creer verdaderamente
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Pr. PEDRO VAN RUITENBURG
CREER
VERDADERAMENTE
52 estudios bíblicos
sobre lo que es creer y lo que no es
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Contenido
Prefacio 5
1. El pecado ha entrado en el mundo a través de un hombre 6
2. No perderse, sino vivir 8
3. Creer no es un trabajo 10
4. La mano de la fe 12
5. Quienquiera que sea 15
6. Solo cree 17
7. Cuando llegó el mandamiento 19
8. ¿Dónde deberíamos comenzar? 22
9. Un corazón nuevo 25
10. Creer en el corazón 26
11. El misterio de la fe 30
12. Creer en lo imposible 32
13. La fe es un don 35
14. Creer en el galardonador 38
15. El temor de Jehová 40
16. Creer es conocer a Dios 43
17. Creer en Dios 46
18. Los demonios creen también 49
19. La fe histórica 51
20. La fe temporal 54
21. La fe en milagros 57
22. La fe verdadera 60
23. La incredulidad es pecado 62
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24. Creer en Cristo 64
25. Creer como un niño 67
26. La fe criticada 69
27. Sin fe todo es pecado 73
28. Creer incondicionalmente 75
29. Trabajando a través del amor 78
30. La fe hace que Cristo sea precioso 80
31. Alegraos con temblor 83
32. Mucha fe 86
33. Poca fe (1) 89
34. Poca fe (2) 91
35. La calidad de la fe 93
36. La fe muerta 96
37. La batalla de fe 99
38. El escudo de fe 102
39. Creer en la oscuridad 105
40. Vivir por fe 108
41. Perseverar en la fe 110
42. Esperamos una mejor y perdurable herencia 112
43. La convicción 114
44. El autor de la fe 116
45. La prueba de la fe 118
46. Persuadir a los hombres a la fe 120
47. En plena certidumbre de la fe 123
48. Llegar a la unidad de la fe 126
49. Ayuda mi incredulidad 129
50. Tu fe conocida en todos los lugares 131
51. ¿Son pocos los que se salvan? 134
52. ¿Hallara fe? 137
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PREFACIO
¿Es ‘creer’ solo asumir que Dios está en algún lugar y que controla mi vida? O, ¿es creer simplemente esperar que pase lo mejor? ¿Cómo se siente creer de verdad? Y, ¿es posible creer de manera incorrecta? La misma Biblia es muy explícita sobre creer, y este libro responde esas preguntas con un lenguaje sencillo. Este libro es para los que están un poco confundidos sobre creer y necesitan una guía bíblica. Cada uno de los 52 mensajes breves del autor, que son de tres páginas o menos, captura la atención del lector rápidamente y lo acerca al meollo del asunto. Con este método directo, simple, cálido y sin rodeos, ‘Creer verdaderamente’ ha ayudado a muchos a entender dónde se encuentran. Algunos han concluido que su fe no era salvadora y se sintieron animados a comenzar su búsqueda por la fe verdadera. Otros fueron nutridos y comprendidos en sus luchas. El lector también encontrará la explicación de muchos versículos bíblicos interesantes y encontrará que incluso los demonios creen, que dudar no siempre es malo y que la Palabra de Dios habla de diferentes tipos de fe.
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Capítulo 1
EL PECADO HA ENTRADO EN EL MUNDO A TRAVÉS DE UN
HOMBRE
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de
uno, los muchos serán constituidos justos.”
(Romanos 5:19)
Había una vez una hija que hablaba con su padre sobre la Biblia.
Ella dijo que era injusto que el pecado de Adán fuera imputado a
todas las personas. Pues, ¿acaso es mi culpa que Adán haya comido
del fruto prohibido? ¿Por qué Dios es tan injusto? Su padre la miró
y le preguntó: ¿Crees que es justo que el mérito de Cristo se
atribuya a los pecadores? ¿No es eso injusto también? ¿Tienes
problemas con eso también? Ella nunca había pensado en eso
antes. Si el uno no es justo, el otro tampoco lo es. Dios organizó la
raza humana de esta manera: un hombre podría llevar a todos en
perdición para que fuera posible que, por la fe en un Hombre,
muchos pudieran ser salvos. Ella nunca lo había visto así antes.
FE EN EL UNO
El pecado de Adán ya nos ha sido imputado, y todos estamos por
naturaleza bajo la maldición de Dios. Por lo tanto, se dice con razón
que (sin el nacimiento nuevo) ya estamos perdidos. Pablo escribe
que el mundo entero está bajo el juicio de Dios (Romanos 3:19b).
Por lo tanto, ¡es tan necesario ser redimido de la ira de Dios por el
Señor Jesucristo!
Pero ¿cómo se convierte Jesucristo en nuestro Salvador? Es por la
fe. La fe es de vital importancia porque se une con Cristo. A través
de la fe, Su obediencia se convierte en nuestra obediencia, Su
sufrimiento en nuestro sufrimiento y Su muerte en nuestra
muerte. Por este motivo no hay ninguna condenación para los que
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están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). ¿Vivimos por propia cuenta
todavía? ¿Estamos bajo la condenación todavía?
VOLVER AL PARAÍSO
Para poder comprender mejor el mérito de Cristo, debemos
regresar al Paraíso. Si no entendemos lo que hizo el primer Adán,
ni siquiera podemos entender la necesidad de un segundo Adán:
Jesucristo. Después de todo, la causa de toda la miseria se
encuentra en la caída. Leemos en Romanos 5:12: “El pecado entró
en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte”.
¡Qué bendición cuando el pecado de Adán se convierte en nuestro
pecado! Tal pecador dice: “Señor, estoy de acuerdo contigo en que
merezco la muerte”. Al experimentar eso, Cristo se vuelve tan
necesario y precioso para nosotros.
LA CONVICCIÓN DURADADERA
La convicción de la maldición que vino sobre nosotros no debe
desvanecerse, sino permanecer viva. Es bueno que los hijos de Dios
nunca olviden de dónde los ha tomado Dios. Este conocimiento
mantiene vivo el milagro y siempre da un nuevo anhelo por Cristo.
La convicción de que somos pecadores mantiene a los hijos de Dios
humildes y los hace recordar a Cristo. Para dar un ejemplo, una
nave bien cargada se sumerge un poco. Tal barco puede usar
muchas velas. Cuanto más lastre hay en el fondo, más estable está
en el agua.
“Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará
en el nombre de Jehová”. (Sofonías 3:12)
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Capítulo 2
NO PERDERSE, SINO VIVIR
“…Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”.
(Juan 3:16b)
Es difícil probar que no hay Dios. Si miras una rosa o ves el
nacimiento de un niño, o si miras las estrellas, Dios es casi tangible
(Hechos 17:27). Es mucho más obvio creer que el mundo fue
creado por Dios en vez de creer que todo haya surgido de una serie
casi infinita de coincidencias. Sin embargo, hay muchos que
interpretan los fósiles de esta manera, afirmando que el ser
humano se ha desarrollado del mundo animal. También
presuponen que la muerte estaba allí antes que el hombre. ¿La
muerte antes que nosotros? Así creen, y el resultado de este
pensamiento es que la muerte no sea un castigo por el pecado y
que realmente no podamos hablar de culpa. Después de todo,
afirman que las personas son el producto de su evolución,
educación y experiencias. Y ¿en este caso, para qué servirá la fe?
LA CAÍDA
La Biblia lo enseña de otra manera. El cielo y la tierra fueron
creados en seis días, y Dios vio que era muy bueno. Adán fue
creado según la imagen del Señor. Se parecía a Dios (aunque solo
en parte). Él tenía conocimiento de Dios y estaba vestido con
justicia y santidad. Adán vivía en la mejor armonía con su Creador,
y la muerte aún era desconocida. Sin embargo, el buen Adán, que
fue creado con libre albedrío, se rebeló contra Dios. Adán había
sido advertido, pero se apartó de Dios. Inmediatamente el mundo
se transformó en un mundo maldito. Adán tenía que morir
entonces, y sin Salvador se perdería para siempre.
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EL CASTIGO
Sin embargo, era la voluntad de Dios redimir al hombre para que
no se perdiera, sino que viviría. Y aquí la fe es tan crucial, pues Juan
3:16 dice: “Todo aquel que en él cree, no se pierda…”. La gran
diferencia entre las personas es si reciben la vida eterna o no. La
Palabra de Dios está claro: será muy difícil sufrir eternamente sin
Dios y bajo la maldición. ¡Nadie ha hablado más sobre el infierno
que el Señor Jesús mismo! Él dice: “Donde el gusano de ellos no
muere, y el fuego nunca se apaga”. (Marcos 9:46) Es el lugar donde
será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:42). El pecado merece
el castigo eterno, porque es pecado contra la majestad suprema de
Dios. ¡Qué terrible es pecar contra un Dios tan bueno y santo! ¡Es
tan ingrata, tan asquerosa, tan insensata y tan repugnante para
Dios! Y la desobediencia tiene consecuencias amargas.
LA SERPIENTE LEVANTADA
Muchos israelitas fueron mordidos por serpientes venenosas y
cayeron al suelo aturdidos y con mucho dolor. Sabían que no
sobrevivirían la picadura. Sin embargo, el Señor dijo a Moisés que
tenía que hacer una serpiente de bronce y colocarla en un palo.
Cualquiera que mirara la serpiente con fe sería salvado. ¡Qué buen
ejemplo es esto! Leemos en Juan 3 que Cristo también fue
levantado en la cruz. Cualquiera que Lo mire para ser salvo por Él
no perecerá, sino que tendrá la vida eterna. ¿Por qué hay tantos
que no Lo miran y aparentemente prefieren perderse? ¿Acaso no
es esto una prueba de que estamos muertos espiritualmente?
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Capítulo 3
CREER NO ES UN TRABAJO
“Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su
fe le es contada por justicia”.
(Romanos 4:5)
¿Sería cierto lo que oí decir a mi pastor una vez? Él dijo: “Ser salvo
es fácil y no hay necesidad de hacer algo por ello.” En cierto sentido
tenía razón, pero debo decir que muchas veces él agregó lo
siguiente: “Y entonces, por lo tanto es difícil”. Ser salvo es muy
difícil para nosotros porque es demasiado fácil. Esto es tan
evidente en la historia de Abraham, el padre de todos los
creyentes, y su esposa Sara.
CUMPLIR LA PROMESA
Sara estaba preocupada por el cumplimiento de la promesa de
Dios. El Señor había prometido que ella tendría un hijo, y que en su
simiente todas las familias de la tierra serían bendecidas. Sin
embargo, Sara se veía a sí misma envejeciendo y no podía creer
que pudiera volver a quedar embarazada. Por otro lado, Dios no
pudo haberse equivocado, por lo que se tuvo que encontrar una
solución para cumplir la promesa de Dios. Y ella tenía un plan. Ella
sintió que era su responsabilidad darle a su criada Agar a su esposo
como esposa. Si Abraham y Agar tuvieran un hijo, ese hijo sería el
hijo de Sara. Ella estaría allí cuando él naciera y luego adoptaría al
niño. Así se cumpliría la promesa de Dios. Abraham no lo vio de
manera diferente. ¡Era su gran responsabilidad hacer algo! Para
ellos, simplemente esperar no tenía ningún sentido. Y después del
nacimiento de Ismael, ambos agradecieron a Dios por el
cumplimiento de Su promesa.
NO POR LAS OBRAS
Pero ¿fue esta la intención de Dios? Abraham y su esposa
descubrieron después que el Señor cumple Sus promesas de otra
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manera. El Señor quiere hacerlo solo. Dios no puede usar nuestros
planes y soluciones, ni nuestro trabajo o ayuda. Debemos confiar
sinceramente que el Señor hará lo imposible. Eso es creer. “Creer”
es lo opuesto a “trabajar”. Pablo lo escribe muy simplemente:
“Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe
le es contada por justicia”. “El que no obra, sino cree”, escribe
Pablo. Por lo tanto, trabajar duro a propia fuerza, hacer lo mejor
que puedas y conocer tu responsabilidad, no es lo mismo que
creer. ¡Qué milagro cuando has llegado a un fin con todas tus
propias obras! Cuando ya no puedes hacer nada y cuando, como
un impío, crees en la promesa de Dios. Cuando crees que no tienes
nada, no puedes hacer nada y no debes hacer nada. El Señor quiere
que creamos en Él como personas indignas. Dios cumple Su
promesa. ¡Él Mismo! Si queremos hablar de responsabilidad,
entonces esa es nuestra responsabilidad: no hacer nada y poner
toda nuestra esperanza en Dios.
COMO UN IMPÍO
Dios justifica a los impíos, no a los piadosos y ni siquiera al pecador
creyente. Por nuestra naturaleza, nosotros pensamos siempre que
debemos ganar la gracia y que debemos hacernos dignos de
perdón. No obstante, eso es imposible. Solo podemos ser
justificados como impíos. ¡Gracias a Dios!
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Capítulo 4
LA MANO DE LA FE
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo”.
(Romanos 5:1)
Pienso en el hombre que me dijo que solo tienes que empezar a
creer y que al final te acostumbras a vivir como creyente. Lo
comparó con las plantas en su vivero. “Como horticultor”, me dijo,
“odio ciertos cultivos, pero a veces hay que cultivarlos para poder
ganar un poco de dinero. Normalmente después de unos meses
uno se acostumbra a las plantas que cultiva. Así es con la fe”, me
dijo. “Solo hay que empezar a creer y vivir diferente. Luego uno se
acostumbra. Es, pues, tu deber creer y no puedes simplemente
esperar y ver. ¿No debemos tomar nuestra responsabilidad como
criaturas de Dios?”
¿SOLO COMENZAR A CREER?
Me temo que el hombre no entendió mucho de eso. Creer es algo
muy diferente a empezar y acostumbrarse. Creer verdaderamente
es creer como un impío. La fe es la mano vacía con la cual se recibe
la gracia. Creer no puede ocupar el lugar de las buenas obras que
se hacen por amor a Dios. Creer nunca debe devaluarse como un
nuevo tipo de obra que recompensa Dios. La fe es la mano vacía.
Es el conocimiento de que no puedo hacer nada, pero también la
confianza de que no necesito hacer nada para mi salvación. La
verdadera fe es creer en la obra cumplida de Cristo. Creer es lo más
fácil que hay, pero tan imposible para nuestra orgullosa carne. No
nos rendimos tan fácilmente. No queremos perder, ni entregarnos.
Es tan necesario que dejemos de buscar nuestra salvación en
nuestras obras, como si fuera posible ganar nuestra salvación por
nuestros méritos. Debemos esperar todo del Señor. El Espíritu
Santo enseña a la Iglesia de Dios a rendirse. Pues por su lado todo
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está perdido, pero hay un Salvador que puede salvarlos. ¡Qué
alivio, amigo, cuando veo que no debo hacer nada para mi
salvación! Entonces veo que el Señor ha hecho todo por mí. ¡Qué
obra maravillosa y unilateral de Dios!
RECIBIR
Creer es recibir. Piensa en las cañerías de agua que pasan por
nuestra casa hasta los diferentes grifos. Estas cañerías llevan el
agua a donde la necesitamos. Así la fe es el conducto a través del
cual la gracia fluye hacia el pecador. La cañería o el canal no
necesita el agua. Es simplemente el medio por lo cual el agua llega
a su destino. Así es con la fe. La fe no merece la gracia, sino que es
un medio para traer la gracia al pecador.
Otro ejemplo es el de una mano. Recibimos un regalo en nuestras
manos y lo sujetamos de manera segura para que no caiga al piso.
Así también es cómo se recibe la gracia de Dios. Por naturaleza
tenemos nuestras manos en la espalda o estamos ocupados con
otras cosas. Nuestras manos no están dispuestas a recibir la gracia,
pero cuando vemos nuestra gran necesidad, comenzamos a buscar
la gracia de Dios. ¡Qué milagro cuando nos convertimos en
mendigos y cuando aprendemos a extender nuestras manos vacías
hacia Dios! Creer no es trabajar. Creer es recibir. En el griego se
llama eso: “aceptar”. Y alguien que acepta algo con las manos
vacías, y sin pagar, lo recibe gratis.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. (Juan 1:12)
DEMASIADO CANSADO
Un hombre sumamente cansado entra en su casa y se queda
parado en medio de la habitación. "Siéntate rápido", dice su
esposa. Pero él responde: “Estoy demasiado cansado para
sentarme”. ¿Demasiado cansado para sentarse? No cuesta ningún
esfuerzo sentarse. ¡Simplemente puedes caer en tu silla!
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Por supuesto, es solo un ejemplo, pero alguien que cree
verdaderamente no necesita hacer algo. Él puede entregarse a
Dios completamente. Se fían en en el único Fundamento:
Jesucristo. Es por eso que nadie es demasiado impío para creer.
¡Qué bendición cuando el Señor nos enseña que estamos muertos
en nuestros delitos y pecados!. Pero también, ¡cuánta paz
recibimos cuando aprendemos a buscar la vida fuera de nosotros
en Jesucristo!
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Capítulo 5
QUIENQUIERA QUE SEA
“…Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”.
(Juan 3:16b)
Una madre me dijo cuánto tiempo ella ya estaba suspirando bajo
la carga de un pecado oculto. Años atrás le habían dado permiso a
su hija para que cometiera un aborto. Es más, aunque sabían que
el aborto era un asesinato, instaron a su hija a que le quitaran el
bebé. Por este motivo ella era una asesina. Casi nadie lo sabía, pero
Dios lo sabía, y ¿habría perdón para ella? Qué vida tan difícil tuvo
esta madre. El remordimiento la perseguía y lo que había sucedido
era un gran obstáculo para ella.
¿Hay perdón para asesinos? ¿Hay perdón para los que matan a sus
propios hijos? Y, ¿qué hay de rameras, violadores, publicanos,
adúlteros y ladrones? En primer lugar, me gustaría decir que el
gobierno tiene la tarea de castigar y hacer justicia, pero al mismo
tiempo podemos hablar sobre el perdón. Ir a la policía y
denunciarlo no significa que uno no quiere perdonar a su prójimo.
Siéntete libre de denunciar delitos penales. Esperemos que el
castigo lleve al pecador al arrepentimiento. Es un buen medio
disuasivo para otros y les da a las víctimas un sentimiento de
seguridad. Pero ¿hay perdón con Dios? Sí, lo hay para todos los que
creen en Él. Ellos no se pierden, sino que tendrán vida eterna.
Quienquiera que sea. Había perdón para Manasés a pesar de que
había sacrificado a sus hijos a Milcom, el dios de los amonitas.
Había perdón para la mujer adúltera que lavó los pies de Jesús,
para Pablo que persiguió a los cristianos, para Nicodemo el fariseo,
para Leví el publicano y para muchos más. Todos recibieron
perdón, igual que Timoteo, que desde su niñez había servido al
Señor. No hay distinción. Judío o gentil, hombre o mujer, anciano
o joven, rico o pobre: todos pueden recibir perdón.
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UN BUEN JOVEN
No es un consuelo para todos que todo aquel que cree en Cristo
recibirá perdón. Para muchos es una molestia. Los fariseos en el
tiempo del Señor Jesús pensaron que el perdón era evidente para
ellos, pero no para la multitud, ni para los pecadores. ¡Qué error!
Es una lástima que no sintieran que ellos mismos no eran mejores.
¿Cómo puede el Evangelio consolarnos si pensamos que somos
mejores que los demás? Puede ser que eres un buen joven, pero
los jóvenes decentes que se comportan bien y que siempre asistan
a la iglesia también necesitan el arrepentimiento y el perdón.
Amigo, hay consuelo para ti si has llegado a la conclusión que no
tienes ningún derecho de ser salvo. El Señor te dice ahora: “Todo
aquel que cree en Mí, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
MUNDO
Se ha hablado y escrito mucho sobre el significado de la palabra
"mundo" en el texto: "De tal manera amó Dios al mundo…” Ahora,
la palabra "mundo" en la Palabra de Dios es casi siempre una
palabra muy fea, una palabra con un sonido negativo. Solo piensa
en textos como: “No ruego por el mundo” (Juan 17:9b) o
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan
2:15a). Es obvio que se puede interpretar la palabra "mundo" en
este texto de la misma manera. Es decir, como "mundo
pecaminoso".
No fue un consuelo para los fariseos que Jesús hablara al mundo
de esta manera. Estaban molestos por la palabra “mundo”. Pero
amigo pecador, ¿ya es un milagro para ti que personas mundanas
como tú pueden ser salvas? Jesús no dijo: “De tal manera amó Dios
al pueblo de Dios…” Él dijo: “Al mundo…” ¡Qué consuelo para todos
los hijos de Dios, pues ellos son del mundo! Son pecadores
perdidos que no merecen ir al cielo. La salvación es, entonces, para
todos los pecadores que creen en Él.
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Capítulo 6
SOLO CREE
“No temas, cree solamente”.
(Marcos 5:36b)
Algunos predicadores te dicen: “Solo tienes que creer” y "creer es
simple; solo tienes que hacerlo". Dicen que basan sus
declaraciones en la Biblia. Citan lo que Cristo dijo al principal de la
sinagoga, Jairo, cuando le dijeron que su hija había muerto: “Pero
Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga:
No temas, cree solamente” (Marcos 5:36). Estos predicadores
explican que el principal de la sinagoga tenía que confiar en Dios
que todo estaría bien. Solo tenía que creer y, como dicen, si
nosotros también creemos de manera tan simple, somos
eternamente salvos.
¿Es esta la explicación correcta? De hecho, lo único que este padre
necesitaba era la fe, pero ¿lo interpretamos bien cuando leemos
que el padre “solo” necesitaba creer? ¿Quería decir el Señor que
creer es tan simple o quería expresar que creer era lo único que
este hombre necesitaba? Daremos algunos comentarios sobre
esto.
Jesús le dice a Jairo que crea en Su omnipotencia, en el hecho que
Él puede hacer un milagro. Pero, aquí no se trata de la fe salvadora,
ni de recibir el perdón. Aunque hay similitudes entre la fe en el
poder de Jesús para hacer un milagro y la fe que busca recibir
perdón en Cristo, también hay diferencias. La fe en el milagro, por
ejemplo, no requiere arrepentimiento.
Hay una diferencia entre "solo creer" y "solo por la fe". En nuestro
caso, la palabra "solamente" señala lo único que Jairo necesita.
Jairo no tenía que cumplir alguna condición ni tenía que pagar por
ello. Creer era lo único que se le pedía. La palabra "solamente" aquí
se refiere a la singularidad de la fe y no indica que creer sea tan
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simple y fácil. En latín se llama eso “sola fide”, es decir, solo por la
fe.
SOLAMENTE
Para aclarar este asunto, echemos un vistazo a cómo se puede
utilizar las palabras “solo” o “solamente” de diferentes maneras.
Una isla rodeada de agua es "solo" accesible por barco. No hay
otros medios de transporte. En esta frase, la palabra "solo"
significa que solo se puede llegar a la isla por barco. La palabra
"solo" también se usa de manera diferente. Por ejemplo, en
oraciones como: “Es solo una teoría”, “solo cuesta unos centavos”
y “solo he recibido un sorbo”. En este caso, la palabra "solo" tiene
el significado de no importante, simple o nula. Es "solo" unos pocos
centavos y "solo" un sorbo. Eso no significa mucho.
Entonces, ¿qué le dijo el Señor a Jairo, cuya hija ya había muerto?
¿Le dijo que solo un poco de fe la devolvería a la vida? ¿O que era
fácil creer? No. El Señor quiso decirle que la fe es necesaria como
la única forma de recibir la gracia de Dios. Entonces se trata aquí
de la importancia de la fe y no de que el creer sea tan fácil. De la
misma manera, la fe salvadora es necesaria para ser salvo. Sin la fe
es imposible agradar a Dios, y la fe no puede ser reemplazada por
nada. La fe es única, porque solo a través de la fe en Cristo los
pecadores pueden ser salvos. No por las obras, pero solo por la fe.
Es más, creer es perder toda esperanza en uno mismo, para
esperar todo de Cristo, el Único Salvador.
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Capítulo 7
CUANDO LLEGÓ EL MANDAMIENTO
“Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el
pecado revivió y yo morí”.
(Romanos 7:9)
No todos tienen una conversión como Pablo, que estuvo ciego
durante tres días y no pudo comer ni beber. Tal conversión es
excepcional. También hay conversiones como la de Timoteo. Él
servía al Señor desde su niñez. Hay diferencias en la manera de ser
convertido; sin embargo, no debemos exagerarlas. En cierto modo,
todas las conversiones se parecen a las de Pablo. Después de todo,
la fe de Pablo no es fundamentalmente diferente a la de otros hijos
de Dios. Él no experimentó las cosas de manera muy diferente.
En sus cartas, el apóstol, guiado por el Espíritu de Dios, escribe
algunas cosas acerca de su conversión que no solo algunos, sino
todos los hijos de Dios experimentan. Hay intersecciones que cada
hijo de Dios debe cruzar. Pienso en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley
vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió
y yo morí”.
MUERTO
Pablo solía vivir sin la ley. Era un experto en las leyes del Antiguo
Testamento y vivía de acuerdo con todas las leyes de los fariseos,
pero Pablo no entendió el contenido espiritual de la ley. Tampoco
entendió lo que significa ser pecador ante Dios. Él pensó que era
un buen hombre. Por eso es cierto lo que escribe sobre sí mismo:
“Sin la ley vivía”.
No obstante, cuando el Señor comenzó a obrar en su vida, todo
cambió. Pablo dice: “Venido el mandamiento”. Entonces el Señor
le mostró quién era Dios y quién era Pablo mismo. El pecado
revivió. Él había tratado de ocultar el pecado, pero el Señor lo sacó
a la luz, y Pablo murió a sí mismo. Ya no podía encontrar vida en su
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alma, y el pecado se convirtió en la muerte para él. ¡Estas son
expresiones fuertes! El apóstol no escribe que él solo tuviera que
disculparse ante Dios. El vino a Dios con nada más que pecado y
con las manos vacías. Todos los hijos de Dios deben aprender lo
mismo. Ellos merecen la muerte y deben morir a su propia justicia.
“Yo morí”, escribe Pablo. ¡Qué bendición! Para aprender a vivir de
la gracia, debemos renunciar toda esperanza de ser salvos por la
ley. El Señor vacía al hombre para poder llenarlo con Su gracia
después.
¿CUÁN PROFUNDO?
¿Cuánto conocimiento de nuestra miseria necesitamos? Tanto
como sea necesario para ser llevado a los pies de Cristo. La ley debe
golpearnos tan fuerte que sea necesario para mostrarnos que
estamos muertos en nuestros delitos y pecados. La ley nos insta
también a buscar nuestra vida fuera de nosotros mismos en
Jesucristo. El Salmista dice: “JAH, si mirares a los pecados, ¿quién,
oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas
reverenciado” (Salmos 130:3, 4). Alguien que ha sido llevado a los
pies de Cristo tiene suficiente conocimiento de su miseria. Hay
muchas personas que han sido conmovidas o animados bajo un
sermón. Sin embargo, eso no es suficiente. Debemos aprender a
creer en Cristo. Tal vez una vez fuimos atormentados por nuestros
pecados. Quizás hemos huido a la calle o a un parque en busca de
la soledad. La pregunta, sin embargo, es: ¿A dónde nos llevaron
estas convicciones? ¿Se ha resuelto el asunto entre tú y Dios?
CALVINO
Juan Calvino no dice otra cosa que Pablo. Él había aprendido lo
mismo, aunque su conversión no fue tan dramática como la de
Martín Lutero. Aquí hay algunas declaraciones de él:
“No es suficiente sentir un ligero deterioro o incitación, sino que
debemos estar heridos o perforados en el fondo del corazón. La
convicción de que debemos morir eternamente debe matarnos,
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para que aprendamos a morir a todo lo que es de nosotros
mismos”. (Según Hebreos 4:12)
“El rigor de este examen ha de proseguirse hasta que haya domado
y quebrantado todos nuestros bríos, y así prepararnos a recibir la
gracia de Cristo”.
“…pensemos primeramente que no tenemos acceso ni entrada
alguna a la salvación, más que despojándonos de todo orgullo y
soberbia, y revistiéndonos de verdadera humildad”.
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Capítulo 8
¿DÓNDE DEBERÍAMOS COMENZAR?
“Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham
tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar
hijos a Abraham aun de estas piedras”.
(Mateo 3:9)
Ella tenía setenta años y todavía no estaba convertida. Sus hijos
habían dicho que era hora de que ella creyera y que esto era tan
fácil. Pero a ella se le enseñó de manera diferente. Creer era algo
grande para ella. No puedes simplemente hacer eso. Pero ella
tampoco pudo permanecer inconversa. ¿Por dónde debería
comenzar? ¿Qué debía hacer?
Esta madre sabía que la fe es de vital importancia. Si realmente
creemos, no perderemos la vida, sino que tendremos vida eterna
(Juan 3:16).
Así que mucho depende de ello, y es comprensible que se pregunte
por dónde empezar. ¿Deberíamos simplemente creer que estará
bien? ¿Debemos creer como un niño? ¿Es nuestro bautismo la
base, o debemos asumir que Dios ya comenzó con nosotros antes
de nuestro nacimiento? Algunos dicen que no se necesita hacer
nada más que simplemente suponer que Dios nos ama.
HIJOS DE ABRAHAM
Muchos israelitas razonaban de esta manera: eran hijos de
Abraham y estaban entre los más privilegiados del mundo. Dios los
amó, o por lo menos así pensaron, y si te adhieras a Él y vivieras
bien, todo estaría bien. Obviamente uno no podía romper el pacto
con pecados graves, pero por lo demás no había nada por qué
preocuparse. La predicación de Juan el Bautista fue contraria a
esto. Él no tuvo nada que ver con esta actitud, y fue agudo en su
predicación. Él dijo: “Y no penséis decir dentro de vosotros mismos:
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A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede
levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”.
No debes confiar en tu linaje o en el pacto con Abraham. ¡Quien
comienza así comete un gran error! Es un gran privilegio si eres de
la descendencia de Abraham. También es una bendición si fuiste
criado en una familia cristiana, pero tu descenso o tu educación no
te hacen salvo. Es incorrecto y peligroso creer que por estos
motivos que perteneces al pueblo elegido de Dios. Juan rechazó
esta teología completamente. Fue un grave abuso del glorioso
pacto de Dios. Él dijo: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles…” (Mateo 3:10a). ¿Qué necesitaban los hijos del
pacto? La conversión.
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el
que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más
poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo
3:11). Juan señaló a Cristo como el más Fuerte, quien bautizará con
el Espíritu Santo y con fuego. Él atraería a los pecadores del mundo
y de la religión. Después de todo, no solo las personas mundanas e
indiferentes necesitan ser convertidos, sino también los jóvenes
ricos y religiosos.
LA CAÍDA
Siempre es necesario empezar por el principio. Dios nos ha creado
bien; el hombre conoció a Dios y fue creado en verdadera justicia
y santidad (Catecismo de Heidelberg, Domingo 3).
Dios, por lo tanto, tiene derecho a nuestro corazon. Consideremos,
entonces, que hemos desobedecido a Dios, tenemos una
naturaleza corrompida, somos incapaces de hacer el bien y
estamos inclinados a toda maldad. Procuremos conocer nuestros
pecados correctamente y a fondo para así humillarnos ante Dios.
Amigo, no empieces tú a creer erróneamente que todo está bien
contigo.
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Wilhelmus à Brakel, un pastor holandés del siglo XVII, nos aconseja
a considerar la ley de Dios y estudiar todos los mandamientos.
Podríamos hacernos preguntas tales como: “¿En qué sentido peco
contra el primer mandamiento, y el segundo y todos los demás
mandamientos?” “¿Cuál es mi naturaleza?” “¿Cuántos años he
pecado contra ese primer mandamiento?” “¿Cuánto dolor le he
hecho a Dios?” “Y ¿qué merezco por lo tanto?” “Arrepiéntete bajo
estas preguntas”, escribe à Brakel.
“Un buen comienzo es la mitad del trabajo”, dice un proverbio.
Este es también el caso en lo espiritual. Debemos comenzar bien
en la educación de los niños, pero también en la predicación de la
Palabra de Dios. En la escuela, no se les debe decir a los niños que
todos son ovejas del Buen Pastor. Los niños deben aprender lo que
dice la Biblia. Ellos necesitan el Espíritu Santo en sus vidas, igual
que los adultos. ¿Nos atrevemos a empezar con el Paraíso con los
niños? ¿Les hablamos de Génesis 1 a 3? ¿Estamos honestamente
volviendo al momento cuando todo salió mal?
DE PIEDRAS
Dios puede levantar hijos a Abraham aun de unas piedras. Él puede
cambiar el corazón más duro y obstinado. La Biblia dice: “Y quitaré
de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de
carne” (Ezequiel 36:26b). Dios solo obtiene el honor de ello, y
ningún hombre puede jactarse de sí mismo. Por lo tanto, todos
pueden refugiarse en Cristo. Quienquiera que seas, ¡ven como un
pecador perdido y con un corazón de piedra a ese Todopoderoso
Salvador!
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Capítulo 9
UN CORAZÓN NUEVO
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne”.
(Ezequiel 36:26)
Cuando era joven, me dijeron que necesitaba un corazón nuevo.
No recuerdo que a menudo nos hayan dicho que teníamos que
creer. El énfasis estaba en la necesidad de un cambio en la vida.
Hoy en día la gente habla mucho sobre la fe, y todo el mundo
pareciera un creyente. Pero hoy en día escuchas mucho menos
hablar de la necesidad de nacer de nuevo. Sin embargo, no puedes
separar la fe del nuevo nacimiento. Alguien que no es hecho vivo
por el Espíritu Santo todavía está muerto y no tiene fe.
NO HAY QUE SEPARARLOS
No podemos separar los dos: “creer” y “recibir un corazón nuevo”.
Creer de verdad es creer con un corazón nuevo, pero el hombre
natural, quien no ha nacido de nuevo, no puede ni quiere creer. La
verdadera fe es tanto la obra del Espíritu Santo como "la
circuncisión del corazón" (Jeremías 4:4). Alguien que dice que cree,
sin ningún cambio en su interior, engaña a sí mismo. Creer se
convierte en un asunto muy superficial cuando lo reducimos a lo
que pensamos de Dios y de nosotros mismos. La fe salvadora va
mucho más profundo que eso.
Los creyentes son personas cambiadas, y eso se notará en su vida.
Lo que solía ser su vida, su pasatiempo y su todo, ya no es tan
importante. La belleza del mundo ha perdido su valor para ellos, y
sus ídolos deben ser quemados. Jesús dice en Lucas 16 que no
podemos servir a dos señores. Dios no puede ser servido junto al
Mamón. ¿Ha habido un cambio en tu vida? ¿El mundo ya no puede
llenar tu corazón? Entonces, tu casa, tus muebles, tu jardín, y tus
26
vacaciones ya no son tan importantes para ti. Jesús dijo: “Si alguno
viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y
hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser
mi discípulo” (Lucas 14:26). ¿Qué o quién tiene el primer lugar en
tu vida?
Creer implica mucho. Es una obra y un don de Dios. Durante el
nacimiento nuevo, el Señor siembra esa fe como una semilla en el
corazón. No debemos pensar que creer es una simple suposición
de que nuestros pecados sean perdonados. Podemos tener una
vida muy piadosa, pero no es suficiente el hecho de que nuestros
pensamientos y comportamiento cambien. Necesitamos un nuevo
corazón. El nuevo nacimiento es una nueva creación, un
levantamiento de la muerte, y una vivificación que Dios obra en
nosotros sin nosotros.
Considera estas palabras del Antiguo y Nuevo Testamento:
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré
un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es
nacido de Dios” (1 Juan 3:9).
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Capítulo 10
CREER EN EL CORAZÓN
“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en
tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.
(Romanos 10:9)
"¿Todavía me amas?", le preguntó su esposa. "Estoy haciendo mi
mejor esfuerzo", respondió él. Ella se veía un poco infeliz después
de esa respuesta. "Por supuesto que te amo", dijo de manera
divertida; "no requiere ningún esfuerzo".
Este ejemplo ilustra que algo está completamente mal cuando
tienes que esforzarse para amar a alguien o confiar en alguien. No
puedes imponer el amor y la confianza. Ambos no pueden ser
forzados. Esto también se aplica a la fe. Quienquiera que tenga que
esforzarse para creer se ve obligado a creer y no cree con su
corazón, sino con la cabeza.
No podemos controlar nuestros sentimientos. No puedes decidir
ahora que te sentirás muy bien mañana. Eso no funciona. Es
también difícil amar a alguien que no te importa. Puedes
intentarlo, pero si no lo amas de corazón, nunca funcionará. Esto
también es verdad en la vida de fe. A pesar de que el Señor
requiera de nosotros fe y amor, y a pesar de que sea tan digno de
ser amado, tú no puedes simplemente presionar un botón y creer
en Él.
EL ANHELO
Quizás preguntas a alguien si cree en Dios. Sin embargo, sabes de
antemano cuál será la respuesta. Por supuesto que él o ella cree.
Por lo tanto, decides reformular la pregunta. Le preguntas si él o
ella anhela al Dios vivo. Es muy posible que ahora sea mucho más
difícil de responder. Ahora tu pregunta se trata de la experiencia
del corazón.
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La verdadera fe va acompañada de un anhelo por Dios y encuentra
su felicidad en el Señor. Algunos no se atreven a decir que anhelan
a Dios, aunque no tienen problemas para decir que creen en Dios.
Pero ¿hay tanta diferencia? ¿No es creer también un hambre por
el Dios vivo, un anhelo profundo por Dios?
CON EL CORAZÓN
Pablo escribe sobre "creer con el corazón" y "confesar con la boca".
¿Qué quiere decir con el corazón? Bueno, creer con el corazón es
creer con todo tu ser. Se trata de toda la persona, con sentimientos
y voluntad. Nuestro corazón refleja nuestros sentimientos más
profundos y expresa nuestra opinión más profunda. Asimismo, la
forma en que vivimos revela lo que hay en nuestro corazón y
quiénes somos realmente. El poeta de los Proverbios escribe:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana
la vida” (Proverbios 4:23).
Si nuestro corazón no cambia, no podemos creer. El corazón de
piedra debe ser removido y un corazón de carne debe ser regalado.
Esto no significa que podamos escondernos detrás de nuestra
incapacidad de creer. El Señor es digno de ser amado y creído, y
Cristo se asombró de la incredulidad de Nazaret. Sin embargo, es
bueno darse cuenta de que creer no es una decisión de tu mente,
sino una entrega del corazón. Solo es bíblico si insistimos que la
gente crea con el corazón.
LA VOLUNTAD DEL HOMBRE
No es justo hacer un "ataque" directo a la voluntad del hombre en
el evangelismo y el trabajo misionero. Quiero decir que debemos
tener cuidado al insistir en una elección que no está respaldada por
el corazón. La forma en que alguien te habla sobre la compra de un
auto debe ser diferente de la forma en que alguien te predica el
Evangelio. Las técnicas de venta no pertenecen al púlpito. Después
de todo, el Señor busca tu corazón.
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EL ALMA
Creer con el corazón es un asunto de tu alma. La fe anhela con su
alma al Dios vivo. Se puede comparar eso con el deseo de un ciervo
en búsqueda de agua. El verdadero creyente reconoce el lenguaje
de David en Salmo 42: “Como el ciervo brama por las corrientes de
las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”.
En muchos lugares de la Biblia, las palabras "alma" y "corazón"
significan casi lo mismo. Sin embargo, el alma no es tanto el asiento
de la voluntad, sino la persona completa. Es tu personalidad
completa, son tus sentimientos, es tu voluntad, son tus deseos, etc.
Creer con tu alma abarca todo: tu vida entera.
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Capítulo 11
EL MISTERIO DE LA FE
“Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia”.
(1 Timoteo 3:9)
Alguien me dijo que un sermón no debería ser comprensible para
todos. Nunca antes había escuchado tal declaración. El hombre me
dijo: “Un sermón que cualquiera puede entender no es un buen
sermón.” “Después de todo”, se defendió, “la fe no es una teoría
que se puede entender con la mente, sino que es algo místico que
solo los renacidos pueden entender.”
GRAN MISTERIO
Lo que el hombre dice en lo anterior es incorrecto. Cristo no
hablaba una lengua extranjera. Los fariseos generalmente
entendían muy bien de qué estaba hablando. Por eso se enojaron
tanto con Jesús. Pero es cierto que no todos entienden la Palabra
de Dios. Cuando Cristo explica a los discípulos por qué Él habló en
parábolas, les dice: “Porque a vosotros os es dado saber los
misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado” (Mateo
13:11b).
En otro lugar, leemos que Cristo dice: “Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de
los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25b).
Y Pablo escribe que “el hombre natural no percibe las cosas que son
del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender” (1 Corintios 2:14).
Esto es lenguaje claro; hay un misterio de la fe. La persona natural
e inconversa está ciega para la verdad del Evangelio. Puede hablar
sobre la doctrina de la Palabra de Dios y razonarla, pero no
entiende de qué se trata.
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Por este motivo es necesario que el Señor alumbra “los ojos de
nuestro entendimiento” para poder entender y creer la Palabra de
Dios (Efesios 1:18). Creer no es algo que te enseñan en la escuela
o en la iglesia. No debemos pretender eso tampoco. Solo el Espíritu
Santo puede enseñarnos el misterio de la fe, y solo Él puede
guiarnos a toda la verdad.
¿Hay algún lenguaje secreto en la Biblia? ¿Hay un código secreto?
No. Pero una persona ciega no puede hablar de colores. Una
persona sorda no puede disfrutar de la música. Y así la verdad no
puede ser entendida sin la obra del Espíritu Santo. Cuán
importante es, por lo tanto, que oremos por la apertura de la
Palabra para conocer el misterio de Cristo. Pablo literalmente lo
escribe de esta manera: “Orando también al mismo tiempo por
nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin
de dar a conocer el misterio de Cristo…” (Colosenses 4:3a). Pablo
mismo necesitaba siempre la luz del Espíritu Santo. Cada vez que
tenía que predicar la Palabra de Dios, sentía que había una barrera.
Por eso pidió a la iglesia que orara para que Dios le diera a él y a los
oyentes una mente iluminada.
OSCURECIDO
La caída en el Paraíso ha tenido graves consecuencias, tanto que
ya no entendemos la Palabra de Dios. Ya no sabemos quién es Dios,
qué es el pecado y para qué necesitamos la gracia. Podemos
acercarnos a la verdad y aun así no entenderla.
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el
entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios…” (Efesios
4:17, 18a).
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Capítulo 12
CREER EN LO IMPOSIBLE
“El creyó en esperanza contra esperanza…”
(Romanos 4:18a)
Ser salvo no es algo a lo que tienes derecho. La salvación es un
milagro de Dios. Sin embargo, a veces uno se pregunta: ¿Cómo es
posible que la gente piensa tan fácilmente acerca del perdón de los
pecados? A menudo se escucha a la gente decir que Dios es amor
y que, naturalmente, salva a los pecadores. La gente dice:
“Simplemente tienes que creer y no puedes dudar.” Muchos se
sorprenden cuando escuchan que otros luchan con la pregunta de
si aún es posible que sean salvos.
¿Qué es la gracia? ¿Es algo obvio? ¿O es la gracia un milagro eterno
y duradero de Dios?
SERÁ UN MILAGRO
Satanás es muy bueno al describir la salvación como algo
imposible. Si él te susurra que no es posible para ti, te desanimarás
sobremanera. Si Satanás no puede atraparte en la red del mundo
o el fariseísmo, lo intentará con palabras piadosas. Por ejemplo, él
dice: “Probablemente no eres elegido de todos modos, así que es
mejor que no vayas a la iglesia.” Sin embargo, Satanás es un
mentiroso. Hay una posibilidad de ser salvo: en Cristo. Pero no
debemos considerar la gracia como algo natural o algo que puedes
agarrar cuando quieras. Es un milagro eterno cuando un pecador
recibe la gracia.
El Señor hace experimentar que la salvación es un milagro de Dios.
Él quiere ser un Dios sorprendente que hace posible lo imposible.
Abraham tuvo que esperar mucho tiempo para el nacimiento de
Isaac. ¿Por qué el Señor lo dejó esperar tanto? Y luego, cuando
Isaac finalmente nació y creció, el Señor le pidió que sacrificara a
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su hijo. ¿No fue todo eso demasiado difícil para Abraham? No.
Abraham creyó en el milagro “en esperanza contra esperanza”.
José también tuvo que esperar mucho tiempo. José había soñado
que gobernaría sobre sus hermanos, pero terminó en Egipto como
esclavo. Las cosas empeoraron: fue puesto en la cárcel y olvidado
por el copero que fue librado. ¡Qué milagro para él cuando el
Faraón lo convirtió en virrey sobre Egipto!
David tuvo que huir durante años por su vida y no se convirtió en
rey. ¿Por qué? ¿Por qué los discípulos querían despedir a la mujer
cananea? ¿Por qué le dijo Jesús a la mujer que Él solo había venido
por las ovejas perdidas de Israel? ¿Por qué le dijo que el pan no era
para los perros, sino para los niños?
LO IMPOSIBLE
El Señor deja que los pecadores se queden estancados en sí
mismos. Todo se vuelve tan imposible para ellos. Pierden toda la
esperanza, y entonces, de repente hay salvación. De repente Sara
se quedó embarazada. Eso no era posible a su edad, pero sucedió.
José fue sacado inesperadamente de la cárcel para explicar un
sueño. Se convirtió en el salvador de su familia, dándoles trigo.
David se convirtió en rey de todos modos. Cuando sucede lo
imposible, Dios recibe el honor.
Los discípulos también han experimentado que la salvación es un
milagro. Cuando el joven rico se fue tristemente porque el precio
de vender sus bienes era demasiado alto para él, los discípulos se
preguntaron quién podía ser salvo. Leemos en Marcos 10:26 y 27:
“Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues,
podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres
es imposible, mas para Dios no, porque todas las cosas son posibles
para Dios”.
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LA GLORIA DE DIOS
El Señor es glorificado cuando perdemos toda esperanza en
nosotros mismos, cuando la gracia se convierte en una
imposibilidad. Cuando la gracia se convierte en la cosa más normal
del mundo, no nos damos cuenta de cuán grande y bueno es Dios
para un pobre pecador como yo. Dios debe recibir el honor de mi
salvación, y solo Él. Pero qué maravilloso mensaje es que todas las
cosas son posibles para Dios. ¡Todas las cosas! El mayor pecador
puede ser salvo, y hay una abundancia de gracia. El milagro es cada
vez más grande para el pueblo de Dios. Pablo llegó a conocerse más
y más como una persona miserable, y la gracia vino a ser cada vez
más preciosa para él. La Iglesia de Dios nunca terminará de
maravillarse sobre el milagro de la salvación. Querido amigo, ¿la
salvación se ha convertido ya en un milagro eterno para ti?
35
Capítulo 13
LA FE ES UN DON
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe”.
(Efesios 2:8, 9)
Estoy pensando en un joven que había hecho la confesión pública
de fe y que también había participado algunas veces de la Santa
Cena. Creía que Dios lo había convertido y que él era un hijo de
Dios. Después de unos años se volvió todo más oscuro para él en
el sentido espiritual. Su sentimiento lo abandonó y se sintió
decepcionado con otros hijos de Dios. La Biblia ya no le atraía, la
predicación lo aburría y la oración ya no le fue posible. Cuando
habló con otros acerca de esto, se le dijo que "creyera". Creer
resolvería todos sus problemas, y no era necesario hacer más.
Estaba convencido de que sus amigos tenían la razón: tenía que
creer. El problema, no obstante, era que él no podía hacerlo. No
pudo entregar su corazón a Dios y a Jesús. En el transcurso de los
meses todo se hizo aún más imposible y sin esperanza. Esto seguía
así hasta que leyó un sermón de uno de los hermanos Erskine de
Inglaterra acerca del texto: “Porque de él, y por él, y para él, son
todas las cosas…” (Romanos 11:36a). Al leerlo, descubrió que la fe
también es un don de Dios. Dios no necesitaba nada de él. Todo lo
que Dios da es completamente suficiente. Eso le rompió el corazón,
y viendo que todas las cosas vienen de Dios, incluso la fe, él podría
creer nuevamente.
¿UN TROPIEZO?
Algunos piensan que es una pena que la fe sea un don de Dios.
Prefieren escuchar que el hombre es capaz de creer por sí mismo.
¿Qué debemos pensar de eso? ¿Es una pena que la fe es un don de
Dios? ¿Habría sido mejor si la fe dependiera de nosotros? Por
supuesto que no, pues en este caso el Señor no recibiría el honor
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de todo, sino el hombre. Además, si la fe dependiera del hombre,
la fe sería una carga pesada para los hijos de Dios, pues nadie
puede creer por sí mismo. Imagina que la salvación dependiera de
mi propia fe. ¡Que yo debería comenzar primero! Gracias a Dios, es
diferente. Creer es y permanece un don de Dios, para que nadie se
jacte de sí mismo. Por lo tanto, que no sea un obstáculo para
nosotros el hecho de que la fe es un don.
LA INCREDULIDAD NO ES UN DON
Amigo, el hecho de que la fe es un don no significa que no estés
llamado a creer. Creer es a la vez un mandato y un don. Es un
milagro cuando el Espíritu Santo te llama, pues solo entonces oirás
el mandato y la invitación a creer. La incredulidad es algo que viene
de tu propio corazón. Persistes en ello hasta que el Señor quiebra
tu corazón. La incredulidad no viene de Dios ni del diablo. Tu
excusa de que no puedes creer de ti mismo tampoco es válida. La
incredulidad es un pecado.
LA FE ES MERECIDA
Cristo murió en la cruz para pagar por Su Iglesia. Esta muerte de
Cristo fue un gran sacrificio, completo y lo suficiente poderoso para
la expiación de los pecados de todo el mundo. La muerte de Cristo
también fue completamente efectiva en la salvación de todos los
elegidos. Dios no dejó al hombre la decisión de aceptar el sacrificio
de Cristo o no. Si esto fuera el caso, nadie sería salvo. Cristo compró
Su Iglesia con su muerte. Él ganó el derecho a la vida eterna para
ellos. También adquirió la fe para Su Iglesia. Gracias a Su muerte se
da la fe a los pecadores. ¿Quién da esa fe? El Espíritu Santo. Pero
el Espíritu Santo no es dado a todos. Dios es soberano. Él reparte,
y cuando lo hace no lo pide de nuevo. Por eso el Señor le dijo a
Pedro que su fe no se detendría.
¿LA GRACIA O LA FE?
No quiero hacerlo demasiado complicado, pero todavía quiero
responder a la siguiente pregunta: ¿Es la fe un don o algo que se
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recibe por la gracia? ¿Qué dice el apóstol Pablo? “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,
9). Se ha escrito mucho sobre este texto y las opiniones difieren.
Todo se reduce a esto: ¿Quiere decir Pablo que la gracia obtenida
por la fe es un don, o quiere decir Pablo que la fe es un don? Para
ser honesto, realmente no es tan importante lo que elegimos. En
el primer caso, toda la salvación es un regalo de Dios. Esto incluye
tanto la fe como la gracia. Y nadie puede decir jamás que él o ella
haya sido tan bueno en creer en Dios.
EL ARMINIANISMO
Muchos dicen hoy en día que tienes que dar el primer paso para
creer y que posteriormente puedes atribuirlo a Dios. Este no es
nada novedoso. A esto lo llamamos el arminianismo. Es más bíblico
decir que no podemos creer por nosotros mismos, pero que aún
tenemos que creer. La fe es, pues, enteramente un don de Dios.
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Capítulo 14
CREER EN EL GALARDONADOR
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que
el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan”.
(Hebreos 11:6)
Un hombre había sido diácono en la iglesia durante años. Era un
hombre serio, pero él sabía que eso no era lo suficiente para ser
salvo. Era inconverso, así se sentía, y carecía de la fe verdadera. Le
habría gustado creer, pero ¿qué podía hacer al respecto? Esperaba
que Dios le diera fe. Hasta que en un sermón escuchó lo siguiente:
“¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus
polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37b). Había
supuesto que no podía creer, y por lo tanto no tenía que hacer
nada. “Dios no me pide nada que no pueda hacer”, había razonado.
Ahora, sin embargo, comenzó a darse cuenta de que, aunque no
podía creer, todavía tenía que creer. La misma Palabra de Dios se
lo dijo. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es
galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
LA FE AGRADA A DIOS
Él ya se sentía miserable y culpable. Nunca había creído realmente,
y eso era culpa suya. Como un pecador perdido, comenzó a rogar
a Dios por misericordia. ¡Qué tonto había sido para cargar su
responsabilidad sobre Dios! Dios se hizo realidad para él, y él
comenzó a pensar de manera diferente acerca de Dios. Ahora tenía
pensamientos altos y buenos de Dios. Se dio cuenta de que el Señor
está dispuesto a salvar a los pecadores.
Según Hebreos 11:6, Dios se complace de la verdadera fe por dos
razones. En primer lugar, es porque en la fe Dios se convierte en
una realidad y, en segundo lugar, es porque luego se lo ve a Dios
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como una fuente infinita de bondad. Es la voluntad de Dios que los
pecadores vengan a Él, pero Él no necesita nada de ellos. Ven,
entonces, a Él con las manos vacías. No esperes nada de ti mismo,
sino todo de Dios.
UN GALARDONADOR
Dios es el Dios todo suficiente. Él no necesita nada de nadie, y Él es
la fuente de la vida, el poder, la alegría, la belleza y la bondad. Y a
Él Le gusta que conozcamos a Él de esa manera. Él quiere que
creamos en Él como el galardonador de todos aquellos que Lo
buscan.
Satanás nos dice que Dios es duro y cruel, pero el diablo miente.
En la parábola de los talentos, leemos que el siervo flojo e infiel
dice: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde
no sembraste y recoges donde no esparciste” (Mateo 25:24b). Y es
cierto que el patrón en la parábola castiga la pereza, pero ¡mira lo
que les da a los sirvientes que le han servido! Así es el Señor.
Somos muy propensos a tener pensamientos duros de Dios. Los
israelitas tenían el mismo problema. En la época del profeta
Ezequiel, muchos israelitas pensaron que ya no había perdón para
ellos, pero el profeta tenía que decirles lo siguiente: “Diles: Vivo yo,
dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se
vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de
vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”
(Ezequiel 33:11).
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Capítulo 15
EL TEMOR DE JEHOVÁ
“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el
conocimiento del Santísimo es la inteligencia”.
(Proverbios 9:10)
La fe se describe en el Antiguo Testamento como “el temor a
Jehová”. Especialmente en Génesis y los Salmos leemos que
debemos temer a Dios. Aquí hay algunos ejemplos:
“Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada;
porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste
tu hijo, tu único” (Génesis 22:12).
“Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud,
temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia;
y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de
cincuenta y de diez” (Éxodo 18:21).
“Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho
a mi alma” (Salmos 66:16).
SINÓNIMO
Los escritores de artículos en diccionarios teológicos están de
acuerdo en que "temer al Señor" es un sinónimo de "creer en el
Señor". Ser temeroso de Dios no significa que Le tengamos mucho
miedo. Cuando tememos a Dios, Lo amamos y Lo miramos como
nuestro amo. El temor de Dios que se describe en la Biblia es un
profundo respeto combinado con una sincera confianza.
Se ha vuelto cada vez más difícil en nuestro tiempo explicar lo que
significa el “temor a Jehová”. Muchos jóvenes se crían con tanta
libertad de modo que tienen poco o ningún respeto por sus padres.
Hablan con sus padres como si estuvieran hablando con su amigo.
Es difícil para ellos aceptar que hay personas que ejercen autoridad
41
sobre ellos. Y muchos nunca parecen haber oído hablar de la
palabra “respeto”.
UN PROFUNDO RESPETO
Sin embargo, si el Señor nos muestra cuán grande es Él, nos
volvemos culpables y humildes. ¡Él es, pues, tan santo y nosotros
tan pecaminosos! El Señor obra un profundo respeto hacia Sí
mismo en el corazón de un pecador. El Señor obra la fe y se da a
conocer al pecador, pero la fe nunca elimina la distancia que hay
entre Dios y el hombre.
El temor a Jehová se expresó en el servicio del templo. Fue un gran
asunto para el israelita acercarse a Dios. Era algo muy especial para
los sacerdotes entrar en el Lugar Santo. Esto fue especialmente
cierto para el sumo sacerdote que tenía que entrar en el Lugar
Santísimo una vez al año. Vemos la reverencia en las historias, en
los Salmos, que alaban la bondad y la grandeza de Dios, y en las
oraciones. Pienso, por ejemplo, en las palabras de Moisés: “Porque
Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios
grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni
toma cohecho” (Deuteronomio 10:17).
EL NUEVO TESTAMENTO
El Señor también ha enseñado a Su iglesia del Nuevo Testamento
a temer a Dios. Él enseñó a Sus discípulos a orar: “Padre nuestro
que estás en los cielos…” (Mateo 6:9b). Estas palabras expresan por
un lado que Dios quiere ser el Padre de Su iglesia, pero, por otro
lado, nos muestran la distancia que hay entre Dios y la Iglesia, pues
el Padre está en el cielo y nosotros en la tierra. Creer todavía es
estimar, mostrar reverencia y admirar a Dios. Es bueno recordar
eso. Dios sigue siendo un fuego consumidor (Hebreos 12:29) y
“¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31)
¡No hemos pecado contra un hombre, sino contra nuestro
Creador! Expresémoslo en los cultos de nuestra iglesia. Debe haber
reverencia. Un ejemplo: hubo una vez una anciana que estaba
42
acostumbrada a doblar las rodillas ante Dios. Lo hacía cada mañana
y tarde. Sin embargo, se volvió cada vez más difícil para ella
ponerse de rodillas y levantarse de nuevo. Se quejó de eso cuando
los ancianos de la iglesia fueron a visitarla. Los líderes de la iglesia
no lo vieron como un gran problema. Le dijeron que también podía
orar desde su silla. Eso fue cierto, "pero", dijo la anciana, "El Señor
es tan digno de arrodillarse ante Él".
“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento
del Santísimo es la inteligencia”. (Proverbios 9:10)
43
Capítulo 16
CREER ES CONOCER A DIOS
“El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel
no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”.
(Isaías 1:3)
"¿Puedo hacerte algunas preguntas sobre tu fe?" “Sí, por
supuesto”, me dijo el hombre que estaba sentado al lado de mí.
Entonces le pregunté: “¿Conoces a Dios?” El hombre permaneció
en silencio por un momento. Luego me preguntó qué quería decir
yo con "conocer a Dios". Nadie jamás le había hecho esta pregunta.
Agregué que aprendemos a conocer a Dios cuando nos
encontramos con Él. "Oh, sí", respondió. "Me encuentro con Dios
todos los días en la naturaleza". Me dijo que la naturaleza era tan
hermosa de modo que podías conocer a Dios en todas partes.
“Pero”, le pregunté, “¿Ya has encontrado a Dios en Su Palabra?”
No, él no pudo decir eso. Él solo creía en Dios, pero nunca Lo había
encontrado en Su Palabra. Luego miró hacia otro lado y ya no decía
mucho. Finalmente se levantó y ya no tenía ganas de hablar más.
CREER ES CONOCER
En la Palabra de Dios, las palabras "creer" y "conocer" están
estrechamente relacionadas. ¿Puedes creer en alguien sin conocer
a esa persona? ¿Puedes confiar en alguien que nunca has
conocido? Por lo menos debemos conocer algo de Dios para poder
amarlo. Este conocimiento de Dios también implica
autoconocimiento, es decir, conocimiento de uno mismo. A la luz
de Dios, vemos quiénes somos: pecadores, transgresores de la ley,
gente ingrata e incrédula. Este autoconocimiento es necesario,
porque alguien que no está convencido de sus pecados no quiere
conocer a Dios.
Entonces, creer es conocer a Dios, y eso es imposible sin la
iluminación de nuestra mente y la revelación de Dios en nuestra
44
vida. El hecho de que “conocer a Dios” y “creer en él” están
estrechamente relacionados se evidencia de los siguientes
versículos:
“Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios
más que holocaustos” (Oseas 6:6).
“El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel
no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:3).
“Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? Y los que tenían la
ley no me conocieron…” (Jeremías 2:8a).
EL CONOCIMIENTO EXPERIENCIAL
El verdadero conocimiento de Dios es un conocimiento cálido y
personal. El profeta Isaías se quejó de que las bestias conocían a su
dueño, pero que el pueblo de Israel no "conocía" a Dios. Isaías dice
en realidad: los animales conocen y confían en su dueño, pero
Israel no lo hace. La misma palabra hebrea para "conocer" (jada),
lo que Isaías usa aquí, también se usa para describir la relación
entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio. Este
verdadero conocimiento de Dios, por lo tanto, significa mucho más
que un conocimiento intelectual de Dios. Se trata de una relación
íntima con Dios.
Podemos saber mucho sobre la Palabra de Dios, y podemos leer
grandes libros acerca de Dios sin haberlo conocido personalmente.
En la Biblia, no obstante, nos encontramos con personas que
caminaban con Dios. Una persona que camina con Dios Lo conoce
y cree en Él. Tal persona tiene una relación íntima con Dios.
“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Jehová,
a la luz de tu rostro” (Salmos 89:15).
“Y caminó Enoc con Dios…” (Génesis 5:22a).
“Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con
Dios caminó Noé” (Génesis 6:9b).
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LO SUPERFICIAL
Una joven estaba en la iglesia por primera vez en su vida. El pastor
llamó a los nuevos asistentes a elegir a Jesús y acercarse a la
plataforma. El hombre estaba tan serio que incluso ella fue
adelante. Ella eligió a Jesús porque el ambiente en la iglesia la había
tocado. El pastor había insistido en elegir a Dios, pero ella no sabía
en absoluto quién era Dios. Él fue el Creador y fue maravilloso, pero
¿para qué Lo necesitaba? Bueno, ella se sentía tan vacía por
dentro. Pocos años después ya no asistía a la iglesia. La luna de miel
había terminado. Su fe fue de corta duración. Temo que muchos
vayan a una iglesia sin conocer a Dios en verdad. Hay tanto engaño.
Sin embargo, si realmente no hemos llegado a conocer a Dios,
tampoco podemos creer en Él.
POR LA PALABRA
El hombre del que estaba hablando al principio tenía razón en que
podía encontrarse con Dios en la naturaleza. Él respetó la creación
de Dios y vio su poder y sabiduría divino en ella. Pero ¿podemos
conocer la santidad y la justicia de Dios por medio de la creación?
¿Pueden las estrellas, las montañas, los bosques y los mares
enseñarnos acerca de la gracia de Dios? ¡Eso es imposible!
Podemos quedar impresionados por la hermosa naturaleza. Y
cuando vemos algo muy hermoso, exclamamos tal vez: "¡Ahora
creo que hay un Dios!" Pero eso no es la fe. Pablo dice: “Así que la
fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
Por lo tanto, es importante que lleguemos a conocer a Dios a través
de Su Palabra. Dios quiere ser conocido. Aunque Él esté oculto, Él
quiere revelarse en Su ser, Sus nombres, Sus atributos y Sus
personas. Aquí en la tierra se conoce solo en parte, pues el
conocimiento perfecto de Dios solo se experimenta en el cielo.
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos
10: 17).
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Capítulo 17
CREER EN DIOS
“¿Quién es, Señor, para que crea en él?”
(Juan 9:36b)
En ninguna parte de la Biblia leemos que a los pecadores se les pide
creer que sus pecados son perdonados. Leemos acerca de la
necesidad de creer en Dios y en Cristo. Hay una gran diferencia en
creer que algo ha sucedido o creer en algo o alguien. Cuando
creemos que algo ha sucedido o que una afirmación es verdadera,
creemos en un hecho o en una verdad. Por ejemplo: “Creo que dos
más dos son cuatro, y creo que estoy sano”.
"Creer en", por otro lado, es una cuestión de confianza. Alguien
puede creer en su esposa o creer en un dogma. Ese tipo de creencia
tiene una gran confianza en algo o en alguien. Esta fe se une a
alguien o algo y se familiariza con ello.
NO TE ENGAÑES
¿Qué dice la Palabra de Dios acerca de la fe? Bueno, tenemos que
aprender a creer en Dios y en Cristo. No solo debemos creer que
Dios es el Creador o que Él es el Todopoderoso, sino que debemos
creer en Dios mismo. La Palabra de Dios ciertamente no nos enseña
que debemos simplemente presumir que Dios es nuestro Padre.
También no puedes simplemente presumir que tus pecados te son
perdonados si el Señor no te lo ha dicho. Podemos engañarnos
fácilmente. Por ejemplo, puedo creer que estoy mejor mientras
que el cáncer está creciendo en mi cuerpo. Amigos, podemos tener
nuestra propia verdad, pero cuán diferente es cuando por la gracia
llegamos a conocer a Dios. Se trata de la fe personal en Él. Somos
llamados a creer en Dios personalmente. No solo debemos creer
que Él existe, o que Él ha elegido a un pueblo desde la eternidad, o
que Él dirige nuestras vidas, pues eso no nos salva. Estamos
llamados a ir a Él como pecadores para creer en Él.
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CREER EN ALGUIEN QUE CONOZCO
¿Cómo puedo creer en alguien que no conozco personalmente?
¡Eso es imposible! Para creer en alguien o, por ejemplo, para poder
casarte con esa persona, primero debes conocerla. Esto no es
diferente en lo espiritual. ¿Cómo puedo creer en el Señor Jesús si
nunca he oído hablar de Él, si no lo he encontrado en Su Palabra, o
si el Espíritu Santo no me Lo ha dado a conocer? No puedo confiar
en alguien que no conozco. La pregunta crucial es si creemos en
Dios y en Cristo.
¿QUIÉN ES, SEÑOR?
El hombre ciego de nacimiento que fue sanado por Cristo fue
expulsado de la sinagoga por los judíos. Cuando Cristo lo visita más
tarde, le pregunta si cree en el Hijo de Dios. El hombre entonces
responde: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?”. Jesús le
responde: “Pues le has visto, y el que habla contigo, Él es”.
Entonces le dice el hombre: “Creo, Señor; y le adoró” (Juan 9:36–
38). ¿Cómo habría podido este hombre ciego creer en el Hijo de
Dios si no Lo hubiera conocido? Fue sanado por alguien, pero ¿qué
sabía él acerca de Cristo? El hombre sabía que era ciego y que podía
ver ahora, pero él no sabía nada más. Sin embargo, cuando Jesús
le habló y le explicó quién era, él creyó con todo su corazón. Ahora
adoraba a Jesús como el Hijo de Dios. Al igual que con este hombre,
Cristo debe ser revelado a nosotros para poder creer en Él. Los
hijos de Dios no creen en un Dios desconocido o en un Jesús
desconocido, sino en su Dios y en su Jesús.
¿QUÉ ES MÁS IMPORTANTE?
¿Qué es más importante: creer en Cristo o creer que nuestros
pecados son perdonados? Es más importante el primero. Pienso en
los hijos de Dios que estiman a Cristo y que tienen una relación
íntima con Él, pero que no se atreven aún a decir que sus pecados
les son perdonados. Aún no tienen esa certeza. También pienso en
personas que no tienen problemas para creer que sus pecados les
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son perdonados, pero que no conocen ni aman a Cristo. Es triste
cuando los hijos de Dios todavía no tienen la certeza de fe. Por lo
tanto, son llamados a hacer firmes su vocación y elección (2 Pedro
1:10). Pero ¿no es mucho más cuestionable estar tan seguro del
perdón sin tener un conocimiento verdadero de Dios y de Cristo?
Después de todo, la pregunta más importante es si creemos en el
Hijo de Dios.
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Capítulo 18
LOS DEMONIOS CREEN TAMBIÉN
“…también los demonios creen, y tiemblan”.
(Santiago 2:19b)
No solo la gente, sino también los demonios pueden creer. Los
demonios son ángeles caídos. Son seres con una mente y una
voluntad, y saben muy bien quién creó el universo y quién lo
controla. El pensamiento de Dios y Su juicio los asusta y los hace
temblar. Eso no es de extrañar, porque Dios es un fuego
consumidor y debe castigar el pecado, también los pecados de los
demonios.
CREÍDO EN VANO
Santiago escribe sobre estas cosas porque se encuentra con
personas que, como los demonios, creen en Dios pero no odian al
pecado. Según Santiago, su fe vale tanto como la fe de los ángeles
caídos. Los demonios y las personas pueden temblar cuando
piensan en Dios. También pueden tener algún tipo de respeto en
sus corazones por Dios, pero ¿qué les aprovecha todo esto? Hay
tantas personas que dicen que creen en Dios, pero muchos de ellos
apenas leen la Palabra de Dios. Muchos dicen que experimentan el
poder de Dios, pero no vienen a la iglesia fielmente. Santiago
honestamente escribe que este tipo de fe no te salva, incluso si
llevas una vida decente. Pues, los demonios también creen.
TEMBLAR
El pensamiento de Dios hace que algunas personas tiemblen.
Belsasar temblaba cuando intentaba leer el manuscrito en la pared
de su palacio: “Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo
turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una
contra la otra” (Daniel 5:6). Alguien que tiembla ante Dios toma a
Dios en serio. Esta persona también tiene en cuenta el juicio
venidero. Pero esto no significa que él crea en Dios con su corazón.
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Alguien puede desmayarse por temor a Dios. Puede ver las llamas
del infierno ante sus ojos, por así decirlo, sin tener un verdadero
amor por Dios y Cristo en su corazón. Hay tantas conversiones
falsas. Amigo, ¿se ha quebrantado tu corazón? ¿Hay tristeza sobre
el pecado en tu corazón? ¿Hay temor para Dios y amor para Cristo?
LO SUPERFICIAL
No podemos culpar a los demonios por ser superficiales. Se toman
las cosas más en serio que muchos asistentes de la iglesia aquí en
la tierra. No son como los que tranquilamente ponen un caramelo
en la boca al oír el sermón más serio. Tampoco se parecen a
aquellos que creen sin haber estado preocupados por sus pecados.
Los demonios ya no pueden ser salvados. En Su soberanía, Dios
decidió dejarlos en la destrucción en la cual se habían hundido
debido a su rebelión. Eso es diferente para la humanidad. La puerta
de la gracia está completamente abierta para nosotros. Cristo
tomó la naturaleza humana para salvar a pecadores de la ira de
Dios. En la Biblia leemos que Él “comenzó a entristecerse y a
angustiarse en gran manera” (Mateo 26:37b). Se puso muy triste.
Difícilmente podemos imaginar lo que Cristo sufrió. Él fue sacudido
en el jardín de Getsemaní. La ira de Dios estaba sobre Él. El dio
todo, hasta Su vida. Por este motivo hay esperanza, pues en Ti, oh
Señor, hay perdón, para que seas reverenciado (Salmos 130:4).
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Capítulo 19
LA FE HISTÓRICA
“¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees”.
(Hechos 26:27)
La historia no era mi materia favorita en la escuela secundaria.
Aprendí las fechas y los hechos porque tenía que hacerlo, pero no
estaba muy interesado en la llegada de Colón a América ni en la
Segunda Guerra Mundial. Creía que todo había sucedido y había
sido importante, pero la materia no tenía apasionado mi corazón.
Algunas veces hice todo lo posible para obtener una buena
calificación, pero lo hice para obtener una buena nota y para recibir
el honor. Además, no quise tener problemas en casa. Es una pena
que no haya visto el sentido de la historia en ese momento.
La fe histórica en la Biblia quiere decir que crees los hechos bíblicos
y supones que es importante, pero que la Biblia no te toca el
corazón. Lees tu Biblia y haces lo mejor para llegar al cielo, y
conoces de memoria partes enteras de la Biblia, pero la Palabra no
se hace una realidad en tu vida. Se queda para otro. La creencia
histórica, entonces, no es más que un consentimiento de la verdad.
CUATRO TIPOS
Distinguimos entre cuatro tipos diferentes de fe: La fe histórica, la
fe en milagros, la fe temporal y la fe salvadora. Tres de los cuatro
tipos de fe se pueden encontrar en la parábola de la semilla
(Marcos 4). La semilla que cae junto al camino y es arrebatada por
las aves es muy similar a la fe histórica. La fe temporal se compara
con la semilla que cae en lugares pedregosos y las espinas. La fe
salvadora es como la semilla que cae en buena tierra y produce
mucho fruto.
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CASI UN CRISTIANO
Pablo le cuenta al rey Herodes Agripa lo que había sucedido en su
vida, y cómo antes él había vivido de manera estricta y religiosa y
cómo había oído la voz de Dios. La vida de Pablo ha cambiado
completamente. Pablo cree que Jesús es el Cristo. El rey queda
impresionado, y Pablo se vuelve muy personal cuando dice:
“¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees” (Hechos
26:27). Pablo no pregunta si el rey creía en la ley y en los profetas.
¡Él sabe que el rey los cree! Agripa conoce la Palabra de Dios.
Seguramente la había leído. El rey cree los hechos bíblicos y los
encuentra interesantes, pero eso es todo. Él tiene una fe histórica.
Agripa responde: “Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos
26:28b). Agripa está muy conmovida, pero su fe no es verdadera.
No está fundado en Cristo. Puedes ver aquí que la fe histórica no
va más allá del sentimiento. A veces este tipo de fe es dura y fría,
pero algunas veces alguien realmente puede estar muy
conmovido. Debemos examinarnos cuidadosamente si nuestra fe
es de Dios.
NO MUY LEJOS
La fe histórica no es salvadora, pero sí es importante. El Señor
puede usar el conocimiento de Su Palabra para salvar a alguien. Por
ejemplo: El Señor puede usar un texto bíblico que aprendimos de
niño en la escuela dominical. Por lo tanto, no debes despreciar el
conocimiento de la Palabra de Dios. Es bueno prepararse en el
conocimiento de la Biblia. La fe salvadora y la fe histórica no se
contradicen entre sí. La fe salvadora va mucho más profunda que
la aceptación de la historia de la Biblia, pero se basa en los mismos
hechos. Quien conoce la Palabra de Dios está cerca del Reino de
Dios: “Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le
dijo: No estás lejos del reino de Dios…” (Marcos 12:34a).
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LO INCONSISTENTE
La creencia histórica es inconsistente y tiene algo extraño. Puedes
creer "históricamente" (con tu cabeza) que Dios es el
Todopoderoso, pero si no crees esto con tu corazón, no estás
impresionado en absoluto. La fe histórica, entonces, es una
creencia superficial e inconsistente. Parece que la mente y el
sentimiento están separados el uno del otro. La fe histórica es creer
en el infierno sin preocuparse por ello. Es creer en el cielo sin
desearlo. Es saber lo que es el pecado sin odiarlo. Es conocer la
bondad de Dios sin tener hambre de Dios. Es conocer el camino y
no andarlo. La fe histórica es extraña. Robert Murray McCheyne
escribió sobre alguien que estaba buscando hermosas perlas día y
noche. Un día se le ofrece "la Perla de gran precio". Le dicen: "Esta
Perla vale más que todas las cosas del mundo combinadas." Y ¿qué
hace el hombre? Él pone esa hermosa Perla a un lado y continúa
buscando. McCheyne escribe que este hombre despreciaba a la
Perla más que otras personas que nunca habían oído hablar de esa
Perla.
“Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el
castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras” (Mateo 11:22).
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Capítulo 20
LA FE TEMPORAL
“Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual
naufragaron en cuanto a la fe algunos”.
(1 Timoteo 1:19)
El barco zarpó del puerto con una tripulación nueva y
completamente cargado con bienes valiosos. Antes de la partida,
se deseó a la tripulación un buen viaje y una llegada segura. La
tripulación se despidió de la familia en el muelle. Después de esto
el barco partió. Todos estaban de buen humor y la nave
desapareció lentamente de la vista. Desafortunadamente, nadie
volvió a ver el barco. Se naufragó, la tripulación se ahogó y el barco
se hundió.
EL NAUFRAGIO
Eso también sucede en la fe. La fe puede parecer prometedora,
pero las olas de persecución, los problemas en el matrimonio, la
codicia y el pecado pueden hundir el barco. El apóstol Pablo
advierte a su hijo espiritual: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te
encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes
en cuanto a ti; milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe
y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la
fe algunos” (1 Timoteo 1:18, 19).
LA DIFERENCIA
No es fácil decir cuál es la diferencia entre la fe temporal y la fe
salvadora. Se ven como dos gotas de agua. La gran diferencia está
en la duración de ella. La fe temporal es por un tiempo limitado,
aunque a veces permanece durante muchos años. Alguien que
cree por un tiempo no persevera. Un creyente temporal no
"permanece" en Cristo, porque en realidad nunca ha estado en ni
con Cristo. La Palabra de Dios compara a los que creen
temporalmente con las ramas estériles de la higuera, que luego se
55
cortan, porque nunca han sido alimentadas con el Agua de la vida.
La fe temporal nunca ha sido la verdadera fe, pero la ha parecido.
Los hijos de Dios a veces pueden tener mucho temor de que su fe
sea solo temporal. A veces se preguntan si tienen suficiente amor
en sus corazones para el Señor y Su servicio. Algunos pecados
pueden mantener a los hijos de Dios en la oscuridad durante
mucho tiempo. A veces se preguntan si conocen la gracia. Se dicen
a sí mismos: “Es imposible para alguien que sirve a Dios cometer
tales pecados.” A veces se preguntan si tienen suficiente
conocimiento de su miseria. Pero a pesar de que un creyente
sincero tenga temor de engañarse, siempre es conducido hacia el
Salvador. El Señor luego renueva la gracia en el corazón y a través
de Su Espíritu confirma que Él es el fiel. ¿Qué falta en cuanto a la
fe temporal? De hecho, a esta fe falta todas las características de
la verdadera fe, aunque parezca mucho. El creyente temporal no
conoce a si mismo lo suficiente. Tiene más compasión de sí mismo
que tristeza sobre su pecado. Él nunca se ha convertido en una
persona sin derechos y merecimientos. Cristo no fue el único que
quedó para salvarlo. En resumen, si se pierde una característica
esencial de la fe, todo está mal.
MADURO TEMPRANO, PODRIDO TEMPRANO
A menudo la fe temporal es como un árbol milagroso. Se brota en
poco tiempo y se marchita tan rápido como apareció. Cristo dio un
ejemplo de esto en la parábola de la semilla. Parte de la semilla
sembrada cayó en una fina capa de tierra, y la semilla brotó pronto
en la tierra cálida. Sin embargo, debido a que las raíces no podían
penetrar profundamente en el suelo, la planta se marchitó
rápidamente. En la explicación del Salvador, leemos que este
ejemplo se refiere a aquellos que inmediatamente reciben la
Palabra con gozo. La Palabra se recibe con calidez y entusiasmo y
todo parece prometedor. Lamentablemente, no dura mucho,
porque no tiene raíz en sí. “Y”, dice Jesús, “es de corta duración”.
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Por lo tanto, es comprensible que se diga de nuevos conversos a
veces: "Deje que pase un tiempo para ver si sea verdadera o no".
EL REMORDIMIENTO
Será terrible que se te recuerde en la eternidad el tiempo en que
eras cristiano y muy cerca del Reino de Dios. Estabas preocupado
por tu pecado, sentías el poder del Evangelio y sabías la bondad de
Dios, pero nunca quisiste renunciar tu propia vida. La fe valió
mucho para ti, pero no todo. Extendiste las manos hacia Cristo,
pero bajaste los brazos nuevamente. Será terrible escuchar que
Dios nunca nos ha conocido. Desafortunadamente, muchos
tendrán remordimiento y serán echados en el horno de fuego
donde será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:42). Muchos
que estaban seguros de que Dios los dejaría entrar permanecerán
afuera.
“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que
muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de
familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera
empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él
respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a
decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas
enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos
de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el
crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a
todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos”
(Lucas 13:24-28).
¡Qué terrible realidad! Eso no le sucederá al verdadero creyente.
Nadie puede arrebatarlos de la mano del Padre y de Cristo (Juan
10:28). ¡Gracias a Dios por Su fidelidad!
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Capítulo 21
LA FE EN MILAGROS
“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados?
Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria
a Dios sino este extranjero?”
(Lucas 17:17, 18)
Una vez yo y un hermano mayor visitamos a una mujer que había
asistido a la Santa Cena por primera vez. Nos alegró ver que el
Señor todavía estaba obrando. Esperábamos escuchar cuán grande
y bueno es el Señor para pecadores perdidos. Durante la visita, ella
nos dijo que había tenido una cirugía y que ella había rogado
fervientemente a Dios por Su ayuda. Estaba agradecida de que el
Señor la había ayudado maravillosamente, y estaba segura de que
Él había contestado su oración. Entonces ella llegó a la conclusión
de que era una hija de Dios, porque ciertamente Dios no oye a
nadie más que a Sus hijos, ¿no? Fue esa conclusión la que nos
preocupó.
¿Quién se atrevería a negar que el Señor la había escuchado? Ella
había creído en la bondad y la omnipotencia de Dios. Pero ¿había
llegado a conocerse como una pecadora? ¿Recibió ella la gracia?
¿Necesitaba ella también a Cristo por su culpa? Cuando le
preguntábamos, no estaba segura de cómo responder. Tampoco
es fácil hablar abiertamente sobre estas cosas. Tal vez se calló ella
cuando le preguntábamos si no había más que la hubiera vinculado
con Dios.
LA FE EN MILAGROS
Diez hombres leprosos están llamando desde lejos. No se atreven
a acercarse porque son inmundos. Sin embargo, estos hombres
piden ayuda a Cristo. Hay algo en su corazón que considera como
posible lo imposible. Cuando el Señor les pide darse la vuelta e ir al
sacerdote, lo hacen de inmediato. Están convencidos de que este
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Mesías puede sanarlos sin tocarlos. Ellos confían en la palabra de
Cristo y van con sus cuerpos enfermos hacia el sacerdote. Y ¿qué
pasa? Todos se sanarán.
¿No es esa una fe sincera? Oh sí, la fe de que Jesús puede hacer un
milagro puede ser muy sincera. Muchos creyeron sinceramente
que Jesús fue enviado por Dios. Muchos creyeron que Jesús podía
hacer lo imposible y que Él los redimiría de los romanos. Los diez
leprosos habían acudido al Salvador con su gran necesidad, pero
también con la firme confianza de que Él podía sanarlos. Ahora
pueden volver a sus familias y pueblos. Ellos saltan de alegría. Estos
hombres sinceramente creyeron en los milagros de Jesús. Pero
¿qué leemos? Solo uno vuelve para agradecer al Señor. Los otros
nueve están contentos con lo que han recibido, pero se olvidan de
dar gloria a Dios.
NADA DE MALO
No hay nada malo con la fe en milagros. Sin embargo, la fe en los
milagros por sí sola no es suficiente, pues no recibe a Jesús como
Redentor y Salvador. La fe en milagros recibe el don, pero no el
Dador del don. Se regocija en la ayuda de Dios, pero no en el
perdón. Esta fe confía en que Dios sana, pero no cree que Dios
limpie los pecados. No quiero despreciar esta fe. Es un privilegio si
podemos creer que Dios nos ha ayudado o nos ha curado, pero no
es lo suficiente. No podemos morir con eso.
A alguien que solo cree en el milagro le falta un espíritu
quebrantado y un corazón contrito y humillado (Salmos 51). La fe
en milagros no piensa en la gran deuda que debe ser perdonada.
Desafortunadamente, muchas personas han creído en el milagro y
han sido escuchadas por Dios, pero se han perdido al final. De
hecho, algunos han hecho milagros en el nombre de Jesús, pero no
Lo han conocido en verdad. Piensa, por ejemplo, en Judas el
Iscariote. Judas creía que podía hacer milagros en el poder de Dios,
y eso no fue su error o su pecado, pues no está mal creer que Dios
es un Dios de milagros.
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LA TRISTEZA
¡Qué triste que los nueve leprosos no hayan regresado a Cristo!
Jesús dice: “Y los nueve, ¿dónde están?” (Lucas 17:17b) ¿Por qué
no están a Sus pies? ¿Por qué no les importa el Dador del milagro?
Y ¿por qué no vienen por misericordia y perdón? “Respondiendo
Jesús dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve,
¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino
este extranjero?” (Lucas 17:17, 18).
Es muy triste cuando no hay nada más que una fe en milagros.
Aceptamos con entusiasmo el regalo de Dios y luego Le damos la
espalda. Es como un niño pequeño que está muy ocupado con sus
regalos de cumpleaños y que se olvida por completo de agradecer
a sus familiares o amigos. Es similar a alguien que se casa con un
hombre por el dinero. Se casa porque quiere el dinero, pero no le
importa la persona. ¡Qué triste!
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Capítulo 22
LA FE VERDADERA
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a
treinta por uno”.
(Mateo 13:23)
En la parábola del sembrador, leemos acerca de la semilla que cae
en la tierra bien preparada. El suelo tiene bastante profundidad y
está libre de maleza. La semilla brota, crece, y al final se cosecha.
En algunas plantas se encuentran treinta semillas, en otras sesenta,
y hay plantas que producen hasta cien. Con esta parábola, Cristo
quiere mostrar a Sus discípulos el resultado de su predicación. La
Palabra que predicarán no siempre dará fruto. A menudo será
rechazada, pero algunos oirán y entenderán la Palabra. La Palabra
dará frutos de fe y arrepentimiento. Cristo pone mucho énfasis en
escuchar y entender. Él dice: “El que tiene oídos para oír, oiga”
(Mateo 13:9). Nunca podremos llevar frutos a menos que hayamos
abrazado y comprendido la Palabra con nuestro corazón. El que
entiende la Palabra de Dios con su corazón está profundamente
arraigado y llevará muchos frutos.
LLEVAR FRUTO
Una de las características de la verdadera fe salvadora es que da
frutos. Puede ser que el resultado no sea siempre el mismo; no
todos producen cien, pero siempre hay algo que cosechar.
Pensamos en el arrepentimiento, la fe, la gratitud, la humildad, la
bondad, la modestia y mucho más (Gálatas 5:22). El Señor se
regocija en esta cosecha y es glorificado cuando los pecadores se
arrepienten y vienen a Él como hijos perdidos. También es un día
feliz para los ángeles en el cielo cuando pecadores perdidos vienen
a pedirle a Dios por Su misericordia. Es para la gloria de Dios si los
pecadores acuden a Cristo y creen que solo Dios puede llenar sus
vidas. Dios es honrado cuando el pecado es odiado y rechazado.
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Dios busca los frutos, y Su nombre debe ser glorificado. Qué
maravilloso es si podemos servir a Dios porque Él es Dios. Él es tan
digno de ser servido. En la fe no se trata de mí, sino del honor de
Dios. Él debe recibir el honor de todo y de todos.
¿POR QUÉ ESTA PARÁBOLA?
¿Por qué el Señor Jesús contó esta parábola? ¿Hay algo que
notamos cuando leemos la parábola y la explicación en Mateo 13?
La parábola y su explicación están separadas por unas palabras que
explican el motivo de Cristo para hablar en parábolas. Leemos en
Mateo 13:11 que Jesús dijo: “Él respondiendo, les dijo: Porque a
vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas
a ellos no les es dado”. La parte entre la parábola y su explicación
deja claro que Dios es soberano. Solo Él puede hacer caer la semilla
en la tierra bien preparada. Nadie sino Él da el arrepentimiento y
la fe salvadora. Entonces Él merece todo el honor y la gloria por la
salvación de pecadores.
LA CANTIDAD Y LA CALIDAD
La parábola del sembrador también deja claro que no todos los
hijos de Dios producen la misma cantidad de frutos. Algunos son
más débiles en la fe que otros. El uno tiene más conocimiento del
pecado y de la gracia que el otro. Y no todos tienen una vida
igualmente dedicada y dependiente de Dios. Hay quienes resisten
hasta la sangre, combatiendo contra el pecado (Hebreos 12:4).
Otros tienen odio por el pecado, caminan por el camino estrecho
hacia la vida, pero lamentablemente todavía son tan terrenales.
Hay una diferencia y esta parábola anima a los hijos de Dios a llevar
más fruto. No es que alguna vez en esta vida puedan ser 100%
perfectos. La parábola no dice eso. La intención es que el hijo de
Dios viva cada vez más cerca de Dios y se parezca más a Enoc, quien
humildemente “caminó” con Dios.
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Capítulo 23
LA INCREDULIDAD ES PECADO
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito
Hijo de Dios”.
(Juan 3:18)
No puede haber ninguna duda al respecto: la incredulidad es un
pecado grave y la madre de todos los demás pecados. La
incredulidad fue el pecado original de Adán y Eva en el Paraíso.
Ellos creyeron a Satanás, y como resultado comieron del árbol
prohibido. Ellos creyeron a Satanás más que a su Hacedor. Ahí
vemos qué es la incredulidad: hacer a Dios un mentiroso (1 Juan
1:10), y es un asalto directo a la credibilidad de Dios. En el último
verso de Juan 3, esto se compara con "desobediencia": “El que cree
en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no
verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
La incredulidad no toma en serio los mandamientos de Dios, no
comprende lo que es el pecado, desprecia a Cristo y no cree en la
benevolencia de Dios para salvar a los pecadores. La incredulidad
duda de la bondad y la gracia de Dios y, por lo tanto, es una
rebelión contra Dios. Es una contradicción del Espíritu Santo
(Hechos 7:51). En resumen, la incredulidad pertenece al diablo. La
incredulidad es parte del estado mortal del hombre después de la
caída (Efesios 2:1). Es bueno darse cuenta de eso. Mientras no
aprendamos a ver la incredulidad como pecado, no hay lugar en
nuestros corazones para la gracia. Mientras nos veamos a nosotros
mismos como personas agradables y benevolentes que hacen lo
mejor para Dios, no vemos nuestra verdadera naturaleza y no
conocemos a Dios en verdad.
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LA FALSA CREENCIA NO ES UNA SOLUCIÓN
La expresión "la incredulidad es pecado" a veces se usa para
enfatizar que no puedes dudar de que irás al cielo cuando mueras.
A veces la gente dice: “Debes creer que irás al cielo cuando mueras.
No puedes dudarlo, porque entonces dudarías de Dios, y la
incredulidad es pecado”. Sin embargo, la pregunta es si esto
siempre es incredulidad. Si nuestros pecados no son perdonados,
es mejor no pensar que vamos al cielo. Realmente no es un pecado
enfrentar nuestra realidad y darnos cuenta de que somos
pecadores. No ayuda creer que acabaremos bien. Muchas
personas no pueden entrar por la puerta del cielo. Dios les dirá que
no los conoce: “Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos
comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os
digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros,
hacedores de maldad” (Lucas 13:26, 27).
¿QUÉ ES MEJOR?
Si no estás seguro de estar en el camino correcto, prestes especial
atención a las señales y estés abierto a las instrucciones de sus
compañeros de viaje. Si estás absolutamente seguro de que estás
yendo en la buena dirección, entonces no piensas que es necesario
prestar atención a las señales y a lo que dice los demás. Pero creo
que el primero tiene menos posibilidades de perderse que el
último. Es prudente tener cuidado. No solo en la vida diaria, en el
tráfico, sino también en un sentido espiritual. No es que quiero
promover la duda; al contrario. Pero también hay una certeza que
no tiene buen fundamento. En otras palabras, la duda sincera es
mejor que la fe falsa y altiva. Pienso en lo que dijo el profeta Amós:
“¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día
de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz” (Amós 5:18).
¿ORGULLOSO DE LA INCREDULIDAD?
Algunos están orgullosos de que al menos no están entre los que
dudan. Ellos los desprecian a esas personas y las ven como pobres.
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Otros desprecian a los que piensan que creen. Incluso están
orgullosos de no poder creer tan fácilmente. Sin embargo, nunca
debes estar orgulloso de tu incredulidad. ¿Dónde están las
personas que están realmente preocupadas por su propia
incredulidad y falsas creencias? Ambas son malas: tanto la
incredulidad como la fe que no está basada en Cristo.
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Capítulo 24
CREER EN CRISTO
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí”.
(Juan 14:1)
Me será difícil olvidar cómo una vez vi a una abuela contar a sus
hijos y nietos cómo Cristo había ganado más valor para ella. Me lo
había contado primero, pero le pregunté si ella podía decir algo al
respecto en la noche en la presencia de sus hijos y nietos. Lo que
ella contó era simple pero hermoso. Primero contó algo sobre el
principio, cómo se había convertido en una pecadora. ¡Cuán pobre
se había vuelto ella! También dijo que había visto la oportunidad
de ser salvada en Otro. Pero años más tarde, la salvación se había
vuelto a parecer completamente imposible para ella otra vez. Ella
estaba de acuerdo con Dios: “Merezco la muerte y el infierno. No
soy digno de ser tu hija.” Pero entonces el Señor Jesucristo se había
vuelto tan querido para ella. Él se había vuelto querido para ella en
Su muerte. Ella se alegró de ver que el castigo haya caído sobre Él
y que Sus llagas nos traigan sanidad (Isaías 53:5). Su alma se inundó
de amor por el Padre que había dado a Su único Hijo, y amor por el
Hijo que quería venir a salvar a pecadores como ella. Ella había
recibido el perdón completo de los pecados, y Jesús era muy
querido para ella. Vi muchas lágrimas esa noche. Todos los que
estaban presentes sintieron que Dios es grande y bueno y que Su
pueblo es feliz. Ella creía en Dios, pero también creía de una
manera muy especial en Su Hijo, el Señor Jesucristo.
CREED TAMBIÉN EN MÍ
Creer en Dios y creer en Cristo están inextricablemente vinculados,
pero son dos cosas diferentes. Los discípulos creían en Dios, pero
su conocimiento de Cristo no era muy grande al principio. Lo
amaron y creyeron que tenía las palabras de la vida eterna (Juan
6:68), pero su fe en Cristo estaba poco desarrollada, tanto que no
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entendieron mucho todavía. Se preguntaban por qué tenía que
sufrir y morir. Pedro expresó los sentimientos de los discípulos
cuando dijo que Cristo no debería morir. Por lo tanto, Jesús llamó
a Pedro un adversario, un satanás, porque él se interpuso en el
camino de Él. Leemos en Marcos 8:32b y 33: “Entonces Pedro le
tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y
mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de
delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de
Dios, sino en las de los hombres”.
No es sin razón que Cristo, antes de Su sufrimiento y muerte, animó
a los discípulos a creer en Él. Se pondría a prueba la fe en su
Salvador. No iba a ser fácil, pero los discípulos tenían que seguir
creyendo en Él. Él era y es el único camino al Padre: “Y en ningún
otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado
a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). No fue
sin razón que Cristo dijo: “Creed también en mí”. Pedro pensaba
muy humanamente acerca de Cristo. Su fe estaba
insuficientemente enfocada en Él. Hoy en día también sucede que
los hijos de Dios no miran a Cristo lo suficiente. Ellos también
deben aprender a creer en Él: “Creed también en mí”.
MUCHO QUE APRENDER
Creer en Cristo es experimentar la necesidad de Su obra y
apreciarlo grandemente. Se vuelve amado y exactamente lo que
necesitas. Cuando Él es predicado y el Espíritu Santo abre tus ojos,
ves al Rey en Su belleza. Dependiendo de lo mucho que hayamos
aprendido de Él, Él es conocido en Sus oficios de Rey, Sacerdote y
Profeta, en Su naturaleza divina y humana, en Sus estados de
humillación y exaltación y en Sus nombres. Hay mucho que saber y
admirar de Él. ¿Lo conocemos? ¿Se ha revelado a nosotros en Su
Palabra y por medio de Su Espíritu? Nuestra fe es muy pobre si no
conocemos a Cristo. Si has llegado a conocerlo, busca de aprender
más. Él es digno de ser conocido.
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VERSÍCULOS
Un día una mujer vino a mí. Ella creía que Dios obró en su vida y
que sus pecados fueron perdonados. La mujer parecía muy
humilde y genuina, pero me sorprendió que ella no dijera nada
acerca de Cristo. Dios fue tan bueno con ella, y ella citó hermosos
textos que la habían tocado, pero ella no habló de Cristo. Ahora
bien, yo sé que los cristianos principiantes no pueden hablar tan
claramente acerca de Él. Sin embargo, me pareció extraño que
estuviera tan segura de su salvación y hablaba tan poco sobre el
Señor Jesús. Le pregunté: ¿Qué significa para ti el Señor Jesús? Ella
me miró con los ojos muy abiertos y se quedó en silencio por un
momento: "¿Tal vez que Él estaba colgado en la cruz?", dijo. Ahora
yo también estaba callado. ¿Qué debería decir? Le conté sobre el
único Salvador, sobre el único Nombre bajo el cielo; le dije que la
salvación no está en ningún otro, etc. Amigos, ¿no es cierto que la
verdadera obra salvadora trae al pecador a Cristo? La Palabra de
Dios está clara al respecto: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que
no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis
que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de
Dios” (1 Juan 5: 12, 13).
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Capítulo 25
CREER COMO UN NIÑO
“Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como
niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
(Mateo 18:3)
Los niños creen incondicionalmente lo que dicen sus padres.
Muchas personas piensan que un verdadero creyente debe creer
de esta manera. Simplemente tiene que creer que Dios ha
perdonado sus pecados y que siempre lo cuida. A menudo se
escucha a la gente decir: "Los niños pueden creer tan fácilmente
de modo que los adultos están celosos" y "los niños confían en Dios
con tanta facilidad, porque no les molestan las preguntas
dogmáticas y difíciles." ¿Es eso lo que la Palabra de Dios llama
"volverse como un niño"? Es cierto que el Señor Jesús tomó a los
niños pequeños como ejemplo. Él enseñó a Sus discípulos a
volverse como niños. De hecho, si no se convirtieran en un niño,
no podrían entrar en el reino de Dios. Pero ¿qué quiso Cristo decir
exactamente? ¿Debemos simplemente creer sin razonar? ¿En qué
sentido debemos convertirnos en un niño?
¿QUIÉN ES EL MAYOR?
Los discípulos discutían sobre cuál de ellos era el más importante.
Entonces el Señor llamó a un niño y lo colocó entre los discípulos.
Luego, Cristo dijo que estos grandes hombres que se peleaban
debían convertirse en un niño. En otras palabras: no debían tener
pensamientos altos acerca de sí mismo. Estos discípulos debían
aprender a no ser importantes. Esto fue una lección dolorosa para
ellos. Los niños apenas se tomaban en cuenta en la época de Jesús.
Los niños fueron pasados por alto y a los discípulos incluso les había
parecido humillante para Cristo cuando trajeron los niños
pequeños a Él. Sin embargo, luego respondió: “…Dejad a los niños
venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de
Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como
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un niño, no entrará en él” (Marcos 10:14b y 15). Ten en cuenta la
palabra “tales”. Los que se hacen iguales a los niños entrarán en el
reino de los cielos o en otras palabras; todos los que descienden a
la altura del niño serán enaltecidos. Y los que no quieren hacerse
como un niño serán humillados. Está claro que Cristo quiso decir
esto cuando lees el siguiente texto: “Así que, cualquiera que se
humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos”
(Mateo 18:4).
HUMILLARSE
Humillarse es una característica de la verdadera fe. No solo en el
sentido de que debemos ser humildes en nuestro trato con nuestro
prójimo; humillarse implica mucho más. Debemos volvernos
indignos ante Dios, pequeños en nuestros propios ojos y culpables
de todos Sus mandamientos. Inclinarse ante Dios es parecerse al
publicano que no quería ni aun alzar los ojos al cielo, cuando dijo:
"Dios, sé propicio a mí, pecador" (Lucas 18: 13). Convertirse en un
niño es negarse a sí mismo, darle a Dios el control de su vida y
perder todos los derechos. Todos necesitamos esto, tanto niños
como adultos.
INFANTIL
Creer no es algo infantil. En la fe uno no cierre sus ojos para dar un
salto hacia la oscuridad. No pones tampoco un manto sobre la
cabeza para poder olvidar todos los problemas. La fe es algo en que
se piensa y es algo serio. Te toca profundamente cuando ves lo que
es el pecado y cuando ves que estás en gran peligro. La gracia te
hace un pobre pecador que necesita a Cristo. Aquellos que creen
de una manera infantil no han entendido eso y nunca se han vuelto
niños pequeños ante Dios.
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Capítulo 26
LA FE CRITICADA
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer,
e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no
puede ser mi discípulo”.
(Lucas 14:26)
Cristo fue cálido y generoso en Su predicación, pero también
honesto. Él no consideraba automáticamente a Sus seguidores
como verdaderos creyentes. Aquí hay un ejemplo: después de que
Jesús había contado la parábola de la gran cena, en la que leemos
que todas las cosas estaban listas para los invitados, muchos
comenzaron a seguirlo. Cristo, sin embargo, tenía Sus
pensamientos y no estaba del todo contento con ellos.
DANDO LA VUELTA
Muchos quedaron profundamente impresionados por la
predicación de Jesús y comenzaron a seguirlo como si fueran Sus
discípulos. Eso se veía bien. No puedes hacer nada mejor que
seguir a Jesús. Sin embargo, Cristo no estaba tan feliz con eso. Él
responde de la siguiente manera: “Y volviéndose, les dijo: Si alguno
viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y
hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser
mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede
ser mi discípulo” (Lucas 14:25b – 27).
El resto de este capítulo también deja claro que Cristo entendió las
verdaderas intenciones de estos nuevos seguidores. Él dice tres
veces: "No puede ser mi discípulo" (versículos 26, 27 y 33). Leemos
que los verdaderos discípulos primero calculan lo que cuesta seguir
a Jesús (versículo 28). Incluso tu propia vida debe venir en segundo
lugar (versículo 26). Debes llevar tu cruz (versículo 27) y debes
renunciar todo lo que posees en este mundo (versículo 33).
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ADVERTENCIAS
En muchas parábolas, el Señor Jesús distinguió entre la fe
salvadora y la fe que se parece a la fe verdadera, pero no lo es. No
es que Cristo quisiera ser negativo. Preparó a Sus discípulos para
su trabajo y advirtió a Sus oyentes que pusieran su fe en el único
fundamento: Cristo. En amor, Cristo advierte de la apariencia de
algo que no es. Hay muchas parábolas sobre este tema, por
ejemplo:
construir una casa sobre una roca o sobre la arena
tener un vestido de boda o aparecer en tu propia ropa
las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes insensatas
el trigo o la cizaña
caminar por el camino ancho o estrecho
los pámpanos fértiles e infértiles
la semilla que cae en la tierra bien preparada y semilla que
cae en otro lugar
el mendigo Lázaro y el hombre rico
Estas parábolas son advertencias, y es importante que las leamos
y las volvamos a leer. Estas parábolas tienen la función de un
espejo: ¿es nuestra fe sincera? Cristo quiso advertir a la gente que
no se engañara a sí misma. Debemos seguir ese ejemplo cuando
hablamos con otros acerca de la fe.
MENOS ASISTENTES A LA CENA DEL SEÑOR
El conocido predicador J.C. Ryle fue un verdadero predicador del
evangelio. Era el deseo de su corazón que pecadores perdidos
llegaran a conocer a Cristo. Sin embargo, menciona de manera
honesta lo siguiente en su comentario sobre Lucas 14:
“Es una gran tentación admitir a las personas en la Cena del Señor,
apoyarlas e imponerlas las manos, sin que estas personas hayan
mostrado la gracia de Dios en sus vidas. Debemos evitar la
tendencia de mostrar a los jóvenes serios las alegrías y los
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consuelos del evangelio, sin mostrarles debidamente la cruz y la
lucha. Si seguimos el ejemplo de nuestro Maestro (Jesús) en este
pasaje, el número de asistentes a la Cena del Señor probablemente
disminuirá drásticamente. Pero podemos preguntarnos si no
ganaríamos en calidad lo que perderíamos en cantidad.”
Estas oraciones son lo suficientemente claras. Ryle no quería tener
la menor cantidad posible de participantes en la Santa Cena, sino
que esperaba más creyentes convertidos por Dios. Este predicador
había entendido las advertencias de Jesús. Ryle probablemente
también pensó en la respuesta del Salvador cuando algún hombre
le dijo que quería seguirlo: “Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te
seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos, mas el Hijo del Hombre no tiene
dónde recostar su cabeza” (Mateo 8: 19, 20).
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Capítulo 27
SIN FE TODO ES PECADO
“…y todo lo que no proviene de fe, es pecado.”
(Romanos 14:23b)
Él compró un ramo de flores para su esposa cada semana. Solía
hacerlo desde que se casaron hace veinte años. A pesar de que su
matrimonio ya no era tan bueno, se mantuvo fiel a esta costumbre.
Si no trajera flores, su esposa se lo reclamaría. Pero se hizo más
difícil regalar las flores espontáneamente. A menudo depositaba el
ramo de flores en la cocina sin decir mucho. Un rato después los
vio colocados en el florero. Estaba orgulloso de ser tan bueno en
mantenerse agradable. Su esposa ya no le agradecía por las flores.
Ella sabía que no había amor detrás del hecho. Las flores eran
hermosas y acogedoras, pero el amor del pasado ya no estaba allí.
Este ejemplo muestra que no solo es importante lo que recibimos,
sino también cómo lo recibimos. Nos gusta y lo apreciamos cuando
recibimos un regalo de alguien espontáneamente. Sin embargo, es
triste cuando recibimos un presente de alguien que se siente
obligado a darnos algo. No es diferente espiritualmente. Nuestro
Creador no solo quiere que cumplamos con nuestro deber, sino
que también desea que Le sirvamos con amor y con todo nuestro
corazón. Él ve a través de nosotros y no está contento con algunas
buenas obras que hacemos por obligación. Podemos ayudar a
nuestro prójimo, ir a la iglesia los domingos, ser fieles en nuestro
matrimonio y hacer negocios honestos, y eso es muy bueno, pero
Dios mira nuestro corazón. Quiere saber por qué hacemos todas
estas cosas. Después de todo: “…y todo lo que no proviene de fe, es
pecado” (Romanos 14:23b). Pablo escribe que incluso si comemos
y bebemos, debemos hacerlo con fe y para la gloria de Dios. Si no
amamos a Dios, no podemos servirle. Dios quiere ser servido con
el corazón.
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TODO UNA VERGÜENZA
Cometemos más pecados de lo que pensamos. Todo lo que
hacemos sin Dios y todo lo que hacemos sin amor por Él no cumple
con la medida de Dios y debe considerarse pecado. No es de
extrañar que los hijos de Dios llegan a la conclusión de que no solo
cometen pecado, sino que también son pecado. Todo se convierte
en pecado para ellos. Deben condenar todo: las mejores obras, las
actuaciones más sagradas, las oraciones bien intencionadas. Todo
está manchado de pecado. Al final, no les queda nada más que
ofrecer a Dios. No había fe en sus obras, “y todo lo que no proviene
de fe, es pecado”. Quien entienda esto debe estar de acuerdo con
el profeta Isaías y el apóstol Pablo: “Si bien todos nosotros somos
como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras
maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6). Y: “Como está
escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:
10 – 12).
Cristo hizo todo con fe. Sentía una conexión constante con Su
Padre, y no había nada que hiciera por obligación. Su corazón
estaba lleno de amor, y era Su comida y bebida hacer la voluntad
de Su Padre. Solo Jesús puede salvarnos. Su perfecta obediencia
debe llegar a ser nuestra a través de la fe en Él. ¿Qué significa Jesús
para nosotros?
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Capítulo 28
CREER INCONDICIONALMENTE
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen
dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin
precio, vino y leche”.
(Isaías 55: 1)
Morimos si no tenemos oxígeno. Respirar el oxígeno es una
condición para poder vivir. El oxígeno es necesario para nosotros,
algo que no podemos prescindir. Cuando digo que tener el oxígeno
es una condición, quiero decir que es necesario. También usamos
la palabra "condición" en un contexto diferente. Estoy pensando
en una oración como: "La condición para ser admitido en la
universidad es tener buenas calificaciones". Ahora estamos
hablando de otra cosa. Para calificarse, uno debe cumplir con la
condición: altas calificaciones.
¿HAY CONDICONES PARA CREER?
¿Hay condiciones para creer? ¿Hay que cumplir primero con una
cierta medida de conocimiento del pecado para poder calificarse?
A veces parece que la gente piensa que alguien debe cumplir todo
tipo de condiciones para poder ir a Cristo. Espero que todos
comprendan claramente que no es bíblico hablar de condiciones
de esta manera. La Palabra de Dios deja claro que los pecadores
pueden venir a Dios sin dinero y sin precio: “A todos los sedientos:
Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y
comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (Isaías
55:1).
¿Cómo se puede llenar una botella con agua si contiene arena?
Primero tienes que quitar la arena antes de poder poner agua en
ella. Así es también el caso en lo espiritual. Primero debes ser
liberado de tu justicia propia, pues de lo contrario no entenderás
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lo que es la gracia. Eso no es un mérito o una condición que debes
cumplir, sino una necesidad.
¿TIENES QUE ESTAR SEDIENTO?
Los niños habían regresado a casa de la escuela y estaban sentados
a la mesa. "¿Quién tiene sed?", preguntó la madre. Dos de los niños
tenían sed y dos no. Así que la madre sirvió bebidas para los dos
que tenían sed y no para los demás. ¿No quería esta madre darles
a sus otros hijos algo? Sí, pero no tenían sed. ¿Tener sed era una
condición para tomar algo? No en el sentido de que los niños que
tenían sed lo hayan merecido más. Todos habían ido a la escuela,
pero unos tenían sed y otros no. Si no tienes sed, no tienes
necesidad de tomar. Nadie quiere tomar agua viva sin una sed
espiritual. Es una característica del verdadero creyente: tiene sed,
sed de Dios. Sin embargo, no debemos cambiar las características
en condiciones que debemos cumplir.
Ninguno de los hijos de Dios ha sentido nunca que él o ella tenía
tanta sed de modo que podía sobornar a Dios con eso. “…Y el que
tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente” (Apocalipsis 22: 17b).
¿DEBES CONOCER TU PECADO?
¿Quién quiere venir al Salvador y creer en Él? ¿Los que están solos,
deprimidos, las personas que tienen problemas matrimoniales?
¡Oh claro, son bienvenidos! Pero ¿vienen a Cristo para recibir el
perdón de sus pecados? ¿Están hambrientos y sedientos de agua
viva? De nuevo: todos los pecadores son bienvenidos venir a Cristo,
pero solo los que se sienten culpables, los quebrantados, son los
que quieren venir. Es por eso que se necesita un conocimiento
profundo de nuestros pecados. Sin ello nadie huiría a Cristo.
SUPERFICIALIDAD
Creer en Cristo sin un conocimiento profundo del pecado, sin sed,
sin un anhelo verdadero a Dios, tiene poco valor. Una persona así
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huye a Cristo sin ser angustiada por sus pecados. Es una fe sin
amor, sin profundidad, sin vida.
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Capítulo 29
TRABAJANDO A TRAVÉS DEL AMOR
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor”.
(Gálatas 5:6)
Cuando era joven, una vez visité a un hijo de Dios y le conté algo
sobre lo que estaba pasando dentro de mí. Pensé que sabía algo
acerca de la fe y un llamado. El hermano me escuchó, pero no me
respondió mucho. Me invitó a cenar, y cuando terminamos, abrió
su Biblia para leer un capítulo de la Palabra de Dios: “Si yo hablase
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como
metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe,
de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada
soy” (1 Corintios 13:1, 2).
Las lágrimas se formaban en mis ojos cuando escuché esa lectura
de la epístola a los corintios. ¿Por qué leyó esto ahora? ¿Fue su
lectura diaria?, o ¿quería darme una lección? No lo sé, y por
supuesto no quería preguntarle. Pero ¡qué pregunta más
importante! ¿Tengo amor? La fe mueve montañas, pero sin el
amor no somos nada. Es posible que hayamos estudiado la Palabra
de Dios durante años. Tal vez sabemos exactamente cómo Dios
convierte a una persona. Pero ¿qué sabemos del amor? El amor
verdadero es de Cristo.
LAVADO DE CEREBRO
Años después, cuando estaba enseñando religión en la escuela y
cuando me tocaba hablar de este tema, una joven hizo un
comentario. Ella dijo algo como: "No entiendo lo que usted dice
acerca de creer y amar. Mis padres me dijeron que Dios me ama y
yo amo a Dios. Creo eso y no siento mucho al respecto.” Tenía unos
veinte años, y le pregunté si tenía novio. Sí, ella tenía un querido
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amigo. “¿Podría ser que lo ames sin sentir nada?", le pregunté. Ella
se quedó perpleja e indignada, y dijo que era muy diferente. A
veces pienso todavía en esos comentarios. ¿Fue su cerebro
“lavado” por sus padres y enseñada a amar a Dios? El Señor juzga
el corazón, pero el amor de la señorita no me pareció muy
espontáneo ni real. La fe obra por el amor. El amor y la fe son cosas
diferentes. Por ejemplo, no podemos decir que somos justificados
por el amor. Pero el amor es esencial para creer. Escuchemos lo
que dice la Biblia al respecto:
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6)
“Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso…” (1 Pedro 2:7)
PRECIOSO
Si amamos a alguien, esa persona se hace precioso para nosotros.
Nuestro corazón arde cuando pensamos en el otro. El sentimiento
no siempre es tan fuerte, pero una y otra vez sentimos que
estamos conectados internamente con el otro. El otro nos atrae de
una u otra manera. Queremos encontrarnos con él o ella
nuevamente. De esta manera, Dios y Cristo se hacen preciosos por
la fe. Tendremos hambre y sed de Dios. Anhelamos escuchar Su
voz. El ocultamiento del rostro de Dios se vuelve amargo como la
muerte. Eso es amor. Este amor durará para siempre. La fe, en el
sentido de cómo se practica en la tierra, ya no será necesaria en el
cielo, y la esperanza se cumplirá. Pero el amor permanece. “El
amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8).
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero
el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13)
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Capítulo 30
LA FE HACE QUE CRISTO SEA PRECIOSO
“Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los
que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido
a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace
caer…”
(1 Pedro 2:7, 8)
Una de las cosas más importantes al construir una casa de ladrillos
era encontrar una o más piedras angulares. Una piedra angular
grande y bien formada no era tan fácil de encontrar. Alguien que
encontraba tal piedra estaba muy feliz. La piedra seleccionada era
cuidadosamente transportada al sitio de construcción. Al llegar allí,
la piedra angular se erigía como una de las primeras piedras para
sostener las piedras más pequeñas.
En 1 Pedro 2, Pedro habla de "una piedra preciosa" varias veces. Él
dice que Cristo es una piedra viva, desechada por la gente, pero
escogida y preciosa para Dios (versículos 4 y 6). Así Cristo es
comparado con una piedra angular del edificio espiritual, una
piedra angular indispensable y especialmente escogida para
mantener firme a la Iglesia. Como piedra angular, Cristo es precioso
e indispensable para Su Iglesia. Él ha sido elegido por Dios para ser
la piedra angular, y Él quiere ser precioso para todos los Suyos. Él
es honrado cuando los pecadores Lo miran y Lo adoran como la
piedra angular del edificio, y cuando sienten en su corazón que Él
es la única piedra angular, verdadera y preciosa.
SOLO EN CRISTO
Cuando Dios comienza a obrar en el corazón, Dios se vuelve
precioso y el pecador se siente miserable porque se ha alejado de
Dios. Se siente tan necio y busca la manera de reconciliarse con
Dios. Descubre, sin embargo, que eso no es tan fácil. Dios debe
castigar el pecado. Eso lleva al pecador en gran necesidad, pero de
81
esta manera Dios hace lugar para Cristo. El pecador comienza a ver
la importancia y la necesidad de un Salvador, y comienza a orar a
Cristo: “Señor, Hijo de David, ten misericordia…” (Mateo 20:30).
Al principio de la vida espiritual, el conocimiento de Cristo a
menudo no es tan grande. Él es visto como una "posibilidad para
ser salvo". No obstante, en el transcurso del tiempo, Él se vuelve
más precioso. El Señor lo hace más necesario y el pecador ve más
y más lo atractivo que hay en Él. Leemos acerca de esto en el Cantar
de los Cantares de Salomón: “Su paladar, dulcísimo, y todo él
codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, oh doncellas de
Jerusalén” (Cantares 5:16).
TODO EN CRISTO
Cristo se vuelve precioso como Mediador para volver a unir a Dios
y al pecador; como Fiador a pagar; como Abogado ante el Padre;
como el Maestro más alto; como el único Sumo Sacerdote; como
Rey eterno; como Emanuel (es decir, Dios con nosotros); como
Jesús (es decir, Salvador); como Señor (es decir, Dueño); como la
Verdad, como la Vida; como el Pan de vida; como el Agua viva;
como la Resurrección; como el Rey de reyes y Señor de señores;
como el buen Pastor; como el Camino hacia la vida. Los verdaderos
hijos de Dios comienzan a regocijarse en todas estas facetas de
Cristo, porque el Señor los enseña por medio de Su Espíritu y Su
Palabra. Ellos llegarán a conocer a Cristo más y más. Cristo se
vuelve cada vez más glorioso, más necesario y más precioso para
ellos.
Creer es ver a Cristo con el corazón, buscar todo en Él y no
encontrar la salvación en ningún otro. Isaac Ambrosio escribió un
libro grueso con el título: "Mirando a Jesús". Eso describe
exactamente lo que es creer: ver en Cristo. Es por eso que la fe da
tanta esperanza y alegría. La incredulidad busca su salvación en el
propio corazón, quiere ser una buena persona, da dinero para
ayudar a los pobres, y es amable para con sus hijos, pero no mira a
Cristo. La incredulidad busca el mérito en las obras; tal persona ora
82
y lee la Biblia, es seria y evangeliza. La fe, sin embargo, solo se
enfoca en Cristo.
PARA MEDITAR
Permíteme dar algunas palabras claves para reflexionar sobre cuán
precioso es Cristo: Él es sabio, amoroso, fiel, todopoderoso,
compasivo, eterno y divino. Él gobierna, protege, revive, ora,
consuela, habla por Sus hijos como un abogado, bendice, promete,
guía, sufrió, murió, resucitó de los muertos, ascendió al cielo, se
hizo el garante por Su pueblo y regresará. El que cree en Cristo
encuentra todo en Él. Entonces, creer en Él es amarlo, maravillarse
de Él, confiar en Él, anhelarlo, adorarlo, tener un placer santo en
Él, regocijarse en Él, tener hambre y sed de Él, seguirlo, honrarlo y
alabarlo. A veces hay un fuerte deseo de morir y estar siempre con
el Señor.
“Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo
de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar
en la carne es más necesario por causa de vosotros” (Filipenses
1:23, 24).
83
Capítulo 31
ALEGRAOS CON TEMBLOR
“Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor”.
(Salmos 2:11)
Creer debe ser algo feliz, no melancólico. Eso es verdad. Qué el
Señor dé más gozo verdadero en las vidas de los hijos de Dios y en
la Iglesia. ¿Cómo pueden los jóvenes volverse celosos de la vida de
un hijo de Dios si solo escuchan acerca de las reglas y las leyes que
hay que cumplir? ¿Cómo pueden volverse celosos si solo escuchan
acerca de la incredulidad y la oscuridad y nunca escuchan acerca
del gozo que hay en Cristo? El gozo de la fe es mucho más que la
alegría superficial del mundo. Es más profundo que la alegría que
uno siente en su día de boda o cuando uno ha dado a luz a un hijo.
El gozo de la fe es reverente y va acompañada de asombro. En
inglés se lo llama "humble joy", es decir, alegría humilde.
UN BARCO CARGADO
Compara la combinación de alegría y humildad con un barco de
vela muy cargado. Ahora los barcos de carga tienen motores, pero
en el pasado incluso los barcos de velo navegaron en el mar, y
cuanto más profundo estaba el barco en el agua, más vela podía
tener. Esto también es cierto en lo espiritual. Juan el Bautista dijo:
“Es necesario que El crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Los
hijos de Dios reciben más gozo en Dios por medio de Cristo cuando
tienen que hundirse. Los hijos de Dios desean el lugar más bajo y
menos importante, porque esto los libera del mundo y les da gozo
en Cristo. Charles Simeon, un teólogo inglés, escribió:
“Siempre tuve una sensación tan grande de mi pecado, de modo
que podría desesperarme si no tuviera una visión de la suficiencia
y disposición de Cristo para redimirme por completo. Y al mismo
tiempo, tenía un sentido tan fuerte de mi adopción por parte de
Cristo, de modo que haría que mi pequeño bote volcara si no
84
tuviera tanto lastre a bordo. Un barco normal se hubiera hundido
ya bajo una carga tan grande”.
En otra parte, Simeón escribió que quería conocer más de su
inmundicia y su pecado para poder agradecer a Dios. No con, sino
en humildad. La humildad y la alegría son como el polo sur y el polo
norte del mundo. Ellos pertenecen juntos. Es por eso que los hijos
de Dios deben continuar arrepintiéndose. Deben buscar más
arrepentimiento. Un corazón quebrantado es para la gloria de Dios
y trae gozo. El Señor da Su gracia cuando nuestra boca se cierra.
Esos son los mejores tiempos para la Iglesia viviente. Salmo 2:11 lo
dice de esta manera: “Servid a Jehová con temor, y alegraos con
temblor”.
NO ES ESCLAVITUD
Qué maravillosa combinación: “temor y temblor”. Dios es honrado
cuando un pecador se siente profundamente agradecido por la
gracia de Dios, cuando mira a Dios desde el polvo para darle honra
y gloria.
La alegría es parte del servicio del Señor. Sin alegría sería un
servicio de esclavos, y los hijos de Dios servirían a Dios por
obligación. ¿Podría ser eso agradable a Dios? ¿El Señor quiere ser
servido por personas que hacen todo lo posible solo para merecer
misericordia? No, el Señor es más honrado cuando Su hijo se
humilla y Le pide misericordia. ¡Qué gozo Le da a Dios cuando
regala Su gracia y qué gozo le da al pecador cuando recibe la gracia!
Creer es entonces regocijarse en Dios. El profeta Joel y el apóstol
Pablo quieren animar a los hijos de Dios a creer en Dios con estas
palabras:
“Vosotros también hijos de Sion alegraos y gozaos en Jehová
vuestro Dios, porque os dará enseñador de justicia; y hará
descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al
principio.” (Joel 2:23, La Biblia del Oso, 1569)
85
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
(Filipenses 4:4).
En los textos anteriores, el profeta y el apóstol no llaman a la Iglesia
a hacer fiesta. No, la Iglesia está llamada a regocijarse en Dios. Hay
tanta felicidad que no es alegría en Dios. Sin embargo, también hay
una religión de reglas y mandamientos: el fariseísmo. El Señor
Jesús dijo de eso: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino…” (Mateo 23:23).
¿Necesitamos más alegría en la iglesia? Ciertamente, pero no
debemos buscar esa felicidad en nuestra música o eventos
sociales. ¡Qué el Señor nos concede más del gozo bíblico! El gozo
en la adoración de Dios que me ha salvado del pecado y de la
muerte.
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”
(Romanos 15:13).
86
Capítulo 32
MUCHA FE
“…De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”.
(Mateo 8:10b)
La Biblia nos cuenta en Lucas 7 que un centurión, un oficial del
ejército romano, no se atreve a acudir a Jesús. Leemos que envía a
otros para preguntarle a Jesús si quiere venir a su casa. ¿Por qué
tiene que venir Jesús? El siervo del centurión está enfermo y a
punto de morir. Este centurión ama a su siervo, y por eso busca
ayuda de Jesús. Cristo va a su casa, y cuando Él está cerca, el
centurión le hace decir por medio de unos amigos que Él no entré
en su casa. ¿Por qué no? Este centurión no es pobre. Él ha
financiado la construcción de la sinagoga en Capernaum.
Seguramente tiene una casa grande. Él no tiene que avergonzarse
de su casa. Ese tampoco es el problema. Él no se siente digno de
que Jesús entre en su casa. Leemos que dice: “Señor, no te
molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo” (Lucas
7:6).
Consideremos esta actitud. ¿No es esto incredulidad? ¿No es este
centurión demasiado tímido? Él mismo podría haberse acercado a
Jesús, ¿no es cierto? Quizás lo acusamos de ser incrédulo, o por lo
menos podemos de tener poca fe. No obstante, no es el caso en
absoluto. Este oficial tiene mucha fe.
MUCHA FE
El centurión se siente indigno de que Cristo entre bajo su techo,
pero cree que Cristo, al decir una sola palabra, puede sanar a su
siervo. Dice: “Pero di la palabra, y mi siervo será sano” (Lucas 7:7).
Cuando el Señor Jesús escucha eso, se maravilla de él y se vuelve
hacia la multitud, diciendo: “Os digo que ni aun en Israel he hallado
tanta fe” (Lucas 7:9). ¿Por qué es tan grande esta fe? La fe de este
centurión es tan grande porque este hombre se considera a sí
87
mismo como indigno. Él no piensa merecer la ayuda de Jesús. Sin
embargo, él cree que Cristo tiene el poder de sanar a su siervo
diciendo una sola palabra. Este hombre no tiene derecho a nada.
Él no pertenece al pueblo elegido de Israel. Él no se siente
importante. Él no espera nada de sí mismo, sino todo de Cristo. ¡Tal
fe es grande!
PERSEVERAR
El centurión (probablemente era un oficial de mucho más de cien
soldados) no habría hecho llamar a Cristo si no hubiera amado
tanto a su siervo y si no hubiera tenido pensamientos tan grandes
acerca de Cristo. Amaba tanto a Cristo y amaba tanto a su siervo
que veía una posibilidad, a pesar de su indignidad. Solo Le pediría
a Jesús que dijera una sola palabra. Creía que si Cristo decía "vete"
a la enfermedad, la enfermedad dejaría a su siervo. Esa fue una
gran fe. Esa fe es similar a la fe de la mujer cananea que dijo: “Sí,
Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la
mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer,
grande es tu fe; hágase contigo como quieres” (Mateo 15:27b, 28).
La fe de esta mujer era grande por la misma razón. Ella sabía que
no merecía la ayuda de Jesús. Después de todo, ella era solo una
perrita debajo de la mesa. Y, sin embargo, ella seguía pidiendo y
rogando. Ella no podía dejar de perseverar en la fe. Había una
confianza incondicional en Cristo de que Él podía hacer lo
imposible.
DE UN LADO INESPERADO
En ambos casos, la gran fe vino de un lado inesperado. No los
israelitas, sino los gentiles creían tan firmemente. No los líderes del
pueblo judío, sino los gentiles, de los cuales nadie esperaba nada,
estaban dotados de una fe tan grande. Debió haber molestado a
los judíos el hecho de que Jesús alabó a los gentiles por su fe.
También es dudable que los fariseos mismos tuvieran fe. Le habían
dicho a Cristo que este centurión era digno de ser escuchado
porque amaba a la gente y construía la sinagoga. Sin embargo,
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como hijos de Abraham, se sentían muy superiores a este jefe
romano. Aquellos que razonan así realmente no entienden lo que
es la GRACIA.
89
Capítulo 33
POCA FE (1)
“El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces,
levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande
bonanza”.
(Mateo 8:26)
Hay un pequeño y pobre manzano en el jardín trasero con solo
unas pocas manzanas colgando. El árbol no se poda
adecuadamente, no recibe suficiente agua, y los parásitos no están
controlados. Sin embargo, nadie tiene duda alguna de que sea un
manzano. Compara este árbol con ese gran pino que está a pocos
metros de distancia. Es un hermoso ejemplar, pero un pino real.
No puedes comer su fruta. De esta manera podríamos comparar al
creyente débil con el incrédulo. Las personas no convertidas
pueden ser muy buenas personas que significan mucho para su
prójimo, mientras que los hijos de Dios a veces se ven como un
pequeño árbol con muy poco fruto.
Poca fe es la duda en el creyente. No debemos confundirlo con las
dudas de los incrédulos. Los incrédulos nunca han creído
realmente y están en un "estado permanente" de incredulidad. Los
hijos de Dios, por otro lado, tienen fe en su corazón, aunque no
siempre sea fuerte. Aunque desafortunadamente son a menudo
incrédulos, han sido reavivados y, por lo tanto, se diferencian
esencialmente de los incrédulos.
POCA FE NO ES ESTAR SIN FE
Según Mateo, el Señor Jesús acusó a los discípulos de poca fe
cuando las olas golpearon el barco durante la tormenta. La fe de
ellos parecía haber desaparecido. No confiaban en que nunca
podrían perecer con Cristo a bordo. Por supuesto, antes había
habido fe en el Mesías, y todavía había fe en el fondo de su
corazón. Eso quedó claro de su oración: “¡Señor, sálvanos, que
90
perecemos!” (Mateo 7:25b) Jesús ya no era un joven carpintero
para ellos; no obstante, durante la tormenta, parecía que quedaba
muy poco de su fe. No es que los discípulos fueran iguales a los
incrédulos, porque los hijos de Dios no pueden perder su fe (Lucas
22:32). Sin embargo, su fe no estaba en acción. Se perdieron la
práctica de la fe.
A esto Cristo llamó la poca fe. Encontramos esta expresión varias
veces más en el Nuevo Testamento y, en todos los casos, se trata
de la falta de confianza de los discípulos en que el Señor se cuide
de ellos:
“El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces,
levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande
bonanza” (Mateo 8:26).
“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca
fe?” (Mateo 6:30).
“Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de
vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?” (Mateo 16:8).
“Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse,
dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por
qué dudaste?” (Mateo 14:30, 31).
91
Capítulo 34
POCA FE (2)
“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho!”
(Lucas 24:25b)
Los discípulos no fueron los únicos que fueron débiles en la fe. En
esencia, todos los hijos de Dios son débiles. Todos tienen que ser
guardados de caer y tropezar. Por lo tanto, podemos hablar de
varios tipos de poca fe.
TIPOS DE POCA FE
La poca fe en los hijos de Dios aparece en varias formas. Aquí hay
algunos ejemplos de lo que podemos llamar la poca fe:
Podemos llamarlo poca fe si los hijos de Dios no confían lo
suficiente en la ayuda de Dios, como los discípulos durante
la tormenta.
La poca fe es cuando uno no comprende a Dios y cuando
uno impone condiciones a Dios, como lo hizo Tomás.
Primero quería ver por sí mismo y sentir que Jesús había
resucitado; de lo contrario no lo creería. O como el caso de
los hombres que iban a Emaús, quienes fueron acusados
de ser “tardos de corazón para creer”.
La poca fe es cuando Pedro negó a Cristo. No podía
extrañar a su Maestro y había entrado en la guarida del
león: en la sala de Caifás. Sin embargo, él lo negó,
temiendo que tuviera que sufrir también.
Había poca fe en la iglesia de Galacia, porque los hermanos
no tenían una buena comprensión del evangelio de la
gracia.
A veces se llama poca fe cuando los hijos de Dios no tienen
la certeza de su salvación. La falta de certeza puede ser el
resultado de caer en pecados, como en caso de David.
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NO SOLO LOS PRINCIPIANTES TIENEN POCA FE
A veces encontramos poca fe no solo entre los principiantes que
recién han llegado a conocer a sí mismo y a Dios, sino también
entre los hijos de Dios que tienen una comprensión más profunda
del pecado y la gracia. Pienso en aquellos que están asegurados
por el Espíritu Santo del perdón de los pecados y que tienen un
gran conocimiento de Cristo, pero que no confían en el Señor en
ciertas circunstancias. Por ejemplo, cuando pierden su trabajo, o
cuando los niños no obedecen, o cuando se enferman. Por otro
lado, los principiantes con poco conocimiento de Cristo pueden
tener mucha fe y confiar plenamente en el Señor.
TRISTEZA
Comparemos la incredulidad y la fe débil. La incredulidad total es
más seria que tener poca fe, porque la fe está completamente
ausente. Por otro lado, si los mismos hijos de Dios tienen poca fe
es más triste, porque desconfían en el Señor. Eso Le duele mucho
al Señor. Después de todo, es triste cuando un extraño nos
desconfía, pero es mucho más triste si nuestro propio hijo no
confía en nosotros. Qué triste es cuando aquellos que han sido
comprados con sangre no confían en el Señor. Sin embargo, gracias
a Dios, Cristo también sufrió y pagó por la incredulidad, la fe débil
y la desconfianza de Sus hijos.
MUERTO POR NATURALEZA
Una fe débil es mejor que ninguna fe en absoluto. La fe de los hijos
de Dios puede ser débil y pequeña, pero al menos son vivos
espiritualmente. Antes de su renacimiento, tenían, a lo mejor, una
fe histórica, una fe temporal o una fe en milagros. Por la gracia de
Dios han recibido la verdadera fe. A veces una fe temporal se ve
incluso mejor que la verdadera fe. Pero esto es solo apariencia.
Piensa en la siguiente palabra de Salomón:
“Porque mejor es perro vivo que león muerto” (Eclesiastés 9:4).
93
Capítulo 35
LA CALIDAD DE LA FE
“…que si tuviereis fe como un grano de mostaza”.
(Mateo 17:20b)
No solo necesitamos la fe para recibir el perdón del pecado. Por
ejemplo, la fe también es necesaria para trabajar en el Reino de
Dios. Los misioneros, los evangelistas, los pastores, pero también
los padres y maestros necesitan la fe para creer que Dios hace
posible lo imposible. Sin la fe, un pastor tiene poca esperanza
cuando asciende al púlpito. Sin la fe, los padres pierden la
esperanza de que algún día su hijo o hija estará bien.
ABATIDO
Un día, los discípulos se sienten abatidos porque no pueden curar
a un muchacho demoniaco. Se les dio el poder de hacer milagros,
pero de repente ya no tienen éxito. No pueden curar al niño. Su
maestro, Cristo, está en el monte de la Transfiguración. Los
discípulos se sienten solos y comienzan a dudar que sean aptos
para este trabajo. El padre del niño está decepcionado, y los
discípulos están profundamente avergonzados. Cuando Cristo
regresa, los reprende, pero también alienta a Sus discípulos. Les
dice que si tan solo tuvieran fe como una semilla de mostaza, sería
posible mover montañas y arrojarlas al mar. Jesús les dice a Sus
discípulos cuál fue su fracaso: “…por vuestra poca fe; porque de
cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis
a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será
imposible” (Mateo 17:20).
NO LA CANTIDAD
En otras palabras, no se trata de la cantidad de la fe; lo más
importante es que haya la fe. Una semilla de mostaza es pequeña,
pero tiene el potencial de crecer hasta llegar a ser un árbol. Es lo
mismo con la fe. Si solo hay una migaja de fe, el trabajo es mucho
94
más fácil. Con un poco de fe, los hijos de Dios tienen el poder de
Sansón y pueden asaltar muros con David (Salmos 18:29).
Especialmente para la obra en el Reino de Dios es importante mirar
hacia arriba. Después de todo, no es la fe misma que hace los
milagros, sino Dios. Todo depende de Él.
Jesús habla de "la fe como un grano de mostaza" en un contexto
específico: habla a Sus discípulos. Ellos deben hacer milagros en Su
nombre y necesitan la fe en el Dios de los milagros. El Señor no
habla de la cantidad de su fe. La pregunta es si hay la fe verdadera
en su corazón, incluso si es del tamaño de un grano de mostaza.
Entonces, la autenticad de la fe es más importante que la cantidad
de ella. Eso también es verdad en la vida de un pecador que busca
a Dios. Con esa fe, el pecador persevera en buscar a Dios, y no hay
una montaña que sea demasiado alta para él. La semilla de la fe
mantiene al hijo de Dios a flote. El pecador puede mirar hacia
arriba una y otra vez, porque todas las cosas son posibles con Dios.
NO ES CIZAÑA
Un grano de mostaza no es cizaña. La diferencia puede ser muy
poco a simple vista, pero hay una gran diferencia entre las dos. Por
eso, no debemos invalidar el texto, diciendo que es suficiente tener
un poco de esperanza. Ese no es el propósito de este ejemplo. Se
trata de la fe en Dios. Se trata de la fe que no tiene ninguna
expectativa de sí misma, sino solo del Señor del cielo y de la tierra.
Es la fe en el poder todopoderoso de Dios.
MÁS FE ES AÚN MEJOR
Si solo los pastores pudieran tener más fe que un grano de
mostaza, tendrían más libertad, pero también serían más
dependientes cuando predican. Si los padres y las madres tuvieran
más fe, lucharían más ante el trono de la gracia por la conversión
de su hijo o hija pródigo. Si uno tiene fe como un grano de mostaza,
no puede desaferrase del Señor. Desafortunadamente, los
discípulos no habían perseverado en la fe en el caso del muchacho
95
demoniaco. Tal vez ya estaban desanimados antes de que el padre
viniera a ellos. Habían retrocedido en la fe y habían sido
negligentes en sus oraciones. Por lo tanto, el Salvador dijo que era
importante ayunar y orar (Mateo 17:21).
LA FE PARALIZADA
La incredulidad había paralizado a los discípulos. La incredulidad en
el poder y la fidelidad de Dios también paraliza a la Iglesia de Dios
hoy. La incredulidad ve montañas que son demasiado altas y
gigantes que son invencibles. La incredulidad nos hace olvidar que
Jacob tuvo el privilegio de ver a José antes de morir. La incredulidad
hizo que David pensara que un día moriría por la mano de Saúl (1
Samuel 27:1).
La incredulidad también obstaculiza la salvación de los
inconversos. Muchos confían que están en el camino al cielo, sin
conocer verdaderamente a Jesús, mientras otros dicen con
desaliento que la salvación no es para ellos. Todavía van a la iglesia
y oran y a veces leen algo de la Biblia, pero tienen poca o ninguna
esperanza. ¡Ojalá que esa gente viera quién es Dios! ¡No dejarían
de orar a Él, porque Él puede convertir su incredulidad en fe!
Espere Israel a Jehová y Él proveerá; Hay redención y la bondad tan fiel, en Jehová; De sus pecados Él redimirá, Su poder a Sus santos salvará. (Salterio 362:3)
96
Capítulo 36
LA FE MUERTA
“¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es
muerta?”
(Santiago 2:20)
Llevaban veinte años casados, y él dijo que aún amaba a su esposa,
pero casi nunca estaba en casa. Prefería sentarse con sus amigos
mirando televisión o tomarse una cerveza en el café a la vuelta de
la esquina. No era un borracho, pero nunca estaba en casa. El amor
por su esposa y familia consistía más en palabras que en hechos.
No había tiempo para estar en casa. Aunque dijo que amaba a su
esposa, su amor resultó ser poco o nada. El amor estaba muerto.
Creer y amar tienen mucho en común, y la fe también puede estar
muerta. Puede consistir en palabras y formas sin contenido. El
apóstol Santiago lo llamó este tipo de fe una fe muerta: “¿Mas
quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”
(Santiago 2:20). El apóstol Santiago aclara que si la fe no tiene
obras es muerta, pues queda sola (Santiago 2:17). Cuando dice que
el hombre es "vano", quiere decir que no somos muy inteligentes
y reflexivos cuando decimos que tenemos fe pero no la
practicamos. Pues toda persona sabe que la fe debe ser evidente
por los frutos. Santiago incluso dice que Abraham, el padre de
todos los creyentes, mostró su fe a través de sus obras.
EN LA PRÁCTICA
La fe debe ser evidente en la vida diaria: en la escuela y frente a tu
madre, cuando estás de vacaciones y cuando estás en casa, antes
del matrimonio y cuando estás casado, en el trabajo y cuando estás
con tus amigos. Entonces, debe ser evidente siempre y en
cualquier circunstancia. Santiago es muy específico y escribe sobre
el maltrato de los pobres, sobre el orgullo y la lujuria por el poder,
sobre la lengua afilada y la disputa, sobre la fornicación y la
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mundanalidad. Incluso menciona a los empleados que pagan mal.
Santiago estaba profundamente preocupado por la fe en las
congregaciones cristianas. ¿Estaba muerta esa fe? ¿No podría la
gente entender que sin obras, la fe es muerta y en vano?
Santiago no es diferente a su Maestro en su predicación. Cristo
habla en Juan 15 acerca de dos tipos de pámpanos: “Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva
fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2). Algunos
pámpanos parecen estar injertadas en la vid. Todo el mundo piensa
que tal vez son hijos de Dios, pero ¿qué pasa? Estos pámpanos no
llevan fruto y al final son cortados y echados en el fuego: “El que
en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se
secará; y los recogen y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:6).
Aquellos que no dan fruto muestran que nunca han sido un
pámpano vivo. ¡Qué diferente es con alguien que ha nacido de
Dios! “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar,
porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9).
CAER EN PECADO
Es posible que los hijos de Dios caigan en pecado. Conocemos los
ejemplos. Y, sin embargo, esos pecados son diferentes de los
pecados que cometen antes de su conversión. Estos
pecados no se han cometido de corazón, y el "hombre nuevo" en
ellos nunca estaba de acuerdo con el pecado. Después de todo, el
nuevo hombre no puede pecar y, por lo tanto, los hijos de Dios no
cometen pecado, sino que es el pecado que vive en ellos. Es la
debilidad del viejo hombre. El nuevo hombre no quiere pecar,
porque la voluntad ha sido renovada. “Y si hago lo que no quiero,
ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:20).
¿Quién puede juzgar si alguien vive en pecado o ha caído en
pecado? Solo el Señor conoce el corazón. Y especialmente cuando
uno sufre de adicciones pecaminosas, es difícil discernir si alguien
ha caído en pecado o si está viviendo en ello. No sabemos cuán
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grande lucha es para alguien deshacerse del cuerpo del pecado.
Pero sí sabemos que los hijos de Dios deben huir a Cristo una y otra
vez, y que Su sangre limpia de todo pecado.
VENDIDO AL PECADO
La fe de los hijos de Dios no está muerta y no puede morir. Ellos
mismos no cometen pecados, pero el hombre viejo que vive en
ellos. Sin embargo, si consideramos a todo el ser humano, el hijo
de Dios todavía es carnal y está vendido al pecado. No puede
liberarse del viejo hombre (del cuerpo de muerte), sino que está
vinculado con él hasta que la muerte los separe.
“…Mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7: 14).
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Capítulo 37
LA BATALLA DE FE
“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la
cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión
delante de muchos testigos”.
(1 Timoteo 6:12)
Creer es una lucha de vida y muerte. Los enemigos— Satanás,
nuestro propio corazón y el mundo— quieren que todos se
pierdan. No pienses que es una pelea fácil. No es una lucha contra
personas de carne y hueso. ¡Es una lucha "contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes" (Efesios 6:12)! Esa es la buena lucha que
los hijos de Dios están peleando. Luchamos naturalmente al lado
equivocado, al lado de Satanás. Pero por la gracia de Dios, los
elegidos cambian de ejército. Ellos se convierten en soldados en el
ejército del cual Cristo es la cabeza (Hebreos 12:2).
DOS TIPOS DE LUCHA ESPIRITUAL
Los hijos de Dios están en una batalla aquí en la tierra. Es una lucha
que tienen que luchar hasta el fin de su vida. No obstante, a veces
escuchamos comentarios de que la vida espiritual no tiene que ser
tan pesada. Por la obra de Cristo, los hijos de Dios pueden tener
tanta paz en sus corazones, pueden ser tan felices y deben vivir en
plena seguridad de la fe. Veo ese punto, pero no debemos
confundir dos luchas diferentes. En 1 Timoteo 6:12, Pablo se
refiere a la lucha por ser más santo, ¡no a la lucha por la certeza de
la fe! Ciertamente, la Palabra de Dios afirma que es posible
alcanzar la plena certeza de fe. Leo en Romanos 8:15: “Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre!” Entonces, Pablo afirma que la Iglesia no
ha recibido el espíritu de esclavitud, y critica el hecho de que hay
tanta lucha. Sin embargo, la lucha a la que se refiere Pablo en 1
100
Timoteo 6 es otra lucha, es una lucha que dura toda la vida. Incluso
el cristiano más asegurado de la fe debe continuar luchando esa
batalla, porque los enemigos no se quedan quietos y salen a atacar
inesperadamente. La Iglesia debe seguir vigilando y orando.
No obstante, la lucha por la certeza de la fe y la lucha contra los
enemigos tienen algo que ver entre sí. Si el enemigo logra que un
cristiano asegurado de la fe cae en pecado, la batalla por la paz en
el corazón a menudo comienza de nuevo. Pedro negaba a su
Maestro, porque no había resistido hasta la sangre (Hebreos 12:4).
Entonces perdió la paz en su corazón. Leemos: “Y saliendo fuera,
lloró amargamente” (Mateo 26:75b). El pecado estorba la paz en
el corazón. La Iglesia de Dios, por lo tanto, no puede darse el lujo
de quedarse dormida, y debe velar y orar para no caer en la
tentación. En este sentido, los hijos de Dios nunca tienen
vacaciones en esta vida. Tampoco llevan una vida perezosa,
pensando que irán al cielo de todos modos. Los hijos de Dios
continúan luchando contra el pecado hasta que el Señor los lleve a
casa.
SATANÁS
La batalla de la fe es una batalla contra los ángeles caídos. Estos
ángeles no dejan en paz a los creyentes. Tratan de hacer que los
hijos de Dios desconfíen en su Señor. Ellos tratan de sembrar duda
y rebeldía en el corazón del creyente. Pero Satanás siempre
miente. Él mintió en el Paraíso y todavía lo hace ahora. También
intenta golpear con puños (2 Corintios 12:7). Por eso hay que
resistirlo (Santiago 4:7).
EL MUNDO
El mundo es un poder en sí mismo, y los hijos de Dios tienen que
luchar contra él. El término "mundo" no solo implica el deporte, los
juegos y las diversiones mundanas, sino que implica también toda
la vida en la tierra. Muchas veces los hijos de Dios también se
sumergen en las cosas de este tiempo y se olvidan de Dios. Debido
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a que somos pecadores, ya no podemos disfrutar con gratitud lo
que Dios nos da. Queremos más y nunca estamos satisfechos. Es
por eso que el apóstol Juan escribe que no debemos amar a este
mundo y que nos perderemos con el mundo si somos del mundo
(1 Juan 2:15 – 17).
LA CARNE
Los hijos de Dios son liberados de la esclavitud del pecado y ya no
quieren pecar (Romanos 6:18). El pecado se ha convertido en
muerte para los hijos de Dios. Sin embargo, Pablo escribe que él
todavía es carnal y vendido al pecado (Romanos 7:13, 14). Pablo
está luchando una batalla interna. La carne lucha contra el espíritu.
Pablo está triste por eso. Él dice: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi
carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no
el hacerlo” (Romanos 7:18). En la vida de la fe se esfuerza por lo
imposible: la perfección y una vida completamente santa (Hebreos
6:1). No obstante, Pablo experimenta que debe continuar
luchando contra su "yo" pecaminoso (Romanos 7:24, 25). No es
que Pablo dude de la gracia de Dios. Leemos que dice: “Gracias doy
a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente
sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”
(Romanos 7:25a).
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Capítulo 38
EL ESCUDO DE LA FE
“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar
todos los dardos de fuego del maligno”.
(Efesios 6:16)
Hay que usar la armadura de Dios. Una de las armas es “el escudo
de la fe”, con el que se pueden apagar las flechas ardientes de
Satanás. Satanás ha encendido las flechas con fuego para hacer
más daño. El escudo de la fe no es la única arma. También hay la
coraza de justicia, el cinturón de verdad, los zapatos del evangelio
de la paz, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu. Pero el
escudo de la fe es una de las armas más importantes: “Sobre todo,
tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos
de fuego del maligno” (Efesios 6:16).
¿Qué quiere decir Pablo con esto? El escudo de la fe repele las
flechas ardientes de Satanás a través de la meditación. Aquí hay
algunos ejemplos de cómo se usa este escudo:
Una forma de usar el escudo de la fe es la reflexión sobre
quién es Cristo. Qué bueno es para los hijos de Dios
reflexionar sobre lo que el Salvador ya ha hecho para
redimirlos. Qué arma tan poderosa para dirigir nuestra
atención a Cristo cuando los malos deseos nos alcanzan.
Satanás, el mundo y la carne tienen menos dominio sobre
los hijos de Dios cuando se dan cuenta de que fueron
comprados con sangre.
También se usa el escudo de la fe cuando uno medita sobre
lo que Cristo ha prometido acerca de la perseverancia.
Jesús dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será
salvo” (Mateo 24: 13).
Las flechas de fuego de Satanás también se apagan si los
hijos de Dios piensan en su futuro: ¿Cómo será estar con
Dios para siempre y ¿cómo será quedarse con el Cordero
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para siempre? Pensar en eso es un arma poderosa contra
el pecado. El que mira a la nueva Jerusalén con ojos de fe
no está tan apegado al mundo, a los pensamientos
pecaminosos y a los deseos de la carne. El que lleva el
escudo de la fe lucha como un soldado en el extranjero.
Este soldado espera volver a ver a sus seres queridos
cuando termine la batalla.
UNA BUENA BATALLA
Hay una iglesia militante en la tierra que lucha la buena batalla de
la fe de muchas más maneras de las que hemos mencionado. Esta
batalla no solo es buena por ser correcta, sino que también vale la
pena. Estos luchadores caminan en el camino estrecho. Se
tropiezan y caen a menudo, pero "el Autor y Consumador de la fe"
(Hebreos 12:2) los alienta. Si pierden sus armas, Él les da las armas
de nuevo y les hace perseverar en la fe. Realmente no tenemos que
sentir pena por estos luchadores. Dios cuida de ellos.
LA CARRERA
Creer requiere mucho de los hijos de Dios. Deben renunciar al
mundo, crucificar su vieja naturaleza y caminar en una vida nueva
y santa. Eso realmente no sucede automáticamente. El apóstol lo
explica con más ejemplos. Además del ejemplo de la buena batalla,
también usa el ejemplo de correr una carrera en la arena. Cristo
habló acerca de un camino estrecho hacia la vida eterna. En todos
los casos se trata de la misma lucha: la lucha de la fe.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios” (Hebreos 12:1, 2).
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“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes” (Efesios 6:12).
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que
entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14).
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Capítulo 39
CREER EN LA OSCURIDAD
“…El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de
Jehová, y apóyese en su Dios”.
(Isaías 50:10b)
En la oscuridad, no ves por dónde caminas y es mejor esperar hasta
que aparezca la luz. Luego puedes continuar tu camino. Algunos
usan este ejemplo para defender la idea de que, si estás en la
oscuridad espiritual, debes esperar “la luz" antes de poder creer de
nuevo. Si eso fuera cierto, cada creyente debería esperar hasta que
Dios lo ilumine nuevamente. Eso no es cierto. Los hijos de Dios
deben confiar en Dios y creer en Él siempre, incluso cuando está
oscuro.
EL TERMÓMETRO
¿Determinan nuestros sentimientos el grado de nuestra fe?
¿Apunta el termómetro más alto si somos sensibles? En ese caso,
creer es fácil si sentimos que Dios está cerca y es difícil si no
sentimos la presencia del Señor. Un cristiano que recién ha llegado
a conocer a Cristo a menudo piensa que su fe depende de su
condición sensible. Cuando el Señor aplica Su Palabra a su corazón,
está muy feliz y siente paz, pero un momento después, todo parece
perdido. Escuchemos lo que el Señor dice a través de Isaías:
“¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su
Siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre
de Jehová, y apóyese en su Dios” (Isaías 50:10). Isaías escribe en
este texto sobre aquellos que temen al Señor y escuchan la voz de
Cristo. Escribe aquí sobre la oscuridad en la vida de los creyentes.
A veces los hijos de Dios también viven en la oscuridad, pero Isaías
dice aquí que siempre deben seguir confiando en su Dios, incluso
en tiempos de enfermedad y tristeza, y en tiempos de oscuridad y
apostasía. Los hijos de Dios no deben ser seducidos por la
incredulidad. Es muy importante que ellos sigan creyendo cuando
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es oscuro y difícil. Leemos de Abraham: "El creyó en esperanza
contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes..."
(Romanos 4:18). Aunque nuestras circunstancias y nuestros
sentimientos cambian, el Señor nunca cambia. Aunque el sol a
veces se esconde detrás de las nubes, todavía brilla.
LAMENTACIONES
Jeremías vio la destrucción de Jerusalén con sus propios ojos. Fue
testigo de que muchos judíos fueron matados o llevados a la
cautividad. Después de todo esto, se sintió muy solo y
abandonado. Él escribió: “Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé
del bien, y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová”
(Lamentaciones 3:17, 18) Al leer la primera parte de
Lamentaciones se escucha cómo se sintió el profeta. Para él, Dios
era como un oso que acecha y como un león en escondrijos. Dios
había torcido sus caminos, lo había despedazado y dejado. Dios
había quebrado sus dientes con cascajo y había cubierto su cabeza
con cenizas. Pero entonces, de repente, el tono de las palabras
cambia, y el profeta comienza a hablar consigo mismo. Se acuerda
de quién ha sido Dios para él. Leemos:
“Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. Bueno le es al hombre
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llevar el yugo desde su juventud. Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso.”
(Lamentaciones 3:21 – 28)
La autocompasión del profeta ahora se convirtió en algo muy
diferente. Ahora el profeta se queja del pecado y habla bien del
Señor. El profeta se había tomado muy en serio quién era Dios y
había recordado quiénes habían sido como pueblo. Y el Señor
había bendecido esas reflexiones.
UN ESTRIBILLO
David también conoció tiempos de oscuridad en su vida. Lo que experimentó con su suegro y sus hijos era terrible. A veces se encontraba en el abismo del desánimo y la falta de Dios. Los Salmos 42 y 43 describen su deseo de Dios. En estos Salmos, sin embargo, encontramos tres veces un estribillo en el que David dice a sí mismo que debe confiar en Dios en la oscuridad. Vale la pena leerlo: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Salmos 42:5).
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Capítulo 40
VIVIR POR FE
“Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi
alma”.
(Hebreos 10:38)
Cuando el Señor aplica su Palabra al corazón, lo sentimos por
dentro. Debido a que el Espíritu Santo lleva la Palabra al corazón,
la Palabra "se experimenta" adentro. Por ejemplo, cuando los hijos
de Dios escuchan acerca de Cristo, el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo, el corazón puede llenarse de la bondad de Dios.
Sin embargo, ese sentimiento no permanece. Luego los hijos de
Dios tratan de recuperarlo. Otra vez quieren experimentar la
presencia del Señor. Han probado algo del evangelio (1 Pedro 2:3)
y quieren experimentar eso permanentemente. Ahora, sin
embargo, es importante vivir por fe y no por sentimiento. Al final
de cuentas, el sentimiento sube y baja y no da certeza. Con
nosotros puede ser "sí" hoy y mañana "no", pero con Dios todas las
promesas son “sí y amén” (2 Corintios 1:18). La fe ve la
inmutabilidad de Dios. Es una gran lección no guiarse por sus
sentimientos, sino descansar en la Palabra de Dios. Entonces el hijo
de Dios no debe creer de vez en cuando, sino que debe vivir por fe.
No es malo desear más consuelo y la presencia sensible de Dios,
siempre que no sea por incredulidad.
BRÚJULA Y BOYA
Los navegantes en el mar solían navegar con la brújula. Navegar
con la brújula era una cuestión de confianza. Los navegantes tenían
que confiar que la aguja de la brújula apuntaba en la dirección
correcta y luego tenían que confiar que su interpretación del mapa
del mar era la correcta. A veces se encontraban con una boya que
probaba que iban en la dirección correcta. Eso era alentador. Pero
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pronto la boya desapareció de la vista y tuvieron que hacerlo de
nuevo con la brújula y el mapa.
Este ejemplo se usa a veces para aclarar que los hijos de Dios deben
navegar con la brújula y el mapa de la Palabra de Dios, y que no
siempre hay mucho ánimo y consuelo. En otras palabras, el
sentimiento no siempre está ahí, pero la Palabra de Dios
permanece.
RETROCEDER
Es toda una responsabilidad retirarse de una iglesia que no sea
falsa. De igual manera es muy drástico romper todo contacto con
tu familia si no te gusta algo. El divorcio es totalmente terrible; a
menudo uno quiere escaparse de la responsabilidad. Podemos
comparar esto con la incredulidad. La incredulidad se aleja de Dios
y de Su gracia. El hijo de Dios no puede hacer eso. Puede haber
momentos de poca fe, pero la fe nunca se va por completo. La
Escritura dice al respecto en Hebreos 10:38: “Mas el justo vivirá por
fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma”. Los hijos de Dios
nunca pueden retirarse completamente de Dios. El Señor se
encarga de eso. Pero se les advierte que si retroceden, la
destrucción los espera. Solo por la gracia de Dios no retroceden
para perdición, sino que creen para preservación de sus almas
(Hebreos 10:39).
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Capítulo 41
PERSEVERAR EN LA FE
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede
llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí”.
(Juan 15:4)
Las cosas no serán más fáciles en el futuro. Los falsos profetas
agregarán agua al vino del evangelio, y muchos serán seducidos
por la religión falsa. El amor que todavía existe entre las personas
será cada vez menos. Los problemas en el hogar, en el matrimonio,
en la escuela, en el trabajo, en la calle y en la familia solo
aumentarán. Incluso el amor natural de muchos se enfriará (Mateo
24:12). En estas circunstancias, será cada vez más difícil para los
hijos de Dios – humanamente hablando – permanecer de pie. Si
son verdaderamente hijos de Dios, perseveran. Si no son
verdaderos creyentes, caerán: “Y muchos falsos profetas se
levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la
maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta
el fin, éste será salvo” (Mateo 24:11 – 13).
PERMANECED EN MÍ No puede haber duda de que los hijos de Dios perseveren en la fe. El Señor los ha comprado y nadie puede arrebatarlos de Su mano (Juan 10:28). Sin embargo, los hijos de Dios son llamados por Dios a perseverar. También son amenazados con graves consecuencias si no persisten. Un capítulo bien conocido es Juan 15. En este capítulo encontramos el llamado a perseverar varias veces. Distinguimos en este capítulo: (1) la llamada a perseverar, (2) las promesas para quienes perseveran, y (3) las amenazas para quienes que no perseveran.
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La llamada
“Permaneced en mí, y yo en vosotros…” (Juan 15:4).
“Permaneced en mi amor” (Juan 15:9). Las promesas
“El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto” (Juan 15:5).
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
Las amenazas
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará…” (Juan 15:2).
“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano…” (Juan 15:6).
Vemos en este capítulo que el Señor permite que Sus hijos perseveren en la fe usando ciertos medios. De acuerdo con los Cánones de Dort (redactadas durante el Sínodo de Dort en 1618-1619), Dios usa los siguientes medios: la predicación del Evangelio, la lectura de la Palabra, la meditación del evangelio, exhortaciones, amenazas, promesas y el uso de los sacramentos. Llama la atención el hecho de que el Señor también usa amenazas para mantener a Su pueblo cerca de Él. Aunque los verdaderos creyentes no pueden perder su fe, el Señor los amenaza como si pudieran. UNA RECOMPENSA Los escritores de la Biblia, bajo la inspiración del Espíritu Santo,
hablaron de una recompensa para los hijos de Dios si perseveraban
en la fe. Esta recompensa será la vida eterna, pues eternamente
darán a Dios el honor de su salvación.
“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”
(Apocalipsis 2:10).
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Capítulo 42
ESPERAMOS UNA MEJOR Y PERDURABLE HERENCIA
“Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de
vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en
vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”.
(Hebreos 10:34)
Pablo escribió una carta a los cristianos a quienes les robaron sus
posesiones. Debido a las persecuciones, lo habían perdido todo.
Eso fue muy triste, pero leemos en Hebreos 10 que lo aceptaron
con gozo. No les afectó por dentro el hecho de que el enemigo los
había tomado tanto. ¿Por qué no les afectó? Porque tenían una
herencia mejor y más duradera en el cielo (Hebreos 10:34). A pesar
de todo, había esperanza de que todo sería bien algún día. Había
fe en su corazón de que ya recibirían más de lo que habían perdido.
FE Y ESPERANZA
Para ellos, la fe era la certeza de lo que se espera. Después de todo,
Dios tenía algo mejor en mente para ellos (Hebreos 11:40). Debido
a esa fe, Abraham tenía esperanza para el futuro y esperaba una
ciudad que tiene fundamentos (Hebreos 11:10). En esa fe, todos
los creyentes del Antiguo Testamento han anhelado una nueva
patria (Hebreos 11:16). Moisés tuvo esperanza debido a esa fe,
porque tenía puesta la mirada en el galardón (Hebreos 11:26). “Es
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de los que
no se ve” (Hebreos 11:1). La fe está orientada hacia el futuro, y los
creyentes son peregrinos en la tierra.
ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN
Pablo creyó en la resurrección de los muertos. En la segunda
venida recibiría un cuerpo inmortal, y luego comenzaría la boda.
Imagina que no hubiera la resurrección. Entonces no habría la
recompensa, y los hijos de Dios serían los más miserables de todas
las personas (1 Corintios 15:19). Si así fuera el caso, habrían
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caminado en vano el camino estrecho. Si no hubiera esperanza de
la bendita resurrección, no tendría sentido que Pablo muriera por
el nombre de Cristo. Sin la resurrección, Pablo pudo haber
declarado: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1
Corintios 15:32b).
MOISÉS
Para Moisés, la fe era la certeza de lo que se espera. Podría haber
tenido una buena vida en el palacio en Egipto, pero no la quería.
Prefería ser maltratado con el pueblo de Dios. Ya no quería ser hijo
de la hija de Faraón, porque tenía puesta la mirada en el galardón
(Hebreos 11:24, 26). El vituperio de Cristo fue para él una riqueza
mayor que los tesoros de Egipto. ¡Eso es fe!
TENER PACIENCIA
Aquellos que están bien fundamentados en la fe ven la vida de
manera diferente a los demás aquí en la tierra. Creer es perseverar
en la carrera (Hebreos 12:1). Dios ha dejado algo para Sus hijos que
es mucho mejor que la vida aquí en esta tierra, y eso es que los
creyentes tengan valor y luchen contra el pecado. No les hará daño
y, por lo tanto, nadie debe sentir pena por la Iglesia de Dios. Irán al
cielo y heredarán reinos.
“Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma
solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de
que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la
fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:11, 12).
114
Capítulo 43
LA CONVICCIÓN
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve”-
(Hebreos 11:1)
Un grupo de personas está caminando por el bosque. El guía es un
conocedor de aves. De repente el guía se detiene y apunta hacia la
distancia. Ve un pájaro pequeño, pero raro. Inmediatamente
reconoce el pájaro por sus colores y rayas. Es un periquito. Los
otros también se detienen, pero no ven nada. Se preguntan: ¿Qué
ha visto el guía? ¿Es cierto que ha visto algo especial? Uno tiene
ojos para la naturaleza o no los tiene. Es lo mismo en lo espiritual.
Hay personas que entienden el mensaje de la Palabra de Dios;
otros son ciegos o sordos para ello. La Biblia dice: “El que tiene
oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15).
PRUEBA DE LO INVISIBLE
No es posible comprobar la existencia de Dios. Sin embargo, Él es
tan real para los creyentes, porque tienen la evidencia de Su
existencia en su corazón. Dios y Su creación son tan reales para
ellos que no necesitan otra prueba. No se puede evitar que otros
no lo consideren como una prueba, pero los verdaderos creyentes
tienen la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no
se ve. Por fe, los hijos de Dios entienden que el mundo fue creado
por Dios, y por fe saben que hay un futuro glorioso para todos los
que aman a Dios. La Palabra de Dios se ha vuelto tan viva y
poderosa para ellos que los ha convencido de la existencia de Dios.
Saben que Él existe y que es el Dios que se revela en la Biblia. No
creen en Dios por haber sido criados en una familia cristiana. Ellos
tampoco creen en Dios simplemente porque la iglesia lo dice. Ellos
creen en Él personalmente. Con ojos espirituales ven al Señor,
mientras que otros permanecen ciegos.
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EJEMPLO
Un joven había estudiado la teología en una universidad estatal (no
lo recomiendo, porque demasiados jóvenes comienzan a dudar
durante tal educación). Las impías teorías sobre el origen de la
Biblia le habían causado una gran confusión. ¿Fue verdadera la
Palabra de Dios? ¿No fue la Biblia un producto de las tradiciones y
editores humanos? Si esto fuera así, sería mejor que abandonara
sus estudios e hiciera otra cosa. Quizás su conversión también fue
algo que él mismo había inventado. Y pensó: ¿Realmente existe
Dios?
Se inclinó sobre sus rodillas con gran confusión y oró: "Oh Dios, ya
no lo sé. ¡Muéstrame que existes, Señor! Hazme saberlo, quita esa
duda". Después de su oración, abrió la Palabra de Dios y leyó: “Dijo
también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no
falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31,
32).
Cuando leyó eso, algo sucedió. El Señor le habló con autoridad y lo
consoló, diciéndole que su fe no faltaría y que algún día predicaría
la Palabra de Dios. Se levantó de las rodillas y le dio gracias a Dios
por la respuesta. Dios estaba vivo. Él todavía estaba allí y Su palabra
era verdadera. Nadie podía convencerlo de que había algunos
errores en la Biblia. Tenía la convicción de las cosas que no se ven.
LA CONFESIÓN BELGA
La Confesión Belga lo dice así (acerca de los libros de la Palabra de
Dios): “Y creemos sin duda alguna todo lo que está comprendido en
ellos; y eso, no tanto porque la Iglesia los acepta y los tiene por
tales, sino sobre todo porque el Espíritu Santo nos da testimonio en
nuestros corazones que son de Dios” (Artículo 5).
116
Capítulo 44
EL AUTOR DE LA FE
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”
(Hebreos 12:2a)
Fueron despreciados por muchos, caminaban en pieles de oveja y
cabra, fueron abandonados, oprimidos y maltratados, vivían en
desiertos, montañas y cuevas. ¿De quienes estoy hablando? Estoy
hablando de Abel, Enoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José,
Moisés, Rahab, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David y Samuel. Son
los héroes de la fe de Hebreos 11, quienes, a pesar de todas las
dificultades, continuaron creyendo en Dios. ¿Por qué se
mantuvieron firmes? Ellos creyeron en la promesa de la vida
eterna. A pesar de que la promesa aún no se había cumplido,
tuvieron la certeza de lo que se espera (Hebreos 11: 1). Eso era la
perspectiva y la esperanza que los sostenía.
EJEMPLO
No entendemos Hebreos 11 y 12 si no nos damos cuenta de que
Pablo se dirige en esta carta a la Iglesia perseguida. Su vida fue
difícil. Pero ¿no fue esto también el caso con los hijos de Dios en el
Antiguo Testamento? Sin embargo, eran héroes en la fe de que
Dios les había dado. Fueron firmes y creyeron en Dios y en Sus
promesas. Es sorprendente que Pablo todavía no haya mencionado
a Cristo como ejemplo. Aparentemente Él no encaja en la línea de
los héroes de la fe. Él es el Hijo de Dios, y mucho más grande que
los héroes de la fe. Pero ahora el apóstol todavía lo menciona. Él
sufrió en la cruz, menospreció el oprobio, pero fue glorificado
hasta lo sumo. Leemos que Él recibió el lugar a la diestra del trono
de Dios. Él es el gran ejemplo de cómo la Iglesia debe comportarse
bajo la cruz.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
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que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios” (Hebreos 12:1, 2).
GUÍA
Cristo dirige a la Iglesia como Líder. Bajo Su liderazgo, la Iglesia es
llevada a su destino final. Cristo es el "Autor de la fe". Cristo dirige
a los creyentes, obra su fe, los mantiene en la fe y los anima a creer.
¡Qué bendición que la fe no depende de nosotros! En ese caso no
nos iría bien.
CONSUMADOR DE LA FE
Jesús es el Consumador de la fe. Cristo era perfecto en Su fe y podía
proclamar en la cruz que todo se había consumado. Cristo había
sido completamente obediente a los mandamientos de Dios.
También había confiado plenamente en Su Padre. En ese sentido,
tiene derecho al título: “Consumador de la fe”. Él no es solo un
ejemplo para Su Iglesia, sino que también es su Sustituto. Su
obediencia a la fe es la vida de Sus hijos.
MIRAR A JESÜS
Se exhorta a los hebreos a mirar a este Jesús, el Autor y
Consumador de la fe. Alguien que ha puesto sus ojos en Él olvida
las dificultades y Lo sigue incondicionalmente. Él es el Pastor de
ovejas y les da a sus hijos la fuerza y el ánimo para seguir la carrera.
También promete una corona al final del viaje.
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual
me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino
también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:7, 8).
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Capítulo 45
LA PRUEBA DE FE
“Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.
(Santiago 1:3)
Es posible sacar conclusiones erróneas de la prosperidad y la
adversidad. Si somos bendecidos en gran manera, no podemos
concluir de esto que Dios esté se agrada de nosotros. Y si las cosas
salen mal, no podemos concluir que no pueda ser un creyente o un
hijo de Dios. A menudo es al revés. Asaf vio que a los malvados les
iba bien, y él se levantaba con gran pena cada mañana (Salmos
73:14). El Señor sabe lo que Sus hijos necesitan; su fe debe ser
probada.
LA FE PEREZOSA
La fe no debe convertirse en un sillón cómodo. La fe debe vivir, y el
hijo de Dios debe mantenerse despierto. De lo contrario, la fe se
convierte en algo ordinario y sin vida. La fe debe ser evidente en la
vida cotidiana, y especialmente cuando las cosas no te van muy
bien. No es fácil creer cuando estás en medio de problemas. Pero,
aunque pierdes todo, si Dios queda como tu única esperanza,
tienes todo. Habacuc nos ha dejado un ejemplo tan bello: “Aunque
la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el
producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las
ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi
salvación” (Habacuc 3:17, 18).
LA ESCUELA DE FE
Leemos en Santiago 1 que el Señor prueba la fe de Sus hijos para
enseñarles la paciencia y la sumisión. A través de las pruebas, la fe
se vuelve más fuerte y madura y adquiere raíces más profundas.
Así como el ejercicio físico es saludable, la fe también necesita ser
ejercitada. O, para usar otro ejemplo: el agua estancada comienza
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a apestar. Incluso puede ser una alegría cuando Dios prueba la fe
(versículo 2). Es una oportunidad de llevar la cruz fiel y
pacientemente. Ahora se ve si la fe es sincera o no.
MÁS RAZONES PARA PROBAR LA FE
Además de las razones que Santiago menciona, hay otras razones por las que Dios prueba la fe. Quiero nombrar algunos:
Para traer a la fe (Lucas 15:14).
Para ser más dependiente en la fe (Romanos 8:38, 39).
Para creer como un peregrino (Hebreos 11:13).
Para creer la redención completa (Romanos 8:23).
Para crecer en humildad (2 Corintios 12:7).
Para vivir de una manera más santa para Dios en la fe
(Hebreos 12:10).
Para mostrar sumisión a Dios en todos Sus tratos
(Apocalipsis 13:10).
Para valorar más la gracia (2 Corintios 12:7).
¿QUÉ ES UNA BENDICIÓN?
Ya casi no sabemos qué es una bendición. La prosperidad puede
ser mala para la vida espiritual y los contratiempos pueden ser muy
beneficiosos para la vida de fe de los hijos de Dios. Muchos hijos
de Dios han recibido bendiciones en el hospital o después de la
pérdida de sus seres queridos. El Señor estaba tan cerca en esos
momentos. En aquellos momentos, Cristo era tan querido como
Uno entre mil, y la cruz no era pesada. Entonces descubres quién
quiere ser Dios para ti: que Él es el Testigo fiel, y que nunca deja las
obras de Sus propias manos. A veces hay una lucha primero, y
luego sigue la bendición, como en el caso de Asaf (Salmos 73) y
Jeremías (Lamentaciones 3). Ambos soportaron sufrimientos que
fueron por su bien.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan
a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
(Romanos 8:28).
120
Capítulo 46
PERSUADIR A LOS HOMBRES A LA FE
“Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y
fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”.
(Lucas 14:23)
No hay mucha gente que quiera ser forzada. Si eres forzado, debes
querer lo que otro quiere, y eso te puede dar un mal
presentimiento. Tal vez esto no sucede inmediatamente, pero a
menudo más tarde si llegas a la conclusión de que no habías
querido esto en absoluto.
Incluso puedes sentirse engañado. Estoy pensando en el vendedor
que te convenció a comprar un auto nuevo, cuando de hecho
querías comprar un auto de segunda mano. Lo lamentas. No
querías esto, pero ya no puedes cambiar nada al respecto.
LA VIOLENCIA VERBAL
¿Es eso lo que Pablo quería con el evangelio? ¿Utilizó Pablo la
violencia verbal para persuadir a las personas a creer en Cristo?
¿Estaba tratando de abrumarlos con palabras para rendirse a Cristo
sin pensar?
No, ese no era el objetivo de Pablo. Trató de convencer a la fe.
Esperaba poder traer a los pecadores a la reflexión. Era su deseo
que la verdad los tocara de una manera que nunca pudieran
olvidar. Él oró por la aplicación del Espíritu Santo, y su propósito
era que los pecadores tomaran una decisión consciente y bien
considerada, una elección del corazón.
“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres;
pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo
sea a vuestras conciencias” (2 Corintios 5:11). “
121
PERSUADIR SERIAMENTE
Pablo sabía por experiencia lo que era el temor del Señor. No
quería que su prójimo sufriera para siempre. Él advirtió seria y
persistentemente acerca de los juicios venideros de Dios. El amor
de Cristo lo constriñó.
¡Qué celo más digno tenía este apóstol! Veía a todas las personas
como criaturas mortales que viajaban a su destino eterno: la
bendición eterna o la maldición eterna. Él no quería hacer ataques
inesperados a la voluntad ni presionar a la gente para elegir
rápidamente a Cristo. Tenía amor en su corazón, y quería predicar
el evangelio con seriedad y persistencia. Les rogó en el nombre de
Cristo que se reconciliaran con Dios (versículo 20). A veces Pablo se
volvió muy personal, como en el caso del rey Agripa. Apeló a su
conciencia cuando le preguntó si el rey creía a los profetas. Incluso
añadió que sabía que el rey los creía. Casi persuadió a Agripa para
convertirse en cristiano (Hechos 26:27, 28).
¿QUIÉN CONVIERTE A LAS PERSONAS?
A un predicador conocido se le preguntó una vez cuántas personas
fueron convertidas por él. "Dos", respondió, "y ambos terminaban
mal". Está claro lo que quiso decir con eso. Todas las personas que
nosotros convertimos son aún inconversas. Solo el Espíritu Santo
convierte a las personas, y no debemos tratar de asumir ese
trabajo. Tenemos que advertir a nuestros hijos, amigos y vecinos.
Debemos hablar seriamente sobre el pecado y hablar bien de Dios.
Luego, debemos dejar el asunto en las manos del Señor, orando día
y noche por la conversión de nuestro prójimo.
FUÉRZALOS
En la parábola de la gran cena encontramos la palabra "forzar". El
siervo ha ido por las plazas y las calles de la ciudad y ha traído a los
pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; sin embargo, todavía
había lugar. Luego el siervo debía ir por los caminos y los vallados
para forzarlos a la gente entrar. Leemos: “Y fuérzalos a entrar, para
122
que se llene mi casa.” (Lucas 14:23) Del mismo modo, ¿no debemos
también tratar de ser convincentes en la educación y la
predicación? La palabra griega para “forzar” se puede usar en una
forma agresiva o en una forma positiva. Antes de su conversión,
Pablo forzó a los cristianos a blasfemar a Dios (Hechos 26:11). No
lo habrá hecho con mansedumbre. Cristo obligó a Sus discípulos a
abordar la nave (Mateo 14:22). Lo habría hecho con autoridad,
pero también con amor.
¿Quería enseñarnos el Señor por medio de la parábola de la gran
cena que el siervo debería llenar la mesa de una manera dura,
obligando a la gente venir a la cena? No lo creo. Este siervo no tuvo
que torturar a la gente como lo hizo Pablo, cuando los forzó a
blasfemar el nombre de Dios. El siervo tuvo que hacer todo lo
posible para convencer a todos de que eran bienvenidos. Entonces
podemos invitar a todos a venir a Cristo, incluso a los peores
pecadores.
¿QUIÉN ES EL SIRVIENTE?
Hay una parábola similar a la anterior. Es la parábola de la fiesta de
bodas, la parábola donde alguien se sentó sin el vestido de boda.
En esa parábola se menciona más de un siervo. Nuestra parábola,
sin embargo, trata de un solo sirviente. ¿Es ese mismo criado Cristo
mismo? ¿Debemos leer esta parábola de esta manera que Él, y solo
Él, cambia la voluntad de los pecadores? Él, pues, hace vivir a los
muertos. Pero no olvidemos que Cristo no está obrando en contra
de la voluntad de los elegidos. Él renueva la voluntad.
123
Capítulo 47
EN PLENA CERTIDUMBRE DE LA FE
“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua pura”.
(Hebreos 10:22)
Ella había estado luchando durante doce años y había gastado todo
su dinero en médicos, pero no la habían ayudado. Eso fue algo que
la desanimaba, pero ahora había oído hablar de Jesús. Aún más que
eso, ella estaba convencida de que solo necesitaba tocar el borde
del manto de Jesús para ser ayudada por Él. No había ninguna duda
en su corazón; ahora ella mejoraría.
“Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce
años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque
decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva”
(Mateo 9:20, 21).
¿SEGURO DE QUÉ?
La mujer que tenía el flujo de sangre estaba absolutamente segura
en cuanto a su caso. ¿Cuál caso? ¿Estaba segura de sí misma,
segura de la fuerza de su fe, segura de que ya estaba mejor? No.
Ella estaba segura de Jesús y del poder que venía de Él. Ella no
estaba tan segura de sí misma. Apenas se atrevió a meterse entre
la gente con su impureza según la ley ceremonial, y solo después
de su curación estaba segura de que estaba sana. Al parecer, sería
posible estar muy seguro de Dios y de Sus promesas sin haber
experimentado la sanación misma. Recién después de que ella
haya tocado el manto de Jesús, sintió que se había vuelto sana. Y
la paz no llegaría a su corazón hasta que Cristo le dijera: “Ten
ánimo, hija; tu fe te ha salvado” (Lucas 8:22), “Ve en paz” (Lucas
8:48).
124
LA PLENA CERTIDUMBRE DE FE
Creer es estar seguro de Dios y de Cristo. Los hebreos fueron
invitados a ir al trono de la gracia con un corazón sincero, en plena
certidumbre de fe (Hebreos 10:22). ¡Qué llamada más
impresionante es esa! ¡No lo entendamos mal! Es preocupante si
estamos tan seguros de nuestra fe y de que vayamos al cielo si no
creemos firmemente en Dios mismo.
Entonces, ¿qué es la plena certidumbre de fe? Es acercarse al trono
de la gracia (a Dios) con la profunda convicción de que Dios puede
perdonar y que sí perdonará. Es la fe en la benevolencia de Dios,
en Su poder y en Su bondad para pecadores. Algunos de los hijos
de Dios han aprendido más de estas cosas que otros. Hay también
momentos en sus vidas que pueden creerlo firmemente, mientras
también hay momentos de oscuridad.
Es una bendición especial si podemos experimentar que nuestros
pecados son perdonados. Es cuando el Espíritu Santo da testimonio
a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Romanos 8:16). Luego
los hijos de Dios dirán tiernamente: “¡Abba, Padre!” (Romanos
8:15). Una buena traducción de la palabra aramea “Abba” es:
“querido Padre”. Si el Señor concede eso, el hijo de Dios estará tan
feliz como si fuera arrebatado (con Pablo) hasta el tercer cielo (2
Corintios 12:2).
LA CERTEZA DE LA FE
Toda la fe viene de Dios, y en Él todas las cosas son Sí y Amén (2
Corintios 1:20). En ese sentido, todos los hijos de Dios tienen la
certeza de la fe. En otras palabras: no hay duda en la fe, sino en el
creyente. No todos los hijos de Dios reciben la plena seguridad del
perdón de sus pecados. ¿Quién obtiene esta certeza de la fe? El
Señor es soberano. Se lo da a quien quiere. Tal vez algunos se
volverían altivos si recibieran la plena seguridad de la fe. El Señor
generalmente otorga esta gracia a los creyentes que realmente
viven como peregrinos, que luchan activamente contra su vieja
125
naturaleza y que llevan una vida piadosa. La Escritura explica esto
en el siguiente verso: “Porque si estas cosas están en vosotros, y
abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:8).
El Señor generalmente otorga a Sus hijos mayor certeza de la fe
después de mucha oración, mucha consideración seria del
evangelio, y después de que miren mucho a Cristo y se esfuercen
mucho contra el pecado.
126
Capítulo 48
LLEGAR A LA UNIDAD DE LA FE
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de
la estatura de la plenitud de Cristo”.
(Efesios 4:13)
Los discípulos disputaron entre sí acerca de quién de ellos sería el
más grande (Marcos 9:34). Pablo no estaba completamente de
acuerdo con Pedro (Gálatas 2:11). Algunos en Corinto sintieron que
aprendieron mucho de la predicación de Pablo, y otros pensaron
que Pedro predicaba tan bien. El uno quería seguir a Apolos y el
otro solo deseaba seguir a Cristo (1 Corintios 1:11, 12). También
leemos acerca de Pablo y Bernabé. No pudieron ponerse de
acuerdo y se fueron por caminos separados (Hechos 15:39).
EL PECADO
Las diferencias de opinión siempre han existido en la Iglesia. No hay
nada nuevo bajo el sol cuando los hijos de Dios no se entienden,
dudan los unos a los otros y se van por caminos separados. Todo
esto causa confusión entre los jóvenes, ya que no lo entienden. No
obstante, lo peor es que todo esto deshonra a Dios.
¿Por qué hay tanta división entre los hijos de Dios? Hay varias
causas. Para mencionar algunas cosas: el orgullo, la falta de
entendimiento y visión, los chismes, la debilidad e incredulidad. La
división entre los que temen a Dios es el pecado. Hay que
esforzarse para unir a los que deben estar unidos. ¡Qué milagro es
que el Señor permanezca fiel a una Iglesia tan dividida! Cristo
incluso lavó los pies de Sus discípulos cuando ellos se sintieron
demasiado importantes para hacer tal trabajo.
Sin embargo, también hay la unidad de la fe, incluso entre
miembros de diferentes iglesias. El mensaje bíblico del pecado y la
gracia, de Adán y Cristo une a los hijos de Dios. La unidad espiritual
127
a veces puede ser más fuerte con aquellos que están fuera de
nuestra iglesia que con aquellos que son de nuestra propia
congregación. ¡Qué privilegio es cuando puede haber la comunión
de los santos! Los corazones se unen cuando experimentamos el
amor de Él que compró Su Iglesia con Su propia sangre. En este
caso, no importa tanto a qué iglesia pertenecemos. Esto es la
unidad de la fe.
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han
de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en
nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20,
21).
LOS OFICIOS
Leemos en Efesios que Dios ha ordenado oficios para promover la
unidad de la fe. Por el trabajo de hombres llamados por Dios, la
congregación debe ser enseñada, con el propósito de que la iglesia
crezca "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios
4: 13). Un día habrá una unidad completa cuando el Señor haya
terminado de reunir a Su Iglesia.
La mejor manera de promover la unidad es permanecer con la
comunidad de la iglesia a la que perteneces el mayor tiempo
posible. No es bueno hablar del ecumenismo y al mismo tiempo
cambiar de iglesia cada rato. Las iglesias no son un club del que a
veces eres miembro o del que puedes abandonar fácilmente. La
unidad de la fe debe ser buscada primeramente en la iglesia local.
Aquellos que no pueden promover la unidad en su propia iglesia
local, y tienen que segregarse, por lo general ya no tienen derecho
a hablar.
APARTARSE
No obstante, es diferente si no hay la unidad de la fe. Si en tu iglesia
las personas son engañadas, y si puedes determinar objetivamente
que la doctrina de tu iglesia es falsa, entonces debes irte y no
128
puedes quedarte. Después de todo, solo hay una fe verdadera
(Efesios 4:5). Aquí hay algunos versículos de las Escrituras que
hablan en contra de la falsa unidad:
“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y
no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Corintios 6: 17).
“Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo:
Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40).
“Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande
desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de
nosotros” (2 Tesalonicenses 3:6).
129
Capítulo 49
AYUDA MI INCREDULIDAD
“Creo; ayuda mi incredulidad”.
(Marcos 9:24b)
¿Creemos que Dios es un galardonador de los que le buscan?
(Hebreos 11:6) ¿O creemos que Él probablemente no escuchará?
Piensa en el padre del muchacho endemoniado. El padre preguntó
si Cristo podía hacer algo. Esta no era una pregunta tan buena. La
pregunta debe haber herido al Señor. Y ¿cuál fue la respuesta de
Cristo? “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible”
(Marcos 9:23). Me imagino que el Señor miró seriamente al padre.
La pregunta era si Él podía hacer algo. No obstante, Cristo le dice
al padre que el problema no está por Su lado, pero por el lado del
padre, pues él debe creer en Cristo. ¿Supone entonces el Señor que
el padre puede creer por si mismo? No digo eso, pero ¡este padre
necesita fe! La respuesta del padre es conmovedora: “E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda
mi incredulidad” (Marcos 9:24).
El padre siente que es necesario creer; sabe que el Señor es digno
de confianza, pero lucha con su propia incredulidad. Tiene que
creer y no puede. Luego vemos cómo se rinde por completo
cuando dice: “Ayuda mi incredulidad”. Ahora espera todo del
Señor. El Señor puede regalarle lo que él mismo no tiene: la fe. ¡Eso
es realmente creer!
EL MANDATO DE CREER
El Señor obró la fe en el corazón de este hombre por el Espíritu
Santo, dándole el mandamiento de creer. El Señor usó las palabras:
“Si puedes creer...” para humillar el corazón del padre. Luego el
padre tuvo que llorar. Su alma se conmovió, ¡y tuvo que creer! Por
lo tanto, nunca digas que los pecadores no tienen que creer. ¡El
mandato de creer llega a todos, sin excepción! La fe es un don de
130
Dios obrado por el Espíritu Santo; sin embargo, estamos obligados
a creer. ¿Acaso esto no nos hace clamar a Dios por Su ayuda y
compasión?
LA FE DEPENDIENTE
La fe es un don. Es estirar una mano vacía y luego recibir. Los hijos
de Dios no merecen nada por creer. La fe se centra en quién es
Dios, no en nosotros mismos. El padre del muchacho se enfocó
completamente en Jesús en su fe. No estaba orgulloso de su fe,
pero se avergonzaba de ser tan incrédulo. Para nosotros, la
pregunta es si creemos en Cristo de esta manera. ¿Todavía lo
esperas de tus propias fuerzas? ¿Crees que puedes hacer algo? ¿O
solo esperas todo de Él, el Salvador? Eso es muy diferente a creer
que soy un buen creyente.
LA CULPA
Esto no justifica la incredulidad del padre. Habría sido mejor si no
hubiera vacilado en su corazón. Por lo tanto, aunque no sabemos
si este padre solo tuvo una fe milagrosa, ciertamente su fe fue
poca. No obstante, muchos entrarán al cielo como “Poca fe” en el
libro de Juan Bunyán. Y lo que es poco en nuestros ojos puede ser
grande en los ojos del Señor. Dios mira el corazón.
Los hijos de Dios también luchan con su incredulidad. A menudo el
Señor debe reprobarlos, diciéndoles: “Si puedes creer, al que cree
todo le es posible”.
131
Capítulo 50
TU FE CONOCIDA EN TODOS LOS LUGARES
“Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del
Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo
lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no
tenemos necesidad de hablar nada”.
(1 Tesalonicenses 1:8)
Un cierto joven habló sobre Dios, el pecado y la gracia mientras
trabajaba y dondequiera que iba. Cuando le preguntaron por qué
hablaba tan libremente acerca del reino de Dios, respondió: “No
podría doblar mis rodillas si no hubiera hablado”. A veces tengo
que pensar todavía en esa respuesta.
Hablar sobre las cosas del Reino de Dios no siempre es fácil, pero
tenemos la gran responsabilidad de advertir a nuestro prójimo.
CONFESAR CON LA BOCA
La Palabra de Dios habla de creer con el corazón y de confesar con
la boca. Ambas son cosas esenciales. Debemos creer
primeramente, pero luego necesitamos confesar el Nombre de
Dios también. Cristo dijo al respecto: “A cualquiera, pues, que me
confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante
de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue
delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre
que está en los cielos.” (Mateo 10:32, 33) ¡Estas son palabras
serias! Obviamente nuestra fe no es muy profunda si mantenemos
la boca cerrada y negamos a Cristo de esa manera. Los hijos de Dios
no pueden permanecer en silencio. Si se callan, incluso las piedras
tendrán que clamar (Lucas 19:40). ¿Podemos guardar silencio si el
nombre de Dios es blasfemado? ¿Podemos mantener la boca
cerrada cuando se niega la creación? Los hijos de Dios deben
advertir a su prójimo si él o ella vive en pecado. Se trata del honor
de Dios y la salvación de las almas. Realmente no es necesario decir
132
que eres un buen creyente y que tú mismo vas al cielo. Mejor que
no hablas mucho de ti mismo. Debes hablar de Cristo. Él es el
camino, la verdad y la vida.
DIGNO DE ELOGIO
No nos gusta alabar a las personas por su fe. Sin embargo, Pablo
elogió a la congregación de Tesalónica por su fe en el Señor.
Muchos en sus alrededores habían oído hablar de su fe, pues se
había vuelto visible y audible. ¡Qué rica vida espiritual debe haber
adornado la congregación cristiana local, donde ninguno se
avergonzaba de hablar el evangelio! Qué triste es cuando
advertimos otros sobre todo tipo de peligros, rocas que pueden
caer, autos que pasan a toda velocidad, etc., pero no por el juicio
venidero. Qué terrible cuando actuamos como Caín, quien dijo:
“¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9b)
COMPARTIR
Si no se experimenta nada, no hay mucho de qué hablar. Eso
también es verdad en la vida de fe. Sin embargo, cuando los hijos
de Dios no comparten nada, no hay mucha vida. Es bueno si los
hijos de Dios pueden intercambiar experiencias acerca de lo que
les ha atraído tanto al leer la Biblia y lo que los tocó durante el
sermón. Eso a menudo funciona de manera contagiosa para otros.
Si quieres apagar un fuego, tienes que esparcir las brasas. Si
quieres ver las llamas, debes mantenerlas juntas. Escuchar de otros
cuán fiel es el Señor y cuán precioso se volvió a ser podría incitar a
uno a buscar al Señor nuevamente. Una conversación con los hijos
de Dios puede ser muy alentadora. Después de todo, a veces han
experimentado las mismas cosas. Sin embargo, también puede
dejar claro que todavía no conocemos la gracia. Pablo escribe
sobre esto en la segunda carta a los Corintios y cita el Salmo 116:
“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está
escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo
cual también hablamos” (2 Corintios 4:13).
133
“Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho
a mi alma. A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua.”
(Salmos 66:16,17)
BIOGRAFÍA
En varias ocasiones, Pablo ha contado cómo Dios lo ha cambiado.
Contó cómo fue él antes de su conversión, lo qué sucedió y cuáles
fueron las consecuencias para su vida. Los hijos de Dios no tienen
que avergonzarse de hacer lo mismo. Sería bueno si otros los
escucharan. No obstante, tienes que tener cuidado. No se trata de
tu vida y experiencias, sino que se trata de lo que Dios hizo en tu
vida. ¡Solo Él debe recibir el honor! Entonces, ¡ten cuidado!, pero
si te piden que digas algo sobre la esperanza que hay en ti, no
debes callarte (1 Pedro 3:15).
134
Capítulo 51
¿SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?
“Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les
dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que
muchos procurarán entrar, y no podrán”.
(Lucas 13:23,24)
Una manada a veces puede ser demasiado grande para un pastor.
De esa manera no puede tener un buen control sobre sus ovejas.
El rebaño espiritual, sin embargo, nunca es demasiado grande para
el Buen Pastor, el Señor Jesucristo. El Gran Pastor es
completamente capaz de cuidar de Su rebaño. Para Él es un
pequeño rebaño.
MANADA PEQUEÑA
La expresión "manada pequeña" da la impresión de fragilidad,
como si se tratara de corderos. De hecho, el Señor cuida de Su
rebaño con un profundo amor, y Sus ovejas lo necesitan. Son tan
pequeños en conocimiento, en santidad y en fe. Sin embargo,
Cristo quiso decir más con el nombre “manada pequeña”. Su
rebaño es relativamente pequeño en número. En comparación con
la población mundial de todos los siglos, es solo una pequeña
manada de ovejas, una minoría. Es la Iglesia de Cristo, son los hijos
de Dios. Esta Iglesia sufrirá tribulaciones y no será tomada en serio.
Muchos harán la burla con ella, pero la manada de Cristo es
bendecida. Es el placer del Padre darles el Reino. Cristo dijo: “No
temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido
daros el reino” (Lucas 12:32).
ESFORZAOS
Una vez los discípulos Le preguntaron a Cristo si habría muchos
creyentes. ¡Qué pregunta tan rara es esa! ¿Por qué habrían hecho
esa pregunta? No me ayuda si muchos o pocos entrarán en el Reino
de Dios. Después de todo, no es un juego de azar. Algunos no
135
buscan a Dios, porque piensan que hay muy poca posibilidad de
encontrarlo. Prefieren disfrutar del mundo y de esta manera al
menos tener algo. Satanás tiene un buen control sobre tales. La
Palabra de Dios no nos enseña de hacer cálculos sobre si habrá
pocos o muchos que entrarán en el reino de los cielos. Lo que la
Palabra o, mejor dicho, lo que Cristo Mismo nos enseña es que
debemos esforzarnos por entrar. ¡Debemos luchar para entrar!
Muchos, que piensan que entrarán, no podrán, porque no se
esforzaron. “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os
digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.” (Lucas 13:24)
Con estas palabras, Jesús criticó la idea de que todos los israelitas
bien intencionados serían salvos. Jesús hizo bien claro que solo
aquellos que nacieron de nuevo, que aprendieron a negarse a sí
mismos, que llevaban frutos, serían salvos. Los fariseos no estaban
contentos con estas palabras. Pensaron que podían ganar el cielo
con sus obras. ¡Qué error! Solo una parte del pueblo de Israel será
salvo.
Este pensamiento no era nuevo. Los profetas ya hablaron de un
"remanente". Muchos no regresarían del cautiverio, y muchos no
reconocerían a Dios en verdad. Solo se salvaría un remanente. Por
ejemplo, Isaías escribe sobre una décima parte (Isaías 6:13) que
regresará. El apóstol Pablo dice al respecto: “También Isaías clama
tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la
arena del mar, tan solo el remanente será salvo” (Romanos 9:27).
UNA GRAN MULTITUD
Abraham, preocupado por el futuro, había preguntado cuántos
hijos (espirituales) recibiría. El Señor lo sacó afuera y le mostró las
estrellas. Su descendencia sería tan numerosa como las estrellas
en el cielo. Para animarlo, el Señor le dijo: “Mira ahora los cielos, y
cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu
descendencia” (Génesis 15:5).
136
Debe ser un gran consuelo para nosotros el hecho de que el Señor
no obre escasamente. Él salvará a mucho, no solo a unos pocos.
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas naciones, tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de
ropas blancas, y con palmas en las manos.” (Apocalipsis 7:9)
Amigo, esfuérzate a entrar, para que también seas parte de esta
gran multitud.
137
Capítulo 52
¿HALLARÁ FE?
“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
(Lucas 18:8b)
Cuando Cristo regrese, ¿hallará fe en la tierra? Jesús hizo esta
pregunta después de contar la parábola del juez injusto. ¿Todavía
encontraría una iglesia tan persistente como la viuda en la
parábola? Ella lo hizo difícil para el juez. Seguía pidiendo justicia.
Cristo no hizo esta pregunta para dar espacio a especulaciones
cuántos creyentes habrá todavía durante Su Segunda Venida. La
Biblia deja claro que en la Segunda Venida habrá hijos de Dios
todavía en la tierra (Lucas 17:34). Jesús hizo la pregunta para que
nos examinemos.
El apóstol Pablo también escribe sobre esto. Vendrán tiempos
difíciles para la Iglesia. La gente tendrá una forma de religión, pero
seguirá viviendo en pecado. El poder del cristianismo se habrá ido.
Pablo escribió: “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán
la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:5).
Podemos negar el poder de la fe de dos diferentes maneras.
Primero, piensa en el cristiano que está seguro de su fe, pero que
no sirve a Dios con su corazón. En segundo lugar, piensa en
aquellos que parecen ser muy piadosos, pero continúan viviendo
en pecado. Ambos ejemplos solo reflejan una orgullosa manera de
creer.
EL CRISTIANO EJEMPLAR
Según muchos hoy, hay una manera de criar a un cristiano
ejemplar. La educación y la predicación se centran en cómo uno
debe esforzarse por llevar una vida ejemplar. Debes evangelizar,
estudiar la Biblia, orar a menudo, ser un ejemplo para los demás y,
por supuesto, creer en Dios y en Cristo. Con esta enseñanza uno
está en peligro de construir una iglesia de personas que solo tienen
138
la apariencia de piedad. Tal vez estas personas tienen una vida
ejemplar, pero nunca han llegado a conocerse a si mismos como
pecadores. ¡Nunca han huido a Cristo! ¡Qué triste es que muchos
hayan olvidado que necesitamos la conversión! No es suficiente
que tratemos de ser buenas personas. Necesitamos un cambio de
corazón. Un pastor se quejó una vez: "¿Cuándo me encontraré
nuevamente con un impío verdadero?" Este pastor conoció a
tantas personas “muy buenas y amables” en su iglesia, pero no se
había encontrado con muchos que se consideraban pecadores. ¿Es
esto lo que Cristo quiso decir cuando dijo: “Cuando venga el Hijo
del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
UNA FORMA DE RELIGIÓN
¿O se refería Cristo a aquellos que tienen un gran amor por la
doctrina y la defenderán con diligencia, pero que, no obstante,
disfrutarán de su vida en este mundo tanto como sea posible? La
doctrina es mucho más importante para ellos que su propia vida.
¡Algunos tratan de callar su conciencia y de ocultar su pecado,
defendiendo la verdad! Estas personas tienen una apariencia de
piedad, pero niegan la eficacia y el poder de ella. ¿Encontrará
Cristo a tales personas religiosas, sin fe, en la tierra?
CRISTO ENCONTRARÁ FE
Es peligroso tener una apariencia de piedad y negar la eficacia de
ella, pero el Señor ha prometido nunca abandonar a Su Iglesia.
Aunque los últimos días se parecerán a los días de Noé y Lot,
todavía habrá algunos que tienen fe. Habrá pecadores
arrepentidos que por gracia encontraron su justicia en Cristo. El
Señor tendrá una Iglesia. El Señor tendrá a hijos e hijas que
aprendieron a morir a todo lo que es de ellos mismos, y que
encontraron su vida fuera de si mismos en Cristo Jesús. Juan el
Bautista dijo una vez: "Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe" (Juan 3:30). El Señor, en Su inmutable fidelidad, tendrá
un “...pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de
Jehová” (Sofonías 3:12).
139
140
Iglesia Reformada de Bolivia Santa Cruz calle Bazán Pastor: Marco Rojas 71084025
Ancianos: Marco Peralta 67712190
Tito Guardia
Diacono: Mauricio Paz
Dirección: Calle Sargento Mayor Diego Bazán # 326,
Cultos domingo Mañana: 10:00 Noche:19:00
Foto edificio:
Iglesia Reformada de Bolivia Santa Cruz Av. V. de Luján Puesto misionero
Misionero: Guido Uijl 68809041
Dirección: Av. V. de Luján esq. 8vo anillo
Cultos domingo Mañana: 9:30 Tarde:17:00
Foto edificio:
Iglesia Reformada de Bolivia Tarija Puesto misionero Misioneros: Pr. Eduardo Maljaars 63539778
Esteban van Brugge 68778085
Dirección: Calle Madrid #472 entre Campero y Gral. Trigo
Cultos domingo Mañana: 10:00 Tarde:17:00
Foto edificio:
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Iglesia Reformada de Bolivia Loma Alta Misionero: Jeff van Beek 63594365
Dirección: Calle sin nombre Loma Alta
Cultos domingo Mañana: 9:00 Noche:19:00
Foto edificio:
Iglesia Reformada de Bolivia Rincón de Palometas Misionero: Jeff van Beek 63594365
Dirección: Calle sin nombre Rincón de Palometas
Cultos domingo Mañana: 10:00 Tarde:15:00
Foto edificio: