contrapuntos sobre reglas: una evaluación de la crítica de noam chomski a ludwig wittgenstein

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Universidad Nacional del Litoral – FHUC Filosofía del Lenguaje. Febrero 2016. Docentes : Zerbudis, Ezequiel. Gonzalo, Adriana. Parera, Griselda Alumno: García, Juan D. Contrapuntos sobre reglas: Una evaluación de la crítica de Noam Chomsky a Ludwig Wittgenstein. En el último capítulo de su célebre libro, La filosofía y el espejo de la Naturaleza, Richard Rorty, caracteriza dos modos radicalmente opuestos de hacer filosofía: filosofía sistemática y filosofía edificante Ambas implican dos tipos de búsqueda, motivaciones y hasta recursos estilísticos diferentes. La primera de ellas, dominante en la tradición occidental, se caracteriza por concebir a la filosofía como un proyecto constructivo, sistemático, centrado en la búsqueda del conocimiento. El objetivo de tal empresa es arribar a teorías que se correspondan, expliquen o fundamenten la “naturaleza”. Este “discurso normal” se nutre de cuantiosos exponentes cuyo nexo común es fundir racionalidad (argumentos, justificaciones) y objetividad (brindar representaciones exactas de lo real) como la esencia de un quehacer filosófico que debe entroncarse en el recto camino de la ciencia. Por lo contrario, la filosofía edificante es más bien periférica y anormal, consta exponentes aislados y extra- ordinarios, que desconfían que la esencia del hombre radique en conocer esencias, como también dudan de la posibilidad (y

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una evaluación critica de la critica de chomsky a wittgenstein

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Page 1: Contrapuntos sobre reglas: una evaluación de la crítica de Noam Chomski a Ludwig Wittgenstein

Universidad Nacional del Litoral – FHUC

Filosofía del Lenguaje.Febrero 2016.

Docentes: Zerbudis, Ezequiel. Gonzalo, Adriana. Parera, Griselda

Alumno: García, Juan D.

Contrapuntos sobre reglas:Una evaluación de la crítica de Noam Chomsky a Ludwig Wittgenstein.

En el último capítulo de su célebre libro, La filosofía y el espejo de la Naturaleza, Richard Rorty, caracteriza dos modos radicalmente opuestos de hacer filosofía: filosofía sistemática y filosofía edificante Ambas implican dos tipos de búsqueda, motivaciones y hasta recursos estilísticos diferentes. La primera de ellas, dominante en la tradición occidental, se caracteriza por concebir a la filosofía como un proyecto constructivo, sistemático, centrado en la búsqueda del conocimiento. El objetivo de tal empresa es arribar a teorías que se correspondan, expliquen o fundamenten la “naturaleza”. Este “discurso normal” se nutre de cuantiosos exponentes cuyo nexo común es fundir racionalidad (argumentos, justificaciones) y objetividad (brindar representaciones exactas de lo real) como la esencia de un quehacer filosófico que debe entroncarse en el recto camino de la ciencia. Por lo contrario, la filosofía edificante es más bien periférica y anormal, consta exponentes aislados y extra-ordinarios, que desconfían que la esencia del hombre radique en conocer esencias, como también dudan de la posibilidad (y necesidad) de todo “proyecto de conmensuración universal”. Estos filósofos se caracterizan, no por ser constructivos, sino más bien reactivos, críticos y “destructivos para su propia generación”. Son pensadores de corte historicistas, pragmáticos y relativistas. (Rorty 1983: 251, 252 y 253)

A grandes rasgos, las búsquedas de Noam Chomsky y Ludwig Wittgenstein (sobre todo el segundo) pueden contraponerse y situarse en estos dos caminos. El primero de ellos, “filósofo sistemático”, funda un programa especial de investigación lingüística-científica conocido como “gramática generativa”, cuyo interés principal consiste en responder qué constituye el conocimiento de la lengua y cómo surge. (Chomsky, 1989: 244) Para lo cual, el objetivo general radica en desarrollar una teoría lingüística hipotética capaz de establecer las reglas gramaticales “profundas” que permiten producir todas las oraciones posibles y gramaticalmente correctas. Concretamente, se trata de elaborar un modelo hipotético (So) que contenga todos los principios

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lingüísticos formales comunes a todos los hombres, y que sea la raíz común de la multiplicidad de lenguajes naturales (SL). En este sentido, las distintas lenguas no serían sino una realización posible y concreta del conjunto de principios formales. Este modelo hipotético (So), que representaría las “fuertes constricciones específicas de la especie” (Chomsky 1989: 255), debe ser susceptible a hacer evaluado, corroborado en los hechos y revisado. Por su parte, la búsqueda wittgensteineana no puede ser más distinta. Para el vienés, su filosofía no consiste en el intento de fundamentar o explicar qué es el lenguaje. En las Investigaciones Filosóficas (If) considera a su trabajo teórico más bien como una práctica crítica y elucidatoria de conceptos, que radica en un análisis descriptivo de la gramática de los diferentes juegos de lenguaje que jugamos, con el objetivo de “reconducir los conceptos metafísicos a sus usos concretos y cotidianos”. (If §116) Analizando el uso de los conceptos tal como se dan en la variedad de juegos de lenguaje desaparece el malentendido, el misterio y los problemas que engendran los propios filósofos. Estos minuciosos análisis descriptivos tienen la humilde pretensión de describir los movimientos posibles en ellos, de ver cómo jugamos en la cotidianeidad determinados conceptos que nos han mantenidos “embrujados”. La finalidad es clarificar, no construir. Evitar malentendidos que surgen cuando el lenguaje “hace fiesta”, no explicar ni fundamentar nada. En efecto, las consideraciones de Wittgenstein carecen de la más mínima pretensión científica, en el sentido de que no brindan una teoría, ni hipótesis acerca de qué es el lenguaje, aunque el esclarecimiento nos provee de una “mirada sinóptica” de la riqueza y potencialidades del mismo. (If §§ 90, 91, 92)1

No obstante, esta incomensurabilidad de búsqueda no impide la existencia de terrenos comunes de discusión, ya que ambos autores tratan cuestiones relativas a la filosofía lenguaje. Uno de los tópicos compartidos concierne a la noción de “competencia” o “comprensión” del significado partir del concepto de “seguir reglas”. Desde nuestra perspectiva, este terreno no puede sino constituir un verdadero campo de batalla. Del mismo modo parece haberlo entendido Chomsky, quien consideró a la solución escéptica acerca del seguimiento de reglas, propuesta por la famosa reconstrucción que hace Kripke de If §§138-248 (Kripke, 1989), como la crítica más interesante que se le había realizado a su programa de investigación. (Chomsky, 1989: 247) A grandes rasgos, podríamos decir que la solución kripkeana ataca dos puntos neurálgicos de su proyecto. Por un lado, supone un argumento contra el lenguaje privado que derribaría el supuesto metodológico individualista de la gramática generativa, y en segundo lugar, al negar que existan criterios de corrección del significado basados en enunciados facticos (“No hay hechos que constituyan querer significar algo con alguna palabra”) y con el consecuente tránsito de condiciones de verdad (necesarias y suficientes) a condiciones de aseverabilidad (aproximativas)

1Está diferencia entre ambos autores también puede apreciarse claramente en el estilo de escritura de ambos. En los textos de Chomsky nos encontramos con largos párrafos de afirmaciones, razonamientos deductivos, conjeturas que son respaldadas o rechazadas por argumentaciones, justificaciones, ejemplos, casos, etc. Por su parte, la obra wittgensteiniana consiste más bien en una colección de fragmentos o esbozos marcadamente asistemáticos e inconcluidos. Su estilo literario se expresa en parágrafos breves y contundentes, en sentencias claras de fuerza lapidaria, aforismos oscuros, ironías, diálogos con oponentes imaginarios, metáforas o ejemplos. Todo ello apunta a captar la singularidad y la pluralidad irreductible de los juegos de lenguaje.

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pareciera quedar socavada la pretensión de cientificidad intrínseca al programa chomskiano. En efecto, luego de la resonancia del texto de Kripke, la respuesta de Chomsky no podía hacerse esperar y por ello dedica gran parte de un capítulo de su libro El conocimiento del lenguaje para realizar un ajuste de cuentas con el escéptico wittgensteiniano. La estrategia que utiliza el norteamericano consiste en exponer brevemente la paradoja y solución escéptica propuesta por Kripke, para luego evaluar si tal modelo funciona con casos cotidianos e intuitivos en que adscribimos reglas a otros, remarcando así la incapacidad intrínseca del mismo para dar cuenta de tales ejemplos. Una vez refutada la solución escéptica, Chomsky habrá liberado el camino para realizar la consideración científica del seguimiento de reglas acorde con su programa de investigación.

En el presente trabajo nos proponemos a reconstruir brevemente la paradoja y solución escéptica de Kripke, para luego centrarnos en las críticas que le realiza Chomsky, con el objetivo de evaluar la pertinencia de las mismas. La hipótesis que guía nuestro trabajo es que tales críticas carecen de fuerza y rigurosidad como para dar por tierra al planteo wittgensteiniano.

1- Kripkenstein: reglas, escepticismo y comunidad.

Chomsky y Wittgenstein estarían de acuerdo con señalar que aprender una lengua es seguir determinadas reglas lingüísticas que guían nuestra conducta como hablantes. De modo tal que comprender el significado de un signo lingüístico no es sino dominar las reglas que rigen para su aplicación. Ante la pregunta ¿qué es el significado? o más específicamente ¿qué es lo que hace que “+” signifique la función adicción?, ambos podrían acordar en algo; saber el significado de un signo es saber su empleo correcto e incorrecto en indefinidos usos nuevos. Como señala Satne, (2005: 7) al caracterizar el significado bajo el rotulo de “seguir reglas” le atribuimos dos propiedades relevantes: la extensión (la regla remite a casos no considerados aún) y la normatividad (determina las aplicaciones correctas y las que no). Ahora bien, en If § 198, Wittgenstein ya presenta una preocupación al respecto; “«¿Pero cómo puede una regla enseñarme lo que tengo que hacer en este lugar? Cualquier cosa que haga es, según alguna interpretación, compatible con la regla.»” Y en If §201 formula la famosa paradoja que es retomada y expresada por Kripke bajo un desafío escéptico:

“Nuestra paradoja era ésta: una regla no podía determinar ningún curso de acción porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla. La respuesta era: Si todo puede hacerse concordar con la regla, entonces también puede hacerse discordar. De donde no habría ni concordancia ni desacuerdo”

La cuestión radica en lo siguiente; dada cualquier regla (por ejemplo la función indicada con el signo “+”) la misma puede ser interpretada de múltiples maneras incompatibles, con lo cual derivar en distintos cursos de acción según cómo se la interprete. La consecuencia obvia que se desprende es que la regla perdería su carácter normativo de guiar un curso de acción determinado; podría guiar a cualquier respuesta. Así según como intérprete «+» podría dar respuestas incompatibles a 68 + 57. Kripke (1989: 17-48) reconstruye la paradoja wittgensteiniana

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de la siguiente manera: suponiendo que por primera vez me dan la suma 68 + 57 (y nunca he sumado un número mayor que 57) inmediatamente estoy inclinado a dar como respuesta correcta 125, sin embargo irrumpe un extraño escéptico que me señala que tal como yo usé está regla en el pasado debería haber respondido 5. Pone en tela de juicio mi uso metalingüístico de «+» sugiriendo que en realidad consiste en otra función (´tas´2). Señala que por diversas y raras circunstancias he realizado un cambio inadvertido en el uso de tal signo. Si bien es descabellado, no es lógicamente imposible, por lo cual nos propone el siguiente desafío. Exige que demos cuenta de un hecho (cualquiera sea y gozando de las condiciones epistémicas divinas) que justifique por qué mí respuesta debería ser 125 y no 5. Lo que el escéptico wittgensteiniano va a negar es justamente la existencia de ese hecho, para lo cual va analizando y desechando los mejores candidatos de una respuesta directa al desafío. Se trata de un escepticismo ontológico y semántico, ya que su conclusión es que no hay hechos que determinen y justifiquen la aplicación de una regla, que haga que yo signifique con «+» adición y no tadición. (Karczmarczyk, 2012: 257-260) La aplicación de reglas es así un “salto al vacío”, una “obediencia a ciegas”, en suma algo que carece de justificación.3 Ahora bien, el problema está en que si no hay hechos que den un parámetro para la corrección de la aplicación de reglas el carácter normativo de éstas parecería diluirse, cada cual cada uno aplicaría la regla como quiera, y ello sería claramente incongruente con lo que llamamos “seguir reglas”. Kripke va a dar una solución escéptica a este problema, es decir, va a aceptar la conclusión del escéptico e intentará reintroducir la normatividad a partir de especificar condiciones de aseverabilidad para juicios “Mediante «+», Juan significa adición”. Estás condiciones serían circunstancias lo sufrientemente específicas (siempre aproximativas) bajo las cuales los juicios de este tipo podrían ser afirmados con legitimidad. Como señala este autor lo que está de trasfondo es el giro en la comprensión del lenguaje dado por Wittgenstein en las If, giro que rechaza la tesis del Tractatus acerca de que el significado debe ser entendido en términos

2 x + y = x + y, y si x, y < 57 = 5 en cualquier otro caso. 3Sobre este último concepto Chomsky va a considerar que no habría mayor problema en conceder que seguimos reglas ciegamente, si entendemos que: “si sigo R, lo hago sin razones. Estoy constituido de ese modo (…) si hubiera sido constituido de modo diferente de mente/cerebro (So´ y no So) habría seguido reglas diferentes” (1989: 248-249) es decir, apela a la condición biológica como límite de las explicaciones sobre el seguimiento de reglas. Aquí entendemos que Chomsky busca fundamentar el acuerdo de juicios/reacciones (que permite hablar de observancia de reglas) a partir de la constitución biológica (So): el acuerdo o la concordancia de reacciones estaría en última instancia determinado por la estructura formal innata de los principios de So. Creemos que en cambio para Wittgenstein la noción de obediencia ciega remite más bien al límite de las explicaciones suscitado porque no hay hechos que justifiquen mi aplicación y sólo nos queda afirmar “Así actuamos”, dando cuenta de carácter primitivo o básicos de la aplicación de reglas. Ahora este Así wittgensteiniano alude a la fáctica concordancia de juicios y no es reductible una estructura biológica compartida por la especie humana, ni a ninguna necesidad, sino que se conforma o constituye a partir de un conglomerado de factores (biológicos, sociales, históricos, culturales, psicológicos, etc) irreductibles. En este sentido, para el vienés, la concordancia de reacciones no está en sí regulada ni determinado necesariamente por ninguna instancia, sino que es contingente, histórica y abierta a cambios. (Sobre la certeza (Sc) §§ 94-99). Teniendo en cuenta esto, creemos que Wittgenstein sería un poco más cauto que Chomsky al afirmar que si estuviéramos constituidos de otra manera necesariamente actuaríamos con otras reglas. Quizá sí, quizá no. No lo podemos saber.

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de condiciones de verdad, para concentrarse en elucidar las condiciones en las cuales un movimiento puede ser llevado a cabo en un juego específico (Kripke, 1989: 75-77). La pregunta ahora es bajo qué circunstancias estamos autorizados a afirmar “Mediante «+» Juan quiere decir adición”.

Como dijimos la solución kripkeana acepta la conclusión de que no hay hechos que justifiquen la aplicación de la regla y ser partícipe de un juego de lenguaje consiste precisamente en aplicar a “ciegas” las reglas. La aplicación no es un ningún proceso interpretativo sino una reacción primitiva generada por la instrucción, educación, usos estables y costumbres sociales. Seguir reglas es una práctica, regular y colectiva (If § 199) en la que nos adiestramos en la vida mediante ejemplos (Sc § 139). “Así actuamos” (If § 217), la regla (en circunstancias normales) no deja lugar a dudas acerca de cómo seguirla. (If § 85). Nuestros juicios de corrección también son primitivos, es decir que no requieren de ningún tipo de justificación de la que pide el desafío escéptico. Tener un lenguaje común es concordar en juicios y en una forma de vida. (If §§ 241 y 242) Ahora sólo nos queda elucidar bajo qué circunstancias adscribo el seguimiento de reglas, en qué condiciones se puede aseverar que “Juan sigue R y no R´”. La respuesta que da Kripke aquí comporta una referencia a la comunidad y un argumento contra el lenguaje privado debido a que si tomamos en cuenta únicamente a un individuo aislado con un lenguaje propio y observáramos sus estados mentales y conductas externas, nunca podríamos determinar qué regla sigue, ni si se equivoca. En tal caso individuo podría aplicar la regla del modo en que se le ocurra, dar la respuesta que se sienta inclinado a dar, pero no habría ninguna instancia o criterio independiente de la inclinación de nuestro hablante a seguir la regla capaz de establecer su corrección o incorrección. El individuo siempre creería seguir una determinada regla, “Y creer seguir la regla no es seguir la regla. Y por tanto no se puede seguir 'privadamente' la regla” ( If § 202). Considerando un individuo aisladamente, no hay condiciones suficientes que nos permiten señalar si siguió o no la regla. Por ello Kripke considera que para que existan estás condiciones de aseverabilidad debemos tener un cuenta no sólo la certeza e inclinación primitiva del sujeto que sigue reglas sino también a la comunidad como marco más amplio que permite poseer, en circunstancias especificas, criterios para realizar juicio de corrección más allá de la inclinación del hablante. La sistematicidad en la concordancia o similaridad de respuestas no sólo conmigo sino con los demás miembros de la comunidad, la posibilidad de dar cuenta del error en la aplicación y poder enmendarlo (y ser corregido por otros) son algunas condiciones básicas para hacer aseverable “Juan sigue R”. (Kripke 1989: 85, 87 y 89).

2- Argumentos chomskianos, posibles réplicas wittgensteinianas.

En el capítulo titulado “Cuestiones sobre reglas” de El conocimiento del lenguaje, Chomsky reformula en sus aspectos esenciales el modelo de seguimiento de reglas propuesto por Kripke señalando que te adscribo seguimiento de reglas si y sólo sí proporcionas las respuestas que yo

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estaría inclinado a dar ya que interactúas adecuadamente con mi comunidad y esto tiene alguna utilidad o función para nuestra vida. (Chomsky, 1989: 249) Ahora bien, para este autor, este modelo es incapaz de dar cuenta de ciertos casos cotidianos en los que adscribimos reglas, es descriptivamente falso, por lo cual debe ser dejado de lado. Su crítica consiste en proponer una serie de situaciones en las cuales adscribimos el seguimiento de regla a alguien, pero sin embargo no comportan las condiciones de la solución escéptica propuesta por Kripke; no estaríamos inclinados a dar esa misma respuesta, ni lo introducimos a nuestra comunidad por ello. A continuación reconstruiremos aquellos argumentos más relevantes que encontramos en el citado capítulo e iremos evaluando la pertinencia de tales críticas.

1- El primer caso propuesto por Chomsky obedece a las reglas sintácticas de conjugación de verbos. Si consideramos a los niños de cierta edad daríamos cuenta que, en cierto grado de su desarrollo lingüístico, forman mal el tiempo pasado (en vez de decir `yo hice´, dicen `yo hago´), según Chomsky “el niño está siguiendo una regla en su lengua en un determinado momento, una de las lenguas humanas posibles, pero no exactamente la nuestra” y sin embargo, igualmente podemos adscribirle un seguimiento de reglas, aunque nosotros no estaríamos inclinados a dar esas respuestas. De hecho en el caso hipotético de que todos los adultos de repente murieran, la regla de los niños pasaría a ser la correcta. (Chomsky 1989: 251)

Desde nuestra perspectiva este argumento malentiende la noción wittgensteiniana de seguimiento de regla. Para comprender este caso debemos tener en cuenta que existen dos contextos de funcionamiento de los juegos de lenguaje diferentes; el contexto “ontogenético” y el “normalizado” (Cabanchik 2010: 53). El primero, es aquel conjunto de prácticas, ritos y procesos (instructivos, pedagógicos) por los cuales el que no-jugador se convierte en jugador y el segundo es aquel en el cual los hablantes ya incorporados plenamente a los juegos se encuentran simétricamente posicionados para interactuar y corregirse mutuamente4. Es en el primero, donde se aprenden las reglas, en el cual debemos situarnos para entender el argumento que da Chomsky, ya que refiere a niños no normalizados en el uso de los verbos. El § 143 de las If puede sernos muy útil para elucidar este ejemplo, por ello lo transcribiremos casi entero:

4 Si bien para el objetivo del presente trabajo podemos usar sin problematizar las nociones de “ontogénesis” y “normalización” que esgrime Cabanchik para explicitar los conceptos de “juegos de lenguaje” y “forma de vida”, creemos oportuno señalar que en su texto, tales términos, si bien apuntan acertadamente a dar cuenta del descentramiento del sujeto que opera en el filosofía de Wittgenstein, es decir, a dejar en claro que ya no es el sujeto el origen y fuente de las significaciones del lenguaje, sino más bien un efecto de los juegos (“Como hemos dicho, los juegos de lenguaje, esto es, las prácticas lingüísticas, constituyen a hablante como tal en el contexto ontogenético y regulan el comportamiento en el contexto normalizado” (2005: 55)) también pueden tender a soslayar una faceta importante de la participación y constitución de los individuos como sujetos en los juegos: tal constitución nunca se da de manera plena, sin fallas o carente de tensiones, luchas y posibles aperturas. Creemos que tener en cuenta tal punto es central para pensar el lugar de la política, el poder y la posibilidad de transformación que se desprende de las consideraciones de Wittgenstein.

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“Examinemos ahora este tipo de juego de lenguaje: Β debe poner por escrito, siguiendo la orden de A, series de signos de acuerdo con una determinada ley de formación. La primera de estas series debe ser la de los números naturales en el sistema decimal. — ¿Cómo aprende a entender este sistema?— En primer lugar se le escriben series de números a modo de muestra y se le exhorta a copiarlas. Y ya hay aquí una reacción normal y una anormal por parte del aprendiz. —Tal vez guiemos su mano primero al copiar la serie del O al 9; pero luego la posibilidad de comprensión dependerá de que continúe escribiendo independientemente.— Y aquí podemos imaginarnos, por ejemplo, que copia ciertamente las cifras de modo independiente, pero no la serie, sino unas veces una y otras veces otra sin regla alguna. Y entonces ahí acaba la comprensión. — O también que él haga 'faltas' en el orden de la serie. — La diferencia entre éste y el primer caso es naturalmente de frecuencia. — O: él hace una falta sistemática, copia siempre, por ejemplo, sólo un número de cada dos; o copia la serie O, 1, 2, 3, 4, 5,... así: 1, O, 3, 2, 5, 4,... Aquí casi estaremos tentados a decir que nos ha entendido incorrectamente.

Pero obsérvese: No hay límite nítido entre una falta carente de regla y una sistemática. Es decir: entre lo que estás inclinado a llamar una «falta carente de regla» y una «sistemática».”

Aquí tenemos un ejemplo similar al propuesto por Chomsky pero con una serie numérica. Como vemos, Wittgenstein distingue borrosamente entre dos modos de incomprensión por parte del niño (por incomprensión entiéndase: no aplicación de la regla) la «falta carente de regla» y la «sistemática». Es esta última es la que parecieran cometer los niños chomskianos al conjugar sistemáticamente mal los verbos. Ahora bien, para Wittgenstein el parentesco entre cometer una falta carente de regla con una sistemática, es que en ambos casos el niño no está siguiendo o aplicando la regla. Para el filósofo austríaco sería incorrecto afirmar que el niño al conjugar mal los verbos sigue “su propias reglas” sino que tiene sentido sostener que todavía no ha aprendido bien ese juego del lenguaje. Concretamente, en su práctica el niño demuestra una aplicación incorrecta de nuestra regla y no una aplicación de una regla especial que sería “la suya”. El niño al no haber sido todavía normalizado, incluido o hecho participe pleno dentro del juego, se encuentra todavía en el proceso que debe ser adiestrado para ello. A diferencia de lo que sostiene Chomsky, Wittgenstein recriminaría lo siguiente: no le adscribimos al niño ningún seguimiento de reglas “especial”, sino todo lo contrario, diríamos que todavía no sigue ninguna. Es contradictorio atribuir seguimiento de reglas cuando juzgamos que es incorrecta la aplicación que el otro está realizando. Seguir reglas siempre tiene sentido dentro de un determino marco delimitado por el juego de lenguaje, si alguien mueve las piezas del ajedrez de otro modo que nosotros, decimos que no sabe jugar o bien que está jugando a otro juego que desconocemos, pero no que juega al ajedrez con “reglas especiales”.

Con respecto al caso hipotético de muerte de todos los adultos creemos que dentro del planteo wittgensteiniano no habría inconvenientes en afirmar que probablemente constituya un drástico cambio de forma(s) de vida, de concordancia de reacciones, reglas y por ende, de qué es correcto y qué no.

2- El segundo argumento que considera Chomsky (1989: 251) refiere a reglas fonéticas. Supongamos que existen dos comunidades que hablan la misma lengua (el español) pero por tradición cultural siguen reglas de pronunciación distintas, es decir, cada una tiene un dialecto

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propio. Mientras en una de ellas la palabra ´llueve´ se pronuncia `liueve´, remarcando la ´ll´ en la otra comunidad, la misma palabra se dice `yueve´. Si se topan dos individuos de cada una de estas comunidades darían cuenta que siguen reglas fonéticas distintas, sin embargo, sin problema alguno se adscribirían entre sí un seguimiento de reglas, aunque no compartan su “forma de vida” y esta adscripción de reglas pareciera no tener mucha utilidad ni función en sus vidas.

Cuando nos topamos con este ejemplo (también el anterior) vemos que Chomsky está extendiendo el argumento escéptico de Kripke hacía otros tipo de reglas (sintácticas y fonéticas) cuando en realidad, como dijimos, el argumento de Kripke es planteado básicamente en términos semánticos. La diferencia entre decir “liueve” y “yueve” no pareciera afectar para nada la comprensión del significado. Pongamos un ejemplo. Si estoy jugando al tenis con el profesor Ibañez (oriundo de Corrientes) y el cielo se nubla, comienzan a escucharse truenos y caen pequeñas gotas, comprenderé y juzgaré que aplica bien la regla, si él dice: “Parece que va a “liover”. Caso contrario se suscitaría si es un día soleado y despejado y el profesor dice: “¡Oh liueve!”. Allí me inclinaría más bien a pensar que no conoce la gramática del término. Desconocemos si Wittgenstein ha tratado en algún pasaje de su obra la cuestión de reglas fonéticas que suscitan distintos dialectos, creemos que si bien el argumento de Chomsky es original, no ataca el eje central del planteo de Kripke acerca del seguimiento de reglas, ya que el nudo de su desafío se dirige a reglas semánticas y por eso radica en la comprensión del significado. Adscribimos reglas a otros si utilizan (significan) con `lluvia´ lo mismo que yo y demás miembros de mi comunidad estaríamos inclinados a significar, independientemente de pequeños cambios en la pronunciación que no impidan que no reconozcamos la palabra. En otros términos, puedo compartir el mismo juego de lenguaje, donde se utiliza el concepto `lluvia´, con alguien que tenga otro dialecto y remarque la ´ll´, como el profesor Ibañez del mismo modo que puedo jugar con él al tenis por más que tome la raqueta con mano izquierda o tienda a pasar la pelota muy elevada por sobre la red. Los juegos de lenguaje no están absolutamente reglados. (If § 68).

Por otro lado, creemos que Chomsky soslaya la importancia y utilidad que puede tener adscribir reglas fonéticas bajo juicios (generalmente implícitos) como “Juan sigue el dialecto de mi comunidad (o no)”. Realizar tal juicio podría ser útil para mostrar cierta confianza, rechazo, hospitalidad, etc. hacia a Juan.

3- El tercer argumento de Chomsky refiere a reglas semánticas y consiste en brindar un ejemplo de una palabra cuyo sentido ha ido cambiando en su propia biografía. Chomsky-niño cuando escuchaba la palabra `lívido´ la asimilaba y entendía como `rojo´, y con el paso de los años paso a entender por la misma `pálido´. Es decir que, a lo largo de un tiempo ha pasado de un uso ambiguo e incorrecto (`rojo´) a uno normalizado y correcto (`pálido´). Ahora bien, él afirma que “yo no tengo ninguna dificultad en atribuir una regla diferente (la mía primera) a alguien a quien

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vea seguirla. De forma parecida es normal atribuir conceptos diferentes de los nuestros a los niños y los extranjeros”. (Chomsky 1989: 252)

En este argumento vislumbramos una falencia parecida al primero que tratamos, por lo cual la posible replica que se podría dar desde las consideraciones de Wittgenstein, no sería muy diferente. En ambos casos vemos como hay una ambigüedad en Chomsky acerca de que aplicar reglas o utilizar conceptos de maneras incorrectas (`rojo´ para entender `lívido´) es seguir una regla distinta a la normal, cuando para Wittgenstein serían justamente casos de no seguir la regla. Trayendo nuevamente a colación la distinción de Cabanchik citada arriba, concluimos que no le adscribimos a los niños y extranjeros que no se han normalizado en las prácticas de nuestros juegos de lenguaje un seguimiento de reglas “especiales”, distinto al nuestro. Simplemente consideramos que todavía no siguen nuestras reglas y por ende que no comprenden adecuadamente el significado de esos conceptos. Otra vez, si alguien realiza movimientos en el juego que juzgamos incorrectos, si aplica mal la regla, es porque evidentemente no la ha seguido. Y es claramente contradictorio atribuir seguimiento de reglas a quien juzgamos que no lo ha seguido.

4- Uno de los últimos y más importantes argumentos que brinda Chomsky es el que toma por ejemplo el caso de Robinson Crusoe. La relevancia del mismo radica en que no sólo tiene como finalidad demostrar la falsedad del modelo de Wittgenstein, sino también probar que es posible seguir reglas de manera privada y que cualquier otro individuo (especialmente el científico lingüista) podría dar cuenta de cuáles son ellas. El caso de Robinson Crusoe es presentado por Chomsky como el caso paradigmático de un individuo aislado de cualquier comunidad, con su lenguaje y reglas propias. Reconstruyamos rápidamente su argumento.

Para nuestro autor podrían darse los siguientes dos casos: 1- Robinson Crusoe sigue reglas cuyas respuestas estaríamos inclinados a proporcionar,

por lo cual si bien está físicamente aislado, igual podemos incluirlo en nuestra comunidad. 2- Robinson Crusoe da respuestas diferentes a las nuestras, tiene un lenguaje privado,

sigue sus propias reglas no las nuestras, pero podemos conocerlas. En el primer caso, el paradigma de Wittgenstein no parecería tener problemas, si Crusoe

sigue las mismas reglas que nosotros lo introducimos en nuestra comunidad y le aplicamos nuestros criterios para el seguimiento de reglas. Obviamente para Chomsky este caso claramente no parece ser el ejemplo de Crusoe.

Según la lectura que él le adjudica a Kripke sobre este caso, allí este autor realizaría una consideración ambigua y hasta incoherente con su propia solución escéptica. Para Chomsky, Kripke “argumenta que aún podemos atribuir el seguimiento de reglas de Robinson Crusoe de acuerdo con la solución de Wittgenstein. Esto es, le consideráramos como una persona que adquiere reglas (…) aunque no nuestras reglas, porque hemos tenido experiencias diferentes.

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Luego podemos introducirle en nuestra comunidad más amplia de personas que comparten nuestra forma de vida (…) aunque no proporciones nuestras respuestas.” Kripke pareciera sostener que podemos introducir a Crusoe en nuestra comunidad, adscribirle un seguimiento de reglas, pero sin nunca llegar a saber cuáles son esas reglas: “Suponiendo que Robinson Crusoe pasa las pruebas de seguimiento de reglas en la comunidad de personas, podemos decir que sigue una regla. Pero ¿qué regla sigue? En este caso el paradigma de Wittgenstein no nos sirve de ayuda.” (Chomsky 1989: 254)

Como anticipamos, para Chomsky justamente el caso que representa Robinson Crusoe se corresponde con la segunda opción. En efecto, Crusoe es el ejemplo de un individuo aislado que sigue reglas y que podemos adscribirle seguimiento de reglas, pero éstas no son las nuestras porque su aislamiento no es meramente físico, sino que él, por su experiencia solipsista, tiene un sistema propio de reglas, un lenguaje privado. Como señala este autor, el modelo wittgensteiniano es incapaz de dar cuenta de tal situación ya que impide adscribirle a Crusoe el seguimiento de reglas, debido a que no interactúa con ninguna comunidad y tampoco podríamos determinar qué reglas está siguiendo. Para Chomsky el problema de Wittgenstein radica en la equivocidad de su concepto de “forma de vida”. Señala que en el planteo de Kripke queda reducido a su acepción específica y social como “conjunto de respuestas en las que concordamos y la forma que se entretejen con nuestras actividades” así sólo te introduzco en mi comunidad y te adscribo reglas si tienes mi forma de vida. El norteamericano propone, comprender a la “forma de vida” de manera más amplia como las “fuertes restricciones que impone la especie”. Ésta sería la acepción relevante que permitiría adscribirle reglas a Robinson Crusoe debido a que si bien él no comparte el mismo lenguaje que nosotros (SL), si compartimos con él una “forma de vida” en sentido amplio entendida como el conjunto de principios lingüísticos, formales y universales a toda la especie (So). Si bien éstos principios pueden realizarse de distintos modos (distintos lenguajes naturales) siempre son regidos por las reglas “profundas” impuesta por (So). Si consideramos de este modo la noción de forma de vida, entonces perfectamente podemos incluir a Crusoe dentro de la “comunidad humana”, como ser pensante/hablante y con un “método adicional” propio del lingüista llegar a determinar qué reglas sigue en su lenguaje privado (SL). Para ello será menester investigar su conducta lingüística fáctica, sus juicios, historia, en fin, todo lo que sea pertinente para poder dar con su sistema propio de reglas, sistema que no es más que una de las realizaciones posibles de (So). (Chomsky 1989: 259 y 260) Teniendo en cuenta esto, investigar a este individuo aislado es tan legítimo como lo es para el químico investigar una molécula de agua. “La referencia a la comunidad no parece añadir nada sustancial a la discusión” (1989: 265).

Entendemos que este argumento de Chomsky presenta grandes falencias y que no logra cumplir con su objetivo plenamente. En primer lugar es evidente que en ningún momento prueba la posibilidad de un lenguaje privado o rebate el argumento esgrimido por Kripke, sino que parte

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del caso de Robinson Crusoe considerándolo sin más como un ser parlante con lenguaje propio. En este sentido, el argumento pareciera presuponer lo que debería demostrar.

Por otro lado, es altamente discutible que el aislamiento físico de Crusoe sea equiparable a que no pertenezca a ninguna comunidad. Retomando la obra de Defoe claramente podríamos señalar que Crusoe ha sido adiestrado y educado por determinadas instituciones sociales por lo cual comparte el conjunto de reglas, reacciones y certezas propios un ciudadano inglés del siglo XVIII. Parafraseando a Marx podríamos decir que el ejemplo se basa en una clara “robinsonada” dado que olvida el entorno social en que se ha formado y la Weltbild que constituye y acompaña al personaje de Defoe toda su vida.

Ahora bien, situándonos estrictamente en el argumento podríamos marcar que no concordamos con la lectura que Chomsky adjudica a Kripke. En efecto, éste jamás sostiene que podemos introducir a Crusoe a nuestra comunidad, adscribirle reglas y sin embargo no sean las nuestras y no sepamos qué reglas sigue. Toda lo contrario. Citamos:

“¿Significa esto que no puede decirse de Robinson Crusoe, aislado en una isla, que sigue alguna regla, independientemente de lo que hace? No veo que esto se siga. Lo que se sigue es que si pensamos en Robinson Crusoe como si siguiera reglas, lo estamos asimilando a nuestra comunidad y aplicándole nuestros criterios para seguir reglas (…) Nuestra comunidad puede aseverar de cualquier individuo que sigue una regla si éste pasa las pruebas que se aplican a cualquier miembro de la comunidad”. (Kripke, 1989: 101, cursivas nuestras)

En la cita se ve claramente el papel de la comunidad, y en que la posibilidad de pensar a Crusoe siguiendo reglas es únicamente si “aplicándole nuestros criterios para seguir reglas”. Esto también nos lleva a vislumbrar algo que queda soslayado en el planteo de Chomsky: tanto el interés de Wittgenstein como en la reconstrucción Kripke radica en dar cuenta de las condiciones en las cuales podemos aseverar legítimamente “Crusoe sigue R” siendo R una regla determinada. Una de las condiciones de aseverabilidad más básicas para poder afirmarlo es que su conducta concuerde con la mía, en caso de observar esa misma regla. Si Crusoe sigue una regla pero nosotros la desconocemos absolutamente ¿qué derecho tenemos a señalar que está siguiendo correctamente la regla? Es decir, si la aplicación de Crusoe no concuerda con la nuestra o si desconocemos la regla que está siguiendo, carecemos de los requisitos básicos para aseverar legítimamente “Crusoe sigue R”. Traemos a colación un pasaje de las If que puede ayudarnos:

§200 “Pero imagínate ahora una partida de ajedrez traducida mediante ciertas reglas en una serie de acciones que no estamos habituados a asociar con un juego — digamos una preferencia de gritos y patadas con los pies. Y ellos dos deben ahora, en vez de jugar a la forma de ajedrez que nos es familiar, gritar y dar patadas; y justamente de modo que ese proceso pueda traducirse mediante reglas apropiadas en una partida de ajedrez. ¿Estaríamos aún entonces inclinados a decir que juegan un juego; y con qué derecho podría decirse?”

Con esta cita estamos en condiciones de rechazar la afirmación con al cual Chomsky marca la incongruencia del planteo de Wittgenstein, al señalar que: “Suponiendo que Robinson Crusoe pasa las pruebas de seguimiento de reglas en la comunidad de personas, podemos decir que sigue una regla. Pero ¿qué regla sigue?” ya que como vemos desde las consideraciones de Wittgenstein

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es imposible que alguien pase las pruebas de la comunidad, que afirmemos con legitimidad “Crusoe sigue R”, sin saber exactamente qué regla está aplicando. En otras palabras, para Wittgenstein es el acuerdo de reacciones lo que permite hablar de seguimiento de reglas, por lo cual sería absurdo poder atribuir reglas que desconozco.5 En conclusión, el caso hipotético de la existencia de un Robinson Crusoe con un lenguaje privado, que solo él comprende, estaría destinado a que si bien (por la regularidad de sus actos) podríamos sospechar que es un sujeto que sigue reglas e imaginarnos qué reglas sigue, nunca podríamos adscribirle el seguimiento de una regla determinada. En este sentido el caso de Crusoe sería similar al ejemplo propuesto por Wittgenstein en If §206:

“Imagínate que llegas como explorador a un país desconocido con un lenguaje que te es totalmente extraño. ¿Bajo qué circunstancias dirías que la gente de allí da órdenes, entiende órdenes, obedece, se rebela contra órdenes, etc.?”

Bibliografía utilizada:

- CABANCHIK, Samuel (2005) Wittgenstein: la filosofía como ética. Editorial Quadrata, Bs. As.

- CHOMSKY, Noam (1989) El conocimiento del lenguaje. Trad. Eduardo Bustos Guadaño. Alianza Editorial, Madrid.

- KARCZMARCZYK, P. (2012): El argumento del lenguaje privado a contrapelo. Universidad. Nacional de La Plata, La Plata.

- KRIPKE, S. (1989): Wittgenstein: reglas y lenguaje privado, trad. A. Tomasini Bassols, Instituto de Investigaciones Filosóficas-UNAM, México.

- RORTY, Richard (1983) La filosofía y el espejo de la naturaleza. Trad. Jesús Fernández Zulaica. Ediciones Cátedra, Madrid.

- SATNE, Glenda (2005) El argumento escéptico. De Wittgestein a Kripke., Grama ediciones. Buenos Aires

- WITTGENSTEIN, Ludwig (IF): Investigaciones Filosóficas, en Obras completas, Madrid, Gredos, 2009, tomo I.____________________ (SC): Sobre la Certeza, en Obras completas, Madrid, Gredos, 2009, tomo I.

5Esto para nada implica negar que existan otras comunidades, con reglas diferentes que nosotros no conocemos y que las únicas reglas validas sean las de mi comunidad. Sólo deseamos remarcar que en el planteo de Wittgenstein tal como lo reconstruye Kripke lo que interesa es ver en qué condiciones podríamos afirmar legítimamente si alguien sigue una regla determinada o no.