despertares
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Despertares viajeros. Abrir los ojos y amanecer siempre con un horizonte diferente.TRANSCRIPT
Esto no es un libro de autoayuda, ni un folleto evangélico, aunque por el
titulo parezca lo contrario.
2012. Menjunjes Ediciones.
Permitida la reproducción sin fines comerciales. Textos, imágenes, correcciones y errores de puteo: Menzo
Escrito en alguna parte de Colombia entre el 2008 y 2009
Editado en Buenos Aires con angina y gripe en Mayo 2012
Diseño de tapa: el mismo Menzo
Impreso en alguna fotocopiadora barata (perdón imprenta
independiente tiene mas onda) Copyflete. Envios a domicilio. Mudanzas y cambios de aceite.
Si la letra te parece muy chiquita, también vendemos anteojos.
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Dedicado
a los que día a día despiertan en el mismo lugar y todavía siguen dormidos. A
aquellos que sueñan con que al despertar un día su vida cambie de por vida.
a todos los amigos del camino que alguna vez compartimos un despertar.
a todos aquellos que desinteresadamente me abrieron las puertas de su casa.
Al solcito que es único por el cual despertamos día tras día.
Despertares
Cuantos amaneceres perdidos, olvidados, nunca registrados.
Los días se suceden, las noches pasan y despertamos sin recordar
nada sustancial para la posteridad...
Pero existen otros días, que quedan grabados, impresos
en la nebulosa de la fiel memoria.
Y esos despertares se suceden en épocas de viajes, de
destinos inciertos, excepcionales hechos, siempre irrepetibles y
nunca predecibles. Son noches únicas, en sitios insospechados,
gratas sorpresas de la naturaleza.
El cuerpo lo recuerda, la vista concuerda en reírse a cuenta
de la maravillosa y perfecta cama improvisada en alguna explanada,
en la grama, a la vera de un rio, transparente y frío, en un hotel mil
estrellas...
Y cuantos son los amaneceres singulares, despertar
sensitivo de estímulos perdidos. Propiedad del paisaje darle vida y
eternidad a un instante.
Dormí muchas noches sin cama ni colchones y desperté
muchos días con el sol trayedome la vida, la alegría de otro día.
Desperté con frío, desperté con sol, desperté apurado por ver lo que
la noche escondió.
Desperté en la playa viendo pasar un pescador, al lado de un gran
fogón, abrazado a la ilusión, debajo de una palmera que no avisa ni
espera a que te muevas para lanzarte el desayuno: un coco dulce y
oportuno.
Desperté al costado de una gran carretera, con motores estridentes y
autos que desesperan.
Desperté asustado en una gran montaña, solitario, sobreviviente de
una gran helada.
Desperté sonriendo en una tienda de campaña, hecha con un nylon y
una soga larga por la cual pasaba una gran procesión de felices
siempieces rumbo a algún lugar recóndito de su tierra prometida.
Despertome el humo de un fueguito tímido, no por eso, impropio para
asar chapatis, tomar unos mates o una aguitapanela, todo depende
donde se prenda la mecha.
Desperté vestido de enfermo terminal, con un delantal celeste, no
recuerdo otro igual, en un albergue paulistano, con un pan duro en
mano y te frío en la otra.
Despertome un viento exageradamente ruidoso, en una casita de
juegos de un plaza primermundista. Era un barrendero moderno al
mejor estilo europeo, que antes de que el día comience oculta la
basura que la sociedad produce.
Desperté con el reflejo de la nieve de aquel cerro, esa gran Sierra
Nevada de Santa Marta. A lo lejos pude ver, a quien muy se sabe
esconder de las miradas curiosas, superfluas, perniciosas.
Desperté viendo estridentes colores ardientes, rojos y amarillos
intensos reflejados en un cerro, que tiene puntas y formas inciertas,
un convento y grandes leyendas de allí se encuentra uno de los 7
chacras de la tierra.
Desperté odiando una frase repetitiva, que no ceso ni dio tregua en
toda la noche entera. 400 bolivares, eso decía. Dormir en un peaje
en víspera de fin de año mala idea.
Desperté dormido por los gritos del gentío, vaya susto que me di
aquel día... Ya no tenia ni mochila ni charango, el festival iba
acabando, la gente saludando. Hasta otro año, hasta otro día.
Dormidito me quedaba en la puerta del estadio, la fiesta estaba
prendida y yo me despedía del bailongo abrazado a mi mochila. Un
pedo que no merecía. Quedarse sin nada ese día. Tuve suerte por
desgracia.
Desperté en muchas casas sin entender que pasa. En living, sofas,
salas o colchones de una plaza. En el piso, casi siempre cobijado de
un saco rojo muy usado.
Desperté cansado, dolores de los mas variados, los músculos
abarrotados.
Desperté perdido en la casa de un don, que velaba de madrugada a
su mujer finada. Fue mas el miedo nocturno que el despertar
taciturno y la confusión creada ante nuestra misteriosa llegada: de la
nada arriban 3 ciclistas sin mapa, luz ni plata.
Desperté malhumorado de tener un poli al lado, invadiendo un
sueño, libre y despiadado, en un terminal urbano de una ciudad
selecta.
Desperté en un bosque de hojas secas, abrazado y sonriente. La
noche se extinguía, el fuego ardía y
quedábamos rendidos, entrelazados, unidos, perdidos sin saber si
mañana iría de ser el ultimo día entre estos dos errabundos
amantes de un mundo, andante, cambiante, donde cada instante
puede ser el primero o el último. Ciclos nuevos, nuevas universos a
la orden del día, a la vuelta de la esquina.
Desperté nostálgico de pasados despertares.
Desperté en la arena de un circo desolado, sin espectadores y con
payasos desmaquillados.
Desperté soñando una música perfecta. Eran dos hermanos unidos
al servicio de una letra. El páramo cobra vida en hermosas melodías.
EL sol no aparece, la niebla se espesa, hay que esperar.
Desperté sin dormir al rato de acostarme una noche de abril. En el
techo una persiana, en el suelo una membrana, en el balcón una
banana. Un rato maullaba frente al cementerio etéreo. La carrera 26,
cuarto sin ascensor, vivieron unos locos sin cura, gracias a dios.
Desperté con el silencio una mañana de domingo, mirando por la
ventana pasar caravanas de ciclistas de fin de semana. Bogota, le da
un respiro a al aire, al frío, y al ruido. Bicisendas
Desperté congelado y cuesta abajo. Hay neblina y cumpleaños a la
vuelta de un nevado. Desde lo alto de Colombia, 4 locos tiene la
honra de haber llegado tan alto, sudando, soñando, cantando,
bailando a un ritmo propio, sin horario.
Desperté en casa de una poeta barranquillera frente a un hotel con
pileta, donde hubo baile, vino y fiesta, la noche anterior a esta.
Desperté hamacando recuerdos, regando momentos para que se
vuelvan eternos.
Desperté sabiendo que hoy día voy saliendo. Despedida ya no mas,
siempre se vuelve.
Desperté en el techo de una chiva loca, luego de freírme bajo el sol
reluciente de la tierra paisa.
A veces sigo despertando en días oscuros, aburridos, fomes,
depresivos…
sin desesperanza, sin desesperarse, sin bajar los brazos, que cuando
menos lo espera y mucho menos lo planeas, esas noches únicas,
inolvidables, perpetuas aparecen de la nada, premiando la
itinerancia, el estar andando, buscando, cambiando, soñando con
nuevos despertares.
Menzo. Colombia. 2009