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    PIlDoo

    NACIONAL

    DE

    TEIlAllJIlA

    200>

    l>i6tIencs Vakb.

    29

    de

    mayo

    1941. Ha Iido

    pa.n;IDnado

    t i a l

    I

    con

    el

    Premio

    Anual de

    CuentoI

    Je*

    R, liJper (Fl

    .Iendo

    dd 1978; Todo puede *

    UD

    cIa 1982; Y

    p i a iCH

    de

    UD

    1992).

    Ea

    1983,

    oboavo el Premio ih i(y de

    Literatura

    el

    Ft.elO

    rIOIII lIa

    con Lo. rHoll d

    0tr0I

    de

    _Iibr o.

    IOD: lduda

    novda,

    1980),

    r...........

    PaImata

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    uentos es ogidos

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    OlNSI: J

    EDIT< lR \L

    lic Jos RafaelLantigua

    Secretario de Estado de Cultura

    lic Len Flix Batista

    Director Ejecutivo de la Editora Nacional

    MIEMBROS

    lic

    Basilio Belliard

    Director General del Libro Lectura

    Dra Virtudes Uribe

    Presidenta de la Cmara del

    libro

    Dr

    Franklyn

    Gutirrez

    Comisionado de Cultura en Ultramar

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    ig n s

    ldez

    Premio Nacional de Literatura 5

    Cuentos escogidos

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    Secretara de Estado de Cultura

    EDITOR N CION L

    Calle Dr. Delgado Esq. Francia

    2da. Planta de

    Biblioteca Rep. Dominicana)

    Santo Domingo, D.N., Repblica Dominicana

    Te . 809) 333-6515, Fax 809) 333-7319

    Web: www.cultura.gov.do

    Email: [email protected]

    Ttulo:

    Cuentos

    escogidos

    Autor:

    Digenes

    Valdez

    Editora Nacional, abril, 2005

    Todos

    los derechos reservados

    para esta edicin

    Correccin: El

    autor

    Diseo de coleccin

    logos: Len Flix

    Batista

    Encargado de edicin:

    mado

    Alexis

    Santana Chalas

    Ilustracin de portada:

    Evocacin

    de

    Mesa

    Diagrarnacin:

    Departamento de

    Ediciones

    de

    la EditoraNacional

    Impresin: Editora Bho

    Isbn 99934-984-9-1

    Impreso

    hecho en Repblica Dominicana

    rinted and bound in t ominican Republic

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    n i e

    Presentacin 7

    Enigma

    Antipolux 7

    silencio del caracoL 25

    Vsperas de Reyes 35

    Cita con Ariadne 43

    Los relojes 47

    Pandemonium 53

    Cuando hay inters y hay amor 59

    La paloma desnuda 6

    Biografa de u hombre desde un sexto piso 69

    Tercera variacin sobre u tema de G P Charlie 73

    Las manos de un amigo desconocido

    8

    Dmitienka 87

    claro sendero de los astros 93

    Datos sobre el autor 97

    5

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    resent cin

    l Premio Nacional de Literatura fue creado en 1991

    esde su primera entrega se sinti como un esperado est-

    mulo a l obra de vida de un autor Desde entonces l crea-

    cin literaria dominicana camina por un rumbo distinto: el

    rumbo de

    l

    seguridad y del reconocimiento a

    l

    entrega de

    toda una vida a l causa de l literatura e trata de una distin-

    cin con l cual los autores galardonados sienten que han

    sido colocados en

    l

    meta de

    l

    consagracin

    Este galardn surgi

    como

    una iniciativa de l Funda-

    cin Corripio Inc y de inmediato fue apoyado

    por

    el gobier-

    no

    a travs de la Secretara de Estado de Educacin instancia

    que luego cedera esa funcin a

    l

    Secretara de Estado de

    Cultura

    l premio se estren con dos glorias de l literatura

    dominicana que para entonces se encontraban todava acti-

    vas en las letras: Juan Bosch y Joaqun Balaguer A partir de

    ese momento los autores reconocidos a lo largo de la exis-

    tencia de dicho galardn han sido Manuel del Cabral en 1992

    Pedro Mir

    en

    1993 Manuel Rueda en 1994 Antonio Fernn-

    dez Spencer en 1995 Marcia Veloz Maggiolo en 1996 Virgi-

    lio Daz Grulln

    en

    1997

    Lupa

    Hernndez Rueda en 1998

    7

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    Mariano Lebrn Savin en 1999 Vctor Villegas en l 2000

    Carlos Esteban Deive en l 2001 Hilma Contreras en l 2002

    Franklin Domnguez

    en

    el 2003 YAndrs

    L

    Mateo en

    l

    2004.

    En

    l

    ao 2005

    l

    galardn ha recado

    en

    Digenes

    Valdez decisin con la que todo l pas cultural se ha sentido

    plenamente identificado.

    Por instrucciones del Presidente de l Repblica doc

    tor Leonel Fernndez Reyna l Secretario de Estado de Cul

    tura licenciado Jos Rafael Lantigua anunci en

    l

    acto de

    entrega del galardn a Valdez la iniciativa de promover cada

    ao nacional e internacionalmente la obra literaria del autor

    ganador. e igual forma se dan los pasos desde l cartera de

    cultura para difundir l obra del ganador en italiano.

    No

    po

    da esperarse menos pues Lantigua es un intelectual surgido

    de las esencias culturales del pas que siempre ha promovido

    iniciativas a favor del libro y de los autores dominicanos y

    extranjeros.

    Y

    lo hace desde

    l

    inicio de su gestin bajo el

    entendido de que a l Secretara de Estado de Cultura l toca

    jugar un rol ms activo en l Premio Nacional de Literatura.

    La labor de impulsar un escritor y su obra no es una

    tarea fcil pero es una tarea necesaria.

    on

    ese propsito es

    que se edita l presente antologa Cuentos escogidos una

    seleccin hecha

    por

    l

    mismo autor que recoge una muestra

    de l cuentstica publicada durante su carrera e incluye una

    bio-bibliografa detallada.

    on

    l misma Digenes Valdez

    autor galardonado ha de recorrer provincia

    por

    provincia

    todos los rincones del pas y tambin varias ciudades de Esta

    dos Unidos de Amrica Latina y de Europa.

    Y

    esa labor es

    asumida en trminos totales

    por

    l

    Secretara de Estado de

    Cultura a travs de la Direccin Nacional de Provincias y del

    Sistema Nacional de Talleres Literarios instancias dependien-

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    tes de l Subsecretara de Estado de Cultura Area de Creati-

    vidad Participacin Popular

    e esa manera l Secretara de Estado de Cultura le da

    vigencia a

    uno

    de los postulados principales de la poltica

    cultural del gobierno del presidente Leonel Fernndez: l

    de

    afianzar la identidad dominicana a travs de los valores na-

    cionales Al mismo tiempo esa accin fortalece l

    literatura

    dominicana y la obra de

    un

    autor importante y de gran signi-

    ficacin para

    l

    historia literaria nacional

    como

    lo es Dige-

    nes Valdez

    e

    aqu

    l

    primera piedra de

    un

    edificio que de-

    bemos construir todos los sectores de la vida cultural domi-

    nicana Por ser l primer intento esperamos que en los prxi-

    mos aos dicha labor pueda encontrar todava mayor afian-

    zamiento dentro y fuera del pas

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    ElEnigma

    Tan

    slo hace dos noches que tuviste aquel sueo. Exac-

    tamente el viernes. Estabas mirando la televisin cuando de

    repente unos pensamientos extraos te obligaron a levantar-

    te.

    Era

    la angustia y el

    temor

    de siempre.

    Te

    dirigiste

    al comedor

    y dejaste a Rita all

    como

    ab-

    sorta delante de aquella pantalla luminosa. Ella apenas

    si

    se

    dio cuenta de tu ausencia. Fue

    como si

    te llevaras contigo el

    aire que respirabas y ella

    en

    un

    esfuerzo intil de su parte

    por

    retenerte te pregunt:

    dndevas?

    T

    la miras cuando pasas por su lado.

    Notas

    que

    no

    desva sus ojos para hablarte.

    Que

    sus palabras se

    confunden

    con

    las que salen del televisor y

    no

    sabes si es aquella su voz.

    Te dices que no es a ti a quien le habla que ella ahora se

    encuentra formando parte de

    otra

    vida que la absorbe y que

    pregunta sin saber a quin:

    dnde

    vas?

    T

    sin darte cuenta le respondes:

    aya

    leer

    un poco

    al

    comedor

    La casa es pequea. Casi pobre.

    i

    quieres leer slo

    puedes hacerlo

    en tu

    dormitorio o

    en

    el comedor o

    en

    la

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    pequea cocina. Pero has dicho que ibas a leer

    al

    comedor,

    aunque

    en

    verdad quisieras irte a la cama. Y te vas hacia all

    con

    el libro entre las manos.

    Pero

    no

    lees, piensas

    en

    ese

    sueo extrao

    u

    ha

    comenzado

    como

    un

    pedazo de vida

    cotidiana.

    Que

    ha empezado contigo y

    con

    tu mujer sentados

    delante del televisor, cuando algo extrao te cruz

    por la

    mente

    y te oblig a salir de la habitacin, dejndola a ella, a Rita,

    como

    hipnotizada delante del televisor, entonces ella te pre-

    gunt

    que

    adnde

    ibas y

    t le

    respondiste que queras leer

    un

    poco

    porque

    aquella pelcula la habas visto ms de una vez.

    No

    ests seguro de que ella te haya odo,

    porque

    ni si-

    quiera te ha mirado. Fue entonces

    cuando

    te marchaste

    al

    comedor

    a pensar entre lneas. Todo es tan natural que

    no

    te

    parece

    un

    sueo. Cada objeto se encuentra

    en

    su lugar: la

    mesa y las sillas

    en

    el centro de la habitacin, el refrigerador

    en

    la esquina.

    Nada

    se encuentra fuera de su sitio. Hasta las

    cosas tienen su

    propio

    color.

    No

    es

    como

    en

    los otros sueos

    en los que los colores, los olores y los ruidos se adivinan; se

    intuyen.

    hora

    no.

    hora

    parece

    todo

    tan natural, tan de ver-

    dad, que no crees que te encuentras soando. Pero ests dor-

    mido y sueas. esde la sala un poliedro de luz, algunos u -

    dos vagos y ciertas palabras llegan hasta tus odos.

    Yeso

    es lo

    que te resulta extrao, que escuches as, de manera tan clara

    lo que dicen aquellas personas

    dentro

    del televisor. Has podi-

    do

    escuchar claramente todas las rdenes: Sbelo

    al

    auto

    Bjalo Ahora disprale .

    No

    es

    como

    en

    los sueos ante-

    riores que de antemano sabes lo que van a decir los otros.

    Ahora no. Ahora cada palabra suena distinta. Y t que habas

    pensado que aquella pelcula la habas visto ms de una vez,

    ahora acabas de descubrir que

    no

    es cierto. Slo

    en

    un

    sueo

    puede suceder que una vieja pelcula parezca nueva y que los

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    personajes de siempre sean distintos

    hora todo

    esto lo es-

    ts soando

    Es un

    sueo horrible

    porque

    todo

    es muy real y

    los sueos deben tener algo de fantsticos para que sean sue-

    os autnticos

    si

    no se convierten

    en

    una pesadilla S este

    sueo

    no es ms que una pesadilla Todo es tan real tan au-

    tntico que

    no

    te queda ms remedio que admitirlo Sientes

    miedo

    Son

    tantas las noches

    en

    las que has tenido pesadillas

    En

    las que has gritado tratando de zafarte de ellas

    pero

    para

    suerte Rita estaba

    durmiendo

    junto a ti y ella tiene

    el

    sue-

    o

    muy ligero

    Por

    eso cuando te vas a dormir lo haces tran-

    quilamente

    porque

    sabes que ella est ah junto a ti y cuando

    comiences a gritar y a pedir ayuda vendr a socorrerte

    ho-

    ra que ests soando sientes miedo de a poquito; despus

    miedo se har ms grande y cuando

    ya no

    puede crecer ms

    sientes la voz de Rita que te llama y te despiertas asustado

    para despus volverte a

    dormir

    hasta

    la

    maana siguiente

    Cuando

    te casaste

    con

    Rita

    acostumbrabas

    a hablar-

    le de tus sueos Le habas contado muchsimos y diferen-

    tes

    Pero este sueo

    es

    diferente

    a

    todos

    los anteriores

    hora tus

    sueos

    son

    una rutina

    y a ella

    parece

    que ya no

    le

    interesan

    hasta pone

    mala cara cuando

    comienzas

    a

    hablarle

    por

    eso cuando este

    sueo

    pase no le vas a ha-

    blar de

    l

    posiblemente no encuentres

    la

    oportunidad

    de

    hacerlo

    Pero

    es

    tan

    extrao

    este

    sueo que

    quisieras po-

    der contrselo aunque

    le

    prometas

    no

    volver

    a

    soar

    ja-

    ms

    Tan slo

    haca

    dos

    noches

    que

    habas

    comenzado

    a

    tener este sueo

    cuando

    sospechaste que aquellos dos

    hombres

    te espiaban

    que

    podan pertenecer

    a los que el

    presidente

    llama

    incontrolables

    y

    ahora

    exactamente

    el

    domingo

    ves

    como tu sueo contina

    y

    hasta

    casi conclu-

    ye

    No

    quisiste hablarle

    de

    aquello a Rita

    porque

    ya ella

    3

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    no

    quiere escucharte a lo ms te dice: esas imaginaciones

    tuyas

    van

    a volverte loco . Pero ahora hoy

    domingo

    es-

    ts

    soando exactamente

    lo mismo:

    que

    te has

    ido

    al

    co-

    medor

    a leer

    dejando

    a

    tu mujer

    mirando

    el televisor cuan-

    do

    en verdad

    est

    en

    la cama

    durmiendo

    junto

    a ti

    quin

    sabe

    s soando que

    est

    mirando

    el televisor

    mientras

    t

    ests leyendo

    un

    libro en

    el

    comedor.

    Pero

    t

    no

    ests all.

    Ahora t

    te

    encuentras

    soando el

    sueo

    ms

    extrao de

    tu

    vida.

    Un

    sueo en

    el

    que

    sueas

    que no

    vas a

    despertar

    y

    nunca

    ms.

    Abres

    el cuello de la camisa la

    desabotonas

    toda como queriendo buscar un

    respiro pero es intil

    esto

    no

    alivia nada.

    Es

    lo raro

    que en

    este

    sueo

    haga

    tanto

    calor

    como en

    la realidad. De

    repente

    el poliedro de luz se

    ausenta

    y el

    parpadeo sonoro

    te dice

    que

    Rita

    ha apagado

    el televisor. Levantas los

    ojos

    y la ves acercarse con el vien-

    tre

    abultado en

    donde se

    esconde

    tu primer

    hijo.

    Es tan

    natural su andar

    que

    no

    parece que camina

    en tu

    sueo.

    Le sonres. Ella te mira y

    te

    pregunta:

    N o tienes sueo?

    N o

    Rita. Hace demasiado calor y

    me vaya

    quedar

    leyendo

    un

    rato ms.

    y ahora ests

    pensando en

    esta oscuridad

    con

    el ruido

    del

    mar

    a

    tu

    espalda. Y ests pensando

    en

    pasado.

    Es

    lo

    raro

    del

    sueo de ahora; que

    ests

    soando

    como piensas:

    en

    pasado. S porque hace

    tiempo

    que la

    lucha armada

    pas

    y casi

    nadie

    recuerda que estuviste

    en

    Ciudad

    Nueva combatiendo

    a los yankis y

    que en

    la espal-

    da tienes

    una

    cicatriz

    que

    le

    ensears

    a ese hijo

    que

    Rita

    tiene

    en

    el

    vientre como tu mejor

    medalla. S casi nadie lo

    recuerda ni siquiera Rita

    pero

    t

    s lo recuerdas. Y

    ahora

    sientes

    miedo

    porque recuerdas

    todo

    esto

    y ellos

    tambin

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    pero cuando tu miedo

    se haga ms

    grande

    Rita te llamar

    y te

    despertars asustado para volver

    a

    dormirte tranqui-

    lamente

    hasta

    el da siguiente. Sin

    embargo

    en

    este

    sueo

    hace

    mucho

    calor.

    No

    comprendes

    cmo

    esa

    mujer

    tuya

    puede dormirse

    as y

    ponerse

    a

    soar tranquilamente

    que

    est

    mirando

    el televisor si

    t

    no tienes televisor

    mien-

    tras

    que

    con tus

    pensamientos

    oscuros lees

    en

    el

    come-

    dor

    y piensas

    en no

    s cules cosas

    con todo

    este

    calor

    que hace que

    el aire

    arda

    al respirarlo. Desde aqu

    puedes

    verla

    dormir y

    escuchar

    su respiracin exacta. Su respira-

    cin sonoramente

    igual

    como

    medida.

    Mejor

    te vas a

    to-

    mar un poco

    de

    aire afuera. Respiras

    hondamente

    el aire

    que

    aqu

    tambin

    sigue escaso y

    que dbilmente corre en-

    tre los

    muros de

    los altos edificios. Caminas un poco ha-

    cia la

    esquina

    entre

    esta

    masa

    de pensamientos

    amorfos

    que

    ahora

    te

    hacen temblar de

    espanto.

    De sbito

    sientes

    cmo todo

    el

    panorama

    cambia. Sientes el

    golpe

    profun-

    do en

    la

    cabeza

    y

    una

    lanza

    ardiente

    te

    corre por toda

    la

    mdula. La sangre tibia te

    baa

    la cara y sientes ganas

    de

    gritar pero no

    puedes

    es igual

    que en

    los otros sueos

    que

    no

    puedes

    gritar

    hasta que

    no haces un

    esfuerzo enor-

    me.

    Te

    vas

    encogiendo

    poco

    a poco

    hasta que un par

    de

    brazos

    te

    amparan

    y

    evitan

    que

    te

    vayas al suelo.

    Sbelo al

    auto

    Sientes

    como si

    estuvieras flotando. N o es nada raro

    para ti

    ya

    son tantas las veces que has flotado

    en

    tus sueos

    que una vez ms casi no te sorprende. Pero te sorprendes. Es

    lo maravilloso de los sueos y ahora s de verdad parece que

    sueas.

    Todo

    sigue cambiando. El panorama las voces la

    televisin Rita mismo.

    Todo. S

    ahora

    todo

    est tan claro

    como

    una luna sin noche.

    Todo

    est completamente oscuro

    5

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    16/99

    y el auto en

    donde

    te han subido sigue comindose los kil-

    metros de la autopista

    jBjalo

    Escuchas

    la

    orden

    sientes

    cmo

    la

    puerta se abre

    cmo de un empujn sales a

    la

    plenitud de esta noche sin

    luna La sangre ha dejado de fluir

    pero

    sientes el cuerpo pe-

    gajoso con esa baba oscura que se te

    ha

    adherido como una

    nueva piel Todava te duele la cabeza Te ponen de pie y

    entonces entre la

    penumbra

    y el

    rumor

    de las olas ves el

    can de la pistola

    Disprale

    Ahora

    lo comprendes todo Ya ests sintiendo

    mucho

    miedo Ya es

    hora

    de que comiences a gritar

    con

    todas tus

    fuerzas para que Rita te despierte de este sueo horrible

    y te

    vuelvas a dormir tranquilamente hasta el da siguiente Pero

    no

    vas a gritar aunque sientas

    mucho

    miedo porque sabes

    que es intil porque este sueo es demasiado natural para

    que sea

    un

    sueo y

    quieres morir

    como

    mueren los

    hom-

    bres

    por

    eso es que no vas a gritar Porque sabes que Rita no

    escuchar tu voz aunque

    la

    llames

    con

    todas tus fuerzas En-

    tonces te quedas con los ojos fijos en

    la

    pistola esperando

    que escupa su muerte que es

    al

    mismo tiempo tu muerte sin

    querer te has puesto a temblar entonces sientes

    la

    mano

    y

    la

    voz de Rita que te llama y te despiertas asustado

    con

    los ojos

    fijos en aquella pistola que te apunta directamente a

    la

    cabeza

    y ahora s tienes

    la

    seguridad de que despus del disparo te

    dormirs tranquilamente; para siempre

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    nt polux

    Imagnate que te llamas Ral Morales, Leopoldo Orriz,

    o

    si

    quieres

    Pedro

    Prez y que a travs de la herida que se te

    abre

    en el

    pecho, ves que

    el

    nio te apunta

    con

    su pistola de

    juguete y te grita:

    Arriba

    las manos

    El pensamiento

    se te

    ha pegado

    a la

    mente como

    una

    babosa.

    T

    lo miras

    con

    esos

    ojos nublados

    por

    la

    muerte.

    La sangre

    que

    se

    escapa

    a

    torrentes

    casi te

    oscurece

    la

    vista.

    Apenas

    adivinas sus facciones, es

    como

    si

    una

    nie-

    bla

    muy

    ligera te velara

    hasta

    las

    formas

    de

    las cosas. Sin

    embargo

    lo ests mirando

    con

    tus

    ojos ms nuevos.

    No

    con

    los

    ojos de

    los

    veinte que dentro de un rato

    ya

    no

    vern

    ms.

    Te

    ves

    nuboso

    y

    poco

    a

    poco

    vas

    adivinando

    lo

    que

    pasa.

    Haces un esfuerzo

    y crees

    que en

    aquella

    cara

    reconoces a

    quien

    sabe

    quin

    quizs a Ral Mora-

    les, a

    Leopoldo

    Orriz, o si quieres a Pedro Prez)

    en

    esos

    ojos

    que

    te

    miran

    fijamente y

    que tan

    slo

    hace un rato

    te

    han

    gritado:

    Arriba

    las manos

    Pero

    t no puedes levantar las manos.

    Apenas

    tie-

    nes fuerzas

    para levantar los

    ojos

    y mirar

    su

    rostro.

    El

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    18/99

    te mIra

    fijamente

    y

    lentamente levanta

    la pistola

    y

    con

    gran cuidado

    apunta

    a la

    frente

    dispara. La bala

    se te

    incrusta en el cuerpo. Arde.

    La

    sangre sale en

    abundan-

    cia

    sientes

    cmo

    tu

    cuerpo

    se

    derrite

    y la

    respiracin

    se

    ausenta.

    Qu

    te parece

    si

    jugamos a los detectives

    a los

    ladrones; quieres?

    E s t bien respondes.

    Lo

    miras fijamente

    y le

    pre

    guntas:

    - Cmo te llamas?

    Pedro

    Ral

    Leopoldo Como

    t quieras; eso qu

    importa?

    te marchas

    con

    l

    Es

    casi de tu misma edad quizs

    un ao

    mayor. Sus ojos oscuros te miran sin descanso.

    E r e s nuevo en

    el barrio verdad?

    S

    Quieres

    que seamos amigos?

    Ya tienes tu

    primer

    amigo. Agarras la

    mano

    que te ofre

    ce y la aprietas

    con

    fruicin.

    El

    calor de tu

    mano

    reconoce

    en

    el calor de la suya

    en

    su sonrisa y

    en

    esos ojos oscuros que es

    tu

    amigo. Y comienza a decirte

    cmo

    es.

    Mira

    uno de los dos ser el detective.

    No

    tiene que seguir hablando. Sabes que el

    otro

    tendr

    que ser el bandido.

    Doblan la

    esquina a lo lejos divisas tu

    casa le sealas

    en dnde

    vives y escuchas

    cuando

    te respon

    de que casi vive

    en

    frente.

    Entonces

    el detective saldr a bus

    carte y

    cuando

    te encuentre gritar:

    Arriba

    las manos

    T levantars las manos. Dejars caer el arma y sers su

    prisionero. Te dejars llevar a su cuartel. S; porque

    l

    tendr

    su cuartel que podr estar debajo de algn poste del alum-

    8

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    brado o

    en el

    tronco de

    un

    rbol o

    en

    el muro frontal de tu

    casa. El lugar

    no

    importa lo

    importante

    es que l tiene su

    cuartel

    y

    que

    no

    puedes escaparte hasta que

    no

    vengan los

    otros

    bandidos a liberarte ah

    pero

    t eres listo esconders

    un arma

    en

    tus zapatos

    en

    tu espalda o debajo

    de la

    camisa

    y

    cundo

    l

    se descuide

    le

    gritars:

    rriba

    las manos

    y

    se invertirn los papeles. El

    bandido

    ser l o lo sers

    t. Eso qu importa.

    Lo

    llevars a tu cuartel o a tu guarida

    y

    vendrn los de

    l

    a liberarlo

    despus los tuyos

    con mucho

    sigilo asaltarn su cuartel o su guarida

    y

    te vers libre

    y

    de

    nuevo

    l estar

    en

    tus

    manos y

    as se repetir el juego hasta el

    infinito hasta que crezcan juntos

    se hagan

    hombrecitos

    te

    vas a sentir molesto

    cuando

    sepas que es el novio de tu her-

    mana

    Laura o Patricia o como se llame.

    No

    porque sea el

    novio

    de

    tu hermana sino

    porque

    l

    no

    tiene hermanas que

    puedan

    ser tus novias.

    Y a

    sabes

    la

    regla es entregarse y dejar caer

    el

    arma

    porque si no tendr que dispararte

    Claro que comprendes.

    Si

    ves

    un

    rbol cerca sin que l

    lo espere te protegers detrs de l sacars el arma que tienes

    oculta

    y

    le gritars:

    rriba

    las manos

    Y l tendr

    que

    soltar su arma

    porque si no

    le dispara-

    rs

    y

    tendr que morirse. Una muerte que se desvanecer cuan-

    do

    el

    juego se reanude

    al otro

    da.

    Pero

    tienes

    que

    respetar las

    reglas

    no

    le disparars

    si

    deja caer su arma

    y

    se entrega.

    s

    esa tu hermana?

    le

    preguntaste.

    El

    te

    responde

    que

    s con

    un

    movimiento de

    la

    cabeza

    al

    mismo tiempo

    pregunta:

    t no tienes hermanos?

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    Ves cmo sus ojos tristes te miran. Oyes cmo su voz

    casi apagada te

    responde

    que no que no tiene hermanos.

    -Quieres

    que yo sea tu hermano?

    Te

    das cuenta de que sus ojos brillan.

    Como

    si

    entre

    las

    cenizas de sus ojos grises unas candelitas estuviesen escondidas.

    D e

    veras?

    S de veras.

    -Claro

    que quiero

    Entonces no

    s

    si

    fue a ti o a l a quien se le ocurri la

    idea.

    Ahora

    lo recuerdo; la idea fue tuya.

    Como en

    las pelcu-

    las de

    la

    televisin que habas visto decenas

    de

    veces

    com

    praste

    una

    navaja de afeitar; recuerdas?

    tomaste

    tu

    brazo

    herido y hermanaste

    su

    sangre

    con

    tu sangre.

    Todo

    fue mara-

    villoso. Claro que ahora lo recuerdas. Qu zurra ms grande

    te dio tu madre

    pero

    te sentiste feliz.

    -Ahora somos hermanos.

    Lo

    seremos hasta la muer-

    te.

    Nada

    ni nadie

    puede

    separarnos.

    Si

    uno

    muere el

    otro

    lo

    seguir. Lo prometes?

    S

    lo

    prometo.

    Pero era mentira.

    Quizs

    tuviste la culpa.

    Te

    fuiste a

    trabajar a

    Nueva York porque

    los

    tiempos

    estaban

    duros

    y

    cuando

    regresaste l ya

    no

    estaba.

    Estuviste

    preguntando.

    Mara

    no

    supo qu

    decirte

    de

    l.

    Apenas

    que

    era militar y

    que

    haba estado de puesto

    en

    algn

    pueblito

    de la frontera

    en

    Pedernales

    en Toluca

    o

    en

    Paysand. Te miras la cica-

    triz en

    brazo

    sabes

    que

    l est

    haciendo

    lo

    mismo que

    como

    t est pensando: es mi

    hermano

    llevamos la mis-

    ma

    sangre. Ni la

    muerte podr

    separarnos. Y tienes la segu-

    ridad

    de que

    ests

    en

    lo cierto.

    De que

    l quisiera

    estar junto

    a ti junto a Mara. Pero esta

    noche

    t tienes un presenti-

    miento

    negro si es

    que

    los

    presentimientos

    tienen algn

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    color. No sabras cmo definirlo. Dentro de la amargura de

    la

    noche que un

    da de estos

    puede continuar

    y hacerse

    eterna hay algo dulce.

    Con

    tu fusil

    en

    el

    hombro

    presientes

    la

    tragedia. Quizs esta

    noche

    los yankis ataquen a los re

    beldes?

    Te

    preguntas

    cmo

    te metiste en aquello y

    no

    lo

    sabes. S

    no

    sabes

    responder

    a tus propias preguntas. Viste

    la gente gritando: revolucin y sin darte

    cuenta

    te

    encon

    traste atrapado por la revolucin.

    Ahora

    te sientes feliz

    con

    tu

    fusil

    en

    el

    hombro

    y ciento cincuenta tiros

    en

    la cartu

    chera listo para

    defender

    esa revolucin que

    ahora

    s

    com

    prendes. 11iras

    la

    luna

    cmo

    se esconde.

    No

    sabes

    por

    qu

    te sientes triste. De repente algo te saca de tus pensamien

    tos. Es

    una

    voz;

    la

    voz de Mara que te llama:

    Qu

    es lo que pasa Mara?

    - Mam

    se est muriendo. Tienes que ir a verla

    No puedes le respondes que

    no

    puedes. Que te mata

    rn cuando cruces

    al

    otro

    lado pero ella insiste

    con

    sus llo

    ros.

    Te

    dice que ella quiere verte antes de morir que

    no

    deja

    de llamarte. No puedes resistir ms le dices que irs

    yaun

    que

    no

    sabes cmo irs. Pero

    cmo

    ha

    podido

    ella llegar

    hasta aqu a estas horas?

    por

    qu no le preguntas? Eso es

    te acabo de dar una idea

    No

    te atreves a preguntarle

    pero

    ella lo adivina.

    uan est de servicio. Le he explicado lo que sucede y

    me

    ha dejado pasar.

    uan -exclamas.

    Es como si

    un

    relmpago iluminara lo

    negro de

    la

    noche.

    - Juan -vuelves

    a decir-o

    Dnde

    est l?

    te vas

    con

    ella sin siquiera pedir permiso La tristeza y

    la dicha se han juntado

    y

    te han dejado

    como

    loco.

    Es como

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    si un

    enjambre de grillos luminosos te caminaran

    por la

    fren-

    te.

    Te vas con ella. Acaricias de

    nuevo

    la cicatriz de tu

    brazo

    izquierdo. horaque sabe

    que

    ests aqu estars deseando

    verle para hablar

    de

    nuevo.

    Nada

    habr de separarlos aunque

    estn en bandos contrarios porque la sangre de

    uno

    corre

    por las venas del otro. Sabes que l

    con

    alegra gritar tu nom-

    bre

    y

    t el de l que el calor de su mano ser el

    mismo

    calor

    de la primera vez

    cuando

    se conocieron

    cuando

    se hicieron

    amigos cuando se hicieron

    hermanos

    cuando juraron no

    separarse ni con la muerte.

    Tus

    pies deshacen

    el

    camino lo

    seccionan lo rompen

    en

    pedazos

    y

    lo construyen de nuevo

    hasta que la

    voz

    de Mara

    rompe

    tus pensamientos

    y

    te dice:

    qu

    estaba.

    Quiebras el nudo que tienes

    en

    la garganta.

    Rompes el

    hechizo de la

    emocin

    y gritas su

    nombre

    una vez otra vez.

    Pero nadie te responde. Slo el eco devuelve

    voz un

    poco

    recortada:

    uuaaann uuaaannn

    La

    voz de

    Mara te apremia.

    Te

    dice que la

    van

    a

    encon-

    trar muerta. Le pides que aguarde tan slo

    un

    momento y le

    llamas una vez ms

    pero

    tu

    voz

    se pierde

    en

    la noche

    redon-

    da

    de

    oscuridad y de silencio. Mara vuelve a pedirte que se

    marchen. Quizs tiene miedo. Tal vez presiente algo.

    De

    se-

    guro

    que nunca

    antes habas

    odo

    una

    voz

    tan angustiada.

    Empiezan

    a caminar. Casi corres. Es cierto te digo que casi

    corres. Mara empieza a llorar. T

    tambin presientes lo mis-

    mo

    y

    cuando

    llegan te encuentras

    con

    tu presentimiento. El

    pulso de tu

    madre

    ya

    no

    late

    y

    sus

    manos

    estn fras.

    No

    sabes qu decir y

    no

    dices nada. Tampoco sabes

    cmo

    llorar

    pero

    lloras.

    En

    la dbil luz que ilumina la habitacin ves las

    lgrimas

    de

    Mara.

    Oyes

    sus lamentos mientras el

    tiempo

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    pasa sin siquiera darte cuenta. Ya casi amanece. Lo presien-

    tes. Quieres marcharte. Tienes que marcharte ; me oyes?

    tienes que marcharte .

    Y te vas. Te vas

    con la pena

    enreda-

    da

    en

    los ojos entre los pelos de tu cabeza entre cada maldi-

    cin que sale de tu boca.

    Arriba

    las manos

    y

    ahora

    se

    han

    invertido los papeles. Ya casi lo tienes

    enfrente.

    Ahora

    ves su rostro; es

    l

    Quisieras hacerlo

    pero

    no

    te atreves. Sin embargo

    no

    te queda otro camino me has

    odo?; tienes que hacerlo. Bajas los brazos lentamente y le

    dices

    con

    voz suave casi

    con

    cario:

    Juan no me

    reconoces?

    Entonces

    suena

    el

    disparo. El cuerpo se te derrite y te

    vas

    al

    suelo. La sangre te sale

    en

    abundancia y

    la

    respiracin

    se ausenta. Sabes que

    dentro

    de

    poco el

    sol saldr.

    Ese

    sol

    que

    ya

    nunca vers ms porque te encontrarn

    con

    una bala

    en

    pecho

    r

    otr

    en

    l

    frente

    unque

    te

    ll mes

    l

    lor -

    les Leopoldo Ortiz o si quieres

    Pedro

    Prez.

    3

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    silen io del r ol

    Estuvimos discutindolo toda

    noche

    y el partido

    decidi

    que nos

    enganchramos.

    Creo que

    fue

    una

    deci-

    sin difcil para todos

    pero

    ms para m, porque me haba

    pasado toda mi infancia haciendo micromtines,

    tirndo

    les piedras a los policas, gritndoles esbirros y gori-

    las y

    ahora

    al

    partido

    se le

    ocurre

    que yo fuera uno

    de

    ellos, qu iban a decir mis amigos y mis compaeros de

    escuela? Ya me lo poda imaginar: que me haba vendido y

    que en todo caso yo era peor porque tena conciencia y

    ellos no

    que

    yo s saba lo

    que

    deba saber. Por eso fue

    que

    grit cuando tomaron la decisin y dije que no

    me

    iba

    a enganchar, que nadie me poda obligar a hacer eso, si yo

    no

    lo quera.

    Todava recuerdo mirada y voz de un compaero:

    -Compaero caraja, entienda Qu importa lo que

    diga y piense nadie? Para m esta decisin es tan difcil

    como

    para usted,

    el

    partido nos ha encomendado una misin y te-

    nemos que cumplirla. Ser revolucionario es tarea difcil, me

    parece que para usted lo ms importante es que todos sepan

    lo que es, que lo admiren por lo que es y

    no

    por lo que hace.

    eest juzgando mal -protest.

    25

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    25/99

    N o

    lo juzgo mal, es que usted

    no

    parece

    comprender

    que

    la

    lucha tambin hay que hacerla con el cerebro.

    Estamos de acuerdo, compaero. Pero ha

    pensado

    en

    lo que suceder

    si

    nos descubren?

    sees el riesgo que corremos, por eso debemos ser

    cautelosos y trabajar

    en

    silencio como un caracol. Si nos des-

    cubren, entonces ya no \ 'ivirn tranquilos, sabrn

    que

    sus

    defensas ms fuertes

    son

    vulnerables. Ya

    no podrn

    confiar

    en

    nadie.

    Volv a negarme. Que fuese otro

    en

    mi lugar, yo

    no

    serva para eso.

    S

    usted sirve Usted se enganch a revolucionario,

    usted es

    un

    soldado y ahora tiene que ponerse el uniforme

    si

    quiere seguir adelante; si tiene

    miedo

    pida su baja

    Aquella

    noche

    llor. Saba que

    si no

    acataba

    la orden

    tena que dejar el partido, por eso acept

    en contra

    de mi

    voluntad; ahora

    no

    soy ms que

    un

    guardia raso.

    Los primeros das

    me

    senta

    incmodo con

    esa

    ropa

    amarilla encima, sobre

    todo con

    esa camisa tan pegada

    al

    cuer-

    po que casi

    no me

    dejaba respirar. Sin embargo, ahora

    ya no

    siento nada;

    me

    doy cuenta

    que

    ellos

    son

    casi

    como

    nosotros

    y que yo tambin soy casi

    como

    ellos.

    Al principio tuve que hacer

    un

    esfuerzo para

    no

    man-

    dar al carajo al sargento. Le ca mal desde el principio

    no

    estaba ms que: recluta, haga esto, recluta, haga lo otro

    Acaso no saba mi nombre?, entonces,

    por

    qu

    me

    llamaba

    recluta?

    Recluta cambie el paso , qu

    le

    sucede?

    Uno, dos,

    tres, cuatro, cadeeencia

    yo:

    Uno

    dos, tres, cuatro

    6

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    el sargento:

    -Cadeeencia ... Cambie el paso coo.

    Es la

    ltima

    vez que se lo digo recluta

    y

    otra

    vez el sargento Bonifacio

    si

    sabe que

    no me

    gusta que

    me

    digan recluta;

    por

    qu

    no me

    llama por mi

    nombre?

    -Porque usted es

    un

    recluta carajo por eso

    Ah

    pero cuando

    fuimos

    al campo

    de tiro ah se

    me

    acab lo de recluta:

    -Recluta agarre el fusil

    as

    S as est bien. Ahora

    quite el

    dedo

    de ah anj. Apoye bien la culata

    contra

    su

    hom

    bro

    muy

    bien ahora mire hacia all hacia ese carteln que ve

    all que se llama blanco. Usted va a tratar de darle

    en

    el cen

    tro cosa que

    dudo

    porque

    en

    la cara se le

    nota

    que

    no

    naci

    para guardia.

    Ahora

    coloque la mira

    un

    poco ms arriba del

    centro

    porque si

    lo haces medio a medio del tiro se te va para

    abajo.

    s

    por

    la

    gravedad mi sargento.

    Y a

    te dije que

    no

    naciste para guardia sabes dema-

    siado

    pero no

    te creas

    un profesor

    por

    eso yo te lo iba a

    decir slo

    que

    no me

    diste tiempo.

    Quin

    no

    sabe que es

    por

    la gravedad que

    .. .?;

    bueno ah tienes diez tiros

    apunte

    bien y trate de hacer diana.

    Saba tan bien como

    el

    sargento lo que haba que hacer.

    Cuando la guerra civil estuve

    en

    los comandos de Ciudad

    Nueva

    y

    me ensearon todo

    eso

    pero no

    lo dije. Puse

    la

    mira

    como me haba indicado pegu los

    codos al

    costado y aguant

    la

    respiracin. El sargento se

    qued

    mirando y

    me

    grit:

    Por qu haces eso?

    Qu

    cosa mi sargento?

    -Pegar los codos a las costillas.

    27

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    27/99

    N o

    lo s mi sargento. Tal vez porque as estoy ms

    cmodo.

    Bueno dispare y

    no

    se

    me

    haga el sabio.

    Le

    not en

    los ojos y

    en

    la boca una risita muy mal

    disimulada.

    En

    cambio yo tena el presentimiento de que

    me

    lo iba a ganar y de que seramos amigos. Aguant

    la

    respira

    cin nuevamente fij la vista

    en

    ese enemigo circular que

    desde lejos

    me

    lanzaba

    un

    reto apret

    el

    gatillo algo

    cobr

    vida dentro del fusil y el disparo sali

    como

    un

    trueno sil

    bante invisible

    E se

    tiene que haberse ido de cuadrangular

    por

    enci

    ma de la cerca dijo el sargento

    en tono

    de burla.

    y

    antes de que terminara da hablar volv a apretar el

    gatillo y el mismo sonido el mismo trueno apag su voz.

    Yo

    no le

    miraba le escuchaba slo vea en

    la

    distancia a aquel

    enemigo de ojos concntricos que

    me

    retaba. Son el ltimo

    disparo y el sargento Bonifacio

    con

    una sonrisa infantil me

    dijo:

    Bueno Hank

    Aaron creo que diste el ltimo jonrn

    de la tarde

    Y

    yo

    s

    es mi sargento pero

    la

    prxima vez lo har mejor.

    Pero

    cuando el

    otro

    guardia hizo las seales de puntua-

    cin e indic que haba

    hecho

    diana las diez veces

    al

    sargen

    to se

    le

    borr la estpida sonrisa que tena en

    la

    boca. Me

    mir

    como si no

    entendiera nada de lo que haba sucedido

    y

    me

    dijo:

    Sabes

    lo que has hecho?

    Y yo

    L o

    har mejor la prxima vez mi sargento se lo

    prometo.

    28

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    Deje de hacerse

    el

    pendejo.

    Ha hecho

    diana

    con

    los

    diez tiros

    y

    yo:

    Estoy aprendiendo

    pronto

    mi sargento.

    Quin

    lo ha mandado? me pregunta-o El enemigo?

    y yo:

    u

    pronto

    lo adivin

    Cmo

    lo supo?

    Entonces

    al

    mismo tiempo soltamos

    la

    carcajada. Desde

    ese da supe que

    el

    sargento era mi migo lo que era ms impor

    tante para

    m

    saber que

    ya

    no me llamara otra vez recluta

    Una

    noche hace

    ya

    varios meses lo vi un

    poco

    triste.

    Me habl de su juventud y de sus hijos de su mujer viviendo

    all

    en un campo

    del Cibao. Me habl de muchas otras cosas

    de lo

    mucho

    que deseaba volver a ser civil. Fue esa

    noche

    cuando supe que

    no

    llevaba

    mucho

    tiempo

    en la

    guardia y

    me

    sorprendi que fuera sargento fue entonces cuando se le

    ilumin la cara y

    me

    dijo:

    Por

    qu se enganch? Dgame por qu

    se

    enganch?

    Y o

    mismo

    no

    lo s sargento.

    Me haba dado cuenta que

    el

    sargento era un hombre dife

    rente pero an

    no

    saba

    si

    poda confiar en

    l

    Siempre estaba

    hacindome preguntas sospechosas. Comprend que haba ve

    nido a

    m

    porque quera saber algo entonces intent desviar la

    conversacin y hacer que pensara en otra cosa.

    Le

    dije:

    Saba

    usted que su

    nombre

    quiere decir

    hombre

    de

    buena cara mi sargento. Creo que a usted

    le

    queda bien lla

    marse as.

    Por

    qu dice eso?

    Bueno

    lo que quiero decirle es que

    uno

    lo mira a

    usted y cae bien.

    Por qu le caigo bien quiere decrmelo?

    9

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    29/99

    No s lo

    que

    pensaba el sargento lo cierto es

    que

    esta-

    ba muy raro i

    l

    sospechaba algo poda

    darme

    casi por

    muerto

    Deba

    saber lo que tena

    dentro

    de su cabeza

    Dicen

    que

    la

    cara es el reflejo del alma y s que usted

    tiene

    un

    alma buena por eso es que creo que su

    nombre

    le va

    bien sargento Bonifacio

    Hablas

    muy

    bien debiste ser poltico y no guardia

    Me sent aterrado

    No

    s de

    dnde

    sacaba el sargento

    aquellas palabras Cada vez que abra

    la

    boca

    me

    dejaba des-

    concertado Un sudor fro

    comenz

    a bajarme por

    toda

    la

    columna vertebral

    qu no

    se aprende nada

    dijo

    Siempre se

    aprende

    algo mi sargento

    respond

    i t lo dices

    debe

    ser as

    Pero

    qu has

    aprendido

    t?

    Viniste aqu sabindolo todo

    Nadie

    te

    ha

    enseado nada t

    lo sabas Hay tantas cosas raras

    en

    ti que a veces dudo Ha-

    bla dime algo

    Qu

    quiere que

    le

    diga mi sargento?

    Ya

    no me

    miraba Tena

    la

    vista clavada

    en

    el suelo

    a

    cara transfigurada como

    si

    una crisis dolorosa estuviera cam-

    bindolo interiormente No era el sargento que haba conoci-

    do meses atrs

    ahora

    casi

    me

    atreva a decir que tambin

    senta miedo Miedo tal vez

    de

    lo que yo pudiera decirle

    D e civil qu pensabas de nosotros? qu somos

    para ellos?

    Creoque los civiles piensan que

    somos

    gente que a

    veces

    no

    sabemos lo que hacemos; usted tambin fue civil

    no mi sargento?

    T ecomprendo

    Hay

    en

    el mundo tanta violencia que

    a veces pienso que no est bien hecho

    pero

    ahora que eres

    igual que yo que

    ya no

    eres civil qu piensas de esto?

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    30/99

    A pesar de

    todo

    hay algo que

    me

    inspira

    un

    poco de

    confianza. Comprendo lue por ms que quiera

    no

    voy a

    po-

    der engailarlo

    por mucho

    tiempo.

    Creo

    mi sargento, que esta vida es dura y que

    no

    debemos complicarla hacindonos preguntas intiles.

    N o esperaba que

    me

    respondieras eso, ni era lo que

    quera que dijeras casi

    me

    susurr .

    Quin

    te ha dicho que

    son preguntas intiles?

    l,as palabras del sargento me iban exasperando poco a

    poco. No

    soportaba y

    a ese

    hombre

    que

    me

    interrogaba,

    l

    final

    me dominaron

    los nervios

    y le

    grit:

    A

    dnde quiere llevarme, sargento?, qu es lo que

    pretende

    de m?, qu es lo que quiere saber?

    Solamente

    lo que piensas de nosotros.

    Y o l

    igual que usted

    le

    dije-, pienso que este

    mun

    do est mal

    hecho

    y lucho porque sea ms

    humano y

    ms

    justo, que haya

    menos

    diferencias, mire a su alrededor,

    no

    ve

    l

    imperfeccin

    por

    todos los lados?

    No no l

    veo respondi.

    Pue s

    yo

    s

    Hasta en nosotros?

    S hasta

    en

    nosotros.

    1 0

    cierto es que

    no

    te entiendo, muchacho.

    Entonces

    le

    dije

    que un mdico

    era

    un hombre que

    sanaba

    evitaba

    que

    las

    gentes

    mueran o

    sufran que un

    abogado utiliza su ciencia

    para

    defender l que no puede

    hacerlo

    por s

    mismo;

    pero que l

    yo qu

    habamos

    aprendido?

    El,

    con

    su mirada patriarcal e inalterable

    me

    respondi:

    T eres quien parece saberlo todo.

    Dime

    qu

    hemos

    aprendido

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    31/99

    -Aunque tena mis dudas,

    en

    ese momento

    compren

    d que el sargento tena una sagacidad y una inteligencia

    poco

    comn.

    -Cree

    usted

    en

    Dios,

    mi sargento?

    S pero

    eso

    no

    contesta mi pregunta.

    -Entonces debe

    saber que hay

    un mandamiento

    que

    dice: no matars .

    L o s; es el quinto.

    Pero an

    no me has respondido.

    -Cmo

    es posible conciliar nuestra profesin

    con

    ese

    mandamiento?

    Cmo

    es posible

    amar al

    prjimo

    con

    el fusil

    1

    J

    en

    a mano. amo, como, como....

    -Baje la voz coo, baje la voz

    Volv entonces a preguntarle, envolviendo las palabras

    en un

    susurro.

    J

    - ccomo, como.

    T e vaya

    decir

    algo

    recluta, todava

    no

    he matado a nadie.

    Volva a llamarme recluta,

    pero

    ya

    no

    me

    molestaba.

    Lo

    mir fijamente a los ojos y

    le

    dije:

    Pe ro

    lo har, mi sargento.

    Lo

    har, y ese da

    no

    lo va

    a olvidar

    nunca

    N o digas ms pendejadas y cierra

    la

    boca

    si no

    quie-

    res joderte.

    Me dej as, solo, sentado

    en

    la gramita que hay detrs

    del cuartel. N o tena dudas, saba que el sargento me haba

    descubierto, tal vez estaba equivocado,

    pero

    me qued all

    esperando, esperando que vinieran a buscarme.

    Sin

    embargo

    nadie vino.

    Estaba completamente

    seguro

    de que

    ya no

    iba a delatarme. Pasaron varios das sin que lo

    viera,

    pero

    a la semana justa se acerc y me dijo:

    -Recluta, he llegado a

    la

    conclusin

    de

    que usted es

    un

    infiltrado

    32

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    32/99

    No

    esperaba que me dijera estas palabras, por eso me

    sorprendi cuando me las dijo as, todas de golpe, sin siquie

    ra

    tomar

    un respiro.

    Tiene

    razn, mi sargento

    le

    dije-o Soy

    un

    inftltrado.

    y

    qu es lo que buscas?

    N o estoy seguro de eso, pero a veces pienso que so-

    lamente busco una forma para comprenderlos mejor.

    Nada

    ms?

    pregunt

    Pareca incrdulo. Sus ojos fros me miraban fijamente.

    y

    siquiera poda sentir miedo. De sbito comprend que

    el

    sargento siempre haba sabido todo.

    A s es

    le

    respond-o Nada ms.

    S que mientes, no me hagas tan

    tonto

    como para no

    adivinar lo que buscas.

    Ya

    no tena nada ms que decir y me qued en silencio.

    El lo haba dicho todo.

    T

    confas

    mucho

    en m,

    no

    es cierto?

    Una tenue luz comenzaba a nacer dentro de m.

    A s

    es, mi sargento.

    Pe ro

    te has equivocado. Ahora mismo te voy a de-

    nunciar; no tienes miedo?

    N o

    mi sargento, no tengo miedo.

    Por

    qu?

    Porque s que no lo har.

    Se sonre. Me clava

    en el

    rostro sus ojos firmes y muy

    negros y me pregunta:

    Cmo puedes estar tan seguro de eso, recluta?

    Yo entonces esbozo una sonrisa y

    l

    respondo:

    Porque ha sido usted quien me ha enseado que el

    quinto de los mandamientos dice: no matars , mi sargen

    to, no matars .

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    33/99

    speras eyes

    Yo s que l angustia

    no

    se puede medir en grados como

    l fiebre, y que para su cura lo que ms servira es sentarse en

    una barra y embotarse los sentidos con una botella de ron,

    pero, y despus qu? Despus viene el despertar, l retoma

    de l conciencia, l agudizacin del problema, el caos. Porque

    l angustia es una enfermedad me da l gana de llamarla s

    que se presenta de improviso, ni siquiera es un sntoma que

    advierte, es l enfermedad en s misma.

    Hoy temprano en l maana, sal a caminar. Me senta

    desorientado. Mis pies obedecan a un impulso extrao, era

    como

    si caminara dentro de un sueo pesadilla sera mejor

    llamarla , de repente me encontr con el calor abrasante de

    l

    calle,

    con

    el trfico

    hum no

    que

    igual que yo, pareca que

    caminaba sin una meta clara, ramos como abejas sin una

    colmena en donde posarse. n un instante imposible de me

    dir, record esta calle,

    como era antes, cuando tena otro nom-

    bre, cuando tena su arboleda central, cuando era casi mi amiga,

    no

    lo que es ahora. Ahora esta calle es mi enemiga, su trfico

    me molesta, me mortifica el nerviosismo de la gente que ca

    mina

    por

    ella, el ruido de los autos, el calor que nace del asfal

    to, los colores del semforo, los cristales de las grandes tien-

    35

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    34/99

    das;

    todo

    esto

    me

    mortifica si nada de esto estuviera ah

    Pero entre todas estas cosas yo sigo siendo otra cosa soy mi

    preocupacin que ahora camina por la calle y mi cansancio.

    Ya

    no

    s qu hacer ni qu pensar; qu puede hacer un

    hom-

    bre sin trabajo sabiendo que maana es

    da de Reyes y que

    solamente tiene

    en

    los bolsillos diez centavos?

    Todo

    ha cambiado.

    uando me

    miro y recuerdo cuan-

    do

    pienso

    en

    lo que soy

    me

    doy

    cuenta de que

    todo

    ha

    cam-

    biado. Quizs sea inevitable que las cosas cambien y

    con

    las

    cosas tambin

    tiempo y

    con

    el tiempo las personas. A

    todo

    esto le llaman progreso y

    no

    deba importarme sin embargo

    me importa porque sirve para demostrarme lo equivocada

    que ha sido vida y

    porque

    ahora

    le

    da a la

    mente

    la

    opor-

    tunidad de

    perder

    el tiempo

    en

    algo de alejarme

    un

    poco

    de

    esta angustia que desde el da

    en

    que

    me

    retiraron del trabajo

    se ha convertido

    en

    una rutina.

    Por

    eso

    he

    salido a vagar

    por

    las calles a mirar las tiendas a observar los juguetes que

    no

    puedo comprar

    y torturarme

    con

    la realidad de su existencia.

    ntre

    la miseria de todos estos ruidos le doy vuelos a la ima-

    ginacin

    cuando

    miro

    osito de cuerda los aviones las pe-

    lotas. Lo miro

    todo

    con

    ojos diferentes y lo veo

    hermoso

    y

    muy triste.

    Sigo caminando.

    m ro is os

    es

    mucho

    ruido

    con-

    vertido

    en

    msica y el

    vmito

    sonoro

    que lanza hacia las ca-

    lles es un rival en contra de mi angustia. Slo tengo una idea

    fija entre las cejas y diez centavos en los bolsillos. Me deten-

    go

    en medio de la acera y a nadie parece que le

    importa

    este

    gesto. Me empujan

    como

    si fuera una basura que les estorba

    el paso quin se va a preocupar de

    un hombre como

    yo?;

    un

    pobre

    es

    un pobre en

    cualquier sitio. Siento que

    me

    duelen

    los pies. Presiento que

    me

    encuentro muy lejos de

    m

    mismo

    6

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    35/99

    y de destino; pero en

    dnde

    est mi destino? quin po-

    dra sealrmelo? La nica solucin sera volver a mi casa

    pero es alli en

    donde

    nace todo el problema. Regresar y ver a

    los muchachos

    con

    la fiebre de la vspera de Reyes mirarlos

    recolectar las yerbas para los camellos y tener que ser yo quien

    les haga las cartas para Me1chor Gaspar o Baltazar y despus

    maana la decepcin las lgrimas la mentira muchas veces

    ensayadas; es que se portaron muy mal este ao quizs el

    ao que viene

    . El ao que viene sera la misma rutina la

    misma mentira pero ellos seguiran inconsolables estaran lo

    mismo que yo maldiciendo este mundo perfectamente mal

    hecho teniendo que sufrir el

    no poder

    llorar reteniendo el

    nudo en la garganta aguantando las ganas de

    romper

    con mis

    puos con estas manos desde hace tiempo ociosas todas

    aquellas vidrieras que se burlan de mi pobreza. Es por esto

    que desde temprano me arroj a la calle a caminar sin meta

    con

    la tibia esperanza de encontrar algo que hacer y sin em-

    bargo la calle ahora me escupe en pleno rostro su insolencia.

    Despus de

    todo lo mejor es regresar. No quisiera ha-

    cerlo

    con

    las manos vacas pero

    no

    me queda ninguna alter-

    nativa. Volver a esa casa que ni siquiera es ma.

    Ir de nuevo a rumiar el infortunio

    con

    los mos. Mien-

    tras camino me doy cuenta de que soy mucho menos

    hom-

    bre de lo que era antes.

    hora

    tan slo soy una mierda que

    todos evitan una nada que se deja arrastrar por

    la

    multitud y

    por los ruidos. Las tiendas ya no ejercen ninguna atraccin

    sobre mis ojos: es

    como si

    me hubiesen vencido definitiva-

    mente y en contra de mi voluntad me arrastraron a un abis-

    mo de impotencia en cuyo fondo estoy esperando para

    gri-

    tarme todo lo intil que soy para enterarme de

    cmo

    este

    mundo

    puede continuar girando sin mi consentimiento. En

    7

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    36/99

    tonces despierto advierto

    cmo

    la noche comienza diminu

    ta

    cmo

    este polvo

    opaco

    lo va ensuciando todo

    cmo

    los

    letreros luminosos se ren a mi espalda

    cmo

    me hieren

    con

    su desprecio. Ya

    no

    quiero preocuparme

    no

    soporto

    ms

    esta piedra fra que ahora tengo

    en

    el pecho y que casi

    me

    llega hasta el mismo fondo de los ojos. Ya quisiera estar

    en

    la

    casa. Sentarme

    en

    la mecedora escuchar la radio y olvidarme

    de todo

    pero

    ahora

    no

    estoy all ahora estoy

    en

    esta calle

    que mis ojos

    conocen

    demasiado y que

    en

    este preciso ins

    tante descubro lo mucho que

    l

    odio.

    Alguien detiene mi paso. Busco una palabra para defi

    nir su presencia. Se ha detenido sbitamente frente a m.

    Lo

    miro amoroso su negra piel nunca fue ms hermosa ni sus

    ojos grises

    como

    de color miseria ni sus gestos precisos ni

    sus facciones rudas l era

    como un hombre

    que haba decidi

    do

    permanecer siendo nio. Su voz infantil casi suplica:

    L e

    limpiamos los zapatos seor?

    N o

    mi hijo ledigo-. No tengo dinero.

    La voz

    me

    ha salido profunda

    como un

    susurro.

    T an

    slo son diez centavitos seor; mire

    cmo

    es-

    tn sus zapatos seor

    Tiene razn estn sucios

    pero

    tambin est sucia mi

    alma sucio mi pensamiento

    y

    quin va a limpiar toda esta

    suciedad que

    como

    una herencia llevo conmigo. Todava in

    siste una vez ms entonces le respondo:

    N o importa vamos a dejarlos as.

    s

    que

    no

    tengo

    dinero comprendes?

    No

    tengo que decirle nada ms. El debe saber lo que es

    no

    tener dinero sus harapos

    me

    lo dicen me lo dice su son

    risa triste y el color de sus ojos.

    Nos

    miramos.

    Nos

    compren-

    demos

    mutuamente quizs es

    por

    eso que

    me

    dice:

    38

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

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    oimporta, seor, de cualquier forma vamos a lim

    piarlos, otra vez

    me

    pagar.

    Quiero

    negarme,

    pero no

    me deja. Se aferra a mis zapa

    tos sucios y yo le dejo hacer

    con

    ellos lo que quiera.

    Pienso que despus de todo, este

    mundo no

    est abso

    lutamente mal hecho. Sin que lo espersemos se aparece Ivn

    ante nuestros ojos. Lo encuentro demasiado pequeo, para

    esos casi seis aos que carga encima de los huesos.

    ote muevas de ah, Ivn

    Ivn ; pienso que as tambin se llama el ms pequeo

    de mis hijos. Se lo digo,

    pero no

    me responde nada.

    Es como

    si no

    me

    hubiese escuchado,

    como

    si el

    milagro de hacer que

    mis zapatos vuelvan a parecer

    como

    nuevos, lo absorbiera

    demasiado.

    t,

    cmo

    te llamas?

    le

    pregunto.

    Me dice que se llama :Miguel, que Ivn es su

    hermano

    y

    que

    pronto

    va a tener que aprender el oficio, porque son muy

    pobres, que su madre se lo pasa lavando y planchando y

    ya

    no

    quiero que

    me

    diga una palabra ms. Me mira y

    la

    voz

    frgil se le quiebra

    en

    la garganta y se hace entonces

    un

    silen

    cio que

    me

    es difcil destruir.

    N o vas a

    la

    escuela? me atrevo a preguntarle.

    o

    puedo

    ir,

    seor

    me

    responde

    tengo que ayu-

    dar

    con

    algo.

    Ya

    no

    quiero hablar, ni

    oir

    nada ms.

    Yo

    s que este

    mundo es una sola llaga sin necesidad de que alguien

    me

    lo

    diga.

    El me comprende

    y no sigue hablando.

    Es como

    entre nosotros

    existiera

    un pacto

    secreto para no

    ponernos

    ms tristes, entonces, restauramos el silencio que

    momen-

    tos antes se haba roto.

    Pero todo

    silencio es frgil, cada

    otoo

    es gris y miserable, cada palabra una lanza que

    me

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    38/99

    hiere y me hace sangrar y la alegra demasiado fugaz para

    que piense en ella.

    Por

    ejemplo all est Ivn

    con

    una ale

    gra dentro de los ojos y

    de

    la voz cuya brevedad es prede

    cible. Se

    nos

    acerca y

    nos

    dice:

    Miguel

    all est el carro de bomberos que

    vaya

    pe

    dirles a los Reyes

    Seala la vitrina; Miguel ni siquiera lo mira. Sigue

    con

    mis zapatos que ahora parecen diferentes

    como

    si fueran

    otros o como si

    otro

    fuera el dueo de ellos.

    Yo

    me quedo

    esperando a que responda y lo miro fijamente a los ojos. Ahora

    Miguel el limpiabotas ahora Miguel el nio ahora Miguel

    est triste. Le adivino detrs de la mirada un poquito de llu

    via

    como

    si una llovizna muy fina le mojara

    por

    dentro se

    humedece los labios y

    vn vuelve

    a decirle- los Reyes no van a venir este

    ano.

    Le ha hablado sin mirarlo. Sigue acariciando la piel de

    mis zapatos. Ahora est ms serio

    como

    si estuviera pensan

    do. Todo transfigurado.

    Por

    qu no van a venir Miguel? El ao pasado no

    vinieron porque estaban enfermos pero t me dijiste que ya

    estaban sanos verdad?

    Ivn

    le

    dice

    es hora de hablar claro de que te

    diga la verdad

    pero

    tienes que prometerme que

    no

    te vas a

    poner

    triste

    l le dice que no que no se va a poner triste

    pero

    ya

    est triste; sus ojitos demasiado brillantes las rayas finas de

    sus labios lucen demasiado firmes y delatan su tristeza. Ya no

    soporto

    ms. Los zapatos estn limpios y debera marchar

    me pero

    no

    lo hago es entonces cuando le grito:

    N o

    puedes hacer eso Miguel

    4

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    39/99

    Me

    pongo

    de pie y lo miro amenazante.

    Este

    mucha

    cho

    de diez aos quiere quitarle a Ivn el ms bello ideal que

    tiene la infancia.

    No puedo

    permitirlo.

    N

    o creas en lo que te diga Miguel

    le

    digo mientras

    mis dos manos se posan en su cabeza-o Si los Reyes no vie

    nen

    este ao es porque a lo mejor siguen enfermos

    No se me pudo ocurrir nada ms estpido que decir

    pero

    ya

    estaba dicho. Miguel me mir

    con

    brevedad y com

    prend que nuestro pacto se haba roto que ya el silencio

    haba dejado de tener importancia que haba otra tristeza ms

    importante que la nuestra entonces mir a Ivn y le dijo con

    decisin:

    Los Reyes no van a venir este ao. Ivn ya no van a

    volver ms

    Pero

    por

    qu?

    le

    pregunta 1vn llorando.

    Por

    favor Miguel...

    me

    atrevo a decirle

    pero

    no

    me

    deja terminar

    como

    si

    despus de todo yo

    no

    existiera.

    Porque

    los Reyes murieron en la revolucin; los ma

    taron los yankis

    Igual que a pap?

    vuelve

    a preguntar y ya su pe

    quea garganta no puede sostener la voz. Las lgrimas se le

    escapan de los ojos diminutos.

    s

    es Ivn

    le

    responde Miguel-. Los mataron pre

    cisamente el mismo da que mataron a pap

    4

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    40/99

    ita o riadne

    e sbito lo ves acercarse

    como

    un blido y en los ojos

    se te enciende el raro rojo de los atardeceres un rojo firme y

    doloroso un rojo sangrante de tarde

    moribund

    que anun-

    cia la

    muerte

    inminente del sol y la oscuridad

    premonitor

    de

    la noche presientes que este rojo ocaso de color ardien-

    te es un rojo de aurora boreal y t que jams has salido

    lejos de la ciudad quizs como

    hoy

    unos cuantos kilme-

    tros a la playa no sabes

    cmo

    puedes decir que este es un

    rojo rojo y hasta

    reconocer

    que es un rojo boreal

    cu ndo

    este rojo te duele muy

    dentro

    de los ojos y de los huesos

    un rojo recin llegado sin

    estruendo

    y sin lluvia sin rayo

    luminoso y

    con rdor

    de

    materia que se desintegra nunc

    antes estos fotones encendidos haban estado tan cerca y

    ahora quisieras no verlos quisieras no mirarlos pero es que

    este rojo

    im nt do

    se te

    h

    clavado

    en

    el

    fondo

    de los ojos

    reduciendo las ventanas redondas

    por

    donde

    ellos miran la

    tarde que le

    hunde

    el colmillo

    al

    horizonte certero

    en la -

    gular del da y piensas en Ariadne en la cita a las ocho en el

    compromiso de llevarla

    al

    cine a ver aquella pelcula que su-

    pone

    que es buena porque se llama as

    cmo

    ella Ariadne; y

    casi est acertada en su pronstico

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    41/99

    Hoy

    en l

    maana cuando te llam

    por

    telfono estu

    viste a

    punto

    de decirle que lo mejor sera ir a

    otro

    cine, ver

    otra pelcula, porque aquella l habas visto,

    pero

    pensaste

    que se te iba a enojar, que te preguntara que

    con

    quin l

    habas ido a ver, que por qu no l invitaste y fue entonces

    cuando decidiste volver a verla y le dijiste que iras antes de

    las

    ocho

    a buscarla y y te imaginas mirando l tipo que

    h

    olvidado l cita con su novia descansando en l arena de un

    playa a las 4 p.m. mientras sus ojos se beben el jugo de naran

    j de un sol que enciende en su memoria el

    nombre

    y l figura

    de Ariadne, l cita, el compromiso de llevarla l cine y quizs

    despus a

    tom r un

    caf y quin sabe

    si

    mejor y ms econ

    mico tambin, dar una vuelta

    por

    el malecn y rebasarte to

    dava ms de ese aire del

    m r

    del que y te sientes fatigado.

    Pero no irs l malecn, ni l caf, sino directamente

    hacia tu casa y de alli a la casa de Ariadne y de l casa de ella

    hacia el cine, a ver el tipo aquel que olvida l cita

    con

    su no

    via, y que corre desesperado

    por l

    autopista que viene de

    l

    playa en su pequeo Fiat azul muy claro

    como

    color de cielo

    y que de

    l

    manera ms estpida se encuentra

    con l

    muerte,

    mientras que Ariadne,

    en

    esta ciudad loca y retorcida como

    un laberinto, en esta ciudad horrible y abominable, espera

    intilmente, gritando

    como

    histrica, no

    me

    vengas

    con

    ex

    cusas, Marcel: l nica que hubiese aceptado es l de tu muer

    te y espera con las palabras cien veces ensayadas, mientras

    Marcel se desangra entre

    l

    soledad y

    l

    oscuridad recin na

    cida. Fumas mientras piensas en Marcel y en Ariadne, pien

    sas en este sol que

    no

    acaba de marcharse, en esta oscuridad

    tan parecida a l muerte, en este da ave fnix que se va defi

    nitivamente sin dejar las cenizas, ni su

    humo

    ni el fuego que

    enciende el cigarrillo, piensas en Marcel muriendo abando-

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    42/99

    nado mientras miras veloz el incendio que devora el hori-

    zonte el colmillo que se clava invisible

    en

    las ltimas clarida-

    des del da que le abre paso a esta hemorragia de fotones que

    apagar la noche su hemoglobina el

    humo

    que se lleva

    l

    viento y

    l

    memoria el mar; la transfusin del rojo hacia

    l

    azul del mar tus ojos rojos la noche oscura que vendr des-

    pus definitivamente antes de que el sol se oculte el otro

    amanecer en las antpodas el sueo verdadero lejos de la vi-

    gilia los cien kilmetros por hora el Mustang rojo en direc-

    cin contraria

    tu

    Fiat azul

    como

    color de cielo el Mustang

    rojo tu Fiat azul claro el encuentro inminente el volante a la

    izquierda el freno el estallido

    l

    estruendo sin lluvia el rayo

    luminoso la herida

    en

    la cabeza el dolor

    en

    el pecho el hori-

    zonte

    rojo la sangre que te corre por los ojos y te enrojece el

    ocaso la definitiva noche que vendr despus y Ariadne en

    l

    ciudad esperando intilmente

    al ado

    del telfono la noti-

    cia

    que maana

    aparecer

    en

    los diarios:

    que un hombre

    llamado Marcel tuvo

    un

    accidente

    en

    la autopista y que falle-

    ci sin siquiera recibir los primeros auxilios .

    45

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    43/99

    Los

    relojes

    Al principio fue el caos y en

    todo

    era nerviosismo

    Las maletas hechas desde el da anterior esperaban arrinco-

    nadas que yo

    l s tomara que las pusiera dentro de la st tion y

    que conmigo l s llevara l aeropuerto Mir l reloj que me

    haba regalado yo mismo l da de mi cumpleaos y que toda-

    va no acababa de pagar; un Patheque Phillipe por supuesto

    y vi hora: las 9 y 20 de

    l

    maana ra tiempo y de que

    tomara las maletas y las sacara de esa intil indiferencia de

    esa absurda inamovilidad Pathek Phillip pensen

    l

    propa-

    ganda hay uno entre cien mil relojes ni con una milsima de

    segundo se atrasa Y yo no s

    si

    es cierto esto pero confo en

    que todo siguiera como ha sido hasta ahora Casi un ao en

    mi

    poder

    y ni siquiera

    un

    segundo

    l

    he corregido Las 9 y 25;

    pienso que an es temprano que mi vuelo hacia New York

    no sale hasta las once que sern tres horas y tres minutos de

    vuelo y que cuando lleguemos en mi Pathek Filip sern las

    dos y unos minutos ms Todo est dentro de l st tion ni-

    camente falto yo y

    no

    me hago esperar Parece una maana

    hermosa para salir de viaje

    l cielo est limpio y despejado Me lo imagino todo;

    la propina al maletero l chequeo en el

    mostrador

    de la

    47

  • 7/25/2019 Digenes Valdez - Cuentos escogidos.pdf

    44/99

    compaa el

    otro

    chequeo

    en

    inmigracin por si tengo al-

    gn impedimento

    de salida

    pero

    tal y como lo preveo todo

    funciona a las mil exactitudes: l

    st tion

    los chequeos mi

    Pat Fil y yo. Y tambin las bocinas

    por

    donde

    se escapa

    una

    voz histrica de mujer que anuncia la salida de mi vue-

    lo; favor

    abordar

    el avin para l puerta de salida

    nme

    ro

    dos

    es tan dulce su

    voz

    que me incita a obedecerla

    pero

    no

    l obedezco s que detrs de esta llamada habr

    otras y me

    quedo

    mirando tranquilamente las bisuteras de

    l

    zona

    franca. All tambin

    encuentro

    mi

    Patheque

    Philli-

    pe inatrasable uno

    entre

    diez mil cien

    entre

    un milln

    aristocrtico humilde en su aspecto pero preciso y hermo

    so en su contenido: las 10 40. Dejo de mirar los Patheque

    Filip los Omega los Rolex y los

    Gerard

    et Perregaux y me

    acerco

    l mostrador

    de las bebidas

    un

    par

    de litros

    de ron

    para los amigos y algunos cigarrillos criollos; as est bien

    no

    deseo nada ms y me retiro. Atravieso la

    puerta nmero

    dos y ya puedo ir

    pensando

    en el piloto pidiendo las ins-

    trucciones a la torre de control.

    Comenzamos

    a

    movernos

    con

    una

    lentitud de espanto con los cinturones ajustados y

    el letrero bilinge que pide a los pasajeros que no fumen y

    dejamos all abajo como si estuviesen perdidos unos adio-

    ses que

    no nos

    pertenecen y

    cuando

    se apaga el letrero

    pro

    hibitivo enciendo el

    primer

    cigarrillo del viaje le ofrezco

    uno

    al hombre que est

    sentado

    a mi derecha y l lo acepta

    sonredo le

    pregunto

    que si va

    en

    viaje de negocios y res-

    ponde

    que

    no

    que desde hace tiempo vive en New

    York

    y

    que vino a visitar a su familia. Mientras tanto l

    aeromoza

    hace las explicaciones con la mscara de oxgeno pero

    no

    l

    escucho; est diciendo lo mismo de siempre.

    usted va en viajes de negocios?

    -me

    pregunta.

    48

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    Le respondo que no que mi viaje es de paseo que ni-

    camente vaya estarme all un par de semanas busca enton-

    ces en el bolsillo de su saco una tarjeta

    con

    su direccin y su

    nombre me

    l

    entrega y dice:

    N odeje usted de visitarme

    Yo comprometo mi palabra Me juro a m mismo que

    ir a visitar a aquel

    hombre

    y a su familia Miro el

    nombre

    y l

    direccin de l tarjeta:

    Jonathan

    Martnez Lawyer phone KI-

    692600418 Jerome Avenue 1537 Apt 612 Le doy las gra-

    cias y renuevo en mi mente l promesa A l izquierda

    una

    anciana con mejillas de clavel artificial

    con

    el rostro ajado y

    l

    mirada cansada desgrana las cuentas de un rosario Cierra

    los ojos y es

    como

    si durmiera slo sus dedos estn despier-

    tos La miro y l sealo a mi nuevo amigo para que l tambin

    l vea y me dice en voz muy queda:

    ay

    mucha gente que se impresiona cuando viaja

    y

    ya

    no

    dice

    una

    palabra ms consulta su reloj y mue-

    ve la cabeza faltan casi dos horas para llegar; es entonces

    cuando

    reparo en

    su reloj en su

    Patheque

    Phillipe inatra-

    sable waterproof shockproof automatic presurized an-

    timagnetic Swissmade y

    pienso

    que mi amigo no

    debe

    ser

    un don nadie Miro

    entonces

    el

    mo con

    la secreta

    inten

    cin de que

    l lo vea

    de

    que sepa que

    dentro

    del avin

    su

    reloj

    no

    es el nico y observo que son las 12 y 10

    No

    podra asegurar que l lo

    ha

    visto est

    demasiado

    entrete

    nido

    tratando de sacarle fuego a su

    encendedor

    le

    ofrezco

    l

    mo y

    me

    dice:

    -Gracias

    Entonces como que recuerda algo y me ofrece

    l

    cajeti-

    lla de sus cigarrillos tomo uno y se l devuelvo Me da las

    excusas

    por no haberlo hecho antes y yo

    l

    consiento con

    l

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    mirada,

    con

    la cabeza y

    con

    una leve sonrisa que acompaa la

    primera bocanada de humo.

    Dnde piensa usted hospedarse?

    me

    pregunta.

    Yo

    le

    respondo que aunque tengo muchos amigos en

    New York, me vaya hospedar en el hotel Baltimore y l dice

    Oh , como si dijera qu bien . El sobrecargo se nos acer-

    ca

    con

    su mesita movible, interrumpe nuestro silencio y pre-

    gunta si

    deseamos tomar algo, yo ordeno un whisky a

    la

    roca

    y Jonathan un Tom Collins. Aparte de esto, todo sigue tan

    normal como antes. Por casualidad miro a la anciana de me-

    jillas falsas, de arrugas saturadas de crema, de labios finos y

    firmes, tenuemente rosados

    y

    cuando abre los ojos, le sonre

    al

    sobrecargo y le dice

    con

    la mirada que

    no

    desea nada, mien-

    tras sus labios y sus manos deshacen en silencio un camino

    de oraciones.

    Pienso que debi ser muy

    hermosa cuando

    joven, su

    nariz gallarda, casi atrevida, me lo dice.

    Yana

    encuentro

    ms que decir y

    conservo

    mi silencio, dejando que el tiem-

    po se filtre entre los pensamientos, permitiendo que los mur-

    mullos que vienen de atrs se depositen dentro de mis o-

    dos sin que

    me

    causen ningn efecto. Afuera, imagino unas

    nubes

    muy lejanas, el mar tambin, demasiado azul para

    nuestros sueos. Cierro los ojos.

    Dormito pero

    mis senti-

    dos vigilan. Cuando los abro miro a la anciana y ya

    no

    veo

    el

    rosario entre sus manos. Sigue todava sumida en un xta-

    sis. Quisiera que ya hubisemos llegado. Miro

    otra

    vez mi

    reloj para saber el

    tiempo

    que falta para arribar a nuestro

    destino y son las

    y 20.

    Todo parece imposible, tiene marcado unas y 20 que

    parecen eternas; qu est pasando? Lo acerco entonces a mi

    odo y su corazn an late,

    no

    se han detenido sus pisadas,

    50

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    mi Patek Phillipe todava camina slo que el tiempo parece

    haberse invertido que ha querido darle una ojeada a su pasa-

    do; que ira a decir Jonathan si me pregunta la hora y no

    acierto a decrsela? Pensar que mi Patheke Phillipe es un

    fiasco un engao. Slo pienso en llegar a New York para

    llevarlo a reparar.

    Jonathan

    me mira y me pregunta

    si

    me pasa

    algo y yo le respondo casi sin abrir los labios:

    no

    s qu le

    pasa a mi reloj parece estar caminando hacia atrs; quiere

    decirme la hora? l entonces descubre su mueca izquierda

    la mira fijamente y me responde:

    Sonlas 3 y

    15

    Hace ms de una hora que debamos haber llegado

    Consulto de nuevo mi reloj y veo que est bien que

    marca unas 3 y 15 demasiado ntidas para que yo pudiese

    haberme equivocado.

    N ocomprendo

    cmo pudo haber pasado digo por

    todo comentario y

    Jonathan

    replica:

    Tome las cosas con calma este es un riesgo que se

    corre siempre.

    Respiro brevemente. S que

    Jonathan

    tiene razn. En-

    vidio su frialdad ante el peligro.

    Observo

    otra vez a mi Pathe-

    que Phillipe y lo veo como siempre marcando con seguridad

    los minutos y los segundos.

    hora

    son las 3 y 20. Compren-

    do que es mi miedo el que lo complica todo. Que es mi mie-

    do

    el que detiene el tiempo y el que obliga

    al

    universo a girar

    en sentido contrario. La anciana me mira y advierto que el

    color se

    ha

    ausentado de su cara y que ahora luce ms vieja.

    Se queda fijamente mirando el reloj que tengo en la mueca

    con

    un temblor en la voz me dice:

    s

    un Patheque Phillipe

    Mi difunto esposo siem-

    pre dese tener

    uno

    igual; me deja usted tocarlo?

    51

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    Le extiendo el brazo y ella lo acaricia con ternura; se

    le

    humedecen los ojos y retira la mano lentamente,

    tiempo

    que murmura:

    Siempre

    le

    o decir que esos relojes tenan algo de

    misterioso. Pudo haberlo comprado, pero su precisin pare-

    ca asustarlo.

    La anciana calla

    y

    cierra los ojos

    otra

    vez, como si qui-

    siera

    encontrar

    el lugar invisible

    en

    donde se le

    ha

    escondi-

    do

    la

    tersura de la piel. Me doy cuenta que ella al igual

    que

    yo tiene el miedo metido hasta la mdula.

    n

    ese instante se

    escucha la

    voz

    del capitn

    cuando

    dice que vamos a iniciar

    el descenso a pesar

    de

    la niebla. Una inquietud se apodera

    de todos los pasajeros.

    scucho

    la

    voz

    que entre el enojo y

    el desaliento exclama que ya debamos

    haber

    llegado, que

    este vuelo ha tardado ms que de costumbre, que

    van

    a ser

    las seis de la tarde y la extraa pregunta de la que debe ser

    su esposa: ests seguro? . Me sacudo

    de espanto cuando

    la voz del hombre

    responde

    con irona: es

    un

    Pat Filip;

    no lo olvides .

    Confirmo la hora en mi reloj y reparo que

    son

    las

    y

    20, la hora del despegue. A travs de la bruma veo los altos

    edificios. Sin que me queden dudas, estamos descendiendo

    sobre

    la

    ciudad de

    New

    York. Slo

    Jonathan

    permanece inal-

    terable, sonriendo maliciosamente me coloca una mano en el

    hombro y me susurra:

    o

    se mortifique. Ya ver cmo todo se arregla. Deje

    de pensar en lo que est sucediendo, puede que los Patheque

    Phillipe no sean tan exactos como dicen.

    Trato

    de comprender intilmente lo que quiere decir-

    me. Cierro entonces los ojos y espero.

    52

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    nclemoniwn

    esde

    este

    penumbroso

    rincn

    en

    donde los ltimos

    rayos del sol apenas si me miran lo veo pensativo S que

    desde hace tiempo

    le

    preocupa el problema de muerte Ms

    de una vez me ha dicho que morir es demasiado rutinario

    que desea una muerte diferente algo as

    como

    una mezcla de

    accidente y suicidio y que a

    la

    vez se confunda

    con

    una muer-

    te natural una especie de hbrido tridimensional Yo no s

    qu ms decirle

    st

    pensando en esto demasiado Hay que

    verlo

    cmo

    se cuida de no ser atropellado

    por un

    auto de

    que no exista un escape del gas de estar abrigado cuando se

    anuncia un cambio en la temperatura Sera horrible para l

    morir igual que los dems quiere ser original en

    la

    muerte ya

    que

    no

    ha

    podido

    serlo en

    la

    vida

    Mientras habla me parece que de sbito me nacen arru-

    gas muy profundas en

    la

    frente lo miro

    con

    pena y no

    le

    digo

    nada A lo mejor piensa que esta

    pobre

    mujer no lo com-

    prende que no s que

    todo

    esto tiene vital importancia para

    un hombre

    como l Qu habra sido de Scrates sin su ci-

    cuta o de Sfocles sin su uva?

    s

    lo que me dice y me pide

    que lo ayude La muerte de Scrates habra sido genial

    si

    hu-

    biese habido en ella el ms mnimo intento de premeditacin

    5

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    pero a l

    todo el mundo

    lo recuerda ms

    por

    su muerte que

    por las tonteras que predic en las pedregosas calles de Ate-

    nas. Lo de Sfocles fue ms lamentable; la gula le cerr el

    gaote

    al

    pobre hombre

    y zas ; habra que verlo tratando de

    gritar deseando que alguien le diese

    un

    par de palmetazos en

    la espalda que le hiciera expulsar la uva intrusa pero el infe-

    liz solo

    como

    estaba nicamente atin a meterse

    un

    dedo en

    la garganta y

    ya

    me lo imagino una tos detrs de la otra

    como

    los peldaos de una escalera y la uva en el centro de la traga-

    dera sin querer subir ni bajar mientras al

    pobre

    Sfocles se le

    acababa

    todo

    el aire que guardaba dentro y

    no

    le qued otra

    alternativa que morir asfixiado.

    Pero hoy la cosa es diferente; cada civilizacin engen-

    dra sus peligros. Me lo dice a m que soy su mujer y a lo mejor

    piensa que

    no

    le creo

    pero todo

    sera mejor si

    no

    leyera tan-

    tas cosas.

    e

    seguir as va a volverse loco y me va a volver

    loca a m tambin. Quisiera que salie