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75 Xavier Giró Martí. Discursos y grietas en política: la lógica de los actores, los límites de los medios y las metas periodísticas 5. Competencias —Adquirir una visión crítica y responsable sobre el periodismo político y el rol de los periodistas especializados en política. —Mejorar las técnicas periodísticas adquiridas en cursos anteriores para elaborar noticias, entrevistas, columnas de análisis y reportajes. —Distinguir, usar y dominar el lenguaje del género seco y el del género mojado. 5.1. Política, poder, conflicto y periodismo Los seres humanos viven en sociedad, inmersos en un entramado de relaciones sociales, en situaciones que determinan sus condiciones de vida y sus necesidades. Llamamos política a la actividad encaminada a la toma de decisiones sobre cómo se distribuyen los recursos para satisfacer esas necesidades. Es decir, la política es el gobierno de situaciones sociales mediante la toma de decisiones; las orienta hacia metas, las ordena y coordina, y para ello asigna papeles, recompensas y sanciones a los individuos. (Bouza-Brey, 2004). A la capacidad que tienen algunas personas o grupos de personas para hacer que otras asuman un determinado papel, o sea, que actúen de una forma u otra, que sigan una cierta conducta —dado el caso, incluso contra su voluntad— se la denomina poder (Weber). La política puede, pues, ser concebida también como la actividad alrededor del poder, lo es tanto la lucha para hacerse con él, como su ejercicio. Hace política quien está en el gobierno y quien está en la oposición. Además, no es necesario ocupar el gobierno —como institución— para tener el poder de hacer que otros se ciñan a una cierta conducta. Sin menoscabar el poder gubernamental, hay otros actores que ejercen poder económico, social o cultural, por ejemplo. El poder, la capacidad de obtener obediencia de otros, no se ejerce sólo a escala estatal. Se practica a distintos niveles, desde la escala local a la internacional. Incluso podríamos hablar de una escala individual, por ejemplo, en el caso de las

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Xavier Giró Martí.

Discursos y grietas en política: la lógica de los actores, los límites de los medios

y las metas periodísticas

5.

Competencias

—Adquirir una visión crítica y responsable sobre el periodismo político y el rol de los periodistas especializados en política.

—Mejorar las técnicas periodísticas adquiridas en cursos anteriores para elaborar noticias, entrevistas, columnas de análisis y reportajes.

—Distinguir, usar y dominar el lenguaje del género seco y el del género mojado.

5.1. Política, poder, confl icto y periodismo

Los seres humanos viven en sociedad, inmersos en un entramado de relaciones sociales, en situaciones que determinan sus condiciones de vida y sus necesidades. Llamamos política a la actividad encaminada a la toma de decisiones sobre cómo se distribuyen los recursos para satisfacer esas necesidades. Es decir, la política es el gobierno de situaciones sociales mediante la toma de decisiones; las orienta hacia metas, las ordena y coordina, y para ello asigna papeles, recompensas y sanciones a los individuos. (Bouza-Brey, 2004).

A la capacidad que tienen algunas personas o grupos de personas para hacer que otras asuman un determinado papel, o sea, que actúen de una forma u otra, que sigan una cierta conducta —dado el caso, incluso contra su voluntad— se la denomina poder (Weber). La política puede, pues, ser concebida también como la actividad alrededor del poder, lo es tanto la lucha para hacerse con él, como su ejercicio. Hace política quien está en el gobierno y quien está en la oposición. Además, no es necesario ocupar el gobierno —como institución— para tener el poder de hacer que otros se ciñan a una cierta conducta. Sin menoscabar el poder gubernamental, hay otros actores que ejercen poder económico, social o cultural, por ejemplo.

El poder, la capacidad de obtener obediencia de otros, no se ejerce sólo a escala estatal. Se practica a distintos niveles, desde la escala local a la internacional. Incluso podríamos hablar de una escala individual, por ejemplo, en el caso de las

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relaciones de dominación machista. De aquí que tenga sentido considerar que en el ámbito de la vida privada también hay política.

Para lograr la obediencia de otros, los actores políticos recurren a distintas tác-ticas y a menudo las combinan. A la coerción, mediante la amenaza de alguna forma de castigo, como la pérdida de la vida o de la libertad o de las propiedades. A la persuasión, por el convencimiento de que es lo mejor o lo más justo que puede hacerse. O a la retribución, mediante una recompensa económica, social, moral, etc.

La política consiste en la aplicación de distintas combinaciones de poder coer-citivo, persuasivo y retributivo para llevar adelante un determinado proyecto en lugar de otros alternativos. Si, en un primer momento, los defensores respectivos conciben que sus proyectos son compatibles, entonces cooperan. Si, por el con-trario, entienden que sus proyectos son incompatibles, entran en confl icto. Dicho de otro modo, el confl icto es un proceso en el cual dos o más actores persiguen objetivos incompatibles o percibidos como incompatibles y en el que simultánea-mente tratan de minar la capacidad del contrincante para conseguir sus propios objetivos (Lynch, 2002).

El confl icto es el término que mejor defi ne la función y el funcionamiento de la política. La existencia de cualquier sociedad comporta confl ictos. Hacer política es gestionarlos, resolverlos si es posible, cooperando si llega el caso con algunos actores para imponerse sobre terceros con los cuales se está en confl icto.

La política como gobierno de situaciones sociales es una combinación de coope-ración y confrontación, en el marco de confl ictos que en algún momento hay que zanjar. Es la función del gobierno —como institución— dirigir, regular y, si puede, zanjar las situaciones de confl icto entre proyectos distintos defendidos por los actores respectivos, lo cual no priva —sino todo lo contrario— al gobierno de promover sus propios proyectos y ser actor político de primera línea. De hecho, los grupos contendientes intentan hacerse con el gobierno en tanto que es la mejor posición para poder realizar sus proyectos.

El periodismo político, en consecuencia, entendido como aquel que se ocupa de la política, es decir de la actividad desplegada desde y alrededor del poder, abarcaría todas las áreas de la sociedad porque en todas hay alguna forma de ejer-cicio del poder. Dicho de otra forma, todo periodismo sería o es político. Con lo cual tenemos una defi nición omnicomprensiva pero poco funcional para tratar sobre la actividad de los y las periodistas que cubren a los actores que habitual-mente conocemos como políticos. De hecho, la concepción omnicompresiva no está nada desencaminada porque la política —y con ella el periodismo político— es multidisciplinar. Así como la política no se hace en abstracto, sino sobre reali-dades concretas —presupuestos, enseñanza, trabajo, inmigración, sanidad, segu-ridad, etc.— de forma paralela, el periodismo político tiene que entender sobre cada uno de esos campos cuando sea pertinente, más allá de la reglas generales de funcionamiento de los órganos de gobierno que se vean implicados. La naturaleza interdisciplinar del periodismo político no está en cuestión.

Pues bien, sin que deje de ser cierto que todo periodismo es político, podemos convenir una defi nición del ‘periodismo político’ más restrictiva, paralela a una

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defi nición más acotada de la política, tal como es entendido de una forma más extendida entre académicos y profesionales. Así pues, tal y como operativamente se defi ne la política como el gobierno de las situaciones sociales, en las que sub-yacen confl ictos y se resuelven —o intentan resolver— con la aplicación de las distintas formas de poder, de manera pragmática, entenderemos por periodismo político el que se ocupa de la acción de los gobiernos y de los grupos opositores, ya sean partidos u otro tipo de organizaciones. Queda incluida la interacción de los partidos entre sí y con grupos o movimientos sociales no estrictamente políticos y, en congruencia, también la actividad parlamentaria y la movilización en la calle. Se trata de la cobertura de todos esos actores en situaciones de confl icto. Conci-samente, defi niremos confl icto político como la disputa pública entre dos o más antagonistas sobre la infl uencia o el control del poder político (Wolfsfeld, 2008).

El periodismo político así concebido se ocupa de las apariciones públicas, las campañas, las elecciones, los debates —parlamentarios incluidos—, las tareas que realizan los gobiernos y también de las críticas y las acciones de los grupos oposi-tores. Se dedica a la cobertura de la política, en cualquiera de las escalas territoria-les dentro de un estado y de sus relaciones exteriores (Mills-Brown, 2008).

5.2. Estrategia política y estrategia comunicativa

Los grupos políticos se crean para conseguir objetivos, para llevar a cabo sus proyectos. Más allá de que en ocasiones su supervivencia se pueda convertir en su fi n último —algo que de ocurrir, difícilmente reconocerán—, su estrategia política gira alrededor de un programa de objetivos que aspiran a poner en prác-tica. En primer lugar, mediante la conquista del gobierno y su posterior ejercicio. Y, en segundo lugar, una vez instalados, su estrategia sigue la misma orientación, es decir, atendiendo al cambio de circunstancias, a mantenerse en él. Es una posición lógica desde todo punto de vista, pues ocupar el gobierno es la mejor posición para hacer realidad un proyecto, llevar a cabo una cierta política. Otra fuerza que empuja a permanecer en el gobierno, es la tendencia latente de los seres humanos a aprovechar situaciones de privilegio —como pueda ser estar en el gobierno— en benefi cio propio. La semilla de la corrupción está siempre a punto de ser sembrada.

Hay diversas formas de acceder al ejecutivo, mediante elecciones, revolucio-nes o golpes de estado, por poner algunos ejemplos. Pero, en este texto, no nos ocuparemos de todas. En adelante, supondremos que el marco político es el de una democracia liberal, en la que hay elecciones y la mayoría parlamentaria da la posibilidad de formar gobierno.

En ese entorno, la estrategia comunicativa de los actores está supeditada a su estrategia política. El discurso de los actores inmersos en confl ictos tiende a seguir la lógica de lo que se denomina el cuadrado ideológico. Es decir, por una parte, (a) enfatizan (o maximizan) sus logros, conquistas, aciertos, virtudes y todo aque-llo que se perciba como bueno de ellos y sus aliados; y, contrariamente, (b) miti-gan (minimizan) los de los oponentes y sus aliados. Por otra parte, (c) mitigan

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(minimizan) sus fracasos, derrotas, errores, vicios y todo aquello que se perciba como malo de ellos y sus aliados; y contrariamente, (d) enfatizan los del oponente y sus aliados (Van Dijk, 1996). Así queda el cuadrado cerrado.

Es relevante tener en cuenta con qué tipo de discurso se encuentra el periodista si lo que pretende transmitir al público va más allá de contar que un actor dice tal cosa y otro dice tal otra. Por supuesto, aunque contar que dos dicen cosas dis-tintas es un avance sobre relatar sólo lo que dice uno de ellos, narrar lo que dicen dos que bien pueden seguir perfectamente la lógica del cuadrado ideológico deja aún bastante que desear.

Acabamos de abrir el tarro de los deseos. ¿Qué es de desear? ¿Qué función tienen los medios y los periodistas de política —son dos actores distintos, claro— en una democracia liberal? ¿Qué se les prescribe y qué pueden hacer?

5.3. Modelo de la Propaganda

La concepción de lo que debía ser el periodismo derivada de la denominada ‘Teoría de la responsabilidad social’ (Rivers and Schramm, 1968, citados en Fer-nández del Moral, J y Esteve, F. 1993) establecía que la prensa debe servir como foro de intercambio de críticas y comentarios sobre aquellos que tienen poder y en especial de los gobiernos; debe dar una imagen amplia y representativa de los distintos grupos sociales, y debe ayudar a conocer y clarifi car las metas y valores sociales y proporcionar un libre acceso a los ciudadanos a la información. Además, tiene como tarea primordial llevar al terreno de la discusión a los confl ictos socia-les que generen o puedan generar violencia.

La crítica a las instancias gubernamentales está concebida como una necesidad de la democracia en la medida en que los miembros de quien debería contro-lar al poder ejecutivo —el legislativo y el judicial— tienden a pertenecer a la misma clase social y, por lo tanto, su función se ve en entredicho. De este modo, la prensa no sólo debe vigilar qué hace el ejecutivo sino los distintos poderes. Como la participación política de los ciudadanos casi se reduce a votar cada cierto número de años, entre elecciones la prensa se erige como el mecanismo de control que debería velar porque cada gobernante, cada parlamentario, cada juez, cumpla con su obligación en la democracia. De aquí la conocida fórmula que le otorga el rol de perro guardián (Watchdog of democracy).

Ahora bien, ¿qué factores afectan negativamente al cumplimiento de esas tareas y eventualmente las bloquean? ¿Cómo funcionan efectivamente los medios? ¿Qué determina los márgenes que constriñen el discurso de los medios, su instrumento de control y de representación de la pluralidad social? El periodista político nece-sita conocer en qué marco desarrolla su trabajo.

Varios factores infl uyen de forma decisiva en la confi guración del discurso periodístico ya antes de que llegue a cristalizar. Chomsky y Herman (1988, 1996) describieron un modelo que explica las líneas de actuación de los grandes medios privados de los Estados Unidos. Existen, afi rman, cinco fi ltros por los que pasa la información antes de ver la luz (la propiedad, la publicidad, las fuentes, la

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infl uencia del poder y la ideología hegemónica). Un repaso de los fi ltros muestra que el modelo es igualmente aplicable a los grandes medios de la mayoría de los países con economías capitalistas.

En primer lugar, la propiedad. Muy raramente una empresa periodística publi-cará información que perjudique a sus intereses económicos. Es un fi ltro que resulta tan obvio como que ningún periódico se dedica a difundir los fracasos de las aventuras de su mismo grupo en otros medios como la televisión —por satélite, cable, etc.— Internet o la industria editorial por poner algún ejemplo. Tampoco los proyectos en otras ramas industriales.

Tampoco es proclive a publicar nada que perjudique a sus accionistas o a empresas con las que comparte inversiones. En particular, resulta revelador ver qué medios comparten iniciativas con el poder político, económico o social y qué agentes fi nancieros son sus principales accionistas. Además, los dirigentes mediáticos forman parte también del establishment y en esa medida sus intereses confl uyen con los privilegiados de la sociedad.

En segundo lugar, la publicidad. La publicidad es una fuente de ingresos esen-cial. Los medios deben elaborar un producto atrayente para los anunciantes. Tanto en el diseño y los contenidos, como, y esto es lo fundamental, con una gran audiencia o difusión entre el público. Debe tener audiencia, porque sin ella nadie tiene interés en insertar publicidad y sin ella no es posible ganar dinero. Así, gracias a los ingresos que aportan, los anunciantes de las grandes empresas reciben un trato de favor. Escasamente aparecen informaciones lesivas para sus intereses.

En tercer lugar, las fuentes. La inmensa mayoría de las fuentes de información son personajes poderosos —gubernamentales, políticos o económicos—. Lo cual no deja de ser lógico si se tiene en cuenta que las opiniones, decisiones y acciones de los poderosos tienen más repercusión en las vidas de todos los ciudadanos que las de los desprovistos de poder. Ocurre, entonces, que la mayoría de las voces que aparecen en los medios son de personajes que detentan el poder y, en con-secuencia, sus visiones del mundo y de sus problemas y soluciones, de tendencia mayoritariamente conservadoras, van a ser las más transmitidas a la ciudadanía.

En cuarto lugar, la infl uencia del poder. Los gobiernos y las grandes empresas tienen una considerable capacidad de infl uencia sobre los medios. Si no les agrada lo que publican —porque erosiona su imagen o perjudica sus intereses del tipo que sean—, pueden someter al medio al calvario de los pleitos, tanto si tienen base como si no. Como táctica comunicativa, el poderoso puede preferir negar (algo que es cierto) antes que admitir informaciones negativas en su contra que, por ejemplo, le pueden hacer perder unos comicios.

También tiene en sus manos la amenaza de cerrar sus propias fuentes de infor-mación, un alimento sin el cual los medios no pueden llenar de contenidos sus páginas o sus programas informativos. Por otra parte, los gobiernos disponen de mecanismos fi scales o legislativos, reguladores de concesiones, etc., para presio-nar a los medios. Las grandes empresas, incluidos los bancos, tienen sus propios instrumentos económicos y fi nancieros para ser tenidos seriamente en cuenta en las redacciones y especialmente en los puestos directivos. Por último, en algunos casos las amenazas directamente físicas no se pueden despreciar. Frente a esta

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capacidad de infl uencia, las voces de los que o no son nada o son simplemente menos poderosos suenan débilmente.

En quinto lugar, los periodistas en general pertenecen al gremio de las personas normales, con ideologías dentro del espectro mayoritario y, como todo aquel que describe la realidad lo hace —inevitablemente— a través de su prisma ideológico, es de esperar que, en general, en los medios no se cuestione el orden de poder existente. Además, por si a alguno se le ocurriese en sus textos contradecir a la línea ideológica editorial, sabe que o se aplica la autocensura o tardará poco en perder el empleo.

Una vez la información ha pasado los cinco fi ltros llega al espacio público. Estas grandes líneas de selección, aunque no son fatalmente determinantes, es decir, aunque no marcan hasta la última coma del último rincón del medio, tienen unos resultados que ponen en cuestión la función crítica de los medios, de aquí que sus autores le denominen ‘modelo [de] propaganda’ del sistema político.

Paradójicamente, el resultado de aplicar los fi ltros, aporta una serie de lecciones prácticas —aunque algunas requieran una lectura cínica— de utilidad para el periodismo político (Chomsky y Herman, 1988, 1996):1) Para enfrentarse al poder desde los medios, hacen falta más pruebas de las

necesarias para enfrentarse a quien no tiene o tiene poco poder.2) Asumir las tareas y las campañas que marca el gobierno no acarrea un des-

gaste para los medios.3) Para acusar a los enemigos del orden, a los desposeídos, a los excluidos, a los

que se oponen a los poderosos, basta con pocas pruebas. Es, en particular, el caso de los considerados por los gobiernos enemigos públicos o contrarios al interés nacional.

4) El conformismo con el estado actual de las cosas es la salida fácil, no genera hostilidad de quien se benefi cia de que nada o poco cambie.

5) Dada la limitación, aparentemente técnica, de los límites físico-económicos a que se ve sometida la información —con los formatos de entre 30 y 70 líneas— no se puedan expresar ideas alternativas en disonancia con los clichés aceptados. Los artículos cortos o los vídeos de entre un minuto y 45 segundos se diseñan para dar agilidad a la lectura, simplicidad, ritmo a los programas con el objetivo de conservar o aumentar la circulación o la audiencia, como ya se ha dicho, fuente de ingresos, por la vía publicitaria.

5.4. Modelo de la Confl uencia Confl ictiva

Desde una perspectiva similar, Ibarra e Idoyaga (1998) estiman que los medios cumplen la función de producir y reproducir la ideología hegemónica. Para ello, recurren al mecanismo de presentar ciertas formas de organización democrática o ciertos proyectos o ciertos valores, como los únicos que son racionales y democrá-ticos, mientras que otros son descartados como irracionales. Los autores se refi e-ren en particular a formas parlamentarias de organización política como las únicas dotadas de racionalidad democrática, en detrimento de los movimientos sociales

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y otras formas de organización política más participativas. Su razonamiento es extensible a la defensa de las políticas económicas. Como dice Fairclough (2003), los abanderados de las políticas neoliberales, en lugar de discutirlas en profundi-dad las presentan con el simple argumento TINA [! ere Is No Alternative].

En tiempos de estabilidad, dicen Ibarra e Idoyaga, se establece entre los medios y las élites políticas una relación de confl uencia. Las causas estructurales están en los siguientes factores:a) los medios son entidades económicas a cuya propiedad (en el caso de la

empresa privada) y control sólo tiene acceso una minoría estrechamente rela-cionada con la élite política;

b) sociológicamente, los equipos directivos de los medios coinciden en nivel, relaciones y aspiraciones con las élites;

c) los medios y los dirigentes se necesitan mutuamente; los primeros para llenar sus espacios informativos con la rutina de funcionamiento de los políticos y éstos necesitan a los medios para llevar sus mensajes a los votantes.

Otros autores hablan de la función ‘colaborativa’ de los medios para referirse a la complicidad, la connivencia o el apoyo que los medios conceden a las instituciones políticas para la realización de las tareas del Estado (Christians, et alt. 2009).

Ahora bien, los medios no sólo son un canal de reproducción de la política, también la defi nen. Se presentan a sí mismos como representantes de la opinión pública (con lo cual los movimientos sociales se diluyen y la participación del ciudadano queda reducida a votante o como máximo a ser ‘encuestable’) y para legitimarse como opinión pública se deben mostrar como instrumentos de con-trol del sistema político.

Ni les basta ni es deseable ser un ‘corre-ve-y-dile’ del poder político. Cuanto más control, cuanto más capaces de imponer temas en la agenda política, más poder tendrán. En situaciones de crisis, esta necesidad de afi rmar su rol indepen-diente les puede llevar a mantener posiciones que erosionan la legitimidad del orden político, a constituirse en una forma de opinión pública no deseada por las élites. Su propia necesidad de legitimarse como controlador del poder político, en una atmósfera de indignación ciudadana —aunque en parte alimentada por los mismos medios—, les empuja a deslegitimar a las élites y eventual y puntual-mente al sistema político.

La cobertura de la guerra de Iraq de 2003 o los escándalos fi nancieros desde 2001, por poner dos ejemplos, corroboran que, aunque en líneas generales los medios reproducen y producen ideología legitimadora del sistema, su relación con las élites no es rígida, sino dinámica, sujeta a los vaivenes de las crisis econó-micas, sociales y políticas.

5.5. Modelo de la contienda política

Otro modelo, denominado por su creador, Gadi Wolfsfeld (1997), ‘de la con-tienda política’ aporta un punto de vista complementario, aunque el autor se

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ciña al marco de los confl ictos políticos desiguales, es decir aquellos en que se enfrentan el gobierno y al menos otro antagonista, y el estado tiene una cantidad signifi cativamente superior de recursos coercitivos a su disposición. Esta catego-ría incluye las protestas sociales, los disturbios, las rebeliones, los atentados, las revoluciones y las guerras entre estados fuertes y débiles. A los contendientes en la mejor posición se les puede llamar ‘autoridades’ y a los otros, ‘aspirantes’.

Wolfsfeld mantiene que la mejor forma de comprender el rol de los medios informativos en la política consiste en mirar la competición por el espacio en los medios como una parte de una disputa mayor y más signifi cativa entre los con-tendientes por el control político, léase ‘poder’.

El modelo de la contienda política descansa en cinco tesis. Primera, es más probable que el proceso político tenga infl uencia en los medios informativos que al revés. Esto es así porque el poder político normalmente se puede traducir en poder mediático; porque la cultura política de una sociedad infl uye grandemente sobre cómo se cubren los confl ictos; porque es más probable que los medios reaccionen ante acontecimientos políticos que no que los provoquen; porque las realidades políticas a menudo determinan cómo los antagonistas usan a los medios, y porque las decisiones políticas tienen una gran infl uencia sobre quién posee y cómo operan los medios.

Segunda, el nivel del control que tengan las autoridades sobre el entorno polí-tico es una variable clave para determinar el rol de los medios en el confl icto. Los actores intentan controlar los acontecimientos, dominar el discurso sobre el con-fl icto y movilizar a su favor. Si tienen éxito en estos campos, también lo tendrán entre los medios.

Tercera, el rol de los medios puede cambiar en el tiempo y debido a las circuns-tancias. Los medios no mantienen una posición fi ja contra viento y marea. Hay distintos factores que pueden motivar un cambio de posición: una variación del contexto político; las relaciones entre los actores y la prensa; el estado de la opi-nión pública; la habilidad de los periodistas para contar lo que realmente ocurre y estaba escondido, y lo que efectivamente ocurra.

Cuarta, para entender los cambios en el rol de los medios hay que mirar a la disputa entre los actores en dos dimensiones: una estructural y otra cultural. Los antagonistas compiten entre ellos por el acceso a los medios —dimensión estruc-tural— y sobre cómo se encuadra el confl icto, sobre los marcos —dimensión cultural—. El acceso está en función de la dirección y el grado de la dependencia entre actores y cada medio. La dimensión cultural [el discurso que cada medio acabe haciendo sobre el confl icto] tiene que ver con las normas [profesionales y a la vez ideológicas], las creencias [la ideología], las rutinas [profesionales y también ideológicas] con que trabajan los periodistas en los medios.

Quinta, mientras que las autoridades tienen una ventaja tremenda sobre los aspi-rantes en cuanto a cantidad y calidad de la cobertura que reciben, muchos aspiran-tes pueden superar esos obstáculos y usar a los medios como una herramienta para ganar infl uencia política. A pesar del gran poder de infl uencia de las autoridades, hay oportunidades para los aspirantes debido a las sonadas pifi as de los poderosos y al hecho de que en las redacciones hay una gran predisposición anti-autoridades.

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5.6. Elasticidad y grietas discursivas

También los cinco argumentos de Wolfsfeld apuntan a una comprensión com-pleja del rol de los medios, que si bien en líneas generales despliegan un discurso que favorece a las élites o a los actores situados en las posiciones superiores de los confl ictos desiguales, se distancia de concepciones lineales y rígidas de los medios porque comprende que su discurso —aunque sea para no romperse, es decir, perder credibilidad— adquiere sufi ciente elasticidad como para dar cierta cabida a los disidentes o a los aspirantes, y acaba presentando grietas discursivas a través de las cuales el público accede a visiones o a proyectos políticos no hegemónicos y eventualmente alternativos o disidentes.

Los grandes medios, pues, no operan siempre como instrumentos de propa-ganda de un sistema de dominación, aun cuando las excepciones no sean extraor-dinariamente numerosas. Sigue siendo capital considerar cuál es el discurso hege-mónico dentro de un medio y dentro del conjunto de los principales medios de masas de un determinado entorno. No obstante, no por dominante es el único en presencia.

Hay, por ejemplo, medios —y periodistas— que habitualmente alineados con gobiernos socialistas reaccionaron en su momento de forma crítica contra alguno de sus ministros y altos cargos implicados en la guerra sucia de los GAL (1983-87). En otras ocasiones, se opusieron a ciertos proyectos de ley (sobre inmigración, por ejemplo). O los ha habido que dando su apoyo a gobiernos conservadores que participaron en la segunda guerra de Iraq (2003), publicaron, sin embargo, numerosos artículos en contra de la hazaña bélica.

Medios, los hay de uno y otro cariz que denuncian la corrupción de altos cargos sean de uno u otro lado. Que, cierto aunque no siempre, responden a las quejas de grupos ciudadanos.

Esto no impide que una gran parte de su información política dependa de lo suministrado por las fuentes ofi ciales, presidente, ministros y ministras, gober-nantes diversos, alcaldes y concejales, tal como apuntan los tres modelos reseña-dos. El periodismo de declaraciones no pasa de moda.

En el terreno de la política internacional, numerosos medios españoles o de otras partes del planeta, se han distanciado de las orientaciones de sus gobier-nos y con motivo de guerras u operaciones militares de cierta envergadura, han rechazado el uso de expresiones muy usadas por los portavoces ofi ciales como ‘daños colaterales’, ‘ataque preventivo’, o ‘intervención quirúrgica’. Y en cuanto a las rutinas de trabajo sobre el terreno, un sinfín de periodistas ha denunciado el uso de los pools —grupos de reporteros seleccionados por la autoridad militar— porque han comportado un sesgo informativo favorable a quien los selecciona.

Los ejemplos mencionados son indicativos de la heterogeneidad del discurso de los grandes medios. Con frecuencia hay reportajes y análisis que ofrecen visiones alternativas a las hegemónicas, antigubernamentales y, en épocas de crisis eco-nómicas, como la iniciada en 2007-08, de marcado carácter anti neoliberal y, en ocasiones alter mundista. Son grietas discursivas como predice el modelo de la confl uencia confl ictiva, pero también el de la contienda política. Son abundantes

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los artículos que denuncian el deterioro del medio ambiente, las injusticias, las discriminaciones, que promueven la solidaridad y cargan contra la inefi cacia de organismos internacionales y estatales.

Claro está que un giro copernicano no es de esperar. En concreto, es difícil ima-ginar un programa televisivo que, por poner un caso, sea explícitamente anti capi-talista. Pero tampoco es descartable que en el contexto de un programa crítico con el desorden neoliberal, las políticas del FMI, el Banco Mundial y la pobreza, aparezcan voces que sí sean anti capitalistas.

Por supuesto, todo este otro tipo de información no es hegemónico, ni mucho menos, en los grandes medios, simplemente está comprobado que tiene una cierta presencia, que existen unas grietas en el discurso de los medios en las que aparece (Giró 2004a y 2004b).

5.6.1. Lucrarse e infl uir

Si hay posibilidades, entonces, de hacer un periodismo menos complaciente con el poder ¿por qué, en general, los periodistas no trabajan mejor, son más críticos y menos sensacionalistas?

En primer lugar, se suele responder que es debido al poco tiempo de que dis-ponen para hacer su trabajo, investigar, comprobar y presentar la información. Pero a esta explicación se puede contraponer otra pregunta: ¿por qué entonces no se emplea a más periodistas para que se repartan el trabajo y multiplicar así el tiempo que se dedica a cada asunto? Respuesta fi nal: es más costoso.

En segundo lugar, se suele responder que el espacio disponible para la infor-mación es limitado. Aunque los o las periodistas estuviesen bien documentados, conocieran en profundidad el asunto que llevan entre manos, no dispondrían de una extensión sufi ciente para desplegar el relato de los confl ictos en su contexto y en su complejidad. Contra este argumento cabe preguntarse, ¿por qué no tienen, pues, más espacio o tiempo de emisión para sus noticias o reportajes? Respuesta fi nal primera: el número de páginas lo determina la cantidad de publicidad, en caso contrario es demasiado costoso. Respuesta fi nal segunda: si las piezas no son cortas, no tiene ritmo y se pierde audiencia, lo cual es demasiado costoso.

La falta de formación de los periodistas puede ser también una de las causas de una información defi ciente. Es una reivindicación antigua ya recogida en el informe MacBride (1981). Por supuesto, los reporteros no están familiarizados con todos los ámbitos de la política. Por lo tanto, cabe replicar, ¿por qué no hay perma-nentemente una cierta parte de la plantilla (digamos un 10%), escogido de forma rotativa, que se esté reciclando o formando? Respuesta fi nal: es muy costoso.

En los tres casos, con las réplicas hemos entrado en el campo de la economía de los medios de comunicación. En tanto que empresas privadas, no tienen futuro si no tienen benefi cios. Y además necesitan tener infl uencia. La infl uencia se estima en la medida que un medio llega a ser de referencia para los distintos actores y se mide por la dimensión de su público. Sin infl uencia, sin público, ni hay ingresos, ni hay anuncios, ni los políticos tienen ningún interés en estar presentes en esos medios. Para sobrevivir, los medios necesitan lucrarse e infl uir (Borrat 1989).

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En el caso de los medios públicos (por ejemplo, algunas cadenas de televisión o de radio), los que dependen de sus respectivos gobiernos —y normalmente son controlados por ellos—, se trata del mismo binomio, pero el orden de prioridad antepone la infl uencia al lucro. ¿Cómo, si no, se explicaría que con el gran défi cit que generan y las subvenciones que reciben, no los cierren?

Podemos examinar esta lógica más de cerca. Para obtener benefi cios, los medios deben competir entre ellos por conquistar segmentos cada vez mayores de mer-cado porque —como se ha apuntado— sin ventas no hay ingresos y sin público o sin audiencia, no hay quien quiera colocar sus anuncios publicitarios.

Obtener ingresos, sin embargo, no basta. Lo importante es la cuenta fi nal de resultados. De ahí la presión para reducir los costes. Se trata de lograr un nivel de competitividad que haga a la empresa rentable, más rentable que las otras empre-sas del mercado (y no sólo mediático), sobre todo si cotiza en bolsa.

Competencia por el mercado y competitividad son las dos patas de la economía de los medios. ¿Dónde queda pues el rol de la infl uencia? Sencillamente, no hay infl uencia si el medio de comunicación no tiene credibilidad. Sin credibilidad no hay público y no puede ofrecer credibilidad si no mantiene el contrato —ya sea implícito o explícito— contraído con el público, según el cual se compromete a informar de la realidad sin mentir y siendo plural y justo en el trato de los actores y confl ictos que aparecen en sus relatos.

Los periodistas señalan a menudo que deben adaptarse a las condiciones de su profesión y a las necesidades económicas de sus medios y a la vez seguir siendo creíbles. Sin embargo, en muchos casos todos esos elementos se compadecen mal. La competencia por la audiencia es un vector que empuja en la dirección de la simplicidad y el sensacionalismo. La competitividad —recordamos, basada en los mínimos gastos para impulsar la rentabilidad— es, a su vez, un vector que con-duce por falta de recursos a la desaparición de los contenidos críticos, en favor de la rutina del simple transmisor del discurso de las élites. Ambos vectores, compe-tencia y competitividad afectan al producto fi nal de los medios: su discurso sobre la realidad, la base de su credibilidad.

De nuevo, la dinamicidad de la sociedad y del sistema político explican que las tres columnas sobre las que se sostienen los medios —la competencia, la compe-titividad y la credibilidad— no sólo expliquen la raíz de muchas de la críticas que reciben, sino también que de su mano aparezcan las grietas y la elasticidad de su discurso a las que nos hemos referido más arriba.

5.6.2. La competencia

La lucha de cada medio por el mercado y la audiencia —o por ganar lectores— es también una batalla contra los otros medios y sus aliados políticos. Lo cual, de entrada como mínimo deshomogeneiza el discurso informativo. No todo es pro-paganda a favor del sistema. Los actores están en confl icto y los medios —tam-bién auténticos actores políticos (Borrat, 1989)— toman partido por uno u otros, establecen sus alianzas, y emprenden sus contiendas. Si un medio elige colaborar con la oposición, delante suyo aparece un inagotable abanico de posibilidades

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de crítica al gobierno. Lo mismo es válido, mutatis mutandis, si elige ponerse del lado del ejecutivo.

Para mantenerse y ganar mercado, los medios deben ofrecer algo original, de aquí que las exclusivas informativas tengan un alto valor. Si éstas son contra el antagonista no encontrarán fi ltros en su camino. Además cada medio se preocupa de cuidar un perfi l político propio, diferenciado de otros medios informativos, entre otros motivos, porque así teje una fi delidad mutua con su público, cosa que también diversifi ca el discurso. Al mismo tiempo, los medios han comprendido que ningún segmento de la audiencia-público es desdeñable y, por lo tanto, no es extraño que incluso en los grandes medios conservadores aparezcan ocasional-mente voces críticas progresistas y radicalmente críticas.

5.6.3. La competitividad

No se debe olvidar que para reducir costes, casi en todos los medios, el número de periodistas trabajando es menor del necesario y esto comporta su sobreex-plotación. No obstante, cuando mayor es la explotación, mayor puede ser el margen de maniobra ideológico de los redactores para desplegar sus puntos de vista, pues al fi nal de la jornada lo único en lo que se no puede fallar consiste en haber llenado los huecos que ha dejado la publicidad en la superfi cie redac-cional, o bien en haber llenado los minutos de emisión que separan los anun-cios publicitarios de televisión o radio. En estas circunstancias, la inclinación ideológica —o si se quiere formular de otra forma, en algunos casos, el com-promiso ideológico— del o la reportera para los directivos pasa a un segundo plano. Lógica, ésta, que permite eventualmente rellenar los ‘huecos’ con relatos de orientación distinta a la del medio y por su supuesto a las dominantes en el sistema político.

Veamos un ejemplo genérico. En domingo los periódicos contienen más pági-nas que el resto de los días de la semana. Sin embargo, el día anterior, el sábado, normalmente trabajan menos periodistas, tanto en la redacción como en la calle, porque algunos tienen el día libre y porque en sábado ocurren menos cosas de interés informativo en el sentido habitual. Por lo tanto, aparentemente hay menos material para publicar.

Ahora bien, como en domingo hay más lectores, hay más publicidad y, en consecuencia, aumenta el número de páginas, pero también correlativamente la superfi cie libre para rellenar con reportajes que a menudo han sido pre-parados durante la semana por los periodistas, además de cumplir con sus obligaciones diarias. En algunos casos los reportajes son retomas de asuntos que aparecieron durante la semana y, en otros, son piezas que —como habi-tualmente se dice— están en la nevera esperando su oportunidad de ver la luz. El margen de maniobra ideológico-periodístico de los redactores que deben preparar esas páginas por adelantado suele ser mayor que el de los demás días. Pueden escoger el tema y el enfoque y además suelen disponer de más espacio para contarlo. Los límites políticos se vuelven elásticos y los límites de espacio se resquebrajan.

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Por supuesto, los márgenes de maniobra ideológicos son muy variables. Depen-den de cada medio, de cada sección, de cada periodista y de las circunstancias políticas concretas.

5.6.4. Credibilidad

En ocasiones, ya sea para competir en el mercado periodístico, ya sea para ser fi el al compromiso con los lectores, existe la posibilidad de publicar informacio-nes o reportajes críticos que divulguen posiciones divergentes con las corrientes mayoritarias o incluso discrepantes con la línea del mismo medio en que aparecen. Y hasta críticas con los aliados. Esto es así porque si un medio publica críticas fun-damentadas contra instancias o personajes con poder, pero otro no lo hace o evita hacerse eco de ese asunto que se ha convertido en parte de la actualidad —porque el el perjudicado es un aliado—, entonces su credibilidad se ve deteriorada.

Por otra parte, si el poder no es sólo el que está en manos de aquellos que habitualmente denominamos ‘poderosos’, entonces, también los activistas, las asociaciones, u otros tipos de grupos humanos tienen un cierto poder para ejercer presión social para que la información eleve su calidad, en particular, mediante la denuncia de los relatos periodísticos que estimen incorrectos y la exigencia de mejores coberturas. Si los medios los torean constantemente, su credibilidad se puede ver afectada y los redactores que dentro de los medios estén de acuerdo con los disidentes pueden apelar al compromiso con los lectores-audiencia para dispo-ner de las condiciones que permitan mejorar su trabajo y el relato resultante.

Ocasionalmente los redactores pueden también apelar con éxito al código deontológico para sacar a la luz aquello que de otra forma sus jefes preferirían no publicar. El recurso al código deontológico es, sin embargo, delicado o peligroso en la medida que es un arma de doble fi lo, pues establece —con pequeñas varia-ciones, diversas según el caso— que los periodistas deben esforzarse por separar los hechos de las opiniones. Se puede oír tras esa recomendación cómo respira todavía el mito de objetividad, cuando desde hace tiempo ha quedado claro que la realidad se deja signifi car de formas múltiples, en función de la perspectiva, del conocimiento, de los intereses y, en defi nitiva, de la posición discursiva, que, evidentemente, es política.

5.7. La práctica del periodismo político

En ese marco dinámico y agitado trabajan los periodistas de la sección de polí-tica. Coexisten diversas concepciones sobre cuál debe ser su tarea. Para unos, se trata llana y sencillamente de narrar el acontecer. Para otros, debe incluir una actitud crítica con los poderosos —políticos y económicos—. Para algunos, a su vez, ha de promover el sistema parlamentario. Para no tantos, pero aun así para algunos otros, también entraría dentro de sus funciones contribuir a reducir las desigualdades, eliminar las injusticias, etc. Puede haber quien defi enda que el periodismo tiene que promover la paz. O bien quien piense que el periodismo

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no debe ser crítico, que el sistema político ya tiene sus propios instrumentos de control.

Está claro que se trata de un debate abierto entre opciones ideológicas sobre la función del periodismo. Si comprendemos cada una de estas posiciones como parte de concepciones más amplias sobre cómo debería ser la sociedad —cuando no, el mundo—, entonces no debe sorprendernos que la pluralidad política tam-bién se refl eje en las formas de entender el periodismo.

Por lo tanto, no existe una forma que podamos llamar ‘profesional’ de ejercer el periodismo. Sería un mito. Existen y coexisten concepciones políticas distintas. Aunque ciertamente unas nos puedan parecer a cada uno mejores que otras, y esto, claro está, es también una preferencia política.

Veamos un ejemplo de mal entendido derivado de la creencia de que existe un criterio profesional periodístico exento de consideraciones políticas. Con motivo de cada campaña electoral, en la radio y la televisión pública catalanas, se esti-pulan los minutos y segundos de emisión dentro de los programas informativos diarios que corresponden a cada partido en función de su representación parla-mentaria. Resulta obvio que es un corsé conservador, pactado entre los grupos ya asentados, que favorece a los mayores y que los pequeños aceptan como mal menor. Además, la aplicación mecánica de los tiempos suele generar informacio-nes rutinarias y con poco interés para el público.

La mayoría de los redactores reivindican desde hace años la abolición de ese cri-terio y que sean los periodistas quienes apliquen ‘criterios profesionales’ para deci-dir qué tiempos conceden a cada vídeo o pieza radiofónica durante la campaña. De esta manera, como mínimo, se podrían evitar numerosas y aburridas liturgias electorales y que además se abriría la puerta a la posibilidad de una cobertura más igualitaria de las distintas opciones electorales. Pero se trata de una posibilidad, no de una certeza. La relación de fuerzas entre las corrientes ideológicas presentes en cada redacción tendría algo más de fuerza en las decisiones informativas.

El conjunto de decisiones que se toman en las redacciones son ineludiblemente políticas, incluso cuando, por ejemplo, se transforma en noticia algo que se estima espectacular —y por tanto bueno para atraer audiencia— aunque sea carente de peso político. O, ¿es que optar por la espectacularización de la política no es una opción política? He aquí una de las posibles directrices periodísticas no precisa-mente de tendencia igualitaria.

Aunque el criterio periodístico se quiera camufl ar de profesional es un crite-rio ideológico, lo cual no invalida la preferencia porque las decisiones sobre la cobertura de las campañas se tomasen en las redacciones y no en otra parte. Así, al menos, la puerta a la posibilidad de cambio se abriría más y quedaría claro que las redacciones también son un espacio de confrontación política. Además, como mínimo, seríamos un poco más libres porque habríamos deshilado un engaño.

En este entramado, en el que realmente se practica el periodismo político, cada uno debe saber dónde está, cuál es su entorno, de qué márgenes de maniobra dispone y qué compromisos está dispuesto a asumir, con la sociedad y consigo mismo.

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Tareas

1. Cubrir un acto público y escribir en género seco.Se trata de asistir a un acto político público y elaborar una pieza periodística

con el estilo de agencia de noticias, es decir, en un estilo informativo estricto o también llamado pedagógicamente ‘género seco’ (Bastenier, 2001). Es seco en la medida que el texto está libre de trazas que dejen ver la subjetividad del redactor. No nos engañemos, la subjetividad está allí, pero no de forma explícita. No está redactado en primera persona ni contiene descripciones valorativas discutibles. Todo lo descrito debe ser comprobable. El género seco permite tomar distancia, al menos formal, del discurso de los actores políticos.

Si el ejercicio se plantea en período electoral, cubrir un mitin es una opción. En caso contrario, una conferencia de un personaje político o una comparecencia en una comisión parlamentaria, son buenas alternativas.

Se puede fi jar que la pieza tenga unos 4.000 caracteres. Debe tener también título.

Objetivos del ejercicio.! Enterarse de los acontecimientos políticos que tienen lugar en la ciudad para

poder escoger uno que sea interesante.! Encontrar elementos noticiables en el acto que se cubre.! Escribir una pieza rigurosa y con el estilo del género seco, estrictamente infor-

mativa.! Aunque el estilo sea de agencia y a menudo las agencias envíen despachos

cronológicos, aquí no se trata de eso, sino de valorar las distintas partes del contenido y exponerlas en orden decreciente de importancia.

Conviene avisar ya antes de que asistan al acto público de los errores habituales:! Los titulares no son informativos o no tienen atractivo o ambas carencias.! La información no ofrece ningún interés.! Hay atribuciones equívocas. No queda claro si son palabras del actor o del

redactor. Falta precisión. Los contenidos no son claros. Hay un mal uso de las comillas.

! Relatan cronológicamente, como si levantaran una especie de acta del acon-tecimiento.

! Dan detalles irrelevantes. Por ejemplo, la hora con minutos o el lugar exacto, datos totalmente prescindibles.

! Adjudican pensamientos e intenciones a los políticos que no se pueden demos-trar. Por ejemplo: ‘X piensa que…’; ‘X está convencido de que...’, etc. Se suele tratar de verbos justamente de pensamiento (creer, temer, desear, querer, etc.) que los políticos suelen usar cuando hablan de sí mismos o de sus contrin-cantes.

También conviene ofrecer una serie de recomendaciones para la cobertura del acto que se aplicarán fl exiblemente en función de si se trata de un mitin o de otro tipo de acto:

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! Enterarse de la biografía del conferenciante o del cabeza de cartel en el mitin.! Conseguir, si es posible, una copia del discurso.! Si no es un mitin —en cuyo caso resulta obvio— averiguar por qué se celebra

la conferencia o la comparecencia y quién la organiza. Tomar contacto con los organizadores antes del acto puede ayudar.

! Fijarse en el público. ¿Quién ha asistido y qué reacciones ha tenido?! ¿Qué ha sido controvertido? ¿Qué significativo? ¿Qué importante?! Observar al conferenciante.! Hacer preguntas.! Quedarse un rato más y escuchar los comentarios de los presentes.

Recomendaciones adicionales sobre el uso de citas textuales:! Lo importante es el hilo conductor del texto. Por lo tanto, las oraciones clave

las suele poner el redactor. Las citas giran alrededor de lo que cuenta el perio-dista que ha dicho el conferenciante.

! Usar las citas si no se puede mejorar la forma en que lo ha dicho el personaje.! Evitar las citas parciales. No es serio porque permiten una gran manipulación

del significado si se colocan dentro de frases a las que no pertenecían.! Las paráfrasis y las citas se deben combinar, pero una nunca debe repetir el

contenido de la otra.

2. Realizar una entrevista documentada y a la contra sobre un asunto político relativamente técnico.

Se trata de efectuar y escribir una entrevista con un político —puede ser un par-lamentario, un alcalde, un concejal, un alto cargo de un partido, etc.— experto en una materia de una cierta complejidad técnica como pueda ser la política fi scal, el medio ambiente, sanidad, política cultural, lingüística o científi ca...

La extensión de la pieza pude girar alrededor de los 5.000 o 6.000 caracteres.En esta pieza se abandona el estilo del género seco, lo cual no signifi ca que se

pueda escribir cualquier ocurrencia. Las preguntas, todas, deben contener datos o información y pueden contener valoraciones. Cada pregunta debe incluir ele-mentos críticos con la posición o gestión de la persona entrevistada. Sirven así, además de para demostrar que el periodista conoce su terreno, para encauzar las respuestas y, en caso de que el personaje huya del asunto, que quede constan-cia de su maniobra. Preguntas abiertas como ¿qué propone usted sobre…? ¿qué piensa de …? etc. son preguntas regaladas que dejan en bandeja la glorifi cación del actor.

Los objetivos a lograr son:! Saber documentarse sobre un asunto complejo o algo oscuro técnicamente

para lo que son los conocimientos ordinarios de un periodista generalista.! Superar la tecnicidad del entrevistado y de sus respuestas.! Adaptar el lenguaje del tecnopolítico al de un público estándar que lee infor-

mación especializada pero no es especialista.! Formular preguntas que muestren que el periodista se ha preparado la entre-

vista.

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! Formular preguntas que le pongan ante un aprieto sin que el entrevistado se enoje como para cortar la entrevista.

! Mantener el rigor sobre lo que se escribe.

Los errores habituales sobre los que vale la pena alertar son:! Las respuestas están escritas en un lenguaje excesivamente oral, es copia casi

literal de la forma en que habla el entrevistado.! El lenguaje es incompresible. A veces por culpa de los tecnicismos y a veces

porque el periodista ni tan solo entiende lo que escribe porque tampoco enten-dió lo que le dijo el entrevistado y se ha limitado a transcribir la respuesta.

! El lenguaje es pesado y rebuscado.! Hay ideas repetidas en distintas preguntas.! Hay frases vacías. El texto se debe expurgar. Rarísimamente lo publicado es

una transcripción íntegra de las respuestas. Hay que pulir y limpiar.! La titulación no es informativa, parece más la de una columna de opinión,

una expresión sin conjugar.

Aparte de evitar los errores habituales, para realizar una entrevista conviene:! Definir el objetivo de la entrevista. A qué críticas queremos que responda.! Documentarse fehacientemente.! Valorar la persona y sus puntos fuertes.! Preparar preguntas sobre los aspectos capitales.! Prever sus respuestas.! Repreguntar si es necesario porque la persona entrevistada evita responder o

porque no hemos entendido lo que ha dicho.! Evitar prejuicios.! Escuchar e identificar el punto principal de lo que dice, más allá de rodeos y

huidas por la tangente.! Escuchar cómo intenta demostrar su punto de vista y valorar lo que dice.! Escuchar lo que no dice.

3. Estudiar la posición económica y política de alguno de los principales diarios o medios de información del Estado o de la Comunidad Autónoma o de una loca-lidad.

Saber qué intereses están en juego en el medio de comunicación en que pode-mos llegar a trabajar es capital para saber de que margen de maniobra disfrutamos y si para uno mismo tiene sentido aceptarlo o no.

Este ejercicio no consiste en escribir una pieza periodística, sino en realizar una cierta práctica investigadora y escribir un trabajo académico más bien de ‘estruc-tura de la comunicación’.

¿De quién es la propiedad? ¿Quiénes son los propietarios (biografías)? ¿Cuál es su situación fi nanciera? ¿Con qué grupos políticos tienen relaciones y cómo son?

El trabajo puede abarcar un gran ámbito, pero también se puede reducir a un solo medio si se estima pertinente.

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4. Elaborar una columna de análisis.El texto ha de tener unos 4.200 caracteres y puede versar sobre un asunto

confl ictivo de la política exterior española. El autor debe escoger un periódico identifi cado políticamente en el que desearía publicar su análisis, así queda claro el marco político de referencia para que el periodista mida su margen de manio-bra. El texto, esta vez en género mojado —el autor necesariamente debe tomar partido de forma explícita—, pone en tensión la ideología del medio con la del periodista.

Los objetivos:! Articular una argumentación sólida. Que sea una columna de análisis y, por

tanto, de opinión, no significa que se pueda escribir cualquier ocurrencia.! Mantener un grado de claridad en el lenguaje que sea adecuado para el público

estándar sin abandonar la profundidad. ! Conseguir claridad expositiva.

Los errores habituales en este ejercicio consisten en:! Hacer textos que divagan sin tesis central.! Hacer textos propios de un panfleto.! Narrar la historia del conflicto, pero construir poca o ninguna argumenta-

ción.! Abusar de términos comodín (por ejemplo: situación, situación actual, pro-

blema, tema o conflicto).! No seguir las recomendaciones que vienen a continuación y que se facilitan

antes de la realización del ejercicio.

Consejos para una columna de análisis.! Usar datos y citas en una cantidad apropiada.! Construir una conclusión lógica con una toma de posición coherente.! Hacer referencias claras a actores y a argumentos. Huir de la ambigüedad.! Economizar palabras. Si las frases pueden ser breves, no hay motivo para que

no lo sean. ! Huir de clichés y argot. Ya antes, miles de personas los han usado. Huelen a

naftalina. ! Usar las palabras con propiedad.

5. Elaborar un reportaje en profundidad sobre un confl icto sobre el que periodista tenga acceso directo.

El reportaje debe ser de unos 10.000 caracteres. El estilo, mojado pero no gra-tuito. Es decir, se admiten valoraciones del redactor que estén justifi cadas.

El confl icto político puede ser a escala local, autonómica o estatal. Lo decisivo es que el periodista tenga acceso directo a los actores, los pueda visitar, a ellos y a los eventuales lugares implicados.

Los objetivos son:! Aprender a combinar documentación, entrevistas y observaciones directas

para construir un reportaje en profundidad.

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! Relacionarse directamente con actores políticos.! Contrastar la información procedente de fuentes diversas y contrapuestas.! Encontrar un ángulo noticiable en un conflicto que en la mayoría de los casos

ya es conocido por el público. Encontrar un nuevo punto de interés.! Elaborar un relato que:—mantenga el interés,—dosifique la información a un buen ritmo— y que fluya, que esté ligado con transiciones suaves.

El redactor no debe poner ladillos porque crean falsas transiciones y su colo-cación defi nitiva dependerá del diseño de la página, algo que ahora no nos pre-ocupa.

Errores frecuentes:! El reportaje no aporta ninguna novedad, todos los elementos son conocidos.

Es un simple ‘refrito’ de lo que ya se ha publicado. ! Es un texto aburrido.! El titular o no dice nada o no es atractivos o ambas carencias.! De forma similar al caso de las columnas, explican mucha historia y pocas

novedades.! La información es superficial.! Dan por buena información no contrastada procedente de una sola fuente.

Elaborar un esquema previo ayuda construir un texto, más si el relato es extenso. Aunque no se trate de una fórmula universal y los futuros reporteros hayan podido estudiar diversos esquemas posibles, sugerir el esquema que sigue puede ser de ayuda. Usaremos un caso imaginario de un concejal para ilustrarlo.1. Lead con atractivo. Es un párrafo con fuerza que sirve de gancho para que

el lector se anime a entrar en el texto. Debe contener el elemento novedoso que da sentido a la publicación del reportaje. Por ejemplo, anunciar que un concejal abandonará su partido.

2. El núcleo del confl icto. Por ejemplo, el concejal hará perder la mayoría muni-cipal al grupo que abandona.

3. Por qué el asunto que se presenta es importante y por qué lo es ahora. Si no lo fuese no tendría sentido publicarlo. En periodismo el momento es clave.Estos tres elementos son sólo la parte de arranque; en conjunto, pueden ocupar unos 1.000 caracteres. Pueden formar tres o un solo párrafo. Por ejemplo, se puede contar que el concejal abandonará su grupo durante el pleno de la semana que viene. Y, como resultado, la alcaldía pasará a manos de una oposi-ción que se ha propuesto recalifi car unas cuantas parcelas como urbanizables y avalar la construcción de un macro centro comercial.

4. Avance de los temas que se tratarán en el cuerpo del reportaje. Quedan por delante 9.000 caracteres y es mejor para mantener la atención del lector que sepa que si avanza se encontrará con los contenidos interesantes se apuntan en este párrafo. Por ejemplo, que los agricultores apoyan al concejal; que los

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comerciantes lo presionan para que aunque dimita no permita el relevo en la alcaldía; que los ecologistas locales apuntan a grandes constructoras como las incitadoras de los cambios, y que hay una guerra abierta en la localidad.

5. Aportar el contexto en que tiene lugar el confl icto. Un párrafo. Por ejemplo, que el partido político del concejal ya ha registrado con éste un cierto número de fugas a escala estatal y que el debate y las medidas contra el transfuguismo están en un callejón sin salida.

6. Desarrollar los temas, de forma ordenada con datos (hectáreas, inversiones, nombres, declaraciones, etc. Unos 8.000 caracteres.

7. Conclusión y perspectivas. Un párrafo. Por ejemplo, resumen del resultado de lo acontecido y qué incógnitas quedan abiertas y de qué depende su des-enlace.

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