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LA CULTURA Y LA DOMINACION SOBRE LO POSIBLE PÁG. 3- SOBRE LA ESENCIA Y LA APARIENCIA (O POR QUÉ LLAMARNOS HAGAMOS LO IMPOSIBLE PÁG. 5- EL HOMBRE Y SUS LÍMITES (O SOBRE EL SUJETO COLECTIVO) PÁG. 6- VOLUNTAD Y CIRCUNSTANCIAS (O SOBRE LA PRAXIS) PÁG. 8- DIOS HA MUERTO... ¿Y? (O SOBRE LA MORAL) PAG. 11- ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE TRABAJO CULTUBARRIAL? (O SOBRE LA INDEPENDENCIA DEL ESTADO) SOBRE HACER LO IMPOSIBLE PÁG. 13-SOBRE LA CULTURA Y LA POLÍTICA (O SOBRE LA DISPUTA CULTURAL) PÁG. 16-CONTINUIDAD DE LOS PARQUES (O QUÉ LA GARANTIZA) PÁG. 18-ENEMIGO EN CASA (O SOBRE EL SENTIDO COMÚN) PÁG. 20-RICARDO ARJONA Y LA CUESTIÓN DEL AMOR (O REFLEXIONES SOBRE LA IDEOLOGÍA) PÁG. 22 LA HEGEMONÍA DE AYER Y DE HOY (O SOBRE LA CULTURA Y LA NACIÓN) PAG. 25 -¿SOBRE EL AÑO BISIESTO Y LAS CORTINAS DE HUMO (O REFLEXIONES INICIALES SOBRE LA DEMOCRACIA)

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LA CULTURA Y LA DOMINACION

SOBRE LO POSIBLE PÁG. 3- SOBRE LA ESENCIA Y LA APARIENCIA (O POR QUÉ LLAMARNOS HAGAMOS LO IMPOSIBLE PÁG. 5- EL HOMBRE Y SUS LÍMITES (O SOBRE EL SUJETO COLECTIVO) PÁG. 6- VOLUNTAD Y CIRCUNSTANCIAS (O SOBRE LA PRAXIS) PÁG. 8- DIOS HA MUERTO... ¿Y? (O SOBRE LA MORAL) PAG. 11- ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE TRABAJO CULTUBARRIAL? (O SOBRE LA INDEPENDENCIA DEL ESTADO)

SOBRE HACER LO IMPOSIBLE PÁG. 13-SOBRE LA CULTURA Y LA POLÍTICA (O SOBRE LA DISPUTA CULTURAL) PÁG. 16-CONTINUIDAD DE LOS PARQUES (O QUÉ LA GARANTIZA) PÁG. 18-ENEMIGO EN CASA (O SOBRE EL SENTIDO COMÚN) PÁG. 20-RICARDO ARJONA Y LA CUESTIÓN DEL AMOR (O REFLEXIONES SOBRE LA IDEOLOGÍA) PÁG. 22 LA HEGEMONÍA DE AYER Y DE HOY (O SOBRE LA CULTURA Y LA NACIÓN) PAG. 25 -¿SOBRE EL AÑO BISIESTO Y LAS CORTINAS DE HUMO (O REFLEXIONES INICIALES SOBRE LA DEMOCRACIA)

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SOBRE LA ESENCIA Y LA APARIENCIA (O por qué llamarnos Hagamos Lo Imposible)

Hacer lo imposible a simple vista pareciera ser algo imposible. Hasta este punto estemos de acuerdo porque ahí, escondida, está la cuestión. ¿Cómo hacer algo que no es posible hacer? Hay una realidad inmediata gobernada por un sentido común reproductor y de corto alcance. Dentro de esta realidad inmediata vivimos, es decir, comemos, miramos la tele y golpe de Estado en Ecuador, pasamos por al lado de un hombre que vive en la calle, volvemos a casa, nos quejamos de lo mal que anda todo, divagamos un poco sobre un posible futuro mejor y lo descartamos por imposible. El mecanismo está aceitado y eso garantiza la dominación. Quienes planean una sociedad distinta son románticos, jóvenes, buenos tipos pero vos viste como es, terroristas, ultra izquierdistas, into-lerantes o gente bien intencionada “a pesar de sus ideas”. Las proyecciones de una sociedad mejor son solo eso, proyecciones, ideas que no salen de lo abstracto. Naturalmente, la realidad cotidiana -el objeto, educador- va a ser más efectiva que un par de libros esclarecedores. Ahí está el secreto de la clase dominante: ellos cuentan con el sentido común, con las costumbres que garantizan la reproducción de las relaciones actuales, con todos los mitos y frases perversas que llenan de autoridad hasta a el más ignorante de los individuos de esta tierra: “siempre hubo ricos y pobres”, “el ahorro es la base de riqueza”, etc., etc., etc. Todo esto sin olvidar sus ejércitos y su violencia organizada. Ahora pensemos en la tesis cuatro sobre Feuerbach. Marx nos dice “Su cometido (el de Feurbach) consiste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. (…) lo primero que hay que hacer es comprender ésta (la base terrenal) en su contradicción (en términos teóricos) y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción1 .” Marx le reprocha a Feuerbach su sobreestimación de la crítica teórica, “vos descubriste que Dios no existe pero la gente se sigue levantando todos los domingos a las 10:00 para ir a la iglesia”. Es decir, conocer la contradicción no la resuelve, no la hace desaparecer; o más oportuno aún: descubrir que una sociedad distinta es posible no la construye, en la actualidad sigue siendo imposible un futuro mejor. Sólo en nuestro entendimiento teórico podemos descubrir que la realidad la hacemos nosotros y que por lo tanto podemos hacerla de manera diferente. Este descubrimiento, que la realidad objetiva es algo creado por los hombres organizados de cierta manera, demuestra que otro tipo de organización deviene otro tipo de realidad objetiva. Por lo tanto que lo objetivo es social, depende de la praxis, y no es algo acabado que nos es ajeno. Este descubrimiento no modifica en nada la realidad social. Ahí el enojo de Marx. 1 Marx, Carlos – “Tesis sobre Feuerbach” (1845)[IV]

Es preciso que la acción de los hombres transforme prácticamente esa realidad para que la crítica sea real y no metafísica. Si Feuerbach hubiera querido que los cristianos hagan trabajo barrial los domingos a la mañana porque “total Dios no existe” y que falten a misa, eso era imposible, porque la realidad objetiva era otra, la verdad como ínter subjetividad era otra. Entonces, en apariencia la realidad se nos presenta cosificada, como algo dado, como si siempre hubiera sido así; algo histórico se vuelve natural, es imposible modificarlo, una autopista es una autopista más allá de nosotros (de quienes la construimos) y tenemos que pagar peaje porque sí. El estudio nos ha permitido descubrir que en esencia (en última instancia) la realidad la crean los hombres, nosotros mismos, por lo tanto la podemos modificar. Esto significa que para hacer lo imposible es necesario ser realista, sobrepasar los límites de lo inmediato, lo espontáneo. Pero la esencia no niega la apariencia, seguimos operando en este mundo con estos hombres, en este

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mundo que se nos presenta inmodificable. No vivamos en el entendimiento teórico ni en la práctica pura. Acción y reflexión son dos caras de la misma moneda, la moneda de la transformación. Nin-guna de las dos sirve en sí misma, deben estar hábilmente relacionadas. Ahí está la praxis re-volucionaria que debemos aprender. Ahora pongamos un ejemplo, podríamos decir que la frontera entre Turquía y Grecia es ficticia, no existe, no hay nada físico que divida estos dos países. Se trata más bien de una convención, de algo que todos aceptamos porque está dado, pero que no cuestionamos. Sólo funciona porque todos coincidimos de manera “espontánea” en que así sea, ahí está la cuestión. Un iluminado podría decir que descubrió que esa frontera es ficticia que no hay nada que divida ambos territorios; pero ese iluminado no podría cruzar la frontera, porque sino iría preso. Entonces, objetivamente (entendiéndolo socialmente) esa frontera existe, porque sea como sea no se puede cruzar (dentro de los parámetros de la legitimidad). La cuestión no es militar con la esencia ni con la apariencia, sino con ambas en relación. Si un vecino del barrio se organiza y obtiene algunos recursos pero la plata este mes no le alcanza uno le podría decir: “Sí, esto tiene que ver con la crisis mundial, los mercados de las tres potencias (Estados Unidos, Europa y Japón) están en receso, con lo que su demanda disminuye muchísimo. Esto no nos afecta de manera directa porque nosotros estamos más ligados a las economías asiáticas, pero... ¡No! ¿qué digo?, esto tiene que ver con el capitalismo mismo, con un sistema irracional que tiende a que la tasa de ganancia descienda progresivamente debido a la relación entre el capital invertido constante y el variable, y esto ocurre desde hace 200 años señora, mire usted, hace 200 años. Lea el capítulo XIII del tomo III de El Capital.”; viéndolo desde otro lado podríamos decirle: “sigamos organizándonos señora, que vamos a ser un montón”, pero en ninguno de estos dos postulados está el camino hacia la transformación, vivir en la esencia es ser un marciano, vivir en la apariencia es ser un espontaneísta a-crítico; se debería articular un discurso intermedio que conecte la apariencia con la esencia. De más está decir que esto es una caricaturización y nada tiene que ver con la realidad. Lo dicho hasta ahora nos demuestra varias cosas, primero: que la sociedad está cosificada, segundo: que esa cosificación es social (no hay ningún muro), tercero: que la transformación no puede ser individual, cuarto: que la transformación requiere de conciencia, quinto: que la conciencia no basta. Entonces, seamos realistas (tomemos conciencia), organicémonos (porque individualmente no se puede), luchemos (porque la conciencia no basta), derribemos la cosificación (porque existe) y hagamos lo imposible (porque es necesario).

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EL HOMBRE Y SUS LÍMITES (o sobre el sujeto colectivo)

Ultra contaminación ambiental por la explosión de una plataforma petrolera, el imperialismo yanqui cocina una invasión a Irán y nuestros pibes siguen con hambre. El 51% del presupuesto de los Estados Unidos va dirigido a gasto militar, en contraposición con el 6% a educación y el 5% a salud. Hacia allá vamos de la mano del “progreso”. Estados Unidos es, por lejos, el epicentro de la estupidez y la deshumanización generalizada y, a su vez, la vanguardia del sistema capitalista internacional (aunque nos bombardeen con los países del norte de Europa o Australia, inexplicables sin la miseria mundial y el aparato militar de los Estados Unidos). Cuanta más desesperación por las ganancias existe, más cosificados se encuentran los humanos. Ya que las relaciones sociales, las que se entablan entre los hombres, están totalmente subordinadas a esa misma maximización de las ganancias. Entonces el hombre se convierte en un medio para un fin ajeno. Así están los yanquis, mega idiotizados para consumir todo eso que producen de más las trasnacionales de su patria explotadora. Ahora, ¿qué es el hombre? En las anteriores publicaciones concluimos en que el hombre no tiene una esencia, sino que es el conjunto de relaciones que entabla con las otras personas y el medioambiente para producir y reproducir su vida, tanto material como cultural. El hombre es el tipo de relación que tiene con las personas, entonces, no podemos pensar en una transformación de los valores del hombre, sin pensar en una transformación de la forma en que los hombres se relacionan. La Cultura dominante (o Cultura a secas) opera como una totalidad deshumanizante logra que los hombres se relacionen de manera externa, el hombre vale en tanto sea útil para el mundo de las ganancias. Así en una propaganda un niño sirve para vender un producto, pero en Irak ese mismo niño es un estorbo y debe ser eliminado. Vivimos en una sociedad en la que las relaciones sociales se encuentran cosificadas, subordinadas a los intereses económicos. Si apuntamos a transformarla debemos replantearnos al hombre, por lo tanto, debemos replantearnos cómo nos relacionamos con las personas. Debemos sacar del medio al frenético mundo de las cosas, para crear lazos humanos, donde los criterios sean otros, donde dirijamos nosotros. En los talleres con los chicos y en las asambleas barriales es importante fomentar este tipo de valores. Donde los vecinos no se sientan enemigos de ellos mismos, donde los chicos no quieran ser mejores a costa de los demás, sino con los demás; cuestionando las individualidades en sí mismas, mostrando los beneficios de pensar en colectivo.La tendencia de la sociedad es a que nos separemos más y más. Pareciera que los hombres somos cosas extrañas, que terminamos donde terminan nuestros nombres y apellidos. Apa-recemos yuxtapuestos. Es preciso, mediante la educación popular, destruir los mitos que garantizan este tipo de concepciones que facilitan la reproducción de la opresión. Por ejemplo: “tu libertad termina donde empieza la de los demás” (o tus derechos), frase de escuela, ingenuamente perversa. Caricatura de la yuxtaposición que mencionábamos anteriormente. Quieren que creamos que somos mónadas aisladas, en sí mismas. Obligados a pensar individualmente. El afuera es hostil, negociamos con el resto de las personas, como mucho intercambiamos. Esta fórmula no puede explicar ni el amor, ni la amistad, ni nada que vaya más allá de los fríos límites del mercado.

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El joven Marx, cuando caracterizaba cómo la sociedad actual concibe a la libertad, decía: “el derecho a la libertad no reposa en la unión del hombre con el hombre, sino más bien en la separación entre el hombre y el hombre” . Y más preciso aún, la sociedad actual “Hace ver a cada hombre en otro hombre, no la realización sino más bien la limitación de su libertad”. Queremos construir una nueva sociedad. Para eso, debemos transformar los valores, la forma en que nos relacionamos. Y si el sistema no puede explicar un abrazo y los poderosos no saben amar, organicemos el odio y el amor, para que una nueva lógica rija esta sociedad. Para que el día del niño no sea sólo una vez al año. Para que un barril de petróleo no valga más que un hombre. Para que un auto no valga cien pibes descalzos. Para que hacer lo imposible se convierta en un hábito. Cuando se trata del hombre, la lucha no es un derecho... es un deber.

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VOLUNTAD Y CIRCUNSTANCIAS (O SOBRE LA PRAXIS)

“Entendemos al sujeto inconcluso”, esta es una frase que todo aquel que se haya adentrado, aunque sea superficialmente, en la Educación Popular conoce. Desde HLI retomamos esta premisa fundamental. “El sujeto es inconcluso”, pero ¿qué significado tiene esto y en qué afecta a nuestra práctica cotidiana? En pocas palabras ¿qué queremos decir cuando decimos que el sujeto es inconcluso? Bueno, queremos decir, entre otras cosas, que el hombre no viene al mundo con una esencia, no viene determinado. Anteriormente predominaban las posturas esencialistas que pensaban al hombre de manera individual, fuera de la sociedad, aislado. Estas corrientes -que aún pesan en el sentido común-planteaban tanto que el hombre era bueno por naturaleza (Rousseau), como que era malo por naturaleza (Hobbes), pero siempre por naturaleza. Los individuos venían predeterminados y se relacionaban con el objeto (mundo) de manera externa, como una cosa extraña que podría no existir. Por el contrario nosotros creemos que el hombre es la síntesis activa de las relaciones sociales que lo rodean. Es decir, que es un proceso, su proceso, su relación con el mundo (con el mundo que conoce). ¿A qué vamos? A que el hombre se crea en la sociedad, no viene predeterminado, con un chip. “Si los padres roban, ¿por qué él no va a robar?”. Esa frase tiene un principio de verdad, el hombre es fuertemente condicionado por su ambiente. No puede dibujar el mar sino lo conoce. Pero también elige, elige dentro del marco, dentro de las condiciones que el mundo le dio, condiciones que él no eligió, pero que sí puede modificar. Gramsci dice: “Es preciso concebir al hombre como una serie de relaciones activas (un proceso) en el cual, si bien la individualidad tiene la máxima importancia, no es, sin embargo, el único elemento digno de consideración. La humanidad que se refleja en cada individualidad está compuesta de diversos elementos: 1) el individuo; 2) los otros hombres; 3) la naturaleza. Pero el segundo y tercer elemento no son tan simples como puede parecer. El hombre no entra en relación con los demás hombres por yuxtaposición, sino orgánicamente (…)”1 . Entonces, el hombre es su voluntad, su individualidad; pero también es su ambiente, su entorno. Es una unidad sujeto-objeto. Por eso nosotros creemos que el hombre puede transformar la realidad, y que también puede transformarse a sí mismo. “Si la individualidad misma es el conjunto de estas relaciones, crearse una personalidad significa adquirir conciencia de esas relaciones, y modificar la personalidad significa modificar el conjunto de estas relaciones. ”2

No seguimos exponiendo porque queremos llegar a algo simple, no simplista. Concretamente, combatimos toda idea que aísle al hombre de la historia, que lo imagine fuera de las relaciones sociales. Por el contrario nosotros creemos que él mismo es ese conjunto de relaciones sociales, que el hombre es el centro de anudamiento de esas relaciones sociales. El ser consciente de eso le permite descubrir que la realidad es un conjunto de voluntades que se encuentran aisladas por ciertas circunstancias que superan a las voluntades individuales. Es por eso que no creemos que la cultura crítica pueda ser individual, debe ser un conjunto de voluntades que funcionen orgánicamente, orientadas a un fin colectivo. Dentro de esta concepción que tiene en cuenta un sujeto y un objeto en relación, muchos postulan que la familia, el barrio, el país, determinan unilateralmente al hombre (el objeto determina unívocamente al sujeto). Nosotros no creemos que sea así. Entendemos que las circunstancias lo condicionan de manera fuerte, pero también existe la voluntad, la conciencia. Marx decía “la teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador ne-cesita ser educado.”3 Es decir, si el objeto (las circunstancias) nos educan, nos hacen ser como somos; entonces utilicemos nuestra voluntad, actuemos como sujeto (nunca individual, siempre colectivo) y eduquemos al educador. Por otra parte, algunos creen que el hombre es su conciencia en sí misma, piensan que ésta deter mina a su ser social (sujeto determina unívocamente al objeto). Tampoco estamos de acuerdo. Consideramos que el hombre y el mundo

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están en diálogo (Sujeto-Objeto dialogando). Existe la voluntad y las circunstancias. No sirve educar la voluntad si no se educan las circunstancias, tampoco lo contrario. El proceso es doble. Por eso como Movimiento socializamos nuestros conocimientos, para dar más herramientas a los chicos y vecinos del barrio, para enriquecer su conciencia y que ellos enriquezcan la nuestra. Pero eso solo no alcanza, porque como decíamos: el sujeto es doble, es una unidad sujeto-objeto. Entonces también la educación debe ser doble. En una publicación decíamos: “Después de dar un taller, vamos a casa y nos sentamos tranquilos mientras el chico va, prende la tele, mira a Tinelli decir que los culpables son los chicos. Cambia de canal y ve a cinco políticos diciéndole lo bueno que va a ser el futuro. Busca a sus padres y no están, tuvieron que irse con algún puntero (soldado de esos mismos políticos de la tele) para conseguir comida para él, por lo tanto no puede ir al colegio porque se tiene que quedar cuidando a la hermana menor. Ese chico tiene nueve años. El ejemplo no es nada raro. Las condiciones son ésas”4 . Como Movimiento no podemos desentendernos de esta realidad, porque sería fomentar una cultura reproductiva y no transformadora. Porque sería caer en los esquemas de la pedagogía formal, que sólo ve al educando como una cosa que va a la escuela cuatro horas por día. O, peor aún, como una cosa que hay que llenar de datos compactos. Fomentar la formación de asambleas independientes que se organicen y luchen para conseguir sus reivindicaciones sin punteros de por medio, es una tarea tan importante como la de alfabetizar a los vecinos de los barrios. Porque pensar una cultura fuera de la historia es pensar, y nosotros no queremos pensar, nosotros queremos transformar. Por eso nuestra tarea debe ser de carácter doble: mientras socializamos nuestros conocimientos de manera crítica debemos incentivar la organización crítica. Aportar a transformar el futuro de los chicos transformando el presente de los padres. Todo en el mismo movimiento, porque el mundo no está para etapas. En esta construcción, es importante la creación de un ambiente donde predominen las relaciones humanas y la conciencia por sobre la dependencia. Como grupo que pretende transformar la sociedad, creemos que tenemos que comenzar a construir ese hombre que queremos ser, el hombre del futuro, el hombre nuevo. Hombre que estará guiado por estímulos humanos y no por el frenético mundo de las cosas. Es por eso que somos un grupo muy unido, un grupo que trabaja con mucha responsabilidad pero divirtiéndose a la vez. Consideramos falsa la dicotomía entre alegría y seriedad. Disfrutamos lo que hacemos y la pasamos bien, porque la sociedad del futuro que queremos, va a ser alegre. Esto no pretende construir una burbuja, la confrontación es necesaria y la sociedad es una. Somos un grupo que se maneja con valores humanos, donde no hay lugar a las mezquindades que la sociedad de consumo promueve. Debemos predicar con el ejemplo. Con el ejemplo de solidaridad y entrega. Y así sí, como hombres nuevos, caminar hacia un mundo nuevo.1Gramsci, Antonio – “¿Qué es el hombre?” en “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce” (1948, post mortem)2. Ibídem 1 3 Marx, Carlos - Tesis sobre Feuerbach (1845) [III] 4 Movimiento Cultural Hagamos Lo Imposible – “Reproducir o Transformar”

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DIOS HA MUERTO ¿Y? (O sobre la moral)

“Dios ha muerto”. Estas famosas tres palabras de Nietzsche venían a romper de lleno con el ideal decimonónico de una modernidad progresista. En aquellas épocas en las que la iglesia era uno de los principales aparatos ideológicos, esa frase era equivalente a decir: “tu moral no me representa”. Si Dios ha muerto ya nadie podrá juzgar qué es el bien y qué es el mal, criterio que en las condiciones en que se nos presenta es una imposición “desde afuera”, a la que nos encontramos sometidos los individuos desde el mismo día en que nacemos: robar está mal; contestar a los mayores está mal; ¿por qué? “Porque lo digo yo”; la propiedad privada está bien; violar la propiedad privada está mal; hablar sin comida en la boca está bien, ¿y nunca tener comida en la boca? “Ese ya es otro tema”. Wikipedia nos dice: “Se denomina moral al conjunto de creencias y normas de una persona o grupo social que determinará el obrar (es decir, que orienta acerca del bien o del mal de una acción o acciones).” ¿Quién determina la moral? No es un señor, es la misma historia hecha por los hombres. Pero sí esa moral representa a un grupo social como bien nos dice Wikipedia ¿ese grupo social representa al conjunto de la sociedad? ¿Representa a quienes mueren de hambre el cómo deben agarrarse los cubiertos para ser un “caballero”? Que “estén mal” las relaciones entre personas del mismo sexo ¿representa a la mujer que le gustan las mujeres y no los hombres? Toda esta serie de preguntas retóricas ya anticipan bastante a dónde queremos llegar: los valores de la clase dominante, la cultura dominante, no nos representan como clase. ¿Eso significa que hay que llegar a la verdad positiva más allá del bien y el mal como planteaba Nietzsche? Tampoco estamos de acuerdo. Nosotros no estamos de acuerdo con la moral de los poderosos, pero sí tenemos nuestras creencias y normas de conducta como grupo social. Pero no se trata de una moral reaccionaria, se trata de una moral revolucionaria en palabras del Che Guevara. Una manera de ver y de actuar que está orientada a la transformación social. Nuestra ética pone al hombre en el centro de la escena; pone al hombre para sacar a los bienes materiales del lugar que la sociedad hoy les confiere, para sacar a las ganancias de la posición más importante. En el número 3 de Mamuschka decíamos “La Cultura dominante (…) logra que los hombres se relacionen de manera externa, el hombre vale en tanto sea útil para el mundo de las ganancias. Así, en una propaganda un niño sirve para vender un producto, pero en Irak un niño es un estorbo y debe ser eliminado.” Insistimos: nuestra moral despoja a los objetos de poder, posicionando a la relación entre los hombres como fundamento de toda acción. La moral oficial, la de las clases dominantes, tiene que ver con normas de conducta que se reproducen y así reproducen la sociedad como está, una sociedad para pocos; por lo tanto la moral oficial tiene que ver con una cultura reproductora. Por su parte, la nuestra tiene por objetivo violentar las estructuras de dominación para que la sociedad no siga siempre igual y así se modifique, nuestra moral tiene que ver con una cultura transformadora. Entonces sí tenemos moral, una moral dinámica e histórica, sin esquemas atrofiantes. Nuestro fundamento es el hombre y su libertad: que una persona no coma está mal, no tener una vivienda digna está mal, que los terrenos se le nieguen al pobre sin techo y se le regalen al rico para que construya su tercer casa está mal, “violar” la propiedad privada de los que viven de la miseria ajena para un fin colectivo y humano está bien.

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Como Movimiento Cultural, nuestro campo de acción es, evidentemente, la cultura. Es por eso que no podemos dejar de plantearnos el problema de la moral. Históricamente ha cumplido el papel de, representando a una minoría (la clase dominante), hacerse pasar por la del conjunto de la sociedad, imponiendo a las mayorías las costumbres y valores de una minoría explotadora. Contra eso reaccionaba Nietzsche. Nosotros no concebimos al cambio social como algo mecánico, eso quiere decir que la sociedad que proyectamos debe comenzar a ensayarse desde hoy. Para luchar con los valores egoístas que promueve la cultura dominante, es preciso que fortalezcamos nuestros valores de humanidad. Es por eso que día a día nos esforzamos por construir ese hombre que anhelamos ser. Nietzsche reaccionaba contra la moral dominante de su época, como solución postulaba que el hombre debía aislarse de la sociedad para poder desligarse de todos los prejuicios que ésta le imponía, prejuicios típicos del “humano demasiado humano”. Planteaba que este individuo solitario y en sufrimiento superaría al hombre, constituyéndose como superhombre. Por el contrario, nosotros creemos que el hombre no tiene una esencia que la moral oculta y que habría que internarse en soledad para descubrir. El hombre es su relación con el resto y esta relación es la que hay que mejorar para mejorarnos a nosotros. Nuestra búsqueda no termina dónde empieza la de los demás, eso sería muy limitado; al contrario, nuestra búsqueda comienza con los demás porque es una búsqueda colectiva, no individual, porque el sujeto es colectivo, no individual. Juntos es cómo superaremos al hombre actual, lo superaremos en tanto superemos como nos relacionamos con el resto. De esta manera quizá no seamos superhombres, pero sí algo, por mucho, superior: hombres nuevos.

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¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE TRABAJO CULTU-BARRIAL? (O sobre la independencia del Estado)

“Profe, ¿me dibuja un auto bien piola?” “Seño, mi mamá me dijo que puedo ir si después me traen de vuelta” Seguro, a quienes estén leyendo esta nota, las citas les serán conocidas. Seguro también estos lectores se reconozcan como talleristas barriales. Presumimos que a su vez comprenderán que realizan trabajo cultural en los barrios, damos por descontado que esa actividad barrial la llevarán adelante porque, como sea, reconocen que algo anda mal, de lo que se deriva la creencia de que ese trabajo puede mejorar (o generar las condiciones para hacerlo) la situación inicial. Pero en la delimitación que acabamos de hacer encontraremos muy pocas determinaciones, muy poca información, tan poca que ese tallerista

podría ser tanto tallerista un independiente, como un militante de La Cámpora, o de una organización de izquierda, o integrante del PRO o de alguna (otra) empresa. Con lo poco que hemos visto, ese tallerista podría sólo querer “embellecer” un poquito esta sociedad, o quizá quiera cambiarla de fondo.

Partimos de considerar que no es posible medir la efectividad de un taller si lo pensamos en sí mismo, aislado, fuera de la historia. Esto quiere decir que el “mismo” taller de apoyo escolar, significará cosas distintas si lo desarrollamos en un barrio en el que el colegio queda lejos y los chicos no habitúan ir; o en un barrio de plena participación escolar.

Y lo mismo cuenta hacia el proyecto que enmarca al taller. El mismo taller de murga significará cosas distintas si es impulsado por una organización oficialista o por una organización independiente. Pero previamente habíamos encontrado un factor común y puede que esto se ponga un poco más complejo; todo tallerista nos dirá que realiza su labor guiado por “objetivos humanos”. Entonces, ¿qué es lo que diferencia a nuestra praxis de la que llevan adelante las empresas que impulsan el trabajo barrial, o los partidos de los sectores dominantes? Se torna fundamental adentrarnos en qué entendemos por objetivos humanos.

Aguas divididas La humanización “(…) responde a lo que denominamos ‘vocación de los hombres’. Vocación negada (…)

negada en la injusticia, en la explotación, en la opresión, en la violencia de los opresores.” 1 Y acá la cosa ya cambia, esta concepción de humanidad divide aguas en el trabajo barrial. Si aceptamos, junto a Freire, que la vocación de los hombres, su humanización, se encuentra negada por los explotadores y opresores, entonces difícilmente las empresas y los partidos de las clases opresoras puedan hablar de lo mismo que nosotros cuando afirman que sus talleres tienen “objetivos humanos”. En el mismo párrafo Paulo Freire nos advierte que dicha vocación es, a su vez, “afirmada en la lucha de los oprimidos por la recuperación de su humanidad despojada.”2

Y esta es la humanidad que apuntan a recuperar los talleres pensados en clave transformadora. Humildemente pretenden ser un aporte a la humanización de las mayorías, a la humanización de los oprimidos, de las clases subalternas, de la clase trabajadora en sentido amplio, y esto quiere decir trabajadores ocupados, desocupados, estudiantes, indígenas, campesinos, oprimidos en general juntos por un proyecto común que contemple los intereses de todos y todas. Se trata del proyecto de quienes día a día trabajamos para producir y reproducir este mundo que, hoy, no nos pertenece. Y si Gramsci, criticando la idea de cultura-cosa, dice que “la cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes” 3, está diciendo, junto a Freire, que el trabajo cultural debe tener por objetivo la humanización de los oprimidos, debe aportar a la construcción de conciencia de clase, a la comprensión por estos mismos del carácter inconcluso de la realidad y de los hombres y las mujeres que la hacemos, debe apuntar al descubrimiento, para la concreción, de “(…) la gran tarea humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a sí mismos (…)”4 para liberar a la humanidad toda. Tensiones y desafíos Reconocer que los talleres se encuentran enmarcados en la histórica tarea de humanizar la sociedad les quita a los mismos toda el aura armoniosa y el carácter estático que las clases dominantes pretenden impregnarle a la actividad cultural en los barrios. Los talleres, pensados en esta clave, dejan de ser conciliación con los opresores, para convertirse en disputa contra ellos, aquellos que nos niegan la humanidad.

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Es por eso que, como previamente mencionábamos, los talleres no pueden estar enmarcados en los proyectos de las grandes empresas que no pretenden solucionar el problema histórico de los oprimidos, sino embellecerlo para perpetuarlo. En palabras de Paulo Freire: “Los opresores, falsamente generosos, tienen necesidad de que la situación de injusticia permanezca a fin de que su ‘generosidad’ continúe teniendo la posibilidad de realizarse. El ‘orden’ social injusto es la fuente generadora, permanente de esta ‘generosidad’ que se nutre de la muerte, del desaliento y de la miseria.”5

Nuestra actividad barrial no sólo debe mantenerse independiente de las empresas, sino también de su metodología conciliadora. En concreto, los opresores no necesitan bajar fondos para que los talleres cumplan los objetivos que ellos mismos se proponen; nuestra práctica está bañada de formas que las clases opresoras nos imponen en su condición de hegemónicas. Una de ellas es la lógica infinitamente impregnada de atacar sólo los síntomas y no las enfermedades. Nos referimos al asistencialismo, aquella práctica parcial y unilateral que no ataca los problemas de raíz, desde sus causas, sino que simplemente pretende suavizar sus consecuencias más evidentes.

El asistencialismo es una práctica externa que, en la dialéctica sujeto-objeto inherente a la praxis cultural, se concentra sólo en el segundo elemento, el objeto. Esto quiere decir que posa la atención en las circunstancias de los vecinos y no en sus voluntades, embelleciendo “desde afuera” el mundo de los oprimidos, atrofiando su propia voluntad, convirtiéndolos en dependientes de esa “fuerza externa”.

Pero esta práctica no sólo se encuentra en los programas barriales de los opresores. Es una posibilidad que nos acecha permanentemente a los talleristas que nos pretendemos transformadores y de la que sólo podemos delimitarnos con la elaboración de un proyecto claro, sólido y dinámico, que se permita un margen de flexibilidad para afrontar los vaivenes de la realidad.

Por otra parte, este asistencialismo que está completamente enquistado en nuestras formas de razonar, que ya todos critican discursivamente pero no todos pretenden (y no siempre logramos) superar prácticamente, se suele complementar con una lógica localista que muchas veces nos cuesta eludir porque venimos de un proceso histórico que destruyó todos nuestros lazos, empujándonos a la resistencia aislada. Esa lógica abona a la fragmentación por no considerar la totalidad, percibiendo peligro en todo aquello que excede físicamente al barrio y, por lo tanto, no contemplando la necesaria articulación entre los oprimidos, sea cuál sea su ubicación geográfica.

Si nos dirigimos a otro terreno, veremos que la presencia del Estado y los partidos dominantes en los barrios se da por medio de los punteros políticos, los cuales se constituyen como garantes de la cultura de la dependencia. Una cultura que pretende institucionalizar los reclamos y las aspiraciones de los vecinos. Ofreciendo migajas a cambio de votos, movilizaciones y/o silencio. Castrando la voluntad de los vecinos, encolumnándola en proyectos ajenos al barrio y a los oprimidos en general, en proyectos propios de las clases dominantes que alienan y matan la vida. Es por eso que la independencia hacia estos sujetos es una cuestión innegociable si lo que se quiere es encarar una praxis cultural transformadora.

Traspasando los límites del taller A la hora de la planificación de los talleres es vital pensar en la realidad particular del barrio, con todas sus especificidades, con sus transas, con sus punteros, con sus vecinos resignados o “naturalmente” combativos. A su vez es preciso buscar las cuestiones estructurales que generan, permiten o fomentan las particularidades propias de nuestro territorio. Es decir, en lo particular tenemos un problema concreto, el puntero Mario; pero ese problema no es sólo particular, pensándolo desde lo general, se trata del estructural aparato clientelar que crea a Mario y a tantos otros punteros a lo largo y ancho de nuestro país. Podemos correr a Mario, pero mañana vendrá una Susana si no generamos alternativas combatiendo el problema de manera estructural. Todos tenemos un Mario y/o una Susana, sea que activemos en el conurbano bonaerense, en Jujuy, en Mendoza o en la Capital. Por eso se torna central el intercambio de experiencias y la articulación entre diferentes colectivos de acción cultubarrial, para así complejizar nuestra intervención y hacerla más efectiva. El objetivo de construir en conjunto una conciencia colectiva capaz de valorar el papel histórico que los oprimidos tenemos para efectivizar nuestra propia liberación, tiene en la praxis cultural un capitulo ineludible. La cultura es una manifestación y, a su vez, una forma de modificar, precisamente, la conciencia. Esa conciencia que sólo puede ser comprendida de manera teórico-práctica, como reflexión y acción, y en disputa con los opresores, implica, por lo tanto, procesos de organización barrial que acompañen los diferentes talleres que, de esta manera, se enmarcan en un contexto de nuevas relaciones. Que la sonrisa de los chicos que hoy encuentran en nuestros talleres un momento tan especial y exclusivo, se convierta en hábito, en la cotidiana y certera felicidad indispensable para revitalizar y embellecer el contra mundo que día a día venimos construyendo desde abajo los oprimidos en tantas partes de nuestro país.

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1 Freire, Paulo ; Pedagogía del oprimido; (1968) 2 Ibídem 13 Gramsci, Antonio – “Socialismo y Cultura” (1916) 4 Ibídem 1 5 Ibídem 1

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SOBRE LA CULTURA Y LA POLÍTICA (O sobre la disputa cultural)

La cultura es un tópico que se ha puesto de moda en el terreno académico luego de la caída del muro de Berlín. Existía como una especie de reproche a ese positivismo teñido de rojo, popularmente denominado estalinismo y tendenciosamente asimilado como fiel representante del marxismo; “por fin superamos a estos comunistas que no le dan bola a la cultura, que piensan que todo es economía”. Y ahora todos hablaban de la cultura, y la diversidad cultural, y nacían los estudios culturales, y hasta Lilita Carrió citaba a Gramsci y Bakhtin. Claro que los citaba de copados nomás, a pesar de su comunismo, ese que guiaba sus prácticas y teorías.

Estaba buenísimo, la cultura justificaba todo; “leí que hay un pueblito re copado, recontra sin luz y sin celulares, en el que matan a pedradas a las mujeres que son infieles, pero sacá esa cara de desconcierto, para ellos es normal, es cultural”. Sería interesante preguntarles a esas mujeres víctimas del patriarcado qué piensan de lo normal, de lo cultural. Y eso nos abre otro debate, ¿Qué es lo normal? ¿Qué es “lo cultural”?

Vencedores (¿vencidos?)

Quizá sea bueno hacer volar un poco la imaginación y viajar hacia el este de la India, Bangladesh, país pequeño con 167 millones de habitantes, octavo en cantidad de población a nivel mundial, doceavo en densidad poblacional, de los más pobres del mundo. Profundicemos en nuestra imaginación y conduzcámonos al año 78, ciudad Capital, Daca, clase inaugural de Antropología I en la Universidad Nacional de Bangladesh y el profesor Zillur Hasina da cátedra, el idioma es Bengalí, no entendemos nada, pero la imaginación nos permite traducirlo automáticamente y esto es lo que entendemos: “en la lejana América, más precisamente en el sur del continente, en un país llamado Argentina en estos momentos se disputa la Copa del Mundo -que mucho no nos importa porque nuestro país nunca clasificó a la misma-. Allí, tal como contamos previamente el ejemplo de los Aztecas que sacrificaban pobladores para honrar a sus dioses, la cultura es diferente y justifica esta conducta: a quienes piensan diferente, los secuestran, los torturan hasta la muerte y luego los desaparecen. Ni presos, ni muertos, desaparecidos para siempre. Para nosotros sería aberrante, pero se trata de otra cultura y debemos ser plurales y tolerantes.”

Señor Zillur Hasina, para nosotros también es aberrante, y más aún para nuestros compañeros que lo padecían en los 70’.

Algo de eclecticismo tiene nuestra analogía, por mezclar cuestiones culturales con políticas sin muchas mediaciones. Pero es que 1) no se puede separar la cultura de la política y 2) ni la cultura ni la política son dimensiones puras, que se puedan entender sin dinámica, sin comprender que están en movimiento debido a sus contradicciones internas. La cultura y la política son producto de una correlación de fuerzas, son dimensiones en tensión y disputa, contradictorias. No hay cultura ni política en general, hay lucha política y batalla cultural.

Las mujeres apedreadas en Irán fueron vencidas previamente, y por eso “es cultural” oprimirlas, porque fueron vencidas, y eso configura como hegemónica a una cultura patriarcal salvaje.

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Y cuando decimos hegemónica decimos dominación compleja e históricamente determinada. Dominación que implica convencimiento de algunas mujeres en su propia sumisión, rechazo de otras, resistencia, organización, lucha y existencia de una contracultura anti-patriarcal que disputa por torcer la correlación de fuerzas.

En síntesis, la afirmación “es cultural”, implica vencedores y vencidos que algún día dieron la batalla que les asignó sus posiciones de dominantes o subalternos. Esta distinción no implica conciliación, sino posiciones desde las que se sigue dando la pelea.

Tal como lo dijo Gramsci, no hay dominación sin resistencia.

La cultura es la sonrisa (¿De quién?) Entonces, es casi ya un consenso lo insano que es hablar de cultura en general, sin ningún

tipo de determinación. A pesar de que banquemos a León Gieco, ya no es muy sostenible (ni es muy feliz) afirmar que “la cultura es la sonrisa”. Es demasiado vago, habría varias preguntas que hacer: ¿Qué cultura? ¿Tinelli y todo su arsenal de dominación cultural, patriarcal y consumista son una sonrisa? ¿Cultura para qué? ¿Para quiénes? ¿A quiénes representa? ¿Qué defiende? ¿Qué fomenta? ¿Qué reproduce? ¿Transforma?

La cultura en tanto costumbres es una dimensión funcional, cumple un papel histórico. Mismo lo es la cultura en tanto producto si lo comprendemos desde una perspectiva crítica. Y en este punto nos adentramos en la eterna polémica entre forma y contenido. Un mural con la cara del Che Guevara, no es necesariamente, per se, cultura transformadora, depende de las relaciones que lo enmarcan y del papel que en ellas juega dentro de la batalla cultural comprendida desde sus actores. Si el mural está hoy dentro de la Casa Rosada, está aportando a la cooptación, a la castración de los símbolos revolucionarios de la clase trabajadora, intentando sean asimilados, incorporados, por el poder. En cambio, si el mismo mural está en el comedor de un movimiento clasista que construye por fuera del Estado aportando a un cambio social, su función será otra, el mismo mural “será otro”1.

Aquí la importancia de dar la pelea por los significados, de dar la batalla cultural. Que, como vemos, implica la construcción por abajo, la construcción de sustento, porque los significados no vuelan en el aire, están incrustados en prácticas sociales. Para combatir la dominación no hay que denunciarla solamente, sino construir alternativas prácticas concretas.

Desconfiados Las afirmaciones que fuimos haciendo, nos invitan a desconfiar de lo genérico, de lo que se pretende neutral. La lucha de clases atraviesa y condiciona todo. Desde ese entendimiento partimos como Movimiento para elaborar nuestros planes y proyectos de intervención en la realidad.

Entonces como Movimiento desconfiamos 1) de quienes veneran fanáticamente las costumbres pasadas, lo que “es cultural” sin ser críticos; y también 2) de quienes se pretenden árbitros, neutrales. Ambos posicionamientos nos suenan a formulaciones hegemónicas que ocultan las contradicciones.

Desconfiamos de quienes se pretenden neutrales y es por eso que nos posicionamos frente a la

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realidad.

No tomar partido, es tomar partido por quién “va ganando”. En los barrios, no posicionarse frente a las disputas entre los vecinos que vienen organizándose independientemente y los punteros bancados por todo el aparato del PJ, es posicionarse con esos punteros, porque son quienes se benefician de la indiferencia.

Gramsci decía: “Odio a los indiferentes. (…) La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera.

Es la fatalidad; aquello con lo que no se puede contar. (…) acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar.”2

Esa revuelta es la que debemos alimentar, dando talleres en los barrios, organizándonos en nuestros lugares de trabajo, en nuestros centros de estudiantes. Pero no organizándonos en sí. Como no existe cultura ni política en general, no existe tampoco organización en sí, en general. Si bien se ha ido superando, aún sigue existiendo cierto fantasma noventoso anti-política.

Si política es sinónimo de corrupción, de PJ, de PRO, de UCR, de caudillos, punteros, maniobras, de hipocresía, de negociados, de utilización de la gente, entonces nosotros no hacemos política, nos negamos a hacer política. Y buscaremos otra forma de transformar la realidad. Ahora si política es adueñamiento de la propia personalidad, participación popular, debate colectivo, adentramiento en los debates sobre los problemas y soluciones del país, toma de decisiones, entonces sí hacemos política, hacemos otro tipo de política.

La revuelta Con la participación, el debate, posicionándonos, es como podemos aportar a la revuelta

que traerá un mundo mejor, en el que quepan muchos mundos. Un mundo para todos y todas, donde ya no exista la trata de personas, dónde se acabe la precarización laboral, dónde todos tengamos acceso a los bienes culturales, a lo que producimos como trabajadores. Un mundo con nuevos valores, dónde el interés por la ganancia no sea el eje estructurante de la sociedad. Una sociedad en donde comer todos los días, tener vivienda digna y trabajo genuino, en la que convivir en armonía con el medioambiente y con nuestros pares sea “lo cultural”. 1 Ya Marx en El Capital (1867) supo decir que: “Un negro es un negro. Sólo bajo determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina de hilar algodón. Sólo bajo determinadas condiciones se convierte en capital. Desgajada de esas condiciones, la máquina dista mucho de ser capital”7

2 Gramsci, Antonio – “Los indiferentes” (1917)

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CONTINUIDAD DE LOS PARQUES (O que la garantiza)

“Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza de un hombre en el sillón leyendo una novela.”1 Así termina “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar, ese hombre sentado en ese sillón de terciopelo verde estaba leyendo esa novela en la que venían a matarlo. Este cuento de una página y media logra romper la separación entre el autor y el lector, entre el lector y la obra, logra romper los límites entre el sujeto y el objeto. A fin de cuentas ¿necesitan venir a matarnos para ser parte de la novela que leemos? ¿Acaso se puede pensar en una novela sin un lector? ¿No interpretamos de manera distinta las mismas novelas (objeto) los diferentes lectores (sujeto)? ¿No interpretamos de manera distinta la misma novela cuando la leemos por segunda vez? ¿Alguien puede pensar que una novela es una suma de palabras?

En el terreno de la literatura y el arte por ahí es más fácil entender lo relativo de estos límites, porque es burdo el modo en el que se intenta separar al artista de la sociedad, posicionándolo como un genio individual que podría vivir sin el resto de sus pares, alejado de la realidad socioeconómica; porque es burdo como nos quieren separar de la obra de arte, obligándonos a contemplarla, ocultando que somos parte de la misma. Y ahora ¿en el resto de la vida social? Parece un poco más difícil, “las cosas son así”, están dadas. Se nos presentan sin historia, inmodificables. “Siempre hubo ricos y pobres”, “la política la hacen los políticos, vos tenés que elegir a alguno de esos cada cuatro años”, “la policía está para cuidarnos, puede que a veces se exceda pero está por el bien de todos”, “somos todos iguales ante la ley”, “tu libertad termina donde empieza la de los demás”, “algo habrán hecho”, “estoy totalmente de acuerdo con sus reclamos, pero los métodos, cortar la calle, tendrían que ser más creativos” (!!). Desde el día en que nacemos comenzamos a adquirir las costumbres que garantizan la reproducción de este sistema; porque para que este sistema siga funcionando la gran mayoría de la población tiene que vender su fuerza de trabajo (lo que todos conocemos como: trabajar) ocho horas por día, es decir, tiene que reproducirse la economía; pero esa mayoría de gente también tiene que estar de acuerdo con ir a vender su fuerza de trabajo ocho horas todos los días para sostener estas realidad deshumanizada, es decir, tienen que reproducirse las costumbres, la cultura, la cultura dominante.

Esta última intenta naturalizar y legitimar las condiciones de opresión, se trata de una forma de dominación violentamente pacífica. Los explotadores hablan de solidaridad y de igualdad, hacen donaciones millonarias que nos confunden, pero “en verdad, lo que pretenden los opresores es transformar la mentalidad de los oprimidos y no la situación que los oprime.”2. Engels dice: “…cuanto más progresa la civilización, más obligada se cree [la clase dominante] a cubrir con el manto de la caridad los males que ha engendrado fatalmente, a pintarlos de color de rosa o a negarlos.”3 Esta falsa solidaridad se ve en las redes clientelares que despliegan en los barrios populares con discursos progresistas, cuando en realidad no hacen otra cosa que perfeccionar sus métodos de dominación y dependencia. “Matar la vida, frenarla, con la reducción de los hombres a meras cosas, alienarlos, mistificarlos, violentarlos, es propio de los opresores”4 y es un acto de violencia declarada, aunque sin palos ni secuestros.

Estos artilugios de la cultura dominante son muchos y tienen por objetivo ocultar el

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conflicto de clases para que no sea abierto, para que los oprimidos no descubramos que somos muchos más. La clase dominante se encarga, por un lado, de “vaciar” de bienes culturales a la clase oprimida para que esta se encuentre en estado de dependencia, sin herramientas para transformar la realidad; y, por otro lado, hay otra manera que se complementa con aquélla, ya no generando un ‘vacío’, sino por lo contrario, imponiendo ‘verdades’ macizas, de fácil captación, ‘puras’ y difícilmente maleables. A esta imposición, se la denomina invasión cultural, la cual “…consiste en la penetración que hacen los invasores en el contexto cultural de los invadidos, imponiendo a éstos su visión del mundo, en la medida misma en que frenan su creatividad, inhibiendo su expansión.”5

Esta imposición de supuestas verdades macizas y acabadas naturaliza las condiciones de opresión que en realidad son históricas, las hace pasar como obvias, eternas. Hasta el más ignorante se siente un sabio repitiendo estos mitos: “el humano fue y será un corrupto”, “no hay que confiar en nadie más que en uno”, etc.

Acá la importancia de trabajar la cultura. Debemos combatir la cosificación, la naturalización de las condiciones actuales, para eso debemos lograr individuos críticos, individuos que problematicen la realidad, que descubran que no es algo acabado, dado.

Individuos que no dejen pasar como un dato más el intento de golpe de Estado en Ecuador, individuos que no dejen pasar como un dato más el asesinato de Mariano Ferreyra. Que entiendan que esta realidad no es así, sino que está así debido al tipo de (des)organización que nos imponen. Una organización en la que nuestros pares se nos presentan como enemigos, donde los hombres se nos presentan como medios para obtener fines privados, o se nos presentan como obstáculos que limitan nuestra libertad. Como Movimiento Cultural intentamos adueñarnos de diferentes herramientas pedagógicas, comunicacionales, artísticas, culturales; para ponerlas al servicio de los oprimidos y su proyecto de transformación. Para luchar contra la cultura dominante que naturaliza la opresión. Nuestro proyecto es diferente, nosotros luchamos porque el hombre deje de ser una cosa, luchamos por cambiar la forma en que nos relacionamos, por cambiar los criterios, la lógica irracional que en el afán de maximizar las ganancias teje valores individualistas y miserables.

Adueñándonos de herramientas culturales para socializarlas de manera crítica y enfrentar a la cultura dominante, derribando los mitos de la cultura hegemónica, tomando conciencia, renovando los valores, articulando con los distintos sectores, organizándonos y luchando vamos a poder desligarnos de la opresión y así sí, como Cortázar en sus cuentos, llegar a ser los verdaderos escritores de la historia.1 Cortázar, Julio – “Continuidad de los parques” en “Final del juego” (1964)

2. Freire, Paulo – “Pedagogía del oprimido” (1968) 3 Engels, Federico – “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884)

4 Ibídem 2 5 Ibídem 2

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ENEMIGO EN CASA (O sobre el sentido comun)

“Hay dos cosas que me molestan increíblemente: la discriminación racial y los negros de mierda”, podemos afirmar que si Antonio Gramsci hubiera conocido este relato lo hubiera utilizado para explicar lo que él llamaba: “sentido común”.

El semáforo (o “sobre las concepciones del mundo”)

Todos los individuos tenemos una concepción del mundo determinada, lo sepamos o no, la elijamos o no. Ésta está implícita en nuestra obra y nuestro discurso. Pero la mayoría de las veces esta concepción no es crítica, es contradictoria. He aquí uno de los elementos que, en el plano de la cultura, garantizan la reproducción de este sistema deshumanizado y deshumanizante.

La cultura popular tiene un dicho que afirma que “la mejor escuela es la casa”, este dicho reconoce la existencia de una educación indirecta. El hombre no sólo se educa en la escuela, también lo hace en la casa, en el barrio, en las marchas y ollas populares, etc. Nuestra historia es la que nos explica, podemos decir que somos parte de un proceso. Esto quiere decir que no tenemos una esencia predeterminada, nos hacemos en el mundo mismo. Durante esta experiencia (nuestra historia) adquirimos un montón de prejuicios y creencias sobre las cuales no reflexionamos y que abonan nuestra concepción del mundo. Al tratarse de un rejunte acrítico de vivencias y ambientes, la concepción del mundo suele ser contradictoria y tener tanto elementos progresivos como reaccionarios en sí misma. Para ilustrar esto vayamos a otro ejemplo nada raro: “Yo soy una de esas personas que no tolera la intolerancia, que no tolera la exclusión social, desearía un mundo mejor para todos, en el que todos tengamos trabajo y felicidad. Cambiando de tema, odio las marchas y manifestaciones, la gente tiene que aceptar lo que le tocó. Ahora con los vecinos nos estamos organizando para que pongan más policías por la villa de enfrente, a esos habría que matarlos a todos. Para darse cuenta de que esta es la solución no hay que ser un filósofo, hay que tener un poco de sentido común”. Si bien irónico, el discurso mencionado no es lejano a las concepciones que inundan al mundo contemporáneo. En el relato se combinan elementos progresivos con elementos fuertemente reaccionarios. Es un típico ejemplo de lo que Gramsci llama sentido común, este es un producto del devenir histórico construido por las instituciones de la sociedad civil (la escuela, facultad, iglesia, etc.) y los grandes generadores de sentido (medios de comunicación, propaganda).

La botellita (o “sentido común, toca lo que toca”)

El sentido común es uno de los componentes más importantes de las concepciones del mundo impuestas por el ambiente. Gramsci nos dice que “su rasgo más fundamental y más característico (el del sentido común) es el de ser una concepción (incluso en cada cerebro) disgregada, incoherente, incongruente, conforme a la posición social y cultural de las multitudes.”1 Entonces, el sentido común es impuesto por el ambiente “sin mediación” y de manera desordenada. Es una concepción espontánea del mundo, una filosofía de los “no filósofos”. Y es conforme a una posición social, es decir, que es heredada acríticamente de las propias vivencias de los distintos grupos sociales.

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El sentido común es imprescindible para la reproducción del sistema, esto tiene que ver con que la clase poseedora no sólo domina con palos, también construye consenso; es decir, no sólo domina con la violencia, sino también con las ideas. El “participar de una concepción del mundo ‘impuesta’ mecánicamente por el ambiente externo”2, sin que medie la crítica, nos lleva a aceptar el estado actual de las “cosas”. “Siempre hubo ricos y pobres”, pareciera que el mundo está hecho, acabado, y simplemente uno participa; pero esto no es cierto, el mundo se hace todos los días, todo el tiempo. Y se hace porque las grandes mayorías trabajamos día a día. Y se reproduce “como es” porque nuestras rutinas incluyen esta reproducción. El sentido común acepta, legitima (sin planearlo), la rutina actual, la rutina del mundo actual.

¿Verdadero o falso? (o “verdadero y falso”)

Ahora, no podemos negar que la idea de que la realidad no se puede cambiar tiene su fundamento en un principio de verdad. La propaganda y el día a día económico nos empujan a pensarnos solos, individualizados, de manera abstracta. Y decimos abstracto porque ninguno de nosotros es explicable sin su familia, sin sus compañeros de trabajo, sin quien le paga el salario. Si nos pensamos solos es evidente que el estado de las “cosas” no se puede cambiar, porque no caben en la vida real los héroes individuales de Hollywood; y aquí nos encontramos con otra idea impuesta por la clase dominante, la de la necesidad de esperar a un salvador individual, invisibilizando la dimensión de lo colectivo que es indispensable para cambiar la sociedad; y entre estos héroes individuales y conspirativos (que ni le cuentan a la familia que son buenas personas y quieren salvar el mundo), nos cruzamos con Superman, el Hombre Araña, el Zorro, Batman, V de Venganza, los Edukadores y hasta el Che Guevara que ha querido ser separado (por la propaganda capitalista) del pueblo cubano que luchó codo a codo con él.

La realidad es de cierta manera porque los hombres estamos organizados de cierta manera. Hoy ese orden es caótico, y el fundamento, la lógica de organización, está determinada por la “ambición” de ganancias. Es decir, tenemos más desocupados si a los ricos les conviene privatizar; si necesitan más manos, tenemos más trabajo. Ellos “tienen” la manija y su criterio es ganar más y más plata. Para ellos los hombres son medios, son instrumentos. Y en esta dinámica es que se organiza (de manera desorganizada) la sociedad.

¿Verdad o consecuencia? (o “verdad y consecuencia”)

Entonces, es verdad que si uno piensa de manera individualizada, abstracta, el mundo es inmodificable (es imposible modificarlo), la propia voluntad en sí no tiene la capacidad para transformar sustancialmente. Y esta forma individualizada de pensar es la que heredamos del sentido común y de la lógica mercantil misma de esta sociedad.

Antes de partir a Bolivia el Che Guevara mandaba una carta muy profunda a sus hijos en la que, entre otras cosas, les decía: “acuérdense (…) que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.”, esto que el Che menciona “al pasar”, esto que les recuerda a sus hijos, es aquello que en la sociedad todos hemos olvidado y así estamos. Para transformar, para hacer el mundo de otra manera, debemos organizarnos.

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¿Cara o seca? (o “ambas, porque no queremos ni ovejas ni ratas”)

Pero para organizarnos, también debemos superar el sentido común, nuestra concepción debe adquirir cada vez más coherencia y consecuencia, en términos teóricos, discursivos y prácticos. Las herramientas de la educación popular son importantísimas para problematizar y superar el sentido común. En los barrios populares partimos de la realidad que los vecinos viven día a día y de sus concepciones, podríamos decir que partimos del sentido común. No traemos fórmulas acabadas y “verdaderas” que los vecinos deberían aprender de memoria. No es así como entendemos el cambio social.

La categoría “sentido común” es central para comprender las tareas que se nos desprenden de nuestro trabajo en la esfera cultural. Si nuestra lente, si nuestra concepción del mundo es contradictoria, acrítica, se cree inmediatamente lo que se le aparece; si esta concepción sólo piensa la superficie de las cosas, es sencillamente imposible un futuro mejor. Por eso insistimos en que es necesario dudar de las “cosas” como se nos presentan, es necesario ir más allá de la superficie de las “cosas”, para descubrir que, precisamente, no son cosas, sino procesos; y que en tanto procesos son dinámicos y pueden hacerse de otra manera.

Por medio de la organización y la lucha podemos demostrar y difundir cada vez más, que es posible un mundo mejor, que es posible utilizar una vara en la cual el hombre sea la medida de todas las cosas. No defendamos la miseria, en última instancia el sentido común es sencillamente quien garantiza que a este mundo para pocos, lo defiendan muchos.1 Gramsci, Antonio – “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce” (1948, post mortem)

2 Ibídem 3

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RICARDO ARJONA Y LA CUESTIÓN DEL AMOR (O “Reflexiones sobre la ideología”)

“Lo que las ideologías dividen al hombre, el amor con sus hilos los une en su nombre”. He aquí la concepción que Ricardo Arjona ha elaborado, luego de mucho esfuerzo, sobre la ideología1 1. La canción citada trata de Teresa y John, una cubana y un estadounidense que se ‘deshacen’ de sus ideologías para amarse eternamente; “Él se va divorciando del tío Sam (…) y ella se va olvidando de Fidel ¿Qué sabían Lenin y Lincoln del amor, qué saben Fidel y Clinton del amor?”.

La historia es entretenida, la armonía simple pero divertida, la melodía agradable, y el videíto está genial, todos estos elementos combinados hacen que aunque la canción dure como seis minutos uno llegue a escucharla hasta el final. Y aquí se encuentra otro de los elementos más interesantes y que nos competen como Movimiento Cultural: luego de haberse conocido, de haber bailado en Yucatán, deciden irse a vivir juntos, pero para superar las viejas ideologías que no les permitían amarse buscan una solución interesante: “Ahora viven en París, buscaron tierra neutral [!!!], (…) caminan de la mano, (…) como quien se burla del planeta y sus vicios.”

Dos fundamentos, un estorbo, una ideología.

Ricardo Arjona no innova, ha sido recurrente considerar a la ideología como un obstáculo de diverso tipo. Si bien en el ámbito de la academia es más bien difícil seguir defendiendo al positivismo, éste aún se encuentra dando vueltas por el sentido común. El positivismo genera una insalvable ruptura entre el sujeto (de conocimiento) y el objeto (a conocer), así es que los científicos sólo pueden conocer la realidad “tal cuál es” en tanto se “separan” de ella, se deshacen de todo tipo de ideología para así mirar de afuera, “ser neutrales”, objetivos. Naturalmente, para esta escuela de pensamiento, la ideología es un estorbo, cosa de los humanos y no de la ciencia, cosa del sujeto y no del objeto. En esta línea Durkheim planteaba que para hacer ciencia uno debe resignar sus opiniones políticas.

La canción citada, utiliza el mismo razonamiento pero ya no con la ciencia como fundamento sino con el amor. Frente a este último, las ideologías serían meros vicios del planeta, obstáculos para que el amor se dé. La canción afirma que “ella es medio marxista y él es republicano”; no medio, sino del todo marxista era el Che Guevara, aquel referente del humanismo militante que afirmó que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.”2; referente de los republicanos en los Estados Unidos es Bush, que también trató la cuestión del amor: “Una de las armas más poderosas de nuestro arsenal es el poder del amor.”3. Pero entonces ¿es posible desligar el amor de la ideología sin correr el riesgo de desnaturalizarlo? ¿Cuál es la objetividad del amor? ¿Para qué amor es un obstáculo la ideología? ¿Para el de Guevara o para el de Bush?

Arjona nos vuelve a proponer separarnos de la ideología para resolver la cuestión. Pero esto es falso, porque Teresa y John encuentran tierra neutral en París ¿acaso alguien puede creer que entre Clinton y Fidel, Sarkozy4 es neutral?

Considerar a la ideología un obstáculo, es una operación que beneficia a la ideología dominante que, visible o invisible, opera permanentemente sobre nuestras prácticas y teorías, garantizando la reproducción del sistema actual. Negar la importancia de la ideología no es otra cosa que una posición ideológica, la del positivismo, una posición ideológica que respeta y fomenta lo que está, el orden, el status quo, el capitalismo. Esta ideología, la del poder, se nos mete por los poros, en la escuela, en el trabajo, en la televisión y en las canciones.

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El enemigo en casa (la ideología del poder)

Aunque no queramos la ideología siempre está, no hay forma de evitarla. Si no la elegimos, es la del ambiente, la dominante, la que lo inunda todo, la ideología del poder. “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época”5, porque las clases dominantes poseen la hegemonía que, como dice Gramsci, “(…) opera sin ‘sanciones’ y sin ‘obligaciones’ taxativas, pero no por ello deja de ejercer una presión colectiva y obtiene resultados objetivos de elaboración en las costumbres, en los modos de pensar y de operar, en la moralidad, etc”6.

Entendemos a la ideología como una concepción del mundo que implica ideas y normas de conducta propias, la entendemos como una categoría más compleja que el supuesto de ideología-estorbo que el positivismo fomenta7. Reconocer que las ideas son inseparables de las prácticas materiales, supera ampliamente la idea iluminista que entiende a la conciencia sencillamente como un problema de “claridad conceptual”, teórica; de este modo, parafraseando a Grüner, bastaría con que los obreros hagan una lectura atenta de El Capital de Marx para que se acabe la explotación. Pero no, como dice este último: no se trata sólo de interpretar el mundo sino, fundamentalmente, de transformarlo8.

Lo previamente afirmado no implica la inutilidad de la crítica de las ideas dominantes, sólo destaca dos aspectos habitualmente “olvidados”: 1) la crítica teórica no basta; 2) la ideología del poder está fuertemente arraigada en las prácticas y costumbres de nuestra clase, no se trata de meras ideas que podrían ser simplemente denunciadas.

La ideología de los poderosos prende en el pueblo no porque éste sea ignorante. Sino porque, por lo menos en algún sentido, es cierta. El poder toma reivindicaciones puntuales de los oprimidos y detrás de las mismas oculta lo negativo, o lo justifica. Esto es claro, si querés envenenar a alguien no le des una botella que diga “veneno”, porque no la tomará. Los trabajadores piden policía porque quieren que la delincuencia deje de matar, no porque quieren que se extiendan las redes de trata, el narcotráfico y los casos de gatillo fácil que la policía trae consigo misma (aunque con lo poderosa que es la ideología dominante pueden también quererlo). Como dice Gramsci: “El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tengan en cuenta los interesas y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejercerá la hegemonía.”9

De estorbo a necesidad

Si nadie escapa a las ideologías, entonces será mejor que elijamos por nosotros mismos la propia. La ideología dominante es hoy mucho más poderosa que la nuestra. Esto se debe a su antigüedad, a que es parte de nuestras propias costumbres, a que posee los más grandes medios de difusión e imposición, ya que cuenta con el poder del Estado y la influencia de la sociedad civil.

Nuestra ideología, la concepción del mundo orientada a modificar a este último de raíz, cuenta con ideas, valores y prácticas de nuevo tipo. No es un estorbo, muy por el contrario: es la condición para la comprensión de la realidad desde nuestro papel en la misma, desde nuestro rol de trabajadores, productores y reproductores de todas las riquezas de la sociedad.

Como Movimiento que trabaja la esfera de la cultura, la ideología es una dimensión fundamental sobre la cuál reflexionar. En tiempos de creciente politización, se vuelve interesante pensar cómo opera la ideología dominante y qué tipo de politización es la que se da. Para que algunas partes progresivas no nos oculten un todo podrido, un todo capitalista, es preciso denunciar la ideología dominante y difundir la propia, aquella que resiste consecuente mientras los distintos gobiernos van pasando, aquella que ha sobrevivido incluso a las dictaduras, por que como dice Pablo Neruda “podrán cortar las flores pero jamás terminarán con la primavera”. Se trata de la ideología que posa al hombre y su capacidad de amar como fundamento de todas las cosas, se trata del socialismo, la ideología que debemos recuperar para superar la dominante y discutir

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en todas partes qué clase de país queremos los oprimidos.

Se trata de las ideas que persiguen no ya un mundo más justo, sino uno verdaderamente justo, el mundo por el que pelearon Darío, Maxi, Fuentealba, Mariano y tantos otros que día a día nos inspiran y guían en la construcción diaria del poder popular para el cambio social; y nos guían como lo hacen todos los luchadores, incluidos aquellos otros viejos socialistas de Lenin y Fidel… Al final, esos sí que saben del amor.

1 Arjona, Ricardo - “Ella y él”. Recomendamos que los lectores escuchen la canción: http:// www.youtube.com/watch?v=K6PXwxi4eJI

2 Guevara, Ernesto “Che” - “El socialismo y el hombre en Cuba” (1965)

3 Bush, George - Discurso del 11 de septiembre de 2006, emitido por televisión y publicado en la web de la Casa Blanca

4 Ex presidente de Francia, el actual es Hollande.

5 Marx, Carlos - “La ideología alemana” (1846)

6 Gramsci, Antonio - “La cuestión del ‘hombre colectivo’ o del ‘conformismo social’”

7 Si bien es cierto que en sus escritos de juventud Marx ha utilizado algunas metáforas poco felices que podrían asemejarse con la concepción positivista de la ideología, como ser la de la cámara obscura y la falsa conciencia en “La Ideología alemana” (1846) y que tanto nos citan descontextualizadamente en la universidad; en textos posteriores podremos encontrar formulaciones mucho más críticas, como el “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1859), en el que se afirma que es en “(…) las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto[el de la base material] y luchan por resolverlo”

8 Marx, Carlos - Tesis sobre Feuerbach (1845) [XI]: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”

9 Gramsci, Antonio - “Algunos aspectos teóricos y prácticos del ‘economicismo’”

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LA HEGEMONÍA DE AYER Y DE HOY (O sobre la cultura y la nacion)

“Ardiles… atención… Luque… ¡Kempes! ¡Gooooooooool! ¡Gol, gol! Se estremecen las tribunas, se abraza la gente, gol de Mario Kempes”. Con este gol, Argentina se consagraba campeona del mundo por primera vez en su historia frente a la selección holandesa. Estamos hablando del año 1978. El “pueblo” salía a la calle, los de River y los de Boca, los novios y los amantes, también ricos y pobres, amigos y enemigos, todos juntos, por un rato, éramos argentinos. Las diferencias se hacían a un lado, en esto realmente estábamos juntos.

Cuatro años después, en 1982, ya no Holanda, sino los ingleses, volvían a unirnos. A pesar de todo, las Malvinas eran argentinas, Mariano Grondona, nuestros patrones, Videla y Galtieri también, pero en ésta vamos juntos. Nuevamente los banderines a la calle, el fervor patriótico nos demuestra que a pesar de nuestras diferencias podemos convivir y podemos trabajar en equipo, los argentinos volvemos a ser uno…

Retóricas

¿Qué son esos momentos en los que todos los argentinos pareciéramos ser lo mismo? ¿Qué es lo qué nos une?

¿Acaso los 30.000 desaparecidos habrán festejado los goles de Kémpes y las atajadas del Pato Fillol en el ‘78?

¿Se abrazaron con sus oficiales, de patrioteros nomás, los colimba que murieron en Malvinas?

¿Y en la semana en que el borracho hijo de yuta de Galtieri se sintió argentino y mandó a “recuperar” las Malvinas? ¿Qué estarían pensando los torturados que había mandado a Campo de Mayo?

¿Y los delegados sindicales desaparecidos en el apagón de Ledesma de ‘76? ¿Mirarían los partidos con su patrón Blaquier que los había mandado a desaparecer dos años antes? ¿O lo harían cada uno en su casa por cábala?

Parece que todo es algo más complejo. Nos proponemos reflexionar un poco sobre la dominación y sus dos dimensiones fundamentales: el consenso y la violencia; la cultura y las fuerzas represivas. Como Movimiento que trabaja en el terreno específico de la cultura, estos debates no se nos vuelven teoricistas, sino que por el contrario, adquieren una importancia fundamental para nuestra praxis.

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La dominación está que explota

Ya Marx ha dicho que los empresarios son clase capitalista en tanto son clase dominante. Es decir, que sólo son explotadores económicamente, porque son dominadores política, cultural, militar e ideológicamente. La clase de los empresarios no vive a puro palo, también “engaña”, consensúa, se apropia de los significados, coopta, da una batalla cultural, una batalla de ideas; en síntesis: construye hegemonía1.

La hegemonía es un aspecto importantísimo de la dominación, es el elemento de consenso que, inseparable del de coerción, garantiza el orden y la reproducción de las relaciones sociales; garantiza que todo (o por lo menos lo fundamental) siga igual.

Los empresarios, siendo minoría en la sociedad, logran que sus intereses particulares pasen por los intereses generales del conjunto. La hegemonía garantiza que los mismos oprimidos y explotados se sientan identificados con los intereses de sus propios verdugos. Es bien sabido que hasta el más pobre defiende la propiedad privada que nunca tendrá.

Esta concepción desmitifica la idea bancaria de dominación, meramente vertical y externa al dominado; lo cierto es que las clases subalternas no están sencillamente “dormidas”, sino que juegan un papel activo en su propia dominación. Esto se debe a que tienen una concepción del mundo impuesta por el ambiente y reproductora (sentido común). De esto se deriva que el arte del cambio social no es el de “ir despertando a las masas”; la única forma de combatir la hegemonía (la “dominación cultural”) es por medio de una contrahegemonía, no simplemente denunciando la concepción del mundo hegemónica, sino construyendo la propia, la de los laburantes, los estudiantes, los pobres, la de los oprimidos, la de las mayorías.

¡Proyecto para todos! (“A los cuarenta millones de argentinos, los que me quieren y los que no”)

Para dominarnos, las clases poderosas proponen (por ejemplo) que la nación (sin especificar qué implica) se ponga por encima de la clase. Así deberíamos sentirnos más identificados con el empresario Mauricio Macri o el dictador Galtieri porque nacieron en el territorio argentino, que con un laburante uruguayo o boliviano con el que, seguro, tenemos muchas más cosas en común.

El mundial del ‘78 y las Malvinas del ‘82 fueron intentos de recuperar, por parte de la clase dominante, lo que en los 70 peligraba y que Antonio Gramsci denominó bloque hegemónico. El bloque hegemótnico es el proyecto cultural e integral del sector, valga la redundancia, hegemónico. Cuando decimos proyecto queremos decir que el argentinismo que se enarbola en esos momentos no opera como una suma de todas las expresiones de la sociedad, sino que se trata de la universalización (bajo la bandera argentina) de los intereses del sector minoritario, el hegemónico, que intenta encolumnar al conjunto de los oprimidos tras de sí, tras un proyecto que los incluya a todos (aliados, subordinados,

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engañados, cooptados o golpeados). En los 70, bajo la bandera de Argentina no se hicieron a un lado las diferencias en pos de la patria, sino que se ocultaron (bajo la misma bandera) los que sostenían otra concepción activamente, los desaparecidos, los vencidos.

La hegemonía consiste en “consensuar” con quienes se puede, y reprimir a los que no se logra encolumnar. Así es que: vamos todos juntos por el reinicio del reclamo de Malvinas (consenso); pero a quienes quieran que además de las Malvinas, el Famatina y la Cordillera también sean argentinas, se intentará comprarlos con un porcentaje muy mínimo de las regalías de la megaminería, por medio de inversión en universidades o escuelas (clientelismo, consenso); quienes sigan sin consensuar luego de tanta oferta hegemónica serán reprimidos como los asambleístas de Tinogasta, Belén, Amaicha y demás pueblos en lucha (violencia).

De lo que se trata es de desarrollar una concepción más compleja de la dominación. Como Movimiento Cultural tenemos la tarea de problematizar las maniobras de la cultura dominante. Esta última se empeña en “tapar el bosque tras los árboles”. Que tal o cuál hayan podido comprarse la casa durante el menemismo, no debe ocultar el vaciamiento estructural del país que se llevó adelante en esa década; el legítimo reclamo antiimperialista de Malvinas, no debe ocultar la imperialista sanción de la ley antiterrorista solicitada por los EEUU o la imperialista destrucción de la Cordillera argentina con el negocio megaminero; el necesario avance que significa la Asignación Universal por Hijo, no debe ocultar que todo este tipo de planes siguen siendo, fundamentalmente, administrados por punteros políticos, agentes vitales de la cultura de la dependencia.

¡Que explote la dominación!

Es preciso avanzar a concepciones más críticas de la cultura y su implicancia en la transformación (o reproducción) de la sociedad. Previamente decíamos que lo distintivo de la categoría de hegemonía es que, por “medio” de ella, la clase dominante se gana el corazón y las mentes de los oprimidos, no se trata de una dominación simplemente vertical y externa, meramente autoritaria y totalitaria, como pudiera ser el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, o los bomberos de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

La hegemonía implica la participación activa del oprimido, por medio de “su” concepción del mundo (que incluye ideas y prácticas), el oprimido es vigilado y castigado pero esto no implica un estado de persecución permanente (a la que sí se recurre cuando se entra en una “crisis hegemónica” en palabras de Gramsci). Para derribar la cultura dominante, debemos construir la dominada, la nuestra, la cultura de los de abajo, que incluya un arte propio, una concepción del mundo propia, que implique otras ideas y otras prácticas, otros valores, un modo de vida distinto, que prefigure la sociedad que anhelamos, necesitamos órganos de decisión participativos, democracia directa. Y estas afirmaciones no implican separarse de la sociedad a mirarla desde afuera, sin luz, sin coca-cola y sin celulares; se trata de disputarla y ganarla, juntos, con nuevos

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valores y una cultura propia que incluya al conjunto de los oprimidos en el proyecto de quienes producimos el mundo día a día.

Para concretar este proyecto de humanidad es preciso que nos organicemos en el trabajo, en la facu, en el centro cultural o en la banda de música. Que nos organicemos para dar talleres y alfabetización en los barrios, que nos organicemos para impulsar una sala de teatro independiente, que nos organicemos para gritar los goles de Messi aunque “en el barça la rompa y acá sea medio pecho frío”, que nos organicemos para construir el centro de estudiantes de nuestro colegio, que nos organicemos para repudiar la ley antiterrorista. Porque organizados de una manera diferente es como construimos los nuevos valores y prefiguramos la futura sociedad, porque organizados es como, sencillamente, demostramos que lo imposible sólo cuesta un poco más.1 La nota no tiene por objetivo meterse en la cuestión de la hegemonía, sólo mencionaremos algunos aspectos.

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SOBRE EL AÑO BISIESTO Y LAS CORTINAS DE HUMO (O reflexiones iniciales sobre la democracia)

La historia oficial

Un año tiene 365 días y ¼. Como todos coincidían en que no daba para vivir un cuarto de día, se inventó el año bisiesto, que ocurre cada cuatro años y tiene 366 días. Es decir, con un día cada cuatro años salvamos los cuartitos que nos faltarían para que el año efectivamente tenga 365 días y ¼. Esto tiene que ver con que el tiempo como lo conocemos es una invención nuestra, hemos tomado un hecho natural, la vuelta de la tierra al sol, y lo hemos acondicionado a nuestra cultura. Pero es evidente que hay un desfasaje entre el calendario solar y ¿nuestras?1

convenciones sociales.

Entonces, dediquémosle un poco de tiempo a las convenciones, es decir, a lo que como sociedad aceptamos sin cuestionar, como si todos nos pusiéramos de acuerdo en un pacto universal. ¿Es un problema que como sociedad decidamos que el domingo se termina la semana y el lunes “arriba a laburar”, aunque en términos naturales no haya ninguna diferencia entre un domingo y un lunes? Gramsci dice: “es evidente que el este y el oeste son construcciones arbitrarias, convencionales, es decir, históricas, porque fuera de la historia real todo punto de la tierra es este y oeste al mismo tiempo. (…) Sin embargo, estas referencias (…) permiten viajar por tierra y mar y llegar a donde se quiere ir”2. Evidentemente, para Gramsci, eso no es un problema. Se utiliza un criterio más pragmático; sea arbitrario, esté desfasado o no, al hombre le sirve3.

La otra historia

¡Pero atentos! No nos dejemos engañar… El año bisiesto no fue inventado por el desfasaje entre el calendario solar y el social, eso habría sido sencillamente una cortina humo. Fue creado porque las distintas facciones de los poderosos no se decidían en quien le daría sus días a los oprimidos para que voten (sí, ¡para que voten!), y como estos estaban ya bastante molestos, los opresores hicieron una reunión de esas que tiran hasta las cuatro de la mañana, con café y todo. Como no había consenso, uno con más iniciativa se la jugó: “Bueno, muchachos, esto no avanza, nadie quiere resignar sus días, nadie se quiere sacrificar; inventemos un día cada cuatro años y que éstos voten y se dejen de joder.” Y así es que nace la democracia representativa (?).

Es simple, en cuatro años hay 1460 días. Los pobres, los trabajadores, los estudiantes, votamos en lo que sería el día 1461, el que agregaron para que nosotros ejerzamos nuestra soberanía, el 1/4 de día al año de poder que los opresores cedieron. Es evidente que no está formulado así, y no votamos el 29 de febrero porque ¡sería muy obvio!

Las otras convenciones

Ahora, fuera de la caricaturización, vayamos a lo que nos compete como Movimiento Cultural. ¿En qué se basa esta idea de democracia? En otra convención, en la idea de que todos somos iguales en tanto somos ciudadanos, y por eso todos y todas votamos. Otro artilugio que se reproduce en la esfera cultural y nosotros debemos problematizar. En esta convención ya Gramsci no nos acompaña, “esto es una ficción” diría el italiano. Todos los ciudadanos no

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somos iguales. Yo no soy igual a Mauricio Macri, un chico de la calle no es igual a un empresario con 400 empleados. Es falso, esta idea de igualdad oculta las diferencias objetivas. Que todos tengamos las mismas posibilidades cuando yo heredé cuatro fábricas y vos heredaste cuatro hermanos menores que tenés que cuidar porque sos huérfano, es un tanto desigual. Es fácil… Cuando ya se repartieron el mundo dicen que todos somos iguales y tenemos que tener las mismas posibilidades. Así, cualquiera…

Esta idea de ciudadano que se nos impone, de igualdad en tanto tal, tiene su fundamento en una abstracción de las relaciones sociales. Es decir, es algo que sólo tiene sentido en las ideas, que es ajeno a las condiciones objetivas y materiales. Se habla del hombre en general, sin importar si ese hombre es hijo de un empresario o de un desocupado.

Y este ciudadano en general, este ciudadano que nadie conoce más que en los libros, es libre y soberano, es decir, gobierna, porque cada 1461 días vota a algún profesional de la política que va a ser su representante y el de sus intereses.

Participación

Entonces, debemos preguntarnos si realmente estamos de acuerdo en que nuestra participación democrática se reduzca a un día cada cuatro años, y esta nota no es un boicot a las elecciones, sino que tiene por objetivo problematizar esta democracia representativa, llamar a que sea profundizada. Poner sobre la mesa la cuestión de que el pueblo vote cada cuatro años no significa, a priori, que gobierne. Es preciso avanzar hacia una democracia real, una democracia directa y participativa. Donde realmente sea la mayoría los que construyamos nuestro futuro en el día a día.

Estas reflexiones cobran mayor sentido en la actualidad, ante tanto circo electoral donde vemos millones y millones de pesos gastados en hacer propagandas que no proponen nada, que parecen más bien slogans: “vos sos bienvenido”, “nunca menos”, “ahora tenés a quién votar”, etc.; donde organizaciones del campo de popular dejan de militar en sus frentes para poner todo en las elecciones. Nosotros decimos que debemos luchar por una realidad democrática e inclusiva, y en tal sentido las elecciones no son todo, son sólo una parte. Votemos o no, la democracia debemos construirla nosotros desde abajo, todos los días, en los barrios, en los lugares de trabajo, en las facultades y colegios.

Por eso es que, sin negar la importancia de las elecciones, seguiremos organizándonos porque es la única forma de luchar por una democracia real, una democracia donde participemos todos los días y no deleguemos nuestras facultades en algunos profesionales que nos son ajenos. Seguiremos construyendo poder popular. Seguiremos trabajando en los barrios, dando talleres con los chicos, fomentando la construcción de asambleas independientes a las mareas electorales, sin punteros, autónomas, que sobrevivan a los cambios de dirección en los gobiernos.

Desde la cultura seguiremos problematizando y cuestionando al sentido común reproductor, intentando derribar las trabas que no nos permiten conocer la realidad, la cual sólo se conoce en la práctica, participando. Y como el cambio social no es algo mecánico, es preciso que conozcamos esta realidad. Como dijo Mariano Moreno: “(…) si cada hombre no conoce lo que

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puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía”4.

1 Para ejemplificar este “desfasaje” entre lo natural y lo social, podemos recurrir a “Funes el memorioso” de Borges (1944). El personaje no puede olvidar, recuerda absolutamente todo. Por eso no puede comprender cómo la sociedad le dice (por convención) perro a un ovejero alemán y a un golden, si en realidad son muy distintos. Es decir, en términos naturales son bien diferentes, pero como sociedad nos abstraemos de sus diferencias, nos focalizamos en sus similitudes, y los llamamos perros a ambos. Algo parecido formulaba Nietszche cuando decía “si el hombre hubiera sabido que es imposible encontrar en la naturaleza dos líneas rectas no habría inventado la matemática”. 2 Gramsci, Antonio – “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce” (1948, post mortem) 3 La posición de Gramsci al respecto tiene que ver con una concepción que no separa al sujeto del objeto, no piensa a la tierra dando vueltas alrededor del sol más allá del hombre que la mira, pero tampoco cree que ese fenómeno natural se constituya porque el hombre lo concibe. Algo así como “ni materialistas ni idealistas, marxistas”.

4 Moreno, Mariano – Prólogo a la traducción (1810) a “El Contrato Social” de Rousseau