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DISC UR SO INA UGURAL. •• .. . ... . .

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DISCURSO INAUGURAL.

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lLUSTll[SI~IO SEÑOI\:

SIE.\Il'RE había considerado de gliln empeño la tarea dedirigir la palabra al respetable auditorio que acude á solem­nizar la apertura de un nuevo curso académico; pero al ver­me por primera vez designado para el desempeño de esteespinoso cargo , he pedido ap reciar mucho mejor la exacti­tud del concepto que me habla merecido. A la dif icultad,grave en todas ocasiones , que pueda ofrecer la dilucidnciondel tema sobre que haya de versar el discurso , vienen á su­marse otras muchas no menos atendibles, nacidas de las con­diciones particulares de estos solemnes aniversnrios ; porqueno se trata únicamente de presentar un tra bajo científico óliterario , ante un congreso de varones doctos , consagradostodos al cultivo de ciencias análogas , sino que ha de ofre­cerse á una corporacion ilustre constituida por tantas divcr­sas esclarecidas academias, cuantas son las distintas Fncul-

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lades en que se encuentran distribuidas las ciencias que enla Universidad se enseñen ; )' si hasta los verdaderos sábiossienten su ánimo acobardado al ofrecer sus obras á la impar­cial censura de una asamblea uniforme , mucho mas funda­do deberá ser su temor al verse en el caso de someter el fru­to de sus meditaciones al fallo simultáneo de dignlsimos re­presentantes de todos los ramos del saber. Y sucediendo C5tO

á hombres eminentes , adornados de vastos conocimientos,de larga y provechosa cxperiencin , de claro ingcnio , de ma­duro juicio , de universal erudición y correcto lenguaje , j quéno ha de suceder al que, como yo, carece de tan precio­sas dotes!

¿Qué punto podré presentar digno tic la Eorporncion á quedebo dirigirme'! Uno concreto , exclusivamente científico , seavcndria mal con la universalidad de sus conocimientos; perola limitación de los mios no permite que im ada terrenos paramí desconocidos. j Duro trance en que tenemos que vernos,en ocasiones semejantes, la mayor parte de los que cultivamosciencias ele hechos experimentales encadenados íntimamen­te, y que tienen que valerse de un tecnicismo proplo , distin­to del lenguaje usual ! Y aumenta mas todavía la dificultad,cuando se considera que vienen á escuchar nuestra palabracelosas Au toridades representantes de los poderes públicosque infl uyen en la enseñanza ; alumnos que por primera vezse acercan á llamar con insegura mauo á las puertas de laciencia, á la que han de vivir en adelante consagrados j 10 5

_que vuelven á las cátedras para continuar , con fe ardiente yrosadas ilusiones , la carrera comenzada en anteriores nñcs,y los padres que acuden á presencial' conmovidos uno ele lossucesos que mas han de influ ir en el porvenir el e sus amadoshijcs , que es el 80 11 )'0 tambicn , en cuyo obsequio hacen , COII

alegría y dulces espC l'aIIZa S, sacrificios inmensos. - Para to­dos debe tener interés lo que desde aquí se dign, si el que

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-7 -ocupa el comprometido puesto en qut.! hoy me veo colocado,sabe interpretar fielmente el carácter de esta solemne cere­monia. Pero j cuán difícil es hallar un tema que pueda des­envolverse con tales condiciones , en medio de tanta vn­riedad de conocimientos, tendencias é intereses ! El queofrezco á vuestra consideraciou podría tal vez satisfacer todaslas exigencias, si fuese desarrollado por quien dispusiera delnecesario talento para presentarle con toda su importancia:pero yo al discurrir so bro los progresos de las ciencias físi­cas en Espeño , cuento solo con mi buen deseo, COIl elentusiasmo propio de la juventud, )' con vuestra )'a probadaindulgencia que con empeño solicito.

1.

En el largo y penoso camino que ha de recorrer el hombreen busca de un porvenir que realice mejor que el presente laeterna aspiración al progreso, profundamente encam ada ensu natu raleza ; en medio de esa navegación azarosa , pero ne­cesaria , hácia el puerto en que ve brillar el faro luminoso dela civilizacion , y duran te la ruda lucha que para llegar has­ta él sostiene desde el origen de los tiempos entre el bien yel mal , entre la verdad y el error, entre la sabiduría )' laignorancia , entre la luz y las tinieblas , frecuentemente hade buscar descanso que repare sus abatidas fuerzas y le per­mita examinar la distancia que le separa del plinto de part i­da y de aquel a donde dirige sus pasos , arreg lando así la ve­locidad de la marcha que de nuevo emprenda, de modo queni sea tanta que le impida ver los obstáculos que puedendetenerle ó extraviarle , ni tan poca que no llegue jamás alesperado término de su viaje. Pero el progreso y la civili­zacion á que la humanidad aspira, l.en qué consisten? ¡,cómo

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8pueden conseguirse '! Tales son las cuestiones que agiL,111 ,1

los pueblos, dividiéndolos en bandos , excitando sus pasionesy discordius • promoviendo y sosteniendo las tenaces y hastasangrientas luchas políticas.

Tomando unas escuelas como punto de partida la cxcc­lencia incontestable del espíritu sobre la materia, sientan porbase que el hombre . como las sociedades, necesitan paraprogresar engrandecer sobre todo su inteligencia, y mirancon desden cuanto de este camino las separa. Considerandootras la fuerza irresistible de las necesidades materiales quesentimos , solo cifran el progreso en satisfacerlas cada vezmas cumplidamente, concediendo escasa importancia á todolo que no contribuya directamente á ello. Ambos caminos,aunquc tan opuestos , RC parecen en que apartan cada vezmas al que los sigue del objeto á que pretenden conducir : elprimero lleva á un exagerado espiritualismo; el segundo á unsensualismo degradante; ni uno ni otro hacen progresar ver­daderamente á los pueblos, como prueba la historia y la mis­ma mzon dicta. El hombre no es un espiritu puro que pue­da vivi r con independencia absoluta de la materia ; ni unainteligencia servida por órganos j ni un animal mas perfectoque los demás , ni mucho menos una masa sujeta solamenteá leyes ñsicas y químicas ; sino una sustancia inteligente des­tinada á vivir en íntima union con el cuerpo (Bossuct}: y sila vida no es otra cosa que el sucesivo y armónico d~eO\'ol ­

vimientc de un ser , entre los límites trazados de antemanopara cada especie por la Omnipotencia divina , la vida delhombre necesita como condición indispensable que sc des­

, arrollen sucesiva y armónicamente los clementes intelectual,moral y material que constituyen su privilegiada naturaleza.Estas condiciones de la vida humana , considerada en el in­div iduo , se comunican á la de las sociedades que la reuniónde individues forman . apareciendo entonces otras nuevas

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- H-nacidas de los mutuos deberes y derechos; de donde resultaque el progreso verdadero, quees la vida de los pueblos, esuntrabajo complexo que no puede continuarsecon fruto si no seprocura mantener siempre el indispensable equilibrio entreel desarrollo físico moral , é intelectual; y así como en unser orgánico viviente la salud nace, no solo del ejercicio nor­mal de cada una de sus fun ciones , sino de la debida armo­nía entre el resultado de todas ellas, así tambien en las so­ciedades no aparece la civilización sino cuando se desarrollancon regularidad y de un modo armónico todos los elemen­tos de diversa naturaleza que la sociedad misma posee. Dedonde se infiere que toda civilización snpone progreso, perosujeto á determinadas condiciones, sin las que podrá tal vezUII pueblo hacer considerables adelantos en "arios ramos,sin que por esto pueda creérsele civilizado; del mismo modoque - siguiendo la comparacion adoptada- un ser vivientepuede desempeñar con regularidad sus mas importantes fun­ciones vitales , sin que de ello resulte que su salud sea com­pleta. l,Cómo, pues , podrá un pueblo aspirar á la verdaderacivilizacion ? Fomentando cuanto tienda á desenvolver á lavez y conducir al último limite de su engrandecimiento, susintereses intelectuales, morales y materiales ; ó en otros tér­minos , cultivando con ardiente celo las ciencias todas; ino­culando en el corazón de sus habitantes las saludables mási­mns de la religion, que le purifiquen de sus malas pasionesy le eleven hasta Dios, centro (le todo bien; abriendo nuevosy desembarazados cauces á las artes , la industria, la ngricul­tura , el comercio y demás grandes fu entes de la riqueza pú­blica. - El camino es tan fácil de señalar como difíci l de sc­gu¡r: la historia de la humanidad nos descubre los colosalesesfuerzos hechos en todas épocas para marcharpOI' esa sendaabierta siempre ante ella , cuyo término vealejarse á medidaque mas cercano le creia ; y sin embargo el hombre se lanza

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- 10 -pOI' ella con fe que nunca decae, sin que le detengan 105obstá­culos que á cada paso encuentra , ni le hagan tampoco de­sistir los triunfos del constante aran de adelantar. j Bendiga­mas ese impulso sublime de nuestro espíritu que jamás sedebilita ; ese eterno deseo de poseer que nunca se satisface;esa inagotable fuente de incesantes aspiraciones que se suce­den sin descanso, obligándonos á marchar con entusiasmo eupos de ellas; bendigámosle , porque es el mas claro )' conso­lador indicio de que no muere todo con nosotros ; que he­mos de buscar mas allá de nuestra existencia el términoverdadero de todas nuestras esperanzas, la realización com­pleta de nuestros mas ardientes deseos!

De los principios que muy ligeramente dejamos consignu­dos, se deduce desde luego el importante papel que la cienciadesempeñaen la civiliaacion de los pueblos; pero nótese bien,que consistiendo esta en el desenvolvimiento correlativo de lasfacultades intelectuales, morales y materiales, así del indiv i­duo aislado como de la sociedad, no podemos referirnos enparticular á una sola ciencia, sino al conjunto de todas las quecultiva el entendimiento humano , pues nó de otra suertepuede concebirse la indispensablearmonía entre los variosele­mentos de nuestra naturaleza que aquellas desarrollan. Espor lo tanto errónea la opinion de los que consideran lasCiencias flsicas como las que mas pueden contribuir al fun­damento de una civilización bien desarrollada y estable, asig­nándolas en virtud de esta idea el primer puesto en la exten­sa serie de los conocimientos humanos j pero yen'nu tambiénlos que, justamente alarmados por las tendencias sensualis­tas de nuestra época, lanzan sobre aquellas ciencias gravisi­mos cargos , atribuyéndolas con demasiada ligereza todos, (j

la mayor parte, de los viciosde que adolece la sociedad actual,y llevando su exagerado encono hasta el extremo de prctcn­del' la reducciou de estos estudios á estrechísimos limites , ya

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-11 -que Sil proscripción seria hoy un absurdo irrealizable. Fácil- .mente se echa de ver que en estas diversas opiniones se en.cuentran representadas las dos escuelas de que dejamos he­cho mérito al apuntar lo que debe entenderse por civiliza­cion , }' por lo que entonces expusimos se deduce que noparticipamos de sus ideas ; mas al combatir á los que colo­can en primera línea las Ciencias flsicas, no debe creerse quehacemos armas conlra nuestra causa, desertando cobar­demente de las banderas bajo las cuales, con mas entusias­mo que gloria, militamos 1 y rebajando la importancia de losestudios r¡uc debíamos procurar enaltecer por habernos COI1­

sagrado á ellos ; porque de no considerar á estas ciencias co­mo en aquella escuela se las considera , no se sigue que lasneguemos su altísimo interés, ni los extraordinarios y venta­josos adelantos que la humanidad les debe; que negarlos se­ría prueba palmaria de locura , de ignorancia insigne ó deuna fa tal preocupacion de nuestro ánimo en favor de prin­cipios demasiado absolutos. Lo que queremos es dejarlascolocadas en su verdadero puesto, desde el que deben con­tribuir en el mismo grado que las otras ciencias, sus herma­nas, aun cuando en distinta esfera, al elevado objeto quetodas se proponen. li emos dicho tambien que no podemosaceptar las ideas de los que combaten las Ciencias flsicnsatribuyéndolas males sin cuento; perolas razones que para es­to nos asisten son tantas, que temeriamos , si 10:1 5 expusiéra­mos , dar á nuestro trabajo un giro distinto del (l ue noshemos propuesto: solo indicaremos, que si es cierto queen nuestra época el afnn inmoderado de goces físicos aparececomo una funesta lepra social; si en la flo rida jnventud, laedad feliz de las ilusiones , de la fe y del desinterés, se rindeya ferviente y vergonzoso culto á la codicia, la desconfianzay el egoísmo; si se hace fastuoso alarde de las conquistas queen el órden material hace el hombre, inclinando con todo es-

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- 12-to de un modo notable su ánimo hácia un determinado ór­den de ideas , con perjuicio de los otros, no es culpa, nó, delas Ciencias físicas á quienes se acusa, lo es solo de la fa ltade armonía que se advierte ent re sus adelantos y los que lasdemás consiguen. Ahora bien, para evitar estos males ¿lasdetendremos en su brillante carrera ~ j Temerario empeño!tanto valdría querer poner diques al mal'. Lo que debe ha­cerse es procurar por cuantos medios están á nuestro alcan­ce, engrandecer y adelantar las ciencias que buscan la ver­dad en otras esferas, hasta que pueda establecerse el equili­brio perdido ; yentre tanto que no se acuse á aquellas co­mo perniciosas, olvidando que part icipan de la sublimemision que todas las demás , y que busca ndo la verdad en elórdcn flsíco elevan al hombre por mía suave pendientehasta Dios, verdad eterna , enseñá ndole al mismo tiempo áaprovecharse de Jos magníficos dones que debe á su in­finita Providencia. N ó porque las verdades de este órden seantal vez mas fáciles de descubrir que las de otros, ó porquelos esfuerzos hechos por alcanzarlas hayan sido mayores , yp OI' consiguiente los resultados aventajen hoy los obtenidospor otras ciencias, deberemos ccnd ennr á las flsicas, puesesto equivaldría á castigar al que sabe cumplir mejor susmas sagrados deberes. Las condiciones de las sociedades mo­dernas son, por otra parte, las mas favorables para que se de­sarrollen ). progresen cada vez en mayor escala las cienciasexperimentales, bien al contrario de las sociedades antiguas,en las que , no pudiendo disponer de los recursos necesarios,apenas fueron conocidos los mas sencillos hechos; en cambioen ellas se remontaron á tan considerable altura las cienciasespeculativas que, apesar de haberse continuado cultiván­dolas con esmerado celo, poco notables han sido despues susadelantos. La razón de este desigual desenvolvimiento fa­cilmente se descubre á poco que sobre ella meditemos: es la

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- 13 -ciencia, considerada en su acepción mas lata , el conoci­miento de la verdad por medio de la raaon J que unas vecesencuentra en sí misma recursos suficientes para alcanzarle, lotras ha de auxiliarse con los que le proporcionan la obser­vacion 'j los experimentos. Pero la verdad, que consideradaen su esencia absoluta es una é invariable 1 COIl respecto ánuestra inteligencia consiste en el conocimiento de las co­sas tales cuales son (Balmes), ú en la concordancia delas representaciones con los objetos (Schelling); y como sonmuchos los órdenes de estos á que puede referirse , serántambién muchos los de verdades que se deduzcan; pudién­dose desde luego admitir dos gruposbien deslindados, segunque la rüzcn las haya deducido por sí sola 6 auxiliada porlos medios que seña lábamos . y en relacion con esto , dos ór­llenes de ciencias que se llaman abstractas y físicas ó natura­les. Nu puede sin embargo desconocerse que en la deduc­cion de ...erdades abstractas se encuentran á veces :huellasLien mareadas de una observación mas ó menos profunda,ni tampoco que hasta los experimentos son aplicables á cien­ciasno incluidas en la filosofía natural ; pero nó por eso de­ja de ser muy cierto que aquellas están principalmente b.1&1­das en el raciocinio, y que estas necesitan además, como con­dicion absolutamente indispensable, la observación experi­mental. Un hombro de genio, sin valerse de otros recur­sos, puede descubrir tantas verdades abstractas que lleguená formar un verdadero cuerpo de doctrina, una ciencia \' .15­

tisimu; pero ese mismo hombre no podrá deducir con segu­ridad ni un solo principio de ciencias físicas, si no ha prcce­dldo la observackm atenta ó la experimentncion racional.-Ahora bien : la razón nace con el hombre, y en breve pue~

de ponerla en actividad ; pero los resultados de la observa­cion y del experimento solo con el tiempo se adquieren; asíes que las primeras sociedades pudieron alcanzar , y alcanza,

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- 14 -ron , un grado de elev-acion admirable en las ciencias espe­culativas, es decir, en aquellas cuyas verdades con la razonsola se conocen ; pero carecian de los medios necesarios paraadelantar del mismo modo en las que tienen por objeto lainvestigaclon de las verdades físicas . y haciendo esfuerzosasombrosos de ingenio pretendieron1 mas que estudiar 1 sor­prender los secretos de la naturaleza. Si hoy las cienciasque se ocupan ti c estas verdades se ven cultivadas con mayorentusiasmo y hacen cada vez mas rápidos progresos , esporque instintivamente nos sentimos inclinados hácia todo loque puede redundar en provecho propio y ser de inmediatanptícaclon á las necesidades de la vida, y en este concepto lasCiencias físicas tendrán siempre grandes ventajas sobre todaslas otras , cuyas consecuencias, aunq ue mas trascendentalesbajo otros puntos de viste , no pueden ser apreciadas por lamasa general de los pueblos, que falta de los conocimientosnecesarios para juzgarlas , solo comprende bien lo que afectadirectamente los sentidos. Y tanto es así , que hasta en el es­tudio de las mismas Ciencias físicas estamos observando ácada momento, flue so miran con desden por la generali­dad las teorías, que constituyen su parte mas sublime y fi­losófica, crey éndolas lucubraciones estériles, al paso que seatiende con prolijo esmero á todos los hechos que pueden re­cibir inmediatas y fáciles aplicaciones á alguna industria óarte. Es tal vez UII mal que refl uirá algun día en perjuiciode la ciencia misma , pero mal de muy difícil rcmedio , quepara juzgar de un principio ó descubrimiento nuevo se pre­gunta ante todo- y hoy mas que nunca - «¿para qué sir­ve?» dependiendo de la respuesta que pueda darse , que seaaceptado y defendido COII calor ó desechado con indife­rencia.

En semejantes condiciones no es fácil que la humanidadcambie de rumbo, pero es posible. Para ello se necesita mu-

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- 1:>-che tiempo, ardiente celo, enormes esfuerzos é inqueuranta­blc constancia por parte de los que se consagran á descubrirla verdad en otras esferas, CUlOS progresos se han de herma­nar con Jos que diariamente hacen las Ciencias flsieas, resti­tuyendo asi á las sociedades.modernas el equilibrio flue deun modo tan notable pierden. Es p OI' tanto deber de los Go­biernos fomentar y proteger las ciencias morales, políticas, so­ciales y demás que tienen que cumplir tan noble {~ importantemisión; pero no pueden )'U, sin causal' trastornos incalcula­bles, oponer obstáculos , ni detener las conquistas de las físi­cas, que han sabido cO)OCaI'SC en el grado admirable de ele­vuelen en que hoy las vemos, y que cada dia ha de aumentarcon rapidez, porque unos adelantos sirven de poderoso im­pulso para otros, Así lo han comprendido todos los pueblos,y si alguno ha habido que se ha dejado adelantar por los de­más en la proteccion que las Ciencias flsicas, comolasotras,necesitan pronto, ha podido recoger el amargo fruto,de sudescuido. i Dichosos sí al compadecer la suerte de estospueblos no tuviésemos que lamentar la que nos ha cabido, ymas dichosos aun si pudiésemos ver á España ocupar en lahistoria, con respecto á estas ciencias', un puesto igual al queen otros conceptos ha sabido conquistarse entre las mas im­portantes naciones!

II .

Al ocuparnos ya en particular de los progresos hechos enEspaña por las Ciencias físicas, cuyo carácter y verdadero in­ílujo en la civilizaci ón hemos intentado bosquejar en los púr­rafes anteriores, no quisiéramos aparecer, ni aun p OI' un soloinstante, confundidos con los muchos que no encuentran me­jo!' camino para darse pOI' ilustrados, que censu rar y hastaponer el! ridículo cuanlo en nuestra patria se hace , aplau-

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-lll -diendo al mismo tiempo sin medida todo lo qlle se lleva á ca­bo en el extranjero; ni tampoco quisiéra mos contribuir comootros , guiados p OI' un loable pero mal entendido patrio­tismo , a que se perpetúen, por ocultarlas con puer il empe­ño, las causas que puedan impedi rnos hacer mas rápidos ade­lantos. Para no caer en ninguno de estos extremos es indis­pensable manifestar con entera verdad nuestra situación, quesi es menos lisonjera, en este pun to, de lo que debiera ser yhemos de procurar que sea , no es tal que merezca las pocomeditadas censuras de los españoles que nada encuentran bue­no en España, pero que saben lamentarse del concepto injustoque, acaso por su funesto aran de rebajada , forman de ellalas demás naciones europeas, ni son tan vengonsosos los mo­tivos de nuestro mayor atraso, que debamos temer examinar­los públieaurente.c-Los quc hemos echado sobre nuestroshombros el grave peso de la enseñanza, debemos además re­cordar d todas horas , que no se limita nuestra mision adi­fundir la ciencia en el estado mismo en que nos fué entrega­da, sino enriquecida con lluevas verdades y depurada del ma­YOl' núm ero posible de errores ; y que esa escogida j uventud¡i quien ahora instruimos , ). ha de reemplazarnos algun dia.podrá con j usticia hacernos responsables de la lent itud de losprogresos que en sus manos haga la ciencia á que se consa­gre, si en el camino que deba seguir encuentra obstáculosque podíamos haber desvanecido quizás, ó por lo menos dar­les á conocer con tiempo , en vez de procurar disimularlos.Siendo sacerdotes de la verd ad, no debemos seguir el eje m­plo de los mercaderes de mala fe, que , deseosos de que susgéneros circulen, estudian el arte de ocultar sus defectos paraque solo brillen sus buenas cualidades ; sino el del médicoprudente que investiga con sagacidad todos los síntomas, aunlos mas leves, de una dolencia , para sabe!' elegir después elm étodo mejor de combatirla.

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- l "i -Advenido esto, ~' entrando ya en el fondo de la cuestió n.

podemos preguntarnos: ¡,cuál ha sido la marcha seguida porlas Ciencias flsicas en España hasta la época presente? ¿Cuáles el estado en que hoy se hallan estos conocimientos entrenosotros?

Estudiando con atención la historia general de las cienciasen nuestra pat ria, se observa que en ella, corno en todas par­tes, las primeras que aparecieron y alcanzar on un grado no­table de desarrollo fueron, como era natural, aquellas que seconsideran fruto exclusivo de la razó n, viniendo luego las qll rnacen de la observación natural, instintiva , y hasta en mu­chos casos involuntaria , de los objetos exteriores mas nota­bles, en particular la humanidad misma, y por último lasque son hijas de una ohservacion mas especial y de una ex­perimentacion mas ó menos ingeniosa. Xada debe por con­siguiente extrañarnos si en J05 tiempos <le la dorn inacion ro­mana y de la monarquía goda , se observaba p un predomi­nio notable de las ciencias sagradas , metaflsicas y jurídicas ,sobre los informes y vagos conocimientos de medicina )' agri­cultura. que representaban entonces las Ciencias fiaicns ; perosin formar ninguna verdadero cuerpo de doctrina, sino que, ásemejanza de lo que habia sucedido en la Grecia, mezclados)' confundidos todos estos conocimientos, constituinn aquellaespecie <le ciencia universal que denominaban filosofln. Nidebemos olvidar tampoco fl ue los primeros institutos de en­señanza, de la segunda época citada, fueron en su maYal' par­le fundados por el clero y establecidos en las mismas ca­tedrales, pues esto explica el carácter teológico que desdemuy en su orlaen lomaron entre nosotros las ciencias huma-

"nas, corno sucedía tamhien en las demás naciones europeas,en que tenían lugar análogos acontccírnientos.c-Dcstruida lamonarquía gótica por los sa r-r-acenos, y luego que pudieronron algun sosiego fijarse en nuestra:'> provincias nu-ridionales,

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se consagraron al cultivo de las ciencias, artes } letras, ('0 11

aquel ardor tic que habian dado pruebas en los campos debatalla, )' bebiendo en las caudalosas fuentes de la sabiduríagriega, esparcieron por el occidente los gérmenes de su iu­mensa cultura. Las matemáticas , la nstroncmia , la geografía,y, sobre todo, la medicina y demás ciencias de observacion,fueronobjeto preferente de sus estudios, sin descuidar , sin em­bargo, los que hasta entonces habian merecido mayores aten­ciones entre los sábios; y aunque algunos de sus dogmas yhasta sus mismas doctrinas filosóficas oponian obstáculos :1su fácil marcha, tuvieron la gloria de ser los primeros queemprendieron con ardor el camino de la observaci ón experi­mental, origen fecundo, ~a que nó por entonces de provecho­sas teorías, de inmenso número de útiles descubrimientos qneiban difundiendo p OI' el resto de España y de Europa los mu­chos discípulos que de todas parles acudian á instruirse enlas renombradas escuelas andaluzas. Así que durante el lar­go periodo en que la antorcha de la ciencia dejó de brillarpara todos los países europeos, en la España árabe alumbra­ba lo bastante para poder ir recogiendo preciosos materialesque un dia huhian de servil' para reedificar el templo del sa­ber sobre mas sólidos cimientos. Entre tanto en la Españacristiana las ciencias , que solo pueden vivir )' progresar conla paz y el sosiego, se refugiaron cual timidas vírgenes alamparo de 10 5 claustros, al comenzar CIl el siglo Yl ll la san­grienta lucha entre la cruz y la media luna . que asolandocampos y ciudades, no daba tregua á ningun Iinagc de estu­dios; y nlli espcl'al'oll con nfan que renaciese la calma necesa­ria para poder salir sin peligro á difundirse por todas partes.Llegó por fin el siglo XI~ en el que empezó á. quedar subyu­gado el imperio musuhnan, y entonces mismo empezaron :'1advertirse los primeros esfuerzos hechos por los monarcascristianos para sacar la.s ciencias de Sil retiro . ' (l H~ continua-

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- 1U -ron después en los siglos posteriores. La fundncion de la Es­cuela de Sahugun por Alfonso \'1, á la que siguieron la de l,lAcademia general de estudios de Palencia, por Al fonso VIII ,la del Estudio general de Salamanca, por Alfonso IXde Leon,erigida en Universidad porAlfonso X, y otros muchosinstitutossemejantes que fueron apareciendo sucesivamente en Leon,Castilla y pueblos de la monarquía aragonesy:, señalaron de unmodo brill ante la au rora de nuestro renacimiento ( I). En to­dos ellos vo lvieron á ser cultivados con mayor esmero losconocimientos que lo habían sido en las primeras épocas, )' seempezó á dar la debida importancia á las Ciencias flsicas,gracias al influjo que los árabes tuvieron en las recientesUni­versidades, para muchas de cuyas cátedras fueron llamados, yal que untes habían estado egerciendo en la difusión de estosconocimientos, r Ol' medio de sus discípulos; pero IIlUY pron­to abandonaron entre los españoles cristianos el camino de laobservación trazado por sus maestros, é indispensable para suadelanto, y bien sea que el escolasticismo, que hnbin ya in­vadidonuestras escuelas, se aviniese mal con la marcha prác­tica adoptada por los árahes ; bien por proceder los nuevosconocimientos de los enemigos de la fe, ó tal vez por el giroque habian tomado en manos de los alquimistas, es lo ciertoque lllUY pronto decayó el interés que por corto tiempo se lesconcediera, y empezó á considcrárselos como peligrosos parala pureza del dogma cristiano . Tal vez no I"S otro el origende la, mas ó menos embozada, pero siempre ardiente lucha,-ya por fortuna declarada injusta- que ha existido en trelas Ciencias físicas y la religión hasta épocas tan recientes,quP. aun sentimos el no lejano eco de las censuras y califica­ciones fulminadas contra ellas y los que á su estudio se censa-

(1) E510s y otros muchos lblos histéricos csün loma,tos de la erudita obra,11'1Sr. Gi l l t,~ lnl rate sobre la /uslrucciQIl 11libtira t'1I H~ll(lIill _

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- 20-graban; así es qu e mient ras las demás ciencias cont inuaronadelantando, estas empezaron averse de nuevo desa tendidas,y solamente la medicina, la botánica y la alquimi a con serva­ron por algun tiempo su esplendor v--La primera hab ia reci­bido de los ára bes notab le impu lso, á pesar de verse privadospor razon de sus dogmas de estud iar prác ticamente la anato­mía , y las escuelas oristiau as, libres de este obs táculo, pud ie­ron ampliar con ventaja los conocimientos recibidos de aque­llos. La mineralogía, la zoología, y muy en especial la botá­nica, se estudiaban en esta época como ramos de la cienci amédica, de manera que la historia uutural, aunque se iba en­riqueciendo con el cono cim iento de nuevos seres y objetos .distaba much ísimo ele emprender el camino que debiera parasalir de Sil t utela, y si lo ensayaba alguna vez era para indi­car regles ventajosas de cet rería ó mon tería, diversiones favo­ritas de los magnates de la edad med ia. En cuanto á la alqul­mía, no era por entonces otra cosa que el arte de Prepararempíricam ente diversos medicamen tos , ó de ejercitar la pa­ciencia de los que, con tanta fe como desgracia, se consagra­ban á las arduas tareas de la .'1 l'ailde obra; de CUJ iI manía , se­gun añrmau algunos, aunque tal vez sin fundamento sólido,no supo librarse el mismo Alfonso X, Pero si esto sucediaen las ciencias natu ra les , en cambio las célebres acade miasdel Palacio de Galiana, pilr3 las qu e el rey sabio congregabaen Toledo los hombres mas eminentes de su tiem po , dieroncon las Tablas alfonsinas una prueba magnifica del adelantoqlle en España haclen las matemát icas, y con rnzon se consi­dera esta obra corno una verdadera gloria nacional,

En estas cond iciones con tinuaron avanzando tedas las cien .cías hasta los siglos XV y XVI, du rante los cua les, y pr inci­palmente el ú ltimo, llega ron á ofrecerse en un bri llan tísimoestado. Nuestras Un iversidades r adian servir de modelo .al 'l ue no lograban imitar las demás nuc iones , no solo p OI' la

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perfección de la enseñanza, sino por el número de cátedras,' pudiéndose recordar con noble orgullo, comoprueba de la cul­tura de España en algunos ramos de Ciencias físicas, que laUniversidad de Salamanca, la mas célebre de ladas, acogióconentusiasmo el proyectode Colon, que habia sido desatendidopor las demás naciones, facilitando con su apoyo la realizaciónde su gigante pensamiento; por masque con tanta falta dever­dad como sobra de malicia hayan dicho lo contrario autoresextranjeros, envidiosos de nuestras antiguas glorias, Y tambiéndebe citarse, aunque de época posterior, el hecho de sostenercon tesan la citada escuela el sistema (le Copérnieo , comolilas conforme COIl las observaciones y nada opuesto al dogma;mientras que casi por el mismo tiempo Galileo era perscgul-,do, encarcelado y condenado p OI' la culta ltalia , por profesarestas ideas que allí se reputaban contrarias a las Santas Es­crituras.

¿Quién seria capaz de resumir en breve espacio las gloriasde España durante este magnifico periodo? ¿Cómo podria re­ducirse alos estrechos limites de un discurso la enumeraciónde las inmensas conquistas hechas en todos los terrenos pornuestra patria, entonces cual nunca digna de admiración yrespetada por todos los pueblos? Desistamos de este intento,mu)' superior á nuestras fuerzas, pero nó sin' recordar entremil otros los nombres ilustres ele Nebrija, el Brocense, Cisne­ros, Arias Montano, Luis Vires , Antonio Agustin, Covnrru­bias, Punce, Fr. Luis de Lean y el de Granalla, Lope de Ve­ga, Cervantes, Ocampo, frariiJay, Mariana, Zurita, quevedo,Ilclchor Cano, Murillo, Yelazquez Zurbaran , Herrera y tan­los mas que dan por sí solos completa idea de los adelantosadmirables de España en lenguas sábias , ñlosoñe , jurispru­dencia, teología, literatura, historia y bellas artes.

¿Cual era el estado en que se encontraban por entonces CIl

nuestra patria las Ciencias fisicas? Superiorllegóá ser en ver-

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dad su suerte comparada con la que has ta allí hnbian COI'·

rid o, pero muy inferior , sin embargo, á la que lograban losconocimie ntos indicados , puesto que solo en las matcmáti­Gas (1) y en la botán ica se encuentran verdaderos y notablesadelantos. Brillaban en efecto durante lossiglos XVy XVI ilus­tres matemáticos, mereciendo ser algunos llamados á difundirpOI' otros países sus vastos conocimientos, deja ndo de ellos in­signes pruebas en sus celebradas obras . Conocidas son las delcélebre Pedro Ciruelo. que desde Salaman ca pasó a París ádesempeña" la primera cátedra de esta ciencia estable cida eusu Ilniversidad ; las de Pedro Nuñez , inventor del ,wnioó no­niue de tan ú tiles aplicaciones en ílsica y astronomía ; las deAlonso de Santa Cruz, cosmógrafode Carlos V, que in vent ó lascarta s esféricas ; las de Alonso de Córdoba, autor de unas ce­lebradas Tablas astronómicas, así como los Torroellas, Pardo,Pcrez de Oliva, Percz de Moya, Sepúlvcda, Salan , Cuneo» yOl l'OS m ucho s que adqu irieron ju sto reno mbre. Si á esto seagrega la difusión , por España y el resto de Europa , del ;'11­gehm inventada pO I' los árabes, el establecimiento de una Es­cuela de Náutica en la casa de contratacion de Sevilla, entiempo de los Reyes Católicos, en la qu e la enseñanza de lasmatemáticas se elevó á considerable altura, y la fundación dela Academia real qu e á instancias de Herre ra estableció Fe­lipe IT en su palacio para el cultivo de estas ciencias )' susaplicaciones, se comprenderá el estado Iloreoieu te á que lle­garo n en la époc a que reco rremos, estos importan tes conoci­mientos.-\Iucho mas brillante Iué au n el que alcanzó la bo­táni ca, y solo para reseñarle hahrin que empicar mas tiempny espacio que los qu e debemo s permitim os : baste decir flue

(1) Hacemos indicadon .111 las nutemátieas . aUlll lue no eorrespeudcn enri;;or á las Ciencias ñsiees. Iwr 1;1 inñnencia inmensa fi lie lil~ncn en OlI;;:lIno~

,111 sus ramM principal,,,, .

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muy pocas ciencia." han ofrecido en un :;010 periodo de Sil hi:,­toda mayor copia de datos que los que suministra la botánicaespañola del siglo XYI. Las obras de los filósofos antiguos Pli­nio, Dioscórides y Aristóteles, encuentran en Lopez Villa10­Los, el Pinciano, Nuñez de ü ueman, Strany, Nebrija, Jnrabn~. ámato-Lusirano, ilustrados comentadores; Laguna, célebretambién en este concepto, consigue de Felipe 11 la fundaciónen Aranjuez del primer Jard¡n botánico español, y uno de losprimeros de Europa: Mateo, Burgos, Castro, Monardos, Este­ve, Tovar, Cienfuegos y Fragoso publican importantes obrasde botánica-algunas con tratados de animales y piedras-e­

.ynumerosos naturalistas emprenden viajes científicos de ex­plcracion por España )' por los recien descubiertos países deAmérica, dando noble ejemplo á la Europa sábia de tan raray fecunda actividad que apenas permite reseñarse. EsLC\'C yFragoso, ya citados, Gil, )Iicon y otros recorren nuestras pro­vincias; Lovera, Lean, )Iármol, Orta, Perez v Acosta no sonlos únicos que hacen estudios en 105suelos de Arrica . India ,l'ersia y China , )' los ví rgenes bosques americnnos , aun nohollados tal vez por el pié fiel hombre, ofrecen sus ricos do­nes á Üviedo , Cabeza de Vaca, Lopez de Gomara , Zárate ,Hernandez, Hobles, Caboy otros de los ya antes citados. jl.ás­Lima que muchos de los trabajos de lan eminentes botánicoshayan permanecido inéditos Ó corrido aun mas triste suerte!1\"0 avanzaron del mismo modo las demás Ciencias flsicas:la química continué envuelta en misterios consagrada á susdesventuradas investigaciones , siendo mirada cada vez conmas prevención y desconfianza; la mineralogla y la zoo­logía llamaron mucho menos que su compañera la botú­nica la atención de los sú bios , que solo de un modo inciden­tal se ocuparon de ellas; y la Ilsica propiamente dicha 110 lm­biu podido librarse aun de las sutilezas esc-olásticas que ladesflgurnban completamente, retardando SIl npn ricion como

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- ':?4 -ciencia de hechos expeiimentales .c-.Ved por qué decíamos au­tes que el adelanto de las Ciencias físicas en este siglo, aun­que mu)' considerable respecto de 10 5 anteriores, ~. brillantí­simo en algunos, no era en conjunto comparable al que prl:'­sentaban entre nosotros los demás conocimientos humanos.

Pero si al finalizar el siglo XVI puede España , con noble )'legítimo orgullo , gloriarse de sus adelantos )' ufanarse porocupar el primer puesto entre las demás naciones europeas;si hombres eminentes van difundiendo por todas ellas la fa­ma de su c-iencia , y sus admirables obras - no todas lleva­das á cabo en esta época fecunda, pero hijas legitimas suyas­proclaman muy alto la elevación de su ingenio, no sucedelo mismo, por desgracia, al fi nar el siglo que habla de suce­derle , cuya desconsoladora historia nos ofrece lamentableejemplo de la facilidad con que se cambian Jos destinos delos pueblos, y de lo próximos que suelen en ellos encontrarseel abatimiento )' la grandeza, Ka solo las Ciencias físicas ,sino hasta la teología )' la jurisprudencia, que desde muy an­tiguo hahian sido las que merecieron ser con mas esmerocultivadas, retrocedieron en el si210 XVII de una manera no­table, y tal vez Jos estudios políticos ~' administra tivos-e-há­cía los cuales debia necesariamente dirigirse la atención ge­neral á consecuencia de los acontecimientos-fueron los úni­cos exceptuados de este general retroceso (1). Pero limitándo­nos á nuestro objeto, veamos cuál era el estado que ofrecían enesta época lasprimeras de las ciencias citadas. Las matemá­ticas, que en el siglo anterior las hemos visto tan florecientes,llegaron en este á decaer hasta el extremo que su estudio seabandonó p OI' completo en las principales Universidades; laAcademia fundada por Felipe 11 desapareció tambieu, y aun­que el favorito de Felipe IV proyectó fundar otra que abraza-

(I) Vea!'f' Campom :ln p~ POSil Apéo.licl· ii. la E.llIf,,1cion Illl llll lal'.

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~5 -ra mayor número de ciencias, no negó á realizarse este pen­samiento. Decadencia tanto mas notable, cuanto en los ulti­mas años del siglo anterior los programas de laenseñanza ma­temática de las Universidades 1 demostraban la justa impor­tancia que se la concedia. Tampoco vemos p en esta épocaála botánica seguir la sendaemprendida anteriormente con tanfelices auspicios: el jardin de Aranjuez ya no existia , y limi­tado el estudiode los vegetales al (le sus aplicaciones medicas,las obras de Arcloicga, Villa, Morales, Murillo , y hasta la deljesuita Niercmberg, mas general que las otras , si bien eraninteresantes bajo aquel plinto de vista, poco hicieron adelan­tar la historia natural de las plantas. La rnincralogín y lazoología continuaban desatendidas como en la época anterior,yen el mismo caso se hallaban la fís ica y la química, Yestcabatimiento general tenia lugar cuando en otros paises fluemu)" poco antes habian reclamado el auxilio de nuestros sá ­bias, Ilorecian todas estas ciencias y podian contar á Galileo,Newton, Keplero, Descartes, Ticbo-Brahe y Leibnitz entre losmatemáticos; Toumefort y werncr , entre los naturalistas ;Van-I1elmont, Boyte y Lcmcry entre los quimicos ; y se fu n­daban las Academias de Florencia, París )"Londres! ~Ias noes esto Lodo: en el siglo XVI los españoles ansiosos de gloriahabían marchado á remotos países, después de conocido elsuyo, pam esLudiar sus producciones naturales; y en el siguien­le los naturalistas extranjeros tcnian que venir á España siqucrian conocer las de ella, Solo, en medio (le tal ubatimien­(0 , podemos contemplar con alegría á Jaime Salvador, elprimero tic los botánicos de esta familia de sálrios Ia rmu­cé uticos , a quien Tournefort denominó FéJl ü de los espll­¡ioles para honra suya y mengua de España ; pucs, como di­ce oportunamente el ilustrado autor del ElIsa!Jf) histórico delos progresos de la botánica , esta h OIl I'OS:l pcro triste cnlifi­cacion envuelve la idea de ser aquel el único botánico c~pa-

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- 26 -ñcl de su época. A sus esfuerzos se debió que empezase á re­nacer entre nosotros la aflcion á esta ciencia, intimamenleunida con todas las naturales, que fomentada en el siglo si­guiente por ilustrados monarcas nos hizo volver a figura¡'COIl gloria en la historia de estos conocimientos.

Al considerar el triste papel que hizo España en el si­glo XVII ('11 la historia general de sus progresos cienuücos-;único concepto en que debemos considerarle - naturalmentenace el deseo de examinar cuáles han podido ser las causasde esta notable decadencia , cuyo influjo no se limitó á aque­lla sola época, sino que le sentimos aun en la actual de unnmanera harto marcada para que podamos prescindir de él.Pero para entrar en este examen , aun cuando habrá de sermuy rápido, preciso es desprenderse del ciego espíritu departido que con tanta frecuencia ofusca la mente , si es quequeremos bosquejar con la debida exactitud estos lamenta­bles sucesos )' sus necesarias consecuencias, de que puedendeducirse provechosas lecciones para el porvenir- , hácia elcual tenemos obligación de volver constantemente nuestravista.

Es un hecho histórico perfectamente comprobado quenuestra decadencia científica comienza en los ultimas añosdel reinado de Felipe JI , continuando, sin que se adviertanmarcadas señales de renacimiento , hasta la época de Fer­nando YI ; de donde procede que se admita por los historia­dores como principal causa de aquel suceso la preponderan­cia evidente que adquieren en España las ideas teológicas,mientras OCU¡Hll'On el trono los soberanos de la Casa de Aus­tria. En virtud de esto son muchos entre nosotros los quehan continuado considerando aquellas ideas como perjudi- ,ciales para el adelanto de las ciencias , principalmente de lasñeicas , y han mirado desde entonces con marcada preven­cion ciertas insrituciones , cu)'o inllujo en los espíritus califl-

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- - '17 -can de funes to para todo género tic progresoa- -c No puedeentrar en nuestro plan discutir si ese predominio que se la­menta )- esas instituciones que se combaten, eran ó no justi­Iicables en aquella época, ni si fueron debidos á la política yparticulares miras de aquellos monarcas, ó eran mas bienconsecuencias forzosas de sucesos muy remotos de nuestrahistoria ; pues estas cuestiones, que eminentes críticos hanpuesto mas de una vez en tela de juicio, no tienen para nues­tro objeto interés directo, á pesar de su considerable impor­tancia j pero sí nos creernos obligados á. proclamar que notlelicn , ni debieron nunca , confundirse en una sola acusa­cion , como se ha hecho, las ideas teológicas en toda su pu­reza , con las que dominaban entonces entre nosotros, de cu­)'OS vicios se lamentaban enérgicamente sabios prelados COIl­

temporáneos . gloria (le la Iglesia de España. El mal noestaba - ni podia estar - en el predominio de la sublimeciencia de Dios, hermana inseparable de la verdadera filoso­na , sino en el que alcanzó en todas nuestras Universidadesel escolasticismo mas exagerado; esa extraña unión de lafilosolia pagana con la teología cristiana , que envolvió en ti­nieblas todas las inteligencias , comunicándolas Sil apego áhui¡' de los hechos reales y de las eternas fuentes de verdad,para engolfarse en un mar de oscuras)' sutiles abstrnccioues,CUyOS estériles resultados aun se ocultaban mas entre los in­l;o;J(lables repliegues del lenguaje con que pretendían tlifun­dirse. Hubiera quedado libre la teología de la infl uenciaescolástica y se la hubiese visto marchar al lado de las cien­cias naturales recurriendo á ellas, como hoy hace , para afl r­mar con las verdades fí sicas , cuya investigacinn favorece, lasque admite por la revelación y por la fe. Los mismos re­sultudos se hubieran seguramente obtenido, si en vez del pre­dominio de las ideas teológicas , hubiese tenido lugar el decualquiera otra ciencia, pues todas estaban igualmen te con-

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- 28 -taminadas por los vicios de aquel sis-tema ; si bien es ciertoque por razón de 511 esencia misma la teología ~' la fil osofía,que eran como sus elementos, tenian que ser las que mas en­camaran en él. Así se ve que desde flue Boecio en el si­glo Y concibió el pensamiento de armonizar el dogma cristia­no con las ideas filosóficas de Platon y Aristóteles , germinay se desarrolla cada vez mas este deseo entre los teólogos,apareciendo sucesivamente hombres dccrlsimos que, comoSan Juan Damasceno , Lanfranc, Pedro Lombardo, Abe­lardo, Santo Tomás de Aquino , Juan Duns y otros, van ofre­ciendo la misma idca bajo diferentes fases, no faltando algu­no que, como S, Anselmo, hasta quisiese probar solo por larazón cuanto la fc enseñ a. Las tendencias teológicas y filo­sóficas que á la vez ofrecian las obras de estos autores fueroncausa natural de que cuantos se consagraban al estudio delas sagradas letras se lanzasen á las especulaciones de la filo­salia , y de este modo Jiegó el caso de no contar sino teólogosal fren te de la enseñanza filosófica ; cuyas ideas fueron cadavez oscureciéndose mas con la creacion de nuevas sectas queinfluían en la misma teología; hasta el extremo de que en elsiglo XVII formaba esta ciencia en nuestras universidades "a­rias como facultades distintas, con su enseñanza peculiar éindependiente.

1\:0 faltaron filósofos que se opusieran al fatal sistema deque hahlamos , )' entre nosotros apareció el célohre , pero nócual merecía celcbrado , Luis Vives , que )'n á principios delsiglo XVI proclamó la ohservacion , como guia segura parael adelanto,de las ciencias ; pero su inspirada voz fué desoi-

o da, y las ideas cscolús tícns marcharon cada vez á utas ahsur­das exageraciones, retrocer liendo , corno queda dicho, todosnuestros conocimientos á un estado mas deplorable aun queel que tcnian al fundarse las Unlvcrsi dadcs , pues entoncessiquiera se adoptó la marcha de las escuelas árabes, -que en

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- gg -esta otra época estaba completamente abandonada. Y el es­colasticismo que infl uyó de un modo tan funesto sobre lasciencias en general. mayor ). mas desastroso infl ujo hubo detener SOb l'C las físicas ; porque si la razón, fatigada de correrpor el campo de las ideas ) siguiéndolas en sus variadas )' ca­prichosas evcluciones , tenia que confesarse impotente paraalcanzar al fin de su carre ra una sola fecunda en útiles con­secuencias, ¿c uál no babia de ser el triste resultado que ob­tuviesen con tan vicioso método 101.1as aquellas ciencias cuyoestudio tiene por objeto conocer las propiedades de los cuer­pos reales que el munrlo ñsico nos ofrece? Fácilmente puedeconcebirse : el método de olrscrvacion , sin el que no existenni pueden existir las Ciencias físicas, tenia que desaparecerante un sistema que solo se fundaba en abstracciones j asíes que la enseñanza que se daba en las Universidades con elnombre de [isica ha sido absoluta J completamente estérilpara el adelanto ulterior de las ciencias de este nombre.Cerca de un siglo después retrata ba con las siguientes líneasel sabio Feijoó, el método que todavía se conservaba ennuestr as escuelas ; e despues de tanto razonar sobre los prin,) cipios del ente natural , causas, acciones. pasiones , efec­s tos. . . si se pregunta al que gasta su calor natural en estos11 tratados, cómo se enciende el fuego , cómo se disuelven las11 nubes en agua, cómo fecunda esta la tierra , cómo se en­l gendran las plantas .. .. se halla el pobre en densíshnas ti­)'1 nieblas. » Qué mejor pintura ni crí tica del estado de estosconocimien tos en la época escolástica !

Análoga era la marcha que hablan seguido hasta entonceslas demás naciones europeas j pero si en España se desaten­dieron los preceptos del inmorta l vives, no fueron con igualdesden acogidos por el resto de Europa, cuand o cerca de unsiglo despues pasaron como una novedad proclamada p OI' elcanciller de Jaime 11 de "Inglaten-a , y viéronse aparecer p OI'

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- 30-todas partes hombres eminentes que supieron sacudir el pe·sadc yugo del escolasticismo, que como á no:;01r05 agobiaba.lanzándose con entusiasmo por el camino que ante ellos ha­bia abierto este afortunado reformador. Descartes, Torriceli,Ilobhcs , Gassendi, Luke , Leibnitz, Newton , Galileo )' otroslevantaron las ciencias de su abatimiento remontándolas conrapidez á considerable altura, mientras que nosotros, sordosá la voz de estos fil ósofos , como lo habíamos sido á la deVives que inició la salvadora reforma, quedamos desde en­tonces rezagados en este general movimiento , emprendidopor los mismos pueblos que un siglo antes nos reconocíanpor sus maestros. ¿Cuál podia ser la causa de nuestra con­duela? El mismo Feijoó nos señala varias , y nos fijamos enellas por proceder de quien no puede creerse sospechoso: laopinión extendida entre los que debian dar el ejemplo, deque no tenian mas que aprender ; la resistencia á admitir no­vedades, tal vez por considerar todo lo nuevo como falto deimportancia, J finalmente el celo exagerado por la relígion,á la que equivocadamente se creyó que podian combatir lasnuevas ideas , son las que con su magistral acierto señalanuestro erudito benedictino. ¡Cuántos hechos podríamoscitarque las comprueban, si no temiéramos abusar aun mas devuestra benevolencia!

Tales eran las tristes condiciones científicas que encontr éel nieto de Luis XIV cuando vino á ocupar el trono de Espa­ña; y aunque pudieron desde luego advertirse sus deseos decambiarlas porotras mas favorables , tuvo que ceder ante lafuerza con que estaban arraigados ciertos errores y las gra­ves complicaciones políticas que hicieron tan azarosos losprimeros años de su reinado. Aun se miraba con supersti­ciosadesconfianza á cuantos tenian valor suficiente para con­sagrnrse al estudio de las matemáticas, la flsica , la químicay otras ciencias análogas , cuyos resultados se creian sobrcnn-

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- :11 -turales y peligrosos j y tan profu nda huella hablan dejado lasideas del siglo anterior , que iba ya corrida casi media centu­ria desde la muerte de Carlos 11, y todavía el sucesor de Fe­li pe V tuvo que desistir de algunos de sus mas útiles proyec­tos , por la tenaz resistencia que encontraban en España lasideas de Bacon, adopLadas, ya hacia mas de un siglo, porlas demás naciones europeas. Pero aunque tarde y lenta­mente llegaron por fin á abrirse paso entre nosotros, y algu­nas Universidades y comunidades religiosas consagradasá laenseñnuza , dieron los primeros pasos por el camino trazadopor aquel gran filósofo, que mas adelante Iué p emprendidocon mayor decisió n, empezando ti levantarse todas las cienciasde su abatimiento, ó mas bien, volviendo en sí de su prolon­gado desvarío.

Gracias al ilustrado celo de los memorables soberanosFernando VI , Cárlos JII y Cárlos IV, pudo España volverá tomar parte en el movimiento científico europeo ; y si nologró reconquistar el mismo puesto que había ocupado enel siglo XVI, demostró por lo menos que aun sentia en el co­razón ardiente entusiasmo y fecundo amor de gloria. Mas siaquella brillante época eclipsó á las anteriores por los ade­lantos que ofrecieron todas las ciencias consideradas en suconjunto, la que ahora rápidamente bosquejamos la aventajóá ella en los que alcanzaron en general las Ciencias fisicas ;porque si entonces lograron remontarse a BTan altura lasmatemáticas y la botánica , sin que las demás hicieran aten­dibles progresos, en el siglo XVUI consiguieron aquellas igualú quizás mayor elevacion , y empezaron además á ser culti­vadas , aunque con vario éxi to , la zoología , la mineralogía ,)' sobre todo la física y la química, que despojadas de las Ira­has de la fllosofla escolástica pudieron emprender el caminoque mucho tiempo antes hablan adoptado en las demás na­ciuncs, cuyos admirables y rápidos descubrimientos patenti-

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zaban la excelencia del método de observacion Al terminal'la primera mitad del siglo XVII I se inaugura, en efecto, paraEspaña un brillante periodo , que con razón podríamos lla­mar el segundo renacimiento, y ¡así.despues hubiéramos con­unuado adelantando por la senda tan ardientemente em­prendida entonces sin tener que lamentar nuevos obstáculos !Las fundaciones de la Academia de Guardias marinas de Cá­diz , del Colegio de artillería de Segovia , de la Escuela deminas de Almaden 1 del Observatorio astronómico de Madrid ,rle la Escuela de ingenieros de caminos )' canales 1 del Cuerpode ingenieros cosmógrafos del Estado y de otros muchos ins­titutos civiles y militares creados por aquellos monarcas , asícomo elestablecimiento de cátedras de matemáticas en lasUniversidades , además de las que en lo antiguo habian exis­tido, fueron todos motivos que contribuyeroneflcacisimamenteá que estas ciencias recobrasen su esplendor, pudiéndose juz­gar del que lograron con solo recordar los célebres nombres deD. .J orge Juan , Ulloa , Eximeno , Casal , Tosca , Hails, Ro­sell , Cedilla , Ciscar, T06110 , Maearredo y Salazar, los 1.0­pez y otros muchos que ya á principios del siglo actual hallservido de maestros á los Il tlC hoy cultivan con notable acier­to las ciencias de cálculo.e-No menos halagüeño llegó á serel estado de la botánica , estudio preferido siempre hasta ClI­

tcnces p OI' los naturalistas españoles, y que lrabia decaidonotablemente , pero salvando mejor que otros , gracias á laexcepcional ilustración de la familia Salvador t UOque deja­mos hecha honrosa mencionoSirve como de punto de part i­da para señalar la época Jo su engrandecimiento la creació ndel primer Jardin botánico de Madrid, establecido á corta dis­t[lIlcia de la corte pOI' Fernando VI , noblemente estimuladopor Sil ilustre antecesor y por el célebre Que!' , al cual se en­comendó su dirección )' el desempeñe de la primera cátedraque tuvo en España la botánica como ciencia especial. Des-

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- 33 -de entonces, y omitiendo interesantes pormenores , porqueer igirian mayor espacio , vemos multiplicarse entre nosotrosimportantísimos trabajos, llevados á cabo por hombres emi­nentes que igualaron , si no excedieron, á nuestros anterioresbotánicos. El citado Ouer , así como Minuart , v elce , Pa­lau , Barnndes , Matrus , Echandia , Sanchce , Arjona , Ahat,Varas , Barrera , Gil , Yillauova , Loronte , Camiña , Asso,üomee-Ortega, Cavanilles y otros varios se distinguieron porsus conocimientos brillantemente demostrados en la cátedra,en importantes y numerosas Ob l'US Ó en útiles herborizacionespor distintos puntos de España j y no satisfecho el celo deCarlos III con haber trasladado dentro de los muros de )1.1­drid cljardin botánico 1 dándole mayor ensanche y empezan­tia alevantar á su lado el suntuoso edificio que destinaba áMuseo de ciencias naturales y hoy lo es de pinturas , ordenónumerosos viajes científicos á remotos climas , cuyos resulta­dos 1 bien que incompletos, merecen eterna memoria. Ruizy Pavon , y posteriormenteTafalla ) recorren el Perú y Chile;~ r tl lis) Zea y Cervantes las comarcasde Santa Fé de Bogotá;Sesséy ~Ioc iño la nueva España ; Azara el Paraguay y Rio dela Plata ; Boldó la Isla deCuba j Cuellar las Filipinas , y Neey lIaenke acompañan á ~I alesp i na en su viaje al rededor delmundo. Frutos son de estas expediciones preciosos manuscri­tos 1 herbarios y dibujos : de los primeros unos se publicaronincompletamente 1 aunque con inusitada magnificencia 1 otrospermanecen inéditos, y otros, así como las colecciones y lá­minas correspondientes, se hallan diseminados por distintospaíses de Europa1 existiendo algunos en el nuestro 'en poderde paniculares 1 perdidos pOI' consiguiente por la ciencia , ymuchos mas almacenados en el Jardin botánico de Madrid j

mientras que acaso por la Europa sábia se \'.10 presentandodescubrimientos extranjeros que hace muchos afias corres­ponden á España. [Descuido incalificable que, si pudo tener

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- 34 -disculpa en los primeros años de este siglo , de infeliz recuer­do, aparece hoy como negro borran en las páginas de nues­tra historia científica !

También empezó para la Mineralogla una nuera época enla segunda mitad del siglo que estudiamos j pero como con­secuencia de las condiciones desfavorables en que hasta en­tonces se habia encontrado entre nosotros , no pudo cense­guir con rapidez notables ventajas: los conocimientos quími­cos que tan poderosamente la auxilian en sus investigacioues,estaban por otra parte empezando á desarrollarse en Españay no podían prestada muy eficaz apoyo. No obstante , laoreaoion de la Escuela de Almaden , ya mencionada, en quese iba enseñando aquella 'ciencía , aunque con determinadoobjeto , así como la de otros institutos que de ella fueronnaciendo , y las noticias que acerca de las minas y mineralesde nuestro suelo y de algunas posesiones de ultramar dieroná conocer Bowles , Laso, del Hio , Rojas-Clemente, Casadode Torres , Thalaker , Espiñeira , Domingo , Bolos y el quí­mico Proust, fu eron llamando la ateucion há eia este impor­tante ramo, para cu)'a enseñanzase abrió al fin cátedra enel naciente Gabinete de Historia Natural , nombrando paradesempeñarla al ilustrado y laborioso Herrghen j pero son bas­tante escasos los trabajos orig inales que so publicaron, te­niendo que servil' de texto para la enseñanza obras extranjc­ras.-No era mas brillante la suerte que alcanzaba en nues­tra patria la zoología, cuya enseñanza no logró p OI' entoncesverse establecida, y solo pueden citarse entre las publicacio­nes de esta época, referentes á aquella ciencia , las de Asso,Casal, Parra , Cornlde y Azara; mas todas limitadas á gru­pos de animales de ciertas localidades ó de ciertas clases , sinque ninguna abrazase el conjunto de aquel ramo,

Pero si notable es la epoca que vumos recorriendo pOI'los resultados satisfactorios , aunque dcsígunlce. que obtenían

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- 35 -las ciencias menclonadas , lo es mas por haberse inaugura­do en ella la enseñanza de la flsiea y la química en España­conforme á las ideas filosóficas modernas , abandonando eltorcido sendero hasta entonces seguido por las Universidadesen los cursos denominados de artes j y emprendiendo el quedesde mediados del siglo XVII lmbia sido aceptado por lasdemás naciones.-)Iuy á los principios de su reinado inten­tó Fernando VI imprimir á las Ciencias flsicas el carácter ex­perimental absolutamente indispensable para su progreso, pro­yectando establecer una academia de Ciencias , letras yartes,para lo cual no solamente se escribieron Jos estatutos sinoque hasta se enviaron á diferentes puntos de Europa sujetosdistinguidos por su reconocida instrucción para estudiar losúltimos adelantos y adquirir Jos instr umentos necesarios ; pe­ro á pesar ele esto la academia no pudo establecerse, y losinstrumentos yaparatos se depositaron en el Seminario de No­bles á cargo de los Jesuitas , que empezaron a utilizad os ensus explicaciones ; hasta que en tiempo de Carlos III se esta­blecieron en aquel célebre colegio y en los Estudios de SanIsidro las primeras cátedas públicas rle Física experimentaldesempeñadas por los profesores seglares SolanoyChavancau.creándose tambien otra de Química, que en establecimientodistinto fué dignamente desempeñada por Gutierrez-Bueno ;si bien debe consignarse que desde principios del siglo estaciencia era cultivada con frut o en España por los farmacéu­ticos , que con carácter de aplicacion, habian establecido yaotras cá tedras desempeñadas por profesores de este ramo.Pero no satisfecho aun el monarca , hizo venir á nuestro paisal célebre Proust , que despues de haber dado lecciones enel Seminario de v ergam y en el Colegio de artillería de Se­gavia , fué encargado de ot ra cátedra de química creada en)(adrid ; poniendo á su disposición un magnifico laboratorioespléndidamente dotado de cuanto podla necesitar para la

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- 36 -enseñanza. Desde esta época los estudios ílsicos y quu mcosempezaron á difundirse con rapidez, pero no pudieron al­canzar en tan breve tiempo altura igual á la que ofrecían lasmatemáticas y la botánica ; así es que apenas pueden citarsemas escritos que los artículos 'publicados en los Anales delHeal Laboratorio de Segovia yen losde Historia Natural, queaparecieron á los últimos del siglo. .Muy digno de menciónespecial es entre todos los que por entonces cultivaban en Es­paüa las Ciencias ílsícasel Dr. D. Francisco Salvá, inventor dela telegrafia eléctrica, cuyos prodigiosos adelantos, desarrolla­dos en el siglo actual , en cuyos primeros años sigu ió fi guran­do este ilustre ñsico, tanto han influido en la moderna ci­vilizacion.-Contribuycron notablemente á difundir los cono­cimientos de las ciencias que nos ocupan , las Facultades ~'

Academias de medicina , que fueron desde un principio lasmas dispuestas en favor de las reformas, aun en las Universi­dades mas encariñadas por el antiguo régimen ; lamentándo­se repetidas veces del abandono en que se tenia la cnse­ñanza práctica , que era tanto que en 177'1 las cátedras deanatomía y cirugía se hallaban casi siempre vacantes en lasprincipales escuelas, Estas continuadas quejas, unidas {I losrazonados escritos que desde principios del siglo habiau idopublicando el cisterciense Hodrigu ez , el médico de Felipe 11Cervi , el insigne anatómico , D. ~Iartin Martinez , el célebrey erudito Feijoó y el sabio Piquer-, así como los no menosesclarecidos médicos Vil'gili , Casal, Luque y Severo-Lopez,hicieron al fin que Cárlos III ordenase importantes reformasen la enseñanza médica , entre las , cuales se encuentran lafundación en cada Facultad de un Jardin botánico, un "Museode objetos de los tres reinos de la naturaleza y una cátedrade Fisica moderna ó experimental. Medidas ncertadísimas quecontribuyeron de una manera eficaz no solo al progreso de lamedicina, sino [t la peneralizaeiun de estos importantes estu-

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- j 7 -dios.e-Grandes fueron , como se ve, los progresos hechos porEspaña en el siglo que examinamcs , pero no obstante, ysegun hemos )'a dicho, no volvióá conquistar el puesto quehabia ocupado en épocas anteriores, }' desde entonces conpena la vernos caminar á gran distancia de otros paises. Deello nos convenceríamos echando una mirada por la historiacientífica de estos , en cada una de cuyas páginas se hallanconsignados brillantes descubrimientos , sublimes teorías , fe­cundas y admirables generalizaciones, ynombres gloriososqueson y serán siempre pronunciados con respeto yofrecidos co­mo eterno y magnífico ejemplo de lo que puedoalcanzar conlaboriosidad y constancia el ingeniohumano. Linneo, Jussieu,De-Candolle , Werner , Ilnüy, Cuvler, Lamarck, Lavcisier,Scheele, I'riestley... .. ¿,pero acaso pueden ser brevemente ci­lados los que mas han sobresalido en cada ciencia? Fuera pa·ra ello preciso ir recorriendo dia por dia la marcha de tedasellas en el extranjero, si quisiéramos dar una idea de su gran­deza, que no debe inspirarnos envidia ni rivalidad, pero síuna noble é incesante emulación. ¿Qué han hecho estas na­ciones )' qué la nuestra para que tan distintos sean los resul­tados obtenidos? ¡,POdl'il quizás atribuirse nuestro mayal' atra­so á falta de aptitud para las ciencias?Nó, no eseste el moti\'O ;que la nación que una vez llega á ocupar el pues to que ocu­pó España en épocas anteriores, tiene hechas ya para siemprebrillantes pruebas , Débese únicamente a que desde el si­glo XVII, en el que apareció en la Europa la reforma filosó­üca , todas las naciones emprendieron con entusiasmo el nuo­\'0 camino y, reconocidas á sus inmensas ventajas, no le h a ll

abandonado después un solo instante, marchando siempreguiadas por la viva luz que para todas ellas se desprende (lela observacion, ~" para las Ilsicas , en particular, de la oh­scrvacion y los experimentos ; mientras que en España hemospermanecido mucho tiempo Insclnados por las ideas de la nn-

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- :l~ -rigua filosofía, y al desprendernos de ellas emprendimos conindecisión y timidez la nueva senda que se presentaba antenosotros , deteniéndonos con frecuencia para dirigir un tristeadios á las antiguas doctrinas , cual si nos doliera demasiadoabandonarlas y dudásemos de sus vicios tanto 1 por lo me­nús, como de la bondad de aquellas otras que eran ya acep­tadas por toda la Europa con ardoroso reconocimiento. Ycuando empezábamos á dar los primeros pasos hácia nuestraregeneracion clentlflca , obteniendo resultados fe licesque de­bian hacernos concebir fundadas esperanzas de alcanzar otrosmas favorables todavía. lejos de acelerar nuestra marcha pa­ra recobrar el tiempo perdido y acortar la distancia que nosllevaban de venLaja las demás naciones , nos vimos detenidosde nuevo por dolorosos acontecimientos en los últimos añosdel reinado de Carlos IV, no tan propicio ya para las cien­cias , y durante otros muchos , después de aquellos que fue­ron testigos del valor con que los hijos de España combatie­ron entonces, como siempre , por la independencia de supatria.

En esta memorable época, triste hubo de ser necesariamen­te el estado que ofrecieran las ciencias, á pesar de los lauda­bles deseos manifestados por los gobiernos en los breves inter­vales que ofrecían la guerra y esa otra lucha de ideas filieagitaba los españoles unos contra otros antes que se comen­zara aquella, yque sin ser obstáculopara que todos se uniesennoblemente contra el enemigo comun 1 volvió á manifestarseaun mas enconada despu és que Fernando VII logró recuperarel trono de sus antepasados. POtOtodo lo cual la historia delas ciencias en España durante el primer tercio del presentesiglo 1 puede resumirse en muy pocas lineas 1 teniendo presen­te además que la mayal' parte de los adelantos que aparecenen los primeros años son consecuencia directa del estadonorcclento qtle habían empezarlo á recobrar lodos los cono-

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- ::HJ-cimientos en la segunda mitad del siglo último, en que figu­raron p con gloria muchos de los hombres que á principiosdel actual se distinguieron. Los institutos que en aquellaépocase habian fundado para el cultivo de diversas cienciascorrieron gravepeligro, y algunos llegaron casi á desaparecer,á impulsos del general trastorno que acompaña siempre áuna invasión extranjera , necesitándose mucho tiempo )' nopoca constancia para que pudieran reconstituirse los que ha­bino logrado resistir , y fundarse otros nUe\'05. Las escuelasde ingenieros cosmógrafos , de caminos y de minas-estaúltima reformada y trasladada á Madrid después rle la guel'­

ra- las otras militares ya mencionadas, los Observat orios ylas Academias de Nobles Artes , creación tambi én del sigloúltimo , continuaron con dife rentes vicisitudes cultivandolos estudios matemáticos , distinguiéndose en ellos varios delos profesores que hemos indicado y muchos mas , entre losque pueden citarse , los Sres. Romaza , Rebollo, Antillon ,Yallejo , Zorraquin , Odriozola, Rodriguez 1 Gonsalce-ver­dejo 1 Chaix, Mendoza , Alcalá Galiano , Luyando , Garcfa ,Varas y otros , discípulos suyos , que continúan actualmentedemostrando sus "astas conocimientos.

El Jardin botánico de Madrid , que tnn brillantemen te cu­meneóen este siglo, bajo la acertada dirección del célebreEavanilles , elevándose ú la altura de 105 primeros de Europa,tuvo la desgracia de perder muy pronto tan celoso protector,y los acontecimientos políticos que sobrevinieron fueron eau­snde su casi total destrucción é impidieron al sabio La-Gasealevantarle de nuevo al mismo nivel en que le colocara sumaestro. La ciencia , sin embargo, registrará siempre en susanales los nombres de estos dos botánicos cspañolcs , qneigualan á los mas ilustres extranjeros , á pesar de la prema­tura muerte del primero y de las continuas tribulaciones qllerobaron su sosiego al segundo. Merecen también ser recor-

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- -iO -dados con veneración los de Rojas-Clemente , Ilart¡ , los Itou­telou , Arias, Ilodriguez (D. José Demetrío) , Bahl , Campde­rá y Yañez que se distinguieron por sus escritos y sus trabajosprácticos, entre los que hay algunas observaciones ñsiológicasimportantes. - La mineralogía , la zoología J la física y laquímica participaron de las alternativas que todas las otrasciencias , caminando con dificultad á través de los multipli­cados tropiezos que encontraban. Las colecciones mincraló­glcas que habían empezado á formarseJ el magnífico labora­torio de Proust , y gabinete de física del Iluen Hetiro desa­parecieron en la época de la invasión francesa , si bien aque­Has se recobraron posteriormente ; creándose, después devarias otras disposiciones y tentativas fracasadas , el Real~ I useo de Ciencias Naturales, que debia comprender las cnse­fianzas de mineralogla y química l ya establecidas, las quese daban en el Jardin botánico y Observatorio astronómico,que quedaban incorporados al Musco, y otras de flsicn, gcog·nosia , geología, anatomía comparada, zoología y tecnologíaque se proyectaba cstablecer; pero de este vasto plan solo re­sultó 1111 verdadero udelanto , que fué la inauguracion dela enseñanza de la zoología á cargo del célebre D. Tomásde Yillanova , subsistiendo además los profesores La-Gasea,de botánica, García (D. Donato) , sucesor í discípulo deHerrghen , de mineralogla , y Rodriguez (D. José] de astro­nomía j quedando en proyecto las demás cátedras por falta derecursos, y destinando el edificio del Musco del Prado á dis­tinto objeto que el fun dador se propuso al construirle. - LasJuntas de Comercio l creadas á principios del siglo . así comolos colegios de Farmacia y el Conservatorio de Artes, de épo­ca posterior , fueron los únicos establecimientos públicos don­de se cultivaban la ñsica y la química, distinguiéndose enellos Snlvá y Cutierrce como flsicos , }' Carboucll, Alean y Ca­rascca como químicos. Por entonces se estableció en Palacio

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- .H -por el Infante D. Antonio , ilustre protector de las ciencias,un magnífico laboratorio y gabinete bajo la dirección del ilus­trarlo profesor D. Juan Mieg , que entre sus numerosos discí­pulos .tuvo al no menos distinguido químico D. An tonio )10­reno. - Merece también mencionarse COIl aprecio la Escuelade minas , que habia sufrido importantes y titiles reformas,por ser el centro de trabajos mineralógicos, metalúrgicos ~.

sobre todo geológicos que han dado después ventajosos re­soltados.

Tal es en compendio la historia ele los principales progrc­sos hechos en España por las ciencias físicas hasta lUuy cer­cu de nuestros dias: ¡,Cuáles son los que hoy se observan?¡,Corresponden los adelantos hechos á los elementos de quedispone nuestra nación, y á las exigencias de la época '! ¿Po­demos estar satisfechos de los resultados obtenidos?

111.

Si hubiera de contestar á estas preguntas 11 110 de los ar­dientes apologistas que con inmoderadas, y hasta inoportu­nas, alabanzas, producen tantas veces efec to contrario alque de buena fe, sin duda, se proponen, fá cilmen te pudieraofrecer una brillante pintura del estado que entre nosotrosofrecen hoy las Ciencias flsicas , logrando con ella deslumbrarquizás v llenar de noble entusiasmo á todos los que, aman-, ,tes de nuestras glorias , se envanecen con prematuro ardor,y sin suficiente exá rnen , por los progresos de estas ciencias,cuyo carácter, verdadera importancia y condiciones ele des­envolvimiento , tal vez conocen menos de lo que se necesitapara juzgarlas. Pero el que sin liarse de risueñas aparien,eias subordinara su entusiasmo á su razon y, en vez de pro­ponerse hacer apologías , intentase describir con ve rdad los

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hechos, presentando del mismo modo los muchos dignos delegitimas aplau sos, que los acreedores á severas censuras,no podría trazar un cuadro tan agradable por mas que convehemente aran lo deseara.

Es indudable -e-y COIl alegría profunda deben reconocerlocuantos se interesen por la prosperidad de España- que.desde la época en que hemos terminado el bosquejo históricoque an tecede , se han hecho inmensos progreso s en nuestranación en orden á las Ciencias físicas 1 hoy entre nosotrosextendidas cual nunca lo estuvieron , y que á su sombravemos nacer y desarrollarse numerosas y admirables indus­trias J ignoradas por nuestros padres J á la manera que naceny se multiplican vigorosas plantas en un terreno fértil, pel'Oincult o , tan luego como le fecundan las benéficas aguas deun caudaloso rio. Hace poco mas do veinte años , segunqueda dicho , eran estos estudios los mas desatendidos entretodos 10 5 que en España se cultivaban , contándose para elloescaso número de cátedras, nó sin gra ves dificultades estable­cidas; al paso que hoy forman una parte tan princ ipal de lainstrucción públi ca, que hay que confesar, con legítimo orgu­llo, que el número de los que existen abier tas en diferentesestablecimientos no es inferior al que pueden contar las nacio­nes mas adelantadas, empezándose á explicar los mas sencillosrudimentos de algunos hasta en las escuelas de primera ense­ñanza ('1 ). Como consecuencia de esta provechosa y generaldifusión encuentran entre nosotros fácil acogida los descu­brimientos y últ imos adelantos hechos en el extranjero l y

(1) Haciendo ahstrncclen (le las matemáticas, de ~t1e hemos hablado solopor la inmensa importancia ~ ur. para la Física tienen, y concretándonos á lasciencias que se llaman hoy flslce.qulmlcas y na turales , tene mos en Españaen las I 'nivcrsldades ó Institutos las siguientes cátedras: Elementos de Fí­sica y Química; Física experimental, Físicade ampliaeiou : Flsiea matemáti­ca ; Química general: Química orgániea , ánálisis r¡lI imica ; Elementos de

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- ·1-3 -empezamos á figurar de nuevo entre los pueblos que en alguntiempo se nos confesaban inferiores. -Brillan además enmuchas de las cátedras y en las respectivas carreras ilustresvarones queá fu erza de estudio han sabido allanar el caminoá los que hemos tenido la suerte de marchar guiados por susluces y experiencia : y numerosas y bien meditadas obras demuy distintos ramos, van apareciendo corno otras tantas elo­cuentes pruebas de la indudable regeneracion científica denuestra patria. ¡Ah ! si se reflexionara no solo en 105inmen­sos esfuerzos de inteligencia J prolongadas vigilias que enellas se encierran, sino en la abnegación sublime, casi he­róica 1 de los que. por puro amor al estudio J á la gloria , tie­uen tal vez que privarse de los mas indispensables recursospara publicar el fruto de sus trabajos , cuánto deberla aumen­tar el valor (le cada uno ! ¡Quién sabe si colocados en seme­jantes condiciones los afortunados hijos de otros paises, enque el hombre de ciencia ve recompensadas dignamente sustareas, hubieran tenido la fuerza de voluntad y la decisión defJ ue Lienen que dar pruebas nuestros autores ! jBien merecenser por siempre venerados sus nombres por todos cuantos {t

las ciencias se consagren con amor!Hesulta de estos hechos que si comparamos nuestro estado

actual con el que hemos ido presentando en épocas anterio­res, con sobrada razon podemos manifestarnos contentos Iorgullosos, y dirigir fervientes votos de gracias á los ilustra­dos gobiernos que han logrado imprimi r tan vigoroso impulso 'á ciencias que mirábamos casi abandonadas, á pesar de su in-

Historia Natural; Mineralogía ; Zoología generat ; Botánica ; Oranografia ).ñslclogla vejetales ; Fitograña y geegraña vejen l; Anatomía comparada.Zoología de vertebrados. Zoografia de lnvertebradcs r Geología y palecnto­Iógia.- Además las Facul tades de Medicina )" Farmacia tienen las cáted ra"de aplicación correspondientes, y lo mismo las Escuelas especialesde caminos,tle minas, .11.' agricultura, industriales, dt: náutica ). de veterinaria.

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- 44-contestable importancia; debiendo confesar que son tales rutes­tres progresos, que acaso ningu na nacion los hubiese hechoiguales en el mismo tiempo y en idénticas condiciones. Pe­1'0 si comparamos nuestro estado presente con el que ofrecentambién en el día casi todas las demás naciones civilizadas ,COII dolor profundo vemos apagarse el entu siasmo que nosembargaba, y aparecer por todas par les infi nitas pruebas deque, á pesar de los considerables y recient es esfuerzos hechospara avanza¡' p OI' el camino del progreso , y de los felices re­sultados obtenidos, media inmensa distancia desde el punto enque nos encontramos hasta aquel en que se hallan otros pue­bias, cuyas huellas tenemos que seguir de lejos, Tris te confe­sion, pOI' cier to, que para algunos pare cerá inconveniente, pe­1'0 que hay que hacer sacrificando nuestro orgullo en aras dela verdad , para llamar háclu ella la atención de los que ¡JUe­den poner ú tan grave mal eficaz remedio. Los que entre nos­otros amen de veras la patr ia y sientan inflamarse el COl'aZOIleÜII el recuerdo de su antigua gloria, y tengan fé ardi ente enel probad o ingenio de sus hijos, no pueden resignarse con im­pasible calma :1verla hacer un papel tan inferior al que porsubrillante historia le corresponde; que el agricultor que poseericas heredades y sobrados recursos para labrarl as , no puedesin mengua contentarse con espigar los campos que otro s siem­bran y cultivan con creciente nfan.

Ya que nuestra s instituciones, costumbres y hasta lengua­je van por desgracia perdiendo cada vez mas el carácter na­cional, y hacemos pública y vergonzosa gala de copiar ser­vilmentc leyes, usos y costumbres, que, no siendolos nuestros,degeneran bajo nuestro pum cielo, como esas plantas exó­ticas que alcanzan mi serable vida, en nuestros invernáculossin llegar á produ cir los sazonados frutos que en su terrenonativo, deberíamos copiar con mayor exactitud todo aquelloque ' no puede cambiar al trasladarse de un país Ú otro. La

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ciencia- que es la verdad-e-respira en tan elevada atmósfe­ra tlue no influyen en ella los cambios de localidad ni de cli­ma; en todas partes, aun en I~ lilas remotas, necesita paravivir idénticas condiciones, I para cultivarla todos los pueblostienen que valerse de iguales medios. Las diferencias que enSil desarrollo encontramos 110 nacen, ni pueden nacer, de quela razón humana sea distinta en los diversos paises, pues co­mo emanación de Dios ha de ser única como su eternoorigen .Lo que es varinhle , lo que se halla en distintos grados deperfección, son los instrumentos de que la razón ha de valersepara alcanzar ciertas verdades, )' sobre estos tenemos que me­ditar, pues en ellos se encuentra la única causa de que uues­tros resultados científicos no igualen á los obtenidos por lasIlaciones que marchan IIOYal frente de la civilizacion.i--He­gjstrad la historia general de las ciencias y veréis un hechoque evidentemente lo confirma: todas aquellas que solo exi­gen para existir ~. desenvolverse, una razón fuerte y vigoro­sa, auxiliada p OI' los recursos que son inseparables de nuestranaturaleza, que están en nuestra misma organización )' quep OI' tanto podemos poner en ejercicio tan luego como la \'0 ­

luntad lo desee , todas han conlado, entre SIlS ingenios masesclarecidos, ilustres hijos de nuestra patria, La teología, lasmatemáticas, la filosofía , la jurisprudencia, las ciencias mo­rales )' políticas. las bellas artes, guardan en sus anales nom­bres venerandos que son, )' serán siempre, gloria de España.I'ero considerad después aquellas otrascienciasque llamamosex perimentales y de observaci ón Jlorque nacen del íntimoconsorcio de las fuerzas del espíritu con medios distintos delos que poseemos p OI' naturaleza, que hemos de busca¡' y ele­gir en el mundo exterior pam servimos de ellos como de ins­trumentos suplet.rrios de la razou, ). reréis - indudable­mente COIl sorpresa-e-que apenas puede encontrarse UD nom­bre español cutre los que se han distinguido en su estudio .

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-46 -La flsica, la química, con sus diversas aplicaciones y los va­rios ramos de la historia natural han venido hasta nosotrostal cual hoy las vernos, atravesando las fronteras, pero per­manecen en España como esas familias á quienesun aumentode poblacion hace cambiar de país , con la esperanza de CIl ­

contrar en otro mayores elementos de prosperidad, y que nohallándolos viven con el pensamiento fijo en su hogar primi­tivo, esperando con afan los recursos que (le allí les envien, ~'

recibiendo con cariño cuanto les recuerde su patria, como siechasen de menos aquella atmósfera en que por primera vezrespiraron.

Si pues en todas las ciencias que son producto de la 1'1lZOny de la observaci ón natural figuran con gloria los hijos deEspaña, y en las que exigen además recursos, instrumentosymedios distintos de los que por naturaleza poseemos se ob­serva tan extraordinario atraso, es indudable que el elementodesatendido siempre por nosotrosha sido la expcrimentacion.Bien lo demuestra otro hecho no menos cierto que los ante­riores: entre las ciencias naturales solo ha conseguido distin­guirse ventajosamente en España la botánica; pero nótesebien que entre sus diversos ramos el que mas altura ha logra­do ha sido la fitografía, es decir aquel para el cual basta quela razón se auxilie de una observacion minuciosa ~' atenta.La mineralogía, la zoología, la fisiología animal y vejetal, laanatomía humana ycomparada, y otrasciencias, que hasta pa­ra la simple observacion exigen mas recursos exteriores, hanpermanecido ya oscurecidas. ¡Qué no babia de suceder á lasciencias esencialmen te experimentales, comola física y la qul­mica!

Cuando en el siglo XVIII empezó para nuestra patria el pe­ríodo que nos hemos atrevido á llamar segundo renacimientose comprendió perfectamente por los ilustres reformistas lanecesidad de imprimir á las Ciencias Itsicas el sello práctico

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- 47-que tenían la en el resto de Europa , y para conseguirlo he­mos visto los esfuerzos que hicieron; perosus deseos sevieronentonces combatidos por los mismos quedebian estar mas in­reresados en secundarlos, y perdidala oportunidad, difícil filéluego emprender el camino que tan fáci l se habia presentadoantes, Las Universidades que se habian opuesto á abandonarsus antiguas ideas, empezaron á reclamarlos nu xilics queexi­gian las nuevas, cuando las circunstancias políticas110 eran ptan favorables á ellns, as¡ que sus clamores fueron desoidos.La enseñanza experimental pública no ha empezado á gene­ralizarse en España hasta el reinado presente, por tantos tí·tules acreedor á nuestro eterno reconocimiento y á ocupar unbrillante lugar en nuestra historia. Dignos son de universalaplauso todos los gobiernos que , interpretando las nobles yelevadas miras de nuestra augusta Reina , han procurado co­locar las ciencias españolas cada vez á ma)'or altura ; mas sihasta aquí su principal objeto ha sidodar acogidaell nuestrasescuelas á conocimientos que jamás habian traspasado ~ 1I~

umbrales, generalizando al mismo tiempo los que en algunasnada mas se eultivaban , manifestándose con esto ilustradosconocedores de las necesidades de la época, hora es Ja decompletar el fecundo pensamiento de los autores de nuestrareforma cientíñca, con tanto acierto comenzada hace veinteaños, procurando con el mismo afa u, Ó mayor aun, pues escuestión de vida ó muerte para las Ciencias fí sicas, I')uc mar­chen desembarazada y francamente por el único camino queconduce á su progreso, Téngase presente que no hasta parar¡u e estas ciencias hagan verdaderos ade lantos abrir numero­sas cátedras, colocar al Frente de ellas sábios profesores yde­cir lnego á la juventud: «acude, escucha, lee y medita; Il sinoque es preciso añadir: «observa y experimentae; pnes si la­práctica sin suficiente teoria solo puede producir empíricos- lle los que algunas veces llega á sacarse cierta utilidali-

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- '.s -)' la teoría sin la necesaria práctica produce homb res de con­versacion fácil é instru ctiva que pueden brillar en los salonesJ que hasta pueden hacer algunos servicios á Sil patria , tansolo de la union de la teoría }' la práctica , prudentementecombinada, nacen los verdaderos hombres de ciencia, los sá­bias que promueven los grandes adelantos, los que hacen fe­cundos descubriini entos , los que enalteciendo sus n ombres,enaltecen a la par la ciencia aque se consagraro n yla naciónafortunada que recoge el fruto de su previsión ylogra aumen­tar cada dia el catálogo de sus íncl itos hijos.

Uno de los mas grandes filósofos de nuestro siglo, al mis­mo tiempo que esclarecido matem ático , teólogo y publicista,resumía su método de estudio diciendo: «pienso en la resolu­cien de las cuestiones antes de leerlas) (1): si este método lehubiese aplicado á las ciencias naturales, la Europa. que hoyvenera el nombre del fl lésolo de Yieh, hubiese olvidado muypoco despues de su muerte el del naturalista Balmes. ¿Y có­mo nó? cada ciencia tiene su carácter propio 3' no puedensujetarse á iguales reglas de progreso. Suponed un profesoreminente en uno de los ramos de ciencias filosóficas, mora­les, politicas ó sociales, en una extensa cátedra al frente decientos de alumnos deseosos de aprender y todos con apti tudsobresaliente; dejadle que explane ante ellos sus pensamien­tos y los analice y los ofrezca á su exámen, r estad segurosque si al concluir el curso de sus lecciones no 50n todos emi­nentes fil ósofos 1 letrados , economistas ó repúhlicos-c-por­(lile solo después de largos años de estudio concede Minervasus laureles-e- estarán en el caso de considerarse comomiembros útiles de la ciencia á que se consagraro n. Pero co­locad en idénticas condiciones á un Gay-Lussac, un Euvier,un Berzelius, es decir, uno de los hombres mas ilustres que

(1) V¡,la de Baimes por Garria de los Santos.

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- 4U -hayan cultivado ciencias de observaciones experimentales, noles deis mas recursos que Sil inmensa suficiencia J la aplica­cion de sus bien dispuestos alumnos) y-no lo dudéis-e-nosaldrá de la cátedra, cualquiera que sea la duracion de los es­nidios, uno solo que pueda considerarse mediano físico, na­turalista ó químico.-¿Qué importa que Scheele y otros comoél, hayan asombrado al mundo sáhio con sus descubrimien­tos, hechos en medio de la escasez de los mas indispensablesrecursos? los genios brotan espontáneos, sean cuales fuerenJos obstáculos que se les presenten, como nacen entre que­hradas rocas plantas que constituyen tambien el adornode atildados jardines. Pero ejemplos semejantes no puedenservir jamás para fundar sobre ellos reglas generales: unhombre atrevido corre sobre el Niágara por una elevada cuer­da; ¿obraríamos con juiciosi á consecuencia deesto descuidá­semos ya la multiplicacion de los otros medios para pasar conseguridad de una orilla á la otra?

Bien convencidos nuestros goblemos de estas verdades ,empezaron á mirar con interés) hace años, la parte materialde la enseñanza de las Ciencias físicas, montando numerososgabinetes y laboratorios, y estableciendo varios jardines botá­nicos, que si no reunian tinos y otros los elementos indispen­sables) porque no es posible llegar de una vez a la perfec­CiOIl , consiguieron inaugurar su existencia y quedar en dis­posícion de irse desarrollando en adelante con ventajas. Pero¿se ha hecho dcspues todo lo que reclama imperiosamente laciencia como indispensable para su cultivo? ¡, Guarda relación)'U la educación práctica con la teórica desde entonces estable­cida? La comparacion de loque es la enseñanza entre nosotros,y de los medios de que dispone y el premio que se concede ásu ejercicio, con lo que sucede en las naciones mas adelanta­rlas, á quienes en otras muchas cosas menos importantes in­tentamos copiar ciegamente, podria darnoscategórica respues-

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- 50 -ta.c-c- Distamos mucho, por nuestro mal , de encontra rnos enel caso en que debíamos, y podíamos, estar ~'a, si desde laultima época indicada, en la que se emprendió con acertadoplan la via que conduce al engrandecimiento de las Cienciasñsicas, hubiéramos continuado adelantando por ella¡ emperotenemos que lamentar nueva parada, si es que no deba cali­ficarse de mas triste manera, CU)"05 resultados vendrán á des­tru ir, ó por lo menos á detener considerablemente, los favo­rables que empezábamos á recoger con noble y legitima ale­gría. Cuando se examina con detenimiento nuestra enseñan­za , estudiándola principalmente en el terreno de los hechos,se descubren vicios graves que dificult an los progresos deaquellas ciencias, casi lodos nacidos de la repugnancia que,tal vez como funesto resabio del escolasticismo, conservamostodavía hácia la parte experimental ó práctica, yque importamucho combatir enérgicamente, si es que se desea fomentarcon ánimo resuelto el provechoso desarrollo iniciado }'a enestos importantes estudios, cuyas condiciones de adelanta­miento ~OIl muy diversas de las que otros necesitan (1).

Y al hablar de este modo no es mi voz-e-pobre de autori­dad y de importancia- la que se eleva, sino la de la verdad lde los hechos , que sin e de fiel intérprete á los íntim os senti­mientos nacidos en el corazón de todos los que anhelamos queocupe España el puesto que merece )' puede ocupar , al lado

(t) Entre las causas que actualmente ínñuyeu (le un modo desfavorahle enla marcha progresiva üe las Ciencias físicas enEspaña puedencitarse como masprincipales: la reunionde gran númerode alumnos de diversas carreras en unasmismas cá tedras en que todos rccihen igual ínstmceion, siendo sin embargomuy distintas sus aspiraciones, ! todos quedan por necesidad inecmpletamcn­te instruidos y mal preparados para los estudios sucesivos, á pesar de los e~­

ruerzos, celo ysaber [le los dlgnlsirnos profesores 11 cuyo cargo están aquellasenseñanzas, la poca ulilitlad que necesariamente ha de producir la demcstra­don practica tic los objetos naturales hecha solamente en la eátedra , "'! 1')5

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experimentos yoperaciones que enella tmnhien se hagan, distrayendo mas queaprovechando :1 los alumnos ; la oxlgnidad con que se atiende á los gabinetes

.y ulo ratorics en que estas prácticas doblan hacerse con tollo dctenimlcntc,los cuales no teniendo los elementos necesarios para ellas pierden su impor­tancia, y fi nalmente la precisión en que se ven los Catedráticos , aun los masentusiastas. de consagrarse simultáneamente al desempeño tic su asignaturay al de alguna otra profesión Ó destinc , quizás ajeno á ella y ¡Iue redundaen Sil daiio, para proporcionarse recursos que le permitan vivir con el deec­ro propio del puesto que la sociedad les señala.

de las naciones que hoyla miran con desdeñosa indiferenciaen cuanto se refiere á las Ciencias fisicas.c-Francia , Ingla­terra, Alemania, tienen hoy el honroso privilegio de marcharal frente de los adelantos científicos : ¿sabeis porque? Ilecor­red sus gabinetes , museos, jardines y laboratorios; estudiad,examinad despacio la manera como en ellos se enseña , loselementos con que cuentan , el premio dignoque recibe el que!:ie distingue, y "eréis explicado el secreto de esa elevación .(lue con asombro contemplarnos. Allí veréis en una parte elporvenir que ofrece la ciencia al que la cultiva COIl éxito, yen otra los medios con que se facil ita á todos el logro de esemismo porvenir; y observaréis tarnbien que aquellas nacionesno se arredran ante ningun género de sacrificios, porque sa­ben que los verán recompensados después, no solo en ade­lantos y bienes materiales , sino en gloria . renombre ~r consi­deracion ante las demás naciones. Aunque Fra ncia, Inglater­ra ó Alemania no fuesen envidiables por sus prodigiosas con­quistas, lo serian por llamar hácia sí desde remotos paises,como maestras del saber, á todos cuantos desean adquiririrnombre en la ciencia, j Tambien á España venían en alguntiempo discípulos de esospaises y de todo el mundo!

Gloriosos laureles puede recoge¡', y recogerá sin duda, elGobierno que aleccionado p OI' la experiencia logre tille nues­tra patria figure noblemente en la historia científi ca contem-

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- 52 -poránen, como figuró en la pasada; pero sus esfuerzos nece­sitan ser eficazmente secundados, no solo por los que hayande difundi r po:- las Escuelas lodo género de conocimientos I

sino por los mismos que á ellas acudan á recibirlos. Probadasuficiencia, incesante estudio, incansable actividad yardienteentusiasmo, unidos á una inflexible rectitud al juzgar elaprovechamiento de sus discípulos, son las cualidadescon quelos Profesores han de corresponder á la honrosa confianza enellos depositada por la sociedad )- por la ciencia, que los ha­cen árbitros de su progreso, de su porvenir )' de su gloria-e­En cuanto á los alumnos, si t ienen bien mareada aptitudpara el estudio ; constancia para vencer las dificultades prime­ras, que son siempre las mas penosas; perseverante deseo deaprender ; aspiraciones nobles , pero proporcionadas ú susmerecimientos, )' sobre todo , si han consultado seriamentesu vocación y elegirlo con absoluta libertad y prudente cense­jo , la ciencia á que van á c-onsagrarse, pueden emprender confe viva el camino que ante ellos se extienda , seguros de llegaral término apetecido.

A vosotros, padres que me escuchals , se dirigen en parti­cular mis palabras: tened Illuy presente la gravlsima respon­sabilidad que contraéis ante Dios , ante la sociedad , ante laciencia y ante vuestros mismos hijos cuando , tal vez COIl elmejor deseo pero con temeraria imprudencia, les obligai s timarchar por el camino elegido por vosotros, sin consultarbastante su disposíc íon , ni su carácter , ni su naturaleza, nisus inclinaciones; apartándoles del que con entusiasmo se­guiriau , y robando acaso hombres ilustres á vuestra patria,ocuando menos haciéndoles vivir oscurecidos y disgustadoscon su suerte! j Cuántos padres, guiados por anticuadaspreocupaciones, ó por deseos menos justificables todavía ,desdeñan para sus hijos determinada s currems, en las tilletal H~Z eonquistnrian un glorioso puesto , creyéndolas ti" run-

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- 53 -go inferior al que les corresponde en su concepto, ó deseanaparentar, ~' los destinan á otras mas brillantes tal vez peroen que jamás brillarán ellos! [Funesto lujo, que no satisfechocon las desastrosas conquistas que emponzoñan las familias}' las sociedades, hasta en la ciencia misma pretende es­tablecer gerarquías ! i Cuántos beneficios pudieran reportarlas Ciencias fisicas si se consagraran á ellas esos jóvenes que,favorecidos por la fortuna , se acercan solo á las universida­des para reeoger un diploma que no piensan utilizar , si­guiendo carreras que , por carecer de la amenidad de aquellasciencias, tal vez dan al olvido á poco de haberlas terminado!¡Quién en mejores condiciones que ellos para hacer impor­tantes estudios, que añadieran nuevo esplender ti sus quizágloriosos apellidos!

Los que entre vosotros, jóvenes alumnos , liar ais tenido lasuerte de ser aconsejados con prudente y sincero amor porvuestros padres , r tlegueis por primera vez, ybajo los TIlas fa­vorables auspicios, á las cátedras , cUJas puertas se os abrenhoy, veréis sin duda alguna recompensados vuestros desve­los )' realizadas vuestras nobles y legítimas aspiraciones.También , como vosotros , llegaron un dia no lejano otros jó­venes que iban á inaugurar sus estudios en nuestra Escue­la ; tambien palpitaban sus corazones agitados, como losvuestros, por el hermoso temor de la modestia, y j ahl losteneis ! : son los que á vuestra vista van á recibir el merecidopremio reservado á la aplicación constante , la conducta sintacha , el aprovechamiento sobresaliente y la noble emula­cien. Imitad su generoso ejemplo ; no os acobarde el escasonúmero de premios aunque seais muchos á dísputároslos:que si no podeis todos conseguirlos, todos sin embargo que­daréis honrados y con gloria ; porque en estas lides antes demedir las armas los combatientes han de mostrar la limpie­za tic los timbres científicos que con su talento hayan sabido

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- á-J -ecequistar, J solo se admiten los que pueden or..-r1os masesclarecidos. lliraos dec<de el'lf' ITIOITII'nto eemo Iw-rmanospor la tilonc'ia, cualquiera que sea d eolee del ropaje con'1"" mireis ,.estida la que os abra &WI bruos; no ohideis jol­mas que loda:l las que roo d i re~n~ nombres eeltiramosbu~ la ,.enIad,! que la rerdM I'S únir..a; que tedas anhe­lan ..1 hiHl , lodas lnhij;m ea pro de la ci,.ilWcion . !odaslknn escrito 1:0 sus Loaudera , • adonciou ¡ Dio",; amor albllllllJn.o. •