de los movimientos sociales a la creatividad...

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Gomer Betancor [[email protected]] Rubén Díez <[email protected]> De los Movimientos sociales a la creatividad colaborativa con los Conjuntos de Acción. Tomás R. Villasante Resumen: ¿Para qué sirven los movimientos sociales? ¿Cómo se pueden aprovechar sus impulsos para una mejor democracia? La metodología trata de superar problemas no resueltos por McAdam, Tarrow y Tilly, o por Wallertein, Castells y Escobar que nos van a acompañar en este debate. Partimos de contradicciones internas y externas de los sectores populares. Analizar las “posiciones discursivas”, depende también de los escenarios (Goffman), los entramados (Elias), o los lenguajes (Scott). Siguiendo a J. Ibáñez y a J. Galtung conviene escuchar a los “entramados” y a los movimientos para ir más allá de los dilemas evidentes, y tratar de construir colaborativamente y creativamente “pentalemas”, que saquen a flote las posiciones ocultas, que vayan al fondo. Estrategias para posibles denuncias, y aislamientos de los poderes más negativos, tanto como para encontrar puntos de acuerdo entre movimientos más parciales. ¿Para qué y para quién estamos haciendo el análisis? ¿Para clasificar a tal movimiento? ¿Para construir unas estrategias por dónde avanzar? Las ideologías están de fondo, pero las metodologías pueden reenfocar como podemos abordar cada situación. ¿Si se proclama “somos el 99%”, qué relación hay entre lo cuantitativo y lo cualitativo, las relaciones dentro de los movimientos y con la población? En el 15M y las mareas indignadas se calcula que hubo millones de personas participando. Solo participó un 5% de la población. Por lo que su legitimación no estaba en el número sino en: 1.- La diversidad. 2.- Los consensos. 3.- La construcción colaborativa. 4.- Lo abierto y transparente del proceso. 5.- La parte emocional de la gente 6.- La auto-organización. Los “Conjuntos de acción” se van construyendo en la realidad de todos los días, con redes cara a cara y las telemáticas. Rellenar vacíos emocionales, lo que llaman “significantes vacíos, fluidos, flotantes, relacionales” autores como Lacan o Laclau. Por eso los movimientos han de atender a: 1.- El tiempo para asuntos tangibles y concretos 2.- Crear un buen ambiente 3.- Aprender con otras situaciones, 4.- La legitimidad de la causa social. 5.- Aprendizajes vivenciales. 6.- Difusión como que “nos motiva estar motivando”.

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Gomer Betancor [[email protected]] Rubén Díez <[email protected]>

De los Movimientos sociales a la creatividad colaborativa con

los Conjuntos de Acción.

Tomás R. Villasante

Resumen: ¿Para qué sirven los movimientos sociales? ¿Cómo se pueden

aprovechar sus impulsos para una mejor democracia? La metodología trata

de superar problemas no resueltos por McAdam, Tarrow y Tilly, o por

Wallertein, Castells y Escobar que nos van a acompañar en este debate.

Partimos de contradicciones internas y externas de los sectores populares.

Analizar las “posiciones discursivas”, depende también de los escenarios

(Goffman), los entramados (Elias), o los lenguajes (Scott). Siguiendo a J.

Ibáñez y a J. Galtung conviene escuchar a los “entramados” y a los

movimientos para ir más allá de los dilemas evidentes, y tratar de construir

colaborativamente y creativamente “pentalemas”, que saquen a flote las

posiciones ocultas, que vayan al fondo. Estrategias para posibles denuncias,

y aislamientos de los poderes más negativos, tanto como para encontrar

puntos de acuerdo entre movimientos más parciales.

¿Para qué y para quién estamos haciendo el análisis? ¿Para clasificar a

tal movimiento? ¿Para construir unas estrategias por dónde avanzar? Las

ideologías están de fondo, pero las metodologías pueden reenfocar como

podemos abordar cada situación. ¿Si se proclama “somos el 99%”, qué

relación hay entre lo cuantitativo y lo cualitativo, las relaciones dentro de

los movimientos y con la población? En el 15M y las mareas indignadas se

calcula que hubo millones de personas participando. Solo participó un 5%

de la población. Por lo que su legitimación no estaba en el número sino en:

1.- La diversidad. 2.- Los consensos. 3.- La construcción colaborativa. 4.-

Lo abierto y transparente del proceso. 5.- La parte emocional de la gente

6.- La auto-organización.

Los “Conjuntos de acción” se van construyendo en la realidad de todos

los días, con redes cara a cara y las telemáticas. Rellenar vacíos

emocionales, lo que llaman “significantes vacíos, fluidos, flotantes,

relacionales” autores como Lacan o Laclau. Por eso los movimientos han

de atender a: 1.- El tiempo para asuntos tangibles y concretos 2.- Crear un

buen ambiente 3.- Aprender con otras situaciones, 4.- La legitimidad de la

causa social. 5.- Aprendizajes vivenciales. 6.- Difusión como que “nos

motiva estar motivando”.

Se cierra la ponencia presentando tres esquemas sobre juegos de poderes, en el debate de estrategias, de circuitos complementarios de poder, y de un sistema de planificación y gestión participativa experimentado, y que resulta aplicable para la construcción local de los municipios del cambio. 1.- El análisis relacional-situacional de los movimientos sociales. ¿Se acabó el 15M y las mareas de indignados y ahora solo queda la

gestión desde los poderes públicos? ¿Quién tiene capacidad para hacer

trasformaciones sociales y políticas? ¿Qué características tienen y cómo

funcionan los movimientos sociales? ¿Si consiguen democratizar los

sistemas donde operan, que ventajas e inconvenientes muestran? ¿Cómo se

pueden aprovechar sus impulsos para una mejor democracia y para unas

formas mejores de vida cotidiana de las personas del común? Estas son

algunas preguntas que nos seguimos haciendo, y por eso voy a explorar

algunos debates y caminos nuevos. Parto desde los debates, las

experiencias y las metodologías de investigación en que desde hace años

andamos.

Antes de nada discutiré algunas posiciones de los grandes análisis que se

han hecho en las últimas décadas. Tanto para partir de los aciertos en los

cambios de enfoques que estos autores han producido, como para marcar

las distinciones donde nuestra metodología trata de superar los problemas

no resueltos. Por ejemplo, McAdam, Tarrow y Tilly (2005) han presentado

un trabajo conjunto que es la referencia internacional más considerada

sobre movimientos sociales. Ellos mismos se muestran auto-críticos con

sus propios trabajos anteriores, que en general se trataban de encontrar una

sola causa para la explicación de los movimientos. En este sentido su

crítica a la sociología y marxismos tradicionales viene bien, y es un buen

punto de partida.

En sus conclusiones, no queda claro si ellos han “evitado la pretensión

de crear un modelo” (pg. 340), pues más adelante afirman que tienen el

“presentimiento de que nuestro marco puede adaptarse con facilidad al

análisis de la contienda dentro de cualquier sistema de poder… El modelo

genérico solo requiere que el analista…” (pg.378), o más bien tal como

afirman en la última frase del libro se trata de “un punto de inicio y nada

más que eso”. Los 15 casos de estudio que presentan y que repasan como

base de aplicación de sus conceptos teóricos, recorren toda la geografía

mundial, partiendo incluso de la “revolución parisina de 1798” y llegando

hasta movimientos muy conocidos del siglo XX. Compararemos todo esto

con los trabajos más actualizados de Wallerstein sobre los anti-sistema, de

Castells sobre las plazas indignadas, y de Escobar sobre los pueblos

originarios, para avanzar algunas propuestas metodológicas propias.

En todos estos trabajos presentan un implícito “equivalente general de

valor” que suelen nombrar como “la democracia”. Este criterio de valor de

los autores no queda claro y se supone que existe una de referencia pues la

nombran en singular, y no solemos saber a cuál de las muchas que han

existido en la historia, o que puedan existir, se refieren. Para los autores

Suiza y México llegaron a “la democracia” por caminos muy distintos (pg

295 de McAdam, Tarrow, Tilly): “Un régimen es democrático en la medida

en que la ciudadanía se encuentra generalizada y es igual para todos y

autónoma, celebra consultas vinculantes a los ciudadanos en general con

respecto a las actividades del gobierno y de su personal y protege a los

ciudadanos frente a actuaciones arbitrarias de los agentes del gobierno”. Se

puede dudar que México sea una democracia en cuanto a proteger a sus

ciudadanos, y que Suiza sea igual para todos (banqueros y migrantes, por

ejemplo).

Los autores presentan a continuación unos cuadros en donde tratan de

encuadrar a los diferentes estados según “capacidad de gobierno” en un eje,

y en el otro eje “consulta protegida”. Pero no consideran, por ejemplo, el

estado de Kerala (India) (Pinto y Villasante 2011) que es un referente de

“planificación participativa descentralizada”, y que frente a las tendencias

populistas o gestionistas más habituales, presenta iniciativas ciudadanistas

que podrían completar un estudio más amplio. Los autores concluyen este

capítulo con: “La democratización se produce por medio del mismo tipo de

mecanismos que hemos encontrado en los movimientos sociales, en los

ciclos de contienda, en las revoluciones y en el nacionalismo.” En esto se

puede estar más de acuerdo, más que hablar de “la” democracia se pueden

analizar los procesos de “democratización”, y se puede estar de acuerdo en

que en ellos los mecanismos de los movimientos sociales son importantes

para estas contiendas, revoluciones o nacionalismos.

En las últimas páginas (381) afirman: “En nuestros casos aparecen aquí

y allá restos de especulación en torno a las diferencias entre estados

democráticos y no democráticos, fuertes y débiles,… pero en general el

análisis estándar de la estructura política ha desaparecido de este libro…

Los gobiernos han parecido repetidamente como actores poderosos, pero

no como las entidades dinámicas, contestadas y continuamente recreadas

que sabemos que son. Así pues para desarrollar completamente nuestra

perspectiva, hará falta una descripción más satisfactoria de los actores

estatales en términos más dinámicos y relacionales”. El tono final del libro

es el que nos anima dar continuidad aquí a metodologías más concretas y

útiles para los movimientos sociales y los procesos de democratización.

Lo más interesante de sus enfoques es la insistencia en lo “relacional”

que reiteran en todo el texto. “Nada parecido a la teoría de estadios rígidos

de la primera generación de académicos, Tampoco hay excesivos rastros de

las tendencias estructurales que identificaban a la segunda generación. Ni

tampoco el determinismo estructural de la tercera…” (pg 249). “Donde nos

separamos de nuestros colegas más resueltamente culturalistas es al afirmar

que la historia, la cultura y los procesos interpretativos operan, no como un

envoltorio externo, sino mediados por las interacciones de los principales

actores de cada episodio” Lo que estos autores deducen como metodología

de análisis a gran escala, es lo mismo que venimos haciendo en el CIMAS

a escalas menores, pero con unos dispositivos técnicos más concretos y

operativos para los movimientos.

“Prestar atención simultáneamente a los cambios estructurales a largo

plazo… al enmarcamiento cultural de las interpretaciones de oportunidad y

riesgo por parte de cada uno de los participantes y a la interacción

estratégica a corto plazo... Pero la estructura, la cultura y el cálculo

estratégico no son externos a los mecanismos de la contienda, sino la

materia prima para la acción y la interacción entre estos”. Nosotros en los

talleres participativos que hacemos desde hace unos 25 años ponemos la

medición de la “estructura a largo plazo” en el eje vertical de los cuadros a

construir. Colocamos los intereses “culturales e ideológicos” aplicados a

cada oportunidad concreta en el eje horizontal. En los cuadrantes internos

colocamos las formas de organización, institucionales, o de sectores no

organizados, como tercera variable, y entre estas formas establecemos las

“interacciones o vínculos emotivos a corto plazo” entre actores.

Este tipo de “mapeo” o “sociograma” es nuestra “materia prima para la

acción y la interacción” desde los propios movimientos sociales, o los

grupos que inician un proceso socio-político. Los grupos motores o en los

talleres de los movimientos pueden así construir sus propias estrategias

cuando analizan los “conjuntos de acción” en esos mapeos, y deciden el

tipo de alianzas que les convienen o no. (Villasante, 1998; y otros 2001;

CIMAS, 2015)

El eje vertical sitúa el poder económico político, el eje horizontal la

afinidad, confianza o desconfianza con los objetivos del proceso o

movimiento. Además dentro del cuadro aparecen representadas las otras

dos variables:

Organización-Actores Tipo de Relaciones

La diferencia con estos autores no está en el enfoque “relacional” sino

en la excesiva teorización que ellos hacen de un cuasi-modelo enfocado

“desde fuera”, desde la academia y sin participación de los verdaderos

actores de los procesos. Son mejorables estos enfoques, como tratamos de

demostrar en nuestros trabajos de construcción co-creativa. Está bien que

en la academia se avance en estas direcciones, pero sería más interesante

que estos estudios fueran menos ideológicos (por ejemplo, encubriendo

conceptos no explícitos sobre la democracia) y fueran más metodológicos

al servicio de los propios movimientos, aportándoles talleres que les sirvan

para sus propias estrategias. Tampoco les vendrían mal hacer análisis sobre

los grupos motores (no solo de los partidos), las formas de organización y

comunicación, talleres a cerca de las alianzas potenciales, y también de la

división de los opuestos, por ejemplo, para ser más completos.

2.- Análisis de los tiempos de las movilizaciones a los movimientos.

Una variable no muy considerada son los tiempos necesarios de estos

procesos para analizar sus resultados. Esta es la otra cara de la moneda de

lo que acabo de plantear, de las metodologías hechas sobre la marcha y con

los propios actores sociales Pero es necesario diferenciar entre los distintos

tiempos requeridos para los movimientos y las transformaciones sociales,

incluso cuando estamos realizando talleres para cuestiones muy urgentes, y

desde luego para plantearse estrategias a medio y largo plazo. Hace 20 años

(Villasante, 1996) distinguía entre las “movilizaciones” y lo que son más

“movimientos”, porque no todo lo que se mueve (por importante que sea)

constituye un movimiento social necesariamente. Un movimiento ha de

tener, para que perdure un tiempo significativo, tanto capacidad para la

movilización como capacidad de auto-organización. Y estas suelen ser dos

características contradictorias entre sí. O sea, cuanta más organización se

consolida (¿más burocracia?) suele haber menos capacidad movilizadora, y

cuanta más movilización popular se realiza la organización ha de cambiar y

adaptarse a los nuevos actores.

Sucesos importantes como las manifestaciones y movilizaciones del año

1968 o del año 2011, son síntomas de cambios de épocas. Pero lo que se

puede llamar movimientos sociales tienen duraciones más largas, pues el

conseguir las trasformaciones que se pretenden no es cosa de un año o dos,

sino de períodos prolongados. Wallertein (2008), Castells (2015) y Escobar

(2012) nos van a acompañar en este debate sobre los tiempos para las

trasformaciones sociales. Desde el Congreso de Cartagena de 1997 sobre

Investigación Acción Participativa en donde coincidimos con Wallertein y

Escobar en sus enfoques, los movimientos de los pueblos originarios y los

movimientos anti-sistema han avanzado mucho. Desde las movilizaciones

indignadas, Castells y otros muchos hemos retomado el tema. Se opina, con

razón, que aún es pronto para hacer un análisis serio y riguroso de estas

movilizaciones, pues solo llevamos 5 años.

Wallerstein está de acuerdo en análisis de largo plazo para analizar con

perspectiva histórica los resultados. Por ejemplo afirma que el “período

posterior a 1945, en los tres “mundos”, pone de relieve que en el conjunto

de los países, que representaban por lo menos las tres cuartas partes de la

población mundial, el objetivo principal de los movimientos antisistémicos

del siglo XIX, es decir la toma del poder, había sido efectivamente

alcanzado. La mayoría de las personas veían en estos procesos toda una

serie de grandes éxitos, y la mayoría de los nuevos regímenes nacidos de

ellos, estaban orgullosos de la existencia de esta visión de las mayorías”

(pg 59). Desde la herencia de la revolución francesa y la norteamericana,

distingue entre 3 movimientos antisistema que se focalizaron en conseguir

la toma del poder de sus estados. Es decir, estamos hablando de un siglo,

más o menos, para conseguir sus objetivos.

Los movimientos socialdemócratas consiguieron en los países centrales

el Estado del Bienestar. De otro lado “movimientos comunistas” realizaron

“la socialización de los medios de producción… y también la planificación

central… esto garantizó un nivel más alto de seguridad, sobre todo la

seguridad en el empleo… (y) una industrialización llevada a cabo a un

ritmo relativamente rápido”. En tercer lugar movimientos “nacionalistas”,

pues “la expansión de los movimientos obreros organizados en Europa

entre 1870 y 1914, coincidió con la última gran expansión territorial de

Europa dentro de la historia moderna, inscribiéndose entonces dentro de

ese contexto de la conquista colonial… Los movimientos socialistas

nacieron en los países del centro de la economía-mundo, mientras que los

movimientos nacionalistas lo hicieron en la periferia” (pgs 46 y 47) Pero

después de la segunda guerra mundial los movimientos nacionalistas en

general ya habían conseguido también sus objetivos de toma del poder, y

dejar de ser colonias al menos legalmente.

Aquellos movimientos se centraron en la conquista del estado. “Pero en

1968 este objetivo había sido ya ampliamente conquistado” y los nuevos

movimientos “no luchaban solamente en contra del sistema mundial

existente, en contra de la economía mundo capitalista, sino también en

contra de los “antiguos” movimientos antisistémicos que habían llegado al

poder” (pg 66) “Para resumir, podemos decir que la llegada al poder de los

movimientos antisistémicos después de 1945 , si bien permitió realizar de

entrada reformas importantes, con un fuerte apoyo popular, se tradujo,

conforme iba pasando el tiempo, en una profunda desilusión” (pg65) Esta

opinión de Wallerstein viene a ser corroborada por las movilizaciones más

recientes de este siglo, que dan continuidad a las manifestaciones de esa

desilusión en nuevas generaciones.

Tanto en el 1968 como en el 2011, lo que se manifiesta es un descrédito

en que se haya mejorado sustancialmente el sistema, incluso que ha

empeorado para amplios sectores. La mayoría de la gente a la que le decían

que vivía en el mejor de los mundos posibles, comprueba todo lo contario.

Sobre las últimas movilizaciones masivas: “El 15 de octubre del 2011 una

red global de movimientos de ocupación bajo la bandera de “Unidos por un

cambio global” movilizó a millones de personas en 951 ciudades de 82

países del mundo, reivindicando justicia social y democracia auténtica. En

todos los casos los movimientos ignoraron a las partidos políticos,

desconfiaron de los medios de comunicación, no reconocieron ningún

liderazgo, y rechazaron cualquier organización formal, dependiendo de

internet y de las asambleas locales para el debate colectivo y la toma de

decisiones” (Castells, pg.25)

Pero no es una tarea que se construya solo con movilizaciones de unas

semanas o meses. “La larga marcha de los movimientos antisistémicos ha

sido como una piedra que rueda porque su climax se acumuló con el

tiempo. Y el razonamiento más grande ofrecido por movimiento alguno

para movilizar apoyo fue el éxito de otros movimientos comparables o

razonablemente cercanos en cultura o geografía... Dese esta perspectiva, el

gran debate interno de los movimientos –reforma versus revolución- fue un

falso debate.” (pgs 118) Wallerstein, como Castells, plantea tareas de largo

plazo, y con nuevos retos, que ya no encajan en los debates y en los

horizontes de los “antiguos” movimientos, se sigue y se experimenta desde

el ejemplo de otro tipo de movilización y movimientos, que guardan poca

relación con los que tuvieron relativo éxito en el siglo pasado.

Seguimos los retos que plantea Wallerstein: “Se trata menos de un

“nuevo punto de partida” que de un análisis crítico de las experiencias

pasadas y de las derrotas presentes, para lograr preservar las conquistas ya

alcanzadas dentro del periodo 1850-1950, y para agregarles a ellas una

dosis importante de las nuevas perspectivas derivadas de las experiencias

posteriores a 1945…” (pg 76) Las derrotas de los años 80 y 90, han dado

paso otros tipos de movilizaciones y movimientos, que están respondiendo

a una nueva fase de la economía-mundo, que por sus crisis tiene unos

tiempos concretos. Es una tarea para una generación por lo menos. “Por

encima de todo no es una tarea de días o semanas, ni para siglos. Es una

tarea para los próximos veinticinco, cincuenta años, que deberá ser acotada

con precisión y cuyos resultados serán consecuencia directa de lo que

estemos dispuestos a ofrecer desde ahora.”(Pgs 127)

En nuestro caso estamos ante una generación de 30 a 45 años, que es la

más numerosa y la mejor preparada de las habidas en Europa. Es la

generación protagonista de la indignación y de las “mareas” contra los

abusos del neo-liberalismo. Tanto esta generación como las que le siguen

no tienen la perspectiva de vivir mejor que la generación anterior, por las

crisis económica, ecológica, institucional y de valores que se presentan en

los años venideros. Esta generación vivió la huelga de institutos cuando era

adolescente, manifestaciones contra las guerras y los desastres del vertido

de petróleo, se escandalizó con la corrupción, y por todo esto se están

generando otras propuestas políticas alternativas. Entre nosotros es también

el momento de abordar estos retos de los movimientos, para no cometer

los mismos errores que cometimos la generación anterior.

Por ejemplo, hay que andar con cuidado porque muchos tipos de asambleas,

y por eso debemos avanzar con cuidado. Hay las asambleas informativas donde

solo algunos manejan la información, que son los que suelen hablar en ellas, y la

mayoría asiente o se queja, pero que no se pueden considerar participativas si

cada cual no ha podido construir sus iniciativas o sus deliberaciones. Muchas de

estas asambleas (sobre todo si son masivas) son en realidad ritos emocionales

muy importantes, pero tienen poco de deliberativas o de construcción colectiva

de la acción o el conocimiento. Las asambleas para ser participativas deben

acompañarse de talleres en grupos pequeños, donde todo el mundo pueda opinar

y proponer. Bien puede ser que en el mismo momento nos dividamos en grupos

por temas o zonas, o bien que los grupos ya hayan propuesto y debatido antes. Lo

que parece más claro es que los Reglamentos de Participación no están sirviendo

para casi nada, o solo para justificar a quienes los usan (algunos partidos y

lideres). Pero superar los Reglamentos no es solo hacer asambleas, sino hacer

procesos que incluyan aportaciones de grupos y comisiones y unos plenarios-

asambleas abiertas. ¿Cómo se puede hacer esto por internet? Está aún en

experimentación.

Lo que es nuevo en internet son las actas trasparentes, porque en la labor de

representantes y de los delegados o portavoces siempre aparecen aspectos muy

personales o subjetividades que se mezclan con los contenidos y acaban trayendo

problemas. Ejemplo: problemas de exposición, pues se hacen muy largas y

tediosas las particularidades que cuenta cada portavoz, como problemas de cada

una de las interpretaciones posibles de lo acordado en la asamblea o movimiento

de base. Aunque sean rotativos no se acaba de eliminar este aspecto de

personalismos. Los Partidos, Asociaciones, o los Sindicatos, en las formas

participativas innovadoras quedan en un segundo plano (o desaparecen), frente a

los grupos motores de tareas concretas. Sean grupos de dinamización, grupos

de trabajo con temas sectoriales, o comisiones de actividades, lo cierto es que las

ideologías existentes se dejan en segundo plano (o no se muestran) y se

privilegian las tareas colectivas y concretas. Este parece un avance operativo de

los movimientos y las democracias de base, pues aunque cada cual pueda tener su

ideología o religión, de esta forma ha de ponerla al servicio de la causa común.

Las metodologías de estos procesos son también variadas pero tienen

algunos elementos comunes que las diferencian de las clásicas encuestas o

sondeos consultivos. Buena parte de la población ha de sentirse participe de estos

procesos, y algunos sectores plenamente implicados. Sea con técnicas de

Investigación-Acción-Participativa, de Diagnóstico Rural Participativo,

Planificación Estratégica Situacional, Socio-análisis Institucional, Co-

investigación militante, Dinámica de grupos, Socio-praxis, etc. conseguir la

construcción colectiva de los auto-diagnósticos y las devoluciones creativas es la

mejor forma de ejercer la “inteligencia colectiva”. Hay que señalar los

problemas de cada una de estas metodologías pues todas tienen que depurar

efectos a veces preocupantes, pero son nuevas formas que están desplazando con

ventaja a las formas clásicas de conocimiento, tanto las “cuanti” como las “cuali”

que usan los puramente profesionales. ¿Son experimentables en internet tal como

están ahora? Sin duda hay que readaptarlas, este es un nuevo reto de las ciencias

sociales y de los propios movimientos transformadores.

Ejemplos de problemas: ¿podemos fiarnos de que la gente siempre tiene

razón, sean como sean las asambleas? ¿O hemos de dar paso a unos

procedimientos participativos para evitar un “basismo voluntarista” que a veces

se convierte en manipulador? Si una minoría se empeña en bloquear un consenso

sin variar su argumentación, ni tratar de llegar a acuerdos integradores, o si los

técnicos aprovechan para hacerse los amos del proceso, o si bajo un argumento

“ideológico” se esconden unas influencias no tan confesables, hay que encontrar

procedimientos superadores. ¿Tiene sentido hacer propuestas para el Estado que

aún no hemos probado a escala de asambleas y de coordinación entre

movimientos? Las ciber-democracias primero deberíamos mejorarlas entre los

movimientos, incluso para ser mejores en nuestros tiempos y espacios de

relación. La coordinación de asambleas y las “redes conjuntadas” son temas

pendientes, que por ser muy recientes aún están por resolverse bien.

Aspectos nuevos de estas movilizaciones en el estado español:

1.- INCLUSIVIDAD DE “LOS DE ABAJO” CONTRA “EL 1%”

(Más allá de las “ideologías cerradas”)

2.- DEMOCRACIA DE INICIATIVAS DE BASE (Más allá de los

“representantes electos”)

3.- INTELIGENCIA COLECTIVA Y CREATIVIDAD SOCIAL

(Más con “grupos motores” que con “partidos”)

4.- METODOLOGÍAS DE CUIDADOS Y CONSENSOS (“Vamos

despacio, porque vamos lejos”)

5.- PROLIFERACIÓN DE GRUPOS AUTO-ORGANIZADOS

(Servicios, ecología, economía social, etc.)

6.- COMUNICACIÓN HORIZONTAL Y MARCAS ANÓNIMAS

(Uso “viral” de la telemática y las “auto-convocatorias”)

3.- El comportamiento interno. Trasfondos y proto-movimientos

Partimos en los años 80 de analizar los movimientos sociales en las

principales ciudades de la península, pero luego nos separamos en las

tareas académicas. Manuel Castells se orientó al análisis de las nuevas

tecnologías y de la sociedad-red, con estudios internacionales muy bien

documentados, y desde ahí ha vuelto al análisis de los movimientos a partir

del 15 M y de los indignados. Las ciencias sociales suelen analizar con

datos, y con bastante tiempo posterior a los acontecimientos, las causas de

lo que ha pasado. En ese sentido no sirven para analizar desde dentro lo que

está pasando ahora, en las motivaciones y en las esperanzas que se están

cuajando en los propios movimientos. Con las metodologías de

investigación-acción tratamos de seguir otro camino, preocupados no tanto

por el “dato científico” (siempre relativo) como por las dinámicas de

construcción colaborativa de la realidad (otro tipo de ciencia co-creativa).

Aunque no coincidimos en los análisis que hacía en los años 80, si se

puede coincidir en el resumen que ahora establece Castells: “…en los años

setenta los movimientos ciudadanos en España, y particularmente en

Madrid y Barcelona, fueron los más importantes de Europa y factor

decisivo en la transformación política que superó al franquismo…. Este

movimiento, autónomo aunque con presencia destacada de militantes

políticos, sobre todo comunistas y de extrema izquierda, era la fuerza que

originó las reformas municipales que cambiaron las ciudades españolas en

la primera década de la democracia. Sin embargo los partidos políticos, en

particular socialistas y comunistas, decidieron que en democracia los

movimientos ciudadanos no debían ser contrapeso al poder de los partidos.

De modo que deliberadamente, los liquidaron. Cooptaron a sus principales

líderes como concejales o administradores municipales. Los integraron

como correas de trasmisión del poder municipal mediante juntas de distrito

directamente controlados por concejales. Los subvencionaron

selectivamente mediante clientelismo político, Y los reprimieron cuando

fue necesario…” (Castells, 2015, pg 310)

Precisamente por este proceso histórico, desde mediados los años 80

acompañamos a diversos movimientos ciudadanos para poder analizar

conjuntamente cual eran las “claves internas” de sus procesos. No solo los

datos de la “clase en sí”, o las subjetividades culturales de la “clase para

sí”, o de los bloques o sectores sociales, o del “pueblo” o las “multitudes”,

como grandes agrupaciones de personas y sujetos. Más bien la vida más

cotidiana, las contradicciones internas de los sectores populares, por

ejemplo según los enfoques de N. Elias, H. Lefevbre, E. P. Thompson, P.

Bourdieu, E. Gofmann, J. Scott, etc.

Cuando a finales de los años 80 estudiamos más de veinte barrios de

Madrid y sus movimientos por la vivienda, con características de clase

social semejante y de culturas ideológicas semejantes (Villasante y otros

1989) vimos que los resultados eran muy distintos, sobre todo por las

relaciones internas dentro de cada movimiento. Cuando hicimos este tipo

de enfoque y metodología en 6 metrópolis latinoamericanas (también más

de veinte barrios estudiados), nos volvió a salir que las condiciones de clase

y de ideologías en presencia eran importantes, pero claramente muy

insuficientes para aclarar las causas de los movimientos y sus resultados.

(Villasante, 1994) Por eso nos pusimos a estudiar sus entramados o redes

internas, con un enfoque relacional, tomado de la antropología y del

análisis de redes de la Escuela de Manchester.

“Contrariamente a los presupuestos apriorísticos de Parsons (1988 y

1966:240 ss.) en torno al sistema de valores comunes del “poder

consensual”, los actores más desprovistos y dependientes a menudo

“consienten” a disgusto y por impotencia, pero de ningún modo comparten

los mismos valores…” aunque eso no quita para “que los dominados

interioricen determinadas narrativas justificativas de fuerzas de dominación

e incluso de explotación” (C. Silva, 2012, pg 27) Es decir, las identidades

personales o de los movimientos no se pueden reducir a esencialismos

deterministas, ni de clase social, ni psico-culturales, pues simplemente

tienen varios niveles o ámbitos contrapuestos donde se van auto-

construyendo sobre la marcha, en relación a los espacios o lugares donde se

vive la vida cotidiana.

La hiper-complejidad de la comunicación humana y de la toma de

decisiones no se puede reducir al “presupuesto –también presente en la

visión (neo)liberal, en la teoría de la elección racional o en el modelo de

juegos- de que los actores saben bien, desde el punto de vista táctico y

estratégico, cuáles son sus intereses y como movilizar los recursos para

alcanzar sus objetivos”. Y según este sociólogo portugués también cabe ir

más allá de la “respuesta marxista dominante en la que se trata como “falsa

conciencia” de sujetos alienados, … pues… necesita ella misma de

explicación,… el presupuesto estructural y economicista en el análisis

tradicional marxista en torno de las clases sociales no solo ontologiza la

dimensión estructural-económica, sino que ignora o subestima las

vertientes organizacional-política e interactiva, y menosprecia la dimensión

cultural-normativa en los procesos identitarios. (C. Silva, 2012, 30-1)

El tema de la identidad es complejo: “Las identidades individuales y

colectivas no son entidades fijas e inmutables, sino procesuales, dinámicas

y relacionales, significativas, incorporadas y localizadas en el tiempo y el

espacio… tampoco son por norma, fluidas y liquidas o resultantes de

colores camaleónicos de cada momento al punto de perder de vista que se

arraigan en condiciones objetivas de vida, impregnadas de intereses),

revelando tensiones, y conflictos en torno de recursos y recompensas.” (c.

Silva, pg 32) Por eso nosotros preferimos hablar más de “identificaciones”

que de “identidades”, pues incluso el concepto de “habitus” (P. Bourdieu),

aun suponiendo un avance importante al superar las concepciones

estructuralista e interaccionista, no acaba de entrar en las contradicciones

internas, no entra en los componentes organizativos y relacionales, y en su

construcción desde los entramados de vida cotidiana. Aun apuntando en esa

dirección no ofrece una metodología concreta que ayude a cada

movimiento a realizar su propia estrategia de transformación.

Por eso, para cruzar las variables de 1.- la estructura, 2.- las culturas-

ideologías, 3.- la organización o no, y 4.- las relaciones cotidianas, hemos

seguido los enfoques y las metodologías de los “entramados” de Elias, de la

vida cotidiana de Lefevbre o Thomsom, del “análisis de redes” de la

Escuela de Manchester, de las “resistencias y sobrevivencias” de Scott,

pues además de estas cuatro variables, la materia prima para documentar

cualquier proceso tiene varias capas. Las formas de comunicarse y hablar

entre los sujetos, o sea las “posiciones discursivas”, dependen también de

los escenarios (Goffman), los entramados (Elias), o los lenguajes (Scott).

No es lo mismo contestar una encuesta que hablar en casa con la familia,

no es lo mismo lo que se quiere ocultar que lo que se infla para parecer más

fuerte, etc. Y todo eso puede suceder dentro de una misma identidad o

sujeto, sin aparentes contradicciones. Lo que obviamente dificulta que lo

que se habla o percibe sea fuente real de lo que se siente, piensa, o se hace.

Todos estamos muy acostumbrados a declaraciones muy “ecologistas”

que en la práctica se traducen en estilos de vida muy “consumistas” y hasta

despilfarradores. Scott nos informa de cómo los sujetos y hasta los mismos

movimientos tienen un lenguaje público y otro oculto. Y sin duda hay otro

preconsciente, que ni siquiera se sabe que esta oculto. Lo que en los

trabajos de A. Ortí y de F. Conde (Delgado y Gutiérrez, 1995) se designan

como tres niveles para la construcción discursiva. Hay un lenguaje

cristalizado, que es lo público que pueden recoger las encuestas y que se

suele traducir en datos. Hay otros lenguajes en construcción, aun

balbucientes, que solo se manejan en círculos reservados, y que puede que

coincidan más con los ocultos o semi-ocultos, y hay desde luego los

lenguajes de los que no somos conscientes. No es que estemos alienados o

que estemos esquizofrénicos, no es un problema psicológico del sujeto o

del movimiento. Es un problema derivado de la sociedad, que es la que esta

alienada, esquizofrénica, etc. (Deleuze, Gattari, etc.) Las situaciones de

“doble vinculo” (Bateson) son una constante que encontramos en todos

nuestros trabajos con la gente de los barrios o de las cooperativas. La

“disonancia cognitiva” es también un fenómenos frecuente, pero más por

no saber preguntar e investigar los profesionales toda la complejidad que

oculta que porque la gente no sepa lo que quiere.

La estructura patriarcal de la sociedad nos conforma, no solo en

varones y mujeres, sino sobre todo en las identidades que hemos de

construir para tener poder y sobrevivir. La educación de la infancia y la

adolescencia son puros “ritos de paso” para los sujetos, que hemos de ir

demostrando que somos varones o mujeres, que somos dominantes o

dominados, que somos creíbles o mentirosos, que somos valientes o

cobardes, que somos … Pero en realidad no somos lo uno u lo otro, sino las

dos cosas a la vez. En realidad no somos (no es una cuestión de haya que

tener una identidad frente a la otra), sino que “estamos”. En castellano

podemos separar el verbo “ser” del “estar”, y en este caso es una gran

ventaja. Porque solemos estar en situaciones (más o menos paradójicas) y

es mucho más complejo afirmar que es lo que somos en realidad, tanto los

sujetos como los movimientos. Aún recuerdo cuando en los años 90 desde

el movimiento “okupa” se negaban a que los estudiosos del mismo les

encasillasen en un tipo de movimiento u otro.

Claro que en el fondo quedan los conflictos no resueltos, la pluralidad de

posiciones posibles no exploradas. Puede aparecer a veces la “resiliencia”

desde los fondos ocultos, aunque no siempre afloran. Por debajo de las

movilizaciones están los proto-movimientos (Villasante, 2014, pg 130), es

decir todo lo que se está cociendo en los lenguajes ocultos, en las

emociones balbucientes, en construcción. La prensa y los analistas sociales

se quedan siempre impresionados por los fenómenos “espontáneos”, pues

hasta que no los tienen delante no los escuchan ni los ven. Y cuando los

ven tratan de encajarlos en sus esquema previos, en las leyes sociales

heredadas de lo conocido y cristalizado, sin darse cuenta que estos procesos

suelen emerger unas nuevas formas que desbordan los dilemas

precedentes. Por eso es muy interesante conocer los proto-movimientos y la

generación de las nuevas emergencias y resiliencias que van apareciendo.

Es posible que al quedarse en los dilemas y si no se encuentran otras

motivaciones y causas, el fenómeno no consiga desbloquear la situación.

Por ejemplo, si la emergencia de las movilizaciones del 1968 o del 2011, a

pesar de ser críticas con los partidos y las formas tradicionales de organizar

el poder, no salen de esos dilemas y los vuelven a reproducir, sin apenas

añadidos.

Siguiendo a J. Ibáñez (1994) y a J. Galtung (2004) conviene escuchar a

los entramados de las personas y a los movimientos para ir más allá de los

dilemas evidentes, y tratar de construir “tetralemas” o “pentalemas”, que

saquen a flote las posiciones ocultas, y que ofrezcan una mejor resolución

de conflictos que vayan al fondo de los movimientos y no se queden en las

posiciones cristalizadas. Por ejemplo, en las movilizaciones del 68 y del 11

aparecen dilemas con el sistema en su conjunto, pero también dilemas con

asuntos particulares (vivienda, corrupción, etc.) Señalar que los más “anti-

sistema” son los banqueros especuladores y los gobiernos que los apoyan,

es situar las contradicciones en su campo. Señalar que la crisis es una

“estafa” pues hay quienes están obteniendo beneficios cuantiosos es

provocar con las diferencias que hay dentro de los sectores conservadores

del sistema. Se pueden analizar todas las contradicciones pero algunas

aíslan a los que son los principales detentadores del poder, y en ese sentido

propician que los demás puedan encontrar movilizaciones comunes.

Escuchar no solo las identidades dominantes sino las contradicciones

internas, pues son las que nos abren a posibles alianzas. Tanto a posibles

denuncias y aislamientos de los poderes más negativo, como a encontrar

puntos de acuerdo entre movimientos más parciales. Si sabemos cuáles son

los puntos de discrepancias que están sobre la mesa, y cuáles son los puntos

de confluencia con los diferentes, pero que nos enfrentan a los mismos

opuestos, entonces es más fácil organizar las resistencias y tal vez algunas

alternativa. El objetivo de los movimientos no es ser y definir una

identidad, cómo aparecer en una clasificación de la historia, sino “estar” o

sea examinar en cada situación concreta en la que se está para poder tomar

decisiones de alianzas (en que estamos de acuerdo con otros movimientos

con algunos puntos comunes, y diferencias) y descubrir las contradicciones

de los más opuestos (para dividirlos y mostrar sus incoherencias).

Desde luego hay ideologías en juego en las que nos hemos formado de

forma más o menos consciente. Pero estos principios básicos nos suelen

jugar malas pasadas estratégicas si pretendemos deducir de ellos todo lo

que ha de hacer un movimiento. Una cosa es partir de conocer y saber en

qué ideologías nos hemos formado y nos convencen más, y otra es saber

estar en una toma de decisiones conjunta con otros movimientos cuyos

dirigentes parten de otras ideologías y puntos de reivindicación. No ser

conscientes de las ideologías de origen, pues todos las tenemos, es tanto

como engañarnos a nosotros mismos. Y este auto-engaño es lo peor que

nos puede pasar para hacer análisis de donde estamos. Por eso lo primero

es una auto-reflexión sobre los prejuicios y las ideologías con las que cada

cual partimos. Y esta ya es una tarea metodológica para examinar desde

donde ponemos nuestro enfoque de los movimientos, Por ejemplo, desde

que concepciones de la democracia estamos orientando el análisis.

¿Para qué y para quién estamos haciendo el análisis o la estrategia?

¿Para situar en la historia o en una clasificación a tal o cual movimiento?

¿Para entender y explicar las causas y/o para construir unas estrategias por

donde avanzar en cada momento? Las ideologías están de fondo y no hay

otra posibilidad, pero las metodologías deben reenfocar la forma en que

podemos abordar cada situación. Partiendo de las contradicciones internas

de cada movimiento o promotores de un proceso, luego viendo el mapeo de

relaciones donde estamos (quienes son cercanos a la propuesta pero con

algunos matices diferentes, quienes indiferentes, o los opuestos y sus

contradicciones internas). Con un mapa de los condicionantes y de las

posiciones discursivas, podemos tratar de escuchar las posiciones de cada

uno de los nudos principales, para saber sus puntos de confluencia y sus

contradicciones y divergencias. En todas esas posiciones hay dilemas más

dominantes (lo social o lo nacional, reforma o ruptura, etc.) y otras

posiciones más complejas que pueden emerger. Con estas metodologías se

pueden construir para cada situación un saber estar, construcciones de tipo

colaborativo, estrategias operativas para la transformación social.

Las metodologías, si son participativas y colaborativas mejor, sirven así

para concretar las ideologías, más allá de los estrechos cauces de los que

suelen partir. Un momento importante suele ser la realización de talleres de

“creatividad social” con grupos amplios de participantes. Se trata de

validar lo que se haya avanzado, se trata de profundizar más allá de los

dilemas que nos paralizan, se trata de priorizarlas líneas de acuerdo por

donde avanzar co-creatiamente hasta donde se pueda. Si el dilema es

partidos sí o no en el movimiento, podemos quedarnos paralizados entre

esas dos posiciones, o podemos encontrar que los partidos pueden tener su

espacio propio (por ejemplo en lo electoral), mientras los movimientos se

centran en las transformaciones de fondo (más unitarias por ejemplo). La

cuestión seguramente no es si hay partidos no (pues siempre puede haber

gente que quiera estar en ellos) sino quién define para que sirven y donde

deben estar en un proceso democrático transformador.

4.- Legitimidad de los tamaños de participantes

Pero realmente ¿quién participa, y en dónde reside su legitimidad para

constituir un movimiento o para tomar decisiones? ¿Es lógico pensar que

va a participar todo el pueblo, toda la gente, como a veces se reclama?

¿Cuándo se dice que “estaba todo el mundo” a que se suele referir esta

expresión? ¿Cuándo se proclama “somos el 99%” que sentido se le puede

conceder en realidad? ¿Qué relación hay entre los datos cuantitativos y los

aspectos cualitativos de las relaciones y comunicaciones que se suelen

establecer dentro de los movimientos y con la población en general?

David Graeber, cita a Joseph E. Stiglitz como el origen de la expresión

de que el 1% son quienes tienen realmente el poder, y por extensión se le

ocurrió proponer en un correo electrónico la expresión “¿Qué os parece el

“movimiento del 99%... Así que si los dos partidos representan al 1% de,

nosotros representamos el 99% cuyas vidas han quedado básicamente fuera

de la ecuación”. Stiglitz decía: “la riqueza engendra poder, y este engendra

más riqueza… Lo personal y lo político están hoy por hoy en perfecta

alineación. Prácticamente todos los senadores de Estados unidos y la

mayoría de los representantes de la Cámara son miembros del 1% de arriba

cuando llegan, se mantienen en el cargo gracias al dinero del 1% de arriba,

y saben que si sirven bien al 1 % de arriba, serán recompensados por ese

1% cuando abandonen el cargo”. (D. Graeber, 2014, pg 53)

Apropiarse de la representación del 99% es una buena idea-fuerza para

los movimientos de base, para señalar a los de arriba frente a todos los de

abajo, pero estos movimientos tienen muchos matices y entramados de

conexiones variables internas, como hemos venido señalando. O dicho de

otra manera, que dentro del 100% de la sociedad hay muchos subconjuntos

que son los que realmente la mueven. Las clases sociales fueron

caracterizadas como una clasificación útil para entender los movimientos

sociales, pero ya hemos visto que no parece suficiente. Un análisis de la

vida cotidiana nos suele llevar a considerar “entramados” más cercanos a

las personas y a las organizaciones activas. Desde luego la base son los

entramados familiares, los del trabajo, los de la residencia, y los dedicados

a actividades culturales o de ocio. Pero todos estos entramados pre-

políticos o proto-movimientos como los hemos llamado en otras partes,

tienen formas de conexión entre sí, que son de vital importancia conocerlas

bien para el funcionamiento de cualquier movimiento social.

Tiene un principio de razón Wallerstein cuando nos recuerda, desde sus

estudios históricos, que todos los movimientos nacieron de un grupo

intelectual mezclado con grupos de otras extracciones sociales. Pero ante

todo añade “aquellos que triunfaron lo hicieron porque fueron capaces,

gracias a largas campañas de organización y educación, de asegurar para sí

mismos amplias bases populares constituidas en círculos concéntricos de

militantes, simpatizantes, y gente que los sostenía pasivamente. Cuando el

círculo de estas personas que eran el apoyo pasivo del movimiento creció

lo suficiente para que los militantes operaran, según la frase de Mao Tse

Tung, “como peces en el agua”, esos movimientos se convirtieron en

serios contendientes por el poder político” Wallerstein (pg 85).

Veamos que aun en la actualidad las formas de comunicación para la

participación en los movimientos sigue siendo muy parecidas, es decir en

círculos más o menos concéntricos. Los núcleos militantes no suelen ni

llegar al 1 o 2 %, por lo que los podemos comparar con ese otro 1% que se

dice que dirige la economía y los poderes políticos incluso, pero de signo

opuesto en sus posiciones extremas. Los simpatizantes pueden alcanzar

hasta un cuarto de la población total (le gente que puede acudir a unas

manifestaciones, campos de futbol para grandes actos, o votaciones en

algunos casos), pero aún queda otro círculo de “apoyos pasivos” que es el

verdadero dispositivo que indica la correlación de fuerzas.

Legitimidad cuantitativa y cualitativa

En la actualidad la TV y los sistemas multimedia se saltan varias de

estas conexiones, llegando directamente a los comentarios entre los

“sectores pasivos” (sobre un 60 a 70 % de la población), que a su vez

retrasmiten lo escuchado, con sus conversaciones de vida cotidiana, para

que acabe por alcanzar al 100% de la audiencia. Pero donde se crea opinión

realmente es entre las conversaciones del 20 o 30 % de simpatizantes de las

diversas tendencias en disputa y ese 60 o 70 % de retransmisores más

pasivos, que luego lo acaban de extender al resto. Por eso en los

movimientos parece clave conocer bien como es el salto comunicativo del

1-2% militante hacia ese 20-30% simpatizante, y desde estos hacia ese 60-

70% retransmisores. Si la TV o los sistemas telemáticos llegan más

directamente a los sectores pasivos o retransmisores, pueden movilizar

opiniones y conductas, pero no tanto ser capaces de auto-organizar

movimientos. Pueden encumbrar por ejemplo a un líder o poner en la

agenda una idea-fuerza, pero lo que llamamos movimientos son más que

las movilizaciones o las votaciones de unas elecciones.

Pongamos el ejemplo de una población de unas 30.000 personas, para

hacernos a la idea de cómo funcionan estas conexiones. Son poblaciones

con las que solemos trabajar en la red de metodologías participativas. Por

ejemplo un barrio, o agrupación de vecindarios, en una gran ciudad, una

pequeña ciudad, o una comarca rural. Mega-urbes que tienen millones de

habitantes, o cientos de miles suelen tener sistemas descentralizados para

poder hacer planificación de los servicios básicos (salud, enseñanza, etc.) y

por eso estas dimensiones son lo suficientemente grandes para tener ese

tipo de equipamientos que sirven a varias vecindades, y suficientemente

pequeñas para que las podamos comprender en su vida cotidiana. En este

tamaño una asamblea de 300 personas suele considerarse un éxito por su

grado de asistencia. La gente saldrá diciendo que “estaba todo el mundo” y

eso le da legitimidad ante la población. Pero en realidad estaba el 1% de la

población total. Esta aparente paradoja tiene explicación.

Si se llenara un campo de futbol con 3.000 personas, o tal vez en alguna

manifestación salieran ese número de personas (ahora el 10%), diríamos

que la participación fue masiva. Pero con ese número de personas poco más

se podrá hacer que gritar a favor o en contra de alguna idea, de algún líder,

o por el equipo deportivo que toque. No parece que sea el formato

adecuado para un debate razonado u para la construcción colectiva de algún

consenso. Será más fácil llegar a acuerdos entre los diferentes tipos de

entramados de la localidad en talleres de unas 30 personas. Aunque en este

caso son tan pocas que pueden ser todas tan amigas entre sí, que no reflejen

la diversidad de posiciones que hay en la localidad. Y por lo mismo pierden

la legitimidad de haber contado con todo el mundo. Es decir, la legitimidad

de contar con todo el mundo no parece que tenga que ver con el número

masivo de asistentes, sino con la forma de construir análisis o acuerdos

entre los presentes.

Para que se den incluso reuniones o asambleas de 300 personas en una

población de 30.000 habitantes, tiene que haber circulado antes alguna

noticia o rumor que le interese a la mayoría. Por nuestra experiencia ya se

sabe que no basta que haya muchos carteles o medios de comunicación, o

que el tema sea importante en sí (desempleo, vivienda, etc.) sino que sea

creíble para los sectores que lo comentan en los bares, mercados, a la

puerta de colegio, etc. Aunque luego no vayan a la reunión o asamblea se

tiene que haber comentado (a favor o en contra) por ese 20-30 %, que son

los que crean opinión como simpatizantes o no. En una población de ese

tamaño hay posiciones muy distintas sobre cualquier tema que se plantee,

pero es precisamente esa diferencia lo que enriquece el debate y lo hace

creíble. Y también que no se vea manipulado el debate por algún partido o

religión no tendencia exclusivista o sectaria.

Lo más importante de estos procesos no es lo que suele pasar en esas

reuniones o asambleas, sino lo que se comenta después, de nuevo entre los

20-30% que comentan los resultados y así se corre la voz. Si solo se

comenta que hablo este y aquel, que parece que llegaron a un acuerdo, pero

que ya lo veremos, porque hay otros intereses de fondo; o que no estaban

los que tienen otros intereses y lo van a boicotear; o que solo se habló y se

habló pero no se llegó a un consenso claro,… para la siguiente reunión ira

la mitad de la gente, y así se acabará la movilización. Pero si los

comentarios de los que han acudido a la reunión y sus simpatizantes son

sobre una asamblea realmente participativa, con resultados operativos y

claros, donde la gente se sintió protagonista y con ánimos, entonces es el

movimiento quien tiene posibilidades de auto-organizarse. Tanto los que

participan más asiduamente (hasta un 1%) como los simpatizantes (20 a

30%) que no acuden a reuniones, han de saber las bases de su legitimidad y

poder comentarlas a la parte más pasiva-retransmisora (60-70%)

En las movilizaciones del 15M-indignados se calcula que hubo más de 2

millones de personas participando en algún momento de 2011. Es decir,

dependiendo de lo que se entienda por participación, que participó sobre un

5% de la población total. Lo cual no es mucho estadísticamente, pero es

muchísimo en términos de “entramados o redes sociales” que se han

movilizado. De hecho diversas encuestas realizadas en junio de 2011 nos

daban como resultados una “simpatía”, “razón” o “acuerdo” mayoritarios

entre la población, entre un 66%, y un 88%. ¿Cómo se pudo llegar a esa tan

amplia difusión y resultados de apoyo? Sin duda porque los medios que no

habían cubierto la convocatoria, se vieron sorprendidos, incluso porque no

había líderes o portavoces oficiales, y tuvieron que retransmitir

directamente las opiniones de la gente común directamente, tanto sus

sloganes ingeniosos y creativos, como las opiniones de algunos anónimos

manifestantes.

Para comunicarse en este tipo de movilizaciones y movimientos entre el

1-5% de los activistas y el 60-80 % de los receptivos, hace falta que esté

activo el comentario de un 20-30% de la población. Estos entramados que

se identifican con el sentido común creado y que lo recrean en sus propios

códigos de expresiones populares, más locales y coloquiales. No fue tanto

la fuerza de internet sino la conexión con el sentido común que circulaba

por las “redes o entramados conjuntados”. Por ejemplo como comenta

Castells de Javier Toret, uno de los promotores del 15 M y de una visión

tecno-política: “Sin embargo un medio tan poderoso y participativo como

las redes sociales de internet no es el mensaje. El mensaje construye el

medio. Como sostiene Toret, el mensaje se hizo viral porque coincidía con

la experiencia personal de la gente”. (pg 132) Experiencia que se comenta

cotidianamente en los proto-movimientos, en las conversaciones de ese 20-

30 % de la población, que no son militantes, pero que crean la opinión de

simpatía o antipatía hacia cada proceso.

Son sintomáticos también otros comentarios de las encuestas de junio de

2011, para ser comparadas con la realidad actual. Según Metroscopia entre

un 53 y 57 % desconfiaban claramente de que las movilizaciones pudieran

tener continuidad y que la gente se olvidaría en poco tiempo de ellas, y

también que no serviría para mejorar la situación. Estos aspectos pesimistas

de las movilizaciones también estaban en sus inicios, al menos en la mitad

de la población, lo que nos habla de las contradicciones y desconfianzas de

la gente. Incluso con lo que se está muy de acuerdo, pues solo entre el 12 y

21% de la población manifestaba rechazo a las movilizaciones. Se trata de

un apoyo por dignidad, por coherencia, pero desencantado de la política y

de los banqueros, de que sea escuchado o se traduzca en alguna fórmula

política viable. Entre el 68-69% no ven que se vaya a integrar en un partido

ya existente o nuevo lo que se está manifestando en las plazas y las calles.

Será años más tarde, cuando la auto-organización de las movilizaciones

ya haya pasado por las mareas, solo permanezcan las grandes marchas “por

la dignidad” y ningún partido sea capaz de recoger los estímulos que se han

construido desde abajo, cuando algún partido y agrupaciones de tipo

municipalista traten de recoger estas herencias. Pero los sistemas de

comunicación y construcción colectiva recreados entre los indignados ya

apuntaban más lejos que estas salidas de incorporarse a la dinámica de las

instituciones. Esperando que la entrada en las instituciones políticas sea un

avance en las formas democratizadoras, la reflexión sobre cómo es la

comunicación y la auto-organización de los movimientos nos debe llevar

más lejos, a cuestiones de mayor profundidad que quedaron planteadas

desde estas movilizaciones y una repercusión tan apoyada por la mayoría

de la sociedad.

5.- Elementos de los Conjuntos de Acción y los Grupos Motores.

De la comparación de estos porcentajes de activistas, de simpatizantes, y

de solo reproductores pasivos de la opinión pública, podemos deducir las

legitimaciones de las asambleas y de los movimientos. No es el número de

personas que acuden a las reuniones, o su representatividad por algún tipo

de elecciones, sino la capacidad de debatir desde la diversidad de las

opiniones de sentido común popular, de llegar a acuerdos con un cierto

consenso mayoritario, y de poder dar algún tipo de continuidad operativa a

lo que se haya acordado.

1.- La diversidad y pluralidad puede ser previa a las reuniones o que

se manifieste en la presencia y debates de las propias reuniones. Por

ejemplo, que haya presencia de las distintas edades, géneros, clases

sociales, culturas, de una localidad o sector de actividad. Una reunión de 30

personas puede ser más diversa que una de 300, y en ese sentido que la

gente pueda decir que “estaba todo el mundo”. Pero en una reunión de 300

personas casi es seguro que suelen estar la gran mayoría de las posturas

posibles, para que se pueda debatir un tema. Otra cosa es como se puede

hacer para que se puedan repartir en grupos más pequeños donde mucha

más gente pueda opinar y pasar de una “asamblea informativa o

emocional” a lo que puede ser una “asamblea participativa”, donde

previamente ya se han recogido las diversas posturas. Si se han recogido

posturas previas diversas desde una cierta “muestra” o un “mapeo de

actores”, y en la propia asamblea se pueden distribuir grupos que analicen

los diversos aspectos, es más fácil que se pueda llegar a consensos

operativos.

2.- Es posible construir consensos básicos desde de pequeños grupos

anti-sectarios que dan una enorme legitimidad a los procesos. Y cuanto

mayor sea el número de los presentes menor es la posibilidad de que todo

el mundo se exprese con tranquilidad, por lo que habitualmente se ha

recurrido a algunos que nos representen. Pero este sistema representativo,

tarde o temprano, aunque sea en los movimientos, acaba también en que las

bases no se sienten representadas por sus electo, ya que estos acaban

encerrados en los intereses que ven más cerca. En los grupos pequeños,

antes de que se hagan las asambleas, o durante estas, toda la gente puede

hablar con más libertad, y se puede debatir desde el sentido común. Lo que

se trata de evitar es que las reuniones se monopolicen por los que siempre

quieren tener razón, los que con sus proclamas ideológicas nos quieren

educar en sus principios. Incluso a veces se ha optado por hacer sorteos

para que se pueda evitar las manipulaciones de los dirigentes, pero

actualmente hay bastantes metodologías que solucionan este tipo de

problemas.

3.- La construcción colaborativa mediante ciertos consensos básicos,

que no descansen en enfrentamientos por el poder, es una legitimación de

estos procesos más interesante que las votaciones entre electos de las

diferentes fracciones en presencia. Por lo tanto la metodología para hacer

estos acuerdos es también más importante que el número de personas que

acudan a una reunión. En general no se trata de elegir primero a los que

nos representan y que ellos se pongan de acuerdo luego, sino que se trata de

ponernos de acuerdo primero en cuales son los temas principales

pendientes, cuáles son sus causas, y cuales los caminos que podríamos

tomar en adelante. Y solo después pasaríamos a ver cómo se hace, y quién

es el más indicado para cada cosa. En las metodologías colaborativas se

puede partir de sondeos previos, dar tiempos a las partes para reformular

los “dilemas” en nuevos “multilemas” y soluciones superadoras. De forma

que no se dividan los movimientos en mayorías y minorías por un escaso

margen, sino que se puedan sustentar los acuerdos en algunas posiciones

comunes, de una 70-80 % de los presentes al menos. La urgencia se valora

menos que la construcción colaborativa.

4.- La legitimidad viene también de lo abierto y transparente que sea

el proceso. El papel de los liderazgos entonces está controlado para que no

puedan manejar a escondidas o por detrás las tomas de decisiones, y para

evitar las competencias por el poder que suele darse. No es tanto tratar de

que no haya liderazgos, lo cual se ve como muy difícil, sino que se puedan

reconducir para que sean más colaborativos y no competitivos. Por eso

primero se trata de llegar a los acuerdos básicos y solo luego es cuando se

ve quién es la persona o grupo que podría aplicarlos mejor. De tal manera

que se recoja el “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su

necesidad”. Por lo tanto el principio de rotatividad en los puestos y que las

tareas se puedan hacer grupalmente pasan a ser elementos muy importantes

para evitar dedicaciones “profesionales” de los delegados en las tareas. En

los tiempos de internet y los medios telemáticos hay muchas maneras de

que las informaciones fluyan rápido y cualquiera las pueda ver y comentar,

y que cualquiera (no solo los militantes enterados) puedan ir a ejercer

funciones determinadas por un tiempo.

5.- La parte emocional de la gente del común debe estar presente en las

asambleas en los movimientos, pues también deben contar con esos

apoyos exteriores a los asistentes a las reuniones. No se trata de acuerdos

racionalmente calculados tan solo, sino emotivamente respaldados por

buena parte de la población. Como hemos argumentado, para que se junten

algunas decenas o cientos de personas debe haber previamente unas

emociones compartidas y comentarios al menos por un 20-30 % de los

simpatizantes del tema. Aunque no sean la mayoría, tampoco los son los

20-30 % de votantes de un partido que gobierna. Pero aquí hay una

diferencia, y es que no están peleando por tener el poder, sino por alguna

construcción colaborativa del común más allá de intereses particulares. Y

eso es lo que puede recoger los comentarios y emociones entre el 20-30%

y los 60-70% más pasivos–retransmisores.

6.- La auto-organización para dar continuidad a un proceso es también

una forma de consolidar la legitimidad de estas formas no representativas.

Se trata de que se hagan las cosas y de dar resultados, y para eso hay que

organizar el seguimiento y la concreción de lo que se haya planteado. Por

eso aparecen grupos y comisiones de seguimiento, que pueden y tal vez

deben ser específicas para cada tarea, para repartir las responsabilidades y

que se distribuya el poder entre las personas interesadas. Hasta que no se

acaba de realizar la tarea, aun cuando le corresponda a funcionarios el que

se lleve a cabo, es importante que desde los movimientos haya quién haga

el seguimiento y de cuenta de cómo se va resolviendo el proceso. Si no es

así, se pueden quedar las movilizaciones en flor de un día y no sacar

consecuencias organizativas para que el movimiento se pueda considerar

como tal. Reflexionar sobre el propio movimiento y aprender las propias

virtudes y defectos, para corregirlos, es una prueba también de que son

muy posibles unas formas democráticas no solo elitistas, y mejorables. De

esta forma estamos dando más legitimidad a unas formas “desde abajo”,

desde la diversidad, la construcción colaborativa, y la auto-organización,

que desde el número de personas que se juntan en un momento.

La democracia representativa presupone unos movimientos y actores

socio-políticos cuyos intereses se dan previamente, claros y racionales,

desde antes de ponerse a deliberar. Por eso se centran en contar cuantos

intereses hay de cada lado. “la mayoría de los teóricos de la democracia

liberal -desde Jean Jaques Rousseau hasta John Rawls- conceden a esa

esfera de la deliberación un alcance increíblemente limitado, dado que dan

por sentada la existencia de una serie de actores políticos (votantes,

políticos, grupos de interés) que ya saben lo que quieren antes de aparecer

en la arena política. Más que utilizar la esfera política para decidir cómo

equilibrar los valores en conflicto, o idear en sus mentes el mejor desarrollo

de los acontecimientos, tales actores políticos, si piensan en algo, es en el

mejor medio para alcanzar sus intereses existentes” (Graeber, 2014, pg

200). En los movimientos sociales ya están las lógicas que luego veremos

operar en las democracias que resulten de sus conquistas históricas.

Los movimientos no solo se legitiman por el número de participantes y

por lo racional de sus programas, a partir de la racionalidad previa de los

“más enterados”, sino también y sobre todo la construcción colaborativa,

desde la diversidad de las bases y con el seguimiento operativo de lo que se

acuerda. Así se puede llegar, con metodologías participativas, a tratar

graves problemas como cuando hay alguna catástrofe natural y toda la

población del lugar se auto-organiza para resolver los problemas más

urgentes. Esto suele pasar en cualquier parte del mundo, en donde vemos

que cuando llegan las instituciones, ya la población ha colaborado para

paliar los primeros efectos negativos. Todas las personas y comunidades

somos contradictorias, pero nos sale lo mejor que tenemos cuando vemos

que es necesario sobrevivir colectivamente a una catástrofe. Esos fondos de

solidaridad y de construcción colectiva son los proto-movimientos de

donde surge la colaboración, no tanto por cálculos racionales de los que

puedan ser intereses particulares como por la racionalidad de que vivimos

en un mismo barco.

No es lo mismo un proceso de consenso que una votación del 100% (o

de los dos tercios) de una asamblea, por ejemplo. Cuando le preguntan a

David Graeber si un plan que aprueban un 66 o el 75 % de los asistentes,

porqué se llama consenso cuando se podría llamar mayoría cualificada, el

responde: “En realidad, no es lo mismo. Lo crucial en un consenso es el

proceso de síntesis, la reformulación de propuestas hasta que el mayor

porcentaje de participantes están conformes y el menor porcentaje están en

desacuerdo… Al recurrir a una votación de dos tercios, al recurrir de

inmediato a la votación, la dinámica es distinta ya que nunca existirá la

presuposición de que las perspectivas de todos tienen el mismo valor.

Cualquier persona cuya opinión parezca representar menos de un tercio de

los asistentes será ignorada” (pg 223) Son los procesos de “creatividad

social” como los llamamos en las metodologías participativas que usamos

los marcan la diferencia, no tanto por la mayor o menos racionalidad que se

supone que se ha construido, sino por el apoyo al proceso de toma de

decisiones, en que todas las partes pueden aportar.

Desde la experiencia de Ocuppy Wall Street lo que nos cuenta Graeber

es que lo más importante para un movimiento social es hacer emerger un

proceso de síntesis creativa: “Cuando se funciona por consenso, el grupo

no vota, sino que trabaja para crear un compromiso o, mejor una síntesis

creativa que todo el mundo pueda aceptar” (pg 65) y cuenta como ante un

dilema con dos alternativas se hicieron propuestas superadoras en una

asamblea de N. York, por ejemplo. Para que estas movilizaciones puedan

practicar estas metodologías es fundamental que puedan contar con los

“espacios liberados” que estén a su alcance. Y de esta forma irán pasando a

constituirse como movimientos auto-organizados. En las movilizaciones

primero y en los movimientos después se van consolidando las prácticas

que más tarde veremos en los procesos instituyentes y en la construcción de

nuevas institucionalidades. Por eso es tan importante que analicemos los

movimientos desde los proto-movimientos y desde las movilizaciones, y

desde sus metodologías internas, tanto de comunicación como de toma de

decisiones, pues estas cuestiones formales no son solo cuestiones de forma,

sino lo que serán las democracias instituidas en el futuro.

Por todo esto vamos a pasar a los debates sobre las motivaciones de los

grupos motores para la participación social, sacadas del estudio de los

movimientos que venimos haciendo desde hace años y en particular de un

estudio en los años 2012-14 en Ecuador, con redes y grupos de

agroecología, asociaciones para el reciclaje urbano, y comunidades con

presupuestos participativos (Astudillo, 2014).

1.- Una primera consideración pasa por partir de que los movimientos y

sus grupos motores solo están dispuestos a dar su tiempo voluntario para

asuntos tangibles y concretos. Muy poca gente va a estar en un grupo de

un movimiento por una ideología concreta. En general, la gente más bien

no parece estar dispuesta a reunirse para “perder el tiempo” (como se suele

decir), por ejemplo en debates teóricos, que no se vea que traen un

provecho directo para su vida cotidiana. No se trata tan solo de recursos

económicos, sino de cualquier tipo de metas a conseguir, que se puedan

traducir en calidad de vida para sus familias o la gente del trabajo o el

vecindario. Hay diferencia entre quienes están motivados a participar en un

grupo preparador de las acciones, un grupo motor, y quienes solo van a ir a

las acciones concretas. Pero con distintas intensidades, la participación

suele basarse en motivaciones concretas, que por ellas mismas tiene ya un

buen resultado a corto o medio plazo, aparte de los efectos a largo plazo

que se puedan conseguir.

2.- Se ha de crear un buen ambiente dentro del grupo y de este con

otros grupos con los que ser activos en los movimientos. Las relaciones

conflictivas y las reuniones pesadas van en contra de que el movimiento se

pueda ir consolidando, pues lo que más desarticula movilizaciones y

movimientos es un ambiente de conflictividad interna. Las disputas entre

liderazgos que compiten entre sí, por ejemplo, acaban por hacer que se

fracase en lo concreto de una movilización y además hace insoportable la

lucha por la causa más general, por muy buena que esta sea. Por estas

causas se suele enfocar la atención a las metodologías de consensos y a las

formas de participar, porque no son cuestiones solo formales. Afectan

fundamentalmente al estilo de hacer las cosas, al ambiente que se crea en

las reuniones o en las actividades, a lo que la gente que se acerca percibe,

no tanto en los discursos o reivindicaciones, sino en si se lo están pasando

bien, aun con esfuerzos, o si es un sacrificio que en sí mismo solo trae un

sinsabor y poco más. Siempre hay un balance entre lo que “vale la pena”,

es decir, hay un esfuerzo pero uno sale con satisfacción de lo hecho, y lo

que “no vale la pena”, que suele identificarse con exigencias y esfuerzos

desproporcionados para lo que se quiere conseguir.

3.- Aprender con las motivaciones prácticas de otras situaciones, como

las experiencias de otros movimientos que consiguieron algunas de sus

objetivos, son mucho más interesantes para los grupos que los debates de

principios teóricos. La parte de la teoría está bien para formularse algunas

preguntas a resolver, pero no para repetir su receta. Las motivaciones no

son principalmente teóricas sino emocionales, y sobre estas emociones se

pueden establecer razonamientos estratégicos. No es que todo se base en

copiar a otros movimientos, y tampoco se trata de dar ejemplo a los otros

movimientos sobre cómo se puede hacer. Pero las experiencias vivenciales

dan muchas motivaciones para la participación: “pues si allí lo han podido

hacer nosotros no vamos a ser menos”. Y realmente casi nunca se copia, y

de hecho se van estableciendo variaciones según las circunstancias. Pues

sobre lo que es concreto se puede discutir y modificar con las condiciones

de cada caso. De esta forma los grupos pueden construir con sus vivencias

más que con las razones teóricas de otros, y sentirse protagonistas de lo que

quieran aportar al proceso.

4.- Una gran motivación es la legitimidad de la tarea, por ejemplo, una

causa social que represente a la totalidad de la población como la del 99%

frente al 1%. Por lo tanto los grupos motores de un movimiento social han

de conectar con las aspiraciones de dignidad socialmente reconocidas. Por

ejemplo, hacer actividades para defender la salud, o protestas para no ser

burlados por los poderes, o para conseguir algunas mejoras en la calidad de

la vida cotidiana de la mayoría de la población, etc. No se trata tanto de

hacer algo por la caridad hacia los más necesitados, por compadecerse por

otras personas, pues eso marca unas diferencias internas entre los que se

sienten superiores y los que reciben la ayuda, y las motivaciones entonces

difieren, y pueden durar poco o crear ambientes de conflictos latentes. Se

trata de luchar por conseguir que pueda haber dignidad y reconocimiento

para todas las partes, en donde cada cual aporte lo que pueda, sea poco o

mucho. Las motivaciones para crear movimientos sectoriales pueden ser

corporativistas, es decir, si atienden prioritariamente a los intereses de los

miembros inscritos; pero también pueden ser más socio-políticas, para así

poder alcanzar motivaciones más generales de la población. Se basan en

que defienden sus intereses particulares, pero esto lo legitiman como una

forma de defender los intereses más amplios de la gente.

5.- En los movimientos los grupos suelen plantear la necesidad de hacer

algunas prácticas de auto-formación, de aprendizajes vivenciales como un

elemento de motivación para la participación. Cuando entrevistamos a los

activistas muchos nos dicen que además de lo que se ha conseguido con el

movimiento, lo que cada uno se lleva para su vida es lo que ha aprendido

con las prácticas reivindicativas y organizativas. Esto es algo que ya no se

suele olvidar en toda la vida, en cuanto a lo personal, pero también para el

movimiento porque va constituyendo algún tipo de memoria colectiva. Es

una educación por la práctica, no como los talleres pesados que a veces se

organizan desde las autoridades para la gente, sin que tengan que ver con

las necesidades sentidas de cada momento. La gente quiere aprender en los

movimientos y no solo movilizarse, quiere reflexionar sobre y con sus

propias experiencias. Quieren sentirse ser los protagonistas conscientes de

sus experiencias, más o menos implicados, pero pudiendo debatir y que las

opiniones sean consideradas en igualdad con los demás. Para ser los

protagonistas de su propia auto-formación vital, no basta estar en las

reuniones, sino en las actividades comunes, sintiendo que se está (con los

demás, de alguna manera) cambiando el mundo. Los movimientos sociales

se convierten así en verdaderas “escuelas de democracia” según expresión

muy repetida en casi todos los casos.

6.- También son muy reclamadas las campañas de difusión de temas de

los movimientos para motivarse con lo que se está haciendo. Por lo tanto

no solo por difundir las ideas que se están defendiendo, sino también para

sentir que los grupos motores estamos con nuestro ejemplo expandiendo

estas formas de hacer las cosas. “Nos motiva estar motivando” a otros que

no están enterados aún de lo que estamos haciendo. Es decir, como lo que

estamos haciendo es desde un movimiento social unitario, más allá de los

intereses de un partido, una iglesia, o una administración. Con los medios

que se tienen y desde la gente, no como propaganda de un grupo cerrado

para sus intereses particulares, sino como un interés colectivo donde todo el

mundo puede tomar parte.

6.- Los poderes: Planificación democrática y gestión municipalista.

Partimos de presentar las estrategias de los movimientos sociales

respecto a los juegos de poderes realmente existentes, como el papel de las

instituciones, para abrir procesos de posibles transformaciones.

Pentalema sobre poderes

A.- PODERES-DOMINACIÓN B.- PODERES REPRESENTATIVOSSUPRA-ESTATALES ESTADO PROTECTOR

(lo que hay y manda) (reformas desde dentro)

C.- DUALIDAD DE PODERES / DEMOCRACIAS PARTICIPATIVAS

CONTRA-PODERES / MOVIMIENTOS

(luchas y procesos sociales)

D.- ANTI-PODERES / “HACERES” E.- DESBORDES DE PODERES

AUTO-ORGANIZADOS “CONJUNTOS DE ACCIÓN”

(ni esto ni aquello) (construcción situacional)

Para contraponerse a los poderes-sobre (tanto “supra-estatales” como los

poderes de los “estados” incluso mas reformistas), ambos claramente de

dominación, aparecen los “contra-poderes”, en movimientos de diversos

tipos, con la posibilidad intermedia de la “dualidad de poderes” más o

menos en conflictos varios. Pero en este eje de luchas nadie garantiza que

con la transformación no se sigan dando poderes-sobre otros colectivos, de

forma que los poderes-dominación sigan adelante y los “poder-hacer” sigan

dominados. Por eso algunos plantean “ni unos ni otros”, es decir los “anti-

poderes”, como crítica radical a ambos. Pero entra la duda si es posible tal

perfección de vivir sin ningún tipo de “poder-sobre”, y solo con los “poder-

haceres” que se articulan en una sociedad ideal. Así que planteamos una

nueva posición que abre un plano con más posibilidades. Los desbordes

con “poderíos sociales”, que incluyen aspectos positivos de las otras

posiciones. Algo de contra –poder y de poder-sobre pues no se trata de

negar estas tendencias que existen, sino de regularlas con metodologías que

tiendan a los anti-poderes, a controlar desde los poderíos sociales de base

esas tendencias históricas. Estos desbordes actúan como lo han hecho

históricamente los movimientos sociales, pero ahora con el reconocimiento

y legitimidad social en que se puede estar educando la sociedad a si misma.

Cuadro comparativo de Movimientos y Sistemas de Participación.

Ayuntamien-

tos (clásicos)

tos (España, otros)

Presupuestos

Participativos

(Latinoamérica)

Planificación

Participativa

(Londres,

España, otros)

Planificación

Descentralizada

(Kerala,

Chengdu, otros)

Movilizaciones

Indignadas

(M 15 M, otros)

Ciber-

Democracias

(¿futuro?)

Delegación del

voto, y control

de electos cada

4 años

Democracia

participativa

Vinculante en

parte del gasto

Construcción

colectiva de

Planes y de

Programas

Autosuficiencia

de comunidades

descentralizadas

por el Estado.

Democracia

Real, sin

miedo. Otro

mundo es

posible

¿Idea-fuerza

o sueño

tecnológico?

Los políticos:

3er problema en

encuestas

Cogestión de

iniciativas

desde la base

Iniciativas de

grupos desde

la base social

Iniciativas de

comunidades de

base territorial

Iniciativas de la

gente por su

cuenta.

¿Conjugar el

control con las

iniciativas?

Plenos y

Reglamentos

de

participación

ciudadana

Asambleas y

Foros de

iniciativas

Asambleas y

Talleres

participativos

Asambleas y

trabajo con

Representantes

Asambleas

horizontales

deliberativas,

sin jefes

¿Cómo hacer

lo informativo,

emocional y

participativo?

Representantes

electos

Delegados para

seguimiento

Portavoces

del proceso

Representantes

y portavoces

Portavoces

rotativos

¿Actas

Electrónicas?

Partidos,

asociaciones,

sindicatos,…

Grupos

motores y

técnicos

Grupos

motores y

técnicos

Grupos

voluntarios y

movimientos

Comisiones y

Grupos de

Trabajo, sin

dogmas

¿Ideologías

frente a tareas

concretas?

Encuestas y

consultas

clásicas

------------------

pero no

implicación de

la población

Foros,

educación

popular,

las IAP, etc.

------------------

pero basismos

voluntaristas a

veces

Escuchas y

talleres con

Devoluciones

creativas

-----------------

pero a veces

tecnificación

Diagnóstico

Rural

Participativo

(DRP)

--------------------

pero aún duran

las corruptelas

locales

Inteligencia

colectiva, con

dinámicas de

grupos

--------------------

pero aún en

experimentación

la coordinación

de asambleas

¿Metodología

de “redes

conjuntadas”?

----------------

¿Problemas

con lo aún no

ensayado?

Rivalidades

paralizantes.

Temas

concretos (¿no

políticos?)

Reversión y

Desbordes

creativos

Incluir a la

oposición con

“gandhismo”

Inclusividad y

Reversión sin

violencia (99%)

¿Transparencia

y nuevas

formas de

inclusión?

En la última línea del cuadro se contraponen las rivalidades partidistas con la

inclusividad que se pretende desde las democracias de base. Si las rivalidades

electorales fuesen ante todo de tipo ideológico todavía podrían entenderse, pero

en general se perciben como luchas por el poder de tipo personal o grupal, con

intereses no confesados claramente. Contrastan con algunos procesos de

Presupuestos participativos donde la gente dice no estar “en política” aunque

estén decidiendo sobre parte del presupuesto municipal. Las propuestas de

inclusividad, sean las de somos el 99%, o el citar a Gandhi para forzar al

Partido del Congreso de India a apoyar la descentralización y la

autosuficiencia, o las de revertir las contradicciones de los opuestos con

“desbordes creativos”, no son estrategias ingenuas. La no violencia, por

ejemplo, del 15 M es una manera de desautorizar a las formas represivas que

no permiten las formas democráticas de debate, de protesta y propuesta.

En varias ciudades de cientos de miles o de millones de habitantes se nos

han presentado asesorías para la aplicación de estos planteamientos de la

planificación participativa. De entre ellos me atrevo a rescatar unos

principios comunes, tratando de responder a los problemas que se suelen

plantear. Y para que nos e queden en sistemas muy teóricos o abstractos

tratare de mostrar un esquema referente de articulación de sus elementos de

forma que la gestión pueda verse y funcionar de la mejor manera, aún dada

su complejidad inherente. Cada ciudad tiene su propio carácter y sus

soluciones particulares, no solo por su tamaño o su cultura particular, sino

también por su correlación de fuerzas (partidos y fuerzas sociales), y por

las posibilidades de sus culturas burocráticas y de liderazgos sociales. Lo

que aquí se presenta es un ejercicio orientativo para no quedarnos en los

elementos teóricos solamente.

Si nos referimos a un territorio de población numerosa, es bueno tener en

cuenta los principios de descentralización y subsidiariedad. De forma que

todo lo que se pueda resolver a escala más cercana de la ciudadanía no

tenga que pasar por toda la burocracia centralizada. Por supuesto dividir el

territorio en Distritos ya es una descentralización, pero aun así cada

Distrito puede seguir teniendo el tamaño de una ciudad, que precisa

también de una descentralización propia para llegar a la ciudadanía de

forma más cercana y menos burocrática

En el esquema de Gestión que sigue ponemos: A) Electos e Internet.

Desde sistemas de primarias para la elección de cargos ejecutivos, hasta

recepción de iniciativas ciudadanas, y hasta priorización de propuestas

validadas por los servicios técnicos. La democracia digital viene a

complementar a las formas más habituales de construcción colaborativa

cara a cara.

B) Asesorías y Observatorios. Puede haber equipos asesores, e

introducir un estilo de construcción colaborativa. Cada equipo debería

contar con personas especialistas (profesionales y/o activistas) y algunos

Grupos Motores con experiencia en los respectivos temas. Se regirán por

un Código Ético acorde con los principios de la democracia participativa.

Los Observatorios pueden hacer investigaciones y el seguimiento

preventivo del proceso.

C) Grupos Motores. Su tarea sería la de Formación-acción para la

dinamización local o del sector temático correspondiente, y recoger las

iniciativas que surjan desde la gente, de abajo hacia arriba. Otra tarea sería

la vinculación con movimientos sociales de acuerdo a estrategias locales

partiendo de mapeos de los procesos existentes. Una tercera tarea puede ser

ayudar a preparar Planes y Presupuestos Participativos. No quieren mandar,

pero si que se hagan las cosas de su ámbito. Pueden estar en la gestión

acompañando a los técnicos y a los electos, y su sentido común suele ser

muy productivo. Si los partidos se auto-definen por sus ideologías, si los

profesionales se agrupan en los sindicatos, y si los usuarios se crean sus

asociaciones, todos para poder participar en la gestión, en los Grupos

Motores se mezclan más por acciones concretas que por formas de tipo

permanente. Hay bastante gente que no quiere representar ni mandar, que

solo quiere colaborar para que se puedan ir haciendo las cosas.

D) Asambleas e Internet. Se realizarán al menos dos Asambleas a lo

largo del año, con la finalidad de priorizar Iniciativas, elaborar Planes

Participativos, y establecer Rendición de Cuentas de Electos/as. El

funcionamiento de las Asambleas puede ser mediante talleres abiertos a la

población en base a las propuestas presentadas por las iniciativas

ciudadanas, con apoyo de los grupos motores.

ESQUEMA DE GESTIÓN PARTICIPATIVA PARA UNA GRAN CIUDAD:

Código Ético Planificación y Pres. Part. Metodologías

Electos Asesores

Municipales temáticos Democracia digital Participativas

Observatorios Temáticos Municipales

Juntas

Vocales

Internet y Presupuesto Participativo Construcción

DISTRITO colaborativa

Foros Locales con Talleres, Asambleas, etc.

Grupos Motores

Autogestión local

Movimientos sociales

Electores y gente no organizada

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