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CORTES SEÑORIALES, CORTE REGIA Y CLIENTELISMO. EL CASO DE LA CORTE DE LOS DUQUES DE BRAGANZA. Mqfalda Soares da Cunha Universidad de Évora - CIDEHUS 1. Introducción Este texto presenta los resultados preliminares de una investigación más vasta, aún en curso, sobre la nobleza en Portugal entre los siglos XV y XVn. A pesar de su carácter provisional, el presente estudio pretende con^robar la existencia de un sistema de cortes que, en el siglo XVI, integraba tanto a la corte regia como a las señoriales, proponiendo asi una serie de hipótesis interpretativas sobre las relaciones de poder entre la monarquía y la nobleza portuguesa, y, por consiguiente, también sobre la morfología del grupo nobiliario. En síntesis, se puede decir que una parte de la reciente historiograña sobre la corte ha asociado la dimensión de las casas señoriales (o principescas) y las funciones sociales que desempeñaban con las vicisitudes en la evolución de las formas políticas protoestatales en las diferentes regiones de Europa^ Genéricamente, se establece una relación inversa oitre el crecimiento de la corte regia y el de las cortes señoriales, afirmando que sólo el incipiente centralismo del poder monárquico, la falta de distinción entre lo público y lo privado y la confusión entre lo económico y lo político hacían posible que un amplio conjunto de recursos políticos, económicos y militares permaneciese en manos de privados. La diseminación de los recursos permitía que algunos titulares de casas señoriales se transformasen en potenciales distribuidores de favores, encabezando así una aiiq>lia red de dependientes que pone de manifiesto la importancia que aún tenían los lazos de dependencia personal como mecanismo de estructuración de las relaciones sociales. Por otro lado, la interpretación del sentido que adquiere el proceso de cuiizalización en relación con el ^apel político de la nobleza ha dado tugar asimismo a otro tspo de reflexiones. Cuestionando la tesis ya clásica de N. EUas^, algunos autores han puesto de relieve el carácter recíproco de las relaciones dentro del espacio curial, relativízando, por tanto, el valor de la corte como centro de domesticación de la nobleza y de afirmacit^ del poder monárquico. Hay quien ha sugerido incluso que dicho proceso no suponía necesariamente la pérdida de preeminencia social y de poder político por parte del gnqx) nobiliario, ni siquiera un antagonismo abierto o un conflicto de intereses entre el monarca y los grandes señores^. Las relaciones podían revestirse incluso de un clima de confianza y de ' Esta cuestión aparece en los trabajos de Shaion Ketteiing como una de las ctnisecuencia de la tesis central acerca de los mecanismos de organización social del poder y de animación de la monaiquia francesa en la época moderna. Véase, por todos, Patrons, Brokers, and Clients m Seventeenth-Century France, Oxfcwd, 1986. Véanse además la observaciones sobre el caso alemán realizadas por V. PRESS., "La Corte Principesca in Gennania nel XVI e XVII secólo", en C. MOZZARELLI (ed.)., "Familia" del Princg?e e Famiglia Aristocrática, vol. I, Rcxna, 1988, pp. 159-179. ^ Cfr. N. ELIAS., A Sociedade de Corte, Lisboa, 1989. ' Véanse las diferentes contribucicmes presentadas en J. ADAMSON (ed.)., The pricefy courts ofEurope. Ritual, politics and culture under the Aneen Régime 1500-1750, Lcmdies, 2000; J. MARTÍNEZ MILLAN (dir.).. La corte de Filipe 11, Madrid, 1994 y k bibliografía s<*re todo ^. 503-506 y en R. G. ASCH y A M. BIRKE (eds.)., Prmces, Patronage and the Nobility. The Court at the Begmnmg ofthe Modem Age c.1450- 1650, Oxford, 1991, sobre todo la introducción de R. ASCH., "Court and Householdfiwmtthe Füleenth to 51

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CORTES SEÑORIALES, CORTE REGIA Y CLIENTELISMO. EL CASO DE LA CORTE DE LOS DUQUES DE BRAGANZA.

Mqfalda Soares da Cunha Universidad de Évora - CIDEHUS

1. Introducción

Este texto presenta los resultados preliminares de una investigación más vasta, aún en curso, sobre la nobleza en Portugal entre los siglos XV y XVn. A pesar de su carácter provisional, el presente estudio pretende con^robar la existencia de un sistema de cortes que, en el siglo XVI, integraba tanto a la corte regia como a las señoriales, proponiendo asi una serie de hipótesis interpretativas sobre las relaciones de poder entre la monarquía y la nobleza portuguesa, y, por consiguiente, también sobre la morfología del grupo nobiliario.

En síntesis, se puede decir que una parte de la reciente historiograña sobre la corte ha asociado la dimensión de las casas señoriales (o principescas) y las funciones sociales que desempeñaban con las vicisitudes en la evolución de las formas políticas protoestatales en las diferentes regiones de Europa^ Genéricamente, se establece una relación inversa oitre el crecimiento de la corte regia y el de las cortes señoriales, afirmando que sólo el incipiente centralismo del poder monárquico, la falta de distinción entre lo público y lo privado y la confusión entre lo económico y lo político hacían posible que un amplio conjunto de recursos políticos, económicos y militares permaneciese en manos de privados. La diseminación de los recursos permitía que algunos titulares de casas señoriales se transformasen en potenciales distribuidores de favores, encabezando así una aiiq>lia red de dependientes que pone de manifiesto la importancia que aún tenían los lazos de dependencia personal como mecanismo de estructuración de las relaciones sociales.

Por otro lado, la interpretación del sentido que adquiere el proceso de cuiizalización en relación con el ^apel político de la nobleza ha dado tugar asimismo a otro tspo de reflexiones. Cuestionando la tesis ya clásica de N. EUas , algunos autores han puesto de relieve el carácter recíproco de las relaciones dentro del espacio curial, relativízando, por tanto, el valor de la corte como centro de domesticación de la nobleza y de afirmacit^ del poder monárquico. Hay quien ha sugerido incluso que dicho proceso no suponía necesariamente la pérdida de preeminencia social y de poder político por parte del gnqx) nobiliario, ni siquiera un antagonismo abierto o un conflicto de intereses entre el monarca y los grandes señores^. Las relaciones podían revestirse incluso de un clima de confianza y de

' Esta cuestión aparece en los trabajos de Shaion Ketteiing como una de las ctnisecuencia de la tesis central acerca de los mecanismos de organización social del poder y de animación de la monaiquia francesa en la época moderna. Véase, por todos, Patrons, Brokers, and Clients m Seventeenth-Century France, Oxfcwd, 1986. Véanse además la observaciones sobre el caso alemán realizadas por V. PRESS., "La Corte Principesca in Gennania nel XVI e XVII secólo", en C. MOZZARELLI (ed.)., "Familia" del Princg?e e Famiglia Aristocrática, vol. I, Rcxna, 1988, pp. 159-179. ^ Cfr. N. ELIAS., A Sociedade de Corte, Lisboa, 1989. ' Véanse las diferentes contribucicmes presentadas en J. ADAMSON (ed.)., The pricefy courts ofEurope. Ritual, politics and culture under the Aneen Régime 1500-1750, Lcmdies, 2000; J. MARTÍNEZ MILLAN (dir.).. La corte de Filipe 11, Madrid, 1994 y k bibliografía s<*re todo . 503-506 y en R. G. ASCH y A M. BIRKE (eds.)., Prmces, Patronage and the Nobility. The Court at the Begmnmg ofthe Modem Age c.1450-1650, Oxford, 1991, sobre todo la introducción de R. ASCH., "Court and Household fiwmt the Füleenth to

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mutuo apoyo con participación política de la aristocracia en las instancias centrales de poder. Esto no constituía un itopedimento, ai menos en las fases iniciales del proceso de curiaUzación, para que los señores tuviesen una percepción clara de sus intereses y consiguiesen consolidar y defender, cuando no aumentar, los derechos y privilegios adquiridos en el centro y en las periferias.

Es ésta la línea interpretativa que seguiremos, tratando de demostrar, en primer lugar, cómo los monarcas portugueses del siglo XVI intervinieron activamente en la configuración del grupo nobiliario, adnútiendo que las principales casas señoriales estructurasen y reprodujesen formas relativamente autónomas de dominación política y económica sobre las periferias territoriales. Entre tales dispositivos se encontraban las cortes señoriales, cuyo análisis nos permitirá demostrar cómo el patronato, en tanto que sistema político y social, constituyó \m instrumento fundamental para la preservación de las formas tradicionales de ejercicio del poder señorial.

2. Preliminares y contextos.

La in^lantación de la dinastía de Avís (1385) y los esfuerzos de legitimación de su propio poder se vieron acompañados de una política de donaciones que tuvo iiiq>ortantes consecuencias en la posterior configuración del grupo nobiliario. Aunque no disponemos de datos rigurosos sobre la importancia relativa de las tierras señoriales en el siglo XIV, parece indiscutible que las donaciones de D. Joáo I beneficiaron a un número reducido de hidalgos, propiciando la creación de casas señoriales con una significativa base territorial. Así sucedió, no sólo en el caso de las donaciones al condestable Nuno Alvares Pereira (origen de la futura casa de Braganza), sino también en el de la constitución, a principios del siglo XV (1415), de las grandes casas tituladas de los infantes, las cuales, exceptuando la del infante D. Pedro (confiscada en 1449), se consolidarían y ampliarían a lo largo de la centuria de 1400.

Posteriormente, aunque todavía durante el siglo XV, la Corona creó y q>licó un extenso conjunto de instrumentos de ordenamiento del espacio social de la nobleza. Baste citar, en este sentido, la difusión del mecanismo de titulación y la fijación de reglas de precedencia como instrumento de organización de las esferas superiores del gn^io nobiliario; el registro sistemático de los moradores* de la Casa Real y la especialización orgánica de funciones doméstico-administrativas como formas de estructuración y ordenamiento del espacio curial; finalmrarte, la pronmlgación de la Ley Mental (1434), como medio de intervención y de regulación regia en la sucesión de los bienes de la Corona.

De forma paralela a la corte, las múltó>Ies oportunidades de servicio a la monarquía, resultantes de la extensión del espacio territorial a las costas marroquíes, las islas atlánticas y Áfiica occidental, permitieron alargar la base del gnqjo nobiliario, una mayor movilidad en su seno y la acumulación de bienes jurisdiccionales, especialmente entre las principales casas y linajes. En este sentido, pensamos sobre todo en las casas de los infantes y de los

tile Seventeenfli Centuries", pp. 1-38. Véase asimismo, A. BARBERO., "Principe e Nobüitá negli Statí Sabaudi: gü Challant in Valle d'Aostatra XIV e XVI Secólo", en "Familia" del Principe e Familia Aristocrática..., vol. I, pp. 245-276. Intetessante es aún la revisi&i de la tesis de N. Elias de J. DUINDAM., Afyths of Power. Norbert Elias and the earfy modem ewopean court, Amsteidam, s/d.

Atorador era todo aquel que recibía una fnoradia o cuantía fija por lesidir en la corte y siempre que estuviese presente en la misma.

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Braganza^, pero también en los Vila Real (Meneses/Noronha) y los Marialva (Coutínho)*. Hábiles y estratégicas políticas matrimoniales reforzaron esta tendencia hacia una in^)resionante concentración de bienes entre un número rediicido de gn^ws de linaje e incluso de casas señoriales^.

Conviene, sin embargo, recordar que cxiando D. Manuel I llegó al trono (1495), por razones sobre todo de orden biológico, las grandes casas señoriales de las diferentes ramas del tronco regio se habían extinguido, lo que permitió literalmente la reíundación de la cúspide nobiliaria. Este proceso, tal y como había sucedido con el primer soberano de la dinastía de Avís, se realizó a partir de la familia real Además de la restitución del ducado de Braganza (1496) y del lento y parcial cumplimiento de las disposiciones testamentarias de D. Joao n con respecto a su hijo natural, D. Jorge^, el rey D. Maniiel (dentro de ima política que completó D. Joáo 10) constituyó grandes casas para sus numerosos hijos varones, llegando incluso a imponer en algunos casos alianzas matrimoniales con las principales casas nobiliarias, lo que permitió su total incorporación (como en el caso del infante D. Femando, casado con la heredera de la casa de Marialva en 1520) o la reducción de su base territorial, gracias a la obtención de una opulenta dote (como en el caso del in&nte D. Duarte, casado con la hija del 4° duque de Braganza en 1531).

3. Difusión del modelo curial.

Ahora bien, este conjunto de medidas, al definir de nuevo las jerarquías dentro del grupo nobiliario, tuvo consecuencias importantes en lo que toca a su organización interna, especialmente si consideramos el hecho de que la propia geometría de poderes se había alterado en función de los recursos que la Corona pasó a disfrutar con la administración y e]q)lotación comercial de nuevas áreas coloniales, con las innovaciones administrativas introducidas por D. Manuel I y con el crecimiento y mayor complejidad del ja ra to curial regio (desde el punto de vista orgánico y del número de sus efectivos).

Veámoslo: La posición cada vez más central de la corte regia en la organización del espacio social

de la nobleza, consecuencia de los ya mencionados dispositivos de ordenamiento difundidos por la monarquía y de su creciente c^acidad redistributiva, abrió el camino a la intensificación de la curialización de la nobleza (curialización entendida en el sentido de N. Elias como proceso que substituyó gradualmente los signos de identidad del grupo, que pasan de la acción militar a la inserción en la corte). Este proceso llevó a la institución de nuevos modelos de relaciones y de interdependencia entre los miembros del gnqx>

' M. S. da CUNHA., Linhagem, Parentesco e Poder. A Casa de Braganga (1384-1483), Lisboa, 1990. ' L. F. OLIVEIRA., A Casa dos Coutinhos. Linhagem, Espago e Poder (1360-1452), Cascáis, 1999. ' Cfr. A. BRAAMCAMP FREIRÉ., Brasdes da Sala de Sintra, 3 vols., Lisboa, 1973, y L. F. OLIVEIRA y M. J. RODRÍGUEZ., "Um piocesso de iBestrutuia93o do dcnnínio social da notn:eza. A titulafao na 2* Dinastía", Revista de Historia Económica e Social, núm. 22 (1988) pp. 77-114. ' J. C. PEREIRA., "A renda de urna grande casa senhorial de quinientos", en Primeiras Jomadas de Historia Moderna. Actas, Lisboa, vol. II, 1989, pp. 789-819.

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nobiliario'. Con todo, la difusión de este modelo curial no fiíe un hecho exclusivo de la corte del monarca, sino que afectaría asimismo a las cortes de los grandes señores'".

Dichas cortes, que reproducían los esquemas de organización y las lógicas de representación de la corte regia, respondían sin embargo a exigencias reales de las casas señoriales. Sus titulares, de hecho, dado que gestionaban recursos fundados en derechos y privilegios, muchos de los cuales tenían una importante base territorial, precisaban de agentes administrativos (judiciales y fiscales) que ocupasen oficios en los distintos tugares del territorio y en la gestión central de las estructuras señoriales, y que pudiesen acampañai los respectivos asuntos ante las instancias centrales de la monarquía. Las obligaciones de representación social exigían, por otro lado, espacios domésticos y simbólicos cuya CQnq>lejidad y dimensión eran directamente proporcionales al status social del titular de la casa. Este conjunto de necesidades se traducía, por consiguiente, en recursos propios que debían ser distribuidos, siendo los oficios locales, los beneficios eclesiásticos, los cargos administrativos del señorio y los oficios palatinos, los ejemplos más comunes".

Con todo, la influencia y el status de las casas y de sus titulares se medía además en función de lo logros conseguidos en el nombramiento de sus criaturas para órganos o fimciones extemas al respectivo señorio, asi como por medio de la obtención de privilegios de naturaleza diversa que dependían del rey o de los órganos centrales de la monarquía. Es éste el caso de los nombramientos para cargos administrativos o militares en el reino o en las colonias, de la concesión de pensiones, de las designaciones para cargos eclesiásticos o para la administración central. Se podría hacer aún referencia a otras situaciones, pero baste señalar que la mediación podía cubrir cualquier necesidad específica de las diferentes entidades que constituían la red del titular (englobando tanto a particulares como a localidades del señorio).

En otras palabras, las casas señoriales eran estructuras de poder que intermediaban entre las pmferias sociales y territoriales y el centro político, es decir, la corte regia. Sus titulares, por eso mismo, pueden considerarse como polos de redes sociales, si bien formaban asimismo parte de otras redes, especialmente en la corte regia y en el aparato administrativo, con otras posiciones relativas, que eran además inestables, dependiendo de factores y variables externas sobre los que no podían tener un control absoluto. Por otro lado, el proceso era dinámico, lo que provocaba constantes reajustes en las facciones y alianzas.

Cabe subrayar que las casas de los in&ntes, creadas progresivamente desde finales de la segunda década del siglo XVI, además de modificar las relaciones de fuerza preexistentes en las esferas superiores del grupo nobiliario, aumentaron los centros de patrocinio y ampUaion

' Además de la obra ya citada de N. ELIAS., A sociedade de corte, véase para Portugal, R. COSTA GOMES., A corte dos reis de Portugal noftnal da Idade Media, Lisboa, 1995, e Ídem., "A cuiializaf3o da nobreza", en D. RAMADA CURTO (dir.)., O Tempo de Vasco da Gama, Lisboa, 1998, n>. 179-187. ° Aunque se trata de una cuestión que no ha sido aún suñcientenKnte estudiada, todo apunta a que en los

demás reinos peninsulares también hubo diversas cortes señoriales. C&. L ATIENZA HERNÁNDEZ., 'Tater Familias, Sefior y Patrón: Oeccmómica, Clientelismo y Patronado en el Antiguo Régimen", en R PASTOR (consp.).. Relaciones de Poder, de Producción y Parentesco en la Edad Media y Moderna, Madrid, 1990, H>. 411-458, y A CARRASCO MARTfrtEZ., "Guadalajara, corte de los Mendoza en la segunda mitad del siglo XVT', en Felqje IIy las Artes, Madrid, 2000, pp. 57-69. " A pesai de las diferencias puntuales, el modelo de organización y de gestión de las grandes estnicturas sefioriales en los reinos ibéricos era bastante semejante. Cfr. el estudio de síntesis de A CARRASCO MARTÍNEZ., Sangre, honor y privilegio. La nobleza espidióla bajo los Austrias, Baicelona, 2000, pp. 55-58, asi ixmo los estudios mcntogiáficos de casas sefioriales que se citan en el mismo.

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el sistema de captación de dependientes, con las consiguientes consecuencias en los segmentos inferiores del grupo nobiliario'^.

Si en un primer momento, fue el monarca quien definió la conqiosición de los espacios domésticos de las casas de los infantes, contando para ello incluso con cuadros stqierioies de su propio jara to curial, con el tiempo, dichas casas ganaron en autonomía y siguieron lógicas propias, sobre todo si y cuando los infantes se casaban, entre otras razones, porque en ese momento conseguían alargar sus bases materiales (como consecuencia tanto de donaciones regias, como de las dotes de las novias). Así sucedió, como se ha ^imtado, en el caso de los infantes D. Femando y D. Duarte, pero, incluso el infante D. Luís, que mmca se casó, tenía una casa en extremo numerosa'^, la mayor existente en Portugal a mediados del siglo XVI, como se puede ver en los cuadros 1 y 2 (Anejos).

Faltan estudios específicos sobre el ñmcionamiento de estas casas, pero existen indicios que apuntan a su progresiva autonomía respecto de la Casa Real. El lugar de residencia es un dato revelador en este sentido (Ábranles, en el caso del infante O. Femando; Salvaterra de Magos, después de 1540, en el de D. Luis), pero quizás sea más significativa la complejidad orgánica y funcional de las mismas (como puede apreciarse asimismo en los cuadros anejos), que pone claramente de manifiesto la existencia de cortes propias. Adicionalmente, estos indicios se pueden aún completar haciendo referencia a las posturas políticas divergentes con respecto a la posición de la monarquía, que los infantes adoptaron en diferentes momentos'^. En definitiva, estas casas adquirieron rápidamente lógicas reproductoras de tipo señorial, semejantes a las de olías casas nobiliarias, aumentando así la competencia entre las mismas.

Ya existentes, pero igualmente grandes casas señoriales eran las de los Braganza, la de D. Jorge, maestre de las órdenes militares de Santiago y de Avís y duque de Coimbra (que sería después la de los duques de Aveiro) o la de los marqueses de Vila Real Lo que las distinguía unas de otras era el tipo de recursos que cada cual controlaba y de que disponía. Éstos eran, de hecho, distintos en los tres casos mencionados: típicamente señoriales los de la casa de Braganza, mientras que las otras dos combinaban ese tipo de bienes con los recursos de las dos órdenes militares (en el caso de la casa de D. Jorge'^ y con lo que impücaba la posesión de cargos hereditarios en el gobierno militer de las plazas marroquíes o, lo que es lo mismo, la oferta de oportunidades de servicio militar generadas por un estado endémico de guerra (en el caso de los Vüa Real). Estas di^aridades condicionaron en buena medida la estmctura de intereses de cada una de las casas y, por consiguiente, también las características sociológicas de sus respectivas redes de dependientes.

Tenían en común el hecho de que sus titulares residiesen por periodos largos ñiera de la corte regia, en sus señoríos -en Vüa VÍ9osa, los Braganza; en Setúbal y Azeitio, D. Jorge y.

^ Pensamos, no sólo en las cortes del príncipe D. Jodo y de los in&ntes D. Luis, D. Afcmso, D. Duaite, D. Femando y D. Henríque, sino también en los séquitos que acoopafiaion a la infimta D*. Beatriz a Saboya y a D*. Isabel a Castilla. " La dimensión curial de la casa del infiuite D. Luis carece de un estudio sistemático, para el que, sin embargo, existen fuentes documentales dispombles en el ANTT. Núcleo Antigo, ea ctmcreto los lil»os de matriculas de sus moradora (1536-1555). Véase: M. do C. J. DÍAS FARINHA y M. DE FÁTIMA DENTINHO Ó RAMOS., Nticleo Antigo. Inventario, Lisboa, 1996, pp. 176-177. '* S. DESWARTE-ROSA, "Espoirs et Déseqx)ir de l'Infent D. Luís", More Liberum, mim. 3 (1991) pp. 245-298. " J. CORDEIRO PEREIRA., op. cit

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al menos durante 27 años (1520-1547)'*, su hijo, el marqués de Torres Novas; en Ceuta y Leiría, los Vila Real- y que edificasen en los mismos sus residencias señoriales, fijando ahí sus cortes y levantando sus monumentos íunerarios' .

Con excepción de la casa de Braganza, no conocemos rigurosamente la dimensión y composición de los caratos domésticos de estas casas. Con todo, los datos diseminados en la documentación regia, en los dichos de la época, en los relatos de cronistas y en fuentes dispersas permiten afirmar qiie también ellas reproducían una estructura de matriz regia y con fuertes preocupaciones de representación social y simbólica. Esta dimensión de representación social es precisamente la que confiere el carácter de cortes a esos espacios fisicos multífuncionales. La jefatura, la conqx)sición y el &usto de los séquitos de estos titulares en las embajadas regias -además de revelar los usos representativos de las req)ectivas "familias"- constituyen asimismo ejemplos «de utilización del ritual y de la etiqueta como lenguajes de afirmación política»' , rebosantes de rivalidad social:

En 1527, el marqués de Vila Real acudió como embajador a la entrega de la in&nta D. Isabel en la fiontera, tras el acuerdo de matrimonio con el emperador Carlos V. £1 cronista Fr. Luis de Sousa afirma en sus Ayiais que <dbram célebres e grandiosos os gastos que o marqués fez nesta jomada (...): famoso acompanhamento de criados e gente de pé e de cávalo e ricas libres; quareota azémolas de sua recámara, com rq>osteiros quartejados de branco e preto e bordados, e no meio a sua divisa do aleo; e a da sua cama com r^osteiro de veludo carmesim com bandas de tela de ouro; vinte e quatro alabardeiros vestidos de suas cores e vinte e quatro mo90s da cámara a cávalo"' .

En 15S2, el 1° duque de Aveiro (hijo de D. Jorge) acudió a la fiontera a recibir a la princesa D. Juana, fíxtura esposa del príncipe D. Joáo (hijo de D. Joáo DI), haciéndose acompañar de unas quinientas personas entre criados y vasallos, entre los que también se contaban «oit^tta alabardeiros da sua guarda, 2 arautos com suas cotas de armas, atabales, trombetas e charamelas (...) e toda aquela familia vestía libré com as cores do duque (...) levava 150 azémolas, cobertas com reposteiros, guarnecidos das mesmas cores, custosamente bordados com as suas annas»^°.

El duque de Br^anza D. Jaime acudió a la frontera para recibir a las reinas D. María y D. Leonor, segunda y tercera mujer respectivamente de D. Manuel; aconq)afió a esta última, después de enviudar, en su regreso a Castilla; acompañó a la emperatriz D. Isabel hasta la

" Preso entre 1520 y 1529 y retirado después en Setübal hasta 1547, fecha en que volvió a la corte y se le concedió el ducado de Aveiro. " Qmviene seOalar que esta caiacteiistica se daba asimismo en otras casas. Asi, los marqueses de Feneiía / ctmdes de Tentúgal pasaban largas ten^xnadas en Agua de Peixes, en el Alentejo. Por otro lado, esta particularidad se prolonga en el tiempo. Nimo G. Monteiio y Femando Boiiza han elaborado listas de finales del siglo XVI y de {nincipios del XVH, en las que se puede con^nobar que la gran mayoría de la principa] nobloa del reino vivía lejos de la corte, en sus tiaras señoriales. Véase respectivamente: O crepúsculo dos Grandes. A casa e o paoimánio da aristocracia em Portugal (1750-1832), Lisboa, 1998, pp. 425-427, y Portugal en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Felipe U, las cortes de Tomar y la génesis del Portugal Católico, tesis doctoral inédita. Universidad Comphilense de Madrid, 1987, pp. 523-527. " J. P. PAIVA-, "Etiqueto e cerimSnias públicas na esfera da Igteja (séculos XVH-XVm)", sep. Festa: cultura Á sociabilidade na América portuguesa, L JANCSÓ e L KANTOR (orgs.), voL I, SSo Paulo, 2001, p. 91. Este autor defiende, por otro lado, la idea que aquí seguimos de la disoninación social de los usos políticos de la etiqueta, c^ni^idose asi, por tanto, a quienes la confinan al universo del rey y de su corte. '' L. de SOUSA, Anais de D. Joao m, 2* ed-, {«ólogo de M. RODRIGUES LAPA, vol. I, Lisboa, 1951-1954, CT). 268-269.

^ A. C. de SOUSA., Historia Genealógica da Casa Real Portuguesa, Coímtea, 1953, t XI, p. 33, en adelante citada ccnno HGCKP.

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frontera; recibió asimismo en la frontera a la reina D. Catalina, mujer de D. Joao m, y el duque D. Teodósio I realizó la entrega de la princesa D. María, casada con Felipe, príncipe de Asturias (futuro Felipe 11), así como de la princesa D. Juana, ya viuda del príncipe D. Joao^\

4. Rivalidad social y patronato.

La existencia de estos espacios domésticos señoriales -cortes- condujo a una mayor competencia entre las casas, pues además de los focos de tensión generados por situaciones en las que los propios titulares eran parte interesada (los acuerdos matrimoniales^, el lugar en las ceremonias públicas y las querellas de precedencias^, las donaciones o renovaciones de títulos y cargos por parte de la monarquía^ j surgían otros elementos de fiicción en tomo a sus redes clientelares, pues también en tales casos era el honor del propio titular lo que estaba en causa. Las cuestiones en disputa podían ser semejantes a las mencionadas o de cualquier otro tipo, pero lo más signiñcativo es que, en las numerosas cartas de petición suscritas por los patronos, lo que éstos invocaban era el favor personal que les sería otorgado y la deuda contraída^^, es decir, que lo que ponían en juego a través de la mediación ^ a su propia persona, su propio prestigio y reputación.

' BN, Ms. 4, núm. i. Las descripciones de la opulencia de los séquitos de ambos duques se encuentran en A. C. de SOUSA., HGCRP, t VI, passim. ^ Véanse los conocidos conflictos entre la monarquía y el marqués de Torres Novas, que alegaba un matrimonio clandestino con D*. Guiomar, heredera del conde de Marialva, y que el rey había destinado para esposa de su hijo D. Femando; menos conocido, peto igualmente conflictivo, fiíe el acuerdo matrimonial con otra m^ortante heredera: la hija del condestable D. Afonso, bastardo de D. Diogo, el duque de Viseu muerto en 1484 a manos de D. Jo3o H En este caso (ISIS), la tensión se produjo oitre el marqués de Vila Real y el duque de Braganza, ya que el primero invocaba el acuerdo ya firmado con su hijo sucesor, el conde de Alcoutim (AMTT. Corpo Cronológico, P. 1*, mafo 18, docs. 43, 60, 62 y 63). Véase, sotoe esta misma cuestión, D. de GÓIS., Crónica do felicissimo rei D. Manuel, P. 1, Coímbra, 1949, c^ . LXXXII, p. 193. Recordemos asimismo los problemas que, años más tarde, el barón de Ahdto y su casa tuvieren porque su hijo rondaba a la pretendida del duque de Aveiro, hija del marqués de Vila Real (A. BRAAMCAMP FREIRÉ.,Brasóes..., vol. III, H>. 403 e ss.) ^ Para los Braganza, véanse varios ejemplos en M. SOARES DA CUNHA., A Casa de Braganga. 1560-1640. Práticas senhoriais e redes clientelares, Lisboa, 2000, pp. 31-33. Hubo, cxm todo, otros muchos casos, como, en 1S31, en la ceremonia de bautismo del princqie D. Manuel, la querella entre el conde de Tentúgal y D. Antonio, conde de Linhares, hermano del marqués de Vila Real, que se resolvió en &vor del primero; cfi-. E. de CAMPOS AÑORADA (revisión y notas)., Relagdes de Pero de Alcáfova Cameiro, Conde da Idanha, Do Tempo que Ele e Seu Pai, Antonio Cameiro, serviram de secretarios (1515-1568) Lisboa, 1937, p. 214. Fuera de este grqx), cabe citar la querella del conde de Pénela con los ccmdes de Vimioso y de Marialva {HGCRP, t. X, pp. 325-326 y t XII, P.l', p. 60, y en J. HERMANO SARAIVA, (notas de).. Ditos Portugueses Dignos de Memoria. Historia Intima do Século XVI, 2* ed., Lisboa, slf, rtísa. 1047, p. 377). ^ Además de M SOARES DA CUNHA., c^. cit., pp. 31-33, véase iguafanente el descontralto del marqués de Vila Real (década de 1510) cuando el rey no hizo conde a su hermano D. Antonio, lo que sólo ocurrió en 152S (A. BRAAMCAMP FREIRÉ., Brasües..., vol. ÜI, R). 288-389) y, fiíera de este gnq», el del conde de Pénela al no haber sido investido en el cargo de espitan mayor de jinetes, para el que había recibido carta formal; cfi-. A. CARDOSO PINTO., Catálogo dos Cc^itaes-Mores dos Ginetes e dos Ccq/itSes da Guarda Del Rei. Notas e documentos para a Historia da Guardas Reais Portuguesas, Lisboa, 1932. ^ Los ejenplos a este teq>ecto son innumerables y siguen todos ellos la misma lógica discursiva. Véase por todos una carta de 1555 del duque de Braganza al Prior del Monasterio de Santa Cruz de Coin^ra, solicitando una merced para un oidor suyo, en la que termina diciendo: «.. .E todo o finior e caiidade que Ihe nisto for feita o lamparei a minha conla e averei por feita a mim...» (BUL. Ms. 250, núms. 42,44).

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Algunas de las posturas políticas adoptadas, generadoras de divisiones en la corte, seguían asimismo esta lógica de defensa de las propias redes personales. Ésta era, por lo demás, la opinión del embajador Lope Hurtado, en 1532, a propósito de la creación del Tribunal del Santo Oficio en Portugal, al señalar que los tres cortesanos más influyentes (D. Antonio de Ataíde, el conde de Vimioso y Antonio Cameiro) se oponían a la institución de aquél porque eram amigos e tinham credores de confesión judaica^ . Una situación similar se produjo en la disputa sobre el gobiemo de la India entre Lopo Vaz de Sampaio y D. Pedro de Mascarenhas, en la que, antes de recurrir a argumentos legales para dirimirla, hubo un enfientamiento entre redes de parentela cortesanas .

En todo caso, si buena parte de los elementos de esta rivalidad entre titulares, y sobre todo del grupo aquí referido, se hacían expresos en el centro político, el patronato señorial se ejercía en la periferia. En definitiva, este esquema pone en evidencia las estrategias de conservación y de reproducción de lo que aquellos consideraban como bases de su poder social. En el caso de Ía& grandes casas, y hasta que se demuestre lo contrario, éste parece que se asentaba ñmdamentalmente en el ejercicio de un poder de carácter territorial dentro del reino (jurisdicción conqileta, de juro de heredad y, en ocasiones, con exención de la Ley Mental; rentas y derechos extraídos de los sectores agrícola y pesquero). Esto explica que la ausencia de la corte regia no les cree dificultades particulares para la reproducción de ese mismo poder, siendo, de hecho, su presencia física en el señorío esencial para la gestión del espacio social y político de cada titular.

Las cortes, los séquitos, los títulos, el ceremonial y la capacidad de influencia eran así fectores de rivalidad interna, gracias a su capacidad para hacer expresa la propia reputación, pues el reconocimiento publico de la preeminencia social emanaba de elementos de prestigio como éstos, aimque el poder social se fundase, de hecho, en el ejercicio del poder señorial sobre el territorio.

Cabe decir en breve aparte que la presencia en la corte regia y la proximidad a los &vores del monarca tenían una inqxntancia diferente para los grupos familiares en ascenso o todavía poco consolidados. Éstos, de hecho, dependían enormemente del arbitrio regio y carecían de capacidad efectiva para producir servicios en la corte, en la administración o en las tareas de consejo, permitiéndoles así aimientar (o constituir) su base patrimonial y señorial. No era ésta la situación de las grandes casas, mucho más autónomas de la Corona^.

En todo caso, entendemos que este particular fenómeno de conq)etencia en el centro y de patronato en la periferia -incluso porque desparecería posteriormente como sistema articulado- debe tenerse en cuenta a la hora de realizar cualquier análisis sobre la nobleza del siglo XVI. Su potencial educativo es inqwrtante si queremos conqirender (aunque sea parcialmente) algunas de las características de la morfología nobiliaria de esa centuria:

- La difusión de la curizaUzación de la nobleza y de los estilos de vida cortesanos, ya que dichas cortes señoriales integran segmentos del grupo nobiliario marginales con

^ A. VIAUD (ed.)., Lettres des Souverains Portugais a Charles Quint et a l'Impératrice (1528-1532), Lisboa-París, 1994, p. 76. " J. BORGES DE MACEDO., Um caso de ¡uta pelo poder easua ñOerpretagao n '«Os Lusíadas», Lisboa, 1976. ^ Sobre esta cuestión, cfr. las observaciones de J. AUBIN sobre la política legia de titulación en: "La noblesse titré sous D. JoSo IQ. Inflatíon ou fenneture?", Arquivos do Centro Cultural Portugués, vol. XXVI, pp. 417^32.

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respecto a la corte regia (por otro lado, este fenómeno está también relacionado con el aumento de la movilidad social en el seno del grupo nobiliario)^.

- La difusión del patronato como sistema socio-político^**. - La inestabilidad de las relaciones interpersonales (motivadas por esa mayor

competencia) que provocaba la tensión entre patronos debido a la necesidad de equilibrio entre: a) la iaq>osición de mecanismos disciplinarios y pimitivos a sus dependientes; b) la mayor variedad de recursos a distribuir y de formas de protección para el conjunto de su clientela.

- Finalmente, la inqiortancia creciente de la capacidad de arbitraje de la Corona (visible, en este caso, en su logro a la hora de imponer criterios oficiales de clasiñcación social).

Aunque este esquema esboza algunos de los principales vectores de organización del grupo nobiliario, conviene no olvidar que el espacio social de la nobleza, que carece de un estudio minucioso, era bastante más difuso y complejo de lo que estas imágenes reflejaiL En este sentido, pensamos sobre todo en la fluidez y en la multiplicidad de relaciones de pertenencia posibles dentro de los escalafones secundarios del grupo (donde se alternarían formas de identificación con la Casa Real, con ima casa señorial e incluso con una orden militar, en fimción del espacio social en el que cada cual se movía); en la distribución de las fidelidades entre varios patrones, como se s^recia en varios gnq>os ^miliares; en los conflictos de intereses entre los dependientes y sus patrones; en la circulación de servidores entre diferentes cortes. Como se puede ver, no es posible utilizar un único &ctor, una única lógica de relaciones (como la inserción en una casa o el parentesco, por ejemplo) a la hora de explicar actitudes y tomas de posición.

Esta dimensión difusa de las relaciones chentelares (ya señalada por numerosos autores^') se puede también apreciar en la propia corte regia y en las relaciones políticas entre los miembros de la principal nobleza y el rey. La historiografía de este periodo tiene, de hecho, dificultades a la hora de ponerse de acuerdo sobre la conqxtsición de las facciones dentro de la corte. Se presentan, así, grupos diferentes para diferentes momentos, integrando en ellos, sin embargo, a los mismos protagonistas^ . Esto no es necesariamente consecuencia de interpretaciones equivocas, sino, probablemente, de la sinq>le inexistencia de facciones estables en el seno de la corte, donde las «lianyas parecen construirse y deshacerse al sabor de intereses coyunturales que se polarizan en tomo a esta o aqiieUa cuestióiL En ocasiones.

^ Véanse algunos ejenq>los concretos de inserción en la corte de los Braganza de gn^K» familiares de exclusiva in^lantación local o regional que, por ese motivo, asumieron los modelos de ccaiqx>rtaffliento cortesanos, en M. SOARES DA CUNHA., A Casa de Braganga. 1560-1640..., passim. ^ Cfr. el trabajo de síntesis de H. ZMORA., Monarchy, aristocracy and the state m Europe, 1300-1800, Londres y Nueva York, 2001, R) . 76-94. ' S. KETTERING., op. cit, y "Patronage and Politics duiing Üie Fronde", FOTum: "Fidelity and Clientage",

French Histórica! Studies, vol. XIV, núm. 3 (1986), así como, anteriormente, R. R. HARDING., Anatomy of a Power Élite: the Provincial Govemors ofEarly Modem France, New Havoi y Ltndres, 1978. Véase igualmente: K. B. NEUSCHEL., Word of Honor. Interpreting Noble Culture in Sixteenth-Century France, Hbaca y Londres, 1989. " Cfr. por ejen^lo, las &cci(Hies políticas de las cortes de D. Manuel y de D. Jo3o HI referidas pm A. VIAUD., op. cit, p. 76; Cfr. S. SUBRAMANYAM., O Inq)ério Asiático Portugués, 1500-1700. Urna Historia Política e Económica, Lisboa, 1995 (ed. original de 1993), pp. 125-136; J. BORGES DE MACEDO., op. cit, pp. 40 y ss.; M. do R T. B. de AZEVEDO CRUZ, As Regencias na Menoridade de D. Sebastiao. Elementos para urna Historia Estrutural, voL I, Lisboa, 1992, p. 47.

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incluso posiciones relacionadas con las grandes opciones políticas del reino parecen estar orientadas en ñinción de situaciones y expectativas individuales.

Por todo ello, como veremos a continuación, la forma de organización de la corte de los Braganza y las lógicas de actuación de los duques con respecto a sus clientelas constituyen ejemplos ilustrativos tanto del peso que tuvo la diseminación del modelo clientelar como forma de organización de las relaciones políticas, como de las propias estrategias de poder de dicha casa señorial (es decir, la utilización de instrumentos nuevos para la conservación de un status social fundado sobre fomias tradicionales de dominación política).

5. La casa de Braganza

a) Estrategias en la formación y afirmación de la casa (siglo XV a 1640).

Siglo XV

El período de formación y consolidación de la casa de Braganza corre parejo a una fase de intensa participación de sus titulares tanto en el centro político, como en el espacio social de la élite nobiliaria. El amplio abanico de servicios prestados se vio gratificado por la monarquía con la extensión de las áreas jurisdicciorudes, de los privilegios y con el aumento de los títulos y s^os de distinción. Intereses señoriales que se estmcturaban en las periferias del territorio, por medio de la jurisdicción sobre las gentes y el espacio físico, y que se hacían patentes a través de la capacidad militar, los derechos de justicia, el cobro de tributos, el nombramiento de oficios y, cada vez más, a través del can:^» simbólico, entendido ya como elemento determinante en las relaciones sociales entre los actores políticos. A comienzos del reinado de D. Joao n, los cuatio Braganza (el duque D. Femando n, el marqués D. Jtóo, el conde D. Afonso y D. Alvaro) poseían señoríos jurisdiccionales que abarcaban poco más del 15% del territorio portugués y de su población^ ; acumulaban dos títulos de duque, dos de marqués y seis de conde ; ostentaban el cargo de condestable (desde 1473), el de fionteros mayores de las comarcas de Entre Douro e Minho, Trás-os-Montes y Entre Tejo e Guadiana y el de adelantado mayor del Algarve^ , así como las alcaldías mayores de sus tierras y una gran cantidad de derechos de patronato.

La dimensión de este conglomerado señorial resulta aún más in:Q>resionante si al mismo se añaden las redes de solidaridad intranobiliarias constituidas a lo largo de la centuria, las cuales, aunque no obedecían a proyecto alguno de toma del poder, eran suficientemente fuertes como para limitar el c a n ^ de acción de la monarquía, especialmente si se tiene en cuenta que, en la época, 1(» recursos que ésta controlaba no se habían visto todavía catapultados por la explotación de las conquistas y del comercio coloiüal. Cabe señalar, además, que la configuración geográfica de los señoríos de los Braganza, junto con los

^ En este conato no se inchiyen los bienes patrimoniales. Pueden consuhaise datos parciales relativos a los diversos sdioiíos, así como aclaraciones sobre el proceso de construcción de dichos datos en M. SOASES DA CUNHA., Linhagem. Parentesco e Poder. A Casa de Braganza..., pp. 193-200. ^ La rama princqjal poseía los títulos de duque de Braganza (1442) y de Ouimar3es (1470), marqués de Vila Visosa (1455), conde de Ourém (1387), de Barcelos (1385), de Arraiolos (1387), de Neiva (1391) y de Penafiel (1401); las ramas secundarias, los títulos de marqués de Montemor-o-Novo (1473) y de conde de Faro (1469). ' Donados los dos primaos cargos de ñontero al duque de Braganza en 1416; el tercero, al marqués de

Montemor-o-Novo en 1478; y el cargo de adelantado, al conde de Faro en 1475. 6o

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cargos comarcales para los que sus miembros fueron nombrados, potenciarían la consolidación de auténticos poderes a escala regional. Todo este potencial político fue probablemente la causa que llevó a D. Joao n a promover, en 1483, el aniquilamiento señorial de los Braganza.

Hemos hecho ya referencia a que, en 1496, D. Manuel anuló las disposiciones adoptadas por D. Joáo n en relación con todos los miembros y descendientes de la casa ducal, promoviendo su regreso del exilio en Castilla, restituyéndoles sus bienes y restaurándoles su honor. La rehabilitación fiíe, de hecho, total.

Siglo Xn-1640

En este nuevo contexto político, los Braganza orientaron su acción sotare todo a consolidar y reforzar las posiciones ya adquiridas. Social y simbólicamente, era difícil obtener mayor distinción que la de ser jurado como heredero al trono, como le sucedería al duque D. Jaime a principios del siglo XVI. La manutención y continuidad de la indiscutible preeminencia que la propia monarquía le había reconocido de este modo, parece haber sido, por tanto, el principal objetivo que orientó las acciones posteriores de la casa ducal.

La primacía de que gozó hasta 1640 procedía, de hecho, de múltiples &ctores. En primer lugar, de sus estrechos vínculos de parentesco con las dinastías reinantes en Portugal y Castilla, pero también de los títulos nobiUarios que ostentaba (dos títulos de duque, uno de marqués y cuatro de conde) y de su capacidad de conservación de los signos de distinción frente al resto de la nobleza. Este último aspecto se hacía visible tanto en las formas de tratamiento que usaba con otros miembros del grupo nobiliario, como en la intransigencia con que debatía las cuestiones de precedencias o en el carácter selectivo de sus uniones matrimoniales. Éstas se vieron además acompafiadas de una significativa reducción de los matrimonios de segundogénitos que, en definitiva, respondía a la substitución de xma lógica de linaje por una lógica de "casa"^*.

La ausencia casi permanente de la corte regia (de estos casi 150 años, sus titulares no pasarían en ella más de una docena) no significaba desentenderse de la evolución y significado de los contextos poUticos, sociales y simbólicos. Esto explica la presencia asidua de los duques en las ceremonias públicas de la monarquía -reuniones de cortes, bautismos, matrimonios y funerales de los miembros de la fiímilia real-, y el desempeño de funciones de estado en coyunturas precisas, como ocurría cuando estaban al firente de embajadas o comandaban el ejército. La ^licación por parte de la casa de Braganza de las innovaciones que se introdujeron en la oi^anización y representación de la Casa Real, así como de los cambios en las formas de gestión y de administración de los recursos que estableció la monarquía, no dejan de ser asimismo aspectos que ponen de relieve la atención que los Braganza dieron a los instrumentos de poder. En realidad, tan iii^x>rtante como iiiq>edir la proximidad con la principal nobleza del reino, era evitar que la distancia ente la casa y la corona aimientase. Ejemplos particularmente evidentes de esta estrategia fueron: la adquisición de privilegios de transferencia de los derechos de patronato sobre encomiendas de la orden de Cristo cuya presentación correspondía a los duques (1517); la obtención y

^ Sobre la definici^ de los conceptos de linaje y "casa", véanse, ieq>ectivainente, B. VASCONCELOS £ SOUSA., Os Pimentéis: Percursos de urna linhagem da nobreza medieval portuguesa (Sáculos XHI-XIV), Lisboa, 2000, pp. 241-244, y N. G. MONTEIRO., "Poder Saihocial, Estatuto Nobiliárquico e AristoCTacia", en J. MATTOSO (dir.).. Historia de Portugal, voL IV, A. M. HESPANHA (co«wd.)., O Antigo Regime (1620-1807),p. 365.

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renovación de privilegios comerciales en Oriente; la preservación del privilegio de conceder nobleza; la (qnüaicia de su corte señorial y la dimensión y calidad de sus miembros (alrededor de 500); la adopción de los usos ceremoniales de la Casa Real en la vida cotidiana de su corte; el progresivo engrandecimiento del palacio ducal.

Los duques, de hecho, vivían en Vila VÍ90sa, escogida como sede de su señorío y polo de una red clientelar orientada casi exclusivamente a la conservación de su posición señorial. Ésta era en extremo importante, tanto por la duración de la dominación señorial ejercida (la única casa titulada que, en Portugal, consiguió mantenerse desde finales del siglo XIV, exceptuando el breve íapso de década y media que transcurrió entre la confiscación de sus bienes por D. Joao n y la restitución de los mismos por D. Maniiel), como por la dimensión y variedad de los recursos que controlaba: extensión geográfica del señorío (alrededor del 9,5% del territorio del reino y el 9,4% de su población), la correspondiente inportancia de los efectivos militares que se podían reclutar y de las rentas que recaudaba (entre cuarenta y cincuenta cantos de réis anuales, lo que la situaba con diferencia como la de mayor nivel de rentas en el reino de Portugal y la cuarta en toda la Península Ibérica), la an^lttud de derechos y privilegios jurisdiccionales anejos y los numerosísimos oficios locales de justicia y hacienda, alcaldías, beneficios eclesiásticos y encomiendas que conferia^ . Además, aunque el espacio fisico de su señorio se redujo^ , los duques obtuvieron una larga serie de nuevos privilegios y la confirmación de aquellos concedidos con anterioridad que les garantizaban condiciones excepcionales paia la administración de su señorío. En definitiva, se prefirió mantener y reforzar el conjunto de instrumentos de intervención señorial y los signos de distinción social, en detrimento de todo aumento de la base territorial (kl señorio.

^ Las crónicas de la casa no coinciden en las cifias presentadas. Hemos estimado sus derechos de {«esentación en 41 encomiendas, alrededor de 80 beneficios eclesiásticos, varios monasterios, cerca de 400 (hubo quien los estiinó en 1300) cargos de justicia y hacienda, distribuidos en cuatro ouvidorias (Yila Vifosa, en el Aloitejo; Ouiém, en Estremadura; Baicelos, en Entre Douro e Minho; Biaganza, en Tras-os-Mcnttes), 18 alcaldías mayores, además de los oficios palatinos (cfi-. BN, Ms. 28, núm. 130; BN, Ms. 4, núm. 1; A. CAETANO DE SOUSA., HGCSP; t VI, R) . 355 y ss.; F. M. de MELÓ., Tácito Portuguez. Vida, e Morte, Dittos e Feytos D'ElRey Dom Joao o Quarto de Portugal..., introd. y notas de A. PEKOTO, R. G A R C Í A y P. CALMON, Río de Janeiro, 1940, p. 41). ^ Las pocas tierras con jurisdicción civü y criminal que le fueron otorgadas no tenían una dimensión geográfica, económica, demográfica o militar significativa, les fueron dadas con un estatuto precario (por vidas) y no cooipensarQn, por tanto, los municipios que, por diferentes motivos y de formas diversas, alienarcm. Así, los concejos de Vidigueira y de Vila de Frades fueron vendidos, en 1519, a Vasco da Gama; la jurisdicción y patronatos de Vila Alva y Vila Rurva se cambiaron con D. Rodrigo, conde de Tentúgal, por las rentas del diezmo de pescado de algunas localidades y por la quista de Andaluz en 1520; el ducado de Guimarfifis se integró en la dote matnmonial de D. Isabel, hija de D. Jaime, con el in&nte D. Duarte, en 1536; las behetrías de Mar3o, tras su confiscación en 1483, no volvieron a la casa, siendo compensadas, sin embargo, pecuniariamente. Cfr. A. CAETANO DE SOUSA, HGCRP, t. IV, 1947, passim, y A. M. HESPANHA., As Vésperos de Leviathan. InstituíQÜes e Poder Político. Portugal - séc. XVII, vol. Ó, ed. del autor, Lisboa, 1986. passim (ed. española Vísperas del Leviatán. Instituciortes y poder político (Portugal, siglo XVII), Madrid, 1989.

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b) Conservación, corte señorial y clientelismo.

Esta breve descripción sirve para iliistrar nuestro objetivo, que consiste en presentar a la casa ducal como una importante sede institucional de ejercicio del poder. Ahora veremos cómo la gestión de esta inmensa mole de recursos se orientó esencialmente a la conservación del poder señorial.

La corte de los Braganza se estableció a principios del siglo XVI en Vila VÍ90sa, al contrario de la corte regia que, hasta D. Joao m , deambuló por todo el territorio del reino. Su organización interna era casi tan conq>leja como la de la Casa Real, haciendo coexistir el servicio doméstico con las estructuras administrativas y financieras del sefiorio.

El espacio doméstico estaba conq>iiesto por sectores diversos, que proveían a las necesidades básicas del cuerpo y del espíritu, y que estaban coordinados por oficiales mayores, como se puede ver en el cuadro 3: alimentación e intendencia, vestuario y dormitorio, caballerizas, caza y ^oyo a la administración sagrada. A dichos oficiales se les encomendaba la gestión específica de cada una de las áreas (abastecimiento, contabilidad, personal) y, por consiguiente, la responsabiUdad por la corrección y eficacia del ceremonial de corte .

La con:q)onente administrativa retomaba la cultura y el modelo de organización de la administración central y periférica de la Corona. En el centro, la gestión se subdividía íuncionalmente en a) asuntos corrientes relativos a los oficiales domésticos y locales; b) cuestiones de hacienda; c) materias de justicia; d) administración de las encomiendas, iglesias y beneficios eclesiásticos. Los numerosos registros que producía la actividad administrativa se incluían en libros específicos (chancillería, matrículas de «moradcves», gracia, hacienda, encomiendas, etc.), elaborados a partir de los asientos realizados en los hbros de decretos, cédulas y disposiciones. Todos ellos, junto con las cartas regias de donación y de privilegio otorgadas al duque y a la casa, así como las sentencias judiciales, constituían el archivo de la casa ducal.

Los poderes jurisdiccionales de ésta emanaban del contenido concreto de las donaciones regias, que le transferían derechos extremadamente ampUos. Esto implicaba, además del cobro de los derechos reales, el ejercicio de la justicia en segunda instancia, la exención de entrada del corregidor, la confirmación de magistrados locales, la concesión de oficios y la pensión de los notarios púbUcos. A su vez, esto significaba cobro de inq>uestos, derechos de nombramiento de oficiales de jiisticia y c^acidad de control poUtico sobre los municipios del ducado por medio de la confirmación de ediles municipales y del nombramiento de los oficiales locales. En otras palabras, la distribución de numerosos oficios que inddian sobre el ámbito local o regional. Entre las periferias señoriales y el palacio ducal, se encontraban además \os procuradores dosfeitos da casa y, en la cúspide de la cadena administrativa, con sede en Vila VÍ90sa, los desembargadores. La comunicación entre los órganos centrales del sefiorio y los tribunales superiores del reino estaba, a su vez, en manos de abogados y fiscales nombrados por la casa y adscritos a dichos órganos centrales.

^ La preoci^ción de los duques por el ceremonial de su coite y por la eficacia del funcicmainiento de las cadenas de subordinacite dio lugar a la elaboración de numerosas instrucciones y recámenlos generales («Regimentó dos OfBciaes da Casa do Duque Dom Theodosio b>) y de oficios mayores, como el de caballerizo mayor (<dnstruc93o do Duque Dom Jo3o II do ofBcio de seu Estribeiro mdr», ambos transcritos por A. CAETANO DE SOUSA., Pravas..., t IV, P. 1', pp. 235-261), o el de proveedor mayor (BA 51-IX-t, pp. 46 18).

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Se necesitaban, por tanto, servidores con perfiles diferentes, desde hidalgos de linaje que asegurasen la rq}utación del servicio palatino y la comunicación directa con la corte regia, a letrados de sólida formación académica que garantizasen la defensa judicial de los derechos de la casa, notables locales que administrasen las respectivas comimidades e incluso una masa relativamente indiferenciada de gente que ocupaba los oficios locales.

Además de este airplio y flexible abanico de oportunidades para servir en la casa ducal, ésta proporcionaba mercedes, remuneraba y dispensaba protección de acuerdo con las cualidades sociales de los servidores y de los servicios que de ellos esperaba' . Sabemos que el nombramiento para las alcaldías mayores y la presentación para las encomiendas constituían im instrumento fundamental de conservación de las clientelas de origen hidalgo, de la misma manera que la integración de miembros de las parentelas de notables locales en la corte ducal con fuero de «moradores» fue decisiva para que la comimicación entre el palacio y el territorio fuese eficaz.

Las contn^>artidas exigidas, implícita o explícitamente, eran la obediencia, la fidelidad y la reverencia, consubstanciadas en la producción diligente de servicios, cualquiera que fuese su naturaleza, y en prácticas públicas de deferencia. Las relaciones de dependencia directa se institucionalizaban en un régimen que se pretendía de exclusividad, con el fin de garantizar el monopolio de fidelidad y de lealtad al grupo '. Las prácticas, sin embargo, no sien^re se

^ Como se shuntaba precedentemente, los Braganza no fiíeron en este sentido una excepción. Sabemos que, al menos desde mediados del siglo XVI, varias administraciones señoriales elaboraron reglamentos con los que regular la satisfacción de servicios de sus respectivos criados. En el caso de la casa de Biaganza, son dos los reglamentos que se conocen: uno data de 1565, dos años después de la muerte de D. Teodósio I, elaborado por el monarca con el fin de fijar «como se h2o de pagar aos criados e criadas do Duque Dom Theodosio que Deus tem seus sentidos» (ACB. Ms. 19, fols. 53v-56). Este catálogo, como se desprende del propio texto, se inspiraba en el que se había fijado en im reglaniento del duque D. Teodósio I, así como en los del tn&nte D. Duarte y el marqués de Vila Real. En 1583, con D. Teodósio II, se elaboró un reglamento sota-e la retribución a los moradores de su casa (A. CAETANO DE SOUSA-, Pravas..., t IV, P. 2*, pp. 14-18) y, en 1611, se pidió traslado del reglamento de 1565. Aunque desconozcamos su contenido, sabemos que también el duque D. Jo3o I elaboró un documento similar (Testamento do duque D. Jo3o I, A. CAETANO DE SOUSA., Pravas..., X. IV, P.l*, p. 406). Dichos textos no pretendían introducir innovación alguna, sino equq)arar el funcionamiento de las casas señoriales con el de la Casa Real. La igualdad o semqanza de las categorías remunerativas producía un efecto doble: reforzaba la autoridad de los propios reglamentos, fecilitando por consiguiente su ^licación, y creaba condiciones que pn^iciaban la circulación de criados raitie las diversas cortes.

' Encontramos, en el caso de los Braganza, nimieíosos ejemplos de medidas destinadas a garantizar la exclusividad de servicio. Para empezar, en la concesión de las encomiendas, asi como en todos los demás oficios que {«oveian los duques. Por su claridad en la ejqjosición, véase por todos la carta ducal de 25 de mayo de 1597, que reza: «declaro que mtnha entenpSo e vontade he que os moradores de minha Caza he offesiais deUa e de minha &zenda e da justi^ de quaquer caUdade e condÍ93o que sej3o a que eu fizer algua merce por carta prouisSo ou Ahiara assinado p(»' mim ou por portaría de meus ofBciaes ou per qualquer outra via de alguas térras ou Rendas de meu Estado ou de Algua Alcaidaria mor de meus casteUos ou de qualquer ten^a ou met^e ordinaria ou ordenado com officio ou son elle para que o haja cada anno de minha fiízenda a dinheiro ou em p3o ou qualquer outra cousa n3o possSo ter nem haver nem hajSo de mim as ditas tenas rendas Alcaidarias tenfas metces (ndinarias ordenados ccnn ofBcio ou sem eüe se n3o enquanto viveiem comigo seruindome actualmente como meus criados e mor^ores de minha caza e de officiaes deUa ou de minha &zenda ou justifa de maneira que se eu deixar de me servir delles por sua C u ^ ou elles deixarem de me seniir Centra mroha Vontade por esse mesmo feito nSo podei3o mais ter de mim cousa alguma das sobreditas nem eu terey obrigafSo deUas fiízer boas nem de Ihe ccsrer com ellas e me ñcarSo todas liures e dezembargadas para minha ñzenda ou para dellas &zer merce a quem me q>rouuer sem por isso Ihes ficar a eUes em obriga(So alguma poique debaixo desta condi^So e n3o de outra maneira quero fezer as ditas merces..." (BA. 51-IX-4, foL 61).

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correspondían rigurosamente con estos patrones disciplinarios. La casa se reservaba el poder de decidir, casuística y muchas veces arbitrariamente, las excqiciones, pudiendo armonizar las relaciones personales a través de conq>e!nsaciones, de intercambios o de negociaciones sobre los diferentes intereses enjuego.

En definitiva, estamos frente a dispositivos institucionales que deben ser interpretados dentro del marco de un sistema de relaciones recíprocas entre los diferentes actores sociales, donde se constata que los modelos de organización se traducen en ejercicio del poder, al tiempo que estructuran jerarquías de prestigio. Con todo, dichos modelos generaban asimismo funcionalidades y solidaridades múltiples entre quienes aceptaban y eran aceptados en las relaciones de pertenencia a la casa ducal y, sobre todo, entre cada sujeto y la casa. En este contexto, la naturaleza y configuración de las relaciones patrono-cuente era diversa y plural, como eran asimismo variadas las formas de crear dichos lazos. Tales relaciones se estructuraban en tomo a la reciprocidad de intereses, que suponían, lógicamente, la existencia de flujos de intercambio. Éstos, desiguales y asimétricos, estaban determinados por el status y el tipo de recursos que cada una de las partes controlaba, pero se caracterizaban en todo caso por su naturaleza personal y por la mutua necesidad. A la casa de Braganza le interesaba preservar su reputación, imprescindible para la conservación de su posición social; a sus servidores, como poco, les interesaba asegurar el día a día, cuando no aspirar a trayectorias que les permitiesen la movilidad social.

Con todo, esta gestión cUentelar formalizada no impedía, sino que incluso &vorecía la existencia de otro tipo de solidaridades menos reguladas, más fluidas. A la sombra de la casa se organizaban relaciones interpersonales, se estructuraban lazos de interdependencia, se articulaban intereses y se creaban espacios de distinción social. La unidad familiar y las redes de parentesco más dilatadas eran determinantes en los procesos de creación de opciones y de elección de trayectorias. A través de dichas redes se aseguraba y permitía la circulación y acumulación de recursos, y se estructuraban gran parte de las alianzas, las solidaridades y las interdependencias. Es evidente que el lugar en el que cada cual había nacido condicionaba el número de itinerarios posibles, pero las combinaciones de las variables disponibles y las estrategias que éstas suscitaban permiten ver el Hinamisnin del espacio social formado por las redes cUentelares de los Braganza y su c^acidad para ajustarse a diferentes estrategias.

El espacio social que creó el ejercicio del poder por parte de la casa ducal, llevaba consigo esta pluralidad de intereses, que explotaba articulándolos con la prosecución de sus propias estrategias. De hecho, esta flexibilidad ñie probablemente una de las llaves del éxito de la dominación señorial de los Braganza.

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Page 16: CORTES SEÑORIALES, CORTE REGIA Y CLIENTELISMO. EL CASO …

CUADRO 1 -DIMENSIÓN DE ALGUNAS CASAS SEÑORIALES (S XVI)

«MORADORES»

3 Fecha

Caoellanes Mozos de caDiUa Servicios de canilla Hidalgos caballeros HidRlens escuderos Caballeros Hidalens Caballeros hidaleos Escuderos hidaleos Mozos hidaleos Paies da lanza Escuderos Letrados v ñsicos Mozos de cámara Porteros de cámara Reposteros Chirimías V tromoetas Esclavos Músicos de cámara Cocineros Mozos de oficios Cazadores Mozos de caza a caballo Hombres del tesoro Vituallas niombres de las Mozos Mozos de caballerizas Oficiáis de mistura Hombres de euarda Aconileros Reeueneueiros da toDada Mcmteros de a caballo Mozos de monte Duefias Muí eres Damas Doncellas de cámara

GuardarroDa* Mesa* Caballeriras* TOTAL DE MORADORES NUMERO DE ENTRADAS

1 d

1534 18 4

17 4

3 2 4 17 5 64 8 9 5

3 7 3

2 1

25 15

216 20

!l 1534 3 3

1

1 16 7

4

4 2 4 4

3 2 5 1

60 15

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36 11

27 12 80

22 32 22

46 7 213 8 26 8

5 6

5 2 6

36 12

1 9

632 23

s/f 6 10

14

6 4

14 4 72 6 12

2 4 2

1

2

13

172 16

s/f 5 3

4

4

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4 3

5 2

11

2

7 15 8 118 14

2 . 2

•^ 8

s/f 16 9 27

16 16 6 14 9

12 7 54 10 18 10 24

4 5 13 10

2

24 14 10 6 3

339 25

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Page 17: CORTES SEÑORIALES, CORTE REGIA Y CLIENTELISMO. EL CASO …

CUADRO 2 - ORGANIZACIÓN Y CARGOS CORTESANOS DE ALGUNAS CASAS SEÑORIALES (S. XVI).

DEPARTAMENTOS CORTESANOS

Capellanes Mozos de capilla Guardarropa

Mesa

Caballeriza

Hacienda

Letrados

Físicos Paie de lanza Paje del libro Caza

Músicos

OnOALES ^

Camarero mavor Camarero Guardarropa Mozo del guardarropa Mozo de llaves Portero de la cámara Mozo de la cámara Porteros Barredores Veedor Copero mayor Trinchante Copero Servidor da toalha Escribano de la cocina y moradias Deq)ensero y guardamangier Conqirador Escribano de las canq>ras ApuntadOT Escribano del cebadero Cocinero mayor Cocineros Hambres de la repostería Hombres de las conspas Hranbres de la despensa Camicen> Linteiro Repostero Mariscal Ucháo Aposentador Caballerizo mayor Caballerizo Cebadero Herrero Acemileros Escribano de la hacienda Tesoren) Hombres del tesno Escribano del guardarropa Escribano de la cámara de la Escribano dante u oidor Escribano del tesoro Chanciller Oidor Procurador Fiscal Desembargador

Cazador Cazador mayor Oreanista Músico de cámara

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CUADRO 3 - ORGANIGRAMA DEL ESPACIO DOMÉSTICO EN LA CORTE DE LOS DUQUES DEBRAGANZA

CAMAREROMAYOR \

Capilla Ducd

'Guaidampa Mozos de la cámaia del guanlamipa MozD de laves P^delacampalnha P^edelamaiela P ^ delibro MÚosdelac&naia Poftetos de la cámara

' Hombies de guarda Vanedelros

[-Reposteria: Repostero, senMor da tóate, mozos de reposteria Trinchante, ucMo

|-Capero mayor, copera menor, mozos de la copa f^úsavante, haraute Mozos de la cámam, reposteros, poiteros de la vana

I- Músicos: Chlrimias, InxnpeiBS, timbates

Cadna Cocinero mayor Codnero Aprendces Mozos de oAdos

I Carne y pescado (conlra¡5)

Aprovislonamierto-Ucftarla —Bienes varios (aknojaritazgos)

varios (corrprador y| de compras)

HEscribanodecodnaf-

Aposenladcr Mariscal Acemlteros

[•Escritnnode compras Carniceros y regatones Almojarifes UchSo Cockieros Escribano del cebadero Escribano de la cera

(-Cateterizo merer Cabrerizo de Inela I Cabalertzo de brida

l-Hcadoresysotas Cociieras Atbélteies Mozos de cabaHos

I-Esclavos

H MONTmO MAYOR

•{ COUTEIROMORT-

Monteros Mozos de caza (de a cabalo y de a pie)

CoMme Mayorates Pastores

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Page 19: CORTES SEÑORIALES, CORTE REGIA Y CLIENTELISMO. EL CASO …

POTERE AMMINISTRATIVO ED ÉLITE NELLE "UNIVERSITÁ" DEL REGNO DI NAPOLI (SEC. XVI-XVn).

Angelantonio Spagnoletti Universidad de Barí

Non intendo trattare in questa sede delle connessioni che si detenninano, all'intemo del regno di Nqwli, in campo burocrático ed amministrativo tra le istituzioni centrali dello stato e quelle periferiche e non perché esse non siano inoportanti e signiQcative. In tutte le fonna-zioni tenitoriaU di antico regime, e in particolar modo nel Mezzogiomo d'Italia, in cui il lapporto centro-periferia si dispiega secondo modaUtá particolari che íanno pensare ad ordi-namentí autosufficienti o, quanto meno, di debole gerarchizzazione, si sviluppano forme e pratiche di coordinamento tra uomini ed istituzioni operanti in diverso ámbito tenitoriale e giuiisdizionale che possono investiré la materia amministrativa, giudiziaria, fiscale, militare'.

Ma qui non é di questo che dobbiamo parlare, quanto lifletteie suUe particolari relazioni tra cittá, potere feudale e potete statale, nel nostio caso potere monarchico, che deteiminano ü foimarsi di legami e vincoli che coinvolgono sui piú diversi piani e prospettive le éUte urbane.

Se assumiamo come ámbito di indagine il regno di Ne^ l i nel periodo vicereale spagno-lo scopriamo súbito quanto sia difficile parlare di uno spazio del potere deUe citta che si connetta direttamente a quello della corte (ove per corte si intenda Tinsieme degU uomini e delle strutture di govemo informali o formalizzate che operano a stretto contatto con ü sov-rano) in primo luogo perché queUa di Napoli, anche se presentava le caratteristiche di tante altre corti principesche italiane ed europee era pur sen^e una corte periférica dq>endente, priva del titolare piú alto della sovranitá, e quindi non abüitata, se non in misura ridotta, a conferiré quei titoli e qiiei segni di onore che costituivano l'espressione piú alta del favore, della grazia e della magniñcenza sovrana e che erano la ragione stessa di una istituzione che viveva nella necessitá di integrare le éUte di un territorio al potere monarchico^. In secondo luogo, nel Mezzogiomo spagnolo N^oli , con i suoi tribunali, le sue magistrature, la sua numerosa e composita popolazione, i suoi organi di autogovemo (i seggi), era la sintesi di tutto il regno e, di conseguenza, costituiva un filtro tra il resto del paese e la corte vicoreale o quella madrileña^; fu essa -daU'alto del suo prestigio di c^itale, della sua consistenza de­mográfica e della sua articolazione sociale- a unificare e ad omogeneizzare Tintero territo-

' Si veda, a tale proposito, il saggio di E. FASANO GUARINL, "Centro e periferia, accentramento e partico-larismi: dicotomia o sostanza degli Stati in etá modemar', in G. CHITTOLINI, A. MOLHO e P. SCHIERA (dirs.)., Origmi dello Stato. Processi di formazione statale in Italia fra medioevo ed eta moderna, Bologoa, 1994, pp. 147-176. ^ SüUe coo^tenze e prerogative dei viceré e sui limiti posti al loro potete, cfr. D. A. PARWNO., Teatro eroico epolitico de'viceré del regno di Napoli, Napoli, 1770,11, pp. 34-37. Si veda puré V.I. COMPARA-TO., Ujgici e societá a Napoli (1600-1647), Firenze, 1974, pp. 43ss. ^ Le universitá mantenevano nella c^itale ptoprí rs^resentanti che potessero seguiré le pratiche gñidiziarie ed amministiatrve che le concemevano. Bari, ad eseii]{)io, aveva a Napoli un agente, un procuratore e due awocati (cfr. Atchivio di Stato di Bari, Stati discussi, vol. I, "Stato discusso del 1 settemhre 1627"). Esse tentavano q)esso di relazionaisi con Madrid, ma -come vedremo- quasi sempK i memoiiali indirizzati a corte venivano rinviati a Nqioli.

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lio'*. Era dalla cittá partenopea e dai suoi seggi che partivano le ambascerie e le missive dire-tte alia corte del re cattolico; era Napoli l'interlocutrice príncipale del potere monarchico, soprattatto dopo che i parlamenti geaerali del regno non furono piü convocati; erano le giandi famiglie arístocratiche che nella cittá ñcevano lesidenza, a praticaie forme di patro­nato e politiche di gestione delle diéntele che le collegavano alie istituzioni cortigiane vice-reali o a quelle di Madrid .

L'assenza di una corte regia, il molo che Napoli assunse di rappresentanza degii interessi di tutto il regno con conseguente "provincializzazione" della periferia, la presenza di ima forte e numerosa feudalitá ricca di títoU e di "stati" feudali, possono spiegare la particolare conformazione delle relazioni tra i diversi spazi del potere nel Mezzogiomo spagnolo.

Ma, prima di procederé oltre, é necessario specificare che oggetto di queste mié sparse riflessioni non é NapoU capitale, quanto mm serie di citta ("universitá") della provincia di Terra di Bari di una certa consistenza demográfica^ nelle quali vigeva il regime della sepa-razione dei ceti, ove cioé 11 reggimento (il govemo lócale) era diviso tra nobili e pqjolarL

Mi sonó sovente sofíermato sulle vicende amministrative di queste cittá e, quindi, non mi semhra il caso di indugiare qui sulle dinamiche politiche e sociali che portarono aU'introduzione in esse del regime della separazione dei ceti e, successivamente, all'affermazione di una incontrastata egemonia nobiliare; importante mi sembra invece sot-tolineare che in queste realtá urbane (ma analoghi fenomeni si svolsero in alcune universitá calabresi, campane, abruzzesi) si svilupparono patriziati i cui esponenti guardarono sovente al di la delle mura delle proprie cittá per airicchire i propri profili culturali, acquisire espe-rienze professionali, intraprendere caniere, contrarre matnmoni, ampliare il campo delle proprie relazioni . Un sistema di valori condivisi facilitó le scelte di vita e le strategie fami-

* G. GALASSO., "La "provincializzazione" del Regno e Tegemonia nq>oletana nel secólo XVI: il caso pugliese", in idem.. Alia periferia dell'impero. Il Regno di N<q>oli nel periodo spagnolo (secoli XVJ-XVII), Torino, 1994, . 389^21. ' Si vedano al riguardo, tra gli ahri, G. D'AGOSTINO., La ccpitale ambigua. Ncpoli dal 1458 al 1580, Na­poli, 1979, pp. 237ss, C. J. HERNANDO SÁNCHEZ., Castilla y Ñapóles en el siglo XVII. El virrey Pedro de Toledo, VaIladoli4 1994, Men., "Nobíltá e potere vicereale a Napoli nella prima meta del '500", in A. MUSÍ (dir.)., Nel sistema inferióle. L'Italia spagnola, N^)oli, 1994, G. LABROT., "La cittá meridionale", in Storia del Mezzogiomo, Roma 1991, vol. VH, t. L H>. 215-292, G. GALASSO., "Una csq)itale dell'imiero", 'mAlla periferia dell'inpero, op. cit, pp. 335-369. ' Nel 1595 nella provincia di Tena di Bañ contavano oltie 2000 fuocbi le universitá di Barletta, Bañ, Andria, Gravina, Altamura, Bitonto e Monopoli; oUre i 1500 si coUocavano le müversitá di Bisceglie, Conversano, Corato, RuvD, Putígnano e Acquaviva. A quella data erano demaniali Barletta, Bari, Bitonto, Monopoli e Bisceglie. Nel 1793-1794 avevano oltre 10.000 abitanti Baii, Altamura, Monopoli, Barletta, Bitonto, Trani, Andria, Molfetta, Bisceglie. I dati relatívi aUa popohaioDe sonó in K. J. VELOC, Storia della popolazione d'Italia, con introduzione di L. Del PANTA e E. SONNINO, Firenze, 1994, p. 168. Per la storia deDa pro­vincia nel periodo qui preso in considerazicme, si veda A. MASSAFRA., "Terra di Bari. 1500-1600", in Storia del Mezzogiomo, t^. cit, vol. VII, pp. 519-587 ^ UtUe per le tematiche connesse all'amministtazione delle universitá, G. MUTO., "Istítuziom deU' imiversi-tas e ceti dirigenti locali", in Storia del Mezzogiomo, op. cit, vol. K, t 2, Napoli, 1991, pp. 19-67. Per tm caso regionale, cfr. G. GALASSO., Economía e societa nella Calabria del Cinguecento, Milano, 1975, spe-ciele pp. 293-324. Si veda anche A. MUSL, "Historia urbana y Mezzogiomo de Italia en la edad moderna. Prt niesta de un cuestionario", iaHispania, LVin\2 (1998) pp. 471-488.

n riferimento é ai miei lavori "L 'incostanza delle umane cose ". H patriziato di Terra di Bari tra egemonia e crisi, Bari, 1981, "Le fonne del potere: vita amministrativa, viceríde politiche, gn^ i dirigenti" e "La so­cieta dei ceti: egemonia, foime del consenso e controllo sociale". Questi ultimi due sonó in F. TATEO (dir.)., Storia di Bari neU'Antico Segfjne, 2 vols. Roma-Bari, 1992, ri^)ettivamente pp. 5-47 e 49-79. SuH'uso del termine patrizio riferito all'Italia meridionale, si veda puré M. BERENGO., "Ancora a iH-oposito di patriziato 70

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liaii che miravano a dilatare 1'ámbito di impiego e la visibüitá di uomini e donne, primoge-niti e cadetti appartenenti aUe cásate delle nobiltá cittadine e, da questo punto di vista, l'ideologia nobiliaie svolse un molo di primaria importanza nel &voriie l'omogeneizzazione dei comportamenti e l'unifonmtá delle ptatiche sociaU e, quindi, íii un forte collante che uni Tuna all'altra le élite delle realtá uifoane provincial! e queste ai luoghi ove altri soggetti erano titolari di altre forme di potere'.

Era grazie alia comune ideologia e cultura (che signiücava comuni stili di vita, pubblici e privati) che le famigUe nobili cittadine definivano il proprio status, si riconoscevano all'intemo dei ceti, si rq)portavano con il potere viceregio e regio, entravano in contatto con le altre tipologie di nobiltá operanti nel Mezzogiomo'° e in altre realta politiche e terrítorialL

Dell'ideologia nobiliare faceva parte la rívendicazicme forte, che esprimevano le &mi-glie patrizie, della propria dimensione cittadina. "Prima felicitas -scriveva il cardinale Gio-van Battista de Luca - [est] nasci in Civitate quodque longe fecilius nobiUtas probetur per Íncolas Civitat[is], quam per illos Oppidorum seu Villarum"".

Era in cittá che si poteva conseguiré un beneficio ecclesiastico, un canonicato, una carica nell'qiparato biux>cratico-amministrativo lócale che allargavano il ventaglio della premi-nenza sociale e dilatavano lo spazio della visibüitá deUa Éimiglia; era in cittá che si sviliq}-pavano forme di soUdarietá di ceto e l'endogamia di Ugnaggio; qui erano le c^ipeUe, le las­tre tombali, i palazzi, gli scudi araldici che testimoniavano dell'antichitá, dello stUe di vita e delle quaUtá delle cásate nobiliari^^.

Era la cittá a costituire il substrato dell' identitá nobiliaie dei patrizi e a fomire loro compattezza sociale consentendo a quei soggetti di fiíoriuscire dall'ambito municipale e di confrontáis! con altri individui, gnippi, istituzioni (si pensi all'Ordine di Malta)" dai quali si potevano ottenere ricchezze material! e simboliche di nuovo tipo e inq)!egh! che aprivano la strada a piú ampie e piú gratificanti carriere.

Pur se gelose custod! della propria spedficitá, le cittá provincial! e i loro ceti dirigenti guardavano a Napol! come al paradigma al quale lapportaie la propria esperienza storica e civile. Se sfogliamo le storie di cittá che videro la luce nel periodo vicereale^^, notiamo súb­ito che esse tendono a riprodurre in piccolo le vicende deUa c^itale e a presentare, collocata nel microcosmo urbano, la stessa aiticolazione sociale e configuiazione cetuale del macro-

e nobihá", in A. MASSAFRA y P. MACRY (diis.)., Fra storia e storiogrcfia. Scritti in onore di P. Vülani, Bologna, 1994, pp. 517-528. ' C. DONATI., í'iífea di nobiltá in ludia (secoliXIV-XVIU). Roma-Baii, 1988. '° SuUe nobiltá meridiraiali cfr. M. A. VISCEGLIA., Identitá socidi. La nobiltá ncpoletana nella prima etá moderna. Milano, 1998, specie le pp. 89-105 e G. MUTO., "II legno di Ns^li sotto la daminazione spagno-la", in Storia della societa italiana, vol. XI (1989) pp. 225-316, inparticolare le pp. 233-246. " G. B. de LUCA., Theatrwn veritatis et iustitiae, país I, 'T5e Praeminentiis", disc. XXXII, 10, Romae 1669-1673. Utile per le indicazioni geneíali che fomisce M. FOLIN., "Sui criteri di classificaziraie degli insedia-menti mbani nell'Italia centro settentrícmale, secoli XTV-XVü", in Storia urbana, núm. 92 (2000) pp. 5-23. In^rescindibile il riferímeuto a M. BERENGO., L 'Europa delle cittá. II volto della societá urbana europea tra Medioevo edEtá moderna, Torino, 1999. ' B.G. ZENOBL, Ceti e potere nella Marca pontificia, Bologna, 1976. " Cfr. A. SPAGNOLETTI., Stato, aristocrazie e Ordine di Malta nelfltalia moderna, R(xna-Bari, 1988, e, in genérale, JJ". LABATUT., Le nobiltá europee dal XVal XVm secólo, Bologna, 1999. '" CX). FONSECA., "La "coscienza della citti" nella stMiografia lócale", in B. VETERE (dir.)., Storia di Lecce dai Bizantini agli Aragonesi, R(Hna-Barí, 1993, R). K-XXÜI e F. TATEO., "^idittica e antiquaria nelle memorie cittadine del Mezzogicnno", in C. BASTÍA y M. BOLOGNANI (dirs.).. La memoria e la cittá. Scritture storiche tra Medioevo edEtá Moderna, Bologna, 1995, pp. 29-39.

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cosmo napoletano^ . Quelle stoiie sonó il frutto di iina considerazioiie della capitale come luogo idéale di sintesi di tutti i parametri che definiscono le qualita di un centro urbano e sonó la subUmazione di una coscienza nobiliare che tende a riannodare continuamente i fili con gli spazi ove si esprimono una dignitá e un potere che si dispiegano su scala extramuni-cipale'*. Bari e Biscegiie - lo sosterranno in tempi diversi Vincenzo Massilla e Pompeo Sar-nelli - sonó abítate da famiglie nobili che non hanno difficoltá a contrane matrímoni con quelle ascritte ai sedili napoletani". Anche a livello pubblico era consueta l'equazione Na-poli-cittá provinciali. In una lettera di Füippo DI al viceré, datata 15 setiembre 1600, si par-lava di Bañ come di una cittá govemata "siccome si costuma nella fidelissima Cittá di Na-poli"'*; un documento barese del 1710 licordava il prowedimenío di Isabella d'Aragona mirante a daré alia cittá ordinamentí che licalcavano quelli "della cittá di N )oU e di tutte l'altre piü principali del Regno"".

Possiamo aggiungere a queste spaise annotazioni che vi era una lunga tradizione che guardava a Lecce come a una piccola Napoli " e che Giuseppe Maiia Galanti, ancora a fine '700, avrebbe scritto che: "Trani, Baii e Bitonto si pregiano principalmente di famiglie nobili le quali si studiano di imitare in tutto la vita dei nobili della capitale"^*.

Se a livello simbólico ed ideológico era forte ü coUegamento con NapoU, la situazione si presentava completamente diversa per quanto riguarda le forme e le modalitá concrete dell' esercizio del potere.

GU uomjni dell'universitá di Monopoli ribadirono in piu occasioni che essi ubbidivano solamente al monarca di Spagna. Questa superba rivendicazione non comportava, pero, una piu stringente adesione agU indirizzi deUa poUtica della monarchia o un piu stretto e gerar-chizzato légame con gli ufficiali che esercitavano giustizia, levavano collette o presidiavano il castello, bensl indicava una dialettica poMca, spesso serrata, che si esprímeva tutta all'intemo di ceti, gruppi, famiglie della cittá e che non prevedeva, se non in casi ecceziona-li e -spesso- esclusivamente in funzione di aibitrato, l'intervento di figure légate ad altri e s\q)eriori ambiti giurisdizionali ; in ogni caso esprímeva la consapevolezza che la demania-litá fosse un valore, una ricchezza da tutelare (of^nendosi se possibile e con grandi sacriñ-

" Di "efíetto c^itale" parla A. MUSÍ in "La cittá assente: Salemo neUa "provincializzazione" del Mezzo-giomo spagQolo", in Rassegna storica salemitana, núm. 9 (1988) | ^ . 63-82. " Cfr. a tale riguardo, G. GALASSO., Una capitale delVmq>ero, op. cit., e C. J. HERNANDO SÁNCHEZ., T a cultura nobiliaria en el vineinato de Ñapóles durante el siglo XVT', in Historia social, núm. 28 (1997) tm. 95-112.

V. MASSILLA-, Commentarii ad consuetwünes praeclarae civitatis Barri, 1596 (ed. VENTEÉIS), p. 58; P. SARNELLI., Memorie de' vescovi di Biseglia e della stessa cittá, N^wli, 1693, p. 7. Giuseppe Recco rícordava tra le &miglie iUustri della cittá alcune che avevano contiatto paientadi con ñmiglie napoletane di seggio (G. REÍXO., Notizie t£ famiglie nobili diNapoli, Napoli, 1717, pp. 24-26). " In V.A. MELCmORRE., 11 Libro Rosso di Bari, Bari, 1993, vol. I, p. 329. La lettera del re acconipagnava il memoriale che i nobili deUa cittá avevano inohrato a Madrid in cui chiedevano nonne paiticolari in mate­ria di aggregazione. D re aveva inohrato il memoriale al viceré perché prowedesse ad affidarlo alia magistra-tira CQiqietente. " F. BONAZZL, Statuti ed altri prowedimenti intomo all'antico gavemo municipale della cuta di Bari, Nqjoli, 1876, pp. 41ss. ^ Sulla con^aiazione tra Lecce e N^mli, cfr. M. A, VISCEGLIA-, Territorio, feudo e potere lócale. Terra d'Otranto tra Medioevo edEtá moderna, N^wli, 1988, specie le pp. 279-288 e i saggi contenuti in B. PE-LLEGRINO (dir.)., Storia di Lecce. Dagli spagnoli olí 'Unita, Roma-Baii, 1995, passim. ^' G. M. GALANTL, Della Descrizione geográfica e política delle Sicilie, a cura di F. ASSANTE e D. DE­MARCO, N^joli, 1969, vol. n, p. 566. ^ A. CARRINO., La cittá aristocrática. Linguaggi e pratiche della política a Monopoli Jra Cingue e Seicen-to, Bari, 2000.

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ci íínanziari ai tentativi di iufeudazione) e da spendere sia nei confronti delle autoiitá dello stato che -come vedremo- nei riguardi dei baroni^^.

Demanialitá come sinónimo di autonomia dunque, come capacita di legolare senza ec-cessive inteiferenze la propria sfeía amministrativa, di dar vita a moduli di govemo che ri-calcavano quello napoletano, di sostenere la piesenza di ceti patrizi che si rifacevano neUa loro strutturazione e nelle forme del viveie associato a quelli della c^^itale; ma demanialitá poteva signiñcare anche debolezza o isolamento specie nei con&onti di realta che erano in-feudate a grandi cásate dell'aristocrazia meridionale.

Come é noto, la stragrande maggioranza delle universita meridionale era infeudata^ e, qxiindi, si relazionava in prin3a istanza e direttamente con il proprio barone^.

La condizione feudale é stata sovente considérala causa dell'inaiidimento della vita civi-le e amministrativa delle universita che passarono sotto il contrallo baronale e come fitttore di indebohmento e di declassamento delle loro élite. Sia gli storiogiafí locali, cosi pronti a esaltare le speciñcitá cittadine e le forme di simbiosi con N í ^ l i , sia gli illuministi inq)egna-ti nei secondo '700 in un'accesa polémica antífeudale, hanno in numeróse occasioni sottoli-neato ü calo di tono che aviebbe assunto la vita cittadina con il passaggio dell'univeisita dalla condizione demaniale a quella feudale e hanno istituito paragoni non sen^e pertinenti tra la situazione delle universita demaniali e quella delle localitá infeudate, queste ultime connótate -a dir loro- dall'assenza o dalla lentezza dei processi di crescita económica o ad-dirittura demográfica. II Galanti prima citato scriveva che "Gli uomini nella servitu e nell'awüimento non possono essere che imbecilU o depravati. E noi veggiamo costante-mente che i rei de'maggioii delitti sonó de'paesi baronali"^*.

In effetti, elementi che possano suffiagare tale giudizio non mancano, a partiré dalla stessa normativa gerosohmitana in materia di licevimento dei cavalieti che respingeva le richieste di ingiesso all'Oidine di pretendenti nati e residentí in localitá baronali . Nei 1521, per citare im solo caso, allorché l'universitá di Giovinazzo fu venduta a Ferrante di Capua, la famiglia Ele&nte mal sopportando di vivere in condizicme di vassallaggio si Iras-feri a Barletta, cittá regia che "moho fioiiva per nobütá"^.

A coloro che scrivevano di cittá sembrava che il capitale onorifico di cui diq)oneva ogni centro demaniale fosse stato annichilito daU'infeudazione e, di conseguenza, le localitá che si trovavano in tah condizioni non esitavano a scendere in cansío per difendere la prc^nia autorevolezza nonostante dipendessero direttamente non dal re, ma da un barone.

" SuUa demanialitá come valore insiste giustamente G. FOSCARI in "Cittá regia, cittá di rivotta. 111647 a Cava", in A. MUSÍ (dir.)., he cittá del Mezzogiomo mil 'eta moderna, Napoli, 2000, pp. 275-291. " A fine XVI secólo le universita demaniali erano 76 e quelle feudali 1974. G. GAIASSO., Mezzogiomo medievale e moderno, Torino, 1975, p. 174. " SuUa ccncessione ai banmi di drveisi gradi di giurisdizione che iii9)edivano ai propii vassaUi di adiie ai tribunali regi, cfr. A. GERMGLIARO., Sovranita e feudo nei Regno di Napoli (1505-1557), Napoli, 1983, >ecie le vol. I, pp. 157ss e 246ss. Sui nuovi ^^occi sttniografici al tema della feudalitá meridicnale si ve-

dano A. M. RAO., "Moite e lesunezione della feudalitá: il problona storíografico", in A. MUSÍ (dir.)., Di-menticare Croce? Studi e orientamenti di storia del Mezzogiomo, Napoli, 1991, pp. 113-136 e A. MASSA-FRA., "Una stagione di studi sulla feudalitá nei Regno di Napoli", in Fra storia e storiogr<^ia. Scritti in ono-re di P. Villani, op. cit, pp. 103-129. " G. GALANTL, Della Descrizione, op. cit, vol. II, p. 16. ^ Nei regno di Napoli le eccezioni erano rqqnesentate da Motfetta, Giovinazzo e Montaho. C. PADIGLIO-NE., "L'Araldo del 1894 e le cittá delle provincie n2q>oletane producenti m^iltá", in Giomale araldico-genealogico-dq>lomatico, íñ(lS94)pp. 1-18,14-15.

G. M. da BARLETTA-, Notizie della famiglia d'Elefante della cittá di Barletta scritte nei 1766-67 e dis­poste afoggia di dialogo, fol. 6 (ms. A\71 della Biblioteca Comunale di Bitonto).

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Molfetta cercava di lenire il dolore delFinfeudazione sottolineando il proprio rango di principato che aveva annoverato tra i propri baroni il celebre Ferrante Gonzaga^'; Altamura, sebbene avesse perso la sua condizione demaniale, si riteneva non inferiore ad altre citta del regno non solo perché era infeudata a principi sovrani, i Famese che ne erano baroni "col consenso della medesima citta" e col patto espresso di non poter essere alienata a signori di tninor qualitá, ma anche perché in essa le famighe nobüi si mantenevano con splendore, abitavano in palazzi e disponevano di carrozze e numerosa servitu^". Pompeo SameUi men-zionera gli sforzi epici deUa citta di Bisceglie per sottrarsi all'infeudazione, ma -parimenti-ricordera con orgogUo ü periodo feudale della citta, nel corso del quale essa era stata sotto-posta a signori di sangue regio e uno di loro, il principe di Taranto Giovanni Antonio Orsini, era stato decorato del titolo di "serenissimo", che si conferiva solo ai re^'.

L'esibizione del proprio patrimonio d'onore era pero un sistema per difendere una con­dizione che si sapeva essere mutata con il passaggio alia feudalita; ma la dimensione feuda­le, specie se a signoreggiare la citta erano cásate nobUiari di primo rango, costituiva un'arma preziosa che poteva serviré a incrementare le ricchezze materiaü o immateriah di alcune famiglie e poteva cucire tra di loro i vari Uvelli del potere.

La citta di Bari fu fino al 1558 sede dell'omonimo ducato retto dalla regina di Polonia Bona Sforza^ . H govemo feudale comportava certamenle una limitazione neUe capacita di manovra dei grappi dirigenti locali, sottoposti aU'autorita di funzionari che non sempre in-fonnavano ü loro operato aUa tutela del bene pubblico e alia difesa degli interessi cittadini, ma a Bari ñ govemo feudale significó per molti nuove e prestigióse opportunitá di carriera negli apparati burocratici ed amministrativi del feudo "di lor somma utüita non senza gloria della lor Padria, delle lor Piazze e FamigHe" ^ e un ampliamento degU stessi ranghi del pa-triziato prodotto dalla residenza in citta degli ufficiali della regina di origine forestiera e de­lla loro successiva cooptazione entro il ceto nobiliare urbano.

n prestigio di Bari era -dunque- esaltato dalla sua condizione feudale; la corte deUa regi­na consentiva la presenza e la difíusione di moduli culturali che accomunavano la citta pu-gHese alie realta principesche dell'ItaÜa centrosettentrionale^ ed enfatizzava il ruólo e la dimensione pubbHca di molte famiglie deUa citta^ , alcune deUe quaH ottennero feudi e titoli nobiliari e inquartarono i loro scudi con le armi deUa Polonia e deUa Lituania (es. i due fra-telH dottori Gi^nbattista e Giacomo Ferdinandi e Felice Pasitano, Sigismondo e Pietro FaneUi/^

^' F. LOMBARDI, Notitie istoriche della citta e vescovi di Molfetta, Napoli, 1703, p. 122. '" In Relazione della Citta e Chiesa diAltamura sentía a Sua Eminenzaper la Sacra Congregazione Concis-toriale da mons. Magri. 1660 {Altamura, núm. 3-4 (1955) pp. 74-75). SuHe vicende della cittá ofr. puré G. MASL, Altamura famesiana, Bari, 1959. ' ' P. SARMELLI, Memorie de' vescovi di Biseglia, op. oit, pp. 59 e 75. EgH ricorda anche che numeróse famiglie forestíere, ma residenti a Bisceglie, godevano di nobiltá nelle cittá d'origine ed erano titolari di ba-ronie (p. 7). " F. PORSIA., "Bari aragonese e dúchale", in F. TATEO (dir.)., Storia di Bari. Dalla conquista normanna al ducato sforzesco, Roam-Baii, 1990, pp. 145-185. ' ' F. QUARTO., "II "Regimentó" di Bari. Un inédito di Francesco Lombardi sul patriziato barese", iaNico-laus. Studi storici, núm. 2 (1996) p. 518. n nobiie Giovan Giacomo Affatati fu gran tesoriere della regina negli "stati" di Bari e di Rossano. Cfr. V. MASSILLA., Cronaca sulle famiglie nobili di Bari, N^oli, 1881, ristampa anastatica di F. BONAZZI (dir.)., Bologna, 1971, pp. 16-17. '"* F. TATEO., "Cultura e societá civile nel tendió di Bona Sfoiza", in Storia di Bari. Dalla conquista nor­manna al ducato sforzesco, op. cit., pp. 539-548 e C. DONATL, i'iífea di nobiltá in Italia, op. cit., pp. 93ss. " G. PETROM., Della storia diBaridagli antichi tempisino all'anno 1856, vol. I, Bari, 1857-1858, ristam­pa anastatica Bologna, 1980, vol. I, pp. 538ss, « F. QUARTO., n "Regimentó " di Bari, op. cit., p. 526.

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Bona garantiva, cosí, a Barí la fonnazione di un patriziato senqn-e piu consapevole di sé e del suo molo e, nello stesso tempe, costituiva il caoale privilegiato di promozione sociale per esponenti del mondo delle professioni o della cultura che in lei vedevano ü mezzo per poter attingere rápidamente alia condizione nobiliare evitando gli sbairamenti messi in atto dal sedüe nobile della citta.

Bari visse il suo ritomo alia denoanialitá, awenuto in controtendenza rispetto ai processi in corso nel regno, come un vero e proprio declassamento e perse il suo connótate di "centro ubicato in una periferia"; ma ci dobbiamo cbiedere se il caso di questa cittá sia significativo dal punto di vista della esenplañtá o non presenti i connotati della eccezionalitá che non consentono a noi di generalizzare le riflessioni che dalla sua vicenda possiamo estrarre.

Senza dubbio quello bátese si presenta come un caso particolare, anche per il rango del suo signóte feudale e per il rapporto diretto che esso mantenne con la cittá, ma non único se consideriamo situazioni nelle quaU si trovaiono ad interagite univetsita di soUda consistenza demogtafica, le loro &migUe nobili, i titolati di primaria in[q>ortanza che avevano le loro corti nel feudo o, piú spesso, a Napoli (si pensi al reporto di Salemo con Ferrante Sanseve-rino) ove la corte vicereale conviveva con quelle delle numeróse cásate atistociatiche che nella capitale avevano edificato il loro palazzo.

Le corti feudaU, dislócate a N í ^ l i o nelle province erano il luogo ove aweniva l'integrazione tra il Uvello statale, quello baronale e quello lócale e ove il barone coagulava le c^acitá e le aspiíazioni delle éUte dei suoi feudi consentendo loro occasioni di govemo, di promozione, di crescita anche in strutture che non erano immediatamente riferibih a que­lle signorili.

Come per i baroni era il sistema iiiq>eiiale spagnolo a dispensare o^^itunitá di caiiiere e di acquisizione di titoli e di ranghi piú elevati e a proiettarU sugli scenati ampi della politi-ca europea della prima etá moderna^', cosí per i gnqipi dirigenti delle cittá infeudate le maggioti oppottunitá provenivano dall'inserimento entro contesti cortigiani di mattice feu­dale: segretaii, awocati, notai, intellettuali, govematori, erati, luogotenenti, uomini d'arme^', chierici, vivevano tutti in sttetta simbiosi con ü proprio barone che non soltanto fotniva loro, attraverso il patronato, Timpiego e la pratica del mecenatismo, le occasioni per un innalzamento a liveUo económico e sociale, ma 11 isppresentsva piesso altre e piú rag-guaidevoli istanze del potete.

La cittá infeudata era cons^)evole che dal govemo di un barone poteva anche guadagna-te in stima, considerazione e visibilitá (si pensi al fatto che i titoli dei signori erano appunta-tl sulla locaUtá sulla quale essi esercitavano giutisdizione)^, ohre che ricavare nuove possi-biUtá di impiego per i suoi cittadini, 1' accrescimento del proprio patrimonio onorifico e una maggiore protezione, tutela e considerazione presso le magistrature dello Stato o presso i signori dei centñ vlcini^'. Passati i primi momenti di ostilitá seguiti all' infeudazione^^, pa-

" Sul Sanseverino si vedano G. CX)NIGLIO., /7 regno di NcpoU al tenqx) cU Cario V, Nqmli, 1951, ídem., Aspetti della socieíá meridionale nel secólo 16°, Nqmli, 1978, ídem., 77 viceregno di don Pietro de Toledo, Níqwli, 1984, R. COLAPIETRA., I Sanseverino di Salemo, mito e realta del barone ribelle, Laveglia, Saler-no, 1985, C. J. HERNANDO SÁNCHEZ., Castilla y Ncpoles, op. cit, pp. 328-335 e passim. " Cfr. A. SPAGNOLETTL, Princ^i itafíani e Spagna nell'eta barocca. Milano, 1996, ^)ecie le pp. 179-228.

' SuUa con;>osizioiie degli a{ >aTati di govemo dei feudi, cfr. A. LEPRE., Storia del Mezzogiomo d'Italia, Napoü, 1986, vol. I,K). 113-126. 40 In Tena di Barí erano 2 principati, 3 ducati, 4 maicbesati, 5 cmitee. V. MASSILLA., Commentarii ad con-suetudines, op. cit, p. 6. *' L'universitá di Altanura, nella &se demaniale della sua storia, dovette difemlere il piof^o temtorío dai so[misi dei potenti barcmi delle localitá finitime. G. MASI., Altamurafamesiana, iip. cit, pp. 12-13.

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trizi e notabili trovavano vantaggioso perveniíe ad un accordo con i baroni dei quali poteva-no divenire clienti ed essere cosi gratificati con cariche e impieghi nelle strutture di govemo dei feudi o ricevere consistenti appoggi per intraprendere una carriera ecclesiastica o nailitare.

Sotto la signoría dei Gonzaga, scriveva Ludovico Paglia nelle sue Istorie della cittá di Giovina2zo, la cittá "[aveva] goduto per un secólo intero tutte quelle felicita che potea spera-le da quei benignissimi Signoñ e parea libera Repubbiica e non sottoposta a vassallaggio niuno^ e, sotto quella dei Giudice, Tintero ceto patrizdo aveva ricevirto grande lustro dalle dignita e dagli onori che il le di Spagna e la CMesa avevano riservato a quella famiglia^. Fu anche grazie ai Giudice che alcuni esponenti del patriziato lócale ascesero a piú alti livelli di dignita e imo di loro, Nicola Chiurlia, nel 1698 divenne cavaliere di Santiago* .

Le connessioni lia i vari livelli ci appaiono molto significative quando i signori feudali non ^ipaitenevano al baronaggio regnicolo, ma erano esponenti di cásate aristocratiche di altre partí d'Italia. In tal caso, al circuito citta-corte feudale-N^)oli-Madrid, si aggiungeva un altro tassello che era rappresentato dalla cittá o dallo stato di provenienza del barone fo-restiero. Anche se questo aspetto nao. é stato particolarmente indagato, é da presumere che, come molti "connazionali" del barone forestiero erano inpiegati negli ufBci dei suoi feudi meridionali, cosi i suoi vassalli meridionali lo fossero, a vario titolo, nei luoghi di prove­nienza del barone. Due esempi: nel 1536 i molfettesi chieserono al proprio signore Ferrante Gonzaga di servirsi di loro per i suoi uffici'** e nel 1551 il Gonzaga fece presidiare Guasta-Ua da soldati di origine meridionale comandati dal capitano Fabnzio de Lacertis, nobile de­lla cittá di Molfetta e, quindi, suo vassallo^ .

Le opportunitá aumentavano quando il barone non faceva residenza nella cittá infeudata: sempre a Molfetta, sotto la signoria dei genovesi Spinola, ü nobile Marzio de Luca teneva "U Regimentó di questa Universitá [.. .ai] suoi cenni [e] tenne affittata questa cittá dalla sig-nora Verónica [Spinola] senza che lo sapesse aninm vivente"^.

Anche in alcune universitá demaniali si determinarono forme di raccordo tta le éUte lo-cali e i baroni, specie se questi possedevano nelle vicinanze estesi stati feudali.

Negli anni trenta e quaranta del Seicento il conté di Conversano, Giangirolamo Acqua-viva, divenne il protettore e ü rappresentante di un gruppo consistente di membri del patri­ziato barese ostili al castellano regio della cittá, il barone Giuseppe Pappacoda^ ; nei suoi

*^ Genetalmente oano i nobUi ad «qipoTsi aU'infeudazioni della propria cittá temendo che venisse limitata la piopti» capacita di manovia sui ceti popoiaá e sugli otgani dell'universitá. Si vedano, al riguaido, G. MASL, Altamurafamesiana, <^. cit, pp. ISss. *' L. PAGUA., Istorie della cittá di Giovinazzo con un raguaglio istorico del sig. d. Luigi Sagarriga...in cui brevemente si descrive la vita del b. Nicoló Paglia e si raccontano le memorie d'aícune famiglie nobili della stessa cittá..., Napoli, 1700, p. 280. ** Ibidem., "A dñ legge", pp.mL "' D. CX)NFÜORTO., Giornali di N<q>oli dal MDCLXXIXal MDCIC, a cura di N. NICOLINI, Napoli, 1930, vol.II,p.291. ^ D. MAGRONE., Libro Rosso. Privilegi dell'universitá di Molfetta, Trani, 1899-1905, vol. III, p. 189. *' I. AEFÓ., Istoria della cittá, e ducato di Guastalla, Guastalla, 1785, vol. ¿ p. 225. ** G. VISAGGIO., Notizie storiche dei vescovi e canonici di Molfetta dal 1679 al 1720, (ms. 232, fol. 89 deUa Biblioteca Ccnnunale di Molfetta). *' Nel 1645 contro U castellano Giuseppe Pappacoda che pietendeva onoñ non dovuti 17 nobili sttinseio un patto segreto con Giangirolamo Acquaviva che ambiva a potre piede in cittá. Cfr. M. VENTRELLL, Cemti momgrc^i della cittá di Barí delle Puglie, Bari, 1878, p. 152 e A SPAGNOLETTL, "II patriziato barese nei secoÚ XVI e XVIL La costnizione di una difficile egemonia", in Signori, patrizi, cavalieri nell'etá mo-dema, op. cit, H>. 108-121, q)ecie le pp. 116-118.

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eserciti feudal! militarono molti nobili di cittá demaniali^; egli stesso fu in un certo qual modo il protettoie di alcune di loro che gli tributarono fonne di deferenza inusitate. La forza di Giangirolamo, il suo prestigio, la sua capacita di cooferire incaríchi attrassero alia sua corte provinciale numerosi patrizL Questi ultími, niitriti di una cultura cavalleresca che si scontrava pero con 1'angustia del loro vivere cittadino, videro nel conté di Conversano colui che avrebbe integrato il mondo feudale e quello demaniale all'insegna di un sistema di valo-ri condivisi che faceva pemo sui moduli deU'ideologia nobiliare.

Se era somma felicita il vivere in una citta demaniale, a maggior ragione lo era se alia demanialitá si accompagnava la consapevolezza di operare in un circuito che connetteva il govemo cittadino a quello di potenti baroni e, tramite questo, alie istituzioni dello stato e, perché no, a queUe della Chiesa.

Anche in questo caso, ci troviamo di fronte ad un fenómeno scarsamente studiato e limi-tato alie diócesi di patronato regio del regno di Napoli^'; ma non é escluso che anche dalle corti baronali partissero segnalazioni indirizzate alia curia romana per la promozione alie dignitá ecclesiastiche di vassalli o di cittadini deUe universita demaniaU particolaimente legatí al signore feudale^ . D &tto che i Barberini, per siq)erare la resistenza degli abitantí di Salemo e di Amalfi, restii ad essere loro infeudati, accarezzassero le principah &migUe di queUe cittá con la promessa di conferiré canche ecclesiastiche^^ conferma questa ipotesi. D'altra parte, é noto che i prelatí appartenenti alie famiglie magnatizie napoletane annove-ravano nel loro seguito soggetti provenienti dai propri feudi.

Si potrebbe continuare ancora con altre forme di connessione, anche con soggetti politici estranei al mondo ispanico-napoletano (il barese Francesco Antonio CardassL, nato nel 1564, al servizio dei duchi di Mantova, "a causa che [il padre] mostrando gran servitü con i signori Gonzaga della Serenisstma casa di Mantova, pensó non esservi mezzo piü (oportuno d'avanzare le fortune di sua famiglia, che d'intiodurre [il] suo primo nato fanciuUo" presso queUa corte)'^, ma é giunto il momento di concludere e lo fiíró con alcune brevi riflessioni.

La prima eta moderna é quella in cui si awia tm processo di centralizzazione delle élite; ü potere monarchico, attraverso una serie di mediatori, connette le élite locaU in un sistema unitario che mira a raccordare le periferie al centro^'. A N^>oU questo fenómeno assume caratteristiche proprie e la centralizzazione deve fare i conti anche con la condizione del regno, paese dipendente, con tutto ció che questo significa in temüni di legittimazione del

'° Nel 1620 il principe di Sansevero, incaricato di soccoirere la cittá di Man&edcnia, attaccata dai tuichi, poitó con sé molti sigaori. J. RANEO., "Libro donde se trata de los virreyes lugartenientes del Reino de N^>oles y de las cosas tocantes a su grandeza", in CODOIN., vol. XXQI, M^Md, 1853, p. 402. " M. SPEDICATO., n mércalo della mitra. Episcopato regio e privilegio dell'alternativa nel regno di Na-poli in eta spagnola, Baii, 1996.

Bona il 23 ottobre 1557 scriveva all'aicivescovo di Baii doleinlosi che alie arcipreture di Cassano e di Casamassima non fossoo stati nominati i soggetti da lei pFC K>sti. L. PEPE., Storia della successione degli Sforzeschi negli stati di Puglia e Calabria, con introduzione di G. MUSCA, Cassano Muige (Ban),1985, p. 241. " Corrispondenze diplomatiche veneziane da Neroli. Dispacci, vol. Vin (16 novembre 1632- 18 jnaggio 1638), a cura di M. GOTTARDI, Roma, 1991, vol. VII, p. 522. ^ F. LOMBARDL, Le cento immagini degli huomini illustri baresi in lettere, ed armi, ms. A81 della Biblio­teca Comunale di Bitonto, fols. 293-297. " R. G. ASCH., "Court and household from the fifteentíi to seventeentíi centuries", in R. G. ASCH e A. M. BIRKE (dirs.)., Princes, patronage and the nobility. The court at the beginning ofthe modem age, c. 1450-1650, Oxford, 1991, pp. 1-38, í?)ecie le p. 25.

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potere e di omogeneizzazione e di nazionalizzazione delle élite^, e "paese italiano", ossia lealtá in cui le élite erano sottoposte, piü che in altñ luoghi, a pressioni provenienti da ahre istanze di centralizzazione (Roma e la Chiesa cattolica).

In effetti, quando pensiamo alie connessioni, alie integrazioni, ai tappca:ú tra élite pio-vinciali e centro dobbiamo sempte ricoidaie che ragioniamo su un sistema poUtico a lete in cui le proiezioni extramunicipali non conducevano necessariamente al centro dello stato e in cui runifonnitá dei linguaggí politi, la diSusione di valoii comuni, la cooptazione in sistemi on{»iñci di matrice diversa, la sottomissione a medesime pratiche di deferenza trovavano campo d'azione in molteplici luoghi e detenninavano lo stabüiisi di rapporti strutturali tra realta che possono appaiiie antitetiche.

E, da questo punto di vista, concludo con un'annotazione archivistica, si palesa ^pieno rimportanza dello studio degli archivi privati delle famigUe nobili, nei quali le comiessioni appaiono ben piü evidenti che nei fondi degli aicMvi pubblici.

" A. MAgZAK., "Nécessité et c<MH)lexité des relations entre Etat et noblesse", in W. REDSIHARD (dir.).Xes élites dupouvoir et la construction de l'Etat en Europe, París, 1996, pp. 259-283.

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