debate lowy callinicos

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    () una catstrofe nica que se acumula derrota tras derrota

    segn las palabras de Walter Benjamin.

    A diferencia de la mayora de los crticos de izquierda de Fukuyama, Callinicos no cae enla trampa de aceptar como un hecho establecido el supuesto fracaso del socialismo en

    1980-1991; la negativa a considerar la URSS y Europa del Este como socialistas (seinclina por el concepto de capitalismo burocrtico de Estado de Tony Cliff) le permite

    desafiar esa pseudo-evidencia.Prxima a la de Fukuyama, la concepcin de la historia ms conocida en la universidad

    anglosajona actualmente es el post-estructuralismo. Callinicos nos propone unadeconstruccin radical del relativismo irnico post-estructuralista, representado por

    Lyotard y Hayden White, utilizando como cido de prueba el Holocausto. Fiel a sufilosofa del lenguaje pluralista (es decir relativista), Lyotard proclama que no es posible

    demostrar que los historiadores revisionistas que niegan el genocidio (Faurisson ycompaa) no respeten las reglas cognitivas del establecimiento de la realidad histrica:

    es imposible subsumir discursos irreductibles en un mismo gran relato explicativo. Elconflicto entre Faurisson y los historiadores antirrevisionistas es un ejemplo de

    discrepancia entre diferentes regmenes lingsticos que no puede superarse puesto que

    () ya no existe ms un tipo de discurso universal que los regule.

    El comentario de Callinicos es duro, pero justo: tal vez Lyotard quiera hacernos tomar enserio su argumento,

    () pero es difcil imaginar cmo podramos hacerlo

    Cmo puede hacer concesiones a los revisionistas sobre esta cuestin histrica? El hecho

    de que lisa y llanamente ignore el vasto esfuerzo de comprensin del Holocausto (deautores como Primo Lvi, Raul Hilberg, Zigmunt Baumann, Arno Meyer)

    () es un sntoma de una especie de engolosinamiento por las palabras y amor por las

    paradojas superficiales, una degeneracin demasiado frecuente en estos das deposestructuralismo.

    Contra este tipo de desesperante confusin, las teoras histricas marxistas y weberianas

    representan serias tentativas por responder a los problemas de la comprensin de la realidadhistrica, analizando las estructuras y mecanismos de su transformacin y sus

    orientaciones. Algunas formulaciones de Callinicos sugieren una afinidad con elmarxismo estructuralista (Althusser, G.A. Cohen) y su nfasis sofocante sobre la

    contradiccin entre fuerzas productivas y relaciones de produccin.Pero felizmente, se distancia de esta versin empobrecida del materialismo histrico

    rechazando las tesis deterministas (G.A.Cohen) -en realidad, un viejo lugar comn de laSegunda Internacional (Plejanov y Kautsky)-, segn las cuales las relaciones deproduccin se explican por el nivel de las fuerzas productivas. Abandonando este enfoque

    es posible introducir un elemento de contingencia irreductible en el materialismohistrico: dado que el surgimiento de la crisis del modo de produccin ya no est

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    predeterminada, queda espacio para el proyecto poltico marxista que pone el acento sobre

    la autoemancipacin de la clase obrera y la subjetividad revolucionaria.Tanto la teora marxista como la weberiana disciernen un sentido progresista de la historia

    que, respectivamente, son el desarrollo de las fuerzas productivas y el incremento de ladominacin (poder social). Este punto de vista no implica necesariamente una aprobacin

    tica: para Weber la modernidad conduca a la humanidad a una especie de jaula dehierro''. Las principales diferencias entre Marx y Weber se sitan en el terreno poltico (el

    internacionalismo socialista frente al imperialismo alemn) y de la antropologa filosfica:humanismo emancipador contra pesimismo nietzcheano (la dominacin como dato

    insuperable de la naturaleza humana).Callinicos propone una crtica slida de las teoras weberianas de la historia

    contemporneas, que centran sus esfuerzos en la presentacin del poder ideolgico o militarcomo forma irreductible de la dominacin. Pero reconoce, modestamente, que nada de lo

    que ac diga puede igualar la calidad de los textos de Mann y Runciman, en particular elnivel de conocimiento histrico de ambos. Es muy interesante su crtica central referida a

    la teora de Mann de que el cristianismo medieval habra constitudo el cuadro normativodel ascenso del capitalismo, que atribuye a un enfoque durkheimiano -ms que weberiano-

    que privilegia la integracin y el consenso por encima del conflicto y el diferendo, crticaque extiende al marxismo althusseriano que a menudo presenta una marcada familiaridad

    con la sociologa durkhemiana.La parte siguiente, consagrada a la historia como progreso, es interesante, pero no tan

    convincente. Callinicos hace una formulacin del problema que es muy perspicaz, pero larespuesta que formula es ambigua. Su punto de partida es que la concepcin marxista del

    progreso, a diferencia de otras visiones de la historia -Condorcet, por ejemplo- es tambincapaz de incluir la comprensin del horror de la historia. Jstamente por eso dice que el

    intento de Walter Benjamn por insertar en la tradicin marxista una crtica del conceptomismo de progreso subrayando la continuidad catastrfica de la historia, debe ser tomada

    en serio. En todo caso, el marxismo es una teora capaz de pensar la historia como progresoy como catstrofe simultneamente: segn los trminos de Frderic Jameson, Marx en el

    Manifiesto Comunista ha comprendido que

    () el capitalismo es al mismo tiempo la mejor cosa que le ocurriera a la especiehumana, y la peor

    Pero podra decirse lo mismo del artculo sobre el gobierno britnico en India (1853) en el

    que Marx deca:

    () cualquiera que hayan sido los crmenes de Inglaterra, ella ha sido elinstrumento inconsciente de la historia

    por introducir una revolucin en el estado social de Asia? La respuesta de Callinicos es

    prudente: frente al hecho de tensiones en el pensamiento de Marx, dice que algunas de susformulaciones (tales como las de 1853) pueden ser presentadas como una legitimacinapologtica de la expansin del capitalismo occidental en tanto vector del progreso (como

    en la muy conocida celebracin marxista del imperialismo de Bill Warren). El momentoteolgico de algunos escritos de Marx constituy la principal base del llamado

    materialismo histrico ortodoxo de la Segunda Internacional (y luego del stalinismo), con

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    su conviccin de que el desarrollo de las fuerzas productivas -a cualquier precio- es en s

    positivo, porque conduce ineluctablemente al socialismo. Una visin de la historia conrazn vilipendiada por E.P. Thompson:

    Puesto que el emperador (la historia cientfica, que toma nota de la contradiccin) afirma

    que las fuerzas productivas crecen....

    Sin embargo, Callinicos subraya que el marxismo dispone de una teora fuerte del progreso,es decir, una teora que no se conforma con discernir el crecimiento en la historia (el

    desarrollo de las fuerzas productivas), sino que afirma tambin que el crecimiento puedecontribuir positivamente al bienestar. En consecuencia, intenta salvar los artculos de Marx

    sobre la India, subrayando que los mismos no esconden los crmenes de la burguesa, sinoque slo insisten en el hecho de que el progreso, es decir el crecimiento de las fuerzas

    productivas, debe ser saludado como potencial factor de mejora del bienestar humano, unapotencialidad que slo ser plenamente realizada en un mundo socialista. Pero esto no es

    concluir peligrosamente en una especie de teleologa y de teodicea hegelianas para la cualla (ineluctable) finalidad explica y justifica a la vez el curso de la historia? Si creemos con

    Rosa Luxemburgo que el socialismo no es ineluctable y que la crisis del capitalismo puedeconducir a la barbarie, si tomamos en serio (como lo hace Callinicos) las advertencias de

    Walter Benjamin de que la terminal del progreso puede ser la catstrofe Cmo es posiblepretender que el progreso capitalista sea en cualquiera de los casos bienvenido? A partir de

    la idea de que el desarrollo de las fuerzas productivas capitalista contiene, potencialmente, tanto lo mejor -el socialismo, la plena expansin de las capacidades

    humanas- como lo peor -la barbarie, el exterminio nuclear, la destruccin ecolgica-,Callinicos afirma que el marxismo clsico

    () hereda de Hegel una concepcin dialctica de la historia como movimiento del

    espritu, en el cual cada avance comprende en s mismo un elemento deregresin.

    Pero semejante concepcin -que implica un inevitable movimiento ascendente (el

    espiral)- no representa un ejemplo tpico de teleologa-teodicea hegeliana, que justificacada regresin como momento del progreso final?

    La ltima parte del libro, Identidad y emancipacin, presenta una brillante argumentacinen defensa del universalismo emancipador contra las polticas identitarias. La moda

    intelectual contempornea -de Rorty a Laclau- denuncia cualquier universalismo (includoel marxismo, por supuesto) como un particularismo encubierto, al tiempo que el supuesto

    radicalismo post-moderno festeja las polticas identitarias -la lucha separada de cadagrupo oprimido- como la nica y verdadera alternativa. El problema, como Callinicos lo

    muestra claramente, es que el particularismo es difcilmente coherente, puesto que laresistencia a la opresin implica una especie de tica universal. En ausencia de un criterio

    comn -es decir, universal- cmo distinguir los grupos realmente oprimidos de los falsos(de hecho, opresores)?Ni que hablar de los conflictos tnicos fratricidas en nombre de identidades nacionales

    rivales. La nica va para superar la falsa universalidad pasa por una autnticauniversalidad, emancipadora e igualitaria.

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    Respuesta a Michal Lwy

    Por Alex Callinicos

    Podra parecer grosero responder a una crtica tan amable y asimismo fraternal como la de

    Michal Lwy sobre mi libro Teoras y narrativas. La reaccin ideolgica internacionalcontra el marxismo revolucionario, e incluso contra toda forma de pensamiento socialista,es demasiado poderosa como para permitirnos insignificantes polmicas tan peligrosascomo improductivas. Sin embargo, las observaciones crticas de Michal Lwy a mi

    defensa del concepto de progreso histrico tocan cuestiones esenciales que merecen unaclarificacin.

    Walter Benjamin, en sus Tesis sobre la filosofa de la Historia, nos ha dejado una crticasin igual del fatalismo histrico y de la confianza plcida en la victoria que contribuy

    ampliamente a dejar al movimiento obrero sin defensa frente al fascismo. Si se comparte,como Michal Lwy y yo mismo, el punto de vista de Benjamin que no cree que la

    revolucin socialista sea inevitable podemos seguir hablando de una nocin de progresohistrico? En mi libro, he escrito:

    Las consecuencias nefastas del desarrollo de las fuerzas productivas no son negadas o

    justificadas (por el materialismo histrico); en el mejor de los casos, ellas podrn sercompensadas y reparadas cuando la revolucin permita a las vctimas del progreso, o a sus

    descendientes, tomar el control de estas fuerzas (pg. 163).

    Pudiera parecer as que el desarrollo de las fuerzas productivas podra ser justificadoretrospectivamente en caso de que se produjera la revolucin proletaria. El hecho de que un

    movimiento histrico fuera o no progresista dependera, entonces, de su desenlace, algo quees en s mismo contingente. Dicho de otra manera, como Lwy mismo ha escrito en uno de

    sus textos:

    () es imposible pronunciarse, a priori, sobre el carcter progresista o regresivo deldesarrollo capitalista de las fuerzas productivas[2]

    Sin duda, estas consideraciones relativizan y debilitan el concepto del progreso histrico de

    los marxistas fatalistas de la Segunda. Internacional. Sin embargo, Lwy se equivocacuando supone que mi proposicin de que el desarrollo capitalista de las fuerzas

    productivas

    () es positivo en cuanto potencialmente permite el bienestar humano estarapeligrosamente prximo a una forma de teleologa hegeliana en la cual la meta

    (ineluctable) explica y justifica a la vez el curso de la historia.

    En primer lugar, la revolucin socialista no es el objetivo de la historia, ni siquiera elcomunismo. Marx ha dicho que la superacin del capitalismo marcara el fin de laprehistoria de la sociedad humana. En otros trminos, hara posible el desarrollo de una

    sociedad sin clases, en la cual los seres humanos podran realizar libremente suscapacidades, abriendo entonces la puerta a horizontes de cambios ilimitados.

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    En segundo lugar, puesto que la revolucin no es ineluctable, tampoco el comunismo puede

    serlo.Y en tercer lugar, si la victoria del socialismo viniera a justificar el proceso histrico que la

    precede, sera una justificacin tica y no una explicacin causal. Los mecanismosresponsables de la transformacin social -las contradicciones estructurales entre las fuerzas

    productivas y las relaciones de produccin, la lucha de clases- no son asimilables a losresultados no positivos de estas contradicciones. Auque estn relacionadas, la explicacin

    causal y la valoracin tica son nociones distintas.Lwy ha esquematizado la tradicin marxista en dos posiciones:

    () una dialctica hegeliana, teleolgica y cerrada, tendencialmente eurocntrica

    (y) otra dialctica del progreso crtica, no teleolgica y fundamentalmenteabierta.[3]

    Existe un real peligro de que semejante presentacin de las cosas slo conduzca a una

    eleccin errnea entre el fatalismo de la Segunda Internacional por un lado, y por el otrouna subjetivista revolucin contra el progreso (para retomar una de las formulaciones del

    mismo Lwy).El efecto de semejante problemtica es pensar la historia como una catstrofe puntuada de

    ocasionales revoluciones heroicas, en lugar de

    () pensar la historia simultneamente como un progreso y una catstrofe

    como trat de hacerlo en Teoras y narrativas. No hacerlo sera perder la fuerza dialcticadel Manifiesto Comunista, tan bien recogida por el marxista americano Frederic Jamesoncuando describe

    () una forma de pensamiento capaz de aprehender a la vez los rasgos evidentementesiniestros del capitalismo y su dinamismo extraordinario y liberador, sin atenuar la fuerza

    de cada uno de sus juicios[4]

    Algunos de elementos liberadores del capitalismo no son solamente una potencialidad, sinoestn en la realidad indisolublemente ligados a los rasgos siniestros. As ocurre con la

    industrializacin del tercer mundo, un proceso de inmensa destruccin en los terrenosecolgico y social, pero que al mismo tiempo implica un crecimiento enorme del tamao y

    el peso socio-econmico de la clase obrera en su conjunto. Es imposible de comprender(con todos sus lmites y contradicciones) las transiciones democrticas que han tenido

    lugar, por ejemplo, en Africa del Sur, en Brasil, o en Corea del Sur, sin integrar eldesarrollo de movimientos obreros nuevos y militantes que ya no podan ser contenidos en

    las viejas estructuras polticas autoritarias. Las recientes luchas de los trabajadores de Coreadel Sur no son las menos importants, para demostrar la fuerza objetiva de este proletariado

    mundial en gran expansin.En otros trminos, el desarrollo capitalista crea efectivas fuerzas capaces de progreso aqu yahora, y no slo aumenta el potencial de una liberacin futura. Este elemento es central en

    el conjunto de la teora de Marx, para quien el capitalismo crea en el proletariado una claseque envilece y explota, pero que tiene la capacidad a corto plazo de obtener reformas y a

    largo plazo de sobrepasarlo y construir el comunismo.

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    La tendencia de Lwy a seguir a Benjamin en su visin de la historia como sucesin de

    catstrofes lo conduce a destacar, en el texto ya citado y en otros, movimientos como el delos zapatistas de Mxico que se caracterizan hoy evidentemente por su incapacidad para

    ligarse con las luchas de los trabajadores que se desarrollaron contra la enorme ofensivacapitalista que represent el hundimiento del peso.

    Len Trotsky escribi en 1937, en el umbral de las horas ms sombras del siglo:

    La historia deber ser tomada tal cual es; y cuando ella se permite tan extraordinarios yrepugnantes escndalos, debemos combatirla a puetazos.

    La visin general del progreso de Lwy est en la lnea de este magnfico desafo. Pero la

    posicin revolucionaria ante la historia debe ir ms all. Exige una compresin de losprocesos objetivos que hace posible la victoria (posible y no ineluctable).

    Adems, es muy fcil resbalar desde una posicin que se limita a un desafo puramentesubjetivo hacia un faltalismo, es decir, a la creencia en un desarrollo de las fuerzas

    productivas que garantizara la victoria -Trotsky mismo oscil de esta manera, en particularen el Programa de Transicin. Debemos, pues, como lo ha defendido Jameson, combinarlos elementos de rechazo subjetivo del capitalismo y de anlisis objetivo, sin perder de vistaninguno de los costados. Es particularmente importante mantener esta posicin en un

    momento donde los postmodernistas nos incitan a abandonar el gran metadiscursorevolucionario de emancipacin y de liberacin a cambio de una visin de la historia como

    un puro caos desprovisto de sentido. La incapacidad de mantener con firmeza esta posicinnos conducira muy fcilmente a errores polticos.

    * Alex Callinicos es un destacado intelectual marxista, dirigente del Socialist WorkersParty de Gran Bretaa, miembro del Comit Editor de la revista Internacional Socialism ycorresponsal britnico de la revistaActuel Marx. Naci en Zimbabwe en 1950. Profesor enla Universidad de York desde 1981. Es autor de varios libros: Is There a Future forMarxism?; Marxism andPhilosophy; The Revolutionary Ideas of Karl Marx; MakingHistory; Against Postmodernism. A marxist critique (1989); The Revenge of History.Marxism and the east european rvolutions (1991), Socialists in the trade unions (1995),entre otros.

    Michael Lwy es un intelectual marxista residente en Francia y perteneciente al SU de laCuarta Internacional. Naci en Brasil en 1938. Fue profesor universitario en diversas

    ciudades como Jerusaln, Manchester, Mxico, La Habana, San Pablo y Paris, donde vivedesde 1969. Entre sus obras pueden mencionarse: La teora de la revolucin en el jovenMarx;Dialctica y revolucin;El pensamiento del Che Guevara; Para una sociologa delos intelectuales revolucionarios: la evolucin poltica de Lukcs (todas editadas encastellano por Siglo XXI). Recientemente, se public en Argentina:Redencin y Utopa. Eljudaismo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva. (Buenos Aires: ElCielo por Asalto, 1997).

    [1] Alex Callinicos, Theories and narratives: Reflections on the philosophy of history,Cambridge, Polity Press, 1995, 252 pginas.

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    [2] Michal Lwy, La dialctica marxista del progreso y el desafo actual de los

    movimientos sociales, en Congrs Marx International, pag. 201.[3] Idem,La dialectique du Progs, pag. 199-201.[4] Frederic Jameson, Posmodernism, pag. 47.