cueva adán 11

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No sabemos cómo comenzaron las hostilidades ni cómo se desarrolló la guerra. El comienzo de la sublevación, en el año 132, está confirmado por uno de los contratos de Murabba'at. A partir de ese momento, los rebeldes comenzaron a contar su propia era, marcándola en sus monedas y datando según ella sus documentos. Dión Casio (Hist. LXIX, 12-13) describe cómo los sublevados evitaban el confrontamiento directo con el ejército romano, prefiriendo ocupar posiciones estratégicas en la campiña y construir galerías subterráneas en las que refugiarse (algunas de las cuales han sido recientemente excavadas en la Sefelá). Muy pronto los rebeldes debieron de ocupar un buen número de fortalezas en la región, puesto que el gobernador de la provincia, Timeyo Rufo, no fue capaz de someterlos. Tampoco tuvo mucho mayor éxito la intervención del gobernador de Siria, Publicio Marcelo, que acudió en su ayuda. Finalmente, el emperador Adriano envió a uno de sus mejores generales, Julio Severo, trasladándolo de Britania al efecto de acabar con la rebelión. Su tarea no fue fácil, como lo prueba el número de tropas que intervenieron. Además de las dos legiones

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Guerras judias

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Page 1: Cueva Adán 11

No sabemos cómo comenzaron las hostilidades ni cómo se desarrolló

la guerra. El comienzo de la sublevación, en el año 132, está

confirmado por uno de los contratos de Murabba'at. A partir de ese

momento, los rebeldes comenzaron a contar su propia era, marcándola

en sus monedas y datando según ella sus documentos.

Dión Casio (Hist. LXIX, 12-13) describe cómo los sublevados evitaban

el confrontamiento directo con el ejército romano, prefiriendo

ocupar posiciones estratégicas en la campiña y construir galerías

subterráneas en las que refugiarse (algunas de las cuales han sido

recientemente excavadas en la Sefelá). Muy pronto los rebeldes

debieron de ocupar un buen número de fortalezas en la región,

puesto que el gobernador de la provincia, Timeyo Rufo, no fue

capaz de someterlos. Tampoco tuvo mucho mayor éxito la intervención

del gobernador de Siria, Publicio Marcelo, que acudió en

su ayuda. Finalmente, el emperador Adriano envió a uno de sus

mejores generales, Julio Severo, trasladándolo de Britania al efecto

de acabar con la rebelión. Su tarea no fue fácil, como lo prueba

el número de tropas que intervenieron. Además de las dos legiones

establecidas en la provincia, la X Fretensis y la VI Férula, diversas

inscripciones atestiguan la participación de destacamentos de la

legión III Cyrenaica, de la III Gallica, de la X Geminae y, probablemente,

de la V Macedónica y de la II Traiana. Lo prueban igualmente

las numerosas pérdidas romanas que llevaron a Adriano a

desistir del «triunfo» y a omitir la fórmula habitual «mihi et

legionibus bene» en su comunicación de la victoria al senado (Dión

Casio, Hist. LXIX, 14).

El encuentro decisivo lo constituyó el asedio y la captura de

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Beter por los romanos. La tradición rabínica, que describe la destrucción

subsiguiente con rasgos verdaderamente apocalípticos,

sitúa allí la muerte de Bar Kokba y de R. Aquíba y fecha la caída de

la ciudad en el 9 de Ab del año 135 d. C., el mismo día de la

destrucción del templo.

Las últimas escaramuzas se combatieron en los profundos torrentes

del desierto, en cuyas cuevas inaccesibles habían buscado

refugio los rebeldes y donde perecieron de hambre, asfixiados por

el fuego o a manos de los romanos. Pero los documentos que, a

pesar de todo, se conservaron en estos refugios constituyen hoy la

mejor fuente de información sobre su revuelta.

Las consecuencias de la rebelión para el país fueron desastrosas.

Aunque no se dé mucho crédito a las afirmaciones de Dión

Casio, de que los muertos como consecuencia directa de la guerra

(sin contar los que perecieron de hambre o de epidemias) superaron

al medio millón, el número de víctimas fue ciertamente muy

elevado. Como lo fue el número de judíos vendidos como esclavos,

tan abundante que, al decir de Jerónimo, su precio en el mercado

de Hebrón no superaba al de un caballo. La tradición rabínica

sugiere que, además, fueron impuestas diversas medidas de persecución

religiosa, prohibición de la circuncisión, del reposo sabático,

del estudio de la Tora, etc. (bTaanit 18a). Jerusalén fue definitivamente

transformada en una colonia romana: Colonia Aelia Capitolina,

el acceso a la cual fue prohibido a todo judío bajo pena de

muerte. Aunque hoy se discute la exactitud de la afirmación de

Dión Casio (Hist. LXIX, 12), de que en el lugar preciso del templo

destruido se construyó un templo a Júpiter Capitolino, es un hecho

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innegable que la ciudad fue completamente paganizada. El centro

espiritual del judaismo pasó a Galilea, en cuyas academias se

complementaría la revolución comenzada en Yabné, la cual culmina

con la codificación de la Misná. De esta revolución interior

surgió un judaismo cuyo centro indestructible es la Tora.