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El Mundo al revés 1

hoy

El Mundo al revésediciones20 pesos

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Alex Callinicos

Imperialismo

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Imperialismo hoy2

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El Mundo al revésNoticias y análisis de la realidad

nacional y mundial en claveanticapitalista.

publica libros y folletos sobre temas teóricos y políticos,con el fin de promover la crítica del capitalismo y las ideas

socialistas entre trabajadores y estudiantes.

Socialismoes una red que nuclea a periódicos y organizaciones

de diversas partes del planeta, basados todas ellas en losprincipios del socialismo desde abajo. La misma se

extiende por los siguientes países y estáintegrada por estos grupos:

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UruguaySocialismo Internacionalwww.elmundoalreves.org

ZimbabweInternational Socialist Organisationwww.voiceoftheturtle.org/iso

El Mundo al revésediciones

El Mundo al revés 3

hoyIntroducción ............................................................ 4La teoría marxista del imperialismo ........................... 6El imperialismo clásico, 1875-1945 ............................ 9El imperialismo de las superpotencias, 1945-1990 .... 13El imperialismo después de la Guerra Fría ................ 22Perspectivas del imperialismo .................................. 35El argumento central ................................................ 39Notas ....................................................................... 44

Alex Callinicos nació en Ha-rare (Zimbabwe) el 24 de Juliode 1950. En 1973 se licenció enfilosofía, política y economía enla Universidad de Oxford, y en1979 obtuvo de la misma uni-versidad un postgrado en litera-tura y humanidades. Entre suslibros más conocidos figuranMarxism and Philosophy(1983), Las ideas revoluciona-rias de Karl Marx (1983), Ma-king History (1987), The Reven-ge of History (1991), Contra elPostmodernismo. Una críticamarxista (1991), Social Theory.A historical introduction (1999),Igualdad (2000), Contra la ter-cera vía (2001) y Un Manifies-to Anticapitalista (2003). Escri-be regularmente en el semana-rio británico Socialist Worker, larevista mensual Socialist Reviewy la revista trimestral Interna-tional Socialism, de cuyo con-sejo editorial forma parte. Esmiembro de la dirección del So-cialist Workers Party de GranBretaña y destacado activista dela coalición anticapitalista bri-tánica Globalise Resistance, enrepresentación de la cual ha in-tervenido varias veces en elForo Social Europeo y el ForoSocial Mundial.

Este trabajo fue traducido ori-ginalmente del inglés al portu-gués por Rui Polly. La traduc-ción del portugués al españolfue realizada solidariamente porMauro Ramos.

La primera edición de este fo-lleto fue realizada en Octubrede 2001.

Imperialismo

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hoyImperialismo

Introducción

La sangrienta guerra lanzada por las grandes potencias contra Irak en 1991 demostróque el imperialismo, en el sentido más general de utilización directa de la fuerza paraimponer la voluntad de las grandes potencias sobre Estados menores, se encuentraprosperando. La guerra fue más notable aún por haber ocurrido en un momento en el cualse consolidaba la creencia de que el mundo estaba entrando en una era posimperialista.Dos razones principales dieron base a esta creencia.

Una de ellas fue, obviamente, la expectativa de que el final de la Guerra Fría produciríalo que George Bush (padre) llamó un “Nuevo Orden Mundial”, en el cual las disputasentre los Estados podrían ser resueltas pacíficamente bajo la tutela de las NacionesUnidas. Hoy resulta más que claro que el “Nuevo Orden Mundial” es tan sólo el viejoorden imperialista, con la diferencia fruto del colapso de la Unión Soviética, de que laONU puede ser utilizada para legitimar intervenciones militares que Estados Unidoshubiera realizado unilateralmente durante la Guerra Fría.

La segunda razón para despachar el imperialismo al basurero de la historia surgió deuna interpretación bastante aceptada, de los dramáticos cambios verificados en la eco-nomía mundial durante la última generación. Se ha afirmado que la internacionalizaciónde la producción y, paralelamente, la integración global del capital volvería la guerraobsoleta. Así, Tim Congdon, un destacado monetarista británico, declaró recientemente:

"El nacionalismo económico, una de las fuerzas más poderosas y destructivas del sigloXX, está quedado obsoleto. El carácter internacional del comercio y de las finanzas aumen-ta tan rápidamente, y la estrategia comercial de las grandes compañías es tan globalizada,que la idea del Estado-nación está perdiendo su importancia".

Congdon dejó claro que esos cambios económicos estaban teniendo consecuenciaspolíticas –entre ellas, a largo plazo, el final de la guerra:

"La idea de una guerra entre Gran Bretaña y Alemania, o entre Estados Unidos yJapón, ya es, obviamente, un disparate. Cada vez más los antagonismos entre las nacionesse irán haciendo literalmente absurdos, así como la separación entre naciones acabará y sevolverá sin sentido".1

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La idea de que la interdependencia económica entre los Estados determina que ya noles interesa realizar guerras no es nueva. Durante los años de gestación de la PrimeraGuerra Mundial, el pacifista Norman Angell publicó La Gran Ilusión (1910), dondeargumentaba que una guerra total entre las grandes potencias sería tan destructivaeconómicamente que resulta inconcebible que ellas se arriesgasen a una aventura tanirracional. Ese mismo análisis fue realizado de forma aparentemente marxista por KarlKautsky, en un famoso artículo publicado poco después del inicio de la Primera GuerraMundial en agosto de 1914:

"No hay necesidad económica para la continuidad de la carrera armamentista despuésde la Guerra Mundial, incluso desde el punto de vista de la propia clase capitalista, con laposible excepción de ciertos intereses armamentistas. Por el contrario, la economía capi-talista está seriamente amenazada precisamente por estas disputas. Todo capitalista pers-picaz debe hoy alardear a sus compañeros: ¡Capitalistas de todo el mundo, unios!"2

Kautsky argumentó que los procesos económicos podrían empujar a los capitalistashacia la unidad global:

"Lo que Marx dijo sobre el capitalismo puede también ser aplicado al imperialismo: elmonopolio crea la competencia, y la competencia crea el monopolio. La frenética compe-tencia entre las grandes firmas, los gigantes bancos y los multimillonarios hizo que losgrandes grupos financieros que estaban absorbiendo a los pequeños inventasen el cártel.Del mismo modo la Guerra Mundial entre las grandes potencias imperialistas puede darcomo resultado una federación de las más fuertes, renunciando estas a la corridaarmamentista".

"Desde el punto de vista puramente económico, por lo tanto, no es imposible para elcapitalismo entrar en otra fase, de incorporación de ese proceso de formación de cártelesa su política de relaciones exteriores: la fase del ultraimperialismo".3

La previsión de Kautsky de que los antagonismos interimperialistas podrían ser pací-ficamente reconciliados en los marcos de un cártel capitalista global demostró no servircomo orientación durante lo que Arno Mayer llamó “la Crisis General y la Guerra de losTreinta Años del siglo XX”, entre 1914 y 1945.4 Empero, la idea de que el imperialismo essimplemente una etapa en la historia del capitalismo, y una etapa que ya fue o está siendosuperada, ha sido reavivada recientemente. Quizás el intento más influyente ha sido el deBill Warren, que intentó demostrar que el Tercer Mundo ha pasado luego de la SegundaGuerra Mundial no por el “desarrollo del subdesarrollo”, como afirman los teóricos de ladependencia como André Gunder Frank, sino por “un importante crecimiento en las rela-ciones sociales capitalistas y en las fuerzas productivas”. El concluyó que:

"En un contexto de interdependencia económica cada vez mayor, los lazos de dependen-cia (o subordinación) que unen al Tercer Mundo con el mundo imperialista, han sido y estánsiendo notablemente desatados con la ascensión de capitalismos nativos; a través de este

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proceso la distribución del poder político-económico al interior del mundo capitalista escada vez menos desigual. En consecuencia, aunque una dimensión del imperialismo sea ladominación y explotación del mundo no comunista por una docena de países capitalistasdesarrollados (Estados Unidos, Alemania Occidental, Gran Bretaña, Francia, Japón, etc.)estamos, pese a todo, en una era de imperialismo decadente y de capitalismo avanzado".5

Las transformaciones económicas de las últimas décadas –la internacionalizacióndel capital, la ascensión de los NICs (los Nuevos Países Industrializados), el decliverelativo de ambas superpotencias– han sido, sin duda, enormes. La cuestión a ser trata-da en este artículo es si estas transformaciones (y las convulsiones políticas que lesacompañaron, sobre todo las asociadas al final de la Guerra Fría) pueden todavía sercomprendidas dentro de los marcos de la teoría marxista del imperialismo. La respuestaa esta pregunta tiene implicaciones prácticas importantes: mostrará si la masacre delGolfo Pérsico de 1991 –y otros acontecimientos semejantes, como la intervención de laONU en Somalia– representan el último suspiro de una versión obsoleta y moribundadel capitalismo, o en cambio el mecanismo intrínseco de un sistema todavía sujeto aproducir guerras importantes. El primer paso para resolver esta cuestión es establecer enque consiste realmente la teoría marxista del imperialismo.

La teoría marxista del imperialismo

El imperialismo puede ser definido de un modo bien amplio como la dominación, através de la historia, de pequeños países por Estados más fuertes, o de manera másrestringida, como la política llevada a cabo por las grandes potencias desde el últimotercio del siglo XIX, para subordinar a la mayor parte del resto del mundo a su dominio.La definición marxista clásica del imperialismo, dada por Lenin, es más específica quela primera definición, y más general que la definición más restringida. El imperialismono es ni una característica universal de la sociedad humana, ni una política específica,sino que es una “etapa particular en el desarrollo del capitalismo”, de hecho, comoafirma el título del libro de Lenin, “la etapa superior del capitalismo”. Lenin intentócaracterizar esta etapa de desarrollo capitalista ofreciendo una famosa definición delimperialismo:

"1) la concentración de la producción y del capital elevada a un grado tan alto dedesarrollo que hizo crear los monopolios, los cuales cumplen un papel decisivo en la vidaeconómica; 2) la fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación, basadaen ese “capital financiero” de una oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, quedifiere de la exportación de mercaderías, adquiere una importancia particularmente grande;4) la formación de asociaciones internacionales de capitalistas monopolistas, que se repar-ten el mundo entre sí, y 5) la concreción de una división territorial del mundo entre laspotencias capitalistas más importantes".6

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La definición de Lenin es tratada con frecuencia como un dogma incuestionable por lamayoría de la izquierda, pero sus limitaciones merecen ser señaladas. Ella es, claramente,una lista de lo que Lenin denomina “características básicas” del imperialismo. Pero no esposible a partir de esta lista, establecer la importancia relativa de esas características. Estaes una debilidad seria, una vez que ha quedado claro que algunas de ellas son muchomenos básicas que otras. Por ejemplo, el capital financiero –la integración del capitalbancario con el capital industrial– se desarrolló mucho más en algunas potenciasimperialistas que en otras; mucho más en Alemania que en Gran Bretaña. Pero además, nosólo la relación entre las inversiones en el extranjero y la expansión colonial fue mucho másdesigual de lo que sugería Lenin, también algunas potencias imperialistas, notablementeEstados Unidos y Japón, fueron importadores líquidos de capital hasta 1914.7

La concepción básica de Lenin sobre el Imperialismo, sin embargo, emerge ilesa deestas críticas. El fue cuidadoso en poner énfasis en el “valor condicional y relativo detodas las definiciones en general”. Pero además, su estudio del imperialismo no preten-día ser un estudio científico definitivo, en vez de esto, como declara su subtítulo, era “unesbozo popular” basado, en gran parte, en obras influyentes como El Imperialismo delliberal-radical J. A. Hobson y El Capital Financiero del austro-marxista Rudolf Hilferding.Con base en estas investigaciones, Lenin no tenía duda en cuanto a la característicadecisiva del imperialismo: “en su esencia económica el imperialismo es capitalismo mo-nopolista”. Esto le permitió ubicar históricamente al imperialismo, determinar “su lugaren la historia, ya que el monopolio que crece sobre la base de la libre competencia,determina la transición del sistema capitalista a un orden socioeconómico más eleva-do”.8 Por lo tanto, los antagonismos y guerras entre las grandes potencias no eran unasimple aberración, como Kautsky dio a entender, surgían de la dinámica del desarrollocapitalista, sobre todo de la tendencia a la concentración y centralización del capitalanalizada por Marx. Estos antagonismos y guerras podrían eliminarse, pero solamentegracias a la revolución socialista.

Así, en el análisis más sistemático y rigurosos de Bujarin, el imperialismo nace de las:

"...tendencias del desarrollo capitalista-financiero. El problema organizativo, que en-vuelve más y más ramas de la “economía nacional” a través de la creación de conglomera-dos y a través del papel organizativo que cumplen los bancos, ha llevado a la conversiónde cada “sistema nacional” capitalista desarrollado en un “trust capitalista-estatal”. Porotra parte, el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas lleva a estos sistemas“nacionales” a conflictos más agudos en su lucha competitiva por el mercado mundial".9

En este abordaje el imperialismo adopta dos características fundamentales. La prime-ra es una consecuencia de la tendencia a la concentración y centralización del capital. Laacumulación competitiva de capital lleva tanto al crecimiento en el tamaño de las unida-des individuales de capital como a la incorporación de capitales menores por los mayo-res, especialmente durante las crisis. El poder económico se hace cada vez más concen-trado. Sectores de la economía quedan monopolizados, dominados por una pequeñacantidad de grandes firmas o incluso por una única corporación. Además el capital

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industrial tiende a fundirse con los grandes bancos para formar el capital financiero. Laetapa final de ese proceso de “organización” es la creciente integración del capital privadocon el Estado-nación, en otras palabras, el surgimiento del capitalismo de Estado.

En segundo lugar, a pesar de todo, esa organización nacional del capitalismo ocurreen un contexto de creciente internacionalización de las fuerzas productivas. La econo-mía mundial, que Bujarin define como “un sistema de relaciones de producción y,correspondientemente, de relaciones de cambio a nivel mundial”, constituye el campoen el cual compiten los “trust capitalistas de Estado”. La competencia entre capitalesdeja de ser una simple disputa por mercados entre empresas privadas: asume cada vezmás la forma de rivalidades militares y territoriales entre capitales estatales a escalamundial. “La lucha entre trusts capitalistas de Estado es decidida, en primer lugar por larelación entre sus fuerzas militares, pues el poder militar es el último recurso de los“grupos nacionales” de capitalistas en lucha”.10 Guerras interimperialistas, como las de1914-18 y 1939-45, son un aspecto necesario de una economía mundial dividida entredistintos capitales.

La versión de Bujarin de la teoría del imperialismo no deja de tener sus debilidades.La más importante es que subestima el grado en el cual las dos tendencias que élidentifica con el imperialismo –en dirección al capitalismo de Estado y a lainternacionalización del capital– pueden contradecirse mutuamente. En forma conse-cuente él trata las economías nacionales como bloques capitalistas de Estado plenamen-te “organizados”, en los cuales cualquier tendencia a la crisis económica (aunque no a laguerra) habría sido eliminada.11 Pero una vez que estos errores son tomados en cuentapodemos considerar que la teoría de Bujarin identifica las características esenciales delimperialismo, tomado como etapa específica en la historia del capitalismo. Podemosresumir entonces la teoría del imperialismo de la siguiente manera:

I. El imperialismo es la etapa de desarrollo en el capitalismo donde: 1) la concentra-ción y centralización del capital tiende a llevar a la integración del capital monopolistaprivado con el Estado; y 2) la internacionalización de las fuerzas productivas tiende aforzar a los capitales a competir entre sí por mercados, inversiones y materias primas aescala mundial.

II. Las principales consecuencias de estas dos tendencias son: 1) la competenciaentre capitales toma la forma de rivalidades militares entre Estados-nación, 2) las relacio-nes entre los Estados-nación son desiguales: el desarrollo desigual y combinado delcapitalismo permite a un pequeño número de Estados capitalistas avanzados (los paísesimperialistas) en virtud de sus recursos productivos y de su fuerza militar, dominar elresto del mundo; 3) el desarrollo desigual y combinado del imperialismo intensificatodavía más la competencia militar y da lugar a las guerras, incluyendo tanto las guerrasentre las propias potencias imperialistas, como aquellas que surgen de las nacionesoprimidas en lucha contra la dominación imperialista.12

Esta definición del imperialismo es más abstracta que la de Lenin, aunque ella captael núcleo de su concepción. Una ventaja de esta definición es que puede ser usada parademostrar cómo la dinámica del imperialismo da lugar a distintas fases en su desarrollo.

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Gran parte de este artículo estará dedicado al análisis de estas fases. Argumentaremosque hubieron tres fases principales en la historia del imperialismo: el imperialismo clá-sico, 1875-1945 –analizado por Lenin, Bujarin, Luxemburg, Hilferding, Kautsky y Hobson,que es el imperialismo que dio lugar a la “Guerra de los Treinta Años” de Arno Mayer; elimperialismo de las superpotencias, 1945-1990 –período en el cual el mundo fue repar-tido entre dos grandes bloques militares rivales–; y el imperialismo después de laGuerra Fría –el “Nuevo Orden Mundial” de Bush (padre), en realidad una versión másinestable del antiguo orden mundial.

Cualquier periodización de este tipo conlleva un grado de arbitrariedad. Como que-dará claro en la detallada discusión que sigue, las características de cada fase estántípicamente presentes en una forma menos desarrollada en las anteriores fases. Pero,este modo de dividir la historia del imperialismo, desde mi óptica, ayuda a aclarar sudinámica interna y las transformaciones por las cuales atravesó. Por razones obvias, elimperialismo contemporáneo recibirá una atención detallada.

El Imperialismo Clásico, 1875-1945

1. Un mundo económica y políticamente multipolar. La moderna historia europea,del siglo XV en adelante, está dominada por un proceso feroz y continuo de competen-cia militar y territorial entre las grandes potencias. Un modo de resumir la naturaleza delimperialismo es diciendo que marcó el punto en el cual ese proceso se fundió con laexpansión del capitalismo industrial y a esta se subordinó. Eric Hobsbawm comentasobre el siglo XIX que “la economía mundial ahora era notablemente más pluralista queantes. La economía británica dejó de ser la única totalmente industrializada y, en reali-dad, la única industrial”.13

Un factor en ese cambio fue lo que William McNeill llama la “industrialización deguerra” de mediados del siglo XIX –los incrementos en la movilidad proporcionada por losrieles, por la navegación a vapor, y por la producción en masa de nuevas armas como el riflede repetición y la ametralladora. El poder militar de los Estados dependía ahora directamen-te de su nivel de industrialización. Las grandes monarquías absolutistas de Europa Centraly Oriental –Prusia, Austria-Hungría y Rusia– fueron forzadas a promover la expansión delcapitalismo industrial para fortalecer la base material de las modernas fuerzas armadas.

Al mismo tiempo la expansión territorial del capitalismo industrial exacerbó las riva-lidades entre las grandes potencias, particularmente cuando Gran Bretaña vio su supre-macía industrial y naval desafiada por Alemania. El resultado fue una carrera armamentistanaval impulsada por la innovación tecnológica, y la incorporación de Gran Bretaña a unode los dos grandes bloques militares en los cuales Europa estaba dividida. La competen-cia económica y militar se reforzaría mutuamente en un mundo dominado por una peque-ña porción de Estados.14

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2. Expansión Colonial. “La transición del capitalismo a la etapa del capitalismomonopolista, del capital financiero, está conectada a la intensificación de la lucha por elreparto del mundo”, escribió Lenin.15 Las posesiones coloniales europeas crecieron de4.3 millones de Km2 y 148 millones de habitantes en 1860 a 46,4 millones de Km2 y 568millones de habitantes en 1914, y aún así el proceso de expansión todavía no estabacompleto, ya que las posesiones del Imperio Otomano en Medio Oriente fueron dividi-das entre Francia y Gran Bretaña solamente al final de la Primera Guerra Mundial. Laconquista colonial fue acompañada por un aumento enorme en la inversión externaeuropea, de 2.000 millones de libras esterlinas en 1862 a 44.000 millones en 1913.16

De esto no se sigue, como sugieren las groseras versiones de la teoría de Lenin, quela dinámica del imperialismo fue proporcionada por la exportación de capitales paraexplotar esclavos coloniales. Para empezar, la expansión de la inversión extranjera fuemuy desigual: Gran Bretaña fue la primer y por lejos la mayor exportadora de capital apartir de la década de 1860, Francia le siguió hacia finales de los años 1870, Alemaniasolamente después de 1900, mientras que Estados Unidos y Japón importaron capitalhasta 1914. Además, como señaló Hobsbawm:

"Cerca del 80% del comercio europeo durante todo el siglo XIX, tanto de importacióncomo de exportación, era hecho con otros países desarrollados; lo mismo es verdad en loque atañe a las inversiones europeas en el exterior. La parcela de inversiones destinada apaíses de ultramar era mayoritariamente dirigida a un pequeño número de economías endesarrollo rápido, sobre todo pobladas por descendientes de europeos –Canadá, Austra-lia, Sudáfrica, Argentina, etc.– y claro también, a EEUU".17

Este patrón emerge muy claramente de los datos referentes a la inversión externabritánica en la Tabla 1.

TABLA 1Muestra por región de la inversión británica en el extranjero. 1860-1929 (%)

REGIONES 1860-70 1881-90 1891-13 1927-29

Imperio Británico (total) 36.0 47.0 46.0 59.0Canadá 25.0 13.0 13.0 17.0Australia / N.Zelandia 9.5 16.0 17.0 20.0India 11,2 15.0 10.5 14.0Otros 0.3 3.0 5.5 8.0América Latina 10.5 20.0 22.0 22.0Estados Unidos 27.0 22.0 19.0 5.5Europa 25.0 8.0 6.0 8.0Otros 1.5 3.0 7.0 5.5

(Fuente: M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism (Harmondsworth, 1974), Tabla 17, pp. 190-1)

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Las colonias jugarán, entretanto, un papel económico vital. India proveyó a GranBretaña con un tributo anual extraído directamente (los “home charges”) además delexcedente comercial, tasas de interés sobre inversiones y otras ganancias invisibles.18

Según Berrick Saul “Gran Bretaña liquidó más de un tercio de sus déficits conEuropa y Estados Unidos a través de la India”.19 El reciente y excepcional estudio deAvner Offer sobre la Primera Guerra Mundial demuestra que el Imperio Británico jugóun papel todavía más directo en el proceso de competencia interimperialista. GranBretaña y Alemania, las dos grandes potencias más industrializadas en el pasaje delsiglo XIX al XX, tenían economías altamente especializadas y dependientes de mate-rias primas y alimentos importados.

La clase dominante británica, sin embargo, gozaba de una ventaja decisiva: contro-laba un gran imperio capaz de abastecerla con esas mercaderías, al mismo tiempo que susupremacía le permitía tanto proteger sus propias rutas marítimas como bloquear elacceso de Alemania al alimento y a las materias primas que necesitaba. El planeamientopara la guerra económica fue, por lo tanto, una parte importante de los preparativosbritánicos antes de 1914. La lucha por alimentos y materias primas fue un factor impor-tante en la derrota de Alemania en 1918, no solo a causa del impacto del bloqueo británi-co sobre las potencias centrales, sino también porque la campaña naval alemana en elAtlántico trajo a Estados Unidos a la guerra, cambiando así la balanza en favor de laEntente (la alianza entre Inglaterra, Francia, Bélgica, etc.).20

La importancia de las colonias en la competencia interimperialista se evidenció unavez más durante la Gran Depresión de la década del 30 de este siglo, cuando la economíamundial se fragmentó en bloques comerciales rivales. Las potencias que como GranBretaña y Francia, pudieron apoyarse en sus colonias para tener mercados protegidos ymaterias primas, fueron capaces de resistir mejor a la depresión que aquellas comoEstados Unidos y Alemania, que no poseían imperios. Para estos últimos Estados laSegunda Guerra Mundial ofreció una salida al problema.

3. Capitalismo de Estado militarizado. Lenin, Hilferding y Bujarin tomaron lacentralización cualitativamente mayor del poder económico como una característicadecisiva de la nueva etapa de desarrollo capitalista, que se hizo evidente en el cambiodel siglo XIX al XX. De hecho, el desarrollo que Hilferding denominó “capitalismoorganizado” implicó variaciones considerables –por ejemplo, Gran Bretaña quedósignificativamente detrás de Alemania y Estados Unidos. Hilferding explicó estas va-riaciones en términos de desarrollo desigual y combinado del capitalismo. El desarro-llo relativamente “orgánico” del capitalismo británico determinó que los fondos parainversiones fueran acumulados gradualmente en las manos de capitalistas individua-les, sin la necesidad de recurrir a los bancos o a la Bolsa de Valores para financiar laexpansión. Inversamente, los capitalistas alemanes, industrializándose a la sombra delmonopolio manufacturero de Gran Bretaña, podrían solamente conseguir los fondosnecesarios a través de un grado de organización superior, provisto por las “join stockcompany” (sociedades anónimas por acciones) y por el papel cumplido por los ban-cos en el financiamiento de la inversión productiva.

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En Alemania, por consiguiente, y en Estados Unidos de un modo un poco diferente,la relación de los bancos con la industria fue necesariamente y desde el principio, bas-tante diferente de la que existía en Gran Bretaña. Aunque esa diferencia se debió alatraso y al desarrollo tardío de Alemania, la estrecha conexión entre capital industrial ybancario se transformó, tanto en Alemania como en Estados Unidos, en un factor impor-tante en su avance hacia una forma más elevada de organización capitalista.21

Por razones semejantes, tanto en Alemania como en Estados Unidos, el Estado sevolvió intervencionista mucho antes que en Gran Bretaña –por ejemplo, introduciendotarifas proteccionistas para aislar sus industrias manufactureras de la competencia deGran Bretaña. La Gran Depresión de los años 30 persuadió a la clase dominante británicaa abandonar el libre comercio, un paso tomado por sus compañeros americanos setentaaños antes, al comienzo de la Guerra Civil.

Es esta integración del Estado y del capital privado la que explica la propensión delimperialismo a la guerra: las rivalidades económicas globales entre los grandes bloquesde capital integrados nacionalmente que emergieron del proceso de organización ana-lizado por Hilferding y Bujarin, sólo podrían ser resueltas mediante el choque de susrelativas fuerzas militares. Pero la guerra interimperialista sirvió también para acelerar latendencia al capitalismo de Estado. Bujarin había comprendido eso ya en 1915. La movi-lización de recursos exigidos por la guerra total tendía a transformar la economía en una“organización directamente subordinada al control del poder estatal”. Así, “la guerra esacompañada no solamente por una tremenda destrucción de fuerzas productivas: ellaproporciona también un extraordinario refuerzo e intensificación de las tendenciasdesarrollistas inherentes al capitalismo”.22

Las economías de guerra de los períodos 1914-18 y 1939-45 llevaron a un aumentocualitativo en el nivel de la dirección estatal de la economía, que no fue revertido en losperíodos de paz que les siguieron. De hecho, la Gran Depresión de 1929-39 representóuna continuación de este proceso, mientras la economía mundial se fragmentaba enbloques comerciales proteccionistas y todas las principales potencias imperialistas for-talecían sus aparatos de intervención estatal –un proceso que alcanzó su clímax en laRusia estalinista.23 Una consecuencia de esto fue el declive en el nivel de integracióneconómica global en relación al que había sido alcanzado antes de 1914. De esta manera,la proporción del comercio de bienes manufacturados en relación a la producción mun-dial superó el nivel de 1913 solamente a mediados de los años 70.24

Este movimiento en dirección a la autarquía económica por las grandes potencias,sirvió solamente para exacerbar las tensiones entre ellas, ya que esto dio a aquellosEstados imperialistas que no contaban con un acceso rápido a mercados y materiasprimas coloniales –notablemente Alemania y Japón– un poderoso incentivo para usarsus maquinarias militares y atrapar una porción mayor de los recursos mundiales. Deesta forma la contradicción que Bujarin había identificado entre la internacionalización yla estatización del capital produjo un segundo período, todavía más destructivo, dereparto del planeta entre las potencias imperialistas.25

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El Imperialismo de las Superpotencias,1945-1990

1. Un mundo políticamente bipolar, pero económicamente multipolar. La compe-tencia interimperialista sufrió un cambio fundamental después de la derrota de Alemaniay Japón en 1945. El sistema europeo de Estados dejó de ser el eje de la política mundial,tal como lo había sido hasta entonces. En vez de esto el continente europeo fue reparti-do e integrado en dos alianzas militares globales, cada una de ellas dominada por una delas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. Este estado de cosas habíasido preanunciado durante la época de las dos guerras mundiales. La inestabilidad delsistema europeos de Estados que dio origen a la “Guerra de los Treinta Años” de 1914-1945, reflejó la incapacidad de contener el impacto de la ascensión de Alemania al statusde potencia mundial. El dominio sin precedente de Gran Bretaña en la política europeadurante los preparativos de la Segunda Guerra Mundial, representó el intento de la hastaentonces principal potencia imperialista de dominar un sistema de Estados totalmentedebilitado, un papel que Gran Bretaña, cuyo relativo declive económico fue expuestobrutalmente por la guerra, sólo pudo cumplir mientras las dos potencias continentales,EEUU y la URSS, quedasen como señaló Paul Kennedy, “fuera de escena”.26

En 1945, lo que un historiador llamó la “última guerra europea” tuvo su final cuandoambos Estados se movieron para el centro del escenario. EEUU sustituyó definitivamen-te a Gran Bretaña como potencia dominante a nivel mundial, traduciendo su ampliafuerza económica en un aplastante poderío militar. Al mismo tiempo los gobernantes deEEUU usaron su predominio en la alianza contra Hitler para sentar las bases de unaeconomía mundial de posguerra abierta a las inversiones y exportaciones norteamerica-nas, en un intento por impedir una repetición de la catástrofe que soportó su economíaa causa de las guerras comerciales de los años 30. El principal obstáculo para alcanzarese objetivo era la clase dominante soviética: la fusión del poder económico y políticoalcanzado por las transformaciones capitalistas de Estado ocurridas en los años 30,significaba que la integración en un mercado mundial dominado por EEUU amenazaría eldominio de la burocracia estalinista. De esta forma, estaba pronta la base para la divisiónde Europa después de la guerra en dos bloques militares rivales.27

La Guerra Fría que emergió del conflicto entre los triunfadores de 1945 implicó unanueva modalidad de conflicto interimperialista. En primer lugar, las rivalidades territoria-les y militares entre los Estados fueron encuadradas en un molde bipolar. Anteriormentela competencia entre Estados había ocurrido entre una pluralidad de grandes potenciasque, mientras podían formar alianzas temporarias, mantenían sus opciones abiertas enlas interminables maniobras entre las cancillerías de Europa, las cuales fueron el núcleode la política internacional desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX.

El axioma básico de esta política fue resumido por uno de sus máximos practicantes,Parlmerston, cuando dijo: “Inglaterra no tiene amigos ni enemigos eternos, solamente

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intereses eternos”. De esta forma, Alemania y Rusia emprendieron dos terribles guerrasen el siglo XX, a despecho de la antigua amistad entre las casas de los Hohenstaufen yde los Romanov durante el siglo anterior; Gran Bretaña y Francia, casi continuamente enguerra entre 1689 y 1815, se aliaron contra Alemania en las dos guerras mundiales; lospreparativos de guerra británicos llevaron a Trotsky a pronosticar algo que parecíaplausible a comienzos de la década del 20: un conflicto entre Gran Bretaña y EstadosUnidos.28 La política internacional perdió su fluidez después de 1945. Los Estados euro-peos quedaron enclaustrados dentro de los dos bloques de superpotencias, un estadode cosas que reflejaba en varios grados una convergencia de intereses entre las clasesdominantes aliadas y la ausencia de cualquier otra elección.

Las relaciones políticas entre los Estados eran más inestables en las márgenes delsistema: en el Tercer Mundo. Egipto en el período de posguerra, por ejemplo, representaquizá la más dramática sucesión de status: semicolonia británica, Estado neutral balan-ceado entre las dos superpotencias, el más importante aliado de la URSS en el TercerMundo, el segundo mayor receptor de ayuda militar de EEUU en el planeta.29 Además, elefectivo reparto del globo entre los dos superbloques impuso rigurosos límites al campode maniobra de los Estados. Cuando Egipto, fuertemente armado por la URSS –a pesarde la expulsión de los asesores militares soviéticos en julio de 1972 por el presidenteAnuar Sadat– lanzó el ataque militar de mayor éxito de los Estados árabes contra Israelen octubre de 1973, Estados Unidos respondió con un gran puente aéreo de municionespara el ejercito israelí y, a cierta altura, puso incluso hasta sus propias fuerzas nuclearesen alerta.30 La Guerra Fría actuó como una especie de camisa de fuerza, obligando a losEstados individuales a poner en línea sus acciones con los intereses de uno de los dosbloques de superpotencias.

En segundo lugar, la competencia interimperialista después de 1945 no llevó a ningu-na guerra general entre las grandes potencias. Guerras, claro está, siguieron ocurriendoen la periferia del sistema, tal como habían ocurrido durante la conquista europea deAfrica y de Asia en el siglo XIX: entre 15 y 30 millones de personas murieron en aproxi-madamente 80 guerras desde 1945, pero el núcleo del sistema permaneció en situaciónde paz.31 La razón más obvia de esto fue con toda probabilidad el hecho de que lassuperpotencias poseyeran armas nucleares. Aunque esto no hacía imposible una guerratotal, sin duda impuso un comportamiento más cauteloso tanto de Washington como deMoscú. De cualquier forma, esta fue una interrupción notable del estado de guerra casicontinua en que se había hallado Europa desde el surgimiento de las monarquíasabsolutistas. De hecho, también un supuestamente pacífico siglo XIX había presencia-do una explosión de guerras entre las grandes potencias entre 1855 y 1871, cuyo resul-tado fue la unificación de Italia y de Alemania, y el desalojo, por esta última, de Franciacomo la principal potencia del continente. La ausencia de una guerra total después de1945 aumentó la rigidez de la política mundial, ya que privó al capital del principal meca-nismo a través del cual el sistema de Estados había sido ordenado, con la distribución –en permanente cambio– del poder económico global. Al mismo tiempo, sin embargo, lospreparativos de guerra se volvieron endémicos.

La carrera armamentista entre Gran Bretaña y Alemania antes de 1914 fue ínfima en

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comparación con la que se inició a partir del final de los años 40 entre la OTAN y el Pactode Varsovia. Niveles de gastos armamentistas sin precedentes en tiempos de paz fueronsustentados particularmente por EEUU y la URSS, a través de toda la generación poste-rior a 1945. En su auge, entre los años 50 y el principio de los años 60, esa economíaarmamentista permanente tuvo la consecuencia no intencional, de contrarrestar la caídatendencial de la tasa de ganancias, dando estímulo así al más poderoso y largo boom enla historia del capitalismo. Entre 1948 y 1973 la renta mundial se triplicó.32

El largo boom está estrechamente relacionado a una tercer peculiaridad de la compe-tencia interimperialista después de la Segunda Guerra Mundial. El reparto del mundoentre las dos superpotencias fue altamente desigual, ya que la alianza occidental incluíano solamente a EEUU (por lejos la mayor economía del mundo), sino también a EuropaOccidental, Japón y Canadá. Eso no sólo puso a la URSS en una fuerte desventaja, sinoque también dio lugar a una contradicción cada vez más importante en el campo occiden-tal. La inclusión de todas las economías avanzadas en un único bloque político, alinterior del cual EEUU era la potencia militar dominante, creó un espacio económico muygrande en el cual la competencia entre capitales no dio lugar al tipo de conflictos milita-res endémicos antes de 1945. En este punto el modelo analizado por Bujarin dejó deaplicarse, ya que las rivalidades interimperialistas se desarrollaron al interior del bloquecapitalista occidental sin que existiera una tendencia a su resolución a través de los queShakespeare llamó “el sangriento arbitraje de la guerra”. La competencia económicaentre capitales fue, de esta forma, disociada de los conflictos militares entre los Estados.

Este desarrollo tuvo además consecuencias a largo plazo que se mostrarondesestabilizadoras. La primera, yo apenas la voy a mencionar aquí (pero la retomaré másadelante): el orden económico global erigido sobre el liderazgo de EEUU al final de laSegunda Guerra Mundial, creó un marco institucional (el acuerdo de Bretton Woods,etc.) que promovió una considerable internacionalización del capital. En segundo lugar,como fue señalado anteriormente, este marco tenía por fin proveer a EEUU con merca-dos y áreas de inversión. Sin embargo, la recuperación durante el largo boom de laseconomías europea y japonesa de la devastación de la guerra (un proceso promovidopor EEUU para convertir a estos países en trincheras contra la revolución y las presio-nes militares rusas) llevó al surgimiento de capitales cada vez más capaces de minar elpropio dominio norteamericano en el mercado mundial.

Los altos niveles de gastos en armamentos, los cuales fueron una condición de lahegemonía político-militar norteamericana, desviaron capital de las inversiones produc-tivas; al mismo tiempo, los gastos militares relativamente bajos de Alemania Occidentaly de Japón hicieron posibles tasas muy altas de acumulación de capital y, consecuente-mente, la progresiva erosión de la competitividad de la industria manufacturera norte-americana. Para los años 60 el declive económico relativo de EEUU era evidente. Laconsecuente intensificación de la competencia al interior del bloque capitalista occiden-tal fracturó el sistema financiero internacional y provocó una reducción en los gastosmilitares norteamericanos. Una economía armamentista debilitada ya no podía impedir lacaída de la tasa mundial de ganancias, preparando el escenario para las grandes recesio-nes de 1973-74 y 1979-82.33 Así, una profunda contradicción se había manifestado entre

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un orden que permanecía políticamente bipolar, pero que era económicamente multipolar.La distribución global del poder político-militar no correspondía más a la distribución delpoder económico.34

2. El Tercer Mundo: “negligencia” malvada e industrialización parcial. El másdramático cambio después de 1945, ocurrido fuera del núcleo capitalista occidental delsistema, fue el desmantelamiento de los imperios coloniales europeos. En cierto gradoeste cambio fue ocasionado por el declive de las potencias europeas y de su dependen-cia de un EEUU ávido por tener acceso a los mercados coloniales cerrados a él duranteel período de entre guerras. Las heroicas luchas de liberación nacional en China, Viet-nam, Argelia y en las colonias portuguesas, también cumplieron su parte. Pero la desco-lonización como proceso político correspondía también a la disminución de importanciadel Tercer Mundo para los países capitalistas avanzados. El cuadro descrito por Leninde un sistema imperialista basado en la exportación de capital a las colonias –una verdadparcial incluso en su época, como vimos– estaba completamente desenfocado de larealidad del capitalismo internacional después de 1945. Resumiendo la experiencia inme-diata del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, Michael Kidron escribió en1962: “El capital no fluye de países capitalistas maduros a países capitalistas en desarro-llo, por el contrario, las inversiones en el extranjero son crecientemente realizadas entrelos propios países capitalistas desarrollados”.35 Como demuestra la Tabla 2, esa afirma-ción siguió siendo verdadera para la economía mundial entre 1965 y 1983. El BancoMundial expresaba en 1985:

"...desde 1965, aproximadamente tres cuartos de las inversiones extranjeras directasfueron a países industrializados. El restante estuvo concentrado en su mayor parte enunos pocos países en desarrollo, predominantemente en aquellos de mayor renta de Asiay América Latina. En particular Brasil y México recibieron grandes volúmenes de inver-sión directa. En Asia, Hong Kong, Malasia, Filipinas y Singapur han sido los mayoresreceptores de inversión extranjera directa en Asia en los recientes años".36

Estos datos contradicen directamente los análisis del sistema mundial hechos porlos teóricos de la dependencia como André Gunder Frank y por los teóricos del intercam-bio desigual como Samir Amin.37 La prosperidad de los capitalistas (y de los trabajado-res) de los países capitalistas avanzados no depende de la pobreza del Tercer Mundo,puesto que los principales flujos de capital y mercancías pasan bien lejos de los paísespobres (la mayor parcela del comercio mundial ocurre entre las economías desarrolla-das). Y, claro está, la principal concentración de riquezas se mantiene en las economíasoccidentales. La explicación es bastante simple. Como vimos, la importancia clave de lascolonias en el período del imperialismo clásico, estaba en las materias primas que ellasproporcionaban para las economías industriales crecientemente especializadas de lametrópolis imperialistas. Pero el giro en dirección a la autarquía durante la “Guerra de losTreinta Años” de 1914-1945 implicó esfuerzos permanentes y consecuentes por parte delas economías avanzadas para reducir su dependencia de materias primas importadas:así, los sustitutos sintéticos fueron desarrollados en gran escala, las materias primas

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fueron utilizadas más eficientemente, y la producción agrícola de los paísesindustrializados creció bastante.38 Además, gracias a la economía armamentista perma-nente, los propios países desarrollados conocieron un boom. Nigel Harris explicó laconsecuencia de estas transformaciones:

"Ingresos reales crecientes en los países capitalistas avanzados, proporcionaron mer-cados en expansión para una producción cada vez más sofisticada y costosa. Esto asegurótasas de ganancias sobre nuevas inversiones que succionaban continuamente una porcióncada vez mayor de los nuevos ahorros mundiales. Tanto el trabajo como el capital fueronretirados de los países atrasados para servir a las economías de los países avanzados. Elcomercio entre países capitalistas avanzados proporcionó el dínamo para una expansiónsin precedentes del comercio y de la producción mundial en el período después de 1948,y para una concentración de capital todavía mayor que antes en manos de los países ricos.Aquello que los imperialistas consideraban como la división internacional del trabajo –entre países manufactureros avanzados y países atrasados exportadores de materias pri-mas– fue superado por una división entre enclaves avanzados relativamente autosuficientesy una masa de dependientes pobres".39

TABLA 2Inversiones Extranjeras Directas en grupos selectos de países, 1965-83

Flujo medio anual Porcentaje de las inversiones(miles de millones de U$S) de las inversiones65-69 70-74 75-79 80-83 65-69 70-74 75-79 80-83

Países industrializados 5.2 11.0 18.4 31.3 79.0 86.0 72.0 63.0Países en desarrollo 1.2 2.8 6.6 13.4 18.0 22.0 26.0 27.0A. Latina y el Caribe 0.8 1.4 3.4 6.7 12.0 11.0 13.0 14.0Africa 0.2 0.6 1.0 1.4 3.0 5.0 4.0 3.0Asia (inc. Medio Oriente) 0.2 0.8 2.2 5.2 3.0 6.0 9.0 11.0Otros países y flujos 0.2 -1.0 0.6 4.8 3.0 -8.0 2.0 10.0no registradosTotal 6,6 12,8 25,6 49,4 100.0 100.0 100.0 100.0

(Fuente: Banco Mundial, Registro de desarrollo mundial 1985)

Cuando Kidron y Harris, analizaron por primera vez en los años 60 estos cambios enlas relaciones entre las economías avanzadas y las economías en desarrollo, ambosnotaron una excepción muy importante a este patrón de dependencia occidental cadavez menor de materias primas: el petróleo.40 De hecho, junto con la ascensión de losNICs del sudeste asiático, esta es la principal explicación para el crecimiento de la inver-sión extranjera directa en el Tercer Mundo después de 1975 (ver Tabla 2, que muestra aAsia, incluyendo al Medio Oriente, aumentando su parcela de inversiones extranjerasdirectas del 3% en 1965-69 al 11% en 1980-83). Sin embargo, el petróleo es precisamente

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una excepción. La norma en el Tercer Mundo no fue la explotación intensiva por parte delas multinacionales occidentales, sino la exclusión efectiva de la mayoría de los paísespobres del comercio mundial y de las inversiones. Los trabajadores y campesinos deAfrica, Asia y América Latina vivían en situación de miseria, no tanto porque los frutosde su explotación fueran fuente principal de los beneficios imperialistas, sino más biendebido al hecho de que su trabajo era irrelevante para los principales centros del capitalen Norteamérica, Europa Occidental y Japón, a menos que estos siguiesen a este capitalhasta sus lugares de origen.

Además de esto no se podía concluir –como Frank y Amin lo hicieron– que todo elTercer Mundo estuviera condenado a un estancamiento permanente. Por el contrario,algunos países poco desarrollados fueron capaces de alcanzar altos niveles de creci-miento industrial. La ascensión durante los años 70 y 80 de los NICs del sudeste asiáticoy América Latina, marcó un cambio significativo en la división internacional del trabajo.Fases anteriores de industrialización fuera del centro imperialista habían implicado típi-camente la producción de bienes de consumo anteriormente importados. Las dos gue-rras mundiales permitieron a muchas colonias y semicolonias (por ejemplo a India, Egip-to y Sudáfrica) sacar ventaja del desvío de las industrias manufactureras de las metrópo-lis hacia la producción militar, impulsando a los capitalistas locales a que produjeranpara sus propios mercados internos.

Después de 1945 muchos Estados del Tercer Mundo buscaron mantener una in-dustrialización basada en la sustitución de importaciones. Los más ambiciosos –laChina de Mao, la India de Nehru, el Egipto de Nasser– copiaron los métodos de mandoy control burocrático de la Rusia estalinista, con la esperanza de construir su propiaindustria pesada.

Estos ensayos de capitalismos estatales autárquicos fueron generalmente incapacesde movilizar recursos internos suficientes, para lograr las amplias inversiones sobre loscuales se apoyaban las industrias pesadas de los países capitalistas avanzados. Por esto,los esfuerzos de Nasser de finales de los años 50 y de los años 60 por construir unaindustria pesada estatal fueron posibles solo gracias a las grandes reservas de monedaextranjera acumuladas durante el boom del principal producto de exportación de Egipto –el algodón– durante la guerra de Corea. Estas reservas financiaron las importaciones demaquinarias, insumos y otros recursos necesarios para construir la base industrial egipcia.Pero cuando las reservas se acabaron, las nuevas importaciones solo podían ser financia-das por exportaciones hacia mercados donde la industria egipcia no podía competir, o porpréstamos rusos, los cuales eran pagados con las exportaciones de algodón y arroz embar-cados a Rusia. El fracaso de la política capitalista estatal de Nasser está por detrás de lapolítica de Sadat de buscar la apertura de Egipto a la economía mundial.41

Los NICs del sudeste asiático y América Latina constituyeron una divergencia sig-nificativa a esta norma. Mientras Mao, Nehru y Nasser habían intentado copiar a Stalin,buscando una autarquía capitalista estatal, países como Corea y Brasil se orientaron almercado mundial. Ellos producían bienes manufacturados no necesariamente para elmercado interno, sino para exportar. Y en general fueron capaces de penetrar en elcomercio mundial de bienes manufacturados usando métodos propios del capitalismo

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de Estado. El Estado surcoreano, por ejemplo, ejerció un direccionamiento centralizadode las inversiones privadas, no para intentar reproducir el tipo de economía industrialdiversificada, característica de los países más avanzados, sino para identificar los merca-dos mundiales donde sus empresarios podrían penetrar, en caso de concentrar sus recur-sos en un número limitado de industrias. El Estado intervencionista, operando frecuente-mente contra los axiomas de la escuela neoclásica del libre mercado, funcionó como unariete para ingresar al mercado mundial, y no como un medio para escapar de él.42

El surgimiento de los NICs confirma la afirmación de Warren de que “estamos en unaera de imperialismo decadente y capitalismo avanzado”. Indudablemente la industriali-zación parcial del Tercer Mundo es un evento de importancia considerable, porquerepresenta la cristalización de nuevos centros, relativamente independientes, de acumu-lación de capital –un desarrollo cuyo significado político discuto más adelante, comocausa de la considerable expansión de la clase trabajadora a escala mundial, de la cualfue responsable. Es esencial poner énfasis, entretanto, en el hecho de que la ascensiónde los NICs marcó solamente una transformación parcial del Tercer Mundo. Esto quedómuy claro con el comienzo de la crisis de la deuda en los años 80. En la década del 70 losbancos occidentales respondieron a la internacionalización de los mercados financie-ros, a la escasez de oportunidades para invertir en las economías avanzadas en depre-sión, y a la superoferta de capital (fondos occidentales ociosos aumentados por uninflujo importante de beneficios provenientes del petróleo del Golfo), aumentando masi-vamente los préstamos al Tercer Mundo. El comienzo de una segunda recesión mundialimportante en 1979, le hizo imposible a las economías deudoras la generación medianteexportaciones de las ganancias necesarias para pagar estos préstamos: el resultado fuela crisis que explotó cuando México no pagó sus obligaciones en agosto de 1982.

Los países menos desarrollados se encontraron incapaces de conseguir nuevospréstamos. Estos estaban bajo la enorme presión de sus acreedores occidentales parapagar una deuda externa cuyo monto era de U$S 1.089,2 billones en 1987, un 49,5 % delProducto Bruto Interno de los países en desarrollo importadores de capital.43 El resulta-do fue la obscenidad de que durante gran parte de los años 80, estos países en realidadterminaran transfiriendo más recursos financieros a las economías avanzadas de los queellos recibieron en nuevos préstamos, en inversiones y en comercio externo (ver Tabla3). El resultado para gran parte del Tercer Mundo, fue el estancamiento. Las NacionesUnidas informaban a finales de los años 80:

Durante los años 70 la producción per cápita en todos los países en desarrollo crecíamás rápidamente que en las economías de mercado avanzadas, y el abismo se incrementaba.En los años 80 la situación ha sido más compleja. Un importante grupo de países asiáticos,grandes y pequeños, han crecido más rápidamente, tanto en términos globales como entérminos per cápita, que las economías de mercado desarrolladas. Otros, principalmenteen Africa y América Latina, han mostrado un crecimiento lento y sus conexiones interna-cionales han sido más negativas que positivas.44

Dicho de un modo más directo, los Estados deudores no solamente tuvieron quetransferir recursos a sus acreedores occidentales, sino que también debieron someterse

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a “programas de ajuste estructural” dictados por el FMI, los cuales exigían típicamentemedidas de austeridad para restringir el consumo interno y estimular las exportacionesnecesarias para proveer los fondos que permitieran pagar las deudas. La peor víctimafue el Africa subsahariana. A finales de 1989 el Banco Mundial informaba: “Globalmentelos africanos son tan pobres hoy como treinta años atrás”.45 Partes del continente hanincluso retrocedido, como es el caso del “Cuerno de Africa”, Angola y Mozambique,donde la guerra provocó cientos de miles y hasta millones de muertes. Los pocos víncu-los todavía existentes con la economía mundial eran generalmente del tipo más primitivo.La Lonrho (multinacional británica cuyas inversiones están principalmente en Africa)contrató un ejercito particular para vigilar sus plantaciones en Mozambique. Incluso laseconomías relativamente industrializadas de América Latina pasaron por una terribleexperiencia de estancamiento, hiperinflación y pauperización. Los dinámicos NICs delsudeste asiático –los “Cuatro Tigres” (Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong),ahora acompañados por otros como Malasia, Tailandia y Filipinas– parecían ser unaexcepción a ser explicada en gran parte por el creciente flujo de capital a la región y porlas exportaciones traídas de la más competitiva de las economías avanzadas, Japón.

TABLA 3La crisis de la deuda: transferencia de recursos financieros de los países endesarrollo importadores de capital, 1980-1988

1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987

Transferencia líquidapor inversiones directas -4,5 0,8 -2,0 -2,8 -2,4 -1,0 -1,3 0,4Transferencia líquidapor créditos privados 17,2 7,5 -18,7 -26,5 -33,0 -40,9 -32,1 -34,7Transferencia líquidapor canales oficiales 29,0 34,3 32,0 28,6 25,8 16,3 12,7 8,7

Transferencia líquida 41,7 42,6 11,3 -0,7 -9,6 -25,6 -26,7 -25,6

(Fuente: Naciones Unidas, World Economic Survey 1989)

Sería un error ver la crisis de la deuda simplemente como resultado de la imposiciónde una forma de “dependencia” sobre el Tercer Mundo. James Petras y Michael Morleyhan señalado la importancia del fenómeno de la fuga de capitales de América Latina –latransferencia de capitales locales hacia las economías avanzadas, calculando un montoaproximado de U$S 100.000 millones, siendo la deuda externa latinoamericana de U$S368.000 millones en 1985:

"Inversiones y depósitos bancarios realizados a gran escala por latinoamericanos, funda-mentalmente en Estados Unidos y en Europa –la “fuga de capital”– registraron el surgimien-

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to de un nuevo estrato de clase en América Latina: los capitalistas trasnacionales... Capita-listas locales están transfiriendo sus ahorros a bancos multinacionales que, a su vez, prestancapital a los Estados latinoamericanos. Estos, por su parte, prestan dinero a capitalistasprivados. Esa actitud permite a los capitalistas privados proteger sus ahorros, mientrasaumentan una deuda externa que es garantizada por el Estado local. Préstamos externos einversiones en el extranjero se han hecho un lucrativo modo de vida para un estrato pequeñopero poderoso de capitalistas. Cuando las condiciones locales son desfavorables, las ganan-cias pueden ser maximizadas a través de los circuitos financieros internacionales; la actividadproductiva nacional se vuelve secundaria, casi un pretexto para crecientes flujos de présta-mos e inversiones. Cuando las condiciones se hacen más favorables, el capital puede retornarde los circuitos internacionales para invertir en el país de origen".46

La crisis de la deuda implica por esto, no tanto un conflicto entre distintos Estados-nación, países ricos versus países pobres, sino una lucha de clases, en la cual la burgue-sía latinoamericana, cada vez más integrada a los circuitos financieros internacionales,se acomoda con bancos y corporaciones multinacionales occidentales, exigiendo solu-ciones que promuevan la apertura de sus economías al mercado mundial. Como hacennotar Petras y Morley “la austeridad tiene un significado diferente para aquellos queson capaces de mover sus fondos hacia afuera de su ambiente doméstico, que paraaquellos cuyos fondos o medios de vida no tienen movilidad y están siendo directamen-te afectados por el pago de la deuda y por los programas de austeridad del FMI”.47

3. La internacionalización del capital. La evolución del Tercer Mundo revela, deesta forma, el mismo proceso evidente en el centro del sistema mundial: la crecienteintegración internacional del capital. Se puede decir de las dos principales tendencias,en cuyos términos Bujarin definió al imperialismo, que, si bien la primera de ellas –aquella que iba rumbo al capitalismo de Estado– predominó durante el período de 1875-1945, fue la segunda –en dirección a la internacionalización del capital– la que resultócrecientemente importante después de 1945.48

Desarrollándose durante el largo boom, pero siguiendo o hasta acelerándose en losaños de crisis prolongada que siguieron, esta tendencia en dirección a la integraciónglobal del capital tuvo tres dimensiones principales. Primero, la internacionalización dela producción a través de lo que Nigel Harris llamó “un sistema manufacturero global”,organizado fundamentalmente por las grandes corporaciones multinacionales. En se-gundo lugar, el peso creciente del comercio internacional, que se hizo posible por launidad política del capitalismo occidental y por la formación y expansión de la Comuni-dad Europea, pero envolviendo en grado significativo transacciones al interior de lascompañías multinacionales y sus proveedores de insumos. En tercer lugar, el desarrollode circuitos financieros internacionales en gran medida fuera del control de los Estados-nación, un proceso promovido por la creciente incapacidad de EEUU para ejercer supapel de eje fundamental del sistema monetario internacional después de la SegundaGuerra Mundial, y acelerado por las tendencias compulsivas a la desregulación y espe-culación financiera típicas de la era Reagan-Thatcher.

El más importante de estos cambios fue la reducción drástica de la capacidad delEstado-nación para manejar las actividades económicas dentro de sus fronteras. Lo que

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Nigel Harris llama “el fin del capitalismo en un solo país” fue un factor importante en lasgrandes recesiones de mediados y finales de los años 70. Las técnicas keynesianas degerenciamiento comprobaron ser instrumentos de control económico débiles en cuantola rentabilidad se hundió y el dinero podía cruzar el mundo en microsegundos. La inte-gración global del sistema se hizo sentir de varios modos, desde el colapso del intentodel gobierno Mitterrand en 1981-83 de recomponer la economía francesa en un momentode recesión mundial, hasta el retroceso de la autarquía de regímenes del Tercer Mundohasta entonces duramente hostiles al laissez-faire, tales como China bajo Deng Xiaopingy Sudáfrica bajo P. W. Botha.

Sin embargo, al final, fueron las economías donde era mayor la tendencia en direc-ción al capitalismo nacionalmente organizado, las que terminaron sufriendo más con lainternacionalización del capital. Las revoluciones del Este europeo y la crisis paralela enla URSS marcaron el punto en el cual finalmente los regímenes estalinistas –cada vezmás incapaces por su economía de mando y control burocrático de recoger los benefi-cios de la división internacional del trabajo– quebraron bajo la presión, abriéndose parapermitir la incorporación de estos Estados al mercado mundial. Resultó obvio para todos(excepto para el excéntrico Dr. Fukuyama, quien soñaba con el fin de la historia) quehabía empezado una nueva época de la historia.49

El Imperialismo después de la Guerra Fría

1. De vuelta a un mundo tanto política como económicamente multipolar. Lasrevoluciones del Este europeo marcaron el fin de la Guerra Fría, en el sentido del repartodel mundo entre dos bloques imperialistas rivales. La sustitución de los regímenesestalinistas del Este europeo por gobiernos (ya sea de perspectivas políticas liberales,autoritarias o neoestalinistas) comprometidos con políticas dirigidas a empujar sus eco-nomías más profundamente al mercado mundial y la desintegración del Pacto de Varso-via en cuanto alianza militar efectiva, equivalió al colapso de todo Bloque oriental unifi-cado. Una gran porción de Europa Central y Oriental súbitamente se volvió a la esfera deinfluencia occidental. Al mismo tiempo, una variedad de factores –las negociacionessobre armas entre las superpotencias, la crisis económica en la URSS, las presionesaislacionistas internas en Estados Unidos, la unificación de Alemania, la Segunda Gue-rra del Golfo (1991)– se combinaron para posibilitar que las grandes concentraciones detropas y armas en la frontera central de Europa fuesen retiradas muy rápidamente. Almismo tiempo, fuera de Europa una URSS debilitada fue efectivamente forzada a hacermasivas concesiones a los intereses occidentales en varias regiones, quizás más nota-blemente en Indochina y en Sudáfrica. Regímenes y movimientos del Tercer Mundo queantes se apoyaban en la ayuda rusa se vieron aislados.

Una interpretación popular de estos cambios es que ellos permitieron a EEUU asumiruna posición de predominio global, incluso mayor a la que disfrutó después de la Segun-

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da Guerra Mundial. Particularmente, con el comienzo del ataque occidental contra Iraken 1991, se hizo popular considerar a EEUU como “la única superpotencia”. El diarioIndependent on Sunday preguntaba:

"¿Dónde están los alemanes y japoneses ahora? A ellos no se los puede encontrar enel Golfo, a no ser como hombres de negocios. Que inteligente, dirán algunos, seguirfabricando diligentemente automóviles y computadoras, mientras Estados Unidos y GranBretaña se sacrifican en nombre de Occidente. ¿Pero cuál es la finalidad del sacrificio? Enel caso de EEUU podría ser una apoteosis de su poderío militar y económico. El mundodebe percibir que ningún otro país podría diseñar y producir tantas maravillas de latecnología, después transportarlas en tal escala a través de la mitad del mundo y usarlascon un resultado tan claro. A ningún país le gustaría hacer esto; ciertamente no a la URSS,preocupada en mantenerse entera. Ahí está la cuestión de ser una superpotencia. Es unacuestión de capacidad y de voluntad. Solamente EEUU posee las dos cosas".50

Argumentos de este tipo no son totalmente inválidos. El impacto inmediato de lasrevoluciones del Este europeo fue aumentar el peso político y militar de EEUU. Pero lasproclamaciones sobre “un mundo con una única superpotencia” interpretan de modototalmente equivocado la verdadera tendencia de los eventos. El colapso del estalinis-mo fue un episodio de importancia histórica mundial, precisamente porque rompió larígida división bipolar del mundo, característica de la era de posguerra. Con eso permitióun regreso a una era de competencia interimperialista mucho más fluida, en la cual unapluralidad de grandes potencias dominan el escenario, en vez de dos superpotencias.Las precondiciones económicas de esta transformación política fueron decididas en laera de la Guerra Fría: el descenso económico relativo tanto de EEUU como de la URSS, lacreciente dominación del comercio mundial por otras grandes potencias capitalistas,notablemente Japón y Alemania, y la emergencia de los NICs, representaron cambiossignificativos en la correlación de fuerzas globales que habían desestabilizado cada vezmás el sistema en las dos décadas posteriores a 1968. Pero fue solamente después de ladesintegración del Bloque oriental que quedaron claros los contornos políticos de estanueva fase de competencia interimperialista.

Alemania, ya el mayor exportador mundial y la fuerza dominante en la ComunidadEuropea, había resurgido como una potencia mundial gracias a su unificación y a laretirada de la influencia rusa de Europa Central y Oriental. La dinámica exportadora de laeconomía japonesa, le posibilitó un enorme aumento de las inversiones extranjeras enlos años 80, incluyendo gran parte de los préstamos necesarios para subsidiar la deudaexterna norteamericana. El reducido papel mundial de la URSS ayudó a hacer más visi-bles las crecientes tensiones entre EEUU y las otras grandes potencias occidentales,especialmente la Comunidad Europea encabezada por Alemania. La clase dominantealemana, teniendo su confianza política reforzada por la absorción trágicamente rápidade Alemania Oriental, parecía querer cada vez más librarse de las riendas de Washington:así, el canciller Helmut Kohl resolvió la cuestión de la participación de la Alemaniaunificada en la OTAN a través de negociaciones bilaterales con Mijail Gorbachov enjulio de 1990, sin preocuparse en consultar a la administración Bush –una amenaza

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mayor al status quo fue el hecho de que Bonn fue fundamental para el sustento de lalínea dura adoptada por la Comunidad Europea, lo que causó el colapso de las negocia-ciones comerciales del GATT en diciembre de 1990, conjurando temores de una guerraaduanera comparable a la de los años 30. Finalmente, la resistencia de Alemania y Japónpara sumarse plenamente a la política de EEUU en el Golfo en 1991 amenazó transformarsu “deslealtad” a la alianza occidental en una cuestión importante de la política internanorteamericana.

Los crecientes conflictos entre las potencias capitalistas occidentales hicieron evi-dente la posición contradictoria de EEUU. La administración Reagan de 1981-89 habíabuscado revertir el relativo descenso económico norteamericano. En realidad, su políti-ca económica práctica –aumento del gasto público y privado, financiado por préstamosa largo plazo– sirvieron, por el contrario, para reducir todavía más la competitividad deEEUU y crear los “deficits dobles” –de los gastos del Estado y de la balanza de pagos–que transformaron a EEUU en el mayor deudor mundial.

En los años 80, EEUU se volvió dependiente de la transferencia líquida de recursosfinancieros del resto del mundo, tanto de los países ricos como de los pobres (ver laTabla 4). Las tendencias económicas internas más notables fueron una amplia inversiónespeculativa en bienes inmobiliarios y en la Bolsa de Valores, que motivó el boom de los“junk bonds” (títulos con un elevado retorno pero de alto riesgo) a mediados de losaños 80, pero que resultó en la poderosa resaca de la crisis de los Savings and Loans(bancos hipotecarios de EEUU). Esta crisis envolvió hasta 1990 unos U$S 500.000 millo-nes de “deudas malas” (o sea, incobrables) y una reorientación de la industria manufac-turera a la producción militar, un cambio que reflejaba el enorme aumento en el gasto enarmas iniciado por la administración Carter al final de los años 70 y seguido por Reagan.51

Este mismo “keynesianismo militar” terminó por exacerbar los problemas de largo plazodel capitalismo norteamericano, al desviar recursos de inversiones productivas quepodrían haber mejorado la competitividad de sus industrias. De hecho, se hizo másevidente la creciente dependencia de importaciones por parte de la economía norteame-ricana. Conforme a un estudio hecho por el Congreso norteamericano, más del 80% delos semiconductores usados en los sistemas bélicos de alta tecnología –tan estimadoscomo señal de la proeza tecnológica norteamericana– fueron de hecho, producidos enAsia y principalmente en Japón.52

TABLA 4Dependencia financiera de EEUU: transferencia líquida de recursos a EEUU por

regiones, 1980-1988 (*) (en miles de millones de U$S)

1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987

Canadá -0,3 0,8 8,3 9,4 12,7 13,4 10,6 9,8Japón 9,8 14,9 15,9 23,2 36,2 42,8 54,5 56,2Europa Occidental -16,6 -9,0 -2,9 5,8 23,3 32,5 36,3 35,5

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Alemania Occidental 1,8 2,4 4,8 7,8 12,8 15,4 18,9 20,2América Latina e Caribe -0,9 -4,4 6,3 20,0 22,8 18,7 15,2 16,9México -2,4 -5,1 4,5 10,4 8,3 7,9 7,9 8,8Princip. export. de petróleode Africa y Asia 36,1 26,6 7,6 2,7 6,2 4,0 2,5 7,6.Otros países en desarrollo -2,5 0,7 2,2 11,0 21,3 22,4 32,7 41,4Economias planificadasde Europa -2,5 -2,8 -2,7 -1,5 -2,0 -1,1 0,2 0,0Otros países -0,1 -4,7 -3,4 -5,9 -3,7 -2,9 -1,9 -3,2Total 23,0 22,1 31,3 64,7 116,9 129,8 150,1 164,3

(*) o sea, la balanza de pagos sobre bonos, transferencias privadas y servicios, excluyendo la renta de inversionescomo señal de lo invertido. (Fuente: ONU, World Economic Survey 1989).

Además, la expansión y reconstrucción del aparato militar norteamericano en los años80, dio a la clase dominante los medios para perseguir estrategias destinadas a compensarel descenso económico a través de la reafirmación de su liderazgo político y militar en elbloque capitalista occidental.53 Estas estrategias fueron seguidas en varias dimensiones.Primero, Reagan trató de aprovechar el período de confrontación intensificada con laURSS después de la invasión de Afganistán en 1979, para obligar a Japón y EuropaOccidental a seguir la misma política que EEUU; por ejemplo, los intentos de sabotear lasnegociaciones sobre oleoductos de la URSS, y de imponer sanciones a Polonia despuésdel golpe de 1981. Segundo, y con más éxito que los fracasos anteriormente descriptos,Washington promovió el desarrollo de movimientos guerrilleros de derecha –los Contrasen Nicaragua y la UNITA en Angola– cuyo objetivo era, junto con las presiones económi-cas, subvertir regímenes hostiles en el Tercer Mundo.54 Tercero, fueron hechos innumera-bles intentos para superar el “Síndrome de Vietnam” –oposición de la población norteame-ricana a la intervención militar directa en otros países– con creciente éxito: Líbano (1982-83), Granada (1983), Libia (1986), Primera Guerra del Golfo (1987-88), Panamá (1989-90).

La creciente presencia naval norteamericana en el Golfo que permitió a Irak derrotara Irán en 1988, fue probablemente la más importante de estas intervenciones, por másirónico que pueda parecer hoy. En primer lugar porque el Golfo –que contiene el 54% delas reservas mundiales de petróleo– es la región más importante fuera de EEUU, EuropaOccidental y Japón. En segundo lugar, la Revolución iraní de 1978-79 fue la mayorderrota después de la Guerra de Vietnam, sufrida por el imperialismo norteamericanodurante aquella década. Fue en respuesta a esta humillación que Jimmy Carter anuncióen enero de 1980 la doctrina según la cual EEUU estaba dispuesto a entrar en guerra sisus intereses en el Golfo resultaran amenazados. Siguiendo esta política, fue fundada laRapid Deployment Force. Esta misma fuerza, rebautizada con el nombre de ComandoCentral, fortaleció la estructura para la creciente acumulación de fuerza militar en el Golfoa mediados de 1990. Tercero, los métodos utilizados por el gobierno Reagan para derro-tar a Irán en 1987-88 –por ejemplo, la utilización del Consejo de Seguridad de las Nacio-nes Unidas y, por lo tanto, el consentimiento tácito de la URSS para la creciente presen-

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cia naval norteamericana, y la estrecha cooperación con los Estados árabes más impor-tantes, como Arabia Saudita y Egipto –preanunciaron la estrategia de Bush (padre)contra su ex aliado Saddam Hussein, o sea, la creación de una coalición internacionalpara dar legitimidad a la primera guerra campal de EEUU desde la Guerra de Vietnam. Enpalabras de Robert McFarlane, ex asistente de Seguridad Nacional de Reagan, en rela-ción al hecho de que Irán pidiera la paz en julio de 1988, “debemos recordar cómo lologramos, porque quizá sea necesario que lo hagamos nuevamente”.55

La decisión de Bush (padre) de “hacerlo nuevamente”, a una escala mucho mayor,yendo a una guerra contra Irak, no expresó solo el intento de Washington de romperdecisivamente con el “Síndrome de Vietnam”, o la política, implícita en la Doctrina Carter,de impedir que cualquier otra potencia adquiera una posición dominante en el Golfo. LaSegunda Guerra del Golfo (1991) sólo es comprensible en el contexto del período fluidoe inestable de competencia interimperialista inaugurado por las revoluciones del Esteeuropeo. Como Bush (padre) y sus asesores dejaron claro en numerosos discursos, elimpulso de la guerra en el Golfo fue una forma de reafirmar su superioridad política ymilitar en el mundo. Aprovechando la oportunidad ofrecida por el retiro de la URSS de laescena mundial y su implosión en una crisis interna que acabó por absorberla totalmen-te, Washington quiso usar la crisis del Golfo para demostrar a las clases dominantes delmundo que la estabilidad de la economía mundial depende, en última instancia, delpoderío militar de EEUU. Este mensaje estaba dirigido por Bush (padre) específicamentea sus inquietos aliados en Tokio y Bonn, para recordarles que solamente el Pentágonopodía garantizar la seguridad de su abastecimiento de petróleo, y también para atarlosmás estrechamente al liderazgo diplomático norteamericano.

En realidad el efecto inmediato de la Segunda Guerra del Golfo (1991) fue el de intensificarlos conflictos al interior del Bloque occidental. Las peleas provocadas por la exigencia deWashington de que los aliados europeos y japoneses contribuyesen con los costos de laguerra, la resistencia alemana en ayudar a Turquía si este país integrante de la OTAN entraseen guerra, la postura vacilante de Francia durante los últimos días de paz, nada de estoparecía hacer augurio al comienzo de la nueva Pax Americana preconizada por algunoscomentaristas.56 El hecho de que el gobierno de Bush (padre) esperara conseguir U$S 36.000millones de un total estimado en U$S 50.000 millones –de contribuciones de Arabia Saudita,Kuwait y otros aliados, simplemente indica cuanto descendió después de 1945, el predomi-nio económico global de EEUU.57 Como observó cínicamente Noam Chomsky, EEUU apa-rentemente se transformó no tanto en el policía del mundo, sino más bien en el mercenario delmundo: “Nosotros llevamos a cabo la intervención, y otros pagan por ella”.58

2. El surgimiento de los subimperialismos en el Tercer Mundo. Un factor clave en laevolución de un orden mundial más pluralista y por lo tanto más inestable ha sido elsurgimiento, durante los últimos veinte años, de los subimperialismos, o sea, de poten-cias en el Tercer Mundo que aspiran ejercer a nivel regional el tipo de dominaciónpolítica y militar que las superpotencias han ejercido a escala mundial. El Medio Oriente,la región más inestable desde 1945 (la Segunda Guerra del Golfo (1991) fue la séptimaguerra importante en la región; hubieron también varias guerras civiles y sublevacionesprolongadas) tiene la mala suerte de tener el mayor número de aspirantes a este papel:

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Israel, Irán, Irak, Egipto, Siria y Turquía. Pero existen otros países en idéntica situaciónen el mundo: India, Vietnam, Sudáfrica, Nigeria y Brasil están entre los principales ejem-plos. Un conflicto entre dos de estas potencias –Irán e Irak– llevó a la Primer Guerra delGolfo (1980-88), el período más largo de guerra convencional de este siglo. Poco des-pués el ganador de esta lucha se vio atacado con toda fuerza por parte de EEUU.Evidentemente la naturaleza de los subimperialismos es una cuestión fundamental paracualquier intento de comprender el imperialismo contemporáneo.

Por detrás del fenómeno de los subimperialismos está la industrialización parcialdel Tercer Mundo y el consecuente surgimiento de nuevos centros de acumulaciónfuera del centro imperialista. Como en tiempos del surgimiento del imperialismo duran-te las últimas décadas del siglo XIX, la posesión de una base industrial ha sido,típicamente, un prerrequisito para constituirse en un poder militar regional. Típica-mente, pero no universalmente: Vietnam, después de la derrota definitiva de EEUU en1975, se transformó en la potencia dominante en Indochina, aunque su economíahubiese sido despedazada por la guerra, y fuese debilitada todavía más por el embargoorganizado por Washington. Con todo, el surgimiento de los subimperialismos plan-tea, de forma más aguda, la cuestión relativa a las consecuencias políticas del desarro-llo del capitalismo industrial en el Tercer Mundo.

Una respuesta bastante común en la izquierda ha sido simplemente negar cualquierimportancia a estas tendencias. Este tipo de postura ha llevado a la evocación de ideas quehan sido la ortodoxia entre los nacionalistas de izquierda y los tercermundistas durante laúltima generación. Es decir, la idea de que la descolonización representó un cambio meramen-te superficial en las relaciones entre los países ricos y los países pobres. Los vínculos dedependencia económica de los países avanzados, según esta visión, han mantenido lasexcolonias esencialmente en la misma posición de antes de la independencia. Estas“neocolonias” o “semicolonias” pueden ser constitucionalmente soberanas, pero las verda-deras relaciones de poder global significan que siguen firmemente subordinadas a los paísesimperialistas occidentales. El término “subimperialismo” fue acuñado dentro de este marcoteórico. Así, Fred Halliday escribió sobre Medio Oriente en 1974, cuando todavía estabainfluenciado por el maoísmo y era todavía un firme enemigo del imperialismo:

"La estabilidad del sistema capitalista en la región se ha basado en la constitución deuna serie de Estados capitalistas intermediarios, los cuales son generalmente bastantefuertes y populosos para jugar un papel regional importante. Estos son Estadossubimperialistas, intermediarios en la totalidad explotadora. Los ejércitos y las clasesdominantes de estos Estados son los principales agentes del imperialismo en la región,mientras que el propio imperialismo mantiene bases y ofrece ayuda encubierta".59

El problema evidente de este tipo de abordaje es que no es plausible describir aEstados capitalistas como la República Islámica de Irán o al Irak de Sadam Hussein, loscuales han mostrado estar dispuestos a desafiar e incluso en el caso de Irak a lucharcontra EEUU, como simples “agentes del imperialismo”. Algunas clases dominantes enel Tercer Mundo tienen evidentemente un grado considerable de autonomía en relación

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a las potencias imperialistas. Al reaccionar contra la teoría de la dependencia y otrosconceptos afines, tales como el neocolonialismo, grandes sectores de la izquierda sehan ido al otro extremo en la última década.

Por ejemplo, Bill Warren argumenta: “El concepto de dependencia siempre fue impre-ciso; prácticamente su único significado importante hace referencia al control políticode un país por otro”. Esta afirmación implica –Warren lo dice tácitamente– que la con-quista de la independencia política otorgó a la burguesía en el Tercer Mundo la posibi-lidad de eliminar su dependencia de las economías avanzadas.60

En consonancia con este tipo de pensamiento, algunos socialistas iraníes adoptaronuna posición derrotista durante la Primera Guerra del Golfo (1980-88), incluso después dela intervención norteamericana a mediados de 1987, argumentando que Irán era una poten-cia capitalista desarrollada, esencialmente comparable a EEUU. La revista New Left Review,sin tener ni siquiera la justificación de haber sufrido –como la izquierda iraní– a manos dela policía secreta de los Mullahs, adoptó una posición similar poco antes de la eclosión dela Segunda Guerra del Golfo (1991), al declarar: “La izquierda no debe apoyar las ambicio-nes militares de ninguno de los rapiñeros que ahora están confrontando en el desierto”.61

Es bastante absurdo equiparar a Irak, con una población de 17,8 millones y un PBIper cápita de U$S 2.140 con un EEUU que cuenta con una población de 245,8 millonesy un PBI per cápita de U$S 19.780. ¿Cómo medir adecuadamente entonces, la diferenciaentre ellos? Notemos, para empezar, los elementos verídicos puestos por Warren y otrosoponentes de la teoría de la dependencia. Primero, indudablemente, la formación de unEstado constitucionalmente independiente puede actuar como un foco para la cristaliza-ción de una clase capitalista autónoma: hasta incluso un régimen corrupto, fuertementedependiente de la ayuda externa, probablemente promoverá cierto grado de desarrolloeconómico para poder ampliar su base social y aumentar el ingreso nacional del cualpueden ser extraídos beneficios estatales. Y las actividades dirigidas a consolidar elpoder territorial del nuevo Estado –por ejemplo, la construcción de escuelas y de carre-teras– también crearán las condiciones para la acumulación de capital. La división impe-rialista de Medio Oriente después de la Primera Guerra Mundial, cuando la mayor partede los Estados modernos de la región fueron creados bajo la tutela de Londres o París,ofrece ejemplos de este proceso. Así, Hanna Batatu escribe sobre Irak bajo Faisal I,quien fue sumariamente retirado por los ingleses del reino de Siria, proclamado por elpropio Faisal I después de la insurrección árabe, para ser instalado –también por losingleses– en un trono en Bagdad en 1921:

"La monarquía hashemita, a pesar de haber sido una creación de los ingleses, estuvoinspirada durante las dos primeras décadas de su existencia por un espíritu internamenteantitético al de ellos. Debido al entrelazado inicial de sus intereses dinásticos con el destinodel movimiento panárabe, su instinto básico durante el período 1921-39 fue el de fomentar–dentro de los límites de su status dependiente– la construcción de una nación en Irak".

Así, Faisal expandió enormemente el sistema educativo, como medio para moldear unsentido de identidad nacional en una población altamente diversificada que era, en pala-

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bras de Faisal, “carente de cualquier idea patriótica, imbuida de disparates y tradicionesreligiosas, y sin ningún vínculo común”. Buscó también desarrollar el ejército como uninstrumento de poder estatal independiente. Los ingleses respondieron imponiendo lími-tes al tamaño del ejército y fortaleciendo el poder de los jefes tribales, para debilitar elembrionario Estado-nación que Faisal quería construir.63 Un proceso similar tuvo lugar enla Península Arábiga, donde los fanáticos de Wahhabi liderados por Ibn Saud, a principiosde la década del 20, consiguieron expulsar de La Meca al padre de Faisal I, Hussein elSharif. Ibn Saud era, igual que los hashemitas, un empleado de Gran Bretaña, pero quien lofinanciaba y lo armaba era el Departamento de la India del gobierno británico. Al tiempoque el Ministerio del Exterior británico tenía este tipo de relación con los hashemitas,Arnold Toynbee comentaba: “Sería más barato... y más varonil por parte de los servidorespúblicos de estos dos ministerios en conflicto, que hubiesen luchado entre sí sin interme-diarios”.64 Pero incluso el Estado creado por Ibn Saud –Arabia Saudita– a pesar de supolítica dinástica y su reaccionaria ideología islámica, pudo utilizar el ingreso generado porel petróleo para producir un significativo desarrollo capitalista.65

Con todo, este proceso de construcción de un Estado tuvo lugar dentro de claroslímites. Estos eran en parte económicos. El embajador británico en Irak informó al Minis-terio del Exterior en 1934:

"Los intereses comerciales extranjeros en Irak, debido a la existencia del vínculo britá-nico, son predominantemente británicos... La mayor parte del comercio exterior del países transportado en navíos británicos. El capital extranjero invertido en el país es casiexclusivamente británico. Dos tercios de los bancos son completamente británicos...Todoservicio de seguros importante está en manos de firmas británicas. En otra esfera deactividad, la Euphrates and Tigris Steam Navigation Company (Compañía de Navegacióna Vapor del Tigris y el Eufrates) es una antigua compañía británica... que opera con apenasun competidor nativo, un transporte rival sobre el río Tigris entre Basora y Bagdad... Entodas direcciones, a pesar de la intensa competencia por parte de los japoneses, la influen-cia comercial británica permanece soberana".66

Además de estos lazos de dependencia económica, los Estados árabes estabanatados a las metrópolis por restricciones políticas formales. Así, el Tratado Anglo-Iraquí de 1930, renovado en la práctica por el acuerdo de Portmouth de 1948, asegura-ba para Gran Bretaña bases aéreas y el control de la política exterior de Irak. Por detrásde tales vínculos formales estaba la realidad del poderío militar imperial. Cuando el ReyFarouk de Egipto se rehusó a nombrar como primer ministro al hombre propuesto porel embajador británico, su palacio fue rodeado por tanques el 4 de febrero de 1942,hasta que aceptó. Estados en esta situación, aunque constitucionalmente indepen-dientes, son efectivamente: semicolonias.67

Recuerdos de esa subordinación humillante a las potencias imperialistas sobrevi-vieron mucho después de que estos Estados hubiesen conquistado un grado deindependencia mucho más real. Esto ayuda a explicar por qué la retórica antiimperialistasigue teniendo masiva simpatía popular en países que ya no pueden ser consideradossemicolonias en ningún sentido. ¿Cuáles fuerzas estuvieron involucradas en el surgi-

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miento de clases capitalistas autónomas en el Tercer Mundo, capaces de tener ambi-ciones subimperialistas?

Primero, la descolonización realmente tuvo un papel, debido a las implicaciones económi-cas del desmantelamiento de los imperios coloniales europeos. El control exclusivo de laseconomías coloniales y semicoloniales por parte de metrópolis individuales fue sustituidapor un estado de cosas más fluido en el cual las corporaciones multinacionales de diversosEstados occidentales invertían en el país, dando al Estado local la posibilidad de moverseentre ellas, y también obtener los beneficios impositivos necesarios para promover la ex-pansión del capital nativo. La transformación de la economía de Irlanda del Sur durante lasúltimas décadas es un ejemplo de esto: los Veintiséis Condados (el Estado irlandés exclui-dos los 6 condados de Irlanda del Norte) dejaron de ser exportadores de mercaderíasagrícolas a Gran Bretaña, para convertirse en importantes lugares para inversiones deempresas norteamericanas, japonesas y de países de Europa Occidental, especialmente enlas industrias químicas y manufactureras que ahora han superado a los alimentos, lasbebidas y el tabaco como las principales fuentes de exportaciones de Irlanda.68

En segundo lugar, esta relación mucho más diversificada con el capital occidental hasido acompañada por la expansión del capitalismo industrial bajo control local. Una delas discusiones más cuidadosas sobre esta cuestión es aquella realizada por dos marxis-tas argentinos, Alejandro Dabat y Luis Lorenzano. Desafiando el consenso en la izquier-da argentina, incluso entre grupos trotskistas ortodoxos como el MAS (Movimiento alSocialismo), de que Argentina es una “semicolonia”, ellos argumentaban que despuésde 1945 el país pasó por “un desarrollo capitalista con una base monopolista de Estado”,caracterizada por el estancamiento de la inversión extranjera a partir de fines de la décadadel 60 y por el crecimiento no sólo de la intervención estatal en la economía, sino tambiénde industrias de propiedad estatal. Consecuentemente, “la burguesía en su conjunto esuna clase dominante y... su fracción más poderosa es ahora la burguesía monopolistafinanciera (la cual articula el gran capital agrario, comercial e industrial), fundida con elcapital estatal y la burocracia civil-militar”.69

Dabat y Lorenzano rechazan, por lo tanto, la caracterización de Argentina como uncapitalismo “dependiente” y su burguesía meramente “compradora”:

Argentina es un país importador líquido de capital y de bienes (incluyendo tecnología),los cuales son necesarios para la reproducción ampliada y la industrialización intensiva. Peroa partir de la década del 60, a medida que aumentó su dependencia tecnológica y financiera,el capitalismo argentino empezó a desarrollar una industria de exportación y a consolidar supapel de exportador de capital a nivel regional. A partir de 1966 consiguió también recon-quistar su papel de importante exportador de granos, mientras su poderosa maquinariaestatal-militar amplió su esfera de operaciones para incluir el Cono Sur, América Central y elAtlántico Sur. Estos fenómenos activos deben ser vistos como una expresión de los intereses“externos” del capitalismo argentino, es decir, una etapa de expansión orientada al exterior,en el cual factores comerciales, financieros y militares están sustancialmente unificados. Deeste modo, es posible caracterizar a Argentina como una naciente potencia capitalista regio-nal, donde coexisten la dependencia financiera, comercial y económica, y el desarrollo de unaeconomía capitalista monopolista con características de imperialismo regional.70

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Basándose en este análisis, Dabat y Lorenzano atacan la posición de la mayor partede la izquierda argentina durante la Guerra de las Malvinas en 1982 –el apoyo al régimenGaltieri contra Gran Bretaña por motivos que fueron claramente expresados por el MAS:“Gran Bretaña es un país imperialista, Argentina es un país semicolonial. Nosotros, lostrabajadores, luchamos al lado del colonizado en cualquier confrontación entre un paíscolonialista y un país semicolonial”. Rechazando ese nacionalismo de izquierda, Dabaty Lorenzano argumentan:

"La guerra... fue una continuación de la política interna antidemocrática de la JuntaMilitar, y de su impulso exterior expansionista. Aunque llevada contra el imperialismobritánico, y por una reivindicación históricamente legítima, no fue un conflicto anticolonial,ni siquiera una lucha de una nación oprimida contra una nación opresora. Los antagonistaseran un país capitalista naciente con características imperialistas a nivel regional y conti-nental, y una potencia imperialista largamente establecida que, aunque en un marcadodescenso, es todavía una fuerza poderosa. No había un campo progresista y otro reaccio-nario... Uno de los reaccionarios quería a toda costa extender su influencia, y el otro sepreocupaba en retener los últimos vestigios de su antiguo imperio, y por establecer unajerarquía entre las naciones integrantes del bloque capitalista".71

Generalizando, a partir de este análisis de la Guerra de las Malvinas, correcto en granmedida, podríamos argumentar que ese mismo proceso de desarrollo capitalista queotrora dio origen al imperialismo produce actualmente el subimperialismo. A medida quecentros de acumulación capitalista cristalizan fuera del núcleo capitalista del sistema, lastendencias analizadas por Lenin, Bujarin y Hilferding en dirección al capitalismo mono-polista, financiero y de Estado, adquieren una forma todavía más pronunciada, debido alpapel central de la intervención estatal en el estímulo a la industrialización en el TercerMundo. Inevitablemente, la expansión del capitalismo industrial rompe las fronterasnacionales, dando origen a conflictos regionales entre rivales subimperialistas –Grecia yTurquía, India y Pakistán, Irán e Irak– y, frecuentemente, donde no existen tales rivalida-des, a la creciente dominación de un subimperio en una región (Sudáfrica en el sur deAfrica, Australia en el Pacífico sur).72

Aunque este análisis es correcto en gran medida, es esencial adicionar ciertas con-sideraciones, porque el surgimiento de los subimperios no ocurrió en el vacío. Tampocoha creado un mundo compuesto por Estados capitalistas cuyo poder difiere solamentecuantitativamente y no cualitativamente. La inmensa mayoría de la producción indus-trial y del poderío militar del mundo están todavía concentrados en América del Norte,Europa Occidental, Japón y Rusia: de hecho, en 1984 los países menos desarrolladosprodujeron 13,9 % de la producción industrial del mundo –un poco menos que el 14,0%que tuvieron en 1948, gracias a la sustitución de importaciones durante la Gran Depre-sión y la Segunda Guerra Mundial, pero que después dejaron de alcanzar debido alprolongado boom económico de las décadas del 50 y 60.73 Este desequilibrio de podereconómico se refleja en la jerarquía político-militar que existe entre los países del mundo,especialmente en el papel dominante de las potencias imperialistas occidentales. Elsurgimiento de potencias regionales en el Tercer Mundo ha alterado, pero no eliminado,

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esa jerarquía. De hecho –es éste el tercer factor responsable por el surgimiento de lossubimperialismos– las políticas de las superpotencias han jugado un importante papel,al permitir que algunos Estados de porte medio aspirasen a la dominación regional.

Así, el propio origen del término “subimperialismo” puede ser encontrado en la estra-tegia seguida por el capitalismo norteamericano como parte de su intento de librarse de lacatástrofe de Vietnam. Denominada como Doctrina Nixon, en homenaje al presidente queproclamó públicamente esta política por primera vez en julio de 1969, su perspectiva eraque parte del gravamen de la defensa de los intereses occidentales en el Tercer Mundofuera compartido por potencias regionales, las cuales recibirían ayuda económica y militar.Irán bajo el Sha es un buen ejemplo de la manera con que los Estados del Tercer Mundo envías de industrialización, trataron de llenar el vacío creado por un imperialismo política-mente debilitado, en este caso en el Golfo Pérsico luego de la retirada definitiva de GranBretaña del este de Suez en 1971.74 En términos más generales, los subimperialismospudieron aspirar a un papel regional no solamente por tener un cierto nivel de desarrollocapitalista, sino también gracias al apoyo de una de las superpotencias, o ambas.

Normalmente ha sido EEUU –el Estado más poderoso del mundo– el que ha patro-cinado las potencias regionales. Pero la ayuda soviética a Vietnam permitió a Hanoidominar Indochina a pesar de una economía totalmente destruida, y la India ha conse-guido la hegemonía en el sur de Asia en gran medida gracias a su capacidad de hacermaniobras entre las dos superpotencias, ya que ambas estaban ansiosas de cultivarbuenas relaciones con ella.

Esto no quiere decir que los subimperialismos sean meros títeres de las superpoten-cias que los patrocinan. Los acuerdos que permiten que ciertos Estados desempeñen unpapel a nivel regional, están basados típicamente en una convergencia de interesesentre las dos clases dominantes en cuestión, y no en un control del empleado por elpatrón. Intereses que convergen pueden también entrar en conflicto. Así, incluso elsubimperialismo que depende más directamente de la ayuda militar y económica deEEUU –Israel (la ayuda de EEUU llegó a un máximo de U$S 4.200 millones en 1986, un18% del PBI israelí)– frecuentemente fue capaz de desafiar a Washington –la inflexibili-dad del gobierno Shamir en relación a la cuestión palestina llevó al Secretario de Estadonorteamericano James Baker a expresar públicamente su molestia y frustración, pocassemanas antes de la invasión de Kuwait por parte de Irak. Con todo, existen límites a laautonomía de todo subimperialismo y si esos límites son trasgredidos puede ocurrir unconflicto directo con las dos superpotencias.

Es solamente en este contexto que los acontecimientos en el Golfo se hacencomprensibles. La revolución Iraní de 1978-79 eliminó al aliado más poderoso de EEUUen la región. Inevitablemente, Washington empezó a darse vuelta hacia el único Estadodispuesto y capaz de ocupar el lugar del Sha: el régimen de Sadam Hussein en Irak. Laevolución posterior de la política de EEUU desmiente a aquellos socialistas que consi-deran la Primera Guerra del Golfo (1980-88) como una versión regional de la PrimeraGuerra Mundial, una lucha entre dos subimperialismos en la cual los trabajadores deambos países deberían defender la derrota de su propio gobierno. Dilip Hiro resume asíla actitud de EEUU:

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"En tanto prevalecía un impasse en el frente, Washington se contentaba en mantener unaapariencia de neutralidad en relación al conflicto. Pero a medida que Irán empezó a ganar laguerra a finales de 1983, EEUU cambió de posición, y declaró que la derrota de Irak seríaentonces la derrota de los intereses norteamericanos. A cada victoria iraní –las islas Majnoonen 1984, Fao en 1986, y Salamanche un año más tarde– Washington aumentaba su apoyo aBagdad, culminando con una presencia naval norteamericana en el Golfo sin precedentes y,prácticamente, inaugurando un segundo frente contra la República Islámica".75

La derrota de Irán en la Primera Guerra del Golfo (1980-88) fue una sangrienta demos-tración de la capacidad del imperialismo norteamericano en determinar el resultado delos conflictos regionales. En poco tiempo, sin embargo, una muestra mucho más salvajedel poderío militar norteamericano fue realizada para aplastar al Estado que ganó esaguerra con el apoyo de Washington. La invasión de Kuwait por Irak fue una consecuen-cia directa de la Primera Guerra del Golfo (1980-88), en dos sentidos. Primero, porque elrégimen de Sadam Hussein intentó solucionar la crisis económica dejada por la guerra yconsolidar su hegemonía regional conquistando Kuwait y su riqueza petrolera. En se-gundo lugar, porque las buenas relaciones entre Washington y Bagdad contribuyeronpara que Saddam Hussein interpretase erróneamente –como una luz verde– las señalesambiguas que emanaban del Departamento de Estado de EEUU (“no tenemos opiniónalguna sobre los conflictos interárabes, del tipo de la disputa fronteriza entre Irak yKuwait”, dijo el embajador norteamericano a Saddam Hussein el 25 de julio de 1990).76

El gobierno de Bush (padre), por los motivos expuestos anteriormente, decidió tratar lainvasión como un motivo suficiente para entrar en guerra. Fruto de esto, la diferencia entreun poder imperialista y uno subimperialista quedó demostrada de manera bien clara.

3. Un precario equilibrio entre los Estados-nación y el mercado mundial. Lainternacionalización del capital ha sido, como vimos, un factor importante en el debilita-miento de las estructuras económicas y políticas características del imperialismo des-pués de la Segunda Guerra Mundial. Pero esta tendencia ha sido frecuentemente malinterpretada, tanto por neoliberales como Tim Congdon como por algunos socialistas,como si el Estado-nación se hubiese vuelto obsoleto.77

Tales argumentos son equivocados. Aunque la pronunciada tendencia a la integra-ción mundial del capital durante las últimas décadas haya limitado en gran medida lacapacidad de los Estados en controlar las actividades económicas dentro de sus fronte-ras, los capitales privados todavía dependen del Estado-nación con el cual tienen elvínculo más estrecho, para protegerse contra la competencia de otros capitales, losefectos de la crisis económica y la resistencia de las personas por ellos explotadas. Estoes evidente en la esfera económica. La recuperación de las economías occidentalesdespués de la recesión de 1979-82 hubiera sido inconcebible sin la difusión de políticaskeynesianas clásicas –alto nivel de gastos por el Estado y créditos accesibles– empe-zando en EEUU, pasando por Gran Bretaña, Japón y, finalmente, Alemania. Una pruebamás contundente es el hecho de que el colapso del sistema financiero mundial pudo serevitado solamente gracias a la intervención de la Federal Reserve Board norteamerica-na y otros bancos centrales occidentales. El papel económico del Estado en el capitalis-

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mo occidental ha disminuido y parcialmente cambiado, pero imaginar que está siendo opodría ser abolido no es más que una fantasía monetarista.78

La competencia intensificada que la internacionalización del capital posibilitó, haexacerbado los antagonismos nacionales entre las burguesías del planeta. La mayorevidencia de esto es la marcada tendencia a que las mayores economías del mundoformen alrededor de ellas mismas, bloques regionales de libre comercio. El ejemplomás claro es el avance hacia una mayor integración económica de la Comunidad Euro-pea, dado que el comercio y las inversiones alemanas están fuertemente concentradasen el continente europeo. Pero existen notables semejanzas en la extraordinaria expan-sión del capital y las mercaderías japonesas en el Este asiático durante los últimosaños, y en la aprobación del NAFTA en agosto de 1992, creando un bloque comercialentre EEUU, Canadá y México.

Las dificultades en concluir la Ronda Uruguay del GATT, que estaba dirigida a laampliación del libre movimiento de capital y mercaderías, alentó el peligro de que elmercado mundial pudiese fragmentarse en bloques proteccionistas, como ocurrió en losaños 30. Sin embargo, una repetición de este proceso es improbable debido al gradomucho mayor de integración económica global: por ejemplo, el capital japonés no hapriorizado la recreación de la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia del Este (queexistió durante la Segunda Guerra Mundial) por medios económicos en vez de militares,pero si la expansión de sus inversiones directas en EEUU y Europa Occidental. Delmismo modo, una guerra comercial total con Japón aislaría a la industria norteamericanade su principal fuente de componentes microelectrónicos.

En 1990 el comercio realizado internamente en las tres principales regiones comercia-les, América del Norte, Europa Occidental y Asia, representó el 72,2% del comercio totalde Europa Occidental, pero apenas el 19,4% del comercio total de Asia y el 33,9% delcomercio de América del Norte. Como observó el Financial Times, “la única región delglobo para la cual el comercio intraregional parece ser una estrategia realista es EuropaOccidental, donde varios países, medios y pequeños, envían entre sí tres cuartos de susexportaciones. Entre tanto, para América del Norte y Asia los mercados situados fuerade sus regiones responden por dos tercios de sus exportaciones totales”.79

Las economías, sin embargo, cambian de manera dinámica, y existe alguna eviden-cia, especialmente en Asia, de que el comercio y las inversiones se estén haciendo másconcentrados regionalmente. Hacia el final de 1992 Asia representaba 41% del comer-cio total de Japón, y América del Norte apenas el 30%, aunque cinco años antes la cifrapara ambas regiones había sido del 35%. Las inversiones directas japonesas en elexterior entraron en colapso durante la recesión que se inició al comienzo de los años90 (cerca de 27% sólo en el año fiscal de 1991-92) pero aumentaron extraordinariamen-te en China, duplicando durante el año fiscal 1992-93.80 Estas tendencias sugierentensiones comerciales crecientes entre las grandes potencias económicas (los prime-ros meses del gobierno de Clinton presenciaron varias batallas entre Washington yTokio sobre el astronómico superávit comercial de Japón). En tales circunstancias loscapitales individuales seguirán volviéndose hacia sus Estados-nación para defendersus intereses en un mundo hostil.

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Perspectivas del imperialismo

Este análisis del imperialismo en la era posterior a la Guerra Fría, deja planteada la cuestiónde las perspectivas de desarrollo del imperialismo en el futuro. Aunque sea arriesgado pre-sentar una previsión muy precisa, hay dos aspectos que vale la pena explorar.

El primero hace referencia a la naturaleza de la competencia interimperialista. ¿Cuáles, por ejemplo, el futuro probable del capitalismo norteamericano? Vimos que su relati-vo descenso económico tuvo un papel decisivo para el regreso a un mundo económicay políticamente multipolar. Sería un error, sin embargo, exagerar la debilidad de EEUU. Afinales de la década de los 80, la afirmación hecha por Paul Kennedy en su libro Ascen-sión y Caída de las Grandes Potencias, de que EEUU estaría ahora en declive, tal comoInglaterra antes de él, provocó un debate en los círculos políticos y académicos norte-americanos. Los críticos del “declinismo” hicieron algunos cuestionamientos perspica-ces. Robert Nye, por ejemplo, argumentó que los pronósticos del declive norteamerica-no se basaban en analogías históricas engañosas y en una imagen exagerada de la“hegemonía” norteamericana después de 1945. Evaluando el poder a partir de cuatrodimensiones –recursos básicos (población y territorio), recursos económicos, recursostecnológicos y recursos militares, Nye concluyó que:

"...al final de los años 80, EEUU sigue dominante en los “recursos de poder” tradicio-nales... solamente un país está por encima de los otros en las cuatro dimensiones: EEUU.Japón y Europa no están en la cima en términos de recursos básicos ni militares; China noestá en auge en recursos económicos y tecnológicos; y la Unión Soviética es un oponentedudoso en recursos tecnológicos".81

Otros se concentraron sobre la tesis del declive económico norteamericano. MichaelBoskin, presidente del Consejo de Asesores económicos del presidente George Bush(padre), dejó el cargo en 1993 con críticas ácidas a los “declinistas”, cuyos alegatos nopasaban de meros “absurdos”:

"EEUU sigue siendo la mayor, la más rica y productiva economía del mundo. Conmenos del 5% de la población mundial, produce cerca de un cuarto de la producción totalde bienes y servicios del mundo. El nivel de vida promedio –medido por el valor de laproducción per capita– supera al de cualquier otro país industrializado, siendo 20-30%más elevado que en Alemania y Japón. La productividad también es más elevada, así comolos salarios medios en el sector privado, en comparación con dichos países. La suerte dealgunas industrias particulares ha sufrido flujos y reflujos, pero América no se estádesindustrializando, ni está perdiendo su competitividad. EEUU es el mayor exportadordel mundo y, aunque muchas de sus industrias enfrenten una competencia azuzada enmercados con alto volumen de negocios y de bajo margen de ganancia, hemos mantenido laventaja tecnológica en áreas como microprocesadores, telecomunicación avanzada,biotecnología, la industria aeroespacial, química y farmacéutica".82

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Naturalmente es necesario tragar con una pizca de sal argumentos que vienen dealguien asociado con la debacle económica de los años de Bush (padre). Entretanto, los“recuperacionistas” (como Kennedy llamó a los críticos del estilo de Nye)83 ofrecen uncorrectivo necesario a algunas visiones muy exageradas del declive norteamericano. Lasuperioridad de EEUU como potencia imperialista puede ser verificada en varias di-mensiones. En primer lugar, las presiones competitivas que el capitalismo norteameri-cano experimentó durante la década del 80 forzaron a una reestructuración significati-va de muchos sectores. Así el Financial Times comentaba a finales de 1992: “mientrasIBM está batallando, el sector de alta tecnología de EEUU en general está prosperan-do silenciosamente, y muchos sectores están reconquistando el mercado de sus riva-les internacionales”. Firmas como Intel, por ejemplo, tomaron el liderazgo mundial enel mercado clave de los semiconductores, suplantando a sus rivales japoneses, en loque un ejecutivo de Intel llamó de “la venganza de los dinosaurios”.84 Hecho todavíamás significativo, fue que 1993 vio a los tres grandes fabricantes de automóviles deEEUU –General Motors, Ford y Chrysler– sacar ventaja del alza del yen y de la rece-sión en Japón, para arrancar una parcela mayor del mercado interno norteamericano asus rivales japoneses, que hasta entonces parecían imbatibles. La reorganización exi-gida para alcanzar estas ganancias se reflejó en un aumento general en la productivi-dad manufacturera norteamericana, un aumento de casi 55% entre 1980 y 1991, compa-rado a aumentos de menos de 40% en Japón y Alemania.85

A esta evidencia de recuperación económica debe ser sumada la innegable fuerzapolítico-militar del imperialismo norteamericano. El colapso de la URSS dejó a EEUU sinrivales en su capacidad de proyectar el poder militar a escala global. No solo su principalrival implosionó, sino que sus competidores económicos más importantes, Japón y Alema-nia, están mucho más retrasados en términos militares. Además de esto, el final de la GuerraFría amplió el campo de maniobra política de Washington. La trasformación de la segundasuperpotencia en una peticionaria en las reuniones del G7 rompió la situación de impasseque por mucho tiempo había hecho del Consejo se Seguridad de la ONU en un palco dedebates. En vez de esto, el Consejo se volvió un sello para las iniciativas norteamericanas.La dependencia de Rusia y de China respecto a la cooperación económica occidentalpermitió que EEUU, Francia y Gran Bretaña –los llamados “tres permanentes” del Consejode Seguridad– asumiesen una posición de virtual control. Las intervenciones militares enel Golfo Pérsico, Somalia y en los Balcanes fueron legitimadas por la ONU.

La recesión del comienzo de la década del 90 aumentó en algunos aspectos el poder deEEUU. La crisis afectó duramente a sus dos principales rivales económicos. La euforia conque la clase dominante alemana había saludado a la reunificación se disipó tan prontoquedó claro que los costos de la absorción de la economía alemana oriental estabanayudando a producir la mayor crisis social y política del país desde la década del 30. LaSegunda Guerra del Golfo (1991) evidenció el peso político disfrutado todavía en muchosaspectos por Gran Bretaña y Francia, capitalismos más débiles que Alemania o Japón, peroque mantuvieron un poderío militar relativamente grande para preservar los vestigios desu papel imperial global. El tratado de Maastricht, cuya firma en diciembre de 1991 reflejólas ambiciones alemanas y francesas de crear una Comunidad Europea más integrada

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económica y políticamente, luego se vio en harapos. Las tensiones económicas causadaspor la crisis alemana hicieron casi naufragar el Sistema Monetario Europeo, y en eseproceso pareció quebrarse el eje franco-alemán sobre el cual la Comunidad Europea fueconstruida. Y la cooperación política europea cayó en descrédito por la incapacidad de laComunidad Europea en impedir que en los Balcanes estallase una guerra.

Pero si la Guerra de los Balcanes subrayó las debilidades de la Comunidad Europeacomo candidata a superpotencia, también expuso los límites del poder norteamericano.La resistencia de los mismos generales que habían dirigido la destrucción de Irak enenviar tropas de tierra a Bosnia, reflejó un temor perfectamente racional de quedar ence-rrados, sin objetivos claros, en una guerra de contrainsurgencia potencialmente intermi-nable y sin oportunidades de victoria. Por detrás estaban dificultades más profundas alas que se enfrentaba EEUU. En cierta medida, estas dificultades eran técnicas, reflejan-do la falta de habilidad de las tropas de tierra de EEUU, aunque apoyadas por los“multiplicadores de fuerza” de la fuerzas aéreas y navales, para custodiar las ampliasextensiones euroasiáticas tan vitales a los intereses norteamericanos.86

Más importante, sin embargo, fue el hecho de que el final de la Guerra Fría impulsó laemergencia de un mundo más inestable en el cual, por ejemplo, el colapso del poder rusollevó a sucesivas guerras en muchas de las ex repúblicas soviéticas. Un mundo sumer-gido en tal escala en turbulencias que EEUU, aunque dispusiera de recursos mayores aaquellos pretendidos por los “declinistas”, se vería imposibilitado de custodiar.

Además de esto, Washington tendría que confrontar esos desafíos bajo la presiónde una intensa competencia económica. Cualquiera que sea el grado de reestructuraciónalcanzado por las industrias norteamericanas, la competencia por parte de las otrasgrandes economías, y de nuevas potencias industriales como China y Corea del Sur,será implacable. Los gobernantes de Japón han reaccionado a las exigencias del gobier-no de Clinton –para que adopten metas numéricas específicas para importaciones ensectores claves– con un tono políticamente más duro y afirmativo. A pesar de los per-cances de Maastricht, tanto Alemania como Francia probablemente continuarán susesfuerzos por una mayor integración europea. En otras palabras, los desafíos al liderazgoeconómico y político norteamericano continuarán.

Esto pone sobre la mesa una segunda y crucial cuestión. El imperialismo de posgue-rra se caracterizaba, como vimos, por una disociación parcial entre la competencia eco-nómica y militar: las disputas de mercado entre las empresas norteamericanas, japonesasy alemanas no llevaron a guerras entre sus respectivos Estados. ¿Será que el colapso delos bloques de superpotencias tenderá a una reintegración de la competencia militar yeconómica, con Japón y Alemania volviéndose superpotencias, no sólo económicas,sino también militares? Esta pregunta es especialmente difícil de responder en un mo-mento en que la situación mundial está cambiando de manera volátil y permanente. Laúnica cosa que podemos afirmar con seguridad es que se visualizan indicios que pare-cen sugerir un “sí” como respuesta.

Japón ya tiene el tercer presupuesto militar del mundo. No tenemos que aceptar laprevisión alarmante implícita en el título de un libro reciente de George Friedman yMeredith Le Band, The Coming War with Japan (La Próxima Guerra con Japón), para

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aceptar el núcleo de su análisis –de que el final de la Guerra Fría presenciará probable-mente la reafirmación de conflictos de intereses duraderos entre EEUU y Japón, conflic-tos que hacen referencia no solo al comercio, sino también al control de la región delPacífico occidental, cuyas rutas son esenciales para ofrecer materias primas a Japón.87

La Guerra de los Balcanes fue notable por la agresiva defensa alemana de su propiapolítica. Bonn incentivó a los regímenes croata y esloveno a sabotear los esfuerzos deWashington por mantener una Yugoslavia unificada, instándolos a declarar sus indepen-dencias. Pero el colapso de la Yugoslavia unificada, también evidenció la distancia queAlemania todavía tiene que recorrer para cumplir el papel de una gran potencia: sus gober-nantes invocaron restricciones constitucionales y recuerdos de la Segunda Guerra Mundialpara evitar el envío de tropas a los Balcanes. Es probable que Alemania busque un podermilitar mayor bajo la protección de la Unión Europea, puesto que esto le proporcionaráacceso a las fuerzas armadas relativamente formidables de Francia y Gran Bretaña (los planespara la formación de corporaciones militares franco-alemanas están bien avanzados).

El hecho de que 1993 presentó el primer empleo real de fuerzas militares japonesas yalemanas desde 1945 –como parte de las operaciones de la ONU en Camboya y Somaliarespectivamente– es tanto señal de una tendencia de las clases dominantes de estospaíses a traducir su fuerza económica en poder político-militar, como también de que estatendencia todavía está en su etapa inicial. Es probable que el desarrollo de esta tenden-cia sea lento y desigual. De última, los éxitos de Japón y de Alemania en la captura demercados han sido en gran parte una consecuencia de sus bajas tasas de gastos milita-res, una ventaja que una expansión militar terminaría por minar.

Cualquiera sea el paso al que la competencia interimperialista se desarrolle, y la formaque vaya a asumir, la implosión de Rusia no debe llevarnos a descartarla como granpotencia. En última instancia, Rusia es todavía la segunda potencia militar del mundo. Sudimensión geográfica, población, recursos naturales y potencial económico son formi-dables. Un régimen fuerte que emerja en Moscú es probable que vaya a defender losintereses rusos en formas que llevarán a conflictos con las potencias occidentales. Elfinal de 1993 mostró al gobierno de Yeltsin, bajo la presión de los militares y otrossectores más a la derecha, rechazando la participación del Este europeo en la OTAN.Nadie puede dar por cierto que el eclipse de Rusia será permanente.

Finalmente, un aspecto del mundo post Guerra Fría es bastante evidente. La desinte-gración de los bloques de superpotencias vuelve más probable que antes a las grandesguerras. Los frenos que la Guerra Fría imponían a los Estados individuales ya no existen.La Segunda Guerra del Golfo (1991) difícilmente hubiera ocurrido una década antes de suestallido, cuando las tensiones entre las superpotencias eran agudas. Moscú, que enaquella época consideraba a Irak uno de sus aliados más próximos en Medio Oriente,probablemente hubiera impedido a Saddam Hussein ocupar Kuwait, y Washington hu-biera sido más cauteloso en su respuesta a la invasión (en caso que hubiese ocurrido),por temor de precipitar una nueva confrontación con la URSS –que hubiera sido tandirecta y peligrosa como la crisis de los misiles en Cuba durante octubre de 1962.

En el mundo más dinámico que está emergiendo, es muy probable que las poten-cias regionales se arriesguen. Esto a su vez puede provocar una reacción más brutal

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que antes por parte de EEUU, ya que no tiene el obstáculo de la presencia soviética enEuropa Oriental y el Tercer Mundo. Aunque –a diferencia de la Segunda Guerra delGolfo (1991)– el imperialismo occidental no se implique directamente en todos losconflictos que ocurran, dejando que los países subimperialistas o que aspiran a serlose maten entre ellos, los presagios para la humanidad son sombríos. Si bien el fantas-ma de una guerra total entre las superpotencias haya descendido un poco, la prolife-ración de armas nucleares en el Tercer Mundo (Israel, Sudáfrica, India y Pakistán sonalgunos de los Estados que poseen dichas armas) significa que una guerra nuclearregional no tarde en ocurrir. Además de esto, el colapso de la URSS produjo tresnuevas potencias nucleares –Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán– en una región dondehierven a cada instante los descontentos nacionales y las guerras locales. No biensiga existiendo un sistema mundial que se basa en la competencia económica entrecapitales que, a su vez, están integrados a distintos Estados-nación rivales, la guerraseguirá siendo el árbitro final de los conflictos.

Conclusión

Al principio del siglo XX, Lenin, Luxemburg, Bujarin, Hilferding y otros desarrolla-ron un análisis del imperialismo, que lo presentaba como la etapa del desarrollo capitalis-ta en la cual la concentración y centralización del capital llevaron a un mundo dominadopor rivalidades, entre una pequeña porción de grandes potencias militares y económi-cas. A pesar de las transformaciones que el sistema mundial ha enfrentado en los últimoscien años, esta teoría todavía identifica una de las principales características del capita-lismo contemporáneo. De hecho, estamos entrando ahora en un período de competenciainterimperialista más salvaje e inestable.

La importancia de estos hechos no es, de modo alguno, principalmente teórica. Apesar de las deficiencias de la versión de Lenin de la teoría del imperialismo, sigue siendoel teórico por excelencia de este fenómeno, al menos por dos razones. Primero, compren-dió mejor que nadie que el imperialismo no es una simple política, sino una etapa –dehecho, la etapa superior– del desarrollo capitalista. Así, atacó a Kautsky porque ésteargumentaba que “el imperialismo no es el capitalismo actual; es apenas una forma delcapitalismo actual”.88 El argumento de Kautsky, implicaba que la confrontación militar yla guerra podían ser socavados dentro de los marcos del capitalismo. La respuesta deLenin fue que solamente la revolución socialista podría terminar con el imperialismo ysus tendencias destructivas. La comprensión política de Lenin sobre el imperialismo esprecisamente su segunda contribución principal. Comprendió que la jerarquía económi-ca y política que el imperialismo imponía al mundo, haría surgir luchas que se desarrolla-rían no bajo la bandera del socialismo revolucionario, sino del nacionalismo revolucio-nario. Dichas luchas, por lo tanto, desafiarían al imperialismo a fin de realizar las aspira-ciones de Estados capitalistas independientes.

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Lenin comprendió que, a pesar de la distancia política entre estos movimientos y elsocialismo internacionalista, ellos podrían llevar a guerras y revoluciones que debilita-rían al imperialismo y, por lo tanto, también a la dominación de las clases gobernantesmundiales. La más clara expresión de este análisis de Lenin es su defensa de la revueltade Dublín en la Pascua de 1916, frente a los bolcheviques que la rechazaban por consi-derarla un “putsch” pequeñoburgués:

"Imaginar que la revolución social es concebible sin revueltas realizadas por pequeñasnaciones de las colonias y de Europa, sin irrupciones revolucionarias de un sector de lapequeña burguesía con todos sus preconceptos, sin el movimiento de las masas proleta-rias y semiproletarias faltas de conciencia política, contra la opresión de los señores de latierra, de la Iglesia, de la monarquía, contra la opresión nacional, etc. –imaginar todo estoes renunciar a la revolución social".89

De este modo, no se trata solamente de que el imperialismo solo puede ser eliminadoderribando al capitalismo, sino que el imperialismo provoca movimientos que, a pesar desus intereses e ideología burguesas, según palabras del propio Lenin, “objetivamente...atacan el capital”:

"La dialéctica de la historia es tal que las pequeñas naciones, impotentes en cuantofactor independiente en la lucha contra el imperialismo, tienen el papel de ser uno de losfermentos, uno de los bacilos, que ayudan a la verdadera fuerza antiimperialista –el prole-tariado socialista– a entrar en escena... Seríamos revolucionarios muy malos si, en la granguerra de liberación por el socialismo llevada a cabo por el proletariado, no supiéramosutilizar, para intensificar y extender las crisis, todos los movimientos populares contratodos y cada uno de los desastres causados por el imperialismo".90

La experiencia de los últimos 25 años ha confirmado ampliamente el análisis de Lenin.La Guerra de Vietnam, aunque haya sido para establecer un régimen capitalista de Esta-do independiente, infligió una seria derrota al imperialismo norteamericano, y estimuló elcrecimiento de movimientos auténticamente anticapitalistas en todo el mundo occiden-tal. Desde entonces, fuerzas extrañas al estalinismo vietnamita se han convertido en elfoco de confrontación con el imperialismo –los mullahs fundamentalistas de Irán y delLíbano, y hasta el mismo régimen de Sadam Hussein en Irak, a pesar de su deplorablehistoria de colaboración con EEUU. En tales confrontaciones, los socialistas revolucio-narios luchan por la derrota de la potencia imperialista. Dicha posición no implica enmodo alguno dar apoyo político al régimen que lucha contra el imperialismo. Trotskyenfatizó esto en su respuesta a la invasión japonesa de China en 1937:

"En una guerra entre dos países imperialistas, no es cuestión de democracia ni deindependencia nacional, sino de opresión de pueblos atrasados no imperialistas. En talguerra los dos países se encuentran en el mismo plano histórico. Los revolucionarios deambos lados son derrotistas. Pero Japón y China no están en el mismo plano histórico. Lavictoria de Japón significaría la esclavitud de China, el fin del desarrollo económico y

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social chino, y el terrible fortalecimiento del imperialismo japonés. La victoria de Chinasignificaría, por el contrario, la revolución social en Japón, y el desarrollo libre –es decir,libre de obstáculos debido a la opresión externa– de la lucha de clases en China".

"¿Pero puede Chiang Kai Shek asegurar la victoria? Yo creo que no. Pero fue quienempezó la guerra, y quien hoy la dirige. Para sustituirlo es necesario conquistar influenciadecisiva en el proletariado y en el ejército, y para esto es necesario no quedar suspendidoen el aire, sino ponernos en medio de la lucha. Debemos conquistar influencia y prestigioen la lucha militar contra la invasión extranjera y en la lucha política contra las debilidades,las deficiencias y las traiciones internas. En un determinado momento, el cual no podemosestablecer de antemano, esta oposición política puede y debe transformarse en conflictoarmado, ya que la guerra civil, como cualquier guerra, es apenas la continuación de la luchapolítica... la clase trabajadora, al mismo tiempo en que permanece en la vanguardia de lalucha militar, prepara la caída política de la burguesía".91

En una confrontación como la Segunda Guerra del Golfo (1991) era necesario, por lotanto, defender la derrota de las potencias imperialistas, sin dejar de luchar políticamentecontra el régimen burgués que dirige la lucha antiimperialista. Esta posición está basadaen la teoría de la revolución permanente de Trotsky. En su forma más general, esta teoríaafirma que ninguna clase capitalista puede luchar consistentemente contra el imperialis-mo. Aún el movimiento nacionalista más combativo aspira esencialmente a tener supropio Estado capitalista independiente. Por lo tanto, no intenta destruir el sistemaimperialista mundial, sino conseguir una porción mayor de beneficios dentro del sistemapara sí mismo. Si se ve forzado a luchar contra el imperialismo para alcanzar ese objetivo,esta lucha puede debilitar a todo el sistema. Pero al final el movimiento nacionalistaaceptará la existencia del imperialismo, como hizo el Sinn Fein (en Irlanda) después de laGuerra de Independencia, el Partido Comunista de Vietnam después de las dos guerrasen Indochina, la República Islámica de Irán después de su derrota en la Primera Guerradel Golfo (1988). Por lo tanto, el objetivo principal de los revolucionarios es, en palabrasde Lenin, “utilizar” la crisis generada por la confrontación entre los imperialistas y susoponentes nacionalistas para “ayudar a la verdadera fuerza antiimperialista –el proleta-riado socialista– a entrar en escena”. Pero la clase trabajadora sólo puede ajustar cuen-tas con el imperialismo derrotando, no solo a las clases dominantes de los países capita-listas avanzados, sino también a aquellos regímenes burgueses que pueden desafiartemporalmente la dominación occidental.

La importancia de ese análisis es tal que nunca es suficiente repasarlo una vez trasotra. Una de las características notables de la Segunda Guerra del Golfo (1991) fue elfenómeno de los “intelectuales B-52” –intelectuales con un pasado radical que apoya-ron a las “fuerzas aliadas” del imperialismo contra Irak: por ejemplo, Hans MagnusEnzensberger, Wolf Bierman, Neil Ascherson y Michael Ignatieff. Fueron, sin embargo,Fred Halliday y Norman Geras, ex miembros del consejo editorial de la revista New LeftReview, quienes intentaron dar a esta posición un barniz “marxista”. Notoriamente, alfinal de la guerra, Halliday declaró: “si tengo que elegir entre imperialismo y fascismo, elijoal imperialismo”.92 Pero recientemente vinculó explícitamente esta posición a la crítica de

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Bill Warren “de la visión marxista del imperialismo”, ensalzándolo por haber preguntado:“¿Todo lo que el imperialismo hace es negativo?”, y atacando la “posición moralista postleninista que ha predominado en los últimos 20 o 30 años”, según la cual “porque es elimperialismo el que está haciendo (o sea, atacando Irak), entonces debe ser malo”.93

De eso se puede suponer que el imperialismo puede, en ciertas circunstancias, cum-plir un papel progresivo. Así Halliday y Geras denunciaron a uno de sus críticos, AlexanderCockburn:

"...si Cockburn escuchase lo que las personas en el Tercer Mundo plantean, sabría queen muchos casos, ellas piden otra política por parte de EEUU, igualmente activa. Esto eslo que han deseado los eritreos, la OLP, el CNA, los activistas de los derechos humanos enChina. La alternativa a la intervención imperialista no es la no intervención, sino en vez deesto, la acción en apoyo al cambio democrático".94

Este argumento se basa en la falsa suposición de que las potencias imperialistastienen un interés general en promover “cambios democráticos” en el Tercer Mundo.Rechazar tal idea no significa aceptar el tipo de antiimperialismo vulgar que ve un com-plot de la CIA por detrás de todo lo que ocurre en el Tercer Mundo. Este ensayo intentódemostrar, con alguna profundidad, que el imperialismo del siglo XX no impidió unconsiderable desarrollo capitalista fuera de las metrópolis del sistema. Y que la estrate-gia esbozada por Trotsky considera a la lucha contra los regímenes nacionalistas“antiimperialistas” como parte inseparable de la lucha contra el propio imperialismo. Larazón fundamental de esta estrategia deriva de los lazos que unen a todos los regímenesburgueses del Tercer Mundo al imperialismo.

El final de la Segunda Guerra del Golfo (1991) muestra esto muy claramente. Hallidayhizo coro a las quejas de innumerables políticos de derecha, dirigidas a EEUU por nohaber “liquidado a Saddam Hussein” cuado en marzo de 1991 el régimen ba’athistaestaba tambaleante bajo el impacto de la derrota militar, conjugada con la insurrecciónpopular en el sur y el avance de las fuerzas kurdas en el norte.95 El hecho de queWashington no haya hecho esto no refleja un error intelectual o falta de fuerza devoluntad, sino un cálculo –también compartido por sus principales aliados árabes en ElCairo, Riad y Damasco: sus intereses estarían mejor cuidados con la supervivencia delrégimen ba’athista, que con su sustitución por un gobierno islámico radical o hastaincluso con la desintegración de Irak (lo que dejaría a Irán en el papel de principalpotencia regional). De este modo, los que derrotaron a Saddam Hussein se convirtieronen sus salvadores. En vez de estar en un conflicto fundamental uno con el otro, comoinocentemente creyeron Halliday y Geras, imperialismo y “fascismo” estaban atados porlazos de interés común.

Las consecuencias desastrosas de creer que el imperialismo puede cumplir un papelprogresivo puede ser visto en el colapso de muchos sectores de la izquierda (incluyen-do muchos que se opusieron a la Segunda Guerra del Golfo de 1991) que terminaron porapoyar la intervención de la ONU en los Balcanes.96 Este colapso ocurrió a pesar de lalección ofrecida por la intervención de la ONU en Somalia, donde la operación degeneró

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rápidamente en una guerra entre un ejército de ocupación y la población local. En unmundo dominado por una pequeña porción de grandes potencias es una fantasía peli-grosa creer que las mismas pueden llegar a proteger los intereses de la mayoría explota-da. La humanidad no conocerá la paz hasta que esa mayoría tome el control del mundo,lo que sólo podrá realizarse derrotando a los Estados imperialistas que intentarán impe-dirlo con uñas y dientes. El marxismo clásico contiene, en los escritos de Lenin y Trotsky,un análisis del imperialismo y una estrategia revolucionaria que son indispensables parael éxito de esa lucha.

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Notas

(*) El texto original fue publicado en la revista International Socialism Journal, edición número50 correspondiente a Abril de 1991, con el título “Marxism and Imperialism Today”. Una segundaversión, revisada, fue publicada en el libro Marxism and the New Imperialism, por la editora Bookmarks(Londres, 1994), con el título “Imperialism Today”. La traducción que presentamos fue hecha a partirde la segunda versión. Alex Callinicos es profesor de Política en la Universidad de York y miembro delSocialist Workers Party de Gran Bretaña.

1. T. Congdon, How the City is Making Economic Nationalism Obsolete, Spectator, 13 deFebrero de 1988, pp21, 25.

2. K. Kautsky, Imperialism, en J. Riddell, ed., Lenin’s Struggle for a Revolutionary International.Documents 1907-1916. The Preparatory Years, Nueva York, 1984, p. 180.

3. Idem, p.181.4. A. J. Mayer, Why Did the Heavens Not Darken?, Nueva York 1990, p.31.5. B. Warren, Imperialism-Pioneer of Capitalism, Londres 1980, p.31.6. Lenin, Collected Works, Moscu 1964, vol. XXII, pp. 266, 267.7. Ver, por ejemplo, M. Kidron, Capitalism and Theory, Londres 1974, cap. 6; M. Barratt

Brown, The Economics of Imperialism, Harmondsworth 1974, cap. 8, y Warren, Imperialism,pp 57-70.

8. Lenin, Collected Works, p.298.9. Bujarin, Selected Writings on the State and the Transition to Socialism, Nottinhgham 1982,

pp. 16-17.10. Idem, Imperialism and World Economy , Londres 1972, pp. 25-6, 12511. Ver mi discusión sobre Lenin y Bujarin en Imperialism, Capitalism and the State Today, ISJ

2:35, 1987, pp79-88.12. El concepto de desarrollo desigual y combinado es, ciertamente, una de las principales

contribuciones de Trotsky al marxismo. Sin el no se pude explicar la naturaleza jerárquica delimperialismo (el dominio de los países avanzados), ni su inestabilidad (la división desigual delos recursos da lugar a constantes disputas interimperialistas por la repartición del mundo).

13. E. Hobsbawm, Age of Empire, p.51.14. W. H. McNeill, The Pursuit of Power, Oxford 1982, cap. 7 e 8.15. Lenin, op. cit., p. 255.16. M. Barratt Brown, Imperialism, cap. 8.Todos los datos sobre inversión extranjera son de este

libro.17. Hobsbawm, Age of Empire, pp 73-4.18. R. P. Dutt, India Today, Londres 1940, cap. VII. Citado en M. Barratt Brown, op. cit..20. A. Offer, The First World War: An Agrarian Interpretation, Londres 1989.21. R. Hilferding, Finance Capital, Londres 1981, p. 30722. Bujarin, Sellected Writings, pp 18, 19.23. C. Harman, Explaining the Crisis, Londres 1984, cap. 2.24. M. Wolf, “The Need to Look to the Long Term”, Financial Times, 16 de Noviembre de

1987.25. E. Mandel, The Meaning of the Second World War, Londres 1986. Esta es la única obra

marxista que intenta ofrecer una interpretación seria y global, aunque posea debilidades,notoriamente la distinción típicamente escolástica que realiza Mandel entre varios tipos deguerra implicados en el conflicto.

26. Ver Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers, Londres 1989, cap. 4 e 5.27. Ver G. Kolko, The Politics of War, Nueva York 1970.28. Trotsky, Europe and America , Nueva York 1971.29. Ver J. Waterbury, The Egypt of Nasser and Sadat, Princeton 1983.30. Sunday Times, Insight on the Middle East, Londres 1974, sección IV.

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31. P. Brogan, World Conflicts, Londres 1992, p. vii; comparar con V. G. Kierman, The EuropeanEmpires from Conquest to Collapse, 1815-1960, Londres 1982.

32. Ver M. Kidron, A Permanent Arms Economy, reedición realizada en Londres en 1989, y C.Harman, Explaining the Crisis, cap.3.

33. C. Harman, Explaining the Crisis, cap.3.34. Ciertamente este es el principal tema del libro de P. Kennedy: ver especialmente Rise and

Fall, pp 509-64.35. M. Kidron, Capitalism, p.132.36. World Bank, World Development Report 1985, Nueva York 1985, p. 126.37. Ver, por ex., A. G. Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin America, Harmondsworth

1971, e S.Amin, Unequal Development, Hassocks 1976, y, entre los críticos de la teoría delintercambo desigual, M.Kidron, Capitalism and Theory, cap.5, y Nigel Harris, Theories ofUnequal Exchange, ISJ 2:33, 1986.

38. M. Kidron, Capitalism, pp 134-7.39. N. Harris, India-China: Underdevelopment and Revolution, Nueva Delhi, 1974, p.171.40. M. Kidron, Capitalism, p.162, y Harris, India-China, pp 173-4.41. Ver P. Clawson, The development of capitalism in Egypt, Khamsin 9¸ 1981, y .J. Waterbury,

Egypt.42. Ver N. Harris, The End of the Third World, Londres 1986, y A. H. Amsden, “Third World

Industrialisation”, New Left Review, 182, 1990.43. United Nations Department of International Economic and Social Affairs, World Economic

Survey 1989, Nueva York, Tabla 4, p.64.44. Idem, p.25.45. Financial Times, 15 Nov.1989.46. J. Petras e M. Morley, US Hegemony under Siege, Londres 1990, pp 197, 198.47. Idem, p. 201.48. Ver particularmente N. Harris, Of Bread and Guns, Hardmonsworth 1983, P. Green, Nation

States and the World Economy, ISJ 2:19, 1983, Callinicos, Imperialism, Harman, The stormbreaks, ISJ 2:46, 1990, y Harman, The state and capitalism today , ISJ 2:51, 1991.

49. Un análisis definitivo del colapso del estalinismo fue realizado por Chris Harman, The stormbreaks; ver também Callinicos, The Revenge of History, Cambridge 1991,

50. Independent on Sunday, 20 de Enero de 1991.51. Ver P.Green, Contradictions of the American Boom, ISJ 2:26, 1985, y M. Davies, Prisioners

of the American Dream, Londres 1986.52. J. Petras y M. Morley, US Hegemony, p.78.53. Idem, los capítulos 1 y 2 ofrecen una discusión reciente de estas estrategias, aunque presente

un cuadro exagerado de la degeneración de la clase dominante de los EEUU como si se hubieravuelto una banda de criminales y especuladores.

54. Ver F. Halliday, Cold War, Third World, Londres 1989, cap.3.55. Guardian, 29 Jul 1988. Ver, para un análisis más detallado de la guerra, Callinicos, “An

Imperialist Peace?”, Socialist Review 112, Septiembre de 1988.56. Ver, por ex., los artícuos de J. Rogaly y E. Mortimer, Financial Times, 18 de Enero de 1991.57. Idem, 28 de Enero de 1991.58. Independent, 19 de Enero de 1991.59. F. Halliday, Arabia without Sultans, Hardmonsworth 1974, pp 500, 502. Luego, Halliday se

distanció de las formas más extremas de la teoría de la dependencia, ver idem, pp498-9.60. B.Warren, Imperialism, p.182; idem, pp 150, 176.61. Themes, New Left Review 184, 1990, p.2.62. Sunday Correspondent, 12 de Agosto de 1990 (Datos de 1988).63. H.Batatu, The Old Social Classes and the Revolutionary Movements of Iraq, Princeton.1978,

pp s25, 86, 99, 325.64. P.Knightley e C.Simpson, The secret Lives of Lawrence of Arabia, Londres 1971, p.147.65. F.Halliday, Arabia, cap.2.66. H.Batatu, Old Social Classes, p.268.

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67. Plausiblemente los “dominios blancos” (Canadá, Australia, Sudáfrica, etc.) deberían ser colocadosen la misma categoría de semi-colonia, aunque sus campañas victoriosas por la independencialegislativa, culminando en el Estatuto de Westminster de 1931, reflejan la creciente autonomíade esos capitalismos en desarrollo. Hay una discusión util del concepto de semi-colonia,criticando su aplicación por Mandel a los NICs, en A. Dabat e L. Lorenzano, Argentina: TheMalvinas and the End of Military Rule, Londres 1984, p.168.

68. Ver K.Allen, Is Southern Ireland a Neo-Colony?, Dublin 1990, especialmente caps. 2-4.69. Dabat e Lorenzano, Argentina , pp 29, 36-7.70. Idem, pp 37-8.71. Idem, pp 186, 103-4.72. Sobre el último caso, ver D. Glanz, “Australian Imperialism and the South Pacific”, Socialist

Review, Melbourne, 2, 1990.73. D.M. Gordon, “The Global Economy”, New Left Review 168, 1988, p.64.74. Ver F.Halliday, Iran: Dictatorship and Development, Harmondsworth 1979, cap. 9; hay una

distinción interesante del concepto de subimperialismo en las páginas pp 282-4.75. D. Hiro, The Longest War, Londres 1990, p. 261.76. Guardian, 12 de Septiembre de 1990.77. Ver, por ej., S. Lash y J. Urry, The End of Organised Capitalism, Cambridge 1987, D. Harvey,

The Condition of Postmodernity, Oxford 1989.78. Ver, para sumar a los artículos sitados en la nota 48, Callinicos, Against Postmodernism, pp

137-44.79. Financial Times, 13 de Julio de 1992.80. Idem, 11 de Enero de 1993.81. R.S. Nye Jr, Bound to Lead, Nueva York 1991, pp 108, 110.82. M.J. Boskin, “Myth of America’s Decline”, Financial Times, 15 de Marzo de 1993.83. La respuesta más detallada de Kennedy a estos críticos está en Preparing for the Twenty-First

Century, Nueva York 1993, cap. 13.84. Financial Times, 21 de Diciembre de 1992.85. Idem, 8 de Feb 1993. De acuerdo con un estudio hecho por consultores de la administración

de McKinsey, la productividad global de EEUU es 17% más elevada que la de Japon. La elevadaproductividad japonesa en setores como el automotriz, el metalúrgico y el electrónico esbalanceada por una productividad extremamente baja en otros sectores industriales: la producciónpor trabajador en la industria de alimentos corresponde a un terçio de la de EEUU. Laproductividad alemana gneralmente es menor en relación con EEUU y Japon. FinancialTimes, 22 de Oct 1993.

86. Hay una discusión interesante al respecto de los problemas de la estrategia militar globalnorteamericana en G.Friedman y M. LeBard, The Coming War with Japan, Nueva York 1991,cap. 9.

87. Idem, especialmente partes III e IV.88. Lenin, Collected Works, p. 270. Incluso Bujarin tendió a tratar al imperialismo como una

política: ver, por ej., Imperialismo e Economia Mundial, cap.IX.89. Idem, p. 355.90. Idem, pp. 356, 357.91. Leon Trotsky on China, Nueva York 1976, pp 569-70.92. F. Halliday, “The Left and the War”, New Statesman and Society, 8 de Marzo de 1991, p. 16.

Este aartículo generó una enorme controversia que se prolongó en los números siguientes.Para una visión general del debate sobre la Guerra del Golfo, ver Callinicos, “ChoosingImperialism”, Socialist Review, Mayo de 1991.

93. F.Halliday, Imperialism, Peace and War, and the Left, entrevista em New Times, 7 de Agostode 1993.

94. Carta em New Statesman and Society, 12 de Abril de 1991, p. 38, respondindo entre otros a,A. Cockburn, “The War Goes On”, idem, 5 de Abril de 1991.

95. Halliday, Imperialism.96. A. Callinicos, “Intervention: Disease or Cure?”, Socialist Review, Junio de 1993.

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Uruguay

SocialismoInternacional

Teoría y políticamarxista

Marxismo 200419 PONENCIAS SOBRE TEMAS TEORICOS,POLITICOS E HISTORICOS

Han transcurrido tres años desde el comienzo de la activi-dad del grupo. Han sido años llenos de emociones, tareas,debates, acciones, aciertos y fracasos. Durante los mismosvimos crecer al movimiento anticapitalista, hasta el punto demovilizar a millones de personas contra la guerra en todo elplaneta. Presenciamos los horrores de la globalización militar,convertida en bombardeos y ocupaciones contra varios paí-ses por parte de las grandes potencias. Y sufrimos en carnepropia el incremento acelerado del desempleo y la pobreza, alos que nos condena el neoliberalismo en América Latina. Elgrupo ha sido marcado a fuego por todos estos hechos, yrespondió de la mejor forma posible, editando su periódicomes a mes, impulsando acciones contra la guerra y el librecomercio, y de muchas otras formas. Si miramos atrás, hayuna pequeña historia. Ella sirve de algo si sacamos leccionesde la misma. Con este fin se publica un primer folleto conte-niendo 19 ponencias elaboradas por compañeros y compañe-ras del grupo para los cursos de verano e invierno de 2004.Buscando no solo dejar registro del trabajo realizado, sinotambién poder compartirlo con otros trabajadores, estudian-tes y activistas de izquierda como nosotros.

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La sangrienta guerra lanzada por las grandes potencias contraIrak en 1991 demostró que el imperialismo, en el sentido más generalde utilización directa de la fuerza por parte de las grandes potenciaspara imponer su voluntad sobre Estados menores, se encuentraprosperando. Alex Callinicos argumenta en este folleto que puedenidentificarse tres fases por las que ha atravesado el imperialismo: elimperialismo clásico, 1875-1945 –que es el imperialismo que diolugar a la "Guerra de los Treinta Años" de 1914 a 1945; el imperialismode las super-potencias, 1945-1990 –período en el cual el mundo fuerepartido entre dos grandes bloques militares rivales–; y elimperialismo posterior a la Guerra Fría –el "Nuevo Orden Mundial"de Bush (padre), que en realidad es una versión más inestable delantiguo orden mundial. Y culmina su trabajo planteando lasperspectivas del desarrollo futuro del imperialismo.

Folletos editados

•Imperialismo hoy•ABC del socialismo•Una sociedad socialista•Un partido revolucionario•Globalización y resistencia. ALCA•Globalización y resistencia. Deuda Externa•Rusia 1917. El partido bolchevique•Chile 1973. Revolución y contrarrevolución•Europa oriental 1989. Una explicación de lo sucedido•Argentina 2001. Revuelta y después•León Trotsky. Socialista revolucionario•Antonio Gramsci. Socialista revolucionario•Rosa Luxemburg. Socialista revolucionaria•Los orígenes de Socialismo Internacional•Partido y Clase. Distintas concepciones•¿Cómo funciona el marxismo?•Marxismo 2004. Ponencias•Todos somos gays

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