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EILOSOEÍA DE L A
EDUCACIÓN
Agradezco de manera particular a la Maestra Guadalupe Olivares L. por su trabajo de
revisión y anotaciones previo a la entrega del presente texto; y de manera general a
cada uno y una de quienes tuvieron que ver en el desarrollo de las ideas aquí
expuestas.
Filosofia de la Educaci6n Introduccidn Santiago Ramírez Núiiez
La educación no es necesariamente un asunto institucional, sobre todo
porque cuando lo es, atiende de manera obligada a los estrechos intereses
de la institución que la ofrece, lo cual convierte a dicho proceso en mero
amaestramiento, adoctrinamiento, entrenamiento.
Es el ser humano el punto de referencia a partir del cual debe
concebirse la educación, él es justamente la materia prima de cualquier
proceso educativo. Por tanto, ha de conocerse a este ser, ha de saber
reconocérsele desde su mera naturaleza hasta sus características sociales y
lo que todo ello implica: su acto y su potencia. Claro está que no
debemos abstraerlo de su entorno, pues existe en un mundo lleno de
circunstancias que también le afectan y en el cual él influye; éstas han de
ser consideradas como la base obligada para cualquier construcción y, en
su caso, como el conjunto de herramientas de que disponemos para
nuestra labor.
En esto consiste el presente trabajo: en la reconsideración del ser
humano y su mundo, con la vista puesta en un ideal que le permita
sobrevivir y desarrollarse como individuo y como especie.
En cuanto a la metodología, he preferido :hacerlo, en su mayor parte,
un ejercicio reflexivo muy personal, en vez de sólo defender o contradecir
las posturas de otros autores. Considero que es la labor del filósofo
ocuparse de encontrar, expresar, ordenar, justificar y fortalecer sus
propios puntos de vista hasta donde sea posible (después de algunos años
4
Filosofía de la Educacidn Introducci6n Santiago Ramírez Niñez
de historia de las ideas). Con ello me hago un poco más responsable de lo
que en estas páginas es expresado.
Si al final habré dicho algo nuevo, no es mi principal interés; me
interesa haber dicho algo de mi parte.
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Filosofía de la Educacicin Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núiiez
Este primer capítulo propone los criterios a partir de los cuales puede
el ser humano ser reconocido como tal, y resalta la importancia que el
ámbito social tiene en dicho reconocimiento.
N o es la racionalidad la característica que hace al ser humano, pues
n o somos dueños de ella en la totalidad de nuestras vidas. Para ser seres
humanos dependemos más del reconocimiento de los demás. Podemos
estar en coma sin dejar de ser humanos, porque nos siguen reconociendo
como tales; pero si nadie reconoce la humanitdad en algún ser, entonces
no importa su coeficiente intelectual.
Hay una combinación de características físicas y sociales que permiten
y soportan este reconocimiento, y es lo que se expone en seguida.
1. DIMENSIóN NATURAL
El hombre es la medida
de todas las cosas.
Protágoras.
Es curioso dónde encuentra uno las ideas que necesita en determinado
momento. Tenía un par de meses intentando hallar el comienzo de este
trabajo y justo ayer se presentó lo que parece la solución: Conversaba en
un café con tres compañeros de carrera, dos de los cuales están casados
entre sí y esperan a su primer descendiente. Fue, por tanto, prácticamente
inevitable que surgiera el tema de la educación y cómo esperaban ellos
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Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Filosdfica Santiago Ramirez NúKez
llevarla a cabo una vez que fueran padres. Cierto es que hablábamos en
términos más o menos relajados, pero de pronto apareció la pregunta -ya
planteada en alguna otra ocasión- que ahora abre el primer punto a
tratar en este trabajo: un recién nacido, les Hombre’?
Ante tal pregunta, los presentes en aquella1 ocasión nos encontramos
con que nuestras respuestas en general, y como en un gran número de
textos, giraban en torno a términos como %conciencias, arazdn-, *libertad*,
que, de acuerdo a como los concebíamos y aplicábamos nos llevaban a
conclusiones evidentemente falsas, insatisfactorias e incluso risibles: o los
niños no eran humanos o hasta los animales lo eran, por ejemplo. Por
supuesto, la falta resulta obvia: por el motivo que fuere, dábamos suma
importancia al aspecto racional del ser humano; a pesar de que bien
pudiésemos convenir en que el Hombre es mucho más. Así, para los fines
de este trabajo, convendrá considerar que
“una antropología filosófica legítima tiene que saber no sólo que existe
un género humano s ino también pueblos , :no sólo un alma humana sino
también tipos y caracteres, no s610 una vida humana sino también
edades de la vida’I2.
Claro está que en el tiempo y espacio aquí disponibles no es posible
desarrollar profundamente tan ingente tarea “una antropología
filosófica-, además de que mi propósito al respecto s610 consiste en que
dicha visión sea la guía del presente texto.
En el presente trabajo utilizo “Hombre”, con mayúscula, para referirme al género humano. Por supuesto, en es te caso en par t icular , la pregunta se plantea ante un “recién nacido” a partir de una pareja reconocida como humana. Buber, Martin. ¿Qué es e6 hombre?, FCE, 13* reimp., Ntéxico, 1985; p. 18.
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Filosofia de la Educacidn Capítulo 1: Antropología Fflos6fica Santiago Ramlrez NúRez
¿Qué es el Hombre?
Ahora bien, ¿qué es, entonces, el Hombre si queremos incluir en dicho
concepto tanto a los embriones humanos, niños, jóvenes, adultos,
ancianos, y a la vez excluir a los animales? He aquí mi intento -no
solitario, claro- por responder.
L o necesario del ser humano.
Para comenzar y de acuerdo con una propuesta de Samuel Ramos,
basada en el procedimiento de Descartes: “De las ideas sobre el hombre
hay que hacer un primer grupo con aquéllas que aparezcan con mayor
grado de evidencia para formar lo que podría llamarse axiomática de la
antr~pología”~. Dicho conjunto de ideas “necesarias, pero no
suficientes- habrá de servir como cimiento de lo que se pretenda
construir y para no edificar donde estas certezas previas no lo permitan.
(Desafortunadamente, Ramos sugiere aquéllas que son justamente las que,
a mi juicio, conducen a las parciales consecuen.cias arriba referidas, por lo
tanto las pasaré por alto como axiomas, aunque seguramente las
consideraré más adelante.)
Así, cuando en la sección anterior anoté “conclusiones evidentemente
falsas”, estoy dando por supuesto que existen características del Hombre
que permiten reconocerlo como tal sin un examen exhaustivo; que me
basta mirar o pensar a cierto ser para saber si e s humano o no: digamos la
claridad y distinción cartesianas. Adviértase, sin embargo, que no estoy
Ramos, Samuel. Hacia un nuevo humanismo, UNAM, México, 1976; p. 28.
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Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núfiez
afirmando que todo ser humano posea esas características “claramente”
humanas, sino que si algún ser posee cierto número de ellas podemos
reconocerlo como humano. De hecho, n o es posible incluir todas las
características evidentemente humanas dentro del conjunto de los axiomas
que en seguida mencionaré, justamente porque no todo ser humano posee
aquéllas, mientras que éstos son, cada uno, una condición sine qua non.
Tres axiomas de la antropologia.
Para continuar, entonces, la primera verdad irrefutable del ser humano
que deseo señalar como tal es su existencia física. Incluso si admitimos
las reflexiones cartesianas acerca de que todo pudiera ser un mero
pensamiento, dentro de él se construye la distinción entre lo corp6reo y
lo incorpóreo, y dicha distinción la utilizamos e n nuestro hacer común.
Una segunda certeza evidente que pretend.0 establecer como axioma
antropológico consiste en el carácter evolucionante del ser humano. Éste
no es un ser estático, las relaciones que entre sus elementos existen se
encuentran en constante movimiento y cambio desde el inicio de su vida
hasta su muerte, y lo mismo ocurre con las que mantiene con su entorno.
N o obstante, estos cambios no impiden reconocer su continuidad
temporal y espacial, por lo que podemos hablar de evolución4.
Tercero, todo ser humano comienza y termina un periodo de vida; así
que todo ser humano está vivo.
Aunque también pudiera referirme con este término a los cambios experimentados por la especie humana según la teoría darwinista, con él quiero, aquí, referirme principalmente a las modif icaciones que padece un individuo par t icular a lo largo de su vida.
IO
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núiiez
En general, estos presupuestos no son considerados, al menos
explícitamente, como característicos del ser hu~mano en la mayoría de los
textos, sobre todo porque resulta obvio que no únicamente pertenecen al
Hombre, pero me son indispensables para enmarcar el resto de
observaciones de modo que sea posible conocer la extensión del ámbito
dentro del cual hemos de asumirlas.
Lo privativo del ser humano.
Hechas las aclaraciones anterior 'uedo contin .uar con el intento de
definición del Hombre conforme al trabajo de otros autores. Para ello me
apoyaré en Ernst Cassirer, quien ha redefinido al ser humano como un
animal simbólico5, en vez de simplemente racional.
Resulta particularmente curioso advertir que, si bien puedo ahora
tomar las cualidades anteriores como necesa.rias para el ser humano,
además de no ser suficientes, es menester una característica
im-prescindible6 en el Hombre para llegar a aquéllas: la conciencia' (es
importante que las notas sean leídas antes de continuar). No-prescindible
porque se necesita de ella, al menos una vez, para alcanzar los axiomas
antropológicos; prescindible porque puede darse el caso de los seres
Cassirer, Ernst. Antropologia filosófica, FCE, México, reimp. de 1994; pp. 45-49. La pecul iar idad del vocablo en cursivas consiste en que el prefijo in- ofrece tres sentidos: de negación, como preposición "en", com.0 intensificante: v.g. incoloro, inhumar, insigne, respectivamente. Vid. Mateos M., Agustín. Compendio de etimologias grecolatinas del español, Edit. Esfinge, 211% ed., México, 1984, pp. 89, 82, 87. En e l caso de im-prescindible deseo manifestar la contraposición de los casos primero y tercero. Aqui me referiré a la conciencia como al darse-cuenta-de, a través del lenguaje y los símbolos, privativo del ser humano.
Filosofía de la Educacibn Capítulo 1: Antropología Filosbfica Santiago Ramítez Núiiez
humanos sin más conciencia que la que pudiésemos atribuir, en
determinada circunstancia, a los animales.
El ser humano, en general y en tanto animal, posee una serie de
sentidos que le permiten percatarse -aún no como conocimiento- de un
mundo que le rodea y reaccionar ante él a manera de reflejos o instintos,
por los cuales entiendo respuestas no consideradas a estímulos de
cualquier tipo. Pero de ello se ocupan las ciencias naturales, para las que
el ser humano es un fenómeno fisiológico.
Por ejemplo, para cierto biólogo a quien Cassirer menciona en su
libro, todos los organismos poseen un par de sistemas: “El receptor por el
cual una especie biol6gica recibe los estímulos externos y el efector por
el cual reacciona ante los mismos”s. Hasta aqu:i, el ser humano entraría a
formar parte de los seres vivos en general, pero como esto no es
suficiente para distinguirlo de otras especies, Cassirer agrega:
’en el mundo humano encontramos una ca.racterística nueva que parece
constituir la marca distintiva de la vida del hombre. Su círculo funcional
no sólo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha sufrido también
un cambio cualitativo. El hombre [ . . . I ha diescubierto un nuevo método
para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector [ . . . I
hallamos en él como eslabdn intermedio! algo que podemos señalar
como sistema Msimbdlico.. Esta nueva adquisición transforma la
totalidad de la vida humana”’.
E. Cassirer, op. c i t . p. 46. Ib., p. 47.
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Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Filos6fica Santiago Ramírez NúRez
Dicho sistema simbólico es, para el Hombre que lo posee, intermedio
e intermediario entre él y el mundo que le rodea”, pues este sistema es lo
que permite al ser humano su peculiar uso del lenguaje: ya no sólo se
trata de expresiones de emotividad, subjetivas, a guisa de reacción ante
ciertos estímulos particulares y presentes, como en el caso de otros
animales; no, en el caso del Hombre, su leng-uaje, además de incluir lo
anterior, se ha tornado proposicional, con una referencia objetiva, y, en
última instancia, abstracto. Este ser “ya no vive solamente en un puro
universo físico, sino en un universo ~irnbólic~o”~~. De este modo, poder
hablar del mundo y no únicamente hacer referencia a las sensaciones de
necesidad que le afectan (hambre, sueño, dolor...), permite al ser
humano, de alguna manera, conocer ese ambiente en el que se encuentra,
tener conciencia de él.
Ahora bien, no voy a discutir aquí el orden cronológico o lógico de
los distintos tipos de conciencia que alcanza el Hombre ni sus
genealogías, pues sobre todo, amén de que bien pudieran considerarse
simultáneos, carece de relevancia para los propósitos de este trabajo.
Simplemente hablaré de ellos.
Dado que ya hice referencia a la conciencia de lo que le rodea, me
ocuparé de aquélla que el ser humano puede tener de sí: la
autoconciencia. Dice Ramos:
“La vida humana no es un mero existir como el de las cosas q u e la
rodean, sino además, y esto es muy importante, es un saber de q u e
Filosofía de la Educación Capítulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núñez
existe. La existencia humana se distingue de todas
tiene conciencia de su existir””.
A diferencia de las cosas y de otros animales, el
l1egad.o a tener conciencia de sí, sabe que existe y sabe
otras existencias con o sin autoconciencia, sabe que no
aquí que l a idea de Protágoras, “el hombre e s la med
cosas”, no pueda darse por superada’j: el ser humano
las o t ras en que
ser humano ha
que existe entre
está a
.ida de
es el
islado. De
todas las
Único ser
capaz de conocer -por lo menos hasta donde sabemos con seguridad- y
no puede sino hacerlo a su modo particular, personal. En ese sentido,
inevitablemente queda en el centro del universo, su universo, el Único
existente ya que, después de todo, aquello que no es conocido, que no
afecta al ser humano, independientemente de si existe o no, carece de
importancia para él, como si de hecho no existiese.
Así , puede notarse por qué no es tan fácil hablar de un orden
temporal o lógico en este asunto de l a c o n c i e ~ c i a . La autoconciencia bien
puede darse al mismo tiempo en que el Hombre ejercita su conciencia de
lo que le rodea:
“El hombre aristotélico [por ejemplo1 se sorprende y maravilla también
del hombre, entre otras muchas cosas, pero nada ma’s que como una
parte del mundo, que es maravilloso y s o r p r e n d e e n g e n e ~ a l ” ’ ~ .
Asimismo, una vez que posee dicha autoconciencia, le resulta
inevitable tener, al mismo tiempo, conciencia cle lo que le rodea:
l 2 S. Ramos, op . c i t . , p. 29.
’* M. Buber , op.cit., pp. 27, 28. V. Infra p . 95.
Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Fllosdfica Santiago Ramírez Núí’tez
“Al darme cuenta de mi existencia, no 1:a siento únicamente a ella,
rodeada del vacío, sino por el contrario, se me presenta si tuada en
medio de un conjunto de realidades que actúan sobre mí y q u e a la vez
son objeto de mi a ~ c i ó n ” ’ ~ .
Un aspecto importante en este proceso de conocimiento tanto del
mundo como de sí mismo, es la adquisición de las ideas de tiempo y
espacio, ya que a partir de ellas podemos hablar de otro tipo de
conciencia en el ser humano, la de su pertenencia como individuo a un
grupo formado por semejantes: la conciencia de: especieI6.
Ciertamente, en principio, la posibilidad de hablar de una conciencia
humana -como conciencia de especie- tiene mucho que ver con las
facultades de recordar y de proyectar.
“ N o me siento como una existencia fija, inmóvil, sino como algo que
fluye constantemente. Mi conciencia no lo es sólo de mi estado actual,
sólo del Maquis y el *ahoras. Tengo tambitSn recuerdos y expectativas.
Puedo rememorar mis estados anteriores [ . . . I y [ . . . I anticiparme con la
representación a lo que todavía no es. En una palabra, tengo
intenciones, proyectos y e s p e r a n z a ~ ” ’ ~
Así, la conciencia que el Hombre adquiere de sí mismo y de lo que le
rodea es muy distinta de las meras sensaciones del resto de los seres
animados. Los animales (me deshago aquí de vegetales y minerales
porque con ellos no tenemos una relación ta.n cercana ni, a veces, tan
-
l5 S . Ramos, op. cit., p. 29. l6 Posteriormente esta conciencia de grupo también se hará manifiesta e n el ámbito
social .
México, 1990. Libro X I , cap. XXVIII
17 s. Ramos, op . c i t . , p. 29. Cfr. San Agustín. Confesiones, ediciones Paulinas, 14‘ e d . ,
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núííez
confusa), en general", podemos decir que viven al día, instintivamente;
responden a los estímulos de manera más o menos inmediata: si tienen
hambre -concepto que por supuesto ellos no conocen sino como una
sensación- buscan la manera de saciarla, si tienen frío se mueven a
lugares más cálidos o su cuerpo inicia algiín proceso fisiológico, si
necesitan aparearse localizan al individuo de su especie con el cual
hacerlo. Podrán ciertos animales ser adiestrados para responder a
estímulos específicos, pero incluso en el mejor de los casos sólo
consiguen una memoria, digamos, biológica, natural, en el sentido de que
todo lo que le ocurra a determinado animal --y aquí podríamos extender
esta afirmación a cualquier ser vivo- será de algún modo determinante
para sí en lo sucesivo y, asimismo, transmitido y determinante para las
generaciones futuras de su especie, del mismo modo en que él ha sido
determinado por la vida y la experiencia de sus predecesores, memoria
que podría denominar generacional. Sin embargo, parece claro que en
todo esto no interviene la voluntad del animal, si es que posee alguna; la
naturaleza se encarga de ello. El animal tampoco reflexiona al respecto,
no tiene conciencia; él vive, él es, y no lo sabe.
Por supuesto, el caso del Hombre es muy distinto:
"Para que pueda haber memoria en el sentido humano de la palabra no
basta con que quede un res iduo la tente de la acción anterior de un
estímulo, [sea en el animal mismo, incluido el ser humano, o e n s u s
antecesores], la mera presencia, la suma total de estos residuos no
l8 Y digo en general porque se dan casos excepcionales en los que c ier tos animales parecen adoptar comportamientos o reacciones que creíamos privativos del ser humano; sobre todo en animales domést icos , (3 en especies cercanamente emparentadas con l a humana.
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Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núiiez
puede explicar el fenómeno de la memoria. Tienen que repetirse las
impresiones anteriores, y además, deben ser ordenadas y localizadas y
referidas a puntos diferentes en el tiempo”‘!’.
El Hombre, en cuanto animal, tiene una. memoria natural y una
generacional, claro está; sin embargo no es un ,ser meramente pasivo ante
los acontecimientos que le rodean: el ser humano, por su sistema
simbólico, puede traerlos a sus mientes y darl’es un orden y un sentido.
Para el Hombre, el mundo ha dejado de ser un caos de impresiones; para
éI, y por él, todo -o casi todo- parece tener su lugar.
“El recuerdo en el hombre [ . . . I n o es tanto una repeticidn cuanto una
resurrección del pasado e implica un proceso creador y constructivo.
N o basta con memorar datos de nuestra experiencia pasada sino que
tenemos que recordarlos, organizarlos, sintetizarlos, juntarlos en un
foco de pensamiento y ta l género de recordación nos señala la forma
característicamente humana de la memoria y la distingue de todos los
demás fenómenos de la vida animal u orgánicaw2’
Hasta aquí he tomado como ejemplo sólo la posibilidad de recordar,
pero algo semejante puede decirse del proyectar21 y del pensamiento en
general: al ser humano le sería imposible pensar, pensarse, sin un
l9 E. Cassirer, op. c i t . , p. 8 3 . La línea entre corchetes contextualiza esta nota con los comentarios del párrafo precedente de este trabajo, pues Cassirer no habla de la memoria generacional. Ib., p. 84.
21 Como dice Ernesto Sábato, a través de su personaje María Iribarne: “Vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo [ . . . I sé que estoy preparando recuerdos minuciosos”. El túnel, editorial REI, 5’ reimp., México, 1996. Cap. xv.
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núñez
esquema temporal en el cual ordenase sus pensamientos, y el cual abarca
lo sucedido, lo que está ocurriendo y aquello por acaecer."
Asimismo, para las percepciones corpóre:u, el Hombre asume un
espacio donde localizarlas, a partir del cual puede distinguirlas,
diferenciarlas. Pero, al igual que en el caso del tiempo, agrega algo más a
ese modo natural de percibirlo. Lo que el ser humano hace con el tiempo
al recordar y al proyectar es, en primer lugar, descontextualizar su
contenido respecto al entonces para, en segundo, recontextualizarlo con
el ahora relativo al instante en que efectúa semejante operación. Así,
pensar en lo ocurrido ayer o en lo que ocurrirá mañana, significa tomar
un trozo de tiempo -valga la expresión- e insertarlo en el pensamiento
presente. Del mismo modo sucede con el espacio: mientras que para el
resto de los animales el espacio no es sino el conjunto de objetos que
perciben en determinado momento, el Hombre es capaz de
descontextualizarlo todo; puede aislar los cuerpos e incluso partes de
ellos y colocarlos, mentalmente, como mejor le parezca o convenga.
Entonces, si de los animales podemos decir que tienen nociones
prPcticas de tiempo y espacio, el ser humano ha logrado ideas abstractas
de ellos. Y ya que no se encuentra atado n'ecesariamente a lo que el
22 En realidad, no e s de mi interés, aquí, el desarrollo d.el o r igen de la idea del t iempo, pero como apoyo a lo dicho hasta aquí ci taré a 1mm;anuel Kant. Critica de la razón pura, Edit. Alfaguara, 12' ed., España, 1996, p. 7 4 :
"1. El t iempo no es un concepto empírico extlraído de alguna experiencia. En efecto, tanto la coexistencia como la sucesión no serían siquiera percibidas si la representación del t iempo no les sirviera de base tz priori . [ . . . I
"2 . El t iempo es una representación necesar ia que s i rve de base a todas las intuiciones. Con respecto a los fenómenos en general , no se puede eliminar el tiempo mismo. S í se pueden e l iminar , en cambio , los fenómenos del tiempo. Éste viene, pues , dado a priori . Sólo e n él es posible la realidad de los fenómenos.
(+. . .)
I8
Filosofía de la Educacidn Capitulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez NúRez
tiempo y el espacio le muestran de manera natural como contenidos,
entonces tiene una tarea23 sumamente importante y prácticamente
ineluctable: Ordenar -o acaso llenar- las abstracciones que hace de
ellos, darles sentido: crear el mundo, su mundo, el del Hombre.
Y justo aquí hay que retomar el hilo: Toda esta aparente digresión en
cuanto a las ideas de tiempo y espacio tiene como motivo principal
argumentar la viabilidad de que el ser humano individual se reconozca a
sí mismo y a los suyos con base en estas dos lcondiciones de posibilidad
-diría Kant- de la realidad.
El sistema simbólico, la conciencia del mundo, la autoconciencia, y
en general las posibilidades que las ideas de tiempo y espacio abren para
el s e r humano i nd i~ idua l~~ , le han permitido percatarse de las verdades
evidentes mencionadas al principio: que es u.n ser físico, es decir, que
ocupa un espacio; que es un ser evolucionante, o sea, que cambia en el
tiempo; y por último, que ese espacio y ese tiempo que ocupa son finitos,
que comienzan y terminan. Asimismo, le han permitido reconocer a sus
semejantes, seres que comparten éstas y otras características, pero, sobre
todo, seres con los que logra comunicarse con su peculiar uso del
lenguaje. Con ello sabe que todos pertenecen a cierto grupo: la
humanidad, el Hombre, el ser humano como especie.
Éstos pueden desaparecer todos, pero el t iempo mismo (en cuanto condición general de su posibil idad) no puede ser suprimido”.
23 Que bien podría yo llamar la tarea del Hombre. Compárese con el subtítulo Libertad, en e l segundo tema de l t e rcer cap í tu lo .
24 Como puede observarse no he siquiera pretendido establecer un orden de ninguna indole entre todos estos t ipos de conciencia o conceptos. Tal cosa carece de importancia aquí; lo relevante es su existencia.
Filosofia de la Educaci6n Capitulo 1: Antropologia Filos6fic'a Santiago Ramirez Núiiez
El ser humano individual, por sí, nada es mientras no se piense; si no
hace esto, no deja de ser otro simple animal. Por su parte, el ser humano
como especie nada sería si ninguno de los elementos de tal conjunto se
pensara y lograse reconocer a sus semejantes. Por último, para que este
ser humano reconozca a sus semejantes, neces.ita saberse reconocido del
mismo modo en que él 10 hace con los demás; es decir, requiere que los
demás compartan con él ciertos rasgos, pelro ante todo, que dicho
reconocimiento sea mutuamente expresado y comprendido.
Hasta aquí podría decirse que me he referido a una conciencia de
especie presente, el ser humano que reconoce a otros en tanto puede
hacerlo, teniendo en cuenta su finitud individual. Sin embargo, no cabe
duda acerca de que el Hombre ha trascendido esos límites y llevado su
conciencia de especie al pasado e incluso la ha proyectado al futuro.
De modo práctico, muchísimo tiempo antes de que Hume sistematizara
sus reflexiones acerca de las causas y los efectos, el Hombre sabe que,
como individuo, tiene su origen en el proceso de reproducción. De tal
forma, la conciencia de especie puede extenderse, y de hecho se
extiende, por el pasado hasta donde la antropología -en cualquiera de
sus variantes- certifique la existencia de adgún ser humano en los
términos hasta aquí expuestos. Y hacia el futuro sucede algo semejante: la
conciencia de especie se extiende hasta donde la antropología asegure
que continuará el proceso reproductivo dando como fruto seres humanos
conscientes de sí mismos, del mundo y de su especie.
Y aquí, antes de seguir, cabe una nueva aclaración de por qué utilicé
el adjetivo irn-pre~cindibZ8~ para calificar a la conciencia. Por un lado, las
25 Ver nota 6.
20
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núííez
características que enuncié como axiomas, son necesarias pero no
suficientes para determinar con precisión al se:r humano; por el otro, sin
embargo, aquellas cualidades privativas del ser humano, suficientes para
reconocerlo como tal, resultan innecesarias, o mejor dicho no-necesarias.
Por ejemplo, así tengamos un ser físico, evolucionante, vivo, no por ello
tenemos a un ser humano, pero para tener un ser humano deben
cumplirse por lo menos esas tres condiciones; asimismo, tampoco
podemos asegurar que un embrión reconocido como humano posea un
sistema simbólico que le permita darse cuenta del mundo o de sí mismo
de modo distinto a como lo hace el resto de los animales, pero si tenemos
un ser que manifieste tal sistema simbólico estaremos a un paso de
reconocerlo como humano.
Ahora bien, la conciencia, como lo expone este último ejemplo, es
una de estas características privativas pero no-]necesarias del ser humano;
en este sentido resulta prescindible. Sin embargo, percatarnos de ello,
saberlo o por lo menos poder especular al respecto, requirió
forzosamente de la conciencia, así que para saber que la conciencia es
prescindible al ser humano, resulta imprescindible que en algún momento,
en la historia del Hombre como especie, la conciencia haya surgido.
Para resaltar la relevancia de la conciencia de especie y de la cualidad
de la conciencia como im-prescindible, retomcl ahora la pregunta aquella
del inicio: un recién nacido, ¿es Hombre? Por supuesto que no
necesariamente, pues en general sabemos que hay todo tipo de criaturas
que no son humanas y, sin embargo, se reproducen. Lo que cabría
preguntar entonces, para esclarecer el sentido de la cuestión, es ¿cuándo
es Hombre un recién nacido?; y para responder, creo que el siguiente
ejemplo será bastante ilustrativo:
21
Filosofía de la Educacidn Capltulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núílez
Si uno va caminando a las afueras de un poblado entre la selva y, de
pronto, encuentra un bulto que bien podría 'cargarse entre los brazos,
cuyo exterior parece de piel, sin costuras aunque con algunos orificios
aislados, con vello fino y no muy abundante, y que se mueve como si
respirase; si uno se topara con semejante criatura, lc6mo saber si es
humano? Supongamos ahora que en un laboratorio, lo disecan y
encuentran 6rganos y huesos, pero el orden y tamaño de éstos no
corresponden a ningún espécimen conocido; ¿c6mo saber si es humano?.
Más todavía: se analizan sus muestras de DNA y' aunque se asemejan a las
de ciertos mamíferos, no especifican a cuál de ellos. ¿Cómo saber qué
rayos es, o era, esa bola de carne?
Sin embargo, supongamos que conocemos a la madre de tan
extraordinario ser, a la cual, desde hace mucho tiempo, hemos reconocido
como humana. Entonces, a su hijo, por supuesto, lo reconoceremos
asimismo como humano, al menos parcialmente.
Con lo anterior, quiero decir que reconocer a un ser humano como tal
no depende de la existencia de las características privativas del Hombre
en el ser que espera el veredicto de quien delibera al respecto, sino de
que dichas características estén presentes en quien deliberaz6. Y el
ejemplo anterior pretende mostrar que, en última instancia, la conciencia
de especie es lo que mejor nos puede ayudar a determinar la certeza en
cuanto a la humanidad de algún ser, sin importar sus peculiaridades
físicas. (De este modo me deshago de una vez por todas de las absurdas
cuestiones acerca de si es humano o no alguien sin un brazo, o mudo, o
26 AdviCrtase que esto abarca incluso el caso en que un ser delibere acerca de sí mismo.
22
Filosofía de la Educacidn Capítulo 1 : Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núñez
blanco, o pobre, o inteligente, u homosexual, pues de nada de eso
dependerá necesariamente su humanidad.)
Así entonces, a la pregunta: “¿cuándo es Hombre un recién nacido?”,
yo respondería: cuando lo hago Hombre2’. Es decir, cuando lo reconozco
como miembro de mi especie -en la cual yo fui reconocido y después
pude reconocerme y reconocer a otros- aun antes de que él pueda
reconocerse o reconocer a los demás; adem:is, la humanidad de ese
recién nacido se hará más consistente en proporción al número de
aquéllos otros que le otorguen dicho reconocimiento y culminará con su
propio reconocimiento: su autoconciencia; lo cual, obviamente, sólo
puede darse en simultaneidad con la capacidad de reconocer a otros como
humanos.
2. DIMENSI~N SOCIAL
Las sociedades son bumanógenas. Fernando Savater
Antes de continuar, deseo hacer un par de aclaraciones: Primero, el
hecho de que esta sección esté separada de la. anterior, no significa que
hablaré ahora de una dimensión excluyente respecto a ella, o antagónica,
o no-natural, sino que las características que este ámbito -el social-
adquiere cuando quien se involucra es el ser humano, resultan tan
27 Palabras que de hecho la futura madre -en aquel momento- pronunció sin tanto desarrollo teórico. Intuición femenina, supongo.
Filosofía de la Educacidn Capitulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núííez
particulares que le representan la superación de la naturaleza tal como
podemos verla (la naturaleza) en otros seres vivos no-humanos.
Segundo, a partir de este punto haré una distinción entre los vocablos
Humano y H 0 m b r 8 ~ . En cuanto al primero, lo utilizaré como sustantivo
para referirme al ser que bioldgicamente pertenece a la especie humana
(adjetivo), bajo los criterios expuestos en la sección anterior. Asimismo,
reservaré el uso de la palabra Hombre, parma aquel Humano que ha
desarrollado hasta cierto punto las características privativas del ser
humano, principalmente la conciencia en sus distintas formas.
Establecidas estas restricciones, espero se me disculpe la forzada
repetición de vocablos que seguramente se dará a lo largo del texto
restante. Dicho lo anterior paso entonces a ser más explícito y a tomar el
punto que aquí me interesa: el carácter social del ser humano.
En la sección anterior teníamos una pregunta con una respuesta que,
ahora se verá, resulta sólo provisional. Esto es evidente si se considera
que aún no he abarcado sino la mitad del mundo humano, más o menos;
únicamente me ocupé de éste en términos naturales, por no decir
meramente biológicos; solamente he hablado del ser humano como un ser
individual o perteneciente a una especie, últi.mo lo cual no le confiere
otra propiedad que la de ser plural, la de ser muchos.
Sin embargo, es obvio que el ser humano, así como otros animales, no
sólo es alguno de estos extremos -el individuo o la totalidad de los
individuos de la misma especie-, sino que también llega a agruparse
Quisiera en verdad utilizar una palabra que no denotara género, pero por lo pronto me parece que no la hay y n o e s ésta la ocasión para encontrarla.
24
Filosofía de la Educacidn Capítulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núiiez
cierto número de ellos en algún lugar y tiempo, dadas determinadas
circunstancias, de modo que las relaciones así desarrolladas fundamentan
a la nueva dimensión de la especie humana: lo social.
Este aspecto, como ya sugerí al principio de la presente sección, no es
privativo del ser humano:
“Además del hombre, hay muchos animales que experimentan la vida
social y aun poseen organización social . L a compleja estructura de una
sociedad de hormigas revela una sorprendente división del trabajo
en t re la reina, las obreras, las guerreras y los zánganos. [ . . . I Sin
embargo, a pesar de toda su complejidad, la organización social de una
sociedad de hormigas no reside [ . . . I sino e n e l instinto”’’.
Pero son las características privativas del Hombre las que hacen de lo
social algo sumamente peculiar. Quiero decir, el calificativo “social” se
aplica a cualquier especie de seres que tienden a juntarse y cuyas labores
parecen jerarquizadas y ordenadas para la supervivencia del grupo, y
ciertamente eso ocurre con el ser humano, pero lo social en él no está
determinado únicamente por la naturaleza, por su instinto, sino también
-voluntaria o involuntariamente- por los mismos seres humanos. Quizás
adelantándome un poco:
“Un conjunto de huevos de hormiga, propiamente incubados sin la
presencia de ninguna hormiga adulta, producirá un grupo de hormigas
que al l legar a la madurez repetirán en todlo detalle toda la conducta de
las miríadas de generaciones de la especie que las precedieron.
29 E . Adamson Hoebel. “La naturaleza de la cultura”, en Shapiro, Harry L . Hombre, cultura y sociedad, FCE, México, 1975; p . 232.
Filosofía de la EUucaci6n Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramirez Núiíez
"¿Ocurriría lo mismo si un conjunto de bebés humanos fueran
aislados de toda supervisión, cuidado y adiestramiento por parte de los
adultos? Asumiendo que pudieran sobrevivir, [ . . . I no podríamos esperar
que manifestaran ninguno de los rasgos 'especiales de conducta que
caracterizaron a sus padres. Estarían desprovistos de lenguaje,
herramientas complicadas, utensilios, fuego, artes, religión, gobierno, y
todos los otros aspectos de la vida que distinguen al hombre entre los
animales. Podrían comer, beber y cuando adultos se aparearían [...l. Su
conducta sería instintiva [...l. Pero lo q u e ellos comieran y cómo lo
comieran no estaría de acuerdo con los gustos y paladares
especializados de los hombres como los conocemos ahora. Ni buscarían
pareja conforme a las reglas limitadoras y canalizadoras que dan a cada
sociedad humana sus características sexuales presentesn3'.
S e dice que este ser -el humano- es social por naturaleza, y yo no
lo voy a negar. El asunto de la evolución juega un importante papel en
este punto: un papel educatiuo, aunque en un sentido muy restringido
todavía. Digamos que la naturaleza le enseñ6 al ser humano -como
especie- a sobrevivir del mismo modo que lo hizo con todos los demás
animales, les dio el hambre, el frío, el celo, y les mostró una forma básica
de satisfacer estas necesidades con alimento, refugio y pareja. Cada una
de las especies se las arreglaría según sus habilidades y condiciones para
conseguir esos satisfacientes, y aquí es donde e l ser humano experimenta
la posibilidad de ser Hombre. Porque a él se le concedieron facultades
que le permitieron, llegado el momento, pensar y decidir la mejor manera
de satisfacer sus menesteres.
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Filosofía de la Educacibn Capítulo 1: Antropología Filosbfica Santiago Ramírez NúAez
Desde que el ser humano tuvo conciencia de sí se vio dentro de un
grupo: Metafóricamente, un día, un grupo de hlumanos salió de cacería y
a recolectar frutos y semillas. Al volver a casa con los víveres, se sentaron
alrededor del fuego y los devoraron con ansia; después, con los
estómagos saciados, durmieron una siesta. Cualndo despertaron, cada uno
se percató de que otros lo rodeaban y en ellos se reconoció a sí mismo:
ahora era un Hombre.
A partir de este punto, el ser humano se tornó social por conveniencia
-en un buen sentido, por lo pronto-, pues percatarse de s í mismo
significó necesariamente percatarse de las relaciones que mantenía con
sus semejantes, las cuales permitían la sobrevivencia de todos ellos como
especie y por lo cual eran convenientes.
Ahora bien, aun si el ser humano -individual- pudiese sobrevivir
aislado, mi intención no es hablar de él en esos términos, sino ocuparme
de aquél que vive en grupo, en sociedad. Por tanto, no me sentaré a
discutir cómo es que ésta se genera, sino que la voy a tomar como parte
del mundo al cual pretendo hacer referencia; cuestión de delimitar
ámbitos.
Entonces, volvamos al asunto de aquel recitSn nacido con el que inicié
todo esto. La pregunta, reformulada en la última parte de la sección
anterior, decía: ‘‘¿cuándo es Hombre un recién nacido?”, y la forma en que
he respondido necesariamente me conduce a plantearla nuevamente,
utilizando esta vez la distinción entre conceptos que he mencionado al
inicio de la presente parte. El asunto es que vale la pena aclarar que
aquella pregunta original en realidad contenía dos cuestiones
complementarias: Primera, jcuándo es Humano un recién nacido?;
segunda, jcuándo es Hombre un Humano? La primera queda respondida
27
Filosofía de la Educacidn Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núllez
en el ámbito de la naturaleza, como espero habler mostrado ya; la segunda
es asunto del ámbito social del ser humano, como se esbozó al final de la
sección anterior al decir que era necesario --.si bien no suficiente- el
reconocimiento por parte de los otros.
Aclaro. He dicho que para ser Humano basta haber sido procreado
por individuos de esta especie: para ser Humano basta nacer de padres
humanos, pues aun sin tener conocimiento de ello, tal acontecimiento nos
colocaría como miembros de esta especie, conno sucede con el resto de
los animales que, según nuestros juicios, no saben qué son y sin embargo
son. Por su parte, ser Hombre requiere de determinado desarrollo tanto
del Humano en cuestión como de sus relaciones sociales. El ser humano
posee, en general o, digamos, idealmente, las facultades o condiciones
que le permitirán ser Hombre; para ser Humano no se requiere ser
Hombre, y en cambio para ser Hombre sí es indispensable ser Humano. El
siguiente paso en esta disertación será, pues, mostrar por qué medios el
Humano se hace Hombre. (Este punto se continúa a lo largo del trabajo.)
Amenicemos el asunto. Ser Hombre no e s cosa simple ... pero el
sentido del humor también es parte de su complejidad. Entonces, como
decían los personajes de una tira cdmica argentina: “¿Qué necesita un
perro para vivir? Pues ser perro. ¿Y un árbol? Pues ser árbol. ¿Y un ser
humano? Pues ser abogado, arquitecto, filósofo...”.
Por supuesto, no se me permitiría fundamentar mis argumentos en
algo semejante -aunque no se le pueda negar verdad-, sin embargo me
es útil para lo que voy a decir. He asumido como condición para este
escrito la existencia de una sociedad de la que el ser humano es parte
constitutiva y dentro de la cual cada Humano nace, así que aquí tomaré el
punto de vista aristotélico, aunque con ciertas reservas en cuanto a 10s
motivos para hacerlo:
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Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núñez
“Por naturaleza, pues, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de
nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte. En
efecto, destruido el todo, ya no habrá ni pie ni mano, a no ser con nombre equívoco, como se puede decir una mano de piedra: pues tal
será una mano muerta” 31
Mientras que para Aristóteles esta perspectiva acerca del todo y las
partes refleja una cuestión ontológica, en lo que a mí concierne, por lo
pronto, se trata de un supuesto metodológico: si el Humano nace dentro
de una sociedad, es a partir de ella que obtiene su ser, no en el sentido
de existencia propiamente, sino más bien de significado. La sociedad no
le dice al Humano que sea, pero sí qué sea.
(Ciertamente uno de los propósitos de este trabajo es llegar a afirmar,
como Aristóteles, que si la sociedad queda destruida, lo social en el
Humano también y, por tanto, la posibilidad de éste para llegar a ser
Hom bre.)
Con lo anterior, asumo la idea de la construcción del Hombre por la
sociedad, si bien únicamente hasta el punto y e.n la medida en que la vida
del Humano recién nacido se halla determinada por el momento y el lugar
en los que llega al mundo. N o se nace en el vacío, sino en un territorio,
en un tiempo y, según he delimitado, en una sociedad. Estas condiciones,
que llamaré históricas, son el punto de p,artida del Humano para
conseguir su hom bria, el ser Hombre.
Sería engorroso pretender siquiera especificar cada una de las
condiciones históricas que determinan la vida del ser humano, pero
podemos señalarlas por su característica principal: Se trata de todo
Aristóteles, Polftica, Gredos, España, 1988; pp. 5 1 y 5 2 .
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Filosdfica Santiago Ramírez Núñez
aquello con posibilidades de influir en la existencia de una persona, la
cual no tiene a su vez posibilidad de modificarlo en tanto es un hecho, se
encuentra en el pasado. Un ejemplo simple y evidente son las distinciones
sociales hechas entre varones y féminas (independientemente de si son o
no justas, necesarias, útiles): aún n o tengo noticias de sanitarios públicos
unisex, al menos en sociedades como la nuestra. Aquí lo que se pone de
manifiesto es el juicio social al que el individuo se ve sometido debido a
las características de su cuerpo, lo cual a su vez también manifiesta los
criterios que esa sociedad aplica en sus juicios.
En cuanto a la posibilidad de modificar esos parámetros, no he
querido decir que en el futuro no pueda suceder, sino que en el momento
de nacer ya existen ciertos criterios que el individuo deberá asumir antes
de proponerse cambiarlos. Así, concibo a la sociedad primeramente como
la escenografía ante la que cada Humano representará su propia obra.
Estoy pensando, pues, en una sociedad como la nuestra, ya establecida
desde hace muchos años y en la cual aparecen y desaparecen
constantemente los actores. Entonces tenemos que, cuando un Humano
nace, el mundo que lo recibe ya está hecho. A partir de ese momento y de
esa circunstancia, tal mundo le queda dividido en dos partes: aquélla que
el Humano ya no puede modificar -hechos-, y otra sobre la cual tiene
el poder de cambiar o incluso construir.
LO mismo que en el ejemplo citado ocurre con una serie de elementos
acerca de los cuales no fuimos consultados y, sin embargo, debemos
cargar con ellos: color de piel, posición económica o social, nacionalidad,
idioma, y otras cosas que éstas implican -y de las que me ocuparé
posteriormente- como son, particularmente, la cultura, los valores y la
idea de libertad que repercuten en la educación de determinados grupos.
Filosofía de la Educacidn Capitulo 1 : Antropología Filos6fica Santiago Ramírez Núfiez
Pues bien, estas condiciones históricas de alguna manera han de
delimitar los actos de cada individuo, cierto, pero sólo a partir de ellos
puede hacerse Hombre. Así como el carpintero no puede definir un
mueble a partir de la nada, sino que toma los árboles -por lo menos-
como elementos dados, con sus características y las condiciones
espacio-temporales de la situación, y aprende a aprovecharlos según éstas
se lo permitan; así, decía, al Hombre sólo se llega si se da el Humano,
nacido en una sociedad, y constituida ésta por su propia historia. Esas
condiciones dadas al nacer o incluso al ser concebido, son para el
Humano, que se va haciendo Hombre, sus herramientas y materiales y su
método.
El funcionamiento de ello podrá verse a lo largo del trabajo. Por ahora
conviene responder otra pregunta: ¿por qué buscar la Hombría?
Para responder a esta cuestión retomo un par de afirmaciones que ya
hice: Primero, que en estas páginas únicamente me ocupo del ser humano
en sociedad, puesto que no tiene caso, dado el tema general que me
interesa, hablar de aquél en solitario; segundo, que en general los
Humanos poseen, por el simple hecho de macer como tales, ciertas
facultades que con el tiempo les permitirán llegar a ser Hombres.
En general, si bien no siempre, el ser humano nace con una serie de
facultades, receptivas en un primer momento, que le permiten “conocer”
el mundo en el sentido de experimentarlo, de sentirlo. Pero también por
el simple hecho de nacer Humano ha sido dotatdo con la potencia de las
características privativas de su especie, las cuales se espera se manifiesten
con el paso del tiempo, de modo que, también con el paso del tiempo, se
espera que el Humano deje de ser un indilvriduo predominantemente
pasivo para llegar a ser actor, llegar a ser Hombre. En este sentido
podemos afirmar que la humanidad es un don de la naturaleza, pero la
Filosofia de la Educacidn Capítulo 1: Antropología Filosdfka Santiago Ramírez NúAez
hombría ha de conquistarse a partir de esa humanidad original. De
nuevo, para ser Hombre es indispensable :;er Humano, aunque ser
Humano no garantice llegar a ser Hombre
Ahora bien, cualquiera que sea el tipo de sociedad, ésta inculca en sus
nuevos integrantes -me refiero a los que na.cen dentro de ella- una
distinción entre ellos, como seres humanos, y Ilo que les rodea. A lo que
finalmente se llega con este ejercicio continuo, es a poder distinguir a los
seres humanos de cualquier otro animal o de cualquiera otra cosa. Y he
aquí un punto importante para la cuestión que nos atañe: Una vez que
adquirimos semejante conciencia de lo que somos en comparacidn o
contraste con lo que nos rodea, estamos obligados a conseguir -quizá,
mejor dicho, a conservar ya- la hombría hasta aquí ganada.
Porque, por un lado, aquél que se reconoce como ser humano se
reconoce como capaz de pensar en sí mismo y en su entorno, y de una u
otra forma estará peleando por conservar su identidad humana, por no ser
confundido con una piedra, un arbusto o una vaca; y esta pugna no será
debida a que los considere seres inferiores en algún sentido “pues de
hecho no todas las culturas sostendrían un juicio tal-, sino por saberse
distinto a ellos, por saberse perteneciente a otro grupo, a otra especie.
Algo más apegado al “mundo occidental”: el ser humano, que reconoce en
la racionalidad su rasgo distintivo entre él y otros seres, está obligado a
usarla para no transformarse en, confundirse COJI, cualquiera de esos otros
seres, sean estos minerales, vegetales, animales o, incluso, otros
Humanos.
Y por otra parte, la hombría esencialmente quiere decir justamente
eso: reconocerse como ser humano con todas sus posibilidades,
distinguirse de otros seres, y actuar en consecu.encia. El Humano s610 es
Hombre cuando va más allá de su mera humanidad, cuando consigue
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 1: Antropología Fiios6fica Santiago Ramírez Núiiez
desligarse en ciertos modo y medida de esas condiciones puramente
naturales que lo mantenían a la par con otros seres.
Hago la siguiente aclaración: el rasgo distintivo puede ser cualquier
cosa, siempre y cuando nos diferencie de lo demás, pues de cualquier
modo nuestra pelea será en el mismo sentido dle cuidar nuestra identidad
como especie.
Aquí cobra, a mi parecer, suma importancia aquella frase adjudicada a
Sócrates: “ Y o sólo sé que n o sé nada”. Con ella, digo yo, se da el primer
paso para ser Hombre. Permítaseme tomar como ejemplo el pasaje de
Adán y Eva, sólo para aclarar cuál es la condición humana,
independientemente de las creencias de cada quien:
Originalmente, Eva y Adán andaban desnudos por aquí y por allá
hasta que comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del
mal, lo cual no les dio ninguna ciencia al rlespecto -como les había
prometido la serpiente-, sino una enorme ignorancia; fueron colocados
en una situación sumamente extraña, pues mientras el resto de las
criaturas continuaron inocentes -incapaces de saber algo- el ser
humano ahora sabía algo: que no sabía. Por eso es ignorante. Sabía o
intuía o se inventó que había bien y mal, pero no en qué consistía cada
uno.
S í , una de las características más humanas es ser ignorante. Pero
aclaro: Ser inocente quiere decir, en este contexto, una incapacidad
absoluta para saber. Los animales “según nosotros, por supuesto- serían
así inocentes, ya que no saben las cosas, las experimentan; viven sin
saber que viven, comen sin saber que saben corner. Esto tiene que ver con
SU supuesta incapacidad de crear conceptos. Por otra parte, el Ser
humano, en el primer paso para ser Hombre, sabe algo: que sabe algunas
cosas y que no sabe otras. Eso es ser igno’rante: sabe que hay una
33
Filosofía de la Educacidn Capítulo 1: Antropologia Filos6fica Santiago Ramírez Núñez
montaña, pero no sabe cuánto mide. Sin embargo, justamente porque sabe
que no sabe es que puede saber, porque entonces se abre la posibilidad
de investigar, o inventar, de modo que pueda sanarse esa ignorancia (lo
cual también tiene que ver con la idea de libertad). Pretender buscar la
respuesta sin tener la pregunta es un absurdo.
Así las cosas, a partir de este punto en el que el Humano se reconoce
como ignorante, no le queda más que ser Hombre. Parafraseando a
Aristóteles de acuerdo con su primer enunciado en la Metaflsica3*: todos
los hombres tienen naturalmente la obligación de saber. Cada vez que un
Humano se reconoce como tal, está siendo Hombre; y reconocerse como
tal es, entre otras cosas, saberse ignorante, es decir, saber lo que se sabe
y asimismo lo que no. Ciertamente la hombría, como ya sugerí, no es un
estado, sino un tránsito, es un hacer: reconocerse, distinguirse y actuar.
Estas actividades son parte de lo que Eduardo Nicol menciona como
los tres conceptos que definen al humanismo: Paideia, autognosis,
autarkeia (sic). Este autor define la autognosis como “la reflexión, el
conocimiento de sí mismo”. Y agrega:
“Para ser hay que saber. Este saber es algo que requiere un ejercicio
permanente; a lgo que se ejercita con crí t ica, de donde viene cri terio.
Esta es la base esencial de la ética. El hom.bre es el se r que ap rende a
saber de sí mismo, y por tanto que sabe cri t icarse a sí mismo. Si n o
sabe hacerlo, no es más que un candidato a la hombría”33.
En cuanto a la autarkeia, la va a tomar como “el dominio de si
mismo”:
j2 “Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber” j3 Nicol, Eduardo. “Sócrates: que la hombría se aprende”, en Gaceta FCE, México.
34
Filosofía de la Educaci6n Capitulo 1: Antropología Filos6fic:a Santiago Ramírez Núiiez
“El hombre es el ser destinado a poseer el señorío de su vida. Esta
soberanía no se t iene ni se da: se adquiere y se ejerce. Puede poseerla
un hombre humilde como Sócrates, y puede carecer de ella el más
encumbrado y poderoso”%.
Resulta importante volver aquí a la concepción social del ser humano.
Estrictamente hablando, cada uno de los conceptos arriba mencionados
sólo pueden generarse a partir de, y aplicarse sobre, la sociedad:
Reconocerse es reconocer al otro, por lo pronto como persona o como
objeto, pero de modo que nosotros también obtengamos una categoría;
tener el dominio de la propia vida significa asumir la existencia de
influencias externas capaces de determinarnos y ante las cuales oponemos
alguna resistencia como manifestaci6n de esa autonomía; y en cuanto a la
educación, paideia, más adelante especificaré la relación que guarda con
la cultura, la cual no puede darse sino a pa.rtir de una pluralidad de
individuos. Por último, y como ya he dicho, la sociedad también colabora
en la selección de parámetros para cada uno de estos conceptos; lo que
yo digo aquí, bien es reflejo -entre otras cosas- de la sociedad en que
y o mismo me desenvuelvo.
De cualquier forma, ambos conceptos serán retornados en el tercer
capítulo a la par del de paideia, después de trat.ar en la segunda parte las
idea de educación y de escuela desde diversos puntos de vista. Por lo
pronto, es necesario detener aquí las reflexiones acerca del ser humano y
sus posibilidades, con el fin de enlazarlas posteriormente a los resultados
del segundo capítulo y dar así forma al tercero.
35
Filosofia de la Educaci6n Capitulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
Con los libros bajo el brazo va todo el reino animal.
Cri-Cri
La escuela n o puede encargarse de modo a.propiado de la educación
del ser humano, ya que las condiciones en que funciona la obligan a ser
un sitio donde preferentemente se transmite la información y en ella no
se forma al infante hacia la hombría.
En el presente capítulo comienza a ponerse de manifiesto que el
sistema educativo oficial no ha considerado el desarrollo de las
características privativas del ser humano; dentro de dicho sistema, la
escuela pretende reproducir la ideología que conviene a los grupos
dominantes. Sin embargo no siempre lo consigue, provocando con ello
una especie de paradoja, la cual se da a partir de la contrastación de lo
que la escuela es con lo que supuestamente bus'ca.
Cierto es que los vocablos .escuela. y #educación* en la actualidad,
como en tiempos pasados, van de la mano, pero la sinonimia que
prácticamente existe entre ambos resulta, hoy en día, un infortunio, no
tanto porque no debiera darse, sino por las condiciones en que se da.
Para hacer referencia a ello, revisaré primero cierto punto acerca de la
escuela, para después ocuparme de la educación, de modo que sea
posible plantear una existencia provechosa, simultánea e incluyente entre
ellas.
37
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
He de reconocer que me causó sorpresa hallar que la raíz etimológica
de la voz *escuela* resulta provenir del griego q o A q , Debido a ello
consideré necesario ocuparme de algunas reflexiones al respecto. N o
significa que la Escuela36 fuese un lugar -por así decirlo, pues no le es
indispensable ni suficiente un espacio determinado- para ser ocioso,
sino al contrario: era necesario tener tiempo libre, ser ocioso para poder
asistir a ella, es decir, ante todo asistir a la .Escuela era un asunto de
voluntad, de decidir en qué ocupar el tiempo libre.
Entonces, dedico el siguiente apartado a una definición apropiada de
aociom, para especificar la manera en que ha de ser entendido por lo
menos en cuanto a los fines de este trabajo.
1. EL OCIO...
Como punto de partida, ha de entenderse qu.e el ser humano tiene dos
tipos de cosas por hacer: las que le son indispensables para seguir vivo y
las que no lo son, pero que le son características de su especie (en cuanto
son invenciones suyas). Por supuesto, las primeras son llamadas
35 Mateos M . , Agustín. Compendio de etimologias grecolatinas del español, Edit. Esfinge, 21* ed., México, 1984; p. 70.
Escuela: [ . . . I Del latín schola ' lección', 'escuela', y éste del griego skhol& 'ocio, t iempo l ibre ' , 'estudio' , 'escuela ' ; en Corominas, Joan. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Edit. Gredos, 39 ed . , 7' reimp., 1993 (1996). Escolar: I . . . ] Del latín schola ' t iempo libre dedicado a adquirir conocimientos'. En Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario etimológico de la lengua española, ColMex-FCE, 4' reimp., 1995.
36 Voy a distinguir entre las expresiones Escuela, que corresponde a aquél ámbito en e l que e l ind iv iduo aprende durante su oc io , como se verá mAs adelante; escuela, como la institución pública o privada que t iene a su cargo los estudios oficialmente
OTRAS REFERENCIAS:
(+. . .)
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núñez
necesidades naturales, y dentro de ellas tenemos el dormir y el comer
como mejores ejemplos, pues son actividades impuestas por la naturaleza,
ante las cuales la voluntad humana sale sobrando un tanto. Claro,
podemos decidir hasta cierto punto cuánto y cuándo comemos o
dormimos, pero no podemos simplemente dejar de hacerlo por periodos
muy largos sin correr el riesgo de fallecer.
Por otra parte tenemos las necesidades impuestas por el Hombre
mismo, también llamadas sociales o culturales. Éstas dependen del grupo
social al que pertenezcamos, así como al lugar y al tiempo en que
habitemos. De este modo, si tomamos de nuevo el ejemplo del dormir y el
comer, culturalmente tenemos la necesidad de dormir en una cama, de
comer con cubiertos. Son costumbres evidenternente prescindibles si nos
comparamos con otros grupos sociales. Así entonces, tenemos
necesidades por el simple hecho de estar vivos, y tenemos formas de
satisfacerlas por el simple hecho de pertenecer a un grupo.
Esto ha de sernos útil para determinar la idea de aocioa. Según
Aristóteles, el ocio es propio de los hombres libres. Y en términos
generales yo coincido en esta concepción, pero como mi definición de
ahombrew pudiera diferir un tanto de la de aquél filósofo, y asimismo la de
*ser libre., expongo en seguida lo que ha de e.ntenderse aquí por socio.:
Una vez que el ser humano individual ha satisfecho sus necesidades
naturales de la manera en que le es indicado o permitido por la sociedad
a la que pertenece, entonces goza de tiempo libre. Es decir, se es ocioso
reconocidos de las personas; y *escuela=, como una palabra que no determina ni u n o ni otro caso anteriores, pero que se refiere a ambos aunque de modo muy general .
39
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Rarnírez Núílez
cuando se han cubierto las necesidades y cumplido los deberes, y aún
queda tiempo dentro del cual cabría hacer alguna otra cosa. Por ejemplo,
de ese tiempo libre pueden aparecer nuevas formas sociales para
satisfacer necesidades naturales, como se demuestra con el desarrollo de
las costumbres: la gente que tiene todo su tiempo socialmente
determinado es la que menos tiende a cambiar sus comportamientos; en
cambio los que gozan de cierto ocio, pueden transformar los antiguos
hábitos o importar algunos nuevos. Adviértase entonces la diferencia
entre ser ocioso y estar de flojo, pues en este segundo caso hay asuntos
por resolver, los cuales el individuo está dejando pasar de forma
deliberada.
Ahora bien, estas formas sociales de satisfacci6n para las necesidades
naturales, pueden llegar a convertirse en necesidades sociales, cuya
cobertura se hace imprescindible para seguir vivo no biológicamente sino
socialmente; esto es, para ser reconocido como parte funcional de la
sociedad en que se habita. Ambos tipos de necesidades son los límites a
partir de los cuales se determina el tiempo libre, al menos en un primer
momento en el que se ha dejado de lado la voluntad del ser humano
individual.
2. ... Y LA ESCUELA
Determinada así la idea de socio., volvamos al asunto de su relaci6n
con la *escuela., para lo cual haré breve referencia al mundo griego o
helénico.
Una vez “dentro” de la Escuela, dicho ocio se aplicaba a una
instrucción no porque el Escolar viera em ella una herramienta
imprescindible para su supervivencia, sino por la instrucción misma, o en
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núííez
todo caso, para mejorar su modo de vida., hacerla un poco más
confortable o lujosa en un sentido primordialmente intelectual. En todo
caso, cabe hacer un par de consideraciones: Por un lado, el ocio estaba
determinado por la existencia de clases sociales, esclavos y amos, lo cual
evidentemente impedía una Escuela para aquéllos, quienes ocupaban gran
parte o todo su tiempo de vigilia en servir a ot:ros, en procurarles tiempo
libre, y por el contrario se la permitía --no obligaba- a éstos,
consecuentemente ociosos, los cuales utilizaron esa instrucción también
como una forma de conservar su status’; por el otro, la Escuela como la
he esbozado hasta aquí, n o correspondía a los niños, sino a las personas,
digamos, independientes, pues se trataba de una instrucción reflexiva, o
en todo caso una educación en el mismo sentido, no de la educación que
se impone en casa como parte de las costumbres y que sirve de base -
adecuada o no- para aquélla.
La Escuela sirvió entonces para el desarrollo, por ejemplo, de las
artes, particularmente el bien hablar y el bien escribir “aunque en un
principio fuera esencialmente bajo criterios de manipulación y
dominación-, puesto que había tiempo de pensar, cuando la ocasión lo
requería, lo que se decía y el propósito que se deseaba con ello; de la
ciencia y la política, pues entonces hubo tiempo para la filosofía y la
reflexión ociosa de la naturaleza y la sociedad; de la técnica (en un
sentido más moderno del término), ya que había tiempo para la
planeación de métodos productivos e incluso para la invención de
herramientas. N o se trataba ya de hacer
37 Por supuesto, esto t iene que ver c o n el papel
las cosas porque fuese necesario
ideológico que juega la escuela.
Filosofia de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núfiez
hacerlas -de eso se encargarían los esclavos-, sino de darles un
propósito y un sentido decidida y particularmente humano.
Para ser más específico, la Escuela habría de encargarse de valorar
humanamente todas las acciones del ser humano; y con “humanamente”
me refiero a lo privativo del mismo3’: es en la Escuela donde uno ha de
adquirir eso que nos concede la distinción entre Hombres y meramente
Humanos o cualquier otro tipo de seres. Porque es en la Escuela donde
los Humanos inician la autorreflexibn, la autoconciencia que les ofrece
los primeros sabores de su hombría.
La Escuela así comprendida no es un lugar, sino más bien un estado:
el estado que necesita el Humano para transitar hacia la hombría; un
estado de libertad primaria que le permite a q.uien lo experimenta hacer
lo que le place y reconocer sus limitaciones y buscar la manera de
a r n p l i a r l a ~ ~ ~ . La Escuela es ese estado de ocio que nos obliga a tomar una
decisión sumamente importante: “lahora, qué hago?” Pues ya no tenemos
la guía natural de las necesidades, ni la social die las obligaciones.
Y para concluir: Parece evidente que uno aprende mejor las cosas
cuando desea hacerlas que cuando se siente obligado o no se tiene interés
alguno en ellas. Así, la Escuela, por un lado, garantiza que uno desea
instruirse de algún modo, sin una necesidad apremiante; y por otro,
cuenta con la ventaja de que en un método semejante de instrucción uno
aprende porque quiere y sólo lo que quiere, sin presiones ajenas al
aprendizaje mismo, se aprende por aprender, porque se tiene interés en
aprender. Ahora bien, adviértase que, primero: no necesariamente hablo
38 V. supra pp. 11 y S S .
Fllosofía de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núiiez
de saberes inútiles o inaplicables -bajo cualquier criterio-, simplemente
no depende de ellos la supervivencia de quien :los aprende, si bien podría
echar mano de ellos para mejorarla o amenizarla; segundo: el hecho de
que dicha instrucción se base en el ocio no implica que sea
necesariamente autodidacta: uno puede elegir someterse a la dirección de
otro; y tercero: en este mismo sentido, hacer las' cosas por ocio no implica
ausencia de disciplina, pues así como podemos elegir la dirección de otro,
podemos autoimponernos disciplina para aprender o asumir la de aquella
persona bajo cuya dirección hemos decidido aprender -después de todo,
se ha hecho una elección por gusto-. Asimismo, nótese que en cualquier
caso se requiere una educación previa gracias a la cual se tenga un interés
particular al cual puedan aplicarse estas observaciones; es decir, desde la
cual pueda elegirse qué se desea aprender con. mayor profundidad en la
Escuela.
3. EL OCIO Y LA ESCUELA EN LA ACTUALIDAD
Ahora bien, hoy en día en una sociedad como la nuestra, tanto la idea
de aocion como la de #escuela. difieren ya bastante de lo esbozado hasta
aquí, de modo que la relación entre lo uno y la otra da por resultado lo
que me parece una paradoja.
Voy primero con el asunto del #ocio*. Según lo que he anotado,
cualquier actividad que no esté dentro de límites natural y socialmente
determinados, se considera por ello ociosa. Así, dormir, por ejemplo, no
(...-+I 39 Más adelante se verá la imposibilidad de desaparecer esas limitaciones Capitulo 3,
segunda sección, tercera parte: Libertad.
43
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
es ocioso siempre y cuando no se practique por periodos muy largos,
natural y socialmente determinados entre seis y ocho horas al día para los
adultos; sólo la gente que “no tiene quehacer” es la que se puede dar el
“lujo” de dormir más de lo indispensable o permitido, tomando en cuenta
que ya en sociedad, el criterio social parece tan necesario -o más-
como el natural. Es decir, se llega a suponer que sólo esa cantidad de
sueño debe practicar alguien “normal”, pues dormir más, aunque sea
evidentemente requerido, lo convierte en alguien ocioso.
Este es un caso de una actividad natural cuya práctica está
socialmente criticada, pero hay otras más alejadas de los seres vivos en
general y más propias del ser humano, por ejemplo, leer. La madre que
pasa aseando la casa por el rincón en el que la hija lee, difícilmente
puede dejar de pensar, por lo menos, en gritarle de cosas por estar “sin
hacer nada” mientras ella “se mata como burro”. N o pondría yo las manos
en el fuego diciendo que la gente siempre lee textos dignos, pero la
madre ni siquiera le preguntará de qué trata la lectura, simplemente está
considerando que es reprobable el ocio de su hija -por lo pronto
juzguémoslo sólo aparente- respecto a la obligación social a que la ata el
papel de ama de casa.
De paso, ya que lo he tocado, adviértase que el ocio toma un matiz
denigrante cuando se evalúa con parametros ajenos a la persona que lo
experimenta. En el caso de la madre y su hija, tal vez éSta ha terminado
con sus habituales labores escolares y domésticas que su papel de
estudiante e hija de familia le impone, pero si se le ocurre “aplastarse”
(por comodidad) a leer frente a su madre quien realiza la faena, puede
estar segura de llevarse un buen grito o empujón, o de perdida una
agresiva mirada que le impedirá continuar su lectura.
44
Filosofía de la Educaci6n Capitulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramirez Núñez
Hasta aquí los contrastes entre las obligaciones y el ocio, para en
seguida darnos una idea del papel que actualmente juegan las escuelas y
la paradoja que esto encierra.
Por un lado, como desde hace mucho tiempo, la escuela no ha dejado
de ser un privilegio de los ociosos, de los que de alguna manera gozan de
tiempo libre entre las actividades encauzadas a la mera supervivencia.
Mientras el ser humano s610 tenía tiempo para procurar continuar con
vida, la posibilidad de una Escuela no existía, todo se aprendía en la
práctica misma por sobrevivir y tenía un valor, en ese sentido,
inmediato4’. Tuvo que darse una serie de condiciones básicamente
sociales, las cuales reprodujeron éstas mismas al tiempo que acarrearon y
reprodujeron otras de indole técnica y tecnológica, para que cierto grupo
de individuos disfrutara de tiempo libre, el cual algunos de ellos
ocuparían en cuestiones reflexivas acerca de lo que se hacía y de la
manera en que se hacía. El desarrollo de herramientas y la esclavitud son
algunos de los momentos que de manera más evidente permiten el ocio
para determinado número de personas.
En la actualidad, también deben estar cubiertas esas necesidades
naturales y sociales de modo que el individuo tenga algo de tiempo para
acudir a una escuela4’. Las escuelas en general -en este país-, son un
lugar para personas cuya vida en términos de supervivencia está en gran
medida resuelta; para individuos que pueden darse el “lujo” de no trabajar
todo el día o una buena parte del mismo y ocupar ese tiempo en estudiar
Véase Capítulo tres, segunda sección, segunda parte: Vulor. *’ De aquí la inaplicabilidad del artículo 3’ consti tucional, en SU parte acerca de la
ob l igac ión de la educación primaria: ¿cómo vamos a obligar a 10s niños Y niñas a ir a (+. . .I
45
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2 : Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núilez
asuntos tan “banales” como aprender a leer y escribir, y más tarde tan
“inútiles” como la literatura, la historia, la filosofía, sólo por ejemplificar.
En este sentido y quizá de modo un tanto drástico, podríamos incluso
dividir a la sociedad entre los que trabajan para mantenerse y mantener a
los suyos, y los que sólo estudian (dicho sea de paso, comúnmente
llamados mantenidos).
Sin embargo, por otra parte, y he aquí lo paradójico, la escuela se ha
convertido en una obligación social y, por tanto, el individuo debe
cumplir con ella antes de acudir a ella por ocio. (Incluso, si tomamos en
cuenta lo que reza el artículo 3* de nuestra constitución, en caso de no
asistir a la escuela no sólo se es analfabeta, sino también delincuente,
pues se está violando la ley.)
Lo importante de esta paradoja consiste principalmente en el círculo
vicioso que provoca: Adoptar una necesidad social, la torna indispensable
para la supervivencia en ese ámbito, esto sucede con la escuela; pero lo
cierto es que cumplir con las necesidudes sociales requiere forzosamente
el cumplimiento de las naturales. El problema surge, entonces, cuando
ambos tipos son colocados -inconscientemente, por lo general- en el
mismo nivel, pues de ese modo tendremos que ir a la escuela para
sobrevivir pero tendremos que sobrevivir para ir a la escuela.
Quiero decir, me es necesario estar bien comido, bien dormido, bien
relacionado sexualmente para poder funcionar de manera adecuada en
sociedad, ésas son las condiciones elementales que me permitirán asistir a
(. . . -+)
la escuela si no les hemos resuelto las necesidades naturales del comer y del dormir, ni las sociales como el vestido y la utilería?
Filosofía de la Educacldn Capítulo 2 : Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núfiet
la escuela. Pero en estos tiempos la escuela oficial es oficialmente (valga
la redundancia) el medio que nos permite estar bien comidos, dormidos y
sexualizados.
Por esto la educación de las escuelas dejó de ser un fin en sí mismo,
como lo es en la Escuela, y se convirtió en un medio, más o menos
obligado, cuyo valor queda determinado por el nivel de vida que permita
desarrollar. Más adelante veremos que en esto consiste la devaluación de
la educación4'.
4. UN PAR DE ELEMENTOS DE LA E D U C A C I ~ N EN GENERAL
Pararé ahora, entonces, para reflexionar acerca de la visión que se
tiene de la educación para posteriormente referirme a algunas relaciones
con la escuela.
De nuevo, por cuestiones metodolcjgicas haré la separación de un par
de aspectos que la educación abarca de modo simultáneo, a los cuales
nombraré arbitrariamente formación e información. Difícilmente podría
y o hablar de ellos de manera por completo independiente, pero en las
siguientes analogias puede hacerse una distinción suficientemente precisa
de estos términos.
Piénsese, primero, a la educación --en general- como un recipiente
que contiene algún fluido; no como al recipiente, ni como a l fluido, sino
las dos cosas juntas. Por supuesto, el fluido adquirirá la forma de su
contenedor. Este ejemplo es útil para comenzar a distinguir entre la
formación (recipiente) y la información (fluido), pero no manifiesta
fielmente la necesaria dependencia que hay entre la una y la otra,
42 Capítulo tres, segunda sección, segunda parte: Valor.
4 7
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 2 : Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núíiez
Entonces, piénsese ahora cualquier objeto físico y sólido, un dado es
típico para estos casos. Atendiendo a distinciones entre sustancia y
accidentes tenemos que gracias a éstos se nos manifiesta aquélla; si no
fuera porque podemos hablar de ella, no sabríamos de ella, pero hablar
de ella es simplemente caracterizarla. La blancura del dado no hace al
dado, la negrura de sus puntos tampoco, acaso ni siquiera su cubicidad4j,
pero si le quitamos cada uno de sus atributos no tendremos dado alguno.
La sustancia se define como lo que manifiesta características, las cuales
son sus accidentes; al menos humanamente, pues ¿cómo hablar de la
sustancia sin mencionar sus cualidades?. La formación en la educación es
lo que va a sustentar a la información; ésta adoptará la forma de aquélla,
y aquélla nada será sin ésta, porque entonces no tendrá manera alguna de
manifestarse.
En esta segunda analogía puede verse la importancia mutua de ambos
aspectos y la inutilidad, acaso imposibilidad, de separarlos, hablando ya
en términos prácticos. Lo relevante, sin embargo, de tomar en cuenta
estos dos momentos de la educacih estriba en la manera de aparecer y
de desarrollarse en la vida de los individuos.
Si como he planteado, formación e información resultan ser
inseparables, tenemos entonces que aparecen simultáneamente en algún
momento (los accidentes no aparecen sin alguna sustancia y la sustancia
que “apareciera” sin accidentes nos sería irrelevante). Podria decir que es
la parte instintiva del ser humano la encargada de ello a un nivel básico.
Todo individuo Humano, por el simple hecho de ser engendrado, es
*’ Esto si tomamos en cuenta octaedro, que a l tener a lgún
la existencia de volúmenes geométricos, como el símbolo diferente en cada una de sus faces , puede
f+. . .I
48
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez N ú ñ e z
partícipe del mundo que le rodea, recibe su influencia e influye en él.
Biológicamente hablando "y reconozco mis limitaciones en el área-
quisiera decir que la formación e información que este ser humano
padece, están determinadas por la fisiología del mismo: la manera en que
asimila la influencia externa está determinada por su propio
funcionamiento, y esa influencia externa no sería tal si no fuese asimilada
de alguna forma.
Para aclarar lo que digo con tal explicación, acaso algo confusa:
querámoslo o no, al instante de ser engendrados se nos concede una
formación llena de información que manifiesta a la primera4. Esta
formación es lo que más adelante, a partir del nacimiento, adquiere el
nombre de carácter. de la persona, mientras que la información
sencillamente va a dejar ver ese carácter, pues se convierte en las
herramientas con las que la formación se manifiesta.
Aquí es necesario señalar algo importante: en tanto el ser humano,
individual o como especie, no intervenga voluntariamente en el desarrollo
de alguno de los suyos, cuya formación e información ya están presentes,
no se habla de edu~ación*~. Así pues, un aspecto característico de la
educación será la intervención humanamente voluntaria, si bien esta
voluntad proviene primero de los Humanos ya reconocidos como tales y
llamarse dado por su uso en algún juego. 44 En este nivel, sea la formación la manera en que ese conjunto de células actúa por
herencia, genética, azares del destino o como desee l lamdrsele; y la información, todo el aspecto f ísico que rodea, delimita o influye a ese pequeño organismo.
45 Actualmente puede hablarse por ello de educación pre-parto, pues se ha puesto de moda conversar con los bebés cuando todavía se hallan en el vientre, se les canta o se les recitan las tablas de multiplicar.
49
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2 : Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
sólo después parte del que se educa (con lo cual, dicho sea de paso,
comienza a participar en la consecución de su propia hombria).
Así es como llegamos al punto que nos interesa desde un principio:
cuál es la relación entre la escuela (como ocio u obligación) y la
educación (como formación o información).
J.RELACIóN EDUCACIóN-ESCUELA
Como decía en el apartado anterior, al nacer el individuo ya trae algo
de formación e información, que a partir de ese momento puede
comenzar a llamarse educación con mayor propiedad, pues entonces es
posible la intervención más directa de la voluntad humana, si bien es la
externa "la de otros individuos- la. que domina primero, sobre todo
porque es un asunto de conciencia (voluntad e intención) y el bebé más
bien sigue reaccionando instintiva o naturalmente.
El asunto es que esa situación continúa -por lo menos- hasta que el
Niño46 va a la escuela. Así que, durante el tiempo entre el nacimiento y el
ingreso a una escuela, al Niño no le queda más opción que adaptarse al
grupo social al que pertenece; esto porque no está en posición de decidir,
porque por lo pronto está más orientado social y naturalmente a percibir,
a tomar lo que se le ofrece; además no es autosuficiente, así que depende
de los demás. Tal condición le obliga a aprender, primeramente, la
manera en que los demás actúan y que él tenderá a imitar.
Es decir, nuestra primera educaci6n es impuesta, pero no tanto en
mala fe como por la necesidad, práctica y natural de que así sea. Lo que
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez NúRez
se hace con un infante y su educación es, básicamente, ejemplificarle un
modo de vida y supervivencia tanto natural como social, aquél
correspondiente al mundo en el que ha venido a nacer y que será,
obviamente, el primero al que se enfrente.
Por otra parte, esta educación, de acuerdo a los elementos en que la
dividí, no es totalmente consciente. Lo es sólo desde la intención de
quienes se hacen cargo de la criatura, de quienes desean educarlo de
determinada manera; sin embargo el resto del grupo social no se
preocupará tanto por lo que enseña a los recién llegados cuando éstos no
se hallan dentro de sus propios círculos familiares o amistosos. Por
supuesto, lo que nos interesa aquí, es la parte voluntaria y consciente del
educar, pues en todo caso es lo que puede reflexionarse y modificarse, de
algún modo y en alguna medida controlarse.
Para aclarar y concluir con esta parte: La educación de los infantes
consiste más en mostrarles, dejarles que aprendan a hacer y no tanto en
darles razones para ello o explicaciones de ello; lo cual tiene que ver con
nuestras tendencias a imitar, inaplicables al caso de las explicaciones,
pues de éstas no se percibe -directa.mente- nada imitable, a no ser el
acto mismo del habla. S e les enseña de esta manera, por ejemplo, a comer
a ciertas horas, ciertos alimentos, de cierta manera; a dormir a tal hora,
con tal ropa (o sin ella), en tal lugar; a asearse y procurarse de acuerdo a
cierto patrón familiar y social. Eso es: la educación elemental del infante,
aquélla que recibe en el seno familiar o entre el nacimiento y cualquier
contacto con círculos sociales amplios como lo es cualquier jardín de
niños; esta educación elemental, decía, consiste en la transmisión
práctica, activa, bastante irreflexiva por lo pronto, de hábitos y
costumbres, con el fin -consciente o no- de adaptarlos a cierto medio
para que sobrevivan. Estos hábitos y costumbres son fundamentales para
Filosofía de la Educaci6n Capitulo 2 : Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núñez
el futuro del educando, pues a partir de ellos como formación, es que
digerirá la información que se le ofrezca en las escuelas y en el mundo
que él vaya descubriendo en general.
“Somos ante todo monos de imitación y es por medio de la imitación
por lo que llegamos a ser algo más que monos”*’, dice F. Savater. Y así me
parece: imitamos porque nos es natural hacerlo, y eso lo aprovecha el
proceso educativo; sin embargo, lo que se espera -o debiera esperarse-
de este proceso es que quien originalmente sólo imita llegue a darse
cuenta de lo que ha hecho, tenga conciencia de ello, sea “algo más que
un mono de imitacidn”, que deje de reproducir fielmente lo que ya es,
para dar cabida a las posibilidades; asimismo, que haga las cosas no
porque los demás las hacen, sino porque tienen un valor para sí. En
relación con el capítulo anterior, y adelantándome al siguiente, yo diría
que lo que se espera de la educación es que desarrolle Hombres**.
Pero para no hacer acrobacias con el orden planeado para este
trabajo, me detendré en cierto aspecto de esa imitación para contrastar
esta actividad a partir de dos ámbitos radicalmente distintos.
Así, que un Niño, en el campo, imite a los mayores en el pastoreo,
siempre que tenga un grupo de ovejas, es sencillo e incluso obtendrá los
mimos resultados que los adultos. Pero imagínese a un pequeño en la
ciudad tratando de salir a la calle para irse a trabajar al igual que lo hace
su padre; simplemente sería una irresponsabilidad el permitirlo.
47 Savater, Fernando. El valor de educar, IEESA, México, 1997; p. 29. En el siguiente capítulo se pretende ofrecer la idea de Hombre que conviene a esta afirmación.
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núñez
Ahora bien, el pastoreo y otras actividades que el Niño del campo
aprende directamente al observar los actos de los adultos de su entorno,
frecuentemente cubren tanto las necesidades naturales como las sociales
de cualquier individuo perteneciente a semejante comunidad. En
contraste, el Niño citadino no percibe de manera directa esta relaci6n
entre las actividades de los adultos y la supervivencia: porque el trabajo
que cubre las necesidades naturales y sociales en un medio urbano,
generalmente se halla fuera de casa, lejos de la vista del infante.
(Tomemos en cuenta que los Niiíos están tácita o expresamente
prohibidos en los centros de trabajo de sus padres, incluso si dicho
trabajo estriba en el desempeño de las llamadas labores domésticas.)
Lo que he deseado mostrar hasta aquí es que en una comunidad de
tipo campestre "quizás algo idealizada para que sirva de ejemplo-
primero: las necesidades naturales y las sociales no están tan separadas
las unas de las otras; y segundo y más importante para lo que me ocupa:
por lo mismo, no tienen un intermediario entre ellas llamado escuela.
Aclaro que, aun si algunas de estas comunidades tienen escuelas, éstas no
funcionan como intermediarios entre las necesidades naturales y las
sociales, sino que conservan cierta similitud con la idea de Escuela, vista
con anterioridad. Es decir, cuando la escuela no es algo indispensable en
una comunidad, ni natural ni socialmente, permanece como un lugar para
pasar el tiempo libre y aprovecharlo tan útilmente como podría hacerse
en el billar del pueblo.
Ahora bien, retomando lo ya dicho arriba, si educar es "acaso entre
otras cosas- preparar al infante para sobrevivir natural y socialmente, las
sociedades que cuentan con la escuela como una más de sus necesidades
sociales debieran preparar, en algún otro lugar o momento, a sus Niños
53
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escueta y educacidn Santiago Ramirez Núiiez
para sobrevivir a éstas, y he aquí el problema: no lo hacen. Lo peor de
todo es que n o lo harán mientras continúen pensando, sin fundamentos
sólidos, que en la escuela se educa, en el sentido de una educación como
la que se adquiere en el seno familiar (primordialmente formativa), sobre
todo mientras uno es corto de edad. Aquí tenemos la razón de que la
sinonimia actual entre escuela y educación venga a trastornarlo todo: los
padres envían a sus hijos a la escuela para que ésta los eduque, de modo
que además de enfrentar tareas que no le corresponden del todo, ésta no puede cumplir con las que sí le atañen. Al respecto, una cita de F.
Savater:
"Constatemos para empezar un hecho obvio: los niños siempre han
pasado mucho más tiempo fuera de la escuela que dentro, sobre todo
en sus primeros años. Antes de ponerse en contacto con sus maestros
ya han experimentado ampliamente la influencia educativa de su
entorno familiar y de su medio social, que seguirá siendo determinante
-cuando no decisivo- durante la mayor parte del período de la
enseñanza primaria. En la familia el niño aprende -o debería
aprender- aptitudes tan fundamentales como hablar, asearse, vestirse,
obedecer a los mayores, proteger a los más pequeños (es decir convivir
con personas de diferentes edades), compartir alimentos y otros dones
con quienes les rodean, participar en juegos colectivos respetando los
reglamentos, rezar a los dioses (si la familia es religiosa), distinguir a
nivel primario lo que está bien de lo que está mal según las pautas de
la comunidad a la que pertenece, etc. Todo ello conforma lo que los
estudiosos llaman "socializaci6n primaria" del nedfito, por la cual éste
se convierte en un miembro más o menos estándar de la sociedad.
Después la escuela, los grupos de amigos, el lugar de trabajo, etc.,
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
llevarán a cabo la socialización secundaria, en cuyo proceso adquirirá
conocimientos y competencias de alcance más especializado. Si la
socialización primaria se ha realizado de modo satisfactorio, la
socialización secundaria será mucho más fructífera, pues tendrá una
base sólida sobre la que asentar sus enseíkanzas; en caso contrario, los
maestros o compañeros deberán perder mucho t iempo puliendo y
civilizando (es decir, haciendo apto para l e vida civil) a quien debería
ya estar listo para menos elementales apren.di~ajes”~’.
En efecto, la escuela no es, no debiera ser, un sitio donde
primordialmente se educa, sino donde se manifiesta la educación ya
adquirida y se contrasta, a veces hasta el conflicto, con otras educaciones.
Pero sobre todo, la escuela requiere gente educada por lo menos para
aprender, pues esa es la única manera en que realmente puede cumplir
con lo que le corresponde: enseñar.
La tarea primordial de la escuela -aunque podemos conceder que no
la única- consiste en informar, en ofrecer al individuo las herramientas,
los materiales y uno que otro ejemplo de lo que puede hacer con ellos
(formas de emplearlos), pero lo que en efecto haga con ellos depende,
claro, de la formación básica de quien los recibe: El profesor ha de
trasegarse en forma de lenguaje hacia sus alumnos; si lo logra, es claro
que sólo podrá adoptar la forma del recipiente que lo contiene. Es decir,
el destino, el uso de tales elementos, está considerablemente fuera del
alcance de la escuela.
La escuela, como la conocemos, no está en condiciones de encargarse
primeramente de la formación de los Niños, al menos no en un sentido
49 F. Savater, op. c i t . , pp. 61, 62 .
55
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramirez NúRez
consciente. Por supuesto que influye en su educación, es decir, tanto en
su formación como en su información, pero los pequeños, numerosos en
cada aula, provienen de los más diversos ambientes cuya influencia, como
dice Savater al inicio de la cita anterior, es mucho mds fuerte, penetrante,
que la de un salón de clases. Así que si la escuela pretendiera ante todo
formar a los Niños, requeriría homogeneizar sus circunstancias o practicar
la personalización a la hora de enseñar, es decir, proveer de tutores.
Como ni lo uno ni lo otro sucede, entonces lo qlue se aprende en las aulas
se aplica como el mundo enseña, y no siem.pre es igual a lo que el
profesor desearía de sus alumnos.
Un ejemplo al respecto, extraído de estos tiempos, lo encontramos en
la llamada educación sexual: Claro, el Niño aprende a utilizar el condón,
pero que realmente lo use cuando sea necesar.io o que comience su vida
sexual cuando ha adquirido la sensatez suficiente, no depende tanto de su
profesor de biología o de valores como del ambiente familiar y social que
en verdad formó a ese sujeto. Pero bueno, para no eliminar de tajo la
labor formativa de las escuelas, acepto que ésta existe, aunque es
desproporcionadamente más lenta y débil que la de los círculos
familiares. Para aprovechar el papel predominantemente informativo de la
escuela, se requiere, como me he empeñado en mostrar, que en los
núcleos sociales previos a ella se forme al individuo de la manera
conveniente.
6. IDEOLOGÍA Y ESCUELA.
He dicho ya en la sección anterior que el propdsito de la educación,
en general y fundamentalmente consiste en preparar al individuo para su
supervivencia; asimismo que a la escuela se le pretende adjudicar una
responsabilidad que no completamente le corresponde en ese sentido. Por
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 2 : Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núiiez
lo tanto, para comprender mejor el funcionamiento de la escuela actual,
haré una comparación entre lo que se entiende por esa preparación en
dos ámbitos contrastantes que ya he utilizado anteriormente.
Así, tenemos que en el campow, como ya también mencioné, la
educación que reciben los pequeños se encuentra en casi perfecta
adecuación al tipo de comportamiento y actividades que se espera ellos
cumplan cuando crezcan. Esto debido a que no hay una diferencia
sustancial entre el tipo de labores que un Niño aprende y las que un
adulto efectúa; el medio en el que ambos actúan es idéntico: el campo de
cultivo, el de pastoreo, los animales, el establo, el pueblo mismo; incluso
algunos de los juegos que el infante practica tienen que ver con el modo
de vida adulto: explorar, trepar, encender fuego, montar bestias. Y para
ello no hay necesidad de una escuela, ya que es inevitable aprenderlo,
después de todo uno vive ahí, dentro de ese ambiente. Además, ese
aprendizaje que los Niños reciben y practican cotidianamente les permite
es satisfacer tanto sus necesidades naturales coma las sociales: sobrevivir
ser socialmente capaz y, por tanto, aceptado.
En un medio urbano, esto último también es válido, sólo que no
aprende ni se consigue tan directamente. Mielntras que en el campo
recursos naturales que permiten una supervivencia física están al alcal
se
los
we
de la mano, dados en la naturaleza misma, y con ellos se convive desde
pequeños, en las ciudades esto no es así. En 1a.s ciudades existe una gran
50 Aquí voy a suponer una comunidad campestre con un número reducido de integrantes, pero autosuficiente. Esto con e l fin d e u n contraste, ya que no soy tan ingenuo como para pensar que las comunidades campestres o campesinas tengan todas estas características, por lo cual también habrá de tenerse en cuenta las var iaciones entre los distintos tipos de grupos hasta los urbanos. Asimismo
("+. . .I
57
Filosofía de la Educacibn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramlrez NúAez
distancia entre el individuo y los recursos que le garanticen esa
supervivencia física. Dicho intermedio está conformado por la
complejidad de las relaciones sociales en general, y de modo particular
por aquéllas llamadas de trabajo.
Por otra parte, de nuevo en nuestro ejemplo, el tipo de labores que
alguien aprende en el campo como parte de su educación no sólo le son
útiles a ese individuo, sino que lo son para toda la comunidad; de hecho,
todos dentro de la misma aprenden cosas muy s,emejantes. Esto es posible
por varias razones: El tamaño de esas comunidades es relativamente
reducido, lo que permite una simplificación de las relaciones sociales y
laborales; además, esta misma característica acerca a los integrantes de
modo que los lazos afectivos son lo suficientennente estrechos como para
procurar el beneficio de la comunidad completa y no únicamente de los
particulares. De hecho, es poco factible obtener notables beneficios
particulares sin ser de algún modo excluido de la comunidad. En el
campo, el individuo aprende a ser autosuficiente a muy corta edad, pues
su educación está enfocada directamente a ello.
En cambio, pensemos ahora en nuestra ciudad. El número de
integrantes es tan grande que difícilmente puede hablarse de intereses
comunes, así que la variedad de actividades que en ella se lleva a cabo es
de igual modo ingente. Pero sobre todo no ex.isten recursos naturales en
el mismo sentido que en las comunidades campestres. Las relaciones
sociales y laborales son tan complejas que se requiere un tiempo extra
consideraré és tos , por lo pronto y salvo aclaración en contra, con características capitalistas o precapitalistas.
Filosofía de la Educacibn Capítulo 2: Escuela y educacidn Santiago Ramírez NúAez
para poder participar en ellas provechosamente. Ya no se trata de ir al
huerto a recoger legumbres, tarea sencilla para un Niño de campo y que
realizará continuamente incluso cuando sea mayor; no, ahora habrá que
trabajar en un nuevo sentido: transformar la fuerza en un común
denominador de intercambio, el dinero, que a la vez permita conseguir
los productos que otro trabajador ha debido elaborar siguiendo un patrón
semejante. (En el campo, una buena parte de esa fuerza se transforma
directamente en satisfacientes; y, en todo caso, estos mismos pueden ser
intercambiados por otros.)
Así tenemos que en las ciudades no es posible sobrevivir a partir
solamente de la educación recibida dentro del núcleo familiar. Porque en
este reducido ámbito no puede experimentarse la complejidad de
relaciones sociales que conforman la vida urbana y que permiten la
transformación de la fuerza en el denominador común de intercambio.
La escuela se hace necesaria cuando la socialización primaria de la
que hablaba Savater no es suficiente para prolcurar la supervivencia. Al
Niño de la ciudad, antes de enviarlo a una escuela, se le enseiia toda
suerte de juegos y ejercicios con el propósito d'e desarrollar sus destrezas,
pero éstas apenas le bastarán para sobrevivir en el medio que ya lo
recibió. Evidentemente gran parte de esa enseñanza depende de ese
ambiente en el que vive y que lo influenciará de modo definitivo. Así
entonces, se le enseñarán, por ejemplo, algunas tareas domésticas y tal
vez aprenda a manejar algunos aparatos como 1;a televisión, el estéreo o la
computadora; pero no se le puede enseiiar a obtener una casa o cada una
de las otras cosas de la misma manera que se muestra su uso o
mantenimiento. Es decir, si cuando crezca no tiene una casa que limpiar,
entonces será un perfecto inutilizado, pues no ,podrá tomar cualquier casa
para sí. (Y aun si la tomara, saber conserva:rla limpia no le permitirá
59
Filosofia de la Educacidn Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núílez
sobrevivir; en contraste con saber ordeñar, cazar o seleccionar frutos,
parte de la educación que en el campo reciben los Niños.) Es en este
punto donde la escuela se aprecia como una necesidad, pues de ella se
espera obtener ciertos medios que permitan el acceso a la supervivencia
urbana: conocimientos, habilidades y destrezas susceptibles de ser
intercambiadas por dinero, y éste por cualquiera de esos elementos que
permitan subsistir, primero alimentos, ropa y habitación, y después
distracciones, gustos y lujos.
Vamos aclarando el esquema que se describe aquí: el hecho de que la
sociedad urbana a la cual hago referencia requiera de ese intermediario
común para la satisfacción de sus necesidades, significa que le ha puesto
un precio a todo, quizás no tanto porque toldo sea susceptible de ser
comprado, sino porque todo puede ser colocado en la escala monetaria.
Incluso la educación y la instrucción están fuertemente relacionadas con
este común denominador de intercambio.
Sin embargo no voy, al menos por el momento, a criticar la
monetización de la humanidad -por así llamarle-. El asunto que me
interesa ahora es el papel de la escuela en este ámbito, para lo cual
revisaré un texto de L Althusser, titulado “Ideología y aparatos
ideológicos del Estado””. En él, comienza a hablar de la reconocida
necesidad que el Estado tiene no sólo de producir, sino de reproducir las
condiciones que permitan esa producción. Dentro de estas condiciones,
Althusser hace referencia a la reproducción de la fuerza de trabajo en tres
aspectos.
51 Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, en La filosofia como arma de la revolución, Edit. Siglo XXI, 19‘ ed., México, 1991.
6 0
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núilez
El primero de ellos se refiere al pago de salario como la condición
que permite al asalariado presentarse cada día a trabajar, así como
mantener y educar a sus hijos, quienes son vistos como la reproducción
de la fuerza de trabajo.
El segundo ya entra claramente en nuestro asunto: N o basta con
retener y reproducir físicamente la fuerza de trabajo, ésta debe ser
competente: “la fuerza de trabajo debe estar (ctiversamente) calificada y,
por tanto, reproducida como tal. *Diversamente#, es decir, según las
exigencias de la división técnico-social del trabajo en sus distintos
apuestos. y a e m p l e ~ s . ~ ’ ~ ~ .
Por supuesto, esto tiene que ver con el asunto que tratábamos porque
esta calificación, como dice el autor, ya no se hace en la práctica misma,
como ocurría en el esclavismo y el feudalismo; no, ahora se lleva a cabo
“más y más fuera y aparte de la producción: mediante el sistema
educacional capitalista u otras instancias o insti~tuciones”~~.
Por último, el tercer aspecto también nos at.añe directamente, pues en
esas dependencias educativas (instructivas, prefiero) no sólo se enseñan
los conocimientos llamados fundamentales, COIIIO leer, escribir y contar,
sino también actividades más específicas o especializadas, como en el
caso de las carreras o los oficios. Pero, obviamente, cada actividad ha de
enseñarse dentro de su propio ámbito de aplicacidn, aunque éste sea un
tanto ficticio en la escuela, lo cual implica una transmisión cultural y de
costumbres que hasta cierto punto garantiza la continuidad de las
relaciones entre las clases dominante y dominada:
52 l b . , p. 106. 53 Ib.
61
Filosofía de la Educación Capítulo 2 : Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núiiez
"al mismo t iempo que estas técnicas y conocimientos, en la escuela se
aprenden las *reglas*, los usos habituales y correctos, es decir, los
convenientes, los q u e se deben observa:r según el cargo que está
#destinado* a ocupar todo agente de la división del trabajo: normas
morales, normas de conciencia cívica y profesional, todo lo cual quiere
decir , en una palabra, reglas del respeto a La división técnico-social del
trabajo; reglas, en definitiva, del orden establecido por la dominación
de clase. Se aprende, también, a *hablar bien el castellanos, a *redactarm
bien, es decir, de hecho (para los futuros capitalistas y sus servidores)
se aprende a amandar bien., o sea (solució~n ideal) a #hablar bien. a los
obreros, etcétera.
"Si enunciamos este hecho en lenguaje más científico, diremos que
la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción
de su calificación, sino, al mismo tiempo, la reproducción de la
sumisión de los trabajadores a las reglas del orden establecido, es
decir, la reproducción de su sumisión a la ideología dominante, y una
reproducción de la capacidad de los agentes de la explotación y de la
represión para manipular la ideología dominante a fin de asegurar,
también *por la palabra. la dominación de l a clase dominante.
"En otras palabras, la escuela [ . . . I enseña ciertos t ipos de #saber
hacer., pero de manera que aseguren el sometimiento a la ideología
dominante o el dominio de su #práctica*"".
54 Zb. pp. 106, 107.
62
Filosofía de la Educacidn Capítulo 2 : Escuela y educacidn Santiago Ramírez Núñez
De nuevo aquí tenemos una escuela más imtructiva que educativa, y
en todo caso su parte educativa es vista como amaestramiento ideológico.
Pero en realidad todo ello no sería tan malo si no fuera porque en la
práctica la escuela así descrita ni siquiera cumple con esas funciones,
pues de hacerlo ¿no estaríamos, todos los que acudimos a las escuelas,
conformes plenamente con nuestra situación (incluida la de aquéllos que
no acudieron), sea la que fuere, puesto que así: se nos inculcó? El asunto
es que las escuelas (y aquí me refiero específicamente a esta ciudad y a
este país) no cumplen con su papel.
Si la labor de las escuelas es capacitar y reproducir ideología,
entonces debe garantizar el ejercicio de ambos aspectos; y esto es lo que
no está cumpliendo. Si la escuela, desde el punto de vista del texto de
Althusser, está al servicio del Estado, ento.nces debiera ser éste el
encargado de verificar que el adiestramiento escolar sea aprovechado,
ofrecer las condiciones para el ejercicio de la capacitación y la ideología
inculcadas; y esto es algo que no sucede. Si se me ha educado para ser
obrero pero no tengo empleo, entonces mi erducación y mi instrucción
resultan absolutamente inútiles; y peor todavía, al haber adquirido una
ideología de sumisión y no gozar de las condiciones que me permitan
ejercerla, ¿qué hago?, ¿quién soy? (Hasta aquí sólo estoy revisando la
parte funcional de la escuela, no defendiendo la transmisión de ideologías
en pro del statu quo.)
Si el Estado promueve a través de la escuela la explotación de una
clase sobre otra y aporta las condiciones laborales para ello, al menos
vemos alguna intención; pero si el Estado pretende la creación de una
clase desempleada, ni siquiera a su servicio, entonces es un sinsentido.
Por último, en el mejor de los casos, la desawticulación entre escuela y
mercado o Estado dará como resultado una revuelta de todos aquéllos que
Fllosofía de la Educaci6n Capítulo 2: Escuela y educaci6n Santiago Ramírez Núííez
logren cierta conciencia de su situación, conciencia de la contradicción
escolar: La escuela es una necesidad en tanto se considera una obligación
previa al ingreso al mercado laboral55 con vistas a la supervivencia, al
intercambio digno entre fuerza de trabajo y dinero -indispensable en el
ámbito urbano-; sin embargo no bay garantita de que ello resulte así56.
Entonces la escuela urbana no me garantiza la supervivencia que la
educación? por ejemplo, del campo en el campo sí.
Y dicha conciencia no se logra a partir únicamente de la escuela, sino
al salir de la ideología que ha pretendido inculcar oficialmente, al
oponerle una resistencia crítica, cuya fuerza radica, en todo caso, en la
educación extraescolar. Dicha conciencia es conciencia del fracaso
escolar.
55 “ S i est is b ien preparado, hal larás un mejor empleo”, es la frase que he querido ref le jar ; independientemente de su verdad o falsedad.
56 De hecho, trabajando honestamente es en verdad difícil coincidir con ese punto de vista: “El que no tranza no avanza”, reza un dicho popular (aunque no estoy seguro d e la ortografía para la palabra en cursivas).
Filosofía de la Educación Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núñez
¿adónde poa’ía conducir un progreso que olvidaba, entre’ inventos y descubrimientos,
que tú y yo somos la verdadera ,materia prima de toda vida?
R. Kraus.
En este último capítulo se retoman los temas ya tocados en los
anteriores, pero esta vez con el propósito de mostrar el punto de reunión
entre ellos. El ser humano, sus condiciones !r posibilidades, no tienen
porque estar necesariamente separados de los sistemas económicos o de
gobierno, mucho menos en conflicto. Tomar en cuenta al ser humano en
su totalidad, con su diversidad, debe ser el punto de partida para
cualquiera de esos sistemas, y la meta de cualquier grupo que se digne de
calificarse como social.
1. LA ESCUELA EN LA ESCUELA5’
He caracterizado ya ambos conceptos y no hay entre ellos una mutua
exclusión, no hay razón para que únicamente uno de ellos exista en un
tiempo determinado, ni siquiera en la práctica actual los encontramos
siempre separados. Lo que se sugiere es, precisamente, que esta
circunstancia de convivencia entre ambas sea la generalidad y no la
57 A partir de este capí tulo, res t r ingiré e l contenido del vocablo Nescuelan para referirme específicamente al sistema oficial, público o pr ivado, que comprende los estudios de primaria. Esto en vista de que s i se lograse para e l per iodo de vida que abarca esa escuela la propuesta de este capítulo, se volvería parte de la Cultura, y por tanto abarcaría posteriormente todo el ámbito escolar e incluso el social .
66
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 3: El Homh Santiago Ramírez Núilez
excepción, que la Escuela -como momento de libertad- aparezca en los
años de escuela -como institución oficial- del individuo, por lo menos
mientras llega a la adolescencia.
En resumen y al contrastar la Escuela con la escuela, diré un par de
cosas: Primero, la escuela carece -a la luz de lo ya comentado en la
sección correspondiente- de finalidad alguna. Segundo, la Escuela
garantiza una finalidad alcanzada en el mismo momento de ponerse en
práctica.
Vamos, no es que la escuela no tenga un propósito explícito, sino que
en una gran parte de casos58 no muestra alcanzarlo, y ello en contra de los
deseos de quienes habían comenzado la escuela con ciertas metas
(además de que, como ya se dijo, la escuela misma es vista ante todo
como una obligación). La Escuela, por su lardo, tiene como condición
indispensable, necesaria, que el Escolar haya decidido conscientemente lo
que quiere aprender o desarrollar, lo cual impl.ica un interés legítimo; es
un aprendizaje autónomo, por así llamarlo; tiene su fin en sí mismo. Lo
que ese aprendizaje atraiga como consecuencia, viene por añadidura y no
puede serle contrario, pues se ha elegido libremente.
Y son estas últimas consideraciones las que me serán útiles para la
conclusión de este trabajo todo.
Que la escuela no cumple con sus funciones resulta evidente incluso
desde los primeros niveles (de los que nos ocupamos aquí), cuando
despue's de seis años los alumnos no saben escribir ni sus nombres, ni
operar los elementos de la aritmética básica. Lo que se sugiere, a partir de
58 Estadísticas de analfabetismo, desempleo para profesionistas, comercio ambulante, me parecen argumentos en contra de una escuela q u e ofrece eliminar o disminuir dichas situaciones.
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hmbn? Santiago Ramírez NÚAez
la idea de Escuela, es llevar a la escuela un interés desinteresado (valga la
expresión). Es decir, que el interés de la escuela sea exclusivamente el de
transmitir conocimientos, no el de funcionar como orden jerárquico y
burocrático hacia la incertidumbre ante la búsqueda de un empleo que
garantice el porvenir. Con ello me refiero a que no es justificable enviar a
los Niños al siguiente nivel escolar por el hecho de que viene una nueva
generación igual o más numerosa. Cuando la escuela se desempeñe con
base en los intereses y fines que le corresponden (enseñar, instruir e
incluso, si se desea, educar) y no como centros de convivencia (a la par
de parques, cines, plazas comerciales), entoncles las condiciones de vida
de quienes acuden a ella realmente tendrán una garantía de mejorar.
Ahora bien, esa idea del interés desinteresado, no debe partir de
manera exclusiva de las instituciones escolares. Sobre todo porque n o se
trata de un conocimiento que pueda impartirse, sino de una actitud, de
una forma de asimilar las cosas: formación. Por lo tanto, el espíritu
desinteresado del que debe aprender algo en la escuela, ha de formarse
un tanto ajeno a ese aprendizaje, desde afuera., o con cierta anterioridad,
en la familia, si tomamos en cuenta nuestro contexto. La familia (o el
grupo que la sustituya) tiene la obligación de formar esa actitud en el
infante antes de que éste llegue a la escuela. ¿Acaso no es posible
inculcarles el interés en el aprendizaje mismo así como se les ha
inculcado la falsedad de que la escuela les va a servir para vivir mejor?
¿Acaso n o viviría bien el Niño desde el momento en que adquiriese el
gusto por aprender lo mucho o poco que le enseñen en la escuela, en vez
de esperar (de esperanza) a terminar toda :;u escolaridad para “vivir
mejor”? ¿Acaso no buscaría aprender más por S ’ í mismo y complementaría
así las carencias escolares? Y por último, pero de Suma importancia, ¿no
68
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramlrez Núñez
implica este proceso un estrechamiento en las relaciones entre la familia,
el Niño y la escuela?
Ese periodo educativo, cuyo elemento formativo debe enfocarse en el
gusto por aprender, por saber, es lo que la escuela necesita para no tener
pretexto de faltar a sus obligaciones. Porque los profesores siempre
tendrán la oportunidad -muy justificada, por cierto- de argumentar que
los Niños están mal educados; y con esa misma seguridad vemos que los
alumnos brillantes son aquéllos que en sus casas gozan de una educación
adecuada. Aun cuando los recursos económicos de que disponen no sean
los propicios, los Niños educados para la escuela suelen aprovechar
mejor ese aprendizaje, que aquéllos adinerados que no tienen idea de qué
se hace en una institución semejante.
2. TRES PUNTOS A CONSIDERAR EN LA FORMACIóN
En esta parte expongo tres temas que me parecen indispensables -si
bien acaso no suficientes- para la formación, aquí propuesta, en los
Niños por parte de sus tutores.
a) Cultura
La cultura es un concepto intimamente ligado a la idea general de
educación, por lo tanto me ocupo en seguida de ello. De nuevo, mi punto
de partida es etimológico y esta vez tiene que ver con la raíz compartida
de los vocablos -cultura. y .cultivar*.
El hecho de que la palabra .cultura. tenga lazos etimológicos con el
vocablo cultivar. nos permite concebir una idea intencional en cada una
de ellas. Evidentemente la acción de cultivar implica una alteración
voluntaria en el orden de la naturaleza, porque ese orden no le es
suficientemente útil al ser humano; no se trata de un dominio total, sino
FibSofia de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramirez Núfiez
parcial, de las fuerzas y leyes naturales que, ordenadas por el Hombre,
resultan más satisfactorias para él. Para lograr s u cometido al momento de
cultivar, el ser humano debe conocer a la naturaleza, tener una buena
idea de con quien trata y de cuáles son las condiciones que requiere para
ser domesticada. N o se le pueden pedir peras al olmo.
Esto es, el ser humano necesita ser consciente del mundo que le
rodea, y ser consciente en cualquiera de sus fc~rmas~~ es prácticamente la
característica que hace de este ser un Hombre, como ya mencioné en el
primer capítulo. Aclaro que en aquella ocasión “ser consciente” se refería
simplemente al darse-cuenta-de, mientras que aquí ya implica también un
conocimiento más profundo, racional, con pretensiones de verdad, de
exactitud, de verificabilidad; de modo que pueda ser utilizado. N o basta
con percatarse de que la tierra da frutos; el ser humano procurará, a partir
del conocimiento que sobre ello adquiera, que produzca lo que él desea y
en la cantidad que él desea.
Cierto es que el resultado de un cultivo no está totalmente en manos
de quien lo realiza, pero tampoco queda completamente al azar: no es lo
mismo perder por alguna inundacidn lo que se cultivd, que perder lo que
la naturaleza ya había puesto en el campo; el azar es la inundación, pero
lo que se destruye por ella tiene que ver con la. intención (o falta de ella)
del que cultiva. Claro que no cultivamos para que los desastres arrasen
con todo, pero incluso el decidir no cultivar afecta el resultado de las
acciones naturales, cuyo desempeño no está en nuestras manos.
Cultivar es, pues, una labor intencional, vclluntaria, y en ella -como
en otras- el ser humano demuestra su capacidad de transformar 10 que le
59 V. supra, pp 1 1 y S S .
Filosofía de la Mucaci6n Capítulo 3: El Homb/e Santiago Ramírez Núñez
rodea para su beneficio, así como la conciencia que tiene de sí mismo y
de su entorno@. A partir de este tipo de tareas (.transformadoras) es que se
puede experimentar tanto el hecho como la idea de que en el mundo, si
bien existen ciertas normas, éstas pueden ser provocadas u ordenadas a
voluntad por el ser humano para conseguir ciertos propósitos: la tierra
sola da frutos, pero podemos elegir -bajo ciertas circunstancias- qué
tipo y qué cantidad de frutos dé.
Entonces, aunque el mundo no está totalmente en manos del Hombre,
tampoco está de modo absoluto fuera de su control; el mundo ya no es
necesario para el ser humano que tiene conciencia de sí y de lo que le
rodea -para quien goza de esa hombría-, sino contingente en el sentido
de y debido a que actúa en él con voluntad e intención y tiene conciencia
de ello.
Cierto, el mundo es de un modo: modificable; está dado en cuanto a
los elementos que lo conforman y las normas que lo rigen, e incluso como
ejemplo ( u n a forma) de existencia, pero pu'ede ser distinto si dichos
elementos son ordenados de un modo que la naturaleza por sí misma no
podría ejemplificar. Ahora, justamente los criterios que acostumbramos
aplicar para distinguir entre lo natural y lo humano son la conciencia, la
voluntad, la intención.
Esta diferencia es la que me interesa, porque un sinónimo de
ahumano., como adjetivo, es .cultural*, diferencia que desde hace mucho
tiempo el ser humano se empeña en demostrar y remarcar, como si
renegase un tanto de la naturaleza misma, Su capacidad de hacer cosas
que la naturaleza sin su ayuda no podría, y la conciencia que de ello
@ La autoconciencia y la conciencia del entorno s e encuentran en mutua relación, (+. 1 .)
Filosofia de la Educack5n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núííez
tiene, lo obligan a hacer uso de esas facultades; de no hacerlo corre el
riesgo de permanecer en la animalidad, la vegetalidad o, peor incluso, la
mineralidad (todos conocemos a personas bastante piedras). Quiero decir,
una vez que ha hecho uso de la conciencia, el s,er humano está obligado a
continuar para conservar esa hombría ganada, 1:a cual, para llamarse de tal
manera, deberá haberle hecho saber que ser inconsciente equivale por
supuesto a perder su condición de Hombre.
El ser humano, para bien o para mal, es un ser orgulloso de sí y es por
ello que procura evitar caer en el curso simplemente natural de las cosas
-atendiendo ya a la diferencia citada-. Después de todo también se
sabe creador de una serie de condiciones que, a su propio juicio, le han
permitido cierto confort en su modo de vida. Tal parece que el ser
humano es lo menos natural de la naturaleza, simplemente porque se sabe
-se siente- distinto a ella; y sea o no cierto, eso le basta para
desprenderse de ella. ¿ N o es curioso cuando hablamos de lo natural
contraponiéndolo expresa o tácitamente a lo hecho por el Hombre,
marcando esa diferencia de ámbitos?
Pues bien, volvamos a nuestro asunto con la siguiente afirmación
general: todo aquello que el Hombre reconoce como hecho por él mismo
es cultural, es decir resulta ser una expresión de cultura; lo cual incluye
ese mismo reconocimiento. Aquí cabe hacer una interesante analogía o
paráfrasis respecto a lo que se dice del espacio y del tiempo como
condiciones de posibilidad de todo fenómeno: la cultura es a su vez los
anteojos a través de los cuales el ser humano observa el mundo y sin los
c.. +) como se exp l i có en el primer capítulo.
Filosofb de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núiiez
cuales no le es posible mirarlo. Y una implicación de ello: Cada individuo
reconoce -en caso de poder hacerlo- como propio lo que piensa; aun si
ese pensamiento le ha sido transmitido o sugerido por una persona o
situación ajena a sí, lo que piensa no puede sin.o pensarlo el individuo. Y
si nos permitimos la equivalencia entre pensar algo y ser consciente de
ello -10 cual no considero que sea mucho pedir- tenemos que hasta la
naturaleza se vuelve un asunto cultural, no po’r sí, claro, sino porque, y
sólo cuando, el Hombre la piensa.
M e he adelantado un poco y ahora todo suena como irremediable, así
que voy a retomar la comparación que planteé al principio de esta parte,
aquélla existente entre *cultivar. y #culturas. Dentro de las reflexiones
acerca del primer vocablo hice hincapié en tres conceptos, sobre los
cuales ha de recaer lo que sigue; éstos son conciencia, intención y
voluntad.
Primero, no hay cultura sin conciencia. Incluso sin una definición
precisa de lo que abarca el término cultura, decir que ésta nos afecta de
manera inconsciente es un sinsentido o una contradicción, porque tal
afirmación demuestra la conciencia de lo mismo. Otra cosa muy distinta es
afirmar que la cultura -entendida por lo pronto y por ejemplo como un
modo de vida determinado por la historia- define ineluctablemente el
destino de cada individuo que la padece, ante .lo cual repito “aunque no textualmente- algo que ya he anotado en otra ocasión6’. En dicha
oportunidad dividí arbitrariamente al destino en un par de vocablos, el
hado y el sino, el primero de los cuales quedó constituido corno “todas
61 Ramírez Núñez, Santiago. Postscripturn. Cronolog%a en el vano de la puerta, Ejemplar Único, manuscrito, MCxico, 1996, Colección privada de Cecilia Huerta O.; PP. 406-408.
73
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núiiez
las circunstancias que influyen en algún el cual no intervino en la
existencia de aquéllas. Es, pues, la base del destino mismo; es el punto a
partir del cual se desarrolla el Estas circunstancias son las
determinaciones hist6ricas que recaen sobre el individuo y ante las cuales
no tuvo elección: ser varón o mujer, negro o blanco o moreno, alto o
bajo, americano o europeo, de tal o cual país, de tal año, mes, día; con
familia o sin ella. Por su parte el sino ncl era otra cosa que “las
posibilidades que un ser tiene de influir en la existencia de otro”bi.
Respecto a esto último, he de aclarar que el simple existir es motivo de
influencia directa sobre lo que rodea a tal exist,encia, y de modo indirecto
sobre prácticamente cualquier otra. En cuanto a la cultura, es el sino lo
que me interesa discutir, pues en él se encuentran los otros dos conceptos
que acompañan a la conciencia, a saber: intención y voluntad.
Por supuesto, únicamente se tiene conciencia en el presente, sea de
algo en el mundo físico o en el del pensamiento. Incluso la “conciencia”
de un futuro sólo se tiene como un pensamiento actual. A lo que quiero
llegar con esta consideración es a una nueva división, ahora de la cultura
misma, y que tiene que ver con lo que acabo de anotar: una cultura del
hado y otra del sino.
Ya arriba hice un par de afirmaciones en el sentido de que, primero,
la cultura está conformada por todo aquello que el ser humano reconoce
como de su propia creación, y segundo, por tanto no hay cultura sin
conciencia. Ahora bien, para hacer referencia al primer tipo de cultura
62 Utilizo “ser“ -con letras cursivas-, como sustantivo, para referirme a cualquier persona, animal o cosa, físicos o imaginarios; mientras que “ser” hace referencia al verbo. [Nota en el texto original.]
63 Ib. p. 406.
74
Filosofía de b Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núñez
anotado, retomo el concepto de hado. En él lo que tenemos es una serie
de acontecimientos pasados que determinan la forma de existencia de
cualquier individuo en el presente, hechos que no tienen posibilidad
alguna de ser modificados por la sencilla razcin de estar en el pasado.
Dentro de ellos encontramos algunos recurrentes que conforman lo que
llamamos costumbres. Éstas pueden ser de todo tipo: familiares,
amistosas, amorosas, políticas, civiles, económicas, educativas, religiosas;
su función básica es reproducir el estado de cosas existente con el fin de
garantizar cierta estabilidad y bienestar sociales; son parte fundamental
de la idea generalmente aceptada de cultura y por lo pronto en esto voy a
dejarla consistir. Establecido lo anterior, llamo cultura del hado a aquélla
que el individuo se limita a reproducir sin oponer resistencia, sea que lo
encuentre conveniente en cualquier sentido, sea que no crea en la
posibilidad de modificarlo (y claro que el hecho de ni siquiera intentarlo
acaba por confirmar su creencia).
Volvamos un momento a la comparación que nos atañe. Tanto el
cultivar como la cultura son llevados a cabo1 de manera consciente e
intencional. Por un lado, si no hay conciencia que reconozca las
creaciones del ser humano (ya dije que ante todo la cultura es una
creación humana), éstas no dejan de ser meras expresiones de su instinto
(naturaleza); por el otro, los actos del ser humano que pudieran carecer
de intención (algo que en este momento :;e me antoja imposible),
evidentemente no serían reconocidos por el Hombre como suyos, pues
por supuesto no sería consciente de ellos. La intención requiere la
75
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez NÚKez
conciencia, pero es la conciencia la que en cierto modo obliga a la
intención: saber cómo es el mundo nos compele a tomar decisiones acerca
de él.
El ser humano consciente de sí y de lo que lie rodea (procesos en todo
caso simultáneos), sabe que el mundo es de un modo, como ya mencioné:
modificable. Al ser consciente de ello no le queda más que decidir si deja
que sea modificado por la naturaleza o por él mismo. He ahí su necesaria
intención: dejar o hacer que ese mundo gire. Más adelante retomaré este
punto para hablar del valor, la libertad, la hom6ría.
Justamente ese dejar que el mundo gire conforme a la naturaleza, es
a lo que he llamado cultura del hado, y si he escrito en cursivas parte de
lo anterior, es porque esa cultura se torna, para quien es consciente de
ella y consiente en ella, en algo tan inmodificable como las normas
naturales mismas. Por ejemplo, en situaciones tan banales como cuando
se afirma que el cabello largo es sólo para las mujeres simplemente
porque en casa nunca se llegó a pensar lo contrario, o un poco más
complejas como cuando el Capitalismo se asurne como única posibilidad
de relación social sólo porque nunca se ha experimentado otra. Es decir,
se tiene conocimiento de la modificabilidad del mundo y de la influencia
cultural, y se actúa como si ese mundo debiera continuar siendo como
hasta el momento. En semejante estado el H.ombre queda corto en el
alcance de su hombría; incluso diría que pelea por no alcanzarla, reniega
de ella.
Es el otro tipo de cultura el que le permitirá lograr eso que la simple
conciencia no consigue. Aquí, de nuevo voy a hacer una separación
arbitraria, esta vez entre la intención y la voluntad. La primera es mera
cuestión del pensamiento; la segunda tiene que ver con la puesta en
práctica en el mundo real, físico, de esa intención. Ahora bien, es la
Fifosofia de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núííez
cultura del sino la que propiamente debiera --desde el punto de vista
que aquí se expone- llamarse cultura, la Cultura, pues es ésta la única
creada por el ser humano y reconocida como tal (la otra se convierte en naturaleza, según ya mencioné). Mientras que la cultura del hado era más
bien una intención determinada por el hacer acostumbrado, la Cultura ( l a
del sino) es la intención determinada por la conciencia de la cualidad
modificable del mundo", conciencia que s610 se consigue poniendo en
práctica las intenciones; la Cultura está confalrmada por todas aquéllas
intenciones llevadas a la práctica, es decir la voluntad, el poner a prueba
la validez de esa conciencia.
Hago aquí una aclaración que pretende una reconciliación entre los
dos tipos de cultura que mencioné: la Cultura también se sirve de la
cultura del hado y por lo mismo la incluye. Al lograr una conciencia de
ésta última, el ser humano determina los límites dentro de los cuales se
encuentra y que la Cultura, llegado el caso, habrá de modificar; es decir,
la cultura del hado es el punto de crítica a partir del cual el ser humano
puede medir su desempeño y desarrollo cultural. La cultura del hado es
lo que es, es un estado fijo, por tanto sirve como referencia; en cambio la
Cultura es lo que está siendo, es un proceso consistente en tomar esa
cultura del hado ( o una parte de ella) y modificarla.
Ahora bien, hasta aquí he dicho de manera constante que la Cultura es
conciencia, intención y voluntad. Pero no deseo sostener que la Cultura
está perfectamente determinada por el ser humano, pues resulta evidente
que no es así, al menos no en el sentido de un control estricto e
65 N o se pierda de vista que esta modificabilidad se refiere al rompimiento del orden natural por e l hacer del ser humano, y no a q u e la n.atura1eza no muestre continuos cambios en su propio ser.
77
Filosofia de la Educacidn Capitulo 3: El Hombre Santigo Ramírez Núííez
inmediato sobre el comportamiento y la concie.ncia del ser humano como
especie al punto de lo predecible. La Cultura comprende estos tres
conceptos y se atiene a ellos en tanto cada individuo los ejerce,
independientemente del grado en que lo haga, pero esto no quiere decir
que los tres conceptos sean idénticos en cada uno de los seres humanos y
por ello la Cultura sea una simple magnificacicin de los mismos; en todo
caso, es una especie de promedio de ellos, es decir, siempre distinta a lo
que cada individuo practica.
Aclaro. La Cultura, como deseo entenderla y exponerla, consiste,
primero, en la relación de conciencias, intenciones y voluntades
individuales; y segundo, en el patrón histórico que dicha relación crea y
el cual determina las relaciones futurasa, tanto en un sentido práctico
como en uno crítico. En el primer caso, porque señala cómo deben ser las
cosas, de acuerdo a como han sido hasta el momento; en el segundo,
porque permite evaluar, sopesar los efectos de {que puedan ser distintas.
6) Valor
Inculcar en las personas lo que las cosas valen y el fundamento de su
valor es otro aspecto importante en la formación, y de lo que depende
también el desempeño que el individuo muestre en su hacer cotidiano.
Así que aquí anoto algunas consideraciones al respecto.
N o es difícil imaginar que la idea de valior haya aparecido en un
primer momento como consecuencia de la utilidad material de ciertas
cosas, después de todo el ser humano tiene aquellas necesidades
naturales ya mencionadas con anterioridad, la:; cuales ha de resolver de
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez NúRez
manera relativamente inmediata. Todo aquello que le permite satisfacer
esos menesteres adquiere un valor.
Ahora bien, a partir del desarrollo de los grupos sociales, desde los
primitivos núcleos meramente consanguíneos hasta los medios urbanos
como los asumimos desde el capítulo anterior, se ha generado una serie
de necesidades propias y específicas de estos grupos, guiadas a su vez
por la búsqueda a cada momento más inmediata de las comodidades y
ventajas que promete -o prometía- la vida en grupo.
En una ciudad, los satisfacientes que el ser humano buscaba y
encontraba en la naturaleza acaso apenas transformada, simplemente no
existen más al alcance relativamente directo de los individuos. La
naturaleza misma casi no existe. Manifestada de modo tenue por el ser
humano y sus animales y plantas domésticos; la naturaleza ha sido
sustituida por toda clase de creaciones humanas y de ellas depende el
Hombre para satisfacer sus necesidades. Pero además, para los recién
llegados a este mundo esas necesidades están determinadas por aquella
naturaleza artificial (la cultura tornada en naturaleza).
Si en el principio una piedra cualquiera era valiosa porque servía
como instrumento para triturar nueces, al afilarla y especializarla para
cortar fácilmente carne, por ejemplo, adquiría en nuevo valor, porque
entonces ya no cualquier trozo de roca serviría para tal labor. Ahora bien,
el ser humano no necesita inevitablemente una herramienta de ese tipo
para cortar la carne, sin embargo, tras largo tiempo de cortar la carne de
c.. +) Como puede observarse , la cultura del hado es el material , el método y la
herramienta para la del sino; y el producto de ésta, torna a ser cultura del hado.
79
Filosofía de la Mucaci6n cilplzub 3: El Hombre Santiago Ramírez NúRez
esa manera, la tarea llega a formar parte de las costumbres, de la cultura,
de las necesidades del grupo: ¡qué haríamos sin esta piedra maravillosa!
Lo que me interesa resaltar aquí es, primero, la cuestión del valor que
un objeto de la naturaleza ha adquirido al ser transformado por el
Hombre, valor que está dado por, o al menos relacionado en gran medida
con, el trabajo humano que requirió para ser específicamente útil;
segundo, la aparición de necesidades artificiales, es decir, culturales, las
cuales generan sus propios parámetros de valor.
El trabajo juega, en los medios urbanos, el papel de la naturaleza en
cuanto a la producción de bienes (y servicios) que ayudan al ser humano
a sobrevivir; es esa intervención humana en la transformación de los
materiales, así como las relaciones personales que ello implica, la que
hace que lo producido adquiera un nuevo valor, distinto al que poseía el
material solo. Por supuesto, me sirve un árbol, posee cierto valor, pero si
lo modifico para hacer una silla, una cama, una mesa, una casa,
evidentemente obtengo algo que la naturaleza no va a darme y que a la
vez me resulta mucho más iitil (dentro del medio urbano en que nos
en con tramo^)^'.
Cabría suponer entonces que el criterio para la valoración de las
cosas, en medios urbanos sobre todo, se encue:ntra o debiera encontrarse
en funci6n del trabajo humano, ya que las personas en dichos medios
dependen de modo casi Único de ese trabajo para obtener lo que n o
podrían si pretendiesen tomarlo de la naturaleza. Sin embargo no es
difícil percatarse de que no es así. Es decir, considero que vemos el valor
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núñez
del trabajo, pero no se fundamenta en ello el valor asignado a las cosas
que el trabajo crea o modifica.
Cierto, en las ciudades, la forma en que el ser humano menguará sus
necesidades no consiste en hacerse con las herramientas, las materias y
los animales que le permitan elaborar su casa, su vestido y su alimento,
sino en el intercambio de su fuerza de trabajo por dinero y éste a su vez
por los bienes o servicios que le sean indispelnsables, pues ya no es el
individuo quien se procura todos y cada uno de los satisfacientes, ahora
habrá que adquirir muchos de los que otros han. producido y producirá los
que otros deberán consumir. Y es esta nueva relación, la de intercambio a
través de la moneda, la que acarrea también nuevos enfoques acerca de la
idea de valor.
Después de todo, el dinero lo que proporciona es la inmediatez de un
bien o el beneficio de un servicio sin tener qlue meter las manos en la
producción o prestación de ellos. Así que la medida de valor de aquello
que poseemos gracias al mero intercambio monetario, no se encuentra en
el trabajo que ello requiri6 para ser producido y que con frecuencia
desconocemos, sino en el precio, pues el dinero que nosotros gastamos
en dicho producto sí podemos relacionarlo con el trabajo que nosotros
hemos ejercido para conseguirlo. Y si tenemos en cuenta que en una
ciudad el producto de un individuo no es consumido completamente por
él mismo, ni el individuo produce todo lo necesario para si, es fácil
comprender que el valor de las cosas vaya a dar justamente al precio que
c.. +) '' N o olvidemos que la tradición marxista afirma que es el trabajo (humano) el que
genera el valor adicional al producto.
Filosofia de la Mucaci6n Capitulo 3: El Hombre Santiago Ramirez NÚAez
pagamos por ellas@. Así entonces, tenemos un ser humano que obligado a
usar el dinero para satisfacer sus necesidades, valora los bienes y
servicios que consume no por el trabajo que representa ponerlos en
existencia, sino por el dinero que le cuesta disfrutarlos@.
De este modo, desde mi punto de vista, el ]problema que pueda haber
n o estriba en la mera cuantificación monetaria de los bienes o servicios
que el ser humano produce y consume, sino e n la pseudovaloración que
de ello se hace y que a la larga disemina sus criterios sobre otro tipo de
conceptos como los morales o los estéticos. Quiero decir, el problema no
consiste en la existencia y uso del dinero’ como factor común de
intercambio, sino en el hecho de que el Hombre mismo sea por él
valorado cuando debiera ser a la inversa: el Holmbre como valor máximo y
en función del cual todo lo demás toma su valor.
Para poder intercambiar su fuerza de trabaljo, el Hombre se ha visto
obligado a cuantificarla monetariamente y ha pagado el precio “valga la
expresión-: él mismo se ha convertido en una mercancía, en un producto
cuyo precio está delante de su valor: no se torna en cuenta el trabajo que
le ha costado al individuo formarse, sino la faciilidad con que quien busca
ese “producto” puede conseguirlo o d e ~ e c h a r l o ~ ~ , En la ciudad las
necesidades requieren un intercambio monetario por mínimo que sea para
@ Ello tiene que ver también con la complejidad de las relaciones laborales: como todos hacen sólo una parte del trabajo total (división del trabajo), nadie sabe bien a bien qué tanto trabajo realmente se necesitó.
69 Por eso el trabajo masificado que abarata las cosas, no es valorado, a pesar de se r tan intenso como cualquier otro. “Si no quieres trabajar por lo que te pago, hay mucha gente fuera que espera poder
ganar incluso menos”. Así amenazan los patrones. Y lo peor es que t ienen razón: cuando hay exceso de ofer ta , e l precio del producto baja .
70
82
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núiiez
ser satisfechas; así que cada individuo ha d.e poner un precio a las
necesidades que satisfará para otros, de modo que a partir del
intercambio correspondiente él pueda cubrir las suyas propias. Pero como
mercancía, su supuesto valor ya no está en sí mismo, sino en lo que los
demás paguen por él. Evidentemente estoy hablando de la enajenación.
Explico algunas cosas para volver ai punto.
N o olvidemos que gran parte del comportamiento humano está
generado por las condiciones materiales em que se desarrolla. Un
individuo que ha llegado a nacer en una ciudad, no tendrá más remedio
que adaptarse a ella si desea sobrevivir (acaso después pueda proponer y
practicar los cambios que considere convenientes, cambios que sólo
logrará concebir si se le presenta la oportunidad de comparar su modo de
vida con algún otro), lo cual significa asumir la cultura, las costumbres,
los valores establecidos.
Ahora bien, si la idea marxista es correcta, en ciudades como la
nuestra, con una base económica que compele al individuo a ocupar la
mayor parte de su tiempo y de su esfuerzo en la sobrevivencia física (es
decir, en el simple seguir existiendo), el desarrollo de una ideología
estará fuertemente marcado por esa situación. E l valor predominante será
entonces la capacidad de sobrevivir, pero colmo ya vimos, ello implica
solucionar el asunto personal y cotidiano del dinero, o más bien la falta
de éste, de modo que se consiga con ello tanto los satisfacientes mismos
como la inmediatez de su obtención.
A grandes rasgos esa es la ideología predominante en ciudades como
la nuestra: la sobrevivencia inmediata. Difícilmente podria decirse que
dicha forma de ver las cosas sea buena o mala por si, pero, de ser cierta
-Y así 10 veo-, me parece claro que no es conveniente para el asunto de la educación
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núiiez
La escuela, como parte de esa educación, es un proceso largo y
continuo, pero que se encuentra de manera evidente en franca
contradicción con ese principio de sobrevivencia inmediata que cité en el
párrafo anterior. A la gente le interesa tener ya los medios para la
supervivencia, aquí y ahora, o en el plazo más breve posible y con
relativa seguridad. ¿Cumple la escuela con ello? Es claro que no. ¿Para qué
mandar a los hijos a una escuela cuando al dejarlos a cargo del negocio - una tienda, un puesto en el mercado- ya perciben esos medios que les
permiten subsistir? Con esta visión se educa a los infantes y los resultados
me parecen a la vista: en realidad, se producen muy pocas cosas, más
bien se comercia. La población, después de todo, necesita comer vestir,
habitar, convivir, así que se ocupa en un camino más seguro y breve para
conseguir todo eso, el cual no es en la actualidad la escuela, que encima
y por lo mismo pierde su valor
Para enlazar de nuevo con el punto que dejé pendiente, ir a la
escuela, recorrer grados hasta niveles profesionales, no ofrece garantía
alguna, por sí, para la supervivencia; pues el curriculum académico sólo
sustenta -en el mejor de los casos- que uno sabe cómo se hacen ciertas
cosas, y no que uno sabe de hecho hacerlas. La escuela no es
indispensable para sobrevivir y esto podemos verlo a cada momento; en
todo caso apenas eleva el valor de la persona como mercancía. Pero
entonces, tenemos el problema de la pseudovaloración de la que hablaba:
por un lado hacer del ser humano una mercancía, y por el otro hacer de la
escuela prácticamente un estorbo en ese ser. E s t o último debido, primero,
a que en ella se requiere un tiempo durante el cual es casi imposible que
la persona pueda comercializarse convenientemente de acuerdo a la
instrucción recibida, pues es un producto inlacabado; segundo, a que
pretender una mercancía educada suena a contr.adicciÓn porque, de vuelta
Filosofía de la Educaci6n Capitulo 3: El Hombtr? Santiago Ramirez Núñez
al asunto de la enajenación, una mercancía es susceptible de ser poseída
en todos los sentidos: al comprar desde un chicle hasta una casa podemos
hacer con ello prácticamente lo que nos venga en gana; pero pretender
educar a la mercancía es, claro está, tratar co:n personas, y el hecho de
que las personas sean poseídas unas por otras es algo que la educación
general y la escolar en particular deberían impedir, evitar o restringir.
Vamos, la escuela no puede consistir en un simple amaestramiento.
Cierto, tiene un periodo o periodos en que al. individuo se le adecua a
cierto ámbito, pero sobre todo se le ha de mostrar la posibilidad de
elección, de decisión, lo cual, si bien no va necesariamente en contra de
la mercantilización del ser humano -pues se puede decidir ser
mercancía-, sí devuelve el valor del individuo al individuo -si no total,
al menos una buena parte,
Así entonces, la persona educada de esta lmanera pierde cierto valor
como mercancía justamente porque no puede ser enajenada con facilidad.
Si a ello le agregamos que el sistema es mercantilista, tenemos
evidentemente una devaluación de esa educación. Ahora bien, que la
educación a favor de semejantes sistemas eco:nómicos recupere su valor
no es una solución deseable, pues se acabaría en una lucrativa venta y
compra de individuos (jesclavos?).
La educación debe fundamentarse "y acarrear en ello a los sistemas
económicos- justamente en el ser humano, em las posibilidades de éste
para la convivencia, la socialización, el desarrlollo e n todos 10s sentidos;
en sus posibilidades para ser Hombre.
C) Libertad
Justamente para contrarrestar esas tendencias mercantilistas en contra
del desarrollo humano en su conjunto, la libertad debe ser parte de la
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núñ=
formación del individuo. Libertad no para hacer y deshacer sin restriccidn
alguna al antojo de los particulares, sino en pro del ser humano en
general.
CONCIENCIA
He dicho en la sección anterior que la Cultura consiste “entre otras
cosas- en la conciencia que un individuo tiene del mundo que le rodea,
y que dicha conciencia habrá de obligarle a decidir, al menos, entre
actuar y padecer. De este modo, decir que alguien es culto, es afirmar que
conoce al menos su cultura, que es consciente de ella y por lo mismo se
sabe obligado a practicar la Cultura. En ningún momento podría sostener
que ser culto se aplica a la sumersión meramente pasiva, sin meter las
manos, del individuo en los modos de vida y los conocimientos que le
envuelven”. Ser culto, en este contexto, significa entonces, primeramente,
tener conciencia de la alternativa entre poder hacer y no hacer. Así las
cosas, saber cómo es el mundo e imaginar cómo puede ser, marca los
límites entre ambas circunstancias, y éstos no sólo son indispensables
para, sino que también promueven el surgimiento de, la idea de libertad.
Únicamente a partir de la experiencia de los límites es que se da esta
idea: El preso no se reconoce como tal por encontrarse en una habitación
cerrada de dos por dos; sino porque sabe que hay un afuera del cual él es
consciente de estar separado por esos muros y del cual ya no participa.
Pero si tal individuo no tuviera esa conciencia, bien podría ser tan feliz o
infeliz y sentirse tan libre como cualquiera de nosotros. De hecho, nos
decimos libres sólo cuando podemos espec.ificar de qué (limites) lo
71 Entiéndase que “meter las manos” implica acciones fisicas o reflexivas y críticas.
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombte Santiago Ramírez NÚRe
somos. Por ejemplo, cuando afirmo que soy liibre de entrar a mi casa,
reconozco que hay ciertos límites que en mí no se aplican y en otras
personas (ajenas al lugar) sí. Aunque por lo general lo hagamos
simplemente imaginándolos o negándolos, como cuando digo que soy
libre de andar por la acera de enfrente, de modo que imagino la posible
existencia de esos límites que pudiesen impedírmelo, para después
negarlos. Es decir, reconocemos que para cada cosa que de hecho
hacemos podría haber la imposibilidad de hacerla, pero por lo pronto
somos libres de ella, tal imposibilidad no nos afecta.
D E C I S I ~ N
Por otro lado, evidentemente la libertad no se consigue s610 a partir
del conocimiento de los límites, sino sobre todo cuando se decide y actúa
respecto a ellos. De nuevo aquí la voluntad: el preso no está preso
únicamente por estar en un espacio reducido a sabiendas del exterior y
sus posibilidades, lo está sobre todo cuando preferiría gozar de ese lado
de afuera, es decir, cuando su voluntad es contrariada. Cuando queremos
o necesitamos hacer algo y cualquier circunstancia nos lo impide,
entonces nos reconocemos como no-libres.
Así tenemos que, el ser humano que se ha reconocido como tal, que
tiene conciencia de su humanidad, está obligado a decidir por sí, ya que
no puede escapar a esa “trampa” del cono~imit:nto~~; y por otro lado, esta
facultad es ella misma una distinción entre él y cualquier otra especie de
72 Con esta expresión me refiero, primero, a que parte esencial del saberse humano es saberse distinto a lo natural , como ya lo había mencionado algunas páginas antes, lo cual implica la necesidad de autodeterminarse en la medida de lo posible, de modo que uno pueda seguir gozando de humanidad. Y segundo, a que todo conocimiento adquirido termina por modificar el modo en que nos autodeterminamos.
Filosofb de la Educacl6n Capitulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núiiez
ser vivo o inanimado. Todo ello, así expuesto termina por implicar a su
vez la “obligación” del mismo ser de ser libre, sin lo cual no da el paso
siguiente del ser Hombre.
De aquí que todo intento por privar al Humano del uso de su facultad
de decidir, es un atentado en contra de su libertad y, en consecuencia, de
sus posibilidades de desarrollar la Hombría. Pero es precisamente esto lo
que la generalidad de las escuelas, movidas por las más diversas,
honorables o perversas causas, promueven e n sus aulas. Se trata de
homogeneizar conocimientos y actitudes, limitando en lo posible las
diferencias que ponen en peligro el estado de cosas, reduciendo el
número de alternativas ante las cuales pueda decidir el individuo. Por
supuesto, ello hace la vida un tanto más sencilla, si hablamos en términos
prácticos, pero no se justifica en términos de desarrollo humano.
Sobre todo porque dicho proceso no consiste en que todos, por
voluntad individual, tengamos las mismas alternativas, sino en que éstas
han sido reducidas en número por ciertos grupos sociales que pretenden
con ello la explotación de los demás, evidentemente en busca de
provecho. Un ejemplo de ello lo encontramos en la inexistencia de
determinadas áreas de estudio (como las humanidades) dentro de ciertas
instituciones, principalmente en cualquiera de lesos nuevos colegios cuyas
ofertas académicas se encuentran visiblemente estrechadas por el sistema
económico, lo cual termina por reproducir la falta de libertad de los
jóvenes, pues no estarán decidiendo entre la vasta variedad de
conocimientos a que pueden acceder, sino sólo entre las reducidas
opciones que otros les ofrecen con la pretensidln de ciertos beneficios. De
nuevo aquí, la medida de las cosas es, por lo general, el dinero y no el
ser humano.
Fikxofía de la Educaci6n Capitulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núñez
Afirmar que la población es libre de estudiar lo que guste es mucho
muy distinto a afirmar que puede estudiar lo que elija: En el primer caso,
la decisión está limitada por el individuo mismo; en el segundo, la
decisión está restringida por quienes ofrecen las alternativas. Me parece
evidente que la relación entre seguridad y libertad es inversamente
proporcional, asimismo me parece por ello justificable la restricción de
ciertas libertades que pudiesen dañar a los semejantes, pero pretender
educar a la gente para que sirva a un modelo económico en beneficio de
determinada minoría no consiste sino en amaestrar a aquélla, en
condicionarla como perro pavloviano; por lo tanto, en robarle sus
posibilidades de ser Hombres.
CONSECUENCIA
Por último, para concluir con lo que a lilbertad se refiere, paremos
mientes en la consecuencia de los actos que se ha decidido con
conciencia llevar a cabo.
Para el ser humano dentro de una sociedad como la nuestra es
prácticamente imposible pensar las cosas más allá de una relación causal.
Desde el movimiento de los árboles hasta las huelgas universitarias, todo
debe estar enlazado en una cadena de causas y efectos que nos permita
ordenar el mundo, justificarlo, el menos sentir que lo conocemos. Nos
parece indispensable ese grado de seguridad: ¿qué haríamos si
pudiésemos esperar cualquier cosa como cons'ecuencia de cualquiera de
nuestros actos? Es la certeza que el Hombre tiene de esa causalidad el
fundamento de todo su conocimiento. Peros no le bastó con haber
descubierto (o inventado) esa secuencia espaci.0-temporal de los sucesos,
por supuesto no se quedó con las ganas de intervenir en el orden de las
Filosofb de la Educaci6fl Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramirez Núíiez
cosas. Ya no dejaría que pasaran cuando las circunstancias fueran
propicias, ahora propiciaría las circunstancias cuando él lo deseara.
Ya en los apartados anteriores, en particu1a.r el de Cultura, mencioné
la diferencia que hacemos entre lo natural y lo humano, así como el
jactancioso énfasis que hacemos en ello; pues bien, esa diferencia que
nos empeñamos en subrayar no consiste sino en reconocer las
consecuencias de nuestros propios actos.
Así, de vuelta al asunto de esta sección, he de decir que la libertad no
termina en la mera toma de decisiones. Ser libre no significa hacer lo que
le venga a uno en gana. Es necesario, primero, tener conciencia de los
límites; y segundo, ya que el decidir no se halla tan claramente libre de
influencias como para asumir que se ha decidido con plena y absoluta
conciencia y voluntad, la verificación -por así llamarle- de nuestra
libertad al decidir radica en aceptar las consecuencias de ello. Porque si
la decisión acarrea consecuencias no esperadas, lo cual sucede
comúnmente, es muy sencillo argumentar un sinnúmero de condiciones
que nos “obligaron” a tomar semejante alternativa; sin embargo, sólo
cuando asumimos las consecuencias, las hayamos previsto o no,
reconocemos la voluntad con que hemos decidido, y por lo tanto la
libertad que ejercimos.
De nuevo aquí, la restricción en cuanto al número de alternativas que
se le imponen al individuo resulta dañina (en cuanto al desarrollo
humano), pues se le están ofreciendo todos los pretextos posibles para no
asumir las consecuencias de sus actos, de sus decisiones; después de
todo, dirá que “no tenía de donde escoger”. Tanto la cultura del hado - aquélla que, según ya dije, es tomada casi como ley natural- como las
nuevas imposiciones desde los grupos dominantes, alimentan esta
restricción. Puede argumentarse que es imposible la desaparición de
Filosofía de la Educacbn Capitulo 3: El Hombre Santiago Ramírez NÚRez
cualquiera de ambas condiciones, pero no por ello se recupera el amplio
ejercicio de la libertad. Adviértase que no pretendo la eliminación de
todos los límites sociales y culturales que hemtos impuesto con el fin de
hacer posible y provechosa la convivencia (ya mencioné que los límites
resultan indispensables para la idea de libertad), sólo deseo señalar, por
lo pronto, cuáles son los factores que necesariamente nos limitan en este
ámbito. Qué hacer con ese conocimiento es temia del último apartado.
Ahora bien, la única manera en que e:\ ser humano podría ser
plenamente libre sería con una total concie:ncia del mundo -de sus
alcances y por tanto de sus límites, es decir, de cuál es el tamaño de su
prisión y qué puede hacer ahí-, la cual le permitiría elegir entre todas y
cada una de las consecuencias que sus actos acarreasen. Pero como ello
resulta evidentemente muy poco probable de conseguir, el ser humano
sólo tiene "y eso a veces- ese ideal como guía: saber, conocer lo más
posible para poder elegir; evitar con ello que otros decidan por él.
Y para concluir este punto, entiéndase entonces que considero a la
libertad "según la he expuesto- una obligación, y no un derecho, del
Hombre73; es decir, éste se encuentra obligado a decidir y a asumir las
consecuencias de sus actos y de sus no-actos, todo ello como condición
indispensable para la conservación y el desarrollo de su Hombría.
3. ELHOMBRE: HUMANO EDUCADO
A MANERA DE CONCLUSIóN
Lo que pueda yo decir para finalizar este trabajo seguramente será
breve después de haber tocado los elementos que incluye dicha
73 Cualquier semejanza con alguna frase de Sartre es mera coincidencia.
Filosofía de la Educaci6n Capitulo 3: El Hombre Santiago Ramirez Núilez
conclusión. Y me parece también que ésta es ya clara: buscar la educación
“escolarizada o no- que permita al ser humano desarrollar y conservar
su hombría. Sólo me permitiré redondear lo ya dicho para acabar de
determinar el significado de ello.
Ya que, según he expuesto, la hombría inicia con la conciencia que
un Humano alcanza, la educación que cualquiera de ellos reciba y que
sea digna de llamarse así, debe ante todo ocuparse de los tipos de
conciencia que le permitan conocer y conocerse, pues a partir de ello es
que podrá distinguirse y diferenciarse de cualquier otro ser; en particular,
es de suma importancia la conciencia de especie, pues en ella se conjugan
tanto la autoconciencia como la conciencia @de lo que le rodea. Pero
además, es en esta conciencia donde podemos encontrar a la Cultura,
como historia y porvenir; al ser humano en general y al Hombre en
particular, como valor máximo; al conocimiento, al ingenio y a nuestros
semejantes, como límites de nuestra libertad.
La escuela debe dejar de crear meras sociedades de Humanos y
dedicarse ya a crear Hombres. Los círculos familiares deben facilitarle en la medida de lo posible esa tarea; las instancias del Estado deben asegurar
que se cumpla: “ “ E l hombre quiere apoyars’e en sus propios pies - contest6 Sócrates-. Y solamente cuando disfruta de libertad interior
puede servir al E~tado’”~ .
Crear Hombres significa formar al ser humano para que dé el siguiente
paso: la conciencia del espacio, del tiempo y de lo social; formarlo
también para que pueda responsabilizarse de sus actos, que asuma las
consecuencias del ser libre. De eso se trata la paideia de la que hablaba
Filosofía de ia Mucacbn Capítulo 3: El /-tombre Santiago Ramírez Núñez
Nic01~~: esa educación que permita la autarkeia y la autognosis; lo cual no
significa otra cosa que conocer y conocerse para decidir, saber para
autodeterminarse, ser más libres en nuestro entendimiento para serlo
también en nuestras acciones.
Ahora bien, he dicho que el valor máximo ha de ser el Humano en
general y el Hombre en particular. Entiéndase con ello que si la bombria
es deseable, la humanidad es intocable. El Hombre, como valor máximo,
quiere decir forzosamente el conjunto de seres humanos conscientes y
libres -responsables- que viven en sociedad y de ello se sirven todos.
Hablo de vivir en convivencia armónica y productiva; cada quien jugará el
papel que guste, pero siempre al servicio del grupo y de cada uno de sus
elementos presentes, lo cual incluye los planes a futuro de cualquiera de
ellos. Así, si un Hombre tuviese en sus manos ].a facultad de modificar las
circunstancias en ese sentido, tendría la obligacidn de hacerlo, eso es
parte de su hombría.
Aquí una acotación que pretende exponer (el alcance de lo que acabo
de anotar:
En nuestro país hay tanto grandes ciudades que se relacionan
internacionalmente como pequeños poblados autosuficientes en total
aislamiento. Dentro de los ámbitos de uno y otro grupo existen saberes y
creencias a las cuales todos los miembros que 10 conforman deben tener
acceso. En esto radica la bombria: cada individuo tiene que ser 10 más
consciente y responsable posible, libre.
c.. +) 74 Kraus, René. La vida privada y pública de Sócrates, Edit. Sudamericana, 3’ ed. ,
1996; p. 5 2 V. supra, pp. 3 4 , 3 5 . 75
93
Filosofia de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez NÚAez
Pero de ello no debe -ni veo que pueda-seguirse que la libertad de
un grupo ni los alcances teóricos o prácticos de ésta, sean aplicables
directa e inmediatamente a los de otro. Una cosa es que un individuo O
grupo, sin importar su tamaño o fuerza, decida libremente -bajo SU
conciencia de libertad- integrarse a otra sociedad; y algo muy distinto es
que cierto grupo social pretenda absorber a los individuos de otro sin que
haya un acuerdo. En el primer caso, la decisidn implica asumir los
conocimientos y creencias del otro grupo o fusionar los de ambas partes;
mientras que en el segundo, dicha integración significa romper y deshacer
esquemas de conocimientos y creencias, por lo tanto es una agresión
contra los seres humanos que ven perdida así su hombría, cuando no su
humanidad. N o se olvide que la hombría se alcanza dentro del grupo
social en el que se vive, sin importar la amplitud de éste ni la falta de
reconocimiento por parte de cualquier otro, así que si aquél queda
destruido, la hombría para quienes lo integraban, en caso de conservar la
vida, también se perderá y deberán recuperarla en otra sociedad.
El Hombre, aquel Humano con conciencia de especie, tiene a
consecuencia de ella el principio ineludible de procurar justamente al ser
humano, pues en él se encuentra la potencia de: sí mismo.
Así, pretender educar -en la escuela o fuera de ella- en el campo a
la gente del campo como si perteneciera a la ciudad es un desatino. Lo
mismo que pretender integrar a las comunidacles indígenas al ‘‘progreso”
del país. En ambos casos se atenta contra la hctmbría de ámbitos distintos
al nuestro (urbano). En todo caso cabría ayudar a que esos grupos
sobrevivan como lo han hecho durante mucho tiempo y esperar una
decisión de SU parte a favor de un encuentro entre grupos sociales tan distintos.
Fin de la acotación.
94
Filosofía de la Educaci6n Capítulo 3: El Hombre Santiago Ramírez Núirez
Y para terminar con este trabajo retom.0 y rehago la frase de
Protágoras que utilicé como epígrafe en la primera parte del primer
capitulo: “El Hombre es la medida de todas las cosas”. Ya nada de
relativismos, nada de que cada quien puede ver las cosas como mejor le
parezcan. Ahora el Hombre, como humanidad libre -consciente,
responsable, consecuente con sus actos, comlprometida en pro de sus
integrantes-, es el parámetro objetivo a partir del cual las cosas toman su
lugar.
Filmfia de la Educac6n Bibliografía Santiago Rarnírez Núñez
Biblio@ia
Althusser, Louis. Lacfilosofia como arma de la revolución, Edit. Siglo XXI, 19’ ed.,
Aristóteles. Política, Gredos, España, 1988. México, 1991.
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Buber, Martin. ¿Que’ es el hombre?, FCE, 13’ reimp., México, 1985.
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Kraus, René. La vida privada ypziblica de Sócrates, Edit. Sudamericana, 3’ ed., 1996.
Nicol, Eduardo. “SBcrates: que la hombría se aprende”, e:n Gaceta FCE, México.
(desafortunadamente no cuento con el resto de la ficha: estragos de la cultura de la
fotocopia).
Ramírez Núñez, Santiago. Postscriptum. Cronología en el vano de la puerta, ejemplar
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Filosofía de la Educaci6n Bibliografía Santiago Ramírez Núñez
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21% ed., México, 1984.
97
Filosofía de la Educaci6n ind ice
Índice
Santiago Ramírez Núñez
Agradecimientos 3
Introducción 4
Capítulo 1: Antropología filosófica
I . Dimensión natural
2 . Dimensión social
6
7
2 3
Capítulo 2: Escuela y educación 36 1. El ocio ... 38
2 . . . .y la Escuela 4 0
3. El ocio y la escuela en la actualidad 4 3
4. Un par de elementos de :la educac ión en genera l 47
5. Relación educación-escuela 5 0
6. Ideología y escuela 56
Capítulo 3: El Hombre
1. La Escuela e n la escuela
2 . Tres puntos a considerar en la formación
a ) Cu l tu ra
6) Valor
c) Libertad
C O N C I E N C I . 4
D E C I S I C j h :
C O N S E C I ' E N C I A 4
3. El Hombre: Humano educado A manera de conc1usió.n
Bibliografía
65
66
69
69
78
85
86
87
89
91
96
Índice 98