cuento de la desgracia

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Adulación de la sepultura (2ª parte y fin) Quien cree que está solo, está condenado a perderse. Me refiero al miedo inconsciente a no ser reconocido, expresado en esas frases de adolescente que aparecen en las páginas de los libros de algunos académicos… Por: Hernando López Yepes Existe un currículo oculto en el trabajo de algunos profesores en nuestras universidades. Empeñados en el decorado de su gloria y en la defensa del dogma de determinadas sectas del saber, adherentes ciegos a algunas figuras literarias reconocidas, niegan todo interés por cualquiera creación que no sea la propia, la de un compañero de logia, o el producto de una gloria consagrada, objeto de su veneración. Es evidente su decisión de impedirle cualquiera oportunidad a la palabra creadora, cuando es tan solo una hija espuria, cuando no se la presenta acompañada de certificaciones que garanticen la pureza de su origen y el grado de beneficio que pueda

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literatura sobre la importancia de contar de los trabajos de Hércules

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Adulacin de la sepultura (2 parte y fin)Quien cree que est solo, est condenado a perderse. Me refiero al miedo inconsciente a no ser reconocido, expresado en esas frases de adolescente que aparecen en las pginas de los libros de algunos acadmicos

Por: Hernando Lpez YepesExiste un currculo oculto en el trabajo de algunos profesores en nuestras universidades. Empeados en el decorado de su gloria y en la defensa del dogma de determinadas sectas del saber, adherentes ciegos a algunas figuras literarias reconocidas, niegan todo inters por cualquiera creacin que no sea la propia, la de un compaero de logia, o el producto de una gloria consagrada, objeto de su veneracin. Es evidente su decisin de impedirle cualquiera oportunidad a la palabra creadora, cuando es tan solo una hija espuria, cuando no se la presenta acompaada de certificaciones que garanticen la pureza de su origen y el grado de beneficio que pueda reportar su anlisis y difusin. Existe un empeo en silenciar estas obras, en ahogarlasEn el mundo de la cultura encontramos personas que condicionan la valoracin de una novela, de un texto de relatos o de un libro de poesa. Para ellas, su concepto favorable posee un valor. Jams reciben un pago en dinero: ellas practican intercambios. Lo que les preocupa e interesa es la impresin de un volumen con sus escritos, el tejido de una red de apoyo, el agregado de un nuevo rengln al currculo, un nuevo cargo, la obtencin de una beca de estudios en el exterior, el establecimiento de contactos internacionales. Y todo ese esfuerzo para nada! En nuestro medio hemos asistido al florecimiento y la desaparicin de esas glorias de la academia y de otras glorias municipales y regionales del mbito cultural, apadrinadas por el poder estatal. Quien cree que est solo, est condenado a perderse. Me refiero al miedo inconsciente a no ser reconocido, expresado en esas frases de adolescente que aparecen en las pginas de los libros de algunos acadmicos:Madrid, verano del 2006, Pars, otoo del ltimo ao del segundo milenioDe entrada, se empieza por compadecer a los autores de estas frases por su fragilidad intelectual y por su carencia de fuerza espiritual. Al leerlas, el lector debera detenerse y decidir no ir ms all, cerrar el libro. Pero el lector es curioso y pasa pgina tras pgina, para encontrarse con la verdad de que estos trabajos son las obras que siguen escribiendo los autores clsicos desde sus tumbas, por medio de sus clones; aprovechando la accin de unas terceras manos que cumplen su tarea con la mayor seriedad e inocencia. La experiencia nos permite conocer algo de la verdad de los literatos profesionales. Goethe obr como un comerciante de su persona y de su obra cuando escribi su texto Poesa y verdad; tambin cuando escribi su autobiografa, apoyndose en ese parlante humano que fue Eckermann. Su actitud lo emparent con cualquier mercader de cualquiera poca, de cualquier comercio del ms bajo nivel: Goethe reescribindose. Goethe anticipndose a toda interpretacin de Goethe que no fuese la de l mismoAlgunos intelectuales desperdician sus vidas con sus ojos puestos en La Arcadia; dedican los mejores aos de sus vidas laborales al anlisis de El estudio de un estudio de un estudio, acerca de un artista del siglo IV, antes de Cristo, de quien los separan enormes distancias culturales, amn de las imposibilidades lingsticas. Han perdido la capacidad de ver y de verse. La historia tiene captulos que muestran a muchos cultores de la palabra ejerciendo funciones de comediantes. Sus conductas son las acciones vergonzantes de quienes decidieron convertirse en los escribas de unas profesiones de fe extraas, impropias Un hombre culto desperdicia su vida cuando silencia su voz para hablar con la voz de otro, cuando dedica sus das y sus noches a reescribir una obra ajena, cuando mutila todo brote de luz propia en su espritu, medrando por un sitial en los escenarios oficiales, parado sobre los hombros de los muertos. Una vida as, a pesar de transcurrir en el espacio de lo acadmico, se convierte en una sumatoria de gestualidades banales, en la deformacin del propio ser frente a un espejo, en el desperdicio del talento, en la siembra de una semilla prometedora en una maceta de jardn interior, semilla que pudo y debi convertirse en rbol.En nuestra adolescencia confundimos la untuosidad, el habla sibilina, los gestos remilgados de algunos simuladores de cultura con la bondad del sabio y del maestro. Cuando fuimos jvenes nos deslumbraron los poetas que conocimos en los recitales y en los talleres de literatura. Nos asombraron con su erudicin, con sus maneras de glosar lo cotidiano, con sus citas de otros autores, con sus artificiosidades, con sus colecciones de libros autografiados por los mandarines de la literatura. Muchos, entre ellos, eran profesores de literatura en nuestras universidades. Poco o nada se recuerda hoy de su obra. Los elementos que adornaron sus vidas y que parecieron formar parte de su ser eran slo pedrera sin valor, ausencia de vitalidad, expresin de desgano, gestualidad frgil, alzamiento de cejas, fruncimiento de labios, voz de insecto melferoNingn fragmento de sus obras perdura en la memoria de su pueblo. Sus nombres permanecen en la oscuridad de la que nunca salieron. Es absurdo renunciar a ser en el presente, por anhelar el brillo mortecino del prestigio del sepulcro.Nuestra formacin nos hace ajenos a la aprobacin ciega del texto que se improvisa. Estamos en contra de las publicaciones hechas a destiempo. No nos permitimos desperdiciar nuestras horas en la lectura de obras cuya insuficiencia es evidente; las hacemos a un lado tan pronto nos percatamos de su pobreza lingstica o conceptual. Nos negamos a dar limosna intelectual. Consideramos, sin embargo, que entre tanta tierra rida analizada por los profesores-crticos debe hallarse alguna pepita dorada, si el ojo del crtico es bueno y si el crtico es un buen buscador. Quienes hacen de la creacin por la palabra una bsqueda sincera tropiezan, caen muchas veces. Un escritor falla en su intento, retoma su tarea una y otra vez, persiste en su escritura con el anhelo de crear su propia voz; lucha por encontrarle expresin a su manera personal de sentir e interpretar el mundo. Pocos cumplen su anhelo. Constituye un deber de quienes han consagrado su existencia a la enseanza, al estudio y el cultivo de la palabra, criticar con respeto la lucha de quien escribe por alcanzar su estrella. Los comentarios aduladores de un catedrtico sobre la obra de un premio Nobel no llegarn a los odos de ste, por ms que el autor de los mismos lo desee; pero la tarea de juzgar la obra de un escritor de su entorno debera ser tomada por l como el mayor honor y el mayor reto en el ejercicio de su magisterio. Un hombre responsable con la tarea que la sociedad ha puesto en sus manos, no puede permitir que su discurso y sus conductas degeneren en lo que los Chinos cultos han llamado Adulacin de la sepultura.*[email protected]