diario secreto de m.h. - mariantoniaricas.com fileel cuerpo, el brazo, el estilo de su dedo, el...
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DIARIO SECRETO DE M.H.
PRÓLOGO
"-¡Laertíada, del linaje de Zeus ! ¡ Ulises, fecundo en ardides .' ¿Por qué, oh
infeliz, has dejado la luz del sol y vienes a ver a los muertos y esta región
desapacible ? Apártate del hoyo y retira la aguda espada, para que, bebiendo sangre,
te revele la verdad de lo que quieras.
Así dijo. Me aparté y metí en la vaina la espada guarnecida de argénteos clavos.
El eximio vate bebió la negra sangre, y hablóme al punto estas palabras:(...) "
HOMERO, La Odisea, XI, 92-99.
¿QUIEN SE ATREVE HOY A ESCRIBIR POESIA? ¿Quién se atreve a degollar la víctima,
a derramar su sangre en la tierra? ¿Quién quiere dar 1a suya como pago para oír 1a
oscura verdad? ¿Quién se atreve a bajar hoy a los infiernos, al mundo de los muertos, a
conjurar el fantasma que anida en las mentes satisfechas de nuestra época?
La sangre sella el pacto entre los vivos y los muertos, entre la memoria perdida el porvenir
que nunca se entrega a la afilada punta del presente; entre lo ya sido y lo siempre por
llegar: antigua ley de la herencia. La roja humedad contiene la puerta, la más estricta
diferencia, que separa y pone en contacto a la vez aquellos lugares que bajo la vista
miope de nuestro tiempo resultan separados, estancos: la frontera es siempre un cauce
de contaminación, de exceso y vaciamiento. Entrada y salida, ley del genos.
Puede que nadie recuerde el corte homicida, la hoz del viejo Cronos seccionando joven
y audaz, el órgano viril de su padre Uranos: escribiendo un hilo rojo circundante en la
vertical erección de lo divino. Puede que aquella llegada de Venus, que aquel
nacimiento de espermática espuma esté tan olvidado que nunca haya podido darse, que
la diosa esté siempre por nacer. Pero eso no quita que alguien deba vigilar la costa, que
espere en avanzada vigilia lo siempre inesperado, que se haga cargo, guardián, de un
secreto que se mantiene en la propagación excesiva, en la cortadura que derrama la
sangre de la víctima-oficiante: condensación de dos figuras en una misma frontera.
Herencia, genos, memoria y propagación, diseminación. El golpe de sangre que afluye
al incisivo afilado reproduce como un ritual la misma ley, venérea del texto, tejido, "istos"
(I mástil de barco. II Rodillo vertical de donde parten los hilos de la cadena sobre un
telar, de ahí : 1. Telar, 2. Trama, 3. Tejido_ tela, pieza de tela, 4 (por analogía) tela de
araña. III varita. verga ) Exige a sus adoradores - el Diar io Secreta de M.H. es un
libro de oraciones - poseer y ser poseídos de la violencia de lo originario Para reproducir
es preciso convertirse en victima, esperar en actitud vigilante la estigmática señal, sentir
sobre la carne oculta, sobre los pliegues del deseo, el tatuaje que se impregna con la
tinta del sacrificio, de la recepción de un don que no se puede poseer porque no se
entrega al presente (se-cernere, separar, de ahí, secreto ). Para dar, (la generosidad
es el acto propio del que acepta la ley del genus) propagar, escribir, es preciso haber
desplegado las velas del mástil, bajar a los infiernos, recibir la contaminación fatal que
da el contacto con los muertos.
Entre el vivo y el muerto ( el no muerto que dice María Antonia), el escritor, aquel que
esta cogido por la escritura (cifra, secreto ),por la ley del texto, istos, escribiendo se
escribe ( "ya no escribo, me escribes” ) se hace víctima recibiendo el corte laminar y
homicida, se condensa sobre él el fantasma del deseo, viene a ser hueco (sin sangre,
sin nombre, sin ser propio, sin identidad) para tomar en su cuerpo la forma del fantasma.
El cuerpo, el brazo, el estilo de su dedo, el caligrama que coagula sus pensamientos
sobre el papel, son el ámbito donde e1 aparecido puede tener lugar.
El otro no es él, ni siquiera es señalable, es la otredad más absoluta, la amalgama de
todas las sangres, la víctima que condensa en sí todas las muertes, todas las rupturas,
las irrupciones, todo lo exceptuado a la tranquilizante ley de la causa y el efecto: el gran
criminal. Él ( por emplear alguna palabra que designe a nadie), el objeto del deseo, tiene
en su no entregarse la posibilidad de toda eternidad: al robar la sangre (la escritura es
siempre un robo), da la vida eterna, la muerte eterna, la errancia para siempre, viajero,,
navegante a deriva.
Quien hace el tránsito entre las orillas dando noticia, quien escribe, carga con el peso de
la oscura verdad, siente en su paladar el sabor cobrizo de la muerte a secas, sin más,
irredenta, se hace el “más mortal de los mortales ". Sólo así reproduce, escribiendo
sobre la escritura del otro, robando lo ya robado, sin origen, sin nombre. - la tradición del
vampiro se pierde en el tiempo - haciéndose cargo sin poder evitarlo de la vieja
herencia de la sangre, del origen parricida ( origen de la muerte del origen), cortante;
activa así aquella violencia que transgrede la razonable ley del logos y, con ella, toda
legalidad vigente. Es ya una figura de lo fatal, por eso contamina, transfunde, excita y
genera...
¿Quién se atreve hoy a escribir poesía?
Julián Santos Guerrero
"En el éxtasis de mi enorme humillación, vivo en tu cálida vida, y tú morirás ...morirás,
dulcemente morirás ...en la mía. No puedo evitarlo. Así como yo me acerco a ti, a su vez,
tú te acercarás a otros, y conocerás el éxtasis de esa crueldad que, sin embargo, es una
forma de amor."
Carmilla
Joseph Sheridan Le Fanu
Nota: Los títulos de los poemas son fragmentos del libro DRÁCULA, de Bram Stoker
“Por un momento tuve la impresión de que aquella figura desconocida
poseía unos ojos grandes v llameantes.”
Yo soy lo que tus ojos quieren ver;
te miro si me miro
y es cierto el lado oculto de mi vida
lunar
cuando por fin responden tus pupilas
y vuelve el corazón,
ciego, a inflamarse
de aquello que tú ves en mi mirada.
"La niebla era cada vez más espesa y ahora podía ver que penetraba a
raudales en la habitación como si fuera humo...”
Donde un monstruo de niebla desova me encamino.
Pisoteo a mi paso los frutales
del huerto de la vida,
y ese dios familiar que contiene al desorden
en el umbral del templo de los hijos
se espanta, se repliega
al rincón que quedaba maligno, no explorado.
Ya nada es importante;
el natural sosiego de la lana
se hace aridez de yeso
y la facilidad de estar en paz conmigo
es acto que retarda mi viaje a la violencia.
Destruyo aquello que antes me bastaba
para sentir la espina de una incipiente hoguera;
y el alma sin acecho.
Donde un monstruo de niebla desova me encamino,
lo alcanzo ya, me entrego.
¡Que nadie se interponga!
¡Que nadie me distraiga de tanta soledad!
"Antes de dormirse me pidió -me suplicó, incluso- que no dijera ni una
palabra a nadie, ni siquiera a su madre, sobre su aventura de sonámbula."
Alerta está la noche agazapada
en las últimas gotas del veneno.
Alerta el hombre tigre,
oigo cómo se afilan sus sentidos
y a la lengua lunar
untar de grasa pálida
los quijares del lobo.
La noche de la escena donde canto,
donde tamborileo con mis dedos
en la inútil custodia de las puertas,
viene de un tiempo antiguo.
La espero impacientándome y hambrienta.
y nada falta,
sólo que la noche descubra
su humano lapislázuli
y se endurezca y clave su pasión
bajo mi vientre,
liberando un felino
del tedio del reposo.
Él cruzará mis puertas
convirtiéndome en tierra
no consagrada al dios de la familia.
“Tiempo tormentoso desde hace tres días. Todos los marineros están
ocupados con el velamen; no tienen tiempo de asustarse."
No existió otro lugar del cual llegaras
sino del rastro espuma
que Venus fue rizando en el recuerdo
del tiempo cercenado.
El mar...
Ha amordazado el viento
la voz de los marinos. No les deja canciones
ni bronceados torsos
que se salven del agua.
El mar donde la vida
alea el la maldad con la pureza…
El barco trae semillas
que enraízan en el surco de mi espalda;
nunca siento el temor
de aquellos que ven próximo el final de sus días,
y, más tarde ,la niebla
burlando a las pupilas dilatadas por el miedo.
Al fin te oigo venir
y me entretengo antes de las caricias
con un olor a cuerpos
de marinos
amados por anémonas de sangre.
"Entonces estalló de pronto la tempestad."
Quiero llamarme viento
para batir tus alas de poderosa búsqueda
y murmuren los bosques, conozcan los caballos
de tu viaje.
Quiero llamarme espuma
que salte el rompeolas y los diques de Whitby
y como ya soy viento
del este y temporal
de los malditos,
recobrarte de nuevo, silbar y que me escuches
y tú, mi perro amado,
negro,
saltar desde la proa de la goleta mágica,
llegar hasta el umbral,
olisquear, lamerme.
Quiero llamarme tierra, paisaje que acostumbras
a recorrer levendo
un extraño breviario
y como soy espuma y viento, ser el agua
de las gotas de niebla,
humedecer mi pelo
igual que los cipreses que se sienten los reyes
de la noche
moviendo las campanas sin que nadie las toque…
Temblor del aire, huelo
a tu rojo apetito.
Te doy la bienvenida y me dices tu nombre.
Ya soy los elementos
que han trenzado tus dedos
y en un papel nocturno, no virgen, excitado
por tus ojos,
escribes mi apellido de casada.
"El paciente zoófago sigue acaparando nuestro interés.”
Le llevé mariposas para que me contara.
¡Oh, qué raro manjar!
Ya se comió la suya, ninfa de tenue estría
en sus pulmones.
Me desveló el castillo de mi amado,
el filtro de la vida que atravesó su pecho.
Mi Rendfield, no estás loco,
quizá las mariposas aniden en tu vientre
y un segundo de aquello que alimenta
mi pasión
digiera, desde dentro, tus mundanales vísceras.
Guardo mi mariposa
porque el aire presiente
la presencia del señor de los lobos...
¡Oh dulce lepidóptero,
que aguarda al fuego y tiembla de placer
si el néctar encendido
lo rodea!
Rendfield siempre ha sabido qué prefiere mi amor
y por eso se come
las frágiles mariposas cristianas,
de la nada surgidas
y a la nada enviando sus pequeños gemidos.
Rendfield me pidió más
y algo de diosa erguía mi bárbaro regalo.
''Además, Jonathan se fue esta mañana y estará ausente todo un día v una
noche; es la primera vez que nos separamos desde nuestra boda."
He conocido un pálpito violeta
con amantes que nunca llegaron a la esencia de mis huesos.
No me tocaron donde tú sellaste
la señal de tu estigma
y cuando descubrieron el resplandor lobero en mis pupilas
volvieron a su hogar,
casi aliviados, tersos y felices.
Como una niña soy,
he cumplido preceptos de novicia retirada del lujo
de los amaneceres;
recé mis oraciones
te invité al banquete de mí misma.
Ahora me he vestido
con el velo nupcial,
dejo el espacio gris de la blandura
y rapo mi cabello
y abandono sin pena a los amigos.
Ven, sangriento pájaro de noche.
Cruzo hasta la clausura
de las rejas gozosas de mi estima
y en la celda te espero,
esposo mío,
dulce estancia sin miedo ni modestia.
"Puede llegar envuelto en la niebla que él mismo crea...”
Apenas una ráfaga de viento
sabe mover la niebla
que oculta las campanas del domingo
y hace de su sonido
llamadas fantasmales.
Ella explora siluetas,
y borra perspectivas y te anuncia
sumergiendo a las cosas
en e1 primer deseo de no ser.
Animal lujurioso:
sólo encontrar la senda
con un lobuno olfato que se excita
si aparecen de pronto los corderos,
¿Qué monstruo acecha el paso de quien viaja?
¿Qué precipicio oculta con sus plumas
acuosas?
Todo te pertenece,
hoy todo es un festín, está cediendo
la piel de la materia en tus mandíbulas
y nada se endurece
ni despierta.
Me deja sin historia
el reino que me ofreces.
Antes quiero vestirme de la niebla
y preparar mis labios
al peligro.
"¡Oh, qué bien me ha sentado ver cómo trabajaban esos valientes!"
Me estremezco al tocar el pelo de los niños,
pelusilla enredada con todos los caprichos de un ángel gaseoso.
Me ciega el polvo alado de las flores malignas
cuando están al acecho
y el olor del almizcle aviva al animal virginal de mi pliegue.
Mi cuerpo se confunde
con tantos signos gráciles que parecen negar tu incansable avaricia
de lo que espeso fluye.
Dime qué nombre espera a ser comido, ansiado
hasta la última gota
de su precioso aceite y que me diga: “no dejes de mí ningún reflejo,
ningún resto sangrante.”
Señálame el objeto
para violar su manso estar en la inconsciencia...
No,
que me dé voluntario
su costosa sustancia,
el nexo delicado
que lo enlaza a la vida.
“'-¡Oh! ¿Por qué nos ha contado todo eso? es mí banco favorito y no quiero
dejarlo."
Ven, no tardes,
no dilates las horas de las tumbas,
que se agotó 1a sangre en la garganta joven, atrevida.
Yo no saldré a tu encuentro igual que Lucy
en esa noche
de los ruidos extraños en la casa.
No iré a buscarte a Carfax
con los hombres de ciencia más piadosos
y no removeré tu tierra sacra porque no estás allí…
Te presiento;
mi juramento amado se repite
y esa edad de las cartas después de la batalla se repite.
Los locos te han olido
y se repite el ciclo que embellece a las hembras de los lobos.
Abriré la ventana,
retiraré las sábanas que mi fiebre calienta con su beso.
Repta hasta mí
y mójame las ropas con tu lengua.
El tiempo de aguardarte fue un eterno preámbulo de dicha
y lo que nos separa
sólo es un segundo de venganza,
instante cuando pierdo mi palabra
prometida,
prometiéndome a ti
como una esposa ingenua y altanera.
"Estoy muy agradecida al hombre que inventó la máquina de escribir
portátil..."
Por ti, cada mañana, abro la caja de las hoscas plumas
repitiéndome en versos que me pierden
y camino perdida todo el día,
niña que llama al lobo de los cuentos.
Por ti la perfección de mi secreto
se oculta en artificios:
ensayo gestos
comunes a los gestos
del ocio del domingo y tranquilas comidas familiares.
Por ti puedo moverme
escuchando las quejas de justicia
pero más grave que el griterío oigo
un chasquido que miente
el fervor de estas músicas
y, después, el silencio,
que me ama hasta dejarme sin lenguaje.
Por ti cambio el carácter
para cumplir las normas y saltármelas.
Domesticada, actúo
en cotidianos actos de palabras tranquilas
y me espero, salvaje,
a que llegue la noche, la noche de tu lengua con mi lengua
sin palabras,
la noche sin abrigo,
esa noche de sangre enamorada.
“A lo lejos, los aullidos de los lobos parecieron responder a su llamada.”
Cantad, criaturas del aire viciado,
Kyrie, kyrie, entonad, enarbolando el viento
para perder los signos de palabras sumisas.
Piedad, señor, decid
selvas del paludismo, vestiduras de frutas
emponzoñadas,
tamtanes que se cierran
en torno a las ciudades que confían
en los poemas cortos y precisos.
Cantad, criaturas…
Mi amor escucha el salmo que equivoca
las no fértiles fechas
de mujeres dispuestas al martirio…
Rompe la vena estúpida
que sube hasta el cerebro
tantas lamentaciones por la virtud perdida
y da fin al tormento del futuro
regalando a sus fieles la muerte deliciosa,
ese modo de cirio
que arde y se licúa en tal delicia.
"El terrible relato de Jonathan me desconcertó tanto que anoche no tuve
ánimos para escribir."
Delgada frialdad de madrugada cuando el esposo advierte
el asma como piedra
de la ausencia…
Podría regalarle una sed negra
o verter levadura
en su agonía
sin embargo, sostengo con cristales
su estertor
-es estertor el tiempo que no es ansia-
y el sol se multiplica sobre el vidrio,
reduciendo su mundo a un parpadeo cuando la madrugada
me llama a la obediencia de tus labios.
“Me encanta que la casa sea antigua y grande. Yo pertenezco a una antigua
familia, y si tuviera que vivir en una casa nueva me moriría.”
Tengo un lugar de tierra en los despojos
de la abadía,
a tu lado.
Por mucho que la luz cobre su precio
de color,
la huella de mi cuerpo
conserva los carbones encendidos
y en ese lecho
mi deseo descansa.
Miento a la luz,
me muevo por las calles
de la ciudad incauta,
aparento un asombro con la voz
aritmética
y tomo el té siguiendo las costumbres.
Pero vuelvo a tenderme
a tu lado.
Has mantenido cálida
la forma de mi cuerpo
y alerta a los gusanos olorosos…
Mis párpados se cierran,
dejo de respirar y me sumerjo
en el mantillo.
Todo está silencioso,
es una vieja muerte
que en nada se parece a nuestro abrazo.
"Estoy preocupada y escribir en mi diario me tranquiliza. Es como si yo
misma me susurrara algo al oído v al mismo tiempo estuviera
escuchándome."
Y quizá no escribiendo, no removiendo el verbo
en los carbones,
dejando que la niebla borre sobre el papel
las moscas de los trazos,
y más tarde el silencio, la médula vertida,
yo sería desnuda
y la caligrafía que otros no leerán,
que mentiré al decirles: “por fin ya te marchaste”,
fuera cada milímetro de mi carne, mis venas
el estilo en tus dedos,
escribiéndome tú, dando sentido al blanco
de mi cuerpo.
Pero por no morir, por no ahogarme de sed
mientras cuento las horas que separan la noche,
bebo tinta, persigo
tu rastro y tu malicia,
tomo de tu misterio su copa de palabras
y puedo soportar
mi llaga abierta,
puedo seguir el curso de este río que ignora
mi esfuerzo al apresarte
para mí.
"...Pero al llegarte su hora, la muerte, que es el destino común de los
humanos por sanción divina, la convertiría en un ser como el."
Mi príncipe,
el tiempo es una carta
que simula volver sobre sus pasos.
Alguien espera el tiempo prometido,
alguien piensa el otoño,
las frutas podridas y la hojarasca
ardiendo.
Todo lo que he tocado
ya es escritura,
urdimbre de ese tiempo
que engaña con su letra a los mortales.
Así me pertenece el territorio
de las cruces caídas.
Alguien perdió la fe en la franqueza
de los lechos nupciales,
me recibe, me muestra capilares
descubriendo
que el tiempo es la humedad de tus colmillos
y el tiempo lo consume
con su ambigua respuesta.
“Este es el maldito objeto causante del daño.”
Desde que deslizaste
tus labios de mi nuca hasta los valles
del desvelo
y tu saliva ungió mi piel que olía
a un orden aceptado,
mi identidad se ha ido diluyendo
igual que una acuarela turneriana.
Y ya no me reflejo,
tiendo al aire vicioso mi figura
estoy al otro lado del cristal,
estoy donde los locos
se sonríen,
en un abrazo infame entre tus brazos
y arrebatando el gesto
del que mira.
"Sentí que las fuerzas me abandonaban, y que estaba a punto de
desmayarme.”
Ya no escribo, me escribes;
la palabra es estéril cuando me he distraído de tu cálamo
con anfibios nerviosos.
Si me demoro con el pan de un tiempo donde el espejo, apenas
brillo de un amor, me engaña y retiene
y “no estés sola”, miente, y me regala bálsamos fugaces,
la tinta de mis venas se diseca
y después, al llorar, el dolor es azul como los labios
de los muertos
y no hay pena más blanca
que esta torpeza mía
al retrasarme de mi soledad.
Siempre estaré contigo, siempre fue nada antes de llevarme
la mano
en el diario oculto que me invita
a confundir los rasgos de tu letra con e1 interno golpe
de pensarte o amarte al escribirme.
Soy textura de sangre
que parece dormir sobre el cristal
de otros seres lejanos,
pero no se interrumpe, sigue dilapidando su sentido,
sigue manando, fértil, de tu pluma
cubriendo los papeles con la sal de tu río incesante,
con lágrimas de amor,
de tinta y bestezuelas sumergidas.
“Con su mano izquierda sujetaba las dos manos de la señora Harper,
manteniendo sus brazos extendidos; con la mano derecha le sujetaba la
nuca, obligándola a inclinar la cabeza sobre su pecho.”
Detrás de la locura que, ellos dicen, asalta en lo que escribo
poseo la certeza del bosque de tu carne,
túnel donde gobiernas
duras estalagmitas que me dan a probar de tu alimento.
He perdido mi nombre en tu castillo, abandoné mi verde
identidad de oruga
cuando me susurraste “no siento el corazón que me aprisiona”,
y te entregué los cuencos
del breve corazón que me vertía
en ti.
Eres mi nombre hallado en la constancia
de haber muerto en quien era y haber resucitado en tu regalo.
No me inquieta que digan que me he ido
ni la ignorante astucia
de sus actos;
sólo quiero recobrar, un segundo,
mi estado de crisálida para otra vez sentir que te aproximas,
rasgar el casto velo que me cubre
y temblorosa,
enferma de deseo,
consumirme de amor en tu costado.
“Y tú, su ser más querido, eres ahora para mí carne de mi carne, sangre de
mi sangre…”
No te canses, mi amor, de prodigarte en mí.
Baja hasta el surco de arpa que inicia los desmanes de la leche,
recorre un vía crucis lento, desfallecer,
combarse en la opresión
de una astilla vivaz y musculosa.
No te canses, mi amor, de ser un enemigo,
lluvia para los claustros en solos a capella enajenados,
lluvia del opio, víctimas
que saben responder a tu realeza.
Son falsos los metales
salvo el marfil que incrustas en mi cuello;
me excedo en el brebaje que tragas con el ansia de mi entrega,
regalándome
no obedecer los rezos de los días.
No te canses,
inaugura caníbales poblados
en mi garganta
que inicien la escritura de la sangre
y rompan con el éxtasis el vaso más preciado,
la yugular más digna,
amándose en tu nombre, amándose, mi amor, sin fe ni vínculos.
“Se volvió bruscamente, arrojando a su víctima sobre la cama, y se abalanzó
sobre nosotros.”
Todo violencia en ti que me destruya,
que me abrase las plantas
de los pies
y equivoque los remos
de los astros
dibujando otro azar y otro futuro.
Vuelve salvaje el pasto
de mis dientes,
da a la galerna el lago de mis vasos
y que tu fuego impida
construir la morada donde olvide
la furia.
Tala el naranjo inútil
de mi pecho,
siembra de sal la voz de mis jardines;
no quiero que las rosas
sobrevivan al soplo de tu ardor
y quede una palabra
flotando en el dolor de no ser tuya.
Que tu violencia arrase cuanto toco
y no conozca en mí
más que mi sangre.
Dame tu sangre noche y tu cansancio
para apurar mis fuerzas
tu apetito
porque tú me llamaste
de entre los puros
y elegida respondo a tu apetencia.
"...Aunque conservo siempre la 11ave sujeta a la muñeca, ella se levanta,
deambula por la habitación y so sienta al borde de la ventana."
Después de tu violencia, vuela una melodía de pavesas.
Desaparezco en ti como una nube
que el sol desangra a fuerza de caricias.
En la devastación donde me llevas ya no hay incertidumbres.
He muerto en ese instante de tu hoguera. He muerto para el libro
de las reglas más prósperas,
muerta igual que los santos
que al éxtasis regalan las palmas de sus manos, sus heridas.
Será ahora aprender a estar no muerta,
vivir sin bendición en los adioses, morir si tú te alejas
y, errante, descastada,
tramar la pesadilla de los míseros.
"Una manada de lobos aullaba muy cerca. Parecía como si los aullidos
aumentaran al levantar él la mano..."
Escucho el ronroneo
de los torvos felinos en su amor,
el crujir de la concha de los escarabajos
por un peso impaciente
fluyendo y olvidando las imágenes
de las cosas sagradas.
Oh, carne abriéndose a la carne frente al hastío dorado
de los esposos
que esperan el futuro
rezando que no venga
la codicia de un alocado impulso
por herirse.
Lejana de las dudas,
qué cerca estoy del acto
no fallido: abandonarlo todo, aullar una llamada
de pareja,
comerse el cuerpo amado,
morir en el recelo que importuna
servirte de apetito,
reconocer el vino, tu violencia.
Por ello me he esmerado para aprender del lobo y de la avispa,
para tomar lecciones de amor de las culebras
desprendiendo la piel,
naciendo tras la llama de sus bocas rapaces.
Esposo mío,
fuente de especies nuevas,
momento del temblor
dulcemente cansado mi asesino.
"Sin duda hay algo magnético o eléctrico en algunas de esas
combinaciones de fuerzas ocultas que favorecen de un modo extraño la vida
física…”
Plantas, monjes, tubérculos que ensanchan
el alimento ocioso de los vegetarianos;
hombres de magia triste aguardando a la aurora
para ocultar el fuste
que graba en sus espaldas nocturnas tentaciones...
No escuchéis, criaturas
del alba y del descanso,
mi suciedad;
no me miréis,
cerrad a cal y canto las puertas salvadoras
de vuestros monasterios:
cadáveres haré de vuestro llanto
y, de la delgadez de vuestros cuellos,
un manantial de amor
para mi sangre,
y del amor que os cubre
os dejaré desnudos al amor que aniquila.
"Como ya les dije, la medida de abandonar su país vacío (de gente ) y venir a
un nuevo país, donde la vida humana rebosa ,como las espigas en un trigal,
fue obra de varios siglos."
Me abandono a la muerte
como a un cálido vino de sabor agridulce.
Me abandono a la muerte
suavemente rozando el rostro exacto, inmóvil,
de mis amantes muertos.
La muerte de los niños transidos por el hambre,
la muerte de la flor
de la suicida,
el hongo que prospera en las naranjas grises...
Tantas muertes resumen LA MUERTE, se detiene,
paraliza el cigoto de muerte de la madre
que acoge sin saberlo la ceniza escondida.
Oh, música de muerte
que te acercas, rodeas
mi corazón de sabio deseo de la muerte.
Oh, muerte, amado mío, desángrame de muerte,
pero no me permitas
acabar de morir
no me dejes morir
mientras muero en tus labios, feliz, abandonada.
...Las cambiantes figuras que formaban la niebla y la nieve se acercaron
aunque manteniéndose en todo momento fuera del círculo sagrado."
Vivo dentro de un círculo de fuego:
cristal en trance,
casi diría ausencia que me ciñe
sinovial; no lo cruzan
las voces de un dolor humano o digno,
únicamente en llamas me da el aire.
Detrás de su barrera todo es tiempo,
fechas del egoísmo con amigos,
cumplir un día y otro día el año
del final,
hacerse en árbol, presumir de un fruto,
secar las raíces con lentitud, hastiarse.
Fui una mujer
con tentaciones,
odié la soledad y su castillo;
pisé el hielo, quizá busqué
en el cielo una señal.
Por fin, dentro del círculo
-colmado de pasión, no se desborda
y arde-
he penetrado, habito su tonsura
de tierra, muero por el deseo…
Ah, pues nada al exterior era tan mío
como ese rojo disco que me envuelve
lejos de florecer bella y efímera.
"-Yo no busco bullicio y diversiones, ni la resplandeciente voluptuosidad de
un día de mucho sol y aguas centelleantes..."
Todo la muerte, el asco, menos tú.
Todo la muerte y muecas menos tú,
montañas invertidas menos tú:
escasas pertenencias
a cambio de monedas del recuerdo;
restos del dios que dicen que vigila
aún un pebetero de esperanza.
Menos tú, la desidia,
acumular más polvo en el seísmo
y que nada se agite, ni pregunte,
ni enferme.
Sólo contigo extraño
la edad de los olores en los cuerpos,
las reinas que gastaban una vida
viajando sin montura a sus dominios,
los páramos románticos
invitándome a huir de las iglesias.
Me apartas de la sangre
conservada en el hielo, me despiertas
del sueño de la paz
que es el sueño más blanco de las tumbas.
Contigo me he escapado del descanso
y libre en tu prisión me desordeno.
Esta muerte viviente se disuelve
y un nuevo mundo nace en mis colmillos.
“-Bienvenido a mi casa-repitió-. Entre libremente. ¡Y deje en ella un poco de
la felicidad que trae consigo!"
Que otros tomen el tren a tus montañas
y en su cuaderno de viaje escriban
la impresión de un camino que el bosque se ha tragado,
cómo la luz distingue tratados de botánica del límite
que mienten vegetales
con duros dientecillos sin moverse.
Que otros tiemblen de amor o por el miedo,
es el mismo temblor:
desconocer el lado de las sombras.
En tu nombre, mi amado, vuelvo a colgar tapices
con escenas de caza,
limpio la vieja cera de las velas
y cocino manjares de frituras
del alma seducida por el hambre.
Seré, en tu nombre.
el anfitrión que espera en su castillo.
Llegarán los viajeros
con un blando equipaje de temores
y en tu nombre diré:
“dejad atrás vuestra memoria, el tiempo
curioso e inocente.
Y en tu nombre
les mostraré los lechos
donde tú no has dormido por amarlos.
"He leído que en la herradura de los Cárpatos se han juntado todas las
supersticiones del mundo, como si se tratase del centro de una especie de
torbellino de la imaginación."
Para el solsticio del invierno aguardo
que se quiebren los arcos de las bóvedas como cristal escarcha.
No habrán el privilegio del acero
que poseen los estigmas
sangrantes de los santos ni el dulce maremoto de locura
que colma el verde umbrío de mi cuerpo
y lo empuja a morir.
Bésame en este día
de muerte apasionada, bésame con el beso que me entrega
la vida eterna, el reino de los nómadas
que buscan
no detener su viaje hasta el deseo.
Celebremos la muerte de los dioses,el final de la luz,
la muerte eterna.
Para el nuevo solsticio del invierno
cultos no imaginados de la carne avivarán tu nombre.
Un sol crece salvaje en mi cintura,
una estrella sin freno me hace mujer y pasto nutritivo.
Tu beso me da fuerza perfumada
de vigilia inmortal...
¡Qué castillo de amor los días que comienzan a besarse!
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