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17 DE QUÉ SE TRATA AQUÍ 24 de marzo de 1766: una noticia corre por Europa El Lunes Santo 24 de marzo de 1766, madrugada, entre diez y doce horas después del estallido del motín contra el secretario de Hacienda –el italiano marqués de Esquilache-, el embajador de Saboya escribe a su ministro para enterarlo de lo que ha ocurrido en la Corte de las Españas. El suyo es el relato de un hombre sorprendido que apenas reflexiona sobre lo que sucede. Entre seis y siete de la tarde de ayer, explica, ha habido una furiosa sublevación. Más de tres o cuatro mil personas se han concentrado en torno a la casa de Esquilache con intención de matarlo a él y a su esposa y de quemar el edificio. Felizmente, los dos estaban fuera. Al comprobarlo, la gente ha roto todos los cristales de la vivienda y se ha dirigido a la Plaza Real, donde, bajo las ventanas del monarca, no ha cesado de gritar viva el Rey y que se ahorque la Casa Esquilache y muera el mal gobierno. Seiscientos guardias de Corps han permanecido toda la noche en armas, y lo mismo los blanquillos –tropa también- y los batallones de Guardias Walonas y Españolas. Hay bastante gente muerta de uno y otro bando. No se ha recuperado aún la calma cuando lo escribe. A su entender las razones han sido la carestía de los víveres y un bando que se ha publicado contra la capa larga y el chambergo. El de Saboya añade que la revolución aún puede llegar lejos y que no parece tener un jefe. Se ha dado orden para que acudan a Madrid las fuerzas que se encuentran en las proximidades. La gente sigue pidiendo a gritos la cabeza del ministro Esquilache, que se ha refugiado en Palacio, y su mujer en un convento de religiosas después de haber pasado la noche en casa del embajador de Holanda. Carlos III no ha querido que las tropas hicieran una carnicería con los amotinados; ha enviado al duque de Medinaceli y al capitán de la guardia de Corps, duque de Arcos, para arengar a los sublevados y tratar de calmarlos. Pero ha sido inútil; no cesan de pedir la cabeza de Esquilache y además quieren hablar con el rey. Han roto todas las farolas que acababan de instalarse para alumbrar Madrid y obligan a quitarse el sombrero a todos los que encuentran a su paso. Hay mucho miedo. Toda la guarnición está acantonada alrededor de Palacio, adonde sólo puede entrarse por un portillo bien guardado. Seguirá informando 1 . 1 Roubione al conde de Viry, 24 de marzo de 1766, ASTo/I/L, M. 134 (Registre des lettres que le Comte de Roubion envoit à sa Cour...). No corregimos la ortografía, salvo la española. En el original no hay ningún punto y aparte. Los introduzco aquí para hacer más asequible la lectura: “Nous avons eu hier au soir dans celle Ville entre les six et les sept heures du soir une furieuse emeûte de ce Peuple, occasionée en grande partie par la charté des vivres, et par une ordre qui est sorti de devoir quitter las capas y sombreros gachos. Plus de trois à quatre mil personnes se sont attrouppées au tour de la maison de Squilace dans la resolution de massacrer ce Ministre, avec sa femme et de luy bruiller sa maison.

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DE QUÉ SE TRATA AQUÍ

24 de marzo de 1766: una noticia corre por Europa

El Lunes Santo 24 de marzo de 1766, madrugada, entre diez y doce horas después del estallido del motín contra el secretario de Hacienda –el italiano marqués de Esquilache-, el embajador de Saboya escribe a su ministro para enterarlo de lo que ha ocurrido en la Corte de las Españas. El suyo es el relato de un hombre sorprendido que apenas reflexiona sobre lo que sucede. Entre seis y siete de la tarde de ayer, explica, ha habido una furiosa sublevación. Más de tres o cuatro mil personas se han concentrado en torno a la casa de Esquilache con intención de matarlo a él y a su esposa y de quemar el edificio. Felizmente, los dos estaban fuera. Al comprobarlo, la gente ha roto todos los cristales de la vivienda y se ha dirigido a la Plaza Real, donde, bajo las ventanas del monarca, no ha cesado de gritar viva el Rey y que se ahorque la Casa Esquilache y muera el mal gobierno. Seiscientos guardias de Corps han permanecido toda la noche en armas, y lo mismo los blanquillos –tropa también- y los batallones de Guardias Walonas y Españolas. Hay bastante gente muerta de uno y otro bando. No se ha recuperado aún la calma cuando lo escribe.

A su entender las razones han sido la carestía de los víveres y un bando que se ha publicado contra la capa larga y el chambergo. El de Saboya añade que la revolución aún puede llegar lejos y que no parece tener un jefe.

Se ha dado orden para que acudan a Madrid las fuerzas que se encuentran en las proximidades. La gente sigue pidiendo a gritos la cabeza del ministro Esquilache, que se ha refugiado en Palacio, y su mujer en un convento de religiosas después de haber pasado la noche en casa del embajador de Holanda.

Carlos III no ha querido que las tropas hicieran una carnicería con los amotinados; ha enviado al duque de Medinaceli y al capitán de la guardia de Corps, duque de Arcos, para arengar a los sublevados y tratar de calmarlos. Pero ha sido inútil; no cesan de pedir la cabeza de Esquilache y además quieren hablar con el rey.

Han roto todas las farolas que acababan de instalarse para alumbrar Madrid y obligan a quitarse el sombrero a todos los que encuentran a su paso.

Hay mucho miedo. Toda la guarnición está acantonada alrededor de Palacio, adonde sólo puede entrarse por un portillo bien guardado.

Seguirá informando1.

1 Roubione al conde de Viry, 24 de marzo de 1766, ASTo/I/L, M. 134 (Registre des lettres que le

Comte de Roubion envoit à sa Cour...). No corregimos la ortografía, salvo la española. En el original no hay ningún punto y aparte. Los introduzco aquí para hacer más asequible la lectura:

“Nous avons eu hier au soir dans celle Ville entre les six et les sept heures du soir une furieuse emeûte de ce Peuple, occasionée en grande partie par la charté des vivres, et par une ordre qui est sorti de devoir quitter las capas y sombreros gachos. Plus de trois à quatre mil personnes se sont attrouppées au tour de la maison de Squilace dans la resolution de massacrer ce Ministre, avec sa femme et de luy bruiller sa maison.

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Por las mismas horas, el vicario del arzobispo de Toledo en Madrid da una imagen no menos vívida al secretario del prelado:

“Esto es un día de Juicio; el pueblo está enteramente amotinado, haciendo frente a la tropa y guardias de Corps; ha habido muertos por ambas partes agriándolo más; la gente ha ocupado la torre de Santa María, derribando las puertas, y han tocado; el cura y teniente han tenido a buen partido desistir de su resistencia; aún dura el alboroto, pidiendo la cabeza de Esquilache; y han tenido que retirar los valones, contra quienes ha formado coraje la gente.

“En San Justo, que pidieron las campanas, y de ello se me dio parte, mandé que no; y que quitasen las cuerdas y aun las lenguas a las campanas si fuese dable; en Santa María previne lo mismo, luego que pudiesen practicarlo; ahora por esta presente me dice mi paje que se han sosegado y no hay gente alborotada, atribuyéndolo al cordón de tropas que han puesto por esta parte.

“En Santa María tienen dos cadáveres, de quienes nadie cuida; he mandado dar parte a la Sala de Alcaldes de aquellas violentas muertes, para que dispongan, y nadie parece; las cárceles están cerradas; en estos términos pudiéramos enterrarlos, quitando de la vista del pueblo este incentivo, o tenerlos en parte reservada hasta mañana, esperando que los pidan sus padres, mujeres, o hijos; dígame vuesa merced lo que Su Eminencia guste”2.

El mismo Lunes Santo 24 de marzo, pero ya en pleno día, informa al canciller Kaunitz el representante de la emperatriz María Teresa de Austria, Lebzeltern: la ciudad

“L'un et l'autre cependant s'etant heûreusement trouvé hors du logis, le tumulte a un peu cessé, et

toute la foule après lui avoir cassé toutes ses vitres, et fait maintes insultes à son habitation, s'est portée a la Place Royale, où soûs les fenetres du Roy elle n'a cessé de crier Viva el Rey y que se ahorque la Casa Squilace y muera el mal gobierno.

“Les six cent gardes du Corps etoient et ont resté toute la nuit sûr les armes ainsi que les Blanquillos et les Battaillons des Gardes Wallones et Espagnoles et il y a eu depart et d'autre nombre de gens tüés sans qu'à l'heure que j'ecris ce desordre, qui peut aller fort loin, soit encore calmé.

“En attendant on a donné des ordres pour faire promptement accourir les trouppes qui sont dans les environs, et pour le present il faut filer doux, le peuple ne cessant de demander à haute voix, et pour tout la tête du Ministre Squilace, qui est retiré au Palaix, et sa femme dans un couvent de Religieuses, s'etant dans la nuit passée refugiée chez le Ministre d'Hollande.

“Sa Majesté Catholique n'ayant pas d'abord voulu que les trouppes fit tout carnage qu'elle pouvoit faire pour dissiper une populace qu'on croit jusqu'à cette heure san chef, a envoié vers eux le Duc de Medina Celi et son Capitaine de Garde le Duc d'Arcos pour la haranguer, et tacher de la rammenner, ce qui a été inutile, ne cessant de demander la tête de Squilace, et de pouvoir parler au Roy.

“Tous les fanaux dont on avoit eclairé Madrid ont été cassés de toute part, et suis peut etre le seul a qui on les aye reservés.

“Du reste on fait detrouper le chapeau à tous ceux qui passent, sans autre insulte.

“Les trouppes ne pouvant pas arriver asses tôt, on craint beaucoup dans cette nuit. Toutes celles qui sont dans la Ville se sont cantonnées au tour du palaix où l'on n'entre que par un guichet bien gardé, et où nous avons resté jusques à trois heures, et demi dans l'attente du diner du Roy qui nous a fait remercier par le Duc de Lossada, et avertir qu'il n'y auroit point de Cour ce jour la.

“Voilà Mr. ce que fort à la hâte je puis mander a Votre Excellence de cette irruption dont j'attendrai de voir les suites pour vous en faire un detail plus circunstancié.”

Del mismo lunes 24 de marzo de 1766 hay otro despacho del embajador de Saboya a su rey, en el que sólo se refiere a las crispadas relaciones internacionales de España: ASTo/I/L, 81.

2 Barrones a Olloqui, 24 de marzo de 1766, ADT/CCT, leg. 6, carp. 14 (Cédulas Reales...), exp. 10 (Cartas originales...). El original no lleva puntos y aparte.

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está sumida en el caos (Bewegung, dice) desde ayer por la tarde. En despachos anteriores, ya le había advertido varias veces del encarecimiento del pan hasta extremos inverosímiles. Y a eso se ha añadido la prohibición de la capa larga y del chambergo, una medida sabia y útil en circunstancias normales, pero no en el estado de infelicidad e insatisfacción en que se halla este pueblo. Ayer a las cuatro, las gentes a millares (tausendweis) empezaron a manifestarse contra la carestía detrás de un letrero (eines Fahnes) en el que, en gruesos caracteres, pedían pan barato, traje español y la expulsión o muerte de Equilache. Luego se dirigieron al Palacio Real y, como en el camino encontraron al duque de Medinaceli -hombre bien quisto por la gente porque es rumboso3- le pidieron como a padre del pueblo4 que intercediera ante el monarca para que les permitiese presentarle unas peticiones5. Pero, una vez frente a la residencia regia, recomenzaron los vivas al rey y mueras a Esquilache, y los duques de Medinaceli y de Arcos tuvieron que dirigirse a la multitud con buenas palabras para disuadirles y que se disolvieran.

Lo hicieron, pero dividiéndose en grupos que recorrieron las calles sin dejar entera una farola y muy pocas ventanas. Detenían los coches para ver si se hallaba en ellos el secretario de Hacienda y, poniéndoles un cuchillo en el cuello a los viajeros, les preguntaban si deseaban que Esquilache muriese. Dos veces ha estado el propio embajador de María Teresa de Austria a punto de perder la vida. Cuando se dirigía a Palacio para asistir a un besamanos, le dieron el alto pero el coche no se detuvo inmediatamente y una lluvia de piedras cayó sobre él de todas partes. Le salvó la habilidad con que pudo desviarlas o detenerlas con la capa. Pero luego se abalanzaron sobre él varios rebeldes, espada en mano, y, sólo cuando les hizo comprender que el coche había seguido adelante contra su propia voluntad y la del cochero, le preguntaron amistosamente de dónde era y si deseaba la muerte del marqués de Esquilache y pudo responder que era un austríaco, buen amigo de la nación española, a quien por tanto poco podía importarle el marqués italiano. Así que lo dejaron proseguir gritando viva, viva...

Y el caso es que el tumulto va en aumento. Los soldados de la guarnición han rondado toda la noche del 23 al 24 y se han enviado correos a las poblaciones vecinas para que las tropas que hubiere se pongan en pie de armas. Pero los choques han sido ya sangrientos; han muerto unas cien personas de ambos bandos. El rey ha mandado varias veces al duque de Medinaceli para capitular con los rebeldes...

Antes de cerrar esta carta, Lebzeltern añade un Postskript: de pronto todo se ha trocado en júbilo y regocijo y se ha impuesto la paz; a la segunda vez que el monarca ha enviado a Medinaceli con la promesa de concederlo todo, los atumultuados han respondido enérgicamente al duque que no cederían hasta que el monarca en persona les diera seguridad de ello, y por escrito. Han llegado a hablar de enviar veinte diputados a

3 Según FERRER (1856), II, 16. 4 “Vater des Volk”. 5 Esto, en BERICHTE (1972), III, 337-9. En cambio, en las Noticias acaecidas en Madrid desde el

Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo, BNL/R/PBA, 636, f. 296v, se dice que obligaron al De Medinaceli a bajar del coche y a volver a palacio a pedir al rey que les entregara a Esquilache. En el mismo sentido, sobre él y el duque de Arcos, relato Para Juan Antonio Villar..., BNL/R/PBA, 636, f. 344v.

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Carlos III para hacerle saber que, si no, podría haber malas consecuencias para la Corte. Así que el rey ha terminado por salir a un balcón y, en un breve discurso, les ha pedido que le hicieran llegar las demandas. Lo han hecho por medio de un sacerdote, por escrito, y, como se las ha concedido, ahora andan por toda la ciudad gritando viva el rey.

Parece que el monarca ha nombrado para suceder a Esquilache en Hacienda a don Miguel de Múzquiz, a quien Kaunitz debe conocer porque acompañó a Génova como secretario a la gran duquesa de Toscana (la infanta María Luisa de Borbón) en el viaje nupcial, cuando iba a casarse con el gran duque Leopoldo; en cuanto a la Secretaría de Guerra –el otro cargo de Esquilache-, se la ha confiado interinamente al secretario de Gracia y Justicia, don Manuel de Roda6, en la duda de designar para ese cargo a don Gregorio Muniáin o al conde de Aranda, y no a Gazzola (militar destacado, como los dos anteriores), como han pensado algunos, porque es italiano igual que Esquilache.

También el lunes 24 de marzo, escribe al duque de Choiseul el embajador francés, d’Ossun, sendos despachos diplomáticos, uno sobre un asunto que les trae de cabeza, el de la visita a los barcos franceses por las autoridades aduaneras españolas, y otro sobre las reformas militares que se llevan a cabo en Méjico. Ni una palabra acerca del motín. Y no por ignorancia, sino porque su compañero el abate Beliardi, cónsul de Luis XV ante Carlos III, se encarga de contárselo el mismo día al propio duque y al también duque de Praslin. El motín, sin embargo, impide que salga en esa fecha el correo. El embajador d'Ossun añade por lo tanto una posdata:

“P.S. Cette lettre devoit partir le Lundi 24 par la poste ordinaire"7.

Al día siguiente, Martes Santo, 25 de marzo, el conde de Revillagigedo escribe al arzobispo de Toledo, a quien pertenecía entonces la jurisdicción eclesiástica de Madrid. Le pide que dé orden a los priores de conventos y a los curas para que convenzan al pueblo de lo bueno que ha sido el rey y de la rendida obediencia y veneración que deben a la más leve insinuación del monarca.

“Lo acaecido el primer día -añade- se puede creer efecto de una justa confianza en S.M. como tan conocido por Padre piadoso, lo de hoy se mirará como regocijo natural en acción de gracias por los beneficios que han recibido de la liberalidad del Rey, pero si ya no se aquietasen enteramente, sería por todos respectos feísimo”8.

Parece adivinar lo que va a suceder.

En efecto. El martes 25, a las cuatro de la madrugada, ya ha empezado a escribir al duque de Módena su propio representante en la Corte española, Giuseppe Paolucci. Le

6 BERICHTE (1972), III, 337-9. Paolucci, 1 de abril de 1766, dice en cambio Grimaldi y añade lo que

sigue arriba, sobre optar entre Muniáin, Aranda o Gazzola para la Secretaría de Guerra: ASMo/CD/E, 83, exp. 2c.

7 MAE/CP/E, 545, f. 222. Ratifican que la gente no dejó que saliera ningún correo de Madrid Pucci a Tanucci y Vega a Tanucci, ambos el 31 de marzo de 1766, ASN/E, leg. 4.883. No hallamos las cartas del 24 de marzo de Beliardi a Choiseul y Praslin; consta su existencia en la minuta de BNP/M/FR: 10.767, f. 419. También escribe en esa fecha a Sainey y Magalhon.

8 Carta de 25 de marzo de 1766, ADT/CCT, leg. 6, carp. 14 (Cédulas Reales...), exp. 10 (Cartas originales...).

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envía dos despachos: en uno se refiere a la situación de las relaciones de Carlos III con los ingleses y los norteafricanos y en otro narra los acontecimientos de Madrid. No duda de su dimensión: se recordará siempre, como un suceso memorable en la Monarquía Católica, el hecho estrepitoso e insólito que ha sucedido en esta Corte entre el Domingo de Ramos y el Lunes Santo a las cinco de la tarde9.

Según él, durante la semana anterior -del lunes 17 al domingo 23-, se habían paseado por Madrid -arditamente- varias partidas, pequeñas, de gente ataviada con capa con el objeto de violar la orden de Carlos III contra la capa larga y el chambergo; lo hacían presentándose descaradamente en los lugares públicos e incluso ante los centinelas de los cuerpos de guardia repartidos por la ciudad. Al cabo, el domingo 23 a las cinco y media de la tarde, se atumultuaron grossisime partite di popolo, armadas de muy diversa suerte y con largas varas que sostenían en la punta un gran sombrero, símbolo de la protesta. Después había venido el asalto a la casa de Esquilache y demás actos que hemos dicho. Y al día siguiente, 24 por la mañana, la manifestación ante el Palacio, un enfrentamiento a pedradas con la Guardia Walona y la exigencia de que el rey aceptase unos capítulos. Conseguidos los cuales, ahí había acabado todo... hasta el martes mismo por la mañana -el 25, cuando escribe-, en que se ha corrido la voz de que la familia real ha abandonado Madrid por la noche y la gente se ha vuelto a atumultuar. Se comenta además que hay motines también en Alcalá, Segovia y Ocaña10.

Aún el Martes Santo, escribe por vez primera a su gobierno sobre lo ocurrido en la Corte española el embajador de la república de Génova, Batta Zoagli. La suya es asimismo una nota sucinta, apresurada y sin novedad, que en pocas líneas narra los hechos principales a que nos vamos refiriendo. Espera, dice, que la carta les llegue a los Serenisimi Signori de Génova; los atumultuados han cortado todas las salidas de Madrid y el correo no puede partir. (No podrá hacerlo hasta el Miércoles Santo, 26 de marzo de 176611.)

Pero, aparte, alguien empieza a redactar el mismo martes 2512 un primerísimo relato de los sucesos de esos días que el propio Zoagli enviará anejo a su despacho siguiente, ya el lunes 31. Relatos como éste se multiplicarán en esos días y correrán por toda Europa. El que envía Zoagli está escrito en castellano y da testimonio del odio hacia Esquilache además de reducir la causa del motín al decreto sobre las capas y sombreros:

“El implacable odio, con que ha días que todo el Reino y esta Corte mira al Marqués de Squilace, y sus providencias, especialmente la últimamente dada de

9 “Tornerà sempre un epoca memorabile in particolare ai posteri di questa Monarchia il fatto

strepitoso, e senza esempio in questa Corte, accaduto avanti jeri Domenica delle Palme, ed aumentatosi poi con le più tragiche scene sino alle cinque del dopo pranzo di jeri.”

10 ASMo/CD/E, 83. Mucho más lacónicamente, el 25 aún, informa el nuncio Pallavicini al secretario de Estado romano. Se limita a advertirle que ha estallado un tumulto en Madrid y, dicen, en algún otro lugar del entorno. También dicen que el rey se ha ido a Aranjuez. No sabe en qué podrá parar todo esto: ASV/SS/S, 301, f. 170-170v. Aparte de los informes contenidos en los despachos del nuncio, hay dos borradores de relatos del motín de Madrid, sin firma, en ASV/ANM, 133, f. 56-66.

11 Hasta la quarta feria, dice Aires de Sà, 28 de marzo de 1766, BNL/R/PBA, 636, f. 320. 12 Está fechado el 25 de marzo de 1766 pero vamos a ver que habla también del 26. Probablemente,

fue redactado el 25 pero se añadió algún detalle en las horas siguientes. Está en ASG/AS, leg. 2.480.

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prohibición de sombreros redondos, y demás que incluye la copia del adjuncto Decreto [sic], de que le hacen autor, y las estorsiones [sic] que para su cumplimiento los Ministros inferiores han ejecutado, prendiendo a varias gentes, llevándolos a la Cárcel de Corte, donde se les cortaba una cuarta u palmo las capas, y exigía las multas, y otros derechos, ha sido causa, al parecer, de que los días 23, 24, 25 y 26 del que acaba, fuesen para esta Corte días de Juicio a causa del motín que en ella se ha padecido.”

Días de Juicio –se refieren al Juicio Final- repite todo el mundo.

Pero este anónimo no desecha la posibilidad de que el motín se haya promovido intencionadamente. Ratifica, en este sentido, lo escrito por Paolucci según vimos: el Domingo de Ramos, 23, y en días anteriores hubo gente vestida con capa larga y tocada con el chambergo “sin duda con el ánimo de fomentar el tumulto”. Y comenzó éste el domingo -por casualidad, o por acuerdo, añade- a las cuatro y media de la tarde en la plaza de Antón Martín, cuando un soldado del cuartel que allí hay quiso prender a uno que iba vestido de esa guisa,

“y habiéndole el paisano dado en el brazo una gran cuchillada, se congregó un gran número de gentes alabando su acción, y vituperando la del soldado, fue de cada instante aumentándose el concurso, que luego tomó extensión por todas partes con las voces de viva el Rey, muera Squilace y el mal gobierno, precisando a cuantos encontraban a que los sombreros, que llevaban de tres picos, los pusieran redondos, no perdonando ni a las personas más autorizadas, como Grandes y Embajadores, ni a las ínfimas, pues hasta los cocheros y lacayos los hicieron ejecutar lo propio”13.

“[...] yo he visto atravesar así [con el sombrero redondo] la plaza del Palacio al nuncio Palavicini, que lo era entonces en Madrid”, dirá en su madurez el conde de Fernán-Núñez14.

En el despacho del Lunes de Pascua, 31 de marzo, Batta Zoagli advierte que aquel relato en castellano que hemos dicho que adjunta, ha sido hecho por un español que estuvo presente en la mayor parte de los sucesos y que le merece confianza, aunque no oculta que halla en él cierta animosidad contra el ex ministro de Hacienda15.

Por lo demás, la idea de que el motín ha sido provocado empieza a divulgarse. El mismo Martes Santo 25 de marzo se lo apunta desde Madrid un corresponsal del Cabildo catedralicio de Valencia:

“adjunta va la Gazeta, en la que no se expresa la novedad que hay en esta Corte, que se reduce [a] hallarse todo el pueblo conmovido, y tomado todos las armas, dicen ser porque se bajen los víveres, por hallarse muy subidos, no se sabe el paradero que tendrá, pues empezó el sábado a las 8 de la noche y cada día se va poniendo de peor calidad, habiendo sucedido bastantes muertos y heridos, Dios

13 ASG/AS, leg. 2.480. En la carta sin firma de 25 de marzo de 1766 que se conserva en FUE/AC,

41/49, dice a las cinco y media y que en la plazuela de Antón Martín fue donde aparecieron ciento cincuenta hombres con capa larga y chambergo, quienes bajaron por la calle del Prado, que es donde se encontraba en cuartel de granaderos.

14 Cfr. FERNÁN-NÚÑEZ (1898), I, 199-200. 15 Todo esto, en ASG/AS, leg. 2.480.

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asista a los que lo han conmovido, para para [sic] conocimiento de la enmienda y menos ofensas a Dios”16.

Noticias y reflexiones de un geómetra

También el Martes Santo 25 de marzo, un geómetra, seguramente jesuita del Colegio Imperial de Madrid17, redacta una misiva para una persona cercana -amiga- y le explica lo que está ocurriendo en la Corte desde el día 23: “No cumpliría yo con mi afecto –empieza- si no le diera a vuesa merced alguna razón por mayor siquiera de lo que aquí hemos visto, y ya sabe vuesa merced que un geómetra por instrucción es verídico, y yo añado el serlo por naturaleza como vuesa merced sabe, y así hablaré de las cosas como son y se confiesan, las ciertas como ciertas y las dudosas como dudosas.” Hacía dos o tres semanas que había aparecido un cartel donde se afirmaba que estaban preparados ciento cincuenta hombres “para levantarse para tal día si no se mudaban las determinaciones y las cosas que convidaban al público a que por bien de la patria se levantase [?]. Como el perro ladrador es mal mordedor –comentaba de su cosecha el geómetra-, no se creyó que estos que ladraban tan de antemano mordiesen de modo alguno y así se hizo poco o ningún caso teniéndolo por mera bravata. Pero el efecto probó lo contrario, pues el día de Ramos (aquí más pareció señal de guerra la oliva que de paz y en lugar de darla a Minerva se la entregaron a Palas o a Marte; pero dejemos esto a los predicadores, que dirán lo que quisieren como suelen) el día de Ramos digo, a las 5 y media de la tarde aparecieron cosa de los 150 hombres armados de capas y sombrero chambergo (modo con que ya contra el decreto común [?] habían andado algunas gavillas por algunos días, sin hacer caso ni de los soldados ni de la justicia) en la plazuela de Antón Martín, bajaron por la calle del Prado y, queriéndolos detener un cuartel de granaderos bastante numeroso que hay allí, sacaron todos los 150 las espadas, y los granaderos los dejaron pasar, y llegaron a casa de Esquilachi [sic] y quebraron todas las vidrieras y todo el común dice [sic] que entraron en su casa y en las despensas, y sin emporcarse en la menor cosa lo hicieron pedazos todo arrojando hasta las botellas de vino esquisito [sic] por el suelo”18.

Luego, por la Plaza Mayor, se dirigieron a Palacio, sólo que, para entonces, ya se les había sumado el infinito pueblo y, por otra parte, les esperaba armada la tropa que se hallaba ese día en Madrid y que podía ascender a dos mil soldados. Pero no hubo refriega, sino algún que otro tiro y tal cual desgracia.

Toda la noche del 23 al 24 se la pasaron los atumultuados en continuo alboroto y una de las cosas que hicieron, “o por orden de los sostenedores del tumulto, o sin ella”, fue lo de destrozar 4.800 farolas: casi cinco mil doblones, a doblón por farola.

16 Lucas Pita al Cabildo, 25 de marzo de 1766, ACV, núm.. 4.919 (Cartas de Madrid y otras partes de

los Años 1765, 1766, 1767), s. f. 17 Porque habla en la carta, según veremos, de que “el Provincial envió también dos [padres], uno el

misionero Ortiz”: carta sin firma, 25 de marzo de 1766, FUE/ACE, 41-49. 18 La versión es distinta en la carta sin firma ni destinatario, 25 de marzo de 1766, FUE/AC, 43/7, exp.

R 3ª = Pza 4ª = n 4 = Foxas 104, f. 1v: la gente se juntó en el Paseo de las Delicias a las cinco y media de la tarde y, desde allí, entró en Madrid. A las seis y media, ya eran cerca de dos mil personas y habían formado cuerpo de motín. Entonces se dirigieron a casa de Esquilache. A las ocho y media ya eran más de cuatro mil los amotinados.

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Para entonces, ya estaban todas las calles de la Corte llenas de gente. En la mañana del Lunes Santo, 24 de marzo, eran más de 50.000 los atumultuados, además de otras cuadrillas. Inundaban el trayecto de la Plaza Mayor hasta el arco de Palacio. Fue entonces cuando los valones y algunos blanquillos, desde las troneras de sus cuarteles, dispararon sobre la multitud y mataron a veinte o treinta entre hombres y mujeres, “según el común sentir”.

Pero ¿qué eran treinta rebeldes abatidos si sumaban cincuenta o sesenta mil los atumultuados?

Además, al ver sangre, los paisanos tomaron las espadas e hicieron refugiarse a los valones entre la Guardia Española. Murieron aun así cinco o seis de aquéllos –los valones-, a dos de los cuales unos muchachos llevaron arrastrando por las calles, “como llevan a un toro”, y quemaron sus cuerpos junto a la puerta de Toledo (“porque dicen que no se quisieron confesar y que el uno escupió al Cristo”).

Los demás valones fueron retirados por la Guardia Española simulando que los llevaban presos. Y, respecto a la Guardia de Corps, que llegó de Palacio a la Platería, los obligó a volver la gente con unas lágrimas de San Esteban (entiendo que a pedradas). Así que los rebeldes quedaron a sus anchas, ya que los guardias llamados “españoles” no dispararon un tiro; “antes bien los victoreaban, y aun hay quien dice –atención a esto- que había soldados de ellos disfrazados entre el tumulto”.

De la iglesia de San Gil, salió un padre a calmarlos “con una soga en el cuello y una corona en la cabeza (vuesa merced dirá de esto lo que quiera)”. Los amotinados le dijeron que se fuese a predicar a otra parte. Pero el religioso les replicó que iba de parte del rey para que le dijesen qué querían y así lo hicieron.

Por su parte, el provincial –se comprende que jesuita- envió también dos frailes: primero un misionero llamado Ortiz, a quien los atumultuados permitieron decir ocho o diez palabras, pronunciadas las cuales le hicieron detenerse diciéndole que no era tiempo de predicarles, que eran cristianos y no pedían sino ver al rey y libertar a la nación de la opresión de extranjeros sin la menor injusticia, y así que se volviese en paz; de manera que el religioso volvió a casa, acompañado por treinta o cuarenta hasta la portería, y salió el segundo jesuita, el de Malpica, con el estandarte de la fe (un detalle importante porque se hablaría más tarde de que habían desfilado en el tumulto unos soldados de la fe, que acaso no eran sino los que rodearon al jesuita; aunque, de la carta que sigo, parece desprenderse que fueron los atumultuados que habían acompañado al padre Ortiz y vieron que salía el padre Malpica quienes igualmente “le hicieron creer que eran cristianos y que debía volverse a casa como lo hizo”).

También hicieron apear al inquisidor general para que los acompañase a un cuartel, de donde reclamaban a uno –acaso un valón-, hasta que, como vieron que no abrían, dejaron ir en paz al eclesiástico.

Y, en la habitación del gobernador del Consejo de Castilla19, dispararon varios balazos contra la puerta y lo llamaron yo el mal sacerdote adulador, y que tenía mucha

19 Dice el Presidente de Castilla, un error interesante, porque el que presidía entonces el Consejo, el

obispo de Cartagena, no lo hacía como presidente sino como gobernador y, en cambio, lo haría como

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parte en tantos males20. (Se decía que el gobernador en cuestión, el obispo de Cartagena, había respaldado la medida de Esquilache contra la capa larga y el chambergo21.)

De Palacio habían salido, para calmarlos, el conde de Oñate, el duque de Medinaceli y otros. Pero no consiguieron nada y eran las cinco de la tarde del lunes; los atumultuados respondían que no querían intérpretes, sino ver a Su Majestad, a quien dirían lo que querían. Así que el monarca tuvo que obedecer a la fuerza y salir al balcón de Palacio con toda la familia real, “llorando según dicen como un niño”. Hizo que la multitud se acercase y les habló así22:

“Hijos, yo no sabía nada de vuestros males, decidme qué queréis, que todo os lo concederé.

"Señor, dijeron los comisionados, lo 1º que salga Esquilaci [sic] del Reino con toda su familia.

“Está concedido, dijo el rey. “2º Que el Ministerio sea todo español. “Concedido, dijo Su Majestad. “3º Que se quite la Junta de Abastos. “Concedido. “4º Los bastimentos más [sic]. “Tenéis, dijo el Rey, el pan a 8 cuartos, aceite [?] etcétera. “5º Perdón general a todos. “Concedido también. “En estos capítulos varían [?] algo. Y dicen que tuvo que firmarlo [sic]. Y

hecho esto se volvieron enjambres de hombres y mujeres, habiendo pactado también que saliesen los Walones, a sus casas como triunfantes, y fue alta providencia de Dios porque dicen públicamente que tenían para anoche determinado apoderarse del almacén de la pólvora, quemar el cuartel de Walones, la casa de Esquilache, la del Presidente23 y aun el Palacio, y así mismo ir de casa en casa y obligar por fuerza a los vecinos a seguirlos. Véase con estos principios qué noche troyana esperaba a Madrid. Dios por lo menos por ahora lo ha dispuesto mejor.

“Aquí –prosigue el sacerdote- tuvimos todo el día el Sacramento descubierto, porque los tumultuados no dieron la menor señal de irreligión pues quebrantando

presidente su sucesor, el conde de Aranda. Como mínimo, la carta prueba que la denominación presidente no fue tan novedosa cuando se hizo este nuevo nombramiento; parece que la usaban ya algunos.

20 Lo que leo exactamente la carta es esto: “Al Presidente de Castilla le insultaron y llamaron con varios valazos a la puerta, yo el mal sacerdote adulador, y que tenía mucha parte en tantos males.”

21 En este sentido, “Relación puntual y berídica del Motín, y lebantamiento general acaecido en la Villa de Madrid en los días 23, 24 y sigtes de Marzo de 1766”, FUE/AC, 43/7, exp. R 3ª = Pza 4ª = n 4 = Foxas 104, f. 14v. Otra copia, ibidem, 22-8v.

22 Desde aquí, introduzco puntos de aparte en lo que, en la carta que transcribo, es un párrafo único. Los parlamentos, los comienzo añadiendo asimismo un guión.

23 Supongo que del Consejo de Castilla, aunque a la sazón no había presidente –lo sería días después el conde de Aranda- sino gobernador, según he indicado en una nota anterior.

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4.800 faroles dejaron encendidos los que había a las imágenes, ni hubo robos, ni violencias.

“Pero lo que aquí causa más admiración es que de 4 partes de Madrid las 3 certísimamente estuvieron encerradas en sus casas; con que no se sabe de dónde salió tanta multitud, en la cual no se ha oído que hubiese siquiera una persona visible, ni conocida, aunque muchas excelentemente trajeadas a la moda, esto es con capa, chapeo, pistolas etc.

“Dicen que Muzqui [sic] es secretario de Hacienda, y Muniáin de Guerra, y Esquilace [sic] bien puede ver por dónde vuelve, y por dónde lleva la manada de sus hijos, para que no los acochinen a todos, y acabe de ver si los españoles son collones.”

(Se atribuía a Esquilache haber insultado así a los españoles24.)

“Ahora sabemos que la Corte se ha ido a Aranjuez, sin salir el Rey en público. Yo no sé quién le aconseja, pienso que no lo acierte en esto, y que si se hubiera quedado y dejádose ver lo llenaran de aclamaciones pues contra su persona nada tenían los del tumulto.”

Luego el rumor: “De Toledo, Aranjuez y Talavera corre levantamiento también.”

Y dos notas puestas a vuela pluma, según le llegan más noticias:

“1) Para prueba de mi sospecha acabo de saber que el Rey se ha ido como oculto a Aranjuez y que el tumulto ha ido a casa del Presidente [del Consejo de Castilla], lo han hecho bajar, lo llevan consigo [?] más de 5 ó 6.000 personas en su coche a Aranjuez para hacer venir al Rey, y que no vendrán sin él, y han cogido todas las puertas de Madrid y no dejan salir un carro siquiera, ni que vaya criado alguno del Rey al sitio.

“2) Ya ha vuelto el tumulto al Gobernador [del Consejo] desde el camino y le han dicho que junte todo el Consejo, que determine que vuelva el Rey, que presida sus procesiones de Semana Santa y que, si no, la Plebe vendrá [?] o los tumultuados señalarán quién gobierna a Madrid mientras tanto, y lo dejo porque cada instante es una novedad.”

(No es que el gobernador fuera a Aranjuez y regresara tan rápido, sino que los atumultuados le habían hecho ponerse en marcha primero pero luego se arrepintieron y pensaron que era mejor que escribiera al rey –para que regresara- y ellos llevarían la carta. Sin duda era una forma de tenerlo en rehenes.)

“Son las diez de la noche –escribe otro corresponsal el mismo día 25 de marzo- y, como no ha venido noticia de Aranjuez, está el pueblo sobre las armas y no se aquietará hasta que S.M. venga a Madrid”25.

24 A “la insolencia de una gavilla de collones españoles, como son todos los más de esta, si católica en

el nombre, infiel nación en sus obras”, atribuía Esquilache el motín de marzo de 1766 en un “Diálogo o discurso ymaginario entre el Marqués de Esquilace y el de la Ensenada, habiendo éste pasado a despedirse de aquél en el primer Lugar en que hizo tránsito, quando salió desta Corte para Italia”, anónimo que se conserva en BNM, ms. 5819 (Colección de varios manuscritos), f. 10.

25 Carta sin firma ni destinatario, 25 de marzo de 1766, FUE/AC, 43/7, exp. R 3ª = Pza 4ª = n 4 = Foxas 104, f.

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Las noticias del 26 de marzo, hacia Italia

A las diez de la noche del Martes Santo 25 de marzo de 1766, es el corregidor de Madrid quien escribe al secretario de Estado, don Jerónimo Grimaldi –italiano por cierto-, que está ya en Aranjuez con la familia real. Le da cuenta de que, como sabemos, el motín se ha reanudado al saberse la ausencia del monarca. Según todas las crónicas, al monarca lo habían amedrentado de tal suerte los sucesos del Martes Santo 24 de marzo, que por eso entre la una y las dos de la madrugada del día 25 salió del Palacio Real por una puerta secreta, andando, y en la de San Vicente tomó el coche que le había preparado al efecto el duque de Medinaceli para pasar a Aranjuez con toda la familia real, incluida la reina madre, Isabel Farnesio, ya muy enferma, y 350 guardias de Corps. En otros coches le siguieron los embajadores de Nápoles y Holanda y toda la familia Esquilache, los duques de Medinaceli y Losada, los secretarios de Estado y Gracia y Justicia -Grimaldi y Roda- y el embajador de Francia, entre otros. El equipaje de los reyes no pudo ser sino liviano y, llegados al Real Sitio, tuvieron que depender de la generosidad de la nobleza incluso para comer26, por más que luego se dijera que no habían hecho sino adelantar la partida que tenían prevista, es cierto, para el miércoles de Pascua de Resurrección27.

En Madrid, la ausencia de los reyes la descubren las crecidas cuadrillas de mujeres, cada una llevando su palma28, que a las siete de la mañana del día Martes Santo 25 se reúnen y acuden otra vez a Palacio con el fin de vitorear al rey y darle nuevamente las gracias por lo que había concedido. Desde ese momento, los comportamientos pasan a ser los de unas gentes convulsas que sienten el inminente peligro de que el monarca asedie militarmente Madrid para acabar con lo que, en último término, ha sido una toma del poder por el pueblo:

“empezaron a levantarse y a clamar por el rey, que no eran traidores, y sí reconocidos vasallos que le adoraban y verterían hasta la última gota de su sangre por su conservación, animándose todos a pasar al Sitio [de Aranjuez], para suplicarle se restituyese a Madrid, dejándose ver de sus vasallos, pero por ser tanta la distancia y ser vulgo sin medios para el camino, se contentaron con ponerse a todas las puertas y a los caminos adherentes al del río para no dejar pasar persona alguna, coches, ni carruajes, ni menos el agua y demás provisiones para las reales personas”29.

Se trataba, ya vemos, de sitiar por hambre a la real familia para que regresara.

Piquetes de individuos armados, además, recorrían los campos vecinos obligando a entrar en Madrid a cuantos encontraban30.

26 Cfr. relato Para Juan Antonio Villar..., BNL/R/PBA, 636, f. 345v; relatos anónimos de ASV/ANM,

133, f. 59 y 65v, y el de 25 de marzo de 1766 anejo a Zoagli, 31 de marzo, ASG/AS, leg. 2.480. El de Holanda era M. Doublet: Paolucci, 8 de abril, ASMo/CD/E, 83, exp. 2c.

27 Cfr. Grimaldi al marqué de Almodóvar, 27 de marzo de 1766, BNL/R/PBA, 636, f. 319. 28 Noticia de lo ocurrido..., f. 5-6v. 29 Noticia de lo ocurrido..., f. 5-6v. 30 Según el relato anónimo de ASV/ANM, 133, f. 59v.

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Era una sucesión de reacciones defensivas que, a veces, se contradecían o rectificaban. Clamaban por que el monarca volviese, pero añadían que, si no, habían de abrasarlo todo; fueron a casa del gobernador del Consejo de Castilla, lo sacaron de la cama y, sin tomar chocolate31, le obligaron a encaminarse a Aranjuez con otro consejero y con un alcalde de corte para que comunicasen al rey la amenaza:

“así lo ejecutó Su Ilustrísima poniéndose en coche y rodeado de un numeroso gentío de hombres y mujeres con palmas, lo llevaron hasta fuera de la Puerta de Toledo, mas a corta distancia, le hicieron parar el coche y tuvieron su junta, y de ella salió el que volviera a Madrid, advirtiendo se quedaría allá y el pueblo sin cabeza, ni respuesta, y que sería más acertado que Su Ilustrísima escribiese a Su Majestad y llevase el pliego persona de la satisfacción de éstos”32.

Así que, rodeado el coche por más de dos mil, varios de ellos subidos a los estribos y en conversación -entre éstos un carnicero, nos dice un relator que debía tener por cosa grave que fuera el suyo oficio vil33-, se devolvió el gobernador del Consejo a su casa y se le hizo escribir al monarca con el ruego de que tornara a Madrid; un paje del obispo de Cartagena leyó el escrito a la gente subido a la verja de la iglesia de Santo Domingo y el representante del pueblo partió a caballo hacia el real sitio34. Lo propio hicieron, además, con el recién nombrado ministro de Hacienda: Múzquiz estaba a la sazón preparando su propio coche y equipaje para ir a Aranjuez; le impidieron salir sin embargo y él mismo se ofreció a escribir al monarca35.

“[...] en este día -anota uno de los anónimos relatores- empezó la oposición contra los italianos, que aún no se ha acabado ni se acabará hasta que se extingan del reino”36.

Durante el día, la gente ha recorrido en cuadrillas la villa y Corte sin molestar a nadie ni robar, aclamando al rey; aunque han soltado a las damas que había recluidas en la Galera (la cárcel de mujeres) y la casa de San Nicolás y han tomado las armas del cuartel de Inválidos, con las que disparaban al aire. A las diez de la noche casi todos están ya en casa.Pero, en la noche del 25 al 26, el alboroto continúa y el terror colectivo progresa:

“desenfrenadamente [los rebeldes] se apoderaron de las armas blancas que encontraron en las prenderías, quitándolas también a los que transitaban por las calles, y de todos los cuarteles de Inválidos sacaron todos los fusiles y bayonetas,

31 Noticias acaecidas en Madrid desde el Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo, BNL/R/PBA,

636, f. 298v. 32 Noticia de lo ocurrido..., f. 5-6v. 33 El del relato Para Juan Antonio Villar..., BNL/R/PBA, 636, f. 346. 34 Cfr. Noticias acaecidas en Madrid desde el Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo,

BNL/R/PBA, 636, f. 299. 35 Según el relato Para Juan Antonio Villar..., BNL/R/PBA, 636, f. 346. 36 Noticias acaecidas en Madrid desde el Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo, BNL/R/PBA,

636, f. 299.

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espadas, sables y tambores [...] clamando venga el rey, que si reclutaban armas era para defenderse de la tropa que se recelaban estaba mandada venir”37.

Luego ocuparon los almacenes de pólvora y se precipitó el ejercicio de la justicia revolucionaria (que era una forma de mover la adhesión): apoderados de todas las puertas de entrada a Madrid, hacían entrar a todos los viajeros y traficantes sin pagar derechos de sus mercancías; obligaron a abril las galeras y a liberar a todas las mujeres que estaban presas. Ante las noticias, los presos de la Cárcel de Corte se alborotaron también; no querían encerrarse en los calabozos al anochecer, según costumbre, al saber lo que pasaba afuera; hasta el punto de que el gobernador de la Sala, De la Mata, tuvo que llamar una partida de soldados blanquillos y amenazar a los presos con dispararles; lo que les infundió tal miedo, que ciertamente se encerraron.

“[...] parecía día de juicio -escribe uno de los anónimos-, por una parte venía una cuadrilla de amotinados con sus armas, tambores y banderas, y por otra venía otra de mujeres con sus banderas, que en esta ocasión han sido peor que los hombres, pues una tuvo valor de dar una navajada a un valón que lo despanzurró, y murió a sus pies, otras llevaban pistolas, y todas cargadas de piedras, de forma que las más temidas eran ellas”39.

Detenían a cuantos veían pasar, aunque fuesen oficiales o grandes de España; les obligaban a ponerse el sombrero redondo y les hacían decir viva el Rey, muera Esquilache y la puta de su mujer, y les cortaban los cordones de los sombreros, de manera que los dejaban en ridículo40.

Durante la noche del miércoles 26, las gentes apedrearon, escopetearon y rompieron todos los vidrios de la casa del arquitecto Sabatini y lo que, en la primera velada, había sido un consumo premeditado a cuenta de Esquilache, ahora olvidó las formas: “lo restante de esta noche fue todo alboroto y borrachera llamando a todas las puertas de grandes y chicos con intento de que todos saliesen a la calle con ellos”41. Esto según unos. Porque otros afirmaron “que siempre se conoció una especie de subordinación a algunas personas, que sin duda fueron las motoras de este tumulto [que] al parecer fraguaron con anterior premeditación”42. Iban por las casas de trato y por los figones, a comer y beber; aunque en muchos pagaban. Cierto que a varias gentes de porte les pidieron dinero para hacerlo43. Llegarían los atumultuados, en la mañana del 26, a

37 Noticia de lo ocurrido..., f. 5-6v. En el relato anónimo de ASV/ANM, 133, f. 59v, se habla de

setecientas escopetas con sus bayonetas, recién llegadas de Barcelona para un regimiento nuevo. Otros detalles de lo mismo, en Paolucci, 1 de abril de 1766, ASMo/CD/E, 83, exp. 2c.

38 Cfr. minuta de respuesta de Peñacerrada al Consejo de Castilla, AHN/C, leg. , f. 20. 39 Noticias acaecidas en Madrid desde el Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo, BNL/R/PBA,

636, f. 299. 40 Noticias acaecidas en Madrid desde el Domingo 23 de Marzo hasta el 26 del mismo, BNL/R/PBA,

636, f. 299v. 41 Noticia de lo ocurrido..., f. 6v-8. En el mismo sentido, Paolucci, 1 de abril de 1766, ASMo/CD/E,

83, exp. 2c. 42 Relato anónimo, 25 de marzo de 1766, anejo a Zoagli, 31 de marzo, ASG/AS, leg. 2.480. 43 Cfr. relato Para Juan Antonio Villar..., BNL/R/PBA, 636, f. 346v.

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concertarse para sorprender y masacrar el regimiento de carabineros reales que se dijo venía sobre Madrid44.

Pero precisamente a las siete de la mañana de este miércoles 26 volvía el emisario de Aranjuez con una carta del secretario de Gracia y Justicia –don Manuel de Roda- para el gobernador del Consejo de Castilla, en cuya casa entraron algunos amotinados para saber lo que decía (queremos estar y oír lo que contiene el pliego, clamaban) y supieron que, otra vez, el rey ratificaba todo lo que había ofrecido el día anterior; pero que no regresaría mientras no dieran prueba de “tranquilidad, quietud y sosiego, sin que por título, ni pretexto alguno de quejas, gracias, ni aclamaciones se junten en turbas, ni formen uniones”45.

Los del Consejo de Castilla dieron e imprimieron un bando por el cual ordenaban a todos los vecinos y habitantes de la villa que se retirasen a sus casas y ocupaciones, sin andar en cuadrillas los hombres ni las mujeres por las calles, con palmas ni sin ellas, y menos con armas de fuego o cualesquiera otras que fueran ofensivas. Era la condición del indulto.

Por su parte -seguía el propio bando- los diputados de los Gremios mayores y los veedores de los menores debían prevenir a todos sus individuos, oficiales, mancebos y aprendices para que se quedaran en sus casas, si es que querían volver a ver al rey46.

“Su Ilustrísima a corto rato con el Consejo se entraron en sus coches acompañados de todo este gentío armado y uno de ellos delante en mula con una bandera que llevaba enarbolada vuelta la cara al Ilustrísimo gobernador, llevándole otro del diestro y el correo de ellos enseñando el pliego a todos se encaminaron a la Plaza mayor donde apeándose el Consejo subió a la casa de la Villa, vulgo la Panadería [...]”,

desde cuyos balcones, todos ellos asomados, incluido el correo (que sostenía el látigo en la mano pese a que estaba presente el gobernador, se nos advierte), leyó la respuesta de Carlos III en voz alta y tres veces, y otras tantas la vitorearon las gentes con muchas descargas y poblando el aire de sombreros y pañuelos en señal de regocijo47.

Los amotinados han entregado las armas que habían tomado en los cuarteles de blanquillos y valones, con otras que llevaban –advierte, en un nuevo añadido, el geómetra autor de aquella carta que transcribíamos-. Dicen que han llegado a 12.000 bocas de fuego, más infinidad de espadas, rejones, puñales y demás.

“No hicieron hurto ni más mal que el regular y dicho, y destruir lo destruible en casa de Esquilache”48.

44 En este sentido, Paolucci, 1 de abril de 1766, ASMo/CD/E, 83, exp. 2c. 45 Roda al obispo gobernador del Consejo de Castilla, 25 de marzo de 1766, impreso, ASV/SS/S, 301,

f. 196. Otro ejemplar, ASV/ANM, 133, f. 174. 46 Fecha 26 de marzo de 1766. Un ejemplar, en ASV/SS/S, 301, f. 198. 47 Noticia de lo ocurrido..., f. 6v-8. 48 Carta sin firma, 25 de marzo de 1766, FUE/ACE, 41-49.

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Peñacerrada certifica que fue tal la mudanza del pueblo en aquella mañana, que todos empezaron a gritar viva el Rey y comenzaron a subir a la Panadería a entregar las armas, al cabo de lo cual se retiraron a sus casas. Por la tarde, ya pudieron salir, como todos los años, las procesiones propias del Miércoles Santo49.

El mismo 26 de marzo de 1766, Esquilache había partido de Aranjuez hacia Cartagena, adonde llegaría el día 2 de abril, con ánimo de embarcarse para Italia50, cosa que hizo el 26, al cabo de un mes de haber huido de Madrid51. Arribaría a Nápoles el día 6 de mayo52. Con él iban los suyos y muchas familias italianas que vivían en Madrid hasta entonces53.

Al principio, el italiano sólo había sido cesado por Carlos III como secretario de Hacienda, pero, el martes 24 por la mañana, ya en Aranjuez con el monarca, como supo que seguía el motín, se había adelantado a dimitir como secretario de Guerra –que era el otro cargo principal que tenía- y a pedirle a Carlos III que le permitiese pasar a Cartagena y de allí a Italia54.

Ya comienza a haber nombres de culpables. Del motín –dice aquel jesuita, el geómetra, en un nuevo añadido a la carta-, se han declarado tres cabezas: un Avendaño y otros dos cuyo nombre debe ignorar porque deja el renglón en blanco; “el Avendaño era sumamente despejado, y había sido calesero, el otro era guitarrero y el otro pastelero”55.

49 Cfr. FERRER (1856), II, 37, dice que la entrega de armas la hicieron en los cuarteles, después de

haber escuchado la lectura de la carta real en la Plaza Mayor. 50 Cfr. Pallavicini, 1 de abril de 1766, ASV/SS/S, 301, f. 187; Paolucci, misma fecha, ASMo/CD/E, 83,

exp. 2c, y Zoagli, 8 de abril, ASG/AS, leg. 2.480. Panizza a Tanucci, 8 de abril, ASN/E, leg. 2.510: ha llegado a Cartagena el 2 por la tarde; “esta Ciudad [de Cartagena] está algo inquieta”; hay prontos dos navíos para que elija el marqués. Del mismo al mismo, 26 de abril, ibidem: ha elegido el San Genaro, que es nuevo y hecho en Cartagena; se embarcó en él con toda su familia el 22; pero los vientos son contrarios y se mantiene en el puerto. Los mismos datos, en Zoagli, 8 de abril, cit. supra: los dos navíos eran de guerra, añade. También, Aires de Sà, 11 de abril, BNL/R/PBA, 636, f. 326.

51 Según Vega a Tanucci, 28 de abril de 1766, ASN/E, leg. 4.883. Paolucci, 29 de abril, ASMo/CD/E, 83, exp. 2c, dice que salió de Cartagena el 22; FERRER (1856), II, 39, el 24; LAFUENTE (1883), 145, el 13.

52 Cfr. Zoagli, 27 de mayo, ASG/AS, leg. 2.480. También, DÁNVILA (1893), II, 354. 53 Cfr. Paolucci, 15 de abril, ASMo/CD/E, 83, exp. 2c, y Paniza a Tanucci, 26 de abril, ASN/E, leg.

2.510: con el San Genaro saldrá para Nápoles otra nave cargada de plomo, Il Triumphante, con muchas familias venidas de Madrid. Del mismo al mismo, 15 de julio, ibidem: el rey le ha comunicado por medio del embajador que pase relación de los gastos y limosnas hechos a los poveri nationali que lleguen a Cartagena para embarcarse hacia Nápoles.

54 Según carta del propio Esquilache a Tanucci, 5 de abril de 1766: cfr. ALCÁZAR (1934), 37. 55 Carta sin firma, 25 de marzo de 1766 (con estos añadidos posteriores), FUE/AC, 41/49.

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El mismo Miércoles Santo, 26 de marzo, el nuncio vuelve a relatar lo ocurrido56. Nada nos dice acerca de los móviles de los atumultuados, salvo lo que sabemos, incluida una singular advertencia acerca de la utilidad que tenía el chambergo no sólo para enmascararse, sino para cubrirse de las inmundicias que caían de las ventanas57. Al nuncio, sin embargo, le preocupa que se hable de un presbítero, aunque sólo se le atribuya el haberse prestado a ser el portavoz del pueblo rebelde. (Se refiere a aquel sacerdote que salió de la iglesia de San Gil y se prestó a llevar al monarca las peticiones escritas de los amotinados, el día 24 en Palacio58.)

Todavía el 26, el embajador de Nápoles da a noticia de todo lo sucedido a don Bernardo Tanucci (miembro de la Regencia que gobierna aquel Reino durante la minoridad del rey Fernando, hijo de Carlo Terzo, como llamarán en Italia a Carlos III)59. Procurará –dice luego el toscano Tanucci- que no aparezca nada en la Gazetta napolitana60 (aunque terminará por ser inevitable y habrá que conformarse con que la noticia sea mínima61). Lo dice desde luego porque sabe que en la Corte española se prefiere guardar silencio, dada la magnitud del despropósito de que la chusma haya hecho huir de Palacio al todopoderoso rey de la Monarquía Católica, uno de los principales del orbe.

El secretario de Estado de Carlos III, el genovés don Jerónimo Grimaldi, ha comenzado por su parte a dar la noticia del motín –él mismo- a los representantes españoles en las diversas Cortes: la sublevación ha tenido lugar, les dice, “con motivo de cierto bando” sobre las capas y chambergos62. Ha sido cosa atribuible al pueblo bajo. “Il est vrai –escribe al duque de Choiseul, el valido de Luis XV de Francia- qu’on ne

56 El basso popolo se atumultuó occasionalmente el domingo 23, pero pasada la media noche todos se

retiraron a sus casas. Sin embargo, volvieron a la carga, con más gente, a la mañana del 24 di buon ora y con la osadía de pedir al rey varias gracias, obstinándose en reclamarlo de esta manera inusitada y resistiendo a la tropa que intentó disolverla. Las gracias en cuestión se les concedieron al dopo pranzo del lunes 24 y los aplausos y los vivas fueron grandes. Pero, a la noche, el rey y la familia real abandonaron Madrid rumbo al real sitio mentado y, a la mañana siguiente, al comprobarlo, la gente volvió a amotinarse: ASV/SS/S, 301, f. 174-5.

57 “[...] la gente amutinata a gridato sempre viva il Re, viva Spagna, Mora Squillace. In oltre obligava tutti calare il cappello in vece di portarlo a tre venti secondo l'ordine era uscito qualche settimane prima per evitare li mali effetti derivanti da quella specie di maschera che risultava dalla cappa e cappello calato; maschera o coperta soportabile quando in Madrid si versava dalle finestre tutto quello che ogn'un sà, ma evitabile ora che il Paese e politissimo.”

58 “Un altra circostanza che devo riferire fin d'ora è n'essendosi capo determinato del sudetto tumulto quando S.M. si determinò ad accordare l'accennate grazie, il duca d'Arcos domando chï averebbe sottoscritto per il Popolo, ed un Prete fù quello che rispose io Signore. Parve al duca impropria la cosa, quel era, onde gli replicò che n'era per lui; allora alcuni dissero l'autoriziamo, ed infatti il tal Prete e quello che l'a sottoscritto”: ASV/SS/S, 301, f. 175v-6.

59 Se desprende de la de Tanucci a Cattolica, 15 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 235v-6v. 60 Vid. Tanucci a Grimaldi, 22 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 244. 61 Vid. Tanucci a Losada, 22 de abril de 1766, ibidem, f. 258. 62Grimaldi a Magallón, 26 de marzo de 1766, AHN/E, leg. 6.550, Correspondencia de oficio… hasta

últimos de Diciembre de este año. Al embajador español en Londres le llegaron las noticias del motín de Madrid el 8 de abril, por cartas de Grimaldi de 26 y 27 de marzo: vid. a Grimaldi, 8 de abril de 1766, AHN/E, leg. 4271, caja 1.

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doit attribuer [le tumulte] qu’au menu peuple.” Se trata de la hez de toda nación, que viene a la Corte a vivir sin trabajar, impulsados por las malas cosechas y la carestía. Eso, y el odio hacia Esquilache y la prohibición de capas y chambergos han sido las causas: “Les mauvaises recoltes precedentes, la charté des vivres, une haine contra Squillace augmentée par l’idée de lui attribuer le defaut de reglement pour l’abondance et un ordre donné pour prohibir une façon de chapeau et manteaux qui masquoit les hommes, excita le tumulte”63.

Un poco de orden: lo que los historiadores han dicho

Pongamos orden en todo esto: los hechos, acabamos de conocerlos, siquiera sea con el apresuramiento de los corresponsales de media Europa, que han ido construyendo la noticia y dándole forma. De Carlos III, sabemos por lo menos que era el monarca de las Españas, Su Majestad Católica, se dice en esos días, del mismo modo que a Luis XV de Francia lo llaman el Très Chrétien, o sea el Cristianísimo (tal como lo traducían los españoles), y a José I de Portugal el Fidelísimo. Pero ha aparecido además un ministro llamado Esquilache –don Leopoldo de Gregorio-, un bando sobre capas y chambergos y la carestía del abastecimiento. ¿Qué hay que decir de todo esto?

Preguntémonos, mejor, qué se ha dicho. Y respondamos que, en la historiografía inmediata a la muerte de Carlos III (1788), lo que acabamos de narrar se presentó como obra de un complot, concretamente jesuítico, que habría justificado el revolucionario cambio de gobierno que siguió (y que inauguró “las reformas borbónicas” por antonomasia: el despotismo ilustrado en España y en Indias, incluida la expulsión de los jesuitas, unos meses después del levantamiento, ya en 1767).

Don Carlos Gutiérrez de los Ríos, sexto conde de Fernán-Núñez, que vivió en los días de los sucesos, fue ya más cauto y se inclinó más bien por aducir que, días y meses antes de marzo de 1766, cuando ocurrió el motín, se había acumulado en Madrid una multitud de hambrientos del resto de España, que debieron sentirse soliviantados por la prohibición de llevar la capa larga y el chambergo que entonces se impuso y, a lo mejor, fueron además azuzados por alguien que tuviera interés en cambiar de gobernantes64.

En los dos siglos que siguieron, ambas maneras de entender lo ocurrido -la de la conspiración y la de los hambrientos- fueron desarrollándose y enriqueciéndose. Durante el siglo XIX, al socaire del triunfo político y cultural del liberalismo, la figura de Carlos III empezó a presentarse con claroscuros, como reformista modélico para unos y como déspota para otros. Y, con la investigación documental propiamente dicha, comenzó a descubrirse la existencia en 1766 de una opinión antidespótica importante, de la que los jesuitas habrían sido principales mentores en lo doctrinal y en lo espiritual. En la segunda pieza fundamental de la historiografía sobre aquellos años, la Historia del reinado de Carlos III en España que elaboró el académico Antonio Ferrer del Río por encargo del rey consorte Francisco de Asís, se inculpaba de hecho a los nobles titulados y a los eclesiásticos en general y a los jesuitas en particular como promotores de un

63 Grimaldi a Choiseul, sin fecha, adjunto a carta de Grimaldi a Magallón, 2 de abril de 1766, AHN/E,

leg. 6.550, Correspondencia de oficio… hasta últimos de Diciembre de este año. 64 Vid. FERNÁN-NÚÑEZ (1898), I, 197-8.

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movimiento -el motín en cuestión- que habría tenido como fin la sustitución del secretario de Guerra y Hacienda, marqués de Esquilache, por el marqués de la Ensenada65.

La expulsión de los jesuitas (repetida en varios momentos del siglo XIX) se había convertido para entonces en un motivo de debate propiamente político, entre liberales, de un lado, y moderados y tradicionalistas de otro, y la obra de Ferrer dio, por eso, lugar a opiniones muy encontradas. Los escritores tradicionalistas (como Pedro La Hoz o Vicente La Fuente) se esforzaron en demostrar que los religiosos habían sido ajenos al motín de Esquilache y que la razón de éste había radicado en rigor en las maldades del ministro. El motín, por lo demás, no habría tenido la envergadura que se le atribuía66.

Años después, aparecía el tomo que se dedicó a los primeros Borbones en la Historia general de España de Modesto La Fuente, quien se limitó a contar lo ocurrido y a exponer las parcialidades sin pronunciarse sobre ellas67.

En las postrimerías del siglo, en fin, entre 1891 y 1894, se editarían los seis volúmenes de la biografía monumental de Carlos III que escribió Manuel Danvila y Collado, por esos mismos días ministro de la Gobernación con el conservador Antonio Cánovas del Castillo. Y Danvila se redujo a afirmar que la implicación de los jesuitas en aquellos sucesos nunca se probó y que le parecía verosímil que latieran en el levantamiento “antiguos y no bien restañados agravios”, además del rigor del ministro extranjero y de la prohibición del atuendo habitual68.

Cierto que esto se decía en obras principales. No entramos –por inútil- en la literatura apologética o detractora, o simplemente oportunista, que asumía la interpretación que convenía más a su argumento, a sus preferencias o a sus intereses, incluidos los de la política o la estética del momento. Pienso en obras como la novela de Fernández y González El motín de Esquilache, donde el motín no es más que la excusa (o, quizá, lo atractivo, por comercial, del título) para una trama que nada tiene que ver con aquella sublevación ni con sus motivos. O en el libro de Fabraquer, publicado sin fecha hacia 1900 por Sempere, el editor de Blasco Ibáñez, donde, asegurando que se basaba en documentos de Gracia y Justicia, de Estado y de Simancas, se repetía la versión ordinaria del chambergo y la capa, la rapiña (aunque también la eficacia) de Esquilache y la maquinación de los jesuitas, y se introducían gazapos tan gruesos como asegurar que Grimaldi cesó como secretario de Estado a raíz del motín69, siendo así que mantuvo ese cargo durante diez años más.

La primera investigación documental propiamente dicha ceñida a los sucesos de 1766 -aparte precedentes menores- no surgiría sin embargo hasta 1947, cuando Constancio Eguía Ruiz, religioso de la Compañía de Jesús, publicara Los jesuitas y el motín de Esquilache, basado en un acopio archivístico muy notable. Eguía reconstruyó

65 1856: II, 135-51. 66 En este sentido, sobre todo, LA HOZ (1859) y LA FUENTE (1867-1868). 67 Vid. LAFUENTE (1883), IV, 122-75. 68 II, 298. 69 La referencia bibliográfica completa, en la bibliografía final.

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el proceso político estricto de 1766-1767 y concluyó que no había prueba de que los jesuitas instigaran aquel levantamiento.

El estudio de Eguía se limitó en rigor a esto pero su libro está sembrado de noticias que serían luego desarrolladas por otros historiadores como explicaciones alternativas de aquellos sucesos, la principal la económica. En eso último -la relación entre el motín y los problemas del abastecimiento- insistiría concretamente Navarro Latorre, ya en 1966, al cumplirse el segundo centenario.

Antes, en 1950, se publicaba la primera interpretación de Rodríguez Casado, Política interior de Carlos III, a la que seguiría en 1962 -ciñéndonos a lo fundamental- La política y los políticos del reinado de Carlos III. El historiador sevillano no sólo suponía que hubo conspiración, sino que aseguraba que respondió a un problema social y político cuyo mero enunciado implicaba toda una reconsideración del reinado. Según una interpretación corriente en aquellos días del siglo XX y en casi toda Europa, el XVIII había presenciado el culmen del ascenso económico y social de la burguesía, a la que le interesaba acabar con las trabas que constituían los privilegios del clero y la nobleza. La burguesía, por lo tanto, respaldaba el “despotismo ilustrado” y pretendía imponer un sistema de poder distinto, en el que el rey se apoyaría en juristas de extracción social modesta, generalmente hidalgos, más aptos para servirle de instrumento de reforma que los aristócratas rancios. En España, la oposición entre burguesía por una parte y nobleza y clero por otra habría tenido, en las esferas del gobierno, una correspondencia rigurosa en el enfrentamiento entre golillas y colegiales, siendo los primeros los hidalgüelos prácticos en administración, de quienes el monarca se servía para acabar con los privilegios, y los segundos, los formados en los colegios mayores, que habían caído en manos y en provecho de la aristocracia.

Los jesuitas, en suma, habrían constituido el respaldo de la facción aristocrática, es decir de la reacción, y su extrañamiento en 1767 habría sido una medida principalmente sociopolítica, instigaran o no a los madrileños a la hora del motín de 1766. Motín que, en todo caso, habría sido fruto de una conspiración aristocrática para arrojar del poder a los golillas.

La conspiración, es verdad, había acabado en victoria pírrica. Porque el conde de Aranda -aristócrata, grande de España-, nombrado presidente del Consejo de Castilla a raíz del motín, se apoyó justamente en los golillas e hizo suyo su reformismo, que continuaron Campomanes y Floridablanca como gobernadores del propio Consejo y se mantuvo incólume hasta que la noticia de la revolución francesa de 1789 provocó un fuerte giro reaccionario en la política española. (Lo cual supone nada menos que concluir que la Revolución francesa vino a frustrar, en España, una “revolución burguesa” que se desenvolvía ya por las buenas, pacíficamente, sin necesidad de sucesos sangrientos ni doctrinas heterodoxas.)

En esos mismos días, otros historiadores que invocaban la tradición historiográfica de Menéndez Pelayo insistían en la idea de que en España, y desde 1812 sobre todo, se había imposibilitado una transformación de raíces autóctonas, que arrancaba de las postrimerías del siglo XVI y que hacía innecesaria la revolución liberal. La relación con lo anterior era palmaria.

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Cada uno de los aspectos de esta interpretación ha sido objeto luego de estudios muy diversos. La tesis de la conspiración aristocrática constituyó el Leitmotiv de la vida profesional de Carlos Corona, que llevó a cabo una reconstrucción documental minuciosa, rigurosamente ceñida al afán de probar la tesis de Rodríguez Casado, que compartía enteramente. Su primera contribución fundamental es el libro Revolución y reacción en el reinado de Carlos IV (1957). De 1961 data su primer estudio local: El motín de Zaragoza del 6 de abril de 1766. Durante los veinticuatro años que siguieron, el catedrático aragonés elaboró una larga serie de artículos como éste, algunos de los cuales, pocos, insistían en el afán de esclarecer el trasfondo político doctrinal del asunto, en tanto que los más se dirigían a reconstruir y examinar motines concretos, de los habidos en toda España durante aquellos meses, siempre a la búsqueda de la prueba de que hubo complot. El último que vio luz, sobre la machinada guipuzcoana de 1766, fue la lección inaugural del curso 1985-1986 en la universidad de Zaragoza.

Corona pretendía escribir una síntesis sobre los motines de 1766 y sus consecuencias. La muerte lo impidió. Había dirigido, con todo, la parte dedicada a la segunda mitad del siglo XVIII en el tomo X de la Historia general de España y América, que se editó en 1983-1984, y allí vertió un extenso adelanto, al que el libro nonato sólo hubiera añadido seguramente lo que los investigadores hemos tenido la ocurrencia de llamar “aparato crítico”. En el capítulo sobre Carlos III, que él quiso titular Carlos III y los motines70, desarrolló la tesis de la conspiración, pormenorizando lo sucedido en 1766-1767 y apurando el análisis de los indicios, que es lo único que había.

Para entonces, y desde los años sesenta, la historiografía española ya había recibido el impacto del economicismo y había comenzado a ensayar la posibilidad de reinterpretar hechos cualesquiera en función de las relaciones de producción. Y el trasfondo alimentario de los sucesos de 1766 no escapó de esa oportunidad. En 1972 publicó Pierre Vilar El “motín de Esquilache” y las “crisis del antiguo régimen”, donde desenvolvió con agudeza la idea de que aquellos sucesos fueron una característica respuesta a una típica crisis de subsistences, si bien el historiador francés apuró el examen hasta llevarlo al ámbito de las luchas sociales y, en algunos detalles, a la psicología colectiva.

En su naturaleza alimentaria insistía Gonzalo Anes muy pronto (1974) y fueron varios quienes aceptaron sin más la tesis vilariana71.

Otros no; los notables trabajos de Teófanes Egido y Rafael Olaechea, que figuran sin duda entre los mejores y mejor documentados de cuantos se refieren a este asunto, se sitúan más cerca de la tesis de la conspiración -sobre todo el primero- y del conflicto doctrinal -especialmente Olaechea-, aunque lo matizan con rigor, se basan en una documentación muy diversa y rica, en parte procedente de fondos poco o

70 Yo mismo, como miembro del consejo de redacción de la obra, puse el título más genérico con el

que apareció, creyendo hacerle un servicio. 71 Así, STIFFONI (1984b), RUIZ (1974-1979b), PALOP (1977).

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insuficientemente examinados, y aquilatan al máximo las distintas posturas que asoman entre los gobernantes civiles y eclesiásticos de aquel tiempo72.

Por su parte, Laura Rodríguez (1973-1975), a quien hay que situar en la misma línea, aunque con notables matices, introdujo la distinción sustancial entre el motín de Madrid de finales de marzo de 1766, que habría sido fruto de una trama probablemente aristocrática, y los demás motines que hubo en España en esa fecha, en los que habría cumplido una función decisiva precisamente el ejemplo de Madrid, la mera noticia de lo que acababa de ocurrir en la Corte, así como la escasez y la carestía de los productos básicos.

Es curioso que, en los planteamientos de las dos líneas principales -la del complot y la económica-, hay un nexo que es la creencia compartida en que los sucesos de 1766-1767 hicieron aflorar tensiones sociales y sociopolíticas, diferentes en cada caso. Digamos, pues, que un último grupo de estudios, todos de carácter local, ilustran estas tesis en términos que son aprovechables para apoyar cualquiera de aquellas dos posturas73.

¿Puedo decir alguna cosa más? Pensaba yo que no hacia 1982, cuando inicié el estudio del período 1760-1770 con una pretensión tan distinta como la de descubrir cuál era la actitud de los hispanos ante el poder o, si se quiere, la mentalidad política hispana. Para mí, los sucesos de 1766 no se ofrecieron sino como un campo de expresión propio de la psicología colectiva y la antropología cultural, de la mentalidad en definitiva, y eludí -expresamente y por escrito- la posibilidad de mediar en el debate que acabo de exponer. Sin embargo, el cúmulo de documentos que he ido viendo sobre estas cosas en Europa y América, en más de cien archivos y durante diecinueve años, me ha llevado a formarme una idea de lo que sucedió en 1766 más compleja que todas las dichas juntas. Y, una vez tomada la decisión de exponerla, he dedicado parte de los últimos años a completar algunas pistas que hasta ahora no se habían seguido.

En esta perspectiva, intentaré dar respuesta sencillamente a esta pregunta: ¿hubo algo más que carestía y escasez, chambergo y capa, aristócratas y burgueses, colegiales y golillas, jesuitas por fin, en 1766? En último término, ¿qué es lo que hubo detrás del motín?

72 En esta línea habría que situar los estudios de CASO (1988), DEACON (1988), LAMA (1990), sobre el

papel de García de la Huerta. 73 Vid. BARAS (1996), BARAS y MONTERO (1986, 1989), DOMÍNGUEL ORTIZ (1988), FERNÁNDEZ

ALBALADEJO (1975), GARCÍA CÁRCAMO (1993), HERNÁNDEZ FRANCO (1984), IÑURRATEGUI (1996), JIMÉNEZ MONTESERÍN (1977), MACÍAS (1988), MEJÍA (1990), MENÉNDEZ (1985), OTAZU (1973, 1982), PALOP (1975, 1977), RUBIO (1985-7, 1989), SOUBEYROUX (1978), VICENTE (1987), ZABALA (1988). Añádase el relato del motín de Zaragoza de SEBASTIÁN (1766). Aparte deben reseñarse los estudios del motín sobre fuentes diplomáticas (FERRER: 1984 y siguientes, BUSTOS: 1987; STIFFONI: 1984). Un estado de la cuestión, quizá demasiado sucinto, que se prolonga sin embargo hasta 1834-1836, el coordinado por HERMANN (1989-1991).