delfin grueso - la tesis

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Universidad del Valle Seminario de Investigación Profesor Delfín Ignacio Grueso Diciembre de 2005 Seminario de Investigación Praxis Política: teoría y práctica Pautas Mínimas para la elaboración del proyecto y la tesis de maestría Delfín Ignacio Grueso Departamento de Filosofía Universidad del Valle Una necesaria advertencia preliminar Este texto está destinado a servir a quienes se proponen elaborar una tesis de maestría en filosofía. ‘Servir’, porque no pretende erigirse como normatividad obligatoria: es muy difícil establecer pautas definitivas en esta materia. Para comenzar, no es posible determinar, de una vez y para siempre, qué es una buena tesis de maestría en ética y la filosofía política, campo en el cual se desenvuelven aquellos y aquellas a quienes, en primera instancia, están dirigidas estas notas. Lo que una comunidad académica acepta como tesis de maestría en ética y filosofía política es algo que depende de la formación y perspectiva académica de quienes la componen, empezando por los más connotados de sus representantes. A través de ellos, también, se van definiendo los saberes, las escuelas, las obras y los autores que cada comunidad va validando como los claves en la formación y los puntos de referencia obligados en la discusión; validación que, sin duda, deja por fuera otros que en otras comunidades académicas son preferidos. En otras palabras, la validación final de una tesis depende, entre otros factores, del modo en que cada comunidad académica se inserta en las tradiciones filosóficas, lo que a su vez determina lo que ella entiende por filosofía; entendimiento a partir del cual ella define sus exigencias y modos de valoración. Ahora bien, si, a partir de lo 1

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Universidad del ValleSeminario de Investigación

Profesor Delfín Ignacio GruesoDiciembre de 2005

Seminario de Investigación Praxis Política: teoría y práctica

Pautas Mínimas para la elaboración del proyecto y la tesis de maestría

Delfín Ignacio GruesoDepartamento de FilosofíaUniversidad del Valle

Una necesaria advertencia preliminar

Este texto está destinado a servir a quienes se proponen elaborar una tesis de maestría en

filosofía. ‘Servir’, porque no pretende erigirse como normatividad obligatoria: es muy difícil

establecer pautas definitivas en esta materia. Para comenzar, no es posible determinar, de una

vez y para siempre, qué es una buena tesis de maestría en ética y la filosofía política, campo en

el cual se desenvuelven aquellos y aquellas a quienes, en primera instancia, están dirigidas

estas notas. Lo que una comunidad académica acepta como tesis de maestría en ética y

filosofía política es algo que depende de la formación y perspectiva académica de quienes la

componen, empezando por los más connotados de sus representantes. A través de ellos,

también, se van definiendo los saberes, las escuelas, las obras y los autores que cada

comunidad va validando como los claves en la formación y los puntos de referencia obligados

en la discusión; validación que, sin duda, deja por fuera otros que en otras comunidades

académicas son preferidos. En otras palabras, la validación final de una tesis depende, entre

otros factores, del modo en que cada comunidad académica se inserta en las tradiciones

filosóficas, lo que a su vez determina lo que ella entiende por filosofía; entendimiento a partir del

cual ella define sus exigencias y modos de valoración. Ahora bien, si, a partir de lo

anteriormente dicho, resulta difícil establecer pautas definitivas en sentido positivo, ello no

implica que no se pueda establecerlas al menos en sentido negativo. Y ello es posible porque

entre todas las comunidades académicas –incluyendo ésta- sí existe un acuerdo tácito sobre lo

que, definitivamente, no es filosofía. Observando ese acuerdo tácito, podemos entonces

comenzar con unas pautas mínimas y atrevernos luego a avanzar hacia unas recomendaciones

más propositivas con relación a los modos de proceder y argumentar que habría que evitar

porque no son aceptables ni en ésta ni en las otras comunidades filosóficas. Espero les sea útil.

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Aspectos de un proyecto “ideal” en filosofía cuando él apunta a dar cuenta de un

problema1.

I- ASPECTOS DE UBICACION GENERAL

0- Título (que se convierte en el primer indicativo que tendrá el lector del proyecto de hacia

dónde va la cosa).

1- Tema (que debe ser una enunciación más o menos general del terreno donde se pretende

ubicar la tesis, expresado ojalá sin muchas palabras técnicas, más o menos como una

ampliación del título. La pregunta que el tema debe responder es ¿qué? - o ¿sobre qué?).

2. Justificación (que debe responder a la pregunta ¿por qué? en el sentido de la utilidad, el

interés, una aclaración de la vigencia, importancia, prioridad, sentido de abordar este tema en

la forma en que se aborda -algo que se aclarará más en el problema-).

II- ASPECTOS RELATIVOS AL PROBLEMA

Este es el aspecto más importante de un proyecto, el que le da su consistencia y

definitivamente articula todo lo demás. La pregunta que se debe tratar de responder es

específicamente qué se quiere analizar, investigar, solucionar o superar críticamente. De esto

ya se infiere algo: no hay posible enunciación de un problema sin un mínimo estado del arte,

1 Téngase en cuenta que no todos los proyectos de trabajo de grado giran alrededor de un problema. Usualmente, si se trata de obtener la licenciatura, ellos pueden orientarse hacia la escritura de una monografía temática, donde se de cuenta decentemente de un tema (a veces un aspecto de un filósofo o de un debate con cierto nivel de calidad, o el esclarecimiento de una influencia, etc.). Otras opciones abiertas son: 1- una bibliografía comentada. 2- una traducción. 3- Una reflexión pedagógica. Para quienes aspiren a obtener el título de profesional, magister y doctor en filosofía variarán las exigencias. Estas pautas son pensadas, en general, para el proyecto de tesis de maestría.

Cuando enumero ciertas exigencias mínimas, doy por sentado que un proyecto debe ser algo más que una simple intención o enunciación de interés. Estoy en desacuerdo con quienes sugieren que un proyecto puede escribirse en una hojita que enuncia el tema y una cierta >intención=. La experiencia ha mostrado que, cuando así se obra, después de su aprobación se deja al estudiante abandonado y ése es justamente el momento en que el estudiante comienza a darse cuenta de que la intención debió haberse discutido un poco más y que el tema debió haberse desarrollado en relación con una cierta revisión de fuentes. Demorar el proceso de aprobación del proyecto no es posponer el inicio de la investigación y la escritura de la tesis. Todo lo contrario, toda la dedicación otorgada al proyecto, sobre todo a definir el problema, que es la parte más dificultosa, será en beneficio del tiempo futuro dedicado a escribir la tesis, que ya puede beneficiarse de las reseñas, del estado del arte y de otros desarrollos que hicieron parte de la revisión de fuentes cuando se estaba configurando el proyecto. Es más: un buen proyecto de investigación da bastante contenido para la Introducción y parte del primer capítulo de la tesis (y a veces para cosas que se pueden introducir en los otros capítulos). La idea de demorar el proceso de aprobación del proyecto, pues, es que una vez se le dé luz verde al estudiante, éste ya tenga el asunto de un cacho como se dice: que no se extravíe en lecturas innecesarias, que sepa exactamente para dónde quiere ir, que ya sólo operacionalice lo que se ha planteado como cronograma, que trate de probar su tesis, etc.

Creo que cuanto más se acerque una propuesta a este “proyecto ideal” que aquí se plantea, más se aleja ese sentimiento de frustración que usualmente acompaña al estudiante que escribió su tema y su interés en un par de hojitas que al profesor no le pareció mal, pero que a él va a parecerle insuficiente cuando tenga que dedicarse a darle forma.

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es decir, sin una reconstrucción del terreno donde se ubica la cuestión a ser abordada. La

cuestión, a menudo, se deriva de un impasse sin aparente salida: así es como están las cosas

y se requiere una salida (es decir, otra normatividad, otra conceptualización, otra

interpretación, etc., o falta un poco más de profundización, de corrección y planteo correcto de

las cosas, etc.). La presentación del problema puede exigir algunos tecnicismos o jerga propia

de una escuela o autor filosófico (que son casi >prohibidos= en el Tema y la Justificación y

que en general no son muy aceptables en un proyecto) siempre y cuando ellos sean

absolutamente necesarios y se los explique a medida que se van introduciendo. En otras

palabras, ya en el problema estamos llamando a las cosas por su nombre y nos estamos

metiendo a la piscina, no simplemente describiéndola desde afuera (como hacíamos en el

Título y el Tema).

Es altamente deseable que el primer párrafo de El Problema sea una presentación -corta pero

suficiente- de aquel aspecto de la obra, el autor, la corriente o el debate que va a ser

problematizado, como quien limpia bien un poco de piel donde luego ha de hundir el bisturí.

Una vez hecho eso, se señala concisa y claramente qué es lo que usted u otros han

encontrado allí como problemático. Es necesario que el problema sea real, es decir que las

más obvias respuestas o salidas aparezcan como bloqueadas en algún sentido. Sólo así

tendría sentido el que usted se planteara una salida propia. Ahora bien, es muy común que se

presente el problema como un impasse. Ese impasse puede ser de varias formas: una tensión

al interior de una teoría, que la afecta en términos de coherencia (por ejemplo entre las

premisas y sus conclusiones, entre una premisa y otra, entre dos de sus conclusiones, etc. ) o

entre una teoría y la realidad de la cual ella quiere dar cuenta explicativa o normativamente (no

explica suficientemente la realidad, la tergiversa, etc. o no logra la fuerza motivacional o

desconoce los obstáculos para la realización de la normatividad, etc.), o entre una teoría y

ciertos críticos de ella o entre dos o más de sus críticos. Aquí se agrega un ‘etcétera’ bastante

amplio. En todo caso, la idea es mostrar un problema y ésta es la parte que más da qué hacer

durante la fase de elaboración del proyecto. Pero, una vez logrado esto, es gratificante porque

finalmente hará más ágil y corto el trabajo de pesquisa y escritura de la tesis.

III- ASPECTOS PROYECTIVOS

Una vez se tenga el problema, debe señalarse cómo se piensa encontrar una solución y cómo

se piensa organizar un texto (tesis) al respecto. El autor del proyecto procede entonces a darle

al lector cuatro pistas claras. El lector del proyecto ya sabe que estas pistas son sólo eso y que

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en la escritura del texto el estudiante autor del proyecto puede modificar las cosas, según se

vayan presentando nuevos elementos. De todas maneras, ellas operan como una carta de

navegación, algo con lo que no contó el estudiante que simplemente pasó un par de hojitas

con la intención.

1. Hipótesis o principio de argumentación. Inicia desde el proyecto mismo un proceso de

argumentación diciendo cómo cree que el problema puede solucionarse. A veces ello implica

una aclaración que debilita uno de los polos de la tensión llamada problema, comenzando a

disolver la misma. Otras veces se trata de introducir un nuevo concepto, una precisión, una

limitación, modificar una premisa, introducir una condición, etc. En otras palabras, corregir

algo. De esa forma el autor expresa lo que él cree será la solución al problema que se ha

planteado. Aunque no se requiere totalmente probar la solución en el proyecto (la prueba es el

trabajo de grado mismo, que puede incluso terminar con una conclusión radicalmente distinta a

la propuesta en el proyecto), la hipótesis sí debe ser bastante plausible.

2. Estrategia General y naturaleza de la tesis. Ya la hipótesis o el principio de

argumentación traza una estrategia. Dice hacia dónde se orientará el esfuerzo en sentido

general: a aclarar conceptos, corregir interpretaciones, mitigar una tensión, modificar premisas,

criticar pretensiones desmesuradas, etc. Ello traza en general el talante o naturaleza de la

empresa académica. Ahora bien, no es necesario que usted escriba un acápite llamado

estrategia general si ya considera que lo ha indicado con claridad. Más allá de esto, la

estrategia de investigación en filosofía es casi siempre la misma: leer bien, hacer reseñas,

analizar y escribir, volver a leer, volver a escribir, precisar mejor las cosas, encontrar en la

literatura primaria las citas determinantes, verificar las referencias claves, dialogar con la

literatura secundaria pertinente, encontrar las palabras precisas, evitar las falacias, pulir las

expresiones, aguzar la crítica, afinar las ideas claves; en últimas, configurar un texto sólido con

conceptos claros y coherentemente estructurado que, además, haga un aporte significativo a la

solución del problema en cuestión.

3. Tabla de Contenido. Aunque el texto final es casi impredecible, es lícito comenzar con una

idea de cómo éste estaría organizado: capítulos, subcapítulos, títulos, etc. y el contenido de

estos. Todo esto le dará una visión anticipada tanto al autor del proyecto como al lector del

mismo de para dónde va la cosa más concretamente.

4. Bibliografía. Se debe incluir ya en el proyecto una primera bibliografía que -se sabe-

contiene los elementos necesarios para desarrollar el trabajo de grado. Ella es una bibliografía

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tentativa, que incluye lo que ya se ha consultado y lo que no se ha consultado pero que se

sabe que será útil. Luego, por supuesto, se ampliará. Usualmente se comienza con una

bibliografía primaria sobre el autor o autores a tratar y luego se complementa con una

bibliografía secundaria.

La tesis de maestría

1. ¿Qué es una tesis de maestría?

Entre las varias opciones que puede tomar una tesis de maestría en filosofía, están estas tres o

–esto es también posible- una combinación de las mismas:

1.1. Una lectura más bien rigurosa de una obra clásica o de una contemporánea que esté

siendo ampliamente debatida o sea parte crucial de un debate en torno a un tópico

filosófico. Muy a menudo, la lectura de una obra se hace en diálogo con lo más

reconocido de la literatura secundaria que se ha producido en torno a ella. Se espera que

la obra, o parte de ella, sea minuciosamente leída, a fin de lograr desentrañar sus

novedades, sus inconsistencias o sus supuestos de una manera que no ha sido hasta

ahora puesta de relieve. En todo caso, no se trata simplemente de resumir la obra o de

hacer sobre ella un comentario superficial.

1.2. Un análisis crítico de un concepto, de una teoría, de una solución o de una escuela

filosófica. El análisis puede estar dirigido a los supuestos, conceptos colaterales,

implicaciones normativas, potencial explicativo, capacidad comprensiva, etc. de lo

evaluado; puede también ser contrastado con conceptos, teorías, soluciones o escuelas

alternativas para medir más claramente sus potencialidades y deficiencias.

1.3. Una presentación crítica de un debate filosófico. En cuanto presentación, la tesis debe

exponer con suficiencia las posiciones en debate, sus bases o razones epistémicas,

morales y políticas y el ideal al que cada posición apunta, etc. En cuanto crítica, la tesis

puede tomar partido, o insinuar una tercera salida, usualmente después de demostrar la

insuficiencia de las partes en conflicto. En este último caso, se impone la necesidad de

sustentar la propia posición con razones similares a las analizadas, pero evidentemente

más válidas. Al hacer eso, es necesario evitar caer en un discurso meramente militante.

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2. La necesidad de superar el discurso meramente militante

La diferencia entre una posición político-filosófica y una posición militante, me parece, no es de

cualidad sino de gradación. En principio, ambas son posiciones que se defienden sobre la base

de menoscabar las posiciones contrarias y/o mostrar las virtudes de la propia. Y ambas

requieren algún nivel de argumentación más o menos racional. Lo que las diferencia es el grado

y modo en que argumentan para menoscabar las posiciones contrarias y si dan por sentadas, o

no, las virtudes propias; es decir, el rigor con que presentan y argumentan los aspectos

sustantivos de las posiciones en juego (la propia y las otras). El discurso militante está

comprometido, es pragmático y efectista: más que probar y desarrollar tesis e ideas, agotando

los recursos argumentativos, tiene la función de golpear, de mantener una adherencia, de hablar

desde un compromiso para gente que ya comparte ese compromiso. La fuerza inherente del

discurso militante es su carácter emotivo y el hecho de estar preso en eso que, según Kart

Schmitt, decide la lógica de la política: amigo-enemigo. Así, el discurso militante se articula en

gran parte en torno a sanciones y condenas morales a las personas y sus posiciones,

calificándolas de correctas o incorrectas, buenas o malas, malintencionadas o nobles,

usualmente para identificar víctimas o victimarios, buenos y malos, aliados y adversarios. Si

dejara de lado este maniqueísmo esencial, el discurso militante perdería mucha de su fuerza

emotiva. La filosofía política, en cambio, al menos idealmente, trata de evitar ese modo de

hablar. Las siguientes pautas ayudan a lograr ese cometido.

2.1. Es importante no debilitar o dar ventaja de antemano a las posiciones en juego. Ellas

deben ser presentadas lo más exacta y honestamente posible, en su versión más

completa y correcta, dándole a cada una iguales oportunidades para defenderse.

2.2. Es importante no escribir una tesis de filosofía como una columna de opinión. Aunque,

como la columna, en último análisis, también la filosofía se alimenta de puntos de vista, la

exigencia básica del discurso filosófico es que esos puntos de vista se presenten y

fundamenten razonadamente: de una manera ordenada, clara y suficiente. Si bien nadie

puede fundamentar exhaustivamente cada punto de vista, se debe al menos hacer un

esfuerzo significativo de fundamentación.

2.3. Hay que evitar sostener puntos de vista que, igual, podrían sostenerse de la forma

contraria. (Se debe eludir la actitud de aquel maestro griego que ofrecía defender con

igual eficacia una tesis y la contraria. Esas habilidades serían aplaudidas en un torneo

sofístico, pero no son respetadas por un lector con cierto rigor analítico y capaz de

descubrir en un dos por tres las falacias de que ellas se valen).

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2.4. Las opciones basadas en la propia condición de clase, cultura, época, etnia, género, etc.,

son puntos de partida legítimos; pero sólo puntos de partida. Se invalidan como

posiciones filosóficas si se limitan a argumentar: “puesto que yo soy así, me tocó pensar

así”. O “puesto que éste es mi lado, sólo puedo ver las cosas desde mi lado”. El discurso

filosófico tiene una pretensión de universalidad: le habla al intelecto del ser humano y se

supone expuesto al libre examen por parte de cualquier ser humano. Por ende no puede

articularse sobre la base de que “sólo los que piensan como yo saben que yo estoy en lo

correcto”. En filosofía no se habla como en una secta en la que se da por sentado que

cierta gente (los iluminados) deben compartir lo que se dice y que los que no lo comparten

son los errados.

2.5. Es conveniente reducir esos modos de hablar propios de los iniciados en un culto que ya

suponen un lenguaje y unas premisas que se aceptan sin preguntas. Sirva de ejemplo

negativo esta sentencia, tomada de un campo distinto a la filosofía: “Los católicos creen

que la República Argentina es un país potencial cuando todos sabemos que es un país

circunstancial”. ¿Por qué potencial es antónimo de circunstancial? ¿Qué es un país

potencial? ¿Saben ese significado todos los católicos y lo afirman de la República

Argentina? ¿Quiénes son esos ‘todos’ –diferentes de los católicos, luego no ‘todos’- que

sabemos que la República Argentina es un país circunstancial?

2.6. Evite tratar de justificar posiciones reiterándolas o agregando nuevas posiciones o

adjetivos calificativos, sin argumentar de verdad. De alguna forma trate de organizar un

punto de vista como una tesis, es decir, expuesta con claridad y exactitud; consciente de

su alcance. Identifique lo que implica sostenerla. Sobre todo, recuerde que una cosa es

decir y otra desarrollar argumentativamente lo que se dice. Algo que simplemente se dice

queda como una opinión: como algo injustificado o caprichosamente sostenido.

2.7. Tenga siempre presente las afirmaciones gruesas, es decir, aquellas que no se pueden

dejar pasar en el discurso, que no se pueden dejar sin desarrollo.

2.8. Si va a debatir con una tesis que no es de sus simpatías ideológicas, políticas o religiosas,

expóngala con honestidad intelectual, incluyendo en ello los supuestos, los alcances y las

bondades de la misma. Sólo cuando haya presentado de la mejor forma posible (que no

equivale a decir la más extensa) la tesis en cuestión, es procedente sacar a relucir

nuestras discrepancias con ella, demostrar sus problemas, sus aspectos inaceptables en

términos de nuestras posiciones.

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2.9. Trate de evitar los argumentos de autoridad (aunque en la filosofía estos a menudo se

cuelan). Por ejemplo, no trate de refutar una tesis afirmando que, simplemente, Marx ya

dijo lo contrario. O que esto no se puede decir porque ya Freud demostró que eso es

imposible. Al menos explique por qué lo que dijo Freud de verdad sirve para invalidar lo

que este otro autor o posición sostiene.

2.10. No ceda a la fácil tentación de comparar peras con naranjas. Paradigmas antagónicos

como el anarquismo y el autoritarismo, o el marxismo y el liberalismo, pueden ser

contrastados en muchos aspectos. Pero hay que tener siempre en cuenta que, muy a

menudo, desde el horizonte conceptual del uno, no aparecen los problemas que el otro

trata de resolver. O que uno asume premisas y establece puntos de partida analíticos que

el otro, sencillamente, no acepta o, el menos, no contempla. Al contrastar las teorías,

paradigmas o autores ubicados en orillas conceptuales y políticas distintas, hay que tomar

las debidas precauciones. Por ejemplo, no se puede decir, simple y llanamente, que el

liberalismo no resuelve el problema que tiene el proletariado con el carácter clasista del

Estado: en el horizonte conceptual del liberalismo no entran esos conceptos o no se ven

estos problemas. Entonces, si ésa es la tesis que queremos afirmar, implicaría traer a

colación y de una manera crítica, los supuestos y armazones básicas de cada paradigma;

sólo a partir de allí podríamos articular nuestra crítica.

3. Las partes de la tesis

La tesis tiene tres partes: la Introducción, el corpus del texto y la Conclusión. Las tres deben

decir lo mismo; es decir, la Introducción debe informar la tesis, posición o logro que el corpus

aspira a desarrollar y la Conclusión debe recapitular lo hecho y mostrar que, efectivamente, en el

corpus se probó, desarrolló o consiguió lo que se dijo en la Introducción. En ese sentido, no debe

haber sorpresas y desequilibrios entre las tres partes; por ejemplo, la Conclusión no debe decir

nada que no haya sido tratado y agotado en el corpus. El corpus, a su vez, no debe tratar, en

líneas generales, sino lo que en la Introducción ya se prometió. Si se quiere, la Introducción es

como el enunciado de un teorema, el corpus su desarrollo o demostración y la Conclusión otra

vez el enunciado, ya probado, del mismo teorema. Dicho eso, me detengo un poco en la

Introducción y el corpus.

3.1. La Introducción debe ser clara y concisa. Allí no tiene lugar el lenguaje especializado o

técnico que luego se usará en el corpus, ni se harán las referencias detalladas a las

obras, que también son para más adelante. Su objetivo es hacer el planteamiento general

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de lo que el tesista se propone hacer en el texto, la importancia de ello, las líneas

generales del debate, la posición a ser tomada o la crítica a ser adelantada, etc. Es, si se

quiere, un contrato que el autor hace con el lector. Por ello, una vez el autor le ha dicho al

lector de qué se propone hablar, cuál es la importancia de esto, qué quiere decir o hacer

con eso de lo que se propone hablar, etc., le informa, finalmente, el orden en que va a

desarrollar las cosas; es decir, el orden de los capítulos, una breve enunciación sobre

qué va a hacer en cada capítulo, etc. Así las cosas, la Introducción es la ‘hoja de ruta’ que

le permitirá luego al lector evaluar la consistencia de la tesis; evaluación que pasa, en

buena parte, por comprobar si el estudiante-autor, efectivamente, cumplió lo prometido.

Por ello, si el autor logra plantear clara y ordenadamente el punto a ser tratado y los

capítulos a desarrollar, y convence al lector de que, para lo que se propone, ése es

justamente el orden adecuado de proceder, puede decirse que ya casi tiene al lector ‘en

su bolsillo’. Si fracasa en esto, comenzó perdiendo ya puntos. Es muy importante, por

otra parte, que la Introducción sea escrita ‘en cristiano’, es decir, que no le pida al lector

de antemano una complicidad filosófica, ideológica, moral, etc. con las ideas que se van a

plantear; que no le hable como si él o ella ya estuviera de acuerdo o tuviera que estarlo

con lo que se va a decir, ni como si ya fuera un experto o experta en el autor, debate o

tema sobre el que se va a hablar (aunque muy a menudo se presupone un indispensable

grado de familiaridad con el asunto), o como si ya tuviera que dominar la jerga técnica

propia de un autor o escuela. (Ya en el texto, cuando se introduzca por vez primera un

término técnico o una palabra con connotación distinta a la usual, que además a de ser

usada muchas veces en el resto del texto, se recomienda usar cursivas –por esa primera

vez- para llamar la atención de que ella tiene otra acepción y definirla continuación. Sólo a

partir de allí puede esperarse que el lector la entienda en su nuevo significado).

3.2. El Corpus va organizado en capítulos. Tres es lo común, pero pueden ser dos o cuatro.

Cada capítulo desarrolla un paso ya prometido en la Introducción. Es necesario que cada

capítulo se abra con un párrafo, al menos, que explique su sentido, su promesa, su orden.

De igual modo, debe cerrarse recapitulando lo dicho, diciendo qué se logró y qué sigue en

el próximo capítulo. No sobra agregar que es en los capítulos donde se espera la artillería

pesada de la argumentación, el uso del aparato crítico e interpretativo, el manejo de la

literatura primaria y secundaria, en fin, el despliegue del acervo probatorio y las

habilidades argumentativas del tesista. Allí es donde tiene cabida el lenguaje técnico, las

citas y referencias puntuales, las técnicas del análisis y la síntesis (pero el comienzo de

cada capítulo sí debería ser escrito ‘en cristiano’, no como arrancando un carro ‘en

quinta’, que es la sensación que producen quienes comienzan hablando en jerga). Como

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en ninguna otra parte, en los capítulos deben quedar claros los pasos. Es altamente

deseable que el autor se vuelva al lector, de cuando en cuando, y le diga claramente lo

que está haciendo, lo que ha ido obteniendo con los pasos que ya ha dado y qué pasos

se dispone a dar en los siguientes párrafos; en resumen, que de cuando en cuando

explicite a dónde va con lo que está haciendo. Esto es no sólo un principio de caridad

para con el lector, especialmente cuando la tesis se mete en inevitables laberintos (sólo si

son inevitables y no un mero afán de revolver las aguas para parecer profundo), sino

también para que el autor se controle y no se pierda en un monólogo. La tesis se está

escribiendo es para el lector y se le escribe para argumentarle algo. Y la primera virtud

que esa tesis debe tener, y que va estrechamente ligada a la eficacia argumentativa, es la

claridad.

4. Errores más frecuentes con referencia a la claridad

4.1. No enunciar expresamente el tema del que se está hablando, la posición que se está

asumiendo o la que se está criticando. Con frecuencia esto es la consecuencia de escribir

como se habla y especialmente de escribir como uno se habla a sí mismo o a sus

“contertulios ideales”, es decir, aquellos que tendrían con nosotros un alto nivel de

complacencia y afinidad ideológica, cultural, generacional, de clase, etc.

4.2. Introducir temas y abandonarlos sin desarrollarlos; cambiar abruptamente de tema sin

dejar claro lo que se sacó del tratamiento del tema anterior; volver repetitivamente sobre

un tema ya abandonado sin explicar la razón de ese retorno. Esto es un hábito del

discurso hablado en condiciones exentas de rigor argumentativo, que son las más

frecuentes: sólo en muy pocas ocasiones hablamos observando un rigor lógico

demostrando, implicando, analizando, contraargumentando, etc.

4.3. Enlazar demasiadas ideas en una sola oración. Con frecuencia hacemos eso

abandonando la idea con que se inició y metiendo nuevas ideas que tampoco se han de

desarrollar. En muchos casos las oraciones excesivamente largas y confusas obedecen a

nuestra tendencia a usar ejemplos o figuras literarias que buscan ilustrar mejor la idea. O,

más frecuentemente, a la tendencia de usar glosas que pretenden precisar más la idea.

No siempre tenemos facilidad para hacer esto y, lo que es más triste, no siempre

encontramos el >camino de salida=, por lo que nos quedamos atrapados dentro de lo que

era un ejemplo o una idea secundaria. Muchas veces, como diría el poeta Valencia,

>sacrificamos un mundo para pulir un verso=: el arrebato por una figura literaria o la fe en

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un impacto emocional ligado a una expresión verbal, que nos parece digna de

Demóstenes, nos lleva a sacrificar la exposición correcta de una idea. La consecuencia de

esto es que, a menudo, perdemos el hilo; lo que no pasaría si usáramos oraciones más

cortas y concisas o si refraseáramos esas oraciones largas y difíciles que no podemos

evitar. O si sacrificáramos esa frase hermosa que no nos deja fluir en el desarrollo de una

idea.

4.4. Meter dos o más ideas distintas en el mismo párrafo sin que eso haga de él un paso

necesario dentro de un proceso argumentativo; hacer párrafos demasiado largos sin una

clara función dentro de la argumentación; hacer párrafos muy cortos o introducir párrafos

que cambian abruptamente la lógica de la argumentación. Estas cosas a menudo se

derivan de no observar siempre la función de un párrafo dentro de un texto.

Las consecuencias de estos cuatro errores son evidentes. En el primer caso el texto discurre con

demasiados supuestos que descansan en una petición exagerada de complicidad al lector. En el

segundo se fatiga al lector con una indeseable circularidad y falta de rigor analítico y sintético. En

el tercero, al tiempo que se fatiga al lector, a menudo por la abundancia de comas (a veces

incluso porque éstas ni siquiera se colocan); en fin, con la abundancia de ideas secundarias o de

frases bonitas que sacrifican la claridad y contundencia de la argumentación. En el cuarto, se

abusa de la paciencia del lector, impidiéndole entender rápidamente la secuencia argumentativa

del texto, si es que hay alguna. En todos estos casos se pierde el objetivo central del texto: ser

leído y entendido; lograr probar con solvencia una tesis ante un lector.

5. Estructura, subdivisiones y nomenclaturas

5.1. Las subdivisiones del texto. El orden, que algunos hacen bien explícito y que otros

simplemente lo tienen como esquema mental y lo van desarrollando a lo largo del texto,

se revela al lector a través de ciertos >mojones= o puntos de demarcación. El más

explícito de esos mojones es la división del texto en unidades más pequeñas: los

capítulos. En cada capítulo hay nuevos mojones, los títulos y subtítulos. Estos están

siempre resaltados con negrilla o destacados en un renglón independiente. Tanto

capítulos, títulos y subtítulos le inspiran al lector la esperanza de que con cada una de

estas divisiones se inicia y se concluye algo dentro de un proceso de argumentación.

Usualmente, tras cada una de estas divisiones, se comienza el texto recapitulando lo que

se ha hecho, explicando qué se va a hacer, por qué se incursiona en ese aspecto, etc. y

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se concluye recapitulando lo dicho y haciendo ver lo que hemos sacado en limpio en esa

sección. Por supuesto, no todo autor responde a esa esperanza tan explícitamente; pero

esto no deslegitima la esperanza misma.

5.2. El párrafo. Ser >la menor unidad con sentido completo=: podemos extender al párrafo

esa definición que se da de la oración. El párrafo está llamado a ser esto dentro de una

argumentación. Sólo que la oración se podría definir intrínsecamente: si ella tiene al

menos un verbo (conjugado de acuerdo con un pronombre y un tiempo determinado) y un

predicado, es oración con independencia de la oración que está a su lado. A un párrafo no

le basta con ser una secuencia de oraciones limitada por dos puntos aparte, con

abstracción del párrafo que le precede y del que le sigue, para que cumpla su condición

de unidad con sentido completo: en gran medida, ese sentido se lo da la relación que él

guarda con esos otros dos párrafos. Por supuesto, un párrafo debe satisfacer cierta regla

intrínseca: un párrafo=una idea; es decir, esas oraciones puestas juntas deben decir algo

unitario; deben desarrollar una idea. Pero también debe satisfacer otra regla más

importante, llamémosla ‘relacional’: un párrafo=un paso; es decir, debe ser un eslabón

dentro de un proceso argumentativo. A veces, sin embargo, hay párrafos que no dicen

nada nuevo, simplemente recapitulan lo dicho en los dos o tres párrafos precedentes. Y

hay párrafos de agenda, por así llamarlos: aquellos que simplemente le dicen al lector en

qué fase de la argumentación se está y para dónde se va tras lo que se ha dicho en los

párrafos precedentes. Una buena escritura debe tener suficientes párrafos de

recapitulación y párrafos de agenda. Pero los más importantes, los dinámicos y efectivos,

son los que llevan adelante el proceso acumulativo de la argumentación.

5.3. La nomenclatura numérica. Para la secuencia de capítulos y otras unidades, algunos

prefieren la enumeración acompañada de las frases nomencladoras llamadas títulos y

subtítulos. Otros prefieren conservar sólo estas frases y otros sólo usan números. No es

muy común las letras (A, B, C, etc.) y menos los números mezclados con letras. Como

sea, todos los tipos de marcación ayudan a orientar al lector en el texto como las

coordenadas de un mapa al lector del mismo. Estas coordenadas son no sólo un

>principio de misericordia= para con el lector; juegan, ante todo, en beneficio del autor: le

ayudan a decir en cada parte lo que justo allí tiene que decir; le indican todo lo que tiene

que agotar antes de abrir una nueva sección.

6. Las falacias

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Siempre tiende a haber en nuestro discurso (especialmente en el discurso hablado) peticiones

de principio y otro tipo de falacias argumentativas. Es necesario identificar las principales para

evitarlas en la tesis.

6.1. Generalizando a partir de una información incompleta: “Rawls, Nozick y Dworkin declaran

su deuda con Kant. Luego los filósofos norteamericanos tienen una deuda con Kant”.

6.2. Ad hominen: enfocar la crítica a una la persona que dice algo, sin enfocar directamente lo

que dice sino a la persona misma y por razones que no son claramente relevantes en

relación con lo que dice. Weston da el siguiente ejemplo: “A los ojos de los marxistas la

teoría de Ricardo es espúrea porque Ricardo era un burgués. Los racistas alemanes la

condenan porque Ricardo era un judío y los nacionalistas alemanes porque él era inglés.

Algunos profesores alemanes esgrimieron los tres argumentos contra la validez de las

enseñanzas de Ricardo”.

6.3. Ad ignorantian: argumentar que una pretensión es verdadera porque no se ha demostrado

que es falsa. “Los creyentes no han demostrado que Dios exista. Luego los ateos tienen

razón”.

6.4. Ad populum: argumentar por mayoría. Este ejemplo lo provee Facundo Cabral: “coma

hierba: millones de vacas no pueden equivocarse”.

6.5. Afirmar la consecuencia: Si P entonces Q. Q, entonces P. “Toda investigación científica es

una producción intelectual. Luego toda producción intelectual es una investigación

científica”.

6.6. Petición de principio Usar implícitamente la conclusión como una premisa. Ejemplo de

Weston: “Dios existe porque la Biblia lo dice y la Biblia no se equivoca porque la hizo

Dios”.

6.7. Asunto complejo: presentar un asunto de forma tal que el otro no puede ni estar de

acuerdo ni en desacuerdo sin caer en otra desagradable aceptación. Ejemplo de Weston:

“Se comportará usted como un idealista y negará que Hegel es un idealista” Si sí,

entonces si. Si no, entonces también si: Hegel resulta idealista por acción u omisión de

quien tenga que soportar esta falacia como ‘argumento’.

6.8. Composición: afirmar que la totalidad debe tener la propiedad de sus partes. “Un acuerdo

entre inmorales debe ser un acuerdo inmoral”.

6.9. Negación del antecedente Si P, entonces Q. -P, entonces -Q. “Cuando hay desórdenes el

poder es inmoral. No hay desórdenes. Entonces el poder es moral”.

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6.10. División. Asumir que las partes de un todo deben tener los atributos del todo. “En un

orden económicamente eficiente todos sus miembros son económicamente eficientes”.

6.11. Equívoco: usar una misma palabra en más de un sentido para concluir algo. “Si la

igualdad equivale a tener cero-discriminación, discriminar las necesidades para repartir

los beneficios es propiciar la desigualdad”. (Se usa discriminar en dos sentidos un tanto

distintos).

6.12. Causa falsa Confundir una equivalencia temporal con una causa. Ejemplo de Weston: “La

modernidad es la época de estabilización de las placas totémicas”.

6.13. Falso dilema. Ejemplo de Weston: “dado que el universo no pudo haber sido creado de la

nada, sólo una inteligencia superior como Dios pudo haberlo creado”.

6.14. Non sequitur: sacar una conclusión que no se sigue de una premisa. “Si la verdad es la

culminación virtuosa del conocimiento humano, entonces Dios es la verdad suprema”.

Quedan pendientes otros hábitos que suplantan la verdadera argumentación como, por ejemplo,

los usos comunes de ciertos giros que apuntan a producir una sensación de solidez. Pero son

más perniciosos esos giros o frases que introducimos para ‘callarle la boca’ al lector acerca de

preguntas que él o ella, legítimamente, podría hacernos con referencia a lo que ya deberíamos

explicar desde el comienzo. Muy a menudo decimos “como todos sabemos” para que el lector no

se confiese ignorante diciendo “bueno, yo no sé eso que usted supone que todos sabemos:

explíqueme”. A menudo es que no tenemos cómo explicar eso que damos por supuesto. Hay

otras formas de encubrirnos y que pueden ser develadas por un lector acucioso y que no caiga

en esas trampas. Transcribo este ejemplo que circuló por e-mail. Aunque se aplica más bien a

las ciencias naturales, no es difícil encontrar en sus equivalentes en el campo de la filosofía

Donde dice Debería decir1. Desde hace tiempo se sabe No me he interesado en buscar la referencia2. .. de gran importancia técnica y práctica ... que me interesa a mí3. aunque no nos haya sido posible aportar una respuesta final no lo hemos intentado4. el reactivo flogisto ha sido escogido como el mejor encontramos un cañengo barato de flojisto. 5. Muy puro, extremadamente puro, ultrapuro No hemos comprobado la propaganda del vendedor6. Escogimos tres de los casos para analizarlos Los otros no pudimos entenderlos.7. La muestra fue manipulada con cuidado Se cayó al suelo, pero no se rompió.8- La muestra se manipuló con extremo cuidado Sólo se cayó una vez.9. Los resultados típicos muestran Sólo mostramos los resultados favorables10. Aunque en la fotografía no se aprecie el detalle Si no es por esa mancha, todo se nos va al carajo!11. Seguramente, períodos más largos mostrarían No voy a ponerme a esperar eso12. Los otros resultados se publicarán más adelante Si me dan ganas, hago la otra parte.13. Nuestros experimentos aún no publicados Las chambonerías que no nos dieron resultados14. Fulanito de tal ha aportado los mejores datos al respecto Fulanito es mi estudiante y no quiero verificar sus datos.15. Como es de común consenso Como a mí me parece16. Nadie que tenga una cultura elemental negaría que... Es decir, yo y mis correligionarios.

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7. La importancia del punto seguido y el uso adecuado de las comas

Un párrafo sin suficientes puntos seguidos y con abundantes comas corre el peligro de hacerse

ilegible. Será, sin duda, ilegible si, además, se usan mal las comas. A menudo el mal uso de las

comas y la abundancia de las mismas es una huella en el texto del discurso hablado en el cual

nos dejamos arrastrar por la corriente de la libre asociación de ideas sin someterlas a un rigor.

Por el contrario, el discurso escrito cuenta con el punto seguido (también con el punto y coma,

aunque éste exige mayor pericia en su uso) para salirle al paso a esa corriente y poner cierto

ritmo en la argumentación. Si las comas son a veces pausas de respiración, los puntos seguidos

son pausas de comprensión. Un punto seguido le sale al paso a la catarata de la libre

asociación. Luego es más fácil controlar el comienzo de la siguiente idea y darle un alcance

preciso. Lo que, en general, hay que evitar es el peligro de la libre asociación que desmaya el

texto. Hay que evitar esas ideas incompletamente conectadas que no son otra cosa que

confusión. Una introducción masiva de glosas terminará por perder al lector (el escritor ya se

perdió hace rato). Muy pocos escritores tienen la pericia para escribir oraciones largas y claras,

llenas de glosas y sólo usando comas. Cuando no podemos acortar una oración, es bueno que

otra corta y contundente se agregue a continuación. A veces es bueno comenzar esta última

oración con “En otras palabras...”, o “En resumen: ….”, o “Para decirlo cortamente:..”.

Mentalmente, y también con el corazón, el lector lo agradece. El sistema respiratorio del lector,

incluso si lee en la mente, no agradece en cambio una >choricera= de palabras enlazadas con

comas que hay que leer varias veces buscando la idea central y que más bien sirven para dormir

al más nervioso de los desvelados. Ahora bien, puesto que tenemos que usar la coma con cierta

asiduidad (salvo que queramos que nuestra prosa pierda ritmo y fluidez y se parezca a un carro

que arranca y para cada dos metros), recordemos al menos para qué sirve la coma, según nos

dicen James Idrobo y Carlos Caicedo.

7.1. Para separar los miembros de una enumeración, excepto los que estén precedidos de las

conjunciones y, e, o, u.

7.2. Para separar los elementos de carácter explicativo o incidental, intercalados dentro de

una oración y que podrían ser suprimidos sin afectar el sentido principal. Eje: Yumbo,

ciudad industrial del Valle, es la más contaminada.

7.3. Aunque usualmente no se pone una coma después de la conjunción >y=, ello es posible

en los siguientes casos: 1- Cuando encabeza una idea que expresa un contenido

diferente. Eje: Arreglaron los muebles de la sala, pintaron los muebles, y todos quedaron

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felices. 2- Cuando la conjunción >y= no se refiere al último elemento sino que enlaza toda

la oración que la precede. Eje: compró el vestido, los zapatos y la corbata, y se dirigió a la

casa. 3. Cuando la oración que antecede a la conjunción >y= es muy extensa. Eje: los

radares y las antenas comenzaron a emitir señales distorsionadas a causa de las malas

condiciones climatológicas, y resultaron ineficaces, por tanto, al poco tiempo. 4- Cuando

es necesario evitar equívocos. Eje: El perdón se funda en el olvido, y en las naciones sólo

se vive de recuerdos. Esto para evitar que se lea: el perdón se funda en el olvido y en las

naciones.... (Ver referencia en bibliografía).

8. Estilo, conectores, paralelismo y brevedad

8.1. Claridad, elegancia y eficacia argumentativa son tres atributos que suelen identificar el

buen estilo. Pero éste es, ante todo, sabor propio, tono personal. El estilo es, entonces, un

logro personal de un autor o una autora. Sólo la experiencia y el cuidado (el explotar

mejor esos modos en que mejor nos expresamos y corregir o evitar esos que nos resultan

problemáticos), así como encontrar la propia entonación de nuestra prosa, llevan al estilo

personal. Mientras tanto hay que evitar ciertos descuidos fronterizos entre las exigencias

de la lógica argumentativa, la gramática, y el buen gusto. Enumero un aspecto a ser

tomado en cuenta en cada uno de estos tres tipos de exigencia: el uso de conectores, el

paralelismo y la brevedad.

8.2. El uso adecuado de conectores. Los conectores son como las bisagras que le dan

elasticidad y fluidez al discurso. En el discurso hablado los usamos para no parar de

hablar. Cuando escribimos sin ellos, es como frenar un carro que arrancó hace dos

metros (para repetir una figura ya empleada hace un momento). Ahora bien, la falta de

cuidado con relación a esto, que a menudo perjudica la lógica argumentativa del texto,

revela también lo poco que se ha andado en la escritura y en la búsqueda de un estilo

propio en el lenguaje escrito. Y aquí, más que en el hablado, este descuido relaja la lógica

y afecta la eficacia argumentativa. Dejo de lado una clasificación de los usos incorrectos

de los conectores, por exceder en mucho mis conocimientos. Simplemente digo que se

debe ser más cuidadoso con el uso de expresiones como entonces, por lo tanto, sino, en

consecuencia, sin embargo, pero, no obstante, empero, aunque, en consecuencia, en

pocas palabras, para resumir, etc. Un buen manual de escritura ilustra mucho mejor los

problemas más comunes con estas expresiones y enseña cómo superarlos.

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8.3. El paralelismo. Es muy importante para darle ritmo al texto y ayudar al lector a ubicarse

mejor. La base del paralelismo es la coherencia dentro de una oración, esto es, el simple

acuerdo de género, tiempo y número en todas sus partes. Romper eso es un error de

sintaxis. Pero dentro de un párrafo se puede fallar en el coherentismo (en la observación

estricta de la coherencia) incluso usando oraciones intrínsecamente correctas. De nuevo,

es necesario conservar la coherencia en la utilización del pronombre que identifica a quien

habla a lo largo de las oraciones (si escoge el yo, el uno o el nosotros, conservar eso todo

el tiempo y en todas las inflexiones). Ahora, para pasar del coherentismo al paralelismo,

cuando se use por una parte, hay que completar luego con por la otra; cuando se use en

primer lugar, no olvidar en segundo lugar; cuando se comiencen las oraciones con

aunque, a pesar, etc., completar con la excepción a eso que sigue a la expresión. En

general, cuando se abre algo, hay que tener cuidado de cerrarlo. Y cuando se enumere,

hay que conservar siempre el mismo sistema (por ejemplo, no mezclar en primer lugar,

por otra parte, terceramente, segundo, diez, como octavo punto, un punto más con

relación a lo anterior, finalmente, y ya para terminar, etc.).

8.4. La brevedad. Es lo ideal. Aunque se requiere más tiempo para escribir corto que largo.

Pero el lector siempre preferirá los textos claros y concisos sobre los mamotréticos,

enredados y, encima, incompletos. Recuerde: “La bueno, si breve, dos veces bueno”.

9. Pautas editoriales mínimas

9.1. La tesis debe llevar carátula. Si no tiene otras especificaciones, ríjase por las siguientes:

título resaltado (un tipo de letra más grande, tal vez negrilla, centrado, arriba), a

continuación el nombre del autor, luego el del director, luego el párrafo “trabajo

presentado como requisito parcial para optar el título de Magíster en Filosofía” (si se

quiere hacia el lado derecho de la página) y finalmente, centrado: Universidad del Valle,

Facultad de Humanidades, Departamento de Filosofía, Ciudad y Fecha (un renglón para

cada frase de estas).

9.2. Puede abrir otra página donde sólo consigne el título de la tesis, centrado y con letra

grande y luego el nombre del autor.

9.3. La página de dedicatoria, si desea hacerla, debería ir a continuación.

9.4. La página de agradecimientos y reconocimientos, si desea hacerla, va después.

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9.5. Tabla de contenido: arriba va de nuevo el título de la tesis. INTRODUCCIÓN Y NOMBRE

DE LOS CAPÍTULOS VAN EN MAYÚSCULAS. Nombres de los subcapítulos van en

minúsculas. Use sangrías al lado izquierdo para separar capítulos de subcapítulos y estos

de las otras divisiones. Use arábigos, no romanos, para numerar los capítulos,

subcapítulos y subsiguientes divisiones. Al frente de cada división va el número de la

página.

9.6. Todas las páginas del texto van numeradas. Usualmente se hace al lado superior

derecho. A veces se prefiere enumerar a partir de la tabla de contenido. Es opcional.

9.7. Utilice letra relativamente grande (Arial 11 o Times 12 o 13). Utilice doble espacio o, al

menos, espacio y medio.

9.8. Cada capítulo se abre con una página nueva y se comienza un par de renglones por

debajo de lo normal. El título del capítulo va centrado, con mayúscula o, en todo caso, con

letras grandes.

9.9. Si usa epígrafe al comienzo de un capítulo o subcapítulo, éste va hacia el lado derecho,

usualmente con letra más pequeña que la normal y no se usan comillas. A continuación

se identifica el autor, la obra, el año y la página. A veces se usa identificar estas cosas al

píe de página, como se hace con las citas. Pero es más común identificar la fuente de los

epígrafes de la forma ya indicada.

9.10. En el texto, las citas textuales, si son cortas (es decir, de menos de tres renglones), van

incluidas en el texto y siempre entre comillas dobles (“....”). Si son más largas, debe abrir

para ellas un espacio propio. En este caso las citas van sin comillas, centradas (es decir,

con doble sangría), a un tamaño de letra inferior al del texto y a un solo espacio.

9.11. Para ambos tipos de citas, debe dar la referencia al píe de página. No es recomendable

(aunque se usa) la referencia al final, pues el lector usualmente consulta inmediatamente

la fuente debajo de la página.

9.12. Para la cita de referencia use el siguiente orden: nombre y apellido del autor o autora (no

al revés y sin comas intermedias), después use una coma, luego el nombre del texto (si

es un artículo, un capítulo de un libro, va entre comillas; el libro o la revista va siempre en

cursivas o itálicas), a continuación va la editorial, traducción, ciudad, fecha y página.

Por ejemplo: Manuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Editorial

Eudeba, Lima, 1932, pp. 45-46.

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Cristóbal González Holguín, “Qué significa ser étnicamente diferente en un mundo liberal”,

Diario de las Américas, Caracas, Vol. III, No. 34, p 612.

9.13. Cuando ya haya citado una vez una obra, si lo hizo hace rato, diga simplemente Kant,

Fundamentación...., p. 85. (Nunca diga Kant, Fundamentación, óp. cit., pues óp. cit. se

usa para evitar decir el nombre de la obra). O Cristóbal González, óp. cit. Pp. 612-615.

9.14. Si la última obra citada de Kant fue la Fundamentación, diga Kant, óp. cit., pp. 615.

9.15. Si la última obra citada fue ésta de este autor, diga Ibíd., p. 522

9.16. Si la última obra citada fue ésta de este autor, en la misma página, diga Ibíd.

10. Bibliografía

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Luis E. GARCÍA RESTREPOLectoescritura práctica, Editorial Universidad de Caldas, Manizales, 2002.

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Homero SARRIANotas varias, Seminario-taller de corrección idiomática, Escuela de Ciencias del Lenguaje, Universidad del Valle, Cali, 1995

Universidad del Valle. Facultad de Humanidades, PROGRAMA EDITORIALGuía para la presentación de trabajos escritos

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