cuaderno cuaresma2013 diocesis de valencia

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Cuaresma-Pascua Para mí la vida es Cristo 2013 Cuaderno Pastoral

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Page 1: Cuaderno cuaresma2013 diocesis de valencia

Cuaresma-Pascua

Para mí la vida es Cristo

2013Cuaderno Pastoral

Page 2: Cuaderno cuaresma2013 diocesis de valencia

© Arzobispado de Valencia, 2013

Edita: Arzobispado de Valencia

Diseño y producción gráfica:Medianil Comunicaciónwww.medianil.net

Page 3: Cuaderno cuaresma2013 diocesis de valencia

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2013 ................................................................................... 04

Carta Saludo del Sr. Arzobispo ..................................................................... 10

CUARESMA-PASCUA 2O13

PARA lA lItURgIA ....................................................................................... 15

triduo Pascual 2013 ......................................................................... 50

Pascua 2013 ......................................................................................... 54

PARA lA PARROqUIA ................................................................................. 73

Propuesta Diocesana de Cáritas Diocesanas...................... 74

Comisión Diocesana para los Mayores ................................... 76

Vía Crucis ........................................................................................ 78

Vía lucis ........................................................................................... 94

Comisión Diocesana de Misiones ............................................... 110

Comisión Diocesana de Espiritualidad..................................... 112

COV Catequesis para niños ........................................................... 118

COV Catequesis para jóvenes ...................................................... 123

Comisión Diocesana del Ambiente y la Ecología Vía Crucis desde la creación......................................................... 130

Comisión Diocesana de liturgia Celebración Penitencial .................................................................... 161

PARA El COlEgIO ................................................................................................ 171

Vía Fidei .................................................................................................... 172

PROPUEStA DE CAntOS .................................................................................. 183

El MOnAStERIO DE CUARESMA .................................................................. 189

í n d i c e

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Para mí la vida es Cristo

Mensaje del Santo PadreBenedicto XVIpara la Cuaresma 2013

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Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

Para mí la vida es Cristo 5

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la Fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.

1. La fe como respuesta al amor de Dios

En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal –que incluye todas nuestras facultades– a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que,

Creer en la caridad suscita caridad

«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16)

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto

desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la

caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo

y movido por este amor –«caritas Christi urget nos» (2 Cor 5,14)–, está abierto de

modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante

todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve,

se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para

atraer a la humanidad al amor de Dios.

«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la

firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar

conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz,

suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina

constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib.,

39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los

cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

2. La caridad como vida en la fe

Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta

es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa

divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una

luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le

da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos

su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos

de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino

que Cristo vive en mí (cf. Gal 2,20).

Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de

su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos

lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente

«a actuar por la caridad» (Gal 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tim 2,4); la caridad es «caminar» en

la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad

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Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

Para mí la vida es Cristo

se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento

del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-

17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos

hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu

Santo (cf. Gal 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y

generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad

A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso

oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por

lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado,

en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la

prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras

concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin

embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y

de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida

espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con

Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste,

a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la

Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio

que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto

al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción,

simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta

y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde

siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar

arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se

tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple

ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de

caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra».

Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir

el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio,

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta

e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI

en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal

factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros,

vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el

desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).

En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de

Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer

contacto –indispensable– con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor»,

para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.

A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san

Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados

por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios;

tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos:

creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios

que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de

Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar

nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las

orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo

humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios

concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos

virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones

para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha

más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos

y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a

través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad

Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo

(cf. 1 Cor 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Gal 4,6), y que nos

hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Cor 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Cor 16,22; Ap 22,20).

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Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

Para mí la vida es Cristo

La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rom 5,5).

La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Cor 13,13).

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.

Vaticano, 15 de octubre de 2012

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Carta Saludo del Sr. Arzobispo

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Carta del Sr. Arzobispo

Para mí la vida es Cristo

Queridos hermanos:

Los tiempos de Cuaresma y Pascua en este año vienen marcados por importantes acontecimientos, tanto en la Iglesia Universal como en nuestra Iglesia Diocesana. Me refiero a la celebración del Año de la Fe, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI con el objeto de “introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe” (Carta apostólica Porta fidei, n. 4). Es este, un tiempo especial, un tiempo de gracia, en el que podemos propiciar, con nuestras acciones y actitudes, un mayor y mejor acercamiento al Señor. Descubrir su presencia y encontrarnos con él es lo que cambia radicalmente nuestro modo de vivir, de entender la vida, la relación con los demás. Desde el encuentro con Cristo resucitado, esa es la verdadera experiencia de fe, la vida adquiere un nuevo sentido, una nueva razón. Desde el encuentro con Cristo, en el itinerario de nuestra vida, “con entusiasmo renovado”, afrontamos de un modo nuevo las oportunidades con las que cada día nos encontramos: la transmisión de la fe en la familia, la educación cristiana de los niños y jóvenes, el acompañamiento de los adultos que, por diversas razones, se alejaron de la fe o no ha llegado a conocer a Cristo, la celebración de los sacramentos, la vida de caridad... Todo esto sólo podemos hacerlo desde el encuentro, real y personal, con el Señor resucitado. Como nos recuerda el Papa Benedicto XVI “La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro” (Carta apostólica Porta fidei, n. 11). Y este encuentro es el modo con el que Jesús quiere ser conocido, no como una “teoría”, sino como una Persona, que vive en la Iglesia, y acompaña mi vida.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Este año, nuestra Archidiócesis, vivirá en el tiempo de la Cuaresma una experiencia misionera, evangelizadora, de anuncio del encuentro gozoso con Dios. Se trata de la “Misión en Valencia Porta Fidei”. La conocéis bien y estoy seguro que vais a participar en ella. Se trata, con sencillez, de hacer posible, de propiciar este encuentro con el Señor. Esta Misión quiere avivar, con la fuerza del Espíritu Santo, la experiencia de Dios en cada uno de los que participen en la misma, descubriendo o fortaleciendo la adhesión a la persona de Cristo y animando a manifestar públicamente los frutos de la vida cristiana. La “Misión” no sólo tiene como “protagonistas a los sacerdotes misioneros”. Las comunidades parroquiales, las comunidades religiosas y la vida consagrada, nuestros colegios diocesanos y los que son regidos por la vida consagrada, están llamados, también y a su modo, a ser y a hacer “Misión”.

Los materiales que aquí encontrarás y los que estarán en las diversas páginas de internet, pueden ayudarte a vivir con mayor intensidad este tiempo de Cuaresma y Pascua. Una Pascua, este año, que viene marcada por otra acción diocesana, dentro del Itinerario Diocesano de Renovación: las peregrinaciones a la S.I. Catedral. Estas se iniciaron ya en el mes de enero y febrero, continuarán durante la Cuaresma y culminarán en el Tiempo de Pascua. Quieren, las peregrinaciones, acercarnos a la Catedral para juntos confesar y celebrar nuestra fe. En este Año de la Fe, confesar, celebrar, vivir y orar nuestra fe ha de estar siempre presente en todo lo que hagamos.

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“Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón, los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo” (Carta apostólica Porta fidei, n. 13).

Con gran afecto os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

Carta del Sr. Arzobispo

13Para mí la vida es Cristo

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Para la lItURgIA

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Cuaresma-Pascua2013

Para la LITURGIA

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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La Cuaresma se hizo, fue creciendo, poco a poco duran-te seis siglos. En su formación se juntaron tres itinerarios litúrgico-sacramentales: la preparación inmediata de los catecúmenos a los sacramentos de Iniciación, la peniten-cia pública y la participación de la comunidad cristiana en los dos anteriores como preparación para la Pascua. Al principio, los cristianos y los que iban a ser iniciados guardaban un ayuno de dos o tres días antes de Pascua; estamos en los siglos II y III, pero en Roma el ayuno se extendía durante tres semanas ya en el siglo IV. Cuando se instituyeron las Témporas, se quiso unir esa “veintena” con la solemne semana de ayuno del invierno; se buscó entonces llegar a la “cuarentena”, recordando los días Je-sús y de Elías en el desierto e incluso al pueblo hebreo en el Sinaí, peregrinando durante cuarenta años. En el siglo V, la Cuaresma es general en la Iglesia; pero en Roma ese tiempo tuvo un carácter único con las “estaciones cuares-males” y con la extensión del tiempo hasta el miércoles (de ceniza), para contar cuarenta días de ayuno, pues los domingos no se ayunaba. El programa litúrgico se com-pletó con san Gregorio Magno a finales del siglo VI y llegó prácticamente intacto hasta la renovación postconciliar que buscó responder a lo pedido por el Concilio:

“Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebran el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dese particular re-lieve en la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por consiguiente:

a) Úsense con mayor abundancia los elementos bau-tismales propios de la Liturgia cuaresmal y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior.

Introducción general Lo que dice la Historia

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

b) Dígase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que lo detesta en cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores ”1.

La reforma era conveniente, porque, desaparecida la institu-ción del catecumenado y sustituida la reconciliación pública por la penitencia secreta a partir del siglo VII, la Cuaresma quedó configurada como un tiempo casi exclusivamente penitencial y ascético. La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el siglo IX, cuando había decaído la práctica de la penitencia públi-ca. Por otra parte, la devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen Dolorosa invadió también las últimas semanas de la Cuaresma sobre todo a partir de la Baja Edad Media.

Respondiendo a lo deseado por el Concilio, los tres ciclos dominicales de la Cuaresma, A, B y C, sin dejar de mante-ner la unidad de este tiempo, ofrecen tres secuencias di-ferentes de cinco etapas de la Historia de la Salvación en el Antiguo Testamento (fundamental en la instrucción del catecumenado antiguo) y están de alguna manera espe-cializados en cada una de sus finalidades: prebautismal, prepascual y penitencial. Este año 2013 corresponde el ci-clo C, cuyos tres últimos evangelios dominicales forman el “tríptico penitencial” que luego comentaremos.

Los domingos de Cuaresma tienen tres lecturas cuyos temas no están necesariamente relacionados entre ellos, sino que forman tres secuencias diferentes: la historia de la salvación (Antiguo Testamento), la aplicación a la vida cristiana de una o ambas lecturas del AT y del Evangelio (Apóstol) y el tema propio del año (Evangelio).

1 Const. Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia, 109.

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Para mí la vida es Cristo

Leemos en la Carta Apostólica “Porta fidei” (n. 6):

“El Año de la fe es una invitación a una auténtica y re-novada conversión al Señor, único Salvador del mun-do. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remi-sión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pa-blo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rom 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia hu-mana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Gal 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Cor 5, 17)”.

Y, providencialmente, el presente curso del IDR, en este semestre, se centra en el conocimiento y la vivencia del Misterio Pascual de Cristo y tiene como momentos ce-lebrativos principales la Pascua y la entrega del Símbolo de la fe, con los que personalizaremos cada uno nuestra

1. La Cuaresma en el “Año de la Fe” y en nuestro Itinerario Diocesano de Renovación

Cuaresma 2013

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 318

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

2. La exposición y vivencia de la historia de la salvación en el Antiguo Testamento según el año C: La fe confesada y celebrada

En este año C debemos evocar nuestro camino de fe ha-cia Cristo. Cada uno de nosotros era el “arameo errante” a quien Dios convirtió en un pueblo que camina hacia un término (Deut 26,4-10, Primera lectura, 1º Domingo de Cuaresma). El ciclo C aglutina las lecturas del Antiguo Testamento alrededor del tema del acontecimiento pas-cual, que se realiza por la acción de Dios y la respuesta de la fe del hombre. Haciendo memorial del acontecimiento de la Pascua, éste llega a las generaciones actuales a tra-vés de la liturgia y de la profesión de fe. “La fe confesada y celebrada en Israel y su carácter profético para el culto cristiano”, éste podría ser el tema de este año en la histo-ria de nuestra salvación a través de los pasajes que nos lo recuerdan sucesivamente:

propia iniciación cristiana como inserción en el Cuerpo glorioso de Cristo e insistiremos en la necesidad de una “segunda conversión”, después de la más o menos lejana renovación bautismal, pues, citando de nuevo al Papa Be-nedicto XVI: “Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrec-ción. En la medida de su disponibilidad libre, los pensa-mientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida”.

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Para mí la vida es Cristo

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Los cinco domingos de cuaresma - en cuanto a las lectu-ras evangélicas - pueden dividirse en dos grupos. Los dos primeros serían los “sinópticos”, pues en ellos se repiten cada año los episodios del desierto y de la Transfigura-ción. Los tres últimos se pueden llamar “temáticos” pues desarrollan tres argumentos diferentes que correspon-den a las tres finalidades de la Cuaresma: catecumenal, pre-pascual y penitencial.

La relación temática de los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º de este año C, dentro del conjunto de esta Cua-resma, presentada como un itinerario hacia la Pascua y la confesión de la fe, podría ser: ¿Cómo es Dios en quien creemos? ¿Cómo podemos participar de la vida que nos ofrece y de la que nos apartamos por el pecado?

La remisión de los pecados nace del amor de Dios, exige un movimiento de nuestra parte y pide un signo visible que la ratifique: la absolución sacramental. Cuando esta-mos en puertas de la santa Cuaresma proponemos estos temas como base de una sólida catequesis sobre la Peni-tencia y su celebración litúrgica como preparación para la Pascua.

4. Los tres domingos “temáticos”. El Evangelio de la misericordia

3. Las lecturas apostólicas: Aplicación y vivencia del misterio pascual

La palabra de Dios se dirige a la comunidad presente, pues no se trata de historias del pasado sino que, por ella, Dios sigue hablando a su pueblo. Para resaltar este prin-cipio, las lecturas apostólicas se relacionan ya con la pri-mera ya con el Evangelio, a modo de reflexión teológica sobre los acontecimientos proclamados. Ellas expresan el “Hoy” en el que hemos de escuchar y volver a Dios. Lo iremos precisando cada domingo.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Los dos primeros domingos de Cuaresma tienen prefacios propios, en los que la acción de gracias arranca de los aconteci-mientos de la vida de Cristo que se celebran esos días: El ayuno en el desierto y la transfiguración. En los tres últimos domin-gos, durante el ciclo C el Misal no contiene prefacios referidos a los evangelios propios de ese año. Así pues, lo primero que se puede hacer estos domingos hacer es cantar o rezar alguno de los prefacios de Cuaresma con las Plegarias eucarísticas I, II o III; pero se puede buscar una mayor armonización entre los evangelios y la plegaria eucarística, teniendo en cuenta que las dos plegarias eucarísticas de la Reconciliación y el prefa-cio de la Penitencia, se pueden utilizar como alternativos a un prefacio “del tiempo”. De este modo, la Plegaria eucarística sobre la reconciliación II que tiene como tema “La reconcilia-ción con Dios, fundamento de la concordia humana” sería un buen complemento del Evangelio del domingo 3º. La primera Plegaria sobre la reconciliación “La reconciliación como retor-no al Padre” armoniza perfectamente con la parábola del hijo pródigo que se lee el domingo 4º. Y, por último, el prefacio de la Penitencia “El sacramento de la reconciliación en el Espíri-tu” (que se puede decir en tiempo de Cuaresma) se relaciona-ría con la absolución de Jesús a la mujer adúltera y culminaría perfectamente el “Tríptico penitencial” del que trataremos en este comentario litúrgico. En las ferias, al menos una vez a la semana, se podría utilizar la Plegaria eucarística IV 2.

2 La plegaria eucarística IV está inspirada en las anáforas orientales y confie-sa la fe y da gracias a través de las etapas de la historia de la salvación; ello la hace muy adecuada para el tiempo de Cuaresma.

5. Las plegarias eucarísticas en los domingos de Cuaresma

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Joel 2, 12-18:

El profeta Joel describe la liturgia penitencial del “Día de la expiación” en el antiguo Israel, y pide al pueblo de Dios que rasgue su corazón y no los vestidos. La penitencia tie-ne su pleno sentido cuando se convierten las voluntades de las personas. Convertirse es volver a Dios con ánimo firme y sincero. Contestaremos a la palabra de Dios con el salmo penitencial por excelencia: “Misericordia, Señor, hemos pecado”.

Segunda lectura. Coríntios 5, 20-6. 2:

San Pablo considera la conversión auténtica como una ta-rea permanente cuando dice: “Dejaos reconciliar con Dios” porque nuestro tiempo es breve, y la Cuaresma es tiempo de gracia y salvación. La reconciliación consiste en recomponer la relación rota o debilitada entre nosotros y Dios, entre no-sotros y los hermanos.

Evangelio de Mateo 6, 1-6. 16-18:

Jesús enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su es-tilo de vida y describe tres dimensiones de la misma: la oración, relación con Dios; la limosna, relación con el pró-jimo, y el ayuno, relación con uno mismo. La oración es imprescindible para el discípulo de Cristo; la limosna es expresión de sincera caridad y el ayuno muestra la con-versión a Dios.

6. El comienzo de la Cuaresma

La purificación de nuestra fe Vivificados al convertirnos3

“Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6, 2)

3 Desde tiempos de san Gregorio Magno (siglo VI), se inaugura este día en Roma la santa cuarentena; antes comenzaba la Cuaresma el primer do-mingo, pero se extendió al miércoles anterior para que hubiese cuarenta días de ayuno hasta la Pascua, descontando los domingos. En el siglo XI, habiendo caído en desuso la penitencia pública, el Papa Urbano II reco-mendó la imposición de la ceniza a todos los fieles como signo distintivo del comienzo de la Cuaresma.

13 de febrero de 2013 Miércoles de Ceniza3

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Para la homilía

Lo que nos dice ahora este día: Tiempo favorable para purificar nuestra fe

Cuando iniciamos el itinerario hacia la Pascua en el “Año de la fe”, este “Día de salvación” nos invita a preparar este camino preguntándonos qué idea nos hacemos de este camino, ¿cómo nos vamos a preparar? ¿Qué nos espera? Y, en última instancia, ¿en qué y cómo creemos?

Con el tiempo podemos habernos hecho una fe “a la car-ta”, destacando unas creencias y olvidando otras que nos resultan incómodas o menos aceptables. También pode-mos habernos quedado en una fe “intelectual”, de mera aceptación de verdades, rutinaria o incluso con deseo de “saber más”, pero sin el impulso de poner la vida en las manos de Dios, con todo lo que eso puede llevar.

La Cuaresma nos ofrece una formación integral sobre la fe; y además vamos a tener unas predicaciones especiales que nos van a insistir en lo fundamental de la fe en Jesu-cristo. Asimismo, el itinerario de los domingos nos llevará a purificar la idea que tenemos de Dios y cómo podemos dar un paso importante en la orientación de nuestra vida: la conversión y la reconciliación.

Cuando recibamos la ceniza, junto a la advertencia de que, si nos quedamos solos, estamos destinados a ser polvo muerto, escucharemos una palabra de esperanza: “Arre-pentíos, convertíos, y creed la Buena Noticia, el Evange-lio”. Jesús, en el evangelio de hoy, no nos invita a la tristeza, sino a mostrarnos alegres ¿Por qué no hacemos que nues-tras “mortificaciones” cuaresmales sean “vivificaciones”? ¿No estamos ya algunos bastante “muertos y tristes”?

Que nuestros ejercicios cuaresmales, también las priva-ciones que nos recuerdan que hay que abstenerse – en primer lugar – del pecado, no sean renuncias estériles, incómodas o rencorosas, ni como abonos en una cuen-ta, como si hubiésemos de saldar una hipoteca con Dios. ¿Vivificaciones? Rezad un cuarto de hora cada día, co-mulgad con más frecuencia, leed cada día y escuchad el Evangelio, entrad o perseverad en el Itinerario de Reno-vación, haced una buena confesión; privaos también de algo, ayunad y absteneos cuando lo hace toda la Iglesia, y repartid lo que tenéis y lo que os sobra, de lo normal y de los caprichos, con el que no tiene lo necesario; y ya veréis como os sentiréis más vivos, más alegres que ahora y con una relación purificada con un Dios que sólo nos pide lo que antes nos ha dado.

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Oración de los fieles

Al comenzar la Cuaresma, pidamos a Dios, nuestro Padre, que escuche las oraciones de su pueblo penitente.

Para que el rito de la ceniza nos recuerde a todos que formamos parte de la Iglesia, santa pero siempre ne-cesitada de penitencia. Roguemos al Señor.

Para que todos los hombres se detengan a reconocer la exigencia de renovarse en la mentalidad y en las obras, y sepan reaccionar con firmeza contra la falta de compromiso moral y social. Roguemos al Señor.

Para que los gobernantes de las naciones trabajen siempre por la paz, la fraternidad, la justicia y el pro-greso de todos los pueblos. Roguemos al Señor.

Para que los miembros de nuestra comunidad enfer-mos y los que sufren se sientan, más que nunca, en el centro de la comunidad que ora y lucha contra el mal, y se encamina por la esperanza a la victoria pascual. Roguemos al Señor.

Para que los discípulos del Señor aprovechemos este tiempo favorable y sepamos trasmitir la fe como ale-gría y paz en el Espíritu. Roguemos al Señor.

Dios Padre nuestro, que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, danos tu perdón y tu gracia, para que cuantos con amor observamos las penitencias cuaresmales, obtengamos la paz y la misericordia. Por Je-sucristo nuestro Señor.

R /. Amén.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Venimos de la fe de nuestro Padres Vivificados en lo esencial

Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto” (Lc 4, 8)

7. Los domingos de la Cuaresma

17 de febrero de 2013 I Domingo de Cuaresma

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Deuteronomio 26, 4-10:

En el comienzo de la Cuaresma, la primera etapa de la historia de la salvación es la de los orígenes del pueblo de Dios, evocados por la confesión de fe que cada israelita debía hacer al presentar las primicias de la cosecha.

Segunda lectura. Romanos 10, 8-13:

Romanos : Cuando recorremos las etapas de la historia de la salvación, es para que apliquemos esa experiencia en nuestras propias vidas en la etapa final que inauguró Jesucristo. Por ello, la confesión de fe del pueblo cristia-no se refiere al misterio pascual de nuestro Redentor, en donde está el origen de nuestra salvación.

Evangelio de Lucas 4, 1-13

El ayuno de Jesús en el desierto y su victoria sobre las tentaciones son un ejemplo para los cristianos en la re-novación de su catecumenado en vistas a la renovación pascual.

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Para la homilía

La historia de la salvación: La profesión de fe del pueblo de Israel

La fe no comienza en cada cual como una experiencia personal única. Profesamos la fe de nuestros padres, en la Iglesia y en el hogar; ellos nos transmitieron su conte-nido y ayudaron a que no se perdiera la gracia bautismal de la fe como capacidad para confesarla. Cuando vamos al encuentro de Dios en este primer domingo de Cua-resma, lo primero que hemos de hacer es considerar de dónde venimos, y no considerar nuestra salvación como algo perfectamente natural. Hay una historia de salva-ción que prepara el momento actual; es la historia de las intervenciones de Dios a lo largo del tiempo. Cada uno de nosotros erraría como un nómada por la vida (1ª Lectura) si Dios no nos hubiera llamado, a la mayor parte de noso-tros al comienzo de nuestra existencia, para formar parte de su pueblo.

Ahora, en nuestro propio itinerario vital

Nuestra profesión de fe ha dado un gran paso adelante respecto a la del pueblo israelita. Como enseña san Pablo en la segunda lectura: Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás (Romanos 10,9). Se trata de la fe que se confiesa en el Bautismo gracias a la luz y la fuerza del Espíritu Santo y que ahora renovamos al recomenzar el camino de conversión que es la Cuaresma. Nuestros padres y padrinos confesaron a Jesús en nuestro nombre, y ahora debemos personalizar esta fe en forma de com-promiso.

Todo ello no es fácil. La Iglesia lo sabe, y por eso evoca cada año el ayuno de Jesús, quien de este modo: Inaugu-ró la penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado (Prefacio).

El ejemplo de Jesucristo: Buscar lo esencial para ser libres y servir a Dios

Jesús vuelve a vivir, en el espacio de su vida humana, toda la historia del pueblo de Dios. Todas aquellas etapas de salvación, a su vez, habían preparado el camino para que el mundo lo pudiera reconocer y comprender: Eran una historia profética para Cristo y lo siguen siendo para no-sotros.

Como Israel, Jesús tuvo que refugiarse en Egipto, y tam-bién como Israel tuvo que hacer su propia “travesía del de-sierto” antes de empezar su Éxodo hasta la patria celeste, inaugurando la Nueva Alianza por el sacrificio de la cruz. La meta es única: el Padre y llevar con él a todos sus hijos; pero la tentación intenta desviar a Cristo –y ahora a noso-tros– de lo esencial.

También a Jesús, como al primer Adán, le propone el dia-blo usar de unos poderes sobrenaturales que le permiti-rían rivalizar con Dios, sin tener necesidad de fe, de amor ni de obediencia. Son miserables tentaciones en las que el diablo llega a pervertir el sentido de una palabra de la Biblia, pero que Cristo rechaza con una sola frase, con una

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Para la lItURgIA

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Palabra de Dios pura, como Dios lo quiere. Son tentacio-nes que anuncian la de la Cruz, cuando se le ofrece la con-versión del mundo si baja de la cruz, demostrando así que es el Hijo de Dios.

Jesús es nuestro modelo cuando purificamos nuestra fe y nuestro compromiso cristiano, al revivir una vez más el catecumenado en la Cuaresma. Escuchar a Dios, prestar oído a su Palabra, sólo es posible si creemos que No sólo de pan vive el hombre (Lucas 4, 4). El ayuno y la abstinen-cia cuaresmales –sobre todo en la abstinencia de vicios y pecados– es un ejercicio saludable que debe favorecer nuestra renovación, incluso física; como dijimos antes (Miércoles de ceniza) es una “vivificación” más que una “mortificación”, pero es sobre todo una forma de decirle a Dios que no tenemos bastante con los alimentos terre-nos, sino que necesitamos alimentarnos de su Palabra.

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Oración de los fieles

Pidámosle al Señor que nos haga dóciles a su palabra para llegar a la Pascua fortalecidos en la fe y libres del pe-cado.

Por la Iglesia: para que, fortalecida con el pan de la Palabra de Dios, renuncie a la tentación de confiar en poderes y medios extraños a su misión en el mundo. Roguemos al Señor.

Para que recorramos con verdadera fe el camino de la Cuaresma y sea para nosotros un auténtico “iti-nerario de renovación”, como un gran compromiso para todos. Roguemos al Señor.

Para que en cada uno de estos cuarenta días encon-tremos lugar y tiempo para dedicarnos a la oración y a la meditación de la palabra, para conocer lo que Dios quiere de nosotros y saber renunciar a todo lo que nos impide realizarlo en nuestra vida. Roguemos al Señor.

Para que todas las familias descubran su dimensión misionera, abran y comenten el libro de los Evangelios, creen ocasiones de oración común y, unidas en la fe y la caridad, hagan de cada hogar un lugar de acogida fra-terna. Roguemos al Señor.

Para que el Señor, que al que podemos encontrar cada día en su Palabra viviente, nos conceda com-prenderla y discernir en ella un camino de esperanza y de vida. Roguemos al Señor.

Señor Jesucristo, que en el desierto fuiste tentado por el maligno, y en la cruz lo derrotaste para siempre; escucha nuestras oraciones, y haz que este tiempo de conversión y penitencia nos haga dóciles a su palabra para llegar completamente trasformados a la Pascua. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R /. Amén.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Génesis 15,5-12. 17-18 :

Llegamos a la segunda etapa de la historia de la salvación, la de Abrahán. El santo patriarca es modelo para nues-tra experiencia cuaresmal, recordando nuestra iniciación cristiana, pues él escuchó la palabra de Dios, salió de su tierra y consagró la alianza con el Señor, como nosotros renovamos todo ello en el Bautismo y en la Eucaristía.

Segunda lectura. Filipenses 3,17 - 4,1 :

Filipenses : San Pablo nos promete la aplicación del mis-terio de la transfiguración de Cristo si permanecemos fieles imitadores suyos y amigos de la cruz del Señor. En la iniciación cristiana iniciamos un camino que nos debe llevar a la ciudad eterna del cielo.

Evangelio de Lucas 9, 28b-36:

El Evangelio de la Transfiguración, propio de este domin-go segundo, es un anuncio de la muerte y resurrección de Cristo, a cuya celebración nos preparamos en la Cuares-ma, entendidas según san Lucas como un “éxodo” pas-cual.

Vamos al encuentro de Jesucristo iluminados por la fe Vivificados en la escucha

“Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (Lc 9, 35)

24 de febrero de 2013 II Domingo de Cuaresma

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Para la homilía

El domingo de la Transfiguración4

Este año C, el pasaje de la Transfiguración, que se lee en este domingo, según los tres evangelistas sinópticos, está cen-trado en la profecía de la muerte del Señor, expuesta bajo la imagen del “Exodo”, la salida de este mundo. Por ello las otras dos lecturas han sido elegidas en relación con estos te-mas de la transfiguración y del éxodo pascual de Cristo. Así este importante pasaje anuncia la muerte y la resurrección de Cristo que será el motivo culminante de la Pascua.

La historia de la salvación: La fe de Abrahán

Avanzando en la historia de la salvación, la primera lec-tura nos sitúa en la etapa correspondiente a Abrahán, el patriarca que cree en Dios y se le cuenta en “su haber”. El padre de los creyentes se encuentra con Dios, que le hizo salir de Ur de los Caldeos y que se compromete con él me-diante unos ritos que certifican y sellan la alianza.

La fe de Abrahán es un ejemplo perfecto de esta virtud tal como la define el Papa Benedicto XVI en su Carta Porta fidei: “El acto con el que decidimos de entregarnos total-mente y con plena libertad a Dios”.

La confianza en la promesa de Dios, ratificada en la nueva alianza, no hace decir con el salmo responsorial 26: “El Señor es mi luz y mi salvación. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida”.

4 Al término de la primera semana de Cuaresma, la Iglesia de Roma celebra-ba una solemne vigilia en la basílica de san Pedro con motivo de las Tém-poras; allí se leía el pasaje de la Transfiguraciòn del Señor, en la que aquél apóstol intervenía singularmente. Esta lectura pasó al segundo domingo de Cuaresma y se hizo general en el rito romano.

La glorificación del cristiano, ciudadano del cielo

San Pablo nos anuncia la aplicación del misterio pascual de Cristo a sus discípulos fieles: “Nosotros somos ciudada-nos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo. El transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo” (Filipenses 3, 20-21). Nuestra ciudadanía está en el cielo, de modo que nuestra muerte, como la de Cristo, será un éxodo pascual hacia el cielo, mediante la espiritualización, glorificación o transfi-guración de nuestra condición material y mortal. Como el viejo Abrahán, los cristianos no tienen su patria verdadera en el lugar donde nacieron, sino que son caminantes hacia la ciudad definitiva a la que han sido llamados.

El glorioso Éxodo de Jesucristo

El Evangelio de la transfiguración, en la narración de Lucas, comienza aludiendo a la plegaria de Jesús, típica de los mo-mentos culminantes que muestran la filiación divina de Cris-to. El relato nos sitúa en la perspectiva del término del cami-no, de la gloria que se ha de revelar: Jesús sube a la montaña como subirá al final al Calvario y por último, al monte de la Ascensión; y allí recibe el anuncio de su tránsito pascual, pues ése es el contenido del diálogo con los misteriosos personajes gloriosos: “Hablaban de su muerte (“éxodo” en el texto original, término exclusivo de Lucas en este pasaje) que iba a consumarse en Jerusalén” (Lucas 9, 31).

En la Pascua Dios “pasará” de nuevo, como en Egipto, y llevará consigo a su Hijo, al que los hombres habían redu-cido a la esclavitud de la muerte y a la prisión del sepulcro,

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y lo levantará para que él mismo arrastre en su renovado Éxodo a todos sus hermanos. Los discípulos tienen claro que no deben hablar de esa visión “en aquellos días”, es decir, antes de los acontecimientos pascuales. La predi-cación de la buena noticia de la salvación por medio de Cristo muerto y resucitado vendrá de la fuerza del Espíri-tu, al cumplirse los días de Pentecostés.

La iluminación de nuestra fe

La Transfiguración fue un fogonazo de luz que los tres discípulos elegidos sólo pudieron asimilar y comprender después de la resurrección del Señor; un momento de luz que también necesitamos ahora. Porque Pedro, Santiago y Juan eran como nosotros, tenían ya sus almas acostum-bradas a Jesús, vivían con él día tras día y, a pesar de ello, no lo conocían. También nosotros tenemos necesidad de una sacudida, una luz, una revelación, para que compren-damos lo que ocurre cada día en la Eucaristía, como hoy en esta misa de la Transfiguración.

Se puede hablar de fe como si se tratara de fórmulas quí-micas sabidas de memoria. Sin embargo, si falta la fuerza de la opción sostenida por una confrontación con la ver-dad sobre la propia vida, todo se resquebraja. La fuerza de la fe es alegría de un encuentro con la persona viva de Jesucristo, que cambia y transforma la vida. Saber dar ra-zón de esto permite a los creyentes ser nuevos evangeli-zadores en un mundo que cambia.

Por eso, tal vez ocurra hoy el milagro de que, después de escuchar a Jesús y de comulgar con él, no tengamos

ganas de marcharnos de la iglesia y deseáramos quedar-nos aquí, después de terminar la misa, libres de la rutina y dándonos cuenta de lo que hacíamos, de lo que pasaba ante nosotros ¡No podemos marcharnos seguros hasta el momento en que hayamos sentido ganas de quedarnos!

Porque hay que bajar de la montaña; todavía falta la cruz y la Pascua. No hemos de pensar que todo está arregla-do porque hemos tenido la visión de Cristo glorioso. Je-sús nos envía a realizar nuestro propio Éxodo; a realizar nuestra pasión junto con la suya; nuestra vivificación y la de quienes nos rodean, y a dar testimonio de lo que no se ve, pero se siente cuando se está cerca del Señor.

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Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios, que nos ha elegido en Je-sucristo, su Hijo, para que seamos hijos suyos, ciudada-nos de su reino.

Por la Iglesia, unida al Papa Benedicto: para que es-cuche siempre a su Señor y Maestro, Jesucristo, para encontrar la voluntad de Dios y anunciarla con clari-dad. Roguemos al Señor.

Por los que hemos recibido el don de la fe, por los que presiden las comunidades, por los que buscan la ver-dad: que el resplandor de la gloria de Cristo nos haga testigos creíbles del Evangelio capaces de trasmitir la fe a nuestros hermanos. Roguemos al Señor.

Por todos los que colaboran en trasformar este mun-do; para que el común esfuerzo de todos fructifique e una sociedad mejor, según el proyecto de Dios. Ro-guemos al Señor.

Por los más pobres y por los que más sufres: para que vean aliviado su dolor con nuestra solidaridad y en-cuentren, un día, la gloria de Jesucristo que les ama. Roguemos al Señor.

Por todos nosotros, que hemos venido a celebrar la muerte y la resurrección del Señor: para que esta Eu-caristía ilumine y de fuerza a nuestra fe para escuchar y seguir más de verdad a Jesús. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, las oraciones de tus hijos, que buscan tu rostro y esperan gozar de tu dicha en el país de la vida. Por Jesucristo nuestro Señor. R /. Amén.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Dios nos llama una y otra vez Vivificamos para dar frutos de vida

“Señor, déjala todavía este año..., a ver si da fruto” (Lc 13, 8-9)

3 de marzo de 2013 III Domingo de Cuaresma

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Éxodo 3, 1-8a.13-15:

La tercera etapa de la historia de la salvación está vincu-lada a la historia de Moisés y al éxodo de Israel hacia la tierra prometida. El Dios de los patriarcas revela su nom-bre, toma la iniciativa de liberar a su pueblo y llama a Moi-sés como instrumento de esta hazaña.

Segunda lectura. 1 Corintios 10,1-6.10-12:

La reflexión de Apóstol sirve de unión entre las otras lec-turas. Esta exhortación subraya la seriedad con que debe escucharse la Palabra de Dios, que sigue resonando en la Iglesia y en el mundo, sacando de ella consecuencias para la vida.

Evangelio de Lucas 13,1-9:

Jesús nos enseña que los acontecimientos más trágicos de la vida deben ser interpretados como una llamada de Dios a la conversión. En el origen de nuestra penitencia está la paciencia de Dios y la función intercesora de Cristo en favor nuestro.

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Para la homilía

El tríptico penitencial (I): La paciencia de DiosEl domingo de Moisés

Llegamos este domingo a la tercera etapa de la historia de la salvación (Moisés- Éxodo), con la importantísima lectura del Éxodo 3, 1-8a. 13-15, que tiene como centro la revelación del nombre del Dios libertador de la esclavitud de Egipto: “Yo soy” me envía a vosotros. Dios revela su nombre a Moisés y le envía a anunciar la liberación a su pueblo. Contrastan en este encuentro la fuerza poderosa de Dios y la débil respuesta del hombre. Dios no es sólo una idea lejana, es una presencia que acontece y que se impone. A lo largo de toda la historia de la salvación, “Él ha sido”, Él ha aparecido actuando en medio de su pueblo, y lo sigue haciendo por medio de Jesucristo. El nombre de Dios era un elemento litúrgico primordial en la liturgia y en la fe del Antiguo Testamento. Invocar el nombre de Dios es profesar la fe en el Señor que interviene en favor de su pueblo en las ocasiones decisivas. Dentro de la his-toria de la salvación, es evidente el paralelismo proféti-co entre el Éxodo y el misterio pascual de Cristo; ambos acontecimientos están en el centro de la liturgia de Israel y de la Iglesia.

La llamada a la conversión

La lectura de san Pablo nos ayuda a la personalización de los acontecimientos del Éxodo, pues “Todo esto les su-cedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡Cuidado!, no caiga” (1 Cor 10, 11-12). Ahora, en esta “edad” o eta-pa cuaresmal, el creyente reconoce a Aquél en quien ha confiado y que le ha acompañado en su historia de caídas y liberaciones del pecado. Ahora, en esta etapa final de la humanidad, la llamada a la conversión que hace Jesús no puede caer en saco roto.

El tríptico penitencial: Creamos en la Buena Noticia del perdón

El Miércoles de ceniza escuchamos una enérgica llamada: “Convertíos y creed al Evangelio”. La confianza que da la escucha del Evangelio de la misericordia es lo que más nos puede motivar para cambiar de vida o enmendar lo que nos impide avanzar en la santidad y en el seguimien-to de Cristo. Si creemos en el Padre que nos espera con amor y en su Hijo, entregado en obediencia por nosotros; si creemos y nos dejamos llenar por el Espíritu de amor, podemos confiar en la liberación del pecado y de sus ré-moras. Es la hora de la penitencia, de hacer obras de “vi-vificación”.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Comienza hoy, precisamente, la segunda parte de la Cua-resma, con los tres domingos que forman lo que podría-mos llamar el “tríptico penitencial”, con los temas de la llamada a la conversión y la paciencia de Dios, la vuelta del hijo pródigo y el perdón de la mujer adúltera. Todos tenemos asumido que la Cuaresma es un tiempo peniten-cial, de renovación espiritual, para pedir el perdón de los pecados, pero ¿qué es la penitencia? ¿Cómo la expone el Evangelio? Tenemos tres domingos para comprenderlo un poco mejor y prepararnos así bien para la Pascua.

La llamada a la conversión

La penitencia puede concebirse como “conversión”, es decir: como un cambio radical de dirección en la vida, volviéndonos hacia Dios y la salvación; también se describe como “cambio de mentalidad” o de modo de ver y juzgar las cosas, pasando del egoísmo al amor, y de lo mundano a lo sobrenatural. Am-bas acciones parten de Dios, que toma la iniciativa alertando a todos los hombres por medio de la voz de la conciencia y con la fuerza de los acontecimientos que llaman a la reflexión. Luego la revelación divina aclara mucho más estos términos para los creyentes, como hace Jesús en el Evangelio, respon-diendo a la inquietud que provocaron unas muertes imprevis-tas: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo” (Lucas 13, 2-3).

La buena noticia de la paciente misericordia de Dios

Pero esta conversión sólo es posible porque Dios tiene mucha paciencia. Como dice el Salmo responsorial 102, “El Señor es compasivo y misericordioso, no nos trata como merecen nuestras culpas ni nos paga según nuestros de-litos”. Este es el sentido de la parábola del viñador que forma la segunda parte del evangelio de este domingo: El amo de la viña llevaba tres años esperando en vano el fru-to de una higuera; tres es el número de la desesperanza, es inútil esperar más, y la higuera representaba al pueblo de Israel. Pero entra en escena el viñador que pide al amo una nueva oportunidad; éste es Jesús, nuestro abogado ante el Padre. Nuestro Salvador se interpone entre Dios y los hombres, como lo hicieron antes Abrahán y Moi-sés, para que tengamos un espacio tiempo favorable, de oportunidad para cambiar. El labró la dureza de nuestros corazones con el madero de la cruz y regó nuestra tierra con su sangre. Pero el hecho de que Dios no castigue las faltas inmediatamente no significa que les podamos qui-tar importancia.

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Oración de los fieles

Con humildad y gratitud, acerquémonos a Dios, que es compasivo y misericordioso, y supliquémosle que escu-che los gemidos de su pueblo y manifieste su salvación.

Por la Iglesia, Pueblo de Dios, que peregrina en la Cuaresma hacia la Pascua: que sepa responder a la llamada de Dios y se mantenga firme en la fe y cons-tante en la caridad. Roguemos al Señor.

Por el Papa, los Obispos, ministros y fieles todos: que cimentados en la en Jesucristo, vida nuestra, apren-damos a ofrecernos enteramente a Dios viviendo vi-gilantes y conforme a nuestra vocación. Roguemos al Señor.

Por todos los que sufren hambre, guerra, pobreza o marginación: que se les manifieste la compasión y la misericordia de Dios, a través de los gestos solidarios de sus hermanos que gozan de bienestar y de paz. Roguemos al Señor.

Por los difuntos: que entren al descanso eterno y go-cen de la Pascua sin fin que Cristo nos mereció. Ro-guemos al Señor.

Por nosotros, a quienes ha tocado vivir la última de las edades: para que no nos creamos seguros, sepa-mos comprender los signos de Dios y no se endurezca nuestro corazón. Roguemos al Señor.

Señor, tu que ves las necesidades de tu pueblo y conoces su deseo de salvación, escucha nuestras oraciones y ma-nifiesta tu poder en cuanto te hemos perdido con fe. Por Jesucristo nuestro Señor. R /. Amén.

El sacramento del perdón

En el proceso o camino de conversión cuaresmal, este domingo nos debe llevar al primer paso del sacramento de la Penitencia, como es el examen de conciencia. Cada uno de nosotros es como un arbolillo del “plantel elegido de Dios”, y él espera de nosotros que le vayamos devol-viendo en forma de buenas obras algo que compense lo mucho que ha hecho por nosotros. Al fin y al cabo, la pa-labra “pecar” significa en primer lugar quedarse corto, no alcanzar a hacer el bien. ¿En qué ocasiones faltamos o nos quedamos cortos en nuestra relación con él y con el pró-jimo? Y ¿Cuándo perjudicamos a los demás o a nosotros mismos? Por ello no podemos disolver nuestra responsa-bilidad personal en la conciencia colectiva, como hace-mos muchas veces, descargando toda la culpabilidad en los responsables del Estado o de la Iglesia; y no podemos decir qué espera Dios del mundo o qué espera de la Igle-sia sin preguntarnos antes qué espera Dios de mí.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Confiamos en un Padre que nos aguarda Vivificados al volver a casa

“Se puso en camino adonde estaba su padre” (Lc 15, 20)

10 de marzo de 2013 IV Domingo de Cuaresma

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Josué 5, 9a.10-12:

La cuarta etapa de la historia de la salvación se inicia con la entrada del pueblo de Dios en la tierra prometida. Allí vuelven a celebrar la Pascua, como memorial perpetuo de la salvación.

Segunda lectura. 2 Corintios 5, 17-21:

Uno de los objetivos de la Cuaresma es la reconciliación con Dios. El Apóstol nos dice que este beneficio arranca de Dios, que nos ha reconciliado consigo en Cristo.

Evangelio de Lucas 15, 1-3.11-32 :

La parte central del “Tríptico penitencial” de esta Cua-resma es la parábola del hijo pródigo. Dios nos aguarda, pero nosotros hemos de responderle abandonando la si-tuación de pecado.

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El tríptico penitencial (II): La alegría de la vuelta a casaEl domingo de la tierra prometida: La fe celebrada

Avanzando en la historia de la salvación, el cuarto domin-go de Cuaresma nos hace llegar a una nueva etapa , aque-lla que se desarrolla en la tierra prometida (Josué 5, 9a. 10-12). La lectura del libro de Josué nos evoca la primera Pascua celebrada en la tierra que se ha comenzado a con-quistar. Con esta celebración se nos dice que el aconteci-miento del Éxodo sigue celebrándose más allá de la tra-vesía del desierto, como un memorial perenne que afecta a toda la futura historia del pueblo creyente. Del mismo modo la Iglesia sigue celebrando la Pascua a través del tiempo, en cada Eucaristía, refiriéndose al acontecimien-to que dio origen a la salvación: el misterio de la muerte y resurrección de Cristo.

De este modo, la Pascua de los cristianos asume asi-mismo las anteriores maravillas de Dios, las cuales no son solamente recuerdos del pasado, sino partes de la historia de la salvación de cada cristiano, y así es una celebración de la fe. En esta cuarta etapa reconocemos, creemos, que nosotros estamos ya en la tierra prome-tida que es la Iglesia, pero nos falta acabar la liberación de nuestra vida del poder del pecado, hasta entrar en la Pascua eterna. Nuestra fe es fuente de alegría;: disfru-tamos de la alegría de quien está, como se dice, “en el ya, pero todavía no”. Celebramos la victoria de Cristo, pero falta que este triunfo se consume en nuestra pro-pias vidas.

La alegría de la salvación

La alegría de la salvación que se desprende este año de la primera lectura entona perfectamente con el canto proce-sional con el que la Iglesia de Roma se dirige hoy a celebrar la “estación” en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén: “Alégrate, Jerusalén (Laetare, Ierusalem), gozad con ella todos los que la amáis, alegráos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis de sus pechos y os saciaréis de sus consuelos” (Isaías 66,10-11), con el Salmo 121: “Qué alegría cuando me dijeron: ‘ Vamos a la casa del Señor, ya es-tán pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén´”. Ya está cerca la fiesta de Pascua, las primeras flores de la primavera adornan el altar, los ornamentos morados son sustituidos por los rosados y, excepcionalmente en este tiempo, suena brillantemente el órgano. ¿Ha terminado ya la Cuaresma? No, porque estamos en su mitad. Pero esta fiesta anticipada de la Cruz, y el presentimiento de Jerusalén son como una transfiguración cuando falta todavía llegar al Calvario.

La alegría del perdón

En este ambiente prepascual, la lectura apostólica y el Evangelio nos anuncian la segunda fase del “Tríptico peni-tencial”, el arrepentimiento del pecador y su reconciliación con el Padre y con la Iglesia. Como dice san Pablo en la se-gunda lectura “Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargo el servicio de reconciliar” (2 Cor 5,18).

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Para obtener el perdón de los pecados, no basta con la fe en la paciencia de Dios y en la mediación de Jesucristo (Domin-go pasado), es menester experimentar la lejanía del Padre y reconocerse en la mísera condición del hijo pródigo, en tierra extraña, despojado de toda dignidad. Hay que colabo-rar con la gracia de Dios mediante un movimiento humano que implica el dejar la esclavitud del mal y estar dispuesto a cambiar, tal como lo expresa magníficamente el Evangelio: “Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo” (Lucas 15, 18-19).

Finalmente, lo que más destaca en la parábola es la aco-gida festiva y amorosa del padre al hijo que regresa, signo de la misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonar. En una palabra: la reconciliación es principalmente un don del Padre celestial”.

En la vida de Jesucristo, el hijo pródigo eran los pueblos gen-tiles, y el hermano cumplidor sería el pueblo de Israel. Para los fariseos de entonces y de ahora la actitud abierta de Jesús era particularmente odiosa. Por eso “El hombre –todo hom-bre– es también ese hermano mayor. el egoísmo lo hace ser celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a los demás y a Dios. La benignidad y la misericordia del Pa-dre lo irritan y lo enojan; la felicidad por el hermano hallado tiene para él un sabor amargo. También bajo este aspecto él tiene necesidad de convertirse para reconciliarse” 5.

5 Juan Pablo II, Reconciliatio et poenitentia n. 6.

Así, debemos personalizar esta parábola, hacerla nuestra; y en ella todos nos hemos de reconocer en el hijo reconciliado antes que en el hermano celoso y resentido.

Reconciliación con Dios y los hermanos

La mayor alegría de un padre es que sus hijos se quieran y estén unidos; por eso, si nos ponemos por un momento en el lugar de Dios, cuando nos vea a cada uno aislado, desconocido, indiferente a los demás, pensaría: “He fra-casado con ellos. Mi supremo deseo era que se uniesen entre sí, y he aquí que mis hijos se imaginan que me dan gusto viniéndose a unir conmigo cada uno, a reconciliarse individualmente”.

En el banquete eucarístico, don gratuito del Padre, nos hemos de encontrar todos los reconciliados, con la mis-ma gratitud y unidos en la misma caridad. Lo que hemos de procurar es que ningún hijo se quede fuera, que no es-cuche la invitación, o que le llegue mal expresada, o que piense que es un caso perdido. Eso también depende en parte de todos nosotros.

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Oración de los fieles

Dispuestos a volver, como el Hijo pródigo, a la casa del Padre, presentémosle nuestra oración. Él escucha al afli-gido que lo invoca, y lo salva de sus angustias.

Por la Iglesia, que ha recibido de Cristo la misión de reconciliar: para que, en medio de las tensiones y las actitudes agresivas, sea fermento de unidad y de paz. Roguemos al Señor.

Por nuestro mundo, dividido por el odio, las guerras, la segregación; en ricos y pobres, dominadores y do-minados, vencedores y vencidos: para que sea po-sible la paz, fruto de la justicia y del amor fraterno. Roguemos al Señor.

Para que el “Itinerario Diocesano de Renovación” ayude a los cristianos a madurar en la fe y avanzar unidos en comunidades reconciliadas y solidarias. Roguemos al Señor.

Para que hagamos nuestra la actitud de conversión del hijo menor de la parábola y nos acojamos a la mi-sericordia y el perdón de Dios: para que nos decida-mos a volver a él, por el sacramento de la penitencia, y nos preparemos para celebrar nuestra reconcilia-ción en Cristo. Roguemos al Señor.

Para que los padres que lloran el pecado de sus hijos, puedan un día no lejano celebrar con ellos el retor-no a una vida renovada por la gracia. Roguemos al Señor.

Dios misericordioso y Padre de bondad, mira las oracio-nes que te hemos presentado con fe, vuelve nuestros pa-sos hacia ti, y haznos testigos de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

R /. Amén.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Un Padre que, cuando caemos en el camino, nos perdona por Jesucristo Vivificados, salvados de la muerte

“Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más” (Jn 8, 11)

17 de marzo de 2013 V Domingo de Cuaresma

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Isaías 43, 16-2:

Llegando a la quinta etapa de la historia de la salvación, el profeta Isaías nos anuncia la liberación del exilio de Babi-lonia y el retorno a Israel, como un nuevo Éxodo hacia la tierra prometida. Está ocurriendo algo nuevo: el agua que brota en el desierto para apagar la sed de los caminantes es promesa de la realidad de los sacramentos de inicia-ción que celebraremos y reviviremos en la Pascua.

Segunda lectura. Filipenses 3, 8-14:

El Apóstol hace una síntesis del misterio pascual de Je-sucristo en cuanto que es vivido personalmente por cada cristiano, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.

Evangelio de Juan 8, 1-11:

El tríptico penitencial se cierra con la absolución de Cristo a la mujer adúltera. Así perdona Dios nuestros pecados en el sacramento de la reconciliación, con un don genero-so de su gracia, y nos anima a no volver a pecar.

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Para la homilía

El tríptico penitencial (III): La gracia de la absoluciónLa historia de la salvación: Los profetas

El quinto domingo de Cuaresma, el de los profetas, nos lleva hasta la etapa de aquellos hombres inspirados por el Espíritu que prepararon la venida del Redentor. Así este año leemos Isaías 43, 16-21, con el lema: Mirad que reali-zo algo nuevo y daré bebida a mi pueblo.

El profeta Isaías anunció la liberación del exilio de Babi-lonia y el retorno a Israel, como un nuevo Éxodo hacia la tierra prometida. Iba a ocurrir algo nuevo: el agua que brota en el desierto para apagar la sed de los caminan-tes es promesa de la realidad de los sacramentos de ini-ciación que celebraremos y reviviremos en la Pascua. El Señor actuó a favor de su pueblo mediante el signo del agua. Ahora nos queda una etapa, la última oportunidad para purificamos con la penitencia y beber el agua que re-presenta al Espíritu Santo.

La Cuaresma, itinerario de fe

De este modo hoy podemos resumir y contemplar el iti-nerario de fe y renovación que se ha propuesto a toda la Iglesia en esta santa Cuaresma. La fe se nos presenta como respuesta a las obras que Dios ha hecho en favor de su pueblo y de cada uno de nosotros, llamado a repro-ducir en nuestra vida la historia de la salvación. De este modo nos preparamos a renovar la profesión de fe y el compromiso bautismal en la solemne Eucaristía pascual, en la noche en que iluminados por el Espíritu, mediante

la Palabra y los sacramentos volveremos a rememorar todas las acciones del Señor, desde la creación hasta la glorificación de Jesucristo.

La segunda lectura proclama magníficamente la finalidad de este camino de fe: Para conocerlo a Él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la re-surrección de entre los muertos (Filipenses 3,10). Un día comenzamos este camino con la regeneración bautismal, cuando nos incorporaron a Cristo, pero nuestra historia de pecado hace necesario que renovemos aquella prime-ra gracia con el sacramento de la Penitencia.

El tríptico penitencial.

El perdón de la mujer adúltera.

Volviendo ahora al tema específico de esta Cuaresma C, habremos ido tomando conciencia de que hacer peniten-cia es experimentar una vez más la resurrección bautismal; así nos lo ha ido anunciando el “Tríptico penitencial”: Si no hacéis penitencia, todos pereceréis (Lucas 13,5, 3° Do-mingo), Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido (Lucas 15,32, 4° Domingo). y hoy, en la tercera escena de este tríptico, Jesús encuentra a la mujer adúltera, muerta ya jurídicamente, a la que reintegra a la vida absolviéndola de la culpa. Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

no peques más (Juan 8, 11, 5° Domingo). Perdón gratuito e inmerecido, misterio de gracia.

Este proceso no se puede confundir con el arrepenti-miento humano que depende sólo de la persona que, en el mejor de los casos, se da cuenta de las malas conse-cuencias de sus pecados; Todo esto viene de Dios (2 Cor 5, 18), escuchábamos el pasado domingo. Tampoco basta el que dicha persona –movida por el Espíritu de amor– ten-ga un arrepentimiento religioso, confiese privadamente sus culpas y buenos propósitos ante Dios, porque es ne-cesaria también la invocación del Espíritu regenerador y santificador con la manifestación sacramental de la ab-solución.

El pecado grave tiene una inseparable dimensión social, y su comisión separa del amor de Dios y de la comunión eclesial. Por ello se precisa aquella cuádruple reconcilia-ción de que trataba el beato Juan Pablo II en su exhor-tación postsinodal Reconciliatio el paenitentia (n.26) “que repara las cuatro fracturas fundamentales: reconciliación del hombre con Dios, consigo mismo, con los hermanos, con todo lo creado”.

El “misterio” de la absolución

Pero ¿quién puede perdonar los pecados sino Dios? Mucho menos podemos los hombres juzgar o condenar –”El que

esté sin pecado, que le tire la primera piedra”–. ¿Por qué hemos de confesamos con el sacerdote? y ¿qué añade su absolución a nuestro arrepentimiento? La absolución sa-cramental es también un “misterio de fe”: Como en el altar donde celebra la Eucaristía y como en cada uno de los sacra-mentos, el sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa “en la persona de Cristo”. Cristo, a quien él hace presente, y por su medio realiza el misterio de la remisión de los pecados, es el que aparece como hermano del hombre (Rom 8,29), pontífi-ce misericordioso, fiel y compasivo (Heb 2,17,.4,15).

Misterio de salvación y esperanza

El sacramento de la penitencia no puede alinearse junto con las muchas formas de ayuda psicológica como se ofre-cen en la actualidad, la confesión sacramental no es, como se ha dicho “la psiquiatría de los pobres”, sin dejar de lado ni despreciar la ayuda humana que prestan los confesores con sus consejos. Es preciso que descubramos la Peniten-cia como misterio de salvación, es decir, como acción de Cristo que nos presenta al Padre como una criatura nue-va, regenerada por la fuerza del Espíritu. La palabra de los profetas, la Buena Noticia de Cristo anunciada ahora por la Iglesia que repite las palabras del Apóstol: Dejaos reconci-liar con Dios (2 Cor 5, 20), se hacen realidad cuando el sa-cerdote asume el “YO” soberano y redentor de Jesús, por-que se le ha concedido el ministerio de la reconciliación.

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Oracion de los fieles

Oremos al Señor nuestro Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

Para que la Iglesia, bajo la guía del Papa y de los Obis-pos, dispense con generosidad el perdón que viene de Dios y trasmita esperanza a todos los que descon-fían de su salvación. Roguemos al Señor.

Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego condena, sea capaz de reconocer a Jesucristo, para ver y compartir las angustias y esperanzas de toda persona. Roguemos al Señor.

Para que los delincuentes y marginados encuentren en todos la ayuda fraterna para salir de su postración. Roguemos al Señor.

Por los que no pueden salir de su situación de pecado o marginación y son juzgados y condenados sin mi-sericordia: para que Jesús se les manifieste y les abra un camino de salvación. Roguemos al Señor.

Para que conozcamos mejor a Cristo, vida nuestra, y la fuerza de su resurrección, comulgando con sus padecimientos y muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. Roguemos al Señor.

Perdona, Padre, los pecados de tu pueblo, danos tu mi-sericordia, y haz que unidos a Cristo, que se ofreció por nuestra salvación, nos dejemos trasformar para vivir como testigos de la vida nueva que nos mereció. Por Je-sucristo nuestro Señor. R /. Amén.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Moniciones a las lecturas

En la bendición de las palmas: Evangelio de Lucas 19, 28-40:

Corresponde este año leer el relato de san Lucas corres-pondiente a la entrada de Jesús en Jerusalén. Como es habitual en este evangelio, se destaca la acción del Es-píritu Santo que impulsó con su fuerza a Jesús a subir a Jerusalén y que hizo que los discípulos de Jesús lo confe-sasen como Mesías.

En la Misa de la Pasión del Señor:Primera lectura. Isaías 50, 4-7:

El tercer cántico del Siervo del Señor anuncia la pasión del Mesías, presentándola como una muestra suprema de obe-diencia a la palabra y la voluntad de Dios, al someterse al po-der del pecado del mundo y padecer por ello mansamente. Gran importancia tiene la recitación del Salmo responsorial 21, mencionado por Cristo en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Segunda lectura. Filipenses 2, 6-11:

San Pablo proclama la unidad del misterio pascual de Je-sucristo, humillado hasta la muerte de cruz como el Sier-vo de Yawéh y glorificado como Hijo de Dios en la resu-rrección.

En Jerusalén, para la “Pascua de nuestra fe” Con Cristo “Vida nuestra”

“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino” (Lc 23, 42)

24 de marzo de 2013 Domingo de Ramos en la Pasión de Cristo

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Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14 – 23, 56:

Según la intención propia de este evangelista, Jesús se muestra siempre como signo de la misericordia de Dios, como quien es llevado por el Espíritu de amor, tal como se muestra en la acogida que hizo a la invocación de uno de los crucificados con él.

Para la homilía

La Pascua de la Fe: “mi vida es cristo”La Palabra de Dios en el pórtico de la Semana Santa6.

Como las dos caras de una misma moneda, los domingos de Pasión y de Pascua muestran los dos momentos fun-damentales del Misterio Pascual de Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación. De este modo, para los que no asisten a la liturgia del Vier-nes Santo, el domingo de Ramos es la ocasión para el en-cuentro con Cristo paciente, en contraste con su manifes-tación gloriosa en el próximo domingo, día de Pascua.

Pero no son celebraciones independientes; de hecho, en los primeros siglos sólo había una celebración pascual en la noche del sábado santo, porque la liturgia siempre ce-lebra a Cristo en la totalidad de su misterio, aunque el año litúrgico desglose los acontecimientos del mismo. Preci-samente es la celebración del sacrificio eucarístico la que manifiesta cada domingo la unidad del Misterio Pascual de Jesucristo.

Todos los años se leen en la Misa las mismas dos primeras lecturas, comenzando por el tercer cántico del Siervo de Yawéh, figura que es clave para entender desde la fe el

6 La procesión inicial imita la que se hacía en Jerusalén desde el siglo V. En todas las misas se debe resaltar hoy el rito de entrada, al menos con una monición y un canto apropiado, pero cuando se hace con los ramos y pal-mas se proclama el relato de la entrada triunfal de Jesús, este año -C- se-gún san Lucas.

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sentido de la muerte de Cristo, seguido del salmo 21 (Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?) que, leído en su integridad, no es un grito desesperado sino una sú-plica llena de esperanza. Las palabras de Jesús están en el presente del dolor y, sin embargo, llevan ya en sí el don de ser escuchadas: Él es mi alabanza en la gran asamblea. Los desvalidos comerán hasta saciarse (Sal 21, 26-27). Sobre esto nos enseña el papa Benedicto XVI:

“Una y otra vez nos encontramos en el hoy saturado de sufrimiento. Pero, siempre también, la resurrección y la saciedad de los pobres ocurren ya “hoy”. En una perspec-tiva como ésta, nada se quita al horror de la Pasión de Jesús. Por el contrario, aumenta, porque no es solamente individual, sino que lleva realmente en sí la tribulación de todos nosotros. Al mismo tiempo, sin embargo, el sufri-miento de Jesús es una pasión mesiánica, un sufrir en co-munión con nosotros, por nosotros; un ser-con que pro-viene del amor, y lleva consigo así la redención, la victoria del amor”7.

Escuchamos luego el gran himno de la carta a los Filipen-ses, en el que se proclama el misterio pascual cuando Cris-

7 Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (2011), 252.

to se rebajó hasta la muerte y recibió luego la exaltación a la gloria como respuesta del Padre a su obediencia. Sin embargo, cada año se lee la Pasión según uno de los evan-gelios sinópticos, correspondiendo en este ciclo –C- el re-lato de san Lucas, en el que se resalta el comportamiento misericordioso de Jesús y la obra del Espíritu Santo que se cumple en él.

Acompañamos con fe a Jesús en su Pasión

Cuando estaba vigente el catecumenado de adultos, este domingo era el de la “entrega del Símbolo de la fe”, de forma que los catecúmenos escuchaban las palabras del Credo y las debían retener para poderlas “devolver” pú-blicamente en la mañana del sábado santo y ser recono-cidos como aptos para la iniciación cristiana.

Como a los cristianos de la antigüedad, el domingo de Pa-sión nos presenta el misterio central de nuestra fe y nos ofrece la ocasión de hacer nuestro una vez más el miste-rio pascual de Jesucristo, en el que fuimos iniciados desde el comienzo de nuestra vida, de modo que podamos pro-clamar con san Pablo: Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia (Flp 1, 21).

Se trata de una fe en Jesucristo que consiste en conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus

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padecimientos, muriendo su misma muerte, con la espe-ranza de llegar a la resurrección de entre los muertos (Flp 3, 10-11).

Todo el relato de la pasión según san Lucas se desarrolla a la luz de las dos grandes líneas directoras de esta Evange-lio, que son la acción del Espíritu Santo y la manifestación de la misericordia de Dios. De este modo, en el momen-to culminante, Jesús llegará a la muerte diciendo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46), lo cual es una cita del salmo 30 pero, en este contexto, se trata del mismo Espíritu Santo que genero la humanidad de Je-sús en el seno de la Virgen María, el mismo Espíritu que le mantuvo siempre unido al Padre y que le guió durante su vida, el mismo Espíritu que llenó el pan y el vino en la última Cena, en el que se ofreció en la cruz y el que lo re-sucitará de entre los muertos. Es el Espíritu que enviará desde el Padre sobre los discípulos para consagrarlos en Iglesia.

Es el Espíritu de amor que une a la santa Trinidad y que se manifiesta en la actitud misericordiosa de Jesús, el cual se compadece de las mujeres que se lamentan por él, que disculpa a los que lo están clavando en la cruz, y escucha al crucificado que lo invoca como Mesías. Es el Espíritu que ahora nos mueve a los cristianos para que comulgue-mos en Jesús y podamos imitar su caridad, teniendo en-tre nosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús (Flp 2, 5).

Toda la fe se condensa en el grito del condenado junto al Señor: ¡Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino! (Lc 23, 42). El mismo nombre JESÚS es ya una invocación; en él, Dios está salvando y no se nos ha dado otro nombre en el que apoyar nuestra confianza.

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Oración de los fieles

Siguiendo a Jesucristo, que viene a nosotros humilde y pa-cificador, para dar su vida por la nuestra, pidamos a Dios misericordioso por la salvación de todos los hombres.

Para que la Iglesia, esposa de Cristo, se purifique más plenamente y, llena de fe, vaya a su encuentro en este tiempo santo de Pasión, roguemos al Señor.

Para que los hombres que no creen, como el centu-rión al pie de la cruz, vean en la muerte redentora de Cristo el signo de la gloria y la misericordia divinas, roguemos al Señor.

Para que los enfermos, los que sufren hambre, injus-ticia o discriminación, experimenten junto a ellos la presencia del siervo obediente que, muriendo en la Cruz, trajo la paz al mundo, roguemos al Señor.

Para que quienes vamos a celebrar “la Pascua de nuestra fe”, agradezcamos este don que hemos reci-bido y aumente nuestro conocimiento de Jesucristo, roguemos al Señor.

Para que nos admita en su reino el que acogió la sú-plica del ladrón arrepentido, roguemos al Señor.

Padre bueno, escucha nuestras oraciones y haz que nun-ca nos apartemos del camino que nos lleva a la Jerusalén celestial donde tu Hijo nos precede. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R /. Amén.

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Triduo Pascual 2013

El triduo Pascual en el Año de la Fe

El programa del “Itinerario Diocesano de Renovación” (IDR) propone este curso como “Tiempo fuerte” litúrgico la Vigilia Pascual, dentro de un ciclo de temas dedicado a la vida pública de Jesús y, especialmente en la 2ª etapa, al Misterio Pascual. Por ello se presentan los comentarios de este Triduo Sacro con los títulos del manual de IDR. Al mismo tiempo, dentro del “Año de la fe”, no se puede olvidar que las celebraciones de estos días santos son la actualización de los acontecimientos que profesamos en el centro del Símbolo de la fe y que aquellas son también proclamación, confesión y vivencia de la fe, con un mo-mento especial, no exclusivo, en la renovación de las pro-mesas bautismales en la noche de Pascua.

El libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Na-zaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección (2011) será citado en estos comentarios como sugerencia a leer de nuevo los capítulos referentes a cada día del Tri-duo Sacro.

Los que participan en el IDR tienen este año la ocasión de participar más activamente en las celebraciones pascua-les, también de forma más consciente dada la formación que se ha ido recibiendo en este curso y los anteriores.

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Para la lItURgIA

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Jueves Santo

Los amó hasta el extremo (Jn 13, 1) Éste es el sacramento de nuestra fe

La Iglesia abre el Triduo pascual la tarde del Jueves Santo con la Misa “in Cena Domini”, recuerdo de la Cena en que Jesús confió a sus discípulos el memorial de su muerte y resurrección para que lo celebrasen hasta su vuelta (cf. 1 Cor 11, 23-26). Además del recuerdo de la institución de la Eucaristía según el testimonio de san Pablo, el cuarto evangelio nos presenta la escena conmovedora del lava-torio de los pies: Jesús nos amó hasta el extremo.

En este contexto se puede ilustrar el sentido del “man-damiento nuevo” (cf. Jn 13, 34: aclamación al evangelio) como modo de vivir la Eucaristía: el “amarse como Jesús ha amado” presenta el amor de Jesús no sólo como mo-delo al que hacer referencia, sino como fuente y principio operativo interior de nuestro amor. El Espíritu que actua-liza en la Eucaristía la presencia del Cristo que se entrega a nosotros, nos hace también partícipes de su capacidad de amar8.

El lavatorio de los pies es al mismo tiempo un don puri-ficador de Jesús y un ejemplo a imitar, pero “La exigen-cia de hacer lo que Jesús hizo no es un apéndice moral al misterio y, menos aún, un contraste con él. Es una con-secuencia de la dinámica intrínseca del don con el cual el Señor nos convierte en hombres nuevos y nos acoge en lo suyo. Esta dinámica esencial del don, por la cual Él mismo obra en nosotros ahora y nuestro obrar se hace una sola cosa con el suyo, aparece de modo particularmente claro en estas palabras de Jesús: “El que cree en mí, también

8 Como preludio de las fiestas pascuales, la Misa Crismal exalta la obra del Espíritu Santo, tanto en la manifestación de Jesús como Hijo de Dios en el Bautismo del Jordán, como en la resplandecer la santidad divina “en los lugares y las cosas marcadas por este santo óleo”. Se bendicen los óleos para la unción de enfermos y de los catecúmenos, y se consagra el crisma que se usa en el Bautismo, la Confirmación, la ordenación de presbíteros y obispos y en la dedicación de iglesias y altares. El rito del óleo de los cate-cúmenos y del santo crisma se hace al final de la misa, como anuncio de la iniciación cristiana que tiene su momento más propio en la Vigilia Pascual. En la Misa Crismal, por deseo del papa Pablo VI, los sacerdotes renuevan las promesas que hicieron el día de su ordenación.

el hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre” (Jn 14, 12). Con ellas se expresa precisa-mente lo que quiere decir en el lavatorio de los pies con las palabras “os he dado ejemplo”. El obrar de Jesús se convierte en el nuestro, porque Él mismo es quien actúa en nosotros”9.

“Éste es el misterio-sacramento de nuestra fe”. Es como una exclamación para confesar la fe en el admirable mis-terio que lleva a reconocer los elementos ofrecidos, se-parados, consagrados, en el sacramento del cuerpo y la sangre de Cristo, de toda su vida ofrecida al Padre en obe-diencia desde la Encarnación hasta el “exceso” de la cruz, sacramentalizado ya en la Cena por aquel que habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.

Contemplando el misterio eucarístico, nos situamos ante la presencia “personal” de Cristo, que no es comparable, ni mucho menos identificable, con la presencia de un “ob-jeto sagrado” en un lugar. Todo Cristo está presente, su misma persona, su Yo eterno y encarnado, su amor eter-no y su amor humano, latiendo en su corazón, en su alma humana glorificada; su misma persona que, por amor, nos ofrece su vida, y espera nuestra correspondencia, en una relación interpersonal de conocimiento y amor que se resumen en una sola palabra: FE.

9 Jesús de Nazaret, 80.

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Viernes Santo

Cristo murió por nuestros pecados (1 Cor 15, 3) Confesamos a Cristo crucificado

En la celebración del Viernes Santo escuchamos el evangelio de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1-19, 42): la obe-diencia de Jesús al Padre en virtud del Espíritu de amor, al-canza su vértice en la muerte en la cruz (cf. Hb 5, 8). El Espíri-tu Santo, que suscitó la vida de Jesús en el seno de la Virgen, tuvo que colmar más que nunca al Redentor en el momento de la muerte, a fin de que éste pudiera vivir el acto supre-mo de la existencia como ofrenda agradable a Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 13-14). Así pues, el Espíritu fue el alma del sacrificio de Cristo, el principio de su amor hacia Dios y los hombres. Del costado traspasado de Jesús Crucificado “salió sangre y agua” (Jn 19, 34): la sangre atestigua la realidad del sacrificio del Cordero ofrecido por la salvación del mundo, y el agua, símbolo del Espíritu, su fecundidad espiritual.

El sacrificio de Cristo en la cruz, que culmina su existen-cia sacerdotal iniciada en la encarnación, expía, repara y anula ante el Padre nuestros pecados. “El Hijo se hace hombre, y en su cuerpo le devuelve a Dios toda la huma-nidad. Sólo el Verbo que se ha hecho carne, cuyo amor se cumple en la cruz, es la obediencia perfecta. En Él, no sólo se ha culminado definitivamente la crítica a los sa-crificios del templo, sino que se ha cumplido también el anhelo que comportaba; su obediencia “corpórea” es el nuevo sacrificio en el cual nos incluye a todos y en el que, al mismo tiempo, toda nuestra desobediencia es anulada mediante su amor. Dicho de nuevo con otras palabras: nuestra moralidad personal no basta para venerar a Dios de manera correcta… El Hijo que se ha hecho carne lleva en sí a todos nosotros y ofrece de este modo lo que no podríamos dar solamente por nosotros mismos. Por eso forma parte de la existencia cristiana tanto el sacramento del Bautismo, la acogida en la obediencia de Cristo, como la Eucaristía, en la que la obediencia del Señor en la cruz nos abraza a todos, nos purifica y nos atrae dentro de la adoración perfecta realizada por Jesucristo”10.

10 Ibid., 273-274.

En el rito de la adoración de la cruz, presentada en esta liturgia como madero desnudo, árbol donde pendió la salvación del mundo, confesamos la fe en el sacrificio sal-vador que reparó nuestras culpas.

Descendió a los infiernos

Desde el anochecer del viernes hasta la noche de Pascua, en la jornada del Sábado Santo, la Iglesia reza junto al se-pulcro del Señor. Es el momento de recordar y confesar el artículo del Credo “Descendió a los infiernos”, tan mara-villosamente descrito en la segunda lectura del oficio de este día.

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Sábado Santo - Vigilia Pascual

Resucitó al tercer día según las Escrituras. Proclamamos su resurrección

La Noche de Pascua es “noche de vela en honor del Se-ñor” (Éx 12, 42). La Iglesia convoca a todos sus fieles para que en la celebración de la palabra y de los santos miste-rios revivan (o vivan por primera vez) el paso pascual del Espíritu Santo que los incorpora a Cristo muerto y resuci-tado. El primer curso del IDR estuvo dedicado a las pro-mesas que prepararon la venida el Salvador. Ahora, como en la las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, los textos de la Vigilia nos recuerdan la historia de amor de Dios hacia la humanidad, que culmina en el Misterio Pascual, cuando Jesús envía sobre los suyos el mismo Espíritu de amor que le une al Padre. Es nuestra propia historia de salvación, como lo expresa la oración de des-pués de la comunión: “Derrama, Señor, sobre nosotros tu Espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en un mismo sacra-mento pascual”.

“Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro tes-timonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cris-to” (1 Cor 15, 14s). San Pablo resalta con estas palabras de manera tajante la importancia que tiene la fe en la resu-rrección de Jesucristo para el mensaje cristiano en su con-junto, es su fundamento. La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. Si se prescinde de esto… Jesús perma-nece en una dimensión puramente humana, y su autoridad sólo es válida en la medida en que su mensaje nos conven-ce… Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verda-deramente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifesta-do verdaderamente… La resurrección es el punto decisivo. Que Jesús sólo haya existido o que, en cambio exista tam-bién ahora depende de la resurrección. En el “sí” o en el

“no” a esta cuestión no está en juego un acontecimiento más entre otros, sino la figura de Jesús como tal”11.

De aquí la importancia de la profesión de fe que renovamos esta noche. Creemos en un viviente, nuestro Pastor que nos lleva a la gloria a la que el llegó primero. Es la noche también de los “sacramentos pascuales”, Bautismo, Con-firmación y Eucaristía, que el Señor celebró en sí mismo y que ahora nos entrega para que participemos en ellos, tan-to los que son iniciados hoy como los que hacemos memo-ria de nuestra propia iniciación cristiana, reviviendo todo el proceso iniciático que estuvo en el principio de nuestra vida resucitada y que se resume y revive en cada Eucaristía.

Iniciamos el camino hacia la Pascua buscando “vivificar” nuestro ser, y así hemos confesado los pecados y llega-mos a la comunión; ahora hemos de aceptar la gracia de la vida eterna; aceptar resucitar en esta zona de nosotros en la que estamos demasiado muertos: resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al perdón, al amor y a la alegría. Como los antiguos testigos, el mundo necesita testimo-nios de hoy, de quienes han pasado por una muerte y que hayan probado una resurrección; personas y comunida-des donde se sienta la caridad como el “buen olor de Cris-to”, que puedan asegurar con su ejemplo que es posible morir y es posible resucitar.

11 Ibid., 281-282.

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Pascua 2013

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

“La Misericordia Divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo Crucificado y Resucitado” (Juan Pablo II, Dives in misericordia)

“Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos” (Ap 9,1)

7 de abril de 2013 Segundo domingo de Pascua

Domingo de la Divina Misericordia

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos 5, 12-16:

La primera lectura nos hace revivir la experiencia de la primera comunidad cristiana, de los primeros discipulos de Jesús, que crecia convirtiendose en una multitud.

Segunda lectura. Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19:

Esta lectura llena de imágenes, podemos escuchar como el Señor nos anuncia la victoria sobre la muerte. Cristo que vence a la muerte y vive por los siglos de los siglos.

Evangelio de Juan 20, 19-31:

En el evangelio de hoy, contemplamos como Cristo se hace presente en medio de la comunidad que está reuni-da en su nombre, a pesar de nuestros miedos y dificulta-des.

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Para la homilía

El Señor se hace presente en medio de aquellos a los que ama para ser mensajeros

El Hijo, una vez ha cumplido su misión, se presenta en medio de los suyos entregandoles el don del Espíritu, de tal forma que así podrán dar testimonio en medio del mundo del amor que el Padre nos tiene. En la tarde-noche del Jueves santo, el Señor anunció a los suyos, que no los dejaría solos con la promesa de su regreso (Jn 14, 18). Ahora, esta se cumple, y los que allí estan reunidos, hacen experiencia de fe por el don del Espíritu. Pero no todos pudieron encontrarse con el Señor, Tomás no estaba. Su ausencia y desconfianza, nos valio una nueva muestra de Jesús resucitado y la última bienaventuran-za: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

El Octavo día, el primer domingo

La importancia de la lectura de las dos apariciones que vienen a fundar el nuevo “día del Señor” es tanta que este pasaje evangélico se lee todos los años. Reforzando esta idea, la lectura del Apocalipsis comienza con la visión del Rey de los tiempos: el Viviente que fue muerto - Jesucristo resucitado - se hace presente a los creyentes, como gran sacerdote para siempre del culto definitivo. Eso sucede en el “día del Señor”, el domingo. Sobre esto escribe el papa Benedicto XVI:

“El primer día de la semana –el tercero después del vienes – está atestiguado desde los primeros tiempos en el Nue-vo Testamento como el día de la asamblea y el culto de la comunidad cristiana (cf, 1 Cor 16,2; Hch 20,7; Ap 1,10)… Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tra-dición veterotestamentaria, basada en el relato de la crea-

ción y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acon-tecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana. Sólo un acontecimiento que se hubiera graba-do en las almas con una fuerza extraordinaria podría haber suscitado un cambio tan crucial en la cultura religiosa de la semana. Para esto no habrían bastado las meras especula-ciones teológicas. Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en este día: el descubrimiento del se-pulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado”12.

El día de la fe

El domingo es también un día de fe. El Espíritu nos capa-cita para que podamos renovar cada semana la profesión de con la que entramos en la Iglesia. No somos ya como Tomás, que no podía creer, ya que no estaba cuando fue exhalado el Espíritu. Con alegría escuchamos hoy la úl-tima bienaventuranza pronunciada por Cristo y dirigida a los cristianos de todos los tiempos: Dichosos los que crean sin haber visto (Juan 20,29).

El Espíritu de paz y amor, don del Resucitado

En su primera aparición a los discípulos, Jesús exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a

12 Jesús de Nazaret, 301-302.

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Para mí la vida es Cristo

quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdona-dos; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos (Jn 20, 22-23). Para eso murió el Hijo de Dios hecho hombre, para llegar junto al Padre y volver a traer a los hombres el Espíritu de la vida sobrenatural que perdieron los prime-ros padres en el comienza de la historia. Muchas veces parece que Jesús vino para arreglar las cosas del mundo, para que cesasen las penas y las injusticias en una nueva era paradisíaca; en otras ocasiones el Señor es imaginado como un maestro de virtud que tiene consejos y recetas para todo lo que lleva a la felicidad. Sin embargo todo ello no dejan de ser consecuencias de la gracia fundamental, que es el nuevo comienzo.

El testimonio de la fe

La regeneración por obra del Espíritu sólo fue posible cuando el sacrificio de Cristo restableció la alianza entre Dios y la humanidad. Nadie puede sentirse defraudado porque las primeras palabras del resucitado sean el sa-ludo de paz y el don del Espíritu; aquella sólo es posible gracias a éste. Quien se siente en paz con Dios, la comu-nidad que se reúne reconciliada en la paz de Dios, quien se conoce a sí mismo amado de Dios porque aspira el aro-ma de la unción del Espíritu, no tiene temor a nada de este mundo; será un apóstol activo o un mártir silencioso que difundirá el testimonio del Salvador, individualmente o en comunidad.

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre de Misericordia, por medio de su Hijo, resucitado de entre los muertos que derrame sus gracias sobre nosotros.

Por la Iglesia, para que, aprendiendo de Dios Padre, viva plenamente “misericordia quiero y no sacrifi-cios”, roguemos al Señor.

Por nuestro mundo, dividido por el odio, las guerras, la segregación; en ricos y pobres, dominadores y do-minados, vencedores y vencidos: para que sea po-sible la paz, fruto de la justicia y del amor fraterno, roguemos al Señor.

Para que en este año de la fe se suscite en todo cre-yente la aspiración de confesar con plenitud, y reno-vada confianza y esperanza la resurrección de Cristo verdadero camino y vida del hombre, roguemos al Señor.

Por los que buscan y aún no han llegado a la fe; para que tengan la dicha de poder creer sin ver, roguemos al Señor.

Escucha, Señor nuestras suplicas; son la oración de tu Iglesia, reunida en el nombre de tu Hijo Jesucristo implo-rando la misericordia. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos 5, 27b-32. 40b-41:

Dar testimonio de Cristo Resucitado es motivo de escan-dalo. Y así se cumple la promesa del Señor “Os persegui-ran por causa del hijo del Hombre” Pero los Apostoles quieren seguir predicando la buena nueva por que testigo de esto son ellos y el Espíritu Santo.

Segunda lectura. Del Apocalipsis 5, 11-14:

Escuchemos esta segunda lectura con espiritu de oración, uniendonos a esa alabanza del Cordero inmolado que re-cibe adoración de todo el universo.

Evangelio de Juan 21, 1-19:

El Resucitado se aparece de nuevo a los apostoles junto al lago haciendoles descubrir su verdadera vocación. Ser pescadores de hombres, capaces de alimentar por que antes se han alimentado de Él.

“Tú eres el pan vivo bajado del cielo”

“Vamos, comed. Y Jesús, tomando el pan, se lo dio” (Jn 21, 12-13)

14 de abril de 2013 Tercer domingo de Pascua

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Para mí la vida es Cristo

Para la homilía13

El amor se experimenta en la fración.

La lectura del Evangelio, lo que da mayor personalidad a este Domingo, es una larga página que comienza entre las brumas del amanecer, en las orillas del lago donde ha-bía comenzado todo.

Sin embargo el día de la resurrección sucede que: “Al ano-checer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discipulos en una casa con las puertas cerradas, por mie-do a los judios” (Jn 20, 19). Así fue, pero ya no. Ahora es el tiempo de salir, de anunciar y de vivir. Los apóstoles, no estan ya encerrados, ni con miedo en la oscuridad de la noche. Viven a plena luz del día, en el trabajo cotidiano, la experiencia del Resucitado. Sus discipulos han salido del lugar de donde el Señor les había labado los pies (14, 31), etregandose al mundo con Él y como Él.

El día del Señor da inicio porque el Kyrios los ha amado hasta entregarse así mismo, y cumpliendo su promesa se muestra como vencedor de la muerte y principe de la vida. El día a día se ha de vivir pues en el amor al Padre y a los hermanos. Por eso los discipulos salen a pescar. A la accion de Pedro le si-gue la reaccion del pequeño cenaculo (Jn 21, 39). Y en medio Jesús, para recordarles que sólo tendrían éxito si seguían sus instrucciones y volvían a ser pescadores de hombres y pas-tores de su rebaño. Una vez más, no hay otra instrucción que

13 En este tercer domingo termina la primera parte de la Cincuentena pas-cual, a la que llamamos el “tiempo de las apariciones”. Cada año leemos hoy una aparición de Jesús a los discípulos, y aquellas terminan siempre compartiendo una comida con el signo de partir el pan: en el camino de Emaús (año A), en el cenáculo (año B) y, este año C, en la orilla del lago de Galilea.

el Amor. Es ahí donde se posibilita una pesca tan increíble. Junto al Señor no puede faltar el fuego, el ardor del Espíri-tu que prepara al convite del Resucitado, la Eucaristía. Esto se ve con mucha claridad en la segunda parte de la lectura. Y cuya im portancia es muy grande. Jesús reclama por tres veces la confesión en el AMOR de aquel Pedro que lo había negado el mismo número de veces. Seguimos en el ambien-te de misterio tan propio del cuarto Evangelio.

Pastorea mis ovejas

Ahora seguimos siendo pastoreados por el sucesor de Pedro, Obispo de la Iglesia que preside a las demás en el amor, como llamaba San Ignacio de Antioquía a la comu-nidad romana en el siglo II. El mismo Espíritu de amor que movió entonces a Pedro es el que ahora asiste a su suce-sor en la Sede romana para que confirme a sus hermanos en la integridad de la fe apostólica.

En el itinerario de nuestra fe

En este tercer domingo termina la primera parte de la Cincuentena pascual, a la que llamamos el “tiempo de las apariciones”. Cada año leemos hoy una aparición de Jesús a los discípulos, y aquellas terminan siempre compartien-do una comida con el signo de partir el pan: en el camino de Emaús (año A), en el cenáculo (año B) y, este año C, en la orilla del lago de Galilea. Ahora estaremos ya ambien-tados en el programa de lecturas de este año, vamos si-guiendo los primeros pasos de la etapa de la historia de la salvación –la de la Iglesia– en que nos ha sido dado vivir,

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y hemos podido admirar la valentía de los apóstoles, una vez que recibieron el Don pascual del Espíritu Santo: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, qué Dios da a los que le obedecen” (Hechos 5,29 y 32).

Ahora, en nuestro Día del Señor

Vamos también familiarizándonos con la proclamación del misterio pascual que se hace cada domingo según el libro del Apocalipsis, en esas maravillosas escenas de la liturgia del cielo que en realidad son como la realidad de nuestra liturgia terrena, velada por nuestra realidad carnal.

La Misa dominical nos lleva a experimentar cada día del Señor todo el proceso de la actuación de Cristo descrita en las lecturas, y a realizar lo que hacen aquellos que le rodean. Es la descripción simbólica de lo que quiere de-cir “participar”. Le escuchamos, le reconocemos cuando se nos entrega al partir el pan, nos fortalecemos para dar testimonio con él con toda nuestra vida, incluso compar-tiendo los sufrimientos... Le proclamamos Señor y Salva-dor, anunciamos su muerte y su resurrección haciendo su memorial, nos unimos a su ofrecimiento, y lo ofrecemos a él, uniéndonos a la alabanza celestial y de todas las crea-turas (plegaria eucarística). Con fe y emoción nos acer-camos a comer su pan, conscientes de que es el Señor a quien recibimos. Y cuando ha terminado este momento inefable de la asamblea dominical, volvemos otra vez a la “pesca”, al trabajo de cada día, procurando seguir las instrucciones de Jesús para que sea fructuosa.

Oración de los fieles

Oremos a Dios nuestro Padre. Él saca nuestra vida del abismo y nos hace revivir.

Por la Iglesia, de Oriente y Occidente que sufren per-secución por causa del evangelio; para sepa dar tes-timonio de Cristo luz, y vida del mundo, roguemos al Señor.

Por los gobernantes, para que siempre y en todo lu-gar se dejen guiar por el Dios de la Vida, y posibiliten la unidad en la diversidad, respetando toda realidad, roguemos al Señor.

Para que en este año de la fe se suscite en todo cre-yente la aspiración de confesar con plenitud, y reno-vada confianza y esperanza la resurrección de Cristo y le reconozcamos cuando camine junto a nosotros, roguemos al Señor.

Por los creyentes, que hacen presente a la Iglesia en el mundo del trabajo, para que a pesar de las dificultades den testimonio de Cristo, roguemos al Señor.

Por nosotros aquí reunidos; para que al igual que Juan podamos reconocer al Señor, roguemos al Señor.

Jesús Resucitado, envíanos tu Espíritu para que seamos signo transparente de tu Amor en el mundo. Tu que vives y reinas por los siglos de lo siglos.

R/. Amén.

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Para mí la vida es Cristo

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos 13, 14: 43-52:

Este año, la historia de los primeros tiempos de la Iglesia recoge preferentemente la misión de san Pablo, el cual dio un cambio radical a su apostolado, dirigiéndose en adelante a los gentiles, después de ser rechazado repeti-damente por los israelitas. Con el Salmo responsorial 99 proclamamos que todos los pueblos reciben la revelación del Buen Pastor y le aclaman diciendo: “Somos su pueblo y ovejas de su rebaño”.

Segunda lectura. Del Apocalipsis 7, 9: 14b-17:

Los redimidos de todas las naciones aclaman a Jesucristo resucitado, víctima pascual y Pastor de los cristianos.

Evangelio de Juan 10, 27-30:

En esta breve conclusión del discurso del Buen Pastor, Je-sús proclama su misión salvadora universal dando su vida por la humanidad, sus ovejas, y su unidad con el Padre en el amor.

“Oveja perdida, ven sobre mis hombros; que hoy no sólo tu pastor soy, sino tu pasto también” (L. Góngora)

“Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen” (Jn 10,14)

21 de abril de 2013 Cuarto domingo de Pascua

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Para la homilía14

Jesucristo, el Buen Pastor

De entre todas las imágenes de Dios en la Biblia hebrea y de todas las funciones de jefatura que existían en su sociedad, Jesús eligió esta palabra, que se ha hecho para nosotros entrañable y que destaca soberana en medio de la Pascua: el Pastor. Ha habido buenos y malos pasto-res del pueblo, como denunciaron los profetas antiguos, pero Jesús el único y buen Pastor, que nos llama, reúne y guía hasta el cielo.

Jesús, nuestro pastor bueno, cuida de nosotros, quiere sufrir con nosotros y por nosotros cuando nos ve errantes y sufriendo. Él desea tener con nosotros una intimidad to-tal, un intercambio de confianza y amor que nunca conse-guiremos entre los humanos. Aspira a que le conozcamos a Él como Él nos conoce a nosotros, como Él conoce a su Padre y como su Padre lo conoce a Él.

Pastor universal

El Espíritu Santo reveló a los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento que la salvación del Cristo era igual para todos los hombres, pero esa apertura no fue cosa de un día; así en la primera lectura escuchamos cómo san Pablo abandonó la misión evangelizadora dirigida hasta entonces en primer lugar a los israelitas, para dedicarse totalmente a los gentiles. En su discurso, el Apóstol cita el texto fundamental de Isaías 49,6: Yo te haré luz de los

14 Los domingos 4º y 5º de Pascua forman lo que podríamos llamar el “Tiem-po del Pastor”. Ha terminado el “tiempo de las apariciones”, y Jesucristo se presenta como el Buen Pastor y Maestro de la Iglesia, a la que guía con amor, por la que se entrega en sacrificio y a la que enseña con su doctrina.

gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra. Nosotros somos los descendientes de la Iglesia de los gentiles y, por ello, cantamos el salmo 39, enlazan-do con el tema del Evangelio: Aclama al Señor tierra en-tera. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Siguiendo la lectura del Apocalipsis, llegamos a la liturgia celeste en honor del Cordero y Pastor que es Cristo resu-citado. Todas las naciones, pueblos, razas y lenguas, pu-rificados por la sangre del sacrificio pascual de Jesucristo alaban a su redentor. Del mismo modo, en el Evangelio, Jesús dice que su nuevo pueblo estará formado por los que escuchen su voz. Éstos son los que han respondido a la gracia del Padre y por ello le han sido entregados para su custodia, para la vida eterna. Es la Iglesia virgen y madre, fecundada por el Espíritu, que da a luz incesante-mente los nuevos hijos del nuevo pueblo de Dios.

El amor sacrificado del Buen Pastor.

Como está en posesión del Espíritu de amor creador y vivificante, Jesucristo promete la vida eterna a los que creen en él. No se trata de una supervivencia del alma, debida a su naturaleza espiritual, como especula la filo-sofía, sino que es una acción salvadora de Dios Padre en la que coopera el Hijo de modo determinante: Yo doy la vida eterna a mis ovejas. No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie –la muerte, Satanás, las per-secuciones– puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Entre las ovejas y el Pastor existe una relación de “conoci-

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

miento”. Se trata de la idea bíblica del conocer, que indica a la vez una experiencia compleja de amor que impregna toda la existencia, como en la relación matrimonial. Por ello los cristianos formamos en la Iglesia una comunidad de escucha de la voz de Jesús, que se vive en la obedien-cia a su palabra; tanto que lo seguimos a donde quiera que vaya, como proclama el Apocalipsis.

En el centro de la fe cristiana

Jesús fundamenta y garantiza la salvación eterna que él dispensa a sus ovejas con una tremenda afirmación: Yo y el padre somos uno. Estamos ante uno de los textos fun-damentales del Nuevo Testamento, junto con el versículo 38 de este mismo capítulo: El Padre está en mí y yo en el Padre. Esta declaración separó y sigue separando de modo irremediable a Jesucristo y a los creyentes del An-tiguo Testamento y, por añadidura, del Islam. Ahí está la causa de la condena a muerte del Señor. Las otras reli-giones monoteístas no quieren aceptar a estas dos perso-nas que son una única realidad, o sustancia o esencia. Se alude aquí al misterio supremo y adorable de la Trinidad. No es explicitado. Jesús deja esta tarea a los discípulos. Y para esto, precisamente, le da el Espíritu del Padre y suyo, Espíritu de sabiduría y de revelación, que en la santa Cena será prometido como Maestro interior de la comunidad de los fieles, las amadas ovejas.

Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios, que nos ha confiado a confiado a Jesucristo como el Pastor que nos conduce ha-cia fuentes de agua viva.

Por el Papa Benedicto y nuestro Obispo Carlos, con todos los miembros de la Iglesia que han recibido el ministerio pastoral, para que sean capaces de vivir con humildad, y trasmitir con verdad, lo que significa lle-var el dulce cayado del buen pastor, en su difícil tarea de enseñar, guiar y gobernar, roguemos al Señor.

Por todos los que sienten la llamada al seguimiento de Cristo Buen Pastor, para que no tengan miedo de responder y se entreguen generosamente al servicio del Reino, roguemos al Señor.

Para que en este año de la fe se suscite en todo creyen-te la aspiración de confesar con plenitud, y renovada confianza y esperanza la resurrección de Cristo, Buen Pastor, camino y vida del hombre, roguemos al Señor.

Para que nuestros gobernantes, en estos momentos de dificultad, realicen su tarea con verdadero espíritu de servicio, roguemos al Señor.

Por nosotros, para en el “Itinerario de Renovación” nos dejemos conducir con docilidad por nuestro Pas-tor, Cristo Jesús, escuchando su palabra, roguemos al Señor.

Te lo pedimos Padre, por tu Hijo Jesucristo, a quien tú nos confiaste para que nos dé la vida eterna. Él que vive y rei-na contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos 14, 21b-27:

Al igual que el domingo pasado, la primera lectura de hoy nos habla de la predicacion de Pablo y Bernabe. La buena noticia se va abriendo camino en la historia, las comuni-dades crecen y viven la alegría en el Señor resucitado.

Segunda lectura. Apocalipsis 21, 1-5a:

En nuestra tradición hispana, el Apocalipsis, ha sido muy venerado por nuestros mayores. Este libro es un anuncio de la victoria del amor de Dios por encima de todo mal y pecado.

Evangelio de Juan 13, 31-33ª 34-35:

El Evangelio es novedad y, en ese contexto, Jesús lega como testamento lo unico que posibilita la autenticidad del hombre, el mandamiento del amor. Si en el amor fui-mos creados, salvados y liberados, el hombre solo podra ser verdadero hombre, descubriendo y viviendo su verda-dera condición: la ley del Amor.

“Ved qué gozo, qué alegría convivir los hermanos unidos” (Sal 132)

“Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34)

28 de abril de 2013 Quinto domingo de Pascua

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Para la lItURgIA

Para mí la vida es Cristo

Para la homilía15

El discurso de despedida

El pasaje del Evangelio que se proclama hoy está dentro del marco de la ultima cena. Jesús está despidiéndose de los suyos. Tiene que ir se como han profetizado de Él las Escrituras. En este contexto y entre la traición y abando-no por parte de Judas, y el anuncio doloroso la negación de Pedro, se nos lega como testamento lo que muestra la gloria de Dios en la historia, el mandamiento del Amor. Pero ahora, leído en el marco de la Pascua, el discurso de despedida de Jesús está orientado hacia su gloriosa As-censión.

La ley del amor, distintivo de la gloria de Dios

El amor mutuo entre los cristianos no viene de la voluntad de amar, sino que sólo es posible porque hemos recibido el don de amar. El amor humano es una tendencia natural, que puede ser una pasión bellísima o destructora; pero la “caridad” cristiana es una virtud teologal que viene de Dios, que recibimos en la iniciación cristiana con el Espí-ritu de amor y la comunión eucarística, que renovamos y aumentamos en cada Eucaristía. Y si “la fe se robustece creyendo” (san Agustín), también podemos decir que “la caridad se robustece amando”.

El amor cristiano se fundamenta en el Espíritu que une al Hijo con el Padre y que vuelca a Jesús hacia sus discípu-

15 El domingo siguiente al del Buen Pastor forma una cierta unidad con él, pues cada año nos trae una enseñanza que Jesús, Maestro y Guía de la Igle-sia, dirige a ésta a la manera de un mensaje fundamental, como un testa-mento espiritual que la deberá orientar en su porvenir.

los: Yo doy mi vida por mis ovejas (Juan 10,15), por ello entrega este mandamiento al final de una Cena que está toda ella bajo el signo del amor hasta la muerte. Habien-do amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13,1).

Pero el amor del Señor tiene una finalidad directa: que los discípulos se amen recíprocamente (cf. Jn 13,34). Si falla-se este fin, fracasaría la misión de Jesús entre los hom-bres. Por eso el amor se convierte en el signo de la santi-dad del nuevo Israel, en la circuncisión espiritual: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros (Jn 13, 35); doblemente espiritual porque es del Espíritu y se marca en nuestro espíritu. Este signo de reconocimiento contrasta con lo que se usa en las religiones y en los grupos sociales. Cuando empieza un nuevo grupo, sus miembros desean identificarse en-tre ellos y diferenciarse de los demás por medio de algún signo al que se aferran totalmente; puede tratarse de al-guna señal física, de alguna ceremonia exclusiva de los iniciados... Pero Jesús no quiere nada de eso. La religión espiritual tiene signos espirituales, personales, como el del amor, a imitación del de Cristo.

El amor cristiano, signo del tiempo nuevo de Cristo

Tal como proclama la segunda lectura, esta religión espi-ritual se desarrolla en una nueva edad del tiempo, la que se inauguró con la glorificación del Hijo. Estamos en la úl-tima de las etapas terrenas de la historia de la salvación,

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que se desarrolla a partir de la nueva Jerusalén, don de Dios, que es la Iglesia celeste y terrestre. Esta es la nueva morada de Dios con los hombres, como la proclama hoy el Apocalipsis. Por ello los cristianos somos parte de la no-vedad de la creación definitiva; en ella hay una nueva ciu-dad y unas nuevas leyes, un “mandamiento nuevo” que es la norma y el distintivo del nuevo pueblo de Dios.

Caminamos unidos en el amor

Nuestro ·Itinerario de renovación”, personal o en grupo, no puede ser sólo una mortificación, una purificación ne-gativa; ha de ser – como decíamos en la pasada Cuares-ma – una “vivificación” en la vida nueva del Resucitado. Unidos en él podemos amarnos como él quiere. No pode-mos caminar solos; junto a nosotros, el prójimo y nuestra relación con él verifican, dan fe de que el Amor de Dios está en nosotros. Así lo predicaba bellamente san Agus-tín: “Al amar a tu prójimo y cuidarte de él, vas haciendo tu camino. ¿Y hacia dónde caminas sino hacia el Señor Dios, el mismo al que tenemos que amar con todo el co-razón, con toda el alma, con todo el ser? Es verdad que no hemos llegado todavía hasta nuestro Señor, pero sí que tenemos con nosotros al prójimo. Ayuda, por tanto, a aquel con quien caminas, para que llegues hasta aquel con quien deseas quedarte para siempre”.

Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios. El está siempre con no-sotros.

Por la Iglesia, morada de Dios con los hombres; para que unida al Papa y al Colegio Episcopal dé siempre testimonio de servicio, de concordia y respeto a toda persona, roguemos al Señor.

Por todos lo que trabajan por un mundo más justo, para que al igual que Pablo y Bernabé puedan ver con alegría los frutos del evangelio, roguemos al Señor.

Para que en este año de la fe “se suscite en todo cre-yente la aspiración de confesar con plenitud, y reno-vada confianza y esperanza” la fe que se hace reali-dad en la caridad, roguemos al Señor.

Por todos los que sufren injustamente, por lo que han perdido su trabajo, por los excluidos por cuestiones ideológicas, religiosas o políticas, por los enfermos, por los más necesitados, para que encuentren en el amor de los seguidores de Cristo, el consuelo y la ayuda solidaria sin excluir a nadie, roguemos al Se-ñor.

Por nosotros, aquí reunidos; para que, amándonos los unos a los otros, el mundo pueda reconocernos como discípulos de Cristo, roguemos al Señor.

Concédenos, Padre nuestro, lo que te pedimos, para que también seas glorificado en nosotros, como lo eres en Je-sucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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Moniciones a las lecturas16

Primera lectura. Hechos 15, 1-2. 22-29:

En esta primera lectura vamos ha escuchar como los res-ponsables de la iglesia, reunidos en Jerusalen caminan en esa unidad tan deseada por parte del Señor. Y vivida en el Espiritu Santo.

Segunda lectura. Apocalipsis 21, 10-14. 22-23:

La revelación del Nuevo Testamento nos habla de la glo-ria de la nueva Jerusalén, que es el reino de Dios y la Igle-sia inaugurada por Jesucristo.

O bien 22, 12-14. 16-17. 20:

Al terminar la lectura del libro del Apocalipsis, el Señor nos anuncia su próxima venida y le respondemos con fe diciendo: Amén.

Evangelio de Juan 14, 23-29:

Jesús continúa el discurso de despedida, consolando a los discípulos y prometiéndoles el don del Espíritu Santo.

O bien 17, 20-26:

La “oración sacerdotal” de Jesús en la última Cena es una plegaria de ofrecimiento y de petición de consagración de sí mismo y de los discípulos que le acompañan en la última Cena.

16 Pueden leerse también la segunda lectura y el Evangelio del domingo 7º, en el que se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor.

5 de mayo de 2013 Sexto domingo de Pascua

“Tú eres nuestra paz verdadera; caridad indivisible; tú, que vives contigo mismo y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios” (De la Liturgia Goto-Hispana)

“El que me ama, guardará mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará, y vendremos a él” (Jn 14,23)

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Para la homilía17

El domingo de la expansión misionera

Llegados a este momento de la Cincuentena, es como si se contemplasen ya los frutos de los momentos finales del Misterio Pascual, la Ascensión del Señor y el envío del Espíritu Santo. Hoy evocamos la predicación de la Buena Noticia de Jesucristo resucitado a todas las gentes, so-brepasando los límites sociales, familiares y legales de Is-rael. Éste es un motivo especial de acción de gracias para todos los que descendemos de los pueblos para los que, hasta entonces, no había llegado el tiempo de la Revela-ción, conforme al plan salvador de Dios.

El Concilio de Jerusalén

La primera lectura de este domingo muestra cómo caían bajo la acción del Espíritu Santo, en esta sexta etapa de la historia de la salvación, las seculares fronteras del anti-guo Pueblo de Dios; así leemos y recordamos cómo en la primera asamblea general de la Iglesia, presidida por los apóstoles, en el llamado Concilio de Jerusalén, se rompió definitivamente con las normas rituales de la antigua Ley de Moisés, haciendo posible a los gentiles el libre acceso a la vida cristiana sin necesidad de convertirse antes en israelitas por medio de la circuncisión, como pedían algu-nos cristianos procedentes del judaísmo, que decían: Hay

17 Comenzamos la última etapa de la Cincuentena Pascual. Los próximos domingos están centrados temáticamente en el don o gracia pascual del Espíritu Santo, que Jesucristo envía desde el Padre, luego de ser exaltado en la gloria (Solemnidad de la Ascensión, próximo domingo). El Espíritu, en efecto, no sólo perfeccionó la iniciación cristiana de los samaritanos (año A), y se adelantó al bautismo, cuando Pedro vacilaba en admitir a los paga-nos en la Iglesia (año B), sino que rompió las barreras tradicionales de Israel en el “Concilio de Jerusalén”.

que circuncidar a los gentiles y obligarles a observar la ley de Moisés (Hechos 15,5).

Aquella asamblea era bien consciente de actuar con la asistencia del Espíritu Santo, el cual garantiza a través de los tiempos la infalibilidad del magisterio solemne de la Iglesia: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables (Hechos 15,28). La Iglesia apostólica tomó entonces una decisión de enorme importancia, tanto para la propagación de la fe como para la cultura universal; pues, en el caso de una opción contraria, junto con la evangelización se hubiera tenido que difundir al mismo tiempo, y de modo exclusi-vista, la secular cultura hebrea.

Una medida tan importante tuvo que contar, además, como lo sugiere el texto, con un “empujón” o inspiración del Espíritu santo, el cual se valió especialmente de la voz profética y de la práctica misionera de san Pablo para im-pulsar a la Iglesia primitiva en favor de este cambio.

La Jerusalén del cielo

La nueva ciudad de Dios que muestra el Apocalipsis, se está construyendo ya en la Iglesia, edificada sobre el fun-damento de los apóstoles, siendo toda ella un templo iluminado por la gloria de Cristo sacrificado y resucitado, el Cordero de Dios (2ª lectura). Los primeros cristianos tuvieron durante los primeros años la referencia de la an-tigua Jerusalén como “Iglesia madre”, pero la destrucción de esta urbe les llevó a considerar a la Iglesia, presente

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en cualquier lugar del mundo, como la nueva Jerusalén espiritual, imagen de la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, como dice el ritual de la dedicación de iglesias.

El Señor no nos abandona

En el Evangelio continuamos leyendo el discurso de des-pedida de Jesús en la última cena. Cristo se despide de los suyos antes de iniciar su Éxodo por medio de la Pasión y la Ascensión, pero es para volver con el don pascual del Espíritu y permanecer así en la Iglesia.

Jesús continúa declarando en el Evangelio lo que ha de ser la realidad profunda de la Iglesia, la cual será una rea-lidad divina y humana a la vez, cuya actividad estará ani-mada por el Espíritu Paráclito. Este es un término griego que significa literalmente “llamado en auxilio” y, por ello mismo, abogado, defensor, intercesor y consolador. En un pasaje importantísimo, Jesús promete la inspiración del Espíritu Santo a la comunidad apostólica, para que desarrolle la enseñanza del Maestro y consolide las insti-tuciones de la Iglesia. Una vez acabada la etapa apostóli-ca, el Espíritu Santo sigue asistiendo a la Iglesia para que no pueda caer en el error y enseñe siempre la verdad en las cosas que se refieren a la salvación.

“La paz os dejo, mi paz os doy”

La lectura evangélica concluye con otra idea sumamente importante: Al seguir la ley del amor, que el Señor pro-mulgaba el domingo pasado, se establece una relación personal con la santísima Trinidad y de amistad íntima con Cristo, que alcanza a ser una verdadera inhabitación de Dios en el cristiano. Podemos fijarnos también en la frase referente a la paz que Cristo nos da: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo (Jn 14, 27), la cual es repetida todos los días dentro de la celebra-ción eucarística, en la oración del rito de la paz.

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Si se leen la 2ª lectura y el Evangelio del 7º Domingo de Pascua

La “oración sacerdotal” de Jesús

Al final de la última Cena, Jesús se sirvió de sus últimas palabras para elevar al Padre una ferviente plegaria de ofrecimiento de sí mismo y de intercesión por sus discípu-los. Leída esta oración en el nuevo contexto de la Pascua, en vísperas de la Ascensión, las palabras de Jesús se refie-ren a nosotros, cuando pide al Padre por los que quedan en la tierra sin su presencia corporal. En esta plegaria el Señor se refiere a una triple consagración: a la suya como hombre en la Encarnación, a la que él hace de si mismo al ofrecerse en sacrificio y a la de los discípulos para la mi-sión, consagrados en la Verdad, para difundir la Verdad. Y, si, con la consagración de los discípulos en la verdad se trata en último análisis de la participación en la misión sacerdotal de Jesús, podemos vislumbrar entonces en es-tas palabras de Evangelio de Juan la institución del sacer-docio de los Apóstoles, del sacerdocio neotestamentario que, en lo más hondo, es un servicio a la verdad”18.

18 Jesús de Nazaret, 111.

Ven, Señor Jesús

La lectura del Apocalipsis termina este domingo con las palabras finales del libro, que son la promesa del Señor: Mira, yo vengo pronto (22, 12) y la respuesta de la Igle-sia: Amén, ¡Ven, Señor Jesús! (22, 20). Al Sí de Jesucristo responde nuestro Amén, con la confiada esperanza que mostramos cada día en la Eucaristía con estas mismas palabras. El Señor se fue corporalmente, ascendió al cie-lo, pero vuelve a nosotros, actúa en nosotros, para que se extienda y no se malogre la fe que el comenzó y llevó a la perfección.

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Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, por Jesucristo, mediador nuestro.

Por la Iglesia, para que el Espíritu de Dios la renueve constantemente, y haga de ella un testimonio vivo de amor y esperanza, roguemos al Señor.

Por los pastores de la Iglesia, para que dóciles al Es-píritu, sepan abrir caminos al Evangelio en esta era histórica, roguemos al Señor.

Para que en este año de la fe se suscite en todo cre-yente la aspiración de confesar con plenitud, y reno-vada confianza y esperanza la fe que nos mantiene unidos en Cristo, roguemos al Señor.

Para que el Espíritu Santo promueva en estos mo-mentos de dificultad, la solidaridad que nace de la justicia, la caridad, y el amor a Cristo, roguemos al Señor.

Por los que celebramos cada domingo la Pascua del Señor; para que recibamos los dones de la unidad y la paz, fruto de la Eucaristía, roguemos al Señor.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo que perma-nece en nosotros para siempre y hace suya nues-tra plegaria. A él la gloria por los siglos de los siglos. R/. Amen.

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Para la PARROQUIA

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Propuesta de Cáritas

DiocesanasPropuesta de compromiso cuaresmal de Cáritas:40 días de “APAGÓN” para poder vivir la Fraternidad

“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tenta-do por el diablo…” Desde Cáritas queremos invitarte a que acompañes a Jesús en este desierto, y te desprendas ahí de todo lo que te impide vivir y poner en práctica el man-damiento del amor con tu prójimo.

Por esta razón te proponemos hacer esta experiencia, este compromiso personal de cuaresma: los 40 días de “APAGÓN”.

Consiste sencillamente en que a lo largo de 40 días hagas estos siete apagones que ahora te proponemos para que en este tiempo hagas posible a tu alrededor, y en ti mis-mo, un mundo más fraterno y comprometido.

1. APAGÓN del consumismo para practicar el con-sumo responsable. No comprar cosas superfluas o

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Para mí la vida es Cristo

innecesarias. Comprar productos respetuosos con el medio ambiente. Adquirir algún producto que pro-venga del comercio justo.

2. APAGÓN de las palabras frías, secas o distantes, para practicar palabras cálidas, acogedoras, frater-nas, cordiales, amables con las personas con las que vas a convivir esta semana.

3. APAGÓN del “Todoparamí” para practicar el com-partir. Durante estos 40 días comparte algo tuyo con los que te rodean, o con quienes veas que puedan necesitarlo (tiempo, cualidades, capacidades, cosas, etc)… Regálate.

4. APAGÓN del ser manada, hacer lo que todos ha-cen, para practicar el ser yo mismo. Dedícate tiempo a ti mismo. Párate a pensar, ¿hacia dónde camino en la vida? ¿Hacia dónde me dejo arrastrar? ¿Qué es lo que quiero hacer de mi vida?

5. APAGÓN de la indiferencia e insensibilidad para practicar el abrir los ojos y el corazón para detectar el sufrimiento que hay a mi alrededor, y hacer la parte que me corresponde para ayudar solidariamente.

6. APAGÓN del individualismo para practicar el abrir-me a los que están a mi lado y crear convivencia, diálogo, fraternidad… para no vivir encerrado en mi mundo.

7. APAGÓN de las discordias para practicar palabras y actitudes que contribuyen a pacificar, reconciliarse y convivir.

Si pones en práctica esto… demostrarás que OTRO ES-TILO DE VIVIR ES POSIBLE. Y ojala lo que hagas realidad en estos 40 días, lo puedas prolongar y llevar a la práctica durante muchos más, para que el APAGÓN pueda dar lu-gar a una nueva era… donde todas las personas seamos y nos sintamos realmente HERMANOS.

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Comisión Diocesana para

los MayoresLos mayores, acompañando a Jesús en su misión: “Para mí, la vida es Cristo”

Los mayores estamos llamados a redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado de nuestro encuentro con Cristo que nos conduce hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. Nuestros mayores ofrecen el testimonio gozoso de su vida de creyente y con su misma presencia en el mundo hacen resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.

Es el amor de Cristo el que llena los corazones de nues-tros mayores y nos impulsa a confesar la fe con fuerza y renovada convicción, con confianza y esperanza, acom-pañando a Jesús en su misión: a evangelizar. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más comprometido de nuestros mayores en favor de una nue-va evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El trabajo misionero de los mayores, saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de ese amor, que nunca puede faltar.

¡Quién mejor que los mayores, con su larga experiencia de creyente, que pueden exclamar que “para mí, la vida es Cristo”! En efecto, es Cristo quien da sentido profundo a la vida de los mayores en esta etapa de madurez espi-ritual en la que van ascendiendo hacia la Casa del Padre, guiados por la fe. Fe que crece cuando se vive como ex-periencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Ensancha nuestro corazón en la esperanza y nos permite dar un testimonio fecundo: transmitir la alegría de la fe, a las nuevas generaciones, a

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nuestros hijos y nietos, pero también a nuestros amigos y vecinos, a colaborar en la acción evangelizadora de la Iglesia (Cf. Benedicto XVI, Porta fidei).

Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vues-tra fe; la salvación de vuestras almas (1Pe 1,6-9).

La Comisión Diocesana de Pastoral de los Mayores ofrece, en este cuaderno, dos materiales específicos que pueden ser muy valorados por nuestros mayores: el tradicional ejercicio cuaresmal del Vía Crucis, que tan profundamen-te anclado está en la vivencia de nuestros mayores, y el más novedoso ejercicio del Vía lucis, para el tiempo pas-cual, que de modo semejante al Vía Crucis, hará participar a nuestros mayores, y a todos los fieles, en la dimensión luminosa de la Resurrección de nuestro Señor. Ambos, especialmente adaptados para el uso de nuestros mayo-res, pero que pueden ser perfectamente utilizados en la liturgia general de nuestras parroquias, así como en los centros socio-sanitarios.

Puesto que para nosotros la vida es Cristo, todos vamos a prepararnos en este tiempo de Cuaresma al encuentro del Señor y así gozaremos en su Resurrección de la Vida que un día esperamos gozar en plenitud.

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Comisión Diocesana para los Mayores

Vía CrucisNuestros mayores sienten una especial predilección por el santo ejercicio del Vía Crucis, cuando desean venerar la Pasión del Señor. A través de este ejercicio de piedad, los fieles recorren, participando con su afecto, el último tramo del camino recorrido por Jesús durante su vida te-rrena: desde el Monte de los Olivos hasta el lugar donde fue sepultado. Nuestros mayores ven en el Vía Crucis una impronta de su propia vida, y en los sufrimientos del Se-ñor un reflejo de su ancianidad, su debilidad, su enferme-dad; pero también la esperanza de la Vida Eterna abierta en su Resurrección.

El Vía Crucis es un camino trazado por el Espíritu Santo, camino amado por la Iglesia, que ha conservado la me-moria viva de las palabras y de los acontecimientos de los últimos momentos de su Esposo y Señor. Fuego vivo de amor que también derrama el Espíritu Santo en el cora-zón de nuestros mayores y que ellos a su vez vuelcan en sus familiares y amigos.

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Para mí la vida es Cristo

Monición inicial

En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

Señor Jesucristo, tú has querido dar tu vida por noso-tros para que nosotros tengamos vida eterna. Tú nos invitas a seguirte en el camino de la vida, con sus su-frimientos y penas, pero también con el sereno gozo de la esperanza de que detrás de la Pasión está la Re-surrección, de que detrás de la ancianidad y la debili-dad está la vida inmortal en ti. Para nosotros, tú eres nuestra vida, nuestro modelo de entrega y generosi-dad, de amor sin límites. Queremos seguirte en tu ca-mino, compartiendo generosamente con los demás cuanto tú nos has dado y especialmente la alegría de la fe. Ayúdanos, Señor, a caminar por tu Pasión, hacia la Resurrección.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

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Primera EstaciónJesús es condenado a muerte

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (22,66-70)

Al amanecer, celebraron consejo los ancianos del pue-blo, los sumos sacerdotes y escribas; lo llevaron al tri-bunal y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo». Jesús les contestó: «Si os lo digo, no me vais a creer; y si yo os pregunto, no me vais a responder. Pero desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios to-dopoderoso». Todos dijeron: «Luego ¿eres tú el Hijo de Dios?». Y él les respondió: «Vosotros lo decís: Yo soy».

Oración

Señor, los hombres te condenaron porque no te es-cuchan, porque no te conocen, porque no creen en ti. Pero nosotros sí que creemos que tú eres el Hijo de Dios y sabemos que un día te veremos sentado a la derecha de Dios todopoderoso en el cielo. Ayúdanos a perse-verar en la fe, ayúdanos a creer en ti, especialmente cuando viene sobre nosotros la noche oscura: cuando nos vemos mayores, enfermos y débiles.

Padre nuestro...

Canto

A ti levanto mis ojosa ti que habitas en el cielo;a ti levanto mis ojosporque espero tu misericordia.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Segunda EstaciónJesús con la cruz a cuestas

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (16,24-27)

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y síga-me. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?».

Oración

Señor, tú nos dijiste que para seguirte era necesario negarse a sí mismo, cargando con nuestra cruz de cada día: nuestras debilidades, nuestros sufrimientos. Esta-mos marcados por la edad, y tal vez por la enferme-dad, algunos incluso por la desesperanza. Ayúdanos a todos nosotros, aceptando nuestra situación humana, ya que muchas veces nos rebelamos contra ella, venci-dos por el miedo o el temor, ante el mañana o ante el sufrimiento. Ayúdanos, Señor, a poner nuestra vida en tus manos, a renunciar a que seamos siempre el cen-tro de atención de nosotros mismos y de los que nos rodean. Ayúdanos, Señor, a que llevemos nuestra cruz de cada día.

Padre nuestro...

Canto

Ved la Cruz de la Salvacióndonde Dios nos dio la vida;precio de la redenciónde la humanidad caída.

Cruz de Cristo Vencedor,te adoramos, sálvanos.

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Tercera EstaciónJesús cae por primera vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (53,4-5)

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue traspasado por nuestras rebe-liones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.

Oración

Señor, tanto nos amas que has querido cargar sobre tus hombros nuestros propios sufrimientos y dolores para que no caigamos en la desesperanza, ayúdanos pues a amar a nuestros hermanos en la dimensión de la cruz, compartiendo sus sufrimientos y dolores para que todos juntos sintamos cómo tu amor es más gran-de que nuestras dolencias y pecados.

Padre nuestro...

Canto

Perdón, Señor, perdón.

Misericordia, Señor, por tu bondad,por tu inmensa compasiónborra mi culpa.

Perdón, Señor, perdón.

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Cuarta EstaciónJesús se encuentra con su Madre

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (2,34-35.51)

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se le-vanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Oración

Señor, nadie tuvo nunca tanta fe en ti como María, tu madre, que siempre te acompañó, hasta en los mo-mentos más difíciles de la vida. Por intercesión de tu madre, aumenta nuestra pobre fe para que podamos dar público testimonio de esa misma fe que llena nues-tros corazones y así la contagiemos a los que nos ro-dean, para que en los corazones de todos los hombres arraigue y florezca esa nuestra fe en ti.

Padre nuestro...

Canto

Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás, contigo por el camino Santa María va.

¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven!

¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven!

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Quinta Estación

El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Marcos (15,21)

Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús.

Oración

Señor, también nosotros estamos llamados a ser Cire-neos en nuestra vida, apoyando a todos aquellos que nos necesitan. Como el Cireneo, tenemos una gran mi-sión que cumplir: transmitir la alegría de la fe, y así ilu-minar, con la luz que es Cristo, la vida de nuestros her-manos, ayudándoles a llevar su cruz, especialmente a los que sufren, a los mayores, a los enfermos, a todos los hombres.

Padre nuestro...

Canto

Un mandamiento nuevo nos dio el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó.

La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

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Sexta EstaciónLa Verónica enjuga el rostro de Jesús

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (52,14; 53,2-3)

Como muchos se espantaron de él porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despre-ciado y desestimado.

Oración

Señor, danos fuerzas para aceptar las dificultades de nuestra vida, como tú lo hiciste durante la tuya y espe-cialmente en el camino de la cruz, porque nos amas. Tú llevabas sobre ti nuestros sufrimientos, dolores y peca-dos. Por amor a nosotros aceptaste ser despreciado y desestimado. Ayúdanos, pues, a seguir tu senda, asu-miendo nuestras debilidades de la ancianidad o de la enfermedad, nuestras amarguras, como tú lo hiciste.

Padre nuestro...

Canto

Oh rostro ensangrentadode Cristo, el Señor.Cabeza circundadade afrenta y de dolor.

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Séptima Estación

Jesús cae por segunda vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (53,6-7)

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros críme-nes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca como cordero llevado al matadero.

Oración

Señor, ayúdanos a ser humildes y sencillos de corazón, a volver de nuestros caminos errados que nos extravían por las sendas de la soberbia y el orgullo. Llévanos de tu mano, pues desde el fondo de nuestro corazón solo queremos seguirte a ti –Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo– manso y humilde.

Padre nuestro...

Canto

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica..

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Octava EstaciónJesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (23,28-31)

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hi-jos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Bien-aventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empe-zarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen al leño verde, ¿qué harán con el seco?».

Oración

Señor, a las mujeres de Jerusalén les dijiste que no de-bían llorar por la muerte del Justo, sino por el destino que iban a sufrir los pecadores. Ayúdanos, Señor, a que cuando nos encontremos en tu presencia, en el día del Juicio, podamos mostrarnos ante ti con el co-razón limpio de toda culpa, de toda mancha. Conviér-tenos, oh Dios, para que podamos convertirnos a ti. Aumenta nuestra poca fe para que en la hora de nues-tra muerte nunca seamos como el leño seco sino, al contrario, que siempre seamos sarmientos vivos en ti, que eres la vid verdadera, y así produzcamos frutos para la vida eterna.

Padre nuestro...

Canto

Hija de Sión, alégrate, porque el Señor está en ti, Salvador y Rey.

Álzate y resplandece porque viene tu luz, sobre ti se alza la Gloria del Señor, mientras las tinieblas se extienden por la tierra y yacen los pueblos en densa oscuridad.

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Para mí la vida es Cristo

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Novena Estación

Jesús cae por tercera vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (53,11-12)

Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crí-menes de ellos. Porque indefenso se entregó a la muer-te y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Oración

Señor, tú que sufriste por hacer el bien, conoces hasta sus últimas consecuencias lo que es el sufrimiento in-justo e inmerecido. Nosotros también sufrimos. A ve-ces, por nuestras malas obras, por nuestros pecados; pero a veces, también, por el bien que hacemos y que los demás no valoran o no comprenden. Ayúdanos, Se-ñor, a pesar de todas las incomprensiones y desprecios a perseverar siempre haciendo el bien, siguiendo el ejemplo que tú nos diste, para que así alcancemos el gozo eterno al que nos llamas.

Padre nuestro...

Canto

Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

Por tu poder y amor inefable, por tu misericordia entrañable, perdónanos, Señor.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Décima EstaciónJesús es despojado de sus vestiduras

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Juan (19,23-24)

Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».

Oración

Señor, a ti que en la cruz te despojaron de tus vestiduras y sortearon tu túnica, no permitas nunca que los hom-bres nos quiten la fe, ni rasguen esa vestidura blanca que tú nos diste en nuestro Bautismo, signo de nuestra dignidad de cristianos, y que queremos conservar sin mancha hasta la vida eterna.

Padre nuestro...

Canto

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo; alma mía, recobra tu calma, que el Señor escucha tu voz.

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Para mí la vida es Cristo

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Undécima Estación

Jesús clavado en la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (23,33;39-43)

Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la de-recha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores cru-cificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respon-diéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el jus-to pago de lo que hicimos; pero este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy esta-rás conmigo en el paraíso».

Oración

Señor, tú que prometiste el paraíso a quien te testificó en la Cruz, aumenta nuestra fe para que podamos testi-ficarte ante todos los hombres, para que proclamemos en todo tiempo y lugar, en los buenos y en los malos momentos de nuestra vida, que tú eres el único Dios, y así que, en la hora de nuestra propia muerte, podamos volver a escuchar tu invitación a estar siempre contigo en el paraíso.

Padre nuestro...

Canto

¡Victoria! ¡Tú reinarás!¡Oh Cruz, tú nos salvarás!El Verbo en ti clavado,muriendo nos rescató,de ti, madero santo,nos viene la redención.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Duodécima Estación

Jesús muere en la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (23,46)

Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.

Oración

Señor, tú que pusiste todo tu ser en las manos de tu Pa-dre, ayúdanos a nosotros a confiar siempre en él, como lo hiciste tú, y reafirmados en la fe en tu Padre y nues-tro Padre, seamos fortalecidos en la esperanza, para que así, en la hora en que también nosotros pasemos de este mundo a la presencia del Padre, lo hagamos con amor y confianza, poniendo nuestro espíritu en sus divinas manos.

Padre nuestro...

Canto

Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte,y una muerte de cruz.Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedióel “Nombre sobre todo nombre”.

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Para mí la vida es Cristo

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Decimotercera EstaciónJesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (27,55-56)

Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Oración

Señor, tu cuerpo tendido en la cruz es bajado y entre-gado a tu Madre. María, rota de dolor, te recibe en su regazo maternal: la que te dio a luz, vuelve a recobrar-te en la hora postrera. La muerte no pudo destruir el amor que tú habías traído a este mundo, ni la fe de los que esperaban en ti. En la hora de las tinieblas: la fe aguardaba, el amor estaba en vela. Ayúdanos, Señor, a perseverar en la fe.

Padre nuestro...

Canto

Estrella y camino, prodigio de amor, de tu mano, Madre, hallamos a Dios.

Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal, en tu regazo le ven el rey y el zagal.

Tú nos lo diste en la cruz, altar de dolor, muerto en tus brazos está un Dios redentor.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Decimocuarta Estación

Jesús es puesto en el sepulcro

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (27,57-61)

Al anochecer, vino un hombre rico de Arimatea, llama-do José, que era también discípulo de Jesús. José, to-mando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca. Hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro y se fue. María Magda-lena y la otra María, se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

Oración

Señor, tu muerte no fue el fin, nos abrió la esperanza de la resurrección. Tú, que nos prometiste la vida eter-na a todos los que tenemos fe en ti, concédenos que vivamos siempre en esta esperanza, amándote a ti y a todos los hombres en ti, de modo que todos nosotros, mayores y jóvenes, unidos en un mismo sentir, cum-plamos la gran misión a la que nos convocas: el anun-cio de la Buena Noticia, transmitiendo la alegría de la fe, a los que no la tienen; haciendo participar del gozo de la esperanza, a los que viven sin esperanza; amando y haciendo que se sientan amados, los que no conocen el amor. Ayúdanos, Señor, a ser testigos de tu resurrec-ción, hasta el fin del mundo.

Padre nuestro...

Canto

Dios es fiel: guarda siempre su Alianza; libra al pueblo de toda esclavitud.Su Palabra resuena en los profetas, reclamando el bien y la virtud.Y Jesús nos dará en el Calvario su lección: “Hágase tu voluntad”.Y su sangre, vertida por nosotros será el precio de nuestra libertad.

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Comisión Diocesana para los Mayores

Vía LucisPoco a poco, se está divulgando un nuevo ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, de modo semejan-te al Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consi-deran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Se-gunda Venida de Cristo al final de los tiempos– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu Santo que les había prometido. Es una forma de piedad propia del tiempo pascual, en la que los fieles recuerdan el aconte-cimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia.

Así pues, el Vía Lucis es un excelente instrumento para ayudar a nuestros mayores, y a todos nuestros fieles, a que reflexionen sobre el misterio pascual, transmitiéndo-les la esperanza en la vida eterna y la alegría de la fe. Pro-ponemos que este pío ejercicio sea realizado en nuestras parroquias y residencias de ancianos durante el tiempo de la Pascua, de modo semejante al Vía Crucis en el tiem-po cuaresmal. El modo de realizarlo es semejante al del Vía Crucis, pudiendo los files recorrer las XIV estaciones tras un fiel que porta un cirio encendido, símbolo de la Luz que es Cristo resucitado, o bien, permaneciendo los fieles sentados.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Monición inicial

El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesús, está con todos nosotros. Hoy, estamos aquí reunidos para ce-lebrar su resurrección, pues nada es más fuerte que el amor de Dios, que tanto nos ama que resucitó a su Hijo para que también nosotros resucitemos con él. Nada puede deshacer el proyecto de amor que Dios ha iniciado con Jesús, ni todo el mal que los hombres somos capaces de cometer, ni toda la tristeza, dolor y sufrimiento que hay en nuestro mundo. Como los dis-cípulos de Emaús, vamos nosotros también de cami-no acompañando a Jesús resucitado. Todos nosotros, desde hace muchos años, recordamos la Pasión del Señor en el Vía Crucis en el tiempo de la Cuaresma, ahora, en Pascua, celebraremos la Resurrección del Señor con este Vía lucís, es decir, el camino de la luz. Dios, que es luz, siempre está con nosotros, como nos lo prometió, hasta que vuelva en el último día.

En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

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Para mí la vida es Cristo

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Oración

Gracias, Señor, porque al mover la piedra de tu sepul-cro nos trajiste a nuestras manos la vida verdadera, esa vida que todos queremos vivir eternamente contigo.

Gracias, Señor, porque al resucitar tú de entre los muertos, nos has abierto a todos nosotros, los que confiamos en ti, la esperanza de que un día también resucitaremos contigo.

Gracias, Señor, porque con la alegría del anuncio de tu triunfo, sabemos que siempre nos precedes en los aza-res de nuestra vida, en el gozo que nos da el saber que siempre viviremos contigo.

Padre nuestro...

Canto

¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó!

La muerte, ¿dónde está la muerte? ¿Dónde está mi muerte? ¿Dónde su victoria?

Primera EstaciónJesús, el crucificado, vive: ¡ha resucitado!

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Marcos (16,5-7)

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el si-tio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como él os dijo».

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Segunda Estación

Los discípulos de Jesús encuentran su sepulcro vacío

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,3-4.6-8)

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró tam-bién el otro discípulo, el que había llegado primero al se-pulcro; vio y creyó.

Oración

Padre santo, nosotros también velamos,como María la Magdalena,velamos esperando lo que aún no vemos,mas en la noche de nuestra vida,tu Resurrección nos trae la luz del día.

Corremos jubilosos a anunciar a nuestros hermanos,como María a Pedro y a Juan, el discípulo amado,que nuestro amor ha resucitado.

Bendito día que todos juntos nos alegramos,al saber que los lienzos y el sudarioproclaman la gloria de Aquél que ha resucitado.

Señor, a quien en el Santísimo Sacramento te vemos, permítenos que con Juan te veamos,pues quien vio, creyó, así, también,nosotros creemos y te veremos.

Padre nuestro...

Canto

Acuérdate de Jesucristo,resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación,nuestra gloria para siempre. Si con él morimos,viviremos con él.Si con él sufrimos,reinaremos con él.

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Para mí la vida es Cristo

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Tercera Estación

Jesús resucitado se aparece a María la Magdalena

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,14.16-18)

María la Magdalena se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maes-tro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Oración

Nosotros, como María la Magdalena,también lloramos en nuestra vida,pues en nuestros sufrimientos,buscamos y no encontramos.«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»,nos dice Aquél a quien tal vez buscamos.El Señor no quiere que lloremos,pues no hay mayor alegría que saberque el Padre mío de Jesús, y el Padre nuestro,es el mismo y único Dios nuestro.

Padre nuestro...

Canto

Éste es el día en que actuó el Señor:sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia.

Aleluya, aleluya.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Cuarta EstaciónJesús se aparece en el camino a Emaús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,13-14.25-27)

Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y dis-cutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocer-lo. Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los pro-fetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Es-crituras.

Oración

Hay muchos días que, como los discípulos de Emaús, en nosotros hay aire entristecido, pues pensamos decepcionados que el mundo es desagradecido, que a veces el fracaso nos ha vencido.

Días hay que la soledad, como los discípulos de Emaús, llena nuestro ánimo afligido, de nuestras vanas ilusiones desencantados, de una vida en la que esperamos lo que no bien sabemos que esperamos.

¡Qué necios y torpes somos para creer lo que nos dijo el Señor!:

«¿No era necesario que el Mesías padeciera y entrara así en su gloria?».

¡Perdónanos, Señor, que no hemos visto tu gloria cuando estábamos en el dolor!

Mas ahora sabemos, ¡que tu gloria vence nuestro dolor!

Padre nuestro...

Canto

Por los caminos sedientos de luz, levantándose antes que el sol, hacia los campos que lejos están, muy temprano se va el viñador.

No le detiene en su caminar, no le asusta la sed ni el calor.

Hay una viña que quiere cuidar, una viña que es todo su amor.

Dios es tu amigo, el viñador, el que te cuida de sol a sol.

Dios es tu amigo, el viñador, el que te pide frutos de amor.

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Quinta Estación

Reconocen a Jesús resucitado al partir el pan

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,30-35)

Jesús, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pro-nunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él des-apareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el ca-mino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde en-contraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconoci-do al partir el pan.

Oración

Te reconocemos, Señor, en el Pan Eucarístico.

Te reconocemos, Señor, en el Santísimo Sacramento.

Te reconocemos, Señor, en tu Cuerpo divino.

Te reconocemos, Señor, en tu preciosísima Sangre.

Te reconocemos, Señor, en el Sacramento del Altar.

Te reconocemos, Señor, en el Sagrario velado.

Te reconocemos, Señor, ¡Dios de toda gloria!

Padre nuestro...

Canto

Te conocimos Señor, al partir el pan, tú nos conoces, Señor, al partir el pan.

Llegando a la encrucijada, tú proseguías, Señor; te dimos nuestra posada, techo, comida y calor; sentados como amigos a compartir el cenar, allí te conocimos al repartirnos el pan.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Sexta Estación

Jesús resucitado se aparece a los discípulos en Jerusalén

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,36-39)

Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presen-tó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un es-píritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué sur-gen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona».

Oración

Gracias, Señor, porque resucitaste no sólo con tu alma, sino con tu carne también.

Gracias, Señor, porque quisiste vencer la muerte para que te veamos también.

¿Por qué a veces dudamos, Señor? ¿Por qué a veces miedo tenemos, Señor? «Paz a vosotros», nos dices, Señor. «Confiad en mí», nos dices, Señor.

En ti, confiamos. Viéndote, ya no dudamos. En tu paz, descansamos. En tu gloria, esperamos.

Gracias, Señor: ¡en ti reposamos!

Padre nuestro...

Canto

Jesús, nuestra Pascua, por todos murió. Cantemos alegres, que resucitó. (bis)

Pascua sagrada, oh fuente de alegría, despierta tú que duermes, que el Señor resucitó. (bis)

Pascua sagrada, oh Pascua siempre nueva, dejad al hombre viejo, revestíos del Señor. (bis)

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Séptima EstaciónJesús resucitado da su paz a los discípulos y el poder de perdonar pecados

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,19-23)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, esta-ban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, so-pló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quie-nes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Oración

El Señor nos ha dado su paz,y nosotros nos llenamos de alegría,como los discípulos al ver al Señor.

Sí, Señor, tú nos has enviadoa llevar tu mensaje de alegría:a nuestros hijos, a nuestros nietos,a nuestros familiares, a nuestros amigos,a nuestros vecinos, a todos los hombres.

¡Bendito es el Señorque hace de nosotros:mensajeros de la paz,heraldos del Reino,embajadores de la alegría!

¡Bendito es el Señor,que derrama su Espíritu Santosobre todos los que confiamos en Él!

¡Bendito es el Señor,que nos abre las puertasdel perdón de los pecados!

¡Bendito es el Señor,que nos quita el miedoy nos llena de alegría!

¡Bendito es el Señor!

Padre nuestro...

Canto

Alegrémonos, hermanos, el Señor resucitó, aleluya.

De la muerte nos salvó el amor de nuestro Dios, aleluya.

Su palabra es la verdad, es la vida, es el camino que nos guía.

Aleluya, aleluya, alegría.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Octava Estación

Jesús resucitado, refuerza la fe de Tomás

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,24-29)

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le de-cían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Por-que me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Oración

¡Bienaventurados somos, Señor, porque creemos sin haber visto!

Como Tomás, a veces, dudamos, como Tomás, nuestra fe es débil.

Como Tomás, queremos pruebas que nos ayuden a creer en ti.

Como Tomás, a veces no esperamos en lo que tantas veces nos prometiste.

Pero como Tomás, deseamos creer, deseamos verte, deseamos tocarte, deseamos estar contigo.

Tú que fortaleciste la fe de Tomás, fortalece también nuestra fe que titubea, ayúdanos a no tener miedo, aumenta en nosotros la fe.

Mas, a pesar de todas nuestras debilidades, sigue siendo gran verdad: ¡Bienaventurados somos, Señor, porque creemos sin haber visto!

Padre nuestro...

Canto

Creo en Jesús, creo en Jesús,Él es mi amigo, es mi alegría, Él es mi amor.Creo en Jesús, creo en Jesús. Él es mi Salvador.

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Novena Estación

Jesús se aparece en el mar de Tiberíades

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (21,1.3-7.12-14)

Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se pre-sentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discí-pulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discí-pulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan se lo da y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de re-sucitar de entre los muertos.

Oración

Señor, también somos nosotros pescadores de hombres. No es que, en nuestra vida, hayamos pescado mucho… ¡O tal vez, sí! Eso, Señor, sólo tú lo sabes. Pero queremos seguir pescando, en tu barca, con tus redes, en tu nombre.

El mar es inmenso, tantos hombres aún no te conocen, tantos hombres que desearían ser pescados… Ayúdanos, Señor, a pescar. ¡Nunca las redes se romperán, porque, en verdad, eres tú el que pescas! En tu nombre echaremos las redes, en tu nombre anunciaremos tu Reino, en tu nombre proclamaremos el Evangelio.

Padre nuestro...

Canto

Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Décima Estación

San Pedro le reitera su amor a Jesús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (21,15-19)

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contes-tó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregun-ta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le pre-guntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adon-de querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las ma-nos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

Oración

¡Sí, Señor, tú sabes que te quiero! A mí, como a Pedro, me vuelves a hacer tres veces la pregunta:

«¿Me amas?». ¿Qué decirte, Señor?, si tú me conoces, ¡mejor que yo me conozco a mí mismo!

Tú sabes que soy débil. Es verdad, pero te amo.

Tú sabes que muchas veces te he traicionado. Es verdad, pero te amo.

Tú sabes que tú sí que te fías de mí. Es verdad, por eso te amo.

Padre nuestro...

Canto

Un mandamiento nuevo nos da el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó.

Como a mí me ama el Padre, así yo los he amado.

La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Undécima Estación

Jesús resucitado envía a los discípulos

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Mateo (28,18-20)

Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con voso-tros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Oración

¡Vayamos, pues, a la misión!El Señor nos envía,¿le diremos que no?El Señor nos precede,¿aún tendremos miedo?El Señor nos lo ha mandado,¿cómo no lo vamos a obedecer?

Sí, tenemos una misión que cumplir.Los mayores y los jóvenes,unidos en el mismo Espíritu,en la misma tarea apostólica.

El Señor está con nosotros,todos los días,hasta el final de los tiempos,nos dijo el Señor.¡Vayamos, pues, a la misión!

Padre nuestro...

Canto

Anunciaremos tu Reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino.

Reino de paz y justicia, Reino de vida y verdad. Tu Reino, Señor, tu Reino.

Reino de amor y de gracia, Reino que habita en nosotros.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Duodécima Estación

La Ascensión de Jesús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,48.50-53)

Jesús les dijo: «Vosotros sois testigos de esto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Oración

Y tus manos siguen levantadas. Desde el Cielo, nos sigues bendiciendo. Y bendiciendo, aunque separado, sigues, y por siempre seguirás, unido a nosotros.

Al Cielo fuiste llevado: al Cielo queremos ser nosotros llevados. A donde tú estás, nosotros queremos ir. El camino, bien lo sabemos.

¡Postrémonos ante el Señor! ¡Adoremos a Aquél que ascendió a lo más alto! ¡Adoremos, de rodillas, al Señor de cielo y tierra! ¡Postrémonos ante el Señor!

Y mientras tanto, volvámonos a la tarea: Jerusalén nos espera, nuestros hermanos nos esperan para anunciarles tu gloria.

Con gran alegría, recorramos nuestro camino; con gran alegría, testifiquemos nuestra fe; con gran alegría, participémosla a todos los hombres; con gran alegría, adoremos al único Dios.

¡Bendigamos a Dios, que nos ha bendecido!

Padre nuestro...

Canto

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él.

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Decimotercera Estación

María y los discípulos esperan en oración la venida del Espíritu Santo

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14)

Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban. Todos ellos perse-veraban unánimes en la oración junto con algunas mu-jeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Oración

Todos juntos como hermanos,unidos en la misma fe,con una misma esperanza,en un mismo amor,perseveremos en la oraciónque nos une a nuestro Salvador.

Desde pequeños oramos,de nuestros padres lo aprendimos,a nuestros hijos lo enseñamos,y a nuestros nietos se lo transmitimos,y así juntos todos los hermanosa Dios nuestras voces alzamos.

Día y noche no cesamos de orar,unidos a todos los que esperan,con María y todos los santos,que Dios cumplirá su promesay en la venida del Espíritu Santoa Dios alabamos sin cesar.

Padre nuestro...

Canto

Juntos como hermanos,miembros de una Iglesia,vamos caminandoal encuentro del Señor.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Decimocuarta Estación

Pentecostés: la venida del Espíritu Santo

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-4.11)

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemen-te, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía mani-festarse. Y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua.

Oración

No sólo oímos hablar de las grandezas de Dios,pues también de nuestros labiossurge una alabanza a las maravillas de Dios.

Por el Espíritu Santo,que nos hace creaturas nuevas,alabemos a nuestro Redentor.

Si Jesús resucitó,también nosotros resucitaremos.Si Cristo la muerte venció,en Cristo también venceremos.Si Dios nos llamó,¡acudamos alegres al que nos creó!

Padre nuestro...

Canto

Oh Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra.

Yo cantaré al Señor toda la vida, mi alegría sólo en ti, Señor.

Oración final

Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y de esperan-za, hemos caminado con tu Hijo por su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos ayude a dar testimonio de Jesucristo en medio del mundo.

Por Jesucristo nuestro Señor.

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¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor!… en Galilea y en todo el mundo

Los Once discípulos estaban en Galilea.

El Señor Jesús iba a despedirse de ellos.

Se subieron a un monte y contemplaron aquel paisaje abierto, inmenso, con la raya del mar azul hacia el este.

Y viendo todas aquellas tierras y mares El Señor Jesús del dijo Mirándolos uno a uno: “Id y haced discípulos de to-dos los pueblos. Bautizándolos. Además enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y no olvidéis que es-toy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Comisión Diocesana de Misiones

Misiones Ascensión del Señor

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Un pasado de la Iglesia en Valencia

Los Cristianos en Valencia hemos mirado todo el mun-do durante muchos siglos. El mandato de Jesús de ir por toda la tierra a hacer discípulos, ir a bautizar a muchos, ir y enseñar el evangelio, ir y levantar la humanidad ha sido el lema de muchos Valencianos y Valencianas en el decorrer de la historia. Y algunos de ellos hasta llegaron a morir por Cristo en tierras lejanas.

Anunciar a Cristo hoy por todo el mundo

Esa ansia misionera de nuestra Iglesia en Valencia está también presente hoy entre nosotros. Hoy tenemos muchos misioneros y misioneras Valencianos. Hay muchos de nosotros que han salido a otros países con el fuego de Jesús en el corazón y con un gran amor a las personas de otras culturas lejanas y diferentes. Ese fuego ha de quemar en otros muchos pechos de los Católicos de nuestra Diócesis. Queremos que estos nuevos Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, Laicos y hasta familias enteras se marchen a anunciar el Evangelio del Señor Jesús a tantos y tantos que no lo conocen. Necesitamos “Testigos” de Cristo que sean de nuestra tierra y que este por todo el mundo.

¡Ojalá escuchéis esta llamada del Señor mientras os renováis en este Itinerario Diocesano!

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Para mí la vida es Cristo

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3112

Miércoles de ceniza

LG 8, 3-4. Pero como Cristo realizó la obra de la reden-ción en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de co-municar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, «existiendo en la forma de Dios..., se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo» (Flp 2,6-7), y por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Cor 8,9); así tam-bién la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimi-dos» (Lc 4,18), «para buscar y salvar lo que estaba perdi-do» (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (Heb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Cor 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Heb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y sien-do al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación.

Comisión Diocesana de Espiritualidad

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo 113

Oración

DV 25, 1. Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque “a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas.

Caridad

LG 42. «Dios es caridad, y el que permanece en la caridad permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Y Dios difun-dió su caridad en nuestros corazones por el Espíritu San-to, que se nos ha dado (cf. Rom 5, 5). Por consiguiente, el primero y más imprescindible don es la caridad, con la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por El. Pero, a fin de que la caridad crezca en el alma como una buena semilla y fructifique, todo fiel debe escuchar de buena gana la palabra de Dios y poner por obra su voluntad con la ayuda de la gracia. Participar frecuente-mente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, y en las funciones sagradas. Aplicarse asiduamente a la oración, a la abnegación de sí mismo, al solícito servicio de los hermanos y al ejercicio de todas las virtudes. Pues la caridad, como vínculo de perfección y plenitud de la ley (cf. Col 3, 14; Rom 3, 10), rige todos los medios de santi-ficación, los informa y los conduce a su fin. De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo.

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Para mí la vida es Cristo

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1er domingo

GS 13. Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantán-dose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Obscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al Creador. Lo que la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener ori-gen en su santo Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia perso-na como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación.

Es esto lo que explica la división íntima del hombre. Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado en-tre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y ex-pulsando al príncipe de este mundo (cf. Io 12,31), que le retenía en la esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud.

A la luz de esta Revelación, la sublime vocación y la mise-ria profunda que el hombre experimenta hallan simultá-neamente su última explicación.

2º domingo

GS 92. La Iglesia, en virtud de la misión que tiene de ilu-minar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de re-unir en un solo Espíritu a todos los hombres de cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal de la fraterni-dad que permite y consolida el diálogo sincero.

Lo cual requiere, en primer lugar, que se promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad siempre creciente, el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pasto-res como los demás fieles. Los lazos de unión de los fieles son mucho más fuertes que los motivos de división entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

3er domingo

GS 4. Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e inter-pretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomo-dándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza. He aquí algunos rasgos fundamentales del mundo moderno.

4º domingo

LG 9, 1. En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia (cf. Hch 10,35). Sin embar-go, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al pueblo de Israel como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a Sí mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y santificán-dolo para Sí… Pues quienes creen en Cristo, renacidos no de un germen corruptible, sino de uno incorruptible, mediante la palabra de Dios vivo (cf. 1 Pe 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (cf. Jn 3,5-6), pasan, finalmente, a constituir «un linaje escogido, sacerdocio regio, nación san-ta, pueblo de adquisición..., que en un tiempo no era pueblo y ahora es pueblo de Dios» (1 Pe 2, 9-10).

GS 28, 1-2. Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa, de-ben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuan-to más humana y caritativa sea nuestra comprensión ín-tima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo.

Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben con-vertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religio-sa. Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los de-más.

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Para mí la vida es Cristo

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5º domingo

DH 3, 1-2. Todo esto se hace más claro aún a quien considera que la norma suprema de la vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que Dios ordena, dirige y gobierna el mundo y los caminos de la comunidad humana según el designio de su sabiduría y de su amor. Dios hace partícipe al hombre de esta su ley, de manera que el hombre, por suave disposición de la divina Providencia, puede conocer más y más la verdad inmutable. Por lo tan-to, cada cual tiene la obligación y por consiguiente también el derecho de buscar la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados, se forme, con pru-dencia, rectos y verdaderos juicios de conciencia.

Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza so-cial, es decir, mediante una libre investigación, sirviéndo-se del magisterio o de la educación, de la comunicación y del diálogo, por medio de los cuales unos exponen a otros la verdad que han encontrado o creen haber encontrado, para ayudarse mutuamente en la búsqueda de la verdad; y una vez conocida ésta, hay que aceptarla firmemente con asentimiento personal.

GS 3, 2. Al proclamar el Concilio la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación. No impulsa a la Iglesia ambición terrena algu-na. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espí-ritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido.

Domingo de Ramos

LG 5, 35-46. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comien-zo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo (cf. Mc 4,14): quie-nes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo (cf. Lc 12,32), ésos recibieron el reino; la semi-lla va después germinando poco a poco y crece hasta el tiempo de la siega (cf. Mc 4,26-29). Los milagros de Je-sús, a su vez, confirman que el reino ya llegó a la tierra: «Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hom-bre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos» (Mc 10,45).

AA, 7 2-5. Es preciso, con todo, que los laicos tomen como obligación suya la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, obren directa-mente y en forma concreta en dicho orden; que cooperen unos ciudadanos con otros, con sus conocimientos espe-ciales y su responsabilidad propia; y que busquen en to-das partes y en todo la justicia del reino de Dios. Hay que establecer el orden temporal de forma que, observando íntegramente sus propias leyes, esté conforme con los últimos principios de la vida cristiana, adaptándose a las variadas circunstancias de lugares, tiempos y pueblos. En-tre las obras de este apostolado sobresale la acción social de los cristianos, que desea el Santo Concilio se extienda hoy a todo el ámbito temporal, incluso a la cultura.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Pascua

LG 3. Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en El antes de la creación del mundo y nos pre-destinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en res-taurar en El todas las cosas (cf. Ef 1,4-5 y 10). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inaugu-ró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. Jn 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo acerca de su muerte en la cruz: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1 Cor 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Cor 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos.

LG 4. Consumada la obra que el Padre encomendó rea-lizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17,4), fue enviado el Es-píritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar inde-finidamente la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18). El es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4,14; 7,38-39), por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cris-to (cf. Rom 8,10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Cor 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Gál 4,6; Rom 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda

la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministe-rio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Cor 12,4; Gál 5,22). Con la fuerza del Evangelio rejuvene-ce la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo [3]. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (cf. Ap 22,17).

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Centro de Orientación Vocacional Catequesis para niños

¿Sé bien en quién tengo puesta mi fe? (2Tim 1,12)

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3118

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119Para mí la vida es Cristo

Para la PARROqUIA

Objetivos

- Que el niño confíe en que el Señor está a su lado a pesar del sufrimiento.

- Que el niño descubra que es llamado por su nom-bre y recuerde la PROMESA que un día el Señor hizo con él.

- Que el niño sienta el deseo de dar testimonio del Señor.

- Experimentar que quien confía en Dios no queda defraudado.

- Experimentar la Providencia de Dios.

Texto:

2Timoteo 1,1-3.6-12Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la promesa de vida que está en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro.

Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando conti-nuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis ora-ciones.

Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el

Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado ahora con la Ma-nifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmor-talidad por medio del Evangelio para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro.

Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es po-deroso para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Catequesis de la confianza en el Señor

Pablo, ya anciano y en la cárcel, sufriendo fuerte-mente y viendo que muchos de aquellos a quienes había convertido le habían abandonado, no flaquea, incluso es capaz de animar a Timoteo. Pablo confía plenamente en que su sufrimiento forma parte del testimonio que tiene que dar al mundo y esto le da fuerzas para seguir. El Señor le permite cargar con su cruz y seguirle, y esto es lo que intenta transmitir. Sabe que el Señor bendecirá su sufrimiento y dará mucho fruto.

Los niños, desde ya bien pequeños, experimentan su-frimientos a los que no saben dar respuesta, de hecho muchas veces no saben ni darles nombre. Pretende-mos con esta actividad que el niño descubra que el sufrimiento nos hace estar mas cerca de Dios y que lo importante es ofrecer este sufrimiento por aquellos que no conocen al Señor. El sufrimiento con el Señor es mucho más llevadero. El camino que nos lleva al Señor muchas veces es más duro, más difícil y conlleva más sufrimiento pero con Él tenemos la confianza de que recibimos el ciento por uno, que nuestro sufrimiento está vencido y que no tenemos porque temer. El cami-no del mundo suele ser más apetitoso, más llamativo, más sencillo, pero el mundo te promete muchas cosas que luego no llenan tu corazón y muchas cosas que te da el mundo, luego te las quita (amistades, trabajo, regalos, fama,…).

Es importante que los niños vean en Pablo un ejem-plo a seguir, un testimonio de confianza en el Padre que nunca defrauda. Para hacérselo más sencillo y visible les presentamos la siguiente actividad.

Actividad

Introducción

Sale el apóstol Pablo (monitor disfrazado) contando a los niños y monitores lo que está viviendo (lectura: sufri-mientos, abandono pero confianza en el Señor) y les pide a los monitores que le ayuden a convertir a todos los ni-ños, que son a quien más quiere el Señor, para que descu-bran lo feliz que uno es cuando está cerca de Él.

Los niños se dividen en varios grupos y cada grupo irá su-perando una serie de pruebas hasta llegar al final, donde se les explicará la catequesis de la confianza en el Señor. En las pruebas se les plantean 2 caminos a elegir:

· El camino ofrecido por el mundo:Es llamativo y apetecible. En él las pruebas serán atrayentes, rápidas, fáciles y con recompensa in-mediata. Se les ofrecerán chucherías, premios,… pero conforme vayan avanzando en las pruebas se les irán requisando e irá apareciendo la rabia, el en-fado, la envidia, la negativa a hacer las cosas,…

· El camino de la FE:El que les ofrece el Señor. Es menos vistoso y más complejo. El niño hace la prueba y se le invita a es-perar el ciento por uno. Ésta no tiene motivación inicial , es laboriosa, comunitaria, etc. A los que elijan el camino de la Fe se les hará la prueba y se les repetirá que CONFÍEN y el Señor les regalará el ciento por uno (se les pueden dar unas imágenes que al final cambien por chuches).

Es Importante que el niño elija con libertad y responsabi-lidad, es decir, que en las pruebas del mundo vea las chu-cherías y en las del camino de la Fe no. Se les pueden dar pegatinas o algo que luego cambien por las chuches en la explicación del ciento por uno.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo 121

De esta manera los grupos al final verán como lo que han ido obteniendo del mundo les ha hecho sacar lo peor de ellos mismos y no les ha dado la felicidad. Sin embargo los que SE HAN FIADO, han llegado al final sin discutir, contentos y encima han recibido el ciento por uno: chu-ches, premios,…

Para finalizar se les da la catequesis sobre la CONFIANZA en el Señor y comparten los premios.

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Pruebas

(Las A son para cuando los niños eligen la opción del mun-do. Las B son las pruebas del camino de la Fe)

1 A. Meter en la boca una “chuchería” de esas que son como cables de azúcar y hacer un nudo con la lengua.

1 B. Hacer un castillo de cartas de al menos 3 pisos.

2 A. Meter una cucharada sopera de cacao en polvo en la boca y decir: “3 tristes tigres trigan trigo en un trigal”.

2 B. Escribir 50 palabras que empiecen por la letra A.

3 A. Pasarse un globo de agua hasta que explote.3 B. Carreras de obstáculos.

4 A. Comerse una gelatina con las manos en la es-palda.

4 B. Declaración de amor a una silla.

5 A. Representar los números del 0 al 9 con el trase-ro.

5 B. Buscar una cita (conocida) en la Biblia y repre-sentarla para que los demás la adivinen.

6 A. Adivinar varios sabores con los ojos vendados (azúcar, sal, café, kétchup, canela y mayonesa)

6 B. Saltar con pies juntos la distancia que se quiera y volver arrastrándose como serpientes.

7 A. Hacerse collares de macarrones.7 B. Cantar y bailar una canción.

8 A. Coger agua con la boca y correr hasta donde esté colocado un cubo, depositar en él el agua y repetir. Se ha de realizar entre todos hasta que lo llenen.

8 B. Inventarse un cuento entre todos sin decir la pa-labra “vez”.

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Centro de Orientación Vocacional Catequesis

para jóvenes¿Por qué has dudado? (Mt 14, 22-33)

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Objetivos

En ocasiones, aquella persona que escucha la llama-da de Jesucristo a seguirle más de cerca, se encuen-tra rodeada de miedos al hacer cálculos y mirar sus propias fuerzas en lugar de confiar en que Aquel que ha comenzada en ella la obra buena la llevará a buen término. Ante su llamada, Jesucristo invita a tener Fe en Él, en que nada hay imposible para Dios.

Para este tiempo fuerte de preparación que es la Cua-resma, ofrecemos en este Año de la Fe, una cateque-sis siguiendo al apóstol Pedro. Él es modelo de todo discípulo llamado por el Señor a seguirle y realizar “cosas solo posibles para Dios”, y a través del pasa-je de la tormenta en la barca veremos sus miedos y cómo Jesucristo le cuida sacándole de ellos.

Catequesis

Introducción:

Jesús y los discípulos han terminado de comer, de ce-lebrar la eucaristía, y Jesús va a tener un diálogo per-sonal con Pedro. Sí, Jesús busca el encuentro de tú a tú… lo buscó con Pedro y lo busca con cada uno de no-sotros… Y el diálogo va a versar sobre un único tema: el amor. Por eso podría resumirse en una pregunta: ¿Me amas? ¡Eso es lo realmente importante, no si eres mejor que los demás, ni si trabajas mucho o poco…

No, lo que Jesús desea saber es si realmente lo ama-mos, si mantenemos con él un vínculo personal, cerca-no, afectivo… Todo lo demás, vendrá por añadidura… No es el “hacer” o el “cumplir” con una serie de nor-mas lo que nos configura como cristianos sino el amor a Jesús, la adhesión a su persona… Y se lo preguntará en tres ocasiones…

Muchos dicen que para compensar las tres negacio-nes de Pedro… Y, Pedro, aún consciente de haber ne-gado al Maestro tantas veces, casi con vergüenza, le responde en las tres ocasiones: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Ya no es el Pedro seguro de sí mismo que lo sabe todo, sino el Pedro que se abandona en Jesús, que es quien realmente conoce su corazón, dé-bil, sí, pero con un gran amor a Jesús…

A cada una de las respuestas de Pedro, Jesús lo remite a la Iglesia, a sus hermanos, y le dice: “Apacienta mis ovejas… apacienta mis corderos…”. Es decir, el amor a Jesús se expresa en el cuidado a nuestros hermanos, desde los más adultos (ovejas) hasta los más peque-ños (corderos)… Jesús nos entrega a sus hermanos a nuestro cuidado… ¡Ésa es la prueba del amor a Jesús!

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Llamada y Fe:

Pedro, puesto como modelo de todo cristiano le pide al Señor andar como Él sobre las aguas. Dios mismo ha puesto en el corazón a Pedro ese profundo deseo de ser como Jesús, de hacer lo que Él hace, y el pro-fundo deseo de llegar a unirse con Jesús: “ir hacia ti” (Mt 14, 28).

Se trata de algo imposible de lograr para el hombre, pero posible para Dios. Ello requiere fe por parte de Pedro. Lo imposible de ese deseo y su petición a Je-sús, expresa la fe y confianza inicial de Pedro. Pero la fe de Pedro es desde el inicio, poca y débil, dubitativa (“si eres tú”).

Será Jesús quien llame a Pedro a ese algo imposible para él. “«¡Ven!», le dijo” (Mt 14, 29).

Pedro no camina sobre las aguas hasta que Jesús le dice: «¡Ven!». La fe y la obediencia permiten a Pe-dro andar hacia Jesús sobre las aguas, obras propias de Dios, milagros, que exceden nuestra capacidad, puesto que Dios no llama «¡Ven!») a los capacitados sino que capacita a los que llama

Miedo frente Fe:

Andamos seguros cuando fijamos la mirada en Jesús; pero cuando nos fijamos sólo en nosotros mismos, a la más ligera ventisca, temblamos... Y Pedro comienza a no mirar a Jesús, a alejarse interiormente de Él, a no fiarse plenamente de la palabra del Maestro, a dudar de Él y del poder de su gracia. Ya no pone su confianza en Jesús sino en sus propias fuerzas, y la experiencia de la fragilidad de las propias fuerzas frente a un mar

embravecido y peligroso hace aparece el miedo y con él el riesgo de hundirse en el mar de la vida.

Podemos vernos nosotros así en medio de este mun-do hostil al Amor, hostil a Dios, donde parece que el pecado lo llena todo y es algo bueno, donde parece que Dios no tiene cabida o no existe, y nosotros mi-rando nuestras fuerzas, nos vemos incapaces para predicarle con nuestra vida o con nuestras palabras, incapaces de ser luz en el medio de las tinieblas. Inca-paces de vivir verdaderamente como hijos de Dios.

“Nuestro mundo actual es un mundo de miedos: mie-do a la miseria y a la pobreza, miedo a las enferme-dades y a los sufrimientos, miedo a la soledad y a la muerte. En nuestro mundo tenemos un sistema de seguros muy desarrollado: está bien que existan. Pero sabemos que en el momento del sufrimiento profun-do, en el momento de la última soledad, de la muerte, ningún seguro podrá protegernos. El único seguro vá-lido en esos momentos es el que nos viene del Señor, que nos dice también a nosotros: “No temas, yo estoy siempre contigo”. Podemos caer, pero al final caemos en las manos de Dios, y las manos de Dios son buenas manos” (Benedicto XVI durante la misa celebrada en la parroquia romana de Nuestra Señora de la Conso-lación el 18 de diciembre de 2005).

Y ante todo eso, vemos nuestras fuerzas pobres y li-mitadas, y nos hundimos, como Pedro. Mateo resalta la fragilidad de la fe de Pedro, que se debate entre la duda, la confianza y el miedo.

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Encuentro de Jesucristo y Fe:

La historia no está en las manos del Maligno y de los males que sobrevienen, sino en las manos del Señor. No hay que tener miedo. Jesús nos quiere liberar pre-cisamente del miedo y alentar la fe con su Palabra, ya que “La fe es una respuesta del hombre a la palabra de la revelación divina” (Beato Juan Pablo II. Audien-cia General 16 de diciembre de 1987).

Y por ello Jesucristo dice: “¡Ánimo!, soy yo; no te-máis”. Para alejarles del miedo Jesús remite a su per-sona: “Soy yo”, es decir, soy Dios.

Esta llamada se repite muchas veces en la sagrada Es-critura: en la Anunciación cuando el ángel dice: “No temas, María” (Lc 1, 30); al jefe de la sinagoga, Jairo, que había venido a suplicar que su hija volviese a la vida, Jesús le dice: “No temas; solamente ten fe” (Mc 5, 36); cuando el padre del epiléptico pide la curación de su hijo y Jesús le responde: “¡Todo es posible para quien cree!” (Mc 9, 23).

El beato Juan Pablo II manifestó en una homilía en 1997: “Jesús, que ha prometido permanecer con los suyos hasta el final de los tiempos (cf. Mt 29,20), no dejará la nave a la deriva. En los momentos de difi-cultad y tribulación, sigue oyéndose su voz: “¡Ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Es una llamada a reforzar continuamente la fe en Cristo, a no desfalle-cer en medio de las dificultades. En los momentos de prueba, cuando parece que se cierne la “noche oscu-ra” en su camino, o arrecian la tempestad de las difi-cultades, la Iglesia sabe que está en buenas manos”.

Confianza en Jesucristo y Fe:

Como hemos visto, Jesús remite a su persona para alejar a los apóstoles del miedo: “¡Ánimo!, soy yo; no temáis”. “Soy yo” es la forma en que Dios se presen-ta a Moisés en el Monte Horeb. Jesús mismo “lleva el Nombre divino” (CIC 211). Al emplear Jesús “Soy yo” les está diciendo que no teman porque Él es Dios. Está haciendo referencia al Dios que es el Santo, el Todopoderoso, el Fiel, el Misericordioso,... Aquel ante quien el hombre descubre su pequeñez (ante la zarza ardiente Moisés se descalzará y cubrirá el rostro delante de la santidad divina)... y Aquel que se hace lo más cercano posible al hombre a través de su Encar-nación en la Virgen María... Aquel que es Amor... por-que Dios “se ha dado a conocer como «rico en amor y fidelidad» (Éx 34, 6). Su Ser mismo es Verdad y Amor” (CIC 231). Y los hombres tenemos experiencia de ese Amor providente de Dios que no nos abandona.

Al decir Jesús “Soy yo”, quiere abrir los ojos de la Fe de los apóstoles para que vean que es Dios quien está con ellos, que Él es Dios; quiere que entren en el mis-terio de la trascendencia divina que se encierra en Él, quiere que entren en lo que en lenguaje bíblico se denomina “temor de Dios”, el cual no coincide con el miedo.

El papa Benedicto XVI en una Audiencia General en 2005 dijo que “este temor de Dios no es miedo. En el lenguaje bíblico es el reconocimiento del misterio de la trascendencia divina, y está en la base de la fe y enlaza con el amor... Gracias al temor del Señor no se tiene miedo al mal que abunda en la historia... por-que Dios es más fuerte”.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

El temor de Dios encamina al hombre hacia una fe más profunda y la fe en Dios es la fuente de una segu-ridad que destierra el miedo humano.

Se trata de entrar en el temor de Dios para salir del miedo que todo hombre puede experimentar en pre-sencia de los estragos de la naturaleza o de los ata-ques del enemigo.

En la sagrada Escritura encontramos continuas referen-cias a ese “temor de Dios” que invita a la confianza en Él y la fecundidad que encierra dicho temor. La misma Virgen María dirá al saludar a su prima Isabel: “su miseri-cordia alcanza de generación en generación a los que le temen” (Lc 1, 50). También en el Deuteronomio: “El Se-ñor, tu Dios, te pide que lo temas, que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma” (cf. Dt 10, 12).

San Hilario, obispo del siglo IV, dijo: “Todo nuestro temor está en el amor”. Y el Papa Juan XXIII dijo en cierta ocasión: “Quien cree no tiembla, porque, al te-ner temor de Dios, que es bueno, no debe tener mie-do del mundo y del futuro”.

Aquel que se ve llamado por Jesucristo a seguirle más de cerca, no debe temer a dejar “casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos” (Mt 19, 29) por seguir a Jesucristo , ya que es Dios mismo, el San-to, el Todopoderoso, Aquel que es Amor, quien le lla-ma a “andar sobre las aguas” y le asegura que le pro-veerá con el ciento por uno y heredará la vida eterna” (Mt 19, 29).

Si escuchas su llamada en tu corazón, confía en que Je-sucristo va contigo y experimentarás que aunque cami-nes por valle tenebroso, ningún mal temerás (Sal 23, 4)

Oración:

“Sabemos bien que en nuestra vida debemos afrontar múltiples problemas, que pueden parecer tempestades. A veces nos resulta difícil ver que Dios está presente en la barca zarandeada de nuestra vida. En esos momentos delicados, o de duda, como Pedro gritemos a Dios: «¡Se-ñor, sálvame!». ¡Dios está allí! No nos abandona jamás. No olvidemos orar cada día. Reservemos siempre un tiempo para la oración, que nos lleva a pasar del miedo al amor. Nos hace ver el rostro luminoso de Dios, como se manifestó en Jesús durante la Transfiguración. Esta mirada nos hará ver con caridad a nuestros hermanos” (Benedicto XVI. Ángelus agosto de 2011).

Pedro grita: “¡Señor, sálvame!”. Es ahí donde Jesús quiere llevar a Pedro. Porque ahora sí que le mueve una fe fuerte. Ya no hay dudas. Tu eres el único que me puede salvar, es a Ti al único al que se lo pido, y lo hago sin rodeos ni duda. La poca fe se hizo oración perfecta que conduce al profundo deseo de Pedro: La unión con Jesús (“Jesús le coge de la mano”).

La fe de Pedro en Jesús como Salvador no es decepciona-da. Pedro acaba teniendo experiencia de ser salvado por Jesús en el peligro, experiencia de que Jesús es el Salva-dor. Ya no es una teoría, lo ha vivido personalmente. Es una experiencia que no tenía antes de subir a la barca e ir a la otra orilla. Una experiencia que no se puede tener si no subes a la barca que es la Iglesia. Una experiencia que tendrás solo en la Iglesia. Pedro ya no pedirá con dudas.

Si intuyes que el Señor te está llamando a dejarlo todo y seguirle, acude a la oración, habla con Él, pídele su Espíritu Santo para que te ayude a saber si efectiva-mente te está llamando y para dejar atrás cualquier miedo que te impida cumplir su voluntad.

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Actividad

1- Presentación de la actividad (5’)

2- El catequista o responsable introducirá el tema de la catequesis (15’)

3- Lectura de la Palabra (10’)

Jesús camina sobre las aguas y Pedro con Él Mt 14,22-33

Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas».

«¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» .

Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».—«Apacienta mis ovejas».

4- Tiempo de desierto (20´)

Después de haber proclamado el pasaje evangélico, se trata de tener un tiempo de desierto. Distribuire-mos a cada joven en un sitio donde no pueda hablar o ver a otros y así poder estar a solas con el Señor. Se les dará:

1. El pasaje evangélico de Mt 14, 22-33.

2. Las siguientes preguntas:· ¿A qué me llama Jesucristo que supera mis

fuerzas?· ¿A qué tengo miedo?¿Cuáles son mis mie-

dos?· ¿Me siento señor de mi vida o sé y experi-

mento que lo es Dios?· ¿Amo a Dios? Si es así, ¿sigo teniendo mie-

dos? ¿Por qué?

3. Parte del mensaje del Papa Benedicto XVI en el Ángelus del Domingo 22 de junio de 2008.

Amor y Fe

Benedicto XVI. Ángelus Domingo 22 de junio de 2008

Ante el amplio y diversificado panorama de los miedos humanos, la palabra de Dios es clara: quien “teme” a Dios “no tiene miedo”. El temor de Dios, que las Es-crituras definen como “el principio de la verdadera sabiduría”, coincide con la fe en él, con el respeto sa-grado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No tener “temor de Dios” equivale a ponerse en su

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Para mí la vida es Cristo

lugar, a sentirse señores del bien y del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): quien teme a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, por-que Dios, como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad.

Quien lo ama no tiene miedo: “No hay temor en el amor —escribe el apóstol san Juan—; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira al castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor” (1 Jn 4, 18). Por consiguiente, el creyente no se asusta ante nada, porque sabe que está en las manos de Dios, sabe que el mal y lo irracional no tienen la última palabra, sino que el único Señor del mundo y de la vida es Cristo, el Verbo de Dios encarnado, que nos amó hasta sacrificarse a sí mismo, muriendo en la cruz por nuestra salvación.

Cuanto más crecemos en esta intimidad con Dios, im-pregnada de amor, tanto más fácilmente vencemos cualquier forma de miedo. En el pasaje evangélico de hoy, Jesús repite muchas veces la exhortación a no te-ner miedo. Nos tranquiliza, como hizo con los Após-toles, como hizo con san Pablo cuando se le apare-ció en una visión durante la noche, en un momento particularmente difícil de su predicación: “No tengas miedo —le dijo—, porque yo estoy contigo” (Hch 18, 9-10). El Apóstol de los gentiles, de quien nos dispo-nemos a celebrar el bimilenario de su nacimiento con un especial Año jubilar, fortalecido por la presencia de Cristo y consolado por su amor, no tuvo miedo ni si-quiera al martirio.

Que este gran acontecimiento espiritual y pastoral suscite también en nosotros una renovada confianza en Jesucristo, que nos llama a anunciar y testimoniar su Evangelio, sin tener miedo a nada.

5- Puesta en común (10´)

Conforme vayan volviendo del tiempo de desierto al punto de encuentro, se acercan a un papel continuo y escriben una sola palabra cada uno, sobre lo que han sentido al meditar los textos, lo que el Señor les ha dicho, o simplemente palabras que les haya llamado la atención.

6- Peticiones (10´)

Se pide a cada uno del grupo que escriba una petición al Señor para que siga llamando a jóvenes a seguir a Jesucristo a realizar sus obras en medio de tormentas, fiados no de sus propias fuerzas sino en Él. Cuando ya las han escrito, cada uno hace su petición en voz alta.

7- Oración final (todos juntos)

Que la Virgen María, modelo de abandono total en Dios, interceda por nosotros, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas y dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en nuestro corazón la palabra tranquilizadora de Jesús, que nos dice también a nosotros: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» y aumente nuestra fe en él. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Vía Crucis desde la creación

PresentaciónEl Via Crucis es un camino de vida, no de muerte. Cristo, en la cruz, retorna la vida al mundo. El camino hacia la cruz es el paso para la reconciliación de todo lo que exis-te. Es el paso para la salvación.

Por eso podemos también considerar que la 1ª estación de este camino de salvación no es sólo la “condena de Jesús a muerte”, sino que también puede situarse en los orígenes de la salvación: en “la “creación”.

La historia del universo (casi 4.000 millones de años), la historia la relación del hombre como el propio hombre y la relación de éste con la tierra, forman parte del plan de salvación de Dios:

· camino y plan que pasa por el regalo de la encarnación.

· y que pasa por la aceptación de Jesús de la voluntad del Padre dando su vida por nosotros.

Comisión Diocesana del Ambiente y la Ecología

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3130

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La creación es el comienzo de la Historia de la Salvación

Este Vía Crucis, considerado como camino de salvación, empezará con la cremación y va a tener en cuenta como a lo largo de la Historia de la Salvación, la injusticia de los crucificados no se dio a partir del Jesús crucificado, sino casi desde el principio. Desde que se rompió el proyecto de Dios, padre y madre y creador.

Hasta la propia creación la crucificamos y, con ella a quie-nes vivimos en ella, sobretodo a los más pobres.

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“Dios creó el universo y vio que todo era bueno”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Dios crea por la Palabra, por Cristo que es la Palabra, y todo lo crea bueno y todo lo crea bello. El mundo cam-biante desde sus comienzos, evolutivo, transcurre según las propias leyes físicas pero… siempre bajo la mirada amorosa de Dios. El amor es creador. El proyecto de Dios armonía y belleza, y bondad. Amor.

Lectura

El Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se con-virtió en ser vivo.

Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del co-nocimiento del bien y el mal.

El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara.

Y el Señor Dios formó a la una mujer, y se la presentó a Adán. Los dos estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

(Gén 2)

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Para la PARROqUIA

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Comentario

El lugar propio del ser humano, que embellece la crea-ción, el jardín por donde Dios pasea a la brisa de la tarde. El jardín representa el momento en que el ser humano mantiene una relación armoniosa con Dios, consigo mis-mo, con los demás y con toda la creación. Jardín donde reina la paz, la libertad, la verdad… y la justicia.

La relación del ser humano con la tierra no está exenta de un trabajo: “cultivarla”, y de una responsabilidad: “guar-darla”.

Recordemos la sensación de soledad de la persona en Edén si su única referencia es el mundo vegetal y animal. Sólo la aparición de otra persona puede satisfacer la nece-sidad de un dialogo interpersonal, vital para la existencia humana. Tanto en el hombre como en la mujer se refleja Dios mismo. Hombre y mujer tienen la misma dignidad.

¿En qué ha quedado nuestra responsabilidad de guardar la creación?

¿En qué ha quedado nuestra responsabilidad hacia los otros?

Oración

Señor, desde el comienzo todo tu proyecto está lleno de amor. Del amor surgió y hacia el amor quieres que evo-lucione el universo entero. Haz que no olvidemos nunca que el mundo no está acabado, ni nosotros tampoco. Haz, Señor, que recordemos que hombre y mujer, judío o griego, desempleado, minusválido, presidente, con-cejal, ciudadano… somos iguales en dignidad y todos somos ministros colaboradores en el proyecto de culti-var y también cuidar la creación.

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Lectura

La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún ár-bol del jardín?”. La mujer contestó a la serpiente: «Po-demos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contra-rio moriréis”». La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el cono-cimiento del bien y el mal».

Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bue-no de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

(Gén 3)

“Dios crea al hombre, y el hombre se aparta de Dios”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Demasiado pronto pero el ser humano parece que no tenga bastante. El legítimo deseo de desarrollo no pue-de atropellar el mandamiento de Dios. El hombre quiere establecer por su cuento lo que está bien y lo que está mal, quiere “hacer de Dios” en lugar de colaborar con Él. El proyecto de amor se transforma en proyecto de egoís-mo. El proyecto de armonía se ensucia por los intereses personales, individuales.

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Comentario

En principio iban desnudos, no hacía falta guardar secre-tos; ahora parece que dominen los miedos a mostrarnos como somos. No se puede ser sincero. Parece normal de-fraudar al estado en lo que se pueda, parece normal que los gobernantes saquen tajada a costa de los ciudadanos. Al engaño lo llamamos picaresca y a destruir la creación lo llamamos desarrollo.

La misión del ser humano no es la de un dueño absoluto e incensurable, sino de un administrador del reino de Dios, llamado a continuar la obra del Creador, una obra de vida y de paz. Su tarea, definida en el libro de la Sabiduría, es la de gobernar “el mundo con santidad y justicia”.

Por desgracia, si la mirada recorre las regiones de nuestro planeta, enseguida nos damos cuenta de que la humani-dad ha defraudado las expectativas divinas. Sobre todo en nuestro tiempo, el hombre ha devastado sin vacilación llanuras y valles boscosos, ha contaminado las aguas, ha deformado el hábitat de la tierra, ha hecho irrespirable el aire, ha alterado los sistemas hidrogeológicos y at-mosféricos, ha desertizado espacios verdes, ha realizado formas de industrialización salvaje, humillando con una imagen de Dante Alighieri (Paraíso, XXII, 151) el “jardín” que es la tierra, nuestra morada (JPII El compromiso para evitar una catástrofe ecológica 2001).

En aras del poder, del tener y del aparentar crucificamos el proyecto creador de Dios. Al crucificar la creación cru-cificamos a todas las personas que tienen su morada, su hogar, en la tierra.

Oración

Señor, destierra de nosotros los engaños en nuestros negocios, la violencia en nuestras familias, las divisio-nes en nuestra Iglesia y la prepotencia ante lo creado. Las cosas y las personas no son buenas porque nos son útiles, todo y todos tienen bondad por sí mismos porque todo ha sido creado por Ti.

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“Dios establece una alianza con los hombres y con todo ser viviente”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

La sociedad humana crece en número y también crece la perversión del proyecto de Dios. ¿Qué hará Dios? ¿Rom-perlo todo y volver a empezar? ¿Borrar para siempre lo que ha salido mal? ¿A Dios le ha salido mal la aventura de la humanidad?

Lectura

Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar. El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo: «No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la ju-ventud. No volveré a destruir a los vivientes como aca-bo de hacerlo.

Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan.

Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que esta-blezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.

Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes. Aparecerá el arco en las nubes, y al ver-lo recordaré la alianza perpetua entre Dios y todos los seres vivientes, todas las criaturas que existen sobre la tierra».

(Gén 9)

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Comentario

A Dios lo vamos conociendo poco a poco, en la historia, a través de la creación, a través de los seres humanos, a través de las acciones salvadoras del propio Dios. La alianza es unilateral: Dios quiere salvar a cambio de nada. Y a cambio de nada establece una alianza con nosotros y con todo ser viviente. Lo suyo es un “sí a la vida”. No más destrucción.

La destrucción y muerte que presenciará la humanidad no vendrán de Dios sino del propio hombre. Las cruces no las fabrica Dios sino el propio hombre. Si el símbolo de la alianza por parte de Dios es un arco iris que une el cielo y la tierra, y que tiende un puente entre continentes sobre el abismo, otros arcos y carros de guerra y caballos de batalla, serán los que se encargarán de cercenar la vida en todos los rincones del planeta. Inventarán nuevas ar-mas para crucificar la vida del ser humano y de todos los vivientes.

Oración

Señor, estableciste tu alianza no sólo conmigo, sino con toda la humanidad, y con todo ser viviente. Haz-me más humilde a la hora de contemplar la lluvia, la tierra y el arco iris para sentirme afortunado por tener vida, y para saberme responsable de toda vida.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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“Dios pide a Abraham salir de su tierra”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Dios se presenta a Abraham en una cultura concreta, en un entorno rodeado de muchos dioses.

¿Por qué escuchar a éste Dios y no a otros? Un dios para cada ciudad, para cada templo para cada casa.

Tan tranquilos que estamos en nuestra casa escuchando al dios televisor, o sobre el dios sofá, o en el regazo del dios comodidad…

¿Por qué salir a la incomodidad del camino?

Lectura

El Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición».

Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán.

Abrán llevó consigo a Saray su mujer, a Lot su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que ha-bía ganado en Jarán, y salieron en dirección a Canaán. Cuando llegaron a la tierra de Canaán, Abrán atravesó el país hasta el lugar sagrado de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos.

El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descenden-cia daré esta tierra». El construyó allí un altar en honor del Señor que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas, al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante. Construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Des-pués Abrán se trasladó por etapas al Negueb.

(Gén 12)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

Todos somos caminantes de nuestra vida. Por el camino me encuentro con la tierra que piso, con desiertos y oa-sis, personas desconocidas, amigos y también gente que no te mira bien. Gente que nace y gente que muere a mi lado, días de sol y días de lluvia. Y en todo el camino siem-pre está presente Dios. Abraham va conociendo a este Dios del que se ha fiado haciendo ruta, por la excursión de la vida. Abraham es receptivo, está abierto a descubrir a Dios en cualquier persona y en cualquier lugar. Y el lugar de cada encuentro con Dios se convierte en sagrado.

Cuando de un río, de una montaña, de un bosque, de una playa… de alguien que aparece en el camino, hago un lugar de encuentro con el Señor, descubro que son sa-grados. Pero cuando mis ojos no van más allá de las apa-riencias, me convierto en un materialista que, con clavos, clava el Espíritu de Dios con el martillo de la ceguera y la ignorancia.

Piensa en qué lugar no quieres encontrarte con Dios, ni te importa que lo encuentren los demás, y verás dónde crucificas el Espíritu de Dios.

Oración

Señor, no eres la encina pero estás en ella; no eres el río pero estás en él; no eres el firmamento, ni el mar, pero estás en ellos. Eres el Camino donde toda la tie-rra adquiere sentido. Que no siga perdiendo el sentido de lo sagrado, que no me dé igual una cosa que otra (mientras tenga mi bolsillo lleno). Dame fuerzas para caminar y descubrirte hasta en las cosas más pequeñas del camino.

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“Dios establece su alianza en el monte Sinaí”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Tiempo para el paraíso y después el pecado; tiempo para la destrucción en un diluvio y tiempo para el Arco Iris de la Alianza con la vida; tiempo para caminar y conocer a Dios por el camino. También hay tiempos de esclavitud y tiempos de la libertad.

La lucha por la libertad se hace pesada, como al pueblo de Dios al salir de Egipto. El calor del desierto, valles in-fernales, hondos, noches tenebrosas… Pero Moisés nos guía.

Lectura

Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde la montaña diciendo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel”.

Fue, pues, Moisés, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado. Todo el pueblo, a una, respondió: “Haremos todo cuanto ha dicho el Señor”. Moisés comunicó la respuesta del pue-blo al Señor.

El Señor le dijo: “Voy a acercarme a ti en una nube espe-sa, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo hable contigo, y te crean siempre”. Y Moisés comunicó al Se-ñor lo que el pueblo había dicho.

(Éx 19)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

Dios nunca deja de hablar a su pueblo mantiene un diá-logo de alianza desde la cima de la montaña y desde las nubes. Nosotros somos su pueblo y suya es la tierra. No pertenecemos a quienes nos tiranizan, somos de Dios. Pero la tierra también es de Dios.

“El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el propio tra-bajo, tiende a olvidar que este trabajo se desarrolla siem-pre sobre la base de la donación, el regalo de las cosas, por parte de Dios. Tiende a creer que puede disponer ar-bitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre pue-de desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tirani-zada que gobernada por él” (Centesimus annus).

Nos perdemos con facilidad en el laberinto del desarro-llo. Quienes gritaban, “¡crucifícalo, crucifícalo!”, no se pararon a pensar. Manipulados no pararon para revisar cuál era la voluntad de Dios. Hay que subir al Sinaí. Hay que parar para encontrarnos con Dios y valorar lo que es realmente importante por no repetir, como esclavos, los mensajes de los “señores del desarrollo” que tan bien sa-ben engañarnos.

Oración

Dios nuestro y Señor de la tierra, que no me deje escla-vizar y que no esclavice. La esclavitud es una cruz. Que no me deje explotar por estar dormido con la publicidad o las falsas expectativas de quienes quieren mantener-se arriba mientras los demás seguimos abajo. Pero que tampoco yo me convierta en un tirano para los demás y para la creación.

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“El pueblo de Dios, de emigrante a desterrado”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

A nadie le gusta tener que abandonar su casa, su país… A nadie le gusta ver a su familia con ojos de inseguridad ante un futuro incierto y sin un hogar claro. Emigrantes a la fuerza, exiliados por la fuerza, refugiados, desplaza-dos…

Lectura

Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras citaras.

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: “Cantadnos un cantar de Sión”.

Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.

(Salmo 136)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

Sabemos de los refugiados por conflictos armados, y por cuestiones políticas, y por cuestiones de conciencia. Ha-cen su Via Crucis esperando encontrar un mundo mejor. Pero hay otros refugiados, los desplazados de sus tierras por causas ambientales. Algunos de los desastres am-bientales tienen causas naturales, otros tienen por culpa-bles rostro de hombres, pero poco humanos.

La contaminación, la sobreexplotación de recursos, la es-peculación con la tierra… provocan refugiados invisibles de quien apenas nadie sabe, son los desplazados ambien-tales. En la última década fueron 211.000.000 los refugia-dos ambientales: el triple que en la década anterior; cinco veces más que los refugiados por conflictos armados.

Cargan con la cruz de un lugar a otro, de sequía en sequía, de sobreexplotación en sobreexplotación, de estación en estación, buscando otro trabajo, otras tierras, otro ho-gar.

Oración

Señor de Israel, tu pueblo fue emigrante y exiliado y re-fugiado. Enséñanos a acoger a quienes han tenido que salir de sus tierras. Que pongamos las condiciones para que nadie tenga que salir de ellas.

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Para mí la vida es Cristo

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“El hombre ciego para descubrir a Dios”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Como un niño, la humanidad iba creciendo en sabiduría, en estatura, pero también iba perdiendo los ojos de niño, y le costaba ver más allá de sus narices, le costaba ver a Dios en sus hermanos y en la creación.

Lectura

Son necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios y no han sido capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al artí-fice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa y a los luceros del cielo, regidores del mundo.

Si, cautivados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Señor, pues los creo el mismo autor de la belleza.

Y si los asombró su poder y energía, calculen cuánto mas poderoso es quien los hizo, pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre por analogía a su creador.

(Sab 13)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

Atar a la cruz la belleza. Qué manera de acallar la voz de Dios en la creación. Mirar y no ver. Oír y no escuchar. Para muchos no hay más realidad que la que ven sus ojos, y sus ojos… son cortos de vista. “¡Qué desperdicio que todavía queden trozos de costa sin construir!”, piensan demasia-dos.

Esto demuestra, sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del hombre, animado por el deseo de poseer las co-sas en vez de relacionarlas con la verdad, y falto de aque-lla actitud desinteresada que es el asombro por el ser y por la belleza que permite leer, en las cosas visibles, el mensaje de Dios invisible que las ha creado (Centesimus annus).

A las generaciones futuras les pasamos un legado de pla-cer desprovisto de belleza, una herencia tan técnica como desprovista de verdad.

¿En qué queda nuestra responsabilidad para educar en justicia, belleza, verdad…

Oración

Y en la cruz… los ojos para que no vean, los oídos para que no escuchen, los labios para que no canten alaban-zas.

Señor, hay tantas luces en la ciudad y en la mayoría de nuestras poblaciones que, cegados, por no ver ya no ve-mos ni las estrellas. Sólo unas cuantas nos recuerdan que están ahí y que te sigues mostrando en lo que nos empeñamos en tapar. Que sepamos crecer en ciencia y en técnica, y crear belleza, pero no a costa de la otra belleza natural.

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“Dios envía mensajeros delante del Señor”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

¿Cómo puedo escuchar sin reclamar silencio? Habrá que acallar muchos ruidos.

¿Cómo puedo ver sin apartar la maleza? Habrá que des-colgar muchos carteles.

Había tantos mensajes… que se me pasó tu mensaje, Se-ñor.

Lectura

Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de con-versión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. El los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mi viene el que es mas fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero el os bautizará con Espíritu Santo”.

(Jn 1, 1-7)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

Qué difícil escucharte cuando creo que para hacerlo me hacen falta muchas cosas: Mi teléfono de última gene-ración para no perder tu cobertura, mi coche para llegar antes al templo, mi piso grande para sentirte con más li-bertad, todos los canales de televisión para buscarte en todas las series…

Juan Pablo II repetía con insistencia que el problema ecoló-gico es un problema moral. Y por ello la sociedad actual no hallará una solución al problema ecológico si no revisa seria-mente su estilo de vida. En muchas partes del mundo esta misma sociedad se inclina al hedonismo y al consumismo, pero permanece indiferente a los daños que éstos causan. Y añadía que la gravedad de la situación ecológica demuestra cuan profunda es la crisis moral del hombre. Si falta el sen-tido del valor de la persona y de la vida humana, aumenta el desinterés por los demás y por la tierra. La austeridad, la templanza, la autodisciplina y el espíritu de sacrificio deben conformar la vida de cada día a fin de que la mayoría no ten-ga que sufrir las consecuencias negativas de la negligencia de unos pocos (Jornada Mundial por la Paz 1990).

¿Cuanto aguantará la tierra para que, unos pocos, tenga-mos lo que queremos?

No nos gusta pensar en las consecuencias de nuestros ac-tos, no sea que, al volver la vista, descubramos el rostro de a quien le cuesta un clavo en sus manos, o en sus pies, o en su salud, el que yo tenga todo lo que pueda tener, el que consuma todo lo que pueda consumir. No quiero ver quien roba a otros los recursos naturales para que yo ten-ga lo que puedo pagar con treinta monedas de plata.

Oración

Vivir sencillamente, austeridad, templanza… para que otros puedan, sencillamente, vivir, Señor.

Si tu cruz fue para liberarnos, nuestro estilo de vida consumista nos hace esclavos. Ayúdanos a preparar tu camino eliminando lo superfluo y compartiendo aun lo necesario.

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“La Palabra se hizo carne”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Una historia de amor entre Dios y la humanidad, una his-toria de amor entre el Creador y la creación entera, no podía ser sólo un sentimiento, un pensamiento, una intui-ción. Dios-Amor tenía que hacerse próximo, carne para dejarse ver, oír y tocar.

Lectura

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del empe-rador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronar-se, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Naza-ret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Be-lén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba en cinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llego a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. (Lc 2)

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estre-lla y venimos a adorarlo”.

(Mt 2)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

San Juan Damasceno escribe: “En otros tiempos Dios no había sido representado nunca en una imagen, al ser in-corpóreo y no tener rostro. Pero dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, yo represento lo que es visible en Dios. Yo no venero la mate-ria, sino al creador de la materia, que se hizo materia por mí y se dignó habitar en la materia y realizar mi salvación a través de la materia. Por ello, nunca cesaré de venerar la materia a través de la cual me ha llegado la salvación.

¿No es materia el madero de la cruz tres veces bendita? (...) ¿Y no son materia la tinta y el libro santísimo de los Evangelios? Y antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi Señor? Por tanto, no se ofenda a la mate-ria, la cual no es despreciable, porque nada de lo que Dios ha hecho es despreciable”.

A propósito dice Benedicto XVI: “Vemos que, a causa de la encarnación, la materia aparece como divinizada, es considerada morada de Dios. Por consiguiente, las invita-ciones de San Juan Damasceno siguen siendo de gran ac-tualidad, teniendo en cuenta la grandísima dignidad que la materia recibió en la Encarnación, pues por la fe pudo convertirse en signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios”.

Oración

¿Cuántas veces hemos escuchado que el cuerpo es la cárcel del alma? ¿O que lo espiritual es lo que importa y lo material despreciable?

Señor, ¿cuántas veces habré crucificado con mi des-precio a la materia o al cuerpo, como si fuesen obra de otro creador?, ¿como si fuese lo malo de mi persona? Recuérdame siempre que cuando Dios se hizo carne, se hizo solidario con la creación, con el cuerpo, con la na-turaleza, con la materia.

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“El don de la tierra que piso”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Al principio ya nos dijo Dios que la materia era bella, bue-na. Por el camino contemplamos como el Señor se adi-vinaba y nos hablaba a través de la creación, y que tam-bién la propia creación glorifica a Dios. Hemos visto que en la encarnación la materia aparece como divinizada. ¿Quiénes somos nosotros para ningunear el regalo de la tierra?

Lectura

El Señor habló a Moisés en el monte Sinaí: “Di a los hijos de Israel: “Cuando entréis en la tierra que yo voy a da-ros, la tierra gozará también de su descanso en honor del Señor.

La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois emigrantes y huéspedes de mi tierra”.

(Lv 25,1-2·23)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

“Cuando el Creador nos llama a dominar y usar la tierra y sus frutos, no podemos olvidar la virtud de la solidaridad que conlleva el respeto hacia la propia creación. La acción del hombre no debe desafiar el orden de la naturaleza o sus leyes para alcanzar nuevos horizontes. Al contrario, Dios nos pide preservar los bienes de la tierra garantizan-do su continuidad. ¿Cómo debemos entregar la creación a las generaciones futuras?” (Juan Pablo II, de la Jornada Mundial de la Alimentación 2004).

Qué engreídos cuando nos creemos dueños de la tierra… La ponemos a nuestro beneficio sin querer saber nada del bien común. En la cruz también aparecen los pueblos indígenas: personas desprovistos de su mundo, de sus tierras, por no tenerlas escrituradas, porque otros con acceso a la administración, y con poder económico, las acaban de escriturar a su nombre. En la cruz aparece la propia tierra deforestada para poder plantar kilómetros de urbanizaciones con casas al alcance de unos pocos. Y en la cruz aparecemos nosotros, que comemos lo que da un palmo de tierra forzada con mil productos químicos y algún truco genético.

Oración

Señor, dueño de la tierra, gracias por prestárnosla, gra-cias por comer de ella, gracias por vivir en ella, gracias por caminar sobre ella. Que el don de la tierra lo ponga-mos al servicio del bien común y que no contribuyamos a la especulación, esa otra forma de crucificar tu don para llenar nuestros bolsillos.

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“El don del agua de la vida”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Nos es imposible concebir la vida en nuestro planeta sin agua. Más de la mitad de nuestro cuerpo es agua. Y aunque nuestro planeta sea azul porque el 70% de su superficie es agua, sólo una pequeñísima proporción es apta para beber. En muchos países es un bien escaso y, sin embargo, es el agua contaminada la mayor causa de enfermedad y muerte a nivel mundial.

Lectura

Cerca del mediodía, Jesús, cansado del camino, se sen-tó junto al pozo. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En esto una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le pidió:

–Dame un poco de agua.

Pero como los judíos no tienen trato con los samarita-nos, la mujer le respondió:

–¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?

Jesús le contestó:

–Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.

La mujer le dijo:

–Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva?

(Jn 4, 5-15)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

El agua es considerada en la Sagrada Escritura símbolo de purificación y de vida. ¿En qué estado la devolvemos a esa naturaleza de donde la sacamos? Imprescindible para la vida, el agua don de Dios, es un derecho de todos. En algunas partes se vive una confrontación social (y en oca-siones armada) por el agua. No hay que mirar muy lejos. En algún pueblo cercano hay fuentes públicas que sólo manan en pleno agosto, cuando para alguna fábrica. El agua no puede ser monopolio privado, ni mercancía, ni un mero recurso económico. Si por un lado está el deber solidario de compartir su uso, de igual manera está la res-ponsabilidad de no despilfarrar (JP II Visita “ad limina” a los obispos españoles 2005).

Cerca de 2 millones de personas mueren cada año por be-ber agua no apta o contaminada. Nuestro consumo me-dio de agua para beber es de litro y medio. Utilizamos el agua potable de beber también para el baño, para regar, para la lavadora, para fregar el suelo… Cada minuto de grifo abierto supone aproximadamente 10 litros de agua. ¿A quién le sobra agua? ¿A quién le falta?

Oración

Con tu muerte en la cruz nos das la vida, Señor; y con nuestro despilfarro y nuestra contaminación del agua y los ecosistemas no ayudamos demasiado a la vida. Que sepamos valorar el don de tu agua, tan al alcance para algunos y cruz para millones de personas.

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“El don del pan y el vino”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Ante la generosidad de Dios con el don de su Hijo, nuestra primera actitud es la de dar gracias. Gracias por el don de su sangre. Gracias por el don de su cuerpo. Gracias por los dones de la tierra a quienes acompañamos también en su alabanza. El trigo, la uva y el aceite configuran los tres pilares de la alimentación en el mediterráneo. Alimentos básicos en la vida en del país de Jesús y en el nuestro. Pan y vino, los dones que presentamos en la Eucaristía.

Lectura

Porque yo he recibido una tradición que procede del Se-ñor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pro-nunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; hace esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía”.

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

(Col 11, 23-26)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

En la eucaristía somos portavoces de la creación ante Dios y, al mismo tiempo, en la eucaristía, todas las criatu-ras dan gracias a Dios. Así, durante la Plegaria eucarística, decimos “y con razón te alaban todas tus criaturas”. En cada eucaristía proclamamos a Cristo como cabeza del universo entero, y este universo entero lo hacemos pre-sente en la eucaristía.

“Para desarrollar una profunda espiritualidad eucarística que pueda influir también de manera significativa en el campo social, se requiere que el pueblo cristiano tenga conciencia de que, al dar gracias por medio de la Eucaris-tía, lo hace en nombre de toda la creación, aspirando así a la santificación del mundo y trabajando intensamente para tal fin.

En efecto, en la relación entre la Eucaristía y el universo descubrimos la unidad del plan de Dios y se nos invita a descubrir la relación profunda entre la creación y la “nue-va creación”, inaugurada con la resurrección de Cristo, nuevo Adán” (Sacramentum caritatis).

El don recibido del trigo y la viña, con nuestro trabajo, se convierten en el don del pan y el vino. Cuando los dones los convertimos en mercancía dejan de ser dones y ya no hay acción de gracias que valga. Pero cada vez escucha-mos menos la palabra “gracias”. Como si ese “gracias” fuera algo de ayer, y al hoy le correspondiese: “exijo”, “me merezco”, “dame”, “mío”. ¿Serán acaso las nuevas generaciones maleducadas? No echemos balones fue-ra. Cuando salgo a la calle ¿doy gracias por el cielo azul?, ¿por el frescor de la mañana?, ¿por el calor del sol en in-

vierno? ¿Doy gracias por la lluvia durante la sequía?, ¿por el agua cuando abro el grifo?, ¿por el mar?, ¿por los ár-boles?, ¿por el canto de las aves? Nuestro egocentrismo mata la gratitud clavándola en la cruz.

Oración

Señor, hay tanto por lo que darte gracias… y estoy tan poco atento… Me cuesta caer en la cuenta de que al fi-nal todo debería ser gratitud. Despierta en nuestros co-razones, Señor, la gratitud, para que nuestra eucaristía sea no sólo pedir y pedir sino, sobre todo, darte gracias por ser parte de tu creación y por nuestra misión de con-ducirla hacia ti.

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“El don de la cruz”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

Desde el nacimiento hasta la muerte, desde el pesebre hasta la cruz. Por el mal uso del árbol del paraíso vino la muerte; del árbol de la cruz surgió la vida.

Lectura

Él es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas.

Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de de su cruz.

(Col 1, 15-16·20)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

¿Para qué el morir de Cristo en la Cruz? Una y otra vez en este Via Crucis se nos recuerda el gran don de la reden-ción del mundo, de la reconciliación del universo entero a través del árbol de la cruz.

Pero la historia de la salvación no se agota en la piel del hombre. El universo, mi planeta, mi medio ambiente, no son sólo un bonito marco donde se produce mi salvación, sino ocasión y responsabilidad para nuestra salvación. Debemos colaborar para reconciliarlo todo en Cristo. Los cristianos no debemos mirar el universo como algo simplemente material, sino como creación y primer don del amor del Señor por nosotros. “Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que él habitan” (Sal 24).

Esta verdad que la fe nos recuerda, viene a contrastar con la mentalidad de conquista y explotación de los recursos naturales. Es más, considerar la creación como mero re-curso, como un simple útil para nuestro beneficio, es po-ner en peligro el medio ambiente como hogar para todos (CDSI).

Nuestra forma de vivir es tantas veces aniquiladora que, como decía Pablo, la creación está gimiendo, pero este grito de dolor parece que hoy se presenta como espasmo de muerte que tiende a atrapar al hombre mismo para destruirlo (Pastores gregis).

El ser humano, con su comportamiento destructor clava en la cruz a la creación entera, y ella gime de dolor.

Oración

No es fácil dejar de ser egoísta, o dejar de creer que todo es para mí y yo soy como Dios. Pero mediante la sangre derramada en la cruz, Señor, devuelves a la creación el orden originario. No dejes que convirtamos tantos ár-boles en leños para cruces. Ayúdanos a descubrir nues-tro lugar en la creación.

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Para mí la vida es Cristo

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“El don de la primavera”

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Introducción

En invierno la tierra parece moribunda, y sin embargo flo-recen los almendros, los cerezos… Parece que a pesar de la dureza del ambiente siempre haya un lugar, un resqui-cio, para renacer la vida, para primaveras renovadoras.

Lectura

“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva”.

(Ap 21, 1)

“Hasta que se derrame sobre nosotros un espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en un vergel, y el vergel parezca un bosque.

Habitará el derecho en el desierto, y habitará la justicia en el vergel.

La obra de la justicia será la paz, su fruto, reposo y confianza para siempre”.

(Is 32 15-17)

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Comentario

La salvación definitiva que Dios ofrece a toda la huma-nidad por medio de su propio Hijo, no se realiza fuera de este mundo. Aun herido por el pecado, el mundo está destinado a conocer una purificación radical de la que saldrá renovado, convirtiéndose por fin en el lugar donde “habite la justicia” .

El génesis nos presenta una creación en siete días. Pero para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la Re-surrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención (Catecismo de la Iglesia Católica).

La creación es continuo objeto de alabanza en la oración de Israel. La salvación de Dios se concibe como una nueva creación que restablece la armonía. La belleza de la tierra nos debe impulsar a invocar su conservación para las ge-neraciones futuras. Si amamos esta tierra, que no quede sin respuesta esta invocación. Todos somos colaborado-res en la creación y todos tenemos la responsabilidad de no olvidar el deber de protegerla contra la destrucción ecológica.

Debemos promover actitudes de respeto al bien común, a las leyes de la naturaleza y de la vida. En la familia y en la escuela no puede faltar la educación para el respeto a la vida, al bien y a la belleza. Todos los hombres de buena voluntad deben colaborar en esta gran obra (Homilía JP II 1999).

Oración

Señor y creador del universo entero, enséñame a con-templar la cruz y a contemplar la creación. Que como discípulos de Cristo, aprendamos a analizar nuestro estilo de vida, para que la justa aspiración al bienestar no oscurezca la voz de nuestra conciencia, y sepamos lo que es realmente bueno, lejos del tener, del poder y del aparentar. Señor tu creación continúa, ayúdanos a plantar sobre la tierra vida y no cruces.

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El compromiso en el mundo requerido por la divina Pa-labra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho.

En efecto, como creyentes y anunciadores del Evange-lio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación.

La revelación, a la vez que nos da a conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva también a denunciar las actitudes equivocadas del hombre cuando no recono-ce todas las cosas como reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos.

De este modo, el hombre carece de esa humildad esen-cial que le permite reconocer la creación como don de Dios, que se ha de acoger y usar según sus designios.

Verbum Domini

Oración

Tú eres, Señor, el Dios vivo y verdadero, el universo está lleno de tu presencia.

Pero, sobre todo, has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen.

Tú le has llamado a cooperar con el trabajo de cada día en el proyecto de la creación.

Y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz.

Por Cristo Señor nuestro. Amén.

V/. El Señor esté con vosotros.R/. Y con tu espíritu.

V/. Por la señal de la santa cruz os bendiga el Señor, crea-dor del universo entero, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

R/. Amén.

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Celebración comunitaria

del Sacramento de la Penitencia

Para la reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual

Comisión Diocesana de Liturgia Celebración Penitencial

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Para mí la vida es Cristo

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Monición inicial

En este “Año de la Fe”, cuando estamos preparando nuestra peregrinación la celebración del sacramento de la penitencia debe contribuir al esfuerzo de renovación personal y comunitaria, al tiempo que reconocemos de qué manera hemos respondido a la invitación que se nos ha hecho, para proclamar de manera pública y comunita-ria nuestra fe y obtener el don de la indulgencia plenaria.

Por eso nos reunimos ahora para escuchar la Palabra, fuente de la conversión y de la reconciliación. En pie, acojamos la cruz de Cristo y su Evangelio, para disponernos a cantar en la fe aquel amor que nos hace esperar en su perdón.

Ritos iniciales

El celebrante y los ministros hacen su entrada, precedidos por la cruz y por el libro de los evangelios (Dominical III, ci-clo C).

Llegados al presbiterio, el evangeliario se coloca sobre el ambón y al lado se coloca la cruz. Como señal de veneración, el presidente puede Incensar el libro de los evangelios y la cruz, mientras se canta un canto adecuado, por ejemplo.

Éste es el día del Señor. Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos ya no enrojeceremos / por causa del antiguo pecado de tu pueblo. / Arrancarás de cuajo el corazón soberbio / y harás un pueblo humilde de corazón sincero.

En medio de las gentes, / nos guardas como un resto / para cantar tus obras y adelantar tu reino. / Seremos raza nueva para los cielos nuevos; / sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.

Saludo En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. R/. Amén.

El Señor, que en su infinita misericordia nos regenera a la libertad de los hijos, esté con todos vosotros. R/. Y con tu espíritu.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Monición presidencial (con estas o parecidas palabras)

El camino de la vuelta a Dios es cada vez una nueva acogida del amor misericordioso con el que Él nos sale al encuentro. Él vuelve, por medio de su Hijo, nos llama a la penitencia y nos muestra su paciencia de Padre lleno de amor. Oremos ahora para que vuelva hacia nosotros su rostro y así, regenerados por su presencia, nos convirtamos en testigos de su amor para con todas las criaturas.

Oración

Padre santo y misericordioso, que llamas siempre a tus hijos con la fuerza y la dulzura del amor. Rompe las durezas de nuestro orgullo y crea en nosotros un corazón nuevo, capaz de acoger el don de la vida de tu Hijo. Él que es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. R/. Amén.

Liturgia de la Palabra

Celebrante: Dispongámonos ahora a escuchar la Palabra del Señor. Acojamos con un corazón abierto esta Palabra de vida, para poder reconocer nuestro pecado y volver a encontrar el camino de regreso a la casa del Padre.

Primera lectura (Leccionario II, IV Domingo de Cuaresma B).Salvados por la gracia y mediante la fe

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 4-10

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.

Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.

Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos. Palabra de Dios.

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Salmo responsorial 94, 1-2. 6-7. 8-9(R.: 8)

V/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

Aclamación al evangelio (Jn 3, 16).

Aleluya, aleluya, aleluya. (Cuaresma) Gloria, honor a ti, Señor Jesús.

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Aleluya. (Cuaresma) R/. Gloria, honor a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Leccionario III, III Domingo de Cuaresma C).

La llamada a la conversión y la paciencia de Dios por Cristo.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.

Jesús les contestó: ¿Pensáis que esos galileos eran mas pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pareceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo, encuentro. Córtala. Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. Palabra del Señor.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Homilía

Centrada en los textos proclamados. Deberá llevar a los pe-nitentes al examen de conciencia, a la renuncia al pecado y a la conversión.

Acabada la homilía, cuídese de que siga un oportuno tiempo de silencio, para permitir que los penitentes se recojan en el examen de conciencia y muevan su corazón a una verdadera contrición de los pecados.

Si se cree oportuno, el examen comunitario de conciencia puede sustituir a la homilía. En este caso, este examen debe inspirarse claramente en el texto proclamado.

Esquema para el examen de conciencia comunitario

1. “¿Pensáis que esos galileos eran mas pecadores que los demás galileos, porque acabaron así?” ¿Me creo menos pecador que los demás o con

derechos en la presencia de Dios? ¿A dónde me ha conducido mi orgullo y auto

justificación? ¿Me tengo por bueno, justo, fiel? ¿Encuentro excusas para juzgar y condenar a

los demás?

2. “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera” ¿Acojo la llamada a la conversión como una

buena noticia? ¿Cómo respondo a esta llamada del Señor?

3. “Fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró” ¿Qué espera Dios de mí en este momento de mi

vida y en qué le fallo? ¿Cómo respondo a la llamada del Padre, que

espera mis frutos de amor, me lleva a ensanchar mis horizontes y a realizar gestos de auténtica caridad?

4. “Tres años llevo viniendo a buscar fruto, y no lo, encuentro” ¿Soy consciente de la paciencia de Dios, rico en

misericordia? ¿Qué cosas podría cambiar en mi vida con la

ayuda de su gracia? ¿Me falta fe? Frente al amor misericordioso de Dios que espera

y perdona a mi prójimo, ¿cultivo sentimientos de enfado, de celos, de desprecio?

5. “Señor, déjala todavía este año” Jesús intercede por nosotros para que tengamos

otra oportunidad ¿Voy a aprovechar esta nueva oferta de gracia?

¿Necesito más luz para darme cuenta de mi situación ante Dios y los demás?

6. “Yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”.

Jesús labró nuestra dura tierra con su cruz y la regó con su sangre ¿Consigo entender el amor del Padre como

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Para mí la vida es Cristo

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una realidad viva, presente y visible en los gestos y en las palabras de Jesús, que mediante el Espíritu Santo sigue actuando eficazmente en su Iglesia, sobre todo en los sacramentos?

¿Sé captar, con los ojos de la fe, el amor de Dios Padre manifestado en Cristo, a través de los acontecimientos de la vida humana, en la vida de la Iglesia y en mi propia vida?

Rito de la ReconciliaciónLas invocaciones de perdón pueden ser sustituidas por un salmo o por un canto apropiado. El celebrante invita a dirigirse a Dios:

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, rico en misericordia, que espera con paciencia a los hijos alejados y, a su vuelta, los acoge entre los brazos de su misericordia.

R/. Padre, hemos pecado contra el cielo y contra ti.

No te hemos reconocido tu llamada a la conversión y seguimos alejados de tu casa. Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti. R/.

No hemos administrado con responsabilidad todas las oportunidades y bienes que nos has dado: nuestra existencia, la libertad con que nos has enriquecido. Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti. R/.

No hemos escuchado con fe la oferta de tu gracia ni hemos valorado todo lo que tu Hijo ha hecho para salvarnos. No hemos sabido alegrarnos y agradecerte el perdón que tú concedes a nuestros hermanos, pecadores como nosotros. Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti. R/.

Oración del Señor

En Cristo, podemos presentarnos al Padre en un solo Espíritu porque hemos sido nombrados herederos suyos. Como hermanos: miembros de una sola familia, nos dirigimos con confianza al Padre con las palabras que Cristo Nuestro Señor nos enseñó: Padre nuestro...

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Al final, se canta:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El celebrante concluye:

Mira con bondad, Señor, a tus hijos que se reconocen pecadores y haz que, liberados de toda culpa por el ministerio de tu Iglesia, den gracias a tu amor misericordioso. Por Cristo Nuestro Señor. R/. Amén.

Confesión y absolución individual

Los ministros de la reconciliación se dirigen a las sedes preparadas. Siguen las confesiones sacramentales individuales. A cada penitente se le encomienda una obra medicinal de satisfacción o “penitencia” adecuada a sus faltas.

Durante las confesiones se puede cantar:

1. El Viñador (CLN 1ª Ed. 411)

Por los caminos sedientos de luz levantándose antes que el sol, hacia los campos que lejos están muy temprano se va el viñador.

No se detiene en su caminar, no le asusta la sed y el calor.

Hay una viña que quiere cuidar una viña que es todo su amor.

R/. Dios es tu amigo, el viñador, el que te cuida de sol a sol.

Dios es tu amigo, el viñador, el que te pide frutos de amor.

Él te protege con un valladar levantado en tu derredor, quita del alma las piedras del mal y ha elegido la cepa mejor.

Limpia los surcos con todo su afán y los riega con su sangre y su dolor.

Dime si puede hacer algo más de su viña el viñador. R/.

Por los caminos sedientos de luz levantándose antes que el sol, hacia los campos que lejos están muy temprano se va el viñador.

Sólo racimos de amargo sabor, ha encontrado en tu corazón.

Dime si puede esperar algo más de su viña el viñador. R/.

2. Sí, me levantaré (CLN. 107).

R/. Sí, me levantaré, volveré junto a mi padre.

A tí, Señor, elevo mi alma, Tú eres mi Dios y mi salvador. R/.

Mira mi angustia, mira mi pena, dame la gracia de tu perdón. R/.

Mi corazón busca tu rostro, oye mi voz, Señor, ten piedad. R/.

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A tí, Señor, te invoco y te llamo, Tú eres mi roca, oye mi voz. R/.

No pongas fin a tu ternura, haz que me guarde siempre tu amor. R/.

Sana mi alma y mi corazón porque pequé, Señor, contra ti. R/.

3. Gustad y ved (Salmo 102) (CLN 518)

R/. Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él. (bis)

Bendice, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía al Señor y no olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos.

El Señor es compasivo y bondadoso, no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestras culpas ni nos paga según nuestros pecados. R/.

Como se eleva el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente amor por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, y se acuerda de que somos barro. R/.

El hombre dura lo que la hierba y florece como flor del campo, que el viento la roza y ya no existe, su terreno no volver a verla.

Pero el amor del Señor dura siempre, su justicia de hijos a nietos; para aquellos que guardan su alianza y recitan y cumplen sus mandatos. R/.

Acción de gracias

Y ahora, con el cántico de la Virgen María, demos gracias a Dios Padre por la gracia de su perdón.

Se aconseja cantar el “Magnificat” en alguna de sus versiones (“El Señor hizo en mí maravillas”, “Mi alma glorifica al Señor mi Dios...”) himno de alabanza al Padre, junto con la ofrenda del incienso alrededor del altar. El presidente concluye la acción de gracias diciendo:

Dios omnipotente y misericordioso, que de modo admirable creaste al hombre y más admirablemente aún lo redimiste; que no abandonas al pecador, sino que lo acompañas con amor paternal.

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Para la PARROqUIA

Para mí la vida es Cristo

Tú enviaste a tu Hijo al mundo para destruir, con su pasión, el pecado y la muerte y para devolvernos, con su resurrección, la vida y la alegría.

Tú has derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones para hacernos herederos e hijos tuyos.

Tú nos renuevas constantemente con los sacramentos de salvación para liberarnos de la servidumbre del pecado y transformarnos, de día en día, en una imagen, cada vez más perfecta, de tu Hijo amado.

Te damos gracias por las maravillas de tu misericordia y te alabamos con toda la Iglesia cantando para ti un cántico nuevo con nuestros labios, nuestro corazón y nuestras obras.

A ti la gloria por Cristo en el Espíritu Santo, ahora y por siempre. R/. Amén.

Intercambio del gesto de paz

Regenerados por el perdón del Padre, intercambiad un signo de comunión fraterna.

ConclusiónBendición final y despedida

Antes de la bendición y la despedida, se puede sugerir, además de la “penitencia” personal, una obra penitencial común de caridad que realizar como signo que actualiza la conversión.

El Señor esté con vosotros. R/. Y con tu espíritu.

El Dios del amor y de la misericordia os haga concordes en la caridad y os establezca en la paz.R/. Amén.

Y la bendición de Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.R/. Amén.

El Señor os ha perdonado. Podéis ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.

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Cuaresma-Pascua2013

Para el COLEGIO

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Vía FideiPara el presente curso en el que la Iglesia universal es in-vitada a tomar conciencia de la riqueza de la fe que posee proponemos, al estilo del conocido Vía Crucis, una cele-bración, Vía Fidei, siguiendo la vida de Jesús. Sabemos que todos los acontecimientos de su vida son signos que nos alcanzan HOY.

Celebrarlos, escuchando su Palabra y uniéndonos en ora-ción, es un modo de dejar que la vida de Jesús se derrame en nosotros y nos haga crecer en nuestra comunión con Él, dejando que la misma acción de Dios en Él nos alcance HOY.

Este material va dirigido a toda la comunidad escolar. Atendiendo a la madurez de los alumnos/as la propuesta de infantil se puede utilizar si los maestros, así lo consi-deran en el primer ciclo de primaria, igual que los de pri-maria se pueden utilizar en los dos primeros cursos de secundaria.

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Para el COlEgIO

Para mí la vida es Cristo

La ESTRUCTURA de los materiales es la siguiente:

En primer lugar vais a encontrar el enunciado completo de las seis estaciones, que configuran el camino de fe de Jesús. A continuación, un cuadro por etapa, donde te-néis:

1.- El enunciado de cada estación.

2.- Una cita bíblica que concreta y apoya esa esta-ción.

3.- Una propuesta concreta para desarrollar en el aula: en infantil y primaria os proponemos dos gestos, dos símbolos y dos reflexiones. Además en la etapa de secundaria, los gestos y los símbo-los concluirán con una reflexión.

4.- Por último cada estación finalizará con una ora-ción.

Temporalización

Podéis elegir tres formas de llevarlo a cabo con vuestros alumnos; semanal, trabajáis con vuestros alumnos una estación cada semana (cubriendo así las 6 semanas de Cuaresma); diario, celebráis una estación cada día finali-zando Vía Fidei en 6 días; o Vía Crucis, las seis estaciones en un día.

1ª estación: Jesús nace en Belén. Gracias a la volun-tad de Dios de querer acercarse al máximo a cada hombre y a la obediencia de una mujer, MARÍA, que acepta colaborar en este acontecimiento.

2ª estación: El niño Jesús con su familia en el tem-plo. Descubrirnos acompañados y cuidados por Dios Padre.

3ª estación: Jesús vive con el Padre y nos enseña la alegría que tiene cuando nosotros volvemos a casa y nos reconciliamos con Él.

4ª estación: El Tabor: Jesús nos enseña el tesoro es-condido en su vida y en la nuestra, DIOS.

5ª estación: Unidos a su presencia en nosotros po-demos amar como Él ama. Hasta el extremo. La última cena, su entrega hasta la cruz. De la muer-te nace vida.

6ª estación: Colaboradores con su misma misión. Servir a cada hombre con su amor.

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Para mí la vida es Cristo

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Etapa Infantil

PropuestaEstación Lecturas

1ª Estación: Jesús nace en Belén

2ª Estación: El niño Jesús con su familia en el templo

3ª Estación: Jesús se alegra cuan-do estamos con Él

El acontecimiento: Lc 2,1-14: el nacimiento de Jesús fue así…

Lc 2,41-49: Ocupado en las cosas de mi Padre…

Mc 10,13-16: Jesús, como su Padre le enseña, bendice a los niños...

SÍMBOLO: Poner el nacimiento y que los niños, ordenadamente y en silencio vayan pasando a besar al niño Jesús.

GESTO: Oración guiada; los niños estarán en silencio mientras el pro-fesor, durante un minuto, irá dicien-do y enseñando imágenes de dón-de vive Jesús (parroquia, sagrario, en la familia cuando rezan juntos, en nosotros). Cuando terminen de ver las imágenes, cerrarán los ojos, y les decimos que piensen en algo que le quieran decir a Jesús.

GESTO: Un presbítero, o un adulto bendecirá a cada niño con la impo-sición de manos diciendo “El Señor te bendiga y te guarde siempre”.

Oración

Oración: Dios te salve María, llena de gracia…

Oración: Canto: El amor del Señor es tan maravilloso.

Oración: Mt 11,25:… «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños...

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Para el COlEgIO

Para mí la vida es Cristo

4ª Estación: Jesús nos enseña el tesoro escondido

Mt 13,44-46: Porque el reino de Dios es un tesoro escondido, una perla preciosa de gran valor… y un grano de mostaza que Dios hace crecer en lo escondido…

SÍMBOLO: Les enseñamos una se-milla de mostaza y la plantamos, la dejamos en la capilla para que los niños vean cómo crece y observen el misterio: como algo muy pe-queño se transforma en vida. Les mostraremos un fotograma del arbusto en el que se convierte el pequeño grano de mostaza.

Oración: El Magnificat: Proclama mi alma la grandeza del Señor…

Puede ser cantado.

PropuestaEstación Lecturas

5ª Estación: Como Jesús me quiere, yo te puedo querer a ti

6ª Estación: Somos amigos de Jesús porque alguien nos ha hablado de Él

Jn 6,35: Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

Jn 20,21: Como el Padre me envió yo también os envío a vosotros...

REFLEXIÓN: Cuando llegas a casa después del colegio, ¿a qué tienes mucha hambre? ¿Qué haces cuan-do tienes hambre? ¿Y se te pasa el hambre? ¿Verdad que al rato vuel-ves a tener hambre? ¿Necesitas volver a comer? Entonces les ex-plicamos que Jesús es un alimento especial con el que no volverán a tener hambre, hambre de ser feli-ces, hambre de sentirnos queridos, porque Jesús lo colma.

REFLEXIÓN:¿Quién te habla de Jesús en casa? ¿Y en la escuela? ¿Y en la parro-quia? Explicar que la misión de esas personas es que cada niño co-nozca a Jesús.

Oración

Oración: Padre Nuestro que estás en los cielos...

www.youtube.com/watch?v=ohs3c9t1xB4

Oración: Habla Jesús, yo te escucho.

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Etapa Primaria

PropuestaEstación Lecturas

1ª Estación: Jesús nace en Belén. María acepta colaborar en este acontecimiento

2ª Estación: El niño Jesús con su familia en el templo. Dios nos cuida igual que nuestra familia

4ª Estación: Jesús nos enseña el tesoro escondido, Dios

3ª Estación: Jesús se alegra cuan-do nos reconciliamos con Él

El acontecimiento: Lc 2,1-14: el nacimiento de Jesús fue así… Lc 2,13-20: Reconocimiento de los ángeles y adoración de los pastores.

Lc 2,41-49: Ocupado en las cosas de mi Padre…

Mt 13,44-46: Porque el reino de Dios es un tesoro escondido, una perla preciosa de gran valor… y un grano de mostaza que Dios hace crecer en lo escondido…

Lc 15,4-7: La oveja encontrada…

SÍMBOLO: Normalmente para dar gracias a la Virgen, lo hacemos ofreciéndole flores. En esta oca-sión cada niño, ante la figura de la Virgen, le dará las gracias por algo concreto.

GESTO: Igual que Jesús cuida de mi familia, mis padres también cuidan de mi. Durante esta sema-na cuidar a un compañero.

SÍMBOLO: Ponemos en clase dos macetas, en una de ellas indica que hay un tesoro, en la otra nada. Les hacemos reflexionar: ¿qué ma-cetas elegirías? ¿Aunque no co-nozcas qué tesoro es? Un tesoro siempre es bueno. Para llegar al tesoro hay que buscarlo. Y una vez lo encuentras hay que cuidarlo.

GESTO: Jesús se alegra cuando es-tamos con Él, cerca de Él. Si estás enfadado con alguien estás lejos de Jesús. Para estar todos cerca de Jesús nos daremos la Paz

Oración

Oración: Dios te salve María, llena de gracia…

Oración: Salmo 84: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!…

Oración: Salmo 84: El Magnificat: Proclama mi alma la grandeza del Señor…

Puede ser cantado.

Oración: Señor no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme.

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Para el COlEgIO

Para mí la vida es Cristo

5ª Estación: Al lado de Dios puedo amar al otro

Jn 13,1ss. El lavatorio de los pies, su entrega es para que tengamos vida suficiente para llegar a hacer lo mismo…

REFLEXIÓN: ¿Verdad que cuando te enfadas con alguien no te ape-tece jugar con él, te cuesta mucho hablarle, estar cerca suyo? ¿Ver-dad que te encuentras mal durante este tiempo ¿Sabes por qué? Por-que te pareces a Jesús, y Él siem-pre quiere a todo el mundo. Jesús nunca se enfada contigo. Su amor es siempre el mismo.

REFLEXIÓN:1ª lectura: ¿Qué es la Buena No-ticia? ¿Cómo te sientes cuando te dan una Buena Noticia? ¿Qué per-sona en la parroquia te habla de Jesús?2ª lectura: Y tú, ¿con quién hablas de Jesús? La misión de esa persona es que tú hayas conocido a Jesús.

Oración: Cogidos de la mano, rezamos el Padre Nuestro que estás en los cielos.

Oración: Habla Señor que tu siervo escucha. Aquí estoy porque tú me has llamado.

PropuestaEstación Lecturas

6ª Estación: Todos participamos de la misión de Jesús

Jn 6,35:

Lc 4,14-22: Lleno del Éspíritu Santo, actualiza la misión que el Padre le encomendó. El Espíritu Santo está sobre mí porque me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres… Hoy se cumple esta profecía ante vuestros ojos… Jn 20,21: Como el Padre me envió yo también os envío a vosotros...

Oración

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Etapa Secundaria

PropuestaEstación Lecturas

1ª Estación: Jesús nace en Belén. Gracias a la voluntad de Dios de querer acercarse al máximo a cada hombre y a la obediencia de una mujer, MARÍA, que acepta colaborar en este acontecimiento

Las profecías: Is 62,1-5: Por el amor que tengo al pueblo no he de callar… (hasta que me conozcan todos) Is 9,1-6: Porque un niño nos ha nacido, un niño se nos ha dado y es su nombre: maravilla de consejero, siempre fiel, príncipe de la paz… El acontecimiento: Lc 2,1-14: el nacimiento de Jesús fue así… Lc 2,13-20: Reconocimiento de los ángeles y adoración de los pastores. El testimonio: Tito 2,11-14: Porque se ha hecho visible la bondad de Dios… Tito 3,4-7: Pero ahora se ha hecho patente la bondad y el inmenso amor que Dios nos tiene… Juan 1,12-14: la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros…

SÍMBOLO: Ante la figura del niño Jesús, dos alumnos de cada clase depositarán una cartulina donde aparecen escritas las profecías so-bre Jesús:

-un niño nos ha nacido-un niño se nos ha dado-maravilla de consejero-siempre fiel-príncipe de la paz

REFLEXIÓN: Las profecías se han cumplido en Jesús. Quienes re-cibieron la noticia, los pastores, ¿cómo la acogieron? Con alegría, con incredulidad.. ¿Y tú? ¿Cómo quieres acogerlo? ¿Crees que esta noticia también es para ti? ¿Qué crees que te promete Dios para tu vida?

Oración

Oración: Dios te salve María, llena de gracia…

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Para el COlEgIO

Para mí la vida es Cristo

2ª Estación: El niño Jesús con su familia en el templo. Descubrirnos acompañados y cuidados por Dios Padre

Jn 1,35-42. Maestro ¿dónde moras? Venid y lo veréis… fueron y se quedaron con él aquel día…

GESTO: Durante un minuto de ora-ción silenciosa guiada por el profe-sor, les hablará acerca de dónde habita Dios, en nuestro cuerpo, en nuestra familia cuando reza unida, en la Iglesia, en el sagrario, en los sacramentos.REFLEXIÓN: ¿Cuál es tu lugar de encuentro con Dios?

GESTO: Tener un gesto con esa per-sona con la que tienes un juicio, si tie-nes algo que te enfrenta con alguien y reconciliarte. Para estar todos cer-ca de Dios nos daremos la Paz.REFLEXIÓN: Jesús siempre nos perdona. ¿Quieres aprender de Él? ¿Vale la pena?

SÍMBOLO: ante la cruz, cada alumno se acerca con una velita encendida, símbolo de la Gloria de Jesús (apa-rentemente fracaso, que se transfor-ma en vida, luz para el mundo).REFLEXIÓN: ¿A quién le confías tus problemas o conflictos? ¿A quién es-cuchas?

Oración: Salmo 84: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! …

Oración: 1 Tim 1,12-17 “Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, que me ha fortalecido…”

Oración: El Magnificat: Procla-ma mi alma la grande-za del Señor…Puede ser cantado.

PropuestaEstación Lecturas

3ª Estación: Jesús vive con el Padre y nos enseña la alegría que tiene cuando nosotros volvemos a casa y nos reconciliamos con Él

4ª Estación: el Tabor: Jesús nos enseña el tesoro escondido en su vida y en la nuestra, DIOS

Is 66,12-14: Porque así dice el Señor: Yo haré correr hacia ella como un río la paz… amamantarán en su brazo a las criaturas y las acariciarán sobre las rodillas…

Mc 9,2-8: La Transfiguración… resplandor de la belleza de Dios…

Oración

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Para mí la vida es Cristo

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5ª Estación: Sólo podemos amar si descubrimos que Dios nos ama gratis

Col 3,12-17: Sois elegidos de Dios, pueblo suyo y objeto de su amor; revestíos, pues, de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia…

REFLEXIÓN: ¿Verdad que cuando le das o prestas alguna cosa a un compañero, amigo espera que le devuelva el favor? El Amor de Dios es gratis, no pide nada a cambio, al contrario, todo lo soporta, todo lo cree y todo lo espera. ¿Cómo pre-fieres el Amor, gratuito o que pida algo a cambio?

REFLEXIÓN: Buscar varias misio-nes concretas (vocaciones, Cáritas, misiones) que el profesor explicará brevemente y rezar por ellas.¿Cuál crees que es tu Misión?

Oración: Padre Nuestro que estás en los cielos www.youtube.com/watch?v=ohs3c9t1xB4

Oración: Habla Señor que tu siervo escucha. Aquí estoy porque tú me has llamado.

PropuestaEstación Lecturas

6ª Estación: Todos participamos de la misión de Jesús, anunciándolo por todo el mundo

Rom 10,10-15: …Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame? Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: Qué bueno es ver los pasos de los que traen buenas noticias. Is 52,7-8: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero de Dios…!

Oración

Etapa Secundaria

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Propuesta de CANTOS

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Los cantos que proponemos se pueden encontrar en:

– Cantoral Litúrgico Nacional (Coeditores Litúrgicos). Secretariado Nacional de Liturgia. Madrid (CLN).

– Cantoral de Misa Dominical (Centre de Pastoral Litúrgica). Barcelona (MD).

– Cantate Domino (Parròquia Sant Jaume Apòstol). Algemesí (Valencia) (CD).

El Animador puede elegir el canto que considere más apropiado. Téngase en cuenta que en el criterio de la selección debe tenerse en consideración el texto del canto (o cantos), más que la música.

Si no se conoce la música se puede buscar la partitura: los tres cancio-neros que proponemos tienen edición de sólo letra y también de parti-tura y texto. El Cantoral MD en edición musical va acompañado de un CD, con sólo acompañamiento, que puede ayudar a cantar.

Como último recurso se puede utilizar el texto del canto elegido sin can-tar, a modo de oración común.

Propuesta de CANTOS

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Propuesta de CAntOS

Para mí la vida es Cristo

A Ti levanto mis ojos CD: 31 Camina, pueblo de Dios CD: 47 ¿Cómo le cantaré al Señor? CD: 66 Compadiu–vos de mi, Déu meu – Salm 50 CD: 67 Cristo, por nosotros, se sometió / Crist es féu per nosaltres CD: 76 CLN: D35 MD: 128Dios es fiel CD: 93 CLN: 117 MD: 337-1El camí que féu Jesús CD: 99 El Señor es mi fuerza MD: 47El Señor es mi luz y mi salvación – Salmo 26 CD: 104 CLN: 505En Dios pongo mi esperanza CD: 110 MD: 104Éste es el tiempo en que llegas CD: 115 CLN: 657 Excelso Creador del universo CD: 121 Levanto mis ojos a los montes – Salmo 120 CD: 160 CLN: 524 MD: 240Llorando los pecados CD: 168 CLN: 110 MD: 339-2Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 MD: 343Nos has llamado al desierto CD: 178 MD: 332-1Perdona a tu Pueblo, Señor CD: 198 CLN: 104 MD: 339-1Piedad, Señor, hemos pecado – Salmo 50 CD: 200 Pequeñas aclaraciones / Cuando el pobre nada tiene CD: 78 CLN: 725 MD: 45Con vosotros está / ¿Le conocéis? CLN: 723 MD: 43Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 MD: 12Senyor, no ens deixes / Grande es tu ternura CD: 229 MD: 341-1Sí, me levantaré CD: 240 CLN: 107 MD: 321-1Donde hay caridad y amor CD: 95 MD: 179Vell pelegrí / Errante voy, soy peregrino CD: 274 CLN: 715 MD: 38

Cantos para la Cuaresma

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Para mí la vida es Cristo

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¡Victoria! ¡Tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 MD: 334Vós sou, Senyor, la llum del meu cor CD: 287 ¡Oh rostro ensangrentado! ¡Oh testa lacerada! CD: 188 CLN: 102 MD: 338Por valles y aldeas MD: 17-1Ved la Cruz de salvación CLN: 103 MD: 335-1Perdón, oh Dios mío CLN: 105 MD: 332-2Ten piedad de mí CLN: 108 Dame tu perdón / Ten piedad, Dios mío CLN: 111 Acuérdate, Señor CLN: 113 Ten piedad, Señor CLN: 114 Te pedimos perdón CLN: 116 El mandato / Os doy un mandato nuevo CLN: 152 Os doy un nuevo mandato CLN: 153 Pueblo mío CLN: 154 MD: 346A la hora de nona / Por nuestro amor murió el Señor CLN: 155 Oh cruz, te adoramos CLN: 156 MD: 347-1Me invocará y lo escucharé MD: 331-1Hosanna al Hijo de David MD: 333Perdónanos nuestras culpas CLN: 115 MD: 341-2Oh Cruz fiel y venerable MD: 347-2Sube el Nazareno MD: 349Os doy un nuevo mandato MD: 350Cristo nos da la libertad MD: 94Vienen con alegría, Señor CLN: 728 MD: 65

Cantos para la Cuaresma

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Propuesta de CAntOS

Para mí la vida es Cristo

Acuérdate de Jesucristo CD: 3 CLN: 202 MD: 352-1Alegre la mañana que nos habla de Ti CD: 14 MD: 99Alegrémonos, hermanos MD: 360Alegría, alegría, alegría CD: 15 Alegrémonos, hermanos CLN: 215 MD: 360¡Aleluya, aleluya! Es la fiesta del Señor CD: 18 ¡Aleluya! Mujeres santas MD: 354-1Canta aleluya al Señor CD: 49 Canta con júbilo / Éste es el día esperado CLN: 219 MD: 369Cantad al Señor MD: 365Como el grano de trigo CD: 65 CLN: 212 Cristo, alegría del mundo CLN: 654 MD: 370Cristo resucitó CLN: 218 MD: 351-1Cristo resucitó MD: 368Danos, Señor, un corazón nuevo / La alianza nueva CD: 79 CLN: 253 MD: 371El Señor os dará su Espíritu Santo MD: 375-1El Señor resucitó MD: 354-2El Señor resucitó MD: 356-1El Señor vive MD: 357-1En la mañana de Resurrección CD: 112 Envía, Señor, tu Espíritu / Envía tu Espíritu CLN: 254 MD: 373Éste es el día en que actuó el Señor – Salmo 117 CD: 114 CLN: 522 MD: 224Gloria, Aleluya CLN: 716 MD: 56Hacia ti, morada santa CD: 133 CLN: O16 MD: 49-1Jerusalem, glorifica el Senyor – Salm 147 CD: 142

Cantos para la Pascua

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3

Para mí la vida es Cristo

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Jesús, nuestra Pascua CD: 144 CLN: 216 MD: 367La fiesta del Señor MD: 362-2La Vida venció a la muerte MD: 364L’Esperit de Déu ompli l’univers CD: 158 L’Espérit del Senyor vindrá a volsaltres CD: 159 Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 MD: 343Nuestra Pascua inmolada CD: 179 CLN: 203 MD: 351-2¡Oh luz gozosa! CD: 183 CLN: 653 MD: 8-1Oh, Señor, envía tu Espíritu CD: 186 CLN: 252 MD: 372Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 MD: 12Pueblos todos, batid palmas CD: 205 Regína Caeli, laetáre CD: 215 CLN: 303 MD: 392Resucitó el Señor MD: 353-2¡Resucitó, resucitó! CD: 217 CLN: 208 MD: 362-1Resurrección MD: 358Se despertó la vida MD: 353-1Señor, Dios nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre! – Salmo 8 CD: 233 CLN: 501 MD: 211Señor, Tú has vencido a la muerte CD: 236 Te conocimos al partir el pan CD: 248 CLN: O25 MD: 178Una nueva vida, tu misma vida CD: 266 CLN: 426 MD: 21Un cántico nuevo MD: 357-2Un solo Señor CD: 271 CLN: 708 MD: 5-1¡Victoria!, ¡tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 MD: 334Vive con nosotros MD: 356-2Yo soy el pan de vida CD: 288

Cantos para la Pascua

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El monasterio de Cuaresma

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Para mí la vida es Cristo

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En este tiempo de Cuaresma y Pascua, tiempo de desierto y contemplación, se nos propone un recorrido por un monasterio virtual.

A través de Internet, en las páginas web www.archivalencia.org y www.idrvalencia.org, encontraremos una ilustración que recrea un monasterio. Podremos recorrer sus distintas estancias en las que encontraremos propuestas para vivir en profundidad este tiempo de salvación.

El monasterio de CUARESMA

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