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De la tropa al tropo: colonialismo, escritura de guerra y enunciacio ´n metafo ´rica en Diario de un testigo de la guerra de A ´ frica Nil Santia ´n ˜ez Saint Louis University La guerra de Tetua ´n (18591860) significo ´ el inicio de una nueva direccio ´n del colonialismo espan ˜ol. Mientras el paı ´s asistı ´a a la desintegracio ´n del es- cua ´lido imperio de Ultramar, surgio ´ en la Penı ´nsula una mentalidad colonia- lista netamente moderna orientada al Magreb. 1 En 1876 se fundo ´ la Real Sociedad Geogra ´fica de Madrid, desde la que se organizaron expediciones a diversas zonas del territorio marroquı ´, y ocho an ˜os ma ´s tarde, en 1884, se creo ´, a raı ´z del Congreso de Geografı ´a Colonial y Mercantil celebrado en Madrid en 1883, la Sociedad Espan ˜ola de Africanistas y Colonialistas; desde esta asociacio ´ n se instaba a la clase polı ´tica y al gobierno a llevar adelante, por razones supuestamente regeneracionistas, una polı ´tica de intervencio ´n en Marruecos, territorio en el que Espan ˜a habı ´a mantenido, desde finales del siglo XV, varias plazas costeras. No fueron e ´stas las u ´ nicas asociaciones geogra ´ficas interesadas en el norte de A ´ frica: en 1877 se fundo ´ la Asociacio ´n Espan ˜ola para la Exploracio ´ n del A ´ frica y, en 1885, la Sociedad de Africanistas 1. Informacio ´ n detallada sobre el africanismo espan ˜ol del siglo XIX en Le ´cuyer y Serrano 22992; Madariaga 10412; Martı ´n Corrales; Morales Lezcano, Historia 181201. Todo estudio del africa- nismo espan ˜ol ha de tener presente la relacio ´ n de longue dure ´e entre Espan ˜a y el Magreb, feno ´ meno en el que no me puedo detener aquı ´ por razones obvias; el lector puede consultar al respecto Morales Lezcano, Historia; Moha; Serna. j 71 Hispanic Review (winter 2008) Copyright 2008 University of Pennsylvania Press. All rights reserved.

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De la tropa al tropo: colonialismo,

escritura de guerra y enunciaci on

metafor ica en Diario de un test igo de

la guerra de Africa

Nil Santianez

Saint Louis University

La guerra de Tetuan (1859–1860) significo el inicio de una nueva direcciondel colonialismo espanol. Mientras el paıs asistıa a la desintegracion del es-cualido imperio de Ultramar, surgio en la Penınsula una mentalidad colonia-lista netamente moderna orientada al Magreb.1 En 1876 se fundo la RealSociedad Geografica de Madrid, desde la que se organizaron expediciones adiversas zonas del territorio marroquı, y ocho anos mas tarde, en 1884, secreo, a raız del Congreso de Geografıa Colonial y Mercantil celebrado enMadrid en 1883, la Sociedad Espanola de Africanistas y Colonialistas; desdeesta asociacion se instaba a la clase polıtica y al gobierno a llevar adelante,por razones supuestamente regeneracionistas, una polıtica de intervencionen Marruecos, territorio en el que Espana habıa mantenido, desde finalesdel siglo XV, varias plazas costeras. No fueron estas las unicas asociacionesgeograficas interesadas en el norte de Africa: en 1877 se fundo la AsociacionEspanola para la Exploracion del Africa y, en 1885, la Sociedad de Africanistas

1. Informacion detallada sobre el africanismo espanol del siglo XIX en Lecuyer y Serrano 229–92;Madariaga 104–12; Martın Corrales; Morales Lezcano, Historia 181–201. Todo estudio del africa-nismo espanol ha de tener presente la relacion de longue duree entre Espana y el Magreb, fenomenoen el que no me puedo detener aquı por razones obvias; el lector puede consultar al respectoMorales Lezcano, Historia; Moha; Serna.

j 71Hispanic Review (winter 2008)Copyright � 2008 University of Pennsylvania Press. All rights reserved.

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de Sevilla. La publicacion de novelas como Los moros del Riff o el presidiariode Alhucemas (1856), de Pedro Mata, en cuyo prologo el autor se anticipa atoda una generacion de africanistas al sostener que el norte de Marruecos‘‘nos pertenece’’ y que por ello ‘‘conquistar el Riff es justo’’ (Mata 3); laaparicion de ensayos sobre Marruecos (v. g. Descripcion historica de Marrue-cos y breve resena de sus dinastıas, o apuntes para servir a la historia del Ma-greb, 1878, de Manuel Pablo Castellanos; El Imperio de Marruecos, 1879, deManuel Gonzalez Llana y Tirso Rodriganez; Expedicion geografico-militar alinterior y costas de Marruecos, 1885, de Julio Cervera Baviera); los trabajostopograficos y cartograficos realizados por la Comision del Estado Mayor delEjercito en Marruecos a partir de 1881; el desarrollo de los estudios arabes enla Universidad de Madrid entre 1843 y 1868 vis-a-vis la ‘‘mision civilizadora’’de Espana (Riviere Gomez 19–105); el mudejarismo de la arquitectura pe-ninsular desde finales de la epoca isabelina en adelante (Litvak, El jardın30–34); y, por ultimo, el exotismo orientalista en la literatura del cambio desiglo (Litvak, El jardın, passim) dieron forma a esta incipiente, vacilante peroduradera orbita africanista.

El presente trabajo explora uno de los textos fundacionales del africanismoespanol: Diario de un testigo de la guerra de Africa (1860), de Pedro Antoniode Alarcon. Publicado inicialmente por entregas por la casa editorial GasparRoig entre diciembre de 1859 y finales de marzo de 1860, este libro, basadoen las experiencias y observaciones de su autor durante la guerra de Tetuan—popularmente conocida como ‘‘guerra de Africa’’—y la ocupacion de esa ciu-dad marroquı, logro un exito enorme y supuso la consagracion literaria deAlarcon.2 Cierto: Diario de un testigo de la guerra de Africa no fue la unicaobra escrita a raız de este enfrentamiento militar; la declaracion de guerraen octubre de 1859, la campana militar y la entrada triunfal de las tropasexpedicionarias en Tetuan el 6 de febrero de 1860 despertaron un inusitadofuror patriotico y dieron pie a un sinfın de poemas (Garcıa Figueras 7–9;Lecuyer y Serrano 135–64; Palomo xxvii–xxxiii), piezas musicales (Garcıa Fi-gueras 73–76; Palomo xxxv–xxxvi) y obras teatrales (Garcıa Figueras 66–72;Palomo xxxiii–xxxv), por no hablar de la amplia cobertura informativa,tanto escrita (Correa Ramon 86; Garcıa Figueras 33–39, 47–52; Lecuyer y

2. Sobre el Diario de un testigo de la guerra de Africa, vease Baulo Domenech 165–68; Lecuyer ySerrano 181–209; los ensayos de Correa Ramon, Morales Lezcano, Vines Millet y Gonzalez Al-cantud recogidos por Gonzalez Alcantud; Garcıa Figueras 1–6, 53–58; Palomo vii–lxxxv; MoralesOliver 16–18; Schraibman 539–47; Soria Ortega 251–63; Fernandez Cifuentes 16–17.

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Serrano 35–92) como grafica del conflicto (Garcıa Figueras 53–58; Ortega361–94, Palomo lii, liv–lvi).3 Pero no es menos cierto que Diario de un testigode la guerra de Africa, aparte de ser la obra literaria mas lograda sobre laguerra de Tetuan, articula una compleja retorica africanista cuyo conocimien-to ayuda a entender mejor el nuevo colonialismo espanol.4 Hasta la fecha,los estudios dedicados a esta obra de Alarcon se han centrado especialmenteen cuestiones de contenido. Sin desconsiderar en absoluto la informacionfactual de Diario de un testigo de la guerra de Africa, este trabajo analiza lasestrategias retoricas empleadas para articular el discurso africanista del libroy su carga ilocutoria. Parto de la tesis defendida por Edward Said segun lacual todo colonialismo requiere una ‘‘narrativa’’: ‘‘stories’’, arguye Said, ‘‘areat the heart of what explorers and novelists say about strange regions of theworld’’ y son empleadas por los colonos para reafirmar su identidad y laexistencia de su propia historia (Said, Culture xii). Para Said, ‘‘when it cameto who owned the land, who had the right to settle and work on it, who keptit going, who won it back, and who now plans the future—these issues werereflected, contested, and even for a time decided in narrative’’ (Culture xiii).Diario de un testigo de la guerra de Africa constituyo, precisamente, una delas primeras manifestaciones de ese tipo de ‘‘narrativa’’ colonial en Espanaen el marco del incipiente africanismo espanol. Como espero demostrar, enel texto alarconiano hay un fuerte componente ilocutorio, ya que Alarconrealiza una conquista literaria que duplica la llevada a cabo por el ejercito.Dicha conquista consiste en la apropiacion simbolica de un espacio, unasgentes y una cultura mediante el despliegue de modelos literarios, culturalesy epistemologicos europeos. La narracion de la victoriosa campana militar(nivel locutorio) y la conquista literaria (nivel ilocutorio) conforman la co-lumna vertebral de Diario de un testigo de la guerra de Africa. Tengase encuenta que obras como la de Alarcon, como nos recuerda oportunamenteJosefa Baulo Domenech (175), modelaron la imagen que los espanoles tuvie-ron de Marruecos y establecieron una ‘‘geografıa imaginaria’’ (Said, Orienta-

3. Dos buenas visiones panoramicas de la guerra de Tetuan se encuentran en Serrallonga Urquidi139–59; Madariaga 67–84.4. Acerca del africanismo de Alarcon han escrito Garcıa Figueras 129–33; Gonzalez Alcantud,‘‘Poetica’’ 25–26; Vines Millet 45–60. Alarcon manifesto una actitud ambivalente respecto a Ma-rruecos; aunque apoyo su colonizacion, sintio a la vez cierta empatıa con el paıs y sus habitantes,en parte debido a su aprecio de la cultura musulmana peninsular, muy presente en su Andalucıanativa; vease al respecto Baulo Domenech 165–66; Gonzalez Alcantud, ‘‘Poetica’’ 22, 25; Palomoxliii–lxvi, lxx; DeCoster 60; Moreno 31–32, 36.

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lism 49–73) del Magreb y sus habitantes. La conquista literaria llevada a cabopor Diario de un testigo de la guerra de Africa se fundamenta en la practicade lo que aquı llamare ‘‘escritura de guerra’’ y en la estriacion simbolica deMarruecos.

Diario de un testigo de la guerra de Africa es la puesta en practica de una

escritura de guerra.5 Su contenido no es otro que la relacion detallada de la

campana, desde el 11 de diciembre de 1859—dıa del embarque de Alarcon en

Malaga con destino a Ceuta—hasta la entrada de las tropas en Tetuan. El

escritor nos narra con minucia el avance del ejercito expedicionario, la vida

de campamento y en la retaguardia (63–69), las batallas de Castillejos (128–

49), Guad-el-Gelu (309–34) y Tetuan (345–65), ademas de escaramuzas y

combates de menor envergadura (v. g. 27–31). La perspectiva adoptada por

Alarcon es la del testigo presencial, angulo de vision indicado en el tıtulo del

libro y resaltado repetidamente a lo largo de su Diario. Naturalmente, esa

inmediatez de la experiencia confiere autenticidad a su relato, pero supone

tambien una limitacion, caracterıstica por lo demas del soldier’s tale, por

parafrasear el tıtulo del excelente libro de Samuel Hynes dedicado a este tipo

de obras. Los ‘‘relatos de soldados’’ contienen una dimension paradojica: su

veracidad es directamente proporcional a la limitacion de la perspectiva, pues

el soldado solo puede contar con fidelidad su propia experiencia belica. Por

un lado, la vivencia es un garante de la verdad del relato; por otro, reduce el

conocimiento historico de lo sucedido. Alarcon alude a esta paradoja antes

de narrar su bautismo de fuego cuando confiesa que solo escribira ‘‘de lo que

presencie y entienda, y como me sera imposible hallarme en todas partes a

un mismo tiempo, naturalmente he de omitir muchos hechos dignos de

mencion. Lo sentire de veras, pero a bien que este libro no es la Historia de

la campana sino el Diario de un testigo’’ (55). Su condicion de testigo y partı-

cipe, arguye Alarcon, le permitira dar al lector una idea mas exacta que la

que pueda ofrecerle un historiador. El autor destaca en varias ocasiones este

topos de la escritura de guerra, que resume con estas palabras: ‘‘tengo la

seguridad de que mis apuntes individuales han de hacerte ver mas claro el

conjunto de los sucesos y mas de cerca ciertos pormenores que los boletines

militares del gobierno’’ (55). En ocasiones, Alarcon recoge impresiones y vi-

vencias de los soldados que regresan de la batalla, alegando que ‘‘semejantes

5. Contextualıcese con Litvak, El ajedrez 207–11, paginas dedicadas a la literatura militar escrita aproposito de la guerra de Tetuan.

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datos son los mas precisos y fidedignos (como que son autenticos) que pue-dan tomarse acerca de unas luchas tan confusas y complicadas’’ (131). Enotras, lo vemos escribiendo en su tienda o tomando notas en plena batalla‘‘sobre el arzon del caballo’’ (213). Las notas de su ‘‘album aventurero’’ hansido trazadas ‘‘incoherentemente a grandes intervalos y en diversos sitios’’(384). Con el fin de proporcionar una idea mas general, Alarcon adopta aveces una perspectiva panoramica, lograda al subir a una elevacion del te-rreno (29–31, 396–98), entrevista a habitantes de la zona (v. g. 253-ss.) e in-cluso pide a sus superiores abandonar el tercer cuerpo del ejercito y pasar alcuartel del general en jefe: este cambio ‘‘me ha parecido indispensable’’ pues‘‘solo ası podre ver y apreciar las cosas desde su verdadero punto de vista;abarcar el conjunto de las operaciones; comprender el plan y desarrollo delos combates y dominar, por decirlo ası, desde una cumbre, todos los acciden-tes y movimientos de la campana’’ (255–56).

El segundo rasgo de la escritura de guerra del Diario es su imitacion estilıs-tica de la vida militar y de los combates. Alarcon establece, de manera cons-ciente, una estrecha correspondencia entre escritura y guerra. En el tercercapıtulo del Diario, afirma que la variedad de estilos, tonos y generos de suscronicas les dara a estas ‘‘alguna semejanza con la vida militar, llena de con-trastes, de inconsecuencias, de accidentes inesperados y de peripecias imprevi-stas’’ (25). Lo ejemplifica en el siguiente capıtulo con su descripcion delabigarrado y caotico aspecto de Ceuta tras la llegada de los soldados (25–27).El desorden formal y la mencionada variedad del libro refractan el ‘‘desordenarmonioso’’ (27) y los contrastes de la vida militar. Las enumeraciones caoti-cas, la parataxis y la anafora son algunos de los recursos estilısticos emplea-dos por Alarcon para representar la confusion caracterıstica de los combates(v. g. la batalla de Castillejos, sobre todo 128-ss., y la de Guad-el-Gelu, enparticular 321). Cabe anadir que la imitacion literaria de la guerra esta enparte condicionada por el lugar de la enunciacion—la tienda de campana oel campo de batalla—: ‘‘perdoname de una vez para siempre su desalino [elde sus ‘‘apuntes’’] y barbaro lenguaje, en gracia de la precipitacion, de lafatiga y del incomodo ajuar con que los escribo’’ (54). La mimesis estilısticade la guerra es un indicio, entre otros, de la vocacion literaria del Diario,patente en su caracter narrativo y en la percepcion literaria y artıstica de loscombates. En cuanto a lo primero, Alarcon advierte al lector que sus cronicasno son las de un historiador, sino mas bien las de un narrador: ‘‘Careciendode dotes de historiador’’, aclara en las paginas liminares, ‘‘me contentare conser narrador exacto’’ (7); la primacıa del narrador sobre el historiador es, por

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lo demas, una ventaja, pues le va a permitir un acceso mas directo a la reali-dad de la guerra: ‘‘lo que no dice la historia, ni refieren las partes, ni adivinanlos periodicos; la historia privada profana, particular de la guerra, todo estocomprendera el libro’’ (8). No nos debe extranar, en consecuencia, que Alar-con perciba y presente la guerra en terminos artısticos y literarios: calificalos combates de ‘‘poemas animados’’ (203); se extasıa ante el ‘‘espectaculoverdaderamente soberbio’’ que presenta la caballerıa marroquı (244); de-scribe el llano donde se desarrolla el combate de Guad-el-Gelu como ‘‘unvasto lienzo’’ (330); en esa misma batalla, la aparicion en el campo de lasfuerzas comandadas por el general Prim constituye un ‘‘imponente y magnı-fico espectaculo’’ (330); tras la batalla de Guad-el-Gelu, los heridos y agonizan-tes forman cuadros de ‘‘lugubre poesıa’’ (332); al pasearse entre cadaveresde combatientes marroquıes, escribe que procuro ‘‘grabar en mi imaginaciontodos los accidentes de aquel patetico cuadro, no viendo ya en el una catas-trofe natural, sino un bello asunto para la pintura o para la estatuaria’’ (103);la campana militar es un ‘‘poetico torneo’’, una ‘‘epopeya viviente’’ (287) o,como exclama mas adelante: ‘‘¡la guerra tiene una poesıa particular, unapoesıa que sobrepuja en ciertos momentos a todas las inspiraciones del artey de la naturaleza!’’ (320). En resumen: la guerra ofrece rasgos de distintosgeneros artısticos y literarios: el teatro (‘‘espectaculo’’), la epopeya (‘‘epopeyaviviente’’, ‘‘poemas animados’’), la lırica (‘‘lugubre poesıa’’), la pintura(‘‘cuadros’’) y la escultura (‘‘estatuaria’’).

El ultimo elemento de la escritura de guerra que merece resaltarse es acasoel mas importante, pues organiza los anteriores a la vez que constituye elsoporte de la tropologıa que se analizara a continuacion. Me refiero a lapercepcion de la guerra como actividad desarrollada segun las convencionesgenericas del drama. Segun acabamos de ver, la escritura remeda estilısticamen-te la vida militar y los combates. Sin embargo, lo realmente singular delDiario no es esa mimesis de lo real, sino lo inverso: en este libro, la realidadextradiscursiva parece imitar la literatura. Para Alarcon, la campana militares un ‘‘drama’’ dividido en varios ‘‘actos’’. Nos lo dice despues de narrar lallegada del ejercito al valle de Tetuan. El escritor agrupa los distintos hechosde guerra en tres actos con sus respectivos tıtulos. El primer acto, que titula‘‘el Serrallo’’,6 comprende ‘‘todas las acciones renidas en Sierra Bullones hasta

6. Palacio abandonado en las afueras de Ceuta ocupado por el ejercito el 19 de noviembre de 1859;en sus alrededores se acantono durante cuarenta dıas el segundo cuerpo del ejercito expediciona-rio espanol. En la siguiente cita, Alarcon se refiere al campamento de la Concepcion, levantado el

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el establecimiento de los reductos que guarnece todavıa el heroico primercuerpo’’ (252); el segundo, titulado ‘‘la Concepcion’’, ‘‘abarca los ocho com-bates sostenidos por las tropas del general Ros de Olano y parte de la divisionde reserva durante la construccion del camino de Tetuan’’, mientras que el

tercero, ‘‘la Marcha’’, empieza con la batalla de Castillejos y llega hasta el

presente de la enunciacion (252). Los tres actos componen, concluye Alarcon,

‘‘[l]a exposicion y el argumento’’ del drama (252). ‘‘El publico’’, agrega, ‘‘co-

noce a todos los personajes . . . La intencion de la obra se marca cada vez

mas; el desenlace se ve venir y la catastrofe se preve, aunque nadie pudiera

formularla todavıa’’ (252). Los acontecimientos belicos siguen, pues, las con-

venciones del genero dramatico. El escritor ha hecho literatura sobre la gue-

rra, pero esta es, en sı misma, escritura literaria. Bajo esta perspectiva, los

tres ‘‘actos’’ lo son tanto del Diario como de la campana (la expresion militar

‘‘teatro de operaciones’’, dicho sea de paso, cobra de este modo un sentido

literal). En consecuencia, los lımites entre representacion literaria y combates

reales se erosionan. Alarcon revela ası la autorreferencialidad de toda es-

critura de guerra: el escritor, al intentar representar mediante el lenguaje el

horror de la guerra, no puede ir mas alla de las convenciones retoricas y

linguısticas de un repertorio constituido por su tradicion cultural. Esto no

significa ignorar la diferencia entre escritura y guerra: ambas son acciones

pertenecientes a ambitos distintos. Lo que Alarcon nos transmite es que todo

conocimiento de la empiria se filtra y estructura con un repertorio de con-

venciones retoricas, linguısticas y genericas, prefigurando de esta manera las

tesis sobre la escritura historiografica planteadas por Hayden White en Meta-

history. La tropa se convierte en un tropo tan pronto se inserta en un dis-

curso.

En el Diario, la tropa y el tropo, articulados en la retorica de una escritura

de guerra, guardan objetivos paralelos: la tropa pretende la conquista de un

territorio real, mientras que el tropo forma parte de una toma de posesion

simbolica del mismo territorio. Estos dos tipos de conquista son complemen-

tarios y, de hecho, se necesitan mutuamente: la conquista belica de un espa-

cio colonial se apoya en una narrativa cultural, y el dominio simbolico del

espacio colonial es indisociable de las estructuras de poder (administrativas,

militares, economicas) que lo controlan. El Diario procede a la conquista

14 de diciembre por el tercer cuerpo del ejercito, en cuyo Batallon Cazadores de Ciudad Rodrigonumero 9 el escritor habıa sentado plaza de soldado.

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tropologica del territorio. La escritura de guerra de Alarcon es, por ende, unaescritura belicosa que reduplica la agresividad y los objetivos belicos y polıti-cos del ejercito expedicionario espanol. Al hablar de la ‘‘tropologıa’’ que ar-ticula la fuerza ilocutoria de la escritura de guerra no me refiero al empleode tropos concretos, sino mas bien a la ‘‘enunciacion metaforica’’ de la quenos ha hablado Paul Ricœur en su libro La Metaphore vive. En esta obra,Ricœur va mas alla de los habituales planteamientos teoricos sobre la me-tafora, que toman como unidad de referencia la palabra o la frase; en elprimer caso se puede hablar de una teorıa de la palabra-metafora centrada enla denominacion ‘‘desviada’’, y en el segundo, de una teorıa del enunciado-metafora en la cual se considera la metafora como un ‘‘enunciado impertinen-te’’. Ricœur propone pasar de la frase al discurso. Emerge de este modo unanueva problematica, que no concierne ni a la forma de la metafora comofigura del discurso focalizada en la palabra ni al sentido de la metafora, sinoa la ‘‘reference de l’enonce metaphorique en tant que pouvoir de ‘redecrire’la realite’’ (10). A esa capacidad de reescritura, dotada de una intencion realis-ta, la denomina ‘‘verdad metaforica’’ (310–21). El enunciado metaforico, ba-sado en una ‘‘referencia desdoblada’’ y presente no solamente en el discursopoetico, sino tambien en el filosofico (y, podrıamos anadir, en la historio-grafıa y en la crıtica literaria), es una forma de acceder a la realidad empıricaque excede los patrones linguısticos, retoricos y epistemologicos subyacentesen las representaciones mimeticas del mundo. La teorıa de la metafora desa-rrollada por Ricœur es de gran utilidad para comprender obras como el Dia-rio de Alarcon, obra construida, como han visto otros estudiosos, mediante laalternancia de un romanticismo residual, abundante en metaforas y descrip-ciones lıricas, y una escritura periodıstica basada en la neutralidad expositivay en la previa busqueda de informacion fehaciente (v. g. Lecuyer y Serrano184–96; Soria Ortega 257–61). En las paginas que siguen voy a detenerme endos de los elementos que configuran la enunciacion metaforica del Diario: lafuncion metaforica del espacio vacıo y la constelacion de intertextos proceden-tes de la tradicion europea como tecnica de sustitucion paradigmatica ycomo mecanismo de conquista cultural. Estos elementos nos invitaran a re-flexionar sobre el papel desempenado por la enunciacion metaforica en laconfiguracion de una ‘‘narrativa’’ colonial.

Para empezar, el Diario puede leerse como el mapa de un territorio. Lasdescripciones de lugar desempenan un gran protagonismo en la obra: Alar-con nos describe Ceuta y sus alrededores (21–22), el interior de Marruecos(v. g. 49), los campos de batalla (v. g. la batalla de Castillejos, 132), Tetuan

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(todo el capıtulo 48) y los poblados por donde pasan las tropas (218–20);tambien se detiene en la descripcion de edificios y de interiores domesticos(413–16, 463–68). La escritura de guerra alarconiana contiene una escrituratopografica. No es algo que nos deba sorprender: en muchas actualizacionesde la escritura de guerra, el espacio, y no el tiempo, constituye el principiorector. En la literatura de guerra se presenta al soldado en una constantedialectica espacial entre posiciones de vanguardia y retaguardia, entre elfrente y el hogar que deja. Alarcon reconoce esa dimension espacial cuandosentencia: ‘‘Y he aquı todo lo que un pintor de batallas puede trasladar allienzo en esta clase de acciones: un croquis topografico y mas o menos hu-mareda’’ (57). Teniendo en cuenta el contexto militar y cultural de la epoca,dicho ‘‘croquis topografico’’ desempena una funcion cognitiva. El ejercitoespanol se adentro por un territorio del que habıa muy pocos mapas,7

y esa escasez cartografica reflejaba, en rigor, el limitado conocimiento—deformado ademas por prejuicios exotistas—que habıa en Espana acerca delas costumbres, la historia y la cultura de Marruecos (Garcıa Figueras 8, 66).En la primera mitad del siglo XIX aparecieron libros sobre el Magreb con losque se intento paliar la escasa informacion de la que disponıan los espanolesal respecto; entre ellos, merecen destacarse el libro pionero de DomingoBadıa y Leblich, Viaje de Ali Beyu-el-Abbasi (1836); Los cristianos de Calo-marde o el renegado por fuerza (1835), de Leon Lopez y Espila; Manual deloficial en Marruecos o cuadro geografico, estadıstico, historico, polıtico y militarde aquel imperio (1844), de Serafın Estebanez Calderon; y Apuntes para lahistoria de Marruecos (1851), de Antonio Canovas del Castillo.8 La recepcionde estos libros fue, sin embargo, desigual y de ese modo persistio la relativaignorancia acerca de Marruecos. Con el fin de orientar a sus lectores, Alarcondescribe con detalle en su Diario una topografıa practicamente desconocida.9

7. La victoria militar y la ocupacion de Tetuan hasta 1862 apenas alteraron esa carencia de mapas.El Atlas historico y topografico de la Guerra de Africa, publicado por el Deposito de la Guerra en1861, contiene solamente 20 mapas, que se sumaron a los dos de la Descripcion y mapas de Ma-rruecos (1859), de Francisco Coello y Jose Gomez de Arteche. Por su parte, Evaristo Ventosa incluyo,en Espanoles y marroquıes: historia de la guerra de Africa (1859–1860), un ‘‘Plano topografico delcampamento de las tropas en Africa’’ (sic) y un ‘‘Mapa del terreno comprendido entre el Boquetede Anghera y Tetuan, con los campamentos espanol y marroquı’’. Vease al respecto el trabajo deUrteaga, Nadal y Muro.8. En Gil Grimau (147–74) se ofrece una bibliografıa exhaustiva de las obras sobre el norte deAfrica publicadas antes de 1850.9. La guerra de Tetuan genero un numero considerable de cronicas periodısticas y libros quefamiliarizaron a los espanoles con aspectos de la cultura y la vida de Marruecos. Destacan, entreotros, Recuerdos de la campana de Africa (1860), de Gaspar Nunez de Arce; el ya citado Espanoles

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El escritor andaluz racionaliza discursivamente un espacio al articularlo enun sistema semiotico, pero al hacerlo, lleva a cabo tambien una operacionepistemologica con la que se apropia de un topos amorfo, de una terra incog-nita. Evidentemente, se trata de un fenomeno bien conocido, a saber: la es-trecha conexion entre escritura, cartografıa, geografıa, conquista guerrera ycontrol colonial, estudiada, entre otros, por Livingstone (216–59), Pratt (1–85,146–55, 201–27) y Said (Orientalism 210–22). La escritura topografica de Alar-con llega incluso al extremo de refinar la cartografıa de Marruecos manejadapor el ejercito expedicionario espanol al corregir informacion erronea sobrela topografıa del paıs: en el barco que lo conduce de regreso al frente, Alarconle pide al lector que no confunda ‘‘a Monte Negron con Cabo Negro, comoacontece a muchas personas y hasta a los mejores geografos. ¡Bien que enesto de geografıa nos hallamos completamente a oscuras desde que salimosde Ceuta! Las cartas marıtimas de esta costa han sido hechas del modo masgratuito y ateniendose tan solo a conjeturas’’ (176). En el Diario de Alarconse ofrece al lector de la epoca un mapa discursivo. La cartografıa literariade un espacio relativamente desconocido implica, a su vez, un proceso denominacion de lugares. Nominar es, en terminos generales, un modo deapropiacion y control con el que se clasifican y organizan las diferenciassegun una jerarquıa de relaciones.10 El ‘‘nombre propio’’, ha escrito JacquesDerrida, constituye la ‘‘archi-violencia’’, es decir, la ‘‘violencia originaria queha privado a lo propio de su propiedad’’ (147; vease tambien 140–54). Lanominacion de un lugar, uno de los actos de habla performativos mas impor-tantes segun J. Hillis Miller (150), forma parte de la produccion de espacioestudiada magistralmente por Henri Lefebvre en La Production de l’espace.En el Diario, el acto de nombrar se hace visible, por ejemplo, cuando se relatala llegada de los espanoles al rıo Azmir: ‘‘Rıo Azmir . . . Ası se llama y dicenque se llamaba cuando nuestras tropas lo descubrieron, el pantanoso valleque dominan nuestros reales’’ (194). En este caso el nombre preexiste, peroAlarcon se lo apropia al reinscribirlo en un mapa discursivo que contribuyea la creacion de una geografıa imaginaria.

y marroquıes: historia de la guerra de Africa (1859–1860), de Evaristo Ventosa; Leyendas de Africa(1860; libro incluido en 1884 en Episodios militares), de Antonio Ros de Olano; y Jornadas de gloriao los espanoles en Africa (1860), de Vıctor Balague. Acerca de los cronistas de la guerra, veaseCorrea Ramon 90–99; Garcıa Figueras 40–46; Palomo xxvi–xxviii, xxxviii–xxxix.10. Comparese con las tesis de Michel de Certeau acerca del sentido y la funcion de los toponimos(103–05).

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La racionalizacion del espacio en un mapa discursivo es una ‘‘estria-

cion’’—empleamos la terminologıa consagrada por Gilles Deleuze y Felix

Guattari en Mille plateaux—del ‘‘espacio liso’’ propio de los nomadas.

Para Deleuze y Guattari, el espacio liso carece de homogeneidad; es un

campo heterogeneo, ligado a multiplicidades ‘‘rizomaticas’’, sin centro, sin

conductos ni canales (Deleuze y Guattari 371). Una de las misiones del Es-

tado, arguyen ambos pensadores, consiste en estriar el espacio bajo su con-

trol (384). El Estado necesita fijar senderos, establecer direcciones bien

definidas, regular la circulacion, medir detalladamente los movimientos de

sujetos y objetos (386). El espacio estriado e instituido por el aparato del

Estado (474) produce un orden y una sucesion de formas (478). La ciudad es

el espacio estriado por excelencia, mientras que el desierto es el ejemplo mas

claro de un espacio liso. No se trata, sin embargo, de dos espacios separados;

el espacio liso, escriben Deleuze y Guattari, es constantemente traducido,

convertido en espacio estriado, y el espacio estriado es revertido, devuelto a

la condicion de espacio liso (474). En el caso concreto de Marruecos, cuya

poblacion rural estaba compuesta por pastores nomadas y por agricultores,

el espacio liso no es el espacio del nomada strictu senso; mas bien, es un espacio

mixto de poblacion nomada y sedentaria articulado por una constelacion de

reglas fluidas y carentes de un principio regulador comun. Alarcon describe

en sus cronicas el proceso de estriacion de ese espacio por el ejercito durante

la campana y en su ocupacion de Tetuan. La formacion de los campamentos,

por ejemplo, debe considerarse como una forma de estriacion; a proposito

del campamento de la Concepcion, Alarcon cuenta que ‘‘Hace tres horas,

este valle . . . y los dos montes que lo sombrean, eran una selva cerrada,

silenciosa, perteneciente a la morisma, pero donde apenas se veıa la huella

de un pie humano. En este momento es una colonia espanola, una ciudad

cristiana; deslindada y fortificada completamente’’ (45). El ejercito ha es-

triado, pues, un espacio supuestamente salvaje imponiendole un tipo de es-

tructura, descrita como si de una ciudad se tratara y calificada de ‘‘urbana’’

por el escritor (45–46). A Alarcon le entusiasma—nos lo dice mas adelante:

el ver que los espanoles hemos traıdo a este caduco y estacionario imperio

los mas optimos frutos de la civilizacion . . . Ayer quedo establecido un

telegrafo electrico entre Fuerte Martın y la Aduana . . . Manana quedara

tendida una vıa de hierro sobre esta tierra, independiente hasta ahora como

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las panteras del Atlas y sera tambien Espana la que de su nombre a ese

camino. (300)11

No fueron estas las unicas practicas estriadoras del ejercito espanol, dichosea de paso: los espanoles tambien construyeron una carretera, restablecieronlas misiones franciscanas y organizaron el servicio de correo; en Tetuan, divi-dieron la ciudad en cuatro distritos militares, convirtieron la mezquita prin-cipal en una iglesia catolica, numeraron las casas, organizaron un servicio delimpieza, establecieron el cuerpo de policıa, ensancharon la ciudad demo-liendo edificios—‘‘con lo cual se facilitaban’’, segun Garcıa Figueras, ‘‘los movi-mientos militares’’ (125)—y, por ultimo, bautizaron las calles, las plazas y laspuertas de la ciudad con nombres espanoles; por lo que cumple a las puertasde entrada, los nuevos nombres mentaban la apropiacion de Tetuan por unEstado extranjero (‘‘Puerta de la Reina’’), la victoria del ejercito expediciona-rio sobre las fuerzas marroquıes (‘‘Puerta de la Victoria’’) y la relacion de esavictoria y ocupacion militar con la Reconquista (‘‘Puerta de Alfonso VIII’’,‘‘Puerta del Cid’’, ‘‘Puerta de San Fernando’’, ‘‘Puerta de los Reyes Catoli-cos’’). En su Diario, Alarcon hizo algo mas que constatar la estriacion es-pacial del ejercito; tambien procedio a estriar discursivamente el espaciomarroquı. Acabamos de ver dos estrategias discursivas estriadoras: la imposi-cion autoconsciente, en la representacion de la guerra, de convenciones li-terarias y retoricas, y la cartografıa discursiva del territorio marroquı. Noson, sin embargo, las unicas.

La paulatina estriacion militar y discursiva del paisaje contiene una dimen-sion paradojica al expulsar del espacio a sus habitantes nativos. Como se dijoantes, la tropa y el tropo se proponen conquistar un espacio y dominar al‘‘otro’’ que lo habita. Pero ese ‘‘otro’’ desaparece tan pronto se intentaaprehenderlo: antes de la llegada de los espanoles, los marroquıes abandonansus poblados y campamentos. La estriacion del espacio va a carecer, con-secuentemente, de contenido humano. La despoblacion de la zona es una

11. Se trata de un lugar comun en la nueva ‘‘narrativa’’ colonial espanola. Nunez de Arce, porponer un ejemplo ilustre, lo expresa ası: ‘‘Nunca aquellas desiertas playas, no holladas por lacivilizacion vigorosa de Europa, hubieran podido esperar que los ecos de las montanas proximasrepitiesen las delicadas melodıas de Bellini y Donizzeti, ni que surcara las olas del mar que inundasus arenas abrasadoras de conchas y algas, la multitud de naves que entonces recorrıan aquellasinhospitalarias costas, espanto muchos siglos ha del comercio y de la industria. Estaba escrito . . .que la guerra abriese a la civilizacion, a pesar de los hombres que la habitaban, aquella tierra’’(81).

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constante en el avance militar y en las cronicas de Alarcon, desde los prime-ros dıas de la campana (v. g. 37) hasta la entrada de las tropas en Tetuan(v. g. 401).12 Al principio, Alarcon piensa que tal despoblacion es un hechocircunstancial, y que mas adelante encontrara espacios habitados. En los pri-meros capıtulos del Diario, las tropas espanolas—y, en consecuencia, los tro-pos—todavıa no han penetrado en el interior. El ‘‘verdadero drama’’, escribe,‘‘no ha principiado todavıa’’ (195). No ha empezado sobre todo para Alarcon,ya que, aparte de los combatientes marroquıes, los espanoles solamente hanencontrado ‘‘montes desiertos y alguno que otro morabito arruinado’’ (195).La desaparicion de los nativos condiciona la escritura de Alarcon al impedirlela descripcion de las costumbres y gentes locales; lo unico que puede haceres relatar los combates y la vida regimental, y evocar aquı y alla un Marruecosliterario, estereotıpico, construido, que poco tiene que ver con la realidad.Con estas palabras reconoce el escritor las limitaciones impuestas por la des-poblacion: ‘‘El hogar, los muebles, las costumbres, los ninos, las mujeres, lastierras cultivadas, la religion, la industria, la mayor o menor civilizacion deestas gentes, su vida, en fin, es aun para nosotros un secreto’’ (195). El ‘‘se-creto’’ aludido por Alarcon no se revela en el primer poblado, completamen-te desierto, en el que entran las tropas espanolas. No hay nadie en el aduar:‘‘Las hembras y los ninos, con los ganados y lo mas indispensable del ajuar,emigrarıan a las fragosidades de Sierra Bullones desde que el ejercito cris-tiano asomo por encima del rıo Azmir’’ (219). Los marroquıes de ese aduarresisten de la unica manera que pueden hacerlo: yendose a otra parte. Quesu huida es una forma de resistencia lo confirman los interiores domesticos,completamente vacıos; los marroquıes se lo han llevado todo con el fin deque los espanoles no puedan apropiarse de sus pertenencias: ‘‘Dentro de laschozas no ha quedado ningun objeto que responda a la curiosidad que memueve de ver o adivinar la vida domestica de los moros’’ (219).

Alarcon acudio a Marruecos, segun confiesa, con la esperanza de desvelarel ‘‘misterio’’ de lo arabe y crear un nuevo tipo de literatura en Espana (pas-sim). Por lo que cumple al primer objetivo, el ejercito le abre el camino parasu conocimiento de ese supuesto misterio. El avance de las tropas por territo-

12. Contrastese mi lectura con la ofrecida por Pratt (51–52, 59–61) en su analisis de la invisibilidado marginalidad de la poblacion nativa en los libros de viaje de Anders Sparrman (Voyage to theCape of Good Hope, 1785, cuya version original sueca es de 1783), William Paterson (Narrative ofFour Voyages in the Land of the Hottentots and the Kaffirs, 1789) y John Barrow (Travels into theInterior of Southern Africa in the Years 1797 and 1798, 1801).

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rio marroquı en direccion a Tetuan corre paralelo, pues, al avance de la es-critura de Alarcon. Al describir el Boquete de Anghera (42–43), sentenciaque este es ‘‘la esfinge que guarda el enigma de la verdadera Africa, del Africamisteriosa e independiente, que empieza en el y no en las costas’’ (42). Masadelante el autor, que ha llegado con el resto de las tropas al rıo Azmir,reconoce que ‘‘El misterio musulman subsiste todavıa’’, si bien confıa en que‘‘al dar vista al valle de Tetuan, empezara a despojarse de sus velos la Isissarracena’’ (196–97). Para escribir lo que Alarcon llama ‘‘la epopeya vivienteque entreviera mi fantasıa’’ (197) se necesitan, obviamente, personajes; peropor desgracia para el, los posibles personajes de su obra lo eluden una y otravez. El Diario no puede hablar de los marroquıes simplemente porquemuchos de ellos se han ido a causa de la presencia de tropas extranjeras. Laguerra despuebla los aduares, y la despoblacion del espacio vacıa de conte-nido la obra de Alarcon. Consciente del problema que ello le supone, Alarconexpresa su preocupacion ante la inminente toma de Tetuan: ‘‘La expectativade una toma a viva fuerza no me aterra tanto como la de encontrar desiertassus calles y sus casas’’ (296). Apenas terminada la batalla de Tetuan, el escri-tor vuelve a manifestar su temor: ‘‘¡Yo no quisiera que entrasemos en Tetuana sangre y fuego! . . . Yo tiemblo a la idea de que todos sus habitantes tomenel camino de la montana. Para monumentos arabes, bastantes he visto enAndalucıa. Yo quiero ver la poblacion, las costumbres, los trajes, los ritos, lasfisonomıas de los moros’’ (364). La polıtica de tierra quemada dificulta laapropiacion literaria por parte de un escritor que ve defraudada su voluntadde describir un mundo exotico. Al encontrarse con un espacio vacıo, a Alar-con se le escapa la posibilidad de hacer un nuevo tipo de literatura.

En el capıtulo 47 se muestra con claridad esa dislocacion entre la escrituray la realidad extradiscursiva. Desde un cementerio situado en un monte prox-imo a Tetuan, Alarcon contempla, extasiado, la ciudad rendida (396–98). Loque contempla con avidez no es, sin embargo, el conjunto de edificios ycalles que se extiende bajo sus pies, sino ‘‘la ciudad de mis recuerdos, la demi sonadora fantasıa, la de mis amores de poeta. Era la ciudad oriental, laciudad arabe, cualquiera que ella fuese . . . Era el misterioso albergue de unaraza apartada del mundo . . . era la realidad de mis ilusiones de nino; era laGranada del siglo XVI’’ (397).13 El escritor cree haber tocado la ‘‘verdad’’, la

13. Comparese con la descripcion de Tetuan realizada por Ros de Olano: ‘‘Mi vista . . . se volviohacia Tetuan, y allı contemple en la mudez de su dolor a la huerfana que unos poetas transeunteshan motejado, y otros la han llamado . . . paloma dormida; no, no duerme tranquila como la

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‘‘presencia’’, el ‘‘ser’’ del Oriente (397). Ahora bien: esa ‘‘presencia’’ del ‘‘ser’’

es elusiva. Alarcon se topa siempre con ‘‘huellas’’ (por decirlo con Jacques

Derrida) de una presencia imposible. De Tetuan se ha ido buena parte de la

poblacion musulmana. ‘‘Era evidente’’, escribe Alarcon, ‘‘que aquella calle

habıa estado ocupada por el comercio, y conocıase esto en los miles de ar-

marios, escaparates y cajones destrozados que se veıan por el suelo, entre los

restos destruidos de muchas clases de mercancıas’’ (401). La guerra ha modi-

ficado la gramatica urbana. Tetuan no se puede conocer como tal porque

ha sido devastada. ‘‘Causaba pena efectivamente contribuir a rematar tanto

estrago, tanta destruccion. Nosotros habıamos sido en cierto modo la causa

de aquellos desastres, y lejos de condolernos de ellos . . . los aumentabamos

con nuestra marcha devastadora. Cada una de aquellas pilas de escombros

representaba la fortuna de una familia’’ (401); en definitiva: ‘‘Para sus mı-

seros duenos, Tetuan ha dejado ya de existir’’ (401; vease tambien la descrip-

cion de las calles de Tetuan realizada por Nunez de Arce en sus Recuerdos de

la campana de Africa 81). Parte del caracter marroquı de la ciudad ha desapa-

recido a causa de la guerra iniciada por los espanoles, quienes no pueden

conquistar ni dominar completamente a los pobladores, ya que muchos de

ellos se han exiliado de Tetuan. El enemigo rehusa el combate y, de ese modo,

se resiste a la conquista militar y simbolica. No debe olvidarse que todo

poder colonial imposibilita, por definicion, la presencia de los nativos en

cuanto tales: el dominio administrativo, militar y cultural de un territorio

extranjero por una potencia colonial convierte a los indıgenas, inevitablemen-

te, en indıgenas colonizados. De ahı que la escritura colonial solo pueda

producir una imagen distorsionada del ‘‘otro’’. Al entrar en Tetuan, Alarcon

se encuentra ante una situacion similar a la vivida al entrar en los poblados

moros: la ciudad es un lugar semivacıo. Lo arabe, que Alarcon quiere co-

nocer/conquistar, es en buena medida inasible. Los tetuanıes, al igual que los

marroquıes del interior del paıs, han retornado, segun entiende Alarcon, a

su vida nomada. Al contemplar a la ‘‘emigracion tetuanı’’ que huıa espantada

‘‘ante nuestros pasos’’ (399), Alarcon exclama: ‘‘¡Que interesante, que pa-

paloma . . . es la ciudad del arabe sin el arabe; es el hogar de diez mil familias sin el fuego de lafamilia . . . la cautividad sin el quejido, porque las lagrimas de sus mujeres, de sus ninos y de susancianos riegan suelo extrano, y sus fuertes varones coronan las crestas de los montes aferrandolas armas muy callados. La pisan los europeos y no aciertan a comprenderla; la comparan y ladesprecian’’ (105). Acerca de las distintas impresiones, observaciones y reacciones de los espanolescon respecto a Tetuan, vease Garcıa Figueras 39, 115–19.

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tetico, que conmovedor era el lejano aspecto de aquella poblacion que volvıaa la vida nomada que fue su origen!’’ (399–400). En ese nomadismo, comoplantea agudamente en varios pasajes del Diario, se incuba la resistencia ma-rroquı. Alarcon comprende que, dado ese nomadismo, el ejercito espanol solopodra imponerse definitivamente si ataca los campamentos y aduares, y nosolamente las grandes ciudades:

En Europa se darıa mas importancia a la perdida de una capital que a la de

unas tiendas de lona . . . En Africa, la tienda es la verdadera casa, el ver-

dadero hogar de los que luchan . . . Lo trascendental para ellos, lo honroso

para nosotros; lo que afectarıa directamente al ejercito marroquı fuera

arrebatarles sus propios bienes, su propia fuerza, su aduar de peregrinos,

su vivac de pastores y guerreros, sus tiendas y municiones, sus vıveres y sus

ganados. (283)

Para decirlo nuevamente segun el marco teorico desarrollado por Deleuze yGuattari en Mille plateaux: la maquina de guerra del nomada se enfrentara ala maquina de guerra apropiada por el Estado espanol, y en ese enfrenta-miento, como augura profeticamente Alarcon, saldran ganando, a la larga,los marroquıes.

El espacio vacıo hay que entenderlo en terminos tropologicos. No puedeconsiderarse como una metonimia de sus ocupantes, ya que, al irse, los ma-grebıes se han llevado toda sena de identidad: los espanoles no pueden dedu-cir el caracter ni la vida cotidiana de los marroquıes porque estos haneliminado todo indicio; tampoco es una sinecdoque, pues el espacio vacıo norepresenta una totalidad, ni mucho menos una de sus partes. Se trata, masbien, de una metafora de la resistencia de un pueblo contra la invasion de unejercito extranjero. El espacio vacıo sustituye, en el eje paradigmatico, loslugares cotidianos que contienen un modo de vida. Dirıase que los ma-rroquıes han comprendido que, para resistir efectivamente la ocupacion, esimportante borrar todo indicio que los delate; la metonimia y la sinecdoqueson dos figuras retoricas que permitirıan a los espanoles acceder y controlarsimbolicamente el territorio marroquı. Alarcon dota al espacio vacıo de unadoble funcion denotativa y metaforica; en uno y otro caso, el dominio sim-bolico es precario. La metaforizacion del espacio dificulta el acceso directo ael. La topografıa, esto es, la descripcion detallada de un terreno, encierrauna tropologıa de orden metaforico. La despoblacion del espacio resulta, pordecirlo de otro modo, una resistencia semantica: los marroquıes, al abando-

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nar sus poblados y ciudades, no solamente eluden su sometimiento al ejercitoy a la administracion de los invasores; tambien dificultan su conquista dis-cursiva por parte de los espanoles que, como el propio Alarcon, escriben lacronica de la guerra. El autor todavıa no ha penetrado en el secreto del otroy revela, de manera indirecta, uno de los rasgos esenciales del discurso colo-nial, a saber: la dislocacion entre los modelos epistemologicos europeos enlos que se sustenta la presencia colonial y el otro al que pretenden conocer.Un episodio del Diario escenifica dicha dislocacion. En el, Alarcon nos relatasu visita furtiva al gineceo del palacio de Erzini (465–68), impulsado por eldeseo de ‘‘ ‘ver’ el cuadro que se ocultaba detras del velo’’ (465). Una vezdentro, se desilusiona al encontrarse con una realidad muy distinta de la quehabıa anticipado a partir de sus lecturas de textos literarios orientalistas.Ahora ve la realidad tal cual, sin mediacion alguna: ‘‘¡Que desencanto! ¡Laodalisca es negra! ¡No podıa darse mayor desgracia . . . Yo contaba que alverme darıa un grito, huirıa o, al menos, se llenarıa de terror . . . Nada deeso’’ (466). El desengano y el lamento de Alarcon constituyen un lugarcomun de la literatura romantica ambientada en el Oriente; en la obra deGerard de Nerval y de Chateaubriand es posible espigar pasajes similares alcitado. En el libro de Alarcon, el impulso militar ha despoblado el espacio.El ‘‘otro’’ ha retornado a un espacio nomada amenazante mas alla de laconquista y del conocimiento. La ‘‘otredad del otro’’ (dirıa Emmanuel Levi-nas) es inalcanzable para Alarcon porque su escritura tiene como condicionde posibilidad un acto violento, la invasion militar. Una escritura de guerracolonial como la suya imposibilita la comprension de la alteridad: en su pre-tension de conocer al ‘‘otro’’, lo unico que consigue Alarcon es expulsarlo desu escritura. Simplemente, no utiliza las herramientas adecuadas para realizarde manera plena su proyecto literario. Su obra es, en este sentido, una obramanquee.

La desaparicion de los marroquıes de sus lugares habituales refuerza latendencia de Alarcon al empleo de tropos, a la que se refiere en mas de unaocasion (v. g. 45–48). Esta propension esta justificada por el ambito en quetranscurre la accion: Marruecos. La figuracion metaforica—nos lo ha ense-nado Ricœur en La Metaphore vive—constituye una heurıstica de primerorden para aprehender espacios desconocidos, ya que opera sobre dos cam-pos de referencia condensados en signos dotados de una doble significacion.La primera significacion ‘‘est relative a un champ de reference connu’’, mien-tras que la segunda ‘‘est relative a un champ de reference pour lequel il n’estpas de caracterisation directe, pour lequel, par consequent, on ne peut pro-

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ceder a une description identifiante au moyen de predicats appropies’’(Ricœur 378). Las metaforas desempenan por lo tanto un papel cognitivo alexpresar lo desconocido gracias a su superposicion de esos dos niveles designificacion. Por lo que cumple al Diario de Alarcon, el valor cognitivo dela enunciacion metaforica contiene una fuerza ilocutoria: ademas de descri-bir una terra incognita, los tropos producen el territorio descrito. Con elobjetivo de comunicar al lector sus vivencias en un paıs africano, del que,como se dijo antes, ni siquiera habıa mapas fiables, Alarcon recurre al ar-chivo cultural europeo. Las metaforas orientalistas del Diario y el tropo delespacio vacıo recien analizados son dos recursos dotados de una funcionepistemologica y de una direccion—por decirlo ası—colonialista. Desde estaperspectiva, la enunciacion metaforica supone una estriacion simbolica delespacio empırico estriado por el ejercito espanol. La recursiva presencia deintertextos y de alusiones al arte europeo en el Diario es otro componentedecisivo de la enunciacion metaforica: los textos citados o aludidos por Alar-con operan una sustitucion paradigmatica de los lugares, objetos, individuosy costumbres. El escritor impone, de este modo, un nuevo significado a esoselementos pertenecientes al espacio y a la vida cotidiana de la zona de Ma-rruecos ocupada por los espanoles.

En efecto: Alarcon confiere sentido al territorio marroquı al percibirlo ydescribirlo a traves de la casi obsesiva mencion o cita literal de otros textos.La intertextualidad es una estriacion literaria, como lo son tambien la impo-sicion del genero dramatico a la campana militar y el tropo del espacio vacıo.Son dos las funciones basicas de la intertextualidad en el Diario: comunicarinformacion de un mundo exotico y ocupar simbolicamente el territorio ma-rroquı. Esta doble funcion de los intertextos es indisociable del poder colo-nial. Del mismo modo que el ejercito establece nuevas relaciones espaciales,la escritura de guerra de Alarcon impone su propio sistema de figuras retori-cas e intertextos para conocer y controlar al otro. El conocimiento de lo reales un conocimiento mediado por la tradicion literaria y cultural europea;de esta manera, lo imaginario sustituye lo empırico. Alarcon ‘‘puebla’’ conintertextos los espacios vacıos. Ası sucede con el primer poblado descrito enel Diario: ‘‘Yo . . . no puedo menos de recordar mil solemnes escenas delAntiguo Testamento, los viajes extraordinarios por olvidadas regiones queleıa o proyectaba en mi ninez, las magicas leyendas de nuestro inmortal Zo-rrilla, y—sere franco—hasta aquel verso de Espronceda que tanto ha hechosonar a los adolescentes de mi tiempo’’ (220). La escritura de Alarcon ‘‘con-quista’’ el espacio vacıo del aduar al ‘‘poblarlo’’ de palabras e intertextos de

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la tradicion literaria europea. La abundancia de intertextos epicos no es unacasualidad. Ası, en medio de su narracion de un combate, el autor exclama:‘‘¿Que dicha mayor para el que leyo palpitante y enternecido la Ilıada y laJerusalem, el Robinson y la Araucana, las Luisıadas y hasta la Matilde de Mad.Cottin . . . ?’’ (203); durante su narracion de la batalla de Guad-el-Gelu,Alarcon interrumpe el relato del siguiente modo: ‘‘Nada faltaba para com-pletar mi ilusion . . . todo, todo era artıstico, monumental, heroico, semidivino,como la Ilıada y la Eneida, como Jenofonte y Josefo, como Tito Livio y Quin-to Curcio’’ (320). La escritura de guerra del Diario esta dotada de una fuerzailocutoria, pues incorpora la intertextualidad con el fin de realizar discursi-vamente las acciones belicas en ella descritas. Algo parecido sucede con losintertextos relacionados directamente con la conquista colonial. Al evocar laemocion sentida al contemplar Tetuan por primera vez, Alarcon confiesa que‘‘la verdadera imagen de mi gozo, de mi entusiasmo y alegrıa no debe bus-carse en ninguna de esas regiones. Un gran poeta, Torcuato Tasso, la hadescrito inmejorablemente en su Jerusalen liberada, cuando los cruzados danvista a la ciudad sacrosanta’’ (224). Tetuan ni siquiera es una ciudad ma-rroquı: ‘‘¿Viste a Granada desde las alturas de Fajalanza? ¿Leıste al menos ladescripcion que hace allı Chateaubriand de la Damasco de Occidente? ¡PuesTetuan es Granada!’’ (224). Tambien narra la entrada en Tetuan con intertex-

tos y alusiones historicas; ası, compara la entrada de las tropas espanolas con

la del ejercito de Carlos V en Roma, con la de los Reyes Catolicos en Granada

y con la de Tito en Jerusalen (405). La recepcion de los tetuanıes durante la

entrada de las tropas espanolas es un espectaculo, asegura

que pertenece a aquella gran pintura mural en que solemos ver representa-

dos asuntos como la Degollacion de los Inocentes, el Paso del Mar Rojo, el

Diluvio Universal, las Plagas de Faraon o el Escandalo de Babilonia; a la

pintura de los tapices celebres; a la familia de frescos de Miguel Angel o al

linaje de los grandes lienzos historicos de Rubens y Poussin. (406)

La huida de los habitantes musulmanes de Tetuan tampoco escapa de esa

apropiacion simbolica; tal como la ve Alarcon, esa huida trae

a mi imaginacion mil recuerdos de escenas semejantes, consignadas en la

historia o en la poesıa, pero de todas ellas, las que mas vivamente veıa

representadas, eran el abandono de Troya, la huida de la familia de Lot, el

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desamparo de los moriscos y judıos cuando fueron expulsados de Espana

y, por supuesto, la larga peregrinacion del pueblo de Israel. (400)

Como se puede comprobar, todas estas alusiones culturales subrayan la es-trecha relacion entre intertextualidad y conquista. La conquista militar secomplementa aquı, como en las citas anteriores, con la conquista literaria:Alarcon recurre a la cultura occidental para representar la otredad marroquı.

En conclusion: el colonialismo del Diario se entiende mejor si se conside-ran sus estrategias discursivas. Dado que el espacio ha sido despoblado de-liberadamente por sus propios habitantes, el escritor echa mano en muchasocasiones de la figuracion metaforica. El protagonismo del espacio vacıo nosrevela que es precisamente allı, en la imposibilidad de acceder al otro quaotro, donde reside el eje del saber historico que podemos extraer del Diario.La enunciacion metaforica expresa el desplazamiento operado por el sujetocognoscente en el objeto de su mirada, ası como las estrategias de sustitucionsimbolica inherentes a un proceso colonial. En otras palabras: el africanismode la escritura de Alarcon se encuentra no tanto en la relacion partidistade unos hechos reales como en la representacion metaforica de un espaciodeshabitado y en su ‘‘repoblacion’’ mediante el repertorio literario europeo.Los tropos revelan una verdad historica y vehiculan una narrativa colonial.Con su articulacion de figuras retoricas en una escritura de guerra, la obrade Alarcon presenta tres rasgos fundamentales del colonialismo moderno: eldespliegue y la imposicion de lo que podrıamos llamar una tecnologıa dela estriacion; la consiguiente dislocacion entre los modelos epistemologicoseuropeos implıcitos en esa tecnologıa de la estriacion y el espacio colonizado;y, finalmente, la estrecha conexion entre violencia colonial y escritura deguerra.

La conquista simbolica de Marruecos supuso para Alarcon una conquistaefectiva del campo literario. Ademas de fama, el enorme exito de ventas (sevendieron 50.000 ejemplares de la obra, una cifra extraordinaria para laepoca) le reporto al escritor nada menos que dos millones y medio de reales.La recepcion del Diario significo, tambien, la consolidacion de la empresacolonial en el campo literario espanol. Aunque la nueva direccion del colo-nialismo peninsular se integro en el campo literario durante los anos 1859–1860

gracias a la labor de una apreciable nomina de escritores, fue Alarcon quiennaturalizo el incipiente africanismo espanol dentro de los margenes delcampo literario. A partir de entonces, se desarrollo en Espana una escrituracolonial destinada a ser uno de los soportes de la polıtica africanista puesta

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en practica in situ por el ejercito y la administracion del paıs, en particulartras la creacion del Protectorado espanol de Marruecos en 1912.14

Obras citadas

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