cuentos fantasticos para un mundo en crisis - alfonso villar guerrero

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Recopilación de los cuentos que Alfonso Villar ha escrito desde que seaficionó a eso de aporrear el teclado del ordenador. Todos ellos tienen unpunto en común: la fantasía que se cuela siempre por algún resquicio.Algunas veces resulta muy evidente, como en «La corona de las docegemas» o en «Un problema de distancias cortas». Sin embargo, en otrashistoriasloirrealvacalandopocoapocomientrasunovasumergiéndoseenelrelato(«Elpolítico»o«Lamercancíaperdida»).

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AlfonsoVillarGuerrero

CuentosfantásticosparaunmundoencrisisePubr1.1

Arnaut25.07.14

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AlfonsoVillarGuerrero,2012Diseñodeportada:AlfonsoVillarGuerrero

Editordigital:ArnautePubbaser1.0

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Paraaquellosquesiempreconfiaronenmí,especialmente,mispadresyMaríaJosé.

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Elpolítico

Elpolíticoseencontrabaantelosmediosquecubríanlanoticia.Demasiadosparesdeojosescrutándoloconlamiradaycensurándoloconelbic.Excesodesilenciosensuintervención que se traducían paradójicamente en multitud de garabatos escritossobrelaslibretascuarteadasolosordenadoresportátiles.Nohabíanadieapostadoenningunodesusflancosquepudieradefenderlo.Realmentenohabíaunenemigofijo,pues sumayor punto débil era, en aquellosmomentos de crisis, élmismo: su ojosperdidosenelhorizontecercanodelasaladeprensa,susmanosfrotándoseunayotravezylostitubeosenlavozquebradadesdehacíaunrato.

—Nomeha respondido todavíaa lapregunta, señorministro…—dijounavozqueseapagabaamedidaqueseaproximabaalospensamientosdelcitado.

Pasarondeestemodounoscuantossegundosmásenlosque,evidentemente,losmismosojosescrutadoressetornaronincrédulostestigosdeloinaudito.

Finalmente,elseñorministrofirmóunatreguaconsigomismoyporfinacertóadecir:

—Metemo,señoresperiodistas,quenotengoningunaexplicaciónaloqueacabadesuceder.Yo…

El murmullo de los inquisidores vació el espacio que le correspondería a laspreguntasyrespuestasmaquinalesde todos losviernes,queeracuandoelportavozdelpartidorespondíaalosperiodistasávidosdetitularesparasusdiarios.

—Yo—prosiguiófrotándoseestavez lassienes—tengoquereconocerquenoshemosequivocado.Esmás…lesdiréquemeheequivocado.Leshefalladonosóloaustedes,queestánaquírealizandosutrabajo,sinoatodoslosciudadanos.

Tamañoatrevimientotendríaconsecuencias,escierto,peroenaquellosmomentosdeincertidumbreanadiedelospresentesleimportabaelestadodeánimodelseñorministro. Nadie se preocupaba de las emociones angustiosas que debían de estaraislándoledelrestodehabitantesdelasalae,incluso,desuscompañerosdepartido,desímismo.

Alguien al fondo de la sala, vestido con riguroso traje negro a rayas blancas ycorbatadecolorrojo,selevantóairadoydesaparecióentrelamultituddeperiodistasque,movidosporunaespeciede instintopredador, se lanzarondesde sus cómodosasientosy sedirigieronhacia elpolítico.Los flashescomenzarona reflejarseenelsudorquerecorríalafrentedelministromientrastratabademantenerlacomposturaconungestoaprendidoalolargodelosaños.Duranteesetiempohabíacontestado

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conevasivas,quiebrosyhábilesrecursosretóricos.Elrevueloperiodísticoterminóporprecipitarunfinalyaanunciadodesdequeel

políticosehabíasentado(unaeternidaddesdesupuntodevista).Ésteseincorporó,ordenó sobre la mesa unos papeles que de poco le habían servido y trató dezambullirseenaquelmardecámarasdigitales,bolígrafos,golpesyempellones.Losmiembrosdeseguridadirrumpieronenescenayprotegieronalseñorministro,comosi,dealgúnmodo, tratarandeevitarunaagresiónfísica.Enelfondo,sabíanqueelmayordañoyaestabahecho.

Losguardaespaldaslollevaronenvolandashastaelexteriordelasaladeprensa,haciaunlugardondesólocabíaelpersonalautorizado.

—Yaessuficiente.Soltadme.Nadievaahacermedaño,porDios.Elpolíticoseajustóelnudodelacorbatayseplanchólaamericanamarinaconla

húmedapalmadelamano.Losecosdesuspasosresonaronporlossolitariospasillosdel edificio. Los vigilantes lo vigilaban desde lejos con un gesto de estupor en elrostro. Poco a poco la figura encorvada los fue dejando atrás.Al parecer, el señorministrosedirigíaaunodesusdespachos.

Alplantarsedelantedelaspuertaspulidasdelascensor,viounreflejocansadodesí mismo. «Seguramente se estarán preguntando por qué lo he hecho», se dijocontemplandosupropiaimagen.

Cuandohuborecorridolosinterminablescorredoresqueloconducíancomosienrealidadcaminasesobreunacintatransportadora,seplantóantelapuertadenogaldesudespacho,lacualsehallabaentreabierta.Sólounafinalíneadeluzescapabadesdeallídentro.

—¿Por qué lo has hecho? —inquirió el hombre con la corbata roja, aún deespaldas.

Elpolíticoentróensudespachoydejócerradalapuertatrasdesí.Alfondo,lapersianaseencontrababajadacasiporcompletoylascortinasestabanechadas.

—¿Un chivas?—se ofreció de pronto el señorministro. La contestación se latomóelhombredelacorbataconpaciencia.Tambiénllevabaasusespaldasmuchosañosdeflemabiendigerida.

—Conmuchohielo,porfavor.Elsilenciosehizodueñodeldespacho,muyalcontrariodeloquehabíasucedido

minutosantesen lasaladeprensa.Tansóloseescuchabael tintineode loscubitoscontralasparedesdecristal.

—Losdoslosabemos—espetódeprontoelpolíticotrastodoelritual.—Notepreguntoacercadelainformación,sinoelporquédetusinceridad.—¿Deverdadpuedespronunciaresapalabra?La corbata roja se movió al tiempo que su dueño tragaba algo de saliva.

Posiblementeahímismosetragabalaspalabrasquepodríahaberdichoperoquepor

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decorosereservaba.—Talvezolvidamosloquesomos—prosiguióylevantósuavementeelvasocon

labebidainvitandoaunbrindis.—¡Porfavor!Noerastandramáticocuandoteconocí.—Suinterlocutorhizoun

gestoconelvaso,perosinllegaratocareldelseñorministro.—Hoyheenvejecidoenrealidad.—Loquehashechonoesenvejecer,sinotirartucarreraporlaborda.—Tal vez. No me importa. Me quedaban pocos años.—El político mojó sus

labioslargamente,inclusomástiempodelquenecesitabaparatragarelwhisky.—Noshasjodidoatodos.—Noescierto.Sólomehejodidoyo.—¿Quéesperasqueocurramañana?¿Quédigomañana?Dentrodeunosminutos.

Corralestaráfrotándose lasmanosyfumándoseunpuroennuestrohonormientrasescribesueditorialeneldiariodigital.

—Nosotrospodríamosbrindarporél.Seríaequitativo.—¿Dónde se ha visto que un político de carrera, como tú, diga eso ante los

medios?Elpartidoconfiabaenti.Erassuvoz,elvínculoconlosantiguostiempos,losbuenostiempos.

—Prontomedesahucias.Hablasenpasado.—Elpolíticoesbozóunalevesonrisaantes de ocultarla tras el filo de aquel vaso dewhisky.El hombre de la corbata lomirabaincréduloy,sinembargo,noprobabaniunagotadesuvaso.

—Claroquelohago—dijo—.¿Acasohasperdidolanocióndelarealidad?—Elpartidoeselculpable.—Buenamaneradeecharbalonesfuera.Larespuestadelpolíticonisiquieralaesperabaelhombredelacorbataroja.El

señorministroarrojódegolpeelvasocontralapareddelfondo.Loshieloshuyerondelproyectilantesinclusodequeésteseestrellaracontraelcristaldelaventana.Lapersiana logró detener el golpe, pero no impidió que los cristales cayeran al suelocomohojasdeguillotina.

—Nomedesleccionesdemoralidad—dijoelpolíticoconelrostrodesencajado—.Lapropuestafuetuyaenunprincipio.

—Cierto.Ylaapoyaste.—Todostuvimosquehacerlo.Nohabíaalternativa.—¿Yquées loquehacambiadoahora?—preguntóinquisitivamenteelhombre

delpartido.Elpolíticonocontestó.—Dime:¿quéhaoperadoentuinterior?Contéstame.Elseñorministrosesentóensucómodabutacadeldespacho.Alhacerlo,elroce

desutrajeconelcuerofueloúnicoqueseescuchóenlahabitación.

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—Estásfuera,¿meoyes?A laderecha, enel cajón superiorde los tresquehabía,descansabaunblocde

notas,muyparecidoalosqueportabanlosferocesperiodistas.Antelosojosatónitosdelignoradohombredelacorbataroja,elseñorministrocomenzóagarabatearunasnotas,indescifrablesdesdedondesehallabasumásdirectoobservador.

Elconvidadodepiedrafinalmentecobróvidayabriólapuertaquelollevaríaalexterior.Nodijoyanadamás.

El político escribió durante unos minutos de manera continuada. Sabíaexactamentequéesloqueibaadejarescrito,aunqueerasolamenteélquienconocíaaquelrelato.

Cuandohubopuestolatapaenelbolígrafo,seacordódesuteléfonomóvil.Nolohabíamiradodesdehacíaunpardehoras.Abriólatapayaparecióantesusojosunmensajeconmultituddellamadasperdidas.Erasumujer.

Los tonossonaronentoncesmuycercadeloídodel señorministro.Lohicieronvariasveces,haciéndosederogar,mientrasélse levantabaypaseabaporelampliodespacho.

—Estabapreocupada—dijoellaalotro ladodel teléfonotratandodeahogarunsollozo—.¿Estásbien?

—Notepreocupes.Todovabien.—Estándiciendomuchascosas…Nosabíanadadeti…Tehevisto.Nomecreo

queestésbien.Noparandehablardetiporlatelevisión.—Apágala,hazmecaso.—Dimeloqueocurre,porfavor.—Desdeallíelpolíticopudosentirlahumedad

enlosojosdeella.—Ya está todo dicho. —Tras una larga pausa, prosiguió—: ¿Cómo están las

niñas?—Estánbien.Lasheacostadopronto.Tengoqueverte.—Novaaserposible.—PorDios,¿quétepasa?—Alotrolado,lavozserompióenmediodeunllanto

apagado.—Tequiero.Tengoquecolgar.Elsonidodelateclaalpulsarlahizodebreveeinsuficienteepílogo.Elpolítico

cerrólatapaydepositóelmóvilencimadelamesa,juntoalanotaquehabíaescrito.Sequedómirándolalargorato,ignorandolaluzqueelmóvil,ensilencio,iluminabaensurostro.

Afuera,dosdelosmiembrosdeseguridadquelohabíanrescatadodelasfaucesdelosperiodistasselavabanlasmanosenunodelosmúltiplesserviciosdeledificio.Lohacíanconcuidado,demodoqueelaguanomancharasusimpecablestrajes.Uno

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de ellos se había quitado la chaqueta y dejaba al descubierto una camisa blanca arayas.

—Vaaserundíalargo—dijo.—Yaesdenoche.Mañanaserápeor.Elde lacamisapasópordetrásde sucompañero,quese lavaba lasmanoscon

insistencia,parallegarhastaelsecador.Cuandoestabaapuntodedarlealbotóndeencendido,chocóconélylapistolacayóalsuelo.Hizounruidoquesonóaplásticobarato,comosisetrataradeljuguetedeunniño.Lapistolalateníaenfundadaenlacintura.

—Tencuidado,porDios.—Yomeestoylavandolasmanostodavía—contestóelotro.Entoncesunpensamientose lepasópor lacabeza.Noesperóniunmomentoa

que se le secaran las manos, que todavía chorreaban. Se echó mano al cinto quellevaba,aligualquesucompañero,peroallínohabíanada.

Sucompañerode lacamisaenseguida leyóel rostrodepreocupaciónycongojadelotro,quienbuscóalrededorcomosiaélselehubieracaídotambiénlapistola.

La alarma sonó en sus cabezas y comenzaron a buscar frenéticamente el armadesaparecida.Abrieronlaspuertasdeloslimpiosváteres;arrimaronelrostroalsueloreciénfregado;noseencontrabaporningúnsitio.Elguardaespaldas,conlasmanostodavíahúmedas,habíaperdidolapistola.

Depronto,eldelacamisaarayassaliódisparadoporlapuertadelaseo.Casisinmirarhaciaatrás,dondesucompañerotodavíadejabacaersusmiradasporelsuelo,dijo:

—¡Rápido!¡Aldespachodelministro!El otro no lo dudó un instante y de repente comenzó a verlo todomuchomás

claro. El pánico parecía correr junto a élmientras seguía los pasos acelerados delguardaespaldas sin chaqueta. Aunque no corriera como lo estaba haciendo enaquellosmomentos, sucorazónseguiría igualde rápido,apuntodesalírselepor laboca.Deprontoleentraronganasdellorar.¿Cómohabíapodidohaberpasado?¿Enquémomento se laquitó?Su carrerahabía terminadoen elmismo instante enqueasiódelbrazoalseñorministrocuandolosperiodistasloasaltarontrassuconfesiónpública.

—¡Señorministro,abra!—exclamóelguardaespaldasconlamanoalcintounavez que se hubieron plantado delante de la puerta de nogal—.Ve llamando a unaambulancia.¡Señorministro!

Elquehabíaperdidolapistolasóloeracapazdeverlasombradesupropiorostrodesencajadoypálidoenlapulidasuperficiedelapuerta.

Laseñoraministrasonreíaafableantelascámaras,losmicrófonosylosmóviles

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delosperiodistasquecubríanlasdosnoticias:laindisposicióndelseñorministroylaque,enorigen,habíadeserlanoticiadeldía,laquehabíallevadoalpolíticoantelaprensaunashorasantes.Seencontrabantodoshacinadosenunodelospasillosquedabanalcongresodelosdiputados.Apenassepodíarespirarallí.Alaseñoraministranoleimportabalomásmínimotalpresiónmediática(realmentesepodíaentenderensentido literal y figurado). Demostrar algún signo de debilidad o molestia habríasignificado un destierro similar al sufrido por su antiguo compañero, sólo queúnicamentecoincidiríaenlasformasynotantoenelfondo.

—A la primera pregunta responderé que el señor ministro se encuentraindispuesto.Estáenestosmomentosdescansandoensucasa.—Cadapocassílabasdedicabaunacálidasonrisaasuauditorio.

—¿Y quéme dice de sus palabras?—preguntó una voz que apenas conseguíaasomarsetraselmóvilquesosteníaunadesusmanos.

—Nada puedo decirle, porque el asunto depende de los médicos que lo estántratando.

—Laley,¿saldráadelante?—Estavezsetratabadeunavozfemenina,ahogadaentrehombrosyempujones.

La señora ministra sonreía con la mirada a cada uno de los periodistas allícongregados. Podría haber dicho la verdad, ser sincera, fiel a sí misma, a suconcienciayasíexpresarsusemocionesjustocomohabíahechosuantiguoamigoycorreligionario.

Nolohizo.

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Lamercancíaperdida

Lamareaestabaaltaaquellanocheenlabahía.Elcieloseconfundíaconlasaguasoscuras que ondeaban como si aquello dependiera del capricho de alguientodopoderoso. A lo lejos, se veía una hilera de luces titilantes que anticipaba lallegada demás barcos de carga al puerto.El horizonte parecía sostener todo aquelamasijodeherrumbreque,inexplicablemente,sesosteníaentrelalíneaqueseparabaalaguadelanegrura.Cadaciertotiempo,seríadifícilmedirloenaquellugar,unodelos barcos abandonaba la monótona hilera y se aproximaba a la dársena, dondemuchosdelosmozosllevabanacabosuesforzadatarea.

Iban ataviados con unas gruesas chaquetas impermeables cuya capucha bailabaazarosamenteporaccióndelfuerteyartificialvientodelpuerto.Todossemovíandeunladoaotroyparecíaquenohablabanentreellos,peronoeraasí.Enrealidad,trasañosdetrabajoconjunto,habíanasimiladounaespeciedelenguajesecreto,elcualnoparecía necesitar unagran cantidaddepalabras, antes al contrario.Unamirada, ungesto,unavozgritadaenlalejaníaeransuficientesparadecirleauncompañeroquedejaralacargaaquíomásallá,oquellamasealtíodelagrúa.

El frío, además, aguijoneaba la noche. Aquél parecía no tener piedad con lasmanos encallecidas y los severos rostros de los hombres del puerto envejecidosprematuramente.Aunasí, todoscontinuabanconsutrabajo,elcual,malasuerte,escierto,ibaaeternizarsedurantetodalanoche.

Apesarde todo,Eusebioparecía ignorar todoel jaleoquesearremolinabaasualrededor.Porsupuesto,eratansóloalgotemporal:únicamentenecesitabaunbrevelapsode tiempo, encomparacióncon lo largaque ibaa ser lanoche,para sacar labolsablanda(decoloresvivos,conlaesquelaocupandounterciodeella),abrirlaycomenzaradesmenuzaraúnmáseltabacoparaliarquehabíacompradoesemismodía. Eusebio tiritaba por el frío terrible que azotaba al puerto aquella noche, peroaquello no impedía que sus gruesos y desnudosdedos trataran conmimo los finoshilillosdecolormarrón.

Se apoyó en la caja que acababa de descargar de un barco pequeño (si locomparabaconlostresanteriores).Lamaderaprotestótímidamenteanteelpesodelfumador,quiensepermitíaunbrevedescansobañadoenhumo.Debíaserelúltimoantesdecontinuarconelpesadotrabajo.Seguramentenoterminaríahastaqueelsoldespuntara por la dársena Este. Era lamás grande. Por allí venían los barcosmásimponentes. Auténticos titanes. ¡Qué suerte tenían los capitanes de aquellas viejas

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tortugasdemar!—¡Eusebio!—dijo uno de los habituales de aquel lugar dejado de lamano de

Dios. Con ello quería transmitir un saludo escueto, conciso, aunque cargado de laconfianzaquedaelverduranteañosalasmismasgentes.

—¡Yago!—respondió el aludido levantando lamirada, parcialmente encubiertaporelgorrodelanaajado.

Mientras fumabay el humoparecía condensarse en aquel ambientegélido (pormomentos le parecía aEusebio algo sólido, abarcable), el tiempopasabadespacio.Aunasí,cadavezque ledabaunacaladaalcigarrilloblancoybasto,duranteunossegundosparecíaqueaquélseacelerarasúbitamente.Unanuevamiradaalacajademadera le anticipaba el futuro. Era extraño, pues se trataba de un futuro cierto ypredecible, un futurode cajas apiladas una encimade la otra enunanave enorme,casiimposibledeabarcarenunasolamirada.Elhorizontedebarcosinacabablesleparecía mucho más incierto. Y atractivo. Durante años, descargar las cajas quellegabanalpuertoera laúnica tareaquehabíapodidodesempeñar.Aunasí,noeraalgoindigno,claroqueno,pormuchoquedijerasuhermano.Éleraunhombrefuertey,enciertomodo,sesentíatranquiloconsigomismocuandoobedecíalasórdenesdelencargado,másjovenqueél.

Sinembargo,últimamente,concadacajanosólohabíadeacarrearconelpesodeésta,sinoconeldesuspropiosaños,cadavezmenoslivianos.

Estavez,lamaderaeralaquesoportaba,nosinciertorecelo,elpesodeEusebio,mientras le daba la última calada al cigarrillo. Cuando hubo terminado al fin, selevantó y escuchó un crujido. La madera había cedido y varios clavos apuntabaninsolentemente hacia el cielo nocturno de la bahía.Uno de los lados de la caja demaderanohabíasoportadotanbiencomoelrestoelpesodeEusebio,demodoquedejó al descubierto el contenido de la caja, el cual permanecía durmiente yresguardado del frío de aquellos débilesmuros. ¿Qué es lo que había allí dentro?Eusebio miró en primer lugar a su alrededor por si Yago todavía estuviesemerodeandocerca,peronofueelcaso.Talvezlascámarasdeseguridadestuviesenenfocándolojustoenesosmomentos.Enesecaso,laimprudenciahabríasidodoble,ya que también habrían grabado el descanso humeante.El disimulo ya se antojabaabsurdo,puessihabíaalguienmirando, lomásprobableesqueyasehubiesedadocuentadetodo.

Porfin,Eusebiodecidióarrimarlabarbillaalbordedelacajademadera,comohacía siemprepara cargarydescargar las cajasque llegabande lugares recónditos.Abrió los brazos, que abarcaban gran parte del contorno, y levantó casi en pesoaquello que se había convertido de pronto en unamomentánea obsesión por poderobservarmejorelcontenido.

—Buenasnoches—dijeronunosojosdesconocidosquesehallabanparapetados

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trasunagruesabufandayungorroque cubría cabezayorejas.Eusebiono llegóareconocerlo,perohizoun levegestoconsumiradaparacorresponderalsaludodelcompañerodesconocido.

Lacasetadelasherramientaseraellugarmáscercanoparapoderdescubriraquelpequeño tesoro que había encontrado procedente del mar. Evidentemente, no eraigual a un viejo cofre recién rescatado de las aguas, cubierto de algas y todavíachorreante, pero de pronto había resucitado la curiosidad perdida hacía yamuchosaños. Fue unamanera como cualquier otra de romper la monotonía. Fue como laparadaparafumarelcigarrillo,sí.Porsupuesto,entodoaquellohabíaalgoprohibido.Estabaclaroqueseestabasaltandolasnormas.Aunasí,tambiénpodríadecirque,alabrirseaccidentalmentelacaja,habíaacudidohastalacasetaparatratardearreglarlaydemeterenveredaalosrebeldesclavosquesehabíansalidodesusitio.

El ruido de la vieja puerta al cerrarse hizo que Eusebio se calmase.Probablemente,nadieloveríaatravésdelossuciosypequeñoscristalesdeaquellasventanasquehacía tiempoquenadiehabíaabierto.Conelmartilloen lamano,unúltimo acceso de su conciencia casi hizo que desistiera de sus intenciones. Sinembargo, al final comenzó a hacer palanca para que aquel lado de la caja sedespegara del resto y así dejase al descubierto el regalo que, sin quererlo, alguienhabíamandadoaaqueldesconocidoestibador,Eusebio,enaquellagélidanoche.

El interior quedó al descubierto finalmente y lo que vio allí dentro le llamó laatenciónprofundamente.Setratabadeunbarcopesqueroaescala,comolosquesupadrehabíacapitaneadohacíamuchosaños,pintadodecolorazulyconinfinidaddedetalles.Sehallabasujetoaunareciabasedemaderaysutamañoeraconsiderable,dadaslasdimensionesdelacajaquelocobijaba.Perosiaquellodeporsíyaeraunasorpresamás que agradable (de hecho, se podría haber encontrado ahí dentro casicualquiercosa:untrastoinútil,simplesherramientas…),habíaalgomásquecautivóaEusebio: el barco era exactamente igual a uno que conocía de pequeño, hace yamuchosaños.El recuerdoseencontrabasumergidomuyhondoensumemoria.Talvez,niaunbuceandoconunodeaquellosmodernossubmarinospodríahaberllegadotanlejosenelinteriordeésta.Peseaello,logróhacerloyhastallegóarememorarelnombre de aquel barco hundido en sus recuerdos con el correr de los años. Sellamaba«Ciclón».

Todo aquello había sido simplemente un ejercicio de memoria superadosatisfactoriamente.Lasimágenesdesuinfancialellegarondepronto,apesardequenisiquierahabíapodidocontemplarlamaquetaensutotalidad.Cuandorecorrióconlavistayconlosdedoscadaunodelosrelievesdelpequeñobarcoyaolvidado,vioquealguienhabíapintadodeblancosunombre.Susojosseabrieronaúnmásporlasorpresaynopudoevitarexclamarenvozbajaun«Diosmío».Elbarcoenminiaturasellamabatambién«Ciclón».

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Derepentecomenzóamiraraunoyotroladocomosihubieracometidounactoatrozliberandoaquelpequeñobarcodesuprisióndemadera.Lasventanasentoncesparecieron tornarse claras comoel aire, sin restosde suciedadohumedad.LomásprobableesqueYagopasaraporallíencualquiermomentoydescubrierasusecreto.Nopodíapermanecerallímástiempo.Pero,claro,tampocopodíamarcharsecomosinada: Eusebio tenía que dejar la caja en el lugar correspondiente y no en aqueldestartalado almacén de herramientas. Volvió a coger el martillo del suelo y losbastosclavosqueseapuntabanunosaotrosconmiradaspuntiagudas.Condenuedo,ytratandodenohacermuchoruido,comenzóaapuntalarlosclavos.Habíaalgoqueteníaclaro:lacajairíaallugarquelecorrespondía,peronoasíelcontenido.

Alcabodeunosdías,Yago,elsupervisordeárea,convocóunareuniónurgenteenlaantigualonja.Eusebiopensóquetalveznodebíahabersellevadolamaquetade«Ciclón» a su casa. Seguramente Yago o cualquier otro estibador lo habíandescubierto.Eramuydifícil,sí,perosiemprecabíaesaposibilidad.Acasolareuniónpodría haber sido organizada para ponerlo en evidencia, o tal vez para tratar dedesenmascarar al ladrón furtivoquehabíaprofanadoel interiordeunade las cajasque,desdehacíaañososiglosquizás,llegabanalpuerto.Aquelloganabapesoenlabalanza moral de Eusebio. Comenzaron a asaltarle sentimientos de culpa ypesadumbre;pero,comohabíahechodesdehacíamuchotiempo,aquellasemocionesnobrotabanalexterior,sinoquesequedabanmuydentro,enun lugardesconocidoinclusoparaelpropioestibador.

Finalmente, llegó a la determinación de, llegado el momento, dar un paso alfrenteydecirquehabíasidoél,queporalgunaextrañarazóndecidióabrirlacaja.Nodiríanadamás.Noqueríaexcusarse,enrealidad,sinoadmitirsuculpayelposteriorcastigo. Era lo justo. Aquello se lo decía a sí mismo mientras una treintena dehombresentrabaalaantigualonja,queyanoseutilizabacomotal.

Avecesleresultabadifícilmiraralosojosdelosotroscompañeros.Enaquellosmomentos, debido al peso de la culpabilidad, ni siquiera se atrevía a hacerlo eintercambiabamiradastansóloconlapuntadesusduroszapatosreforzados.CuandoentraraYago loharía, seguro.Teníaquehacerlo.Nodejaríaqueaquelacto terriblesuyomancharaasuscompañerosdetrabajo.

Elmurmulloy las carasde incertidumbredejaronpaso a las palabrasdeYago,queseelevaronsobrelosasistentesalaenigmáticareuniónimpulsadasporelecodelaampliagalería.Porunmomento,EusebiodejódemirarhaciaabajoyobservóaYago:

—Antes de nada, tengoquedeciros quenoos debéis preocupar—dijo con lasmanosextendidas.Sugestoparecía franco—.Siaalguienmás lehasucedido,quesepaquenoeselúnico.

Eusebioseencontrabacasimordiéndoseloslabiosantesdequeelpatrónhablara,

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deseabaconfesar suculpa,peroaquellaspalabras lo frenaron. ¿Estabahablandodeotroscasosparecidosal suyo?¿Oera simplecasualidad?Miróa ambos ladosparaver la reacción del resto de compañeros y todos parecían tan expectantes como él.Cruzó sin querer la mirada con otros cuyos ojos observaban con una ansiedadparecida a la suya. El desconcierto parecía ser común a todos los asistentes a lareunión.Yagoparecíasaberenquéestabanpensando.

—Tranquilizaos—prosiguió—.Deunamanerauotrahemostenidoexperienciasparecidasdurantelasúltimasnoches.Asíquesepuededecirquetodosvamosenelmismobarco.

LassosegadaspalabrasdeYagoactuaroncomounbálsamoenloscorazonesdelos estibadores. Se sintieron profundamente aliviados, incluso los que, desde elprincipio,parecíantranquilosydespreocupados.Eusebiosequitóunpesodeencima,pero en realidad no sabíamuy bien por qué.En el fondo él era consciente de quehabíacometidounactoatrozalhaberliberadoaquelbarco,«Ciclón»,desupequeñaprisión.

—Parecequetodoshemosrecibidounacajaconalgoimportanteensuinterior—Eusebionopodíacreer loqueoía.Noeraelúnico,entonces—.Ysí,hemoshechomalenabrirla,peroningunodenosotroshapodidoresistirlo.Niyomismohepodidohacerlo.

Elmurmulloaumentóamedidaqueunosyotroshablabanconsucompañeroyasentían con la cabeza, congestos evidentesde satisfaccióny alivio.Eusebiomiróporúltimavezlapuntadesuszapatos,peroéstanoledevolvíaningúngesto.Seviosorprendidodeprontocuandoalguienloagarródelhombroconungestofirmeparahablar con él. Era la robusta mano de Armando, tan arrugada como el rostro delhombretón,muchomásaltoqueEusebio.

—¡PorDios!—dijo—.Creíaqueestomeibaamatardelosnervios.—Eusebiocontestó tan sólo con los hombros, tratando de esbozar una pregunta. Aún teníareparos y no se fiaba de contar su historia, justo al contrario queArmando, quienprosiguióenseguida—:Yomeencontréuncoche,pequeño,yameentiendes.Eraundeportivodeesosclásicos,pintadoderojo,así,deestetamaño…

—Todoestoresultainquietante—interrumpiódeprontoYago.Suvozinundabacada uno de los rincones de la antigua lonja. Era lógico, pues su padre habíasubastado pescado en elmismo lugar en que se dirigía a los estibadores.Al oírlo,todos apagaron sus murmullos nuevamente. Armando no fue menos—. ¿Por quéhemosabiertotodosalmenosunadelascajasquehanllegadoalpuerto?Nopuedetratarsedealgocasual.Tengoquereconocerquealprincipiomesentículpable,peroenelfondosentíaquenohabíasidoelúnico.

—¿Quéhabíaentucaja,Yago?—preguntóderepentealguienqueescuchabaconatención.

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—¿Yenlatuya?—contestóotravozunpocoinsolente.—Hayacalma.Tranquilos.Nohayqueponersenerviosos—repusoYago,perola

respuestaqueobtuvodelamultitudfuetansólounmurmullodeduda,consignosdeinterrogacióntraslaspalabrasdirigidasaalgúnlugardelalonja.

—Yoheabiertouncoche.Undeportivorojo—dijodeprontoArmando—.Unoquevicuandoeraniño.Lodecíaatodosalavez,asintiendoconlacabezaesperandoungestodecomplicidadquenollegaba.

A partir de ese momento, todos los estibadores se dirigían entre sí broncossonidos de voces varoniles y exaltadas. Si alguien con la suficiente imaginaciónhubiese estado observando la escena, habría visto cómo, sobre sus cabezas, sedibujaban decenas de imágenes con objetos como gaviotas, motocicletas, remos,libros,muñecos,plumasoespejosdeimagencóncava.Laconfusiónaumentabaylaexcitación se apoderaba de aquellos solitarios corazones que, de pronto, habíancomenzado a dudar acerca del porqué del contenido de aquellas misteriosas cajasdestinadas,alparecer,aserabiertasirremediablemente.

—¿Por qué? —parecían preguntarse todos al unísono, bajo el disfraz de unapolémicaqueempezabayterminabaenelmismopunto.

—Creoque…—titubeóEusebio,peroelrestonolodejaba;loatropellabanconlasmiradasylosgestosiracundosdirigidosalanada.

—Es posible que tenga la respuesta—matizó ante un auditorio especialmentedíscolo.Nadieledevolvióningunapalabra,aunqueArmando,quetodavíasehallabaaescasoscentímetrosdeEusebio,sísediocuentadelasdébilespalabrasdeltímidoestibador.

—¡Eh, eh, silencio por favor! —gritó Armando movido por el extrañoconvencimiento de que tras las palabras de Eusebio se escondía una verdadperturbadora. Yago se dio cuenta enseguida (no obstante, tenía desde lo alto unamejorvistaqueelresto)ymostróensurostrolaseriedadpropiadelosquesabenquealgomaloseacerca.

TrasunossegundosenlosqueArmandotratabadehacerseoírentretantogritoycaos, Yago, una vez que había mantenido largamente aquel gesto duro y tenso,permitióque losestibadores reunidosen laantigua lonja fueranbajandoel tonodesusbroncasyacallandolatensiónsostenidadurantedemasiadotiempo.

—¡Callaosunmomento!—dijoenvozalta—.Parecequealguientienecosasquedecir.

Las miradas de los allí presentes se dirigieron primero a los ojos de Yago ydespués a los de Eusebio, que se encontraba sorprendido y abrumado por la granresponsabilidadquedeprontohabíarecaídosobreél;oalmenossobreloqueteníaquedecir.Pensóqueyanohabíamarchaatrásyquenadapodíahacerparaescapardelasmiradasquelomanteníanpresoenelcentrodelalonja.

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—Sí… eh…—Tragó saliva y aquello le pareció ya un trabajo considerable, apesardequeenrealidadnohabíadichonada—.Creoqueconozcoelsignificado.Delascajas,bueno,deloquehayensuinterior.

Losojosdesuscompañerossemantuvierontodavíamástiempoconcentradosenlas palabras de Eusebio, a pesar de que en ese momento el tiempo las habíatransportadoaalgúnlugardelamemoria.Eusebiosevioobligadoaseguir.Nohabíahabidorespuestatácitaporpartedenadie,perotodoslodeseaban.Élsehabíadadocuenta.

—Mi padre fue unmarino—explicó echandomano de recuerdos de salitre—.Cuandoyoerapequeño,unniñoapenas,mellevabaavecesensubarco.Sellamaba«Ciclón».Cuandovolvía,despuésdevariosmeses,siempremedecía:«¿Quieresverelmar,niñomarinero?»;ymecogíaenbrazosymeayudabaamontarenelbarco.Yosiemprequisesercomoél,sobretodocuandoelmarselollevóyyanovolviónuncamás.—Hizounapausaamargaque,muyadentro, ahogóuna lágrima.Continuó—:Mehubieragustadoverelmarcomoéllohacía,subidoaaquelbarcoquedespuésdesumuertequedóabandonado,muriendotambiénpocoapocoenunrincóndelpuerto.Mehubieragustadosermarinero,comoél,comomipadre,peronopudeserlo.Mequedé en la orilla cargando y descargando lamercancía. Nunca pude conseguirlo.Creoquelacajamehatraídoelrecuerdodeloquedeberíahaberhecho,delsueñoperdido.Tal vez todos tengamos algunoypor esonosha llegado este regalo, pararecordárnoslo,parapodercambiarlascosas…

Elpúblicono terminabadecreerlo,peroamedidaquedigerían laspalabrasdeEusebio eran conscientes de que tenía razón. El alivio se notó en muchos de loscompañeros,queasentíanconlacabezayhablabanamigablementedenuevo,comosiunabrisafrescayprimaveralsehubierallevadolasnubesdeunatormentaincierta.ArmandopusounamanoenelhombrodeEusebioyledijoenvozbaja:

—Tienesrazón.Nuncahastenidotantarazón.Eldeportivorojo…Yago, mientras tanto, observaba la escena con el mismo gesto. La lonja le

resultabaextrañamenteajena.Ensumentesevioasímismosolomientrasescuchabaenmudecidolasrisas,laspalabrasdeconfianzaquesedirigíanlosqueminutosanteshabíanestadoapuntodedejarhablaralasmanos.Paraélenrealidadtodosehallabaensilencio,unaescenaenblancoynegrodondeélrepresentabaunasombrapálida.Tal vez, la misma sensación al contemplar la caja que él había abierto quizás elprimero.Enlasuyanoencontrónada:estabavacía.

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Unaclaseelemental

Enunprincipio, lascosasparecíanfáciles;pero,comosueleocurrirenlashistoriasdedetectives,siempresecomplican.Esterelatocomenzóhaceyamuchosaños.Miamigoyyoéramos todavía jóvenes…e inconscientes.Creíaqueeldirectornonosibaapillar,puesaqueldíadejólapuertadesudespachoabierta,asíquenohubomásremedioqueentrarallíparaapropiarnosdedosfotografíasviejas.Cualquierahabríapensado que el individuo que aparecía en ellas era alguien normal, pero nadamáslejosdelarealidad.Setratabadelafotodelasesinoqueúltimamentemerodeabaporlosalrededoresdelinstituto.Claro,siempreteniendoencuentaqueMarcos,elchicoalquehabíaconocidoelañopasadoenlaclasedesegundocurso,tuvieserazón.¡Quéhistoriaestabaapuntodecomenzar!

—Entonces, ¿tú estás seguro de que ahí está la fotografía esa?—me preguntóLuisilloconlacaradebesugoquesolíaponercuandonoterminabadecomprenderalgodeltodo.

—Sí,hombre,sí.¿NovesquemelohadichoMarcos?—¿YquiénesMarcos?—Unodelaclasedesegundo.—Ah…—Tras una larga pausa y después de barruntarmucho la respuesta, al

finalsupensamientofluyódensamente—:Peroyonoloconozco.—¡Quépesadoestáshoy,Luisillo!Noloconoces,no.Estárepitiendocurso.—Lo

cogídelbrazoapretandofuertementeymedirigíconélhacialapuertaentreabiertadeldespachodeldirector.Entresusurros,miestúpidocompañerodeclasemedecía:

—Como nos pillen, Blas —por cierto, ése es mi nombre y, como se podrásuponer, no le tengo especial aprecio—, vamos a tener un vis a vis con el jefe deestudios.

—Esosuenararo.Además,novanadescubrirnos.Venga,pasatúprimero.Entramosfinalmenteyenelinteriornoseveíaningunafotografíaasimplevista,

tansóloalgunasfotocopiastiradasporaquíyallá.Loúnicoquemepareciódeinterésfue una agenda que se encontraba al lado del teléfono, uno de ésos antiguos quetienen una rueda en vez de teclas.Me pregunté entonces si sería como en algunasviejaspelículasdelaGuerraFría,ysitendríaconexióndirectaconelpresidenteo,almenos,coneljefedeestudios.

—Nohaynada,Blas.Unmomento—Luisilloveía loqueestabahaciendoy,alparecer,nolegustabalomásmínimo—,nolohagas.No…

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Asíquecogí rápidamente la agenda, algoque tampoco sepodría considerarunrobo. Quizás como máximo una apropiación indebida. Lo sé porque mi padre esabogadoymehaayudadomucho.Ytambiénporquemegustanmucholaspelículasenblancoynegro.

Por la tarde, una vez que las clases ya habían terminado, estuve hojeando laagenda.Estabaplagadadenúmerosde teléfonoy anotaciones extrañasdeldirectordelinstituto,Rodrigo.Siempreibafatigadodeunlugaraotro.Algunoscompañerosmíos(entreelloselpropioMarcos)decíanqueeldirectoralgunavezdabaclase,talvezde latín, peronadie estaba segurode aquella teoría.Estuve apuntode escribiralgoenlaclasedelenguaacercadelverdaderotrabajodeldirector,apropósitodeunejercicioquetratabadelasleyendasurbanas;peroalfinalcambiédeopinión.Nuncasesabeenquéterrenospantanosostepuedesmetersinquererlo.

Nopudeencontrarinformacióndegranvalor,almenosenelprimercontactoconaquelpequeñomanuscritoindescifrabledeletrasynúmeros.Másadelantesíqueloharía.

Cuando terminémisdeberes (aldía siguientedebíamospresentar el cuadernoaArturo,elprofesordehistoria)mepuseaverlatele.DesdequeteníamoslaTDT,noparaban de poner programas de televisiones locales que me parecían muyentretenidos.Habíaunoenque relataban lossucesosmisteriososquehabían tenidolugar en la localidad. Se llamaba «El delincuente en la otra esquina» y bajo esteridículonombreseescondíaunamenoycutreprogramacondosintrépidosreporteros(ypocomás)queibanpatrullandoelbarrio(muchasveceseraelmismo)enbuscadelcrimenendirecto.Amímeparecíamuydivertido,porqueeracomoverunadeesasnovelas que había leído, y que todavía seguía haciendo, pero, digamos, en versiónespañola.

Obviamente, aqueldía estabanhablando,micrófonoacolchadoenmano,de losasesinatos que alguien estaba cometiendo en la zona.Nada de pistas definitivas niningunaclasedeconexiónentre lasvíctimas; tansólo lamanerademorir.Deseabaquedijeranalgomásacercadelarmadelcrimenoalgodeeso,perosecensurabanaellosmismosporaquellodelainvestigaciónpolicial.

Enmanosdeestaclasededetectivespocosepodría llegara saberacercade laverdaddeloshechos,demodoquedecidítomarcartasenelasunto.Lodeldespachodeldirectoreraúnicamenteelprimerpaso.

Aldíasiguiente,duranteeldesayuno,lescomentéamispadresunacuriosateoríaqueteníaalrespectodelosasesinatosdelbarrio.

—Talvezelasesinoquebuscanestáenelinstituto.Yocreoqueesunprofesor.—Blas,porDios—dijomimadreapuntodeatragantarseconelzumodenaranja

—,nodigasmajaderías.Mi padre hizo amago de censurarmi comentario, pero algo en el periódico lo

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distrajoydelegóenmimadrelaslaborespedagógicas.—Enloslibroselasesinosiempreeselmenossospechoso—continué.—Loslibrosnosonelmundoreal.—¿Pero eso es bueno o es malo? —contesté con la inocencia que me

caracterizaba,almenos,haciamispadres.Mimadre no llegó a responder y se limitó a levantar los ojos hacia arriba, en

busca de las cejas, con su gesto típico de indignación.A continuación se volvió asumir en sus propios pensamientos.Desde que Piñón, nuestro perro, habíamuertohacíaunassemanas,mimadresolíadesaparecerdelmundorealyquedarseenalgunaislaremotaysolitariaporalgúntiempo.

Esemismo día, en la clase de historia, entreguémi libreta al profesor con unaamplia sonrisa de satisfacción por el trabajo bien hecho. Arturo se quedó comosiempre esperando a que saliéramos todos del aula prefabricada (con aireacondicionado,esosí,aunquesólofuncionasedevezencuando)ymequedéadredeelúltimo.Mellevababienconaquelprofesor,aunquetengoquereconocerquenoeralosuficientementeduroconalgunosalumnos.Avecesselesubíanalachepa.

—Queríacomentarlealgo,Arturo.—Túdirás.Lalibretamelahasentregado,¿verdad?—Síclaro.Notienequeverconlasclases,sinoconlodelasesino.—¡Ah!Dime,dime.Nomeestarásasustadoporloquecuentanenlatelevisión.—Noseríaésalapalabra,exactamente.Queríapreguntarle,profesor,sisospecha

dealguien.—Noleheprestadomuchaatenciónalanoticia.Yasabesqueenestostemasla

prensasemuevemuchoporelsensacionalismo.—Unpocosímepreocupa, laverdad.Tengoalgunassospechas.Hayunamigo

quemehacomentadociertascosas…Arturo sonrió y adoptó las maneras de la gente mayor que habla con niños,

utilizandoesetonoñoñoycasimisericordioso.—Sitienesalgunapistanoolvidesdecírseloalapolicía.—Susonrisaenseñabala

mayor parte de sus dientes blancos y aún jóvenes—. Por desgracia poco se puedehacer, sobre todo si eresunalumnomásdel instituto.Pero si el detective averiguaalgo,noolvidesdecírmelo.

Lo más probable es que Arturo supiera de mi afición por la lectura de librospolicíacos,deahísudesdénalgopaternalista.Algunavezmehancomentadoqueenlassesionesdeevaluaciónmuchasvecessehabladecosassinimportancia,tratandode cumplir con el aburrido trance burocrático; y que se pierde mucho tiempocontando anécdotas y pocomás. Por eso nome extrañaba queArturo estuviera altantodemisaficiones.

Nomegustónadalaactituddelprofesor,yaquecreíaquepodríahablardealgo

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serioconél.Peroestabaclaroquetodavíaeraunniñoy,porlotanto,losdemás,losadultos,meveíancomoesomismo.

Lesdemostraríaloequivocadosqueestaban.Al día siguiente, tal y como esperaba, mientras caminábamos juntos hacia el

institutoLuisilloyyo,comentamoslodelúltimocadáverhallado.—¡Qué fuerte, Blas!—exclamó mientras se movía como una tortuga, bajo el

enormepesodesumochilaroja—.Yaeselterceroqueencuentran.Anochelovienlatele.

—Ya.Yotambién,peroenlaradio.Nohancomentadolosdetalles.—¿Teimaginas?Alomejorsecarganaunodelosprofesores.Estaríabienquese

quitarandeenmedioala«Serpiente».Nosoportoquemesuspendatodaslasvecesporlasfaltasdeortografía.

—Noharíaesoelasesino.Seríademasiadoevidente—repliquéentonosolemne—.Marcosmehadichoqueesalguiendedentrodelinstituto.Además,alquehabríaquemataresati.Túereselquehasheridodemuertealalenguaespañola.Esmotivosuficiente.Seríaunbuenmóvil.

—¿Unbuenqué?—Déjalo. —Entonces propiné un sonoro capón que produjo un sonido algo

hueco,comolacabezademiamigo.SalícorriendoynadapudohacerellentorrodeLuisillo.Noconsiguióalcanzarmehastaquellegamosalaentradadelinstituto.

Aquel día las clases me parecieron terriblemente tediosas. Los profesores seempeñabanendemostrarnosque loquenos enseñabannos serviríapara algoen elfuturo.Másdeunavezmimenteseescapóaparajesextrañosdondetodoeramuchomásdivertido y donde losmayores nome trataban como si todavía fuera un niño.Vale que aún no me habían salido pelos en las piernas, pero en cosas de cabezaaventajaba a mis compañeros.Me daba la impresión a veces de estar rodeado deimbécilestotalesquenisiquierasemolestabanenabrirloslibros.Peroesquelodelosprofesorestodavíaeramayordelito:nitansiquieralesllamabanlaatención.

Por la tarde, después de comer, traté de hablar conmis padres, pero se ve queaquel día no teníanmuchas ganas.Yno es quehabláramos conmucha frecuencia,pero de vez en cuando intercambiábamos alguna que otra frase. Mi padre se fueenseguidaaldespachoymimadresequedómirandootravez(yconlamiradatriste)elálbumdefotosenelquesalíaPiñón,nuestrodifuntoperro.

YacasihabíaanochecidocuandomedirigíaacasadeLuisillo,parahacerjuntoslosejerciciosdeinglés.Yonoquería,peromimadreylasuyasiemprehabíansidobastante amigas, así que no había tenidomás remedio que aceptar al principio decurso.TambiéntengoquereconocerquelamadredeLuisillosiempremeagasajabaconalgunasabrosamerienda,porloquelamonotoníadel«Puesnoloentiendo»demiamigosehacíamenospesada.Aqueldíaeltemaseacabódesviandoaloque,con

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másfrecuencia,salíaenlosmedios(yanoeransóloloslocales).—YonocreoloquediceeseMarcosamigotuyo—dijoLuisillocuandopareció

quesucerebronodabaparamásconlosverbosirregulares.—Puesescierto.Mehavueltoadecirqueelsospechosoquevioporlaventana

mientras huía era exactamente igual al de la foto. Lo único que debemos hacer esbuscarlafoto.Seríaungranhallazgo.

—Lafotonolaencontramoseneldespachodeldire.Yocreoquesetratadealgodedrogas.Lamayoríadeasesinatossonporesarazón.

—Estásmuyequivocado.SegúnMarcos…—¡Siempreestás igualconel talMarcos!—Luisilloseatrevióa interrumpirme

deunaformaquemecabreómuchísimo.Creoquelleguéaponermerojodeira,peropudecontrolarme.Aunasí,no fueeso lopeor; loquedijoacontinuación firmósusentencia de muerte—: Y, además, he preguntado por las clases de segundo y noconocenaningúnMarcos.Nisiquieralapsicólogahaoídohablardeél.

—¿Hashabladoconlapsicólogadeesto?—preguntéincrédulamente.—Claro.YmehadichoquenohayningúnMarcosentodoelPrimerCiclo.—Acabemos con esto ya. Mañana tenemos el control de verbos con el

«Mortadelo».—Notengoganas,Blas.—Hedichoquetevasaaprenderestoylovasahacer.Estuvimosunratomáspreguntándonoslosverbos.Elmalrollosequedóflotando

enelambiente,peroalmenosconseguíqueLuisilloaprendieracincooseisverbos.Alamañanasiguiente,lleguéunpocomástardequedecostumbre(creoqueenlo

que llevábamos de curso sólo me habían puesto dos retrasos: uno en la clase deArturo y otro en la de la «Vampiro»). La mayoría de las clases fueron bastanterutinarias, sinocontamosel examendeverbosdel«Mortadelo»o laexpulsióndelaula de Roberto alias «Voy a ser un desgraciado todami vida». Este chico nuncaaprendía.Teníalamalacostumbredeverbalizarcualquierclasedepensamientoqueselepasaraporlamente.Evidentemente,esosacabadequicioalosprofesores,que,unayotravez,lellamabanlaatención,peromuchasvecessindemasiadaconvicción.Mientrassalíaporlapuerta,Robertosaludóapartedelpúblico,quellegóajalearlocomosideunaestrellasetratase.

Laúltimahora era la de dibujo.Con todo el follónúltimodel barriomehabíaolvidadodequelaclasedeaqueldíaibaaserpráctica,yquenecesitaríaunlápiz.Nomehizofaltaecharunvistazoalestucheparasaberquenoestaríaallí,demodoquepedí permiso a la profesora,me levanté discretamente demi silla yme acerqué aJennifer, que tenía un «macroestuche» con infinidad de productos de papelería,bolígrafos con colores que mis ojos nunca habían llegado a percibir y extrañosinstrumentostraídosdeOrienteodelugaresmáslejanos.

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Porfintocóeltimbredelastresmenosdiez,elcualseñalabaelfinaldelasclases.TodossalimoscorriendocomosisetrataradelasirenaqueanunciaraelhundimientodelTitanic.Cuandolleguéalpasillodeentrada,justoalladodeconserjería,vicómoungrupodeprofesorescharlabasilenciosamenteyconcaradepreocupación.

—Es terrible. No sé cómo ha podido suceder algo así…—acerté a escucharmientrastratabadecaminarlomáslentamenteposibleparanollamarsuatención.

Fue inevitable llegar hasta la calle. Curiosamente, en la acera no había casiningúnalumno,locualeramuyraro,yaquelonormaleraquesequedaranalgunosparacharlar,dejarsealgodetabaco(uotrascosaspeoresomejores,segúnsemire)ohacersedenotarconcompañíasalgoindeseables.Vialolejosqueunoscompañerosdemi clase iban corriendo a toda prisa hacia el descampado que se encontraba aalgunas calles de distancia del instituto. No pude evitar sentir el morbo de lasituación,puestodoapuntabaaqueallíhabríaunmontóndepersonas.

En efecto, comprobé que una ambulancia se encontraba rodeada de variospolicíasquetratabandeempujaralcentenardecuriososqueseagolpabaentornoaun bulto tapado con una sábana de esas amarillas (o naranjas, no sabría decirloexactamente),queparecenpapeldeplata,aunquedelcolordeloro.Talvezhabíasidodemasiado impulsivo aquella mañana. Todo buen asesino debe planear mejor suscrímenesy,porsupuesto,noolvidarelarma(enestecaso,unlápiz)clavadaenelojodelavíctima.Cualquieraqueloviesediríaqueelasesinohabíasidomuypocosutilyalgodespistado.

Nohabíacometidoeseerrorconlosanteriores.

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Elcontadordehistorias

Allíarrodillado,aquelinmensomarleparecíaaUlntarunenormecoloso.Lasolassedespedazabanunayotravezcontralaorillayelvientohelabacadaporodesuviejapiel.No sabría decir si estaba eufórico o si, por el contrario, la calma nacía en sucorazón. Siempre se sentía así cada vez que visitaba aquel lugar maravilloso. Lanoche lo impregnaba todo de una magia indescriptible y la negrura rodeaba todocuantoalcanzabalavistadeUlntar,incluidoélmismo.Tansóloseoíaelbramidodelasolas.Luego,silencio.Yotravezeleternociclo.

AUlntar le gustaba recordar entonces las leyendas de su pueblo.Aquellas quecantaban las gestas deHaro elGuerrero o deWeriste, primera reina deWurnk, elterritorio elegido por los dioses. Entre todas ellas, sin embargo, había tres que leagradaban especialmentey teníanquever con las historias de esos seres fabulososadorados por su pueblo. Los extraños los llamaban dioses, pero él preferíadenominarloscariñosamentehermanos,yaqueeraunodeellos.

Ulntar no pudo resistir la tentación de levantarse y, tras haberse sacudidodelicadamentelaarenadesucuerpodesnudo,mirófijamentealasestrellas,lascualesreflejabansutitilantemiradaconidénticofulgor.

—¡Oh,vamos!Continúaconlahistoria,Cristóbal.—LosojosdeMaríaparecíanreflejarprecisamenteesasmismasestrellas—.Nomedejesconlasganasdesaberelfinal.

—Notevoyacontaryaelfinal,chiquilla.Acabodeempezar.—Bueno,túsabesaloquemerefiero.¡Venga,venga,venga!—Veamos… —Cristóbal sonreía con una pícara expresión. No podía evitar

sucumbiralainsistenciadelachicaquelotraíalocodesdehacíayaunosmeses—.No,porhoyessuficiente.

—Pero,¿porquéeresasí?—¿Así,cómo?—Siempremedejasconlamielenloslabios.Cristóbalcomenzóa ruborizarse ligeramente.Legustabasaberque laspalabras

queéldecíaeranalgodulceparaMaría,aunqueseguramentenotantocomoloseríanlos labios de ella sobre los suyos. Ella lo notó, pero hizo caso omiso. Cambió detema.

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—Hablandodelabios.Losllevascortados,comosiempre.Deberíascuidarte.—Lointento,peroconestefrío…—¿Frío?—AhoraeraMaríalaquesonreía,peroconunpuntodemalicia—.Yo

másbiendiríaquehacemuchocalorporaquí.Aunqueparecequeteafectamásati.En ese momento, los dos cruzaron las miradas y, con una leve sonrisa, los

enamoradosqueaúnnosabíanqueloeranselodijerontodosinmediarpalabra.—Yaenserio,Cristóbal.Siquierespodemosquedarmañanaymecuentasmásde

tushistorias.—Meparecemuybien.¿Quedamosenelmismositio?—Enlapuertadelcine,¿no?Sedespidieronamigablementeysepusieronlosguantes.Hacíafríoenlaciudad

poraquellaépoca.Losmásviejosdellugarseguramenterecordaríanquehaceyamásdeveinteañosunfríosimilaracabóconvirtiendolaplayaenunfinotapetedeblanconácar. Al ajustarse la bufanda cuando sólo había recorrido unos metros, Cristóbalmiróporel rabillodelojoaMaría.Legustabamuchopasarel tiempoconella.Enocasionessepreguntabaenquéprecisoinstantedejódesersuamigaparaconvertirseenalgomás.Deellateníamuchosrecuerdosylamayoríaagradables.Legustabasuformadereírsedelosdemás,perotambiéndesímisma.Leencantabasuformadeverlascosas,deverloaél.UnavezsepusoacorrerconMaríapormediodelacalle,sin sentido alguno; simple juegode adolescentes.Lehacíamuchagraciaver cómoella intentaba cogerlo.María enmuchas ocasiones le decía que se burlaba de ella;peronoeraasí.ACristóbal también legustabansuspequeñasmanosysuspiernastalladasenblancomarfil.«Comolaplayahaceunosaños»,pensó.EnesemomentolavioalejarseporlacalleMayor.Mirabalosescaparatesderopadesoslayo,comosienelfondoellaquisieraquelasfaldas,loszapatos,losbolsos…lamiraranaellaynoal revés.Cristóbal la siguiócon lamiradahastaquesedifuminóconel restode lagente.

¡Pam, pam, pam! Los pesados pies de Ulntar caían como tambores de piedrasobre la superficie de la playa. Los granos de arena salpicaban la espalda delpoderoso ser y parecían sufrir una erosión de dos mil años a cada pisada. Losagitadospasossesucedíanunotrasotro.Tresdíashabríanpasadocorriendodenoserpor el hechizodeArlaac, quienhabía sumidoal sol enunprofundo sueñodelqueúnicamentepodíadespertarloelamanecerdeunnuevoastroquelosustituyera.Asíeraelpoderdelamagiadelosdioses.Sinembargo,ArlaacnoerahermanodeUlntar.

Laplayaseacababa.Enunentorno imposiblecomoaquél, laarenaseextendíahasta el horizonte, con dos orillas a cada lado. Ulntar miraba ambas concircunspección. Se agachó nuevamente para saborear el agua del mar. Cabía laposibilidaddequenovolvieraahacerlonuncamás,puestoquelaprimeratareaque

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loaguardabaeraladeatravesarelBosquedelossieteecos,elcualyapodíadivisarsealolejos.

—TodavíanohasdichoporquéhacetodoesoUlntar—interrumpiósúbitamenteMaría.

—¡Ay,almadecántaro!—¿Quépasa?Noteburles…—Quéinocente…—Cristóballacogiódulcementedelsuavecabelloondulado—.

Aver,¿dequévantodaslashistorias?—Hmm…¿deamor?—Puesclaro,chica.—Peroesoocurreconlascanciones.Todaslascancionestratandelamor.—Estahistoriatratadeunamor,comolascancionesquehasdicho.—Lasquehe leídoyo tratandemisterios no resueltos, barcospiratas, enigmas

aúnpordescubrir…—Entonces, ¿la historia no te gusta? —Cristóbal imitó una cara triste, pero

sonriente.EsperabalacomplicidaddeMaría.—Noseastonto.Claroquemegusta—Maríacontemplabaelsuelocomosifuera

enesemomentounaniña—.¡Sigue,sigue!

¡Pam,pam,pam!OtravezlospesadospiesdeUlntarsobrelaarena.Derepente,un árbol. Otro. Otro más. Recordó la historia que le contó su abuelo acerca delBosque de los siete ecos, que en esemomento se abalanzaba desafiante sobre losrudos hombros deUlntar, pinchándole con cada rama. Sintió en esemomento unapunzadaentodossusmúsculos:alomejoreraalgoparecidoalmiedo.

EnelBosquede los siete ecos sólo sepodíanhacer siete ruidos, ningunomás.Todosellosemitíanunecoqueproveníadelinfinito,delodesconocido,delapropiaimaginacióndesusmoradores.Ulntarnoerarealmentedeallí.Másbien,unextrañoen tierra ya ajena. El Bosque pertenecía a los dominios de la ninfa Orëssa y nopermitía que nadiemolestara con sus ruidos el eterno descanso de su amado, queyacíaenelsuelodehojarascaconuneternorictus.

LospesadospiesdeUlntarsetransformaronenlasplumasdeunavegigantescaquepugnabapornolevantarenexcesoelvuelo,apesardelsuelovidriosodehojas(algunas marchitas, otras de un verdor espléndido) que forraban con un tapizimposiblelosdominiosdeOrëssa.

«¡Crack!»Yderepenteuneco.Ulntarsabíaqueibaaserunatareaardua,asíquenosetomóelchasquidocomo

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una derrota. Intentaba recordar de nuevo las historias que le contaba su abuelo,aquellasqueformabanpartedesuinfancia,partedesuser.

Unsuspiro.YdeprontoelecoqueveníadelomáshondodelamaldaddeOrëssa,comoun

monstruosombríollenodeímpetu.El corazón deUlntar latía con fuerza. Tenía unmotivo claro: dejar atrás aquel

bosquecuantoantesyreunirseconsuamada.Máspasos.AlgunashojassecascaíansobreelrostrodeUlntar.

Eltercereco.Lamiradaescapófurtivaalacazadelqueprofanasupaz.Cuarto.Elfinaldelbosqueestácerca…Ulntar, no mires atrás. Lo que acabas de escuchar forma parte tan sólo de la

espesurade tu imaginación.Nocaigasbajo suhechizo,queenredacon lahiedraatodoaquelquedesfalleceantelosfantasmasdesuimaginación.

Quintoeco…Ulntarnoqueríaexhalarelalientoqueemergíadesupecho,enunintentoporcontenersuruidosarespiración.Losárbolespodríandelatarle…

Sexto.¿Quiéneselosadoquemancillasudescanso?¡Nadiepuedeescapardemisdominios!Asíqueundioshabíaosadoentrar en el lugarprohibido…Granofensapara laninfa, la cualdesató toda su rabia e imploróa los árboles, con lágrimasdecristal,quedetuvieranalintruso.Unosbrazoslargosatravesaronentonceselbosque,mientrasunalluviadegruesosalfileresmarronescaíaalunísonosobrelasespaldasdeUlntar.Orësallorabasobreelrostrodesuamado.Élnuncamáspodríadevolverleunbesosiquiera.

GritóUlntar.—¡Altara!Yelecosehizoesperar,peronollegó.Ulntaracababadeescapardeaquelbosque

conguardianesdemaderayyacíadenuevosobrelaarena.

—Entonces,asísellamaella.—LosojosdeMaríaseclavabanenlosdeCristóbalconlímpidacandidez.

—¿TerefieresalaamadadeUlntar?—contestó—.Asíes.—Hmm…Éllabuscaporalgunarazón.¿Talvezporquequierepedirleperdón?—¿Perdónporqué?—No sé. Se habrá portado mal. —En ese momento ella sonrió buscando la

complicidaddeCristóbal—.Yasabesloquelespasaaloschicosqueseportanmal…Losdosrieron.—Cómoeres.Esperonoportarmemalporquesino…MaríayCristóbalcontinuaroncaminandocercadelainmensacatedraldirigiendo

miradas esquivas a los monumentos arquitectónicos que los envolvían con sabia

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antigüedad.Susmiradasseencontrabanconmenosfrecuenciadelaquedeseaban,apesardequelamayoríadelasvecessemirabandearribaaabajo.

—Puedequenoseaésalarazónporquelabusque.—Entonces…Lachicasevaacasarconotro.—Piensaquesumundonoescomoelnuestro.—EltonodeCristóbalsevolvió

interesante.—¡Yaestá!Tienequerescatarladealgúnpeligro.—Lacaradeniñailuminósu

bellasonrisa.—Creoqueporahíteacercasmás.—Tantoponerseinteresanteyluegovasymecuentasunahistoriadepríncipesy

princesas.—Ah, ¿qué pasa?Pensaba que te gustaban esas historias. Pero realmente te he

dichoqueteibasacercando,noquesetrataradeesoenconcreto.—Bueno, la verdad es que tampoco es una historia muy convencional. Él, de

momento,nopareceunpríncipeysumundoesmuydiferentealnuestro.—Cierto.YdeAltaranosabemosnadaaún.—DeUlntar,algomás.—LosojillosverdesdeMaríamirabanhaciaarriba—.¡Le

gustanlashistorias!—Eso,eso.Parecequeentresumundoyelnuestronoexistentantasdiferencias.Laanimadaconversacióncesóporunosmomentosmientras losdoscompartían

unsilenciograto,deesosquesólosedisfrutansiexistelasensacióndequelameracompañía del otro es suficiente. Pasó un buen rato y, al final, cuando Cristóbal yMaríaseibanadespedirhastaotroesperadodía,lasnubesdibujaronenelhorizontejironesamoratadosdecielo.

—DileaUlntarquemeesperemañanaenlaGranAvenida—dijoMaría.—Nolodudes.Ahíestará.Enelcinehabíaunacolalarguísimaparaentrar.Sinembargo,muypocosdelos

que estaban allí iban a ver la película escogida por Cristóbal. Tampoco Maríademostrabagranentusiasmo,asíquehablabandecasitodomenosdelhechodeestarenelcine.Maríasoltabagraciosaspuyitasdevezencuando,peroCristóbalnoselotomaba amalas en absoluto. Los dos reían y demanera espontánea se cogían, seabrazabanoinclusobuscabanlasmanosdelotroenunciegoyleveintento.Unavezdentro de la enorme sala vacía, la proyección cobró vida y enseguida los dos sedieroncuentadequelapelículaibaasermuyaburrida.Maríapreguntódisimulandoespontaneidadcuandoenrealidadlohabíaestadopensandodesdequesedespidieroneldíaanterior.

—¿CómocontinúalahistoriadeUlntar?—¿Dóndelohabíamosdejado?—AcababadesalirairosodelBosquedelossieteecos.

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El hermano de los dioses ahogaba su asfixia en los recientes recuerdos de suamada, que revoloteaban dentro de su corazón con fuerza. Una vez que hubodescansadoyremojadosusarañadospiesenelaguadelaorilla,observóelenormepeñón que tenía que atravesar. Éste se encontraba a unos kilómetros de distancia.Comenzódeprontootracarrerasin rivalvisiblehastaque llegóa losdominiosdelenormeaccidente,colocadoaconcienciaporÁthula,reydelatierra,yhacedordelasmontañas.No debía de ser un obstáculo difícil, puesto queUlntar eramuchomásdiestro trepando que nadando. Era otra posibilidad que había contemplado en susueño, pero la rechazó tal vez por respeto a las aguas que lo vieron nacer unaencapotada tardedeotoño.Lamaleza seacumulabaen loshombrosdeUlntaryelsudor resbalaba y caía por sus cejas al tiempo que ascendía cada vez más por elpeñónqueloseparabadelotrolado,delastierrasdeArmero.Yaenlomásalto,lasdivisó en el horizonte. Eran tierras vastas, secas. Había cañones que serpenteabanbuscandounapresafácil.Lahermosaplayatocabaasufin.Sepercibíaelcaosyelmiedo,puesallí seencontrabaArmero,guardiándelpuentequeconducíaaAltara.Ulntarenesemomentotuvolaconviccióndequevolveríaaverla.

Cuandodesapareciólaplayadelalcancedesuvisiónyéstasetornóendesierto,se sintió inquieto otra vez. Solamente su amor por Altara lo acompañaba en esemomento. La blanca Luna brillaba desde lo más alto y las estrellas salpicabanaleatoriamenteun cielovidrioso, no tantopor sudisposición, sinopor las lágrimasquebrotabantímidamentedelostiernosojosmarronesdeUlntar.Noobstante,debíaserfuerte.DebíaestarpreparadoparaenfrentarseaArmero,quesindudaestaríayaesperándoloenlaentradadelpuentemontadoensunegropercherón.

—¿Por quéUlntar tiene a todo elmundo en su contra?—preguntóMaría conavidez.

—Estáenunmundohostil.—Vaabuscarasuamada.¿Yesoquéleimportaalosdemás?—Cadaunoparecetenersupropiapenitencia.—¿YArmerotambiénlatiene?—Shh,noseasimpaciente.—Venga,sigue,Cristóbal.Vayarollodepelícula.Lasimágenesenblancoynegrosesucedíanenelfondodelasalasinquelosojos

delosdosprestaranlamásmínimaatención.

Armero lo esperaba a caballo. Tanto jinete como montura parecían unaprolongación de ellos mismos, pues se fundían como si se tratara de un solo y

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sobrenaturalserdeplata.Noseleveíaalcaballerorostroalgunoy,dehaberlotenido,sehabríaparecidoalmiedo,alodioyalresentimientoporunamorqueélnuncallegóatener.LamonturadeArmeropiafabaaltiempoquegirabasobresímismainquietaporlavisita;peroeljinetenoapartabalavistadeaqueldios.

—¿Medejaráspasar?—dijoUlntarcontonosevero.—Miamonome lopermite—respondióelecoqueemergíade laoquedaddel

yelmo.—Enesecasotendremosqueluchar.Túvasacaballoyyosólotengolamontura

de mis firmes pies. Tú vas armado y a mí sólo me arman caballero los besos deAltara.Notengomiedoniati,nialosdesigniosdetuamo.

—Tienes una voluntad firmeUlntar. Eso sin duda te ha hecho llegar hasta losdominios lejanosdenuestromundo,allídondenoeresbienrecibido.—Unapausa,entonces,interminable,surcóelrostrovacíodelcaballeroypareciótransformarloenunamuecaapenasperceptible—.¿Quésesiente?

—¿Al entrar en vuestros dominios?—respondióUlntar un tanto receloso, perointuyendoaquésereferíaArmero.

—Quésesientealseramado,sercorrespondido,saberquelaotrapersonapiensaenti,seacuerdadeti,teextraña,tesientecercaapesardeladistancia…

En ese momento Ulntar captó toda la tristeza que envolvía al caballero, tanmajestuosoensumonturacolosal,perotanínfimamentepequeñoporlovacíodesucorazón.

—TelocontaréalvolverconAltaraporelpuenteyatravesarloscañonesjuntoaella.—Aunalargapausalesiguiólaréplica.

—Siempretegustaronlashistorias,Ulntar.—Miabuelotuvomuchoqueverconello.—Esperoqueteseadeutilidad.Miamoesperverso.Intenta liberara tuamada

Altara.Yoproseguirémicautiveriodemilaños.Yeljineteseapartódelextremodelpuentequeguardabaydesaparecióentrela

brumadelarrepentimientoqueloatormentaba.

La película ya había acabado, y justo en ese punto de la historia los títulos decréditoconnombresenfrancésyalemánsurcabandeabajoaarribalanegruradelasala.

—¿Tehagustado?—preguntótímidamenteCristóbal.—Vayacoñazo.—Oh…Siquieresno tecuentomásde lahistoriaenesecaso…—Surostro se

habíafundidoligeramenteconeldelaoscurasala.—¡Quéva!—Maríariótiernamentealtiempoqueleacariciabaaéllamejilla—.

Mereferíaalapelícula.Horrible.Megustamuchomásloquemeestáscontando.—

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CristóbalacompañólasonrisadeMaríaaltiempoqueéldijo:—Vámonosya.Miraqueelegirunbodriocomoéste…—¿¡Qué!? ¿Tendrás morro? Pero si fuiste tú el que dijo que había leído una

crítica que estaba muy bien, que se había metido en internet y había visto loscomentarios…

Enesemomento,losdossalieroncorriendopersiguiendoelunoalotro,comoenunjuegoadolescente.Reíanyseencontrabanflotandoenunmarsaladodelcualsóloellosdoseranlosúnicosamos.Depronto,CristóbaldejóatraparseporMaría(yalohabíahechountiempoatrás)ysusmiradassecruzaronenelinfinito,comolasrectasparalelasdeunamorpredeterminadodesdehacíamucho tiempo.Suscorazonesnopudieron resistirse y obligaron a sus labios a solaparse bajo la oscuridad de unaciudadquealbergababajosuterciopeloestrelladoalosdosenamoradosqueenesemomento,sí,yasabíanqueloeran.

En aquel preciso instante Ulntar dirigía su vidriosa mirada a Altara, que seencontrabadepieconladagaquehabíaarrebatadoaltemibleguardiándelcalabozoapuntandodirectamentealcuellodeUlbar,elabuelodeUlntar,señordelaslejanastierras inhóspitas,dueñodelmalqueasolaba loscorazonesde sumundoyamodeArmero,el jinetequedebía impedirelpasoaUlntar.Ésteencaminabasuspalabrashaciaelfinaldelahistoria.«Suscorazonesnopudieronresistirseyobligaronasuslabiosasolaparsebajo laoscuridaddeunaciudadquealbergababajosu terciopeloestrelladoalosdosenamoradosqueenesemomento,sí,yasabíanqueloeran».

—MuybienUlntar.—ElrostrodeUlbarreflejabaunasoberbiacontenidaporelmaestroquevecómosuaprendizlosupera—.Unabuenahistoria.Oshabríadejadomarcharconunahistoriatan…irreal.

—¡No! —gritó Altara—. Ibas a matarme. —Cuando pronunció esa fatídicapalabra,aUlntarleresbalóunalágrimaporlamejilla.

—¿Esesocierto,abuelo?—¡No me llames de ese modo! —Siguió una pausa interminable—. Cuando

entraste enmi fortaleza te prometí que para liberar aAltara tendrías que contarmeunabuenahistoria.Comoaquellasquemeinventabacuandoerasunniño.

—Así lohehecho—Ulntarsusurraba laspalabras,perocon talconvicciónquepesabancomolosassobrelaconcienciadesuabuelo.

—Puesasísea.Quesecumplamipalabra.Simemataraisnoconseguiríaissalirvivosdemifeudo.—Altararompióallorar,másquepormiedoaheriraUlbarporherirelpropiocorazóndesuamado,quenosoportaríavermorirasuabuelo,inclusodespués de que se hubiera convertido en todo lo contrario a lo que él recordabacuandoerapequeño.

—Ulntar,telojuro—dijoentresollozosdeespesaamarguraAltara—,medijo…

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dijoqueibaamatarme…—Yahoraosdejoquemarchéis.Saliddemisdominios.En ese instante la mirada de Ulntar escrutaba a aquel que en su más tierna

infancia había sido el creador de un mundo maravilloso de fantasías y ensueñosplagados de palabras. Palabras bellas, palabras aterradoras, sutiles, irónicas,amorosas.Palabrasconsignificado,sinél,juguetonas.Palabrascomo«abuelo»,queyahabíaperdidocuriosamentetodosusentidoparaUlntar.

—Tal vez la explicación de todo lo que ocurre y lo que ha de ocurrir debasbuscarlaen lashistoriasque llevan losvientosdenuestroacabadomundo.—YlassombrasdieroncobijoaUlbarmientrassualmaenpenadeambulabahaciaelinteriordesufortaleza.

UlntaryAltarareposabanenungranuladoocéanodearenacondosorillas,unaenfrentedelaotra.ElcuerpodeUlntaryahabíaestadoahíhacepocotiempo,peronoasísualma,queahorayacíajuntoaélpersonificadaenlamelenamojadaensal,losojos despiertos, la mirada tierna y el amor de su piel contorneada. Era de nochetodavía y la cúpula que los envolvía mágicamente dejaba entrever motas blancasradiantes y exuberantes. El sosiego, que ahora imitaba a un compañero invisible,había reemplazadoalcalorde losbesosyal sudorempapadodesalyarenade losenamoradosqueerandioses;aunqueapartirdeesemomentopensaronporsiemprequefuerondiosesporqueseenamoraron.

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Unproblemadedistanciascortas

LaciudaddeArgerónbrillabaintensamente.Eranlasdocedelmediodíayelsolcaíasobrelascabezasdesushabitantesdeformaimplacable.Enunodelostermómetrosla temperatura llegaba a los cuarenta y siete grados centígrados. Las amplísimasavenidasdelaciudad,surcadasporgigantescoscilindrosdefibradevidrio,refulgíany hacían resplandecer un complejo entramado de túneles que conteníamillares decoches,cadaunodeellosconpersonasyandroidesquesedirigíanasustrabajos(lamayoría,encualquieradelasdiecisietecentralestérmicasdeargevirita).Vistadesdela distancia, y a esa hora del día, Argerón parecía una colosal estrella. No es deextrañar, por tanto, que Alberto Romano, alcalde desde hacía dos años, hicieraademándesecarseelsudordelafrenteconsupañueloblanco,aunquesólofueraunacto instintivo,mientrasRodrigoSellés, su secretario,discutíaconél acercade losúltimospresupuestos.

—Señor alcalde, hemos recibidomil quinientas quejas.—Su voz pretendía serfirme,peroalfinalsequebrólevemente.LafiguradeAlbertoerauntantoimponente.Permanecíaabsortomirandoporlaventana,quealmismotiempohacíalasvecesdepared.Sóloalcabodeunossegundosdijo:

—Milquinientasesunaproporciónínfima,Rodrigo.—Yasabequeloúnicoquehagoestransmitirleeldescontentodelaoposición.—Losé.Supongoqueestarásdeacuerdoconmigoenquemilquinientoscontra

unapoblaciónde treintamillonesesuna insignificancia.—Mientraspronunciaba laúltimapalabra,sediolavueltasonriendofríamente.

—Puesclaroqueloestoy,pero…—Susojostemblaban—.Alkasdiceque…—Por Dios, Rodrigo. —La sonrisa se desvaneció de su rostro—. Parece que

olvidesqueestoyhartodeAlkas.Noparade incordiar.Ypareceque túsiempre lodefiendas.

—No lohago, señor alcalde.Loqueocurre es queun familiarmío sehavistoafectado.

—¿Y qué quieres que le haga? —Alberto sonaba irónico—. La empresa quecontratamoshaceunañopresentósuscredencialesyestabatodocorrecto.

—Lo admito, señor. —La voz del joven secretario traslucía impotencia—.Aunquecoincidiráconmigoenqueunaccidentedeestascaracterísticasesgrave.Nosabemosadóndehaidotodaesagente.Nosabemosdóndeestámitío…

Finalmente,Alberto se armó de paciencia (almenos, es lo que él pensaba), se

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sentóensuorondabutacay leofrecióasientoaRodrigo.Cruzólasmanossobre lamesaconloscodosapoyadosenellayalcabodeuntiemposaboreandosuelevadaposicióndijoasusecretario:

—Losaccidentespasaninevitablemente.—Podríaustedaumentarelpresupuesto—contestórápidamenteRodrigo.—Elteletransportepróximotieneelpresupuestonecesario.Novamosarescindir

nuestrocontratoconlaAsociaciónP&T.EsoacarrearíaunadeudaquehastaparalaciudaddeArgerón se convertiría en un problema económico grave.—El rostro deAlbertoreflejabaunaseguridaddifícilderesquebrajar.

—Peroesposiblequelaciudadaníacorraalgúntipodepeligro.—Pamplinas,Rodrigo.Nohagacasodeloquedicenporahímisdetractores.—

Elalcaldehizoungestodeascotraselqueperfectamentelepodíahaberseguidounescupitajo—.Porcierto,¿hasterminadolosinformesdelcasoRudetsky?

En los cinco minutos posteriores Rodrigo permaneció en silencio mientrasAlberto revisaba los informes al tiempoque se encendía un puro. Parecía evidenteque al alcalde no le apetecía hablar de aquello. Resultaba frustrante. Entonces sepreguntó si lehabría escuchadoaldecir lode su tío.Sólo le apetecíaoír loque leinteresaba.Malditoalcalde.«¿Cómodemoniospodríahabersidoelegidoporlajuntade Altos ciudadanos?», pensó, al tiempo que se encaminaba finalmente hacia lapuertaenespiraldeldespacho,conelcorazónpuestoenÚrsula.

El camino hasta el ascensor le resultó a Rodrigo tedioso. Se encontró con elpesadodeCopp,lasmiradasfurtivasdelosquetodavíasepreguntabancómohabíallegadoasecretariodelalcaldesindecantarseclaramenteporunpartidouotro, lostorpes androides de mantenimiento que siempre le acababan a uno mojándole lospantalonesytambiénconelrestodegentequeseagolpabaenlaentradadelascensoraempellones.QuéganasteníadeveraÚrsula.

Desdefuera,elcolosaledificiodelaadministracióncentraldeArgerónrelucíaacausadelresplandordelsol.Estabarecubiertopormultituddehilillosquesubíanybajabanunayotravez,sindescanso,enunarutinaininterrumpidadurantelastreintay dos horas del día. En uno de ellos se encontraba Rodrigo, anhelando un metrocuadrado de intimidad, mientras un garoniano hacía gala de sus secrecionessudorosasmuycercadelolfatodel secretario.Prefiriódistraer suatenciónconotracosayentonces,enaquelascensorquebajabaagranvelocidad,percibiólagrandezaymajestuosidaddesuciudad,su intensobrillo, lascolumnasde luzqueemanabancomo único residuo de las centrales térmicas de argevirita; y el cielo, qué cielo,totalmenterasoylimpiodecualquierresiduo.

Sebajóenelpiso84yporfinvioaÚrsulasentadafrenteasuordenador.Estabapreciosa, con su pelo corto y negro recogido sobre unos hombros de ámbar que

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embellecíanaúnmássicabesurostroderasgosasiáticos.Lapantalladelordenadorleiluminabalacara.

—Por fin estás aquí—dijo ella levantando sus profundos ojos negros—.Teníamuchasganasdeverte.¿CómotehaidoconAlberto?

—Pues…—Rodrigohizoungestoconlasmanosalmismotiempoqueresoplaba—Esunhombremuydifícil.

—No es algo nuevo. Yo diría que es un gilipollas. —Algunos empleadoslevantaronsuscabezasymiraronaÚrsula.Rodrigosesonrió.

—Lehedicholodemitíoymehaignorado—dijo.—Esnormal.Elalcaldesólomiraporsusinteresespersonales.—Ya,perosisiguecomportándosedeestamanerasuspropiosinteresesseverán

perjudicados.—Túno tepreocupes,Rodrigo,yaveráscómotodoestoacabasolucionándose.

Lo importante ahora es que encontremos a tu tío. —Úrsula le acercó la mano aRodrigoyésteselacogió—.¿CómoestáElvira?

—Estápreocupada.RealmentenosabequéesloquehapasadoconEusebio.—Nomeextraña.Niyomismasabíaloqueeraelteletransportepróximohaceun

pardeaños.—Ya, bueno, eso suele pasar con los inventos nuevos. ¿Sabes cuántos se han

patentadoenelúltimoaño?—Puesno,aunqueLoramedijoqueaella leenviabanuncatálogonuevocada

semana.Úrsula abría los ojos con curiosidad. A continuación, como si le contara un

secreto,ledijoaRodrigoenvozbaja:—Sepatentaroncincuentamil.—¡Cincuentamil!—Lascabezasdelosempleadosotearonlasalaparaverloque

ocurría—.PoresotíaElviraestátanperdida.Nisiquierasabequéclasedeaccidentehasufridosumarido.Inventantantascosasqueunayanosabeaquéseexpone.

—También le he dicho si podría haber un aumento en el presupuesto delteletransportepróximo.Asípodríahabermásdineroparainvestigaciónysolucióndefallos.

—¡Ja!PedirleaumentosdepresupuestosaAlberto.—EnloslabiosdeÚrsulasepodía leer un insulto—. Eso es como hacer que esos androides demantenimientohaganlascosasbien.Dehecho,avecesmepreguntosiAlbertonoseráunmalditorobot…—EnlacaradeRodrigoseesbozóunalevesonrisa.LeencantabalaformadeserdeÚrsula—.Aquí,eneldepartamentodeadministracióncentralniveltres,sele pidió unamejora en los sistemas informáticos.Y aquíme ves: conmi flamanteCPUdetresmicras.Increíble.

—Almenosnotienesqueverlecadadía.

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—Éseeselúnicoconsueloquemequeda,Rodrigo.Los dos sonreían, con unos deseos irresistibles de besarse. Él pensaba en su

intensapielmorenayellaenlosgrandesojosverdesquelamirabancomosifueralaprimeravez.FinalmenteÚrsulaledijo:

—Ah, casi se me olvida. Aquí tienes los informes de la Asociación P&T, losrecortesdigitalesdeprensay…

—Y los detalles del teletransporte próximo —finalizó Rodrigo—. Muchasgracias,cariño.

—No hay de qué. Estoy deseando verte esta noche. —Su voz sonabatremendamentesensual.

—Yotambién.Tengomuchasganasdeperdermecontigo.Adiós.Despuésdedejarasunoviaenelpiso84,Rodrigosedirigiódenuevohastael

ascensor. Allí,más de lomismo: empujones,malas caras y tambiénmalos olores.Milesdeañosdeevoluciónytecnologíaytodavíahabíapersonasquenoseduchaba.Elsueloseveíacadavezmáscercano,comosiunalupalofueraenfocandoagranvelocidad, y sobre la superficiemásgente.Genteque subíapor el ascensor.Genteque bajaba. Otra que permanecía inmóvil (no por mucho tiempo). Rodrigo sedisponíaairacasadesutíaElvira,ynodejabaderepetirse:treintamillonesenunasolaciudad,laCiudadsol,comolallamabanenlosmundosexteriores.

Consiguiósalirdelascensoryseencaminóhaciaelcorredordesalida.Enél,elaireacondicionadoibadesapareciendogradualmente,demodoquenosenotaratanfuerte el golpe de calor al salir al exterior. Se remangó ligeramente mientras seacercabaalabocadeaquelanchotúneldecienmetrosypidióporelmóvildepulseraque le recogieraun taxi.Cincominutosmás tardeya seencontrabadentrodeuno.Indicóaltaxistaladirección,serecostóenelasientoyabriólacarpetaquelehabíaentregadoÚrsula.Leyófugazmente:«Teletransportepróximo-Concepto».Másabajodecía: «… y por motivos aún desconocidos las diferentes empresas (públicas yprivadas) de ulterióntica no han dado con la solución al problema de las largasdistancias en materia de teletransporte, siendo éste…». Rodrigo ya tenía ciertasnociones al respecto. Sabía que en grandes distancias no se podía utilizar elteletransporte, motivo por el que ciudades como Argerón lo habían aplicado amejorar el tránsito de la vía pública, como si se tratara de pasos subterráneos. Locierto es que se trataba de un inventomuymoderno, que facilitaba el paso de lospeatonesatravésdelosgigantescoscilindrosdefibradevidrioporlosquecirculabanloscoches,peroquesobretododabaunaimagenmuyfuturistaalaciudad.¿SeríaesoloquebuscabaAlberto?

Acontinuaciónextrajoelpequeñodiscodoradoqueconteníalosrecortesdigitalesdeprensa.Hizounsuavegestoconeldedoylosrecortesdeluzaparecieronantesusojos, iluminándole la cara con letras y fotos invertidas. La prensa apenas había

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informadoacercade lasdesapariciones.Nohabíamásquepequeños recuadrosconescasainformación.Datosderigorenunperiódicoinsulso.Rodrigoserascólacejapensando en los extraños acontecimientos que estaban sucediendo en la ciudad-estado de Argerón y en por qué su tío Eusebio había desaparecido. Su tío y milcuatrocientasnoventaynuevepersonasmás.

El piso de tíaElvira eramodesto, aunqueno le faltaba de nada. Se encontrabacerca de la periferia de la ciudad, pero justo detrás de él había un bonito parque,donde su tía solía pasear y dar de comer a las palomas en los frescos atardeceres.Claro que lo que no se imaginaba es que la mitad de esas palomas eran robots,simples adornos para una ciudad artificial, una ciudad del futuro, como Argerón.CuandoRodrigohablabaconsutíapreferíanoentrarendetallesacercadehastaquépunto la tecnología se había involucrado en las vidas de los ciudadanos. Preferíahablardelascosasdesiempre,lasquenuncacambiano,almenos,lasquelohacenenmenormedida.MuchasvecesElvira lepreguntabasobreÚrsula,quienparaellaera comounahija, al igual queRodrigo.Éste no sabía nunca cómo explicarle quesólo erannoviosy, a pesardeque sequeríanmucho,no se casarían.Actualmente,casi nadie lo hacía. Los dos preferían vivir de ese modo. A su tía tampoco lemolestaba;másbienalcontrario:sabíaqueRodrigoteníalasuficienteconfianzaparahablarconellasobreesostemas.Alosdoslesgustabahablardecosascotidianas.Poreso,aRodrigolecostabasacareltemadesutío.AqueldíanotabaaElviraalgomástriste.Alfinaldijo:

—YotambiénestoymuypreocupadoporEusebio,tía.—Suvozsonósuavealosoídos de ella y acabaron dándose un abrazo—. Estoy haciendo cuanto puedo paraaveriguarquéhapasado.

—¿Peroesosepuedesaber?—LavozdeElvirareflejabaimpotencia—.Nohandichocasinadaenlatelevisióny…

—Noquierenquesesepa.Alalcaldenoleinteresa.—Ya,hijo.Tantosañosdeguerraporlalibertadyvolvemosalacensura.Rodrigonosabíamuybienquédecir.Enelfondo,éltrabajabadentrodelsistema

establecido,aunquenocompartieraalgunosdesusmétodos.Hizounasentimiento,enparte,dándolelarazónasutía.

—Oh,hijo,notepongastristetútambién.Yosólosoyunaviejaalaquelegustadardecomeralaspalomas.Nomehagascaso.

—YotambiénechodemenosatíoEusebio.—Esnormal,Rodrigo.Estédondeestééltambiénteextrañará.—Seacomodóen

elsofáybebióunpocodelechequeteníaenunataza—.Estaba…—Está—interrumpiórápidamenteRodrigo—.Seguroquesiguevivo.—Bueno,élestámuyorgullosodeti.—Unasonrisaesperanzadoralebrillóenel

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rostro—.Pocagenteconsigueaprobarunaoposiciónparasecretariodelalcaldealosveinticuatro,comotúhiciste;ysiendotanbuenapersonaalmismotiempo.

—Muchasgracias.Noséquédecir.—Puesnodigasnadaybebealgo.¿Noquieresmászumo?—No.Yahetenidosuficiente.Enseguida,laconversacióncambiódecursoysobrinoytíacontinuaronhablando

deÚrsula,delparqueydeladepuradoraquequeríaninstalarenelsector.Alcabodediezminutos,Rodrigoledijoasutíaqueseteníaqueirya.Ellaleofreciómászumo,peronoquisomás.«Voyaecharunvistazoenlabiblioteca,aversipuedoaveriguaralgo»,dijo.Yfinalmentesefueconelcorazónesperanzado,nosinantespreguntarseporqué,sinohabíaninstaladotodavíaladepuradora,percibíaunolordesagradablealsalirdeallí.

Eranlasdosdela tarde,peroalsoldeArgeróntodavíalequedabandocehoraspara ocultarse detrás de la ciudad. Las brillantes puertas de salida de las oficinasesperaban, tostándose al sol y con un brillo cegador, a que decenas de miles depersonaslascruzaran.Elambienteeratranquilodemomento.Nohabíanadieporlacalle.Nadamáslejosdelarealidad.Enunsegundo,comoelqueseparalavidadelamuerte, las puertas desaparecieron y una procesión de ejecutivos, oficinistas,programadores, androides, funcionarios, operadores, pilotos, técnicos, ingenieros…inundó el precioso suelo de acero azulado, el mismo que semantiene frío a altastemperaturas,peroqueenunaciudadcomoArgerón,laCiudadsol,pocoayudaparamantener frío el espíritu. Y en otro segundo, miles de destellos. Fogonazos queinstantáneamente cruzaron las colosales construcciones de fibra de vidrio. Gentedesmaterializada y teletransportada cientos de metros más adelante, donde lesaguardabansuslugaresderetiroparacomerydescansaryasípodervolverunahoramástardeasurutinadiaria.Laspuertastambiénesperabansupropiarutina,aunquenoteníanalternativa…

La biblioteca era un enorme edificio piramidal de apariencia cristalina, perosólidocomounarocadeTsertes.Aquítrabajabaungrannúmerodeandroides,deloscuales se asignabaunoa cadapersonaqueentraba (salvoque tuvierauna sanción)para tareas de búsqueda de libros, archivos, etc. Justo en la entrada arbolada de labibliotecaseacercóunoconaparienciaestilizadahaciaRodrigo.

—Buenastardes,señorSellés.—Suvozsonabaafectada.Lehizoungestoparaquepasaraporelarcodelaentradaalmismotiempoqueiniciabalamarcha—.¿Quéesloquedesea?

Rodrigoestuvounos instantesabsortocontemplandoelbelloedificioquehabía

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donado laUniversidad de Tsertes aArgerón.Miró hacia arriba como seguramentehicieronlospocosafortunadosqueentraronenlaspirámidesdeAheres.Finalmentedijo:

—Buscoinformaciónacercadelteletransportepróximo.Elrobotseparóyestuvounasdécimasdesegundopensando,comosiestuviera

procesando la información. El bonito artefacto metálico fruto de la más recienteingenieríasegiróhaciaRodrigoymientras lohacía losojos lebrillaronporaccióndelsol.

—Metemoquenoesposibleaccederaesainformación.—¿Cómoqueno?Esonoesposible.Nuncahayrestriccióndeinformación.—En

surostrolasorpresaleoscurecíalacara.—¿No desea visionar los nuevos vídeos que hemos traído de Alakon? Las

erupcionesvolcánicassonlasmásespectacularesdelUniverso.—No,nomeinteresa.¿Porquénosepuedeaccederalainformaciónquebusco?—¿Quéinformación?Debedehaberhabidounerrorenelcomandoderecepción.—Teletransportepróximo.—Noesposibleaccederalainformaciónquemeestápidiendo.—¿Yateletransporte?—Noesposible,señor.Rodrigosepreguntabacómohabíanpodidohaberhechotodoesto:elsilenciocasi

sepulcralde laprensa, restricciónde información…Su tía tenía razón.Despuésdetantos años de guerra volvíamos a lomismo.Y lo peor era que él trabajaba en laalcaldía.

Para que el androide no sospechara de él, finalmente le preguntó dónde podíaencontrar una de las salas de lectura.Amablemente lo llevó por diversas estanciasdesdelasquesepodíaverelcielo,graciasalasparedesytechostransparentes,hastaquellegaronaunauntantosolitaria(deseoexpresodeRodrigo).Únicamentehabíacinco personas en ella, acompañadas por otros tantos robots, y un gran número dehelechos,queoscilabanporaccióndelaireacondicionado.

Allí extrajo la documentación que le había proporcionado Úrsula ydisimuladamentesepusoaestudiarla.

—¿Quiereunbolígrafo,unsubrayador…señorSellés?—Elrobotlointerrumpiósúbitamente.

—No,muchasgracias.Estábien.—Rodrigoesbozóunasonrisatorcida.«Vamosaver…»,pensó.AsociaciónP&T,AsociaciónP&T…Porfinencontróel

papel.«Fundadaenelaño…denuestraeracomounamultiplanetariadeltransporte,prontoalcanzóunosbeneficiosnotables,sobretodoenelSistemanaroniano.Duranteun lustro compitió con las otras empresas del sector en aquel sistema (Preports yTecnologíasNarón),perotrasunapolémicaseriedejuiciosconsiguióhacerseconel

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control de ambas, monopolizando el citado Sistema solar. Sus fundadores, loshermanosSciax,extendieronlosdominiosdelaempresamultiplanetariaa losotrosdossistemascircundantes:FíoteyEpártek,consiguiendo,deestamanera,unadelasempresasmásrentablesdelaGalaxia.»Másabajocontinuóleyendo:«laAsociaciónP&T se ha mostrado intratable en materia jurídica. En 2368 ocasiones se le hainterpuesto algún tipo de querella relacionada siempre con competencia desleal,prácticasmonopolísticas,espionajeindustrialeinclusofeudalismo.»

Feudalismo.Rodrigodesconocíaaquellapalabra.Tampoco estaba seguro de cuál era el otro planeta habitado del Sistema

naroniano. Por algún motivo sabía que había de resultarle familiar. Los planetasgemelosdeaquelsistemaeranNaróny…

No tardó en percibir detrás el olor característico de los habitantes de aquelplaneta.Garón,claro,asísellamaba.

—Nopensabaquemefueraaencontrarcontigodosveceshoy—dijoRodrigoyaen el interior del coche con dos hombres sentados junto a él en el asiento traseroapuntándolecondospistolas.

—Comoyahabrásdeducido—dijoelgaronianosituadoenelasientodedelante—,nohasidosimplecasualidad.Porcierto,podéisbajarlasarmas.Nohayporquésertanbruscos.

—Estodoundetalleportuparte,despuésdehabermesecuestrado.—Yosiempreseréuncientíficoyno…—¿Undelincuente?—interrumpióRodrigo.—Exacto. Veo que ante mí no te amilanas, como haces con vuestro querido

alcalde.—¿Cómosabeseso?—Sumiradacomenzabaatraslucirtemor.—Existenmuchasformasdeconseguirinformación.—Elgaronianoserascabael

arrugadocuelloenungestonervioso—.EsoloaprendídelaAsociaciónP&T.—¿Trabajasparaellos?—Eso no importa ahora.—Dirigió sumirada a través de la ventanilla hacia el

túneldefibradevidrioporelqueahoracirculaban—.¿Noteparecegrandiosoquegraciasalsabercientíficosehayanpodidoconstruirciudadescomoésta?LaverdadesqueArgerónesimpresionante.¿Quéesloquemástegustadeella?Yoadmiroloslargosanocheceres;losmismosquedaninicioaunabrevenochedecincohoras.

Rodrigoprefiriónocontestar.Másbiennosabíamuybiencómocomportarse.—Oh,chico,noteasustes.Siestásaquí,hablandoconnosotros,esprecisamente

porque nos caes bien. —Los dos hombres de atrás esbozaron una sonrisa algoforzada. No tenían mucha práctica—. Vamos, para hacer esto más llevadero mepresentaré.Esoesloquesesuelehacerpararomperelhielo,¿no?—Rodrigoasintió

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levemente—.Yoyasécómotellamasydedóndeeres.MinombreesRairsCoffman,soydeGarónymedoctoréhacetreintaycincoañosenIngenieríaulterióntica.

Trasunossegundos,Rodrigodijo:—Debistedeserdelosprimeros.—Sí,escierto.MivocaciónseladeboalprofesorLanger.Élcimentómissaberes

acercadeestadisciplina.—EldoctorRairsmirabahaciaarribarecordandotiemposmejores—. De jóvenes todos somos buenos. Tenemos nuestros ideales, nuestrasbuenas intenciones… En el fondo, creo que entonces me parecía mucho a ti. —Rodrigoabriólosojos,sorprendido—.Teponesatrabajarparaunagranempresa…Bueno,alfinalnomehascontestadoalapregunta.

—¿TerefieresaquéesloquemásmegustadeArgerón?—Exacto.—Laluzqueirradia.ElhechodequelallamenlaCiudadsol.—Bonitocontraste, ¿nocrees?—Rairs se frotaba las sudorosasmanos—.Amí

megustaelanochecerya tiporelcontrarioeldía.Creoqueestamosdestinadosaentendernos.

—Me da la impresión de que no voy a tener alternativa —contestó Rodrigoirónicamente.

—Vasporbuencamino,aunquenomegustapensareneldeterminismo.—Paratiesfácil.Noteestánapuntandocondospistolas.—Piensa que son simples… —Rairs pensó cómo decirlo— formalismos. Me

habría gustado que esta reunión se hubiera llevado a cabo tranquilamente, porejemplo, en el paraninfo de una universidad, a la salida de una interesanteconferencia.

—Todavíanoséquéesloquequieresdemí.—¡Ay!Juventudimpaciente.Digamosquetepuedoayudaraencontraratutío.—Asíquetrabajasparaellos—dijoRodrigoconuntonodespectivo.—Teequivocas,muchacho.Jamás trabajaríapara losquemerobaronlapatente

delteletransporte.RodrigocasisequedóboquiabiertotrasescucharloqueledijoRairs.Necesitóun

momentoparaasimilartodoloqueencuestióndehorasleestabaocurriendo.Sutíodesaparece, discute con el alcalde, su tía Elvira, censura, secuestro. Las palabrasdabanvueltasalrededordesucabeza.

—¿Túfuisteelcreadordelteletransportepróximo?—No.—Rairsfuesecoytajante.—¿Entonces…?—Yofui el creadordel teletransporte.Asecas.—Unasonrisade satisfaccióny

orgullollenósurostro.Rodrigodenuevonosabíaquédecir.Rairsprosiguió:

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—La gran empresa para la que trabajaba era Preports. Eso fue hace muchotiempo.Meproporcionaroneldinerosuficienteparasufragarmisgastos,hastaquelaAsociaciónP&Tentróenjuego.

—SéquelaAsociaciónnoutilizamétodosmuyortodoxospara…—¿Ortodoxos?—Rairsestabaindignado,conlamandíbulatorcidaenunamueca

derabia—.LoshermanosSciaxsonunoscerdos.En el interior del coche sehizo el silencio.Los ayudantesdel científico sabían

queseponíafuriosocuandosalíaeltemadeloshermanos,presidentesabsolutosdelaAsociación.

—Esos hijos de puta —continuó— llevan camino de hacerse con el cuartosistema. Me robaron mi idea, mi proyecto y… mis ilusiones. Se adueñaron dePreportsydespidieronamásdelamitaddelaplantilla,entrelosqueestabayo,claro;ynosóloeso,además,monopolizaronelsectoreinclusohacíanpagaralagentecadavezquequeríanutilizaralgún tipodeserviciobásicoqueelloscontrolaban.¿Sabescómosellamaeso,Rodrigo?

Hizoungestoconlacabezanegando.—Puesesosellamafeudalismoyestápenadoennuestrosistemalegal.Sóloseescuchabalarespiracióndelospasajerosjuntoconelsuavezumbidode

loscochesquepasabanjuntoaldeldoctorRairs.Traselsilencio,Rodrigopreguntó:—¿Dóndeestámitío,doctor?—Como supondrás—el científico ya se había calmado—no te puedo decir el

lugarexactodondeseencuentra.—Meloimaginaba—convinoRodrigo.—Estamosenunmundocomercial,odemercaderesmodernos,comodiríanlos

másescépticos.Sicolaborasconmigo,yoteayudo.—MegustaríasalvaratíoEusebio.—Muy bien. Ésas son las palabras que quería oír. Bien, seguramente te

preguntarás qué es lo que estaba haciendo esta mañana en el edificio delAyuntamiento —Rodrigo tenía la impresión de que lo que iba a escuchar acontinuaciónnolegustaríaenabsoluto—.Digamosquecolocandounseguroquemepermitiríagarantizarmetucolaboración—Rairssonreíacínicamente.

—¡Has puesto una bomba!—Las sospechas de Rodrigo se vieron cumplidas,aunquenoseesperabaalgotansalvaje.

—Tranquilo.Hemos conseguido sacar aÚrsula de allí. Lo hemos hecho comogestodebuenafe.—JustoenesemomentomostróaRodrigounmonitorenelqueseveíaasunoviaencasadelatíaElvira—.Laimagenesentiemporeal.

—¿Vaisamataramilesdepersonasymedecísqueestétranquilo?Rodrigohizoungesto levantando lamanoycasi al instante sevio forcejeando

conlosdoshombresqueestabansentados juntoaélcompartiendoelviaje(aunque

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no los motivos). Inmediatamente lo aplacaron sujetándolo fuertemente por lasmuñecas.

—Oh,vamos,Rodrigo,noloestropeesenelúltimomomento.Sicolaborasconnosotros no pasará nada malo. —Rairs se dirigió al conductor—: Métete por lasiguientesalida.

Elconductorobedecióconunasentimientodecabezayelcientíficoprosiguió:—Sólo tienes que enseñar estos documentos al Gremio de jueces.—Abrió un

maletínqueconteníamultituddediscos,folios,etc.ylovolvióacerrarrápidamente—.Dirásqueteloshaentregadounconfidenteanónimodemáximaconfianza.ElloprovocaráqueinmediatamenteseechenencimadeeseidiotadeAlberto.AlsertúelSecretario,unpuestoindependienteyalqueseaccedeporoposición,nosospecharándeti,tecreerányselotomaránenserio;sobretodo,teniendoencuentaquetodoslosdocumentosquetedarésonauténticos.

—¿Porquétodoesto?—Grandesmalesrequierengrandesremedios,supongo—Rairsteníaunasonrisa

triunfal—. El teletransporte próximo es un cuento,muchacho.No esmás que unaestratagema comercial de la Asociación P&T para explotar al máximo lainfraestructuraqueahoramismoposeecomodueñaabsolutade tressistemas.¿Quépasaríasilagentecomenzaraautilizarlatecnologíadelteletransporte?Seguramente,la Asociación se vería con una cantidad enorme de naves de carga, puertos ymaterialesquehabríanquedadoobsoletos.Cuandoaelloslesinterese,síquedaránaconocerlatecnologíadelteletransporte;perocuandoesténpreparadosparanoasumirningunapérdida.ElalcaldedeArgerónhizounacuerdoconlaAsociación.SinuestroqueridoAlbertodesaparecedelmapa,loprimeroqueharálaoposiciónserárevocartodoslosprivilegiosqueseleestabanconcediendoaloshermanosSciaxenlabonitay próspera Ciudad sol. Y ahora, mi querido Rodrigo, ¿aceptarás los términos delcontratoquesetepropone?Tedigoqueyosoyunhombredepalabra,nocomoloshermanosSciax.Siaceptas,tedevolveremosatutío.

—Pero,¿cómosabéisdóndeestáél?—Fácil: tenemosbuenosespías.EnlosúltimosmeseslaAsociaciónP&Thabía

pedido al alcalde un aumento en sus tributos por el pago de las terminales delteletransporte próximo. Alberto, pobre imbécil, se negó reiteradamente y comoadvertencialoshermanosSciaxdesviaronamilquinientaspersonasdelaciudaddeArgerón hacia una prisión en otro planeta. Te lo podemos traer porque yo, comocreadordelsistema, tambiénsécómopiratearloypuedotraeraunaodospersonassinllamarlaatención.

Rodrigopensóquenoteníamásremedioqueaceptar.Nosabíasilodelabombaeraunfarolono,peronoteníamássalidas.Además,teníamuchísimasganasdeverasutíosanoysalvo.

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Finalmente,aceptóhacerlapropuestadeldoctorCoffman.

El ocaso estaba a punto de cernirse sobre Argerón. Aquella hora entre dosmundos, entre el del día y el de las tinieblas, aquella hora en que los colores seconfunden, casi tanto como las emociones humanas, estaba cerca. Las sombrassurgíandelhorizonte,dedondetambiénlohacíanlosedificios,lostúneles,elasfalto.Alberto Romano se puso la chaqueta azul marino y ésta le cubrió los anchoshombros,quedurantelosúltimosdosañoshabíansoportadoelpesodelpoderdelaciudaddeArgerón.Ellargodíatocabaasufin,aligualquesucortomandato.

Derepente,lavozdeunadelasrecepcionistasdelaplantabajaresonóatravésdeunmonitoreneldespachovacío.

—Señoralcalde,lapolicíajudicialestáaquíypreguntaporusted.¿Quélesdigo?—Dígalesquesuban.Mientraslapolicíasubíaporelascensoratodaprisa,Albertoaccionólentamente

unbotónocultobajo lamesadesudespacho.Al fondo,unaparedpareció tornarsefrágil,comosifueradefinovidrio,hastaquealfinalacabódesvaneciéndose.Detrás,lasestrellas,elespacio,elinfinito.

Lapolicía seaproximóa lapuertadeldespachodeAlbertoRomano, lacual seabría en espiral.Con las armas enfundadas, pero con los sentidos alerta, unpardeelloslaabrieron.Ydetrás,unsuavefogonazo,unaligerabrisa,nadie.

—Nomeesperabaesto,sargento.—Tepuedesesperarcualquiercosadelospolíticos.

—¿Qué ocultaba el alcalde, Rodrigo? —Los ojos de Úrsula se iluminaban alentrar los incipientes rayos de sol por la ventana de su apartamento. EstabaamaneciendoenlaCiudadsol.

—ApenasechéunvistazoaloquemedioeldoctorCoffman,perocreoqueteníaunasunto algo turbio conunmiembrodelGremiode Jueces.—Seacercóa ellayambos juntaron sus caderas, para a continuación acercar sus labios y besarse, alcompásquemarcabaelritmodesuscorazonesydetodosucuerpo.

—Loimportanteesquehapasadotodoyquetutíoestáasalvo.—Hasidoundíalargo—suspiró.—Todoslosdíassonlargosenestaciudad.Mientrasseabrazaronnuevamente,losdossequedaronabsortosobservandolas

estrellas,elespacio,elinfinito.—NoesperabaqueeselocodeRairsmeregalaraunodesusjuguetitos.—¿Cuándotienesquevolveraltrabajo,cariño?—Lasemanaqueviene.

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—¿Adóndequieresquevayamos?—Nosé.Tenemoseluniversoanuestrospies—dijoRodrigo—.Nopensabaque

mefueraaperderasícontigo,cuandotelodijeestamañana.

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Elrelojdeladiós

Elmantonegrodelanocheyahacíavariashorasquehabíacaídosobrelasazoteasdelos edificios.Desde arriba, la ciudad se veía como un punto de luz en una cueva.Habíauna infinidadde lucesencerradasdentrodecarcasasdeplásticoocristal.Elambiente todavía se respiraba húmedo y algunasmáquinas de limpieza intentabandeshacersedelabasuraarrojadaalacalleduranteeldíayapasado.Lalaborresultabadifícil, ya que el agua recién caída del cielo había dejado el asfalto embarrado enalgunospuntos.Nosolíallovermuyamenudoenlaciudad,peroenestaocasiónlasnubesquenormalmentepasaban sinmáspenanigloriapor ellahabíandescargadocontra todo pronóstico una cantidadmás que apreciable de lluvia, dejando algunaszonas cubiertas de charcos que evocaban en la mente de Felipe momentos de lainfancia, pero no de la suya, sino de la de los demás. Felipe no estaba, de todasformas,soloenmediodelacalle.Ademásdelosbarrenderosquerealizabancasidemanerahipnóticasustareasdelimpiezayrecogida,habíaotraspersonasquetratabande volver a sus casas del modo más rápido posible, ya fuera porque alguien lesesperara en ellas, tuvieran que madrugar al día siguiente o simplemente porquetemieranloquesepodíaescondertraslapróximaesquina.

Felipenopensabaennadadeesoenaquellosmomentos.Elrelojselehabíacaídopor accidente al suelomojadoy sabía loque eso significaba.Entoncesúnicamenteteníaocupadasumenteenunacosa.

—¿Quémedepararáelfuturoahoraqueseharotootravezelreloj?—sedijoasímismo.

Se agachó para recogerlo del suelo y lo observó detenidamente. La esfera decristalsehabíaresquebrajadoporlamitad,peroapesardeellolosnúmerosdigitalesseguíansucediéndoseuno trasotrosindescansoymarcandounacadenciaa laqueFelipe por desgracia ya se había acostumbrado después de tantos años. El relojmarcaba las 2:34 de la madrugada. Una vez que vio que el reloj podría seguirfuncionando quizás algunos minutos más, decidió incorporarse y volver sobre suspasosparaencontrarsedenuevoconSandra,alaquehabíadejadoenlaestación,sindespedirse,comosiempre.

Felipe comenzó a caminar hacia aquel lugar, que se encontraba a escasos diezminutos.AlgunasgotastardíasprocedentesdelcielocayeronsobreelrostrodeFelipeyseconfundieronconlaslágrimasque,tímidamente,asomabanporsusojos.Noerala primera vez que le ocurría. Llorar no era una práctica común entre los suyos y

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todavíanohabíalogradoacostumbrarseapesardelosaños.Altiempoqueacelerabael paso se secó con la manga de su gabardina los ojos. Los zapatos mojadoschapoteaban de vez en cuando en algún charco sin saber que a su dueño no leimportabalomásmínimo.

«Seguramentemedaránunoszapatosnuevoscuandoacabeconesto»,pensó.Al recién brillo adquirido por los zapatos se le unió el de las estrellas que

comenzaron a reflejarse en los charcos más grandes, ya que las nubes habíancomenzadoadispersarse.Laslucesdeneóntambiéncumplíansupapel,porloqueaFelipe se le antojó que se trataba de una situación un tanto irónica, demodo quedirigió una mueca sonriente al cielo. Le pareció que la lluvia era muy apropiadadadaslascircunstancias.

Apesar de la sonrisa, hacíamucho tiempoqueFelipe no se reía.Dehecho, nisiquiera recordaba haberlo hecho alguna vez. No formaba parte de su carácter.«¿Cuándofuelaúltimavezquelohice»,pensó.Noseacordaba.Nuncaloharía.Sinembargo,síconsiguiórememoraraquellavezenqueimitólarisa.EraladeAbe,unniñoquealañosiguienteseconvertiríaenmuchacho,aunqueniélmismosupieraqueyaeraunadultooporlomenosasídebíaser,puessuspadresacababandemorirenelbarracón S-4a, el destinado a las duchas. Felipe lo observaba con admiración ysorpresa desde uno de los ventanucos de la caja (así era como llamaban losprisionerosalosbarraconesdelcampo).Abejugabaensilencioconloshijosdeotrospadresyamuertosaunextraño,eincomprensibleparaFelipe,juegodeimitación.Élqueríaparticiparyamododejugadorinvisiblerepetíacadaunodelosgestosdelosniñossonriendoalcompásmarcadoporellos.Quizásfueunodelosmomentosmásfelicesdesuvida,talvezporquenohabíadescubiertocuálerasuverdaderopapelenesejuego.Tardeotempranoloharía,sinduda.

Al cabo de media hora, Felipe miró su reloj recién estrenado. Aquella vez setratabadeunrelojdeagujaschapadoenoro.Realmentebonito,ademásdeparecermuy resistente. Permanecía absorto en sus pensamientos cuando vio acercarse unasombrapordetrásdeél.Éstaeraalargadayestabaduplicadaacausadelaaccióndealgunosfocosprocedentesdelastorresdevigilanciacercanas.Lospasosresultabanlentosypausados.Finalmente,sedetuvoaunosdosmetrosdeFelipe.Apesardequesólohabíagiradosucabezalevementehaciaellugardedondeintuíaqueproveníanlospasos,sabíaquiénera.Lehabíanhabladodelostiposcomoelqueseleacercabapor detrás. Los tipos que, vestidos apropiadamente según la ocasión y el tiempo,realizabanuntrabajoequivalentealdeFelipe,peroconunpropósitocontrario.

—Malditasea,Felipe—dijoelhombrecuyasombraseduplicaba—,nodeberíasestaraquí.Noahora.

—¿Cómosabesminombre?—Todos nosotros nos conocemos bien los unos a los otros, Felipe. Sabemos

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cuándollegaalguiennuevo.Porcierto,¿quéhacíasmirandoporelventanucodelacaja?

Al tiempo que preguntó con fingido desconocimiento tiró al suelo el cigarrilloquefumabayloapagóconlabota.Mientrassemovíaenérgicamenteparaapagarlo,un destello plateado refulgía del lado izquierdo de su pecho. La bota era de colornegro y brillaba casi de una manera sobrenatural. Hacía juego con el resto deluniforme,impecablementeplanchado,sinunasolaarruga.

—Estabamirándoloaél.AAbe.La mirada de Felipe entonces se dirigió nuevamente al interior del barracón

acompañadadeunalevesonrisa,quizáslaúltimaantesdedespedirsedeAbe.Cuandovolvió otra vez los ojos hacia aquel hombre se dio cuenta de que no podíacomportarse de unamanera tan inocente. No podía hablarle así, tan sinceramente.Entoncesledijo:

—Notelovasallevar.Elhombreuniformadorióabiertamente.Felipeseextrañóalpensarqueunserde

esascaracterísticaspudieraexperimentarunsentimientotanhumanocomolarisayélno.

—Eres divinamente ingenuo,Felipe.Me lo lleve o no, vas a perderlo de todosmodos;asíquenoteencariñesconél.¿HasdichoquesellamaAbe,no?

—Asíes.SellamaAbe.SupadresellamabaPeterysumadreMarie.Ningunodelos dos eran judíos (él era inglés y ella francesa), pero parece ser que eso no haimportado mucho. Los soldados alemanes han continuado con su política deexterminio.DescubrieronquelaabueladeMarieloera.Esopareciósersuficiente.

—Unaverdaderalástima—interrumpióelhombreuniformado.CadavezquesemovíayasentíaconlacabezademaneracínicalosdestellosdesupechosereflejabanenelrostrodeFelipe.

—Peter yMarie eran campesinos. Huyeron de su granja después de que unossoldadosborrachosirrumpieranenellaechándolosapatadaseinsultándolos.Apesarde que Peter opuso cierta resistencia, no pudo evitar que lo dejaran inconsciente.Tampocopudohacernadaporsuhijamayor,quefuerepetidamenteviolada,niporsuesposaMarie, que esa noche compartió algomás con su hija que el nombre. Doshoras más tarde la hija murió desangrada junto a los soldados, que descansabanplácidamentedespuésdeunanochede juerga.PeteryMarieestaban inconscientes,mientraselpequeñoAbesehabíaescondidodeloshombresmalos.

—¡BravoporAbe!—dijoelhombreuniformado.Felipeprefirióobviarelsarcasmoycontinuó,adoptandoungestodedesprecioy

deincredulidadalmismotiempo:—Cuando despertaron los padres vieron a su hija tirada en el suelo. Peter se

incorporóyvioatónitoquesugranja,sucasa,estabasiendoquemada.Lossoldados

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delanocheanterioryanoestabanyensulugarhabíaotrostantosqueseregocijabanalcontemplararderlossueñosdePeterydeMarie.Fueentoncescuandosedirigióhaciaelcuerpo inertedesuhijay, juntoasumadre,descubrióqueunapartedeéltambién había muerto.Marie rompió a llorar y Peter cayó de rodillas al suelo, almismotiempoqueabrazabaasuhija.Pocodespués,unossoldadosseacercaronylosataron. Ni Peter niMarie ofrecieron resistencia alguna, ya que observaron que yahabíancogidoaAbe.«¿Adóndenos llevan,Peter?»,preguntóMarie.El finalde lahistoriadePeteryMariesehaacabadohaceescasamentetrescuartosdehora,enlasduchasdelbarracónS-4a.

—ElfinaldelahistoriadeAbetambiénseacerca,Felipe.—Notodavía…—Tútienesquecumplirtupapel,aligualqueyo.Ningunodelosdoselegimos

estardondeestamosahora,perohasdepensarque somospeonesenungigantescotablerodeajedrezcuyosejércitossonlasdosfuerzasmáspoderosasdeluniverso.Yosólo estoy aquí para saber si finalmente se viene conmigo. Entiéndelo, es sólo unniño,pero…

Entonces, el hombre de uniforme se asomó por el ventanuco del barracón yobservó cómoAbe dormía plácidamente junto con otros niños que, además de él,eranhijosde laguerra, de aquellaGranGuerraquenohabríadehaberse repetido.Felipeobservóque,alacercarsejuntoaélparamirardentrodelacaja,lainsigniadelasSSalemanasyahabíadejadodecentellear,enparteporqueyanoledabalaluzdelosfocosdelastorres.Elhombredeluniformeprosiguió:

—Ahoraduerme.Yonuncahedormido,¿ytú,Felipe?Felipenocontestó.—Seguramente piensas que soy un ser horrible. Gracias al atuendo que llevo

muchagenteasílocreerá,talveznoahora,perosídentrodealgunosaños.Peronoestamoshablandoahoraderopajes,sinodeloquesomosrealmente.Somosdoscarasde lamismamoneda,Felipe.Nopodremosvivir el uno sin el otro y creo que nosveremosmásdeunavez.

El hombre del uniforme lanzó otra mirada al interior del barracón. Se quedómirando fijamente aAbe, comosi estuviera escrutándolo.Acontinuaciónhizounamueca como la que hace un jugador de póquer cuando pierde unamano que teníaprácticamenteganada.Felipesepercatódeello.

—Yoúnicamentehagomicometido.—¿La crueldad también forma parte de tu trabajo? —contestó Felipe

airadamente.—Ah, lo dices por mi sarcasmo. Si me tomara esto en serio y me implicara

emocionalmenteconlaspersonasenloquecería.Tútampocodeberíashacerlo.Sinoeshoy,dentrodeuntiempoacabarásporperderaAbe.

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—Encualquiercasomealegrodequetuvisitahayasidoenvano.—Teníaqueasegurarme,Felipe.Yanosveremosenotraocasión.Porcierto,sies

asímepresentaré.AhoramismosedirigenamícomoeltenienteWeissner.Noesmiverdaderonombre,peromegusta.Puedesrecordarmeporélsiasílodeseas.

Despuésdelafalsapresentación,WeissnercomenzóaalejarsedeFelipe,quiensesentía doblemente aliviado por la marcha de aquel ser y por Abe, al que seguiríaacompañando y guardando durante muchos años. Entonces Felipe, mucho mástranquilo,semarchóporuntiempodeaquel lugary lohizosindespedirsedeAbe,comosiemprehabíahecho.

Ésefueunmomentofeliz,sindudaalgunaparaFelipe.Ahoralorecordabacomosi lo estuviera viviendo en aquel instante. «Mis pasos avanzan tan rápido como lohicieron los años conAbe», pensó. También pensó en cómo aquel niño consiguióescapar con vida del campo de los barracones; en cómo consiguió reconstruir, yasiendounmuchacho, lagranjadesuspadres;encómoseenamoróde lachicamásguapa del pueblo y se casó con ella, teniendo cuatro niños y dos niñas; en cómoconsiguiódar a sus hijos todo el cariñoque sus padres, por culpade la guerra, noconsiguierondarleaél.Perotambiénpensóenlosmalosmomentos;enaquellosenqueAberecordabaasuspadresyasuhermanaMarie;enaquellosenquesusojosseperdían en el vacío tras observar lamarca azul en su piel con el número3125; enaquellosenquelaginebrainvadíasusrecuerdos.Felipeestuvoconélenlosmalosyenlosbuenostiempos,durantemuchosaños,hastaqueel16dediciembrede1989serompiósureloj.Abehabíamuertomientrasdormía,acausadeunaparadacardiaca.

—Nuncaolvidaré ese día—sedijoFelipemientrasmiraba en un escaparate elreflejodesupropiaimagen,quenoledecíanada.Nadieselodecía.

Dejódeversereflejadoenelmomentoenquesiguiósucamino.EneseinstanteFelipecomenzóareflexionarsobre laduraciónde lospensamientos,queenapenasunsegundosoncapacesde transportar laconcienciade loshombresal lugardondelosrecuerdos,buenosymalos, tienensumorada,demodoquesiemprerememorendedóndesony,loqueesmásimportante,quéesloqueson.«¿Esomeconvierteenun hombre como los demás?», pensó.Después,miró su reloj nuevamente.Habíanpasadounoscuatrominutos.

La esquina por la que tendría que girar para encaminarse por la avenida hastallegar a la estación se encontraba a pocosmetros.De pronto, se le figuró que unasombraseescondíabajolaluzdeunafarolaaúnhúmedaporlalluvia.Felipesintiócómosucorazónlelatíacasialcompásdesusrápidospasos.NoqueríaencontrarseotravezconaquelWeissner,porloquesedijoasímismoquenopodíaserél,quesedebía de tratar de un alma solitaria que vagaba por la calle… Pero enseguida seconvenció de que estaba engañado. «Ellos nunca te ven; nunca», pensó; y sinembargo,lasombralohizo,leclavólamirada.

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—Creíquelanocheibaasersolitaria,comotodaslasdemás—dijolasombra,almismotiempoqueseacercabaaFelipe,descubriendosuviejorostro.

—¿Cómopuedeshablarme…?Ningunapersonapuedehacerlo—dijoFelipe.—Tienesrazón.Nopensabaquemefueraaencontrarconunodelosmíos.Felipeseacercóasombradoalhombredelviejorostro.Sólohacemuchosañosse

encontróaalguiencomoélmismoynofueunaexperienciamuyagradable.Sealegróde que no fueraWeissner, o como diablos se llamase, y se acercó para abrazarlomientraselhombredelviejorostrolomirabauntantosorprendido.

—Mesientotansolo…eslaprimeravezquepuedoabrazaraalguien.—Tecomprendo—respondióelhombreviejo—.Todospasamospor lomismo.

Nuestrotrabajoeshartosolitarioyenlamayoríadeocasionesnosenosrecompensacomoesdebido.

Felipeseapartóligeramentedeloqueahoraseleantojabaunafigurapaternal.—¿Cómotellamas?—Manuel.—Encantadodeconocerte.YomellamoFelipe.—¿Adóndeibastandeprisa,Felipe?—Verás…mirelojsehaparado.—Lo sientomucho. No hay nada en elmundo que nos haga entristecer tanto.

Ningúnhumanoloentendería,¿verdad?—Ellos también sufren. No como nosotros, pero ellos lloran la pérdida de los

seresqueridos.—¿Cómosellamaba?—preguntóManuelconungestocompungido.—SellamaSandra.—¿Todavíasigueviva?—Sí, es que… —Felipe titubeaba— parece que el reloj sólo se ha detenido

parcialmente.Laverdadesqueesalgoextraño.Parececomosisemehubieradadounaoportunidadparadespedirmedeella.

—En ese caso no merece la pena que te quedes hablando con un pobre viejocomoyo.Heestadoennumerosasocasionesen tusmismascircunstanciasyséquedespedirseesmuy importante.Veconella.Además,sisigueshablandoconmigo tevoyacontagiarmimelancolía.

—Creo que yame la contagiaron, pero hace yamuchos años—dijo Felipe altiempoquemirabaalsuelo.

—Creoqueenrealidadatodosnoslacontagiaron…—murmuróManuel.—¿Cómodices?—No,noesnada.En ese momento los dos callaron y la calle de la ciudad pareció ponerse de

acuerdoconellosenpactarunprofundosilencio.

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—Oye,Manuel, podrías acompañarme hasta la estación de autobuses. Paramíseríamuyimportante.

—¿Deverasquieresqueteacompañe?Loharéencantado.Felipe y Manuel comenzaban a andar cada vez más deprisa a medida que se

acercaban a la estación. «Dosminutos, Felipe, dosminutos», se decía a símismo.«Todavía tienes tiempo».Tiempo era precisamente lo quemás tenía Felipe, quien,preocupadoporSandra,noadvertíaqueManuelseibaquedandoatrás.Yaaescasosmetrosdelaestación,enunlugardondelassombrasdabanamparoalosdosángeles,Manuel se paró a descansar agotado por la rápida caminata. En efecto, Felipe noadvirtióqueelviejoángeleraincapazdeseguirsuritmo;perotampocosediocuentadequeésteseencontrabaasimismosumidoensuspropiospensamientosytemores,aligualqueél.

—Felipe,espera.Necesitorespirarunpoco—jadeó.—¡Vamos!Nohaytiempo.—Ella no va a estar dentro. Si la buscas en el albergue de la estación—dijo

Manuelconuntonoapesadumbrado—nolavasaencontrar.Estácerrado.—Enesecasobuscaremosfuera.Tienequeestarporalgunaparte…Vayamosala

calledeatrás.¡Esoes!Allíhaypocaluzyesposiblequesehayaidoadormirbajolassombras.

—Felipe,tengoquehablarcontigo.—¡Vamos! No tenemos tiempo que perder. A Sandra se le ha acabado

prácticamenteelsuyo.Tengoquedespedirmedeella.Manuelenesemomentoasintióconlacabezaypensóqueenaquellosmomentos

lomejorseríaacompañarlo.Mástardequizáspodríahablarledelamelancolía,comolollamabanentreellos,osimplementelatristeza,comorealmentedeberíallamarse,quepocoapocofueinvadiendoalosángelesalolargodesuexistenciayquedebíaculminarenelmomentoenqueunángelsedespidieraporúltimavezdelapersonaalaqueguardaba,porqueeneseinstante,lamelancolíaacumuladaportantosaños,yque es compartida por todos ellos a causa de una espiritualidad naturalmentevinculada,haríaqueaquelángelsesintiera tan tristequedesearasupropiamuerte,acabando de esta trágica manera con la esencia de su propio ser, compartido portodosyentodoslosdemásángeles.Afortunadamente,Manuelsíquepudohacerlo;pudohablarledetodoestoydemuchasotrascosas,porqueFelipeacabóencontrandoaSandracincominutosmástardeenunfríocallejónpróximo,inerteycubiertaporunoscartones,bajoloscualescadanochedeinviernointentabaencontrarabrigo.

Al final, Felipe llegó tarde a su último encuentro con Sandra y se alejó de laestación con lágrimas en los ojos, acompañado por el viejo ángel, quien intentabaconsolarlo;yFelipelohizosindespedirsedeSandra,comosiempre.

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Enlacafeteríaporsiempre

Elisasiempremehacelamismafaena.Acordamosquesiemprenosveríamosenlacafeteríadondenosconocimos,peroyahacetiempoquevienefaltandoasucita…Yla verdad es que resulta extraño, dada la sinceridad que empapaba sus palabras aldecirmeque estaríamos juntos por siempre, que recordase la cafetería de su amigaMarta,aquelmágicolugardenuestraprimeracita.Pareceraro,perosuspalabrasseme repitencasi constantementeen la cabezao,másbien, enel corazón sinningúnmotivo aparente, porque no llego a contextualizarlas claramente. Sólo sé que sonsuyas.Enciertamanera,creo,ellamequieredeciralgo,opreguntaralgo,opedirmeayuda…Nolosé.Sóloséqueeslacuartavezenestemesquellegoalacafetería,mesiento,espero,melevanto,miroatravésdelaventanaquedaalacalle,mevuelvoasentarycontinúoesperando.Espero,ynoviene.

Ese sitiome traemuy buenos recuerdos. Es una pequeña cafetería situada doscallesmásarribadelayuntamiento,enplenocentrodelaciudad.Recuerdamuchoalos cafés de principios de siglo en donde los poetas se reunían para hablar de susversos. Si no fuera porque dejé de fumar hace ya bastantes años, me liaría uncigarrilloyempezaríaadisfrutarloaquímismoconairesdebohemio.LacafeteríalaregentaMarta, laamigadeElisa.Nunca lecaímuybien.Marta siempre ledecíaaElisaqueyoeraunsoñador,yloqueunamujernecesitabanoeraunhombresoñador,sinounopráctico,segúnella.Enefecto,Martaeraunamujerconlospiesenelsueloqueaduraspenasconsiguióeldineroparamontarelcafé.Ellasíqueerapráctica;ytrabajadora.Quizásesofueloqueacabóendureciéndoleelcarácterconelpasodelosaños.

—¿Quiere que le sirva algo, caballero?—mepreguntó con voz inquisitiva unajovencamarera.

—No,gracias.Yosólomirabaporlaventana…Estoyesperandoaunapersona.—Peroesqueusteddebeconsumiralgosiquiereestaraquísentado.—Déjalo,Isa—interrumpióMarta—.EselmaridodeElisa.—Perdone, no lo sabía —contestó la camarera mirándome—. Usted no se

preocupe, puede estar el tiempoquedesee ahí sentado.Ya sabe, devez en cuandoentraenlacafeteríaalgúnqueotroindeseableque…

—Tecomprendo—dije—.Seguroqueestásmuyatareada.—Ustednolosabebien.Ayer,todoeldíaaquítrabajandoycuandoestábamosa

puntodecerrarentróunhombrequesepusobastantepesadoconmigo,meentiende,

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¿no?—Sí,creoquesí.—Pueseso—prosiguió—,quealfinaltuvimostalbroncaquecasillamamosala

policía.YotambiénmeheenfadadoalgunaqueotravezconElisa,aunquemisrecuerdos

de laúltimadiscusiónque tuveconellameresultanmuyvagos.Debiódeserhacebastante tiempo.Me acuerdo de que ella se quejaba de que estaba falta de cariño.Siempredecíaqueparecíaqueyoquisieramásamicochequeaella,locualnoera,evidentemente,cierto;perolaverdadesqueamímecostabamuchodecirletodoloqueellasignificabaparamí.YalodecíasuamigaMarta,yoeraunsoñador,yquizáspor ello me bastaba simplemente con contemplarla un segundo para sentirmeilusionadoyfelizduranteelrestodeldía.

Los problemas con Elisa empezaron desde el momento mismo en que measignaronuncasodeasuntossociales.Almenos,fueapartirdeentoncescuandonotéquealgonofuncionabaennuestrarelación.Unapobremujer(sellamabaEsperanza)habíarecibidounapalizabrutalporpartedesumarido,perohabíaescasaspruebasylas familias de ambos no colaboraban demasiado. De hecho, daba la impresiónmuchasvecesdequeponíantrabasparainculparalmarido:realmenteincreíble.Asíque tuve que dedicarme en cuerpo y alma durante mucho tiempo a ayudar a esamujer,yclaro,laprimerapersonaqueechabademenosasumaridoeraElisa.

—Llevastiempoqueparecesausente—decíaella.—Sabesquemitrabajopuedellegarasermuyabsorbentesiteloplanteascomo

algopersonal.Eslaúnicamaneradeintentarquedeterminadascosassearreglen.—Noséquétepasa,perodesdehacevariosmeses…—Estoymuyocupado,perosiempretetengoenel…Yo…—Me gustaría—decía Elisa con los ojos brillantes— que todo fuese tan fácil

comoalprincipio.Yanomebesasalvolveracasa,nimecogesdelamanolaspocasveces que salimos juntos al parque. Los dos nos estamos haciendo viejos juntos yparecequeloquehabía…loquehayentrenosotrosdostambiénestáenvejeciendo.

Yonosabíaquéresponderle.Seequivocaba,peroyonosabíaquéresponderle.—Perdona,esto…¿TellamabasIsabel,no?—Asíes.—Mepuedestraeruncafé,porfavor—lepregunté—.Parecequeseretrasa.—Cómono.¿Loquieresoloocortado?—Solo,porfavor.Creoquesoloserámejor.—Enseguidaselotraigo.Quizásnodeberíahaberlepedidoelcafé.Hacediezminutosquedejólapersiana

metálica de la entrada entreabierta, como a punto de cerrar. Es lógico, solamentequedo yo en la cafetería. No debería ser así. No sé por qué Elisa no viene.

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Deberíamos estar los dos juntos aquí, en la cafetería de nuestra primera cita, en lacafetería donde prácticamente empezamos a conocernos y a enamorarnos uno delotro.¿Porquémehacevenirsinotienelaintencióndehacerloella?Alomejornopuede;onoquiere…Estaremosjuntosporsiempre:esofueloqueellamedijo.Elisa,siemprequedecíaalgo,locumplía.Nopuedeestarengañándomeoburlándosedemí,ellanuncaloharía.Mesientosolo.

—Aquítienesucafé.—Muchasgracias.¿Cuántoledebo?—Nosepreocupe,seloapunto.—Muybien.Comoquiera.Ojalámetratarantanbienentodoslossitiosalosque

voy.—Noesnada.MehadichoMartaqueustedvienemuyamenudoaestecaféy,

además,mecaebien.—Mesientohalagado…—¿Mepermitequemesiente?Prácticamenteyasehaacabadoeltrabajoporhoy

yestoyagotada.—Claroquesí.Siempreresultaagradableconversarconalguien,ymássiesuna

mujer. Sabes, siempre he pensado que lasmujeres siempre tienen un corazónmáspuroqueeldeloshombres,sobretodo,desdequeconocíamiesposa.

—Elisa,¿no?—Sí.SupongoqueMartatehabráhabladodeella.Sonmuyamigas.—Yamehacontado.Lasdoserancompañerasinseparablesdeinstituto.¿Usted

estudióconellasallí?—No, qué va. Conocí a Elisa en tercero de carrera, aunque ya me había

enamoradodeellamuchoantes.Nuestraprimeracitalatuvimosprecisamenteenestacafetería…yalomejoraquítambiéntenemoslaúltima.

—Nodigaesascosas.—Pareceserlatristerealidad,aunqueúltimamentelarealidadquevivomeparece

unsueño,unsueño terribledelquenopuedodespertar,porquealhacerlocreoqueseréconscientedeloquehasucedidoenmivida.Noquierodespertar.

El tiempopasarápido.Casisindarmecuenta transcurrieronvariosmesesdesdequeempecéconeljuiciodeEsperanza.TambiénpasaronvariosmesesdesoledadalladodeElisa.Ella se sentía igualqueyo, inclusopeor.Sinembargo, conseguíqueEsperanzaganaraeljuicioysequedaraconlacustodiadesushijos,ademásdemeteraeseindividuoenlacárcel.Escurioso,antemíteníaaunaparejaquesehabíaidoseparando por motivos más que evidentes. Por el contrario, Elisa y yo nosdistanciábamos sin saber por qué. La corriente del río nos conducíainexplicablementeasitiosopuestos.

Mis compañeros de trabajo y yo decidimos hacer una cena. En teoría, se

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celebrabamirecienteéxito,aunqueenrealidadtodosellosloúnicoquequeríanhacereravernosamiesposayamíjuntos.Sabíanquealgonoibabienentrenosotrosdos,así que intentaban unirnos como fuera. Lo que no sabían es que finalmente loconseguirían,aunquenodelmododeseado.

—¿Hascogidolasllavesdetuqueridocoche?—preguntósarcásticamenteElisa.—Nomegustaríaempezarconladiscusióndesiempre.Preferiríaquehoyfuese

unanochetranquilaparalosdos…Sí,síquelashecogido.—Losiento.Sabesquenomegustanmucholosviajesencoche.—Seguroque espor eso—le contesté—.Además, el restaurante al quevamos

está sólo aquincekilómetrosde la ciudad.Llegaremos enmenosdediezminutos.¿Lollevastútodo?

—Creoquesí…elbolso,lastarjetasdecrédito,elmóvil…Sí,creoquelollevotodo.

En esemomento, Elisamemiró y esbozó una leve sonrisa, como queriéndosedisculpar por el anterior comentario. No le di importancia, en principio, ni alsarcasmo,niasusonrisa.Loqueocurriríaacontinuaciónmarcóymarcaráelrestodemiexistencia.

¿Quéhapasado?Loúltimoquerecuerdoesqueotrocochemedeslumbróysinquererdiunvolantazo…Mesientomuyextraño…Todoparecehabersedesvanecidodelantedemí.LoúnicoquealcanzoavereslafiguradeElisa.Ellanosemueve.Estáinmóvil.Yotampocopuedomoverme,perosíquepuedosentir…SientolamanodeElisa.¿Porquémetienecogidalamano?Nopuedoapretarla…Realmentenopuedomoverningunapartedemicuerpo;peroséqueestoybien.Séquemisbrazosestánenteros,aunquedoloridos.Laspiernaslastengoaprisionadas.Lacabezaparecequetodavía me funciona… No sé… Algo dentro de mí está desapareciendo. Unmomento,Elisameaprietalamanosuavemente.

—Parecequepocoapocovadespertandodesusueño—dijoIsabelaMarta.—Esoparece.Cuestamuchoaveceshacerfrentea ladurarealidad.Elisasabía

queéleraunsoñadoryesolehaayudadoaélasuperarsupérdida.—Laverdadesqueesmuytriste—contestóIsabel—.Nosésiseríamejorque

todo se quedara tal y como estaban las cosas antes. Al menos, él todavía podríapensarqueellaaúnsigueconvida.

—Yocreoquelomejoresquehayadespertadodesusueño.Parece que Elisa se está despertando. Cada vez me aprieta con más fuerza la

mano.Estáabriendolosojos.Notocómolaluzenellossevatornandoenoscuridadacadainstante…Nopuedeser.Estononospuedeestarpasandoalosdos.Semeestámuriendo delante demí y no puedo hacer nada. Ni siquiera puedomoverme paraacariciarla por última vez. La sonrisa de antes no podré olvidarla jamás, no. Esasonrisaquepaséporalto.Suúltimasonrisasincera.

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Memirófijamentecomoqueriéndomedeciralgo.Intentósepararsuslabios,peroelterribledolor,suyoymío,seloimpedía.Finalmente,sussusurrosresbalaronhastamicorazón:

—¿Recuerdaslacafeteríadondenosempezamosaconocer?Allíestaremosjuntosporsiempre…

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Lacoronadelasdocegemas

Lasiguientehistorialahalléenelinteriordeuncódicealquenadiehabíaprestadoatencióndurantemuchossiglos.LaheadaptadoalalenguaactualdesumajestadlaReinaLasindreth IV,debidoa lasgrandesdiferencias lingüísticascon respectoa laépoca de los doce reyes. La acción del tiempo ha estropeadomuchas páginas, demodoquehetenidoquecompletaralgúnqueotrofragmentoperdidooilegible.Sinduda alguna,mis pesquisas han dado su fruto y, trasmuchas generaciones, por findaremosluzalosextrañosacontecimientosquegiraronentornoalallamada«coronadelasdocegemas»,artefactomaravillosoqueconcedíaasuportador(siempreunreydelatemibledinastíaFuilaher)poderesextraordinarios.Cadaunadelasgemasquelaformaban, acumulaba el poder del rey anterior, de suerte que aquel queocupara ellugar número trece, acapararía los poderes de los doce monarcas que lo habíanprecedido y sería el más fuerte y temible de todos. Las gemas de la corona sóloabsorbían el poder de los reyes en el momento de morir éstos. El rey Tersis deFuilaher ocupó el duodécimo lugar y nadie se explicó nunca cómo consiguió elmáximopoderdeaquelobjetomaravilloso.

Todos se encontraban hacinados a lo largo del interminable corredor que encírculos descendía incansablemente hacia las profundidad. Las miradas de losnerviosos soldados se intercambiaban continuamente mientras no cesaban losempujones. Nadie sabía muy bien cuál era realmente su misión. Sólo les habíandejadoclarasuordenprimordial:escoltaralRey.Viendoaquelpanorama,aDorovánse le antojaba difícil pensar que los más de doscientos soldados de la Corte deFuilaher pudieran escoltar de estemodo a suprotector, de ahí quepensara que losmotivosdesuincursiónenlaviejaTorredeAntañofueranotros.«Laguardiadeeliteeslaquerealmenteestárealizandolaslaboresdeescolta»,pensó.

Unavozsealzóenelfondodelasiniestraespiraldescendente.«¡Alto!»,dijo.Alospocossegundos,losempujonessesucedieronconmásfrecuenciadelonormal,almismotiempoqueseibaabriendopocoapocounpasillo.Doscompañerosretirabana un tercero que, al parecer, se había desmayado a causa del sofocante ambiente.Cuando pasaron por su lado,Dorován se inclinó paramirar a los ojos del soldadollevado en volandas y en ellos vio un destello de miedo. Algunos otros soldadoshicieron caso omiso de su compañero, en un gesto claro de no sucumbir a lo

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desconocido,aldestinoquelesesperabamásabajo.—¿Por qué no lomirasDaszar?—preguntóDorován a su hermanastro, que se

encontrabaaescasoscentímetrosdedistancia.Daszarnocontestó.Selimitóahacerleungestodisplicente,comoperdonandosu

inocencia.—Nomiroporqueesposiblequenuestrofuturopuedequeseamásamargoqueel

de ese soldado—contestó al rato Daszar—. Al fin y al cabo parece haber tenidosuerte.

AéstaslessiguieronotraspalabrasqueDaszarpronuncióenvozbaja.NadielasescuchósalvoDorován,quienseextrañódequeblasfemaradeaquelmodocontrasuseñor.ADaszarparecíaimportarlepocoquelospensamientosdelReypudieranestarpresentessiempreenlaconcienciadesusvasallos.Nuncalehabíaimportado.Desdetiempos inmemoriales, los antecesores de Tersis Fuilaher, el actual rey, siemprehabían tenido ese «don» que ellosmismos atribuían a la providencia divina comomuestradesuapoyo.Tersiseraelduodécimoregentedelasvastastierrasherenciadesusancestrosyparecíaquesusansiasdepodernoteníanlímite.

Finalmentesevolvieronareagrupartodosycontinuaronsuprocesiónatravésdelpasadizocurvoquelosenvolvía.Cadavezlatensióneramayor,puesningunodelosjóvenes que se encontraba en el corredor había estado antes en una situación tanvulnerable. Hubo un momento en que dos soldados perdieron los nervios ycomenzaronapelearse.Alparecer,unodeelloshabíaempujadoaotro(algoobvio,porotraparte,dadas lascircunstancias)y lehabíahincado ligeramente ladagaquellevabaenvainadaalcinto.Enseguidalossepararon.

Elcaloraumentabaconforme ibanavanzandoyaDorován leapetecíacadavezmássalirdeahíyalimentaraDiril,supajarillo.Lollevabaescondidoenlacintadelpetatequerecorríaelpechoparasujetarlo.

—Nopuedosacarte,Diril.Sedaríancuenta.Diril se movía inquieto en la bolsa y al final sacó la cabecilla por un lado y

comenzóapiar.Algunosdelossoldadossequedaronmirándolo,peroelpajarillonocejóensuempeño.

—Dorován,¿quénaricesestáshaciendo…?—preguntóDaszar.Pero Dorován sólo estaba concentrado en Diril. El pájaro continuó piando y

piando, cadavezconmás fuerza.Estabaclaroque los soldadosnoeran losúnicosque estaban asustados.Al poco tiempo lamarcha se detuvode nuevo.Otra vez seabrióunabrechadesdeelfondodeltúnel.ParecíaquealguiensedirigíahaciadondeestabaDorován.Una sombra se proyectaba, siniestra, en las paredes del pasadizo,graciasalaaccióndelasnumerosasantorchasqueportabanalgunosdelossoldados.Pronto se dibujó un casco de enrevesado diseño a escasos metros de Dorován.

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FinalmenteésteconsiguióverlosojosdeAthalkas,queseclavaronenlossuyos.—DorovánAgon—dijoenuntonosolemne.—Sí,señor,ésesoyyo.—Lo sé. Le conozco. Más de lo que debería, joven. —Sus palabras frías

amilanaronaloscompañerosqueseencontrabanalrededordeDorován.AthalkaserauncapitánexperimentadoysufrialdaderafrutodeloslargosañosluchandobajoelyugodeTersis.Yesosenotabaenelhuecoquelehabíadejadoenlacara(lefaltabaparte de la mandíbula). Pero también se hacía evidente al escuchar sus palabras,tambiénentrecortadasporelpesodelosañosydelasmuertesvistasenelcampodebatalla.Prosiguiódiciendo:

—Sabe que los perros de guerra, junto con los caballos y demás animalesadiestradosenelcombatedebíandejarseenelcampamentoantesdelaincursiónenlaTorre.

—Sí,losé.PeroDiril…—¡Ah!Diril…Unnombremuycaballerescoparaunpájaro,¿noleparece?Dorovánnocontestó.—¿Acasoesepájaro—continuó—formapartedenuestrosanimalesadiestrados?—No,señor.Sólosetratadeunacriaturaqueencontrécercadelacosta,alpaso

porlasDunasdeOrdion.—Bien,soldado.Aunquefueraunanimaladiestradoparaelcombate,suaccesoa

estospasadizosestaríaprohibido.Ysabeustedtambiénquelosqueestánacargodelosanimalesdeguerra suelencogerles cariño.Sinembargo, a ellos tampoco se lesdejaquelosllevenconsigo.

—Losé,señor.—Enesecaso,deberásoltaralpájaro.—Señor,nocreoquesupierasalirdeaquí.—Esonoesdemiincumbencia.¿Sedacuentadequehemosdetenidolamarcha

porculpadeun simplepájaro?—Athalkashabíaacercado sumarcado rostroaldeDorován.

—¿Lamarchahaciadónde…?La pregunta de Dorován enseguida obtuvo respuesta. Athalkas le propinó una

fuertebofetadaqueresonóentodoelcorredor.—Respete mis órdenes y usted será respetado.—El rostro de Athalkas no se

inmutóenningúnmomento.Dorovánseechólamanoalasonrojadamejillayasintiólevemente.

—Bien.Entoncesdemeamíelpájaro.Yolomantendréabuenrecaudo.—Yopuedoguardarlo,señor—intervinodeprontoDaszar—.Meharécargode

élylosoltaréenseguida.—Muybien, soldado.Lehago cargo.Noquiero ver a ningún animal por aquí,

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salvoaloslobosqueustedesllevandentro.Trasunapausalargadijo:—Yprepárenseparalodesconocido.Nosencontramosanteelprincipiodeloque

vaaserlaetapamásgloriosadenuestropuebloyustedesvanaserlosprotagonistasde los cantos de los héroes que nos aguardan allá abajo. Sólo les pido un últimoesfuerzo.Síganme.

AloírlaspalabrassosegadasperocontundentesdeAthalkas,lossoldadosqueseencontrabana su alrededorparecieron contagiarsede la seguridadde su superioryvolvieronaemprenderconfuerzasrenovadaselcaminohaciaeltúnelsinfin.

—Dorován,estásloco.¿Cómoseteocurreinfringirlasnormas?¡Porlosdioses!—Entiéndeme, no podía dejar a Diril allí… —Los dos hermanastros

cuchicheabanenvozbaja.—¡Diril!¿Porquélehaspuestoesenombre?—Noselopuse.Melodijoél.—Ahoraresultaquetecomunicasconlosanimales—dijoDaszarconsarcasmoy

sepasólamanoporlacabeza.Trasunapausalargadurantelaquesóloseescuchabanlasbotasdelosincursoresylossonidosdesurespiración,DorovánledijoaDaszar:

—Gracias, hermano. —Daszar hizo un gesto con la mano como quitándoleimportanciaaltiempoquesesonrió.Noqueríaqueseleescaparalasonrisa,peroalfinalasífue.

LasgotasdesudoryacomenzabanaresbalarporelrostrodeDorován.Noeraelúnico. Las paredes, sobre las que se proyectaban las nerviosas miradas de lossoldados, también lo hacían. Daszar se dio cuenta de que uno de sus compañerosestabacomenzandoaponersenerviosoyaentrarlemiedo.Asíqueempezóahablarconél.Dorovánmirabaatodoslosladosbuscandoalgoqueledieraalgunapistadehaciadóndeiban.Paradójicamente,sóloleveníanalamenterecuerdosdesupasado.Se encontraba en una situación en que no sabía ni adónde iba ni de dónde venía.Nunca lohabíasabidorealmente.Recordósu infancia juntoaDaszaryalpadredeéste,quienloacogióalencontrarloabandonadoenelbosque.ElbosquedeIlaher.EldesaparecidobosquedeIlaher.Dorovánerahuérfano,aunquenorealmente.ElpadredeDaszar,Darezar,lohabíacriadocomoaunhijoyleshabíaenseñadoalosdoslomejor de símismo. Siempre quiso saber quiénes fueron sus auténticos padres. Derepentepensó:«¿Encontraré la respuestaaquí?».Esbozóunasonrisa.A lomejorelcaminoparaaveriguarlaverdadpasabapornosaberqueenrealidadestásllevandotuspasossobreesecaminoprecisamente.

Lamarchavolvióadetenerse.ADaszarseleerizóelvellodelcuerpoprotegidopor la cota demallas.Miró extrañado aDorován, quien parecía conocermejor lossíntomasdelamagia.

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—Tranquilo, Daszar. Es sólo un hechizo de protección. Dardras habrá creídooportunoprotegernos.

Undestelloazuliluminólosrostrosdelossoldadosaltiempoqueunosmirabanal suelo con los ojos cerrados y otros sonreían al sentir el leve cosquilleo de lomágicodentrodesusseres.Siguióunfogonazo.Alpocotiempo,otrodestelloazulyacontinuaciónlaluzsetornópálida.Ladensidaddelaireparecíamayor.Dorovánseencontraba como pez en el agua imbuido de aquella magia que envolvía el únicomundoqueenaquellosmomentosexistíaenlasmentesdelossoldadosdeTersis.LaTorredeAntaño.HastaDorovánsedejó llevarpor lospensamientosqueprocedíande la mente de su señor y amo, amplificados por Dardras, el mago exiliadoprocedentedeSirberna.Peronocomoelresto,queyacíainmóvilpareciendodisfrutardel espectáculo que se presentaba ante sus ojos.La inmensa pradera verde que lesesperaba al final del combate.Dorován podía tocarla, sentirla; disfrutaba con ello,aunquesabíaquenoeramásqueuna ilusión.Estabaclaroqueseacercabanmásymása sudestinoyporesoDardras lesenseñaba loque lesesperabadespuésde labatalla:eldescansodelguerrero.

Elcorredorcomenzóporfinaabrirse.Alfondoseapreciabacómopocoapocoelensanche iba cobrando vida y se hacía cada vez más grande. La piedra gris querodeaba todo el corredor anterior se transformaba en una sólida roca de colornegruzco. La marea humana acabó desembocando en una amplísima bóveda quetodos miraban sorprendidos, asustados, inquietos. Algunos echaron mano a lasempuñadurasdesusespadasyestuvieronapuntodedesenvainarlas.Otrosmirabanalolejos,oalmenosesocreían,pueseraimposibledadalaoscuridadqueimpregnabacadaunode los remates que había en el techo, situado amás de treintametros dealtura. Unas columnas grabadas con extrañas inscripciones sujetaban esaconstrucciónimposiblequealbergabamuchosmássecretosquelosqueconocíanlossoldadosallípresentes;más,incluso,quelosqueelpropioTersispretendíaencontrar.

Una voz se alzó sobre losmurmullos de los que allí se encontraban.Era la deAthalkas,detrásdecuyasombraseencontrabaotraquelosobrepasabaenaltura.

—¡Soldados!Despuésdeoírasucapitánseescuchóelgranestruendodelasbotasyalabardas

alcuadrarse susdueñosenestricta formación.DaszaryDorovánsemiraronporelrabillodelojo.

—Se os encomendó la guardia y custodia de vuestro señor, el gran Tersis deFuilaher.—HabíaaescasospasosdelasombradeAthalkascincocaballerosconlasarmaduras del color del azabache. Se miraron con rostro severo. Eran la guardiapersonaldelRey.

Trasunapausa,Athalkasseechóunospasoshaciaatrásdemaneraquesusombraacabó por confundirse con la del hombre que se encontraba detrás de él.Mientras

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proseguía,seencorvóenseñaldereverencia.—Puesbien…¡Aquítenéisavuestrorey!El clamor de más de doscientos guerreros hizo retumbar los mismísimos

cimientos de la Torre deAntaño, en una explosión de júbilo que hasta hizo que aDorovánselepusieralacarnedegallina.Casiestuvoapuntodegritarydesenvainarsuespada,talycomohacíaelrestodesuscompañeros,peronotantoporlaemocióndeverasurey,sinomásbienporloliberadorquepodíaresultar.

LafiguradeTersiserarealmenteimponente.RozabalosdosmetrosdealturaylacoronaquellevabahacíaquecualquieraasuladosintieralaaltivezdelamiradadeunreyqueestaballamadoaescribirunapáginadelaHistoria.Eradeoroblancolacorona,cononcegemasdelcolordelónicepulcramentetalladasdispuestasalrededordel casco central. Sólo había una que destacaba sobre el resto. Se trataba de laduodécimagema,unaesmeralda,lamásbellajamásvista.Sucolorverdehacíaquedevezencuando los reflejosqueproyectaba fuerande la limpidezdeunhermosolagocristalino.SuportadoreraelduodécimoreydelasTierrasdeFuilaher.Bajolacoronasehallabauncurtidorostrocubiertoporunabarbablancaamediocreceryelgestodeunreyquesólohabíaperdidouncombatedesdequefuearmadocaballerobajo la ordende sumaestroAl-Mwarabi, de las tierras delSur.Los ojos deTersiserandelmismocolorquelaesmeralda.

Dorovánsequedómirándolofijamente.Apesardehaberlovistoenmásdeunaocasión, no podía evitar caer en la tentación de verse atrapado por el innegablecarismaydotesde líderque siempre lohabíancaracterizado.Noobstante, terminóporfijarseenlacimitarraqueadornabasucinto.

—Escucha, Daszar. ¡Eh!—Daszar estaba también algo absorto en sus propiospensamientos.

—Dime.—¿Habíasvistoantesesacimitarra?—Aver.Espera.—ADaszarlecostabaverconlaoscuridadquelosrodeaba—.

¡Vaya!Juraríaqueeslaprimeravezquelaveo.—Yameimaginabayo.Laqueyorecordabateníalapuntaacabadaenunadoble

medialuna.—Tienes razón—interrumpió Daszar con curiosidad—. Y además ésta parece

reflejarunaslucesrojizas…—Lapuntaestáremachadaportresmediaslunas.Nuncahabíavistounaobrade

orfebreríatanperfecta—exclamóconsorpresaDorován.El Rey dio un paso hacia adelante una vez que el estruendo hubo cesado. El

silencioseadueñóentoncesdelánimodelosguerreros.Después,lanada.Tersisnonecesitódecirniunasolapalabra.Seacercóalahileradesoldadosque

componíalaprimerafilaylaescrutódearribaaabajo.Confiabaplenamenteensus

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hombresyellostambiénloseguiríanhastaelfinal,inclusosielloimplicabasupropiadestrucción.Oldeher,unodeloscaballerosazabachedesenvainósuenormeespada.Conocíaasuseñordesdehacíadiezaños,desdequefuesuinstructorenlaescueladecombate.Tersissegiródejandosucapaalvueloyantesdequelediesetiempoaéstaparadejardeondearenlaoscuridad,Tersiscomenzóacorrerenfurecidohaciaunodelosmuros.

—¡Seguidme!Su guardia fue la primera en reaccionar. No tardaron en hacerlo el resto de

soldadosquesedejaroncontagiarporlacóleraciegapersonificadaenelalbinorostrodelRey.Pisadas,empellones,clamor.TodosesucedíamuyrápidamenteyDorovánnotuvotiempodereaccionar.Noeraélmismo.Eraunomásdelaturbaqueseguíaapasionadamentelosdesigniosdesuseñor.Nosabíanadóndesedirigían.¿Quémásdaba? Lo único que les importaba ahora era el placer de la destrucción, de laconquista; la recompensa final, el honor. El más allá. El muro se acercaba y nodetenían sumarcha. Dorován se acordó deDiril. ¡Diosmío, Diril! QueDaszar locuide.Estáindefenso.UnestruendoderribóelmurodepiedrayelpolvogrisdelosrestosvolatilizadosporDardrascubriólascabezasdecasitodoslosguerreros.Noseveíanadasalvounatenueluzalfondo.DerepentelafiguradeTersispareciócrecer.Se suponeque ellosdebíanprotegerlo a él, pero la sensación era la inversa.Tersiscuidaríade ellos.El calor había aumentado.Laspisadas se sucedían cadavezmásaprisayelruidoeraaúnmayor.«Dirilven,quenoteocurranada.»

La maciza puerta de hierro esperaba con paciencia al ejército. En su interiorescondía el secreto de la venida de Tersis a la Torre de Antaño. Los soldadosdescendieronporlacuevadeespiralquelesconduciríaasudestinoúltimo.Alfondo,una sobria y gigantesca puerta adornada por dos braseros incandescentes daba labienvenidaalosinesperadosvisitantes.Tersis,queibaalacabeza,refrenólamarcha.La puerta se había entreabierto. Entonces, hizo un gesto a Oldeher y a Hiknaher,quienes tomaron la delantera y llegaron antes que nadie a la puerta. Una vez allí,empujaroncontodassusfuerzaselenormeportón.Teníanquedarseprisa;enseguidallegaríaelresto.Elsufrimientoporelesfuerzosenotabaensusrostros,perolapuertacedióencuestiónde segundos.Lamasahumanaque sedisponíaaentrar tuvoqueapiñarseparaquepudiera caberpor laoscurahendiduradehierro.Aunasí, fueronmuchoslosquecayeronytropezaron,ylosquefueronpisoteados.

Elespectáculoeraimpresionante.Un foso de más de cien metros de diámetro se desplegó ante los ojos de los

incautosguerreros.Enelcentro,elvacío.Elejércitosedispersóaambosladosdelacircunferenciaquedibujabaelbordedelabismoderramándoseasualrededorcomolasangredelsoldadocaídoencombate.Unospor laderechayotrospor la izquierda.Éstasería laúltimavezqueDorovánveríaasuhermanastroDaszar,quien tomóel

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caminoopuestoalsuyo.Continuaronporelbordedelprecipicioconciegasansiasdecombatiraunenemigoinvisible,quenotardaríaenhaceractodepresencia.

Antesdequelossoldadossereencontraranenelotroextremodelaentrada,laluzyelcalorloinundarontodo.Elfragordelosánimosenlossoldadoscesóderepente.Todosquedaronperplejosanteelespectáculoqueveíansusojos.Unaimpresionanteboladefuegosurgíadelfondodelabismo.Elpánicoentoncesseadueñódemuchosdelospresentes.Unoscorrieronarefugiarse;otroscayeronalvacíoempujadosporlamultitudenloquecida.Elfuegosubíayardíacadavezmáscercaysólolamitaddelejércitomanteníasuposición.LosojosdeDorovánvieroncómolacaóticamasaenllamas tomaba forma. No era posible. ¡Estaba cobrando forma humana! Dorovánhabíaoídocosasacercadelosdemoniosdelfuego,peropensabaquesólosetratabadehistoriasdelosjuglares.

Eltorsollameantedelfantásticoserseasomóalbordedelabismo.Depronto,unalenguadefuegoenormesedirigióhaciaellos.Muchosseprotegieronenvanoconsusescudos,peronopudieronhacernadaparaevitarsudesenlacefatal.Enesemomento,losmásvalientessedirigieronacombatirporsuscompañeroscaídos.Mandoblesygolpes se sucedían a un ritmo frenético y Dorován se encontraba, sin haberloplaneado,alacabezadelgrupoatacante.Cualquieroponentehabríasucumbidoalaira de los leales soldados de Fuilaher. Pero era inútil. El simple acero resultabainservible ante las colosales dimensiones de un ente invulnerable en apariencia.Apesarde todo,despuésdeunaestocadafallidadeDorován(quesilbóenelvacíoyque hubiera atravesado a un oponente humano), Larth, uno de sus compañeros,consiguiódañarlolevemente,ajuzgarporlaextrañamuecaqueesbozólacriatura.LaespadadeLarthhabíafalladoenunprincipiosutrayectoriayfueapararaunarocacercana.Conel tremendogolpe,quedejó inclusoalpropiosoldadocon lamuñecadolorida,saltaronchispasqueacabaronrozandoelflujollameantedeldemonio,traslocualparecióretorcerselevemente.Noobstante,ésefueelúnicoatisbodevictoriaquesepudoreflejarenlasesperanzasdelossoldadosdeTersis.Untercersoldadoseabalanzóconsualabardasobreeldemonioaprovechandoqueestabalanzandoporelaire a otros dos hombres que finalmente cayeron al vacío dando vueltas sobre símismos. Elmonstruo de fuego parecía distraído, pero sólo aparentemente.Con unsimple gesto de su mirada hizo estallar un bola de fuego a escasos palmos delalabardero;y conotrode sumanoderecha lo lanzódecenasdemetroshacia atrás.Dorovánlocontemplótodoimpotenteyviocómosucompañerodearmasenvueltoenllamaspasóvolandoporsuladorozándoleelhombro.Loqueveníatraséleramáspeligroso.Laalabardahabía salido tambiéndisparadae ibaderechahaciael joven.Dorovánhizoungestoreflejoconlosbrazosaltiempoqueseinclinólevemente(loque le dio tiempo) y consiguió que el proyectil no impactara de lleno sobre él. Apesar de todo, éste le desgarró la desprotegida zona del antebrazo izquierdo. Se

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lamentóamargamentedehaberperdidosuescudoenelcombate.

—La batalla es dispar —dijo en un tono gélido Dardras a Tersis. Ambos sehallabanenlasinmediacionesdelainmensapuertadehierrorodeadosporOldeher,Hiknaher,Thirir,GaheryLiknahar,laguardiadeelitedelRey.

—Nosetratadeunabatalla,viejomago.—Entonces,¿quées?—¡Oldeher!Tráemeelbraserode lapuertaypréndele lasbrasas.—Tersishizo

unalargapausaqueaprovechóparamesarselabarba—.Setratadeuntributo.Mientraspronunciabaestaspalabras,searrodillóalmismotiempoquesequitaba

lacoronadelasdocegemasyacontinuaciónlaextendióhaciaadelanteconungestode sumisión aparente. El demonio de fuego se dio cuenta de que Tersis le estabaofreciendo su corona y acudió a recoger tan deseado presente. Media docena desoldadossucumbióantelasviolentaszancadasdeldemonio,quepisoteóexcitadoelsuelodelaimpresionantebóveda.Deseabaconseguirla.Laanhelaba.

¿Quéocurría?¿Porquéhuía?LaconfusióndelcombatehabíanhechomellaenlamoraldeDorován.Seechóhaciaatrásmirandoconestuporalvacío,peronoaaquelpor el cual se habían precipitadomuchos de los suyos, sino al de sumente y sussentimientos. Todo semovía despacio. La sangre fluía por su brazo derecho…Sumano…nopodía…moverla.DeprontoDaszar lo llamó.Oíaelecodesuvoz.Nosabía si era realidad o ficción esto que estaba viviendo. La verdad del campo debatalla.Peronoeraunaluchajusta.

—¿Quéhagoaquí?—susurró.Lavistaselenublaba.Laheridaeramásgravedeloqueélcreíaenunprincipio.

«La justicia en la batalla no existe. Entonces, qué hacer aquí. Nunca debimoshabervenido…aesteinfiernoenlaTierra.»

—¡Daszar!—gritódesesperado—.¡Hermano!

Dardras,elviejomago,retrocedióunpasotraslasombradeTersisantelavisióndelhorribleserquepocoapocosedibujabacadavezmáscercadesusretinas.

—Noteseparesdemí,viejo,osufriráslasconsecuencias.—LavozdelReypudohaber helado hasta las brasas preparadas en un instante por Oldeher, su manoderecha,quienteníaunahabilidadinnataconlamagiaígnea.

—Diosmío…—dijoDardras.Tersisentoncesesbozóunalevesonrisa—.Estoesdelocos.

Alospocossegundos,losrostrosdelossieteseiluminaronconelarderincesante

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delentedemoníaco.Loteníanyadelantedeellos.Atodosselesacelerómásaúnsicabe el corazón al contemplar tan insólito espectáculo de luces, sombras y fuegoensordecedor. El fuego subía y bajaba a lo largo y ancho de la criatura haciendoremolinos en torno a él.Todo su cuerpo era un fluir constante, comouna cascada,pero no de agua, sino del incandescente elemento. Las pupilas de Tersis seiluminaron.

—Me cedes tu corona…—El demonio expectoró su intento de imitar la vozhumana,perosolamenteconsiguióunaburdaygrotescaimitación.

—Tú eres el auténtico rey en estas profundidades del abismo, oh, señorDessaraqar—dijoTersis.

—Talycomopactamos…Ikhaktequozektarr.—EktarrmaheLessereqar,miseñor.—Laguardiadeelitesequedóperplejaante

lasdoteslingüísticasquedemostrabaTersis—.YoabdicoytecoronoReydeFuilaheryteimploroquemeconviertasentumásfielvasallo.

—Queasísea.Reyyvasallo…hastatumuerte,humano.—EldemonioseacercóalrostrodeTersisybajólasllamasqueformabansucabezaparapermitirqueéstelecolocaralapreciadacorona.

—Que así sea…—asintió Tersis; y con estas palabras acercó la corona de lasdocegemasalsersobrenatural,que lacogióyse lacolocósobresucabezaconungestodesatisfacciónapenasvisibleporelfuego.

Dorován tropezó debido al aturdimiento. No podía ser posible que Tersisestuvierahablandoconaquelser.Selevolvióanublarlavista,peroaunasíanduvounospasos.Ahorallegabanlosecosdeaquellosquecayeronalabismolosprimeros.ADorován no le llamó la atención ese hecho sobrenatural, tan sólo posible en unmundo como el suyo, en el que las personas eran capaces de las maravillas másincreíbles,perotambiéndelasmásterriblesatrocidades.Estosólopodíapasarenesemundo. Sí que se fijó en un bulto caído en el suelo, unosmetros más allá de él.Recorrerlos se lehizoeterno,nosolamenteporeldolordelbrazoyelmareo, sinoporqueunterriblepresentimientoloasaltó.Pocoapocosefueacercandoalafigurahumanaqueparecíaestarocultandoalgo…algosemovíabajoella.Noloocultaba,sinoquelohabíaprotegidohastasumuerte.ElpresentimientoentoncessecumplióylaslágrimasbrotarondelosojosdeDorovánenuntorrentedeamargura.EraDaszar.Estabarecostadoconlamitaddesucuerpoaúnhumeanteyenposiciónfetal.ElpiardeDiril confirmó queDaszar consiguió cuidar de él incluso hasta su propio final.Dorován lo recogió después de abrazar a su hermano y lo acarició,mojándolo sinquererconsupropiatristeza.Finalmente,nopudoaguantarmásysedesmayó,nosinantes observar entre la niebla de su inconsciencia una figura que le resultabafamiliar…

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Elsonidodelacerodeaquellasespadasrealizadasconelartedeunmaestronoeracomoeldeotrasarmas.Conformeselasdesenvainaba,sepodíaescuchareltitilaragudo de las musas que inspiraron a su creador. El tacto de aquella cimitarra erasuaveylimpioycortabaelairecomosilohicieraconelagua:unguerrerolopodíasentir.Tersissabíaqueganaríaaquelcombate.Lopensabaenesosmomentosenlosqueechabamanoa laempuñadurade lacimitarrade las tres lunasqueIhilDassar,padre de Oldeher y el mejor armero del reino, le había forjado con la ayuda deDardras el mago. Dirigió su pensamiento hacia Oldeher, quien se encontrabaesperandolasórdenesdesuseñor.«¡Ahora!»,pensó,ysulealguardiánobedecióalinstante. Una brasa incandescente como dos puños de grande voló por obra de laespadadeOldeherhaciaTersis,quiendesenvainócompletamentesucimitarradetreslunas y partió por lamitad la pequeña bola de fuego, haciendo saltarmultitud dediminutaschispas.Éstasalcanzaronel rostrodeldemonio,quenopudohacernadapor evitarlo. ¿Cómo un simple humano había logrado sorprenderle? Un gritomonstruosodedolorinvadiólasoledaddelabismo.Ésteeraelmomentoparaobrarsu auténtico plan. Con el contacto de la brasa la espada había adquirido un colorrojizoyconungolpecerteroTersis,poseídoporunahistéricasonrisa,laincrustóenmitaddelcuerpodeldemoniodefuego,paradójicamentesensiblealpropioelementoque le infundía la «vida». La gruta en su totalidad tembló debido a la tremendaestocada.Tersisgimiódedolor tambiénal recibir laúltimadescargadeenergíadelentesobrenatural,peroapesardetodosusonrisaysumuecaenloquecidadegozonodesaparecierondesurostro.Acontinuación,laluzyelfuegocegaronatodoslosqueaún se encontraban vivos en aquella maldita cueva. Era el último estertor deDessaraqar.

La corona cayó al suelo y Tersis miraba altivo a los circunspectos presentes.Estaba ardiendo y el blanco de su oro brillaba con más intensidad que antes. Seagachó para cogerla y sus manos no notaron el calor que a cualquiera le habríaabrasadolasmanos.Laobservódetenidamenteantesdecolocárseladenuevosobrelablancacabeza.Yanosepodíaverlaesmeralda.Ensulugarsólounagemarelucientedelcolordelónice,comoelresto;aunqueéstabrillabaconlaintensidaddelfuego…delfuegodeDessaraqar.

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Comediamoderna

Losojosdeunomirabanfijamentealosdelotro.Laspupilasperplejasyserenasnorespondían al gesto inquieto aunque decidido de la mirada del joven. Toda laconversación previa llevaba inevitablemente hasta aquel punto de inflexión. ¿Eraposible hablar de tamaño atrevimiento en aquelmundo complejo y al borde de laquiebra?Lospárpados rompieronaquellaatmósferadequietud,perose tratódeunsimpleespejismo.

—Entonces estás dispuesto a hacerlo —dijo la ronca voz al otro lado delescritorio. La pregunta sin signos de interrogación no era tal, sino más bien unaconstatacióndelodicho,unaespeciedesubrayadoretórico.

—Debías de imaginarlo desde hace tiempo —respondió el joven de calvicieprematura.

—Simpleretórica.Juegosestilísticosaplicadosalmundoreal.—Enelfondosabíasqueteníaquehaberalgodeciertoentodoesto.—Supongoqueterefieresanuestrasconversaciones—dijoelprofesorrecostado

en su butacamade in China—. En cuanto a lo que sucede ahí fuera… no sé quécreerme,laverdad.

—Seestádemostrando,asíque…—Nolovuelvasadecir.Silohacesotravezsemevanaponerlospelosdepunta.—Noloharé.Peroesonoharácambiarmidecisión,nitampocolascosas.Claudio,elprofesorde laAutónoma,se levantósúbitamentecomosidepronto

sintieseunfuertecalambreprocedentedelasilla.Pordetrásdeéllaventanadejabapasar losabrigados rayosdesolde finalesdeotoño.Lasperfectas líneas rectasdeledificio de enfrente, el rectorado, le proporcionaban el sosiego que necesitaba trashaber escuchado las atrevidas palabras de uno de sus antiguos alumnos, Celso. Elprofesorcontinuóhablandoconlasmanosunidaspordetrásdelaespalda.

—¿Te acuerdas de lo que hablábamos hace muchos años acerca de lasplasmaciones?

—Imposibleolvidarloahora—contestódecididamenteCelso.—Nosvaallevaralaruina,sinolohahechoya.Yencimatúahorameplanteas

unabarbaridad.¿Cómodemoniossetehaocurrido?—Enlacarreraloelegíaustedporqueamabalalectura,comoyo.—Nohabráleídonadaúltimamente,¿verdad?—Elprofesorsediolavueltacomo

sialguienhubieratiradodeunimaginariohilo.

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—Claroqueno.Noestoytanloco.—Unpoco síquedebedeestarlo.De lo contrarionomehubiera confesado su

plan.—¿Yquiénestácuerdoenlostiemposquecorren?LapreguntahizoqueseabrieraunaheridaenelinteriordeClaudio,elprofesor.

Apenashabíacomenzadoacicatrizar.Hacíaunosmeses,élsehallabadandoclasedeDerechoromanoenunodelosgrandesaulariosacristaladosdelauniversidad.Desdeallí, el profesor podía otear el horizonte tras una primera línea de alumnosmás omenosaplicados,locualleimbuíadeunsosiegoqueaplacabasuansiedadrecurrente.Aunpeinandocanas,losnervioslecaracoleabanporelestómagocuandocomenzabaelcurso.Eraalgoinevitable,salvoporlosmomentosenquesuspalabrascontinuabansurgiendodesuslabiosapesardequesumiradaseperdíaporesehorizontelimitadoporlastransparenciasdelaula,yseimaginabalejosdeallí,dandosuclaseenmediode lanaturaleza, rodeadopor losmismosalumnossentados,aquíyallá,demaneradesordenada,enmitaddelahierbasincortar.

Enesosmomentos,Claudiodisimulabamuybienlasfugasdesumente(talvez,el tediode la claseescondía la transgresiónde suvoluntad).Y fueenunadeellascuandoocurrió.Elplanomudodesumiradaperdidaahogóelgolpequeelcuerpodiocontra el suelo. Nadie se había dado cuenta de lo sucedido y mientras trataba deasimilarquesucompañerodeFilosofíayLetrassehabía lanzadoalvacíodesdeeltejado del aulario, las palabras continuaron brotando de su boca, fuente deconocimientoparaalgunos,cobijodebostezosparaotros.

—Ningunoloestamos,enrealidad.Claudiosediolavueltaysiguiómirandoatravésdelaventana.Desdeel lugar

dondeseencontraba(máslejosqueladistanciafísicarealentreélyCelso,suantiguoalumno) oyó cómo el joven recogía su mochila y una chaqueta marrón gastada,aunquenomuyvieja.YacuandoCelsosehallabaeneldinteldelapuertadeaqueldespachoanodino,ledijoalprofesor:

—Mealegrodehaberhabladonuevamentecontigo.Hacíamuchotiempo.De espaldas, Claudio hizo un gesto con lamano, pero no se dio la vuelta.De

haberlo hecho, Celso habría visto los ojos rojos y la lágrima descendiendo por lamejilla.

El ámbar de las luces respondió a la llamada del mando a distancia. Celso seintrodujo en su viejo Renault y, durante unos segundos, sintió que se aislaba delmundo.Más tarde tuvo la tentación de encender la radio, pero al final no lo hizo.Iniciólamarchaensilencio,tansóloacompañadoporelfluirdeltráficoyelrunrúndesuspensamientos.

Cuandollegóasucasa,solamentesugatalediolabienvenidaalentrar.Setrataba

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deunaviejacasareformadahacíapocotiempo.Lostechosaltoslaconvertíanenunlugardemasiadofríoparapasarelinvierno,perotodavíanohabíallegadoesaépocadel año.A pesar de todo,Celso se sentía gélido cada vez que deambulaba por lasestancias de la casa. Demasiados recuerdos atados a esos muebles. Demasiadasimágenesimpresasparasiempreenlasparedesdesurecuerdo.

Colgó la desgastada chaqueta en el perchero de la entrada, tiró la mochila alsuelo,sinimportarlesucontenidoysepreparóuncafé.Lapequeñacafeterametálica(pensadaparadospersonascomomucho)ardía sobreel fuegoazulde la cocinaaltiempoquesumentedeambulabaporabandonados lugaresperdidosen ladistanciadel recuerdo.Porellos,unamujerdescalzapisaba la frescahierbadelatardecer.Élsonreía al verla tan contenta y llena de vida. A veces ella lo miraba y Celso,abandonado en el recuerdo de su propia felicidad, le contestaba con una sonrisasosegada,propiadelquesienteemocionespuras.

«Notemarchesnunca,Beatriz»,pensabaensusrecuerdos.Pero Beatriz volvía a desaparecer, a pesar de que él podría pasarse horas

observando sus pies descalzos y aquella sonrisa eterna de los que no vuelven ytampocodejanqueunosigasucamino.

Conel café caliente entre lasmanos se sentó enunode los sillonesverdesdelanticuadosalón.Solíatenerantesunlibrosobrelamesitadelalámpara,perodesdehacía tiempo los tenía todosguardados en el trastero.Sólounospocos sobrevivíanallí arriba, compartiendo el espacio con él. La tentación de leer alguno siempre lesobreveníaenaquellascircunstancias,peroCelsoseresistíacomoelqueseponeasímismoapruebaparaaumentarsuautocontrolyvercuálessulímite.

Miróalahabitacióndespuésdeunsorboplacentero.Allídormíaunaedicióndeunlibroescritohacemuchossiglos.Noqueríapensarmuchoenél,peroeratentadoryemocionante.Nolevolveríaaasaltarlaideaotravez.Habíadecontrolarse.Eltibiocaféloayudabaatranquilizarsealmismotiempoqueloempujabaalhábitoadquiridodesde que comenzó a leer libros por su cuenta. Debía dejar «La divina comedia»hastaquesedecidieraporfinaleerladenuevo,muchosañosmástardedecuandolohizoporprimeravez.

EldespachodeClaudiodormíadesdehacemucho tiempoun sopordepolvoymiradas de soslayo. Su mirada se escapaba irremediablemente por la ventana queenvolvía gran parte de la habitaciónmientras repasaba la última grabación con lasnotasoralesparauncaso.Elpensamientosiempreloasaltabasúbitamente.Avecessetratabadesuantiguocompañero,elquesaltóalvacío;peroenotrasocasioneseraélmismo,locualloaterraba.Tratardenopensarenloquehacíaqueperdieraelsueñotodaslasnocheseraagotador.Devezencuando,lafijaciónporlasventanasllegabainclusoagenerarleansiedad.Estosóloocurríaenalgunosmomentos,cuandoteníala

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sensacióndeperderelcontroldelascosas,desuvida…deloqueledecíanantiguosalumnos.

Laescasaluzdelatardecomenzabaaabandonarelinteriordeldespacho.Unasnubes de carbón coparon el fondo de la ciudad, al otro lado de la ventana.Aqueldetalle hizo queClaudio se concentrara un pocomás en la cinta que daba vueltasrepetidamentedentrodeaquellacarcasadeplástico.Desdehacíatiempo,elprofesornoleíaningúnlibro.Laansiedadaumentabacadavezquerozabasiquieraellomodealgunodeellos.Lasprecaucionesllegóaampliarlastambiénallenguajeescrito.Nosesabíanadadealgúncasoparecidoenesteaspecto,perodesdeentoncesClaudioseabstuvodesostenerentresusmanoslaviejaplumaqueloacompañóensusañosdelatesisdoctoral.

PasarontodavíaunpardehorasmásantesdequeClaudioterminaraconelrepasooraldel casoque lo teníaocupado.Apenashuboacabado, sequedódormidoen lamullidabutacadeldespacho.

Lodespertaronunosruidosprocedentesdelpasillo,alláafuera,enaquelterritorioinhóspitodesombrasenduermevela.Pormomentos,Celsonosabíamuybiendóndese encontraba. Tampoco conseguía acertar en su mente el momento exacto de lanocheenquesehallaba.Todoeradifuso,peroapesardeellosecalzólasbabuchas(le costómás tiempo de lo que sería normal) y buscó el batín, que probablementeestaríaalospiesdelarevueltacama.

Sin encender ninguna luz, se dirigió a la estirada puerta de madera que dabaentradaasusolitariomundoapagado.Observóatravésdelamirillay,aduraspenas,consiguió distinguir una sombra que yacía acurrucada a un lado de la pared. Elinterruptordelaluztitilabatibiamente.Notóunsobresaltoensuinteriorytuvoquetaparconlamanoelpequeñoojoindiscreto.Aunasí,lacuriosidaderamayorqueelmiedoquecomenzabaapalpitarporsusvenas.

Abrió lapuertadespacioyaquelbultohieráticoapenassemovió.Loúnicoquehizofuelevantarlamanoenungestoalgodisplicente.

—¿Porquémotivoabreslapuerta?—dijoentresusurrosaquelser.—Tehe reconocido—contestóCelsoapoyadoenunade las jambasde lavieja

puerta—.Queríaverteotravez.—¿Verme?¿Paraqué?Soyunviejoacabado.—Noloeres—repusoeljoven—.Siasífuera,noestaríasaquí.—He hechomuchomal.Me he llevado amucha gente por delante. Incluso lo

tengoescritoenunacarta.—Alfinalloconseguirás.Lograrásturedención.Aquellaúltimapalabrapareciódespertaraaquellasombraylogróquesepusiera

depie.Aunasí,tuvoqueapoyarseenlaparedenlaquesegundosanteshabíaestado

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recostado.—Bellapalabra.Redención.Cada uno de los sonidos le sonaron casi individualmente a Celso en sus

pensamientos,quefrecuentementeseveíanmezcladosconlosremordimientos.—Elmundo ha cambiado—dijo la sombra—.Me encuentro fuera delmío. Si

tuvieraunaespadaenmismanospodríademostrarlesatodosqueseequivocan,quehacenmalenperseguirme.—Parecíairrecobrandoelánimopocoapoco.

—Tustiemposquedanbienatrás, loreconozco.Peroaquísigues,dandoguerra.¿Quiéntehatraídohastaaquí?¿Losabes?

—Lodesconozco—contestóefusivamenteaquelser—;peroesperoquenohayasidoDonLuis.Esoseríaundesafíoentodaregla.Elenésimoalolargodenuestrasagitadasvidas.

—De mí ya no te acuerdas… ¿Verdad? —En el fondo, Celso ya conocía larespuesta.

—Nunca sueloolvidarunacara.Nunca lohehecho.Tengoaquígrabadas—seseñalófuertementelasien—cadaunodelosrostrosdeaquellosquehematado.

—Ysupongoqueenelpecho…—Guardo cada uno de los besos de las mujeres que he amado—contestó la

sombracomosi enel fondo recitaradememoria lospensamientosque surcaban lamentedeCelso.

El joven asintió conuna sonrisa desesperanzada, como si de antemanohubiesesabidoquelasombranoloreconocería.

Elestréshizoque lossueñosdeClaudioreverberasenelsuaverepiqueteode lapuertadesudespacho,unashorasantes.Claudiosehallabaobservandofijamenteelfondode la sala, algocambiada, conunventanal enormequedabaaCentralPark.Alláalolejos,sinqueelprofesorlededicaramuchaatención,asusespaldascaíaunalluvia interminable de personas que se precipitaban al vacío, todas ellas anónimas,repetidas,interminablesucesióndeamericanasdecolorbeisypantalonessacudidospor el aire. Para él, Claudio, nada de aquello existía por detrás de él; tan sólo lallamadaleveaunqueinsistentedeCelsoalotrolado.

—Pase,Celso.—Lapuertaseabrióyelantiguoalumnoasomólacabezauntantoextrañado.

—¿Cómosabía…?Hacíamuchotiempoquenonosveíamos.—Técnicamente, no—repusoClaudio—.Haestadoesta tarde enmidespacho.

—El profesor estaba satisfecho: rostro afable y con unos cuantos años menos,recortadopor la lluviamacabradecadáveresconatuendodeprofesoruniversitario.No sin cierta perplejidad, el joven entróvestido conuna americana a cuadrosy sesentóenfrentedesuantiguoprofesordeDerechoromano.

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—Séquehacetiempoquenonosvemos.Alomejorlopilloenunmalmomento.—Paranada.Observabaatravésdelaventana.—¿Central Park? —preguntó Celso como si estuvieran hablando de un

apartamentoconvistasalMontjuic—.Muybonito.ABeatrizlegustaríanbastante.—Hablasenpresente.—Losé.Deberíautilizarelpasadoconella.Peronocreoqueaquíeso importe

mucho, ¿no?—Celsomiró alrededor nervioso—.Tú también confundes el pasadoconelpresente.

—Nome extraña que siempreme tocaras los cojones durante las clases. Vayapreguntasmehacías.—Elprofesorsonreíaconunpuntodeamargura—.Dime,¿porquéhasvenido?

—¿Hablábamosdepreguntas,verdad?Claudio hizo un gesto apremiante con lamano.Quería que su antiguo alumno

prosiguiera.—Desdequeloqueleemosseconvierteenrealidad,heestadopensandomucho

enella.—Atodosnoshahechopensar—añadiódeprontoelprofesor—.Nosécómolo

llevastú,peroyocadadíameencuentropeor.—Tratodeserpositivo.Pragmático.—Intuyoadóndequieres llegar.—Claudio tuvo la tentacióndegirarsesobresí

mismoycontemplarlalluviatétricadehombrescayendoalvacío.Curiosamente,loscuerpos no se amontonaban al llegar al suelo. Simplemente las personas de alláafuera,deaquelparqueonírico,paseabanconsumatranquilidad.

—Puedestratardeadivinar,aunquetalvezpartasconventaja,yaquetodoestoenrealidadesunsueño.Tusueño.

—Lo intentaré, pero tal vez sepa de antemano que no voy a acertar, porquerealmenteséquetúmetienesquehacerunapregunta.—Elprofesorcavilóduranteunossegundossuafirmación.Contuvolasganasdedarse lavuelta,demirarpor laventana, tal y como hacía en la vida real cada día, fuera del sueño. Prosiguió—:Conocesmiaficiónporlalectura;peroenelfondoconocesmáscosassobremí.Enaquellasentrevistasqueteníamostúyyoacercadetustrabajosuniversitariostehablédemigustoporlaescritura,algoqueenlosúltimostiemposhetenidoqueabandonar.Ya sabes: la escritura implica lectura, con lo cual se podría invocar en la realidadcualquieradelosmonstruosquecreáramosenlafantasíadelrelato.

—Cierto—apostillóCelso—.Yo,almenos,sólohetenidoqueacostumbrarmeanoleer.

—Puesportodoloquetehedicho…¿Esposiblequequieresqueescribaalgunahistoria,talvez?Unahistoriaenlaqueaparezcastú…O,mejor,unaenlaquetúyBeatrizestuvieraisjuntosotravez…

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—Esunabuenadeducción.Aunqueresultacuriosoqueaunsiendotodoestounrecuerdodeloquehapasadohaceunashoras,cometaselmismoerrorqueantes.—Celsosonrióconelgestodelalumnoqueganaalmaestroporprimeravez—.Senotaque admirabas aClarín, profesor deDerecho como tú.No, no quiero que escribasnada.

—Muybien,entonces.—Claudiofingíaciertoenojo—.Sueltatupregunta.—Te agradecería que leyeras algo para mí. Beatriz murió, acuérdate. ¿Qué

pasaríasiinvocáramoseluniversocreadoporalgúnescritor?—Por fin surgió la pregunta. —El subconsciente dormido del profesor sabía

desdeelprincipiocuálera,deahíquenosesorprendieralomásmínimoalescucharlaporsegundavez—.¿Porquénoquieresqueinventeunrelato?

—¿Estaríasdispuestoahacerlo?—Nolocreo—contestóserioClaudio—.Niunacosanilaotra.—Si inventaras una historia—Celso se pasó unamano nerviosa por la amplia

frentedespoblada—,moriríaconellarápidamente.Sonefímeras.Ynorecuerdan.—¿Ycómoharíasparaqueseprolongaraeneltiempo?—Creoqueellibrodeberíaserunclásico;algoqueperduraraeneltiempo,quelo

hayaconseguidodehecho.Losclásicosnuncamueren.—Noesseguro.—Elprofesorseechóhaciaatrás,comosielbufidoquehabía

lanzadoloempujaraviolentamente.LasillamadeinChinacrujiócomoprotesta.—Claroquenoloes.—Loslabiosdelantiguoalumnososteníanunatibiasonrisa

quenoencajabaconsuauténticoestadodeánimo—.Hepensadomuchodesdequeleocurrióestedesastreanuestromundoycreoque,sienlugardeinvocarpersonajes,consiguiéramos traer un universo entero, podría sumergirme en él. ¿Te vuelvo arepetirlapregunta?

—No es necesario.—YClaudio se dio la vuelta para observar a través de losgigantescoscristales.

En el asiento del avión, Claudio despertó de una cabezada. A su lado, Celsocontinuabasumergidoenalgúntipodeensueño.Laluzyanoestabaencendida,asíquepodríalevantarseencualquiermomentoparairalestrecholavaboyrefrescarseconunpocodeagua.Noqueríadespertarasuantiguoalumno,demodoquetendríaquepasarjuntoaaquelhombrevestidodenegro(nosabíaacienciaciertasitendríaveinteocuarentaaños),barbadelcolordeltizónytrencillasfinascomoalambres.

—Excuse me, sir —dijo el profesor esbozando una leve sonrisa. El judíoortodoxo apartó inmediatamente las piernas hacia un lado, al tiempo que mirabafijamentealosojosdeClaudio,quienpensócómollevaríanlaspersonasreligiosaselquesepudierainvocarapersonajesdesuslecturassagradas.Probablemente,muchospreferiríandenuevolaliteraturaoral.

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Elprofesorsedirigióalbañoyallí,unavezqueesperóaqueunseñororondoemergiera de aquel cubículo, se introdujo en su interior. Agradeció el agua frescaempapándole la cara pues cada una de las gotitas que caían al lavabo se llevabanpartedelaansiedadacumulada.

—Tranquilízate…—sedecíaasímismo.ElAeropuertoInternacionalBenGurionlosrecibióconmudacortesía.Nadielos

esperaba, pero tampoco echaron en falta a ningún amigo allí. La intención de ir aJerusalén estaba clara. El trasiego de personas casi los abrumaba, pero, tanto paraClaudiocomoparaCelso, tansóloeranelcorodeuna tragedianoescrita,sombrasborrosasasualrededor;genteanónima,comoloshombresdechaquetabeisquecaíanenelsueñodelprofesor.

Yaenelhotel,situadoenlasafuerasdelacapital,profesoryalumnodiscutieronlosdetallesde la lectura.Estabanbastante claros, pues realmente sólo se teníaqueleerel libroyesperaraquepasara.Desdequehabíasucedidoelprimercasonadieveía otra cosa aparte de personajes sin rumbo fijo que deambulaban fuera de susuniversosliterarios,comoelDonJuanconelquehabíadepartidoCelsoenelrellanode la escalera.Hacer que algomás complejo,mayor que simples personajes, fuerainvocadoalmundorealseantojabaunatareafútil.

—Está bien—comentó Claudio—. Comenzaré a leerlo cerca del parque de laIndependencia. Convenimos en que es lo más aproximado a la «selva» de la quehablaDante.

—Almenosesunpuntodeinicio.—¿Aquiénpiensasencontrar?—AVirgilio.—Suspropiaspalabrasleresultabanextrañas,hastaparasímismo

—.Élmedeberíaguiarhacialaentrada.—Yunavezallí…¿Sabrásadóndeir,cómobuscarla?—Mecontentaréconquesehayamaterializadolapuerta—contestóCelso—.Si

Virgilioapareceyescapazdeconducirmehastaallíestarésatisfechoenparte.—Talveznonosvolvamosaver.—Elrostrodelprofesorestabacansado.Miróal

otro extremo de la habitación, donde se hallaba una edición vieja de «La divinacomedia».Enelfondodesusemociones,aunquesupieraquepodríaestarayudandoaunhombre a supropio suicidio, se sentía felizporque leeríadenuevo laspalabrasmágicasdeunlibroimpreso,locualcasihabíadesaparecidodesurecuerdo.

—Yonopuedoseguirasí.Todaslasnocheslaveoensueños.Escomosihubieraelegidoesemundoparavisitarme.

—Laverdadesquetratarderecorrerelinfierno,elpurgatorioyelcieloparadarcontuamadaBeatriztienemérito.Esposiblequenosehalleenesemundoenelquequieresinternarte.Alomejorestáenotrodiferente.Puedequeinclusono…

—Sólotienesentidointentarlosia travésdeVirgiliopuedollegarhastaelcielo

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real,oelinfierno.—Celsosonrióirónicamente.—Si se ha escrito tanto acerca de esos conceptos puede que, incluso no

existiendo,hayanacabadoporconvertirseenreales.Eresaudaz,queridoalumno.—Talvezhaganuna fiestaenmihonor.Puedeque seaelprimerpersonajedel

mundorealquevisitaeluniversoliterario.

LaoscuridaderaabsolutaeimpregnabacadaporodeCelsocomosisetrataradeun denso aceite negro. Su respiración era entrecortada y se sentía como animalilloatrapadoenunainmensateladearaña.LoúltimoquerecordabaeranlaspalabrasdeClaudioqueinvocabanlosversosdeDanteensu«Divinacomedia».

A medida que volvían a su mente imágenes de su propio mundo (el viejoprofesor,elavióndeArkia IsraeliAirlines, launiversidad,Barcelona…)recobró latranquilidad y el aire volvió a llenar sus pulmones con regularidad. A tientas, susmanosdeambularonazarosasduranteunbuenrato tratandodeaferrarseacualquierpuntode apoyo.Finalmente tocó algo; perono se tratabadeuna roca, una ramaosiquieraelsuelo,sinolamanodealguien.Erafuerteysegura,ásperayencallecida.Tiródeélyenunabrirycerrardeojoslaoscuridadseapartódelasdospersonasquecompartían aquel pequeño espacio luminoso, aunque la negrura aún se quedararevoloteando alrededor. El hombre era más bajo que Celso, aunque de una plantarobusta a pesar de los años que cargaban sus hombros. Una túnica blanca ypolvorientacubríaeltorsoylamayorpartedelaspiernas.

—Virgilio…—LavozdeCelsohabíahechounesfuerzosobrehumanoparapoderemerger de la garganta y apenas le dio tiempo a pronunciar el nombre de quienesperaríaquelocondujesehastalaspuertasdelinfierno.

Se lo quedómirando un buen rato, con esos ojos profundos del que ha vividomilesdeaños,aunquefueraunavidaenelrecuerdodeescritoresyestudiantes.Nolesoltólamanohastaquelohuboescrutadolosuficiente.

—¿Dóndeestamos?Nopuedovernada—dijoel joven—.Estamoscerca…Nopuedorespirarbien…

—Mortal,eres túquienhadearrojar luza las tinieblasdemimente—contestóenérgicoelpoeta.

—¿Cómo?¿Dóndeheacabado…?—¡Calla!Porallávanlasalmasdeloscondenados.Nosedirigenaldestinoque

sunaturaleza les impuso.Vuelvena tumundo,al igualqueaquellasotrascriaturasquevesporallí.

Losgritos,lamentosyllantosquejumbrososfueronapartandoladensaoscuridadque rodeabaaCelsoyaVirgilio.Amedidaqueelhorizonte se ibadibujandoanteellos, éste perfilaba un paisaje aterrador de grotescos monstruos que asaltaban laciudaddeJerusalén.

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—¡Diosmío!Hetraídoelinfiernoamimundo.

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Laconfesióndeldifunto

—Y,entonces,¿cuálfueladeterminaciónquesetomóconellos?Daríovestíaunacamisabajolacualelvellodelpechopugnabaporsalirhaciael

exterior,comosibuscaseelalientoperdidoenaquelantrodemalafama,aunquedebuenvino,llamado«Labodeguita».

Suinterlocutorfumabaconstantementeuncigarrillotrasotro.Negro,delosmásbaratos,preferiblemente.Siemprehabíapensadoqueliarseunomismoeltabacoerade bohemios, de niñatos. El Romo siempre repetía el mismo ritual cada vez quefundíaunacajetilla(locualocurríaalmenosunpardevecescadadía):disimulandomalamentesumalestar,hurgabaenelinteriordelsucioanorakmarino,observabaeltesoroefímeroconseguido,learrancabaelchivatosinmiramientosy,conunafuerzamedida, golpeaba la cabeza del reo hasta que el primer incauto tenía la osadía desobresalirdeentresusiguales.

—Se les iba a llevar a juicio, por supuesto —contestó ya con el cigarrillobesándoleellabioinferior.

La bodeguita estaba hasta los topes aquella mañana aún fría de marzo. Elcamareronoparabadegritarconunabandejaencadamanoelnombredelquehabíapedidoelsurtidodeibéricosyellomodecerdoaljerez.

—Lo nuestro no está todavía. —Le faltaba la interrogación a las palabras deDarío.ElRomohizoungestodeindiferencia.

—Selesllevóalacomisaría,claro.—Peroesonoconstaenningúninforme…—Claroqueno.Ellosnohanestadodetenidosenningúnmomento.—YelRomo

soltóunacarcajadaquecasilehizoexpectorarlopocohúmedoquetransitabaporsuspulmones. Prosiguió—: Aquí en Sevilla no las llamamos por su nombre. Casisiempre decimos «la uno norte» o «la tres sur». La comisaría es un piso que seencuentraenelbarriodeTriana.Nadaoficial,yameentiende.

—¿Yallíquésehace?—Seconsigue información.—ElRomo lediounabuenacaladaal cigarrilloy,

porunosmomentoselhumodifuminósusdurosrasgos—.Peronoeraelcaso.Lostiposconlosquetratábamoseranunosauténticosprofesionales,deahíquealgunosotrospolicíascomoyoestuviéramosmetidosenesamierda.

—Sidicequenobuscabaninformacióndeellos,¿quéesloquepodíanconseguir?—Éseeraelcaso—contestóelpolicía—.Yalosabíamostododeellos.

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Elcamareroporfingritóelnombredelotro,deDarío,elperiodistaqueservíaalRomo de confesor o, al menos, el que le daría la extremaunción. Se levantóimpaciente,notantoporlacomidaquelesesperabasobreaquelsuculentoplatoconchorizopicante,quesomanchegoyjugosojamóndebellota,sinoporladelicatessenperiodísticaqueelRomoleservíaenbandejadeoro.Talvez, lacomidalospodríadistraerdelobjetivofundamentalde laentrevista,demodoque lomásconvenienteseríaterminarcontodoaquellocuantoantes(lodelplato,seentiende).

El policía comenzó a hablar sin ningún pudor, a la vez que masticabagustosamente el jamón de «La bodeguita». Aprovechó sin duda el tiempo que elnegroledejabaparacomerodormir.

—Esta gente era profesional; y alguien de arriba determinó que podían servaliosos.

—¿Sabequiénlediolaorden?—Siempre es unmando. Lo jodido es que uno nunca sabe quién es a ciencia

cierta. Si estuviera metido en este mundillo vería que uno se va enterando de lascosas.Sinmás.—ElRomolepegóunbuentragoaltintodelabarra—.Lostipos,losdelabanda,eranunosasesinosimplacables.

—¿Españoles?—Enabsoluto.DelEste.Alparecerexcombatientesdelejércitorusorepudiados

ensupaís.Deberíahaberleshechounafotocuandoestabanenlasillaeincluirlaensureportaje.Lostíosnoseinmutaronlomásmínimo.Conunpar,síseñor.Loquedecíaesquenos llegó laorden.La informaciónquepudieran teneryaeradesobraconocidaporquiendebieraconocerla.Loquehabíaquehacerconelloseraborrarlosdelmapa,peronoenelsentidoenqueustedpiensa,sinomásbieneliminarcualquierrastroadministrativo.Mire,Darío,alosmandoslesinteresaestaclasedegenteparahacereltrabajosucio,elqueesverdaderamentedetestable.

—¿Pero cómo pueden convencerles?—Darío miró de soslayo el plato con lacomidaydeprontoelapetitoloabandonó.Selerevolvióunpocoelestómago.

—Entiendaesto:yomeencargodepegarlesdoshostiasparaque seenterendequiéneselquemanda,perosinpasarse,claro.Otrossededicanaborrarlashuellas.Yhayquientieneeldondeaveriguarcuáleselpuntodébildelapersonayatacarporahí. Usted lo sabe bien. —El Romo ahogó una carcajada entre su propia toscavernosa,queenaquellaocasión lemanchó lapalmade lamanoconunasgotitasimperceptiblesdesangre,ínfimas,comosisetrataradesudortintadoderosa.

Cuandolaentrevistatocóasufin,Daríosemarchósolohaciasucasa.ElRomosequedóunosminutosmásreflexionandoacercadelconfesorquesehabíabuscadoaúltimahora.«Almenos,talveznoiréderechoalinfierno».Sinembargo,albergabaunaduda:¿seríaunodeaquellosrusoselqueprecisamentepodríaacabarconlavidadeDarío?

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Aquelloslabiosdesconocidos

Todos los viernes la profesora de literatura otorgaba a sus alumnos el honor derealizarunexamendeortografía.ElnegrosefundíasobreelblancodeposibilidadesinfinitasenlamentedeRoberto,elcualconcadapalabraqueescribíaperdíadosmásensurecuerdo.Lonotójustoenelmomentodeponersunombreenlapartesuperior.Desaparecieronseispalabrasdesumemoria.Apesardeello,continuóconelprimerejercicio,puesaquellaspalabrasyaformabanpartedelrecuerdodeloquealgunavezhabía recordado.Cadavezdudabamás acercade loquedebería escribir ono.Laslagunas se sucedían una tras otra y, a continuación, gracias a lo recurrente de laimaginacióndeRoberto,levinieronalamentepaisajesinundadosdelagosinfinitos,perfectos,queconfluíanenunpequeñorelojdeagua.

«Quedanquinceminutosparaterminarelexamen»,dijolaprofesora.Paraaquelentonces,Robertoapenasrecordabaalgodesulenguamaternayaduraspenaslogróentenderloquehabíacomentadoaquellamujervestidaconpantalónvaqueroyblusadecolorblanco.Habíamesasalrededorygenteanónimagarabateaba trazosnegrossobrehojasenblanco.Miróangustiadoentornoy,depronto,fueconscientedequeélmismo había estado salpicando de (¿cómo se llamaba… tinta?) aquella extensiónblanca,infinita,inalcanzablequesedibujabaanteél.Aquelblancoeternoloabismóen sus propios pensamientos, en aquella nada huérfana de palabras, vacía designificación.

«Elexamenhaterminado.Tengoquerecogerlo»,dijodenuevolaprofesora.PeroRobertonoentendiónadadelossonidosqueemitíanaquelloslabiosdesconocidos.

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ALFONSO VILLAR GUERRERO (Torreperogil, Jaén, 1980). Aparte de Cuentosfantásticos para un mundo en crisis ha publicado una novela titulada El remo deCaronte.En2012fuefinalistadelCertamenVórticedecienciaficciónconelrelato«Errorenlasintaxisdelcomando».En2013ganóelIconcursodenarraciónbrevedeMecenix.com,enlamodalidad«Lagrancorrupción»,conelrelato«Barrios».Otrosde sus cuentos, como «El placer de los ancestros» o «La confesión del difunto»,tambiénhansidopublicadosendiversosmediosdigitales.En laactualidad imparteclasesdeLenguacastellanayLiteraturaenlaComunidadValenciana,dondereside.

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