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CURSO DE LENGUA CASTELLANA DE BACHILLERATO colegio cardenal xavierre pp. dominicos zaragoza

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CURSO

DE

LENGUA CASTELLANA

2º DE BACHILLERATO

colegio cardenal xavierre

pp. dominicos

zaragoza

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TEMA 1: LENGUAJE y COMUNICACIÓN

1. COMUNICACIÓN y SIGNOS

A) SOCIEDAD y COMUNICACIÓN

El funcionamiento de todas las sociedades animales y humanas es posible gracias a la comunicación. Ésta consiste en un acto mediante el cual un individuo establece con otro u otros un acto que le permite transmitirles una información. El león que ruge para advertir a otro león que ha invadido su territorio, el niño que llora para que alguien satisfaga su hambre, la persona que habla con otra u otras personas, el locutor que por radio o televisión lee el diario de noticias, realizan actos de comunicación.

Prácticamente, todos los hechos culturales, científicos, artísticos, sociales, etc., se manifiestan mediante signos. La comunicación es, pues, una función característicamente semiológica.

B) LA SEMIOLOGÍA

En un sentido general, cualquier tipo de comunicación se realiza por medio de unos signos. Existe una disciplina que se ocupa del estudio de los sistemas de signos: la Semiología, la cual comprende tanto los signos que se establecen en la comunicación animal, como los de la comunicación de las máquinas (cibernética) o los de la comunicación de las células vivas, incluyendo también los de la comunicación lingüística.

La Semiología -nueva ciencia prevista por el lingüista Ferdinand de Saussure en su Curso de Lingüística General (1916)- se ocupa del estudio de los signos en el seno de la vida social. Estudia todos los signos: alfabeto de los sordomudos, ritos simbólicos, formas de cortesía, señales militares..., y también el signo lingüístico. Para el lingüista ginebrino la lengua es un sistema de signos que expresan ideas, si bien es el más importante de todos esos sistemas. La Lingüística no es más que una parte de esa ciencia general que llamamos Semiología. En consecuencia, las leyes que la Semiología descubre serán aplicables a la Lingüística.

La ciencia prevista por Saussure ha alcanzado gran desarrollo en los últimos años. El norteamericano Ch. S. Peirce la rebautizó en 1931 con el término de Semiótica, y, desde entonces, se designa indistintamente con ambas palabras: Semiología o Semiótica.

C) LOS SIGNOS

Vivimos en un continuo ir y venir de comunicaciones y, por tanto, de signos. Los principales son los lingüísticos (hablamos, leemos), pero nuestro tránsito por calles y carreteras está regulado por semáforos y discos de tráfico, que son signos. Las señales horarias (las agujas recorriendo la esfera del reloj, las campanadas) gobiernan buena parte de nuestros actos. El plano de una ciudad desconocida, con sus signos en el papel, nos permite recorrerla sin perdernos. La aguja del barómetro predice lluvia o bonanza. Un timbre nos anuncia que alguien espera en la puerta de la casa. Insistimos: nuestra vida en el seno de la sociedad está regida por signos.

Llamamos signo a un objeto material (audible, visible, etc.) que representa a otro objeto, y que se utiliza para percibir, conservar o transmitir una información relativa al objeto representado.

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Los signos admiten múltiples clasificaciones. Una de las más conocidas es la establecida por Ch. S. Peirce, según la cual los signos se dividen en:

ICONOS: si ellos mismos poseen alguna semejanza con el objeto que representan. Son signos icónicos el retrato, la caricatura, los mapas, el teatro, el cine, la onomatopeya.

INDICIOS: cuando los signos, sin parecerse al objeto significado, mantienen con él alguna relación. Por ejemplo, el humo es indicio del fuego, la fiebre es indicio de la enfermedad, y el llanto es indicio de tristeza o de dolor.

SÍMBOLOS: cuando representan a otros objetos de un modo convencional, sin que exista entre ellos parecido ni relación alguna. La bandera bicolor, roja y gualda, es símbolo de España porque así se ha convenido. Los signos que constituyen el lenguaje oral (dejando aparte las onomatopeyas) o escrito -es decir, los fonemas y las letras- poseen carácter simbólico. Y son también símbolos las palabras que se forman con ellos: ningún parecido hay entre el vocablo libro y el objeto que con él designamos. Su relación es puramente convencional. Lo prueba el hecho de que ese mismo objeto recibe nombres distintos en las diversas lenguas.

D) SISTEMAS SEMIOLÓGICOS

Para que la comunicación pueda producirse, se necesita un código, es decir, un conjunto limitado y moderadamente extenso de signos que se combinan mediante ciertas reglas conocidas por quien envía el mensaje (emisor) y quien lo recibe (receptor). Si alguien me habla en japonés, no entenderé lo que quiere decirme (su mensaje) si desconozco el código que utiliza, es decir, la lengua japonesa.

Todos los signos se ordenan en sistemas semiológicos, esto es, en conjuntos interrela- cionados. Así, los tres colores del semáforo forman un pequeño sistema, en el cual el verde adquiere significación porque se opone (es la manera normal de relacionarse los signos) al rojo y al ámbar; y cada uno de éstos, a su vez, posee un especial significado porque se opone a los otros dos.

Los síntomas de una enfermedad son también signos. El médico tiene que descubrir la relación que guardan unos con otros (temperatura, dolor, resultados de análisis, etc.) para establecer un diagnóstico.

Las monedas son signos de valores. El conjunto de las que circulan en un momento dado constituye el sistema monetario de un determinado país. Se trata de un conjunto de signos, adoptados para representar los valores dinerarios reales. De ahí, su carácter semiológico.

La lengua se compone también de signos interrelacionados, que se integran en un sistema semiológico. La interrelación sistemática que existe entre todos los elementos de la lengua se produce por el hecho de que cada uno de ellos posee un valor que lo opone a los demás signos. Saussure dice que los elementos lingüísticos (fonemas, palabras, tipos de frase) mantienen un equilibrio parecido al que guardan las piezas del ajedrez en un momento de la partida. Si se cambia de lugar una pieza, si desaparece alguna o si se introduce otra en el juego, el equilibrio se altera y se pasa de un sistema a otro diferente.

Así, por ejemplo, la calificación de notable en el mundo universitario sólo tiene sentido por su situación en el subsistema léxico, que en el seno de las calificaciones positivas la opone a aprobado, sobresaliente, matrícula. El valor de cada signo no es algo que resida en sí mismo, sino en lo que lo opone a los demás, diferenciándolo. El sistema lingüístico queda estructurado merced a las oposiciones que mantienen entre sí los signos.

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2. EL SIGNO LINGÜÍSTICO y SUS PROPIEDADES

El elemento esencial en la comunicación lingüística es el signo lingüístico. El signo lingüístico (como todo signo) tiene dos facetas: el significante (o expresión) y el significado ( o contenido, concepto, idea). Un signo lingüístico como mesa está formado por un significante que sería /mésa/, es decir, por la suma de unos elementos fónicos (/m/ + /é/ + /s/ + /a/) y por un significado que sería la idea o el concepto que nosotros tenemos de lo que es una mesa.

Como decía Saussure, el signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras: imagen acústica y concepto. Estos dos elementos están recíprocamente unidos y se reclaman recíprocamente, pues la entidad lingüística o signo lingüístico no existe más que gracias a la asociación del significante y del significado. Si no se retiene más que uno de los dos elementos, el sigo lingüístico deja de existir.

Conviene insistir en el hecho de que el signo lingüístico no une una cosa (el objeto mesa, por ejemplo) con un nombre (la palabra mesa), sino que une un concepto (el concepto que los hablantes tenemos de mesa) con una imagen acústica (la secuencia fónica "m-é-s-a", que tenemos acuñada en la memoria, y que materializamos fónicamente, como hablantes, cuando queremos presentar el concepto mesa, o que asociamos con dicho concepto cuando la escuchamos, como oyentes). El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mentalmente un poema.

En cuanto a las propiedades, podemos observar que el signo lingüístico es arbitrario, lineal, inmutable, mutable y discreto:

- ARBITRARIO: la palabra arbitrario no debe dar idea de que el significante depende de la libre elección del hablante. Queremos decir que es inmotivado, esto es, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural. Así la idea de libro no está ligada por relación alguna interior con la secuencia de sonidos “l-i-b-r-o” que le sirve de significante. Podría estar significada perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirva de prueba el hecho de que el concepto libro recibe distintos nombres en las diferentes lenguas.

- LINEAL: El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve únicamente en el tiempo y tiene los caracteres que toma el tiempo: representa una extensión y esa extensión es mensurable en una sola dimensión. Es una línea. Todo el mecanismo de la lengua depende de este hecho. Sus elementos se presentan uno tras otro, forman una cadena. En el discurso, las palabras contraen entre sí, en virtud de su encadenamiento, relaciones fundadas en el carácter lineal de la lengua, que excluye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez.

- INMUTABLE: Si con relación a la idea que representa aparece el significante como elegido libremente, en cambio con relación a la comunidad lingüística que lo emplea no es libre, es impuesto. En cualquier época que elijamos, por antiquísima que sea, ya aparece la lengua como una herencia de la época precedente. De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro modo que como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que tomar tal cual es.

- MUTABLE: El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el anterior: el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que, en cierto sentido, se puede hablar al mismo tiempo de inmutabilidad y de mutabilidad del signo. Situada la lengua a la vez en la masa social y en el tiempo, nadie puede cambiar nada en ella; pero, por otra parte, lo arbitrario de sus signos implica teóricamente la libertad de establecer cualquier posible relación entre la materia fónica y las ideas. La lengua se altera o, mejor dicho, evoluciona bajo la influencia de todos los agentes que puedan alcanzar tanto a los sonidos como a los significados.

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- DISCRETO: En semiología discreto se opone a continuo y a proporcional. Una señal que guarda proporción con la realidad que representa no es discreta. Por ejemplo, las figuras de un plano o de una maqueta, que están construidos a escala, guardan proporción con la realidad que simbolizan. La realidad, por otra parte, suele ser el reino de lo continuo, de las transiciones imperceptibles. Las unidades discretas que se refieren a tales realidades introducen fronteras, saltos cualitativos. De esta manera, cada unidad discreta adquiere su valor no en sí misma, sino por oposición. El espectro de los colores forma una magnitud continua, pero las designaciones de los colores forman un conjunto de unidades discretas. Existe transición entre el amarillo y el verde, pero no entre los signos amarillo y verde. Lo mismo sucede con la realidad extralingüística de calor: el calor es continuo y gradual. Va de más a menos, o de menos a más. Esto lo expresamos de manera discontinua en la lengua por medio de los términos caliente / templado / tibio / fresco / frío.

3) CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE VERBAL

A) LENGUAJE VERBAL

Denominamos lenguaje verbal, y también lenguaje humano en sentido estricto, al lenguaje que emplea palabras habladas o escritas (en latin verbum significa palabra).

El término lenguaje designa también, por extensión o semejanza, otros tipos de comunicación que puede utilizar el hombre, y que también son humanos: lenguaje de banderas, de señales de tráfico, de sordomudos, etc. Por eso, el adjetivo verbal indica que nos referimos exclusivamente al lenguaje oral o escrito, al que se manifiesta con palabras.

B) EL LENGUAJE VERBAL ES PRIORITARIAMENTE ORAL

El lenguaje humano es prioritariamente directo, es decir, es oral o vocálico, por lo cual es necesaria la presencia simultánea del emisor y del receptor del lenguaje.

El objeto esencial de la lingüística es el estudio de las lenguas consideradas en su aspecto fónico, esto es, en tanto son habladas. El hecho de que una lengua pueda o no escribirse o, mejor dicho, se escriba o no -puesto que todas pueden escribirse de acuerdo con algunos de los sistemas conocidos o posibles- es accidental desde el punto de vista estrictamente lingüístico. Existen y han existido muchas lenguas que se han desarrollado y se desarrollan en ámbitos alejados de la cultura y la civilización, que se hablan, naturalmente, pero que no se escriben, Conviene, pues, deshacer un error o mala interpretación común entre personas ajenas a los estudios lingüísticos, para los cuales el término lengua sólo puede aplicarse a las lenguas culturales.

Incluso, durante muchos siglos la lengua hablada ha sido considerada en una cierta situación de inferioridad respecto a la escrita, porque ésta refleja, en general, un carácter cultural que la lengua hablada puede sólo tener con mucha menos frecuencia. El interés de los estudiosos del lenguaje, de un modo más o menos directo, se ponía en los textos escritos. Pero hoy el valor de las lenguas y dialectos vivos o hablados ha ido aumentando, sobre todo con el desarrollo de la dialectología. Dentro de las corrientes modernas, más o menos estructuralistas, el punto de vista fónico u oral es absoluto.

C) DOBLE ARTICULACIÓN DEL LENGUAJE

Una característica especifica del lenguaje verbal como sistema de signos, en cualquiera de sus variedades de lenguas, que lo diferencia de cualquier otro tipo de lenguaje perfectamente, es lo que el

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lingüista francés A. Martinet ha llamado la doble articulación, interpretando la palabra articulación como "posibilidad de subdividir lo que se presenta unido".

Si tomamos una secuencia como Mi hermano llegó tarde, podemos ir analizándola en unidades menores que posean significación, y obtendremos los siguientes segmentos:

/mi/ "expresa que lo designado por el nombre que va a seguirle pertenece al hablante” /herman-/ "persona que posee los mismos padres -o el/la mismo/a padre o madre- que el hablante” /-o/ "masculino" /lleg-/ "venir a parar a un sitio" /-ó/ "tercera persona, singular, pretérito indefinido” /tarde/ "después de haber pasado el tiempo oportuno"

No podemos ir más lejos en nuestro análisis, porque es imposible descomponer esas unidades en otras menores que posean también significación. Hemos obtenido así las unidades más pequeñas de la primera articulación del lenguaje (unidades mínimas dotadas de significación).

Es patente la economía que representa esta primera articulación. Imaginémonos la cantidad de formas que tendríamos que memorizar si el sistema estuviera organizado de manera que correspondiera una unidad, con su forma vocal y contenido, a cada una de las infinitas posibles situaciones de experiencia.

Pero el análisis de esas unidades de la primera articulación puede continuar. El morfema /mi/ puede subdividirse en dos unidades, /m/ e /i/, como lo revela el hecho de que podemos conmutarlos por otras unidades, y obtener los morfemas: /si/, /me/ (hemos cambiado la m por s y la i por e). Estas unidades mínimas ( /m/, /i/) carentes de significación pertenecen a la segunda articulación del lenguaje, y reciben el nombre de fonemas.

También es patente la economía que representa esta segunda articulación. Si tuviéramos que hacer corresponder a cada unidad significativa mínima una producción vocal especifica, necesitaríamos distinguir tal número que las posibilidades articulatorias y auditivas no lo abarcarían. Gracias a la segunda articulación las lenguas pueden limitarse a algunas decenas de producciones fónicas distintas que se combinan para obtener las formas vocálicas de las unidades de la primera articulación.

D) LENGUAJE VERBAL e IMAGEN

El lenguaje verbal es uno de los grandes inventos del ser humano, dado que le permite referirse a la realidad, a todo lo que existe y aun a lo imaginario, por medio de unos sonidos o signos gráficos que lo simbolizan y sustituyen.

Pero antes que el lenguaje escrito existió la imagen: las pinturas de las cavernas intentaban, ya en los orígenes de la humanidad, reflejar la realidad. Después, a lo largo de muchos siglos, la imagen constituyó una forma importante de transmisión de hechos y conocimientos en unas sociedades mayoritariamente iletradas, como se puede comprobar a la hora de explicar la aparición de los pórticos de templos medievales, los pasos procesionales de Semana Santa, etc.

Paradójicamente, cuando la alfabetización es prácticamente absoluta en nuestro mundo occidental, volvemos a una civilización de la imagen. Los medios de comunicación de masas funda-mentan en ella gran parte de su poder de seducción. Así, el cine pone en movimiento unas imágenes que antes la fotografía había conseguido arrancar a la realidad por medio de la luz, y narrar historias sin el apoyo de la palabra, sólo con la acción y el gesto. Más tarde se combinarían con el elemento verbal, al igual que en la televisión. Libros ilustrados, periódicos, revistas, tebeos, carteles publicitarios, etc., unen también palabras e imágenes estáticas.

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Varias son las razones que explican este retorno al mundo de lo icónico. Por un lado, está su capacidad para ofrecernos una visión directa, incluso embellecida, de la realidad, con toda la carga de sugestión que eso conlleva. Por otra parte, es más cómodo para el receptor captar una historia en imágenes que leer un libro, sobre todo cuando no se tiene demasiada afición por la lectura. Finalmente -y tal vez sea ése su principal mérito comunicativo en el mundo de hoy- está la universalidad de la iconografía, la posibilidad de que determinadas imágenes pueden ser comprendidas en cualquier lugar, por encima de los diferentes idiomas, aunque sea necesario un mínimo de codificación: señales de tráfico, indicaciones de todo tipo en las calles, hostelería, aeropuertos, etc.

En ocasiones, la imagen reemplaza a la palabra, pero lo más normal es que se complementen. Es cierto que la imagen aporta la atracción, la sugestión, la visión directa del mundo. Sin embargo, no se puede olvidar el papel insustituible que desempeña la palabra en el mundo de la comunicación: fija el mensaje y precisa la información. Además, los sistemas semióticos visuales son deficientes: no poseen la capacidad del sistema lingüístico para representar lo que acontece hablando (diálogos, por ejemplo), o los procesos mentales complejos y la infinidad de cosas que no pueden “verse”.

4. NATURALEZA DE LOS MENSAJES

Todo cuanto el hombre piensa, siente o quiere puede ser convertido en mensaje dirigido a otros hombres. Los mensajes, atendiendo a su función dominante, pueden ser:

- EXPRESIVOS: consiste en el empleo del lenguaje, por parte del hablante, para manifestar sus sentimientos más íntimos. El hablante se “ex presa” (o libera sus sentimientos) mediante el empleo de interjecciones (ay, oh, bah, ojalá, etc.), y también alterando el orden normal de las palabras (¡Un tonto!, eso es lo que tú eres!), o mediante giros y entonaciones exclamativas (¡Qué tonto!), empleo de determinados sufijos (Es una chiquilla bien descarada), etc. Esta función aparece también en el lenguaje animal: el pájaro que canta, el perro que ladra al ver a su amo, el caballo que relincha asustado.

- CONATIVOS: Los emplea el hablante para actuar sobre el oyente, llamando su atención (¡ps!; ¡Carlos!), o dirigiendo su conducta mediante imperativos (¡Cállate!), o exhortaciones (Compre en los almacenes X; No cruce la calle sin mirar). También el lenguaje animal conoce esta función: el gato que maúlla para que le abran una puerta o le den de comer; la hembra que llama al macho, etc.

- REPRESENTATIVOS: Son los mensajes con los que realizamos aserciones o formulamos preguntas de naturaleza objetiva: Seis por dos son doce, No está lloviendo, La tierra gira alrededor del sol, ¿Quién ha venido?

- FÁTICOS: sirven para asegurar que el circuito de la comunicación, entre el hablante y el oyente, no se ha interrumpido. Se manifiesta, por ejemplo, cuando hablando por teléfono se emite un sí, un ya o un sonido intermitente, para cerciorar a quien habla de que se le está escuchando.

- METALINGÜÍSTICOS: son los mensajes en los que utilizamos el lenguaje para hablar del lenguaje. Los diccionarios y las gramáticas utilizan el idioma esencialmente en esta función. Pero es normal en el habla corriente (--Se piró en seguida. --¿Qué es pirarse? -- Escaparse).

- ESTÉTICOS: se producen cuando el mensaje lingüístico trata de llamar la atención sobre la materialidad de las palabras utilizadas, es decir, sobre la manera de decir las cosas. Mientras que en los mensajes anteriores el lenguaje se utiliza con una finalidad práctica, al intervenir la función estética el hablante o escritor ponen de relieve la forma peculiarísima de su expresión. El mensaje estético domina en el lenguaje literario, pero no es ajeno a nuestros hábitos cotidianos. Si nos preguntan, por ejemplo, por qué decimos Adán y Eva, y no Eva y Adán, contestaremos que la primera ordenación nos suena mejor. Actúa, por tanto, la función estética.

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Teniendo en cuenta la función dominante, los mensajes fundamentales son los expresivos, los conativos y los representativos. Por supuesto, las intenciones expresiva, conativa y representativa pueden entremezclarse en un solo mensaje. Así, si exclamo ¡Sigue lloviendo!, esta oración es a la vez representativa (señalo que algo ocurre), y expresiva (manifiesto, por ejemplo, mi enojo). Al advertir a alguien que está en riesgo de que le atropelle un coche, con la oración ¡Cuidado! intervienen tres funciones: la representativa (le anuncio un peligro), la expresiva (manifiesto mi susto) y la conativa (intento actuar sobre el oyente para que se aparte de la calzada).

TEMA 2: FONÉTICA y FONOLOGÍA

1. FONÉTICA

A) CONTENIDO DE LA FONÉTICA

La Fonética es la ciencia lingüística que estudia la sustancia del significante. De todas las ciencias lingüísticas es la que tiene un objeto más concreto y experimentable: los sonidos. En realidad, la Fonética no solamente trata de los sonidos propiamente dichos, sino de todo lo relativo a la parte fónica, expresiva o, si se quiere, material del lenguaje. Además de los sonidos, se refiere a la manera como son pronunciados dichos sonidos según la entonación, etc. Por lo dicho, se deduce la relación que tiene la Fonética con la Física, por una parte, y con la Fisiología y la Psicología, por la otra. Sin embargo, a pesar de la relación con estas ciencias, la Fonética mantiene su unidad y constituye una unidad de estudio perfectamente diferenciada dentro de la Lingüística.

El acto de la palabra, o acción por la que una persona dice algo a otra, es un aspecto concreto y único del lenguaje, opuesto a la lengua -general y constante-, pero que no existiría sin actos de la palabra concretos. Estos actos de la palabra constituyen lo que llamamos el habla o discurso. La Fonética estudia precisamente estos actos de la palabra.

La Fonética puede llegar a realizar un estudio del sonido mucho más allá de los limites percep-tibles para el oído humano. El estudio fonético que llega a esa minuciosidad no puede considerarse lingüístico. Pero la Fonética entendida como ciencia que estudia los sonidos del lenguaje en la medida en que son del lenguaje, y por ello perceptibles para el oído humano, sí debe ser incluida entre las ciencias lingüísticas, de tal forma que la Fonética es imprescindible para el estudio de la Fonología.

Insistimos en que la Fonética estudia los elementos fónicos en sí, pero olvida por completo la relación que los sonidos tienen con una significación lingüística.

B) PRODUCCIÓN DE UN SONIDO ARTICULADO

Cuando pronunciamos un sonido se produce en nuestro organismo una serie encadenada de movimientos, debidos principalmente a tres grupos de órganos distintos: los órganos de la respiración, los de la fonación y los de la articulación.

La respiración consta de dos tiempos: aspiración y espiración. Este último es el más importante para nuestro caso. Durante la espiración el aire aspirado y contenido en los pulmones sale de éstos por

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los bronquios y por la tráquea, obligado por la presión del diafragma y por la reducción total de la cavidad torácica. Este aire espirado es la materia prima de los sonidos articulados. Cuando respiramos en silencio, la espiración sólo es un poco más larga que la aspiración, el volumen de aire empleado es pequeño, y su salida ordinaria es por la nariz. Por el contrario, mientras hablamos, la espiración es muy larga, la aspiración muy corta, el volumen de aire empleado es relativamente grande, y su salida ordinaria es por la boca.

La columna de aire espirado pasa después desde la tráquea a la laringe, donde se hallan las cuerdas vocales. Cuando hablamos, las cuerdas se juntan, pero la presión del aire, empujado desde los pulmones, obliga a las cuerdas a entreabrirse. Mas su propia elasticidad les hace volver instan-táneamente a cerrarse, produciéndose de este modo una serie rapidísima de movimientos uniformes y regulares que, al poner en vibración la columna de aire que va escapándose al exterior, producen el sonido que llamamos voz.

Después el aire espirado sale desde la laringe, por la faringe, a la boca, El campo total de la articulación lo constituyen la cavidad bucal, la cavidad faríngea y la cavidad nasal, Los movimientos de los labios, de la mandíbula inferior, de las mejillas, de la lengua y del velo del paladar modifican la forma y el espacio de la cavidad bucal, haciendo que el aire produzca a su paso efectos acústicos más o menos diferentes. A la especial posición adoptada conjuntamente por dichos órganos en el momento de producir un sonido, se la llama articulación.

C) CLASIFICACIÓN DE LOS SONIDOS POR EL PUNTO DE ARTICULACIÓN

En toda articulación se destaca principalmente la acción de un órgano activo, el cual, aproximándose o apoyándose sobre otro órgano -activo o pasivo-, reduce más o menos el espacio de salida de aire en un punto determinado del canal vocal. El lugar -más que punto es zona o región- en que dicha aproximación, estrechamiento o contacto de los órganos se produce, se llama punto de articulación.

Las articulaciones españolas por razón de su punto de articulación forman los grupos siguientes:

Bilabiales: órgano activo: principalmente el labio inferior

“ pasivo: labio superior

Labiodentales: órgano activo: labio inferior

" pasivo: el borde de los incisivos superiores

Interdentales: órgano activo: la punta de la lengua

" pasivo: el borde de los incisivos superiores

Dentales: órgano activo: la punta de la lengua

“ pasivo: la cara interior de los incisivos superiores

Alveolares: órgano activo: la punta de la lengua

“ pasivo: los alveolos de los dientes superiores

Palatales: órgano activo: el predorso de la lengua

" pasivo: el paladar duro

Velares: órgano activo: el postdorso de la lengua

" pasivo: el velo del paladar

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D) CLASIFICACIÓN DE LOS SONIDOS POR EL MODO DE ARTICULACIÓN

Cualquiera que sea el punto en que una articulación se forme, la especial disposición de los órganos en cada caso permite establecer los siguientes grupos:

Vocales: La disposición de los órganos forma una abertura de amplitud distinta en cada caso pero siempre suficientemente ancha para que el aire salga sin obstáculo.

Semivocales: Transición desde la abertura vocálica a la estrechez fricativa. La abertura inicial disminuye progresivamente dentro de la ordinaria brevedad del sonido.

Semiconsonantes: Como punto de partida los órganos forman una cierta estrechez. En el breve tiempo en que se produce el sonido, dicha estrechez se hace cada vez más amplia. La actividad de los órganos representa un movimiento de transición entre la arti- culación fricativa y la vocal.

Consonantes: El aire encuentra una interrupción que, a veces, es una simple estrechez del canal de salida. De acuerdo con la forma como se desarrolle esta interrupción, las consonantes pueden ser:

Oclusivas: Contacto completo entre los órganos activo y pasivo. El canal vocal permanece momentáneamente cerrado. Deshecha súbitamente la oclusión, el aire acumulado detrás de los órganos se precipita hacia fuera con una breve explosión.

Fricativas: Órganos en contacto incompleto. El canal se reduce en alguno de sus puntos a una estrechez por donde el aire sale constreñido, produ- ciendo con su rozamiento un ruido más o menos fuerte.

Africadas: Se produce en el canal vocal un contacto que interrumpe momentá- neamente, como en las oclusivas, la salida del aire. Después este contacto se resuelve suavemente, sin transición brusca, en una estrechez o fricación. El tiempo que se emplea en ambos momentos viene a ser el mismo que se gasta en la producción de cualquier sonido meramente oclusivo.

Vibrantes: Un órgano activo, elástico, realiza sobre un punto determinado del canal vocal un movimiento vibratorio rápido, interrumpiendo alterna- tivamente la salida del aire. La lengua puede realizar uno o varios movimientos vibratorios.

Laterales: Hay oclusión en el centro del canal de salida, pero la corriente de aire sale por un lado de la boca o los dos continuamente.

Nasales: El aire sale continuamente por la cavidad nasal, por estar caído el velo del paladar y separado de la faringe, dejando abierta la entrada de la cavidad nasal.

E) ARTICULACIONES SORDAS Y SONORAS

Toda articulación, cualquiera que sea la posición de los órganos en la cavidad bucal, puede producirse sin que las cuerdas vocales vibren (articulación sorda), o con vibración de las cuerdas vocales (articulación sonora). Las articulaciones sonoras por excelencia son las vocales. Entre las consonantes españolas, unas son sordas y otras sonoras.

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F) ALFABETO FONÉTICO CASTELLANO

a) Vocales

[ i ] palatal o anterior, de pequeña abertura, cerrada ( o alta)

[ i ] palatal o anterior, de pequeña abertura, abierta ( o semialta)

[ e ] palatal o anterior, de abertura media, cerrada ( o media)

[ e ] palatal o anterior, de abertura media, abierta ( o semimedia)

[ a ] central, de gran abertura ( baja)

[ a ] central, de gran abertura ( baja), velar

[ u ] velar o posterior, de pequeña abertura, cerrada ( o alta)

[ u ] velar o posterior, de pequeña abertura, abierta ( o semialta)

[ o ] velar o posterior, de abertura media, cerrada ( o media)

[ o ] velar o posterior, de abertura media, abierta ( o semimedia)

b) Semivocales

[ i ] palatal o anterior (alta)

[ u ] posterior o velar (alta)

c) Semiconsonantes

Son [ j ] y [ w ] Véanse en el cuadro de consonantes

d) Consonantes

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2. FONOLOGÍA

A) CONTENIDO DE LA FONOLOGÍA

La Fonética, como vimos, estudia los elementos fónicos en sí, olvidando por completo la relación que tienen con una significación lingüística.

Pero la función del significante (cuya sustancia son los sonidos) es la de evocar un determinado signifícado, distinguiéndolo de todos los demás significados. Es una función diferencial. Para cumplirla es necesario que los significantes se diferencien entre sí, y, por tanto, que los elementos que los constituyen se distingan claramente. La materia expresiva ( los sonidos) debe ser ordenada para este fin por la forma del sistema y debe distinguir una serie de elementos diferenciales de los significantes. La función de los elementos fónicos del lenguaje es, pues, la de distinguir la significación de las palabras o de las frases y asegurar así la comunicación entre el hablante y su interlocutor.

Y es la Fonología la ciencia que precisamente investiga las diferencias fónicas asociadas con diferencias de significación, el comportamiento mutuo de los elementos diferenciales y las reglas según las cuales éstos se combinan para formar significantes.

El complejo fónico que estudia el fonetista posee una enorme cantidad de propiedades acústicas y musculares. Para el fonólogo, la mayor parte de ellas carecen de importancia, ya que sólo son esenciales las que tienen valor distintivo de significaciones. Por ejemplo, el hecho de que la o de sol suene más o menos abierta, no interviene en la identificación de esa palabra. Dicho de otro modo, el grado de abertura de una vocal no es, por sí solo, un rasgo distintivo en español, porque no diferencia significados de palabras ( en otras lenguas, sí). Es un rasgo fonético, pero no un rasgo fonológico. En cambio, el rasgo o los rasgos que caracterizan al fonema /a/, frente a los de /o/, sí que son distintivos, pertinentes o fonológicos, ya que gracias a ellos diferenciamos las palabras sol y sal. De estos problemas se ocupa la Fonología.

La Fonología estudia los fonemas (no los sonidos, que son estudiados por la Fonética). Un fonema pertenece a la lengua y es, por tanto, una unidad inmaterial. El sonido es la realización física, en el habla, de un fonema.

El fonema se define como un conjunto de rasgos distintivos, cada uno de los cuales es capaz de diferenciar palabras. Así, los diversos significados de pez y vez se basan en que los fonemas /p/ y /b/, aun compartiendo casi todos los rasgos distintivos (bilabial, no liquida, oral, grave, difusa) tienen uno que no es común: /p/ es sorda, y /b/ es sonora. Y son los rasgos sorda de /p/ y sonora de /b/ los que permiten distinguir las significaciones de aquellas palabras.

Los fonemas son muy pocos, y constituyen un número fijo y cerrado en cada idioma. Los sonidos, en cambio, son incontables, porque dependen del contexto en que aparecen, de la persona que los pronuncia, de la ocasión (habla normal, emotiva, enfática...).

El sonido es siempre la realización de un fonema. Y un mismo fonema puede realizarse de modos muy diversos. Así, el fonema /b/ tiene una variedad oclusiva ( al principio de las palabras o detrás de nasal) y otra fricativa (en posición intervocálica). Y lo mismo podemos decir de otros varios fonemas. Las realizaciones físicas de un fonema se denominan variantes fonéticas o alófonos de dicho fonema, e interesan más al fonetista que al fonólogo,

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B) OPOSICIONES FONOLÓGICAS

El concepto de distinción o diferencia presupone el de contraste, el de oposición. No puede distinguirse una cosa de otra, si no están opuestas entre sí, si no se relacionan por contraste. Una cualidad fónica tendrá función distintiva cuando se oponga a otra cualidad fónica; esto es, cuando ambas forman una oposición fónica. Las diferencias fónicas que en una lengua dada permiten distinguir las significaciones son oposiciones fonológicas, distintivas o relevantes. Por el contrario, las diferencias fónicas que no permiten esta distinción son fonológicamente irrelevantes o no pertinentes.

Todo signo lingüístico lo es en la medida en que se opone a otro u otros. La palabra caliente significa porque se opone a frío, y ambas a tibio, a helado, etc. Tibio significa porque se opone a caliente, a frío, a helado, etc. Gracias a estas oposiciones se constituye el subsistema de los adjetivos que significan sensaciones térmicas dentro del sistema del léxico español.

Aplicando esta doctrina a los fonemas, ocurre que /t/ es un fonema porque se opone a /d/ (loto-lodo), a /k/ (tasa-casa), a /n/ (nata-nana), a /z/ (tierra-cierra), etc.

Para que podamos decir que dos cosas son diferentes, es preciso que tengan algo en común, es decir, una base de comparación. Nadie podría decir en qué se oponen una tachuela y un avestruz: carecen de base de comparación. En cambio, sí podemos establecer oposiciones entre una tachuela, un clavo, una chincheta, etc.; y entre un avestruz, una garza, una gallina y hasta un caballo. Los primeros comparten la base objeto metálico con punta, para ser clavado; los segundos, la base animal.

Así pues, dos fonemas necesitan tener una base de comparación ( o sea, algún o algunos rasgos comunes) para poder constituir una oposición. Y esta se constituye porque uno de los dos fonemas opuestos posee un rasgo (o varios rasgos), que el otro no posee. Así, /t/ y /d/ se oponen porque /d/ tiene un rasgo (el que aporta la vibración de las cuerdas vocales, que la hace sonora) ausente de /t/ (que es sorda). Todos sus restantes rasgos son idénticos. Del mismo modo, /m/ y /n/ comparten como base de comparación el ser nasales y difusas; pero /m/ tiene los rasgos "labial" y "grave" que faltan en /n/.

C) NEUTRALIZACIÓN DE OPOSICIONES

Cuando en ciertas posiciones dos fonemas pierden su función distintiva se dice que se neutralizan. Partamos del siguiente ejemplo: la /t/ y la /d/ son fonemas absolutamente distintos en posición inicial (tuna-duna), intervocálica (coto-codo), y en grupo con r (cuatro-cuadro). Pero en posición final de sílaba podemos pronunciar atlas o adlas, sin que este hecho afecte a la significación. Decimos entonces que la oposición d/t se ha neutralizado.

La neutralización es el fenómeno por el cual en un fonema (o en otro signo lingüístico), cuando se producen determinadas circunstancias, el rasgo o los rasgos distintivos que lo oponen a otro fonema pierden su poder diferenciador. El rasgo sonoridad, tan importante para distinguir coto de codo, ha perdido toda su importancia en el caso de atlas y adlas. Entonces, lo que aparece en la posición de t o d no es ni el fonema /t/ ni el fonema /d/, sino un archifonema constituido por el conjunto de los rasgos comunes a los dos fonemas neutralizados: basta con que en el caso citado se realicen los rasgos dental (por eso, aparece también a veces z -azlas-, que lo posee), no líquida, oral y difusa. Otros ejemplos de neutralización los tenemos en el caso de los fonemas nasales y de los fonemas vibrantes en posición silábica implosiva (es decir, después del núcleo silábico).

Naturalmente, la neutralización es fenómeno poco frecuente en las lenguas. Estas, como enseñó Saussure, se basan en las diferencias entre sus signos, y en la neutralización se desvanecen las diferencias.

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D) SISTEMA FONOLÓGICO DEL CASTELLANO

Los fonemas pueden ser vocálicos y consonánticos. Los fonemas vocálicos son aquellos que por sí solos, aisladamente o combinados entre si, pueden formar palabras o sílabas. Los demás fonemas, incapaces de formar por sí solos -sin el concurso de una vocal- palabras o sílabas, son fonemas consonánticos.

a) Fonemas vocálicos

/a/ abertura máxima, timbre neutro (posición central)

/e/ abertura media, timbre agudo (posición anterior)

/o/ abertura media, timbre grave (posición posterior)

/i/ abertura mínima, timbre agudo (posición anterior)

/u/ abertura mínima, timbre grave (posición posterior)

b) Fonemas consonánticos

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E) FONEMAS y GRAFÍAS

Las letras o grafías constituyen lo que se llama alfabeto de una lengua, y reproducen los fonemas, no los sonidos, en la escritura. En principio, lo lógico sería que cada letra o grafía representara un solo fonema. Sin embargo, esa correspondencia no es del todo exacta, ya que se producen una serie de desajustes y además hay más letras que fonemas. La correspondencia entre letras y fonemas es la siguiente:

a / a / b / b / c / k / - ante a, o, u, l, r - final de sílaba ( en -cc- y -cn-: /g/ o /k/) / / ante e, i ch / c / d / d / e / e / f / f / g / g / - ante a, o, u, l, r . gu- ante e, i / x / ante e, i h / o / i / i / j / x / k / k / l / l / ll / l / m / m / / n / ante b y p n / n / ñ / n / o / o / p / p / qu- / k / ante e, i r / r / / r / - inicial de palabra - precedida de n, l, s rr / r / s / s / t / t / u / u / v / b / w / b / - en Wagner, Wenceslao, wolframio / u / - en Washington, Wellington x / k / y / s / intervocálica ( también / g / y / s /) / s / - ante consonante

- al principio de palabra y / y / con valor de consonante / i / con valor de vocal z / /

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F) AGRUPACIÓN DE SEGMENTOS: LA SÍLABA

Los fonemas reciben también el nombre de segmentos. Hasta ahora hemos estudiado los fonemas que constituyen el sistema castellano de un modo aislado, describiendo sus propiedades fonéticas y funcionales. Pero el fonema aislado no es un vehículo de comunicación, sino agrupado en unidades progresivamente superiores. La primera unidad superior al fonema es la sílaba. Esta, claro está, ha de entenderse desde el punto de vista fonológico, ya que a nivel morfológico la unidad superior al fonema es el morfema.

La sílaba, acústicamente considerada, es un núcleo fónico limitado por dos depresiones sucesivas de la perceptibilidad de los sonidos. Considerada desde el punto de vista fisiológico, es un núcleo articulatorio comprendido entre dos depresiones sucesivas de la actividad muscular.

Toda sílaba está formada necesariamente por una vocal. De ahí que la vocal sea el elemento básico de la sílaba. La vocal puede ir acompañada de una o más consonantes, pero no es imprescindible el elemento consonántico para la constitución de una sílaba.

El elemento vocálico de la sílaba puede consistir en una, dos o tres vocales. Si el elemento vocálico de la sílaba está formado por dos o tres vocales, la vocal de mayor perceptibilidad se denomina núcleo o vocal silábica, mientras que las otras vocales se llaman vocales satélites o marginales.

Cuando el elemento vocálico de una sílaba está constituido por dos vocales, tenemos el diptongo. Ahora bien, para que haya diptongo se precisa la presencia de dos vocales altas ( i, u) combinadas entre si, o una vocal alta en contacto con una vocal media ( e, o ) o baja ( a ). Sin embargo, sería erróneo pensar que siempre que se dan esos casos se forma diptongo:

- unas veces el diptongo se ve impedido porque el acento de intensidad recae sobre la vocal alta: período, leído, río, tranvía, capicúa, reír, etc.

- otras veces la vocal alta no lleva el acento de intensidad, pero deriva de otra palabra en que dicha vocal sí lo llevaba. Ejemplos: riada (río), diario (día), lioso (lío), viaje (vía). Lo mismo sucede en algunas formas verbales, cuando dentro del mismo verbo de que se trata hay casos en que las vocales i, u llevan el acento fuerte: fiar (fían), guiaba (guía) liamos (lía), criado (crían), acentuar (acentúo).

- otro grupo de palabras no forma diptongo por tradición etimológica. Y así se hace frecuentemente hiato en suave, anual, santuario, tiara, hiato, piano, miasma, avión, tortuoso, biombo, triángulo, maniobra, etc.

Por otra parte, un diptongo puede estar formado no sólo por una vocal alta unida a otra vocal -alta, media o baja-, sino también por dos vocales que no sean altas, una de las cuales se articula en tal caso ligeramente más cerrada, breve y relajada que de costumbre, El diptongo se denomina entonces sinéresis. En la pronunciación familiar, sobre todo rápida, se forman frecuentes diptongos de este tipo: aldeano, lealtad, línea, toalla, teólogo, cohete, traerán, ahogado, ahora, Bilbao ...

El diptongo, tanto si está constituido por una vocal alta y otra media o baja o por dos vocales que no sean altas, puede formarse también cuando una palabra termina en vocal y la siguiente empieza por vocal. En este caso el diptongo recibe el nombre de sinalefa. Ejemplos: de ambos modos, medité un momento, vete a casa de Andrés, entró embozado.

Cuando el elemento vocálico de una sílaba está constituido por tres vocales, tenemos el triptongo. Ahora bien, para que haya triptongo se precisa la presencia de los sonidos i, u en una misma palabra, al principio y al fin de un grupo vocálico cuyo elemento central y predominante sea a o e: despreciáis, limpiáis, buey, etc.

Las sílabas pueden ser abiertas, cuando la sílaba termina en vocal (en este caso la vocal se llama libre): ca-sa, es-TU-diar, RA-zón; y cerradas, cuando la sílaba termina en una o más consonantes

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(en este caso la vocal se llama trabada): TRANS-fe-RIR, co-RRER, TER-mi--NAR. Tradicionalmente se habla de sílabas directas ( ca, be), inversas (in, ad) y mixtas (pan, sal).

Desde otro punto de vista las sílabas pueden ser acentuadas o tónicas (aquellas cuyo núcleo silábico soporta la intensidad de la palabra en que se encuentran situadas), como ca-ma-RE-ro, re-fe-RIR, ma-ES-tro, etc., e inacentuadas o átonas (aquellas cuyo núcleo silábico no posee una intensidad del mismo grado que el de las tónicas), como SOL-da-DOS, AU-TO-mó-VI-LES, etc.

TEMA 3: SUPRASEGMENTOS o PROSODEMAS

Los segmentos son los fonemas. Los suprasegmentos o prosodemas funcionan primordialmente con relación al núcleo silábico, ya que son rasgos que, aunque proceden de la misma articulación del sonido, funcionan lingüísticamente como elementos que se pueden añadir o quitar a un fonema dado o a una secuencia de fonemas. En español, por ejemplo, una secuencia como /amo/ puede llevar el suprasegmento acentual sobre /a/ o sobre /o/, originando las formas /ámo/ - /amó/. Esta misma secuencia puede ir acompañada de un suprasegmento de entonación: amó,. ¡amó!, ¿amó?.

1. ACENTO

A) ACENTO PROSÓDICO

El acento es un rasgo prosódico y fonológico cuya finalidad es poner de relieve un sonido o un grupo de sonidos.

El acento consiste en la mayor energía o fuerza espiratoria con que se pronuncia una vocal en una palabra. Dicha vocal se denomina acentuada o tónica, y la sílaba a la cual pertenece, sílaba acentuada o tónica. Las vocales y las sílabas que no llevan acento se llaman inacentuadas o átonas.

Según el lugar que ocupa la sílaba acentuada en el interior de la palabra, se puede realizar la siguiente clasificación:

. palabras agudas: cuando la sílaba acentuada ocupa el último lugar en la palabra: cené, mamá, papel, etc.

. palabras llanas: cuando la sílaba acentuada ocupa el penúltimo lugar en la palabra: hermano, mechero, mármol, etc.

. palabras esdrújulas: cuando la sílaba acentuada ocupa el antepenúltimo lugar en la palabra: célebre, bolígrafo, cándido, etc.

. palabras sobresdrújulas: cuando la sílaba acentuada se adelanta a la sílaba antepenúltima, es decir, la precede: cómetelo, dígaselo, etc.

Es necesario distinguir cuidadosamente entre el acento prosódico o de intensidad (presente siempre en las palabras acentuadas) y el acento ortográfico (signo gráfico que indica el lugar del acento de intensidad).

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En español una palabra no tiene más que una sílaba acentuada, a excepción de los adverbios en -mente, los cuales poseen dos sílabas tónicas: /miserábleménte/, /sólaménte/, etc. Sin embargo, ocurre a veces que, por un énfasis especial que tiene por objeto poner de relieve una palabra determinada o por afectación propia de algunas personas, se marca con un acento de intensidad la primera, segunda o tercera sílaba inacentuada de una palabra: /bajo mi résponsabilidád/, /intérpretáda/, /acontécimiénto/, etc. A veces, por este motivo, puede cobrar acento de intensidad una palabra que normalmente es inacentuada: /trabajo de lá memoria/

Por el contrario, aunque toda palabra pronunciada aisladamente posee acento -incluidas las monosílabas-, sucede que cuando los vocablos forman parte de una oración, algunos pueden perder su acento. Esto ocurre normalmente a los determinantes, las preposiciones y conjunciones, que se subordinan al acento de otra palabra principal y se pronuncian como si fueran sílabas átonas de dicha palabra: ven a mi casa, no salgas a la calle, los vi con él. Pueden perder su acento también sustantivos y adjetivos: así sucede con señor en pronunciaciones descuidadas, como señor Pascual, con buen en buen viaje, y cuando forman parte de compuestos: Ciudad Real, Juan Antonio, etc.

En español las propiedades prosódicas también desempeñan una función distintiva. La relativa pobreza del sistema fonológico español puede quedar compensada con creces merced a la gran movilidad y expresividad de nuestro acento. Por contraposición al francés, que posee una extraordinaria rigidez en cuanto a la posición de la sílaba acentuada, el español se caracteriza por su flexibilidad. Y así podemos ver cómo la situación de la sílaba acentuada da origen a importantes cambios significativos: término-termino-terminó, célebre-celebre-celebré, depósito-deposito-depositó, libro-libró, llamo-llamó, peso-pesó.

B) ACENTO ORTOGRÁFICO

El acento ortográfico es una rayita oblicua (´) que se pone sobre la vocal de la sílaba donde carga la fuerza en la pronunciacidn del vocablo. Con otras palabras, el acento ortográfico indica sobre qué sílaba carga el acento prosódico.

No hay que confundir el acento ortográfico con la tilde diacrítica. Ésta se utiliza en las palabras homónimas para determinar su función gramatical.

Para colocar correctamente el acento ortográfico en las palabras es necesario seguir las siguientes reglas generales de acentuación:

Palabras agudas:

1. Se acentúan las voces agudas de más de una sílaba terminadas en vocal: café, dominó, huyó, ceutí, Perú.

2. Se acentúan las voces agudas de más de una sílaba terminadas en las consonantes n o s solas, es decir, no agrupadas con otra consonante: alacrán, andén, atún, compás, revés; pero no se acentúan Isern, Canals, Granollers.

3. La y final, aunque suena como semivocal, se considera como consonante para los efectos de la acentuación. Por tanto, los vocablos agudos terminados en -ay, -ey, -oy, -uy se escribirán sin acento ortográfico: virrey, convoy, Eloy, Uruguay.

Palabras llanas

Se acentúan las voces llanas terminadas en consonante, a excepción de las que acaban en las consonantes n o s no agrupadas con otra consonante: cárcel, mármol, alcázar, carácter, alférez, fórceps, bíceps.

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Palabras esdrújulas

Se acentúan todas las palabras esdrújulas: máquina, apéndice, tórtola, música, héroe.

Observaciones

1. La h colocada entre dos vocales no impide que éstas formen diptongos: sahumerio, desahucio. En consecuencia, cuando alguna de dichas vocales, por virtud de la regla general, haya de ir acentuada, se pondrá el acento ortográfico como si no existiese la h: vahído, búho, prohíben, ahúman.

2. Cuando una vocal extrema tónica va delante o detrás de una vocal intermedia átona, no hay diptongo, sino hiato, y la vocal tónica llevará acento ortográfico: país, raíz, baúl, poesía, desvaríos, continúan.

3. Las palabras que terminan en una vocal extrema tónica seguida de un diptongo y s final, lo cual ocurre en ciertas personas verbales, llevarán acento ortográfico en dicha vocal extrema: comprendíais, decíais.

4. La combinación ui se considera para la práctica de la escritura como diptongo en todos las casos. La acentuación gráfica de este diptongo, cuando sea necesaria, irá sobre la segunda vocal, es decir, sobre la i: casuístico, construí, atribuí.

5. Las formas verbales fue, fui, dio, vio se escribirán sin acento, según la regla general de los monosílabos.

6. Los tiempos de verbo que llevan acento ortográfico lo conservan aun cuando acrecienten su terminación tomando un enclítico: pidióme, conmovíla, convenciólos. También se acentúan cuando del conjunto resultan vocablos esdrújulos y sobresdrújulos: ríase, búscalo, diciéndome, habiéndosenos.

7. Cuando un vocablo simple entre a formar parte de un compuesto como primer elemento del mismo, se escribirá sin el acento ortográfico que como simple le habría correspondido: decimoséptimo, rioplatense. Se exceptúan de esta regla los adverbios en -mente, porque en ellos se dan en realidad dos acentos fonéticos: uno en el adjetivo y otro en el nombre mente. La pro-nunciación de estos adverbios con un solo acento, es decir, como voces llanas, ha de tenerse por incorrecta, Se pronunciará, pues, y se escribirá el adverbio marcando en el adjetivo el acento que debiera llevar como simple: ágilmente, cortésmente, lícitamente.

8. Los compuestos de verbo con enclítico más complemento (tipo sabelotodo) se escribirán sin el acento que solía ponerse en el verbo: curalotodo, metomentodo.

9. En los compuestos de dos o más adjetivos unidos con guión, cada elemento conservará su acentuación fonética y la ortográfica, si le correspondiere: hispano-belga, anglo-soviético, histórico-crítico-bibliográfico.

10. Los términos latinos usados en nuestra lengua se acentuarán con sujeción a las leyes fonéticas para los voces castellanas: tránseat, accésit, memorándum.

11. Los nombres propios extranjeros se escribirán, en general, sin ponerles ningún acento que no tengan en el idioma a que pertenecen, pero podrán acentuarse a la española cuando lo permitan su pronunciación y grafía originales: Schlegel o Schlégel, Wagner o Wágner, Lyon o Lyón. Si se trata de nombres geográficos ya incorporados a nuestra lengua o adaptados a su fonética, tales nombres no se han de considerar extranjeros y habrán de acentuarse gráficamente de confor- midad con las leyes generales: París, Berlín, Turín, Nápoles, Támesis.

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C) TILDE DIACRÍTICA

La tilde diacrítica es aquella que, rompiendo con las leyes establecidas por la gramática, permite distinguir, por lo general, palabras pertenecientes a diferentes categorías gramaticales, pero que tienen idéntica forma. Por la tilde diacrítica se distinguen las palabras que se detallan a continuación:

Adónde: se desea indicar a qué parte (¿Adónde iremos?)

Adonde: quiere decir a la parte que (Vete adonde dije)

Aún: equivale a todavía (Faltan cinco días)

Aun: significa hasta, también, incluso (Aun diciéndomelo tú, me cuesta creerlo)

Dé: tiempo del verbo dar (Quiero que me dé la dirección)

De: preposición (Vengo de Madrid)

Él: pronombre personal (Él me lo dijo)

El: artículo (Me dio el libro)

Éste, ése, aquél: cuando son pronombres (Dáselo a éste). Está permitido prescindir del acento cuando no existe riesgo de anfibología

Este, ese, aquel: cuando son adjetivos demostrativos (Ayer me regalaron este libro)

Más: adverbio de cantidad (Dame más)

Mas: conjunción adversativa (Hablamos con él, mas de nada sirvió)

Mí: pronombre personal (¿Es para mí?)

Mi: adjetivo posesivo (Voy a mi casa)

Qué, quién, cuál, cuánto, cuándo, cómo y dónde: en las frases admirativas, interrogativas, dubitativas y enfáticas (¿Quién viene?)

Que, quien, cual, cuanto, cuando, como y donde: cuando no van en frases admirativas, interrogativas, dubitativas y enfáticas (Quien diga eso miente)

Sé: tiempo de los verbos ser y saber (Sé bueno; También yo lo sé)

Se: pronombre o partícula que acompaña al verbo en oraciones impersonales (Se marchó al atardecer; Se respira bien aquí)

Sí: pronombre personal o adverbio de afirmación (Trabaja para sí mismo; Sí, yo lo dije)

Si: conjunción condicional o dubitativa (Si vienes, te invito; No sé si lo dijo), o nota musical

Sólo: adverbio, o sea, siempre que pueda ser sustituido por solamente (Sólo vino mi padre)

Solo: adjetivo o sustantivo (¿Estás solo en casa?; El solo de este acto es maravilloso)

Tú: pronombre personal (Tú me lo dijiste)

Tu: adjetivo posesivo (Ayer vi a tu padre)

ó: cuando va escrita entre números (Estaré allí 8 ó 9 días)

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2. PAUSA

Reciben el nombre de pausa las interrupciones o detenciones que realizamos cuando hablamos o leemos. Y, a su vez, recibe el nombre de grupo fónico la porción de discurso comprendida entre dos pausas. El grupo fónico medio oscila en español entre las ocho y las once sílabas. Ello no quiere decir que no existan grupos fónicos de menos sílabas; puede haberlos, incluso, de una, como no, si, contestando a una pregunta.

Las pausas se originan por dos razones: 1) fisiológicas; 2) lingüísticas. Lo ideal es que coincidan las dos. Fisiológicamente, las pausas vienen determinadas por la necesidad de respirar y de recuperar el aire que nuevamente necesitaremos para la fonación. Lingüísticamente, las pausas señalan el final de una expresión. Existen los siguientes tipos de pausas::

- pausa final absoluta: después de un enunciado completo. Es la que la ortografía señala por medio de un punto.

- pausa enumerativa: la que se produce entre los miembros de una enumeración: Están callados / serios / tristes //.

- pausa explicativa: la que se produce en el principio y en el final de un enunciado explicativo introducido en un enunciddo más amplio Ejemplos: El emperador francés / muy emocionado / besaba la bandera/; Las mujeres /contentas / estaban en el jardin/.

- pausa potencial: la que se realiza por voluntad del hablante.

- pausa significativa: es muy importante, ya que desempeña función distintiva, puesto que su presencia o ausencia cambia por completo la significación del enunciado: Los alumnos /que viven lejos / llegan tarde// frente a Los alumnos que viven lejos / llegan tarde//. Los peregrinos /que tenían sed / se detuvieron para beber// (se detuvieron todos), frente a Los peregrinos que tenían sed / se detuvieron para beber// ( se detuvieron sólo los que tenían sed). No / necesitamos estudiar más// frente a No necesitamos estudiar más.

3. ENTONACIÓN

La entonación es la principal característica de la frase: depende de las variaciones de la frecuencia de vibración de las cuerdas vocales. La entonación abarca la totalidad de la frase y puede contribuir tanto al cambio de su significado como a la expresión de determinados estados psíquicos o de determinados sentimientos (satisfacción, desprecio, ira, etc.).

En el comportamiento melódico de la frase o del grupo fónico hay que distinguir cuidadosamente entre: 1) las variaciones tonales que existen en el interior de la frase y que pueden atribuirse a peculiaridades regionales, individuales u ocasionales, y 2) las variaciones tonales que aparecen al final del grupo fónico, que son significativas.

Como acabamos de decir, lo lingüísticamente significativo de la entonación se encuentra en la parte final del grupo fónico ( tonema), generalmente a partir de la última sílaba acentuada, y depende de la dirección que adopte la linea tonal (ascendente, horizontal, descendente).

Mediante la entonación podremos distinguir significados diversos en secuencias fónicas iguales. Las frases No quiso venir, ¿No quiso venir?, ¡No quiso venir! (que están constituidas por los mismos fonemas y en el mismo orden) son distintas en virtud de su diferente configuración melódica o entonación (por la distinta dirección del tonema).

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TEMA 4: MONEMAS, PALABRAS y SINTAGMAS

1. UNIDADES DE SIGNIFICACIÓN

En sentido lingüístico, comunicación es transmisión de información. La lengua es precisamente un sistema de signos mediante el cual cada colectividad concreta y ejercita esa capacidad de comunicarse.

La gramática se ocupa de unidades que van desde el sonido y fonema hasta la oración, pasando por otras intermedias como el lexema, el morfema, la palabra y el sintagma. Ahora bien, de todas estas unidades la única que realmente comunica es la oración. La oración no es sólo una unidad estructural de carácter eminentemente sintáctico. Sus componentes se engarzan entre sí para cumplir una clara finalidad: la de comunicarnos.

Es de la mayor importancia distinguir entre unidades de significación y unidades de comunicación. Las unidades más pequeñas que la oración significan, pero no comunican. Los lexemas, por ejemplo, tienen significado léxico. También los sintagmas poseen significados unitarios, pero no comunican nada, es decir, no constituyen actos de comunicación. La oración, sin embargo, no sólo significa, sino que comunica sentidos completos: es la unidad mínima de comunicación.

Todo esto se puede comprobar concretamente a través de la siguiente oración: Mis amigos leen muchos libros en vacaciones. Si descomponemos esta oración en sus unidades mínimas dotadas de significación, podemos señalar las siguientes: mi-, -s, amig-, -o-, -s, le-, -en, much-, -o-, -s, libro-, -s, en, vacacion, -es.

Ahora bien, al analizar estos componentes mínimos dotados de significación, podemos advertir dos clases de elementos constituyentes: lexemas (elementos que tienen significado léxico y son, por tanto, portadores de la base de significación): mi-, amig-, le-, much-, libro-, vacacion-; y morfemas (elementos morfológicos mínimos, modificadores del lexema, que tienen sólo significado gramatical o relacional): -s, -o-, -s, -en, -o-, -s, -s, en, -es.

Podemos ver cómo cada una de estas unidades mínimas ciertamente significan, pero no comunican nada.

Si analizamos los sintagmas (sintagma = mínima unidad de función) que componen esta oración, encontramos que hay un sintagma sujeto (mis amigos) y un sintagma verbal predicado (leen muchos libros en vacaciones). Dentro del sintagma verbal predicado podemos señalar un núcleo (que está constituido por el verbo leen), y además dos complementos. También son significativos los sintagmas mis amigos y leen muchos libros en vacaciones. Pero por separado en ninguno de estos casos se comunica nada (no hay sentido completo). Ante la expresión mis amigos es claro que esperamos algún constituyente de carácter predicado que lo complemente; y al revés: en leen muchos libros en vacaciones no hay comunicación si no completamos tal sintagma con algún constituyente de carácter sujeto.

Sólo la oración, pues, es una unidad de comunicación, ya que comunica un sentido completo. Si hemos dicho que la oración es la unidad mínima de comunicación, ello quiere decir que existen otras unidades supraoracionales que también comunican, tales como el párrafo, un capítulo y todo un texto.

Los monemas, las palabras y los sintagmas, aunque sólo signifiquen y no comuniquen, tienen una gran importancia dentro de la gramática, puesto que su estudio y conocimiento supondrán un mayor dominio y comprensión de la oración.

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2. FORMA, FUNCIÓN y SIGNIFICADO

La gramática estudia la estructura de la lengua. Ya desde antiguo se consideraron como unidades operativas el sonido, la palabra y la oración. La gramática tradicional se dividía en prosodia, analogía y sintaxis, estudiando cada una de ellas la unidad correspondiente. Estas tres partes equivaldrían más tarde a los términos, que actualmente usamos, de fonética, morfología y sintaxis.

Las Morfología y la Sintaxis son dos partes fundamentales del estudio gramatical. Los límites entre ellas no son absolutos y, de existir, son de perspectiva y de método, mas no reales, pues la lengua es conjunto sistemático de unidades.

Suele decirse que Morfología es el estudio de las formas gramaticales, pero ¿qué se entiende por forma? Son muy dispares los criterios sobre este punto. Podríamos resumir el objeto de la morfología en lo siguiente: estudia los morfemas flexivos, derivativos y la composición de las palabras, es decir, que atiende a los constituyentes formales de las unidades lingüísticas superiores al fonema.

La Sintaxis es la parte de la gramática que estudia las funciones y relaciones entre esas unidades. Atiende, pues, al estudio de las oraciones y de las funciones intraoracionales, de sus relaciones y elementos relacionantes.

No hay separación absoluta entre morfología y sintaxis, Son parcelas del estudio gramatical, que se complementan, ya que la forma y su función están íntimamente relacionadas entre si. En consecuencia, debemos hablar más bien de Morfosintaxis, término acuñado para indicar el estudio de las unidades lingüísticas atendiendo a la forma y a la función conjuntamente. De esta manera, la posible barrera entre la Morfología y la Sintaxis queda superada, y el enfoque gramatical conjunto da más luz al estudio de la lengua y sus unidades.

Pero también existe una relación estrecha entre la Sintaxis y la Semántica. Efectivamente, la oración no sería una verdadera unidad de comunicación si desconociéramos el significado de las palabras que constituyen esa oración. Así sucedería, por ejemplo, si no distinguiéramos la diferencia de significado del adjetivo tibio en las frases siguientes: Le hicieron un recibimiento tibio, Se puso tibio de comer, Sus hermanos lo pusieron tibio por hacer aquello.

Por tanto, es fácil comprobar cómo toda unidad lingüística, signo o síntoma tiene una forma portadora de un significado o varios y cumple una función dentro de la estructura oracional. Estos tres aspectos han de tenerse siempre presentes.

3. UNIDADES MÍNIMAS SIGNIFICATIVAS: MORFEMAS y LEXEMAS

Tradicionalmente se ha considerado a las palabras como unidades significativas básicas del lenguaje. Los lingüistas, siguiendo la tradición gramatical heredada de los griegos, consideraron a las palabras como elementos básicos del lenguaje, dejándose llevar por la idea de los nombres e incluso por la imagen de su representación gráfica. Las palabras se separan en la escritura unas de otras mediante espacios libres. Como es sabido, los gramáticos indios habían hilado más delgado en este punto; ellos conocieron muy bien el lugar de los morfemas en la estructura de las palabras, y les otorgaron todo su valor significativo antes que a las palabras, habiendo ganado con ello una gran claridad y seguridad en la descripción del lenguaje. Mas éste no fue, por desgracia, el rumbo que tomaron los estudios gramaticales en occidente.

Con esto no queremos decir que haya que negar toda validez al elemento palabra, del que hablaremos más adelante. Lo que sí queremos afirmar es que el análisis de las unidades significativas

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de la lengua debe comenzar, fuera de todo prejuicio heredado, allí donde determinadas elementos fónicos se aúnen constituyendo una forma lingüística, un significado. Este sí que será un estudio auténticamente morfológico, estudio de formas significativas. Es el procedimiento de análisis morfológico de la moderna Lingüística.

Si analizamos cualquier secuencia lingüística, podremos apreciar que existen unidades menores dotadas de significación. Como ejemplo, partamos de la siguiente oración: Tus hermanos leen novelas en clase.

En esta oración podemos señalar las siguientes unidades menores dotadas de significación: tu-, -s, herman-, -o-, -s, le-, -en, novela-, -s, en, clase.

Ahora bien, al analizar estos componentes mínimos dotados de significación, podemos advertir dos clases de elementos constituyentes:

a) Los que poseen significado: tu-, herman-, le-, novela-, clase, que reciben el nombre de lexemas.

b) Los que modifican al lexema en su significado o su función: -s, -o-, -s, -en, -s, en, que reciben el nombre de morfemas.

El lexema es, pues, el elemento portador de la base de significación. Ejemplo: cas- en casa, caserío, casero, casucha, casilla, etc. El lexema también recibe el nombre de semantema (haciendo referencia al plano semántico, que estudia el significado de las palabras) y de morfema lexical.

El morfema es el elemento morfológico mínimo, indivisible, modificador del lexema, que delimita su función y significación, y al mismo tiempo establece las relaciones entre lexemas. Unas veces nos informará sobre el tiempo, el aspecto y la persona de un verbo; otras, establecerá la relación que puede existir entre varias palabras, para indicarnos el nexo y la función de las mismas, etc. El morfema recibe también el nombre de morfema gramatical.

Conviene indicar aquí la variedad existente en la terminología. Los lingüistas que no consideran gramaticalmente el elemento de significación (por ejemplo, la tradición americana procedente de Bloomfield), tampoco admiten la distinción entre lexema y morfema: comprenden a ambos bajo el nombre genérico de morfema. El lingüista francés A. Martinet, tratando de conciliar ambos puntos de vista, propone llamar monemas a las unidades mínimas del análisis morfológico, y dividirlos en lexemas y morfemas.

Tienen significado léxico los nombres, los adjetivos, los verbos y los adverbios. Los pronombres (y adjetivos posesivos y demostrativos), tomados aisladamente, carecen de significación: él, tú, nosotros, éste, por poder significar cualquier cosa, no significan nada. Pero en la oración poseen un significado bien preciso: Vine con él; Quiero éste. Y su significado lexemático es claro.

Los morfemas, en cambio, tienen sólo significado gramatical (o relacional). Son morfemas: el artículo, las preposiciones y las conjunciones, así como los afijos y desinencias.

Los morfemas pueden ser independientes, que forman por sí solos una palabra y se escriben, por tanto, con independencia gráfica: el artículo, las preposiciones y las conjunciones; y también dependientes, que nunca se presentan formando por sí solos una palabra y se escriben, por tanto, asociados siempre con un lexema: afijos y desinencias

Como acabamos de indicar, en español existen dos tipos de morfemas dependientes: los afijos y las desinencias.

Los afijos son morfemas dependientes que colocados al comienzo, al medio o al final de la palabra contribuyen a la constitución de la misma asociándose al lexema. Los afijos pueden ser, según su posición:

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. prefijos, si preceden al lexema: extra-ordinario, multi-color, ínter-continental.

. infijos, si van colocados entre el prefijo y el lexema o entre el lexema y el sufijo: en-s-alzar. base-c-ita. etc. Los infijos carecen de todo significado.

. sufijos, si siguen al lexema: camar-ero, corre-dor, naveg-ante, futbol-ista.

Deben indicarse entre los sufijos los aumentativos, diminutivos y despectivos, que connotan tamaño o apreciación: hombr-ón, buen-azo, perr-ito, rat-ico, abogad-ucho, etc. Los morfemas aumen- tativos, diminutivos y despectivos aparecen en formaciones nominales y adjetivas. Los lexema adverbiales pueden admitir diminutivos (despac-ito, cerquita) y lo mismo pueden hacer los lexemas verbales. Ocurre esto, especialmente, con los gerundios: silband-ito, calland-ico.

Las desinencias son morfemas flexivos que se añaden al lexema para indicar el género y el número, y en los verbos el tema, el tiempo, el aspecto y la persona.

Los morfemas de género se aplican al adjetivo: -o, -a (buen-o, buen-a) en gran número de casos. Otros adjetivos no experimentan cambio alguno: verde, grácil, feliz. Los pronombres también pueden admitir desinencias de género.

Respecto al nombre hay que distinguir: existe morfema de género en el caso del género natural, fundado en la oposición masculino/femenino entre seres animados y expresada por las desinencias -o, -a: perr-o, perr-a, gat-o, gat-a, herman-o, herman-a. Pero no existe morfema de género en el caso del género arbitrario o gramatical, que aplicamos a los seres inanimados La terminación -o no indica que sea masculino. Recordemos los siguientes ejemplos: la mano, la radio, la moto, la foto. Por otra parte tampoco la terminación -a indica que sea femenino, y así decimos: el guardia, el día, el clima, el panorama.

Los morfemas de número en el nombre se dan en los tres alomorfos: -s, -es, -o (casa-s, profesor-es, lunes-o). Los adjetivos y algunos pronombres reciben el morfema de número, pero sólo en dos variantes: -s, -es.

Donde las desinencias alcanzan su mayor flexibilidad y exactitud es en el verbo, ya que pueden dar información sobre el tema, el tiempo, el aspecto, la persona y el número: dividiremos, soñaban.

4. LA PALABRA

La palabra fue, durante siglos, la unidad fundamental de la morfología. La lingüística estructural prescindió de ella, y adoptó las unidades que hemos visto: lexemas y morfemas. Las razones para aquel abandono fueron múltiples. Se decía, por ejemplo, que la palabra no era una unidad mínima. En efecto, intolerables se deja descomponer en cuatro monemas: in-toler-able-s.

Se aducía igualmente el hecho de que la palabra es una realidad muy diferente en las distintas lenguas. Y que los hablantes no tienen una noción clara de ella, como lo prueba el hecho de que los semianalfabetos, al escribir, juntan dos o más palabras.

Modernamente, algunos lingüistas estructuralistas, sin negar la mayor utilidad para el análisis y para la descripción gramatical que tienen el morfema y el lexema, han hecho notar que la palabra es una unidad real, y, por tanto, útil también para el gramático. Esos semianalfabetos que no saben separar las palabras al escribir, pueden separarlas perfectamente al hablar, si se les pide que lo hagan así; lo cual prueba que son unidades reales, aunque no sean mínimas.

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En efecto, la palabra puede estar constituida por un solo monema (pie, con, en, mercurio...), o por más de uno ( pie-s, im-pí-o, re-em-barc--ar-emos...). Y se identifica por los siguientes rasgos:

- tiene limites fijos, de tal modo que siempre es posible introducir otra u otras palabras entre dos: el cartero, el nuevo cartero.

- si está compuesta por monemas, el orden de éstos es fijo. Así, en la palabra intolerable no podemos reordenar de otra manera sus morfemas. No podemos decir toler-in-able, able-toler-in, in-able-toler.

La palabra es, pues, una unidad lingüística, compuesta por una o más unidades de la primera articulación (monemas); en este último caso, sus componentes son impermutables y funcionan como bloque inseparable.

Refiriéndonos al origen de las palabras españolas, vemos que toda palabra española procede de una palabra latina o de una palabra extranjera. Puede también proceder de otra u otras palabras españolas, por derivación o composición, según veremos.

Por razón de, su origen, las palabras admiten esta cuádruple clasificación:

- patrimoniales: son aquellas palabras que, procedentes del latín, se han mantenido constantemente en el idioma, y han experimentado los cambios fonéticos generales: bueno, hijo, silla, cielo, agua...

- cultismos: son aquellas palabras procedentes del latín y del griego que se han introducido en distintos momentos de la historia del español por acción de los cultos (juristas, teólogos, poetas ...), y que, por no venir incorporadas al torrente patrimonial, no han experimentado los cambios característicos de éste, sino que conservan su forma latina (fructífero, cátedra, ánima, infecto) o griega (hidrógeno, oftalmólogo, hipódromo). A veces, una voz latina penetró muy tempranamente en castellano, y evolucionó fonéticamente y también semánticamente; pero, por acción culta, esa misma voz se reintrodujo en el idioma con su forma y significado originarios, dando lugar a los llamados dobletes: colgar y colocar (del lat. collocare), tilde y titulo (del lat. titulum), espalda y espátula (del lat. spatula).

- semicultismos: son palabras, también de origen latino, que, por su tardía introducción o por cualquier otra causa, no han seguido una evolución completa, y presentan un aspecto más evolucionado que el cultismo, y menos que una voz patrimonial: regla, milagro, siglo... (en lugar de reja, miraglo, sejo).

- préstamos: todas aquellas palabras que, en castellano, no proceden del latín. Se denominan arabismos (alcalde, almacén, alcohol), galicismos (restaurante, pincel, garaje), germanismos (espía, guerra, ropa), anglicismos (cheque, pijama, fútbol), italianismos (capricho, campeón, piloto), lusismos (ostra, caramelo, bandeja), catalanismos (paella, cartel, forastero), galleguismos (chubasco, arisco, vigía), vasquismos (izquierda, pizarra, boina), americanismos (patata, chocolate, huracán).

En relación a los préstamos actuales, éstos pueden presentarse bajo la forma de calcos, es decir, traduciéndolos con términos españoles (así, del inglés week-end y honeymoon, se han calcado fin de semana y luna de miel), o bien adaptándolos a nuestra pronunciación y a nuestra ortografía (comando, desodorante, barbacoa). Otros muchos préstamos se mantienen con su ortografía original y con una pronunciación que quiere aproximarse a la de la lengua de procedencia: boutique, croissant, bricolage, camping, lunch, auto-stop, sandwich, parking, stock.

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- acrónimos: en los últimos años se ha desarrollado extraordinariamente la formación de vocablos juntando letras o sílabas de otras palabras, normalmente iniciales (o siglas). Son los llamados acrónimos. Antes sólo existía uno: inri (formado con las iniciales de las palabras Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum). Ahora abundan: Talgo, Mopu, Icona, Otan, Renfe, Unesco, sida, radar, láser.

También es interesante estudiar la cuestión de la formación de las palabras. En todas las lenguas hay un fondo de palabras originales o primitivas, llamadas también simples porque constan de un solo monema (lexema o morfema). Pero como éstas resultan insuficientes para las necesidades de la expresión, que cada vez son mayores en relación con la cultura de los pueblos, las lenguas van formando nuevas palabras sobre la base de las que ya tienen, por sencillos y ágiles procedimientos formativos, que son los siguientes:

- habilitación: palabras de una clase pasan a ejercer de forma permanente funciones propias de otra clase. Así los nombres propios de persona son considerados en algunos casos como nombres comunes (lazarillo, tenorio, quijote, adán, designando, a veces, incluso cosas: quevedos, manuela, simón). Y lo mismo ha ocurrido con algunos nombres de lugar: rioja, málaga, jerez. También hay sustantivos formados mediante habilitación de adjetivos ( el periódico, el estrecho, el bajo, el alba, la gruesa, el llano, la llana), o de verbos (ida, venida, herida, andares, haberes, fallo, pagaré, vale, pésame). Por el contrario, algunos sustantivos han sido convertidos en adjetivos: lince, topo, asno, puerco, llevar vida perra, eres un tarugo.

- derivación: cuando a un lexema se le añade uno o más sufijos: cristalino, sillería, blancura, montecillo, grisáceo, negruzco, pequeñito, ocasionar, igualar, colorear, telefonear.

(No hay que confundir la derivación con la flexión. Esta consiste en añadir desinencias o morfemas flexivos a un lexema para indicar el género y el número, o bien el tema, tiempo, aspecto y la persona).

- prefijación: cuando al lexema se le antepone un elemento (prefijo) que determina su significado: antebrazo, bisabuelo, submarino, ilógico, disgustar, deshacer.

- composición: cuando la palabra consta de dos o más lexemas (o excepcionalmente de dos morfemas: porque) que representan al espíritu una idea única y distinta. El valor y significado de las palabras compuestas puede ser el resultante de la mera suma de sus componentes, pero también puede tener una significación que no coincide con la mera suma de sus componentes. Ejemplos de palabras compuestas son: carricoche, puntapié, buenaventura, tiralíneas, rompeolas, mediodía, manumitir, tontiloco, noble-mente.

La unión de los dos lexemas puede ser más o menos perfecta. El compuesto perfecto adopta para los dos componentes un acento único, que va siempre sobre el segundo componente, y, asimismo, el plural afecta sólo al segundo elemento: padrenuestros, primaveras, primogénitos.

Pero hay otras palabras compuestas en las que sus componentes no se han fundido por completo, y entonces el primer elemento conserva un acento débil o secundario y se pluraliza a la vez que el segundo elemento: gentileshombres, guardiasciviles (junto a guardiaciviles), ricoshombres.

- parasíntesis: cuando en una palabra se combinan, mediante proceso conjunto y simultáneo, la composición y la derivación: sietemesino (no existe ni sietemés ni mesino), cadañero (no existe ni cadaño ni añero).También son parasintéticas las palabras que se han formado mediante la agregación simultánea de un prefijo y un sufijo al lexema:

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desalmado (no existe desalma ni almado), despiadado (no existe despiadar ni piadado), pordiosero, empanar. Pero no serán parasintéticas, por ejemplo, palabras como vanagloriar (existe gloriar y vanagloria) o inutilizar (existe inútil y utilizar).

No hay que olvidar que en la derivación y en la prefijación puede entrar como base no sólo un lexema, sino también un compuesto (avinagrado, vanagloriar), una palabra obtenida por derivación (paternalista, desagradecido), o una palabra obtenida por prefijación (antepenúltimo, disculpable).

- composición ideológica: a veces se agrupan dos o más palabras representando una sola idea, pero sin que por ello dejen de pronunciarse y escribirse separadamente, dando lugar a un compuesto ideológico o unidad léxica inseparable: Buenos Aires, libertad provisional, mil novecientos noventa y ocho, lengua de buey (planta), ojo de buey, cabello de ángel, brazo de gitano, juego de manos, punto de vista, carta de ajuste.

5. EL SINTAGMA

Sintagma es una estructura lingüística que desempeña una función dentro de la oración, que posee un significado propio y coherente (aunque no completo), y que formalmente está constituido por una serie de palabras, de las cuales una es el núcleo sobre el que inciden las demás. La frase El hermano de mi amigo Luis ha aprobado las oposiciones a juez a la primera está formada por el sintagma nominal sujeto el hermano de mi amigo Luis (cuyo núcleo es el hermano), y por el sintagma verbal ha aprobado las oposiciones a juez a la primera, cuyo núcleo es ha aprobado. Hemos definido el sintagma como grupo de palabras. Es lo más frecuente. Pero en ocasiones el sintagma puede estar constituido por una sola palabra, como sucede en la oración Juan duerme.

Los sintagmas se clasifican de acuerdo con la naturaleza del núcleo, y son de cuatro tipos: nominal, verbal, adjetival y adverbial.

El sintagma nominal es una unidad gramatical superior a la palabra, que tiene como núcleo a un sustantivo -o elemento que formalmente lo sustituye- y puede desempeñar diversas funciones dentro de la oración.

Por su forma, el núcleo del sintagma nominal puede aparecer acompañado por morfemas independientes que delimitan la extensión significativa del nombre (determinantes) y otros sintagmas que modifican y completan su significación (adyacentes): Todos los pisos nuevos de este sector tienen ascensor.

Actúan como determinantes los artículos, demostrativos, posesivos, numerales, indefinidos, distributivos, interrogativos, exclamativos. A su vez, funcionan como adyacentes el adjetivo (La situación económica no es demasiado buena), un sintagma nominal con preposición (Me han regalado un reloj de pared), un sintagma nominal sin preposición (Mi hermano Pedro vendrá mañana), o una proposición de relativo (El libro que me regalaste es muy interesante). Si el núcleo del sintagma nominal lleva como adyacente un adjetivo dicho sintagma es homogéneo, mientras que en los otros tres casos es heterogéneo.

El sintagma verbal es la unidad gramatical de nivel superior a la palabra que constituye el predicado de la oración. Su núcleo es el verbo. En su forma más simple, el sintagma verbal puede estar reducido al núcleo verbal: El niño duerme, Raúl estudia. Pero lo más frecuente es que el núcleo aparezca acompañado de diferentes complementos, si el núcleo es de tipo predicativo: Envié un

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mensaje a mis tíos la semana pasada, Raúl ha suspendido la Lengua en la segunda evaluación. Si el núcleo es verbo copulativo, siempre irá acompañado de un elemento con función de atributo: Mi prima Rosa es muy inteligente.

Los sintagmas adjetival o adverbial son sintagmas secundarios que aparecen cuando el adjetivo y el adverbio son elementos regentes, es decir, no forman parte, como modificadores, de otros sintagmas. El sintagma adjetival presenta una estructura en la que el núcleo es el adjetivo, y éste puede ir acompañado de cuantificadores y adyacentes: Mis vecinos son muy dados a los juegos de azar. El sintagma adjetivo desempeña sólo las funciones de atributo o complemento predicativo. El sintagma adverbial tiene como núcleo el adverbio, el cual en ocasiones puede ir acompañado también de cuantificador y adyacente: Mis amigos viven muy cerca del campo de fútbol.

6. LAS PARTES DE LA ORACIÓN

La oración consta de una serie de unidades o palabras, organizadas en un sistema coherente: las partes o categorías de la oración. Ahora bien, el problema de las tradicionalmente llamadas partes de la oración es uno de los temas más controvertidos. Hay desacuerdo en cuanto al número de esas partes y en lo referente al criterio o criterios que deben adoptarse para su clasificación.

Ante todo, hemos de tener en cuenta que las categorías necesarias en una unidad de comunicación son única y exclusivamente dos: verbo y sustantivo. Y puesto que la base de la oración está constituida por el sustantivo y el verbo, las partes de la oración están montadas sobre el eje sintagma nominal - sintagma verbal.

Por partes de la oración debemos entender los diferentes tipos funcionales de elementos que aparecen o pueden aparecer en la actualización discursiva de una comunicación y que, por lo tanto, puedan clasificarse en grupos de similar comportamiento funcional.

¿Cuántas son las partes? Para percatarnos del problema recordemos que antiguamente entre los griegos fueron dos, que en la Gramática de la Academia, en ediciones anteriores a la de 1917, eran diez; y que en las gramáticas actuales son nueve. Mientras la lingüística progrese y se desarrolle la descripción de la lengua, el número de tipos funcionales de elementos gramaticales podrá variar: ese número no constituye en sí algo científico, no es un hecho de verdad objetiva, sino que se trata de algo metodológico. Son vanas, pues, todas las discusiones acerca de este falso problema.

Podemos admitir sencillamente para nuestra descripción las nueve partes o tipos funcionales, tradicionales en nuestras gramáticas, aunque teniendo en cuenta que donde decimos artículo, más adelante situaremos a todos los determinantes; y en donde ahora decimos pronombre, luego quedarán situados los sustitutos. Lo estructuramos, según las incidencias funcionales, en el siguiente esquema:

Pronombre

Artículo Sustantivo Verbo Preposición

Conjunción

Adjetivo Adverbio

Interjección

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Si las enumeramos teniendo en cuenta la estructura funcional morfosintáctica, observamos que sobre la categoría primaria sustantivo incide el verbo, el adjetivo y el artículo, y el pronombre lo sustituye. Sobre la otra categoría primaria verbo incide el adverbio. La preposición y la conjunción sirven de nexos o elementos de relación de todos los niveles morfosintácticos del signo lingüístico; y la interjección sustituye a toda una estructura comunicativa.

La caracterización y análisis funcional de todas y cada una de estas partes será el objeto de la descripción morfosintáctica.

TEMA 5: EL SUSTANTIVO

1. DEFINICIÓN y CLASIFICACIÓN

El sustantivo se puede definir como la palabra con que designamos un objeto físico o suprasensible, pensándolo como concepto independiente. Los sustantivos sirven, pues, para nombrar cuanto tiene existencia, tanto si esta existencia es real, tangible, física, como si solamente se verifica en nuestra imaginación. Así, por ejemplo, un libro es un objeto cuya existencia real podemos comprobar con los sentidos; en cambio, la timidez no podemos nunca percibirla de un modo material, sino solamente mediante una cierta operación mental.

Los sustantivos se piensan en sí mismos, como representaciones o conceptos independientes. Pueden designar personas, cosas, cualidades físicas o morales, acciones, estados ... Los adjetivos y los verbos son necesariamente dependientes: se piensan y expresan adheridos a un sustantivo. Un adjetivo necesita referirse a un sustantivo, al cual añade notas que lo determinan o precisan. Un verbo se piensa como una actividad o estado de un sustantivo. Los adverbios son también dependientes, no del sustantivo, sino del adjetivo o del verbo.

Los sustantivos se pueden clasificar así:

Son concretos los nombres de los seres u objetos que tienen una existencia real: perro, guante, casa. Son abstractos los nombres de objetos que no tienen existencia física y tangible, sino sólo verificable en nuestro pensamiento: blancura, tristeza, vagancia.

Nombre común es el que designa al objeto y lo concreta con un sinnúmero de cualidades. Es connotativo, es decir, nombra a un objeto diciendo qué es: hombre, mesa, libro. Nombre propio es el que designa a los seres sin aludir a sus cualidades. Es denotativo. Designa un individuo determinado, dentro del grupo genérico al que pertenece, pero sólo diciéndonos cómo se llama: Juan, Sevilla, Duero.

Nombre genérico es el que designa un grupo de individuos que poseen un cierto número de cualidades comunes que los distinguen de los demás: silla, puerta, llave. Y, a su vez, puede ser individual, si se refiere a un solo individuo: pie, perro, o colectivo, si a pesar de estar en singular se refiere a un grupo o conjunto de individuos de la misma especie: flota, pinar, enjambre. Los nombres comunes también pueden ser de materia, si corresponden a realidades no numerables aunque si mensurables: oro, plata, agua, cobre.

Los nombres abstractos pueden ser: de cualidad, si son sustantivos derivados de adjetivos: belleza, blancura; de fenómeno, si proceden de verbos: abundancia, movimiento, alabanza; de cantidad, si proceden de numerales o tienen relación con ellos; y se subdividen en numerales, si expresan un

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número determinado de objetos: par, docena, e indefinidos, si expresan un número impreciso de objetos: montón, conjunto, puñado.

También hay muchos sustantivos abstractos que no proceden de derivación: luz, noche, ocio.

2. LA FORMA DEL SUSTANTIVO

Todo sustantivo está formado por un morfema léxico o lexema, soporte del contenido predicativo, y por unos formantes o morfemas gramaticales. Estos formantes son de dos tipos: formantes constitutivos: el género y el número, inherentes e indispensables para la formación sustantiva; y formantes facultativos o libres, los cuales pueden aparecer o no, pues, como su nombre indica, no son indispensables.

El primer formante constitutivo que se añade al lexema es el morfema gramatical de género. En la lengua española no hay sustantivos neutros. Así, la oposición de género en nuestros sustantivos se reduce al sencillo binarismo: femenino (+) / masculino (-). EL femenino es el término marcado frente al masculino, término no marcado. De aquí se deduce que el femenino implica no masculino, pero masculino no implica no femenino. Así, ¡Que salgan las alumnas!: únicamente salen las mujeres. ¡Que salgan los alumnos!: salen todos, hombres y mujeres. Por ello, ante la duda se emplea el masculino: ¿Quién es el dueño de esta casa?, el cual puede ser un dueño o una dueña.

Recordemos que sólo los seres animados tienen género real o natural, fundado en el sexo, mientras que los seres inanimados no tienen género. Les aplicamos un género, que es gramatical o arbitrario, aunque orientado por ciertos condicionamientos,

En cuanto a los sustantivos referentes a seres animados, vemos que la marca morfológica de género es -o/-a (perr-o, perr-a; hij-o, hij-a; herman-o, herman-a), o también -o /-a (señor, señor-a; doctor, doctor-a; pintor, pintor-a).

Esto no supone que todos los sustantivos tengan que presentar necesariamente esa marca formal de género, pues no todos están perfectamente sistematizados formalmente. Dicha marca morfológica de género representa la tendencia de la lengua, pero razones diacrónicas explican en la sincronía actual otros resultados formales.

Todavia hay sustantivos de seres animados que se resisten a la sistematización formal masculino/femenino. La Real Academia los llama de género común cuando se refieren a personas: homicida, mártir, testigo, cónyuge, y de género epiceno (que en griego significa igualmente común) cuando se refieren a animales: perdiz, águila, cigarra, culebra, sapo.

Por el contrario, a veces el género no se expresa morfológicamente, sino por medio de una oposición léxica: mujer/hombre, nuera/yerno, yegua/caballo. Son casos de género lexicalizado. La diferencia formal es muy perfecta, pero el esfuerzo de memorización que supone contradice en gran medida la economía lingüística. Fácilmente se observa que se trata de sustantivos elementales en una sociedad primitiva, sencilla y campesina.

Todos los nombres de cosas, lo mismo materiales que inmateriales, tienen un único y determinado género, que es arbitrario o gramatical, discernido por el uso de la lengua, A unos les conviene el articulo el y a otros el artículo la.

Sin embargo, existe un no muy nutrido grupo de nombres de cosas de género ambiguo, es decir, que vacilan, en el uso corriente de la lengua, entre los dos géneros: mar, calor, margen. Hoy día tiende a desaparecer esta ambigüedad.

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No deben confundirse con los ambiguos otros muchos nombres que tienen el doble uso masculino-femenino, pero cuyo cambio de género obedece a una variedad de la significación: el cólera y la cólera, un vocal y una vocal, el contra y la contra, el orden y la orden. No se puede aquí decir que el género funcione en oposición. Se trata de coincidencias formales homonímicas por razones diacrónicas. En visión sincrónica son lexemas independientes, con su género respectivo.

Finalmente, hay un género llamado dimensional, que es el resultado de la tendencia de la lengua española que emplea la oposición de marca -a /-o para expresar un valor semántico de dimensión o tamaño en los inanimados: saca/saco, cesta/cesto, ría/río, huerta/huerto, donde general- mente el femenino es más amplio en tamaño y más abierto en forma que el masculino.

El otro formante constitutivo del sustantivo es el número, el cual se refiere a la cantidad de individuos, de ejemplares, de piezas repetidas de un conjunto que tomamos en consideración.

La lengua española distingue entre la multiplicidad y la unidad: En términos clásicos constituyen la oposición plural/singular. La cronología lógica de la oposición de número hace que plural implique no singular, mientras que singular no implica no plural: voy a comprar el pan, y después compramos tres panes; ¡Cuánto bar hay en esta ciudad!, y son varios los bares existentes en la ciudad.

La marca que manifiesta el número en el discurso puede ser: -s (mesa-s, gato-s, sofá-s), -es (profesor-es, razon-es, jabalí-es), y -o (los lunes, las crisis, las diócesis).

Esporádicamente se encuentran en el discurso pares de unidades construidas que utilizan la marca de número para diferenciar dos sustantivos de lengua independientes: el celo y los celos, la víspera y las vísperas. Sincrónicamente se trata de una coincidencia formal, lo cual origina que no les convenga cómodamente la variante oposicional de número del sistema, es decir, que uno se emplee siempre y únicamente en plural y el otro adquiera con dificultad la marca de multiplicidad. Diacrónicamente se observa su interrelación significativa, pudiendo considerarse la forma en plural como un semantema derivado de la forma en singular.

Si estudiamos unitariamente los dos formantes constitutivos del sustantivo, debemos subrayar que el género es algo previo, más interno, de anterioridad conceptual sobre el número. El género va ligado al lexema. El número no está ligado al lexema, ya que resulta de una especie de información acerca de cuántos hay de algo.

Los formantes facultativos del sustantivo son de tres tipos: prefijos, sufijos e infijos. Respecto a estos formantes facultativos, conviene precisar que se trata de formas inmersas en un proceso, más o menos avanzado, de lexicalización. Así, el prefijo ante- de la palabra antecedente está plenamente lexicalizado, ya que esta palabra la encuentro en el diccionario, mientras que el mismo prefijo en la palabra antelámpara no está lexicalizado, ya que esta palabra no la encuentro en el diccionario, sino que la construyo yo mismo. Este mismo fenómeno lo podemos apreciar en las palabras bolsillo (figura en el diccionario) y bigotillo (no figura en el diccionario).

Si el formante ya está lexicalizado, deja de ser facultativo, puesto que ha quedado incluido inseparablemente en el lexema base. Si el formante no está lexicalizado, es decir, si su empleo depende del hablante, funciona como formante facultativo.

3. FUNCIÓN DEL SUSTANTIVO y SINTAGMA NOMINAL

Dentro de la oración las diferentes funciones sintácticas son desempeñadas por los sintagmas, entendidos éstos como combinaciones de palabras que forman una unidad con capacidad para desempeñar funciones sintácticas: El amigo de mi hermano Juan estudia la historia del pueblo de sus padres. El sintagma nominal, en concreto, es una unidad gramatical superior a la palabra, que tiene

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como núcleo a un sustantivo -o elemento que formalmente lo sustituye- y puede desempeñar diversas funciones en la oración. No obstante, el sintagma no es necesariamente una combinación de palabras. Puede serlo una sola palabra, siempre que ésta posea autonomía sintáctica y desempeñe una función: Juan estudia historia.

Cualquier secuencia de palabras no es un sintagma nominal. Para que una secuencia de palabras pueda ser considerada sintagma nominal debe desempeñar alguna función sintáctica, estar compuesta de elementos que se relacionan sintácticamente entre sí, y tener como núcleo un sustantivo o elemento que funciona como tal por medio del fenómeno de la sustantivación. La presencia de un sustantivo es indispensable para que se estructure un sintagma nominal.

Las funciones del sintagma nominal coinciden con las funciones del sustantivo núcleo, que es el que lleva las marcas de función, y son a nivel de oración las siguientes:

. Sujeto

. Complemento del verbo: Complemento directo

Complemento indirecto

Suplemento

Complemento circunstancial

Complemento agente

. Complemento del nombre: Complemento preposicional del nombre

Aposición

Yuxtaposición

. Complemento del adjetivo

. Complemento del adverbio

. Funciones adjetivas: Atributo

Complemento predicativo

. Vocativo

A) SUJETO

Es el sintagma nominal del que se predica un sintagma verbal. El núcleo del sintagma nominal en función de sujeto es un sustantivo sin preposición: El teléfono suena, Los obreros trabajan, El primo de Laura es estudioso, La subida de impuestos fue aprobada por todos.

Si a veces el núcleo del sintagma nominal en función de sujeto va precedido de preposición, es porque tal morfema ha perdido su valor: Hasta los niños quieren mandar, Lo pagaron entre todas las vecinas del barrio.

Observemos cómo el verbo concierta con el sujeto en número y persona (y en la pasiva, también en terminación genérica). Y esta concordancia la deberemos tener muy en cuenta a la hora de determinar cuál es el sujeto de la oración.

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Desde el punto de vista de la relación semántica podemos distinguir los siguientes tipos de sujeto:

. agente, cuando verdaderamente realiza la acción del verbo: Pedro fabrica muebles.

. paciente, cuando el sujeto recibe la acción del verbo: Mónica ha sido admitida en mi empresa.

. causativo, si el sujeto es la causa, pero no el agente inmediato de la acción: Felipe II construyó El Escorial.

. estativo, cuando el verbo tiene un significado simplemente situacional: Mi hermana se quedó en casa.

. pseudo-agente, si el sujeto aparentemente es agente, pero en la realidad sufre o recibe la acción verbal: Tomás ha perdido un riñón.

B) COMPLEMENTO DEL VERBO

El verbo de una oración puede bastar por sí solo para expresar todo lo que queremos decir del sujeto, o bien puede llevar palabras que completen la predicación. En el primer caso, el verbo es de predicación completa. No hay en el predicado más palabra que él: El niño duerme, El perro huyó. En el segundo caso -que es el más frecuente-, acompañan al verbo otras palabras que, por completar todo lo que deseamos decir del sujeto, se llaman complementos. El verbo es entonces de predicación incompleta: El niño duerme en la cuna, El perro huyó por aquella calle.

Desempeñan el papel de complementos todos los elementos sintácticos que componen el predicado fuera del verbo. A veces los complementos son objetivamente necesarios para el sentido del verbo. Si decimos, por ejemplo, La niña ha dado hace falta añadir algo más para comprender la oración (un juguete, una limosna). Ordinariamente, sin embargo, la presencia o ausencia de uno o más complementos depende de necesidades subjetivas de la expresión. Sólo algunas verbos exigen casi siempre algún complemento por necesidad de su propio significado. Por lo general, al hablar de pre-dicación completa e incompleta nos referimos a cada caso concreto, y no a la naturaleza del verbo en cuestión, ya que un mismo verbo puede llevar complementos o carecer de ellos.

Atendiendo a su función sintáctica, los complementos del verbo determinan la acción verbal, y pueden ser de diferentes clases:

a) Complemento directo

Es un adjunto verbal que completa el significado del verbo indicando el objeto (persona, animal o cosa) en que recae directamente la acción expresada por el verbo.

Cuando el complemento directo es nombre de cosa, se une al verbo directamente, es decir, sin preposición: Mi tío come peras, Begoña ha escrito un libro de cuentos. Pero si el complemento directo se refiere a persona o cosa personificada, se une al verbo mediante el nexo o preposición a: En la calle vimos a tu hermano, Carmen invitó a su primo Felipe, Los pájaros saludaban a la aurora. Mas no llevará la preposición a si se trata de persona totalmente indeterminada: Busco un criado, Vimos una niña en el jardín. Sin embargo, estas reglas conocen excepciones, y hay casos en los que existe vacilación.

El complemento directo se reconoce convirtiendo la oración en pasiva: Mi tío come peras / Peras son comidas por mi tío; Vimos a tu hermana en la calle / Tu hermana fue vista por nosotros en la calle.

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b) Complemento indirecto

Expresa la persona, animal o cosa que recibe daño o provecho de la acción del verbo, e irá ligado al verbo por los nexos o preposiciones a, para: El alumno pidió dinero a sus tíos, Mis padres compraron un regalo para Pepita, Juan no habla a los tios de su novia, Traigo un encargo para tu abuela, Pondremos un toldo al carro.

Algunas veces pueden confundirse el complemento directo y el indirecto, en especial si se trata de una persona, pues en uno y otro caso lleva la preposición a. Entonces lo más práctico en el análisis es recurrir al giro pasivo. Si el término dudoso pasa a ser sujeto del verbo en pasiva, se trata de un complemento directo: El profesor felicitó a los alumnos / Los alumnos fueron felicitados por el profesor. De lo contrario, sería complemento indirecto: en Mamá escribe a mi tía no puedo decir Mi tía es escrita por mamá.

Asimismo, no deben confundirse el complemento indirecto y el complemento circunstancial de finalidad. El complemento indirecto indica la persona, animal o cosa que recibe el provecho de la acción, mientras que el complemento de finalidad indica el objetivo de la acción: Se prepara para la reválida, Trabaja para su bienestar.

c) Suplemento

Es aquel que, no siendo complemento directo ni indirecto, no puede ser suprimido sin que la oración cambie esencialmente de significado o desaparezca. El suplemento se caracteriza por la presencia de un nexo preposicional régimen del verbo. Ejemplos: El conferenciante trató de astronomía, Yo creo en Dios, No me acuerdo del apellido de Lola, Carlos cuenta ya con los medios necesarios para la empresa, Los medios informativos carecían de noticias fidedignas, La tesis versaba sobre lingülstíca, Rosa se dedica a la investigación del cáncer, Mi amigo entiende de relojes, El presidente disentia del resto de la asamblea.

d) Complemento circunstancial

Es un adyacente del verbo que aporta significados de lugar, tiempo, modo, instrumento, causa, finalidad, compañía, etc. Se puede eliminar sin que se resienta la gramaticalidad de la oración, aunque se pierda información.

Los complementos circunstanciales pueden llevar cualquier preposición: Desde la casa de mi abuela se ve la torre de la catedral, Escribiré con la pluma nueva, Los chicos pasean por el jardín, Sirvieron el pescado en cazuelas de barro, Vive en una zona residencial de Madrid, Salgo para Barcelona.

Algunas veces el complemento circunstancial va sin preposición: Pedro ha llegado esta tarde, Estuve dos meses en Sevilla, He contado el dinero veinte veces.

e) Complemento agente

Es un nombre que, precedido por la preposición por o, menos frecuentemente, por la preposición de, acompaña a los verbos pasivos indicando el realizador de la acción: Los ministros son nombrados por el jefe de gobierno, El presupuesto fue aprobado por toda la asamblea, Esto es bien sabido de todos.

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C) COMPLEMENTO DEL NOMBRE

El sustantivo, cualquiera que sea su función, puede estar también complementado por otro sustantivo, el cual vendría a determinar, aclarar o precisar el significado del primer sustantivo. El sustantivo complementario suele ir precedido de preposición, pero también puede presentarse sin preposición. Dentro del complemento del nombre podemos distinguir los siguientes tipos:

a) Complemento preposicional del nombre

La significación del sustantivo se completa frecuentemente mediante un nombre con preposición, es decir, mediante un complemento preposicional: Ya he comprado el libro de Filosofía, El regreso al centro de la ciudad se realizó de forma ordenada. La preposición más frecuente en este complemento preposicional es de, pero todas las preposiciones pueden usarse con los sustantivos complementarios: amor de madre, árbol sin fruto, café con leche, viaje a los Andes, una marcha a pie, excursión en automóvil, lucha por la vida, papel para cartas, miel sobre hojuelas.

La preposición y su término forman un concepto adjetivo que califica al sustantivo al cual complementa, Asi, un árbol sin hojas equivale a un árbol deshojado; amor de madre equivale a amor materno. No siempre puede hacerse esta sustitución, por no tener el idioma en uso todos los adjetivos equivalentes, pero es evidente el carácter adjetivo de la frase preposicional complementaria de un sustantivo.

En algunos casos, el sustantivo y su complemento preposicional forman unidades léxicas inseparables: paso de cebra, centro de salud, mesilla de noche, lágrimas de cocodrilo.

b) Aposición

El sustantivo que sirve de complemento a otro sustantivo, pero que va unido a él sin preposición alguna, se dice que va en aposición. Los dos sustantivos nombran la misma persona o cosa, pero el segundo explica al primero, o lo especifica. Así, en frases como Toledo, la ciudad del Tajo, y Carlos I, el Emperador, los sustantivos ciudad y emperador se encuentran en aposición con Toledo y Carlos I, respectivamente. Pero el sustantivo complementario nada añade a la idea que tenemos formada del nombre a que se refiere. Se limita a hacer resaltar una nota o aspecto que nos parece característico o particularmente interesante. En este caso la aposición es explicativa.

Sin embargo, en las expresiones el río Ebro y el planeta Júpiter la aposición es especificativa, puesto que determina y distingue al rio Ebro entre otros ríos, y al planeta Júpiter entre otros planetas.

El nombre en aposición explicativa suele separarse por una pausa en la pronunciación y por una coma en la escritura. En la aposición especificativa no hay pausa alguna y, por tanto, en la escritura no va entre comas.

Un caso especial de aposición es el de ciudades, meses, islas, cabos, calles, plazas, etc., en los que el nombre en aposición va precedido de la preposición de: la ciudad de Marsella, el mes de octubre, la isla de Puerto Rico, el cabo de Palos, calle de Alcalá, plaza de España. En la actualidad hay cierta tendencia a suprimir la preposición en varios de los casos antes indicados.

El nombre en aposición, aunque vaya introducido por la preposición de, no puede confundirse con el complemento preposicional, ya que en la aposición el nombre núcleo es el génerico y el nombre en aposición es el concreto o propio del objeto, nombrando ambos a un mismo objeto. La relación que existe entre ambos es la de inclusión (ciudad incluye a Marsella). Por el contrario, en el complemento preposicional ambos nombran a dos conceptos diversos, entre los cuales existe una relación de intersec-

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ción: mesa y madera se encuentran en mesa de madera, pero hay muchas mesas que no son de madera y muchas cosas de madera que no son mesas. Con todo, en algunas ocasiones puede haber duda de si un determinado elemento es aposición o complemento preposicional, ya que se trata de frases ambiguas: Vivo en la calle de Pelayo, Reside en el pueblo de Pedro Abad.

c) Yuxtaposición

Un sustantivo se encuentra en yuxtaposición cuando determina a otro, como formando parte de un complemento preposicional en el que se ha suprimido la preposición, y aparece el nombre determinativo situado junto al núcleo: Mi bolígrafo es de color (de) limón, Le regaló una lámpara (de) estilo modernista, Me he comprado un abrigo (de) color gris.

D) COMPLEMENTO DEL ADJETIVO

El sustantivo también puede completar a un adjetivo, ya que la cualidad que expresa un adjetivo respecto al sustantivo al que se refiere puede limitarse o concretarse mediante un sustantivo precedido de preposición. Si digo, por ejemplo, que Mi maestro es sabio, la cualidad de sabio se la atribuyo de modo general. Pero si digo sabio en jurisprudencia, limito la significación del adjetivo. Otros ejemplos: dócil a la advertencia, diligente con los negocios, sedientos de justicia, fieles a su rey, limítrofe con Francia, descontento de ti.

Un caso especial dentro del complemento del adjetivo es el siguiente: a veces concertamos con un sustantivo el adjetivo que debiera concertar con un complemento de dicho sustantivo, y es porque atribuimos al todo la calificación que en realidad no corresponde más que a una de sus partes. Así, en vez de decir Luis es de entendimiento corto, decimos Luis es corto de entendimiento; y en vez de decir Era una moza de cuerpo pequeño, decimos Era una moza pequeña de cuerpo.

Otras veces construimos con la preposición de, y detrás del adjetivo, el sustantivo a que aquél se refiere: el bueno de Pedro, la picara de la muchacha, el infeliz de Luis, en lugar de el buen Pedro, la picara muchacha, el infeliz Luis. Parece que hay en estos casos una intensificación del adjetivo, unida a un sentido de compasión, ironía o menosprecio.

E) COMPLEMENTO DEL ADVERBIO

Consiste en un sustantivo precedido de preposición, que sigue a un adverbio al que determina. Este complemento sirve para precisar el valor y significado del adverbio: Vive lejos de mi casa, Trabaja cerca de la iglesia de Santa Engracia.

F) FUNCIONES ADJETIVAS

Son dos: atributo y complemento predicativo. La significación de estas dos funciones son netamente adjetivas, ya que el sustantivo que desempeña dichas funciones es considerado como portador de un conjunto de cualidades. En las oraciones Andrés era soldado y Mi hermano es médico atribuimos a los sustantivos sujetos Andrés y mi hermano el complejo de cualidades que significan los atributos soldado y médico, respectivamente.

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a) Atributo

Junto con el verbo copulativo constituye el predicado nominal. El predicado nominal expresa o enuncia cualidades del sujeto. Consecuentemente, el atributo hace referencia al sujeto y al verbo copulativo: Pedro es médico. El Tajo es el río más largo de España, Su madre era alcaldesa de Sevilla.

Los verbos copulativos son ser y estar, pero también pueden actuar como copulativos los verbos parecer, llamarse, volverse.

b) Complemento predicativo

Un sustantivo desempeña la función de complemento predicativo cuando hace referencia, a la vez, al sujeto y a un verbo no copulativo: Mi padre fue elegido presidente de la sociedad, Aurora ha sido nombrada ministra de justicia, En casa de sus tíos Luis es considerado como un hijo, En los cónclaves, generalmente, quien entra papa, sale cardenal.

También desempeña la función de complemento predicativo el sustantivo que hace referencia a la vez al complemento directo y al verbo: Le nombraron director del banco, Le tomaron por el padre de mi amigo, A esa señora la consideraban madre suya, La proclamaron candidata, Le eligieron presidente, Le hicieron jefe de ventas.

G) VOCATIVO

El vocativo no es complemento de ninguno de los componentes de la oración, ni guarda con ellos relación gramatical alguna. Por esto va sin preposición. Los vocativos son palabras aisladas del resto de la oración por medio de pausas en el lenguaje hablado, y de comas en el escrito. Pertenecen a la función apelativa del lenguaje.

El vocativo es el nombre de la persona o cosa personificada a quien dirigimos la palabra. No suele llevar artículo ni demostrativos, pero sí posesivos: Tomás, abre la puerta, ¡Cielos, ayudadme!.

Su colocación al principio, en medio o al fin de la oración, es gramaticalmente indiferente, pero no tiene el mismo valor expresivo. Al principio de la oración, llama la atención del interlocutor hacia lo que va a decirse, generalmente un mandato, súplica o pregunta. En medio o al fin de la oración, es casi siempre enfático; su papel suele limitarse a reforzar la expresión o a suavizarla, según los matices que la entonación refleje.

4. LA SUSTANTIVACIÓN

Un elemento lingüístico puede clasificarse como sustantivo de lengua cuando presenta esa categoría funcional por naturaleza, es decir, con una potencialidad básica de funcionar como tal en el discurso. Así constan en el diccionario, según un criterio de categorización en consideración aislada. Pero se debe catalogar como sustantivo de discurso todo elemento o grupo de elementos que en la actualización morfosintáctica del discurso funcione o se comporte como sustantivo. Su forma y estructura, así como su categoría básica, pueden ser varias.

Podemos encontrar desempeñando la función de sustantivo a nivel de discurso (además del sustantivo, como es lógico, y del sustituto o pronombre) los siguientes elementos:

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un adjetivo: Lo barato siempre resulta caro, Tomás se ha comprado un piso nuevo, pero todavía vive en el viejo.

un verbo: El comer es lo de menos, Lo cosido déjalo en la cesta.

un adverbio: El sí de esta chica le hizo feliz.

una proposición subordinada sustantiva: Te ruego que vuelvas mañana.

una proposición de relativo: Lo que me contaste me interesa mucho.

Incluso en algunos casos el artículo, la preposición y la conjunción pueden desempeñar la función de sustantivo: Para es una preposición, La es un artículo, El porque es una conjunción causal.

A veces un complemento preposicional va precedido del artículo, con lo cual deja de funcionar como tal complemento preposicional: Ayer vinieron los de la contribución, Le espera el del agua.

TEMA 6: EL ADJETIVO

1. DEFINICIÓN y CLASIFICACIÓN

Los adjetivos son palabras que inciden sobre los sustantivos (o palabras sustantivadas), indicando algunas de sus cualidades o limitando de algún modo la extensión en que se toma el sustantivo. Son términos adyacentes del sintagma nominal.

Podemos distinguir dos clases de adjetivos:

calificativos: describen al sustantivo informándonos acerca de alguna cualidad interna o externa del objeto: ojos claros, bella tarde.

determinativos: concretan, por medio de diferentes relaciones, la significación o extensión en que ha de tomarse el sustantivo: estas cuatro paredes, mi pueblo.

2. LA FORMA DEL ADJETIVO

En el adjetivo encontramos los mismos elementos formales que en el sustantivo, a saber: un lexema (forma que sirve para manifestar una nueva aportación semántica), los formantes constitutivos de género y de número, y los formantes facultativos o libres (éstos aparecen sólo en los adjetivos calificativos y muy raras veces en alguno de los determinativos).

En la forma del lexema hay que considerar la apócope de santo en san cuando precede a un nombre de bienaventurado (San Luis, pero santo varón), la de grande en gran cuando precede al sustantivo (gran acontecimiento, gran mesa), y las de bueno y malo cuando preceden a un sustantivo masculino (buen amigo, mal día).

El morfema de género en el adjetivo responde a una simple asimilación de concordancia: por razones sintagmáticas el adjetivo es modificado formalmente por el sustantivo al que modifica funcio- nalmente y toma su género. Conoce las siguientes alternancias morfemáticas: -o / -a, o / -a, o / o (blanco, blanca; hablador, habladora; azul, azul).

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Hablamos de alternancia de morfemas y no de oposición, pues el adjetivo es agenérico. La cualidad hablador, por ejemplo, no es ni femenina ni masculina, pero puede aplicarse a un ser sustantivo masculino o femenino.

En cuanto al formante constitutivo de número debemos aplicar idéntico razonamiento que para el género. Se trata también de un morfema de concordancia. La cualidad no es numerable, pero el adjetivo toma el morfema de número del sustantivo sobre el cual incide.

El morfema de número conoce las siguientes alternancias formales: -s y -es (bueno, buenos; hablador, habladores).

Los formantes facultativos o libres son los mismos en forma y significación que los del sustantivo, y también pueden ser lexicalizados (amarillento) o verdaderamente facultativos (pequeñito).

Un caso que parece especial, y no lo es verdaderamente, es el de un adjetivo que incide en varios sustantivos. La lógica del sistema pide que dicho adjetivo adquiera, en cuanto al formante de número, el plural, puesto que se refiere a una realidad múltiple. Y en cuanto al formante de género, tomará el formante femenino si todos los sustantivos son de género femenino, el formante masculino si todos los sustantivos son de género masculino, y formante masculino si hay sustantivos masculinos y femeninos (a causa de los criterios lógicos de la oposición binaria donde el masculino no implica no fe-menino): Adquirió a buen precio un cuadro y una escultura artísticos.

3. LA FUNCIÓN DEL ADJETIVO

El adjetivo incide funcionalmente sobre el sustantivo, ya que se comporta como uno de los modificadores funcionales del sustantivo y el principal de los situados en el sintagma nominal.

A nivel de función debemos distinguir entre el adjetivo adjunto (es el adjetivo agregado directamente al término primario, sin ligamen: la noche oscura) y el adjetivo conexo (es el adjetivo unido al término primario mediante el verbo: La noche es oscura, El río viene turbio.

a) ADJETIVO ADJUNTO

Como acabamos de indicar, el adjetivo adjunto es el adjetivo agregado directamente al término primario o sustantivo. Está integrado, por tanto, dentro de un sintagma nominal.

En cuanto a la posición del adjetivo tenemos que observar lo siguiente:

Los adjetivos determinativos se anteponen normalmente al sustantivo funcionando como determinantes del sintagma nominal: veinte vacas, primer premio, esta casa, sus hermanos, muchos hombres, algunos amigos, otro día. Sin embargo, hay algunas excepciones: Carlos III, dos horas y media, el hombre ese, día 15, fila cuarta.

El adjetivo calificativo puede seguir o preceder al sustantivo a que se refiere, pero su valor expresivo no es el mismo en uno y otro caso,

Cuando va detrás del nombre, el adjetivo es especificativo, desempeñando una funcidn determinativa, definitoria, restrictiva de la significación del sustantivo: Dame el abrigo gris, Iba con su hermano pequeño. Los adjetivos gris y pequeño precisan de qué abrigo y de qué hermano se trata, para diferenciarlos de otros abrigos y de otros hermanos. Sin esos adjetivos las mencionadas oraciones ofrecerían una información incompleta. En ciertos casos, el adjetivo especificativo puede ir delante del sustantivo. Suele suceder esto con adjetivos de significación cuantitativa: enorme, mínimo, gran, extraordinario, mayor, etc.

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En la lengua hablada nunca se debe hacer pausa entre el sustantivo y el adjetivo especificativo. Consiguientemente, tampoco habrá coma entre ambos en el lenguaje escrito.

Cuando va antepuesto al sustantivo, el adjetivo calificativo suele ser explicativo (se exceptúan los adjetivos cuantitativos y aquellos que presentan siempre posición fija). El adjetivo explicativo se limita a señalar una cualidad del sustantivo, pero su función no es definidora ya que, si prescindimos de dicho adjetivo, la oración ofrecerá una información menor, pero no incompleta. Ejemplos: Me llamó con insistente apremio, El cauteloso gato venía despacio, Los valientes soldados atacaron. Si suprimiéramos los adjetivos insistente, cauteloso y valientes, las respectivas oraciones seguirían dándonos una información completa.

Una variedad del adjetivo explicativo es el epíteto constante, el cual señala cualidades intrínsecas o propias de un sustantivo: blanca nieve, manso cordero.

El adjetivo explicativo precede al sustantivo, pero sin que medie pausa en el lenguaje hablados o coma en el lenguaje escrito.

A veces el adjetivo explicativo puede ir detrás del nombre, pero entonces va destacado entre pausas (que en el lenguaje escrito se representan por comas). Sucede esto cuando queremos realzar la cualidad: El niño, perplejo, no supo qué contestar; El gato, cauteloso, avanzaba hacia nosotros; El jardín, abandonado, evocaba otros tiempos. En estos casos el adjetivo adquiere relieve propio y funciona como una aposición o inciso explicativo.

No siempre es explicativo el adjetivo que precede al sustantivo. Ya hemos visto el caso de los adjetivos que tienen significación cuantitativa. Y hay también adjetivos especificativos que manifiestan clara tendencia a colocarse delante del sustantivo: mala suerte, mal agüero, la pura verdad, rara vez, mera opinión.

Finalmente, existen algunos adjetivos calificativos especificativos cuyo significado varía según el lugar que ocupan con respecto al sustantivo: cierta noticia, noticia cierta; pobre hombre, hombre pobre; simple soldado, soldado simple; triste empleado, empleado triste; nueva casa, casa nueva.

b) ADJETIVO CONEXO

Se trata del adjetivo unido al término primario o sustantivo mediante el verbo, y puede desempeñar una doble función: de atributo, y de complemento predicativo, funciones que -como ya hemos visto- las puede desempeñar también un sustantivo.

El adjetivo desempeña la función de atributo cuando se refiere a la vez al sujeto (con el cual concuerda en género y número} y a un verbo copulativo: El gato es cauteloso, El viento era fuerte, Mis hermanos son amantes del estudio, Toda la ciudad está encantada con su nueva alcaldesa.

A veces un sintagma preposicional puede desempeñar una función como de atributo, ya que equivale a un adjetivo: Mi amigo está de mal humor (Mi amigo está malhumorado), Mi esposa es de Madrid (Mi esposa es madrileña), Pablo está con un enfado terrible (Pablo está enfadadísimo).

El adjetivo desempeña la función de complemento predicativo cuando se refiere a la vez al sujeto (con el cual concuerda en género y número) y a un verbo no copulativo: El gato avanzaba cauteloso, El río viene turbio, El reo oyó impasible la sentencia.

También desempeña la función de complemento predicativo el adjetivo que hace referencia a la vez al complemento directo y al verbo: Encuentro caros estos zapatos, La directora puso verde al conserje, Lo toman por tonto, Este premio no lo considero digno de ti.

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4. LA GRADACIÓN DEL ADJETIVO

Un adjetivo puede presentarse con su cualidad pura, ni aumentada, ni disminuida ni comparada: una excursión agradable. Se dice, entonces, que está en grado positivo. Pero esta cualidad puede aparecer con modificaciones que la cuantifican o la comparan: una excursión muy agradable, una excursión particularmente agradable, una excursión más agradable que la vuestra.

La cuantificación de los adjetivos se realiza normalmente por medio de adverbios: casi, poco, bastante, muy, demasiado, extremadamente, particularmente, terriblemente, excepcionalmente, especialmente. También puede realizarse por medio del morfema -ísimo, y alguna vez -érrimo. Mas no todos los adjetivos admiten cuantificación. Es imposible decir, por ejemplo, ganado muy vacuno, duración muy eterna.

Tradicionalmente, se dice que un adjetivo se presenta en grado superlativo cuando se cuantifica su significado con la máxima intensidad. Ello se logra con el sufijo -ísimo (listísimo, bellísima) y con los adverbios muy (el más usado), harto, excepcionalmente, extremadamente, rigurosamente (muy listo, harto aburrido, extremadamente inteligente).

La lengua no cesa de crear procedimientos para intensificar superlativamente al adjetivo: pedazo de tonto; tonto que tonto; torpe, más que torpe. Y cunde hoy, especialmente, el empleo de prefijos, como super- y extra-, etc.: superautomático, superpuntual, extraplano.

Hasta aquí hemos citado ejemplos de superlativos absolutos. Con ellos la cualidad del objeto se exalta sin tener en cuenta ningún otro objeto. Pero también existe el superlativo relativo, que tiene lugar cuando se atribuye a un sustantivo una cualidad de intensidad máxima o mínima pero relacionándola con todo un conjunto. Este tipo de superlativo se expresa por medio de el más + adjetivo + de o con el menos + adjetivo + de: Esta moneda es la más valiosa de mi colección, Es el menos estudioso de sus hermanos.

La cualidad significada por el adjetivo puede también ser modificada por comparación con otros sustantivos que poseen dicha cualidad, o bien por comparación con otra cualidad: Esta alumna es más inteligente que su hermano, César es más inteligente que estudioso. Este es el grado llamado comparativo, que puede ser de superioridad (más... que), de igualdad (tan... como) y de inferioridad (menos... que).

5. LA ADJETIVACIÓN

Del mismo modo que algunas palabras, sin ser verdaderos sustantivos, toman este carácter -ya sea de un modo permanente, o bien de un modo pasajero- también algunas palabras que no son verdaderos adjetivos experimentan un cambio y entran a formar parte de esta categoría. Este fenómeno recibe el nombre de adjetivación.

Encontramos, en primer lugar, la adjetivación permanente o léxica que se da en ciertos sustantivos, que abandonan o no su antiguo carácter. En el primer caso está, por ejemplo, bermejo (que procede del latín vermiculum -gusanillo, cochinilla de la encina, que da el color escarlata-), el cual ha abandonado su antiguo carácter de sustantivo. Hay otros sustantivos que experimentan la adjetivación, pero no pierden su carácter de sustantivos. Éste es el caso, entre otros, de rosa (color rosa), mosca (hombre mosca), carbón (papel carbón), satélite (ciudad satélite), etc.

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El nombre adjetivado incluso cambia de género según el nombre al que se adjunte: día perro, vida perra. No ocurre necesariamente lo mismo con respecto al número: ciudades satélite. También pueden ser intensificados con los adverbios consabidos: muy mujer, poco hombre.

Existen palabras como negro, español, sabio, que pueden referirse a personas y entonces entran en la clase de los nombres, o pueden significar una cualidad y pertenecen, por consiguiente, a la categoría del adjetivo. De ahí, la existencia de sintagmas ambiguos per permiten los dos análisis, como en los siguientes ejemplos: un sabio inglés / un sabio inglés; un viejo amigo / un viejo amigo.

Igualmente, desempeñan la función de adjetivo las proposiciones de relativo que califican o determinan a un sustantivo de la proposición principal, al cual llamamos antecedente: El médico de quien te hablé ayer es amigo mío. El empleo de este tipo de proposiciones permite atribuir al sustantivo cualidades muy complejas para las cuales no tiene el idioma adjetivos léxicos: la casa que hace esquina (no tenemos el adjetivo esquinera). Como verdaderos adjetivos que son, estas proposiciones de relativo pueden ser especificativas o explicativas.

También ciertas expresiones o locuciones adquieren claramente el carácter de adjetivo: Víctor es de armas tomar, Me quedé con la boca abierta, Tenemos un alcalde de chicha y nabo, Estos muebles son de tente mientras cobro. Asimismo, los adverbios así y bien se adjetivan cuando modifican a un sustantivo: Una casa así gusta a cualquiera, Noelia es una chica bien.

TEMA 7: LOS DETERMINANTES

Dentro del sintagma nominal existe una clase de elementos llamados determinantes, los cuales ofrecen un rasgo característico común que los distingue de las demás clases de palabras. Hay dos tipos de determinantes: los actualizadores y los cuantificadores.

En la clase de actualizadores diferenciamos tres tipos: el artículo, el demostrativo y el posesivo. Para entender la noción de actualizador hay que partir del siguiente hecho. Un sustantivo puede hallarse en dos estados: virtual y actual. En un estado virtual el sustantivo contiene toda su sustancia semántica sin aplicación a una limitación concreta de esa sustancia. En el sustantivo perro se contienen todos los perros y todas las características de esos animales. Sin embargo, para aplicarlo a la realidad de un ser de ese conjunto o de varios tenemos que usar el artículo, el demostrativo o el posesivo, y decir: el perro, este perro o mi perro. De este modo el sustantivo queda colocado en un aquí y ahora, se halla actualizado y es por ello un sustantivo en estado actual.

Los cuantificadores, por su parte, presentan y determinan al sustantivo, delimitando al mismo tiempo su extensión cuantitativa. La cuantificación que revelan es de dos tipos: una cuantificación exacta y precisa (son los llamados numerales) o una cuantificación apreciativa (son los llamados extensivos).

1. EL ARTÍCULO

El artículo es, histórica y funcionalmente, un adjetivo demostrativo (es derivado del demostrativo latino) de significación debilitada. No expresa localización, como los demostrativos, ni puede usarse independientemente de los sustantivos. Es un morfema gramatical sin contenido alguno de significación, pero con el valor gramatical de actualizar en el discurso al sustantivo al que acompaña, al mismo tiempo que precisa claramente sus valores de género y de número, siempre presentes en el

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sustantivo. También puede tener un valor deíctico o señalador (Ayer vino a verme un alumno. Cuando el alumno se dirigió a mí...), y también generalizador (El hombre es mortal).

El auténtico artículo es el llamado determinado, que tiene las formas el, la, los, las. La forma lo se emplea únicamente en la sustantivación en discurso de un adjetivo de lengua cuando se quiere actualizar solamente la cualidad general sin individualizarla: lo útil, lo interesante. Se puede contrastrar, por ejemplo, las expresiones el español y lo español.

El tradicionalmente denominado artículo indeterminado no es propiamente artículo, sino un adjetivo (numeral o indefinido) parcialmente gramaticalizado, que conserva sus valores de indetermi- nación y unitario, y a veces un valor enfático.

El artículo, por ser morfema facultativo del sintagma nominal, puede estar presente o no. La ausencia del artículo facilita una mayor abstracción o valor genérico al sustantivo común: oros son triunfos, compro antigüedades. Y la presencia del artículo presta mayor concreción y limitación, e individualiza al nombre: Dame el libro, Celebramos los triunfos del equipo. Con esto hemos señalado sólo una ley general, la cual -como es lógico- tiene excepciones; y así puedo decir Voy a casa, donde to-dos entendemos que se trata de la mía propia, sin necesidad de actualización identificadora.

Cuando el sustantivo va precedido de otro elemento actualizador (un demostrativo o un posesivo), o posee función apelativa (de llamada y referencia) como en el vocativo, nunca aparece el artículo: estos chicos; mis alumnos; para y óyeme, oh sol.

2. EL DEMOSTRATIVO

El demostrativo se comporta funcionalmente como un presentador, el cual, además de actualizar al sustantivo base del sintagma nominal en que se construye, señala deíctica o mostrativamente al mismo, manifestándose así en su valor de determinativo.

Su función actualizadora motiva su repugnancia a ser acompañado por el artículo; y la mostración o deíxis que conlleva y le es específica dentro de la clase de los presentadores, origina una referencia espacial o temporal que en castellano se organiza en conformidad con un criterio de relación a las tres personas lingüísticas (yo: este, esta, estos, estas; tú: ese, esa, esos, esas; él: aquel, aquella, aquellos, aquellas).

La función principal de los demostrativos, como presentadores, en el lenguaje es señalar, llamar nuestra atención sobre algo en forma semejante a como podría hacerlo un indicador o un gesto. Es lógico que este señalamiento procure, ante todo, precisar el lugar que ocupa, en relación con nosotros, el objeto indicado: este libro, esa mesa, aquella ventana. Esta graduación no sólo puede establecerse en el espacio, sino también en el tiempo: este año, ese día, aquel tiempo. El demostrativo, además, puede expresar una variante de insistencia identificadora con el apoyo formal de insistencia mismo (Lo verás en este mismo libro).

Junto a esta función primitiva, los demostrativos pueden significar también una indicación gramatical anafórica (si haca referencia a un elemento antes mencionado) o catafórica (si hace referencia a un elemento que va a venir después): ...; este error no lo vuelvas a cometer / No vuelvas a cometer este error: ...

A veces empleamos los demostrativos para evocar objetos ausentes o inmateriales: Es una de esas calles solitarias, Está en uno de esos momentos críticos. Y en ocasiones, cuando queremos dar mayor énfasis a la expresión, ponemos un demostrativo en lugar del artículo: Quita esos pies de ahí, No sé que tienes dentro de esa cabeza.

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3. EL POSESIVO

El posesivo es, al igual que el artículo y el demostrativo, un presentador actualizador. Y de la misma manera que el demostrativo añade a su función de determinante actualizador un valor mostrativo, el posesivo añade una idea de posesión en calidad de adjetivo determinativo.

Como la posesión implica la existencia de un poseedor que disfrute de la pertenencia, los posesivos llevan siempre en sí la referencia a una de las tres personas lingüísticas.

Cuando los posesivos realizan su doble función (actualización y referencia a una persona poseedora) van antepuestos en la combinatoria lineal del sintagma nominal y rehúyen en alto grado el empleo o presencia simultánea del artículo y demostrativo: mi patria, vuestro trabajo. Cuando el posesivo únicamente desempeña la función de adjetivo determinativo, y no el valor de actualizador, ofrece otro tipo de distribución, pasando a ocupar un lugar pospuesto al sustantivo: la patria mía, el trabajo vuestro.

Las formas del posesivo como presentador son las siguientes:

. un poseedor un objeto poseído mi, tu, su

. un poseedor varios objetos poseídos mis, tus, sus

. varios poseedores un objeto poseído nuestro/a, vuestro/a, su

. varios poseedores varios objetos poseídos nuestros/as, vuestros/as, sus

Las formas mi, tu, su y sus correspondientes plurales son formas apocopadas. Aunque durante largo tiempo permanecieron las formas íntegras, hoy día se ha generalizado la forma apocopada para el posesivo en función de actualizador.

El posesivo de tercera persona su y sus ofrece en nuestra lengua una evidente ambigüedad, ya que al decir su casa podemos referirnos a la casa de él, de ella, de ellos, de ellas, de usted o de ustedes. Habrá que prestar, por tanto, mucha atención al contexto cuando se emplee este posesivo.

Los posesivos se emplean en español mucho menos que en francés, inglés y alemán. Al leer escritos redactados por extranjeros de alguna de esas lenguas, se percibe el contraste. Frases como He dejado mis guantes sobre mi mesa o Puso su mano en su bolsillo, sin ser gramaticalmente incorrectas, se sienten como pesadas por su redundancia. En redacción española se diría con preferencia He dejado los guantes sobre la mesa y Puso la mano en el bolsillo, con el artículo en vez del posesivo, a no ser que quisiéramos recalcar especialmente la idea de posesión. Cuando se quiere expresar la participación en la acción y aun la idea misma de la posesión, la lengua española prefiere emplear un complemento ético o de interés mediante pronombres personales y reflexivos: Me he dejado los guantes, Se puso la mano en el bolsillo.

4. LOS NUMERALES

Son una clase de presentadores que inciden sobre el sustantivo determinándolo e indicando al mismo tiempo una cuantificación exacta y precisa.

Los numerales presentan una serie de variantes significativas que brotan de su valor matemático numerable, del orden jerárquico, de las repeticiones multiplicativas, de las partes divisorias. Las formas léxicas respectivas que manifiestan esos valores se organizan en las siguientes series correlativas:

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. cardinales o serie natural de los números: uno, dos, tres, cuatro...

. ordinales, de disposición según criterio jerárquico: primero, segundo, tercero, cuarto...

. múltiplos o serie correlativa de multiplicación: doble, triple, cuádruple...

. partitivos o serie correlativa de división: medio, tercio, cuarto...

. distributivos: ambos, cada, sendos.

5. LOS EXTENSIVOS

Son presentadores cuantificadores que determinan al sustantivo sobre el cual inciden. Frente a la precisión cuantitativa de los numerales, los extensivos expresan una cuantificación imprecisa: por eso se han llamado indefinidos. No toda sustancia semántica que puede significar un sustantivo es numerable, pues hay sustantivos discontinuos, como libro, árbol, que pueden admitir los numerales; pero hay sustantivos cuyo valor semántico es continuo, como claridad, honradez, los cuales no pueden admitir cuantificadores numerales, pero sí extensivos: poca claridad, mucha honradez.

Las formas léxicas que manifiestan los cuantificadores extensivos, como ningún, cualquier, cierto, algún, un, cada, tal, poco, bastante, mucho, todo... no se comportan de manera similar en cuanto a los formantes de género y número que puedan tomar del sustantivo que determinan funcionalmente.

6. LOS INTERROGATIVOS y EXCLAMATIVOS

Los interrogativos sirven para preguntar sobre la identidad significativa de la persona o cosa afectada, tanto en forma interrogativa directa como indirecta. Sus formas son qué y cuánto: ¿Qué hora es? ¿Cuánto dinero necesitas?

Los exclamativos tienen las mismas formas que los interrogativos y se emplean para indicar sorpresa, admiración, indignación: ¡Qué calor hace hoy! ¡Cuánta pobreza hay en el mundo!

TEMA 8: LOS SUSTITUTOS o PRONOMBRES

1. CONCEPTO DE SUSTITUTO o PRONOMBRE

Una de las categorías oracionales más complejas y heterogéneas es el pronombre o sustituto. Numerosas son las definiciones que de él se han dado atendiendo a criterios morfológicos, sintácticos o funcionales, y pocas son las aplicables a todos los pronombres.

Desde un principio, hay que olvidarse de que sea sustituto del nombre, que no lo es. Una definición lo suficientemente extensa podría ser: categoría oracional con función deíctica o mostrativa (anafórica o catafórica) y con significación ocasional, mediatizada por su función.

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En consecuencia, llamamos sustitutos a todas aquellas formas que realizan la función gramatical esencial de sustituir en el discurso a otros elementos que aparecen implícitos en la comunicación, como las personas del discurso, o que han aparecido ya explícitamente en la anterior linealidad del discurso.

De esta característica lingüística, general a todo sustituto, se deducen tres aspectos que debemos precisar. En primer lugar, el estudio del sustituto se sitúa a nivel de discurso y coopera eminentemente en pro de la economía de ese discurso. Por ello, y en segundo lugar, al sustituir a variados elementos de tan diverso contenido, son formas vacías de significación en lengua, formas que se llenan de contenido concreto en cada uno de sus empleos en el discurso: el significado de lo sustituido. Y el tercer aspecto, que los clasifica en distintos tipos dentro de todo el grupo de sustitutos, se refiere a sus valores específicos, propios de cada clase. En virtud de este tercer aspecto iremos describiéndolos.

2. EL SUSTITUTO PERSONAL

A) CARACTERIZACIÓN

El discurso gira necesariamente alrededor de las tres personas lingüísticas: el hablante o locutor, el oyente o receptor y el ausente. El sustituto personal sirve para representarlas cada vez que el discurso lo requiera y en sus diversas funciones en la oración.

Estamos ante los llamados tradicionalmente pronombres personales. Es verdad que son personales, como acabamos de señalar, pero no siempre son pro-nombres. Así, la forma sustituto yo reemplaza al hablante o locutor único de un discurso; la forma tú sustituye al receptor en ese discurso; y la forma lo, por ejemplo, sí sustituye a un nombre o sustantivo, como tal de tercera persona, pero también puede sustituir a un sintagma nominal, a una oración o a una secuencia textual discursivos, como puede observarse en esta serie de ejemplos: Reloj ... lo tengo, El reloj de la iglesia ... lo veo, Se ha parado el reloj de la iglesia ... lo sé.

El sustituto personal sirve, según esto, para una sustitución necesaria de la 1ª, de la 2ª o de la 3ª personas lingüísticas y, al mismo tiempo, en esta 3ª persona, para ahorrar el coste del mensaje con una economía patente de discurso.

B) SISTEMA MORFOFUNCIONAL

El sustituto personal está organizado en un sistema funcional de formas que todavía conservan variantes declinacionales.

Para que el hablante pueda citarse a sí mismo en el discurso, el sistema le ofrece la serie de formas que corresponden a las diversas funciones que puede desempeñar en la unidad de comunicación u oración: yo (forma tónica) para sujeto, me (forma átona) para C.D. y C.I. (sin preposición), mí (forma tónica) para todo complemento (con preposición).

Las formas del sistema que corresponden a las funciones sintácticas del oyente o 2ª persona son: tú (forma tónica) para sujeto, te (forma átona) para C.D. y C.I. (sin preposición), ti (forma tónica) para todo complemento (con preposición).

Las formas que ofrece el sistema para sustituir en el discurso, por necesidad a la persona ausente o 3ª, por economía del discurso a las diferentes unidades del sistema (sintagma nominal, oración, secuencia textual), son para personas femeninas: ella (forma tónica) para sujeto y también (con

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preposición) para todo complemento, la (forma átona) para C.D. (sin preposición), le (forma átona) para C.I. (sin preposición). Para personas masculinas o para las unidades de la estructura en situación eco-nómica son: él (forma tónica) para sujeto y también (con preposición) para todo complemento, ello (forma tónica) para sujeto y también (con preposición) para diversos complementos (en las dos funciones sólo en economía discursiva), lo (forma átona) para C.D. (sin preposición), le (forma átona) para CD. de persona (sin preposición) y para C.I. (sin preposición), sí (forma tónica) para todo complemento en valor reflexivo (con preposición).

Debemos señalar las formas conmigo, contigo y consigo, relativas respectivamente a cada una de las tres personas lingüísticas, que el sistema ofrece, por razones diacrónicas de evolución formal, en la función de complemento con nexo con.

Otras características de variantes formales merecen más detalle (caso del leísmo, laísmo y loísmo), así como las funciones de la forma se. Todos estos casos los veremos más adelante.

Finalmente, puede anotarse la combinatoria lineal con el verbo de la oración: el sustituto va necesariamente pospuesto y enclítico cuando acompaña a formas verbales en imperativo, gerundio e infinitivo: díselo, haciéndolo, amarla.

C) COMBINACIONES INTERPERSONALES

Trataremos ahora de los sustitutos personales cuyas formas funcionales representan los conjuntos referentes a las posibles combinaciones de dos personas lingüísticas o de las tres.

En el sistema, yo es único, pero tú y él pueden ser múltiples. La combinación yo + tú + tú +..., o yo + él + él +..., o yo + tú + tú + él + él se expresan por: nosotros/as (forma tónica) para sujeto y también (con preposición) para todo tipo de complemento, nos (forma átona) para C.D. y C.I. (sin preposición).

La combinación donde se excluye el yo, es decir, el conjunto tú + tú + ..., o tú + tú + él + él +..., se manifiesta por: vosotros/as (forma tónica) para sujeto y también (con preposición) para todo complemento, os (forma átona) para C.D. y C.I. (sin preposición).

Los conjuntos que corresponden a combinaciones de 3ª persona (él + él + ..., o él + ella + ..., o ella + ella + ...) no disponen de formas especiales: precisamente por ser 3ª persona, igual que todo sustantivo, se acomodan al sistema general gramatical del número en el sustantivo y toman -s para la marca de plural: ellos / él o ello; los / lo; les / le; y en femenino ellas / ella; las / la; les / le.

Observemos que en estos conjuntos combinatorios la lengua es consecuente con ella misma: si en el conjunto participa yo, prevalece por marcado frente a tú y él; si no participa yo pero sí está incluido tú, éste se impone.

Hasta aquí hemos visto las formas comunes u ordinarias del pronombre personal. Pero también existen algunas formas especiales: usted, vos, el plural de modestia...

La forma usted, de tratamiento (su origen es vuestra merced), concuerda con el verbo en tercera persona. Tiene varios matices: el respetuoso o de cortesía, el distanciador (preferentemente en las profesiones). Mediatizan el uso de usted factores como la edad, profesión, nivel de cultura, amistad, relaciones.

Otras formas estereotipadas y burocráticas de tratamiento, como vuestra señoría, vuestra excelencia, su majestad, al igual que el plural mayestático (Nos, el Rey...), tienen un campo muy ceñido y concreto.

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El plural de modestia y cortesía, en vez de singular, también se va perdiendo (Nosotros opinamos, en lugar de Yo opino); en cambio, el plural complexivo afectivo es sumamente expresivo: ¿Cómo estamos?, preguntaremos a un amigo enfermo, como si su enfermedad nos afectase directamente.

El uso de vos en vez de tú (voseo) es general en la América hispano-hablante. Es una forma arcaica hispana, que evolucionó al margen de los tratamientos en la Península.

D) LEÍSMO, LAÍSMO y LOÍSMO

El leísmo consiste en emplear la forma le por lo ( y menos frecuentemente, les por los) como sustituto en función de complemento directo cuando se refiere a persona de género masculino: A tu hermano le vi ayer en el parque. Según la etimología, las formas para el complemento directo son lo y la. Pero en Castilla se usó también para el complemento directo la forma le. En Navarra, Andalucía y en casi toda América la lengua hablada emplea casi exclusivamente las formas lo y la para el complemento directo, y le para el indirecto. Por imitación a Castilla entró el confusionismo y se usó en muchas partes el le como complemento directo para designar personas del sexo masculino, y ésta es la causa de que le fuera preferible, si bien el uso leísta no excluye la forma originaria lo.

El laísmo consiste en el empleo del sustituto la para desempeñar la función de complemento indirecto, que históricamente corresponde a le, cuando se trata de persona femenina: La dije que comiera, La di un hermoso ramo de flores.

El loísmo aparece esporádicamente en el habla popular y consiste en el empleo de lo por le en función de complemento indirecto cuando se refiere a persona masculina: Lo pegué un sopapo.

E) LA FUNCIÓN DEL SUSTITUTO PERSONAL

Las funciones de los sustitutos personales son prácticamente las mismas del sintagma nominal, pues como tal funciona. Con todo, hay que ver en cada caso si un sustituto o pronombre personal funciona como verdadero pronombre o como pronominal. Cuando funciona como verdadero pronombre, sustituye realmente a un nombre: Ayer me comunicaron la noticia de tu nuevo ascenso. Cuando funciona como pronominal, no se puede sustituir por un nombre: Me arrepiento de todas esas faltas. Aquí veremos sólo las funciones o casos especiales.

a) Complemento ético

Se trata de un complemento que expresa la participación sentimental que alguien, sin ser sujeto de la acción, pone en dicha acción: No te me ensucies, No me has sabido la lección, Se le escapó el tren. Si suprimimos el complemento ético, el sentido de las oraciones sigue siendo fundamentalmente el mismo, aunque se prescinde de un detalle significativo.

b) Complemento de interés

Como indica su nombre, se trata de un sustituto que expresa el interés que pone el sujeto en una acción. Acompaña a los verbos llamados pronominales porque se conjugan con un pronombre reflexivo aunque su significado no lo sea. El valor de este complemento se ve muy bien cuando se comparan dos frases análogas, una con el complemento de interés y otra sin él: Me caí por la escalera y Caí por la escalera, Me tomé un bocadillo y Tomé un bocadillo, No me sé la lección y No sé la lección,

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Se marchó a las cuatro y Marchó a las cuatro. Al igual que en el caso del complemento ético,si suprimimos el complemento de interés, el sentido de las oraciones sigue siendo fundamentalmente el mismo, aunque se prescinde de un detalle significativo.

c) Valores funcionales de la forma SE

La forma se es seguramente la forma gramatical castellana que más número de funciones diferentes puede manifestar. Habrá que observar, como siempre se impone, el texto donde se encuentra y observar en él la función que desempeña y el valor que de esa función brote. He aquí, en resumen, los diversos valores que puede tener la forma se:

- Pronombre personal: es el se que encontramos junto al pronombre personal lo: Se lo dimos ayer, Se lo regalaron por su cumpleaños. Se (aquí está en vez de a él) hace la función de C.I. y va junto a lo, que hace de C.D.

- Pronombre reflexivo: se refiere al mismo sujeto. Representa la 3ª persona del singular y del plural, en función de C.D. (Él se lava) o de C.I. (Ellos se lavan la cara). No puede confundirse con otros usos del pronombre se, pues en este caso la oración acepta siempre las palabras a sí mismo (Él se lava a sí mismo).

- Pronombre recíproco: el pronombre se también es la 3ª persona del plural de los pronombres que representan alternativamente a unos y a otros en función de C.D. (Pedro y Luisa se aman) o de C.I. (Pedro y Luisa se escriben cartas). No puede confundirse con los reflexivos, porque la oración en la que interviene el recíproco acepta la palabra mutuamente: Pedro y Luisa se aman mutuamente, Pedro y Luisa se escriben cartas mutuamente.

- Complemento de interés: Expresa el interés que pone el sujeto en la acción: Mi hermana se cambia de domicilio la semana próxima.

- Pronominal: El se aparece fundido de tal modo con el verbo que ya no podemos conjugar el verbo sin él: arrepentirse, atreverse, quejarse, jactarse. Otras veces el se aparece pronominalizado pero no de forma permanente, como puede apreciarse en los casos de dormir y dormirse, levantar y levantarse, enfadar y enfadarse, acabar y acabarse, encontrar y encontrarse.

- Signo de pasiva refleja: A veces el se forma parte de la construcción castellana mediante la cual la voz pasiva de los verbos se sustituye por la voz activa en tercera persona con el pronombre se, dando lugar a la llamada pasiva refleja: Se han descubierto sus trampas, Se cometieron muchos atropellos. El uso de se como signo de pasiva refleja no puede confundirse con otros empleos del mismo elemento, ni siquiera con la oración impersonal, porque con la concordancia de sujeto y verbo se puede comprobar si lleva sujeto pasivo o paciente, o no lo lleva. Es claro que si existe un sujeto paciente la oración estará en forma de pasiva refleja: Aquí se construirá un edificio, Aquí se construirán unos edificios. Por otra parte, la pasiva refleja puede ponerse en forma de pasiva normal: Aquí será construido un edificio.

- Signo de oración impersonal: El pronombre se aquí no se refiere a nadie en particular. Por el contrario, equivale a una señal de impersonal. (Se referiría más bien a cualquiera, a todos en general). No indica voz pasiva ni lleva sujeto agente alguno: Aquí se vive bien, Se habló de varias cuestiones. Pero esta oración impersonal sí puede llevar complemento directo: Se obsequió a las señoras, Se agobia al portero, Se alquila bicicletas.

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3. EL SUSTITUTO DEMOSTRATIVO

Junto a la función específica del demostrativo como determinante funcional del sustantivo en calidad de presentador actualizador deíctico, aparece también su función de sustituto. Son los mismos adjetivos demostrativos en función sustantiva y, en consecuencia, con posibilidad de ser eje del sintagma nominal. Mantienen la diferencia genérica, personal y numérica. Pero también existen las formas esto, eso, aquello, imposibles como presentadores del sustantivo. Estas formas sirven como alomorfos de este, ese, aquel y son más cómodas para sustituir a unidades superiores morfosintácticas, como sintagma nominal, oración o secuencia textual: Esto es lo que dijo, Me contó eso.

El sustituto demostrativo indica una referencia, que puede ser espacial o temporal y sobre los tres miembros paralelos a los del personal. Representa además, como sustituto que es, una gran economía en el discurso, ya que evita la repetición de algo ya expresado o, en fuerte condensación formal, resume lo ya dicho o lo que se va a decir. Se trata, pues, de una indicación gramatical anafórica (si hace referencia a algo ya expresado) o catafórica (si hace referencia a algo que sa va a decir después).

La indicación anafórica se estructura con una referencia numeral. La anáfora singular hace referencia a un solo elemento y se señala con la forma este y sus variantes (algunas veces también: ese, aquel con sus variantes): Llamé a Gloria y ésta me dijo que habías aprobado. La anáfora dual hace referencia a dos elementos y se señala con las formas este (para el más cercano en la línea del discurso) y aquel (para el más alejado), con sus variantes: Han venido Pedro y Juan; éste permanecerá cuatro días y aquél sólo dos. Cabe también la referencia inversa o catafórica, es decir, el demostrativo adelanta lo que aparecerá en la posterior linealidad del discurso: No me agrada esto: que todos los días llegues tarde al trabajo.

4. EL SUSTITUTO POSESIVO

Realmente no existe sustituto posesivo, ya que el posesivo no puede pensarse si no se apoya en un sustantivo cuya posesión atribuye a una de las tres personas lingüísticas o a un conjunto personal.

Ahora bien, el sustantivo puede estar expreso o elíptico. Si el sustantivo no aparece en el discurso, el posesivo no pasará a ser sustituto sino que seguirá siendo adjetivo, pero adjetivo sustantivado: Marta tiene unos amigos simpáticos; los míos no lo son tanto.

Las formas del posesivo como sustituto o adjetivo sustantivado son las mismas que las del simple adjetivo posesivo, pero nunca admiten las formas apocopadas y generalmente van precedidas de artículo.

5. EL SUSTITUTO INDEFINIDO

El presentador cuantificador extensivo puede también funcionar como sustituto en el discurso, pero no indiscriminadamente, ya que no coinciden todas las formas en ambas categorías (presentador y sustituto). El sustituto emplea las formas del extensivo, pero no todas (cierto, tal...), ; no apocopa aquellas que se reducían ante el sustantivo: cualquiera, ninguno, alguno. Además, el sustituto indefinido ofrece otras formas propias: alguien, algo, nadie, nada, quienquiera.

Los sustitutos indefinidos se caracterizan porque su significación ocasional se realiza siempre de una manera vaga.

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6. EL SUSTITUTO RELATIVO

EL sustituto o pronombre relativo se caracteriza por los siguientes rasgos: es sustituto de discurso; se sitúa en la linealidad inmediatamente después de lo sustituido; sirve, al mismo tiempo, de nexo introductor nominalizado de una oración y realiza en esa oración la función sintáctica que le corresponda.

EL sustituto relativo es, por tanto, anafórico, ya que hace referencia a un elemento precedente llamado antecedente. Por ello, tiene una doble función: interoracional, como cualquier sintagma nominal, y la nexiva, que le viene de la anáfora. Es, pues, bivalente en el plano sintagmático.

Recordemos que la oración de relativo viene a desempeñar el papel de adjetivo de discurso, cooperando a favor de una economía de memorización léxica: la casa que hace esquina por la casa esquinera. A veces, en el discurso el sustituto relativo no tiene antecedente. En esta caso la oración de relativo desempeña el papel de sustantivo de discurso.

Las formas del sustituto relativo son que, cual, quien, cuyo y cuanto. Que es invariable y es la forma más empleada. Quien y cual admiten sólo variante numérica, cuyo y cuanto toman los formantes de género y número. La forma quien sólo puede sustituir a persona, mientras que los demás relativos pueden sustituir a persona o a no persona. Mientras quien, cual y cuanto toman los formantes en concordancia con lo sustituido, la forma cuyo conlleva valor de posesión y no concuerda formalmente con lo sustituido, sino con lo poseído por el antecedente: Llegó el amigo cuya casa linda con la mía.

7. EL SUSTITUTO INTERROGATIVO

Los pronombres interrogativos sustituyen a elementos que, por ser ignorados, son objeto de pregunta. Así como el sustituto relativo tenía un enfoque retrospectivo (anafórico), el interrogativo lo tiene prospectivo (catafórico).

Las formas del interrogativo son las mismas que las del relativo, a excepción de cuyo, pero en la grafía se distinguen por la tilde del acento, de la que carecen los relativos.

Estos sustitutos se usan también frecuentemente en sentido exclamativo: ¡Quién lo dijera!, ¡Qué le vamos a hacer!.

TEMA 9 : EL VERBO

1. CARACTERIZACIÓN

La oración tiene como constituyentes inmediatos un sintagma nominal (que es el sujeto de la oración) y un sintagma verbal. Este sintagma verbal está caracterizado por la presencia de un verbo, el cual funciona como núcleo de dicho sintagma.

El verbo es una forma especial del lenguaje con la que pensamos la realidad como un comportamiento del sujeto. Esta realidad puede ser de diversos tipos: acción (correr), inacción (yacer), accidente (caer), posición (descollar), cualidad o estado (ser), pasión (ser amado), etc. Lo

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importante no es la realidad, sino que la pensemos como un comportamiento del sujeto. Nuestra manera de concebir la realidad, a partir del comportamiento del sujeto, origina los verbos. Por ello los verbos desde el punto de vista funcional son términos secundarios, dependientes del sujeto (sustantivo), pues es el comportamiento del sustantivo-sujeto lo que interesa en primer lugar.

2. ESTRUCTURA DE LA FORMA VERBAL

Toda forma verbal, bien sea simple (recibió), bien sea compuesta (había recibido), está constituida por un lexema, que aporta el significado del verbo (recib-), y de unos morfemas, que lo acompañan por delante (había) o por detrás (-ó, -ido, -amos...), los cuales aportan informaciones muy variadas: número, persona, tiempo, modo y aspecto. Los morfemas pueden ser desinencias (-o, -as, -a; -amos, -áis, -an ...), sufijos (-ar, -er, -ir; -ado, -ido; -ando, -iendo) o verbos auxiliares (haber, empezar a, echarse a...).

Las desinencias y los verbos auxiliares informan de la persona, y también del número, del tiempo y del modo. En cambio, los sufijos verbales no informan de tales cosas. Esto demuestra que el verbo está configurado en dos subsistemas: el flexivo, puramente verbal, sobre la base de la conjugación personal, y el no flexivo (infinitivo, gerundio y participio), que es el menos puro. Las formas del subsistema flexivo reciben el nombre de formas personales del verbo, mientras que las del no flexivo son formas no personales.

Nosotros estudiaremos en primer lugar todo lo referente a las formas del subsistema flexivo, las cuales están compuestas por un lexema y unos formantes. Estos formantes son: a) vocal temática (-a- para la 1ª conjugación, -e- para la 2ª e -i- para la 3ª); b) morfema de modo, tiempo y aspecto (estas tres características van integradas en un solo morfema); c) morfema de persona y número. Ej.:

cant - á - ba - mos

lexema voc. tem. morfema de morfema de mod.tiempo.asp. pers. y núm.

Sin embargo, no todas las formas verbales mantienen esta estructura general. Así, la vocal temática se neutraliza en la 1ª persona del singular del presente de indicativo en la forma -0 (habl-o, tem-o, part-o). En el presente de subjuntivo los verbos de la 1ª conjugación tienen -E en lugar de su -A temática (cant-e); y los verbos de la 2ª y 3ª tienen -A en lugar de -E o -I (tema, parta). Las vocales temáticas -E, -I se neutralizan en muchos casos, tomando -I (temía, partía), -E (temes, partes), o bien -IE (temiera, partiera).

A veces, la marca morfológica de modo, tiempo y aspecto tiene la forma cero (0). El ejemplo más claro es el caso de los presentes. Por otra parte, la marca morfosintáctica de persona y número es cero (0) en la 1ª y 3ª persona del singular (cant-a-ba).

3. CATEGORÍAS GRAMATICALES DEL VERBO

Las categorías gramaticales presentes en el verbo son: voz, modo, tiempo, aspecto, número y persona. Veamos cada una de ellas por separado.

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A) LA VOZ VERBAL

Mediante este accidente el verbo expresa si el sujeto es actor (voz activa) o actuado (voz pasiva) de la acción verbal.

En la voz activa el sujeto es el agente y el verbo es de tipo activo: El artista pintaba el cuadro. Hay coincidencia entre la significación y la construcción gramatical. Se conserva todo el dinamismo al coincidir el sujeto sintáctico con el verdadero agente de la acción. De ahí que esta construcción activa sea la preferida por la lengua española.

En español la pasiva no tiene un paradigma verbal propio. Sin embargo, no podemos negar la existencia en castellano de un significado pasivo. La pasiva en español ha adoptado una estructura atributiva ser + participio, al haberse perdido las formas pasivas originarias en latín vulgar.Tiene, pues, forma prestada, no propia. Cabe la posibilidad de un agente complementario, pero no es necesario. Es forma monótona y lenta, poco expresiva, que pierde vigencia cada día.

Avanza cada vez más, en cambio, la pasiva refleja, utilizada sólo en la 3ª persona. En ella hay un sujeto paciente, verbo en forma activa concordando con el sujeto, y forma se como morfema de pasiva: Se alquilan bicicletas, Se venden pisos. Es rara la presencia del complemento agente.

En ocasiones la pasiva se forma también con el verbo estar + participio. Comparemos estas dos frases: Las casas eran edificadas con mucho cuidado y Las casas estaban edificadas con mucho cuidado. La diferencia entre ellas consiste en que en la primera se alude al momento de su construcción, mientras que la segunda se dice desde el momento en que su construcción fue concluida. Se aprecia claramente el valor perfectivo de estar frente al imperfectivo de ser, y esto explica que la construcción estar + participio no se use en los tiempos perfectos de la conjugación. Así, no decimos Las casas han estado edificadas con mucho cuidado sino Las casas han sido edificadas con mucho cuidado.

B) MODO VERBAL

En toda oración podemos distinguir entre el contenido de la representación y la actitud del hablante ante dicho contenido: qué se dice y cómo se dice. Entre los medios gramaticales que denotan la actitud del que habla se encuentran las categorías de la conjugación conocidas con el nombre tradicional de modos.

Entendemos por modo verbal la postura que adopta el hablante ante el enunciado predicativo. Esta sólo puede ser objetiva / subjetiva. En la primera el hablante es neutral ante la acción: se limita a expresarla sin que su subjetividad intervenga para nada. En este caso estamos ante el modo indicativo. Si decimos La puerta está cerrada, Sabía que habían llegado, No asistiré mañana a la junta, afirmamos o negamos hechos pensando que se producen, se produjeron o se procudirán en la realidad.

Pero si el hablante subjetiva el proceso verbal, lo mentaliza o matiza con una vivencia anímica (deseo, duda, temor...), estaremos ante el subjuntivo, que -por cierto- no es modo de la irrealidad, sino de la realidad subjetivada o mentalizada: Temo que la puerta esté cerrada, No sabía que hubiesen llegado, Es posible que no asista mañana a la junta. El uso del subjuntivo no siempre adopta la forma de “verbo regente expreso + subjuntivo regido”. Existen también subordinaciones mentales que envuelven psíquicamente el juicio que se enuncia, aunque gramaticalmente no dependa de un verbo principal: Dios le asista, Sea enhorabuena, ¡Ojalá llueva!, Acaso vengan hoy.

Y no hay otros modos en los verbos españoles, pese a lo que se dice. El llamado imperativo, con una sola forma de 2ª persona, no puede conceptuarse más que como arcaísmo, asimilado al presente de subjuntivo, y que expresa un deseo intensificado, mandato, ruego..., al igual que el propio subjuntivo.

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El llamado potencial de ninguna manera es modo verbal diferente. Originaria y funcionalmente es un futuro relativo del pasado (Dijo que vendría hoy) y está clasificado dentro del modo indicativo. Y los infinitivos, gerundios y participios, por el mero hecho de no ser flexivos, son neutros y no hacen referencia al sujeto hablante. Por ello no pueden conceptuarse como modo.

Dos, pues, y nada más, son los modos del verbo: indicativo y subjuntivo.

C) TIEMPOS VERBALES

El tiempo lingüístico o época verbal es el medio de que se sirve el hablante para enmarcar la realidad con referencia a su presente. La referencia esencial es que el momento del discurso constituye un presente para el hablante, presente que es admitido automáticamente por el oyente. Ese presente lingüístico admite cualquier punto del eje temporal crónico y se vuelve a instaurar y situar cada vez que un hombre habla. Así se establece una referencia en el discurso, pues ese presente genera inmediatamente un pasado y un futuro.

Esta medición del tiempo lingüístico, hecha desde el punto de vista del hablante, es una medición absoluta. Pero también hay una medición relativa: Ya te dije la semana pasada que suspenderías (el hecho de suspender ya se ha producido). Esta medición relativa consiste en localizar la acción verbal no en relación al hablante sino en relación a otra acción verbal u otro punto de referencia, y esta relación puede ser de anterioridad, de contemporaneidad o de posterioridad.

D) ASPECTO VERBAL

Realmente no basta con que el verbo tenga formas para expresar las tres épocas antes mencionadas (presente, pasado y futuro) de la acción verbal. El lenguaje necesita concretar más en este sentido, y por ello requiere diversos matices de localización para precisar más el tiempo a que se refiere la idea verbal. Estos matices vienen dados por el aspecto verbal.

Una forma verbal no sólo explica el tiempo, sino que también lo implica. Queremos decir con ello que informa sobre el desarrollo interno de la acción.

En efecto, el verbo en la oración Rosa ha venido hoy, además de expresar tiempo pasado, indica que la acción de venir está acabada. Dicho de otro modo, ha venido implica el final de la acción. En cambio, en la oración Rosa ya vivía entonces en Madrid el verbo expresa también tiempo pasado, pero no implica el final de la acción, ya que Rosa puede seguir viviendo en Madrid. Y este tiempo interno del proceso verbal nos lo da el aspecto.

Llamamos aspecto verbal a una categoría gramatical de las formas verbales, que les permite informar sobre el proceso interno de la acción, con independencia del tiempo externo en que ésta se sitúe.

Entre los varios aspectos de la acción verbal, los que mayor importancia tienen en la conjugación española son el perfectivo (= acción acabada) y el imperfectivo (= acción no acabada). El morfema indicador del aspecto imperfectivo o perfectivo es el mismo que marca el tiempo externo.

Las formas simples de la conjugación, excepto el pretérito indefinido, expresan aspecto imperfectivo: Estudio medicina, Te traigo una carta, Nicolás vive en Madrid...

Las formas compuestas, y también el pretérito indefinido, expresan aspecto perfectivo: He comprado pan, La carta ha llegado a su destino, Su madre se lo había advertido, Cristina visitó con sus padres el Colegio.

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La acción verbal puede tener también otros aspectos: reiterativo, incoativo, durativo, progresivo… Estos aspectos pueden deducirse del significado del verbo o bien estar marcados por medios gramaticales (perífrasis verbales).

Hay verbos que tienen incluido un valor aspectual en su propio significado. Así, por ejemplo, enrojecer, alborear, florecer, enojarse, dormirse indican aspecto ingresivo o incoativo; saber, vivir, querer señalan aspecto durativo; golpear, picotear, hojear un libro tienen aspecto reiterativo; nacer, morir, acabar, disparar presentan aspecto perfectivo.

Pero estos aspectos, y otros, también pueden conseguirse por medios gramaticales, como son las perífrasis verbales.

Perífrasis o frase verbal es la unión de dos verbos, uno auxiliar (conjugado) y otro principal (infinitivo, gerundio o participio), que funcionan como un solo sintagma verbal y expresan una sola idea verbal. Debemos distinguir claramente entre perífrasis verbales aspectuales y perífrasis de verbo modal. Las perífrasis verbales aspectuales denotan modificaciones semánticas de la acción verbal: el verbo auxiliar (conjugado) ha perdido total o parcialmente su significado. El verbo deber, por ejemplo, forma perífrasis verbal aspectual en Deben de ser las siete (que significa Supongo que son las siete), pero el mismo verbo puede unirse inmediatamente a un infinitivo sin perder su propio significado (perífrasis de verbo modal), expresando obligación: Debo estudiar .

La constitución de la perífrasis verbal aspectual es la siguiente: Verbo auxiliar (verbo conjugado, que además ha perdido su significado propio, o bien se ha oscurecido en grado suficiente para estimarlo como verbo auxiliar) + nexo (elemento eventual y sólo ante infinitivo: a, que, de, en) + verbo (infinitivo, gerundio, participio): Tengo que ir pronto, Debe de venir esta tarde, Anda durmiendo todo el día, Te tengo dicho que es necesario estudiar todos los días.

Las perífrasis verbales aspectuales se pueden clasificar en tres grandes grupos:

a) Auxiliar + infinitivo

Las frases verbales formadas con el auxiliar y el infinitivo tienen una significación orientada hacia el futuro. Adoptan los siguientes valores o aspectos:

- obligativo: haber de..., haber que..., tener que..: He de llegar a tiempo

- incoativo: ir a..., pasar a..., echar a..., romper a..., ponerse a...: Ahora vamos a hablar del verbo.

- hipotético: deber de...: Deben de ser las cinco.

- aproximativo: venir a...: Con el descuento el libro vino a costarme cuatrocientas pesetas.

- reiterativo: volver a...: Volvió a llamar después.

- perfectivo: llegar a..., acabar de..., dejar de...: Acabo de ver a tus padres, He dejado de fumar. (No hay que confundir el aspecto perfectivo conseguido mediante una perífrasis verbal con el aspecto perfectivo propio de los tiempos compuestos de la conjugación).

b) Auxiliar + gerundio

Las perífrasis formadas por el auxiliar y el gerundio tienen todas una significación progresivo-durativa, de acción en curso, con algún leve matiz acompañante. Las frases en que suelen presentarse son: ir, venir, andar, seguir, estar + gerundio: Ya me van saliendo las cosas, Estoy escribiendo una carta, Anda durmiendo todo el día.

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c) Auxiliar + participio

El participio precedido de un verbo auxiliar conjugado forma frases verbales de significación perfectiva. Da la acción por terminada, por cumplida. Las expresiones más usuales son: tener, traer, quedar, dejar, llevar + participio: Llevo estudiadas ya cuatro lecciones, Traigo bien sabido todo el programa,Tengo bien tomada la dirección del médico.

Perífrasis de verbo modal: Están formadas por verbos que no pierden su significado y

preceden a un infinitivo, para añadir a este infinitivo una modificación que indica la actitud del sujeto ante la acción o de qué manera el sujeto enfoca la acción. Verbo modal es el giro formado por un infinitivo y otro verbo del que depende (quiero, deseo, acostumbro, debo, puedo, suelo, espero, pretendo...) cuando el sujeto de ambos es el mismo: Debo irme, Quiero salir, Suelo levantarme a las siete. La intención o la posición personal del sujeto la expresa el verbo auxiliar, que es el que conjugamos, y la acción la expresa el infinitivo.

E) NÚMERO y PERSONA DEL VERBO

En la serie paradigmática del verbo aparece la señalización de número: forma plural si se refiere a un grupo múltiple de personas, y forma singular si se refiere a una sola persona.

La forma verbal también manifiesta la persona lingüística que realiza la acción verbal o aquella que representa al sujeto sobre al cual incide funcionalmente. En la forma verbal hay qua precisar la persona, ya que puede referirse al hablante, al oyente, al ausente o a grupos interpersonales. Cuando no se conoce la persona a quien hace referencia la predicación verbal, se tomará la forma 3ª persona por ser la genérica: es el caso del verbo mal llamado impersonal.

Conviene insistir en que tanto la marca de número como la marca de persona en el verbo es algo formal por razones sintagmáticas. La predicación verbal no es ni singular ni plural, ni primera, ni segunda ni tercera persona, sino que va en singular o en plural y en primera, en segunda o en tercera persona: toma ambas marcas del sujeto al cual se atribuye la acción verbal.

4. LA CONJUGACIÓN DE LOS VERBOS

La conjugación de un verbo no es otra cosa que el paradigma formal que se obtiene al enumerar ordenadamente los elementos aglutinados a un lexema verbal, que son -como ya sabemos- la voz, el modo, el tiempo, el aspecto, el número y la persona.

Hay tres tipos de conjugación, según sea el sufijo del infinitivo: Pertenecen a la 1ª los verbos en -ar, a la 2ª los verbos en -er, y a la 3ª los verbos en -ir.

Si los verbos se ajustan en su conjugación a los modelos cantar, temer o partir, son verbos regulares. Hay que recordar que la ortografía impone a veces simples cambios de letras, que no repercuten en la forma fónica: dirigir / dirijamos, cargar / carguemos, rozar / rocemos. Y son verbos irregulares los que se separan de tales modelos porque, al ser conjugados, modifican su lexema, o no reciben las mismas desinencias que los modelos, o hacen las dos cosas a la vez.

Por otra parte, decimos que un verbo tiene conjugación completa cuando su paradigma ofrece forma en todas las personas de todas las épocas de ambos modos del sistema, frente a la conjugación defectiva de algunos verbos que sólo disponen de formas para ciertas personas de ciertas épocas (acaecer, abolir, soler, balbucir).

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5. VALOR DE LAS FORMAS VERBALES

A) FORMAS VERBALES NO PERSONALES

INFINITIVO

El infinitivo puede comportarse como nombre o como verbo. Incluso algunos infinitivos se han nominalizado tanto que pueden funcionar como auténticos nombres y admiten el plural: pesar(es), haber(es), deber(es), cantar(es). Como nombre, puede llevar determinantes (artículos, demostrativos, posesivos, etc.) y adjetivos: El fumar es peligroso, Su respirar jadeante hacía temer que estuviera enfermo. El infinitivo cuando funciona como nombre desempeña la mayoría de las funciones propias del sintagma nominal: Fumar es peligroso (sujeto), Lamento disentir (C.D.), Dame papel de envolver (C. N.).

El infinitivo cuando funciona como verbo puede formar por sí solo oraciones de carácter coloquial (¡A callar!, Girar a la derecha, ¿Mentir yo?), constituir perífrasis verbales con la ayuda de verbos auxiliares (Va a empezar la función, Mi hermana se echó a llorar) y formar proposiciones subordinadas tanto sustantivas (Me gustaría disponer de más tiempo, Estoy orgulloso de haber aprobado a la primera) como adverbiales (Al llegar a la ciudad, te telefonearé; Con ser tan lista, no resolvió el problema).

GERUNDIO

El gerundio funciona unas veces como adverbio y otras como verbo pleno. En construcciones como Se alejó cantando el gerundio funciona lo mismo que un adverbio (compárese con Se alejó alegremente). Hasta tal punto esto es así, que ciertos gerundios reciben sufijos diminutivos, al igual que algunos adverbios: Se alejó silbandito, Entra callandito, Se fue andandito calle abajo.

El gerundio como verbo puede formar por sí solo oraciones de carácter coloquial (¡Tú siempre estorbando!, ¡Marchando!), constituir perífrasis verbales con la ayuda de ciertos verbos auxiliares (Está lloviendo, Siempre anda metiéndose en todo) y formar proposiciones subordinadas adverbiales (Corriendo un poco, alcanzarás el tren; Aun diciéndolo tú, no acabo de creerlo). El gerundio compuesto sólo puerde formar proposiciones subordinadas adverbiales: Habiéndote esforzado un poco, habrías aprobado; Habiendo dado las doce, se marcharon.

PARTICIPIO

El participio puede funcionar como adjetivo y como verbo. Como adjetivo, el participio completa al nombre, concordando con él en género y número: Sólo se alimentaban de patatas cocidas, Teresa tuvo una actuación bastante deslucida.

Como verbo, el participio forma los tiempos compuestos del paradigma de la conjugación (he mirado, han hecho) y actúa también como elemento auxiliado de las perífrasis verbales de participio (Te tengo dicho que no sirve de nada quejarte tanto), incluida la forma de pasiva (La noticia fue comunicada ayer a sus tías). A veces equivale o actúa en lugar de una proposición de relativo (Fuimos por una carretera inaugurada -que había sido inaugurada- hace poco) y aparece también funcionando como proposición subordinada adverbial (Acabada la proyección de la película, cerraron el cine; Decidido ya eso por vosotros, yo nada puedo hacer).

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B) FORMAS VERBALES PERSONALES

Cada forma verbal personal posee significados gramaticales propios (de tiempo, modo, aspecto). Es lo que se llama uso recto. La caracterización del uso recto de las formas verbales es imprescindible para establecer la estructura básica del verbo. Pero ocurre muchas veces que, según sea su contexto, las formes verbales se desplazan de ese uso recto o fundamental, y pueden expresar otro tiempo (y otro modo u otro aspecto). Asi, el presente de indicativo, por ejemplo, puede funcionar como pretérito (Colón descubre América en 1492) o como futuro (Mañana vamos a Sevilla).

Llamamos usos desplazados de las formas verbales a aquellos empleos que contrarían sus valores temporales, modales o aspectuales básicos. Gracias a esos usos, el sistema verbal se enriquece y permite al hablante mayores posibilidades en la expresión de la acción verbal. Podemos ver más ejemplos de usos desplazados en las frases siguientes: Pilar siempre se levanta tarde, Tú te callas ahora mismo, ¿Me podía decir el precio de ese reloj?, Mi prima tendrá ahora veinte años, ¿Quién llamará a estas horas?

TEMA 10: ADVERBIO, NEXOS e INTERJECCIÓN

1. EL ADVERBIO

A) CARACTERIZACIÓN y FORMA Los adverbios constituyen una categoría de palabras muy variada y compleja. Su definíción y

clasificación representa uno de los escollos más difíciles de salvar en el estudio del idioma. La causa principal de esta dificultad reside en el hecho de que, bajo el nombre común de adverbio, se incluyen palabras de naturaleza y funciones muy diversas.

Tradicionalmente, los adverbios se definían como palabras invariables que acompañan al verbo (adverbium = junto al verbo), sirviéndole de complementos circunstanciales. Pero hay que decir que esta función del adverbio (la de modificar al verbo) es importante, pero no la única. El adverbio tiene un comportamiento ultraverbal, es decir, su función de modificador va más allá del verbo.

El adverbio modifica no sólo al verbo (Duermes mucho), sino también a un adjetivo (Eres demasiado lento), a otro adverbio (Elena llegó muy pronto), a un sustantivo (Ellos ya son muy hombres) y a una frase completa (Desgraciadamente lo supe tarde).

Podemos decir, pues, que el adverbio es la forma invariable (no admite género ni número) que modifica (precisa o matiza) el significado del verbo, del adjetivo o de otras palabras, y también de frases,

En cuanto a la forma, el adverbio es invariable, aunque no de modo completo. No admite en ningún caso formantes constitutivos (género y número), pero algunos adverbios sí admiten formantes facultativos, como pueden ser los morfemas de grado comparativo o superlativo: Está más lejos de lo que yo pensaba, No te levantes tan temprano, Me alegro muchísimo, Es tempranísimo. Asimismo, algunos adverbios admiten formaciones diminutivas y aumentativas: cerquita, lejitos, prontito, muchazo.

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Representan un apartado especial los adverbios terminados en -mente, los cuales están formados de la unión de adjetivos con el sustantivo mente, Y puesto quo este sustantivo es femenino, los adjetivos que lo acompañan han de concertar en sus formas femeninas y singulares con él, si bien hoy día la terminación -mente no es vista ya como sustantivo sino como un simple morfema.

Algunos adverbios en determinados casos presentan forma apocopada: tan bueno, cuán dulce, muy poco, pero no se apocopan si modifican al verbo: Llueve tanto como ayer, Llueve mucho.

B) CLASIFICACIÓN SEMÁNTICA

Según la propia significación, los adverbios se clasifican en dos grandes grupos: conceptuales y pronominales. Los adverbios conceptuales tienen su propia significación, invariable; los adverbios pronominales se caracterizan, al igual que los pronombres a sustitutos, por su significación ocasional, que varía según el elemento al que sustituyen.

Los adverbios conceptuales pueden ser de afirmación, negación, duda, tiempo, lugar, cantidad, modo, orden. Los adverbios pronominales pueden ser: demostrativos (aquí, allí, ahí, acá, allá, ahora, hoy, mañana, ayer, anoche, entonces); interrogativos (cuándo, dónde, adónde, cómo) y relativos (donde, adonde, como).

C) CLASIFICACIÓN FUNCIONAL

Teniendo en cuenta las numerosas funciones que puede desempeñar el adverbio, podemos establecer los siguientes tipos funcionales dentro del adverbio:

. modificador del verbo o de toda la oración, haciendo la función de complemento circunstancial: Ana trabaja gustosamente, Viviremos contentos aquí.

. marca que encuadra la oración, prestándole un significado de afirmación, negación, duda, probabilidad, alegría...: No ha venido, Quizá haya terminado ya el trabajo, Felizmente aprobé en junio.

. modificador del adjetivo calificativo o valorativo: Mis amigos son muy alegres, No creí que fuera tan mayor.

. modificador del sustantivo: Es muy mujer; Con gente así, no se puede ir al teatro.

. modificador de otro adverbio cualitativo o valorativo: Te portaste muy bien.

. función de atributo: Esta chica es así.

. adverbio con valor de una oración en un contexto: ¿Ha llegado el profesor? – Si, no...

D) LA ADVERBIALIZACIÓN SINTÁCTICA

Del mismo modo que hay una sustantivación y una adjetivación, hay también una adverbialización sintáctica, es decir, un uso transitorio, en función de adverbio, de palabras que no pertenecen a esta categoría.

Así se puede comprobar en el caso de los adjetivos. Ya hemos hablado de los adverbios formados añadiendo el sufijo -mente a un adjetivo con género femenino. Pero también puede funcionar como adverbio la forma masculina del adjetivo: Esta alumna habla alto, Ese hombre siempre habla claro.

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En otras ocasiones la adverbialización se consigue añadiendo al adjetivo una preposición: en vano, por último, a oscuras (La profesora estaba hoy de buenas), o bien una preposición y un artículo: a la ligera, a lo loco.

También es frecuente la adverbialización del sustantivo. En español suele hacerse antepo- niendo al sustantivo una preposición: a punto, en efecto, a veces, de memoria, de día, o bien una preposición y un artículo: a la letra (literalmente).

Alguna preposición, en determinados casos, funciona como adverbio. Tal puede ser el caso de las preposiciones hasta y entre: En esa obra muere hasta el apuntador, La comida la pagamos entre todos nosotros.

Y cuando dos o más palabras funcionan conjuntamente como un adverbio, decimos que se da una locución o frase adverbial. La ampliación constante del campo adverbial por medio de otros elementos del lenguaje se manifiesta, especialmente, en la formación de locuciones adverbiales de gran extensión. Una frase entera adquiere un valor adverbial que domina y absorbe el de los sustantivos, verbos, etc., que la integran. Locuciones adverbiales son gran parte de los modismos y frases hechas que cada idioma va creando paulatinamente y que suele ser su fondo semántico más intraducible.

Característica principal de estas locuciones es el orden fijo en que acaban por cristalizar sus elementos, los cuales, si bien desde un punto de vista morfológico constituyen palabras independientes, forman en realidad una unidad semántica inseparable. He aquí algunos ejemplos de locuciones o frases adverbiales: a la buena de Dios, de vez en cuando, a pie juntillas, a troche y moche, a duras penas, al fin y al cabo, cara a cara, de par en par, al por mayor, poco más o menos.

2. LOS NEXOS

A) CARACTERIZACIÓN

Los nexos son unos vocablos invariables que actúan como elementos relacionantes. No tienen

significación léxica, pero sí gramatical. Son, por tanto, morfemas. Se incluyen en este grupo las preposiciones y conjunciones tradicionales, en general. Pero no debe olvidarse que otras clases de palabras, como los pronombres y adverbios relativos, desempeñan también una función relacionante, aunque no con el carácter esencial o predominante que aparece en las preposiciones y conjunciones,

Las preposiciones y conjunciones carecen de accidentes gramaticales y su contenido significativo se limita a expresar una idea general de relación, unida a ciertos matices de la relación misma (estos matices se basan en los distintos tipos de preposiciones y conjunciones). Pero aun estos matices dependen de tal modo del sentido general de la oración, que una misma preposición o conjunción es apta para expresar relaciones múltiples; y a veces, incluso, puede prescindirse de ellas sin que la naturaleza de la relación se altere, porque el sentido general de la frase la hace perfectamente inteligible. Tal ocurre, por ejemplo, con algunos complementos circunstanciales de tiempo construidos sin preposición: El domingo se levanta el cazador muy temprano. Y otro tanto puede apreciarse en la oración Quiero me digas una cosa, o en Te agradecería me dieras tu nueva dirección.

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B) LA PREPOSICIÓN La preposición es un morfema independiente que funciona como introductor y nexo de un

sintagma nominal -no núcleo de sujeto- en cualquiera de sus formas de expresión. Con otras palabras, la preposición es una partícula que se pone ante un sustantivo (de ahí su nombre: pre-posición) para convertirlo en complemento de otra palabra de la misma oración.

La palabra complementada puede ser un verbo, o bien un sustantivo, un pronombre, un adjetivo, etc. Pero la palabra complementaria, el término anunciado por la preposición, es siempre un sustantivo, o una palabra o locución de valor equivalente a un sustantivo.

La función nexiva de la preposición, salvo alguna excepción, es subordinante, es decir, que subordina el término regido al elemento regente: amor de madre. Sin embargo, tiene valor coordinante, por ejemplo, la preposición con en algunos casos: el general con sus soldados ( = el general y sus soldados)

En cuanto a la forma, las preposiciones pueden ser preposiciones propiamente dichas y locuciones prepositivas (bloques de dos o tres palabras que funcionan como una preposición).

En orden alfabético, las preposiciones castellanas son las siguientes: a, ante, bajo, cabe (anticuada), con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so (anticuada), sobre, tras. En esta relación de la Real Academia no figuran algunas palabras que, aunque originariamente no eran preposiciones, hoy día funcionan como preposiciones. Tal es el caso de durante, salvo, excepto, mediante, allende...

Las locuciones prepositivas están formadas por dos o más palabras, cuyo conjunto desempeña el mismo papel que una preposición simple. Tales son: delante de (ante), debajo de (bajo), junto a (cabe), a fin de (para), conforme a (según), encima de (sobre), detrás de (tras), a causa de (por)... Son tarnbién locuciones prepositivas otras combinaciones que no tienen significado coincidente con una preposición simple. Tales combinaciones pueden estar formadas por sustantivos y preposiciones (en vez de, en lugar de, con respecto a), de adverbios y preposiciones (alrededor de, dentro de, fuera de, enfrente de), o de dos preposiciones: de a (gente de a caballo), de entre (de entre los escombros), desde por (desde por la mañana), para con (para con sus padres), por entre (por entre unas matas).

Característica notable de casi todas las preposiciones es su gran variedad de matices nacidos del contexto, de forma que una misma preposición es apta para señalar diferentes relaciones. Así, por ejemplo, la preposición a puede indicar dirección (Voy a Roma), situación (Estaba a la puerta), tiempo (Llegó a las tres), modo (Se despidió a la francesa), causa (Cantó de nuevo a petición del público), precio (Esta tela se vende a trescientas pesetas el metro); y, como ya sabemos, la preposición a también acompaña al complemento directo y al complemento indirecto.

C) LA CONJUNCIÓN La conjunción es un morfema nexivo independiente que une dos unidades del mismo nivel

dentro de la estructura morfosintáctica. Su entronque con la economía del discurso lingüístico es íntimo, ya que evitan enojosas repeticiones al sacar factor común de los elementos que se repetirían de no apli-car el criterio económico: María y Pedro estuvieron ausentes, Es un tema interesante pero difícil.

Mientras la preposición -salvo alguna rara excepción- es subordinante, la conjunción se presta a funciones tanto subordinantes como coordinantes. Por ello las conjunciones fundamentalmente se clasifican en coordinantes y subordinantes.

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Las conjunciones coordinantes establecen relaciones entre unidades del mismo plano sin someter una a la otra. Pueden unir sintagmas nominales (Pedro y Rocío se acaban de marchar), sintagmas verbales (Mi amigo come y bebe demasiado), oraciones (Nacieron cinco gatos, pero sólo viven tres), y aun períodos completos. Las funciones coordinantes son de tipo copulativo, disyuntivo, distributivo, adversativo, explicativo.

Las conjunciones subordinantes establecen relación preferentemente entre sintagmas verbales y entre oraciones, pero lo hacen de tal modo que las segundas unidades dependen lógica y gramaticalmente de las primeras unidades: Lee mejor que escribe, Me dijo que vendría, Llegó cuando la puerta estaba cerrada. Las conjunciones subordinantes pueden introducir oraciones sustantivas, temporales, finales, causales, condicionales, comparativas, consecutivas, concesivas, modales.

En cuanto a la forma, unas conjunciones son simples (y, e, que, o, cuando, como) y otras son complejas, es decir, forman una locución conjuntiva (a fin de que, por más que, puesto que, con tal que). Algunas conjunciones simples de la sincronía actual manifiestan patentemente su composición diacrónica (aunque, porque). Se puede observar, asimismo, la dependencia que muestra la conjunción subordinante respecto a la preposición, y todo lo que le debe, incluso en el aspecto formal que ahora estamos describiendo: para que, conque, con tal de que, a fin de que, desde que, hasta que.

Entre todas las conjunciones llama poderosamente la atención el que, ya que puede indicar relaciones de muy diferente tipo y, además, es la base para la formación de numerosísimas locuciones conjuntivas.

Más adelante, según vayamos estudiando las diferentes clases de oración compuesta, veremos los distintos valores de cada una de las conjunciones.

3. LA INTERJECCIÓN

La interjección es una parte del discurso que desempeña la función de sustituto de oración o de secuencia textual. Su valor significativo se deducirá eminentemente de la situación del hablante en el discurso, pues -como sustituto que es- no tiene valor semántico fijo y la misma forma interjectiva podrá ofrecer variadas significaciones.

En la interjección aparecen casi siempre las funciones básicas de la comunicación. Así, arropando la función representativa (base de toda comunicación, pues si no hay algo que comunicar no existe comunicación) que penetra en la interjección por su función sintáctica de sustituto, aparecen la función emotiva (que revela la actitud del hablante), la función conativa (con ella el hablante pretende llamar la atención del oyente), la función fática (que sirve para asegurar que el circuito de la comunicación, entre el hablante y el oyente, no se ha interrumpido).

Las marcas fonéticas de la interjección son intensidad acentual e intensidad tonal, frecuen-temente acompañadas de gestos particulares. En la grafía se presentan entre signos de admiración.

La forma con que se manifiesta la interjección es muy variada. Hay interjecciones propias (¡oh!, ¡ah!, ¡eh!, ¡hola!, ¡ay!); interjecciones impropias: sustantivos, adjetivos, verbos o adverbios gramati-calizados, que adoptan la función de interjección (¡vaya!, ¡anda!, ¡socorro!, ¡fuego!, ¡demonios!, y buen número de tacos); frases interjectivas (¡Vaya por Dios!, ¡Ay de mí!, ¡Qué horror!)

Atendiendo a un criterio psicológico, las interjecciones pueden expresar distintas vivencias: amor, odio, asombro, temor, pena, dolor, envidia. Muchas veces en una misma interjección pueden estar presentes varios de estos valores.

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TEMA 11: LA ORACIÓN GRAMATICAL

1. CARACTERIZACIÓN y ESTRUCTURA

La oración es considerada la unidad gramatical por excelencia. Para caracterizarla de un modo completo, conviene recurrir a tres puntos de vista: significado, función y forma. En cuanto al significado, la oración posee sentido completo en sí misma, es capaz de transmitir y comunicar un mensaje por sí sola. Funcionalmente se caracteriza por su independencia o autonomía, ya que no desempeña función gramatical alguna dentro de otra oración. En lo que se refiere a la forma, la estructura básica de la oración está constituida por dos miembros: un sintagma nominal sujeto y un sintagma verbal predicado. Explicamos detenidamente esta caracterización.

En cuanto a la independencia, vemos que efectivamente el fonema forma parte de otras unidades superiores (monemas, palabras, sintagmas, oraciones). Lo mismo acontece con el monema, la palabra y el sintagma: el primero forma parte de una palabra, o es una palabra; la palabra forma parte de un sintagma o es un sintagma; el sintagma es siempre parte de una oración. Sólo la oración no forma parte de otra unidad lingüística mayor.

Desde el pundo de vista del significado, la oración comunica un sentido completo. La palabra tiene sentido completo pero no comunica nada. Un vocablo como azúcar posee un significado que el diccionario define perfectamente; mas, para que esa palabra comunique algo, debe insertarse en una oración: El azúcar está húmedo; Ponme más azúcar; Me gusta el café sin azúcar.

En efecto, la oración comunica un sentido completo: ¡Que película más divertida he visto!. Si dividimos esta oración en trozos (¡qué película - más divertida - he visto!), tales trozos podrán tener sentido, pero no será completo: no constituirán actos de comunicación.

Atendiendo a la forma, toda expresión para ser oración debe contener dos constituyentes obligatorios: un sintagma nominal con función de sujeto, y un sintagma verbal con función de predicado. La obligatoriedad de estos sintagmas se da en el nivel de estructura profunda, ya que en las estructuras superficiales puede desaparecer alguno de ellos por motivos transformacionales diversos. Cada uno de estos constituyentes posee un núcleo o elemento central. Hacia estos núcleos se polariza el resto de las palabras o sintagmas como expansiones. En la frase Los alumnos de mi colegio estudian todos los días Matemáticas podemos ver dos constituyentes fundamentales: un sintagma nominal sujeto con su núcleo alumnos, hacia el que convergen otros elementos como los y mi colegio; y un sintagma predicado con su núcleo estudian, hacia el que convergen las expansiones todos los días y Matemáticas.

Desde el punto de vista semántico, el sujeto posee el significado estructural de persona, animal o cosa que realiza, experimenta en sí o padece el proceso expresado por el verbo. A su vez, el predicado significa estructuralmente el proceso que ejecuta, experimenta o recibe el sujeto.

2. ESTRUCTURA PROFUNDA y ESTRUCTURA SUPERFICIAL

Toda oración constituye una unidad estructural: sus componentes están interrelacionados, formando una estructura mediante el desempeño de funciones mutuas.

Todas las oraciones en cualquier lengua poseen dos tipos de estructura (conjunto de partes relacionadas mutuamente): una estructura profunda y una estructura superficial. La estructura profunda es la que contiene el significado oracional y determina la interpretación semántica de la oración. La

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estructura superficial es la forma hablada con que aparece la oración y determina su forma fonética. Comparemos las siguientes oraciones: El fortísimo viento derribó dos árboles, El viento, que era fortísimo, derribó dos árboles, El viento era fortísimo; derribó dos árboles. Estas tres oraciones dicen lo mismo: se afirma en ellas que el viento era fuerte y que derribó dos árboles. Tienen, por tanto, idéntica estructura profunda. En cambio, es evidente que su estructura superficial es diversa.

Todas las oraciones poseen una estructura profunda y una estructura superficial. Ahora bien, puede suceder que una estructura profunda tenga varias estructuras superficiales. Lo hemos visto en el ejemplo citado anteriormente. Pero puede darse el caso contrario: a una estructura superficial pueden corresponder diferentes estructuras profundas. Así, la estructura superficial Yo hago el cuarto tiene las siguientes estructuras profundas: Yo hago (o construyo) el cuarto (objeto), Yo limpio la habitación, Yo estoy en cuarto lugar.

3. COMPATIBILIDAD SEMÁNTICA y ESTRUCTURACIÓN SINTÁCTICA

Toda oración se compone de palabras o vocablos combinados de una cierta manera, que está regulada también por el código. Concretamente, una oración puede ser inaceptable porque contiene defectos semánticos o está mal formada sintácticamente. Se debe, por tanto, prestar atención a la compatibilidad semántica y a la estructuración sintáctica.

A) COMPATIBILIDAD SEMÁNTICA Toda palabra que entra a formar parte de una oración tiene que poder combinar su significado

con los significados de las demás. Dicho de otro modo, en las oraciones que forman un texto oral o escrito, sus palabras han de ser semánticamente compatibles.

Así, la oración La cartulina sospechó de la alfombra carece de sentido, porque sus términos son incompatibles semánticamente. En efecto, el verbo sospechar sólo puede aplicarse a sujetos que cuenten con el rasgo semántico /+ humano/, porque únicamente las personas pueden sospechar. Este verbo aún impone otra exigencia para poder ser empleado: que su complemento suplemento tenga el rasgo /+ animado/. Se puede sospechar de una persona o de un animal, pero no de una cartulina. La oración es, pues, inaceptable por la manifiesta incompatibilidad semántica entre el verbo y el sujeto por un lado, y entre el verbo y el suplemento por otro.

La oración Las pistas llenas de nieve sueñan con esquiadores resulta inaceptable, porque pistas, que posee el rasgo /- animado/ no puede combinarse con el verbo soñar, marcado con el rasgo /+ sujeto animado/. Sin embargo, poéticamente, esta oración puede tener sentido: es posible imaginar unas pistas “soñando” con esquiadores que se deslicen por su nieve. Diremos entonces que soñar funciona ahí metafóricamente.

Muchas veces, hablando o escribiendo sin cuidado, o por mera ignorancia, una palabra funciona indebidamente en lugar de otra, porque el hablante le atribuye un significado que no posee. Por ejemplo, cuando se afirma La directora detenta el cargo desde hace un mes, queriendo decir, simplemente, que lo desempeña, se comete un error lingüístico, ya que detentar significa retener uno sin derecho lo que manifiestamente no le pertenece. Este error, consistente en emplear por ignorancia una palabra incompatible semánticamente con el significado que debe tener la oración, se denomina impropiedad. Al hablar y escribir hemos de hacerlo con propiedad, empleando palabras propias, es decir, con el significado adecuado a lo que queremos decir.

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B) ESTRUCTURACIÓN SINTÁCTICA El código lingüístico cuenta también con unas reglas para formar las oraciones, combinando

adecuadamente los signos que las componen. Estas reglas constituyen el objeto de estudio de la sintaxis.

Cuando se violan las reglas sintácticas, se produce el fenómeno llamado agramaticalidad, la cual es tanto más grave cuantas más reglas se violan. Así, no pueden considerarse correctas las oraciones Marta le trajo a sus hermanos varios regalos, El equipo bien jugaron, Aterrizó avión él. Cuando una oración no está debidamente estructurada, se produce el fenómeno llamado incorrección, que no es lo mismo que impropiedad.

Un caso frecuente de estructuración sintáctica defectuosa es la ambigüedad. Una oración es ambigua cuando podemos atribuirle simultáneamente dos o más significaciones distintas. Ahora bien, la ambigüedad puede tener orígenes distintos:

- fónico, cuando dos secuencias de sonidos se pronuncian igual, pero se escriben de forma distinta: Yo lo coloco y ella lo quita / Yo loco loco y ella loquita; No esconde nada / No es condenada.

- sintáctico, cuando un sintagma de la oración puede desempeñar más de una función sintáctica, como ocurre en Hablaremos a los obreros de la empresa, enunciado en el que el sintagma de la empresa puede funcionar como complemento del nombre o como suplemento.

- léxico, si la ambigüedad o doble interpretación se debe a la presencia de palabras homónimas, como ocurre en enunciados del tipo Me han limpiado toda la plata del piso, Yo hago el cuarto, Esto lo ha hecho el burro de Roberto.

La ambigüedad no es grave (por el contrario, resulta perfectamente normal) cuando la neutraliza el contexto, el cual precisa el significado de las secuencias lingüísticas a las que es posible asignarles, fuera de una situación comunicativa concreta, dos o más interpretaciones.

4. ORACIÓN, CONTEXTO y SITUACIÓN

Todo acto de habla tiene lugar en un marco determinado, con unos hablantes que están rodeados de un entorno concreto, y todos los elementos y circunstancias que conforman esa situación comunicativa han de ser tenidos en cuenta al estudiar los mensajes, discursos o textos, ya que influyen tanto en su forma como en su significación. Según esto, a la hora de interpretar un texto hay que prestar atención a dos aspectos fundamentales que han influido en su génesis: el contexto y la situación.

En primer lugar, necesitamos conocer el contexto y la situación porque la oración no siempre posee todos sus elementos explícitamente expresados dentro de ella. AsÍ, la oración Me lo dijo él carece de significación si no figura en un contexto donde se haya precisado qué es lo y quién es él. Tendrá sentido si esa oración sigue, por ejemplo, a esta otra: ¿Estás segura de que Juan presenció el in-cendio? Los pronombres lo y él introducen en la oración Me lo dijo él a que presenció el incendio y a Juan, respectivamento. Esta es una de las funciones principales del pronombre: introducir en una oración trozos de discursos ya emitidos.

Otra relación importante entre la oración y el contexto se produce en el caso de los adverbios con que se responde a una oración interrogativa: -¿Vendrás al cine? -Sí (no, quizá, tal vez). Tales adverbios constituyen una oración, y sus elementos (sujeto, predicado, complemento) son los mismos que figuran en la oración interrogativa correspondiente.

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Hay oraciones interrogativas a las que se responde de otra manera: -¿Quién ha llamado? - El cartero. -¿Cuándo has venido? -Ahora. También estas respuestas constituyen una oración, cuyos elementos oracionales ausentes están en la oración anterior.

Podríamos multiplicar los ejemplos de interrelación entre oración y su contexto lingüístico. La oración no precisa, para ser tal oración, tener todos sus elementos explícitos: éstos pueden figurar en el contexto ya emitido.

Los elementos que faltan en una oración que emitimos pueden estar también en la situación. Por ejemplo, si comiendo necesito sal, y digo Dame señalando el salero, los elementos que faltan en la oración Dame están en la situación: Dame (tú el salero). Sólo contando con estos elementos físicos (una persona y el salero), presentes en aquel momento, la oración Dame posee sentido completo. Así pues, existe también una interrelación estrecha entre el contexto situacional y la oración emitida en dicho contexto.

Un ejemplo muy concreto de esta interrelación existente entre una oración y su contexto situacional lo tenemos en el caso de las mal llamadas oraciones nominales. Efectivamente, hay oraciones que en su estructura superficial no llevan verbo, pero éste verdaderamente existe, si bien está elíptico. Esto sucede porque las circunstancias en que se pronuncia el resto de la oración lo hacen innecesario. La lengua hablada y familiar está llena de oraciones de este tipo: ¡Qué tonta!; ¿Quién mejor que él para eso?; A palabras necias, oídos sordos; ¡Qué tiempo!; A mal tiempo, buena cara; Calma, señoras; Silencio, hospital; Buen viaje; Buenos días. En todas estas oraciones no hemos dicho el verbo y, sin embargo, sabemos perfectamente -por la situación que nos rodea- qué verbo se sobrentiende en cada ocasión.

La lengua hablada y familiar está llena de oraciones de este tipo en atención a la brevedad. El empleo de estas oraciones también es bastante frecuente en el lenguaje periodístico, que parece tener a gala el resumir todo lo posible el período, bien para dar agilidad y dinamismo al idioma, o bien con fines puramente comerciales o para destacar los titulares.

De todas formas, es necesario tener en cuenta el contexto y la situación siempre, incluso en el caso de oraciones que llevan explícitos todos sus elementos. Por ejemplo, las oraciones Pedro ha metido un buen gol, Luisa ha entrado en el banco, Juan se quedó con Lola, tienen cada una de ellas diversos significados, dependiendo de los distintos contextos en los que esas oraciones hayan sido pronunciadas. Asimismo, la situación afecta a cualquier oración. Por ejemplo, si decimos Está lloviendo, esta frase no significa lo mismo tras una larga temporada de absoluta sequía que cuando queremos hacer una excursión al campo o vamos de boda. Igualmente, la situación hace que la oración Ya se acaban las vacaciones no tenga el mismo significado para los padres que para los alumnos y profesores.

5. ORACIÓN SIMPLE y ORACIÓN COMPUESTA

Tradicionalmente, las oraciones se dividen en simples y compuestas.

Llamamos oración simple a la que consta de un solo sujeto y de un solo predicado: El tren se ha detenido, Mi novia ha aprobado las oposiciones.

La Gramática tradicional consideraba simples las oraciones con dos o más sujetos, siempre que tuvieran un solo predicado: Carlos y María vinieron en avión. Según la moderna Gramática generativa, esta oración no sería simple, sino compuesta, porque en su estructura profunda consta de dos propo-siciones con forma oracional: Carlos vino en avión y María vino en avión .

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El predicado de una oración simple puede llevar verbos auxiliares, sin que ésta deje de ser simple: La niña continuó llorando, El profesor debe de estar en clase.

Oración compuesta (o compleja) es la oración que consta de dos o más proposiciones: Paco se ha levantado tarde porque el despertador no ha funcionado.

No es cierto que la oración compuesta esté formada por dos o más oraciones, como algunos dicen. Recordemos que oración es "la unidad lingüística dotada de significación que no pertenece a otra unidad lingüística mayor". En el ejemplo anterior, cada una de las dos secuencias (Paco se ha levantado tarde y El despertador no ha funcionado) pertenece a una unidad lingüística mayor: Paco se ha levantado tarde porque el despertador no ha funcionado. Esta última secuencia es la que no pertenece a ninguna unidad mayor; es una oración, pero una oración que consta de dos proposiciones.

Llamamos proposición a cada una de las secuencias dotadas de estructura oracional (esto es, con sujeto y predicado) que se combinan para constituir una oración compuesta.

Las proposiciones de una oración compuesta pueden tener sujetos y predicados distintos (Paco se ha levantado tarde porque el despertador no ha funcionado), o bien sólo el mismo sujeto (Yo estuve allí y vi lo que ocurrió), o bien sólo el mismo predicado (Carlos y María vinieron en avión).

Las proposiciones que forman una oración compuesta pueden relacionarse de dos maneras distintas según el grado de dependencia que tienen entre sí. Estas dos maneras se denominan coordinación y subordinación.

6. CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN DE LA ORACIÓN SIMPLE

Ya conocemos la definición de oración simple: oración que consta de un solo sujeto y de un solo predicado. Pero hay distintos tipos de oración simple, como vamos a ver a continuación.

En cualquiera de las unidades lingüísticas llamadas oraciones podemos distinguir el contenido de la representación (lo que se dice) y la actitud del que habla con respecto a dicho contenido. La oración Tu padre llegará esta tarde implica por parte del hablante una afirmación, que también podría expresarse diciendo: Creo, afirmo, digo que tu padre llegará esta tarde. ¡Tu padre llegará esta tarde! puede indicar sorpresa, asombro, temor, alegría, según sea el gesto, la entonación, la situación de los interlocutores o el contexto. ¿Tu padre llegará esta tarde? o ¿Llegará tu padre esta tarde? son preguntas. Quizá llegue tu padre esta tarde indica duda. ¡Ojalá llegue tu padre esta tarde! es la expresión de un deseo. El contenido objetivo de la representación (la llegada de tu padre esta tarde) es el mismo en todas estas oraciones; pero es diferente en cada caso la actitud del hablante al enunciarlo. La actitud del hablante es, pues, un criterio para clasificar las oraciones.

Desde otro punto de vista, la naturaleza gramatical y semántica del sujeto y del predicado tienen exigencias formales que originan diversos tipos de oraciones. Con ello tenemos un segundo criterio clasificardor.

A) CLASIFICACIÓN DE LAS OO. SIMPLES SEGÚN LA ACTITUD DEL HABLANTE

Teniendo en cuenta la actitud del hablante respecto a un contenido, dentro de la oración simple podemos distinguir, en general, oraciones que expresan un sentimiento o afectividad, oraciones que expresan un deseo o matices derivados, oraciones que indican duda o posibilidad y oraciones que objetivamente significan el enunciado neutro. Y, más en concreto, podemos señalar las siguientes clases:

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a) Oraciones exclamativas

Son las que expresan más directamente la afectividad del hablante y el contenido más vigoroso del sentimiento. Pueden adoptar una estructura sintética (interjección) o bien la estructura analítica de una oración completa.

Dentro de la estructura sintética podemos señalar dos grados. El primero está compuesto por los gritos inarticulados o las interjecciones llamadas propias (¡ah!, ¡ohl, ¡ay!, ¡huy!, ¡hola!), así como por palabras de todas clases habilitadas como interjecciones (¡bravo!, ¡ánimo!, ¡diablos!). El segundo grado aparece en las frases exclamativas producidas por un comienzo de análisis de la emoción en dos o más palabras: ¡Por Dios!, ¡Pero hombre!, ¡Pobre de mí!

Dentro de la estructura analítica también podemos encontrar dos tipos de oraciones exclama-tivas: 1) Oraciones que presentan la misma estructura de las oraciones enunciativas, de las cuales no se distinguen más que por ciertos recursos fonéticos (¡Hoy hace un calor insoportable!, ¡La hora se acerca!); 2) oraciones que tienen marca exclamativa introductora, que puede ser un pronombre o adverbio interrogativo (qué, cuánto, cómo, dónde), pero desposeídos de sentido interrogativo, ya que sólo desempeñan un papel enfático, a menudo ponderativo (¡Cuánto me alegro!, ¡Qué calor hace!).

b) Oraciones optativas o desiderativas

Reciben este nombre aquellas oraciones en las cuales la persona que habla manifiesta el deseo de que se verifique un hecho. Las oraciones optativas se caracterizan por llevar el verbo en subjuntivo. Suelen ir introducidas por una marca desiderativa (ojalá, así): Ojálá llegue Paula a tiempo, Así se arruinase ese avaro; pero no siempre es necesaria esta marca: En paz descanse, Sea enhorabuena.

La expresión léxica de un deseo por medio de un verbo de voluntad, como Quiero decirle, no es optativa, sino que es la simple enunciación de un contenido volitivo.

c) Oraciones exhortativas o imperativas

Del deseo se pasa fácilmente a la exhortación, al ruego y al mandato, expresados por medio de oraciones llamadas exhortativas o imperativas; y del mismo modo que pasamos imperceptiblemente de uno a otro matiz psicológico, no podemos señalar linea divisoria entre las oraciones optativas y las exhortativas. Contribuye además a hacer borrosos los limites el hecho de que el imperativo español no tiene más formas propias que las de las segundas personas. Para los demás casos se acude al presente de subjuntivo. Por consiguiente, en gran número de ocasiones sólo la entonación y el sentido que parezca predominante nos guiarán para incluir la oración de que se trate en uno u otro grupo. El uso del imperativo ha sufrido además, otra restricción: no puede emplearse en las oraciones exhortativas negativas.

La oración exhortativa comprende diversos matices, desde la orden terminante hasta la humilde súplica. He aquí algunos ejemplos de oraciones exhortativas: Seguidme, Cállese usted, Márchate y no vuelvas, Tráeme un vaso de agua, por favor.

Aparte del imperativo y del presente de subjuntivo, en ocasiones el mandato puede ir expresado por el presente de indicativo (Tú te marchas ahora mismo), por el futuro (No matarás), por el infinitivo (¡Callar!, ¡A callar!), o por el gerundio (Caminando).

Una derivación, más bien atenuación, del mandato la encontramos en las oraciones llamadas permisivas, que expresan una concesión a un enunciado previo: Bien, hágalo; Bueno, pase por esta vez.

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d) Oraciones de posibilidad y dubitativas

Reciben este nombre aquellas oraciones en las que el que habla no se atreve a considerar coincidente con una realidad objetiva lo que se predica en la oración. Por ello, lo expresa como posible, probable o dudoso, mediante ciertos recursos gramaticales.

La posibilidad y la probabilidad se expresan por medio de usos desplazados de ciertas formas verbales (Serían las siete, Viviríais muy felices en aquella casa, Serán las diez, Cara más hipócrita no la habrás visto en tu vida), y también por medio de las marcas posiblemente, probablemente... (Posiblemente volverá), o por las perífrasis verbales deber de + infinitivo y poder + infinitivo (Nuria debe de estar ya en clase, Podían ser las cuatro).

La oración dubitativa se enuncia con adverbios de duda (acaso, tal vez, quizás) seguidos de subjuntivo: Acaso vuelva mi prima, Tal vez fuese verdad tu sospecha, Quizás haya enviado un recado. El verbo puede estar también en indicativo: Tal vez era verdad tu sospecha. El empleo del subjuntivo aumenta el sentido dubitativo de la oración, mientras que el indicativo expresa duda atenuada. Nótese la fina diferencia expresiva entre Tal vez conoces a este hombre y Tal vez conozcas a este hombre.

e) Oraciones interrogativas

En vez de expresar nuestra duda formulando oraciones dubitativas como las anteriormente descritas, podemos dirigirnos a uno o varios oyentes con ánimo de que su respuesta puede resolverla. Nacen así las oraciones interrogativas, caracterizadas en su mayoría por la inflexión final ascendente o circunfleja de su curva de entonación, dando a conocer de esta forma que la oración no completa el pensamiento y esperamos que la respuesta lo complete. Aun en las preguntas con inflexión final descendente, la entonación interrogativa ofrece en su conjunto rasgos tan característicos que no puede ser confundida con las demás.

Las oraciones interrogativas pueden ser totales y parciales. Las totales se interesan por la verdad conjunta de la oración, ya que nuestra pregunta se dirige a saber si es cierta la relación entre sujeto y predicado, La respuesta esperada es sí o no, aunque puede llevar refuerzos que recalquen la afirmación o la negación. He aquí algunos ejemplos: ¿Ha venido tu hermana? (sí, no), ¿Conocéis a ese señor tan distinguido? (sí, no, demasiado), ¿Recibieron ustedes aquella visita? (si, no, ni ganas.j.

Las interrogativas parciales preguntan por uno de los elementos de la oración (sujeto, atributo, cualquier complemento). Se duda de un elemento de la oración, pero de los demás se tiene verdadera conciencia: ¿Quién ha venido?, ¿Por dónde iremos?, ¿Cuánto le debo?. En estas oraciones el hablante sabe que alguien ha venido, que marcharemos y que debe una cantidad; pero le falta precisar la otra incógnita.

En las interrogativas totales basta el empleo de la entonación interrogativa, pero en las interrogativas parciales se requiere además la presencia de un pronombre, adjetivo o adverbio interrogativo, mediante los cuales se suple aquello que se ignora.

Atendiendo a su expresividad, podemos distinguir también dos tipos de oraciones interrogativas: 1) oraciones verdaderamente interrogativas, ya que en ellas se pregunta algo: ¿Ha venido tu madre?, ¿Quién te lo ha dicho?; 2) oraciones en las que la interrogación no pasa de ser un mero recurso expresivo, que puede indicar sorpresa (Pero ¿has aprobado tú...?), ruego (¿Podrías alcanzarme la sal?), reproche (Pero ¿no decías tú que...), una simple pregunta retórica para robustecer nuestra opinión (¿No fue Hernán Cortés un gran caudillo?), un mero recurso con valor negativo para obviar un enunciado del interlocutor (¿Decías ...?), y otros valores expresivos más.

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f) Oraciones enunciativas

Responden a la función comunicativa o representativa del lenguaje, es decir, están destinadas ante todo a transmitir una información y con ellas manifestamos la conformidad o disconformidad objetiva del sujeto con el predicado. Se las llama también oraciones aseverativas. En relación con el enunciado se dividen en afirmativas y negativas.

Afirmativas: Toda oración que no lleve marca específica es afirmativa, por oposición a la negativa, que sí la lleva. Con todo, el énfasis expresivo de la lengua ha originado múltiples variantes para manifestar, más que la simple afirmación, la aceptación y el asentimiento. Éstas son algunas: sí reforzado (claro que sí), fórmulas adverbiales (desde luego, naturalmente, ciertamente), fórmulas nominales con preposición (de acuerdo, sin duda), fórmulas verbales (vale, descuida), etc.

Negativas: La marca habitual de la negación es no y, a diferencia de sí, ha de aparecer necesariamente en este tipo de enunciados, si bien aquí existen también muchas alternativas: presencia de otros adverbios o pronombres negativos, incluso reforzando la negación ya existente (Nadie lo sabe, Nunca aprenderás, No me gusta nada esta película); la conjunción ni, a menudo reiterada (Ni hablar, Ni puede ni quiere); expresiones que, aun sin contener partículas negativas, adquieren ese valor cuando se anteponen al verbo (En mi vida lo había visto, En absoluto lo aceptaría); fórmulas populares, también sin marca negativa (Me importa un bledo, un pepino, un pimiento); fórmulas interjectivas, con cambio de entonación (¡Ya, ya!, ¡Sí, sí!), etc.

Nota: Todos los tipos de oraciones que hemos ido enumerando y describiendo no constituyen una clasificación rigurosa, sin términos intermedios: son más bien las denominaciones más diferenciadas de una serie de matices de imposible deslinde en muchos casos. Otras veces, estos tipos de oraciones no se excluyen entre sí, sino que pueden superponerse. Y así, por ejemplo, una oración exclamativa -además de ser afirmativa o negativa- puede ser también optativa (Ojalá llueva mañana durante todo el dial),o exhortativa (Cállate). Asimismo, una oración dubitativa puede ser a la vez interrogativa: ¿Tal vez le conocías?. Y podíamos indicar otros muchos ejemplos de superposiciones. Más que una clasificación lógica, es una enumeración de agrupaciones que se distinguen por algún carácter dominante.

B) CLASIFICACIÓN DE LAS OO. SIMPLES POR SU ESTRUCTURA GRAMATICAL

Los elementos esenciales de la oración son dos: sujeto y predicado. Y precisamente la naturaleza gramatical y semántica del sujeto y predicado representa un segundo criterio clasificador que origina distintos tipos de oraciones desde el punto de vista de la estructura gramatical. Esta clasificación puede resumirse en el siguiente cuadro:

- oraciones atributivas o cualitativas

- oraciones predicativas:

- transitivas - intransitivas - pasivas - reflexivas - recíprocas - impersonales

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Este esquema no supone una clasificación rigurosa, puesto que los tipos de oraciones enumerados no se excluyen totalmente entre sí. En la realidad lingüística algunos de esos tipos pueden superponerse, y así una oración puede ser a la vez transitiva y reflexiva, o bien intransitiva e impersonal.

a) Oraciones atributivas o cualitativas

Son aquellas oraciones en las que lo que se atribuye al sujeto es una cualidad. Las oraciones atributivas expresan cualidades del sujeto, es decir, conceptos adjetivos, los cuales pueden designarse por medio de un adjetivo (Alicia es alta), por un sustantivo (Pedro es médico), por un adverbio adjetivado (Silvia es así), por un pronombre (Pedro es aquel), por una proposición de relativo (Rubén es el que ha sacado la mejor nota), por un sustantivo o grupo nominal precedido de preposición (Marta es de Madrid).

En la oración atributiva el predicado es nominal, el cual está constituido por un verbo copulativo y un nombre, adjetivo o palabra adjetivada.

Los verbos copulativos son ser y estar, pero también pueden actuar como verbos copulativos: parecer, llamarse, volverse, ponerse, quedarse, llegar a ser, mantenerse: Mónica parece inteligente, Mi amigo se llama Pedro, Pablo se ha vuelto educado.

b) Oraciones predicativas

Reciben este nombre las oraciones que no anuncian una cualidad del sujeto, sino que expresan una acción, un fenómeno o una transformación en la que participa el sujeto. En esta clase de oraciones la palabra esencial del predicado es el verbo; por esto se dice que el predicado es verbal, en tanto que en las atributivas el predicado es nominal.

El verbo de una oración predicativa puede bastar por si solo para expresar todo lo que queremos decir del sujeto, o puede llevar palabras que completen la predicación. En el primer caso, el verbo es de predicación completa (El niño duerme, Estudia). En el segundo caso, acompañan al verbo otras palabras que, por completar todo lo que deseamos decir del sujeto, se llaman complementos; el verbo es entonces de predicación incompleta.

Dentro de las oraciones predicativas se pueden distinguir varios tipos, que vamos a describir a continuación.

1º/ Oraciones transitivas

Se llaman transitivas las oraciones que tienen complemento directo. El esquema de estas oraciones es el siguiente: 1) sujeto agente; 2) verbo activo; 3) complemento directo. He aquí algunos ejemplos: Yo he traducido una novela, Mi tía tiene dinero, El alumno ha estudiado la lección.

Además de estos elementos esenciales, puede haber eventualmente en estas oraciones otros complementos (indirecto, circunstancial -uno o varios-, predicativo, etc.). Pero hay que insistir en que, siendo el complemento directo un elemento esencial de la oración transitiva, su falta la convertirá en intransitiva, aunque el verbo sea de los que suelen llevar ese complemento: Yo no veo bien, Mis hermanas comen muy tarde. Asimismo, la presencia de un complemento directo hará que una oración sea transitiva aunque el verbo pertenezca al grupo de los que normalmente introducen u originan ora-ciones intransitivas: Rafael duerme la siesta.

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2º/ Oraciones intransitivas

Son intransitivas las oraciones que no llevan complemento directo, si bien pueden tener otros tipos de complemento. El esquema fundamental de las oraciones intransitivas es el siguiente: sujeto agente + verbo activo. Ejemplos: Luis corre, El profesor ha llegado, El sacristán toca a misa, Mi madre cose para los pobres, La muchacha no bailó en toda la noche.

Dentro de las oraciones intransitivas los gramáticos forman un grupo aparte, bastante numeroso, al que llaman oraciones de verbos de estado. En estas oraciones la actividad del sujeto está considerablemente aminorada, hasta el punto de que no produce la acción, sino que la acción se produce en él, o en él se manifiesta: Aquí fue Troya, Raquel no está en casa, Sus padres viven en Madrid, Los árboles crecen en primavera, Has envejecido mucho, Juan enfermó.

Las oraciones de verbos de estado se encuentran en una zona intermedia entre las oraciones activas (sujeto agente) y las oraciones pasivas (sujeto paciente). En algunos casos estas oraciones pueden admitir un complemento predicativo del sujeto (Mis padres viven felices en Madrid, Esta mujer nació pobre). Cuando esto sucede, dichas oraciones se hallan situadas en el limite entre las oraciones atributivas (expresión de una cualidad del sujeto) y las predicativas (expresión de un acontecer).

3º/ Oraciones pasivas

Cuando el interés principal del que habla está en el objeto de la acción y no en el sujeto, la oración activa transitiva puede experimentar una transformación pasiva, dando lugar a las llamadas oraciones pasivas. Estas oraciones constan esencialmente de sujeto paciente (que corresponde a lo que en activa era complemento directo) y de verbo en voz pasiva. Pueden llevar también expresado el agente o productor de la acción (complemento agente), acompañado de las preposiciones por o de, así como otros complementos (indirecto, circunstancial, predicativo, etc.). Ejemplos: La manifestación fue disuelta por la policía, La noticia era ya conocida de todos, Esa novela ha sido traducida al inglés, Al reo le ha sido aplicado el indulto, Margarita fue nombrada ministra.

El empleo de las oraciones pasivas es poco frecuente en español, e incluso está sujeto a algunas restricciones ya que existen algunos casos de oraciones transitivas que no admiten la transformación pasiva. Podemos citar, entre otros, los siguientes ejemplos: Yo como sólo verduras (pero no Sólo verduras son comidas por mí), Mi abuela no lee periódicos (pero no Periódicos no son leídos por mi abuela), Mi profesor tiene un corazón de oro (pero no Un corazón de oro es tenido por mi profesor).

Aumenta en cambio el uso de las oraciones pasivas reflejas, formadas con se y el verbo en activa: Se firmó la paz por los embajadores, Estos asuntos no se han resuelto todavía, Se vende piso (esta última oración también puede ser considerada como impersonal).

4º/ Oraciones reflexivas

Las oraciones reflexivas se caracterizan porque la acción del sujeto recae sobre él mismo, o se refleja en él. Se expresan con el verbo en activa acompañado de las formas átonas de los pronombres personales me, te, se (singular y plural de tercera persona), nos, os, de acuerdo con la persona que realice la acción. Estos pronombres pueden desempeñar la función de complemento directo o indirecto de la acción. En la oración Yo me lavo, el pronombre me es complemento directo del verbo lavo; en Yo me lavo las manos, el complemento directo es las manos, y me es complemento indirecto. Las oraciones reflexivas suelen llamarse directas o indirectas, según sea la función (complemento directo o indirecto, respectivamente) que el pronombre desempeñe en ellas. Luisa se ha peinado y Tú te vistes son reflexivas directas; Tú te tiñes el pelo y Elena se ha puesto un sombrero nuevo son indirectas.

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Todos los ejemplos que acabamos de ver representan el tipo reflexivo puro o primario, porque la acción vuelve de un modo u otro sobre el sujeto que la realiza. Pero ocurre que el sentido reflexivo a veces es más bien figurado, y no real. Tal sucede, por ejemplo, en el caso del sujeto causativo, el cual no es propiamente agente, sino que interviene o influye sólo en la acción que otro realiza: Tú te haces un traje (lo hace el sastre), Me construí una casa (la construyó el albañil). En estas oraciones el sujeto ordena, dirige o costea la acción sin que él la ejecute por sí mismo.

De un modo análogo la reflexión del acto puede atenuarse de forma que los pronombres no sean ya complemento directo o indirecto, sino que indiquen vagamente una participación o interés en la acción producida. Así ocurre, concretamente, en el llamado complemento de interés, que, como su nombre indica, expresa el interés que pone el sujeto en una oración: No me sé la lección, Ella se toma el café a las diez de la mañana. Si suprimimos el complemento de interés, el sentido de la oración sigue siendo fundamentalmente el mismo, aunque se prescinde del matiz de participación que el pronombre denota. A veces el complemento de interés reemplaza a un adjetivo posesivo, por lo que claramente indica también una idea de posesión: Me he dejado los guantes en la mesa (He dejado mis guantes en la mesa), Se puso la mano en el bolsillo (Puso su mano en el bolsillo).

Por otra parte, frente a oraciones que tienen significación reflexiva, podemos encontrar oraciones que tienen sólo forma reflexiva, entendida por tal la forma pronominal, y que bien pudieran llamarse pseudo-reflexivas o pseudo-reflejas. Así sucede en las oraciones en las que intervienen verbos que siempre aparecen acompañados por estos pronombres, de tal manera que no admiten más forma de expresión que la pronominal: Me arrepiento, No te quejes, No nos atrevemos, Se rebeló toda la ciudad.

Hay otros verbos que pueden aparecer en forma pronominal o en forma no pronominal. Cuando se da el primer caso, la presencia de uno de estos pronombres personales átonos (me, te, se, nos, os) hace que el verbo al que acompaña adopte un determinado matiz significativo, a la vez que origina también una oración pseudo-refleja o pseudoreflexiva. Puede compararse, por ejemplo, entre dormir y dormirse, sentar y sentarse, salir y salirse, acordar y acordarse.

5º/ Oraciones recíprocas

Oraciones reciprocas son aquellas en las que dos o más sujetos ejecutan la acción y a la vez la reciben mutuamente. Esto quiere decir que cada uno de los sujetos es el término de la acción que ejecutan los otros. Estas oraciones se expresan con el verbo en activa y en plural (la reciprocidad supone dos o más sujetos), acompañado además por las formas átonas de los pronombres personales nos, os, se. Estos pronombres harán la función de complemento directo (Pedro y Juan se tutean, Madre e hijo se abrazaron, Ambos nos miramos con sorpresa) o de complemento indirecto: Tu amiga y tú os escribíais cartas con mucha frecuencia, Juan y Marta no se hablan desde hace tres meses.

Dado que la forma de las oraciones recíprocas es la misma de las oraciones reflexivas, ciertas oraciones pueden tener tanto un sentido recíproco como reflexivo, por lo cual hay que distinguir las unas de las otras en el análisis. Así lo podemos ver en oraciones como Juan y Pilar se atormentan, Pedro y Antonio se defendieron valerosamente. Estos casos dudosos se aclaran añadiendo otros vocablos que precisen más la significación: mutuamente o entre sí cuando el sentido de la oración es recíproco, y a sí mismos cuando es reflexivo.

En castellano podemos encontrar oraciones que tienen sentido reciproco, pero no tienen la forma de oraciones reciprocas: Cristina se escribe con Pedro; Luis dialoga con la profesora. A tal efecto conviene señalar que la Gramática admite como recíprocas sólo aquellas oraciones que tienen la forma reciproca.

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6º/ Oraciones impersonales

Reciben este nombre aquellas oraciones en las que el sujeto no se expresa ni se sobrentiende por el contexto o la situación de los interlocutores. En este tipo de oraciones el sujeto aparece gramaticalmente indeterminado.

Dentro de este apartado podemos establecer distintos grupos o tipos de oraciones impersonales:

Oraciones impersonales de fenómenos naturales

Los verbos que expresan los fenómenos de la naturaleza (llover, tronar, relampaguear, nevar, amanecer, anochecer, etc.) no ofrecen propiamente posibilidad de que se les atribuya un sujeto gramatical, lo cual se debe a su especial significado de hechos naturales, en los que es difícil personificar un agente o causante. Por eso se usan todos ellos sin expresión alguna de sujeto, exclusivamente en la tercera persona del singular, lo cual les hace recibir el nombre de unipersonales.

Claro está que estos verbos de fenómenos naturales tienen acepciones figuradas, con las que pierden su sentido natural y su forma unipersonal. Dejan de constituir entonces oraciones impersonales. No lo son, por este motivo, las expresiones: En el despacho tronaba la voz del director, Su boca llovía injurias, Amanecimos empapados de lluvia.

Oraciones impersonales eventuales

El sujeto de una oración puede aparecer gramaticalmente indeterminado por otras causas: porque lo desconocemos, porque no queremos expresarlo, o bien porque no nos preocupamos de expresarlo ya que no ofrece el menor interés. Esta indeterminación, necesaria o voluntaria, del sujeto se expresa en general con todos los verbos activos y de estado poniéndolos en la 3ª persona del plural.

Si alguien llama a nuestra casa decimos: Llaman a la puerta. El verbo llaman en plural no significa que forzosamente sean varias personas las que llamen. La llamada es de una sola, pero decimos llaman para manifestar precisamente nuestro desconocimiento del sujeto.

En la expresión Me han escrito de Burgos, el verbo han escrito simboliza también indeter- minación del sujeto, la cual es aquí intencionada, pues quien habla sabe perfectamente qué persona de Burgos le ha escrito. Simplemente, no estima necesario o conveniente que lo sepa su interlocutor.

También está indeterminado el sujeto en la oración Me han despachado eso en la botica. Evidentemente, el sujeto (conocido) de la oración no ofrece el menor interés; por eso se deja en la vaguedad, ya que no es el sujeto sino el hecho mismo lo que interesa.

Las oraciones impersonales eventuales pueden expresarse también con la forma se y el verbo en 3ª persona del singular: Se bailó hasta las tres, Se vive bien en Madrid, Se alquila bicicletas. En las oraciones reflexivas y en las de verbo pronominal no cabe emplear el se impersonal.

No puede confundirse en modo alguno la impersonalidad con cierto grado de indeterminación o de indefinición: Alguien me ha dicho que ayer fuiste a los toros, Se acostumbra uno a todo, A veces se queja una sin razón. Estas oraciones no son impersonales, ya que tienen un sujeto gramatical concreto, aunque sea indefinido: alguien, uno, una. Por otra parte, observamos que la variación del género del indefinido uno y una depende del sexo de la persona que habla, lo cual indica cierta participación en el sujeto indefinido y, por consiguiente, una ligera determinación. Asimismo, la 2ª persona del singular puede adquirir en alguna oración un cierto valor de indeterminación, toda vez que el sujeto real no es un tú sino un sujeto generalizado: En este restaurante comes bien, En esta ciudad no puedes salir por la noche. Estas oraciones guardan un sentido de instrucción y consejo, de experiencia comunicativa, de información de un experto a otro que no lo es.

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Oraciones impersonales con los verbos HABER, HACER y SER

Sobre este tipo de oraciones la Gramática de la Real Academia afirma lo siguiente: En su uso impersonal, haber, hacer y ser adoptan construcciones iguales a las de los verbos que expresan fenómenos de la naturaleza: Hubo fiestas, Hace calor, Es temprano. En estas oraciones las palabras fiestas y calor hacen de complemento directo, y temprano es atributo. El sujeto queda indeterminado, algo así como /La gente, el pueblo/ tuvo fiestas, /La estación, el tiempo/ hace calor; /El momento a que me refiero/ es temprano. Haber y hacer tienen entre sus varias acepciones la de indicar vagamente existencia o presencia, análoga a la que corresponde a los verbos ser y estar: No hay nadie, Hace mucho frío. Esta significación indeterminada explica que en algunas provincias españolas de Levante, y en numerosos países hispanoamericanos, se interpreten como verbos personales y se diga Hubieron fiestas, Habían muchos soldados, Hicieron grandes heladas, donde los sustantivos fiestas, soldados y heladas son considerados como verdaderos sujetos.

En esta exposición de la Real Academia se observan ciertos puntos débiles, sobre todo con referencia al verbo haber, por lo cual las razones presentadas no son concluyentes. Por otra parte, seríamos simplistas e injustos si tacháramos, sin más, de incorrectas otras interpretaciones de este mismo hecho lingüístico.

La exposición de la Real Academia sobre el verbo haber, como unipersonal, está demasiado atada a la acepción etimológica o primitiva significación de la palabra. Esto tal vez le impide estudiar el problema con un poco más de realismo. Es evidente que en el verbo haber se ha producido un cambio de significación o proceso desemantizador. Se ha debilitado la noción de posesión y el verbo ha adquirido una significación existencial. En algunos casos es posible atribuir al verbo haber el significado de tener, pero esto no es lo más frecuente.

Hoy día el verbo haber es el preferido para expresar la existencia de personas o cosas a las que no acampaña el articulo determinado. Lo podemos ver claramente a través de las siguientes comparaciones: En la mesa está el libro de matemáticas / En la mesa hay un libro de matemáticas; A la entrada de la ciudad está la gran muralla / A la entrada de la ciudad hay una gran muralla; Bajo el puente estaban las tribus de gitanos / Bajo el puente había tribus de gitanos.

No resulta lógico que se considere impersonales a las oraciones en que aparece el verbo haber como unipersonal, y luego se intente buscarles con tanto afán un sujeto, cosa que hace la Real Academia. Y menos todavía comprendemos que ese supuesto sujeto tenga que ser siempre un singular. Hay casos en los que, de sobrentenderse un sujeto, éste sería desde luego un plural. Si en la oración El verano pasado en los pantanos españoles había poca agua intentáramos sobrentender un sujeto, éste sería desde luego pantanos españoles, con lo cual tendríamos un sujeto en plural y el verbo en singular.

Al asumir el verbo haber la acepción de existir, el complemento directo por él regido se convirtió automáticamente en sujeto psicológico de la oración. Mas, como históricamente considerado era propiamente el complemento directo de la acción verbal, por la fuerza de la tradición se ha seguido considerando a ese término complemento directo y no sujeto gramatical. Pero creemos que el peso de la tradición no debe impedir llegar al final del proceso. En este sentido habrá que poner en juego la tenden-cia natural a restablecer la armonía entre la fórmula psicológica y la expresión gramatical.

Buscando esta armonía se han intentado dos soluciones. Una de ellas considera sujeto oracional al sustantivo que acompaña al verbo haber y practica la plena concordancia de verbo con sujeto. En consecuencia, se debe poner el verbo en plural cuando el sujeto esté en ese mismo número.

La otra solución también considera sujeto gramatical al sustantivo que acompaña al verbo haber, pero la forma de la 3ª persona del singular de este verbo no es vista como singular, ni tampoco como plural, cuando interviene en el tipo de oraciones que estamos estudiando. Es más bien una forma adverbializada.

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TEMA 12: LA ORACIÓN COMPUESTA. PROPOS. COORDINADAS

1) ORACIÓN COMPUESTA

Oración compuesta es la oración que consta de dos o más proposiciones, las cuales dependen del conjunto psíquico que les da origen, y sólo dentro de él tienen la plenitud de su valor expresivo, de igual manera que las palabras adquieren solamente en la oración su verdadero contorno semántico y funcional. No se trata, por lo tanto, de dos o más oraciones simples que vienen a agruparse, sino de un contenido unitario que se estructura en varias proposiciones destinadas a expresarlo.

Por otra parte, cada una de las proposiciones guarda con las demás de su periodo determinadas relaciones, en cuanto dependen todas de la unidad superior a ellas, es decir, de la oración. Las proposiciones pueden relacionarse de dos maneras: mediante coordinación y mediante subordinación.

La coordinación se produce cuando entre las proposiciones interrelacionadas no existe relación de dependencia. Aunque contribuyen a producir un significado superior, jerárquicamente son iguales: Ayer tarde fui al.cine y estudié por la noche. Las proposiciones coordinadas se enlazan en el período y expresan relaciones variadas entre sí, pero no se funden hasta el punto de que una de ellas pase a ser elemento sintáctico de otra.

La subordinación se produce cuando una proposición tiene una jerarquía gramatical inferior a la de la otra. La proposición subordinada desempeña una función gramatical respecto de la otra, que se denomina proposición principal. La proposición subordinada se llama también incorporada en relación con la subordinante de la cual depende en el período. El grado de incorporación de la subordinada a la principal es más o menos estrecho según los casos. Así, las subordinadas circunstanciales están incorporadas a la principal en grado menor que las que se incorporan a ella como sujeto o complemento directo. Estas últimas de tal manera forman parte de la proposición principal que, si las suprimiéramos, la proposición principal quedaría incompleta. Ejemplos de subordinación: Me alegra que hayas vuelto, María, que es estudiosa, aprobará, Lee las instrucciones para que no se te olvide nada.

Muy frecuentemente, tanto las proposiciones coordinadas como las subordinadas van unidas por conjunciones; pero, en ocasiones, las proposiciones se suceden en la oración sin que ninguna conjunción las relacione. La relación la establecen mentalmente el hablante y el oyente: Intenté telefonearle, no estuvo en casa durante todo el día; Llegué, vi, vencí; Te agradecería volvieras pronto. A esta relación sin conjunciones explícitas la llamamos yuxtaposición; y a las proposiciones que así se relacionan proposiciones yuxtapuestas

Dos o más proposiciones coordinadas entre si pueden, a su vez, estar subordinadas a otra proposición: Cuando entra y cuando sale da un portazo, Me hace este regalo para que no me enfade o para que me calle, Me dijo que llegaría hoy y estaría una semana.

Las proposiciones, por otra parte, son secuencias dotadas de estructura oracional, por lo cual también se puede valorar en ellas la actitud subjetiva del hablante (exclamativa, desiderativa...), así como la naturaleza gramatical del sujeto y predicado (proposición atributiva, transitiva, intransitiva...).

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2) PROPOSICIONES COORDINADAS

Dos proposiciones son coordinadas cuando se unen entre sí de forma que una no depende gramaticalmente de la otra ni existe entre ellas diferencia de categoría.

Las proposiciones coordinadas pueden ser de diversas clases: copulativas, disyuntivas, distribu-tivas, adversativas, ilativas y explicativas.

1°/ Proposiciones copulativas

Son las proposiciones que se suceden sumándose una a otra. Van enlazadas por las conjunciones copulativas y, e, ni, tanto...como, no sólo...sino también: Toma la llave y abre la puerta, Trabajó e hizo lo que pudo, No quiere ni puede hacerlo, Estuvieron magníficos tanto el solista como el batería, Me acompañó no sólo Antonio, sino también Virginia.

Cuando las proposiciones afirmativas son más de dos, la conjunción suele preceder únicamente a la última: Salimos de casa, fuimos a varias tiendas, compramos muchas cosas y regresamos. Cuando las proposiciones enlazadas son negativas, la serie enumerativa lleva la conjunción ni sólo anta la última, a condición de que la enumeración vaya encabezada por una partícula negativa: Nunca piensa, ordena, dispone ni manda cosa contraria al bien público. Pero, en ocasiones, con fines expresivos o literarios, todas las proposiciones se relacionan con y: Llega a casa y coge el periódico y se pone a leer. Este fenómeno se llama polisíndeton.

El uso de la conjunción y al comienzo de la cláusula es un enlace extraoracional con lo anteriormente dicho o pensado, es decir, un enlace lógico o afectivo con lo que se ha dicho en la oración anterior: ¿Y quién te lo dijo?, ¡Y dirán que no hay dinero!.

Generalmente, si las proposiciones enlazadas tienen unos elementos comunes y otros no comunes, sólo se expresan, en una de las proposiciones, los elementos en que difiere de la otra. Los elementos comunes quedan elípticos para evitar repeticiones: Me salieron a esperar Laura y Ramón (Me salió a esperar Laura y me salió a esperar Ramón). No siempre, sin embargo, cabe esta interpretación. Por ejemplo, en Tres y dos son cinco no puede admitirse que haya dos proposiciones enteras coordi-nadas con dos sujetos distintos y un predicado común, pues Tres son cinco y Dos son cinco serían evidentes disparates. Se trata más bien, de una oración simple cuyo sujeto se compone de dos partes, unidas por la conjunción y. Otro tanto diríamos de Han subido mi baúl Tomás y Enrique, Entre Luis y Cristina resolvieron el problema.

2º/ Proposiciones disyuntivas

Son las proposiciones que presentan opciones que se excluyen. Se unen con las conjunciones disyuntivas o, u, o bien: ¿Sales o te quedas en casa?, ¿Dices la verdad u ocultas algo?, Como premio, te regalo un libro o bien te llevo al cine. A veces, la conjunción se repite al principio de cada proposición: 0 te rindes o mueres.

No siempre es disyuntiva la conjunción o, ya que hay casos en que no so produce exclusión: Pregúntale quién es o cómo se llama, Compraremos los juguetes en esta tienda o en la de enfrente (podemos comprar parte de los juguetes en una tienda y parte en la otra). Y existe un uso de o con valor explicativo, cuando las proposiciones se presentan como portadoras de un significado equivalente: El argumento o trama es original, La Sexta Sinfonía o Pastoral fue muy bien interpretada, Las lenguas romances o neolatinas son las derivadas del latín.

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3°/ Proposiciones distributivas

Son las proposiciones que presentan acciones alternantes pero que no se excluyen. Las conjunciones o partículas que más frecuentemente se emplean para unir las proposiciones distributivas son: bien...bien, ya...ya, ora...ora, tan pronto...como. Pero la relación distributiva puede marcarse también mediante palabras que figuran correlativamente relacionadas en las proposiciones, y que no son conjunciones: uno...otro, este...aquel, cerca...lejos, aquí...allí: Estos días, ya llueve, ya hace sol, Ese individuo, bien fuma sin cesar, bien se pasa dos meses sin encender un pitillo, Tan pronto canta como ríe, Una canta, la otra baila, Este se entusiasma, aquel protesta, Cerca me hace daño a los ojos, lejos no lo veo.

4º/ Proposiciones adversativas

Son aquellas proposiciones cuyos significados se oponen parcial o totalmente. En el primer caso, la coordinación es restrictiva; en el segundo, es exclusiva.

En las proposiciones adversativas restrictivas expresamos una corrección o restricción en el juicio de la primera proposición, pero no incompatibilidad: La casa era pequeña, pero era cómoda, Me voy, pero volveré. Las conjunciones o locuciones conjuntivas empleadas en este tipo de proposiciones son las siguientes: pero, mas, aunque, no obstante, sin embargo, con todo, fuera de, excepto, salvo, menos. He aquí otros ejemplos de proposiciones adversativas restrictivas: Lo pretendió, mas no lo logró; Me han invitado, aunque no sé si iré; Rosa estudia mucho; sin embargo, no aprueba; La película es muy famosa; con todo, no la encuentro amena; Todos estábamos de acuerdo, fuera de unos cuantos; El fuego se extendió mucho; no obstante, pudo atajarse.

En las proposiciones adversativas exclusivas -denominadas también absolutas por algunos autores- hay incompatibilidad entre ambas proposiciones, de manera que la afirmativa excluye totalmente a la negativa: No se murió, sino que lo mataron; No busco recomendaciones, sino méritos. Las conjunciones o locuciones conjuntivas utilizadas en esta clase de proposiciones son las siguientes: sino, sino que, antes, antes bien, por el contrario, más que, que no. He aquí más ejemplos de proposiciones adversativas exclusivas: No pierde belleza, sino que está cada día más guapa; No te quejes; antes bien, debes estarle agradecido, Nunca se arrepentirá; por el contrario, seguirá siempre aferrado a sus errores; No encontraron más que leves indicios; Son molinos, que no gigantes.

Las frases conjuntivas sin embargo, no obstante, y con todo indican a menudo transiciones en el sentido general del discurso; es decir, su valor de nexo va más allá de las proposiciones que gramaticalmente coordinan. Cuando un escritor comienza cláusula diciendo Intentaré, sin embargo, contestar a las principales objeciones, hace una referencia a todo lo dicho antes. Con el mismo valor se usan las conjunciones mas y pero cuando encabezan cláusula: Mas, ¿cómo lo has sabido?, Pero, ¿cómo ha sucedido?. En esta misma posición la conjunción pero puede tener a veces un uso enfático destinado a manifestar sorpresa, extrañeza, asombro: Pero ¡qué horror!; y con este valor enfático se emplea también dentro de las frases exclamativas, en las cuales pierde todo valor adversativo: ¡Bien!, ¡pero que muy bien!.

5º/ Proposiciones explicativas

Son aquellas proposiciones en las cuales una aclara el significado de la anterior. Se unen mediante las locuciones conjuntivas o, esto es, es decir, o sea. Ejemplos: Le hizo un quite, esto es, se llevó el toro, Las gaviotas son aves acuáticas, es decir, viven en el agua, La Sexta Sinfonía, es decir, La Pastoral fue muy bien interpretada.

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TEMA 13: PROPOS. SUBORD. SUSTANTIVAS y DE RELATIVO

Tiene lugar la subordinación cuando una proposición (la subordinada) desempeña una función gramatical respecto de otra, que se denomina proposición principal. Hay que advertir, sin embargo, que una proposición puede estar subordinada inmediatamente a otra proposición que también es subordinada: Carmen cree que Juan volverá cuando termine el curso.

La oración subordinada: desempeña, en general, con respecto a la subordinante una función típica del nombre, del adjetivo o del adverbio. Por esto las oraciones subordinadas se clasifican en sustantivas, adjetivas y adverbiales.

1) PROPOSICIONES SUSTANTIVAS

Son las proposiciones que desempeñan, respecto de otra, una función típica del nombre. Es decir, las proposiciones sustantivas funcionan, dentro de una oración compuesta, como podría hacerlo un nombre o sustantivo dentro de una oración simple.

Las proposiciones sustantivas pueden llevar el verbo en forma personal, uniéndose a la principal con la conjunción que, la cual -de acuerdo con la función que desempeñe- irá precedida, o no, de preposición; pero el verbo de la proposición sustantiva puede también estar en infinitivo.

Una proposición sustantiva puede desempeñar con relación a la principal la mayoría de las funciones u oficios propios del sustantivo:

Sujeto

No importa que se vayan todos No resultará difícil conseguir mi propósito.

Complemento directo

Yo deseo que tú seas feliz Lamento no disponer de más tiempo.

Suplemento

Ya no me acordaba de que hoy era tu santo Se arrepintió de haber dicho tales cosas

Complemento preposicional del nombre

He perdido la esperanza de que vuelva Tengo miedo de suspender otra vez esta asignatura

Aposición

Sólo tengo un deseo: que tú seas feliz Tenía una gran aspiración: ser ministra

Complemento del adjetivo

Estábamos seguros de que aprobarías Está deseosa de saber cuanto antes el resultado

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Complemento del adverbio

Estamos todavía lejos de que se firme la paz Estamos lejos de alcanzar nuestro objetivo

Atributo

Mi único deseo es que me dejéis en paz Hablar bien es decir las cosas con exactitud

Cuando una proposiclon sustantiva funciona como complemento directo y el verbo de la proposición principal significa "acción que se realiza hablando o pensando", la oración puede presentar dos formas, llamadas estilo directo y estilo indirecto.

En el estilo directo, la proposición subordinada reproduce literalmente (esto es, al pie de la letra) lo que yo u otra persona hemos dicho o pensado: Tú me dijiste exactamente: “No me interesa ir con vosotros mañana”; Yo pensé: “Si entro por la ventana, no me verán”.

En el estilo indirecto se reproduce lo dicho o pensado mediante transformaciones gramaticales y la proposición subordinada se une a la proposición principal con la conjunción que: Tú me dijiste exactamente que no te interesaba venir con nosotros hoy, Yo pensé que si entraba por la ventana no me verían.

Dentro del estilo indirecto, representan un apartado especial las oraciones interrogativas indirectas. En este tipo de oraciones la pregunta no se formula directamente, sino que se la hace depender de un verbo de los llamados de "entendimiento" y "lengua", como saber, entender, decir, preguntar, avisar . Ejemplos: Dime si ha venido tu prima, Yo averiguaré quién ha venido. Desaparece la entonación interrogativa y los signos de interrogación.

Las oraciones interrogativas indirectas pueden ser tanto generales como parciales. Las generales se introducen por medio de la partícula si: No sé si han llegado a un acuerdo, Pregúntales si han quedado satisfechos. Las interrogativas parciales indirectas conservan el pronombre o adverbio interrogativo: Averigua cuánto vale, Yo te diré dónde está, No sé quién se lo habrá dicho.

La presencia de dos nexos en las interrogativas indirectas es un refuerzo de la lengua conversacional: Dile que si viene, Pregúntale que cuánto le ha costado.

2) PROPOSICIONES ADJETIVAS O DE RELATIVO

Estas proposiciones desempeñan una función característica del adjetivo: la de calificar o determinar a un sustantivo de la proposición principal, al cual llamamos antecedente. El empleo de este tipo de proposiciones permite atribuir al sustantivo cualidades muy complejas para las cuales no tiene el idioma adjetivos léxicos.

Estas proposiciones se incrustan en la proposición matriz, detrás del antecedente, mediante los pronombre relativos que, cual o quien: Ha llegado Susana, que nos ha traído buenas noticias, Mariano y Lola, los cuales estaban allí, nos lo contaron, El médico de quien te hablé ayer es amigo de mi padre.

A veces sirven de nexo los adverbios relativos donde, como, cuando: Esta es la ciudad donde nacf, Estaban de acuerdo en el modo como había que plantear el problema, ¿Recuerdas el tiempo cuando íbamos a la escuela?

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El pronombre relativo cuyo puede introducir también proposiciones de relativo, pero tiene siempre carácter relativo-posesivo. En la oración Ese piso cuyas ventanas aparecen cerradas está en venta, el elemento cuyas indica que el objeto por él determinado (ventanas) pertenece al antecedente (piso). Como vemos, cuyas concierta en género y número con la cosa poseída, y no con el poseedor, es decir, con su antecedente. Se trata, pues, de un pronombre con unas características muy especiales.

El pronombre relativo puede desempeñar en la proposición de relativo la misma función que su antecedente en la proposición principal (salvo el caso de cuyo, como es lógico): El cartero que trae los certificados es muy amable. Pero puede desempeñar funciones distintas: El pájaro que me regalaste se ha escapado, No conozco a la doctora que te operó, Es un médico al cual han dado muchos premios. El pronombre relativo puede ir precedido de preposición, si la función que desempeña así lo pide. El adverbio relativo también tiene su propia función, que es naturalmente la de complemento circunstancial.

Como verdaderos adjetivos que son, las proposiciones de relativo pueden ser también especificativas y explicativas. Las proposiciones de relativo especificativas seleccionan al nombre antecedente dentro del grupo a que pertenece, es decir, restringen el significado del antecedente. En el lenguaje hablado nunca se debe hacer pausa (ni habrá coma en el escrito) entre el antecedente y la proposición de relativo especificativa. He aquí algunos ejemplos: El guardia que nos vio nos puso una multa, La médica de quien te hablé ayer es vecina de mi tío, La puerta por la cual entramos era la de servicio, Los alumnos que estudian aprobarán.

Las proposiciones de relativo explicativas no seleccionan ni restringen el significado del antecedente, ya que simplemente añaden una aclaración o explicación al antecedente, En el lenguaje hablado media pausa (coma, en el escrito) entre la proposición de relativo explicativa y su antecedente: El guardia, que nos vio, nos puso una multa, Mariano y Lola, los cuales estaban allí, nos lo contaron, La puerta, que estaba abierta, se cerró de pronto, Los alumnos, que estudian, aprobarán.

En muchas oraciones con proposición de relativo incrustada no figura expresado el antecedente en la estructura superficial, porque es desconocido, no interesa o se sobrentiende fácilmente: quien / la persona / que bien te quiere, te hará llorar, El que / la persona que / quiera salir, puede hacerlo, Ahora tengo en que / cosas en que / ocuparme.

Estas proposiciones de relativo sin antecedente expreso funcionan como sustantivos, por lo cual reciben el nombre de proposiciones de relativo sustantivadas. Desempeñan con relación a la proposición principal la mayoría de las funciones u oficios propios del sustantivo. He aquí algunos ejemplos: Quien bien te quiere, te hará llorar (sujeto), He hecho lo que me aconsejaste (complemento directo), Nosotros regalaremos el libro a quien lo desee (complemento indirecto), Juego con los que más me divierten (complemento circunstancial), Cristina, la que vive en París, es muy simpática (aposición), Aquel crimen fue cometido por quien menos te esperas (complemento agente).

Algunos autores hablan de proposiciones subordinadas de lugar, las cuales van introducidas por el adverbio relativo donde, sin antecedente, precedido o no de preposición; y las sitúan dentro de las proposiciones subordinadas adverbiales o circunstanciales. En realidad, es más exacto llamarlas proposiciones de relativo sustantivadas en función de complemento circunstancial de lugar: Hemos vuelto a estar donde estuvimos el domingo, Te llevaré por donde me digas, Acude a donde puedan infor-marte, Te llevaré hasta donde quieras, Escóndete en donde no te vea.

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TEMA 14: PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES

Son aquellas proposiciones subordinadas que, dentro de la oración a la que pertenecen, funcionan como un adverbio y expresan, por tanto, circunstancias de la acción del verbo principal. Sin embargo, tradicionalmente se incluyen dentro de este apartado proposiciones subordinadas que no equivalen realmente a un adverbio ni expresan una circunstancia. Por ello, la denominación de proposiciones adverbiales dada a todas ellas resulta bastante inexacta.

Y precisamente porque en esta materia es simposible establecer una clasificación perfecta, nos limitamos a señalar en este grupo -como consecuencia de lo dicho anteriormente- dos tipos de proposiciones: a) proposiciones de carácter adverbial o circunstancial (temporales y modales); b) proposiciones que expresan una relación cuantitativa o causativa (comparativas, consecutivas, causales, condicionales, concesivas, finales).

A continuación estudiamos con detalle cada una de estas proposiciones.

1) PROPOSICIONES TEMPORALES

Informan sobre una acción que sirve para situar en el tiempo la acción principal. Esa acción subordinada puede realizarse antes o después de la principal, o a la vez que ella: Avísame cuando lo averigüe, Regresaré antes de que tú te vayas, No hables mientras comes.

Las proposiciones temporales se insertan en la oración mediante uno de los procedimientos siguientes:

Con conjunciones o locuciones conjuntivas, como: cuando, apenas, tan pronto como, en cuanto, en el instante en que, antes (de) que, primero que, mientras, mientras tanto, mientras que, según, entretanto, a medida que, conforme, al par que, siempre que, hasta que, después (de) que, así (que), luego que, desde que..., y el verbo en forma personal. Ejemplos: En cuanto me comunicaron la noticia, regresé inmediatamente; Permanecí en casa de Juan hasta que llegó su madre; A medida que llegaban, fueron entrando en la fábrica; Mientras recoges las cosas, yo voy a la compra.

Pueden emplearse también signos temporales correlativos: Apenas apareció cuando el público prorrumpió en gritos, No bien supe lo ocurrido, cuando fui a decírselo.

El verbo subordinado puede ir en infinitivo, precedido de una preposición o locución prepositiva: Reanudaron el trabajo después de comer, Antes de empezar deseo hacer una advertencia, Al hablar comete muchos errores, Nos iremos al salir el sol.

La proposición temporal también puede ir en gerundio: Saliendo de la conferencia, se encontraron con unos amigos.

Puede emplearse también una construcción de participio absoluto: Terminada la conferencia, fueron a saludar a la profesora.

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2) PROPOSICIONES MODALES

Informan sobre la manera de realizar o de realizarse la acción principal. Se insertan en la oración mediante una de las siguientes formas:

Verbo en forma personal, precedido de una conjunción o locución conjuntiva con valor modal: como, así como, según, según que, conforme, tal y como... Ejemplos: Contesté como tú me dijiste, Lo preparo según indica la receta, Se hará tal y como tú quieras.

Mediante una construcción de gerundio, de participio, o bien de infinitivo precedido por una preposición: La muchacha se marchó llorando, Visitamos toda la ciudad acompañados por unos buenos amigos, Hemos perdido mucho tiempo en discutir inútilmente sobre estos asuntos.

La proposición modal negativa suele expresarse con la preposición sin más infinitivo, o con la locución conjuntiva sin que más verbo en forma personal: Se marchó sin despedirse de nadie, Mi prima Paquita llegó sin que se enterase nadie.

En ocasiones, como se junta con la conjunción condicional si seguida de subjuntivo, formando proposiciones a la vez modales y condicionales: La trató como si fuera una hermana.

Constituyen un tipo especial las proposiciones llamadas modales ponderativas, las cuales presentan forma comparativa pero no intentan comparar, toda vez que la comparación se usa simplemente para realzar la intensidad de una acción o de una cualidad: Corre más que un gamo, Eres más pesado que una vaca en brazos.

3) PROPOSICIONES COMPARATIVAS

Sirven de término de comparación a la proposición principal. Entre ésta y la subordinada puede haber relaciones de igualdad, de superioridad y de inferioridad. Y si el verbo de la principal y el de la subordinada es el mismo, se omite el de la subordinada: Teresa ha leído más libros que Sandra.

La comparación suele establecerse mediante dos elementos interrelacionados; uno figura en la proposición principal (Teresa ha leído más libros) y otro en la subordinada (que Sandra).

Según sean las relaciones que existen entre las dos proposiciones, los elementos conjuntivos empleados son los siguientes:

De igualdad: tal...cual (o como), tanto...como, tanto...cuanto, tan...como, tanto más...cuanto más. Ejemplos: El discurso fue tal cual se esperaba, Tiene tanta suerte como desvergüenza, Ángela comió tantas cerezas cuantas pudo, Javier es tan vanidoso como un pavo real, Esta chica resulta tanto más simpática cuanto mayor se hace.

De superioridad: más...que, antes...que, adjetivo comparativo de superioridad...que: Hoy he trabajado más que ayer, Pasarás por mi cadáver antes que yo te entregue las llaves, Los gastos son mayores que los ingresos.

De inferioridad: menos...que: Hoy he trabajado menos que ayer, Las manzanas están menos caras que las peras.

Si se suprime la proposición comparativa, queda la principal con reticencia y se logra una intensificación muy acusada: Eres más tonto que..., Es tan seria...

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4) PROPOSICIONES CONSECUTIVAS

Son las proposiciones subordinadas que se presentan como resultado o consecuencia de la principal.

Podemos distinguir dos tipos de consecutivas:

Las que expresan una consecuencia de una proposición principal intensa. La intensidad de la principal se manifiesta mediante un signo cuantificador: tal, tan, tanto..., que es una especie de signo antecedente del nexo que, introductor de la proposición consecutiva: Les da tales sustos que están atemorizados, Tus tías son tan charlatanas que fatigan a cualquiera, Tanto anduve que quedé rendido, Habla de tal modo que maravilla a todos. A veces se omite el signo cuantificador antecedente: Llegué que no podía más, Luis anda que da pena.

Las que expresan una consecuencia que no depende de la intensidad o grado de la principal. Van introducidas por las locuciones conjuntivas de (tal) modo que, de (tal) manera que, de (tal) suerte que..., y precedidas de pausa: La sala estaba llena, de tal modo que no pudimos entrar; Se le ha caído el pelo, de suerte que está casi calvo; Isabel está estudiando mucho, de manera que todavía conseguirá aprobar el curso.

También pertenecen a este grupo las proposiciones consecutivas que van enlazadas mediante las conjunciones o locuciones conjuntivas siguientes: luego, con que, pues (esta conjunción nunca va al principio de la proposición), por consiguiente, por lo tanto, por esto (o por eso), así que, así pues, así es que, de ahí que. Ejemplos: Pienso, luego existo; No tienes razón, conque cállate; Te hace daño el tabaco, así que no fumes. Es hora de cenar; nos iremos, pues. Estoy enfadada; por lo tanto, no bromees. El ejercicio es malo; por consiguiente, repítelo. (Algunos autores sitúan estas proposiciones consecutivas dentro de las coordinadas)

Las conjunciones pues, por lo tanto y por consiguiente se emplean además en las transiciones como conjunciones continuativas, para continuar y apoyar la oración o el contexto: Repito, pues, que esa y no otra fue la causa del alboroto, Por lo tanto, esforcémonos para que esto no se vuelva a repetir, Convengamos, por consiguiente, en que esto no se puede hacer así.

5) PROPOSICIONES CAUSALES

Expresan el motivo por el cual acontece la acción principal (causa real): Van en mangas de camisa porque hace calor. También pueden indicar la premisa de la que se extrae una conclusión en un proceso de razonamiento deductivo (causa lógica): Hace calor, porque van en mangas de camisa. Las proposiciones causales se insertan en la oración mediante uno de los procedimientos siguientes:

Verbo en forma personal, precedido de una conjunción o locución conjuntiva con valor causal: porque, pues, puesto que, ya que, dado que, en vista de que, como quiera que, como, que...: No ha venido porque no ha querido, No sé cómo lo hizo, pues no me fijé, Puesto que no lo quieres, me quedaré con él, No vendrá, ya que está enferma.

Mediante una construcción de infinitivo, precedido de una preposición o locución prepositiva, o bien con una construcción de gerundio o participio: Eso te ha pasado por meterte donde no te llaman, Nos oyó a fuerza de gritar, No pudiendo verla, ya no quiero ir, Los alumnos, cansados de tanto esperar, se marcharon a sus casas.

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En ocasiones se dan conjuntamente los significados de causa y condición. En estos casos el nexo introductor es por si: He venido por si me necesitabas.

Cuando se quiere manifestar en alto grado la causa por la cual acontece la acción principal, se puede emplear la fórmula de ( + tan) + adjetivo o participio + que (o como) + ser (o estar): No sé qué hacer, de desorientada que estoy, De tan grande que es, no cabe por esa puerta. Sobre todo en posición final, puede suprimirse que + ser o estar: No me tengo en pie de cansado. También se admite la fórmula de + tanto ( + sustantivo) + que (o como) + verbo: No puedo respirar de tanta calor que hace, Me cansa de tanto como protesta.

6) PROPOSICIONES CONDICIONALES

Formulan una condición para que se cumpla la acción principal: Si me esperas, nos iremos juntos. Se da el nombre de prótasis a la proposición condicional, y el de apódosis a la principal. Se insertan en la oración mediante una de las siguientes formas:

Verbo en forma personal, precedido de una conjunción o locución conjuntiva con valor condicional: si, (en el) caso de que, a condición de que, a menos que, con tal (de) que, siempre que, como, con que...: Si te molesta el sol, baja la persiana, Caso de que llame, dile que ya lo sé, Te ayudaré a condición de que me ayudes tú después, Podemos hacerlo así, siempre que todos estemos conformes.

Cuando la prótasis va encabezada por la conjunción si, puede construirse en subjuntivo o en indicativo, de acuerdo con las siguientes normas: a) se construye en subjuntivo, cuando la condición es de cumplimiento imposible: Si viviera tu madre, estaría orgullosa de ti; b) se construye también en subjuntivo, cuando la condición es de cumplimiento posible, pero el hablante la formula con un matiz subjetivo de duda, temor, súplica, ruego, deseo... acerca de su cumplimiento: Si le subiera la fiebre, tendríamos que llamar al médico; c) se construye en indi-cativo cuando la condición es de cumplimiento posible, y el hablante se limita a exponerla objetivamente: Si te molesta el sol, baja la persiana.

Mediante una construcción de infinitivo, precedido de una preposición, o bien con una construcción de gerundio o participio: De ser eso cierto, lo sabríamos nosotros; De seguir así, el negocio se arruina en dos días; Ayudándome vosotras, me resultará más fácil; Carlos, tratado con bondad, no es tan rebelde.

La condicional también puede presentarse en imperativo, frecuentemente unida a la principal por la conjunción y: Haz eso y se reirán de ti ( =Si haces eso...); Ceded una vez, y cederéis ciento; Invítala: verás cómo no se hace de rogar

Hay casos en que la condicional se presenta sin verbo. De ella queda sólo un sustantivo: Una actriz no lo haría mejor (Si fuera una actriz...).

Otras fórmulas condicionales: Con esa bicicleta, yo también correría más ( =Si tuviera esa bicicleta...); Con que hubiera un palmo más de cuerda, tendríamos bastante; Que tuviera yo veinte años, ya lo creo que nadaría mejor que él.

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7) PROPOSICIONES CONCESIVAS

Oponen una dificultad al cumplimiento de la proposición principal, pero no lo impiden: Aunque estoy muy cansada, iré a esperarla. La proposición concesiva puede presentar una de las siguientes construcciones:

Verbo en forma personal, precedido de una conjunción o locución conjuntiva con valor concesivo: aunque, a pesar de que, aun cuando, por más que, mal que, si bien, así, cuando. Ejemplos: Puedo seguir leyendo aunque hay poca luz; No la convencí por más que insistí; Lo haré mal que le pese; Escribe muy deprisa a máquina, si bien comete alguna falta; No se tomará el jarabe así lo maten; Me dieron la mitad, cuando tenía derecho a todo.

Construcción por...que: Por mucho que llore, no conseguirá nada.

Infinitivo, precedido de preposición o locución prepositiva: Con ser rica, eso no lo puede comprar, A pesar de haber poca luz, puedo seguir leyendo.

Con lo + adjetivo o participio + que + ser (o estar): Quiere marcharse, con lo útil que es su presencia.

Con la fórmula con + artículo + sustantivo + que: Ahora me trata así, con los favores que yo le he hecho.

Gerundio, precedido de aun: Aun pagándolo a precio de oro, no te lo venderán.

Con una construcción de participio: El director, amenazado varias veces de muerte, nunca quiso escolta.

Gerundio, participio o adjetivo + y todo: Cojeando y todo, llegó el primero, Odiado y todo, quiere seguir mandando, Enferma y todo, seguía trabajando.

Con una serie de fórmulas estereotipadas: diga lo que diga, haga lo que haga, hable lo que hable, pase lo que pase, queramos o no: Diga lo que diga, no te lo creas, Haga lo que haga, nunca te daré gusto, Queramos o no, hay que pasar por el aro.

8) PROPOSICIONES FINALES

Explican para qué se realiza la acción principal, es decir, su finalidad. La proposición final puede expresarse por medio de una de las siguientes construcciones:

Verbo en forma personal -siempre en subjuntivo-, precedido de una conjunción o locución conjuntiva con valor final: para que, a que, a fin de que, con objeto de que, con el fin de que, con la intención de que, con vistas a que: Volvió al hospital para que le curaran la herida, Fui al dentista a que me sacara una muela, La pistola lleva un seguro a fin de que no se dispare, Fue una hora antes con el fin de que no le quitaran el sitio, Se porta bien con vistas a que lo asciendan.

Con una construcción de infinitivo, precedido de una preposición o locución prepositiva: Vengo a pedir perdón, Gritó a fin de ser oída, La policía investiga con el objeto de averiguar la verdad.

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NOTA: Uso desplazado de las conjunciones coordinadas y subordinadas

Al igual que en el verbo, también en las conjunciones tanto coordinadas como subordinadas podemos observar un uso desplazado de las mismas. Al estudiar los diferentes tipos de proposiciones hemos ido señalando las conjunciones que eran características de cada clase de proposición. Y siempre que una conjunción conserve su valor nexivo especifico, estará empleada en su uso recto.

Pero ocurre que, algunas veces, las conjunciones se desplazan de su uso recto y fundamental y expresan relaciones de otro tipo, sin variar la construcción pero produciendo un cambio de significado en el nexo. He aquí varios ejemplos: Tú eres muy lista y (pero) no me engañarás, He trabajado con él muchos años y (de modo que) le conozco mejor que tú, Le compré la moto porque (para que) me aprobara el curso, Para (antes que) dártelo a ti, prefiero dárselo a los pobres, Bebí sin que tuviera sed (aunque no tenía sed), Si llueve (aunque llueva) iremos también.

LA YUXTAPOSICIÓN

Muy frecuentemente, tanto las proposiciones coordinadas como las subordinadas van unidas por conjunciones. Pero, en ocasiones, las proposiciones se suceden en la oración sin ninguna conjunción que las relacione. La relación la establecen mentalmente el hablante y el oyente: Fui ayer al teatro; volveré mañana, Tomamos chocolate; estaba muy rico.

A esta relación sin conjunciones explícitas la llamamos yuxtaposición; y a las proposiciones que así se relacionan, proposiciones yuxtapuestas.

La yuxtaposición no se opone a la coordinación o a la subordinación; no es una cosa distinta. Es sólo una manera de construir las proposiciones coordinadas o subordinadas. Y así, por ejemplo, pueden expresarse en forma de yuxtaposición:

. proposiciones copulativas: Van a darme un certificado; me lo entregarán mañana.

. proposiciones adversativas: Intenté telefonearle; no estuvo en casa todo el día.

. proposiciones sustantivas: Te ruego me envíes los libros que te pedí la semana pasada.

. proposiciones consecutivas: No llueve; nada cogeremos este año.

. proposiciones causales: La suspendieron con razón; no sabia nada.

Estos son los casos más frecuentes. También pueden expresarse en forma de yuxtaposición las proposiciones de relativo: Tomamos chocolate; estaba muy rico (hemos emitido el pronombre relativo, que -como sabemos- desempeña una función relacionante).

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TEMA 15: LA SEMÁNTICA

1. CONCEPTO DE SEMÁNTICA

Como ya sabemos, todo signo es, según Saussure, significante + significado. Mientras que del primer componente se ocupan principalmente la Fonología y la Morfología, del segundo (es decir, del significado) trata la Semántica. De una manera general, puede definirse la Semántica como “la ciencia que estudia el significado de las palabras”.

El término Semántica fue acuñado por el lingüista francés Michel Bréal, en 1883. Y la tarea que le asignaba era la de estudiar la evolución del significado de los vocablos. Durante muchos años, por Semántica no se entendió otra cosa: era una rama de la lingüística diacrónica que acompañaba a las demás ramas en sus designios estrictamente históricos.

Modernamente, y como consecuencia del Curso de Saussure, que restituyó la validez científica de los estudios sincrónicos, se ha desarrollado la Semántica estructural, la cual estudia los significados de las palabras y sus mutuas relaciones dentro del sistema lingüístico.

Conforme a las coordinadas Saussurianas, existe una Semántica estructural sincrónica, que intenta describir y estudiar los campos léxicos de una lengua en un momento dado (actual o pretérito), y una Semántica estructural diacrónica, que estudia cómo han evolucionado los campos léxicos, tanto en las palabras que los componen como en su mutua interrelación, a través del tiempo.

Nosotros nos referiremos a la Semántica estructural sincrónica, pero antes hablaremos de un capitulo importante dentro de la Semántica histórica tradicional: los cambios semánticos.

2. LOS CAMBIOS SEMÁNTICOS

A) CONCEPTO DE CAMBIO SEMÁNTICO La lengua es esencialmente dinámica y, como tal, sigue la corriente evolutiva de todo lo que

cambia. Muchos vocablos se conservan, nacen otros nuevos, algunos desaparecen y otros cambian su significado.

Como todo cambio lingüístico, el origen de la mutación semántica es siempre individual: alguien dota a una palabra de un sentido que antes no tenia. A esta innovación le aguardan dos destinos posibles: o queda ignorada o triunfa. Si el nuevo significado se adopta por círculos cada vez más amplios, se habrá producido un cambio semántico. Y lo que fue originariamente un hecho de habla, se incorpora a la lengua.

Alguien fue, por ejemplo, el primero en llamar rubia a la peseta (por su color: las anteriores eran de plata), y ese vocablo incorporó el nuevo significado al ser bien recibida la innovación. Lo mismo ha ocurrido, más recientemente, con pasta (dinero) o, antes, con caldo (un tipo de cigarrillos sólo accesible entonces a personas vinculadas con la compañía tabacalera, y que ponderaban su calidad diciendo que era tan bueno como el caldo de gallina).

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B) CAUSAS DEL CAMBIO SEMÁNTICO

El significado de las palabras no es absoluto y firme. Su valor depende de muchos factores que pueden afectar a su estabilidad. He aquí algunos factores que han ocasionado cambios semánticos:

1°/ Factores lingüísticos

Una palabra que va muy a menudo junto a otra en la frase puede "contagiarse" del significado de esta última. Así, jamás (del latín jam magis = ya más) carecía en la Edad Media de significado negativo; indicaba que el sujeto realizaba la acción del verbo con resolución y asiduidad. Así, cuando Juan de Mena dice que El rey jamás solemniza determinada fiesta religiosa, quiere decir que la solemniza siempre. Pero al ser frecuentemente vecina de la negación, en frases como No iré jamás (no iré ya más) pasó por contagio a significar nunca.

Lo mismo ha ocurrido con el adjetivo cortado. Este adjetivo se utilizaba junto con el sustantivo café en la oración Sírvame un café cortado. Hoy la palabra café ha sido prácticamente sustituida en ese contexto por la de cortado simplemente, designando la misma realidad. El mismo fenómeno se produce en la frase Mis primos me han enviado una postal, en lugar de decir tarjeta postal.

2º/ Factores históricos

Una cosa puede cambiar de forma o de uso, y puede llegar a ser otra completamente distinta, a pesar de lo cual sigue siendo designada con el viejo vocablo. Nada tiene que ver, salvo en la finalidad, la moderna pluma de escribir con la antigua pluma de ave utilizada para ello. El retrete era, en el siglo XVII, como lo define Covarrubias, "el aposento pequeño y recogido en la parte más secreta de la casa y más apartada”; pero, cuando en el siglo pasado se impuso la necesidad de instalar la letrina en las casas, se colocó en el retrete, y esta palabra cambió de significación. También se deben a este tipo de factores los cambios experimentados en las palabras carretera (originariamente, camino público por donde circulaban los carros), azafata (primeramente, camarera al servicio de la reina), prensa (máquina que comprime entre dos planchas, máquina de imprimir; hoy, periódico).

3º/ Factores sociales

Son múltiples. Ocurre muchas veces que vocablos empleados en un círculo social restringido cambian de significación, ampliándola, al ser adoptada por círculos más extensos. Así plural, que fue un término exclusivo de los gramáticos, ha ampliado su significación al difundirse en expresiones como las fuerzas plurales que apoyan al gobierno, o al servir de base a derivados como pluralismo. A la inversa, una palabra de la lengua general especializa su significado cuando se adopta por un grupo social más restringido. Tal aconteció con faena (quehacer, trabajo) al introducirse en el léxico taurino, o con peón, afición, capote, muleta, pica, picador dentro de ese mismo léxico.

Entre los factores sociales más activamente inductores de cambios lingüísticos están las proscripciones o prohibiciones de nombrar ciertas cosas, que se le imponen a una sociedad, o que ella misma se impone (por pudor, elegancia, etc.). La cosa que no puede ser nombrada se denomina con el término polinesio tabú (sagrado, prohibido), y la palabra que sustituye a la prohibida, cambiando así de significación, recibe el nombre de eufemismo. Son eufemismos palabras como servicio (retrete), estado interesante (preñez), dar a luz, hacer de vientre, pipí, amiga (amante), etc., cuyas razones son obvias. Motivos supersticiosos explican el empleo de bicha (por culebra); razones sociopoliticas el de empleada del hogar (por criada), conflicto laboral (por huelga), reajuste de precios (por subida), y simplemente piadosas el empleo de tránsito (por muerte), invidente (por ciego), disminuido psíquico (por subnormal), clínica psiquiátrica (por manicomio), interno (por preso).

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Los prejuicios de clase o grupo social determinan también importantes mutaciones semánticas. Al desprecio que merecían los villanos (habitantes de una villa) a los aristócratas y a los ciudadanos, se debe el sentido peyorativo de tal voz. Llamar a uno gitano, carretero o gañán obedece a tales prejuicios.

4°/ Factores psicológicos

La repugnancia o el asco que inspiran ciertos animales, explican su aplicación para definir a las personas con intención vituperadora: reptil, sapo, buitre. Otras cualidades que se les atribuyen han permitido el cambio semántico de asno, burro, lince, ardilla, león, hormiga, cordero, etc., aplicados también a personas. La ironía colectiva no cesa de inventar términos para la embriaguez: tablón, tajada, mona, curda, etc. A burla y afecto simultáneos obedecen los ya explicados cambios de rubia, verde y caldo.

C) CLASIFICACIÓN DE LOS CAMBIOS SEMÁNTICOS

Tradicionalmente, los cambios semánticos se clasifican desde un punto de vista lógico o desde un punto de vista psicológico.

1°/ Clasificación lógica

La clasificación lógica se basa en el hecho de que una palabra, al cambiar de significado, puede ampliarlo o restringirlo de extensión; es decir, puede aplicarse a más o menos objetos.

Cambios con ampliación de significado se han producido en palabras como maestro (antes, sólo maestro de escuela), artista (ampliado hasta incluir actores, cantantes y artesanos), pastor (ampliado hasta incluir también ministro religioso), fraterno (antes, sólo lo relativo a los hermanos de sangre'), romántico (antes, un estilo del siglo XIX), tambor ampliado para designar también a quien toca este instrumento), laureles (también honores), granada (también proyectil explosivo), araña (también lámpara), pastelero (también inconstante, acomodaticio), etc.

Se han producido cambios con restricción de significado en república (antes, cualquier clase de estado o de gobierno), atuendo (fue, primero, el conjunto de muebles, ropas, etc., que llevaba el rey en sús desplazamientos; después, cualquier clase de vestido), lidiar (antes, combatir), leña (antes, maderos aunque no fueran a convertirse en combustible), etc.

2º/ Clasificación psicológica

Esta clasificación atiende a los parecidos o semejanzas que la actividad espiritual de los hablantes advierte, bien entre los significados de las palabras (y se produce entonces la metáfora y la metonimia), bien entre sus significantes (el caso más claro de esto último es la etimología popular).

a) La metáfora y la metonimia

El cambio semántico suele enriquecer el idioma de modo económico: un significante recibe nuevos significados, lo cual nos ahorra la necesidad de aprender palabras nuevas. El fenómemo por el cual una palabra posee diversos significados se denomina polisemia. A favorecer ésta contribuyen eficazmente la metáfora y la metonimia.

La metáfora (palabra griega que significa transposición) permite aplicar el nombre de un objeto a otro con el cual tiene algún parecido o semejanza. Asi, pata (de silla, mesa, banco, etc.), por similitud con las patas de los animales; cabeza (de aguja, clavo, grano, etc.), por semejanza con la de una

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persona o animal; araña por lámpara, porque sus brazos evocan las patas de ese insecto; red de ferrocarriles, de teléfonos, etc., porque, dibujada en un mapa, parece efectivamente una red; lecho y boca de un río, ojo de una aguja, cola (fila), columna vertebral, lomo de un libro, caballete de un pintor, cuello de la botella, dientes del peine o del ajo, arterias (calles principales) de una población, etc.

La metonimia (que, en griego, significa cambio de nombre) sa basa también en una asociación de ideas; pero los objetos asociados no se parecen, sino que existe entre ellos una relación de contigüidad. Es la relación que hay, por ejemplo, entre un lugar y un objeto que se produce en él o se inventó en él: coñac (de la región francesa de Cognac), jerez, champán (de la región francesa de Champagne), campana (de la ciudad italiana de Campania, famosa por sus bronces). 0 la que permite hablar de los pies de cama, por la contigüidad de aquel lugar con nuestros pies al acostarnos; a la misma razó n obedecen los nombres: cuello de la camisa, talle del vestido, espalda de la chaqueta, etc. Gran número de metonimias se debe a que se designa a una parte de un todo con el nombre de otra parte; así, si me tomo una copa, designo el licor con el nombre de la vasija. En otras ocasiones, el nombre de una parte designa al todo: cabezas de ganado, almas (personas), espada (torero), corneta (soldado que toca la corneta), lienzo (cuadro), etc. Y al revés, el nombre del todo sirve para designar a una parte: mortales por hombres (pero los animales y las plantas son también mortales). Los dos últimos tipos de metonimia se denominan, tradicionalmente, sinécdoque, pero el término parece innecesario.

b) La etimología popular

Otros cambios semánticos se deben a que los hablantes creen percibir familiaridad entre dos palabras porque sus significantes son parecidos, y una contagia su sentido a la otra, aunque no tengan ningún parentesco etimológico. El fenómeno se denomina etimología popular. Así, ante las casas antiguas se dejaba una placita llamada anteostianum (en latín ostium significa puerta); en castellano antiguo se denominó anteuzano; pero como solía estar en alto, aquel vocablo se asoció con éste, y se produjo altozano. Fidalgo, hidalgo, es palabra que desciende muy probablemente de fides (fe -que el caballero declaraba profesar al rey); pero se asoció por etimología popular con fi(jo), hi(jo); algo, por otra parte, parece ser el resultado que dio en leonés el sufijo -aticu; pero también se identificó con el indefinido algo, de forma que fidalgo, hidalgo, se reinterpretaron como hijo de algo.

3. EL CAMPO SEMÁNTICO

La lengua es un todo orgánico donde el valor de cada uno de los elementos que lo integran está en función no solamente de su propia naturaleza y forma, sino del lugar que ocupa y de las relaciones que mantiene con los otros elementos. La lengua en el pensamiento de Saussure es una estructura; sus componentes son partes integrantes del sistema, y como tales deben ser estudiados. Esta visión estructuralista que se abría ya en el plano de los sonidos llegará hasta el terreno de la semántica. Cada una de las palabras de la lengua está estrechamente asociada con otros términos. Es decir, el vocabulario de una lengua se divide en sectores (llamados técnicamente campos semánticos), constituidos por palabras interrelacionadas, de tal modo que el valor de cada una de ellas depende de sus relaciones con las demás.

Un campo semántico es un conjunto de palabras que comparten un contenido común (un trozo de realidad al cual se refieren todas), y se lo reparten de tal modo que cada una de esas palabras se opone a las demás por rasgos propios. Cada uno de estos rasgos diferenciales se denomina sema.

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Así, el campo semántico de los días de la semana (contenido común) está formado por siete nombres perfectamente estructurados y ordenados, cuya significación resulta de que cada uno de ellos posee semas que no tienen los otros. Lunes, por ejemplo, consta de los semas posterior al domingo y anterior al martes. A su vez, a domingo lo caracteriza el sema día extremo (inicial o final, según los cómputos).

Forman también campo semántico las calificaciones escolares, la temperatura (helado, frío, fresco, tibio, templado, caliente), los meses del año, la graduación militar, los diversos tipos de calzado..., dentro de una serie innumerable de ejemplos.

La fijación de las palabras que integran un campo semántico no es arbitraria: han de cumplir algunas condiciones objetivas, determinables por medios lingüísticos. Un campo semántico está formado por aquellas palabras entre las cuales es preciso elegir en un punto de la cadena hablada. Así, si alguien me dice: Juan es pariente tuyo, ¿verdad?, y yo contesto: Sí, es mi ..., en el lugar vacío (un punto de la cadena hablada) tendré que elegir, por fuerza, entre las palabras tío, primo, hermano, sobrino, cuñado, abuelo, padre... Todos estos vocablos son, justamente, los que constituyen el campo semántico de los términos de parentesco en español. Formulado de otro modo, el campo está formado por el vocablo que aparece en un punto de la cadena hablada y todos aquellos vocablos excluidos por la presencia de aquél. Así, si digo Tardaré tres minutos, el nombre minutos excluye a segundos, horas, días, semanas, meses, años, lustros... Todas estas palabras forman, con minutos, un campo semántico.

No se debe confundir la noción de campo semántico con la muy imprecisa de familia de palabras, que reúne, en general, a los vocablos que en una lengua poseen un mismo origen etimológico. En al campo semántico la etimología no desempeña ningún papel,

Cada lengua se caracteriza por una organización diferente de sus campos semánticos. En efecto, la organización interna de los campos semánticos no es permanente (puede cambiar con el tiempo, al entrar o desaparecer palabras, y al reordenarse de otros modos) ni universal: salvo en muy contados casos, cada idioma, aunque comparta con otros u otros el mismo contenido del campo, se caracteriza por una organización peculiar y diferente del mismo. Y ello constituye una grave dificultad para aprender lenguas extranjeras. Así, el campo semántico de partes del día se distribuye de modo diferente en español (mañana, mediodía, tarde, noche) y en francés (matin, midi, après-midi, soir, nuit). Como vemos, el francés posee un término más (après-midi = después del mediodía), y la organización del campo es distinta aun en los vocablos que parecen corresponderse con los españoles.

4. RELACIÓN ENTRE SENTIDO Y NOMBRE

Si a cada sentido (significado) correspondiera un solo nombre (significante), y a cada nombre un solo sentido, la comunicación no ofrecería ningún problema. Esto puede ocurrir solamente en un lenguaje puramente teórico o imaginario, o en formas en las que deba evitarse toda posible pluralidad de valores, como en ciertos usos científicos. En cualquier lengua los diccionarios presentan una serie de sentidos distintos para muchas de las palabras. Veamos, pues, esta posible pluralidad de relaciones entre el sentido y el nombre.

A) SINONIMIA

Se da la sinonimia cuando un significado tiene dos o más significantes. Los sinónimos poseen el mismo valor significativo aunque su forma fonológica sea diferente. Así ocurre, por ejemplo, en omnipotente y todopoderoso, en prisión y cárcel, en gabán y abrigo, en automóvil y coche, en gafas, anteojos y lentes, etc.

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Sin embargo, los sinónimos absolutos que puedan sustituir en todos los contextos y con el mismo valor cognitivo o emotivo a otras palabras son escasos. Los vocablos considerados como sinónimos resultan muchas veces diferentes, debido a otros elementos tales como el contexto social, la edad, la relación de amistad o familiaridad, la intencionalidad... Podemos preguntar a un niño: ¿Cómo está papá?, si se encuentra enfermo su padre; pero el vocablo papá resultaría totalmente inadecuado al querer formular la misma pregunta a un adulto a quien además conocemos poco. Un estudiante -víctima de un hurto- informará a un amigo diciéndole: ¿Sabes que me han limpiado la cartera?; pero al declarar en el juzgado no podrá usar el mismo verbo limpiar como sinónimo de hurtar.

B) POLISEMIA

Tiene lugar la polisemia cuando un único significante a lo largo del tiempo, por necesidades terminológicas, economía lingüística o cualquier otra causa, ha ido adquiriendo distintos significados, entre todos los cuales existe algún punto de contacto. Así, la palabra llave puede significar instrumento para abrir o cerrar una cerradura; instrumento para apretar o aflojar tuercaa; instrumento que sirve para facilitar o impedir el paso de un fluido (electricidad, gas, etc.), instrumento que sirve para dar cuerda a los relojes, corchete en el que se incluyen varios apartados en un manuscrito o impreso, etc.

Nótese que el mismo vocablo, en un período dado, puede tener diversas significaciones (plano sincrónico), que normalmente han ido entrando en la lengua tras un proceso de adquisición de nuevas formas, sin que pierda por eso el significado primitivo (plano diacrónico).

C) HOMONIMIA

Aparece la homonimia cuando palabras que originariamente son distintas han coincidido en la forma con el paso de los años, pero los significados siguen siendo diferentes: hojear y ojear, honda y onda, haya y aya, china (piedra pequeña) y china (mujer natural de China), vivía (1ª pers. sing. pret. imperf, de indicativo) y vivía (3ª pers. sing. del mismo tiempo), etc.

Hay dos clases de homonimia: homófona, si la coincidencia es sólo fónica y se distingue en la escritura (varón/barón, vaca/baca, hola/ola), y homógrafa, si coinciden completamente en la forma: canto (sust.) / canto (verbo), ante (sust.) / ante (prep.), sereno (sust.) / sereno (adj.).

En ocasiones resulta difícil saber si dos términos son homónimos o no, y hay que recurrir a un estudio etimológico para conocer la procedencia de los vocablos. No existe esta dificultad si las palabras homónimas pertenecen a categorías gramaticales distintas: llama (fuego) / llama (del verbo llamar).

Cuando no hay identidad fonética, sino similitud, el fenómeno de denomina paronimia, y entre los parónimos no hay, lógicamente, ninguna relación semántica: desmallar/desmayar, absorber/absolver, abeja/oveja, pica/pico.

D) ANTONIMIA

La antonimia ocurre cuando los significados de dos palabras se oponen: siempre-nunca, finito-

infinito, embarcar-desembarcar, inflar-desinflar, etc. Constituyen un expresivo recurso literario.

En cuanto a la formación de los antónimos, podemos establecer dos grupos: lexicales, palabras con distinto lexema que se oponen entre sí (juventud/vejez, cerca/lejos, blanco/negro); y gramaticales, formados sobre el mismo lexema mediante la adición de un prefijo con sentido negativo (móvil/inmóvil, moral/amoral, hacer/deshacer).

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La relación semántica basada en la oposición de significados abarca diferentes clases:

- antónimos binarios o complementarios, cuando la oposición es absoluta, de manera que la afirmación de uno de ellos implica la negación del otro: vivo/muerto, interno/externo, hombre/mujer, mortal/inmortal, par/impar.

- antónimos recíprocos o inversos, si un término implica al otro: tío/sobrino, vender/comprar, suegro/yerno, subir/bajar, recibir/dar.

- antónimos de grado o propiamente dichos, cuando representan los extremos opuestos de una escala en la que pueden aparecer ordenados gradualmente otros significados: alto/bajo (hay otras posibilidades), gordo/flaco, caro/barato, bueno/malo, frío/caliente.

E) HIPERONIMIA e HIPONIMIA

La hiponimia se establece entre dos palabras o expresiones cuando el significado de una de ellas está incluido en el significado de la otra. Es la relación que existe entre las palabras de pares como buitre/rapaz, rojo/color, furgoneta/vehículo, elefante/animal. En todos ellos, el significado del término A del par está incluido en el significado del término B, que tiene una mayor extensión y se puede aplicar a más seres. El término incluido recibe el nombre de hipónimo y el término inclusor el nombre de hiperónimo, y cuando un hiperónimo tiene más de un hipónimo, se dice que éstos son cohipónimos entre sí.

5. DENOTACIÓN y CONNOTACIÓN

Para descifrar el significado de una palabra, hay que tener en cuenta –además de los semas- otros fenómenos semánticos que tienen que ver con el uso de la lengua en las distintas situaciones de comunicación, donde las palabras adquieren su auténtico valor, así como la actitud del emisor, que indicará la acepción concreta de la palabra utilizada y los valores añadidos y subjetivos. Dentro de los elementos deícticos contextuales tienen una especial importancia los valores semánticos llamados denotación y connotación.

DENOTACIÓN es el significado directo y objetivo de la palabra, el que todos los hablantes le atribuimos, el que recoge el diccionario. Cada palabra tiene unos semas denotativos comunes a la mayoría de los hablantes y que hacen posible la comunicación: ciprés (árbol, vegetal, gran altura, ramas erguidas y cortas...), mar (masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra), lunes (primer día de la semana civil).

CONNOTACIÓN es el valor subjetivo que cada hablante atribuye a cada palabra según su experiencia personal, sus gustos, impresiones y vivencias. Estos valores asociados a cada signo tienen un gran poder evocador y se convierten en uno de los recursos más importantes de la literatura y de la propia comunicación.

Los semas connotativos de algunas palabras son compartidos por la comunidad de hablantes. Así, ciprés en la mayor parte de los casos tiene asociado el significado de cementerio, muerte. La rosa roja se asocia al amor, la pasión. Otras palabras como democracia, justicia, libertad tienen connotaciones positivas frente a dictadura, abuso, libertinaje, que adquieren valores negativos. Otras palabras como globalización, ejército, patria, revolución, derecha, izquierda tienen distintas asociaciones connotativas según los grupos sociales que las empleen.

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Pero, sobre todo, hay connotaciones individuales que varían de un hablante a otro. La palabra mar, por ejemplo, adquiere un sentido distinto para un pescador que para quienes pasan sus vacaciones en una playa. La palabra hambre no significa lo mismo para quien la padece que para las personas que sólo la conocen en teoría. La palabra paro no tiene el mismo valor para un trabajador que para un desempleado. El fenómeno de la connotación es tan natural que también los lugares, fechas, personas, objetos, canciones... están llenos de connotaciones individuales.

Al analizar el nivel léxico-semántico de un texto es necesario precisar los grados de denotación y de connotación que se descubren en la significación global del mismo. La denotación y la connotación son cualidades significativas de los textos que mantienen estrechas relaciones con la presencia de las funciones del lenguaje en esos mismos textos. Los textos en los que predomina la connotación presentan comunicaciones en las que la función expresiva y la conativa adquieren tanta o más importancia que la función representativa. Por el contrario, el predominio de la denotación en un texto implica en la comunicación la superioridad de la función representativa respecto de la expresiva y conativa.