disandro - romanidad y romanicidad

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  • 8/12/2019 Disandro - Romanidad y Romanicidad

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    CARLOS A. DISANDRO

    ROMANIDAD y ROMANICIDAD: CUESTINCONTROVERTIDA

    Vista lateral del Ara Pacis augustea

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    Intento precisar los contornos de una problemtica que en trminos escuetos podra formularse as: la

    filiacin histrico-lingstica de las lenguas romances, perseguida pacientemente desde comienzos del

    siglo XIX, fundamenta una articulacin correspondiente entre aquellos dos mbitos histrico-cultura-

    les; o bien las que fueron reliquias de los romanos segn expresin de Lope de Vega comportan

    una trama lingstica, cuya carga histrica ha cambiado de modo absoluto, y esto nos permite precisa-

    mente concebir la unidad romnica de modo contrapuesto al latn? Y en ese caso son las lenguas ro-

    mances testimonios vigentes de un parentesco lingstico con el latn, o son ms bien pruebas de un

    fenmeno de extincin, trasbordo y reasuncin lingstica y constituyen por lo mismo signos de una

    innovacin ms profunda que el parentesco en el campo fenomnico?

    En primer lugar, precisemos algunos detalles en la relacin semntica romanidad-romanicidad, lo

    que podra conllevar curiosamente no slo una disyuncin histrica, sino una profunda mutacin signi-

    ficativa, que da por extinguido el parentesco. Quiz fuera necesario, en ciertos registros descriptivos y

    crticos, hablar de latinidady romanicidad, lo que indicara la inclusin-disyuncin del sistema y man-

    tendra una nomenclatura ms concreta. En efecto, en la tesitura de las ciencias filolgicas, lingsticas

    o literarias hablamos de lengua latina 1, literatura latina, filologa latina, y no solemos condividir esas

    expresiones con el epteto romana. No hablamos de lengua romana, y para ceirlo todo en un solomotivo de comprobacin poseemos desde los orgenes de la ciencia del lenguaje la obra de Varrn titu-

    lada de lingua latina 2. Es verdad. Convertiramos entonces la primera formulacin en latinidad-roma-

    nicidad,lo que modula ciertos matices en la confrontacin histrica.

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    Sin embargo la expresin lingua romanaes en los antiguos tan importante y frecuente como lingua

    latina, e incluso en el caso del mismo Varrn, el reatino parece anticipar una diestra referencia concep-

    tual que nos sirve de punto de apoyo 3. Por otra parte es verdad que debemos postular una tradicin de

    lingua latina, pero no es menos cierto que en su historia concreta la tensin dialectal o la tensin urba-

    no-campesina halla en Roma, probablemente, el modelo lingstico operativo por excelencia. As en-

    tendemos entre muchos otros el giro ciceroniano more romano4.

    Ahora bien, es Varrn justamente quien reabre los trminos exactos en estos horizontes conceptua-

    les en su nocin de latinitas, cuando forja la siguiente sentencia: latinitas est incorrupte loquendiobservatio secundum Romanam lnguam5. La lingua romanaadquiere as una categora de norma res-

    pecto del pasado, en cuanto fase unificadora frente a otros dialectos, respecto de la expansin del latn

    fuera de su territorio ancestral, respecto del futuro, como norma histrico-pedaggica, diramos 6. La

    expresin lingua romana comporta los caracteres especficamente espirituales que aunque ligados a

    un contexto histrico preciso e inconfundible, tienen la virtud de constituirlo como la ntima interaccin

    de ingredientes dispares y complejos. La unidad semntica de ese espritu es lingua romana, y el siste-

    ma lingstico que la conlleva como la lumbre del sentido es latinitas7.

    Finalmente no resulta claro si se puede hablar de un hombre latino en trminos de una Geistes-

    geschichte8. Pues Collart presenta el sesgo filolgico de Varrn por contraposicin al modelo griego y

    sus dialectos, y en esa suposicin latinitas aparece como una singularidad lingstica (segn Collart),

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    que previene sobre las consecuencias de tal condicin histrica para la formulacin de una cienciagra-

    matical emprico-inductiva, y que al mismo tiempo advierte ciertos rasgos conceptuales diferentes. Pero

    Varrn distingue sin duda el sistema latinitas de la fuente semntico-lingstica e histrico-espiri-

    tual,secundum Romanam linguam.

    En sustancia, latinitas es el gnero lingstico enfrentado al mismo tiempo al panorama dialectal

    itlico y al horizonte griego, en cuanto en ste la perduracin de dialectos propone otros requisitos de la

    ciencia gramatical. Pero al mismo tiempo sera la coincidencia normativa entre sistema lingstico y

    expresin histrica, ligada a un principio fundante que Varrn llama lingua romana. Es la linguaromanaprecisamente la que perime en la expansin y fragmentacin del latn por causas que se ex-

    hiben segn diversas coyunturas crticas mientras que el gnero latinitaspromueve una especificidad

    de segundo grado diramos, que es a su vez el principio fundante de la lingua romanica, de la

    romanicidad histrico-espiritual. La especificidad lingstica del homo romanicus define un territorio

    cuyo corte con la romanidad implica la muerte de la lingua romana, advenida en la historia lingstica

    del indoeuropeo como un fenmeno de fuerte confrontacin, difcil de precisar pese a todas las investi-

    gaciones, teoras y reinterpretaciones. En ese horizonte incgnito, de una latinitasincoativa y lejana en

    el pasado itlico, se recela la ms profunda diferencia con la historia de la lengua griega, y de esa

    diferencia (que no atae precisamente al sistema ni a los contrafuertes examinados por Varrn y sus

    ilustres intrpretes contemporneos) proceden sin duda otras no menos misteriosas en la historia del

    latn y de Roma: la ausencia o perencin del dato o contexto mythico, la ausencia o perencin de un

    troquel mtrico que lo contenga y explaye, etc. Tales trasfondos se prolongan desde luego en la historia

    de la lengua de Roma 9, es decir en la sustancia espiritual del hombre romano, y se extinguen con la

    muerte de la lingua romana. Qu relacin podra haber entonces entre sta y la sustancia espiritual del

    hombre romnico? En la insercin especfica dentro del gnero latinitas, perduran, trasiegan o mue-

    ren los centros significantes de la romanidad, y lo que entendemos por romanicidad es no slo

    absolutamente diferente de aqulla sino un contexto nuevo, un nuevo Zeitgeist que explora de otro

    modo el viviente vnculo hombre-mundo. Qu sentido tiene entonces el parentesco?

    Finalmente no es solucin clarificadora la interposicin de lo que llamamos latn vulgar o lengua

    vulgar como una suerte de intermediario entre la lingua romanay la historia de las lenguas romances10.

    Sera irrelevante e inslito negar la existencia de esa categora, latn vulgar; pero su postulacin mult-

    voca posterga otras inferencias categricas respecto de un curso lingstico que debemos interpretar o

    como katbasis histrica, o como reasuncin de un principio de interaccin (hombre-mundo), cuyosresortes, estmulos o develaciones comportan una novedad histrica. El primer caso la katbasis

    histrica implica el desentraamiento y perencin del gnero y la especie (latinitas+ lingua romana)

    y en ese contexto el esquema del latn vulgar nos clarifica la periferia o la corteza, pero no el fenme-

    no profundo. En el segundo caso reasuncin innovada e innovante la muerte de la especie (lingua

    romana) produce en el gnero lingstico un retorno a sus tensiones dialectales de ancestros ya perimi-

    dos, y reubica la historia de las lenguas romances en otra perspectiva. No tengo motivos fundados, de

    caracteres apodcticos, para preferir una u otra interpretacin, que sirven simplemente, en la ocasin de

    este resumen crtico, para repartir los captulos de una cuestin compleja. Podra resultar probable ade-

    ms que dadas las penumbras inherentes a todo conocimiento histrico conocimiento acerca del Zeit-

    geist debamos alternar hiptesis y datos contrastantes, en el marco de un despliegue que la Geistes-

    geschichteenfrenta como totalidad inescindible, siguiendo el rumbo de las confrontaciones lingsticas.

    Pero si atendemos al complejo itinerario indoeuropeo, latn, linguaromana, lengua vulgar, lenguas ro-mances, castellano, tal vez tendramos que inclinarnos por aceptar la nocin de katbasishistrica, por

    la que la lengua cesa de ser revelacin de los dioses y del mundo, cesa de ser develacin del hombre, y

    por ende cesa de ser corporeidad histrica intermedia del logos o sensus o Sinn mundano, intramun-

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    dano, transmundano, para trocarse en sistema de signos correlativos, en sistema cerrado que se auto-

    destruye en la clausura constitutiva de su ritmo histrico 11. En ese supuesto, las lenguas romances se-

    ran un captulo fundamental de la katbasis; la tensin romanidad-romanicidad, una energa latente pri-

    mero, explosiva despus, finalmente devastadora y reordenadora del territorio del hombre, energa que

    debemos intuir por encima de los fragmentos descriptivos de una lingstica histrica. Y aqu la recons-

    truccin diacrnica o sincrnica es siempre un instrumento de reinterpretacin global, nunca un hori-

    zonte conclusivo ni excluyente; las postulaciones ms o menos atendibles y sus inferencias recapitulato-

    rias, una discriminacin previa para otros pasos ms entraados en las misteriosas penumbras del latn;las precisiones en los tramos del fenmeno, un intento de construir el acceso a los penetrales del sentido

    lingstico, que inhabita el mundo no por adicin cuantitativa de fenmenos controlables por la investi-

    gacin, sino por coherencia constitutiva del mundo; anterior al hombre y del cual el hombre es el proto-

    fenmeno absoluto. La velacin de este proto-fenmeno se hara ostensible en la katbasisdel latn.

    2

    En esta primera curva he seguido un ritmo de conceptualizacin generalizadora, cuyos riesgos no se me

    escapan. En ese ritmo empero pretendo, al mismo tiempo, rescatar un saber emprico, fundamento de

    una ciencia como la de Varrn y sus sucesores, y reabrir una problemtica, nunca agotada por la serie

    fenomnica en trance de trasiego segn hiptesis discutibles o modificables. Si aceptamos, aunque sea

    provisoriamente, el giro trazado, obtendramos las siguientes constancias orientadoras capaz de ilustrar-

    nos sobre la tensin romanidad-romanicidad:

    1) La nocin de latinitas, de carcter genrico, de cuya cualidad constitutiva lingstica dependen,

    al mismo tiempo, la remocin de otros dialectos del territorio latino-itlico y la reaparicin de

    las tensiones dialectales en el latn post-clsico, post-imperial, o como quiera decirse.

    2) La categora latn vulgar slo puede indicarnos el tiempo y direccin del trasiego, pero no la

    causa en el sistema; y aunque fijara, con precisin fenomenolgica, lo que es slo un

    desideratum, las relaciones espacio-temporales, culturales, etc., en esa historia, la hiptesis

    misma de latn vulgar no accedera a la entraa del problema.

    3) La lengua romana es la categora espiritual del hombre romano cuyo proto-fenmeno remonta

    a la determinacin delsensuslatino en el cuerpo ms vasto del indoeuropeo.

    4) La lengua romana muere como proto-fenmeno, como norma irradiante y viviente, y en un es-

    pacio dado, en un tiempo concreto, en una tramada relacin histrica no funciona ya la norma

    de Varrn: latinitas est incorrupte loquendi observatio secundum Romanam linguam.

    5) Adviene, con una sincrona orgnica, la romanicidad y se despliegan las lenguas romances, que

    nosotros postulamos como dato o fenmeno especfico en el gnero latinitas. Pero, qu es lo

    que lo hace especfico, a tal punto que no lo puedo controlar secundum Romanam linguam?

    Puedo obtener esa especificidad por la serie fenomnica de tipo biolgico que dispone la

    investigacin lingstica, de tal modo que colocados los tramos, escalas y referencias pertinen-

    tes, como en un discrimen de ciencia natural, puedo inteligir la creatura resultante, su

    especificidad inconfundible y contrastante?

    6) Finalmente, puedo hablar de un homo romanicus y de una lingua romanica, de los que como

    proto-fenmeno fundante derivan efectos que se tornan en causas reordenadoras, abolicionis-

    tas, innovadoras, desde donde pueda inteligir el territorio de Espaa, Francia, Italia, es decir, la

    Romana como supuesta unidad lingstica que pende de aquel proto-fenmeno?

    Retornemos otra vez a un motivo de ciencia emprica, recuperable en un Varrn moderno: me refiero a

    Meyer-Lbke y a su conocida e ilustreEinfhrung12

    . He aqu lo que dice Meyer-Lbke (pginas 32-33)

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    sobre el vnculo latn-romance:

    Bajo el nombre de lenguas romnicas se comprenden aquellas lenguas que, derivadas del latn,

    conservan plenamente su huella en el vocabulario, en la sintaxis y en la estructura morfolgica:

    en esta ltima se revela sobre todo el carcter romnico de estas lenguas. La sintaxis del romnico

    moderno est ms prximamente relacionada en muchos respectos con el alto alemn o con el

    griego moderno que con el latn antiguo; de tal suerte que de tener que fijar la relacin de estas

    distintas lenguas entre s, basndonos en la sintaxis y sin conocer las condiciones histricas, fcil

    es que el resultado fuese desfavorable para el latn [...]. As pues la base fundamental de esta

    clasificacin reside, como queda dicho, en la estructura morfolgica; y no solamente en las

    desinencias flexionales (nominal y verbal), sino tambin en los elementos formales de la frase

    [...].13

    Transcribo in extenso el prrafo pertinente, conocido por todos los estudiosos, el que sin embargo no

    despeja la incgnita fundamental y sugiere incluso una zona de franca perplejidad al subrayar justamen-

    te el captulo morfolgico 14. Pues no alude el lingista, en el caso del parentesco, a un conocimiento

    cotidiano ms o menos probable o inseguro, sino precisamente a una suerte de fisura entre el sensus

    latino y el sensus romnico, que no afectara segn Meyer-Lbke la fisonoma morfolgica de la

    flexin, pero acercara las lenguas romances al alemn o griego modernos. Confieso que resulta

    sorprendente esta asercin. Mi propsito no es controvertirla, sino recuperarla como sentimiento

    profundo de un fillogo que no consigue explicarse en definitiva la especificidad romnica en el gnerolingstico de la latinitas y en consecuencia mantiene una prudente reserva en cuanto a la especificidad

    del sensus propiamente dicho, del cual la flexin morfolgica es una expresin y no un instrumento

    extrnseco.

    Ahora bien, un conspectus morfolgico, histricamente reubicado y desentraado en sus vnculos

    lingsticos diacrnicos, puede constituirse en recurso explicativo de los orgenes romnicos, y puede

    orientarnos en el deslinde espiritual entre romanidad romanicidad? Si sintaxis, semntica y curso global

    lingstico resultan definitivamente separados de lo que recorta y propone la expresin de Varrn, si la

    ruptura entre romano y romnico alcanza al sistema significante total y complejo, no deben

    postularse causas universales, reordenadoras, orientadoras, abolicionistas que sin liquidar el horizonte

    morfolgico lo incorporan en realidad a otra lengua? No es preciso definir en ese caso los orgenes de

    las lenguas romances como un advenimiento lingstico que ilustra acerca de una emersin en el campo

    del Sinn lingstico, conformado, reabierto y activo segn un principio que trasciende fontica ymorfologa? En tal suposicin qu penetrales del romance resultan esclarecidos en el sistema descripto

    por laEinfhrung de Meyer-Lbke?

    La relacin entre morfologa, semntica, sintaxis, o sea la compenetracin de esa morfologa con lo

    que por comodidad llamamos sensus lingstico es un dato anterior al despliegue de la flexin. Mejor

    dicho, la flexin acontece como insistencia emprica del sensus global, no como recomposicin de frag-

    mentos, de cuya adicin surgira elsensus. Esta ilusin de la lingstica histrica positivista contradice

    toda metafsica, toda ciencia del Sentido (logos, Sinn, sensus) que consiste siempre en totalidades recu-

    rrentes que se imbrican, separan, contraponen, sobreelevan, reagrupan como gobernadas por principios

    que son ya organicidades complejas y completas. La morfologa es un resultado de tal dispensacin del

    Sentido, y no un recurso fundante de la totalidad del Sentido. Pero el Sentido es inexistente a nivel de

    lenguaje sin una diasksmesis que lo despliega o lo pliega en variadas y contrapuestas direcciones. Re-

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    construir unsensuspor la morfologa significara llegar a entender una frase o contexto de Cicern por

    el recuento, discriminacin y ordenamiento de sus flexiones. Cuanto ms complejo es el sensus

    lingstico en el contexto, tanto ms articuladas funcionarn las flexiones; y cuanto ms complicadas

    sean las aperturas y clausuras morfolgicas y sintcticas en un texto, tanto ms simple ser la intuicin

    fundante de tal sensus. Es precisamente esta relacin decisiva la que determina, a mi modo de ver, la

    especificidad de la lingua romana y de las lenguas romances, de modo que la ciencia emprica de

    Meyer-Lbke vendra a probar que entre latn y romance no hay ningn parentesco.

    Dos ejemplos muy restringidos, prcticos, pero muy notables quiero aducir, sin pretensiones deresolver ni la cuestin general, ni el problema concreto que exhiben los ejemplos. Se trata de la historia

    de los trminos latinos fundamentales en muchas perspectivas verbum y res.

    La reconstruccin del proceso de sustitucin de estos dos vocablos por parabola

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    lingstico que es resueltamente otro y reordena la materia elemental sonora, el corpus significante, el

    fraseo de comunicacin, la seleccin espontnea o reflexiva que acumulan en lapsos imprecisos aque-

    llos fenmenos empricos. Estos no condividen por anticipado lo que ha de ser sensus que sobrecarga

    los signos, sino por el contrario el Sinn fundante condivide su recndita interaccin y produce los

    fenmenos mensurables. Naturalmente no todo transcurre en el mismo plano, ni en la misma referencia,

    ni con la misma intensidad o idntica patencia. Pero todo despliega a su nivel aquella energa que

    historifica elsensus, de modo que ste se torna lengua inconfundible y distinta.

    Pero volvamos al contorno semntico de res-cosa. Es innecesario destacar el marco significativo deeste trmino, el peculiar anudamiento delsensus latino que opera el vocablo, la multiplicidad de instan-

    cias que recupera, reabre, reordena o ilumina, desde res frumentaria,por ejemplo, a res publica 15. No

    intento aqu ni reubicar la escala exhaustiva de una historia lingstica multiforme, ni describir las

    denotaciones complejas que se reacomodan o despliegan en cuanto interfiere la sonancia del trmino en

    el decurso del sensus romano. Podra afirmarse que res es un centro semntico de multvocas energas

    (tanto como el en griego, el einai absorbente y unvoco), un recurso que siendo punctiforme como

    todo vocablo tiene la propiedad de ilustrar y reabrir los incgnitos mbitos del latn. La historia de

    Roma es la densidad fundante de esta palabra, y nada que sea romano se excluye de una prxima o

    remota interferencia de su virtud manifestativa y recapitulatoria.

    Ahora bien qu es res en latn? Lamentablemente muy poco podemos inducir de una reconstruc-

    cin etimolgica, precaria y colmada de lagunas. En cuanto al contexto comparativo histrico en el

    campo indoeuropeo sabemos, s, con certeza, que hay una distribucin sorprendente ab initio (por lo

    menos en cuanto alcanza nuestro saber)16.Qu dice Ernout en su conocido diccionario)?17Transcriba-

    mos de modo sucinto lo ms caracterstico: Sens ancien bien, propriet, possession, intert dans

    quelque chose, encore conserv dans des expressions juridiques ou fixes par lusage [...] Res,

    designant des biens concrets, a pu servir exprimer ce qui existe, la chose, la realit; re a pris ainsi

    la valeur de gr. pragma, en opposition verbum, vox, opinio; et aussi les actions accomplies [...] aussi

    les choses (par opposition aux personnes), dont le sens sest affaiblis et a pris le vague du mot

    franais [...] Souvent res, joint un adjectif, quivaut simplement cet adjectif neutre: ea res=id [...]

    Res, dans ce sens, a subi la concurrence de causa qui par une volution analogue tait arriv une

    signification identique; bien quattest de tout temps, res na subsist que sous la forme daccusatif, f.

    rien [...] Pas de derivs [...] Hasta aqu Ernout en cuanto a los valores semnticos. En cuanto a la

    etimologa, morfologa, etc., Ernout se limita a subrayar la formacin del nominativo res a partir delacusativo rem, como diesa partir de diem, y a concluir: Le mot est de ces termes archaiques qui sont

    propes litalo-celtique et lindo-iranien 18.

    Sin replantear la cuestin en toda su compleja estructura, parecera que res es el trmino con que el

    latino menta la densidad objetiva de la existencia, el centro significante que permite develar la existen-

    cia entitativa ut sic, la lumbre lingstica que incorpora, deslinda o configura en el reino del ser, dira-

    mos. De esta propiedad arcaica y que slo podemos intuir vagamente, derivaran las virtudes significan-

    tes recorridas o reconocidas por Ernout, pero de cuya suma no surge el sensus recapitulatorio latino.

    Los ejemplos ilustran sobre tales virtudes, pero no excluyen el sesgo semntico aducido, que podra ser

    precisamente el originario. Y tratndose de un vocablo marginal en la historia compleja del indoeuropeo

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    resulta sin embargo una lumbre semntica orientadora en toda la historia del latn y de Roma, y por lo

    mismo fundamental en el panorama ulterior de las lenguas romances, como lo advierte rpidamente

    Ernout con una cierta perplejidad. En cuanto a la concurrencia de causa, las intrincadas confrontaciones

    lingsticas aducen otros trasfondos ms decisivos e importantes al parecer19.

    Por otro lado, basta conocer la expresin concreta histrica del latn para advertir la importancia

    lingstica del vocablo. Slo con mencionar el texto de Lucrecio de rerum natura y la compleja y honda

    significacin de los dos trminos, destacaramos los rasgos sorprendentes de esta problemtica. Aqu

    slo quiero anotar la siguiente conclusin, dividida en dos apartados:

    1) La reconstruccin lingstico-histrica previene sobre la singularidad del vocablo y sobre su

    repliegue en el romnico;

    2) la reconstruccin semntica y espiritual previene a su vez sobre el rasgo conformador y

    fundante del vocablo, a tal punto que Roma es res, y la lingua Romana, o sea, la latinitas en el

    sentido varroniano pende de ese centro mental, existe en parte como referencia e interferencia

    de ese centro. Su extincin no constituye entonces un fenmeno ms decisivo para el sensus

    latino que la restriccin, modulacin o cambio de las flexiones, y no podra postularse que la

    ruina del sistema sintctico-morfolgico adviene como consecuencia del repliegue de tales cen-

    tros semnticos?

    El horizonte de res es el horizonte del mundo y de los dioses, de las acciones, energas, actividades,

    presunciones, niveles, resultados que pueden develarse o velarse en ritmos vertiginosos, contrastados,paralelos, incluyentes. Es el horizonte de objetividades, fundantes de otras objetividades, que en trasie-

    go inexhausto y de plenitud siempre abiertas no abren un espacio insumente, nico, desplegado como

    un vasto inane aut vacuum, sino como un contracanto de relaciones que seran tambin res, o por lo

    menos fuertemente sometidas a la impronta de res. Ella es el imperio de la totalidad expresada en la

    develacin de la parte. Salvo que el trmino resasegura siempre la connaturalidad implcita, la totalidad

    recurrente y sublime, o como diramos en griego el reino del ser que seorea sobre los entes, la

    inconmovible radicacin de lo que insume, pero sostiene y salva, de lo que funda y se repliega en el

    reino de sacras races intocables e inmunes a la erosin del tiempo y del espacio mostrenco.

    Precisamente la destruccin de este sistema semntico sera la causa del entenebrecimiento de res y

    la recomposicin de otro sistema, de cuyos rasgos sorprendentes es testimonio semntico el trmino

    romnico cosa. Detengmonos en l brevemente, para inducir inferencias complementarias que ilus-

    tren por otros aledaos los trasfondos inconfundibles de la lengua romance, y por ende su diferencia

    especfica en el gnero latinitas.

    Por qu la palabra latina caussa, de vieja raigambre en el contexto de la lengua romana, perdura en

    la lnea de su especificidad, pero con una invariante fontica (de distinta categora segn las zonas)

    produce el vocablo cosa, chose, que instaura otro centro semntico de caracteres recapitulatorios para el

    sistema romnico? Por qu esa invariante constituye un sistema de perspectiva intramundana, de fuerte

    interaccin abstracto-concreta, de rgimen escindido de la totalidad de res fundante, como si se hubiera

    hundido en la sombra lingstica el sentimiento romano del ser y su patencia en los entes? No me

    propongo, claro est, desarrollar todos estos pormenores de crtica filolgica, que excederan el marco

    de este ensayo. Intento solamente representar un ciclo de evidente importancia en la historia de

    latinitas, en la expresin concreta que el gnero prximo cobra con la impronta especfica: romanidad o

    romanicidad. Podramos ya definir un rasgo de tal especificidad: romanidad es el rgimen lingstico-semntico de res; romanicidad el rgimen lingstico de cosa. En esa disyuncin se entiende la

    recomposicin o reajuste en zonas del sistema, o sea el hecho de reencontrar en el romance la lnea de

    realidad, realizacin, realismo, etc., o bien la prolongacin del contorno abstracto de causa, en el

    reino de la cosificacin. Pero realidad no es res, en ningn sentido romano; por el contrario es el

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    punto de llegada de aquel hundimiento semntico en que las cosas devienen activas por imperio de otras

    relaciones promotoras. Y a su vez cosificacin no es la antigua y densa cosa romnica, sino el punto

    de llegada de otro hundimiento en las sombras lingsticas, que advendra quiz en los contornos espiri-

    tuales del siglo XV.

    3

    Retornemos al latn causa. Ernout, s. v., afirma: ltymologie tant inconnue, le sens originel nest pasdeterminable [...] Pour les latins le sens de cause, motif est le plus ancien, et lemploi, frquent et

    ancien de causa sexpliquerait mal en partant du sens de procs20. Ahora bien, en el territorio de la

    causa, que es detalle en el contexto de la latinidad y fuerte impronta semntica secundum Romanam

    linguam, se inscriben, cualquiera sea la referencia etimolgica, todas las relaciones posibles del mundo,

    y de ese despliegue infinito de la categora relacin proceden tambin las reorientaciones yconfiguraciones multvocas que explicaran el perecimiento de res, la continuidad de causa y la emer-

    sin de cosa, remanso mundano por as decir en aquella multivocidad de la categora relacin. En qu

    medida el desglose o el estmulo cristiano, por ejemplo, han podido determinar en parte la destruccin y

    reconstruccin del trasfondo semntico, orientado al nivel ntico y a la especificidad de las relaciones,

    como categoras mundanas, es algo difcil de precisarse, pero indudable. En Forcellini, en el Thesaurus,

    en Ernout, etc., surge con meridiana disyuncin el recndito desglose, que si aceptamos el resumen de

    Gamillscheg21remontara ya al siglo IV. Pues el Dios cristiano puede ser entraado en la semntica de

    causa,pero no en la de res; y al mismo tiempo esa fuerte reapertura semntica que ala deidad y causa

    obliga a la disyuncin transmundana y mundana, de donde emergera la semntica de cosa. Y as tene-

    mos el territorio de res, el reino ntico romano sentido con la perduracin designativa del viejo latn,

    reinscripto en las tensiones espirituales del indoeuropeo, como correspondencia del ente griego. El rei-

    no ntico no contradice las energas divinas, las reubica en ese horizonte que implica la expresin

    antiquitates rerum divinarum humanarumque22.Luego el contexto de relacin en la causa, que es en

    latn subsiguiente a res, despliegue y develacin de res, o reordenamiento de sus interacciones multvo-

    cas. Luego la confusin entre res y causa, como una propiedad que absorbiera la dignidad ntica. En

    fin, la emersin de cosa, densificacin del mundo, separado de la causa, pero constituido en definitiva

    por la categora relacin que se cuantifica.

    Interesa sin embargo subrayar una vez ms no tanto el curso reconstructivo histrico que podraampliarse o completarse cuanto el signo de una totalidad semntica: en res adviene una fuerte inser-

    cin de mente y mundo que es centro espiritual en la Romanidad. De ese centro depende, no cabe duda,

    una tonalidad lingstica que trasciende fontica, morfologa y sintaxis, y despliega una consistencia

    significante inconfundible. En cosa, en cambio, adviene otra referencia mental, de vastos trasfondos y

    vastas proyecciones, que deciden como centro espiritual caracterstico penetrales configuradores de la

    romanicidad. Si res resulta emersin que determina la especificidad latina frente al gnero prximo (el

    indoeuropeo), cosa a su vez, como emersin en el gnero latinitas, circunscribe aquella especificidad

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    que se hace expresin histrica en la romanicidad. Pero qu diferente es el modo de mentar y sobre todo

    qu diferente el mundo que se menta. Confirmaramos en un cierto sentido el trasiego de katbasis, que

    el cristianismo acelera y complejifica, pero que lleva a sus ltimas consecuencias en el rea de la

    romanicidad. La perencin post-medieval de la causa transmundana, topos absoluto de toda relacin

    posible y por tanto inmune al desgaste y contradiccin de la categora relacin, nos deja prisioneros

    de las causas, o de las cosas, que empiezan a empalidecer, exiliadas del reino de res objetivante y subli-

    me, desarticuladas de las causas, en tanto stas pierden referencia a la Causa, e inician entonces el lti-

    mo giro de su desfonde ntico. Adviene el horizonte de realidad y de cosificacin, semntica queslo resulta posible como degradacin del centro espiritual aducido, como destruccin de las cosas, en

    el reino crudelsimo del repliegue mundano. Tenemos realidad, pero no densas cosas como las que

    quera Antonio de Guevara en su famosoMenosprecio de Corte y Alabanza de Aldea23; tenemos cosas

    de cosificacin, pero no de causa, que integra relaciones; tenemos causas, no integradas a su vez en la

    Causa, pero no res. Romanidad, romanicidad, modernidad 24 constituiran en este vasto panorama

    semntico tres reinos lingsticos, que conllevan con sus centros de energas significantes develaciones

    o entenebrecimientos fundamentales y tpicos. El primero es res fundante; el segundo, cosa relacio-

    nante; el tercero, cosificacin de cosa y res,prdida de la densidad valiosa del mundo y por lo mismo

    krasis indescriptible de lumbre y oscuridad.

    Por otros aledaos y con otros trasfondos confirmaramos estas lneas descriptivas, si recapitulamos

    el segundo ejemplo mencionado: verbum-palabra, que nos coloca de modo ms directo en el acto de

    mentar, y por tanto nos previene sobre la estructura significante, donde la energa que menta no se

    confunde con el significado, pues a cada instante, en cada coyuntura y en direcciones de absoluta

    multivocidad advienen y perimen microsistemas semnticos, reordenados por el vnculo decisivo de

    verbum o de palabra. Veamos algn aspecto de esta cuestin decisiva. Sigamos entonces el mismo curso

    descriptivo y conceptual; qu es verbum y qu espalabra.

    Ernout,s. v., anota: verbum soppose res, chose. Y luego de precisar las referencias comparati-

    vas, concluye: Le mot est limit une zone dialectale de lindoeuropen: du baltique au latin. Mais la

    racine en est indoeuropen [...]. Pero si bien es obvia la significacin de hablar, decir, y por tanto la

    mencin del resultado sonoro significante, no nos queda claro el sesgo semntico caracterstico. Y en

    cuanto a la oposicin a res,podra ser ms bien contrafuerte de un doble modo de existencia: la de res

    como objetividad fundante, la de verbum como objetividad mentada y por ende integradora de tal ob-

    jetividad, esdecir, igualmente fundante. Res inhabita verbum de un cierto modo; verbum despliega resen el modo contrastante, lo que quiere decir que este vocablo tan caracterstico en latn como resper-

    tenece a esos centros constitutivos de la romanidad, que se despliegan o imbrican con vastas consecuen-

    cias espirituales, difciles de concebir sin tales presencias y energas semnticas.

    Walde-Hofmann, s. v., propone a su vez un conspectus ms complejo, pero no por eso ms

    clarificador. La probable vinculacin con Wort y el ostensible desglose de logos griego nos propondra

    una interesante escala semntica a investigar con mayor empeo, a saber: logos, el reino del lgein que

    es segn Parmnides idntico a ser y a pensar. El reino de verbum, presencia de res mentada y

    plenificada, rgimen objetivante de la interioridad en el horizonte de res. El reino de Wort, asuncin

    designativa que en la penumbra abre la lumbre del mundo, resultado del odo en la interioridad

    germnica. En cuanto apalabra cul sera la connotacin de su reino misterioso? 25. Basta recorrer el

    territorio complejo de los textos para reasumir las propiedades de designacin, develacin, reconstruc-

    cin del mundo, incluidas en la coherencia del fraseo latino. Pues la aparicin del vocablo produce

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    inevitablemente adensamiento, precisin y perspectiva como canales semnticos por donde adviene el

    sensus propiamente dicho. Esto es lo especficamente romano, esto es lo que perime y prepara u oca-

    siona el reino de lapalabra. La confrontacin entre latinidad y cristianismo ha acelerado seguramente

    esta doble corriente de perencin y de reapertura semnticas. La misma latinidad genera el sustituto,

    cuya especificidad lo desglosa y aparta del trasfondo romano. Romano y romnico se articulan en el

    gnero prximo (latinitas), divergen profundamente en el dato especfico (romano-romnico), tanto

    como latn y griego mantienen el gnero prximo (indoeuropeo), pero divergen en el curso lingstico

    histrico.Cmo resumiramos provisoriamente al menos el territorio semntico de verbum, apertura

    semntica insoslayable de la lingua romana?Creo que ese territorio es en primer lugar incomprensible,

    si no parto del reino ntico, patente en natura rerum; y en segundo lugar que es un armnico

    contrastante que espeja no slo la condicin de mentar, sino la condicin recndita del mundo, aquella

    que res posee como su ms ntima propiedad. Porque res es verbum, y porque viceversa el mentar de

    verbum es autopatencia de res,podramos postular una etimologa conexa. Me doy cuenta perfectamen-

    te que esto contradice esquemas fonolgicos y morfolgicos, de especial referencia emprica. Sin

    embargo una etimologa no es un individuum al margen de la especie, y sta no es arbitraria e

    inorgnica determinacin de una energa centrfuga. Por el contrario, especie e individuo resultan cam-

    pos de actividades congruentes que instalan, adhieren, componen. Esas son las fuerzas que explicaran

    flexin y fonemas, o reapertura sintctica que proyecta. En esos trasfondos coloco tambin las cuestio-

    nes etimolgicas ms complejas que la mera filiacin individuante. En otras palabras, etimologa no es

    slo cuestin de una historia emprica de sonidos que trasiegan, o de formas que se pliegan a condicio-

    nes cambiantes, muchas veces oscuras e inasibles. Es cuestin de espritu semntico que reordena o

    cambia la materia fonolgica, morfolgica e incluso sintctica. Verbum despliega entonces la virtud que

    es inhabitar y ser inhabitado, en esto profundamente diferente de logos en cuanto perspectiva de lgein

    que discrimina y compone. Inhabitar quiere decir que no hay soplo sonoro autnomo; que no transcu-

    rre en territorio paralelo; que no asume o historifica como un mero contracanto del mundo. Ser

    inhabitado quiere decir en cambio propuesto a la instalacin de tales res, como recepcin iluminante y

    dispensadora, como extremo difano de un territorio de penumbras, cuyos contornos se autodefinen al

    inhabitar el verbum. La romanidad es verbum-res: en res hemos descubierto al rgimen ntico de la

    latinidad. En verbum intuimos la densidad espiritual del repartimiento interactivo, la propiedad de un

    mentar que plenifica la cosa, la reabre en vertiginosos y multvocos rumbos; pero recibe de res aqulrgimen ntico que lo enraiza en el mundo y lo hace mencin de sus profundidades entitativas, sa-

    cras, beatficas.

    Veamos ahora brevemente la historia del vocablo palabra 26. Como en el apartado causa>cosa

    respecto de res, en este nuevo captulo parabola>palabra, la historia tiene mayor precisin, hitos ms

    identificables y consecuencias menos penumbrosas. Sin embargo la reinterpretacin del contexto obliga

    una vez ms a postular la especificidad romnica y a subrayar la disyuncin fuerte y notable de la

    lingua romana.

    En primer lugar la presencia de un vocablo griego que entrando en el contexto de la latinitasprodu-

    ce una vasta remocin la remocin de verbum y una no menos vasta recreacin, la de palabra, pa-

    rola, parole, etc., cuyas consecuencias en el territorio romnico no precisan ser destacadas. Podra

    decirse que mientras la romanidad es verbum, la romanicidad espalabra. Pero qu difciles interiorida-

    des recelan estas dos sentencias, y qu radicales exclusiones semnticas sugieren y promueven losdos trminos. Vistos en la perspectiva de mera reconstruccin emprica, en el marco de un fenmeno

    acontecido con caracteres bastante recuperables por la mensura positivista, integran un cuerpo de datos,

    una cantera lingstica, de varia y complicada exploracin. Vistos en cambio segn lumbre reconstructi-

    va de una Geistesgeschichte develadora, cunta densidad se resume en cada centro significante.

    En segundo lugar, en la historia de parabola>palabra reaparece con igual fuerza, pero con mayor

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    claridad, la interactividad compleja de latinitas y cristianismo. Pues si en el caso de caussa>cosa

    podramos sospechar profundas tensiones que provienen del latn arcaico y que modifican el rgimen de

    caussa para llegar a cosa, aqu nos enfrentamos con un dato externo, con un cuerpo insertado en la

    latinitas. Podramos recordar mejor los rumbos de tal interactividad y deducir quiz una constante. Sin

    pretensiones de repetir una historia etimolgica y semntica ya configurada, intento solamente repensar

    la condicin de palabra como centro espiritual semntico de la romaniciclad y deducir implicancias

    no ostensibles en la mera descripcin del fenmeno.

    Du Cange 27

    nos proporciona abundante material del latn medieval, y los diccionarios etimolgi-cos, indispensables para orientarse en este dominio, recomponen con indiscutible precisin los contor-

    nos del trmino romnico. Ahora bien, ya not W. Schlegel y lo reafirm Diez 28, la importancia de la

    confrontacin entre verbum yparabola, y la fuerza dirimente que verbum cobr en el mbito religioso,

    teolgico, cultual. Por ende, y en cuanto ese mismo mbito era dispensacin del Verbo, la fuerza

    dirimente y reconstructiva de parabola y parabolare, que se instal como lnea semntica tpica de la

    especificidad romnica. Divergieron los horizontes, divergieron las denotaciones configuradoras,

    divergieron las resonancias en odos que divergieron del antiguo y denso latn. El panorama es

    suficientemente difano; no as las interpretaciones que podran matizarse y profundizarse. Dentro de

    tales correspondencias y disyunciones fundamentales, hagamos algunas observaciones pertinentes.

    Tanto como para caussa>cosa, enparabola>palabra dominara en los inicios un aspecto dinmico,

    de movimiento y multvoca direccin que tiende a cuantificarse; en el primer ejemplo, como principio

    de cosificacin, cuya objetividad es diferente de res; en el segundo, como principio de configuracin

    del soplo sonoro que responde a cosa. Pues aunque la lengua vulgar, latn o romance, no mentara ya lo

    que est implcito en el compuesto griego, sin embargo un residuo indudable de confrontacin dinmi-

    ca, de collatio interactiva, se despliega en la historia semntica depalabra.

    En segundo lugar, si caussa>cosa desarticula la res ntica fundante, laparabola designativa abre el

    camino del paralelismo dinmico que recepta las significaciones y las transforma en contraespejo del

    mundo. Se desarticula entonces el reino de verbum, que es fundacin verbal (sonora y semntica) como

    completidad de res. Ahoraparabola es desarticulacin del mundo que sirve para el ascenso o descenso

    parablico, esreconstruccin autnoma del mbito semntico (autnoma respecto de la lingua romana),

    es ubicacin del hombre como rgano parablico que pliega o distiende los espacios significantes segn

    otros requisitos y recapitulaciones, especficamente diferentes de los de la romanidad. Otro sentimiento

    del tiempo y del espacio, otra reasuncin del mundo, otra interactividad personal, otra interioridad delalma que reconcentra otras profundidades anmicas, otro territorio de interferencias comunitarias que

    ponen el acento en otros rasgos recnditos de la apertura semntica. En el cuerpo del gnero latinitas

    constitutiva est creciendo otra especie sonoro-semntica, otro sensus, otro fraseo, otro acento, y por

    ende otra morfologa y otra flexin que aprovechan las ruinas de la que fuera lingua romana. Esas

    reliquias de Roma conllevan los rastros del antiguo sistema, se imbrican con una sintaxis que, como

    dice Meyer-Lbke, poco o nada tiene del latn. Pues es en el reordenamiento sintctico-semntico

    donde acontece la emersin de la especie, mientras la materia elemental, con la impronta de la antigua

    especificidad, se pliega a la nueva energa de los centros semnticos, advenidos precisamente como

    alumbramiento especfico en el sensus latino. Las diferencias no son pues ocasionales o superficiales,

    sino profundas y decisivas, tan decisivas que comportan otrosensus, cuya disponibilidad dinmica en el

    lenguaje genera otra sintaxis y otro sentimiento del tempus lingstico.

    En la sustitucin de verbum por parabola>palabrapodran discernirse profundidades negativas o

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    positivas, que nos trasladan por los contornos de la katbasis lingstica a las ltimas develaciones del

    mundo, o que nos reabren en el seno mismo de la katbasis las refulgencias inslitas de un hombre

    entretejido en las escalas combinatorias de un universo, ya transido por un alma que ilumina con otra

    organicidad las correspondencias entitativas o evanescentes.

    De las profundidades negativas por las que se hunde en realidad el mundo antiguo de Roma, la

    sacra romanidad de una misteriosa penumbra dispensadora y ordenadora del viejo latn, podramos

    mencionar dos. En parabola>palabra se inaugura la construccin sonora que presume ya de un

    dominio, y que ser en definitiva eso, dominio. Homo potens verborum trmite para el homo potensrerum. En parabola>palabra acontece la muerte numinosa del mundo, que pasa a configurar no la

    densidad ntica de lo que es, sino la combinacin fugaz de lo que acontece como caussa>cosa.Palabra

    y cosa denotaran idntico receso de la plenitud fundante y comunicante, idntico repliegue de aquellas

    virtudes romanas que exhiben la seguridad y justicia del mundo, inmune a una erosin inmisericorde.

    La construccin sonora del dominio por la cosa, parabolaque contrasta, pero no entraa, palabra que

    transcurre en el segundo plano de la collatio, en su propia energa de confrontacin; y la muerte

    numinosa de la sacralidad romana seran dos centros espirituales de vastas resonancias en la romanici-

    dad. Entenderamos por aqu ciertos caracteres especficos de tal emersin, y precisaramos la tendencia

    de la filiacin lingstica a desembozar y reordenar una verdadera mutacin. Desde luego conviven con

    tales trasfondos otro sentimiento del espacio csmico-telrico, otro tono en el vnculo hombre-mundo,

    otra perspectiva de contraste y referencia, que implica otra figura del mundo y por ende otra sintaxis,

    otra recepcin de los intervalos constitutivos que se sienten como cimientos invisibles pero operantes, y

    por lo mismo otro fraseo, otra pausa, otro reposo o aliento de apertura y despliegue; en fin, el tramado y

    misterioso abismo o repliegue de otro odo que desoculta el mundo de otra manera y produce verdade-

    ras catstrofes morfolgicas, flexionales, fonticas, etc. El odo romano y el odo romnico difieren

    profundamente y esta diferencia, de difcil medicin por supuesto, radica en las profundidades mismas

    de la existencia de verbum, sin perduracin ni descendencia, y la existencia de parabola>palabra que

    empieza siendo otro horizonte sonoro para las densidades nticas, presentes antes en verbum-res.

    De las profundidades valiosas y suscitantes con la fuerza de una dispensacin que entreabre y deve-

    la, podramos destacar igualmente dos. La primera se refiere a las tensiones extremadamente psquicas

    de una interioridad renovada y cambiada, como un continente absolutamente nuevo desde donde la

    lumbre del mundo se hace coparticipacin del alma, y el itinerario del alma despliegue de otros penetra-

    les del mundo. Estas profundidades psquicas no slo convienen a la coyuntura lingstica que repartedos territorios, romano y romnico, sino que parece desocultar antiguas energas dormidas en el latn.

    Por eso tales profundidades coexistiran en la palabra romnica y en muchsimos contrafuertes del latn

    medieval segn una compleja configuracin mundana y religiosa (sobre todo de carcter cultual), donde

    el cristianismo y la Iglesia deciden contenidos inconfundibles.

    La segunda en cambio comportara lo que Theodor Haecker ha llamado mtaphysique du sentiment

    29, o sea una inclusin del mundo en la recndita vibracin que la interioridad devuelve hecha palabras

    y acciones o interacciones. Esta segunda connotacin positiva (que impregna tambin, como dije, todo

    el latn medieval) es el resultado de la parabola: ella propone escalas inslitas, porque reordena el

    vnculo hombre-mundo desde la interioridad velada o suscitante,

    Las consecuencias de estas dos dimensiones romnicas, o del deslinde romnico, a saber,

    profundidades psquicas exploratorias y beatitudes o infiernos anmicos en ciclos inexhaustos de

    incalculables efectos mundanos, corresponden a los orgenes de las lenguas romnicas, de sus expresio-nes literarias, de su innovacin en el soplo sonoro, en la palabra. Mejor dicho, palabra" es eso, la

    recepcin interior de tales profundidades destinadas a cambiar el rostro del mundo.

    Hemos llegado a confrontaciones ntidas que precisan algunos rasgos de la especificidad romnica,

    coherente con la latinitas originaria, deslindada de la especificidad histrica de la lengua romana. El

    brevsimo territorio lingstico elegido verbum y res,por un lado; palabra y cosa, por otro lado no

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    puede pretender, claro est, conclusiones exhaustivas; pero tampoco consiente ser excluido del curso

    fundamental, caracterstico en un anlisis histrico. La reasuncin de estas exigencias que trascienden

    los datos de la investigacin positiva, que la ilustran con un propsito de claridad humanstica o que la

    integran en comprensin de totalidades fundantes, propondra reexaminar lengua y cultura de Roma,

    y lengua y cultura Romnicas segn la impronta de los centros semnticos, sugeridos por lo que he

    llamado trasiego del gnero en la especificidad. Tendramos adems en el caso de este deslinde especfi-

    co, romanidad y romanicidad, la zona ms difana para estudiar el advenimiento de un sensus lingsti-

    co, independiente de la materia elemental que lo conlleva y lo hace momento de profericin.Recapitulemos pues nuestro itinerario para cerrar este ensayo, que slo pretende repensar la temti-

    ca aducida. La lengua de Roma decide el rumbo significante en la misteriosa resonancia de verbum, que

    prefigura las honduras de un soplo sonoro, transido ya de las profundidades divinas; y en la no menos

    misteriosa fundacin concomitante de res, que nos remite por su parte a la patencia del ser en Roma.

    Cmo sintieron los romanos estas dos virtudes semnticas respecto de otras coordenadas de su lengua,

    respecto de su activo mundo de confrontaciones vigorosas? Cundo se extingui ese sentimiento y se

    replegaron las coyunturas y trasiegos semnticos congruentes?

    El hombre romnico convive otras profundidades, inhabita el mundo al mentarlo de otro modo, y a

    l lo colma el mundo con otras tensiones desconocidas para el romano. Palabra y cosa, dos vocablos de

    historia perfectamente mensurable, nos trasladan a esas profundidades, donde nos sorprende una

    penumbra de katbasis, una ilustracin del Sinn lingstico que es innovante en todos sus rumbos.

    Verbum-res corresponden a la especificidad romana;palabra-cosa, a la especificidad romnica. De esto

    no cabe duda alguna. Pero esa congruencia plantea un nuevo interrogante: sigue vigente en las reas

    romnicas la instancia espiritual diseada en nuestra interpretacin; se prolonga histricamente o debe-

    mos hablar de otras reasunciones innovantes, como aqullas del fin de Roma? En ese caso puede adve-

    nir una nueva especificidad en el territorio lingstico?