crónicas de guerra

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Para contar la guerra

CRÓNICASDE GUERRA

A Sandra, Jeannette, Macelita, Abril y Michelle, mi mayor tesoro.

A Don Enrique y Fabricio, por el hogar donde nacieron estas crónicas.

A Janet, por el descubrimiento.

A Eduardo por la amistad y la pasión por el periodismo.

A Manuel Meléndez, el maestro.

Marvin Galeas

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Marvin Galeas es un columnista atípico. Sus temas, enfoques y lenguaje son inusuales en el periodismo salvadoreño. Suele escribir en primera persona y lo que dice genera debate. Hay quienes no están de acuerdo con sus conclusiones, pero ninguno puede afirmar que lo que cuenta es mentira. Por otra parte, tampoco es extraño que algunos de sus textos sean recortados, enmarcados y colgados en las paredes de oficinas, talleres, mercados y casas particulares. Las historias que suele contar, y la forma en que lo hace, tocan fibras profundas de la memoria y la sensibilidad. Las más entrañables tienen que ver con la guerra.

Pero Marvin sabe que la mera narración de una sucesión de combates, por muy intensa que sea, no pasa de registro oficioso si no se tensa la prosa periodística hasta la frontera de la literatura. Como el viejo Homero, sabe que detrás de cada arma hay un muchacho o una muchacha con sus historias de amor y de desencuentros, sus temores y esperanzas, sus dudas y nostalgias, sus recuerdos.

Y, como el poeta Roque Dalton, cree que, en última instancia, un soldado no es más que un uniforme lleno de suspiros. Marvin está consciente de que el lenguaje frío, puramente denotativo, es demasiado estrecho para comunicar los casi infinitos matices

Prólogo

PRÓLOGO

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Prólogo

de la pasión y los sentimientos involucrados en la batalla. Por eso en la construcción de sus frases y en la estructura de sus historias hay, a veces sin que sea evidente y con una prudente economía, encadenamientos de endecasílabos, aliteraciones y encabalgamientos, metáforas, imágenes y otros recursos propios de la alta poesía. Pero también hay ecos de la cadencia sonora y de la atmósfera sentimental de los boleros, de los giros propios del comic, de la calle y de los evangelios. Así es como cuenta y canta la guerra. Esa es su particularidad, el sello de sus crónicas.

Juan Villoro, ese joven maestro del más expresivo de los géneros periodísticos, ha definido inmejorablemente la crónica como “literatura bajo presión”. Es evidente que Marvin comparte ese juicio. Y así, al relato de una muerte o de un encuentro amoroso, de una fuga nocturna y sigilosa por entre las filas enemigas, o del famoso “minuto loco” en el que se condensa todo el volumen de fuego y el punto máximo de la voluntad de combate, suele sumar olores, colores, texturas, climas, actitudes corporales y expresiones faciales como elementos rigurosamente contextuales que, trascendiendo el nivel puramente informativo, ritman y ahondan el suceso referido.

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Prólogo

Marvin Galeas vivió diez años pegado al mando guerrillero del frente estratégico de la guerra civil salvadoreña. Pero no fue un comandante, y en términos estrictos tampoco fue un combatiente. Aunque portaba un fusil y estaba expuesto al poderoso volumen de fuego de un ejército armado, entrenado y financiado por los Estados Unidos, su trabajo era periodístico y estuvo siempre ligado a la ya legendaria Radio Venceremos, que emitía su señal desde las montañas de Morazán. Esa Radio jugó un papel de primera importancia. No sólo porque informaba, orientaba, agitaba y moralizaba a los combatientes revolucionarios en todo el país, sino, sobre todo, porque al no poder silenciarla, el ejército gubernamental no podía sustentar su afirmación de que estaba ganando la batalla.

Precisamente por eso es que la captura o el aniquilamiento del personal de la Venceremos se volvió una obsesión para los militares. Precisamente por eso es que la radio se movía junto a la comandancia insurgente y a las comunicaciones estratégicas.

Marvin estuvo ahí, en ese punto donde se concentraba la información vital de la guerra, celosamente resguardado y también obsesivamente acosado. En todo caso, un lugar de privilegio que hacía posible una visión panorámica de los acontecimientos. No

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Prólogo

sólo la evolución de las grandes batallas, no sólo el conocimiento inmediato y de primera mano de las más importantes decisiones políticas. También la vivencia cotidiana de los jefes y los combatientes en los campamentos y en los momentos de pausa. Todo eso que no está en los himnos, ni en los partes de guerra. Eso que nace y muere en el día a día, y que irremediablemente se pierde si no hay una pluma elocuente que lo consigne para la historia.

El individuo en guerra, signado siempre por la proximidad del momento en que se mata o se muere, expresa lo mejor y lo peor de sí mismo. Contra la inercia de quienes han optado por relatar exclusivamente la cara heróica de la gesta insurgente, y el lado oscuro del adversario, Marvin se esfuerza por encontrar ese punto en que ambos extremos se funden, más allá de los fines perseguidos y de las ideologías, en la universal condición humana expuesta a esa situación límite en que todo, incluso la moral y la ética, se relativizan.

Estas páginas han sido escritas por alguien que odia la guerra precisamente porque la experimentó en carne propia. No hay aquí la menor concesión a esa perversa creencia de que toda acción, cualquiera que sea, está de antemano justificada por la supuesta nobleza de la causa que se defiende. O al contrario: de que todo lo que se hace en la trinchera adversaria es malo por definición. Este punto de vista incomoda

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Prólogo

a muchos, es cierto. Pero es que la verdad misma es incómoda, y decirla sin ambigüedades tiene su riesgo. Pero también tiene sus compensaciones. El cariño de muchos lectores, por ejemplo. Las mañanas de los jueves son especiales para mí. Antes que el desayuno o cualquier otra cosa tomo el periódico y busco con cierta ansiedad la columna de Marvin. Sé que es un ritual que comparto con muchísimos compatriotas. Y cada jueves se refrenda mi cariño y mi admiración por ese periodista que tiene el poder de conmoverme con sus relatos, y que es mi hermano mayor y mi principal referente en los avatares del oficio periodístico.

Geovani Galeas

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ÍNDICE

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Índice

Crónicas de Guerra

Vuelta a Casa ................................................. 17

Adiós a las Armas I ....................................... 21

Adiós a las Armas II ..................................... 25

La Sangre de los Pericas ................................ 30

El Fusilamiento de Miguel Ramírez ............. 33

Fuego desde el Cielo I .................................... 36

Fuego desde el Cielo II .................................. 40

Crónica de una Guerrilla I ........................... 44

Crónica de una Guerrilla II .......................... 49

Crónica de una Guerrilla III ........................ 53

Crónica de una Guerrilla IV ......................... 58

Crónica de una Guerrilla V ........................... 63

Crónica de una Guerrilla VI ......................... 70

Los Quince Años de Marinita ....................... 73

Pág.

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Índice

Crónicas de Guerra

Días de Radio ................................................ 77

Los Tres Mosqueteros .................................... 80

El Cumpleaños del Coronel .......................... 84

Diana La Cazadora ....................................... 88

El Lado Oscuro de la Luna ........................... 93

Los Hermanos de Chiyo ................................ 97

La Novia de Peter Pan .................................... 101

Los Médicos de la Guerra ............................. 106

La Noche de las Luciérnagas ........................ 111

Corazón Partío ............................................... 115

Patria Chiquita Mía ....................................... 118

La Batalla del Moscarrón I ........................... 121

La Batalla del Moscarrón II ......................... 127

La Batalla del Moscarrón III ....................... 132

La Batalla del Moscarrón IV ........................ 137

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Crónicas de Guerra

Índice

Cuando el Heroísmo era Cotidiano .............. 142

Los Aretes que le Faltan a la Luna ............... 146

Las Mujeres de la Guerra .............................. 150

Seis Horas de Angustia I ............................... 154

Seis Horas de Angustia II ............................. 158

Crónica de un Secuestro I ............................. 162

Crónica de un Secuestro II ............................ 166 Crónica de un Secuestro III .......................... 170

La Primera Guerra I ...................................... 175

La Primera Guerra II ..................................... 180

La Primera Guerra III ................................... 185

La Retirada del Guerrero ............................... 190

Diciembre en la Vida ..................................... 194 Los Niños de la Guerra I ............................... 198

Los Niños de la Guerra II ............................. 202

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Índice

Crónicas de Guerra

El Milagro de Maradona .............................. 206

El Último Hippie ........................................... 212

El Chele Rucks y la Guerra ........................... 215

Un “Thriller” Espeluznante .......................... 219

Los Internacionalistas I ................................ 223

Los Internacionalistas II .............................. 227

La Extraña Mujer del Río Sapo .................... 231

El Llano del Muerto ...................................... 235

Crónica de los Paramilitares ......................... 239

El Día que se Firmó la Paz ............................ 242

Respuestas I ................................................... 246

Respuestas II ................................................. 251

La Mala Noche de Valentina ......................... 255

Enciende mi Fuego ........................................ 257

La Virgen de La Candelaria ...........................261

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Índice

Crónicas de Guerra

El Diablo en el Colegio .................................. 265

Aquel Gol del 86 ............................................ 269

Auge y Caída de Lito Bercián ........................ 272

El Pectoral de la Muerte ................................ 276

“San Mago, Patrón del Estadio” ................... 280

El Catedrático de la Zurda ............................ 283

Sed de Poder ................................................... 287

El Año del Gato ............................................. 291

El Zoológico de Cristal .................................. 295

El Café de los Poetas Muertos ....................... 299

El Hombre que no Mató a Fidel Castro ........ 303

Sangre en el Paisaje ....................................... 307

La Última Noche de Plutarco Joya ............... 311

Colombianos en Amsterdam ......................... 315

Historia de una Muchacha ........................... 319

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Índice

Crónicas de Guerra

Regina y Eliseo .............................................. 323

Boleto para el Infierno .................................. 327

Lucerito, Caderas de Fuego ........................... 331 Bolero ............................................................ 335

Tres Libros Rojos ............................................ 339

El Extraño Mundo de los Mediocres ............ 343

Una Mente Brillante ...................................... 347

Fantasma en el Paraíso ................................. 350

La Importancia de Llamarse Pablo .............. 354

La Gran Aventura de Leer ............................. 358

Entre El Quijote y Niurka Desnuda .............. 362

Crónica de la Oficina .................................... 366

El Adiós de los Poetas ................................... 370

El Milagro de las Palabras ............................ 374

El Arte de Escribir ........................................ 378

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Índice

Crónicas de Guerra

Fantasías Animadas ...................................... 382

Nena ............................................................... 384

Raquel Marcela y su Generación................... 389

Fantomas y la Gata sobre el Tejado Ardiente. 393

Las Grandes Letras ........................................ 397

La Camisa Negra ........................................... 401

Una Postal de la Ciudad ................................ 404

Noventa Minutos de Vértigo .......................... 408

Nostalgia por la Salsa ................................... 412 La Casa de los Perla .......................................415

Héroes Anónimos .......................................... 419

Algo Personal ................................................. 422

Las Tristísimas Muertes de Pancho y Corina.. 426

El Nombre de mi Hija.................................... 430

El Señor de los Relojes .................................. 435

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Índice

Crónicas de Guerra

La Vida sin Blacky .........................................440

La Maestría de Sandra .................................. 443

Carta Abierta a Jeannette Mercedes .............. 447 Mensaje en una Botella ................................. 452

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17Vuelta a casa

Como Ulises “El Astuto”, después de 20 años de guerra y de rondar por el mundo, he vuelto a casa. Sólo que no soy un héroe ni me estaba esperando ningún perro llamado Argoz. Ni había ninguna Penélope tejiendo y destejiendo para entretener por toda una eternidad a los pretendientes.

A Ulises le tocaron 10 años de guerra y otros 10 perdido por esos caminos de Dios, entre cíclopes terribles y sirenas encantadoras de hombres, que no lo dejaban marchar (al menos ese cuento le echó a Penélope). A mí me tocaron también los 10 años de guerra y los otros 10 me los pasé enredado en islotes de clanes indescifrables, encantadores de serpientes, saltimbanquis y prestidigitadores. No muy diferentes en cuanto a lo mítico, a los cíclopes y sirenas de Ulises.

Pero, como Ulises, he vuelto a casa. A diferencia del héroe de Ítaca, yo no protagonicé ninguna gran batalla ni inventé trampas para aniquilar al enemigo. La guerra sólo la presencié. Muy de cerca, eso sí. Oí los gritos pavorosos de los heridos en los improvisados hospitales entre la maleza. Sentí el olor de la sangre caliente derramándose hacia el infierno. Conocí una clase de miedo que jamás en mi vida he vuelto a sentir.

VUELTA A CASA

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Vuelta a casa

Vi en otros ojos la mirada del convencido, del que destruye las fronteras entre el amor y el odio y que marcha hacia la muerte inevitable, en pos de un ideal que resultó ser de pacotilla.

Los viejos héroes han engordado, no conducen a ningún pueblo a los ríos de leche y miel, no son vanguardia de nada, les molesta que les hablen de aquellos a los que persuadieron para dar la vida “por la justicia social” y que hoy, olvidados de todos, chapalean en la miseria y la tristeza.

“Es que la guerra no la hicimos por proyectos personales, sino para ayudar al país”. Es fácil decirlo desde el aire acondicionado. Difícil de comprenderlo en el ranchito de la desesperanza. Los viejos héroes han perdido el estilo.

Se convencieron, no sin amarguras y frustraciones, que no serán los Kadafis ni los Kim Il-sung de por estos lados (gracias a Dios). Ahora se mal matan por un puestecillo de elección popular, un cargo en el partido o alguna “oenegé” desperdigada.

Los imagino en esas noches de luna llena con esa interrogante en la cabeza que molesta como una espina en el zapato. ¿Valieron la pena el muerterío y la devastación? Yo me la respondí hace rato. Definitivamente no. El costo en vidas causado por la prédica del fanatismo, la utopía y el odio hace que

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Vuelta a casa

el vaquero de la publicidad de Marlboro parezca un benefactor de la humanidad. Pero he vuelto a casa. Algo trasquilado, pero contento porque puedo besar a la Penélope que tuve la fortuna de encontrar en el camino. Por las hijas inventadas a golpe de amor y de ternura. Por la felicidad que hay en las cosas simples de la vida. Por los nuevos amigos que abren su corazón como casas de muchas ventanas.

¿Qué anda haciendo uno de simple mortal metido en cosas de luchadores por el poder a toda costa, diestros en la conspiración, duchos en la brutalidad y la componenda, expertos en la destrucción de puentes y sentimientos? De regreso a lo mío, muy lejos de los fríos pasillos de la táctica y la estrategia.

Vivir del trabajo cotidiano y de esta pasión por el periodismo, emocionarme hasta el infinito por un gol de la selección nacional de fútbol y por las buenas notas que en matemáticas obtuvieron las niñas.

Ulises “El Astuto” regresó a casa para volver a ser el rey de Ítaca. A preparar la próxima guerra. A vivir los sobresaltos que produce el poder (y los tercos pretendientes de Penélope). Yo regreso definitivamente a casa para celebrar la inmensa alegría que provocan la sonrisa y los besos de mis hijas, resolver los pequeños conflictos de la cotidianidad, enorgullecerse por las cosas bien hechas y enderezar las mal hechas, crecer. Vivir. Los

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Vuelta a casa

días que pasan, hacen que la guerra y el prolongado camino de vuelta a casa, parezcan una mala noche que no debe volver a ocurrir.

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21Adiós a las armas I

La guerra, para mí, terminó en marzo de 1989. Era una noche de verano, llena de brisa suave y de estrellas. Junto a Maravilla y tres guías habíamos caminado varias horas la noche anterior y parte de ese día, por territorio fronterizo hondureño evadiendo las patrullas militares. Estábamos escondidos tras unos arbustos, a unos 150 metros de la carretera hacia Tegucigalpa.

Teníamos una media hora de tensa espera cuando un vehículo se detuvo brevemente en la carretera. Una sombra se bajó y corrió rauda hacia donde estábamos. Era José, el encargado de la estructura clandestina en Honduras. Yo lo había conocido ocho años atrás en Managua, antes de irme para el frente. Traía una pizza y un pollo encebollado. Se los dio a los guías.

Ellos y nosotros teníamos años sin probar un bocado de esas ricas comidas. Se me hizo agua la boca. José nos dijo que el carro regresaría en unos minutos y que nos iba a dar una señal: “encender y apagar las luces tres veces”. Entonces desapareció por donde había venido. Maravilla y yo, al ver la señal, tendríamos que correr agazapados a campo traviesa hasta la carretera y meternos rápidamente en el auto.

Esperamos. Habían pasado unos 20 minutos cuando vimos la señal. Maravilla me dijo que él, como

ADIÓS A LAS ARMAS I

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Adiós a las armas I

caraqueño que era, recordaba totalmente cómo se abría la puerta de un carro y que a lo mejor yo no. De manera que salió corriendo primero. Lo seguí.

Corrimos. Al llegar a la carretera, Maravilla tropezó y cayó redondo al suelo. Desde el suelo y con la barba polvosa, abrió la puerta del carro. Ya adentro me dijo que se acordaba cómo funcionaba una manija, pero que se le había olvidado por completo que las carreteras tienen cunetas. Tenía casi una década de no subirme a un carro. El tibio olor de la tapicería, la gasolina y el aire acondicionado me produjeron una sensación de tranquilidad.

Nos dieron documentos hondureños falsos y una leyenda que memorizamos rápidamente, por si nos paraba un retén militar. Nos acomodamos en el asiento de atrás. De pronto comencé a reírme por la caída de Maravilla. Pero la risa era también nerviosa. Tenía muchos años durmiendo en el suelo y con ropa, con la mochila de almohada, mi radito de música y noticias, y el fusil al lado. Casi una década sin ver un pedazo de hielo ni la luz eléctrica. Casi una década sufriendo aguaceros, bombardeos y reuniones de colectivo.

No podía creer que estaba vivo y fuera del frente de guerra. Estaba súper flaco, pero muy saludable. El ejercicio y el aire puro contrarrestaban los rigores de la guerra. Pensaba en mi familia. En las calles y las luces

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Adiós a las armas I

de una ciudad. En vagar por allí, sin el permanente temor a que un cohete de helicóptero o una bomba de avión me descuartizara como a un pollo. Sin el fusil M-16 como una prolongación del brazo.

Llegamos a Tegucigalpa, a una casa de clase media alta. Allí un matrimonio formado por un par de profesionales nos recibió. Nos mostraron nuestro cuarto: dos camas calientes, con almohadas y frazadas.

Era la primera vez que íbamos a dormir en una cama y no en el suelo. Cuando nos percatamos de que teníamos que dormir sin ropa, no paramos de reírnos. La dueña de la casa nos dio una comida que nos pareció digna de los dioses del Olimpo.

Hasta nos ofreció un trago de whisky. ¡Caracoles! la última vez que habíamos probado licor había sido clandestinamente en 1985, un trago llamado “eructo de tigre” o algo así, fabricado en las sacaderas de la Villa El Rosario. Por poco nos perfora el estómago. La gracia nos había costado un rapapolvo de los comandantes y un plantón de una hora durante una semana.

En Tegucigalpa estuvimos como 20 días, mientras nos preparaban pasaportes falsos. El mío estuvo listo primero. Maravilla tendría que esperar por no sé qué problemas. Mi pasaporte era hondureño, en él me llamaba Julio, tenía los ojos negros y pesaba ciento setenta libras. La verdad es que ni me llamaba

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Adiós a las armas I

así, ni tenía los ojos negros y mucho menos pesaba 170 libras. Pesaba menos de 130. Me dijeron que, si me preguntaban algo en la aduana, dijera que había estado enfermo y que, debido a la enfermedad había enflaquecido y que los ojos se me habían aclarado. No me convenció mucho el argumento. Pero no podía hacer nada. A la frontera de El Espino me fue a dejar una muchacha de unos 23 años, bonita y elegante. Tenía el cabello castaño y revuelto. Cuando dentro del auto el viento le movía el pelo, yo pensaba en un poema de Leonel Rugamas que decía “la rabia de tu pelo”. Ella, durante el camino, me repitió la leyenda para que me la aprendiera: “Yo era un estudiante hondureño de ingeniería que iba para Costa Rica”.

Llevaba instrumentos de dibujo en la maleta de mano. Pero si a alguien en la aduana hondureña se le hubiese ocurrido ponerme a dibujar, por ejemplo un capulín, hubiesen descubierto el fraude. La chica me acompañó durante los trámites en la aduana.

Los agentes, extasiados ante tanta belleza, no me prestaron la más mínima atención. Cuando me sellaron el pasaporte de salida, respiré con alivio.

Ella se despidió. Me quedé solo. Fue en ese momento cuando un oficial me llamó: “Venga, por favor”. Se me enfrió el guarapo y el corazón me dio un vuelco.

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Adiós a las armas II

Fui donde el tipo. El sujeto me dijo: “Aquí ha dejado olvidado su maletín”. Me volvió el alma al esqueleto. Respiré con alivio y crucé, casi corriendo, el puente hasta llegar a la aduana nicaragüense.