despertar la conciencia y construir la...la relación con su abuelo está atravesada por esos mismos...
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Trayectorias de dolor y resistencia
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Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
Un constante deambular
Es duro, imagínese usted, mirando su casa y por
medio de ese conflicto que tenemos tan malo,
que hay todavía, saber de que hoy, que hoy por
la mañana tenía usted su casa, contaba con su
cama pa´ acostarse y a las tres y cuarenta y
cinco minutos, a las tres y cincuenta minutos
llegar usted, y no tener nada; es duro…
Entrevistado No. 15
Los recuerdos que conserva de su niñez están todos asociados al trabajo en
el campo. Recuerda con minucioso detalle cómo está organizada la jornada
laboral, los horarios y menús de la alimentación, la división de tareas entre
hombres y mujeres, las reglas existentes en el pueblo los días de mercado en los
que los campesinos llevan algunos de sus productos para ser comerciados allí.
El trabajo de nosotros era por la mañana pararnos a las cuatro de la mañana y…
y ir a echar unas dos o tres vacas que habían y ordeñar, era por ahí a las cuatro.
A las cinco de la mañana teníamos que molar el azadón y tomarnos el caldito y
echar guarapo porque la costumbre de aquí del santandereano es guarapo en el
campo. Echar cada uno una “botijadita” de guarapo y cargarla a las costillas y
irse a desyerbar, desyerbábamos maíz, o algodón, o cebollas, o cilantros
sembrábamos. Y por la tarde, era cada uno, obreros y viejos y nosotros los
pequeños que estábamos teníamos que llevar cada uno un palo de leña para la
casa, porque en ese tiempo no había gas, el gas era leña, las señoras cocinaban
era con leña.
La relación con su abuelo está atravesada por esos mismos recuerdos de la
niñez, la cual moldea su personalidad. Toda su familia se reduce a su abuelo,
pues nunca conoce a su padre, y aunque su madre está viva, ella reside lejos.
Mi mamá no se hacía cargo de mí, papá no tenía, hermanos todavía no habían,
mis tíos, si yo iba a rogarles allá a mis tíos no me pagaban nada, no me daban
sino la mera comida y tenía que trabajar de seis a seis moldando el azadón o
boleando machete, esto, limpiando potreros o cercando, eso era de seis a seis
me tenían allá y no me daban sino la comida.
Mi papá señor me decía: “Usted no se encompinche con nadie porque de las
compicherías vienen los problemas - me decía- hijo póngale bien acato y bien
atención a las cosas porque cuando usted se encompincha con dos o con tres o
con cuatro o más, no deja de que en esa compinchería haiga uno que sea más
dañado que los otros, sea ladrón, - en ese tiempo no se sabía de mariguana- de
ladrón o de violar las chinas o las mujeres”, entonces él me decía eso, entonces
yo no, yo no me encompinchaba y lo otro yo no me encompinchaba porque a mí
me pesaba la mano, yo había veces que me iban a dar en las narices y les
acababa era a tiesto.
Es precisamente esa mano pesada la que le lleva a lastimar a un amigo, sin
quererlo, sin pensarlo. Pero las consecuencias de ese acontecimiento lo llevan a
huir. Por más de un mes anda escondiéndose en cuevas y evitando la policía.
Bueno, un domingo me encargaron una poca de cal, yo mi papá señor me dijo
“tráigame media arroba de cal sin apagar”, esa cal sin apagar es brava porque
eso se le mete a uno por las narices y lo hace a uno chillar. Bueno, entonces
llegó un chino, y llegó y me zampó, y cogió una manotada de cal y me la zampó
por aquí por las costillas, me hizo la camisa así, entonces, eso sí arde, pues
como dice el verso: “El que da va a recibir”, y yo también saco la… y se la
zampó, pero él estuvo de malas porque yo le dije – hey- y el volteó a mirar y yo
se la meto [Pausa] ese chino no pudo ver, los papás tuvieron que traerlo en ese
tiempo a Bucaramanga, porque casi se le sancochan los ojos y yo con un
cascaron en las costillas como los, como las culebras, porque eso lo quema a
uno, esa cal lo quema a uno.
Aunque escapa de la policía, no puede escapar de caer en una redada del
ejército y casi que no escapa de ser obligado a prestar el servicio militar. En esa
oportunidad lo salva su edad, pues es menor de diecisiete años y en consecuencia
está inhabilitado para ingresar a las fuerzas armadas del Estado. El incidente con
el amigo lo lleva a salir de la casa de su abuelo para trabajar en otras casas.
Inicialmente, se va a vivir a casa de uno de sus primos.
Allá había, éramos nueve chinos por todos, eso era algo bueno y había algo
maluco. ¿Por qué lo maluco? Porque había una china de dieciséis años y ella
era todo el tiempo montada en mis costillas, yo era el que me tocaba cargar
leña, cargar yucas, eh…, barrer la casa el día domingo y hacerles de comer y
darle y humillado porque esa era la humillación mía con ella, era la más
grande y yo tenía póngamele como catorce o quince años, no, póngamele
catorce, pero como ella tenía como dieciséis y era, entonces. Cuando ellas
querían hacerme gramar la jeta, entonces iba una de las menores, dos se iban
para el granero y traían ortigo, de ese ortigo que es, que echa espinas, se le
dice ortiga, entre varias me agarraban y me tenía y yo brincaba y zapateaba,
los pantalones míos eran por aquí así mochos, esas sin vergüenzas me
bajaban los pantalones y dele, rama en esas nalgas, me pegaban tres o
cuatro guamazos y yo chille esa jeta
Pese a que no es capturado, la familia de su amigo no retira la demanda.
Entonces, la policía lo sigue buscando hasta que lo atrapa, y por sus antecedentes
de resistencia a la autoridad, deciden entregarlo al ejército para que lo lleven a
prestar el servicio militar obligatorio.
Un domingo me encontraba bien tranquilo ahí cuando tenga, me agarró el ejército
y me agarró la policía, la policía me llevó para afuera pal registro y en seguida ahí
sí serví, ahí si no me la perdonaron, la otra vez había servido pero por menor de
edad no me llevaron, pero ahí si ya serví y me dijeron “nada, toca echarlo, porque
este es bien bandido acá en el pueblo”, eso sí pa’ qué, yo era bien jodido, yo me
agarraba con la policía a tiesto y los levantaba a tiesto, yo a tres policías los
sacaba callados, les metía la mano, boleaba uno pa’ allá y el otro pa’ acá y tenga
les metía la mano y tenga [aplaude] y arrancaba y me iba
Para él, no saber leer ni escribir no representa un problema tan grande hasta
el momento. No obstante, cuando llega a la base militar para recibir el
entrenamiento:
[...] en [nombre del municipio] recibí la instrucción y llevé del bulto, yo por las
botas no llevé del bulto, ni por la ropa pero entonces cuando uno no sabe leer es
tremendo llegar al ejército porque por lo menos en el alojamiento, todas las
puertas tienen letras, números y entonces como lo hacía yo.
Cuando sale del ejército se va a otra región del departamento para continuar
en su labor como campesino jornalero. Después de un tiempo de “sembrar maíz,
sembrar yuca, macanear potreros, arrojar postas, así todo eso pa’ poder
sobrevivir”, se va a trabajar a una finca ganadera, en la que tiene como tarea
ordeñar una treintena de vacas. Inicialmente su inexperiencia le resulta
problemática para adelantar esta tarea, hecho que lo lleva a discutir con su patrón.
Como no sabe ordeñar, no es capaz de sacar la cantidad de leche que su patrón
tiene calculado pueden producir las vacas. Se cansa de estar ahí y se va a otra
finca también a ordeñar, pero esta vez solo la mitad de vacas.
Ahí fue la primer caída mía con las mujeres
A la par que ordeña las vacas, el dueño de la tierra le permite sembrar una
parcela de maíz de tres hectáreas. Esas mismas relaciones de trabajo se
establecen con otros campesinos. Así llega una pareja a aquella finca, el hombre
viene para trabajar en las labores de la finca y su pareja, como cocinera. Según él,
esa mujer se interesa en él y lo persigue en las noches.
Entonces, yo el domingo bajé allá a la cantina, [nombre de la cantina] y le conté a
un cucho, le dije: -“mano pasa que allá donde don [nombre del patrón] de noche
me mecen, duermo en la ramada de un trapiche entre una hamaca y resulta que
yo me despierto y estoy meciéndome, me están meciendo pero yo no veo a
nadie”-. Me dijo: “eso es una bruja que lo persigue, y usted no revisa las piernas,
¿por ahí no resulta con morados?”, dije yo: -“Ni me pongo yo mismo cuidado en
la casa”-, bueno, me dijo: “Consígase la Biblia y después cuando este
meciéndose, saque las patas y frene y coja la biblia y lea el Salmo 91, tres veces”
dije yo: -“La misma vaina, es como poner las gallinas a las vacas a lamber sal en
botella, no ve que yo no sé leer”-. Entonces me dijo: “Ah ya, entonces haga una
cosa, consígase la Biblia y consígase una mesa, un palo, así una vaina y usted
pone la biblia abierta así en el Salmo 91 y déjelo ahí al lado suyo, al lado derecho
y verá que eso se le quita y póngase los interiores al revés y verá que las brujas
no lo vuelven a molestar.
Por problemas de celos, la mujer y su pareja pelean y ella decide terminar la
relación con él. En vista de la separación, y queriendo evitar problemas, el dueño
de la finca le pide a la pareja que se vaya, pero ella insiste en quedarse.
Hay un dicho que dice y es muy cierto “que habemos personas que nos
enamoramos solas”, la tipa tragada de mí y yo la odiaba, para después al poco
tiempo quererla, ah…, como es la vaina, por eso dice un dicho “no escupa
pa’rriba porque en la cara le cae”, a mí me echaba esa tipa en la ración de carne
y me metía otro pedacito por debajo y eso me mandaba besos y yo le decía: -
“bruja”- [risa] ah…, y entonces el amor es muy traicionero, dice que uno tiene
culpa porque uno mismo hay veces piensa y echa pa’ delante y echa reversa y
no halla qué hacer, hasta que de pronto pao cae; eso me pasó a mí.
Un mes después de la separación de la pareja, el patrón le cambia al
protagonista de la trayectoria de vida, el cultivo de maíz por uno de plátano
ubicado en otra finca, a donde se van a vivir los dos: “hay un dicho que dice “con
la vara que medisteis, con esa serás medido y lo que usted le quite a otro, tarde
que temprano se la quitan a uno también”. Entonces, él se dedica al cultivo de
plátano, el cual complementa con la actividad de la pesca. Cada mañana, desde
muy temprano, él sale por dos horas a pescar y ella se queda en la casa. Hacia
las siete de la mañana él regresa para vender el pescado. Después de trece
meses de relación, él se entera que mientras él pesca, ella le es infiel con el
hombre que le compra el pescado. A pesar de recibir muchos comentarios sobre
la infidelidad de ella, él no está dispuesto a fiarse de chismes y quiere comprobarlo
por sí mismo.
[...] le dije al socio mío, le dije esta noche va a pescar julano con usted “y usted
por que no”, no yo no voy esta noche, “y eso” – “No, me dijo la muchacha fulana,
me dijo que “mi mujer me estaba montado los lazos” y yo voy a pillármela a ver si
es cierto”-. Dijo: “yo también lo sabía” y le dije yo: -“Entonces porque no abría la
jeta”-. Dijo: “No porque usted sabe que usted es un poquito alzado entonces
usted va y la embarra” le dije: -“No, yo tengo que cumplir, yo tengo que cumplir,
cumplirle a mi papá señor un compromiso que hicimos los dos “que yo podía
pelear por otras cosas menos por mujer, porque mujer se encuentra a todo
momento, que uno consiga mujer, pero la vida es una sola y hay que saberla
vivir-”.
Es el compromiso hecho con su abuelo el que le impide que esa noche,
después de presenciar el encuentro entre su pareja y el amante, los ataque con el
machete que prepara para la ocasión. Este suceso desemboca en la ruptura con
su pareja y en el abandono de los trabajos realizados en la platanera. Por un
tiempo se dedica a deambular por varias poblaciones del norte del país.
Ahí topé el dolor de cabeza que he tenido de esa fecha hasta esta fecha
Después de un tiempo, marcha hacia una vereda ubicada al centro occidente
del departamento de Santander. Allí, mientras se dedica al comercio de carne y,
de vez en cuando, ejerce como celador de unas torres, conoce a quien él
denomina su “dolor de cabeza”, su segunda pareja. Él cuenta con más de veinte
años, mientras ella es apenas una adolescente entre los trece y catorce años.
[...] me enamoré de la mujer y entonces yo no tenía plata pal matrimonio y a mí si
me exigían que si yo iba a convivir con la muchacha, yo tenía que casarme,
imagínese yo sin plata, porque yo todo lo que me ganaba me lo hartaba o bien
iba y me lo desaparecía [pausa] y entonces, la mamá de ella tenía un toro y el
toro valió en ese tiempo dieciocho mil pesos y esos dieciocho mil pesos me los
dio a mí para el matrimonio y eso me valió a mí el matrimonio, el matrimonio me
valió a mi veinte mil pesos en el año 77 y me casé,... no nos casaban, en ninguna
iglesia porque le faltaban unos meses para cumplir quince años y yo busqué por
un lado y otro hasta que topé... , un cura gruesote, me dijo “yo sí lo caso, yo no
soy el de la obligación, el de la obligación es usted” dígame, sí, nos casó el 17
¿qué? El 16 de abril del 77, a las siete de la noche.
Sigue con su vida de aparcero. Acepta ir a administrar una finca donde el
dueño le permite establecer un cultivo de yuca. Ahí, junto a su esposa, trabaja
“sembrando maíz, sembrando yuca, cercando, macaneando, entonces me la
ganaba”. En lo económico todo marcha, pero en relación con su esposa las cosas
no va igual: “una vez se puso enferma la mujer y me tocó cargármela en las
costillas en un taburete más de dos horas de camino hasta sacarla a la carretera
central”. Luego que se alivia, regresan a la finca, pero las cosas no marchan bien.
Los problemas de salud de su esposa se resuelven pero el dueño de la fina se fija
en ella, y empieza a ejercer su poder de propietario sobre los aparceros. La
presiona para que establezca una relación con él, “entonces yo ya no podía vivir
abajo donde tenía la yuquera porque ese señor se la montó a la tipa, y me dijo, le
dijo ‘vusted se va conmigo o si no usted tiene que ser moza mía aquí o yo atentaré
contra su marido’”.
Una noche ella le comunica a su esposo que está siendo acosada por el
patrón. La reacción de él no se hace esperar. Su juventud y la efervescencia que
lo caracterizan, lo llevan a enfrentar a aquél hombre.
Ella me dijo eso a mí por la noche, entonces yo por la mañana me fui pa’ donde
el man, el man estaba allá en el pozo del agua bañándose las muelas, mera, con
una toalla ahí puesta [pausa] y le dije: -“oiga vecino ¿usted es cierto que va
atentar contra la vida mía?”- y le zampo el primero de una vez, le fui a mandar la
mano aquí, pero no tenía camisa y le meto el primer tiestazo aquí y tome, cayó y
allá quedó quieto, entonces, ya los obreros se me vinieron “ay [nombre del
protagonista] que usted mató a fulano” les dije: -“No, yo no lo maté es para que él
se acostumbre a ser quieto, a respetar la gente porque nosotros, todo el mundo
necesitamos respeto”-, el man se paró, se sacudió, le echaron agua, se paró y se
fue y se cambió y yo no me fui pa’ la casa, porque yo le tiré fue en la casa de él,
él tenía una casa aparte en la misma finca, sí, se salió pa’ afuera y le dije: -“¿y en
qué quedamos?, vea, págueme los jornales que usted me debe, págueme las
estillas de las maderas que le rajé y me voy”-, me dijo “ que no, que no me fuera”
y le dije: -“No señor, yo me voy, yo no me gusta ser humillado, ni que me humille
nadie y usted mi humilla a mi porque yo soy un pobre, porque no tengo plata y
usted tiene plata y usted me humilla, no, nada-”.
Aunque su patrón le pide insistentemente que no se vaya, e incluso lo
presiona económicamente para que se quede, negándose a pagarle varios
jornales pendientes, él decide marcharse. Después de probar suerte en dos
lugares diferentes, tras la muerte de su suegro se traslada a la vereda donde él
vivía, para hacerse cargo de la finca.
Ya la suegra dijo que nos viniéramos que porque ella sola allá que no sé qué,
que esto y lo otro y la mujer mía era la consentida de ellos, entonces nos fuimos
para allá, allá le recibí la finca abandonada, nos pusimos fue a trabajar, [pausa]
pero como dice el cuento “el que nace pa’ tamal, le sale, del cielo le caen las
hojas” con la misma vaina con la señora porque la perseguían y por ahí, una vez
se puso un man también por ahí a molestarla, también le di, le di un coñazo y
duró como según eso como quince minutos privado, a mí me fueron a amarrar y
yo no me les dejé, entonces en ese tiempo se estaba conformando la guerrilla de
Pozo Nutria, entonces, ya fueron y le dijeron por allá a esa gente que yo había
matado a ese tipo y con la guerrilla es “el que mata a otro, esa gente lo mata a
uno”, pero menos mal que cuando los manes llegaron, el man estaba sentado
porque yo le pegué el manazo fue por aquí, donde le dé más duro lo desnuco.
Este incidente le genera varios problemas. Por un lado, está la exigencia de
pagarle un dinero al hombre a quien agrede en la adolescencia, y por otro lado, los
hermanos del mismo joven quieren atentar contra su integridad. Todo ello lo
impulsa a abandonar la vereda y darse nuevamente a la tarea de probar suerte en
la ciudad. En uno de los barrios de la ciudad encuentra trabajo como cuidandero
en un taller de latonería, “O sea, yo no pagaba agua, no pagaba luz, no pagaba
arriendo, sino solamente por cuidar las, las volquetas, o sea, los carros que
reparaban ahí”. Aunque parece que todo va bien, como en el caso de su primera
pareja, empiezan a llegar a sus oídos comentarios sobre una posible infidelidad de
su esposa con el dueño del taller. Al parecer, todos los días después de llevarle el
almuerzo al trabajo a su esposo, ella se reúne con el dueño del taller para ir a
cine. También en este caso, corrobora él mismo que los rumores sean ciertos.
Entonces un día yo me fui, ya me puse unas gafas negras y arranqué y me fui
pa’l teatro. Listo, cuando vi que iban cogidos de la mano y [pausa] pillé la vuelta.
Entonces me bajé y me vine, después fui con otros, con dos más, para que me
sirvieran de testigos.
Sin embargo, él no le dice nada y un día en que él se va para la vereda en la
que están antes de venir a la ciudad, ella aprovecha para “volarse con el man”,
dejándole los dos hijos que tienen. Seguir en aquél trabajo le resulta imposible, no
soporta saber que su esposa lo abandona por irse con aquél hombre, así que la
solución que halla, como en muchas otras ocasiones, es irse. A los pocos días se
va a vivir al otro municipio.
¿Allá que hacía? sembraba cacao, cortaba cacao, desyerbaba, todos los oficios
del campo y todos los sábado yo me iba por la mañana, por la tarde, con la
yuquita, los platanitos y el solecito pa’, pa’ irle hacer mercado a los hijos pa´
dejarles, porque los hijos los había dejado donde la mama de ella.
Aquí le toca más bien es que en el mismo carro que vino se vaya
Tras la separación, la relación entre él y su ex esposa se vuelve muy tensa.
Los insultos y los malos tratos no se hacen esperar cada vez que tienen contacto
por teléfono. Tan tensa es la situación que su misma suegra lo pone sobre aviso
que su hija le manifiesta tener una relación con un policía y que piensa decirle a
éste que el papá de sus hijos es un guerrillero, con lo cual espera conseguir que el
policía lo mate. Ante esto, él decide mantener la dinámica que hasta ahora sigue:
trabajar de lunes a viernes en aquel municipio a donde se va y viajar los sábados
a casa de su suegra para visitar a sus hijos. Pero esta vez, le parece importante ir
sólo de visita y no pasar allí el fin de semana. La solución no es tan simple. Uno
de los sábados en que está visitando a sus hijos, ella llama y por casualidad él
contesta el teléfono, “no quiero saber más que usted viva ahí en esa casa, váyase
para donde usted se le dé la gana, porque si usted llega el sábado ahí a esa casa,
usted va a saber lo que va a llevar, yo a usted le voy a hacer dar en la torre pa’
que deje la joda”. Frente a la amenaza, él planea su nuevo rumbo. Esa semana
trabaja en la finca hasta el jueves. Al día siguiente, después de visitar a sus hijos,
se embarca con destino a una población del departamento de Arauca. El 5 de
enero de 1985, tras doce horas de viaje, él arribaba a aquella población, “la maleta
mía era un saco de fique con la ropa al hombro y una macheta empelota”
A su llegada, le impresiona ver que la población es sólo un caserío de casas
de zinc, tabla y palma. Apenas se baja del bus pregunta por un hotel. Justo en
frente hay un rancho grande de tabla y techo de palma, ese es el hotel. Allí le
recibe un hombre malhumorado que lo bombardea con preguntas: ¿Qué quiere?
¿De dónde viene? ¿Para dónde va? ¿A qué viene? ¿Tiene mujer o amigos aquí?
El responde todo, le cuenta que va en busca de trabajo y que no conoce a nadie
allí. La respuesta de aquél hombre es “Eso es difícil porque aquí han llegado
muchos y hay veces no alcanzan ni a irse, se van pero para el otro lado”. Conoce
perfectamente el significado de la frase “irse pa’l otro lado”, por eso se limita a
pagar el costo de la habitación que el hombre le asigna, que según le dice es la
única disponible, y se retira hacia ella. En su memoria permanecen fijas las
características de aquella habitación.
Bueno, me metí pa’ allá, la camita ahí, de esas camas que llamamos nosotros de
burro que es un ¿Cómo le dijera yo? Aquí van dos patas, aquí va el travesaño y
aquí usted le pone tablas, aquí está el otro burro, le pone uno tablas así y encima
le pone la colchoneta, en ese tiempo no había colchonetas eran colchones, pero
ese colchón tenía berrugones así, eso usted cae sentado en esos pedazos de
algodones, de algodón en las costillas. Bueno, ahí sin más sabanas, ni más
nada, ni más cobija con que uno arroparse, ni más toldillo y las puertas con cada
roto como así, los rotos por donde se zampaban los sancudos de noche, ja…, yo
me estuve un rato ahí asentado pensando la vida, pero sin embargo yo tenía
esperanzas en Dios; que Dios me protegía.
Pronto se da cuenta que la recepción del hombre del hotel no tiene que ver
con su mal genio. Hacia la noche, cuando quiere salir a recorrer el caserío se
encuentra a una empleada del hotel, una joven que, además de hacerle casi las
mismas preguntas, le deja más en claro la advertencia con la que lo recibe aquél
hombre: “ay señor yo le voy a decir a usted una cosa, tenga mucha cuenta no se
vaya a salir pa’ la calle, porque aquí ha venido mucha gente a dormir y en eso se
van pa’ la calle yo no sé a hacer qué y no vuelven más, ahí dejan las maletas,
dejan la ropa, todo y no vuelven más”. Mientras ella le habla, se oyen a poca
distancia varios disparos. Aunque piensa preguntar quién hace los disparos y por
qué, se abstiene de hacerlo y decide recibir la comida que le ofrecen e irse a
dormir, si los zancudos que lo azotan se lo permiten. La caracterización como
zona roja del lugar en el que se halla, le permite hacerse una idea de quiénes son
los responsables de los disparos.
A la mañana siguiente la joven con quien conversa no está, ha finalizado su
turno, en su lugar le atiende otra muchacha, quien le repite las preguntas que le
han hecho la tarde anterior, pero además le recomienda devolverse por donde ha
llegado.
Dijo- “¿Pa’ dónde va?” dije: -“Ahorita voy pa’ la calle a ver si consigo trabajo”-. Me
dijo: “Es difícil, es difícil porque aquí la persona cuando llega... porque venga a
visitar un amigo o un familiar, de resto, a usted no le dan trabajo porque es
desconocido–. Dijo -Le doy un consejo: Es mejor que vaya y busque el desayuno
y se vaya pa´ Copetrán y saque tiquete y se vaya... porque aquí todo lo que usted
ve por la calle es gente rara”, dije: -“¿Y el ejército y la policía?”. Dijo: “No, eso no
nombre porque existe sí, pero nosotros no vamos con esa gente”.
Pese a tanta advertencia él decide salir a deambular por la población.
Mientras caminaba encuentra un lugar del que salen carros para otra población del
departamento, entonces decide embarcarse en uno de ellos. Al bajarse del carro,
a donde quiera que mira sólo ve personas armadas y vestidas con camuflados,
como militares, sin que lo sean militares. Sin conocer en lo más mínimo el lugar en
el que está, se encamina hacia el río “solamente en la mente llevaba: Señor
ayúdame, Señor favorézcame cualquier cosa”. Al llegar al río, sobre el tronco de lo
que fuera un árbol deja la bolsa en la que lleva su ropa y su macheta, y se sienta a
mirar algunas personas que pescan.
Llegó un muchacho como así de grande, por ahí aproximadamente de unos doce
años. Llegó y me dijo: “Buenos días compañero ¿cómo le va?”, cuando me dijo
compañero eso fue como un cimbronazo y yo le dije: -“¿Qué más mono?”-
Porque yo tengo la costumbre de decir mono, mono o mona a la gente. Le dije: -
“¿Qué más mono como me le va?”- Y me dijo: “Muy bien”. Dijo: “¿De dónde viene
el compañero?” y dije: -“Yo vengo de Bucaramanga”-. Dijo: “¿Vino a visitar algún
amigo o familiar o qué?” Dije: -“No, yo vengo por aquí en busca de trabajo”-. Dijo:
“Eso es difícil porque aquí para desconocidos no hay trabajo -y dijo- Aquí le toca
más bien es que en el mismo carro que vino se vaya” y le dije: -“¿Por qué? Si es
que como dice el cuento yo no, yo no debo nada ni he hecho ninguna diablura”.
Dijo: “No, es que aquí el desconocido es mejor que se vaya de una vez”.
El transporte que puede llevarlo de vuelta a la primera población no parte
antes de las nueve de la mañana, para lo cual falta una hora. En vista de ello, le
pregunta al mismo muchacho que dónde puede comer algo y se va a desayunar.
“y cómo digo yo: -“El que con Dios vive con Dios anda y el que con Dios anda con
Dios vive”. Mientras se come el pescado, los tres patacones y el café sin azúcar
que constituye su desayuno, dirige su mirada al río y divisa una canoa llena de
personas. El encargado de la canoa, al llegar a la orilla, la amarra al mismo tronco
en el que él ha estado sentado. Tras mirarle con detenimiento él se percata de que
el hombre de la canoa es un viejo conocido suyo e inmediatamente se acerca y lo
saluda. Al principio su antiguo obrero no lo reconoce, pero tras darle varios
detalles, recuerda de quién se trata e incluso le muestra que junto a él está otra
persona con la que también han trabajado antes.
Aunque eso significa que ya cuenta con dos amigos en aquél lugar, no sabe
de qué lado están, es decir, no sabe si ellos simpatizan o no con la guerrilla que
ejerce el control en la población. Mientras conversan, un hombre armado se le
acerca a uno de sus conocidos para hablar con él. Los dos hombres conversan, él
solo observa. Entonces, el hombre que está armado le pide que se acerque, él
siente cómo su corazón se acelera, pero, de todas formas se acerca al lugar
donde está el guerrillero.
Me dijo: “Buenos días”. –“Buenos días”-. “Yo soy el comandante no sé qué más
de aquí de esta zona, yo soy el que comando toda esta gente”, huy, eso habían
como ciento cincuenta, mujeres, chinos, chinas, eso habían mejor dicho, bueno,
cuando me dijo: “Usted es muy arriesgado, usted se metió a la zona de la
candela y nosotros no supimos a qué horas fue que se metió, ¿es que usted
sabe secretos para taparnos la vista?”, entonces yo le dije: -“Mire, vea vecino yo
no sé ni leer con eso le digo todo, yo no sé ni leer, lo único que yo sé es que yo le
pido mucho al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”-. Y dijo: “¿Y esos quiénes son?”
y dije: -“Esos son los que nos dan la vida a nosotros y nos favorecen de cualquier
peligro”-. Dijo: “Oiga y yo los años que tengo y yo no he visto a esa gente”, dije: -
“El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son invisibles pero ellos nos están
escuchando lo que nosotros estamos diciendo”-. Dijo: “Vea haga una cosa vaya y
tómese una gaseosa que usted lo que tiene es sequía” [Risa] Ah, ah, yo me
estuve ahí parado, yo no me fui, yo me estuve ahí parado, entonces le dije yo, le
dije: -“¿Será que yo me puedo estar por aquí?”- Dijo: “Sí, usted puede estarse
por aquí porque usted tiene a don J de amigo, tiene a don [nombre] que es amigo
y don J y don [nombre] son de nosotros los mismos… de los mismos nuestros”.
Cuando dijo de los mismos nuestros dije, pensé yo: -“Pero mío no porque yo no
estoy en esa colada”-.
Ese mismo día puede ver en funcionamiento el mecanismo que la población
y la guerrilla idean para hacer frente a la llegada del ejército. Cuando el ejército
alcanza un punto relativamente cercano se desconecta y conecta la corriente
eléctrica varias veces, ese es el santo y seña, apenas eso ocurre los guerrilleros
se retiran y la población se prepara para recibir a la tropa.
Y vea no quedó uno, toda esa gente se fue, como a la media hora, no, como a
los cuarenta y cinco minutos llegó el ejército y el primero que atendió al ejército
fue el chino el que primero me había atendido a mí y le dijo, el teniente dijo: “Aquí
estaba la guerrilla ¿no es cierto?” dijo: “Sí aquí estaban- dijo- huy, habían como
doscientos”. “ Y pa’ donde se fue”. “De aquí pa’ allá”, mentira la guerrilla se fue de
aquí pa’ allá, los despistan.
Sus conocidos acuerdan que trabaje tres días de la semana para cada uno
de ellos. Aquella es una región cocalera, él trabajaba al jornal en la siembra y
raspado de la coca. Aunque puede sembrar su propia parcela, prefiere quedarse
trabajando a jornal. Esta actividad la combina con otras de las que genera su
sustento: tumbando rastrojos, sembrando maíz, cercando y pescando.
Errar sin rumbo fijo
Después de la ruptura con su segunda pareja, él se promete no volver a
enamorarse y menos a convivir con una mujer. Pero como él dice, “allá me pasó
igual que el venado: El venado es muy arisco y le uchan los perros, los perros lo
persiguen un rato, y el venado lo que hace es que cae al agua y ahí quedó tullido y
ahí lo joden; eso me pasó a mí, yo después de que dije que no, volví y dije que sí,
y caí.”
Después de un tiempo de estar trabajando en casa de uno de los amigos,
inicia una relación con una de sus hijas y para poder continuar con dicha relación
deciden fugarse. Aprovechan que muchas personas lo conocen y deciden
quedarse en la región. Pronto consiguen un contrato de trabajo y con él el permiso
de levantar una casita en la propiedad del patrón. Lo que no imaginan es que el
padre se dé a la búsqueda de su hija con el propósito de devolverla a la casa, lo
que ocurre finalmente. A la llegada del padre, él no encuentra más solución que
escapar. Piensa en hacerlo solo, pero su pareja lo sigue. Juntos se refugian en un
rastrojo, mientras el padre iracundo se regresa a su casa. En la tarde, después de
estar escondidos todo el día, regresan al lugar en el que están viviendo, recogen
la ropa que es su única pertenencia y se marchan. Sin embargo, no abandonan la
región, pero en esta ocasión interponen más distancia.
Las primeras semanas la situación es difícil porque como le responde uno de
los señores a quien pregunta por las posibilidades que lo ocuparan en sus cultivos:
“Trabajo por aquí hay mucho pero es que para gente por aquí desconocida, no se
le da”. Al no contratarlo en ningún lugar, tiene que regresar a la población en la
que tiempo atrás se encuentra con los dos antiguos conocidos, uno de ellos el
padre de su pareja. Aunque allí saben que él se ha fugado con la hija de aquel
hombre, lo cual es un problema, una señora le ayuda a conseguir un trabajo para
él y su pareja, “Pagaban dos mil quinientos pesos la cocinera y a mí me pagaban
mil quinientos pesos el jornal, y allá nos fuimos a trabajar, a tumbar cacao, a
“desesembuyar””
Y entonces, ahí duramos como tres meses, al último día me puse yo a pensar: -
“Pero es que esto está como raro porque yo pa’ ponerme a, la mujer se gana dos
mil, dos mil quinientos aquí y esclavizada todo el día, voy es a comprarme una
rancha allá en el caserío y me voy pa´ allá”-. Y fui y compré una mediagua en tres
mil pesos y allá nos metimos. Y la mujer no sabía patronear una canoa. Yo
compré una canoa, me valió mil quinientos pesos; compré una atarraya, me valió
dos mil pesos. Y entonces nos fuimos un sábado pa’ allá, pa’ un, pa’ un pozo
grande, hondo pero de agua mansita. Dije voy a enseñarle y le dije: -“Vamos yo
le enseño a patronear”- y nos pusimos allá, eso duramos como desde las nueve
de la mañana como hasta las tres de la tarde y ya, ya sabía patronear y le dije –
“Calma eso toca por ambos lados- y yo llevaba la atarraya- vamos a ver si
hacemos unos lances pa’ ver si conseguimos un pescado pa’ comer porque hoy
no hicimos mercado ¿y qué vamos a comer?”- Oiga y de buenas, me fui e hice
un lance y me agarré un pescado, un bagre que pesó ocho kilos y el kilo de bagre
valía en ese a mil pesos, un kilo de bagre, eran ocho kilos, eran ocho mil pesos.
La pesca le genera mayores ingresos que el trabajo a jornal y además
representa menor tiempo de trabajo, por lo que decide dedicarse casi que
exclusivamente a esa primera actividad. Desde que llega a aquella región
controlada por la guerrilla, él trabaja casi sin tener que vérsela con ellos, pero
pasados más o menos tres meses, después de establecerse en su mediagua, la
guerrilla le manda a llamar.
Entonces un día estando yo ahí en la casa, estaba yo remendando la atarraya
cuando llegó, llegaron dos muchachas, la una como de catorce años y la otra
como de quince, pero camufladas, armadas y me dijeron: “Oiga don [nombre] que
allí los camaradas lo necesitan”, dije: -“Y eso”-. Dijo: “No, como que lo van a
mandar pa’, por allá pa’ abajo a administrar una finca”, yo, como que no me
sonaba la finca porque yo ya estaba acostumbradito a que yo pescaba, nosotros
pescábamos y yo me ganaba diez mil, doce mil pesos en medio día y pues que
hago, entonces yo, bueno, sin embargo me fui, sí, que una finca que no tenía
sino doce cabezas de ganado, casa y tierra pa’ que sembrara yuca y plátano, y
los contratos pero no me pagaban sino seis mil pesos el mes. Y a mí me
quedaba muy difícil porque seis mil pesos para yo comer de ahí, no me
alcanzaba. Entonces dije: -“No, a mí no me alcanza el sueldo porque a mí seis
mil pesos no me alcanza y cómo va hacer eso posible”-, entonces, me dijeron:
“No, nosotros lo vamos a ayudar, usted llega todos los días, todos los domingos,
cada ocho días, donde un señor que le vamos a decir en [nombre de municipio] y
ese señor le va a dar a usted el mercado”. Pues como dice, como dice el cuento
“a caballo regalado no se le mira colmillo”. Bueno, yo sin embargo le dije a la
mujer ¿nos vamos? “Vamos”. Vendí la canoa. La atarraya no la vendí, yo tenía
dos atarrayas esa si no las vendí, esas sí, yo me las llevé. Y allá nos fuimos a
trabajar.
Sin embargo, no se quedan mucho tiempo en la finca de la guerrilla. En
pocos meses se trasladan a otra propiedad para trabajar en el ordeño de ganado.
Allí se hace más palpable lo que es estar en una zona roja. Él tiene que levantarse
a las tres de la mañana e ir a buscar las vacas a los potreros y mientras camina en
busca del ganado debe ir cantando o silvando para que la guerrilla sepa que es el
administrador de la finca quien pasaba por allí y no el ejército. Pero no sólo eso, el
desarrollo desigual causado por el capitalismo, hace que las condiciones de vida
de la gente en aquella región sean muy difíciles.
El primer mes lo pasábamos así, solamente con la mera ganadería, comiéndonos
la plata de los dieciséis mil pesos, pero yo no hice contrato, ya al segundo mes
ya hice un contrato, ya lo hice por treinta y cinco mil pesos para comer de ahí.
Entonces, yo me tocaba apretar la mujer que se parara también igual que yo a
las tres de la mañana para que ella se pusiera hacer el desayuno y yo irme a
ordeñar, porque yo ya tenía cuatro obreros y nosotros los dos éramos seis ¿Qué
tenía que hacer ella? Allá no había gas, no había luz eléctrica, entonces, yo para
ordeñar en el corral me tocaba con unos chivones así, de esos de aceite z,
llenarlo de trapo y echarle ACPM y meterle candela y en todas las esquinas del
corral un mechón para yo poder ver para sacar los terneros y para poder manear
las vacas, para ver las tetas de las vacas y llueva mijo, porque no había sino el
mero corralito que estaba con casa era el corralito donde techaban los terneros y
el resto era intemperie, me tocaba ponerme dos camisas manga larga y el
zancudo coma, porque uno ordeñando que, le tocaba hacer a uno así pa’
poderse quitar los zancudos.
En este lugar permanece más de dos años, una importante cantidad de
tiempo si se tiene en cuenta su permanente deambular como jornalero. Allí nacen
sus dos hijos. Con la liquidación que recibe por su último año de trabajo compra
un terrenito a orillas del río, el cual colindaba con un resguardo indígena. En ese
lugar se dedica nuevamente a la pesca, aunque combinada con pequeños cultivos
de yuca y plátano que están más orientados a la subsistencia que al comercio.
Aunque el río le proporcionaba pescado, también le trae problemas, pues en
épocas lluviosas su caudal crece e inunda la casa. Vivir en un ambiente tan
húmedo le ocasiona, especialmente a los niños, fuertes problemas en la piel.
Tienen cubiertos los pies de hongos y otras afecciones producto de las aguas
estancadas, como ocurre una vez que hospitalizan a uno de sus hijo por ocho
días, porque cae en un charco y el contacto con el agua estancada provoca que
todo su cuerpo se brote.
De allí sale gracias a que el hijo de un terrateniente le permite levantar un
rancho en un pequeño lote ubicado al interior de las propiedades de su padre. Al
principio él le pide al mismo terrateniente que le regale un pedazo de tierra para
fijar una vivienda, pero el terrateniente se niega y le dice que si quiere le vende un
lote por cinco millones.
Bueno, al otro día me tope con un hijo, yo lo único que si no sé es en que
trabajaría el hombre, pero el man lo vi y lo único que sí sé es que era jodido, o
sea, él tenía como…, trabajaba en alguna organización. Entonces yo le dije: -
“Negro, esto, mano usted porque no me deja hacer una ranchita aquí para poder
venirme de donde los indios, es que estoy sufrido allá con ese río, usted sabe
cómo, mire esos pobres chinos las patas las tienen todas envejigadas, en
candelilla de los sabañones y vea a [nombre] el que, que se cayó que días a un
barrial ahí y lo tengo es hospitalizado porque le saqué un broto en las piernas
así… todo lo que le mojó las piernas así. Eso le salió un broto y me tocó tenerlo
ocho días hospitalizado”-. Dijo: “Vea don Pablo: Si mi papá no le regaló la tierra
haga su rancho ahí donde usted quiere, es que mi papá es un miserable, es que
mi papá cree que él es solamente él y los demás no, haga su rancho ahí y si
viene y le dice por qué hizo el rancho dígale que fui yo el [apodo] el que le dio
permiso”. Ese era el verraco amigo entonces, él me dijo eso, ajá, este man tiene,
este man es, este man es de los duros pero yo no sabía en que estaba ¿sí?
Así como le pide al hijo del dueño de la propiedad que le regale un terreno,
sin saber a qué organización está vinculado, también le pide ayuda al ejército para
nivelar el terreno, aprovechando que éste está pavimentando una carretera que
pasaba cerca; y el alcalde, que para ese entonces es un militar, “Me regaló
veintidós láminas de zinc, me regaló diez bultos de cemento y una volquetada de
arena”. Esa actitud de no comprometerse con ninguna de las fuerzas enfrentadas
en el conflicto y al mismo tiempo recibir ayuda de todos, le representa serios
problemas en el futuro. Él opera en oposición a las normas de comportamiento
establecidas para una región como aquella en la que tiene presencia guerrilleros,
militares y paramilitares; pese a que el mayor control lo ejerce la guerrilla.
Una costumbre extendida en la región, tal vez porque ha sido impuesta por la
guerrilla para obstaculizar el control represivo del Estado, es no registrar a los
niños cuando nacen, así como tampoco enviarlos a la escuela cuando tienen edad
para iniciar sus estudios. Sus hijos cuentan con siete y cinco años, cuando por
insistencia de la profesora de la escuelita del poblado él decide enviarlos a
estudiar. Es también por insistencia de la profesora que termina registrándolos a
los tres, incluyendo al menor de todos, quien tiene menos edad, aunque para ello
tiene que registrar primero a su pareja.
A mí me llevaban de aquí pal desgueyadero y yo iba riéndome porque yo no
sabía qué era lo que me iba a suceder.
Durante todo el tiempo que gasta trasegando aquella región, no tiene noticias
de los hijos que tiene con su segunda pareja, y menos de ella. Para él es materia
olvidada. Pero como él mismo lo señala, ella es su eterno dolor de cabeza.
Un día, para su sorpresa, la emisora de radio de la región transmite un
mensaje para él, en el que uno de los hijos de aquella unión le pide ponerse en
contacto con él tan pronto como pueda. El mensaje lo toman sus pequeños hijos
porque él se encuentra con su pareja sembrando plátano.
En la década de los años 90, en las cabeceras rurales las redes telefónicas
privadas están reservadas para personas acaudaladas que tienen cómo costear la
instalación de las mismas. Las otras personas deben hacer uso de la telefonía por
medio de oficinas de Telecom, empresa estatal de telecomunicaciones, instalada
en los poblados, las cuales cuentan con dos o tres cabinas de teléfono. A través
de estas oficinas las personas pueden llamar a cualquier lugar del país. Para
recibir llamadas, la oficina tiene un número de teléfono que las personas pueden
dar a sus contactos y cuando éstos llaman la operadora le envía un mensaje con
alguien para que se acerque a la oficina a responder la llamada.
Nosotros en la vereda [nombre] teníamos una caseta de Telecom pero hecha por
nosotros mismos, la comunidad había hecho la caseta y habíamos aportado de a
cinco mil, de a dos mil, de a mil, yo que no tenía plata y no tenía como aportar, no
aporte con plata di una gallina y hicimos una caseta que en ese tiempo nos valió
quinientos mil pesos. Este, ¿Cómo es que se llama? Telecom nos dio la batería
porque, la batería y la planta solar, porque por ahí no había luz eléctrica tocaba
con una planta solar y la batería para que cargara, y por ese medio uno marcaba
desde allá y por eso mismo llegaba la llamada de [nombre de la ciudad] o de
cualquier parte del país, llegaba ahí y también salía.
Esa misma noche, después de recibir de sus hijos el mensaje, él se dirige al
pueblo y le pide al presidente de la Junta de Acción Comunal que le comunique
con el número de teléfono que deja su hijo en el mensaje que pasan en la radio.
Con la llamada se entera que su hijo está casado, pues le contesta su esposa,
quien al conocer de qué lugar llama el padre de su esposo se muestra reticente a
darle información de dónde se halla éste y sobre todo de cuál es su ocupación. Él
tarda varios minutos explicándole:
No me tenga desconfianza señora que de pronto usted está pensando... que yo
soy guerrillero y no yo no soy guerrillero, estoy sí, en una zona guerrillera pero no
soy guerrillero- dije- aquí en el departamento... y en el municipio... la gente dice
por allá que toda la gente aquí en este departamento es guerrillera, no, los
guerrilleros son aquellos que están armados y que están peleando con el ejército,
peleando con el Estado, nosotros los civiles no somos de esa categoría...
Para cuando la mujer acepta darle el número de su esposo, el hombre
sobrepasa el tiempo límite permitido para una llamada, que es de tres minutos.
Cuando termina la llamada, a los niños y demás personas que esperan que
termine la llamada, se une un guerrillero para preguntarle con quién estaba
hablando, si acaso no está dándole algún tipo de información al ejército, a quienes
ellos llaman “los chulos”. Él responde que no, que sólo se trata de una deuda que
tiene con un amigo que está en otra ciudad. Rápidamente paga el costo de la
llamada y se va a su casa.
Al día siguiente, por la tarde, emprende camino hacia un pueblito cercano
donde la oficina de Telecom si cuenta con tres cabinas, y no sólo con una como
en su pueblo. Eso es importante porque le da más privacidad a las llamadas. Allí
le pide a la operadora que lo comunique con un número telefónico de la ciudad de
Bogotá. Al hablar con su hijo se entera que él y su hermano están vinculados al
ejército. Quien le habla es el cabo segundo y enfermero en esa institución, y sabe
que su otro hijo ha muerto. Su hijo también le pregunta cuándo van a volver a
verse, pues ya son varios años transcurridos desde el día en que les visita para
comunicarles que se marcha a otro departamento. Hablan de la posibilidad que su
hijo le pague los pasajes, pues él no tiene cómo costear el viaje; también acuerdan
mantenerse en contacto.
Pasan casi dos meses sin que tenga noticia alguna de su hijo, por lo que decide
ponerse nuevamente en contacto. En esa ocasión no acude ni a la cabina de
Telecom de su pueblo, ni a la oficina de esta empresa en el pueblo vecino.
De pronto un día llegó una patrulla ahí del ejército y estaban comenzando a salir
recién los celulares, entonces ahí ya fue cuando yo fui y le dije al Capitán que si
tenía minutos que me hiciera el favor y me vendiera. Entonces le dijo a un
soldado y sí, dijo: “¿Y a quién va a llamar?”, dije yo: -“A un hijo que está
prestando el servicio en Bogotá”- y dijo: “¿Y se sabrá a quién?”, y entonces yo le
dije.... Dijo: “Ese trabaja por ahí en el hospital porque es enfermero”, dije:-“Ajá”- Y
el mismo cogió el celular porque él mismo lo llamó. Le contestó. Le dijo: “Por aquí
lo necesita su papá que va hablarle”, bueno, y hablamos ahí.
Transcurridos varios días después de esa última comunicación, su hijo
nuevamente se pone en contacto con él. Esta vez le muestra el viaje a Bogotá
más que como una posibilidad de reencontrarse, como una necesidad para que el
Ministerio de Defensa apruebe una indemnización por la muerte de su hermano,
para lo cual su firma resulta indispensable en todo el proceso. Las
consideraciones de orden económico no pueden ser un obstáculo para que él viaje
pues su hijo paga los pasajes y él se pone en marcha.
Allá llegué pero yo no sabía cómo era el rodaje, yo no sabía cómo era que ellos
estaban haciendo las cosas. Allá se presentaron con un abogado.... Bueno, ese
día me, ese día mejor dicho lo que les hizo falta fue que me llevaran cargado, la
mujer, la ex mujer,... en ese tiempo tenía cinco hijos con uno y otro y eso me
decía papi, pero yo no sabía la trampa que... me llevaba con el bendito abogado.
Yo al hijo no lo culpo porque él también cayó en las redes malas que tiene la
madre.
Al Ministerio de Defensa asisten su hijo, su ex pareja, el abogado y él. Allí los
atiende una sargento, quien le comunica que según el número de su cédula él es
declarado muerto desaparecido. Lo que da a entender es que esto es una
confusión del sargento porque el abogado le aclara que él es el padre del muerto,
por lo cual sólo se requiere que él firme. Efectivamente él firma un documento sin
saber qué dice.
Después de firmar continúan las atenciones hacia él, al punto que su hijo le
pide que no regrese a su casa sino que les acompañe para pasar unos días con
ellos. Aunque él no está muy convencido, termina por aceptar y viaja con ellos. Al
cabo de quince días de estar allí, su hijo, quien ya se ha regresado para Bogotá, le
llama nuevamente para decirle que el Ministerio de Defensa se está negando a
pagar la indemnización por su hijo muerto, por lo que él debe ir a una Notaría a
firmar un documento para demandar al Batallón y al Ministerio de Defensa. A los
pocos días su hijo regresa a la casa, al parecer pide la baja del ejército. Él ya ha
cumplido con la tarea de firmar los documentos que su hijo le solicita. Al día
siguiente del regreso de su hijo, las cosas cambian, este le pide que se vaya, pues
ellos no pueden seguir alimentando a alguien que no hace otra cosa que ver
televisión. Su hijo y su ex pareja le echan de la casa porque ya alcanzan su
cometido, conseguir que él firme un documento en el que renuncia al dinero que le
corresponde por la indemnización que el Estado debe pagar por la muerte de su
otro hijo. Él no puede más que regresar al oriente del país con su otra familia, “con
el rabo entre las piernas”.
¿Cómo queda uno después de que tumban su casa y quedar uno así… sin
dónde meter las narices?
Hacia el 2002, su familia cuenta con un nuevo miembro. Así que en ese año
sus cuatro hijos, su pareja y él dejan la casita que el hijo del dueño del terreno les
permite construir en tierras de su padre, para ir a administrar una finca ganadera.
Allí permanecen por siete meses. Cuando regresan a su casa les espera una
peligrosa sorpresa.
En la casa mía yo había dejado tres volquetadas de arena, sí, y un amigo, que
decía yo que era el último amigo mío, que era el mismo que le estaba yo diciendo
ahora atrás que tenía un hermano en la guerrilla y el hacía en la vereda lo que él
se le diera la gana, le dijo al hermano que yo había dejado la casa sola que
tocaba ponerle una bomba. ¿Por qué digo yo que él? porque yo le saqué la
verdad a él de que, porque yo a él en marzo, y yo en marzo, la mujer mía hizo
dos baldaos de chicha así de grandes…, y le dije a la mujer, a la mujer le dije: -
“Hoy le voy a sacar la verdad a [nombre] de quién fue él que vino a ponerme la
bomba en la casa”, pero la casa ya me la habían tumbado, y lo emborraché ese
día y me contó: “Yo mismo fui el que vine y abrí el hueco porque mi hermano me
mandó a que le pusiera la bomba aquí pa’ que el ejército cayera”, pero gracias a
Dios no caí, ni yo, ni el ejército. De donde don Daniel nos vinimos un sábado y
duramos con la muerte en la cabecera de la cama: sábado, domingo, lunes,
martes, miércoles y el jueves los chinos toparon la bomba, todos esos días
duramos con la bomba ahí como dice el cuento en la cabecera de la cama, como
quien dice de aquí, allá a la puerta.
Al día siguiente de que sus hijos encuentran el artefacto explosivo, él se va para la
cabecera municipal, a la oficina de la personera del pueblo, a dar cuenta de lo que
está ocurriendo en su casa. Pero la personera no le ofrece ninguna ayuda ni
ninguna solución, por el contrario, le reclama por no recurrir a la misma guerrilla
para que desactiven la bomba y se la lleven. Le dijo, además, “un día de estos
usted va amanecer con la jeta llena de tierra y los ojos por sapo”.
De vuelta a su casa, poco a poco llegan varios vecinos, pero nadie se atreve
a acercarse al lugar donde está la bomba. Todos, después de echar una ojeada
desde la carretera, retornan a sus ocupaciones quedando sólo él y sus hijos, sin
tener la menor idea de lo que van a hacer. Hacia las once de la mañana, ve que
un grupo del ejército se moviliza en motocicletas y que pronto pasan frente a su
casa. Entonces, se ubica a orillas de la carretera para pedirle al ejército que se
detengan. Los tres primeros motorizados lo ignoran, sólo el cuarto se detiene.
Era un Sub- teniente y le dije: -“Buenos días mi Teniente ¿cómo me le va?”-,
“¿Usted por qué me dice teniente?”, -“Porque usted carga dos estrellas y yo fui
militar y yo me las conozco”-, dijo: ”Ah, ¿Qué le pasa?”, dije:-“No, vea mi teniente
allá donde están esas volquetadas de arena allá hay una bomba”-, dijo: “Tan no
sé qué más que es usted ¿no?, tan cobarde, después de que le prestó la casa a
la guerrilla para que me pusiera la bomba viene a meterme los dedos en la jeta
¿no? Ojala la bomba los hubiera matado viejo gran no sé si sé cuántas”. Me pegó
un vasiadón que nunca yo pensaba que un militar, siendo un Sub- teniente con
dos estrellas se fuera a portar de esa manera y yo a la edad que tenía en ese
tiempo, que eso hace cinco años, seis años ya, ah, me dijo: “¿Y eso sí es una
bomba?”, le dije: -“Pues al parecer si es una bomba”- yo le alcé la voz, le dije: -
“Camine y se la muestro”-, me dijo: “Camine son muchos yo no vivo aburrido”, y
le dije: -“¿cómo yo si viví con la bomba ahí desde el sábado que yo llegué de
donde don [nombre],... y cómo si nosotros hasta anoche dormimos ahí, y hasta la
presente no nos ha pasado nada, gracias a Dios”. Bueno, arrecho [Risa], el man
veía colores como los piscos...
Aunque el militar piensa que se trata de una trampa, de todas formas envía a
dos soldados a la base a llevar el detector de minas. Los soldados regresan y
arman el detector.
Esa vaina es como así… como un disco, y armaron esa vaina ahí cuando de una
vez pi, pi, pi un capullito rojo, dijo:” Es cierto, este viejo cabrón no está hablando
mentiras”, y habían unos chinos ahí, se viene el montonón de chinos, puro chino,
chinos, chinas, cuando viene y lo empujó una china y va y le dice el teniente: “¿Y
estos guarazapos a que se vienen? los mandó la guerrilla a ver cuántos soldados
caen hoy, váyanse de ahí sapos”, por ahí había chino que era ¿cómo es que se
llama eso de la escuela? Bueno, la máxima autoridad que tiene la escuela, le
dijo: “Huy, señor militar ¿usted acaso no fue pequeño? ¿Usted no fue niño?
¿Usted por qué nos dice esas palabras? Nosotros somos unos niños, no somos
como usted nos piensa portar”, dijo: “En todo caso se me van”.
Cuando los militares ubican el material explosivo le exigen que se vayan.
Ellos se quedan allí. Hacia las tres de la tarde detonan de manera controlada el
explosivo y aunque nadie sale herido, la onda de la explosión echa abajo la casa.
Apenas pasa la explosión, él y casi todos los vecinos van al lugar de la casa y
pueden constatar su total destrucción. Se pregunta a sí mismo qué va a ser de su
familia, ahora que pierden lo único que tienen. Él quiere asegurarse que puede
reclamarle al Estado por los daños y perjuicios sufridos por lo que le pide al
teniente que le firme un documento en el que conste que los daños han sido
ocasionados por los fuerzas militares.
Mi Teniente yo necesito que me dé un papel que compruebe que fueron las
fuerzas militares las que me tumbaron la casa y me dejaron pelado ¿A dónde me
voy a meter con todos estos chinos: cuatro?”-, dijo: “Eso vaya y dígale a la
guerrilla, viejo gran doble si sé cuántas”-, y entonces eso a todo el mundo le
envenenó –“¿Cómo así Teniente que todavía me tumba la casa y todavía me
insulta?, no”-, dijo: “Vámonos” yo le dije: -“¿Vamos?”-, dijo: “Mañana se me
presenta en la base militar..., todos, no me vaya a faltar uno porque el que me
falte vengo y lo cojo y lo meto al calabozo”. ¿Cómo queda uno después de que
tumban su casa y quedar uno así… sin dónde meter las narices?
Afortunadamente la solidaridad se impone a la adversidad. La profesora de la
escuela veredal y su esposo les ofrecen su casa para que se queden allí el tiempo
que sea necesario. Su pareja y sus hijos aceptan el ofrecimiento de ir a dormir en
casa de la profesora, mientras él duerme en los escombros de la casa porque
debe cuidar la única posesión que les queda, unas gallinas.
Pasada una semana, él decide terminar de echar abajo lo que queda de la
casa para construir una nueva. Se da a la tarea de ir casa por casa pidiendo
ayuda para llevar a cabo esa labor, sin embargo, por miedo los vecinos se niegan
a ayudarle y sólo el grupo de evangélicos del caserío accede a prestarle ayuda.
Me fui para donde los evangélicos y allá llegué y le dije al pastor... -“Tocayo
hágame un favor, necesito que me haga el favor y me colabore pa’, pa’ quitar la
casa, quitar ese zinc y pienso hacer una mediagua y meterme ahí”- Dijo: “Yo voy
a reunir la comunidad a ver que dicen-, dijo-... lo estoy invitando a un culto por la
tarde” y le dije: -“Bueno listo yo voy, colóqueme ahí”- Esa noche era vigilia… y
bueno, pa’ qué, esa gente fue muy buena conmigo, muy colaboradora, me
colaboraron con billete y al otro día se fue toda la comunidad evangélica de ahí
del caserío a ayudarme a quitar, a tumbar la casa. Tumbamos la casa se sacaron
los escombros, tomamos las medidas para la mediagua y se alcanzó a dejar la
mediagua ya como dice el cuento “el solo esqueleto” y mire sin hablarle ni una
mechita de mentiras, me tocaba poner tres láminas de zinc así… para no, para
que los huecos no compasaran el uno con el otro y ponerme con un martillo mire
vea… a bregar a tapar los huecos y poner tres láminas, la una sobre la otra. De
veinticuatro láminas que tenía esa casa recuperé para hacer una mediagua de
cinco metros de ancha por los tres de larga que tenía la lámina y ahí meternos.
Cuando yo hice la mediagua llegó la guerrilla y me dijo: “Cuidadito usted se va ir
a pedirle zinc o cemento al Alcalde, porque si nosotros sabemos que usted le va
a pedir zinc o cemento al Alcalde nosotros lo dejamos que haga la casa y con la
sangre suya le echamos el color al piso, ¿oyó?”.
Frente a la agobiante situación por la que atraviesan, su hijo mayor toma la
determinación de ir a una población cercana a buscar trabajo. Está dispuesto
incluso a hacerse raspachín de coca. Aunque el joven tiene la intención de ayudar
a solucionar los problemas de la familia, es evidente que marcharse representa
problemas, sobre todo teniendo en cuenta la obligación impuesta por el ejército de
presentarse todos los días en la base militar. El viernes después que su hijo se va,
él se presenta ante los militares quienes le reclaman por la ausencia del
muchacho.
Bueno, ¿y el hijo mayor qué?”, le dije: -“No, él se fue a trabajar pa’ allá pa’
arriba pal, pa’ la vereda... ”, dijo: “Lo mandó a raspar coca”, le dije: -“Lo que le
salga- dije- ese es trabajo”-, dijo: “Claro como ustedes aquí, ustedes le dejan
los chinos a la guerrilla pa´ que raspen coca y ustedes, ustedes le pagan
vacuna a la coca”. Le dije: -“Mi Capitán, qué, era un Mayor, le dije mi Mayor
nosotros solamente no le pagamos vacuna a la guerrilla, ustedes también le
pagan vacuna a la guerrilla” -, dijo: “Miente”, dije: -“Sí, ustedes le pagan
vacuna a la guerrilla también”-, dijo: “¿Por qué?”, le dije: -“A mi Mayor, yo lo he
visto tomando gaseosa en las cantinas afuera, lo he visto comprando papas,
he visto a los soldados comprando papas, cebollas, tomate, los he visto
comprando carne y los he visto comprando pescado, ahí están dándole
vacuna a la guerrilla, no solamente nosotros”-, dijo: “¿Cómo así? Barájemela”,
le dije: -“Sí, porque aquí todo tendero, todo dueño de negocio, todo dueño de
finca, todo dueño de venta de pescado, venta de lo que sea le paga vacuna a
la guerrilla y por el derecho de usted comprarle una libra de tomate, un kilo de
tomate o un bojote de cebolla, ustedes le están pagando vacuna a la
guerrilla”-, se puso a pensar el man y dijo: “De verdad”, le dije: -“Mi mayor en
todo caso disculpe”- [Risa] Le dije: -“No solamente nosotros los civiles, todo
militar que llegue aquí al departamento... así sea el Presidente, sea el
Diputado, sea el que sea, pero aquí paga, con tomarse una sola gaseosa le
está pagando vacuna a la guerrilla.
Después de unos días no tiene que presentarse más ante los militares.
Mientras él, su esposa y tres de sus hijos viven en la mediagua que levantan con
ayuda de los evangélicos, su hijo mayor se dedica a las labores del campo, bien
en casa de sus abuelos o en cualquier lugar donde pueda trabajar como jornalero,
para ganar su sustento y ayudar con el de su familia.
Así me mataron al hijo mayor
El 5 de febrero del 2007, la guerrilla le pide a su hijo mayor que preste una
escopeta para que vaya hasta una fosa cercana a matar un camuro para ellos. Él
toma la escopeta prestada y se encamina hacia el lugar designado, cuando llega
“ahí habían cinco guerrilleros esperándolo, le quitaron la escopeta y... le pegaron
el tiro en todo el pescuezo, como pa’ que no dijera ni sape”
Por qué la guerrilla mata a su hijo, es algo que no queda del todo claro.
Puede ser porque acepta ayuda de los militares para construir su casa y también
para destruirla, porque su supuesto amigo –el mismo que a razón de tener un
hermano en la guerrilla dispone lo que le viene en gana en la vereda, termina
enterándose que los hijos que tiene con su segunda pareja son militares o porque
el muchacho al que asesinan acaba de cumplir dieciocho años y se niega tanto a
prestar el servicio militar en el Ejército como a vincularse a la guerrilla.
Me llamaron, hicieron la llamada a la casa a las seis y media de la tarde y me
dijeron que me presentara en... [una vereda] que ahí me lo entregaban pero que
los esperara tipo ocho o nueve de la noche, y entonces nosotros salimos con mi
mujer, o sea, la mamá de él y mis hijos y ahí me lo entregaron, eran las nueve de
la noche, nueve y media de la noche del 5 de febrero del 2007, en la misma
cama que él dormía, me lo entregaron en una camioneta que ellos tenían de
cargar gente para matar, [una camioneta] del frente cuarenta y cinco de las
FARC.
La misma guerrilla cuadra todo para que la funeraria del municipio llegue
hasta la vereda para recoger el cuerpo sin vida del muchacho. Los empleados de
la funeraria trasladaran el cuerpo hasta el anfiteatro del hospital del municipio,
donde se presenta el inspector de policía para, supuestamente, adelantar el
levantamiento del cadáver. Para pagar todos los costos del sepelio tiene que ir
casa por casa pidiendo la colaboración de las personas.
Yo me fui a pedir la limosna. Cogí casa por casa, unos me daban dos mil pesos,
otros me daban mil pesos, otros me daban cinco mil pesos. Me fui pa’ la Alcaldía
y la Alcaldía me colaboró en quinientos mil pesos y así de una y otra manera… el
entierro me valía novecientos mil pesos, entierro y el cajón, sin embargo, la
Alcaldía me colaboró con quinientos mil pesos y el resto lo levanté yo pidiéndole
la limosna a uno y a otro.
Esa misma tarde traslada el cuerpo de su hijo hasta la casa de sus suegros,
esa noche velan el cuerpo y al día siguiente le dan sepultura.
El 17 de octubre a las nueve y media de la noche llegaron guerrilleros del Frente
Diez de las FARC, a las nueve y media de la noche, eso fue el 17 de octubre, me
encañonaron y yo solamente dije: -“Señor en tus manos encomiendo mi espíritu”-
, y ahí me dijo el man, me dijo: “No lo mato... porque usted los años que ha
durado acá usted no ha sido sapo, ni ha sido violador para nosotros matarlo, pero
tiene doce horas de plazo para que desocupe la vereda... y el Departamento de
[nombre]. Si dentro de doce horas paso por aquí o si no paso por aquí y yo sé
que usted está aquí, es objetivo militar”, y yo entiendo que objetivo militar es
darle por la porra. Y entonces yo como perro regañado qué me tocó hacer,
venirme, dejar botado todo lo que tenía y me vine con los hijos.
¿Por qué lo amenazan para que abandone el caserío? Tal vez por las
mismas razones por las que matan a su hijo, o tal vez por pedir dinero a la
Alcaldía para darle sepultura a éste. El hecho es que tiene que salir de allí
huyendo en compañía de su esposa y sus hijos.
Por fortuna una hermana lo recibe. Ahí pasan unos días hasta que su pareja
quiere regresar para su tierra porque al parecer su mamá está enferma. Desde el
día en que se va, llevándose a sus hijos, no ha regresado a su lado. “Y yo soy de
los que poco me afano, porque si no puedo convivir con la mujer pues listo, nadie
obliga a vivir con nadie, convive uno con la persona porque quiere... ”. Lo que sí le
preocupa es que desde el 2008 le diagnostican osteoporosis, enfermedad que a
medida que avanza le quita la posibilidad de trabajar y ganar su sustento. El único
ingreso con el que cuenta es el dinero que recibe correspondiente a media
pensión, por valor de medio salario mínimo, que le es asignada por el Ministerio de
Defensa después de que su hijo muere siendo miembro del ejército.
Tengo un carnet de las Fuerzas Militares de la Quinta Brigada y he hecho dos
viajes para ver que me dan, si me operan o no me operan y el último viaje que
hice que días me dijeron que no estaban operando los soldados profesionales,
mucho menos los particulares, entonces yo me pregunto ¿Para qué le dan a uno
un carnet? Yo tengo entendido que un carnet lo carga uno para cuando uno se
pone enfermo ir a solicitar los remedios, pero ni Acción Social ve por mi salud, ni
el ejército ve por mi salud. Entonces, a mí me dicen: “Que le ponga una tutela al
ejército porque yo lo que tengo es que se me acabó la baba que uno tiene en las
coyunturas” y por eso yo para andar, cuando voy por unas gradas yo sufro
mucho las bajadas porque a mí me hace contacto el hueso de aquí arriba con el
hueso de aquí abajo… y eso yo sufro mucho porque la rótula se me acabó, pero
como vuelvo y lo repito a mí nadie me para bolas, ninguno se espeluca.
Estar “arrimado”, dependiendo de la solidaridad de sus amigos y familiares
es lo que le resulta más doloroso. Por eso espera que pronto pueda conseguir,
aun cuando sea mediante tutela, la cirugía que le hace falta. Espera que las
condiciones mejoren para él, y también quiere que en el país puedan llevarse a
cabo unos cambios y la única alternativa que ve es que nuevas generaciones con
nuevas ideas reemplacen a personajes y pensamientos anquilosados.
Entonces ahí es donde está el problema y esta guerra que tenemos y todavía
sigue ¿A dónde iremos a llegar? Entonces yo le decía ayer a un político en una
reunión que teníamos de una asociación de, le decía: -“Y ustedes solamente
hablan y hablan, y los mismos con las mismas, donde hay un Presidente que se
reelige y dura ocho años, donde hay Diputados, Congresistas que tienen tres o
cuatro décadas de estar ahí ¿Por qué no le abren la oportunidad a los jóvenes?
[...] yo fui militar pero yo nunca pensé que las fuerzas militares fueran corruptas y
a dónde estamos, cuántos generales salieron pa’ fuera? Y ahora los de la
armada, ah…, y entonces señor mío por qué no le dejamos el cargo a la juventud
para que la juventud sea, sea, esto, vote uno por fulano de tal que va para la
presidencia para que haya nuevas ideas, para que haya ideas jóvenes ¿sí?