desagradable

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UN HEDOR DULZÓN Hoy me deshice de ella. Ya no soportaba aquel hedor dulzón que impregnaba la habitación, fueron muchos los sermones que aguanté por ella, y es que tal hediondez solo podría encontrarse en un basurero, donde los olores más desagradables confluyen para formar una atmosfera inmunda. No sé cómo deshacerme de su olor tan penetrante, ya su presencia no está pero su esencia ha quedado en el aire, si fuese posible, regresaría el tiempo y nunca la hubiese traído a casa. ¿Y es que quien lo hubiera hecho sino hubiese sido yo? Solo a mí se me ocurre algo así. la noche anterior mi madrastra trato de persuadirme para que me deshiciera de ella, y no fui capaz, aun quería algo más de ella, no sé qué buscaba pero no la podía dejar ir, ahora me di cuenta de que era capricho mío o solo apelaba al compromiso que tenía con ella para no dejarla ir. Entendí que era hora de deshacerme de ella en el momento en que vi su piel compuesta de moho, ya la humedad del aire había hecho estragos en ella y comprendí que su labor había terminado. Noche tras noche la veía deteriorarse más, veía su piel cada vez más arrugada, cada vez más débil, un semblante grisáceo que aunque incomprendido me dolía en el alma. Pude observar como sus líquidos abandonaban su sitio y se desparramaron en su lecho, gradualmente lo inundaron, era dulce, muy dulce, era incluso agradable. Mientras las sábanas cambiaban de color nunca me atreví a tocarla, quería más no podía, me daba asco pensar que esa sustancia viscosa podría tocar mis dedos e infectarme, pensaba que podía quedar igual que ella y eso me aterraba. Alcanzaba a ver ya las pequeñas moscas a su alrededor, signo de su putrefacción y miseria, después de ser lo que era a ver en lo que se había convertido, hasta que divisé un mancha más oscura de lo normal, si bien su piel era parda y rugosa, esa mancha en particular lucía como una herida abierta, marca de dolor ¡Y entonces recordé! La había dejado caer. Tal fue el remordimiento que sentí que me quede estupefacta, viendo cómo por mi culpa estaba peor. Días antes había visto vida en aquel organismo, una vida que aunque insulsa daba sensación de calidez. El color de su piel era distinto, casi hermoso, de un brillante color amarillo, casi irreal. Lucia perfecta y perfecta no es perfecto, sino ideal. Su textura complementaba su exoticidad, tan firme, tan bella. Llamaba la atención de los ojos, recuerdo que no podía quitar la vista sobre sí, que aquel amarillo que se fue manchando con la suciedad de la vida era luminoso, atractivo y poderoso. Incitaba sensaciones y provocaba cosas impensables, yo deseaba devorarla, pero me contenía. Su olor era sutil, suave, un vaho liviano de dulce sabor que hacia que mi boca salivara, era algo natural y simple. El día que me topé con ella no pensaba en realidad hacerlo, hasta que la tuve en frente y como una revelación entendí que no debía buscar más, que había encontrado lo que necesitaba. Y Fue así durante un tiempo. Tan suave y firme, tan bella y liviana, tan sublime y simple, tan pequeña pero tan cargada de sensaciones. Cuando empezó a cambiar ya no encontraba interés en ella, solo la veía ahí,

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Page 1: Desagradable

UN HEDOR DULZÓN

Hoy me deshice de ella. Ya no soportaba aquel hedor dulzón que impregnaba la habitación,

fueron muchos los sermones que aguanté por ella, y es que tal hediondez solo podría

encontrarse en un basurero, donde los olores más desagradables confluyen para formar una

atmosfera inmunda.

No sé cómo deshacerme de su olor tan penetrante, ya su presencia no está pero su esencia ha

quedado en el aire, si fuese posible, regresaría el tiempo y nunca la hubiese traído a casa.

¿Y es que quien lo hubiera hecho sino hubiese sido yo? Solo a mí se me ocurre algo así. la

noche anterior mi madrastra trato de persuadirme para que me deshiciera de ella, y no fui

capaz, aun quería algo más de ella, no sé qué buscaba pero no la podía dejar ir, ahora me di

cuenta de que era capricho mío o solo apelaba al compromiso que tenía con ella para no

dejarla ir.

Entendí que era hora de deshacerme de ella en el momento en que vi su piel compuesta de

moho, ya la humedad del aire había hecho estragos en ella y comprendí que su labor había

terminado.

Noche tras noche la veía deteriorarse más, veía su piel cada vez más arrugada, cada vez más

débil, un semblante grisáceo que aunque incomprendido me dolía en el alma. Pude observar

como sus líquidos abandonaban su sitio y se desparramaron en su lecho, gradualmente lo

inundaron, era dulce, muy dulce, era incluso agradable. Mientras las sábanas cambiaban de

color nunca me atreví a tocarla, quería más no podía, me daba asco pensar que esa sustancia

viscosa podría tocar mis dedos e infectarme, pensaba que podía quedar igual que ella y eso me

aterraba. Alcanzaba a ver ya las pequeñas moscas a su alrededor, signo de su putrefacción y

miseria, después de ser lo que era a ver en lo que se había convertido, hasta que divisé un

mancha más oscura de lo normal, si bien su piel era parda y rugosa, esa mancha en particular

lucía como una herida abierta, marca de dolor ¡Y entonces recordé! La había dejado caer. Tal

fue el remordimiento que sentí que me quede estupefacta, viendo cómo por mi culpa estaba

peor.

Días antes había visto vida en aquel organismo, una vida que aunque insulsa daba sensación de

calidez. El color de su piel era distinto, casi hermoso, de un brillante color amarillo, casi irreal.

Lucia perfecta y perfecta no es perfecto, sino ideal. Su textura complementaba su exoticidad,

tan firme, tan bella. Llamaba la atención de los ojos, recuerdo que no podía quitar la vista

sobre sí, que aquel amarillo que se fue manchando con la suciedad de la vida era luminoso,

atractivo y poderoso. Incitaba sensaciones y provocaba cosas impensables, yo deseaba

devorarla, pero me contenía. Su olor era sutil, suave, un vaho liviano de dulce sabor que hacia

que mi boca salivara, era algo natural y simple. El día que me topé con ella no pensaba en

realidad hacerlo, hasta que la tuve en frente y como una revelación entendí que no debía

buscar más, que había encontrado lo que necesitaba. Y Fue así durante un tiempo.

Tan suave y firme, tan bella y liviana, tan sublime y simple, tan pequeña pero tan cargada de

sensaciones. Cuando empezó a cambiar ya no encontraba interés en ella, solo la veía ahí,

Page 2: Desagradable

mientras su olor se volvía penetrante y picoso pero dulce, siempre dulce. Ya no era firme, por

el contrario era tan blanda y frágil, sus tejidos se hundían al contacto con mis dedos, era

desagradable, por poco vomito. Comencé a verla y caí en cuenta que aquel color que me

encantaba de ella había desaparecido.

Su piel comenzó a oscurecer, se volvió parda era como si estuviera sucia, fue entonces que

decidí no volverla a tocar. Ya no incitaba nada en mí, y no sé qué hacía allí. Me invadió un

desespero de dejarla, quería botarla, su olor era tan fuerte, que solo podía pensar en eso

mientras caminaba de un lado a otro, hasta que escuche a mi madrastra a hablarme, esa cosa

que yacía en mi cuarto no solo me fastidiaba a mí, sino a los de la casa. Me senté y le explique

mi compromiso con ella, me miro de forma tan extraña y solo dijo: “Bueno”. Pero ya hoy ha

sido suficiente.

La tire a la basura, ya he pasado tanto por su culpa, ansío que termine de pudrirse lejos de mí,

era tan común. Iré a la tienda y comprare otra guayaba, pero ésa me la comeré.

Paola Zapata

Grupo 02

Cultura y Lenguaje

26 Mayo de 2011