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Año 112/No. 11 15 El llamado de la tierra El llamado de la tierra DESARROLLO LOCAL DESARROLLO LOCAL La vida de Liuvar ha cambiado mucho desde que puso manos a la obra para hacer de una finca en Alamar un área ecológicamente productiva Por LILIAN KNIGHT ÁLVAREZ LILIAN KNIGHT ÁLVAREZ Fotos: GILBERTO RABASSA GILBERTO RABASSA VÁZQUEZ VÁZQUEZ L E huyó. Estudió técnico de nivel medio en comercio y dio clases de Educación Física por tal de eludir el ago- biante trabajo en el campo allá en su natal Palma Soriano, en Santiago de Cuba. Pero por esas indescifrables vueltas que da la vida, cuando Liuvar Ojeda Peña llega en 2008 a La Haba- na, para atender a su padre, una amiga le pide que cuide sus matas de aguacate. Pese a la negativa de dedi- carse a la agricultura se involu- cra y las ganancias que obtiene a raíz de esa ocupación causan en él un efecto dominó. De ahí se anima a pedir en usufructo 0.22 hectáreas (2 200 metros cua- drados) en Micro IV, Alamar, en el municipio de La Habana del Este. Pagó la novatada. “El primer error que come- tí fue pasar un buldócer por el terreno, esto eliminó toda la co- bertura vegetal. Por eso, al no tener nutrientes, aunque sem- braba muchas plantas acaba- ban mustias. No fue el único traspiés, pues no sabía nada de cultivos agrícolas”, relata. Aun así, Liuvar no se desani- mó. Poco a poco fue ganando experiencia, gracias a los con- sejos telefónicos de su madre y las búsquedas en Internet. La red de redes lo condujo a las prácticas más actuales de ecología y reciclaje en función de la agricultura. Aplicando esa “ciencia” par- ticular y su espíritu soñador, paulatinamente transformó el basurero que había en su par- cela en cantero, criadero y la- boratorio, con el fin de producir hortalizas, vegetales, plantas ornamentales, así como abonos verdes y la cría de animales. Unir fuerzas e iniciativas Dicen que es mejor atar a un loco –como muchos lo llaman– que empujar a un bobo. En el caso de Liuvar se aplica el refrán al pie de la letra. Desde que dio resultado su prime- ra iniciativa hasta hoy ha tran- sitado por mecanismos para el aprovechamiento de agua, pienso para animales hasta lombricultura. Con el empleo del estiércol, de desechos orgánicos y de las aguas negras de casa, Liuvar lle- gó a obtener, anualmente, más de 200 toneladas de compost y 36 de humus de lombriz. Su finca sirve como probeta de ensayo para el Instituto de In- vestigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical Alejan- dro de Humboldt, en la búsque- da de microrganismos eficientes y el fomento de plántulas. Igualmente, desarrolló pien- sos para animales, sobre todo para conejos: “Aunque de mo- mento hemos parado su pro- ducción, diseñé y probé la efectividad del concentrado compuesto de marpacífico, mo- ringa, titónea, maíz y hojas de gi- rasol, los cuales se deshidratan por separado al ponerlos al sol y luego se trituran en un molino de granos. Este producto es muy efectivo en la ceba de diferentes especies”, explica. Entretanto, su colaboración con el Instituto Finlay se vincula a proyectos de macrobiótica Liuvar Ojeda encontró su realización en las prácticas agroecológicas.

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Año 112/No. 11 15

El llamado de la tierraEl llamado de la tierraDESARROLLO LOCALDESARROLLO LOCAL

La vida de Liuvar ha cambiado mucho desde que puso manos a la obra para hacer de una fi nca en Alamar un área ecológicamente productiva

Por LILIAN KNIGHT ÁLVAREZLILIAN KNIGHT ÁLVAREZFotos: GILBERTO RABASSA GILBERTO RABASSA VÁZQUEZVÁZQUEZ

LE huyó. Estudió técnico de nivel medio en comercio y dio clases de Educación

Física por tal de eludir el ago-biante trabajo en el campo allá en su natal Palma Soriano, en Santiago de Cuba. Pero por esas indescifrables vueltas que da la vida, cuando Liuvar Ojeda Peña llega en 2008 a La Haba-na, para atender a su padre, una amiga le pide que cuide sus matas de aguacate.

Pese a la negativa de dedi-carse a la agricultura se involu-cra y las ganancias que obtiene a raíz de esa ocupación causan en él un efecto dominó. De ahí se anima a pedir en usufructo 0.22 hectáreas (2 200 metros cua-drados) en Micro IV, Alamar, en el municipio de La Habana del Este. Pagó la novatada.

“El primer error que come-tí fue pasar un buldócer por el terreno, esto eliminó toda la co-bertura vegetal. Por eso, al no tener nutrientes, aunque sem-braba muchas plantas acaba-ban mustias. No fue el único traspiés, pues no sabía nada de cultivos agrícolas”, relata.

Aun así, Liuvar no se desani-mó. Poco a poco fue ganando experiencia, gracias a los con-sejos telefónicos de su madre y las búsquedas en Internet. La red de redes lo condujo a las prácticas más actuales de ecología y reciclaje en función de la agricultura.

Aplicando esa “ciencia” par-ticular y su espíritu soñador, paulatinamente transformó el basurero que había en su par-cela en cantero, criadero y la-boratorio, con el fi n de producir hortalizas, vegetales, plantas ornamentales, así como abonos verdes y la cría de animales.

Unir fuerzas e iniciativas

Dicen que es mejor atar a un loco –como muchos lo llaman– que empujar a un bobo. En el caso de Liuvar se aplica el refrán al pie de la letra. Desde que dio resultado su prime-ra iniciativa hasta hoy ha tran-sitado por mecanismos para el aprovechamiento de agua, pienso para animales hasta lombricultura.

Con el empleo del estiércol, de desechos orgánicos y de las aguas negras de casa, Liuvar lle-gó a obtener, anualmente, más

de 200 toneladas de compost y 36 de humus de lombriz.

Su fi nca sirve como probeta de ensayo para el Instituto de In-vestigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical Alejan-dro de Humboldt, en la búsque-da de microrganismos efi cientes y el fomento de plántulas.

Igualmente, desarrolló pien-sos para animales, sobre todo para conejos: “Aunque de mo-mento hemos parado su pro-ducción, diseñé y probé la efectividad del concentrado compuesto de marpacífi co, mo-ringa, titónea, maíz y hojas de gi-rasol, los cuales se deshidratan por separado al ponerlos al sol y luego se trituran en un molino de granos. Este producto es muy efectivo en la ceba de diferentes especies”, explica.

Entretanto, su colaboración con el Instituto Finlay se vincula a proyectos de macrobiótica

Liuvar Ojeda encontró su realización en las prácticas agroecológicas.

29 de mayo de 202016

en el Registro de la Propiedad Industrial uno que comprende 43 renglones y tituló Las tres A: agricultura ecológica, alimenta-ción sana y artes manuales.

Por lo abarcador del diseño, según estima Ojeda, esta ini-ciativa requiere un total de 1.8 millones de pesos, monto dis-tante de sus posibilidades y de cualquier cantidad hasta ahora otorgada mediante créditos. Por tal motivo fue estructurado en fases: la primera se centra en el manejo de aguas residuales.

“En las viviendas hay dos tipos de aguas de desecho, las negras provenientes del servi-cio sanitario y las grises, deri-vadas de lavamanos, bañadera, fregadero y lavadero. Las más oscuras, sumadas a la materia fecal de los cerdos, se pueden redirigir hacia un biodigestor en el cual se obtiene biogás para uso de la casa.

“Mientras las aguas grises se fi ltran con una trampa de grasa, pasan luego a depósi-tos con plantas acuáticas puri-fi cadoras y de ahí a estanques con peces. El líquido reciclado se puede emplear en la crea-ción de compost y el riego de cultivos tapados y posturas, y permite reutilizar casi 80 por ciento del agua que consumo en casa”, detalla Liuvar, quien sueña en grande.

de alimentación sana y balan-ceada para adultos mayores.

Sin duda, la mayor contri-bución la recibe de los niños de la escuela primaria Orlando Pantoja. Los alumnos de sexto grado encuentran en la fi nca de Micro IV un lugar donde apli-car lo aprendido en el círculo de interés. Asimismo, vinculan al resto de los estudiantes con la recogida de frascos plásticos.

“Necesitaba unos 2 400 po-mos desechables de 1.5 litros para hacer un muro de agua, y recuerdo que la primera vez que salí a recoger, después de mucho esfuerzo, solo logré reunir 60. Por eso se me ocurrió convocar en la escuela un con-curso de recogida de botellas plásticas; el grupo ganador ob-tendría para su aula una maceta con plantas decorativas. Mien-tras que el niño que más pomos reuniera ganaría una versión más pequeña del ornamento”, recuerda Liuvar.

“El primer viernes tuve que dar dos viajes en mi carretilla, las otras veces hizo falta un camión, hasta que ya no tuve espacio para acumular más. Hoy empleo esos recipientes en la siembra vertical, en la elaboración de tiras sustitutas del hilo tomatero, así como en canales de riego y para reciclar agua”, señala.

Liuvar también ha trabajado con la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Ha-tuey, el Instituto de Ecología y Sistemática, círculos de abue-los y centros educacionales como Mártires de Tarará y la Escuela de Ofi cios Túpac Ama-ru. El resultado ha sido siem-pre satisfactorio en cuanto a impacto ecológico, en tanto ha disminuido la contaminación y aumentado los renglones pro-ductivos. Esto le permite, in-cluso, abastecer de alimentos a esas u otras instituciones.

Las tres A

Como proyecto aglutinador de los anteriores, Liuvar inscribió

Niños de las escuelas primarias de la comunidad participaron en un ingenioso concurso de recogida de pomos plásticos para construir un muro de agua.

Las tiras que Ojeda saca de las botellas plásticas sustituyen el hilo tomatero que importa el país; por si fuera poco, las tiras duran tres cosechas y el hilo una.

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Como parte de esa fase, agrega, se construirá un muro de agua con pomos plásticos reutilizados para recolectar las precipitaciones, y se incorpora-rán calentadores solares elabo-rados con ese mismo material. Las otras fases abarcarán la producción de piensos, el monta-je de una nave vertical con puer-cos, conejos, aves y lombrices, y la fermentación de hortalizas.

El proyecto incluye un aula de capacitación, extensión de lo que hoy este campesino hace en las clases teórico-prácticas orientadas a los círculos de in-terés de agricultura, higiene y reciclaje. Tales rutinas quizás determinaron el bautizo de la parcela como fi nca “La basura aprovechada”.

Sinsabores y avatares del camino

Liuvar Ojeda, asociado a la Coo-perativa de Créditos y Servicios (CCS) Gabriel Valiente, fue de los primeros campesinos en solicitar créditos. Sin embargo, para obtenerlos –confi esa– tuvo que esperar casi ocho meses.

Ahora autofi nancia sus pro-yectos, a los que les dedica el 80 por ciento de los ingresos generados por la finca. Esto se debe, en buena medida, a que hasta el momento en que BOHEMIA le entrevistó, “no me han renovado el certifico del usufructo y por ende no puedo solicitar créditos”.

Pero esta es la menor de sus preocupaciones, apunta Liuvar, quien sin amilanarse sigue pro-duciendo y proyectando ideas aunque su ejecución demore “80 años”, como suele afi rmar respecto al proyecto de Las tres A. De cualquier modo, le gusta-ría contar con apoyo de institu-ciones u otros programas para llevar a cabo sus iniciativas y acelerar los resultados.

La experiencia hasta ahora no ha sido del todo positiva, la-menta, refi riéndose al proyec-to Ponte Verde, que años atrás

caló en la comunidad de Alamar y logró que sus habitantes se-pararan la basura en desechos orgánicos e inorgánicos, a fi n de emplearlos en abono y reciclaje, respectivamente.

“Los pobladores se compro-metieron de tal manera que velaban por la correcta distri-bución y el cuidado de los tan-ques. También se consiguió el camión para la transportación de esos residuos, y construí por esfuerzo propio los vertederos. Sin embargo, falló lo elemental: Comunales no recogió de mane-ra separada la basura ni trajo la parte orgánica a mi sumidero”.

Al preguntarle sobre el con-cepto de desarrollo local, Liuvar considera que ni el Gobierno ni los medios de comunicación han logrado instruir de manera efi -ciente los pasos para sumarse a programas de ese tipo.

“Lo primero es dar capaci-tación o quizás indicaciones de cómo se obtiene; un listado de requisitos, por ejemplo, para saber lo que uno debe presen-tar y no andar corriendo de un lado para otro en el clásico ‘peloteo’. Las trabas son tan-tas que te quitan los deseos. Lo otro es que debe existir aten-ción y respeto de la otra parte, sobre todo porque la mayoría de los que presentan propues-tas no somos especialistas y aun así le dedicamos tiempo y sacrifi cio.

“La ayuda de buena fe siem-pre es bien recibida, pues de hecho el proyecto del muro de agua está detenido solo por falta de terraja y macho para hacer roscas. ¿Qué son esos instru-mentos en comparación con los 18 000 pesos –por concepto de ahorro de agua– que pueden representar ganancia para el país?”, cuestiona.

A pesar de los percances Liuvar Ojeda no desiste y con-tinúa generando ideas para be-nefi cio propio, de sus vecinos y la comunidad. Hoy exhibe y dispone de otros productos y marcas registradas como los microrganismos eficientes Liopen EM, y el abono orgáni-co conocido como Liofer, o Los tres poquitos, mezcla de humus de lombriz, compost y lixiviado (agua donde descomponen ma-teria orgánica) de lombrices.

En tanto los grandes sue-ños se hagan realidad, cada día atiende con celo sus culti-vos de lechuga, ají, col, tomate, zanahoria, ajo, plátano, maíz… más las plantas ornamentales, medicinales y condimentosas que vende su esposa Dublania Vázquez Chacón.

Un reto importante de nues-tra sociedad está en promover y apoyar toda iniciativa nove-dosa, aplicable y sustentable que haga de Cuba un país también independiente en la esfera alimentaria.

Los cultivos por niveles y en macramé permiten el efi ciente aprovechamiento y la reutilización del agua empleada en riego.