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Desde la Puerta del Sol La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos eguramente hemos sido olvidadizos con la mujer, durante la vida de este modesto digital, al hablar poco de ella. No es una desconsideración, ¡vive Dios! Ni se puede decir que tengamos en el olvido al sexo fe- menino. ¿Cómo vamos a tener ese comportamien- to si son uno de los mejores dones que nos ha de- jado Dios para que nos acompañe a lo largo del pe- regrinar que es la vida, con la misión de que reco- rramos unidos el camino e intentemos, juntos, ga- narnos el reino del más allá? ¿Cómo puede haber seres tan inicuos, tan malvados, tan desagradeci- dos que pueden considerar a la mujer por debajo del hombre, si a ellas debemos la vida, fueron sus cuerpos el hogar en el que nos fuimos formando, son, en suma, las madres que nos ayudaron y em- pujaron a ser quiénes somos? No, evidentemente, estamos en el lugar en el que reconocemos todos sus valores que son muchos, su vocación, su la- boriosidad, su capacidad infinita de entrega..., su desprendimiento, su cordura, la mano que nos condujo por dónde ir unas veces abriéndola y otras cerrándola con energía, empeñándo- se en que viéramos lo bueno y lo malo para que supiéramos distinguir el camino, y un largo etcétera difícil de poder enumerar, paso a paso, toda vez que es innumerable todo que proyectaron en nosotros. Sucede que, cuando en estas páginas se habla de «hom- bre», lo hacemos en el sentido bíblico y, por ende, en esa palabra están comprendidos tanto los varones como las mujeres; porque, según nos aclara el Génesis (1:27, 28): Dios «varón y mujer los creó». No obstante, a veces hacemos la aclaración de varón y mujer cuando nos referimos a los hombres para que no se revolucionen ni los imbéciles ni «las imbécilas». S ¡Brindis por las mujeres!, Emilio Álvarez Frías ¡Todos veganos... o algo así!, Manuel Parra Celaya Con dos colores, Enrique del Pino Sanchismo vs socialismo, Juan Van- Halen Mesa de diálogo: pactar qué con quién, Roberto Blanco Valdés El lado oscuro de la luz, Juez Francisco Serrano Nadie quiere a los verdugos, Rafael Sánchez Saus

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Desde la Puerta del Sol

La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos

eguramente hemos sido olvidadizos con la mujer, durante la vida de este modesto

digital, al hablar poco de ella. No es una desconsideración, ¡vive Dios! Ni se puede decir que tengamos en el olvido al sexo fe-

menino. ¿Cómo vamos a tener ese comportamien-

to si son uno de los mejores dones que nos ha de-jado Dios para que nos acompañe a lo largo del pe-

regrinar que es la vida, con la misión de que reco-rramos unidos el camino e intentemos, juntos, ga-narnos el reino del más allá? ¿Cómo puede haber

seres tan inicuos, tan malvados, tan desagradeci-dos que pueden considerar a la mujer por debajo

del hombre, si a ellas debemos la vida, fueron sus cuerpos el hogar en el que nos fuimos formando, son, en suma, las madres que nos ayudaron y em-

pujaron a ser quiénes somos? No, evidentemente, estamos en el lugar en el que reconocemos todos

sus valores –que son muchos–, su vocación, su la-boriosidad, su capacidad infinita de entrega..., su

desprendimiento, su cordura, la mano que nos condujo por dónde ir unas veces abriéndola y otras cerrándola con energía, empeñándo-se en que viéramos lo bueno y lo malo para que supiéramos distinguir el camino, y un

largo etcétera difícil de poder enumerar, paso a paso, toda vez que es innumerable todo que proyectaron en nosotros. Sucede que, cuando en estas páginas se habla de «hom-

bre», lo hacemos en el sentido bíblico y, por ende, en esa palabra están comprendidos tanto los varones como las mujeres; porque, según nos aclara el Génesis (1:27, 28): Dios «varón y mujer los creó». No obstante, a veces hacemos la aclaración de varón y

mujer cuando nos referimos a los hombres para que no se revolucionen ni los imbéciles ni «las imbécilas».

S ¡Brindis por las mujeres!, Emilio

Álvarez Frías ¡Todos veganos... o algo así!, Manuel

Parra Celaya Con dos colores, Enrique del Pino Sanchismo vs socialismo, Juan Van-

Halen Mesa de diálogo: pactar qué con

quién, Roberto Blanco Valdés El lado oscuro de la luz, Juez

Francisco Serrano Nadie quiere a los verdugos, Rafael

Sánchez Saus

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En estos momentos, si nos asomamos a la ventana, podemos apreciar cómo las mujeres se van incorporándonos prácticamente a todas las ocupaciones en las que es necesario

una mano o una mente que saque adelante un trabajo, una tarea de cualquier tipo. Y las vemos en labores manuales que antes estaban dedicadas exclusivamente a los hombres, y las encontramos en un laboratorio investigando, en una consulta médica, al frente de

una entidad llevando la dirección o la presidencia, en el gobierno de un país, pilotando un avión, participando en una carrera automovilista, ejerciendo de atleta, cuidando a ni-

ños en un jardín de infancia o enseñando en la cátedra de una universidad, jugando al fútbol o en un lance de esgrima –presteza que ya practicaban las mujeres españolas en el siglo V–, etc. En todos esos sitios vemos a las mujeres porque se lo han currado, no

porque alguien ha decidido que han de ocupar el mismo número de puestos que los va-rones.

Y estas mujeres, que han puesto su empeño en conseguir lo que querían, se han metido y diversificado por toda la actividad que puede ejercer el ser humano. Peldaño a peldaño han conseguido subir la escalera que en los diferentes siglos han tenido para sí los varo-

nes. No han necesitado ninguna ley de género que las diera lo que no merecían por el solo hecho de haber nacido mujer; como tampoco era racional lo ostentaran los varones

que carecieran de las facultados correspondientes, aunque, es preciso reconocerlo, les resultaba más fácil. Ahora, con la igualdad del cincuenta por ciento para cada sexo nos encontramos que con facilidad, donde se lleva a la práctica, igual son ineptos unos que

otros, de la misma forma están incapacitados para el ejercicio del puesto que por amistad les han adjudicado. No es preciso poner ejemplos,

lo vemos a diario, los encontramos en lugares que todos consideramos deberían estar ocupados por personas capacitadas para llevar a buen fin la tarea

que pesa sobre sus hombros.

Evidentemente, todas esas mujeres en las que esta-

mos pensando, que son la mayoría, no entran en los planes ministeriales de Irene Montero, quien se ha gastado la modesta cantidad de 108.000 euros

en un estudio para demostrar que «las mujeres son más sostenibles que los hombres por contaminar

menos». ¡Menuda sandez! Ni se acercan a las cavi-laciones de Mónica García, de Mas Madrid, que ha

propuesto se regalen compresas y tampones en los edificios públicos de la Comunidad de Madrid y «re-ducir el IVA de productos de higiene femenina y su

gratuidad para luchar contra la “pobreza mens-trual”». ¡Qué memez!

No creemos que las mujeres que se encuentran al frente de empresas como Coca Cola Iberian Part-ners, Indisex, Banco de Santander, Microsoft, Sie-

mens, PH, IBM, etc. hayan salido de las cavilaciones de Irene ni del elenco que se dedica a confundir tanto a mujeres como a varones.

Ni piensan en las maquinaciones de las ideólogas de la confusión mujeres como Almu-dena Cid, gimnasta rítmica que, sin duda, no debe sus cuatro medallas olímpicas a esas promotoras del género; ni Teresa Perales, que a los 19 años se quedó parapléjica y ha

sido capaz de, con su esfuerzo, levantar 26 medallas olímpicas en natación, además de otras muchas en diferentes campeonatos y ejercer una amplia actividad en la política, la

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enseñanza, etc., y reciente premio Princesa de Asturias; ni Edurne Pasaban, primera mujer en conquistar los catorce ochomiles; ni Lydia Valentín que consiguió medalla en

halterofilia en juegos olímpicos; ni Ruth Beitia, la primera española en conseguir una medalla en salto de altura en juegos olímpicos; ni Nuria Picas, alpinista, corredora y es-caladora, que tras romperse el hueso astrágalo del pie, lo que la inutilizaba para seguir

con su vocación montañera, consiguió, gracias a su voluntad de hierro, la copa del mundo de carrera en esa especialidad; ni Mireira Belmonte, campeona olímpica, mundial y

europea en natación; ni... No es cosa de seguir, pues para ejemplo bastan esos ejemplos. Unos ejuemplos de mucho valor que son equivalentes a los de otras muchas mujeres, aunque los de estas sean menos notorios a efectos publicitarios, como el de la doctora

que se enfrenta a la vida o la muerte en un quirófano, o las olvidadas jugadoras de fútbol o baloncesto, y, sobre todo, a las que quedan en casa, sacrificando sus deseos y sus as-

piraciones para estar al frente de la empresa más importante entre el ser humano: la familia.

Por lo tanto, ¡chapó a las mujeres! Los que vimos los años 50 del pasado siglo ya las vi-

mos salir a la calle, al campo, al trabajo, a la enseñanza, a las pistas deportivas, al mun-do ocupado en exclusiva por el varón. Entonces ya estábamos con ellas en su revolución

particular, ampliamente apoyadas por las estructuras sin andarse con zarandajas de gé-neros ni igualdades. Y durante la larga vida que hemos visto amanecer día tras día, siempre nos ha alegrado encontrarlas en cualquier lugar ejerciendo las mismas funciones

que los hombres. Y las hemos felicitado y nos hemos hermanado con ellas.

Por lo tanto, no tenemos que pedir nada para ellas.

Ellas saben lo que tienen que hacer para encontrarlo. Únicamente reconocer su valor en todos los aspec-tos, y descubrirse ante el llamado sexo débil, que, a

la hora de la verdad, probablemente sea más fuerte que el del varón. Y si hay que reconocer todos sus

valores, se hace. Entre ellos su belleza. Y es bueno decirlo, sin que ninguna mema del «género» nos diga que un piropo es una ofensa.

Nada mejor que hoy traigamos un clásico botijo de cualquier punto de España en las manos de una bella

mujer que sabe lo que hace. Con su palmito, su son-risa y el agua fresca que nos incita a ver que en el

piporro –dirían en Andalucía– hay más que suficiente para desear acompañarla, en la orilla del mar o en cualquier otra parte.

oco a poco nos van recortando, ya no solo los derechos cívicos por las normas sanitarias o, pongamos por caso, la independencia de la judicatura, sino muchos

ámbitos personales de libertad o de, en expresión tan española, de hacer la real gana. Sé que es una tendencia imparable en todo el mundo occidental, sometida a la

dictadura de la corrección política, pero en España lo estamos notando mucho más, dada la particular idiosincrasia de quienes nos representan (¿), nos conducen y guían desde

P

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las aulas, los medios de difusión o de propaganda, y quienes nos dirigen, posiblemente dadas las características del Sistema al que todos ellos obedecen.

Por ejemplo, me acabo de enterar de que hay unas horas determinadas en las que se recomienda planchar, poner la lavadora o escuchar música, con el fin de que la indes-cifrable factura del consumo resulte más barata. ¡Qué le vamos a hacer, si estamos

sometidos a las exigencias del dios-Mercado y nuestro gobierno no cuenta entre sus pro-yectos sociales un cierto control de las Eléctricas.

Tratando de otro tipo de limitaciones, no necesariamente derivadas de la pandemia, me referiré a las que afectan a usos y costumbres tradicionales, que ríanse ustedes de aque-lla asonada de las capas y los sombreros que perturbó el mandato del ilustrado Esquila-

che; en nuestros días, no se espera ningún motín callejero como aquel, pues vamos es-tando acostumbrados a tragar con lo que nos echen.

Precisamente, pondremos como ejemplo el tragar, o, mejor dicho, de saborear los place-res de la comida, la bebida y la gratificante

sobremesa; pongamos por caso que un servi-dor desea degustar un chuletón abulense o un

entrecot, regado con un buen vino y seguido de un café, una copa, y, en agradable tertulia con los amigos comensales, fumar una pipa

de oloroso tabaco. ¿Cuántas leyes, decretos, ordenanzas, normas o recomendaciones ha-

bré vulnerado con esta descripción de sensa-ciones gustativas u olfativas?

Empecemos por lo de la carne, cuyo consumo –Sánchez dixit– debe ser limitado, a causa

de que los animalitos, en este caso concreto el buey o la ternera, causan mucho CO2 en sus liberaciones naturales, lo que repercute malignamente en ese cambio climático de

marras. Igual ocurriría si me decantara por el cordero o el cerdo (con perdón), pues, a pesar de que las emanaciones tóxicas pueden ser menores dado el tamaño, los santones del Animalismo me pondrían inmediatamente en la picota, ya que nos consideran a los

seres humanos iguales en dignidad que a los irracionales susodichos; y, si se tratara de huevos, gallinas u otras aves, no dejaría de haber quien nos recordara que estábamos

respaldando una violación, como dijo cierta señorita que entendía de ello. Nos queda el recurso de convertirnos todos en veganos… o algo así, pero esta obligación aún no se ha

publicado en el BOE…

Lo del vino también podría ser objeto de anatema, sobre todo si recurrimos a las heme-rotecas y recordamos que cierta ministra de Rodríguez Zapatero (de cuyo nombre no

quiero ni acordarme) afirmó seriamente que se trataba de «un producto tóxico», con lo cual estuvo a punto de levantar en armas a todos los cosecheros de España, sin distinción

de Comunidad Autónoma. Ahora, lo que priva es el botellón, teóricamente prohibido pero tolerado para esparcimiento de los jóvenes a quienes nunca se ha educado en la mediterránea cultura del vino.

Los partidarios de la bioideología de la salud, por su parte, me pondrían peros a lo del café y la copa, por representar atentados contra mi sistema nervioso, mi estómago o mi

permiso de conducción; de momento, salvo en esto último, no parece haber, de momen-to, dictados coercitivos al respecto.

Y, por supuesto, lo que cae bajo una completa excomunión de la religión secular es que

me lleve a la boca mi pipa y la encienda en el curso de la sobremesa; ¡malhaya del fuma-

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dor hoy en día, sobre el que llueven persecuciones sin cuento y al que se ha llegado a culpabilizar de la propagación del Covid! En cambio, está bien visto el «porro», que

confiere sello de progresismo y otorga dignidad social, así como otras sustancias que no son precisamente esa planta nefasta del tabaco que se ha fumado en Europa desde el siglo XVI y que ha sido proscrita por la democracia a finales del XXI.

Naturalmente que todo lo anterior responde a un animus iocandi y que he exagerado algunos extremos, pero sirva como ejemplo de una larga serie de coacciones mentales

a las que estamos y estaremos paulati-namente sometidos. En su análisis crí-tico de la sociedad soviética, Herbert

Marcuse decía que, en ella, «el individuo actúa y piensa “moralmente” en la me-

dida en que fomenta con sus pensami-entos y acciones los objetivos y valores establecidos»; ahora ya no hacen falta

gulaks, ni campos de reeducación para los disidentes: basta el vacío social, las

miradas conminatorias del conciudada-no, el dedo implacable que te señala… y

las normas y decretos oficiales, hasta llegar al ostracismo total.

Podría establecerse una estrecha relación entre el progresismo y un puritanismo que deja en mantillas a Savonarola; la influencia de esas bioideologías nombradas y de otras

más oficiales van a ir cercenando, desde lo anecdótico hasta lo más profundo, nuestros ámbitos de libertad personal, esos de los que tanto blasonábamos los europeos.

No hace falta llegar al cumplimiento de la agenda España 2050 que anunció a bombo y

platillo Pedro Sánchez, incapaz por otra parte de prever el 2022; mucho antes de esa Gran Utopía Global, poco a poco, sin prisas pero sin pausas, se irá imponiendo el más

feroz totalitarismo democrático que recuerda la historia.

on incontables las estatuas (e imágenes) que existen en España de don Cristóbal Colón, y no digamos en América, la del Sur y la del Norte, pasando por el inter-medio llamado Caribe. Cada una de ellas guarda una historia entrañable y tierna,

más o menos ajustada a los hechos, pero todas, sin excepción, realzan la gesta que este hombre protagonizó allá por los finales del siglo XV. Como no pienso dar ninguna clase

erudita, no es el caso, me voy a fijar, por su actualidad, en dos, la que está en Barcelona y la que luce en Madrid. La primera, en su altísima columna, con ascensor interior, le re-presenta con el brazo extendido y no entraré hacia adónde apunta su dedo, cuestión

polémica, y la otra posa en la capital del Reino; es esta, más humilde en su solio, por su tamaño, no tanto por su hechura, y preside una plaza que la fortuna ha querido adquiera

tintes políticos desde cierto tiempo a esta parte. En resolución, la madrileña permanece de pie portando una bandera de Castilla. Lo que no entraba en la mente de su creador

es que, en su entorno, como un manto que se extiende, como una alfombra de fervor, como un césped de banderas flameantes, un día no lejano se arremolinara la gente de

S

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esta capital para señalar que todavía latía en sus corazones el pálpito de España. A esta concentración la llamaron, incluso la «Secta» y demás televisiones untadas, «la foto de

Colón», que era como un sambenito despreciable para el consumo del rebaño nacional, no abducido, todavía.

Pues bien, ahora está anunciada una segunda jornada de júbilo nacional en el mismo si-

tio, tal vez a la misma hora. La propuesta ha partido de la gente que no tiene escrúpulos en manifestar sus filias patrias, que pueden ser tanto de un extremo a otro del arco de

pensamiento nacional, pero poco han tardado, otra vez la «Secta» y sus compinches, en hurgar en sus archivos para remover las conciencias de la gente de bien, señalándolas como la «derecha» asilvestrada. En definitiva, se trata de activar el dispositivo maníaco

de la «foto de Colón», como en otros tiempos se avivó el perverso de «las Azores». Será inútil, pues todavía no han aprendido estos esbirros del periodismo infame la regla de

oro que debe presidir tan dig-no oficio. Pero sigamos. Siga-mos por la senda de los ele-

fantes y vayamos todos en-garzados por los brazos hacia

donde el sol anuncia su albo-rada.

Pero he aquí que, cómo no,

todavía no se han juntado y ya andan revueltos. Me refiero

a esos que se llaman de dere-chas y quieren y no quieren que los objetivos de las cáma-

ras les capten como a furtivos en un campo de coles. Ya han

prodigado las reservas, las agendas ocupadas, los virus que llegan de China y les mantienen en cuarentena, el ponte tú en primera fila que yo te cuidaré desde la cuarta, la española mendicidad de la gente

que quiere estar, de corazón, pero que se niega a estar de cuerpo entero. Sí, que acuda la gente, que la panorámica visual inunde las calles de Madrid, que no falte nadie pero

que no se note que ahí laten las vísceras de la España que no acepta, QUE NO ACEPTA, el ignominioso anuncio de indulto que prepara este Gobierno detentador. En todo caso,

dejemos que ocupen el primer plano los más osados, que ya se encargarán los pardillos de la pluma de aplicarle la banda de «ultraderechistas». Y, por si acaso, algunos que lo fueron, pero ya no lo son, «como si» aún siguieran siéndolo.

Pero a la realidad, cuando nace simplemente del ejercicio de la libertad, no hay fuerza que obre para detenerla. La Segunda Foto de Colón, según se anuncia, puede constituir

una tercera o cuarta, o quinta, demostración, de ese torrente de vitalidad que nació el 4 de mayo por causa de los andares de una mujer extraordinaria, hasta donde hoy se sa-be. La siguieron en la estela de las victorias los dos equipos de la ciudad, el Atlético y el

Real, campeón y subcampeón de la Liga de fútbol. Y ahora se vislumbra una tercera apo-teosis, esta vez a los pies del más grande descubridor que vieron los siglos.

Por si fuera poco, como es el día de San Antonio, ya se preparan los chulapos y las ma-nolas en las praderas para, por la tarde, rezarle al santo, pues ya sería de risa que la jornada se rematase con unas «kermeses» al estilo de la Paloma, donde, hasta puede

ser, aparezcan los novios o las novias en volandas de día tan prometedor.

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Y todo esto, que son sueños de un predicador lejano, por una foto que trae de cabeza a los que no aman a España. Pero esta vez, no sólo va a ser don Cristóbal en Madrid sino

el otro, junto al mar, que cada día se enamora más del resto. Así es, y así lo cuento. Con dos Colones.

(El Debate de Hoy)

ebemos a Felipe González una ocurrencia afortunada; no digo, por supuesto, que la única. Definió a los expresidentes de Gobierno como «grandes jarrones chinos

en apartamentos pequeños», y añadió: «Son valiosos, pero nadie sabe dónde ponerlos y todos abrigan la secreta esperanza de que algún niño travieso les dé un co-dazo y los rompa». Certera muestra de ingenio que ha pasado a la pequeña historia.

A principios de 1976, coordiné y escribí la colección de fascículos Los Líderes y la primera entrega la dediqué a Felipe González, hasta entonces «Isidoro», su nombre en la clan-

destinidad. La colección presentaba las biografías y el pensamiento de quienes podrían convertirse en líderes del cambio que se esperaba. Por aquella colección desfilaron, en

amplías entrevistas, representantes

de diversas opciones históricas como Tarradellas y Gil Robles, o, entre otros

muchos, Tierno Galván, Pujol, Nicolás Redondo y Carlos Hugo de Borbón. El segundo fascículo lo dediqué a Fraga,

ni histórico ni nuevo pero que repre-sentaba desde el sistema un reformismo presentable en Europa. Unos llegaron y otros

se quedaron por el camino.

Con motivo del fascículo, hablé bastante con Felipe González; seguí como informador la

legislatura constituyente en la que él tuvo singular presencia; luego volví a coincidir con él, tras su paso por la Presidencia del Gobierno, como conferenciantes en un curso en Río de Janeiro organizado por la Universidad Complutense.

Los expresidentes producen inquietud en sus partidos cuando entran en el debate polí-tico. No pocos los desearían ciegos, mudos y sordos como en la conocida imagen del mo-

no que ni ve, ni habla ni oye, pero depende de la personalidad de cada jarrón chino; unos son más locuaces que otros. Hace pocos días, Felipe González habló en El Hormi-guero, de Antena 3, entrevistado, o algo parecido, por Pablo Motos. Fue récord en au-

diencia. El jarrón chino desgranó anécdotas y recuerdos. Nos enteramos de su opinión sobre algunos líderes internacionales con los que coincidió y que su preferido fue Olof

Palme.

En medio de la hojarasca, González lanzó dardos destinados al actual ocupante de la Moncloa, con el que dijo no hablar desde la moción de censura a Mariano Rajoy. Fueron

dardos elegantes desde la afirmación de que él siempre pertenecería al PSOE, pero dejando claro que no se reconocía en su partido. Repasó algunos temas de actualidad.

Desde la derrota en Madrid hasta la desescalada de la alarma, desde la confrontación entre bloques hasta la efebocracia socialista que destierra a sus mayores en la experiencia y en la historia, recordó que tiene los mismos años que Joe Biden.

D

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Acabó manifestándose firmemente contrario a los cacareados indultos a los golpistas del procés. No dijo que es un pago de Sánchez, un plazo más en el precio por seguir en la

Moncloa, pero no hizo falta. Reconocí su instinto, sus dotes de comunicador. Y durante unos segundos comparé a aquel hombre con Sánchez y con Zapatero. Dos malas carica-turas.

González refundó el PSOE en una operación inteligente y delicada que lo llevó a aban-donar la Secretaría General para volver a ella y desterrar el marxismo de los fundamen-

tos de un socialismo que, gracias a una centralidad moderna y calculada, consiguió en 1982 doscientos dos diputados y lo reafirmó en el poder con tres mayorías durante ca-torce años. Ese es el haber de nuestro más mediático jarrón chino.

El PSOE de Sánchez, Zapatero y Largo Caballero

En lo que no insiste González, pero lo sabe bien, es en que este PSOE no es el suyo, ni

en la historia es el de Prieto o el de Besteiro. Este PSOE es el de Sánchez e históricamente el de Largo Caballero, el Lenin español, que nos llevó a la Guerra Civil que –hay nume-rosas constancias– deseó. Y, más cerca, es el PSOE de Zapatero, inventor del desagui-

sado que los españoles estamos pagando ahora. Zapatero no es un jarrón chino; no pasa de ser una cerámica de mercadillo.

Por frivolidad o engreimiento, Sánchez no lo oculta, cita a Largo Caballero co-mo ejemplo y abraza los consejos de

Zapatero con fruición. Zapatero es hoy un zascandil de la política, se mueve

de acá para allá sin saber muy bien para qué, o sí, y Largo Caballero fue un golpista, un turbio recuerdo en una

historia de casi siglo y medio con som-bras y luces. Esos son los padres ideo-

lógicos de Sánchez. Como él no tiene un corpus ideológico claro al que adscribirse, se ha acogido a los asideros que más le convienen para tratar de mantenerse en la Moncloa con los apoyos que sean, vengan de donde vengan, crean en España o la quieran des-

truir. Sanchismo vs. socialismo.

En esta estrategia personal, un apoyo fundamental de Sánchez es su Rasputín, Iván Re-

dondo; declaró con solemnidad parlamentaría que era capaz de tirarse por un barranco para acompañar al jefe. Pero eso ya se lo diría a sus tres empleadores del PP a los que

sirvió con parecido entusiasmo en tiempos pasados. Y no se tiró por un barranco cuando vinieron mal dadas. Cambió de empleador y santas pascuas. Al final, Sánchez lo tirará por el barranco a él. Cuando le reste más que le sume.

Fidelidad perruna

Sobre la mesa de Sánchez está el vidrioso tema de los indultos que ha movilizado a la

vieja guardia de un PSOE noqueado y contra sí mismo. Desde Alfonso Guerra a Francisco Vázquez, desde César Antonio Molina a Fernando Savater, desde Soraya Rodríguez a Rosa Díez, desde Joaquín Leguina a José Luis Corcuera… han abominado el trueque de

la dignidad nacional por la continuidad de este personaje en la Moncloa. Los barones au-tonómicos, sabedores de que en ese camino los perdedores serán ellos en las próximas

elecciones, se rebelan, por el momento con sordina; veremos cuando se acerque la deci-sión. Temen que los electores le den a Sánchez una patada en sus traseros.

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Hay, eso sí, partidarios del indulto. Y no solo entre independentistas, herederos de te-rroristas y parecidas raleas. El presidente cuenta dentro y fuera del Gobierno con su nú-

cleo duro, los que nunca discuten y siempre aplauden, pero es de baja intensidad mental, y tiene más lealtad que neuronas. Adriana Lastra, por su alta responsabilidad parla-mentaria, podría ser ejemplo de esa fidelidad perruna. No superaría un examen de test

facilito. Lastra se considerará a sí misma Victoria Kent. Pero no.

(La Voz de Galicia)

ientras el presidente del Gobierno manifiesta ya sin disimulos que indultará a los penados del procés con argumentos tomados directamente del discurso de los

propios condenados (ellos hablan de represión contra los secesionistas y Sán-chez de acabar con la venganza y la revancha, lo que viene a ser lo mismo), una parte de los organizadores de la sedición siguen en sus trece: el indulto es un engaño y lo que

exigen es una amnistía general. No se trata, claro, de una mera cuestión terminológica: el indulto alcanza solo a los condenados mientras que una amnistía se extendería tam-

bién a los fugados y, entre ellos, al líder de uno de los partidos del Gobierno catalán: Puigdemont, de JxCat, que tiene solo un escaño menos que ERC.

Si pudiera hacerlo legalmente, Sánchez concedería sin duda la amnistía en busca de esa

concordia desigual de la que habla, que consiste en permitir que los secesionistas violen el Código Penal mientras el Gobierno pone a caldo no a los sediciosos, sino a quienes en

defensa del Estado democrático de dere-cho critican que se le concedan medidas de gracia a penados que aseguran tan

tranquilos que se pasarán de nuevo la ley por el arco del triunfo en cuanto lo con-

sideren necesario. Pero, ¡ay!, para des-gracia de un presidente tan generoso con los delincuentes que proclaman su inten-

ción de volver a delinquir, la amnistía está prohibida por la Constitución, lo que sabe

incluso esa jurista sin par que es mi admi-rada Carmen Calvo.

Como está prohibida también la autodeterminación, que no cabe en un ordenamiento

que proclama en el artículo 2 de la Constitución la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Por si con un término no

quedaba suficientemente claro, nuestros constituyentes, con el apoyo entonces del na-cionalismo catalán, introdujeron dos en la ley fundamental: nuestra nación es indisoluble e indivisible. El Tribunal Constitucional ha dejado claro que mientras ese precepto no se

modifique no cabe celebrar en España referendos de autodeterminación.

¿Es posible, pues, negociar, sobre lo inconstitucional? Rotundamente no. Parece más

bien que la mesa de diálogo que el Gobierno ha aceptado abrir con los separatistas –incluso con uno de ellos que hoy es un recluso condenado a 13 años de prisión por sedi-

ción y malversación: Oriol Junqueras– es un paripé en el que caben dos posibles desen-laces: que todo se vaya a hacer puñetas al poco tiempo de comenzar ante la imposibi-

M

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lidad de negociar las reivindicaciones esenciales de los separatistas, porque ninguna de ellas (ni la amnistía, ni la autodeterminación) son admisibles legalmente; o que el paripé

siga con la finalidad de que los separatistas engañen a sus electores y el Gobierno engañe a la mayoría del país, que un día se enteraría, con profundo disgusto, de qué se ha negó-ciado de verdad.

Con profundo disgusto, sí, porque nada que pueda convencer a ERC, JxCat y la CUP pue-de, por definición, ser bueno para España: para su presente y su futuro.

Juez

n este país, visto lo visto, resulta evidente que, haga lo que haga este desgobierno,

no va a pasar nada. Ya puede ponerse en venta por parcelas, ya se puede romper España en mil pedazos, renegando de su pasado histórico y cultural, que este pue-

blo, vacunado ya contra todo tipo de defensa al virus que lo mantiene sumiso en su esta-

do lanar, no va a ser capaz de reaccionar y va a acatar cualquier nuevo atraco a sus de-rechos y libertades. Ese virus le ha ganado la batalla. En principio, cualquier pueblo que

se respete, habría dicho basta a tanta subida de precios de servicios y productos básicos y a tanta sangría impositiva. Pero ese pueblo baja la cabeza y calla, y a lo más hace me-mes en redes sociales, lo cual es su máxima expresión de protesta, y siempre que lo

toleren los amos de esas redes.

Nos han subido la bombona de butano,

el gasoil un 30%, nos crujen a multas por un recorte en la velocidad de circu-lación hasta extremos que se hace im-

posible circular, nos suben los refrescos con azúcar, eso sí pensando en nuestra

salud, la renovación del DNI y del car-net de conducir es un 80% más caro, nos eliminan bonificaciones para la de-

claración del IRPF, nos suben la cuota de autónomo y el impuesto de sociedades está en límites que no pueden superar muchas

pequeñas y medianas empresas asfixiadas por las restricciones del COVID, nos suben el impuesto de matriculación pues no quieren que adquiramos vehículos contaminantes (hay que ahorrar para comprárselo eléctrico), han subido el IBI, la Seguridad Social, las

pólizas de seguros, las comisiones bancarias y transacciones financieras, el impuesto de patrimonio… Y ahora como medida estrella para este estrellado pueblo, nos suben la luz

un 45%, un 268% con respecto de abril de 2018.

Porque sepan ustedes que el consumo de luz no afecta a las clases medias y trabaja-doras, sepan ustedes que si no se puede reducir el 21% de IVA, que se aplica al consumo

de luz, es porque sólo la consumen los más ricos y no la pobre viuda que cobra una pensión de miseria y que va a tener que volver, en invierno, al brasero de cisco, con el

riesgo de incendio que ello conlleva. La luz no es un producto de primera necesidad y que en otros países europeos se apliquen tipos impositivos reducidos, de incluso el 5%,

no va con el que aquí se impone a un pueblo, como digo, vacunado ya contra toda rebel-día. Sepan ustedes que el aire acondicionado constituye un lujo al alcance sólo de los

E

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más pudientes en Córdoba, Écija, Sevilla, Badajoz y en tantos pueblos y ciudades en los que a partir de estas fechas es normal pasar de 40º grados a la sombra. Lo malo es que

probablemente a partir de ahora sea así, aunque para muchos okupas y palmeros de esos iluminados de la izquierda, les va a dar igual, pues ya les pagan el recibo de la luz, los propietarios a los que han sustraído sus viviendas, y si no, siempre les queda en-

ganchase gratis a costa de otros. A ellos les va a dar igual poner la lavadora a las 12 del medio día o a las 3 de la mañana.

Por eso, nuestro querido desgobierno, a cada pueblo le rige aquel que se merece, ya ha justificado y explicado las razones de esa modificación tarifaria, que, no subida, en el recibo de la luz, porque sepan ustedes, legos ignorantes, que lo que ocurre es que no

nos sabemos organizar, que somos unos irresponsables energéticos. Porque para el col-mo de la tomadura de pelo, la culpa de este nuevo atraco a la clase media y trabajadora,

es del propio pueblo atracado, que despilfarra energía en tramos horarios inapropiados. Lo importante no es cuánto se va a pagar sino quién se va a levantar de madrugada

a realizar las actividades domésticas, por-que también, y eso es importante, detrás

de todo esto se encuentra una voluntad de corregir las desigualdades de género. Un problema que queda por resolver es

que en muchas ciudades está prohibido poner electrodomésticos de noche para no

molestar al vecindario, así que habrá que buscar métodos silenciadores de centri-fugados, como podría ser, según los gus-

tos, tirar de recursos musicales y soslayar esos desagradables ruidos con Manolo Es-

cobar o Iron Maiden.

En definitiva, nos llevan al límite, muchas familias no van a poder llegar a final de mes, pero a este pueblo sólo le preocupa el día que a cada uno le toca ponerse la vacuna con-

tra el coronavirus, pues la otra, la que le preserva contra la rebeldía y capacidad de lucha por su dignidad, ya ha generado inmunidad de rebaño. Nos hemos dejado llevar al lado

oscuro de la luz, sin chistar, poquito a poco, sin movilizaciones y sin organizar siquiera ruidosas manifestaciones en la calle, aunque fuera guardando las medidas de seguridad.

Porque piensen ustedes, que todo esto hubiere sido con un gobierno de derechas, ¿qué habría ocurrido? Pues que esas calles, ahora desiertas, estarían ardiendo, se habrían producido algaradas y revueltas, se habría tenido que declarar el estado de excepción.

Pero con un desgobierno de izquierdas, no pasa nada… salvo que alguna cuestión del agrado de sus afines más radicales, se escape de su control. Y así, en un tema de tanto

calado social, como que los Tribunales de Justicia, acuerden que se ejecute una sentencia y entre en prisión un rapero, se inflaman las calles. Que no se consigue que políticos presos por dar un golpe de Estado en Cataluña, queden en libertad, se inflaman las calles

y el desgobierno de izquierdas ya anuncia que sofocará el incendio, con indultos ilegales.

Ahora bien, protestar por cuestiones domésticas que afectan a nuestras haciendas y bol-

sillos… son temas menores, que nos incomodan ciertamente, pero sobre los que sólo ha-cemos chistes y chascarrillos ingeniosos. La gente vacunada en el miedo y la docilidad, llevada al lado oscuro de la luz, se deja arrastrar hasta el abismo, y sin ni siquiera, en

plana caída libre, dirigir improperios contra quienes les ha empujado.

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(Diario de Sevilla)

a conculcación de derechos elementales a cuenta de la pandemia ha debido des-pertar reflejos liberticidas siempre latentes en gobiernos de tan siniestra catadura como el que nos aflige. So capa de protección del personal, tratado a lo bruto como

panda de niñatos inmaduros, cuando no como simple ganado –lo de la inmunidad de rebaño no es simple metáfora–, han llovido medidas limitativas de nula eficacia sanitaria

que ahora amenazan con hacerse recurrentes.

Una muestra de lo dicho es la anunciada pretensión del PSOE de blindar los entornos de los abortorios impidiendo la presencia de los voluntarios provida que ofrecen información

y ayuda a las mujeres que se dirigen a ellos, a menudo muy a su pesar si juzga-

mos por el éxito de estos grupos. Su pre-sencia se realiza, como cualquier otra ma-nifestación en la vía pública, tras la per-

tinente notificación, permitiendo la circu-lación y, por supuesto, sin agresividad. Es

decir, como debiera ser cualquier concen-tración de las miles y miles que en España se hacen cada año por los motivos más

variopintos y de las que la izquierda es, precisamente, protagonista casi absoluta y muy a menudo nada pacífica.

¿Por qué se pretende prohibir estas concentraciones, generalmente de pocas personas y en absoluto desordenadas, condenando a quienes participen en ellas hasta a tres años de cárcel? Pues simplemente por la presión de la patronal abortista, quejosa de cómo se

resiente su negocio por una acción informativa que permite rescatar de una muerte segu-ra a cientos de niños cada año. Porque es muy frecuente que las madres angustiadas y

temerosas que se dirigen a las clínicas y a las que se ha empujado al aborto sin alter-nativas desde todas las instancias de la Administración cambien de opinión ante una

posibilidad cierta de ayuda y acogida.

El negocio abortero pretende, ni más ni menos, una suspensión, en su exclusivo bene-ficio, de las libertades públicas para aumento de sus millonarias ganancias. Molesta tam-

bién a estos empresarios del crimen que el fuerte estigma social que su actividad genera les sea recordado por la simple presencia de estos voluntarios. Porque el aborto será un

derecho, dicen, pero lo cierto es que nadie osa presentarse como ginecólogo abortista en una reunión profesional y la objeción de conciencia de los sanitarios sigue siendo sim-plemente abrumadora. Ni el más firme partidario de la pena de muerte desea tener al

verdugo por amigo ni mucho menos serlo.

L