos resultaimposible reconocer con claridad (Fonseca Ferran-dis 1988, Figs. 3. 12).

    La inclusión de este conjunto de piezas en nues-tro inventario de botones procedentes de los yaci-mientos argáricos exige sin duda un comentarioadicional, pues de acuerdo con lo publicado hastala fecha, los botones de perforación en V del Cerrode la Encantada se registraron en niveles estratigrá-ficos anteriores al nivel III, momento en que al pa-recer se produjo la inclusión del asentamiento en el

    Fig. 6. Botones de perforación en V del Cerro de la Encan-tada (Granátula de Calatrava, Ciudad Real) (según R. Fon-seca Ferrandis 1988, figs. 2 y 3).

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    Lám. I. Tumba III de la Illeta dels Banyets. El Campello,Alicante.

    dominio argárico, y para la que se ha propuesto unafecha en torno a 1700 cal BC, (Castro et al. 1996:127). Todos los botones, por tanto, estarían relacio-nados con el asentamiento “pre-argárico”, cuyosniveles aparecen asociados a la presencia de cerá-micas del tipo “Dornajos” (Poyato Holgado y Ga-lán Saulnier 1988: 303) y a la ausencia práctica-mente total de inhumaciones, las cuales parecenconcentrarse precisamente en el nivel III. Basándo-se en esa ausencia de enterramientos y en la docu-mentación, también en los estratos I y II, de puntasmetálicas del tipo “Palmela” –y por descontado, lade los propios botones de perforación en V– se pro-puso una cronología antigua para estos niveles (Fer-nández Vega et al. 1988: 117) que las fechas radio-carbónicas obtenidas han venido en principio acorroborar (Martín et al. 1993; Castro et al. 1996).A pesar de ello y como tendremos oportunidad decomprobar más adelante, creemos que existenmotivos fundados para considerar el “argarismo”por lo menos de una parte de los botones registra-dos en el Cerro de la Encantada, toda vez que se hacorroborado la filiación argárica del momento deocupación más importante del asentamiento.

    2.12. Illeta dels Banyets. El Campello. AlicanteHemos dejado para el final el amplio conjunto de

    botones localizado en el yacimiento alicantino dela Illeta dels Banyets, en El Campello, pues cons-tituye nuestro punto de referencia fundamental eneste trabajo.

    En las exploraciones que F. Figueras Pachecorealizó en la década de 1930 en el yacimiento ya seconstató la presencia de restos prehistóricos, reco-nociéndose expresamente la existencia de cerámi-cas “argáricas” (Figueras Pacheco 1950: 21). Sinembargo, la aparición en estos niveles de objetosrealizados en marfil no quedaría constatada hastamediados de la década de 1970, cuando se reanudanlas actuaciones arqueológicas en el yacimiento bajola dirección de E. Llobregat. Estos trabajos pusie-ron al descubierto una serie de estructuras y de res-tos constructivos de la Edad del Bronce, entre ellosuna cisterna parcialmente excavada en la roca yparte de lo que fue interpretado como una vivien-da de planta aproximadamente circular (LlobregatConesa 1986; Simón García 1988, 1997; Soler Díazet al. 2004; Soler Díaz 2006). Sin una conexiónclara con estos restos se documentó también unconjunto de ocho tumbas, en su mayoría consisten-tes en cistas de mampostería y alguna fosa simpleexcavada en el suelo (Simón García 1997; López et

    al. 2006). De cuatro de estas sepulturas procedentodos los botones de perforación en V conocidoshasta ahora en el yacimiento.

    La primera de ellas –tumba III– era una inhuma-ción individual de la que contamos con informa-ción gráfica y con algunos detalles recogidos en losdiarios de E. Llobregat. El cuerpo yacía en decú-bito lateral izquierdo, en posición ligeramenteflexionada, en el interior de una cista de mamposte-ría para cuya cubrición se emplearon piedras asícomo alguna laja bastante gruesa (Lám. I). Dentrode la sepultura se localizó más de una cincuentenade botones de perforación en V de marfil, de for-mas básicamente piramidales y cónico-piramida-les (Fig. 7. 4), junto con un gran puñal de remaches.Por desgracia no disponemos de información pla-nimétrica que nos permita ubicar de manera precisaestos elementos del ajuar, aunque sí se ha conser-vado una corta serie de fotografías en alguna de lascuales es posible apreciar, si bien con alguna difi-cultad, que al menos una parte de los botones se

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    Fig. 7. Botones de perforación en V de la Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante), procedentes de la tumba I (1),tumba II (2), tumba IV (3) y tumba III (4).

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    Fig. 8. Croquis a escala de la tumba III de la Illeta dels Ba-nyets, elaborado a partir de la información gráfica recogi-da por E. Llobregat en la campaña de excavaciones de 1982.

    encontraban depositados de forma irregular sobre,frente a, y a lo largo del torso del esqueleto. Porotra parte, la tinción parcial de algunos botones porel óxido cúprico que recubría la hoja del puñal ha-llado en la sepultura, colocado cuidadosamente ala altura del codo y de la cintura derechos, podríaseñalar que al menos unos cuantos de ellos habríanestado ubicados en contacto con éste o en susproximidades, a la espalda, por tanto, del cadávery junto a la pelvis (Fig. 8). Es imposible, sin em-bargo, precisar en qué medida este hecho respon-de a la disposición original de las piezas sobre laprenda que vestía el difunto, pues no se pueden

    descartar posibles alteraciones postdeposicionalesuna vez ya cerrada la cista. No obstante, resultainteresante comprobar cómo a pesar de tratarse deun número de botones considerablemente menor,la disposición de los hallados en la tumba del Ce-rro de las Viñas resultó muy similar, pues seis deellos aparecían a lo largo del pecho mientras que elúltimo se encontraba en su espalda, aproximada-mente a la altura de la cintura (Ayala Juan 1991:198).

    Si bien los datos apuntados por J. L. Simón(1997) señalaban la existencia de otra inhumaciónindividual en la que habrían sido hallados otroscuatro botones, diferentes indicios han permitido encambio conocer que dichas piezas aparecieron enuna de las tumbas dobles localizadas en el yaci-miento –tumba IV– (López et al. 2006), sin que fue-ra posible, en principio, señalar con cuál de los dosinhumados pudieran haber estado relacionados o sise hallaban repartidos entre los ajuares de cada unode ellos.

    La revisión posterior de los restos antropológi-cos de la necrópolis (De Miguel Ibáñez 2001) hapermitido añadir dos tumbas más a la lista. La pri-mera –tumba I– es una cista de mampostería halla-da en 1974, parcialmente sepultada bajo estructu-ras murarias correspondientes a época ibérica quecontenía los esqueletos de dos individuos (SimónGarcía 1997: 60). Uno de ellos –el depositado enprimer lugar– apareció reducido, formando un pa-quete, sin duda para despejar el espacio con vistasa la inhumación del segundo cadáver. A partir delas referencias fotográficas J. L. Simón (1997: 60,Lám. 5) y M. P. de Miguel (2001: 10) vincularoncon el primero de los cuerpos un conjunto de dosvasos cerámicos actualmente en paradero descono-cido. En cambio, más clara resulta la relación entreel segundo de los esqueletos y un puñal de rema-ches con el que también se ha asociado una singu-lar pieza dentada de marfil (López Padilla 1995) encuya funcionalidad como adorno y parte de unmango (sin duda, del puñal antes mencionado) es-tamos completamente de acuerdo (Simón García1988: 119; 1997: 123) (Fig. 9).

    Durante la limpieza de la matriz terrosa en la queestaban todavía contenidos los huesos correspon-dientes a este segundo enterramiento fueron encon-trados otros dos objetos de marfil que se interpre-taron como botones de perforación en V (SimónGarcía 1997: 60; De Miguel Ibáñez 2001: 10). Sinembargo, la reciente revisión que hemos llevado acabo ha permitido confirmar que si bien uno de

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    ellos se corresponde efectivamente con un botón deperforación en V del tipo piramidal (Fig. 7. 1), re-sulta en cambio altamente improbable que el frag-mento restante constituya parte de un botón, sinoque debe pertenecer a otro tipo de producto elabo-rado en marfil cuya morfología exacta resulta porahora complicado reconstruir.

    La última sepultura que nos interesa –tumba II–fue localizada en la campaña siguiente, en 1975(Simón García 1997: 60), y a juzgar por los datosque revelan los diarios de E. Llobregat, también erauna tumba doble elaborada en obra de mamposte-ría de cuyo ajuar sólo conocíamos la existencia deun puñal de remaches. Al igual que en el caso an-terior, durante el estudio osteológico de los restos

    humanos aparecieron entremezclados con los hue-sos de uno de los esqueletos un botón de perfora-ción en V de marfil de tipo cónico con la base oval,incompleto (Fig. 7. 2), y varios pequeños fragmen-tos de otro cuya forma resulta completamente irre-conocible.

    En consecuencia, podemos resumir diciendoque al menos cuatro de las inhumaciones argáricaslocalizadas en la Illeta dels Banyets se acompaña-ron de botones de perforación en V, aunque en can-tidades bien dispares: si en una de las sepulturas sehallaron apenas cuatro –tumba IV– de otra conoce-mos más de una cincuentena –tumba III– mientrasque de las tumbas I y II no se puede descartar queoriginalmente pudiera haber existido alguno másformando parte de su ajuar funerario, dadas las cir-cunstancias en que han sido hallados los botonesque hoy conocemos.

    Pero independientemente del contexto particu-lar de cada conjunto, lo que caracteriza a todos losbotones registrados en la Illeta dels Banyets (Fig.7) es el predominio de la forma piramidal, al mar-gen de que varios de ellos presenten una base ovaly unas aristas tan tenues que muy bien podrían con-siderarse cónicos. Creemos que ha sido esta “mix-tura” morfológica y la imposibilidad de encajarlaconvenientemente en los morfotipos consideradosen las clasificaciones del material arqueológico aluso –los cuales han partido siempre de unos refe-rentes rígidamente basados en formas geométri-cas– la que explicaría las descripciones esencial-mente incompletas que se habían hecho hasta ahorade ellos (Simón García 1988; 1997; Pascual Benito1995: 22).Fig. 9. Ajuar de la tumba I de la Illeta dels Banyets: pieza

    de marfil, decorativa del mango (1).

    Fig. 10. Representación porcentual de los tipos de botonesde perforación en V documentados en el territorio argárico.

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    3. DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL YCRONOLOGÍA DE LOS BOTONES DEPERFORACIÓN EN V EN EL ESPACIOARGÁRICO

    Teniendo presentes los criterios de diferencia-ción morfológica de las piezas que hemos estable-cido, la observación atenta de la distribución de lostipos a lo largo y ancho del espacio argárico denun-cia de inmediato el predominio del botón pirami-dal o de formas con tendencia piramidal frente a larelativa escasez de botones de tipo cónico pero, so-bretodo, prismático triangular (Fig. 10). En efecto,mientras que los botones de tipo piramidal apare-cen en yacimientos de todas las regiones argáricas,el tipo cónico sólo se constata por ahora en cincode ellos: El Argar, Cerro de las Viñas, Tabaià, Illetadels Banyets y San Antón, en general con pocosejemplares, mientras que el tipo prismático corto,también en número escaso, se ha registrado única-mente en el Cerro de la Virgen y Tabaià, existien-do en el caso de los botones de la tumba 202 de ElArgar dudas razonables acerca de la correcta ads-cripción de parte de las piezas al tipo piramidal oal prismático, como ya hemos visto. Pero a nues-tro juicio, lo más significativo es la ausencia casitotal del tipo prismático largo con dos perforacio-nes, el cual no se constata en el ámbito argárico aexcepción de yacimientos ubicados en los límitesmismos de su periferia, como el Cerro de la Encan-tada o Caramoro I, o en formas poco convenciona-les como el pequeño botón prismático de El Argar(Fig. 4. 2).

    En cualquier caso, lo que se desprende del incre-mento de la muestra producido en las dos últimasdécadas es que necesariamente obliga, en nuestraopinión, a matizar las consideraciones realizadas ensu día por V. Lull en torno a la aparente escasez debotones de perforación en V en el ámbito argárico,y que a su juicio “...se debe fundamentalmente aunas claras fronteras sociales y culturales con losdemás grupos del Bronce peninsular” (Lull 1983:214).

    Como hemos visto, hoy existen numerosos da-tos que permiten dibujar cada vez con más preci-sión el trazado de esas fronteras a lo largo del pro-ceso histórico articulado en torno a la génesis ydesarrollo de la sociedad argárica, aunque en lo queconcierne al tema que aquí nos ocupa, no creemosque estos límites puedan fijarse en base a argumen-tos tales como la existencia o grado de consumo debotones de perforación en V, sino más bien en cuan-

    to a los tipos de botones que fueron consumidos alinterior de tales fronteras.

    Visto desde esta perspectiva, lo que podría esta-blecerse como primera conclusión es que frente asu ámbito periférico, en donde el consumo de bo-tones de tipo prismático triangular era el dominante,en el territorio argárico el tipo de botón consumidofue preferentemente el piramidal, y a bastante dis-tancia, el tipo cónico. Al mismo tiempo, podríaestablecerse también una relación de exclusión conrespecto al tipo prismático largo de dos perforacio-nes, variante que resulta una de las de más ampliadistribución más allá de las fronteras reconocidaspara el Grupo Argárico, pero prácticamente inexis-tente dentro de ellas.

    Es cierto que podría argumentarse que estas di-ferencias, en lugar de expresar disimilitudes cultu-rales, sólo denotaran un transfondo de índole crono-lógico, pues el tipo piramidal es también frecuenteen los niveles más antiguos de yacimientos excava-dos en zonas no argáricas, como ocurre en El Picar-cho (Camporrobles, Valencia) (Lorrio et al. 2004),la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De PedroMichó 1998) o El Acequión (Albacete) (Martín etal. 1993). De este modo, asumiendo implícitamentela premisa de otorgar una cierta precedencia crono-lógica al tipo piramidal con respecto al resto, seríafactible plantear que su predominancia en el regis-tro argárico fuese resultado de un consumo contem-poráneo al constatado, hacia inicios del II milenioa.C., en las zonas periféricas de El Argar. Pero adiferencia de éstas, en donde los botones continua-rían presentes en el registro a lo largo de todo el IImilenio a.C. –aunque casi exclusivamente en laforma prismática triangular, que se anunciaría asícomo un tipo de mayor perduración cronológica(Pascual Benito 1999: 168)– en el territorio argáricosu producción y su consumo habrían sido abando-nados.

    Esta argumentación avalaría la tesis que ha de-fendido tradicionalmente la antigüedad de los bo-tones de perforación en V argáricos. En efecto, apesar de criticar las bases en las que se fundamen-taba su asociación a los enterramientos en cistas, ypor extensión, al denominado “Argar A”, propuestapor H. Schubart (1979: 298), V. Lull (1983: 214)asumió igualmente una cronología antigua para losbotones sin dejar de considerarlos, como hemosvisto, poco menos que un elemento “intrusivo” quea su juicio probablemente dejó pronto de ser con-sumido. Tras esta proposición subyacía el innega-ble vínculo que ligaba la aparición de estos produc-

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    tos a los contextos con cerámicas campaniformesy su cronología, pero también la notable parquedadde la información relacionada con los hallazgosargáricos y con los de la periferia argárica. En cual-quier caso, durante toda la década de 1980 la pre-sencia de este tipo de artefactos en contextos de laEdad del Bronce se adscribió sistemáticamente amomentos tempranos del II milenio a.C., no sólo enel caso de los yacimientos argáricos sino práctica-mente en todo el ámbito peninsular, como quedabien claro al revisar someramente la bibliografíaarqueológica del momento referida, por ejemplo, alárea levantina (Gil-Mascarell 1981: 89; Martí Oli-ver 1983: 64; Hernández Pérez 1985: 113).

    Sin embargo, para refutar o corroborar esta hi-pótesis resulta palmaria la necesidad de romper latendencia que ha hecho corresponder la temporali-dad del contexto con la que tradicionalmente se haatribuido a los botones de perforación en V, acu-diendo a los pocos casos en que los datos que acom-pañan a los hallazgos permiten realizar alguna va-loración en este sentido. No es tarea fácil, puestoque la gran mayoría de los indicios disponibles pro-ceden, como hemos visto, de excavaciones antiguasinsuficientemente documentadas para este menes-ter o de intervenciones arqueológicas más recien-tes pero de las que no ha sido publicada la memo-ria completa de los trabajos.

    De los botones localizados por los hermanosSiret en El Argar, ni los elementos de ajuar que losacompañaban en las sepulturas 202 y 407, ni lasimprecisas informaciones proporcionadas en refe-rencia a los hallados en el interior de una de lashabitaciones del poblado nos son de gran utilidad,y menos aún, como es lógico, en los casos de Ga-tas y Lugarico Viejo, hallados fuera de todo contex-to. Por desgracia, de otros yacimientos excavadosen fechas mucho más recientes, como el Cerro dela Encantada, el Cerro de la Virgen o Caramoro I,tampoco se han publicado, con respecto a los boto-nes encontrados, más que unas cuantas referenciasestratigráficas que es de esperar sean completadasen la publicación de las memorias definitivas. Algode lo que también se hallan pendientes los trabajosrealizados en Tabaià, sustancialmente inéditos apesar de la publicación de algunas noticias puntua-les y de parte de los materiales arqueológicos.

    En resumidas cuentas, la información útil dispo-nible para realizar valoraciones de índole cronoló-gica sobre el consumo de botones de perforación enV en El Argar se reduce actualmente a unas pocasasociaciones artefactuales significativas, a algunas

    relaciones estratigráficas y a un par de fechas radio-carbónicas.

    Respecto a las primeras, es evidente que nosmovemos en un terreno comprometido, pues impli-ca en algunos casos aventurar juicios a partir dedatos muy defectuosamente registrados, muy capa-ces de desorientarnos y hacer inútil cualquier es-fuerzo. Podría ser el caso, por ejemplo, del ajuarque relacionaba J. Furgús (1937: 66) acompañan-do al numeroso conjunto de botones localizado enla sepultura en cista de Laderas del Castillo, entreel cual se menciona expresamente un hacha demetal. De acuerdo con los datos reunidos hasta elmomento, parece que este tipo de producto no seregistra en las sepulturas argáricas antes de ca. 1800B.C. (Castro et al. 1993-94: 97; Lull 1997-98: 71),de donde habría que suponer una cronología rela-tiva postquem aproximada para todo el ajuar de latumba y, por ende, también para los botones. Sinembargo, el propio J. Furgús nos indica en esas mis-mas páginas que la rotura de la tapa de la cista pudoimplicar algún tipo de remoción en su interior, pro-vocando a su juicio la pérdida de parte de los obje-tos que contenía. Por ese mismo motivo no es po-sible garantizar que el hacha no procediera delexterior del sepulcro, sumándose de forma fortui-ta al conjunto.

    Menos problemático –al menos a nivel de con-fianza en la calidad del registro– es el caso de latumba doble de la Illeta dels Banyets excavada porE. Llobregat en 1974 en la que fue hallado un bo-tón durante el análisis de los restos óseos humanos,y de la que existe información gráfica que permiteasegurar el carácter cerrado del conjunto de obje-tos que conformaban el ajuar, pese a que no se ha-yan conservado todos (López et al. 2006). Asocia-do al mismo esqueleto del que procede el botón, seencuentra un gran puñal con tres remaches de casi19 cm de longitud (Simón García 1997: 97) y unsingular objeto dentado de marfil que seguramen-te actuaba como pieza decorativa del mango (Fig.9). La relación formal de ésta última con los cele-bérrimos aros dentados que adornaban el supuesto“cetro” del famoso enterramiento de Bush Barrowson bastante evidentes (Simón García 1997: 123).Sin embargo, tal y como se encargó de poner derelieve A. F. Harding (1984; 1990) a propósito deéste último, son todavía más numerosos los ejem-plares similares documentados en el MediterráneoOriental, y en especial en el ámbito micénico (Pour-sat 1977). De entre ellos, sin duda el conjunto másdestacable es el que hallara G. E. Mylonas en la

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    tumba iota del Círculo B de Micenas, un conjuntode tumbas de pozo que se han venido a situar cro-nológicamente a partir de ca. 1700 B.C.. (Dickin-son 1994). Como podremos comprobar más ade-lante, hipotetizar acerca de una posible relacióntemporal entre esta sepultura micénica y la tumbade la Illeta dels Banyets no resulta en absolutoinapropiado, al menos en base a la sintonía crono-lógica que con respecto a aquélla han mostrado lasfechas radiocarbónicas obtenidas.

    En cambio, otra asociación un tanto cuestiona-ble es la establecida entre los botones de perfora-ción en V hallados en la tumba del corte L del Ce-rro de las Viñas y el resto de las piezas que segúnsu excavadora les acompañaban como parte delajuar (Ayala Juan 1991: 198). Al parecer, la sepul-tura fue parcialmente removida durante la construc-ción de la muralla del asentamiento, lo que expli-caría que el brazal de esquisto, el puñal romboidalcon un remache y la punta de flecha de tipo “Palme-la” que se han relacionado también con la sepultu-ra se encontraran fuera de la misma. Pero aunque esprobable que al menos una parte de estos objetospertenecieran efectivamente al ajuar del difunto, ala vista de las alteraciones a las que la tumba se viosometida no se puede obviar un margen de incerti-dumbre al respecto que es necesario tener en cuen-ta. En todo caso si, como parece, el puñal y el afi-lador acompañaban efectivamente a los botones deperforación en V, cabría pensar en una fecha rela-tivamente temprana para todo el conjunto, pues esla que se suele asignar a este tipo de puñales de for-ma romboidal (Simón García 1998: 242), y quecoincide con la que Mª M. Ayala (1991: 204) yapropuso a partir de la distribución geográfica y cro-nológica de otros ejemplares conocidos. Sea o nocorrecta esta estimación, la propia posición es-tratigráfica de la tumba indica su pertenencia a ni-veles de ocupación relativamente tempranos, encualquier caso previos a la construcción de las im-portantes estructuras defensivas que se emplazaronen lo alto del cerro y con las que se relaciona la ma-yoría de las unidades habitacionales excavadas delas que se ha dado noticia (Ayala Juan 1991).

    Por desgracia son mucho más ambiguas las re-ferencias estratigráficas de que disponemos para elresto de botones del ámbito argárico, como se apre-cia por ejemplo en el caso del Cerro de la Virgen,en donde a pesar de la ordenación por niveles quede los mismos se proporciona (Schüle 1980: 34) nose añaden sus relaciones estratigráficas ni con lasestructuras ni con las sepulturas de cada fase iden-

    tificada, a pesar de que la pertenencia de una partede los botones a los niveles argáricos pareció estarclara desde el principio (Schüle 1966: 120).

    Por último, es éste el momento de retomar laproblemática de la que nos ocupamos brevementeen el epígrafe anterior, con motivo de la inclusiónde los botones del Cerro de la Encantada en nues-tro inventario. Como ya indicábamos más arriba, atenor de lo que se ha venido publicando hasta lafecha, la totalidad de los botones de perforación enV de este yacimiento se halló en los niveles I y II(Fonseca Ferrándiz 1988: 164), siendo especial-mente numerosos en el estrato I-II que al parecerconstituye un espacio sedimentario de transiciónentre uno y otro. En cualquier caso, se trata de losniveles anteriores a lo que se ha considerado la“ocupación” argárica del yacimiento, representadapor el nivel III (Castro et al. 1996: 127). Por tanto,en rigor no sería posible considerar “argáricos” aninguno de los botones del Cerro de la Encantada.

    Sin embargo, la pauta que hemos advertido através del análisis de la distribución geográfica delos tipos de botones consumidos en el ámbito argá-rico nos ha indicado claramente una marcada pre-ferencia en éste por los tipos cónico y, fundamen-talmente, por el piramidal –o a formas más o menos“mixtas” entre uno y otro–, en oposición al ampliopredominio de las formas prismáticas –sobre todoel tipo prismático largo, con doble perforación enV– apreciable en el territorio periférico de El Argar.Tomando en cuenta este dato –y considerando,además, la fuerte tendencia que ha existido hastahace poco de “envejecer” sistemáticamente loscontextos en los que los botones de perforación enV estaban presentes– resulta muy llamativo el ele-vado número de botones de tipo piramidal registra-do en el Cerro de la Encantada, en especial cuandocontrastamos este dato con otros yacimientos man-chegos contemporáneos como la Morra del Quin-tanar (Munera, Albacete), la motilla de Santa Ma-ría del Retamar (Argamasilla de Alba, CiudadReal), el Cerro del Cuco (Quintanar del Rey, Cuen-ca) o el Cerro de El Cuchillo (Almansa, Albacete)(Uscatescu 1990; Hernández et al. 1994) en los queresulta notorio el predominio del tipo prismáticotriangular. Para nosotros constituye algo más queuna simple coincidencia el hecho de que precisa-mente el enclave que muestra unos vínculos másacusados con los modelos sociales argáricos seaademás aquél en el que resulta dominante el consu-mo de botones de tipo piramidal. Creemos por tantoque la presencia de ambos rasgos en el yacimiento

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    del Cerro de la Encantada debe ponerse necesaria-mente en relación, a pesar de que a partir de losdatos publicados hasta el momento no sea posiblearticular una propuesta que permita una explicaciónsatisfactoria a este hecho.

    Si bien poco es lo que cabe inferir de los contex-tos, todavía resulta más de lamentar la evidenteescasez de dataciones radiocarbónicas publicadasque resulten de aplicación a éstos o a las estratigra-fías que acabamos de analizar. De hecho, hasta hacepoco la única fecha con que contábamos para estra-tos claramente argáricos, en los que se hubieranregistrado botones de perforación en V, era la delnivel IIIA del Cerro de la Virgen, obtenida a partirde una muestra de madera de un poste de sustenta-ción de la tumba 14. La datación, bastante antigua,fija la cronología de este nivel ca. 2135 cal BC, fe-cha que se ha considerado un tanto elevada (Castroet al. 1996: 124).

    Sin duda, una de las aportaciones más importan-tes que han ofrecido los trabajos arqueológicosdesempeñados en estos últimos años en el yaci-miento de la Illeta dels Banyets ha sido la limpie-za y excavación de los sedimentos que restaron in-tactos después de las intervenciones dirigidas porE. Llobregat (Olcina y García Martín 1997) y queposibilitaron la obtención, por vez primera, de fe-chas radiocarbónicas para la estratigrafía prehistó-rica del yacimiento (Soler 2006). Pero si éstas hanpermitido relacionar cronológica y estratigráfica-mente una buena parte de las estructuras del II mi-lenio a.C. del yacimiento, no menos necesario erafechar la importante colección de restos óseos hu-manos conservados, lo que posibilitaría interrela-cionar la necrópolis con la secuencia obtenida paralos espacios de habitación.

    Una de las tumbas fechadas por radiocarbono esla tumba III, que contenía a un individuo acompa-ñado de un ajuar compuesto por un puñal de rema-ches de grandes dimensiones y más de una cincuen-tena de botones de perforación en V. La fechaobtenida (Beta- 188927) sitúa la inhumación en3500 + 40 BP (con un 68% de probabilidad [1 sσ],entre 1890 y 1750 BC) y todavía más reciente es lafecha que ha proporcionado el individuo con el quese asociaban un botón y un puñal con un aplique demarfil en el mango, hallado en el interior de unainhumación doble –tumba I–, pues ésta (Beta-188926) se remonta a 3470 + 50 BP (con un 68% deprobabilidad [1 sσ], entre 1880 y 1720 BC).

    Sin duda estas dataciones no dejan de tener granrelevancia pues, al menos para la zona más orien-

    tal del ámbito argárico, vendrían a señalar inequí-vocamente la vigencia del consumo de botones deperforación en V en el lapso temporal tradicional-mente asociado al “Bronce Pleno” o “Argar B”–entre ca. 1900 y ca. 1650 BC (Molina González yCámara Serrano, 2004: 457)– o a la “etapa clásica”correspondiente a las Fases III- IV propuestas porP. Castro et al. (1996: 125) –entre ca. 1960 y ca.1700 BC.

    En conclusión, una vez analizados todos losdatos arqueológicos que hemos sido capaces derecopilar en relación con los botones de perforaciónen V localizados en contextos argáricos, pareceposible señalar:

    – en primer lugar, que se puede seguir mante-niendo la cronología antigua del consumo de boto-nes en el ámbito argárico, principalmente en basea la datación radiocarbónica del nivel IIIA del Ce-rro de la Virgen y de la posición estratigráfica de latumba en fosa del corte L del Cerro de las Viñas y,en menor medida, del ajuar que acompañaba a losbotones localizados en esta última sepultura;

    – en segundo lugar, que existen indicios sufi-cientes como para considerar además la continua-ción en el consumo de este tipo de producto en eta-pas posteriores del desarrollo del Grupo Argárico,tal y como ponen de manifiesto la datación de lastumbas de la Illeta dels Banyets y posiblementetambién los elementos de ajuar aparecidos en unade ellas, cuyas relaciones con el MediterráneoOriental y en particular con el mundo micénico re-sultan altamente significativas (López et al. 2006).

    – y finalmente, que la desaparición de los boto-nes de perforación en V del registro artefactual ar-gárico debe iniciarse probablemente a partir de ca.

    Lám. II. Detalle del esqueleto inhumado en la tumba III dela Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante).

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    1700 BC, y con total seguridad a partir de ca. 1600BC, sin duda reemplazados por el nuevo repertoriode objetos de adorno que acompañó a la transfor-mación de la sociedad argárica a partir de estosmomentos y que se refleja también en otros muchosaspectos de la producción y del consumo sociales.

    4. HACIA LA DETERMINACIÓN DE LASPAUTAS DE CONSUMO DE LOS BOTONESDE PERFORACIÓN EN V EN EL GRUPOARGÁRICO

    Si, como acabamos de ver, es posible establecerun marco cronológico aproximado para el consumode botones en el ámbito argárico, el cual se extiendedesde los orígenes mismos de El Argar hasta el fi-nal de su etapa de “plenitud” (ca. 2200 – 1700-BC)y si, tal y como se ha señalado en diversas ocasio-nes, existe así mismo una acusada y perfectamen-te reconocible “normalización” tanto en la produc-ción como en el consumo de los productosargáricos (Lull y Risch 1995; Castro et al. 1998),cabe suponer que también los botones debieronestar sujetos a unas determinadas pautas de consu-mo que es necesario conocer, de las cuales debemosasimismo averiguar si se mantuvieron o no vigen-tes a lo largo del tiempo en que permaneció activosu consumo.

    No cabe duda de que las características de algu-nas de las prácticas sociales argáricas, especialmen-te las relacionadas con el ámbito funerario, han fa-cilitado la recogida de datos útiles referentes a lasnormas que regían el acceso al consumo de deter-

    minados productos según criterios de orden sexualy/o generacional. Ya los hermanos E. y L. Siretadvirtieron algunas de estas asociaciones significa-tivas, aunque básicamente fundamentadas en unacorrespondencia casi intuitiva entre hombres-armasy mujeres-adornos. No obstante, muchas de estasasociaciones, como la de las alabardas y hachas conindividuos de sexo masculino, o la de los punzonesy diademas con los de sexo femenino (Siret y Siret1890: 181) han sido corroboradas posteriormente(Lull y Estévez 1986; Castro et al. 1993- 94).

    Sin embargo, existe una parte sustancial de losajuares argáricos para los que por distintas circuns-tancias no ha sido posible determinar una diferen-ciación sexual en los contextos de consumo funera-rio en los cuales comparecen: la que correspondebásicamente a los objetos de adorno. A este respec-to, también los hermanos Siret señalaron ya quemuchos de estos elementos, como collares, pen-dientes y anillos, se registraban tanto en tumbasmasculinas como en tumbas femeninas, y lo mismoacompañando a adultos que a individuos infantiles(Siret y Siret 1890: 187). Esta potencial “ubicuidad”de los objetos de adorno constituye una caracterís-tica que en general parecen compartir con alguno delos objetos más comunes en las sepulturas argáricascomo los cuchillos o puñales (Lull y Estévez 1986:449; Castro et al. 1993- 94: 99). No obstante, nun-ca han dejado de señalarse indicios de que distintostipos de adornos podían estar también sujetos a nor-mas y pautas de consumo en los contextos funera-rios, como en el caso de los brazaletes, preferente-mente registrados en sepulturas de hombres (Lull yEstévez 1986: 449), o los grandes colmillos de ja-balí perforados empleados como colgantes y que E.y L. Siret (1890, Lám. 30) también considerabancaracterísticos de los ajuares masculinos.

    El progreso en la investigación y la paulatinaincorporación de nuevos datos al registro ha posi-bilitado incrementar la información referida al con-sumo de determinados productos. Es el caso de lospeines, para los que se ha propuesto una relaciónsignificativa con los inhumados de sexo femenino(Lull et al. 1999: 351) basada en la aparición deestas piezas junto a una diadema de plata en unainhumación doble de El Argar –tumba 245 (Siret ySiret 1890, Lám. 47)– y sobretodo, junto a un pun-zón en sepulturas individuales de El Oficio –tum-ba 200 (Siret y Siret 1890, Lám. 63)– y Fuente Ála-mo –tumba 105 (Schubart et al. 1993: 9).

    Pero ¿qué podemos actualmente señalar en refe-rencia a las pautas de consumo a que estaban suje-

    Lám. III. Botones de perforación en V de la tumba III de laIlleta dels Banyets (El Campillo, Alicante).

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    tos los botones de perforación en V en la sociedadargárica? Aunque como hemos visto no son preci-samente numerosas las tumbas que cuentan conbotones en su ajuar –fue precisamente debido a suescasa representación en los contextos funerariospor lo que los botones fueron expresamente exclui-dos del análisis que V. Lull y J. Estévez (1986: 449)realizaron sobre la composición de las tumbas y losajuares argáricos– la información que proporcionansí es lo suficientemente significativa como paraproponer algunas hipótesis interesantes en torno asu consumo. Algo en lo que ha tenido mucho quever el auge que en los últimos años han venido to-mando las investigaciones de antropología física ennuestro país y que ha posibilitado disponer de unregistro de datos absolutamente fundamental paraabordar esta cuestión.

    Los contextos funerarios en los que se han regis-trado botones son, como vimos, las tumbas 202 y407 de El Argar, la tumba del corte L del Cerro delas Viñas, una tumba en cista de las Laderas delCastillo y cuatro tumbas de la Illeta dels Banyets.Los análisis antropológicos efectuados por M.Kunter (1990), M. P. de Miguel (2001) y A. Mal-gosa (1997), junto con algunos de los datos queofreciera en su día V. Jacques (1890), nos han per-mitido disponer de la información correspondien-te a la edad y sexo de los individuos inhumados enla mayor parte de dichas sepulturas, los cuales nosindican con claridad que los botones de perforaciónen V estaban muy probablemente asociados a losindividuos de sexo masculino.

    En efecto, comenzando por las tumbas de ElArgar referenciadas por E. y L. Siret, de la sepul-tura 202 –cuyo ajuar estaba compuesto por un pun-zón y un vaso de la forma 3, además de los sietebotones de perforación en V– V. Jacques (1890:483) pudo estudiar el esqueleto de una mujer, enconcreto su cráneo, del que tomó medidas del ros-tro. Sin duda su presencia en el sepulcro explica laexistencia del punzón en el ajuar. Sin embargo, E.y L. Siret (1890, Lám. 41. 202) señalaron clara-mente la naturaleza doble del enterramiento, por loque cabría suponer que el segundo individuo inhu-mado era, probablemente, un hombre, tal y comoparece ser la norma habitual en las prácticas fune-rarias argáricas en lo que respecta a las tumbas do-bles de adultos (Castro et al. 1993- 94). Por desgra-cia, los análisis osteológicos llevados a caboposteriormente por M. Kunter (1990: 15) sobre lacolección de restos humanos de la necrópolis de ElArgar no permiten confirmarlo, pues no pudo es-tudiar ninguno procedente de esta sepultura. Sinembargo nada nos obliga a dudar de las precisasdescripciones que de esta tumba hicieran los her-manos Siret, de la que además de la existencia dedos cuerpos, señalaron también las grandes man-chas de cinabrio que se advertían en su interior.Pero tampoco nada, en principio, nos induciría avincular necesariamente los botones de perforaciónen V con el enterramiento masculino de no ser porlos datos que en ese sentido han proporcionado elresto de tumbas analizadas, como a continuaciónveremos.

    (*) Materiales analizados por nosotros.• Los datos de Laderas del Castillo no han sido computados en los totales, pues a partir de las descripciones de J. Furgús no es posible determi-nar cuántos botones podrían clasificarse en el tipo piramidal y cuántos en el tipo cónico.

    Tab. 1. Distribución por yacimientos de los botones de perforación en “V” argáricos analizados.

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    Por su ajuar y su asociación a un objeto de ador-no –un puñal y el botón cónico de perforación enV– podría pensarse que la inhumación individualque se practicó en la tumba 407 de El Argar pudieracorresponder a una mujer. Sin embargo, M. Kunter(1990: 20) pudo analizar restos del cráneo, de lamandíbula y de los dientes, entre otros, por los quedeterminó que probablemente se trataba de un hom-bre adulto, de entre 40 y 60 años de edad.

    Por otra parte, los restos humanos procedentesdel enterramiento en fosa del corte L del Cerro delas Viñas fueron estudiados por A. Malgosa (1997:91), quien a pesar del deficiente estado de conser-vación que al parecer presentaban, pudo determinarque probablemente pertenecían también a un hom-bre adulto, del que no se especifica la edad pero quea tenor de las patologías de origen artrítico que pa-decía podría ser también avanzada.

    Por lo que respecta a las tumbas de la Illeta delsBanyets, de acuerdo con las investigaciones de M.P. de Miguel (2001: 15) el individuo inhumado enla cista junto con un puñal y más de cincuenta bo-tones de perforación en V corresponde con seguri-dad a un hombre adulto de aproximadamente 1,70m de altura, y de acuerdo con las evidencias reuni-das en el transcurso de la revisión de los materialesde las excavaciones de E. Llobregat (López et al.2005) parece que los cuatro botones asignados enun primer momento a un enterramiento individual(Simón 1997: 60), aparecieron asociados realmentea un enterramiento doble de un hombre adulto ma-duro y una mujer también adulta. Pero sin duda lomás significativo es que en los casos de las dos tum-bas dobles excavadas en 1974 y 1975, en las que selocalizaron los botones restantes, los dos cuerpos

    entre los que se hallaron éstos también correspon-den a hombres adultos de edad madura (De Miguel2001).

    De momento, pues, parece que los datos propor-cionados por la antropología física avalan una re-lación directa entre los botones de perforación en Vargáricos registrados en tumbas y la presencia enellas de individuos de sexo masculino. Para los doscasos en que no han podido analizarse los restosóseos de los inhumados, la norma que parece dic-tar el enterramiento de un hombre y de una mujeren las inhumaciones dobles –caso de la tumba 202de El Argar– o la asociación de los restos con ele-mentos de ajuar de indudable adscripción mascu-lina –como ocurriría en la cista de lajas de Laderasdel Castillo, si admitiéramos la pertenencia delhacha de metal al ajuar de la sepultura– permitiríadejar abierta esta misma posibilidad.

    5. CONCLUSIONES

    A lo largo de las páginas precedentes creemoshaber hecho evidente la necesidad de modificaralgunos de los planteamientos mantenidos hastaahora en relación con la cronología y con el consu-mo de los botones de perforación en V en el seno dela sociedad argárica.

    De una parte, a nuestro juicio se debe matizar –si no descartar completamente– la hipótesis queexpusiera en su día V. Lull (1983: 214) acerca delcarácter marcadamente “exótico” atribuido a supresencia en el ámbito argárico, pues aunque con-tinúa siendo un producto escaso, el incremento delregistro empírico de los últimos años pone de ma-

    Tab. 2. Enterramientos argáricos con botones de perforación en “V” de los que se conocen datos acerca del sexo y edad delos inhumados.

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    nifiesto su amplia distribución por toda la geogra-fía de El Argar, denotando además una persistentepreferencia por unos tipos determinados de botones–el cónico y sobretodo, el piramidal, así como lasdistintas “mixturas” y variantes formales entre unoy otro– que es la que verdaderamente marca en esteaspecto la personalidad propia del ámbito argárico,como espacio social, frente a la de gran parte de lascomunidades que componían su periferia territorial–llanuras manchegas y Levante peninsular, princi-palmente– en las que el consumo del botón de tipoprismático y en especial del tipo largo con dobleperforación es el predominante.

    Pero sobre todo el genuino “argarismo” de estosbotones de perforación en V deviene de su sujec-ción a unas estrictas normas sociales que determi-naron sus pautas de consumo a lo largo y ancho detodo el territorio argárico, rasgo que como es biensabido constituye uno de los más característicos ydefinitorios de la sociedad argárica (Lull y Estévez1986). De acuerdo con los datos proporcionadospor la antropología física, la estrecha relación de losbotones con las sepulturas individuales de hombreso con aquéllas dobles que contenían hombres haresultado a nuestro juicio altamente significativa yaplicable por ahora tanto a la cuenca de Vera comoal Campo de Lorca o a la costa del Camp d’Alacant.

    Lo que por el momento no es posible definir conclaridad es la existencia de algún tipo de asociaciónexclusiva entre los botones y cualquier otro objetode los que componen el ajuar masculino en las se-pulturas argáricas. Sin embargo, resulta notable quela presencia del puñal esté constatada en seis de lasocho tumbas consideradas –la tumba 407 de ElArgar, la fosa del Cerro de las Viñas (probablemen-te) y en las cuatro cistas de mampostería de la Ille-ta dels Banyets– aunque tampoco faltan, por el con-trario, aquéllas en donde sólo aparecen asociados alesqueleto los botones –como en la tumba 202 de ElArgar– u otros objetos metálicos como el hacha–esto último en el caso de admitir como válida lavinculación del hacha aparecida en la cista de lajasde las Laderas del Castillo con el ajuar de esta se-pultura, tal y como lo describe Furgús.

    De todo ello parece deducirse que los botonespodrían haber tenido principalmente un valor comocomplemento del ajuar –en este caso masculino–,rasgo que compartirían con el resto de los objetos deadorno documentados en las sepulturas argáricas,como ya se ha indicado (Castro et al. 1993- 94: 101).En este caso concreto, la presencia de los botones enlas tumbas constituiría el resultado de la aplicación

    de un valor añadido a un ajuar que se compone fun-damentalmente de objetos como el puñal o el hacha,de acuerdo con la categoría social del individuo.

    Por el contrario, una característica que pareceapartar a los botones de perforación en V del restode objetos de adorno de las sepulturas argáricas essu relación por ahora exclusiva con individuos deedad adulta y, en ocasiones, verdaderamente madu-ra, como sucede en los casos de la tumba 407 de ElArgar y en el primero de los enterramientos doblesde la Illeta dels Banyets, y tal vez también, comovimos, en la fosa del Cerro de las Viñas. En estesentido, aparentemente rompen la tendencia a la“universalidad” genérica y generacional que pare-cen ostentar buena parte de los objetos de adornoargáricos, con frecuencia presentes en tumbas in-fantiles y en tumbas de adultos de ambos sexos, yespecialmente marcada a partir de ca. 1800 BC(Castro et al. 1993- 94: 101).

    Por último, con respecto al marco cronológicotradicionalmente atribuido a los botones de perfora-ción en V argáricos, y para el que se consideraron engeneral fechas antiguas tanto por parte de H. Schu-bart (1979: 298) como de V. Lull (1983: 214), losdatos proporcionados por las tumbas de la Illeta delsBanyets y especialmente las dataciones radiocarbó-nicas obtenidas permiten, como hemos visto, cons-tatar su consumo también en los momentos que sehan considerado de “plenitud” en el desarrollo de lasociedad argárica. Al menos en lo que respecta a laparte más oriental del territorio de El Argar.

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