de vuelta

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Ediciones “ Guijitu Quemau” presenta un relato de Rufo López Retortillo Rufo López Retortillo De vuelta Hoy he vuelto a la casa y al árbol junto al río. Ha sido preciso forzar el recuerdo hasta el dolor de la memoria. Sólo el rápido fluir del agua sigue igual; la casa ha sucumbido a los embates del tiempo y la yedra viste sus paredes desmoronadas. Habita en ella un lamento triste de cristales rotos y bisagras oxidadas. Hoy he acariciado de nuevo el rugoso tronco del árbol que ajeno a nosotros siguió creciendo, con él han crecido también el corazón herido por la flecha y nuestros nombres. Ayer me asaltó la nostalgia en un callejón oscuro. La luna llena se recortaba en lo alto y un silencio de estrellas me arrullaba; borracho una vez más vagabundeaba las calles esperando un amanecer que tarde o temprano llegaría. Primero llegaron versos de amor hasta llenar las paredes, después risas y besos, melancolías y soledades dejaron nacer el llanto. Llovía sobre las calles, sobre los tejados cantaba y en mi mente anegada emergió el recuerdo pronunciando tu nombre. Tu nombre desde el pasado, tu nombre en el recuerdo, tu nombre ignorando el tiempo. Llegaron aguardentosas notas de blues, empapado me encontró el amanecer. Odié la ciudad y su rostro de cristal opaco, me asfixió la multitud en su mecánico recorrer las calles, la añoranza me envolvió en la necesidad de huir, de regresar. Cariño no reconocerías el pueblo. Ha cambiado sus ropajes de piedra y jalvegado adobe por rojos ladrillos y gris cemento. El viejo pozo de la plaza fue derribado y hoy una pomposa fuente de hormigón vomitando agua sustituye el antiguo brocal, el reloj del ayuntamiento y su torre han sido sustituidos por rectangulares edificios de brillantes ojos reflejando la luz. Han derribado la vieja escuela, cariño; ya no podré ser tu Don Quijote de las aburridas horas de literatura, ni legará mi beso lanzado a espaldas de la odiosamente seria maestra,

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pequeño relato en prosa poética

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Page 1: de vuelta

Ediciones “ Guijitu Quemau”

presenta

un relato de

Rufo López RetortilloRufo López Retortillo

De vuelta

Hoy he vuelto a la casa y al árbol junto al río. Ha sido preciso forzar el recuerdo hasta el

dolor de la memoria. Sólo el rápido fluir del agua sigue igual; la casa ha sucumbido a los

embates del tiempo y la yedra viste sus paredes desmoronadas. Habita en ella un lamento triste

de cristales rotos y bisagras oxidadas. Hoy he acariciado de nuevo el rugoso tronco del árbol

que ajeno a nosotros siguió creciendo, con él han crecido también el corazón herido por la

flecha y nuestros nombres.

Ayer me asaltó la nostalgia en un callejón oscuro. La luna llena se recortaba en lo alto y

un silencio de estrellas me arrullaba; borracho una vez más vagabundeaba las calles esperando

un amanecer que tarde o temprano llegaría. Primero llegaron versos de amor hasta llenar las

paredes, después risas y besos, melancolías y soledades dejaron nacer el llanto. Llovía sobre las

calles, sobre los tejados cantaba y en mi mente anegada emergió el recuerdo pronunciando tu

nombre. Tu nombre desde el pasado, tu nombre en el recuerdo, tu nombre ignorando el tiempo.

Llegaron aguardentosas notas de blues, empapado me encontró el amanecer.

Odié la ciudad y su rostro de cristal opaco, me asfixió la multitud en su mecánico

recorrer las calles, la añoranza me envolvió en la necesidad de huir, de regresar.

Cariño no reconocerías el pueblo. Ha cambiado sus ropajes de piedra y jalvegado adobe

por rojos ladrillos y gris cemento. El viejo pozo de la plaza fue derribado y hoy una pomposa

fuente de hormigón vomitando agua sustituye el antiguo brocal, el reloj del ayuntamiento y su

torre han sido sustituidos por rectangulares edificios de brillantes ojos reflejando la luz.

Han derribado la vieja escuela, cariño; ya no podré ser tu Don Quijote de las aburridas

horas de literatura, ni legará mi beso lanzado a espaldas de la odiosamente seria maestra,

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nuestros guiños no volverán a ser la solución perfecta a la ecuación matemática que nos

desafiaba desde el encerado.

Quedan la jesa y el granito, los caminos recreados al andar y las tardes enteramente

azules para navegar furtivos en sus secretos. Queda la casa. Y el árbol; cariño, queda el río.

Desempolvé las viejas fotos y las cartas. Les di vida y dejé que me hablaran una vez

más. Fuera sequía lloviendo agua gris plomiza. La carta del uno de agosto está inacabada,

cariño, me hablas del verano de la alegría y tres puntos suspensivos dejan espacio a merced de

la lluvia, tres puntos y un beso suspendido en la luz mortecina del atardecer.

La radio dice que alguien ha dicho haber construido una máquina del tiempo. ¡ Puede

usted viajar a su futuro cuando guste, es fácil ! Sólo es necesario una simple moneda y una

fecha de mañana. Lo imaginas cariño, ¡ una máquina para un futuro contigo ! ; ...pero; ¿ y el

pasado ? Yo quiero viajar al pasado junto a ti, a nuestro pasado en la casa, junto al árbol y al río.

Lo sentimos señor, el botón del pasado se ha averiado en no sabemos qué ley física o en qué

esquina de la eternidad.

Bajo a la calle y escucho hablar del Sol, de la bolsa y de la goleada que encajó no sé que

rayo en no sé que temporal del lunas y soles. Y hablan de muertes de estrellas y de ocho

segundos antes de la nada. Dicen de tal vez estar muerto sin saberlo, de lo absurdo de vivir y

de reír, de lo inútil de hablar y recordar si en verdad estamos muertos.

– Señora, dame una rosa roja.

– Para qué, si está usted muerto.

Pero no lo estoy, hoy no. Hoy tengo sentimientos de amor agitándose en mi pecho. Hoy

tengo pensamientos de ti. Hoy estoy vivo y vuelvo hacia ti, cariño. Por eso he comprado este

ramo de rosas rojas y he respondido con un guiño a la sonrisa dulce y cómplice de la florista.

Hoy he cogido el autobús de vuelta. He sentido en el ruido de su motor la tibia sensación

de la ciudad alejándose. A mi lado un señor con chaqueta de gastado negro, me habla del

tiempo y del tiempo que tardaremos en llegar. ¡ Corre, maldita máquina del tiempo, mi pasado

me aguarda impaciente ! Las encinas y los olivos me saludan al pasar, me reconocen pese a la

ausencia.

Estoy llegando a ti. Este diecisiete de agosto continuaremos tras los puntos suspensivos.

Volveré a decir te quiero y volverás a besarme bajo la mirada indiscreta de la Luna. Volveremos

a reír en las calles retorcidas y en el eco de los desnudos alcornoques mientras septiembre se

anuncia en la palidez de la hierba.

He dejado atrás el pueblo, voy a buscarte junto al alegre fluir del agua en su reflejo de

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azules mediodías. He preguntado a las jaras por ti, he preguntado a las margaritas y al tomillo.

Sólo me hablan de caminos olvidados y de lagartijas al sol recorriendo los graníticos paisajes de

mi alma sola.

Hoy he vuelto a la casa y a árbol junto al río. Hoy he vuelto a ti junto al río, este río con

el que te fuiste para siempre, sin preguntarme, pese a la tarde azul y los besos abandonados en

la orilla.

fin