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Dr. Juan Carlos Amesty Presidente del Concilio Iglesia de Dios Misionera Presidente de la Universidad Cristiana Central 407-290-1609 Orlando Florida USA www.ccuusa.com ESTUDIA EN CENTRAL CHRISTIAN UNIVERSITY [email protected] 16: El amor del Rey David por sus hijos rebeldes Recibido el 1 de Agosto de 1958 Yo estoy aquí, Jesús

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Page 1: David

Dr. Juan Carlos Amesty

Presidente del Concilio Iglesia de Dios Misionera

Presidente de la Universidad Cristiana Central

407-290-1609

Orlando Florida USA

www.ccuusa.comESTUDIA EN CENTRAL CHRISTIAN UNIVERSITY

[email protected]

16: El amor del Rey David por sus hijos rebeldes

 

Recibido el 1 de Agosto de 1958

Yo estoy aquí, Jesús

Sí, Yo estoy aquí una vez más, para continuar mi relato del Rey David, como hombre, cuyos impulsos innatos eran buenos, pues la fe en Dios, el cariño y la generosidad estaban en su corazón.

Traté de exponer que David, en su conducta hacia Saúl, Jonatán y Abigail, la esposa de

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Nabal, reveló un corazón, en el que la generosidad y la templanza estaban manifiestas visiblemente. A través de esta bondad en la acción, David ganaba un respeto y una popularidad, que le ayudaba a ganar la lealtad de centenares, y luego de millares de hombres, todo eso conduciendo a su ascenso al trono de Judá, y por fin, a la realeza, gobernando sobre toda la nación Hebrea.

Sus problemas internos como rey se originaron de su conducta pecaminosa hacia Betsabé y su esposo, Urías. David atrajo con eso condiciones malas, y también a los que le rodeaban; pues como David así se rebeló contra la Ley de Dios, así sus hijos y oficiales se rebelaron contra la palabra de David; y Absalón, su hijo nacido de una hija de la familia real de Gesur, en Aram, es decir, un distrito vecino en Siria, forjó un plan para desterrar a su padre, y convertirse en rey. Perteneciendo a la realeza por ambos lados de su familia, se consideró superior a los demás hijos de David, su padre; y en realidad, demandó venganza contra Amnón, su medio hermano, por el acto de violación de su hermana Tamar. Entonces huyó a Gesur, y allá vivió con un tío durante tres años. David, quien amaba a sus hijos cariñosamente, se afligió mucho por el asesinato, y también porque añoraba a Absalón, quien era saleroso y elegante, y le recordó un poco su propia juventud.

Absalón, quien se mantuvo bien informado sobre el estado mental de David, fue capaz de reclutar a su tío, Joab, en un esfuerzo de volver a Jerusalén; y logró esto, pero David, con su sentido de justicia, se rehusó ver la cara de Absalón. Esto continuó por cierto tiempo, hasta que el hijo del rey perdió la paciencia, y metiendo candela en los campos de cebada de Joab, le obligó a interceder ante David en su favor; y David se aplacó, y besó a su hijo como señal del perdón.

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Porque David había sufrido mucho en esta contienda, y se dio cuenta, de que la ausencia de Absalón no traería a Amnón de vuelta a la vida. Pero no comprendió, o no quiso comprender, que Absalón procuró regresar a Judea, a fin de instigar una guerra civil contra su padre, y fue otro duro golpe para él, cuando le dijeron, que su hijo había levantado el estandarte de la rebelión contra él desde Hebrón, y estaba marchando hacia Jerusalén con una hueste de soldados.

Pero David tenía fe en el Padre y actuaba en aquella fe. Como en los días de la persecución por Saúl, sintió que la mejor política era huir, y alcanzar un lugar, desde donde podía reunir sus fieles sirvientes, y podía tener tiempo para prepararse para la batalla. Sin embargo, incluso en este momento crítico, cuando el destino lucía más sombrío que nubes de tormenta, David no se quedó indiferente al bienestar de sus seguidores. Su preocupación por los seiscientos Geteos, los Filisteos de Gat, que llegaron a ser sus partidarios, es un ejemplo de su bondad de corazón. Pues dijo el rey a Ittai Geteo: "¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar. ¿Ayer viniste, y he de hacer hoy que mudes lugar para ir con nosotros? Yo voy como voy; tú vuélvete, y haz volver a tus hermanos; en ti hay misericordia y verdad." (2 Samuel 15:19–20)

Y respondió Ittai, con fe en que Dios le había hecho no deseado en su propio país, y fiel a su nuevo rey, diciendo: "Vive Dios, y vive mi señor el rey, que, o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo. Entonces David dijo a Ittai: Ven pues, y cruza el arroyo. Y pasó Ittai Geteo, y todos sus varones, y todos sus siervos. Y todos los de la tierra alrededor de Jerusalén lloraron en alta voz,

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cuando el rey y todo el pueblo pasaron el arroyo de Cedrón hacia el Monte de Olivos, en el camino al Norte, hacia el país de Israel (2 Samuel 15:21–23).

También iba Sadoc, y con él los sacerdotes y todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios, para llevársela consigo en su huida de Jerusalén y tener a Dios morando con ellos, como pensaban, pero David sabía que no necesitaba buscar a Dios en algún templo, sino que Dios podía ser alcanzado con la oración en cualquier parte, y tenía fe que Dios respondería a sus oraciones, o para liberarle de las manos de sus enemigos, o, como pensaba, para rechazarle, y independientemente de como fuese el caso, David aceptaría la decisión de Dios. Y dijo el rey a Sadoc: "Vuelve el arca de Dios a la ciudad; que si yo hallare gracia en los ojos del Señor, Él me volverá, y me hará ver a ella y a su tabernáculo. Y si dijere: 'No me agradas'; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere." (2 Samuel 15: 25 - 26)

Y así, Sadoc y los sacerdotes regresaron el Arca de Dios a Jerusalén. Y David subió la cuesta de las olivas; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta, y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, y subieron llorando así como subían. Y ordenó a Husai, el araquita, su amigo, que permaneciera en Jerusalén y pretendiera servir a Absalón, para contrarrestar los malos consejos de Ahitofel, quien había conspirado con su hijo contra él. Y David mandó a Husai, a que pasara toda la información a los sacerdotes, Sadoc y Abiatar, que le transmitirían todas las noticias. Por eso, Husai saludó a Absalón como el rey, para servir al hijo, como lo había hecho al Padre.

Terminaré ahora, y continuaré con este tema en mi siguiente sermón.

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Jesús de la Bibliay

Maestro de los Cielos Celestiales

Dr. Juan Carlos Amesty

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