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Bukowski manchado de vino año 3 número 12 febrero–marzo 2010 10000 ejemplares Tomás Onaindía Discurso del ganador del IV Concurso de Microrrelatos Paréntesis y cuatro microrrelatos fina- listas. Págs. 8 y 9 Poquito a poco Paréntesis El periódico literario Ellas saben golpear duro Poemas de Paul Eluard y Julio César Jiménez pág. 3 Un drama verdadero, Maupassant pág. 4 Bloqueo al comienzo pág. 7 Estambul pág.10 Big Fish pág.11 ¿Eres un espontáneo? pág. 7 Neu man Contraportada pág. 6 pág. 5

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Bukowskimanchado de vino

año 3

número 12

febrero–marzo 2010

10000 ejemplares

TomásOnaindía

Discurso del ganador del

IV Concurso deMicrorrelatos

Paréntesis

y cuatro microrrelatos fina-listas.

Págs. 8 y 9

Poquito a poco

ParéntesisEl periódico literario

Ellas sabengolpear

duro

Poemas de Paul Eluard yJulio César Jiménez

pág. 3Un drama verdadero,Maupassant

pág. 4Bloqueo al comienzo

pág. 7Estambul

pág.10Big Fish

pág.11

¿Eres

un

espontáneo?

pág. 7

Neuman

Contraportada pág. 6pág. 5

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2 Paréntesis febrero-marzo 2010

Periódico ParéntesisC/Sánchez Pastor, 1, 1ºdcha.

29015 MálagaTlf. 952 60 82 44

[email protected]

DirectorRafael Caumel

ConsejeroAntonio Almansa

CoordinadoraLola Lorente

DelegadoJorge Rosa

Redacción

Poesía de Siempre y de Hoy:Mauricio Ciruelos,Montserrat López,

y otrosProsa de Siempre:

Rafael Caumel,Antonio Almansa,

y otrosProsa de Hoy:

Pablo Betancourt,y otros

Viajes y Literatura:Pedro Rojano,Rafael Caumel,

y otrosMúsica y Literatura:

Jorge Rosa, y otrosEscritura y Psicoanálisis:

Emilio Mármol, y otrosTaller de Escritura:

Rafael CaumelCrítica literaria:

Antonio Almansa, y otrosLos lectores escriben:

Eugenia Carrión,Montserrat López,Damián Marrapodi,

y otrosCine:

Sergio de los Santos, y otrosConvocatorias de concursos:

Pablo Betancourt, y otrosCartas de los lectores:

Lola LorenteEntrevista:

Lola Lorente, y otros

Diseño y Maquetación:Rafael Caumel

Asistencia gráfica:Pedro Rojano

Mauricio CiruelosDamián Marrapodi

“Poco a poco”, nos han dicho siempre,“que las prisas son malas consejeras”.

El refranero está cargado de con-signas apaciguadoras que nos invitana la lentitud:

– “Poquito a poquito hace su nidoel pajarito”,

– “pasito a paso se llega lejos”,– “a pasito de gallina, llegó a

Roma mi vecina”, o– “poco a poco se anda todo”.

No conocemos a ningún pájaroque haga su nido poco a poco, másbien se construyen rápidamente elchalet, y todas nuestras vecinas viajana Roma en avión por muy gallinas que

sean (sobre todo si se trata de unaperegrinación al Vaticano).

Tanto interés en frenar a los demásdebe beneficiar mucho a unos pocosespabilados, y cualquier ideología quereduzca nuestra posibilidad de recorri-do apesta, así que seamos prácticos:nuestro tiempo es limitado, no pode-mos perderlo.

Como nos gusta la rapidez delcomentario lúcido y la amplitud demovimientos, que la crisis económicaesté atravesando su peor etapa nonos ha disuadido de afrontar los cam-bios que este periódico reclama. Lafinalidad de cualquier medio de comu-nicación digno es crecer para llegarcada vez a mayor número de perso-

nas, y además hacerlo de la mejormanera posible. Por estas razones,hemos introducido los siguientes cam-bios:

–Un diseño actual, con ajustes enlos tipos de letra y mejor tratamientode la imagen.

–Aumento del número de páginas.De 8 páginas saltamos a 12, con nue-vos contenidos y más posibilidadesgráficas.

Para una publicación independien-te, de distribución gratuita y sin sub-venciones de ningún tipo, estos cam-bios suponen un reto importante.Estamos ilusionados ante la nuevaetapa inaugurada y esperamos que elnuevo formato satisfaga a los lectores.

Editorial

estás con los tontos

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Poesía de Hoy

GESTOS DESACONSEJABLESFabrice Graveraux se corta las muñecas en medio deuna velada para recuperar un poema prestado

Con la vozdescribimos en el aire la prisa de la sangre.Escora a vecesy se para en seco en la lengua.Ya en el mundo, sin saber exactamentesi perdurará allí,le damos publicidad como podemos:con alguna hazaña o amor memorableo alguna fiel amistad, quizá un desastrosoy bello suicidio.Le damos publicidad para que se alarguenlos límites de uno. Para extender una tercaparte de nosotros, una duda endurecida por el tiempoque se tarda en comprender, entre otras,las cosas más importantes y temidas:el paso de la edad, cederse por completo,no parar por dentro para no pudrirse.Hay que trabajarla continuamente,parirla con aciertos y errores,acompañarla con las manos para que llegue más lejos,ligarla a un sí o un no, una decisión absolutaque nos expulse de nosotros.

Julio César JiménezLa sed adiestrada, 2009

XVI premio Ciudad de Las Palmas

Poesía de Siempre

CUANDO TE LEVANTAS

Cuando te levantas el agua se despliegaCuando te acuestas el agua se expande

Eres el agua desviada de sus abismosEres la tierra que echa raícesY sobre la cual todo se asienta

Produces burbujas de silencio en el desierto de los ruidosCantas himnos nocturnos en las cuerdas del arco irisEstás en todas partes suprimes todas las rutas

Sacrificas el tiempoA la eterna juventud de la llama exactaQue vela la naturaleza al reproducirla

Mujer tú engendras un cuerpo siempre igualEl tuyo

Tú eres la semejanza

Tasio Peña

Paul Eluard (1895-1952)

Su verdadero nombre fue Eugène Grindel.Eluard era el apellido materno

Si desea publicar un poema en la sección Poesía de Hoy, o un relato enProsa de Hoy, envíelo junto a su nombre, apellidos, dirección y teléfono [email protected]. Paréntesis incluirá los mejoresen los siguientes números del periódico.

Paréntesis 3febrero-marzo 2010

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Un drama verdadero, de Guy de Maupassant (La vendetta y otros cuentos, Alianza Editorial, 6’75 €)

Lo verdadero puede a vecesno ser verosímil

(Boileau, Art poétique, III, 48.)

Decía yo el otro día, en este lugar,que la escuela literaria de ayer se ser-vía, para sus novelas, de las aventu-ras o de las verdades excepcionalesencontradas en la existencia; mien-tras que la escuela actual, al no preo-cuparse sino por la verosimilitud,establece una especie de media delos acontecimientos ordinarios.

Y aquí que me comunican todauna historia, ocurrida, al parecer, yque se diría inventada por algúnnovelista popular o algún dramaturgodelirante.

Es, en cualquier caso, pasmosa,bien urdida y muy interesante en suextrañeza.

En una propiedad rural, mitadgranja y mitad quinta, vivía una fami-lia que tenía una hija a la que corteja-ban dos jóvenes hermanos.

Éstos pertenecían a una antigua yexcelente casa, y vivían juntos en unapropiedad vecina.

El preferido fue el mayor. Y elpequeño, a quien un amor tumultuosole trastornaba el corazón, se tornósombrío, soñador, errabundo. Salíadurante días enteros o bien se ence-rraba en su habitación, y leía o medi-taba.

Cuanto más se acercaba la horade la boda, más receloso se volvía.

Aproximadamente una semanaantes de la fecha fijada, el novio, queregresaba una noche de su cotidianavisita a la joven, recibió un disparo aquemarropa, en un rincón del bosque.Unos campesinos, que lo encontraronal nacer el día, llevaron el cuerpo a suhogar. Su hermano se sumió en unafogosa desesperación que duró dosaños. Se creyó incluso que se mete-ría a cura o que se mataría.

Al cabo de esos dos años de des-esperación, se casó con la novia desu hermano.

Entretanto no se había podidoencontrar al homicida. No existía elmenor rastro seguro; y el único obje-to revelador era un trozo de papelcasi quemado, negro de pólvora, quehabía servido de taco al fusil del ase-sino. En aquel jirón de papel estabanimpresos unos versos, el final de unacanción, sin duda, pero no se pudodescubrir el libro del que había sidoarrancada aquella página.

Se sospechó que el asesino eraun cazador furtivo de mala nota. Fueperseguido, encarcelado, interroga-do, hostigado; pero no confesó, y fueabsuelto, por falta de pruebas.

Tal es la exposición de estedrama. Uno creería estar leyendo unahorrible novela de aventuras. No faltanada: el amor de los dos hermanos,los celos de uno, la muerte del prefe-rido, el crimen en un rincón del bos-que, la justicia despistada, el acusadoabsuelto, y un leve hilo en manos de

los jueces, el trozo de papel negro depólvora.

Y, ahora, transcurren veinte años.El hermano menor, casado, es feliz,rico y considerado: tiene tres hijas.Una de ellas va a casarse a su vez.Se desposa con el hijo de un viejomagistrado, uno de los que formaronel tribunal antaño, cuando el asesina-to del hermano mayor.

Y he aquí que se celebra la boda,una gran boda rural, una juerga. Losdos padres se estrechan las manos,los jóvenes son felices. Cenan en lalarga sala de la quinta; beben, brome-an, ríen, y, llegados a los postres,alguien propone cantar canciones,como se hacía en los viejos tiempos.

La idea agrada, y cada cual canta. Al llegarle su turno, el padre de la

desposada busca en su memoriaantiguas coplas que tarareaba entiempos, y poco a poco las encuentra.

Hacen reír, se aplauden; él prosi-gue, entona la última; después, cuan-do ha acabado, su vecino el magistra-do le pregunta:

–¿De dónde diablos ha sacadousted esa canción? Conozco los últi-

mos versos. E incluso me parece queestán relacionados con alguna gravecircunstancia de mi vida, pero no losé exactamente; estoy perdiendo lamemoria.

Y, al día siguiente, los recién casa-dos salen de viaje de bodas.

Sin embargo, la obsesión de losrecuerdos imprecisos, ese pruritoconstante de recordar una cosa quese nos escapa sin cesar, acosaba alpadre del joven. Tarareaba sin des-canso el estribillo que había cantadosu amigo, y seguía sin recordar dedónde le venían aquellos versos quesin embargo tenía grabados desdehacía mucho tiempo en la cabeza,como si hubiera sentido un serio inte-rés por no olvidarlos.

Transcurren dos años más. Y heaquí que un día, hojeando unos viejospapeles, encuentra, copiadas por él,aquellas rimas que tanto ha buscado.

Eran los versos que habían que-dado legibles en el taco del fusil deque se habían servido antaño para elasesinato.

Entonces vuelve a iniciar él solo lainvestigación. Interroga con astucia,

registra los muebles de su amigo,tanto y tan bien que encuentra el librocuya página había sido arrancada.

El drama se desarrolla ahora enese corazón de padre. Su hijo es elyerno de aquel de quien sospecha tanviolentamente; pero, si el sospechosoes culpable, ¡ha matado a su herma-no para robarle la novia! ¿Hay crimenmás monstruoso?

El magistrado triunfa sobre elpadre. El proceso vuelve a abrirse. Elverdadero asesino es, en efecto, elhermano. Lo condenan.

He aquí los hechos que me seña-lan. Afirman que son ciertos.¿Podríamos utilizarlos en un libro sindar la impresión de imitar servilmentea De Montépin y Du Boisgobey?

Así, pues, tanto en la literaturacomo en la vida, el axioma: «No todaslas verdades se pueden decir» meparece perfectamente aplicable.

Insisto sobre este ejemplo, queme parece impresionante. Una nove-la compuesta con un dato semejantedespertaría la incredulidad de todoslos lectores, y escandalizaría a todoslos verdaderos artistas.

4 Paréntesis febrero-marzo 2010

Prosa de siempre

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Mi madre sólo escuchaba la radiopara estar de acuerdo o en des-acuerdo con ella. Todo lo que oía leservía para pelearse o congraciarsecon la realidad. No tenía términosmedios. Por eso en casa no se escu-chaba nunca música clásica, porquees muy difícil estar a favor o en con-tra de lo que dice la música clásica.En cambio, la volvían loca los bole-ros, a cuyos protagonistas zaheríasin piedad por enamorarse de quie-nes no les convenían. Eso era lo quele pasaba a ella, que se había ena-morado de mi padre, a quien unosdías adoraba y otros detestaba. Mipadre nunca supo por qué le quería ole odiaba, indistintamente, perocomo la experiencia le fue enseñan-do que todo cuanto decía podía serempleado en su contra, fue hablandocada día menos. Pasó los últimosaños sin decir nada, pero hasta elsilencio le servía a mi madre parapelearse con él:

—Sí, sí, tú no digas nada, pero yosé muy bien lo que estás pensando y

ya te digo que es un disparate.A veces, sin embargo, utilizaba el

silencio de mi padre para darse larazón a sí misma.

—Entiendo, puesto que el quecalla otorga, que estás de acuerdoen que este año veraneemos en lasierra.

Cuando llegó la televisión, mantu-vo con ella la misma relación que conla radio, sólo que ahora a los argu-mentos verbales añadía los visuales.

—Pero mírale, si es un idiota.Dice cosas inteligentes para despis-tar, pero a mí no me engaña, porquela cara es el espejo del alma.

Ganas de bronca, de Juan José Millás (Los objetos nos llaman, Seix Barral, 2009, 12’95€)

Paréntesis 5febrero-marzo 2010

Prosa de hoy

Mi padre aprendió a mirar la tele-visión con una neutralidad que leponía a uno los pelos de punta.Parecía que estaba viendo otra cosa,invisible para el resto de los morta-les.

—¿Pero tú ves lo mismo que yo?—le preguntaba mi madre.

Y él no respondía. Jamás respon-dió. Yo comía una vez a la semanacon ellos y me asombraba ante laimpenetrabilidad de mi progenitor,

que me parecía admirable. Su proce-so de indiferencia llegó al punto dedejar de fumar, de abandonar el ciga-rrillo, que en los últimos años habíasido el único objeto real al que seasía con alguna desesperación. Mimadre, que se había pasado la vidareprochándole que fumara, le critica-ba ahora por no fumar. Es más, ella,que detestaba el tabaco, se aficionóal Marlboro, y le echaba el humo enla cara, para tentarle. Yo creo que mipadre ya no fumaba por pereza; queya no hablaba por pereza; que no semovía del sofá por pereza. De todosmodos, como en esto de fallecer labiología acaba haciéndote el trabajo,un día, después de comer, se puso aagonizar sin estrépito de ningunaclase. Mi madre le preguntó si seencontraba mal y él, por toda res-puesta, expiró.

—A mí no me engañas —le dijomi madre—. Sé perfectamente quete has muerto.

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Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, de Charles Bukowski (Anagrama, 17 €)

Un ingenuo error que pueden come-ter algunos jóvenes escritores, fer-vientes devotos de Charles Bukowski,es el de creer que bebiéndose unadocena de latas de cerveza y arras-trando su figura calculadamente des-aliñada por las barras de bares enpenumbra hasta encontrar a la cama-rera –también ingenua– sobre la quedescargar versos llenos de ira contralos rancios papás y la sociedad deconsumo, el componente más labo-rioso del arte ya está bajo su control yacude a la mente del artista bebedortras una leve señal de sus párpadossoñolientos o de un latido arrítmico desu corazón sufriente. El resto es aúnmás fácil: si su profesor de literaturale avisa de un adjetivo inútil o lesugiere un punto y coma, en vez deuna coma, el joven escritor sentencia-rá que el profesor no comprende elsentido o la profundidad del mensajey que tal punto y coma trastorna elalcance cósmico de su obra; si, porotra parte, el incipiente escritor envíasu manuscrito a una editorial y le esrechazado, su veredicto –posible-mente ante la misma camarera– seaque dicha editorial está hundida entrelas heces de publicaciones comercia-les y no admite más que abominablesbest-sellers. Y de madrugada, al darcuenta del penúltimo trago, quizá seidentifique con Baudelaire oHemingway cuando recuerde quetambién a ellos les devolvieron susprimeros cuentos, novelas o poemas.

Bukowski contribuyó a extenderla caricatura de sí mismo

Bukowski contribuyó en granmedida a extender la caricatura de símismo: pendenciero, borracho, muje-riego… Fue todo eso, pero no única-mente. Y que lo fuese en nada empa-ñó la inmensa capacidad para asom-brar con sus poemas –narrativos ensu gran mayoría– que parten de ele-mentos mínimos, reconocibles y coti-dianos, para convertirlos, como sinada, en contraseñas universales(“He creado la imagen de eternoborracho en alguna parte de mi obra yhay una realidad menor tras ello. Sinembargo, creo que mi obra ha dichootras cosas”). Su amplio conocimien-to de la literatura americana y, sobretodo, de la europea, le permitió elo-giar o rechazar a Proust, Shakes-peare, Hamsun, Tolstoi, Artaud,Faulkner, Ginsberg o Sinclair Lewis,entre muchos otros, asumiendo comoreferentes magistrales a Celine,Turguéniev…, de los que no tuvo noti-cias en las casas de putas sino en lasbibliotecas públicas de Los Ángelesdonde pasó casi todas sus mañanasbuscando, cotejando, midiéndosehasta encontrar un estilo propio. A su

educación literaria añadió una irresis-tible pasión por la música clásica;escribía durante la noche teniendo amano unas cuantas cervezas, sí, perotambién sin que por nada del mundole faltasen Mozart, Bach, Stravinski,Mahler o Beethoven, a cuyos ídolosdedicaba al menos media docena dehoras por día.

Al joven incondicional de Bukows-ki pueden sorprenderle (en vez deinvestigar los entresijos de la aparen-te “facilidad” de su escritura o pregun-tarse por su extensa producción) losanecdóticos videos que circulan porYoutube. En uno de ellos Bukowskipatea a su joven amante de turno porllevarle la contraria; en otro, aún másextravagante, siquiera puede balbu-cear después de ingerir un par debotellas de vino blanco durante elcoloquio organizado por el prestigiosoprograma Apostrophes de la televi-sión francesa, en el que a pesar delos esfuerzos del paciente periodistaBernard Pivot por reconducir la situa-ción, Bukowski prefirió murmurar con-jeturas acerca de los muslos de lacontertulia que tenía enfrente.

Otro de los mitos elogiados conímpetu inmaduro es el que pretendedar cuenta del hallazgo de John

Fante, a partir del cual le consideraríauno de sus maestros. La leyendasitúa a Bukowski regresando a sucuartucho alquilado, después de unanoche de farra empapada en güisqui;en algún punto del trayecto husmeóen un contenedor de basura dondeno encontró comida, pero sí un libroajado que resultó ser Pregúntale alpolvo. Pues bien, esta invención des-virtúa los hechos reales. El encuentrocon la literatura de Fante sorprendió aBukowski cuando estaba trabajando–buscando, leyendo, anotando– en labiblioteca pública de su barrio. Locuenta en una pieza conmovedora,Conocí al maestro, incluida en el libroque reseñamos: léanla ustedes.

En el mismo libro hallarán una sor-presa tras otra: desde Difícil sin músi-ca, donde narra su necesidad de ella,hasta las célebres notas en Escritosde un viejo indecente, pasando por¿ensayos? sobre Artaud o Ginsberg;apreciaciones sobre el Estilo en laescritura en William Wantling o cómoEscoger caballos para apostar. Unalectura que hará las delicias de susseguidores y de cualquier interesadoen la literatura, que deja sin aliento,divierte y advierte, y obliga a recom-poner cabalmente la figura del inmen-

so escritor que entregó su vida al tra-bajo de hacer convivir a las palabrasde forma diferente. Siquiera cuandotardíamente disfrutó de casa conjacuzzi, césped, piscina, unMacintosh donde escribir y MercedesBenz para ir al hipódromo, dejó de serel noqueador incorrupto que nosaplasta los sesos contra la lona de larealidad cuando, en nuestros poemaso cuentos, tratamos de escondernosdetrás de florituras anodinas.

A los escépticos (sigue siendo elautor americano más leído en elmundo) que aducen: «Sólo fue unborracho ocurrente» o «Es fácil escri-bir como él», habría que espetarles,recurriendo al diccionario maldito delautor injuriado: ¡Y una mierda! Y pro-ponerles: ¡Trata de hacerlo tú si pue-des!

A mi entender, la mayor lecciónque da Bukowski en este libro de artí-culos, hasta ahora dispersos, es que,si bien para solaz de sus partidariosno hay que dejar de intentar ligar conla camarera que se ponga a tiro ni debeber todo el güisqui que apetezca,los que deseen ser escritores debeninstruirse y teclear en su PC hastaque las yemas de los dedos revien-ten.

6 Paréntesis febrero-marzo 2010

Crítica

Antonio Almansa

©Richard Robinson

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La excusa de la espontaneidad

Más tarde o más temprano, el apren-diz de escritor reacciona en contra desu propio avance. Cuando este senti-miento aflora lo suele expresar dicien-do: “Me gusta la espontaneidad, ycorregir un texto le resta frescura”. Esjusto en ese instante cuando convie-ne recordarle que un eructo tambiénes espontáneo.

La defensa de la espontaneidadno se limita al ámbito de la escritura,al contrario, está muy presente ennuestra sociedad, desde la popularexcusa del yo-soy-como-soy cuandose tiene una reacción violenta injusti-ficada, hasta el éxito de toda esa gro-sera pandilla de espontáneos que, aprecio de saldo, ocupan puestos decomentarista en algunas televisionesprivadas de este país. Ni siquiera elañorado puchero de mamá se libra deesta ideología voluntarista, y enpocas ocasiones reparamos en cuán-tas veces lo preparó hasta alcanzar laexcelencia.

Sin embargo, es en el arte dondeesta equivocación resulta más insi-diosa. Los ensayos del cantante, lassesiones de entrenamiento del baila-rín, los bocetos del pintor, los borra-dores del escritor, todo el trabajo pre-vio hasta conseguir culminar una obraes obviado en favor de una concep-ción religiosa de la inspiración. Lamaestría con que un actor se desen-vuelve y hace suyas las frases de un

texto dramático se resuelven conclu-yendo que tiene un don para interpre-tar papeles. Como si no llevase añosde práctica a sus espaldas, la mayorparte del tiempo en un estudio o aulafuera del escenario, ejercitándose.

Estando así las cosas, no es deextrañar que el aprendiz de escritorcaiga en la misma defensa de unaespontaneidad mal entendida y sesienta tentado de bajar los brazos.Dos condicionamientos le incitan:

1) El sistema de ensayo, error ycorrección necesario para pulir un

texto requiere trabajo; resulta seduc-tor reclamar la comodidad de dar porfinalizado un texto sin corregir (lapereza es un canto de sirena muypoderoso).

2) Obra y autor no son la mismacosa, pero tienden a confundirse.Existe entre ambos un diálogo conti-nuo, de manera que avanzar en laescritura significa que se produzcantambién progresos en la persona. Elpeligro está en una posible respuestareaccionaria durante el aprendizaje.Es algo que se observa a menudo en

el taller de escritura. El alumnocomienza a escribir mejor conformeaccede a las técnicas narrativas, asíllega a reconocerlo en público, y undía apostilla:”sí, pero éste del texto nosoy yo, no lo siento mío”, con lo quetrata de manifestar el deseo de ponerla obra al servicio de su ego, en unareafirmación que, si triunfa, sólopuede conducirle al inmovilismo.¿Por qué nos preocupamos tanto demantenernos como somos en lugarde ocuparnos en avanzar hacia lo quepodríamos llegar a ser?

Alfredo Bryce Echenique dice:Treinta y tantos años después de

haber escrito mis primeros cuentossigo teniendo disciplina, trabajo, ycada vez más corrección para conse-guir ese tono, esa frescura de estilopara que la gente me siga dicien-do:”¿Oye, tú no corriges cuandoescribes?”. Que parezca que uno noha corregido es el secreto mayor quetengo.

Aprender las técnicas de escriturasignifica apropiarte de ellas; con lapráctica, llegan a ser parte de tu natu-raleza. Si aspiras a escribir con “natu-ralidad”, debes trabajar los textoshasta conseguir que, en lugar decomplicados, confusos y pretencio-sos, sean sencillos, lúcidos y suge-rentes. A este alto nivel de frescurasólo se accede mediante el aprendi-zaje y la disciplina.

Taller de Escritura

Rafael Caumel

Bloqueo al comienzo

Entre los factores que dificultan la ela-boración de un escrito, me pareceespecialmente interesante el bloqueodel escritor al comienzo. Me refiero alescritor, pero es un elemento presen-te en todas las actividades creativas.Y aventuro que también está enaquellas situaciones que inauguran laposición que tratará de sostener elsujeto en su vida. El escritor es toma-do aquí, por tanto, más como ejemploque como modelo.

Escribir el inicio de un texto, cual-quiera que sea el género al que estéadscrito e independientemente de su

extensión, a veces nos intimida conuna responsabilidad especial; casi,diría, tiene una inercia negativa quenos dificulta arrancar. Esta dificultadno es más que una señal de la impor-tancia que puede tener para nosotrosel inicio de una situación que ya noserá cualquiera, porque estaráimpregnada del misterio de lo iniciáti-co. Tras sensaciones como la “faltade ocurrencias”, puede estar incidien-do una ambición desmedida porlograr unas primeras líneas que nosólo atrapen el interés del futuro lec-tor sino que también resulten memo-

rables. O un temor al agotamientocreativo, que es otra forma de inci-dencia de la esterilidad neurótica.

Sabemos –está en el tesoro de lacultura popular– de la importancia delprincipio; un buen comienzo protegede posibles infortunios, nos tranquili-za. El temido perjuicio de un iniciodesafortunado puede devenir en unainhibición prejuiciosa. Pero en estepunto exacto es donde conviene darla solución, por otro lado muy conoci-da, de comenzar a producir.

Un escrito no tiene que someterseal rigor temporal, lógico y causal que

a nosotros nos impone la existencia.Al escrito hay que dejarlo estar en supropia atemporalidad hasta que tomeexistencia como obra. Hay que hacer-lo crecer en su propio útero, en lalógica fragmentaria que le puede serpropia.

Y sobre todo, tenemos que saberque la obra creativa puede poner alautor ante el drama subjetivo queinauguró su propia posición en elmundo. Y que justo ahí es donde nodebe confundir las realidades enjuego.

Escritura y Psicoanálisis

Emilio Mármol

Paréntesis 7febrero-marzo 2010

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Finalistas del IV Concurso de Microrrelatos Paréntesis (II)

En el anterior número publicamos el microrrelato ganador (La espera, de Tomás Onaindía Gascón) y dos de los textos finalistas (Dar batalla, de FedericoPablo Demarchi, y Secuencias absurdas, de Jesús F. Castro Lago). Ofrecemos a continuación los restantes cuatro relatos que quedaron finalistas del con-curso.Enhorabuena a todos.

8 Paréntesis febrero-marzo 2010

Especial IV Concurso de Microrrelatos Paréntesis

TEMPERATURA DE OFICINA

—Ah, vos tenías frío, ¿no? —preguntó el jefe.—Sí.—Claro, tenés un problema… Tenés un problema

con el termostato. Andá abajo a ver si te lo cambian.Se levantó y caminó mecánicamente hasta el

ascensor que la llevó al primer piso del edificio. Cuandosalió al hall vio a través del vidrio a varios compañerosque habían tenido el mismo problema, a los que nuncahabían podido ayudar del todo. Estaban arrumbados enel suelo, algunos se movían un poco todavía, otros per-dían un líquido azul por agujeritos en el termostato.

Pensó que quizás ella terminaría así ese mismo día,no era la primera vez que la mandaban a cambiarlo.

Volvió a su cubículo con el aparatito nuevo instala-do y siguió tomando llamadas.

—¿Te lo cambiaron?—Sí.—Ya no tenés frío, ¿no?Dijo que no mientras se secaba discretamente el

líquido azul.

Alexandra Jamieson BarreiroMadrid, España

UNA TORMENTA CRIMINAL

La tormenta pilló a Chovito sin tiempo ni demirar al cielo. Era una de esas tormentas que seesperan sin saber cuánto tardará en hacer la puñe-ta, hasta que se desata sin más.

A Chovito le pilló con un montón de cosas sinhacer, ni siquiera tenía cerrada la puerta de la casa.Detrás de ella le encontraron, en calzoncillos y conun charquito de sangre que había salido por suboca. Por ahí debió entrar, por la misma puerta. Lanoche ayudó a que todo pasara desapercibido.

Chovito vivía solo en esa casa desde que eracasi un niño. Mataron a sus padres; aquel crimen sífue horrendo, sobre todo por cómo dejaron loscuerpos. El Auto del juzgado quedó finalmente ennada, un crimen sin resolver, en fin, ¡qué espanto!

En Elide nos gusta pensar que Chovito no seenteró de todo aquello, que no vio nada.

Juan A. González de las CasasMadrid, España

UNILATERAL

Siempre fue un militante convencido. Para que constara, decidió ves-tir un solo calcetín. Rojo. Además, prescindió de la montura derecha desus gafas, que a partir de entonces basculaban apenas, sobre la nariz,sujetas con una única patilla. Una raya rectísima le marcaba la caída delpelo de manera que cubriera una oreja, y la otra —la izquierda, invaria-blemente— quedase al descubierto. En un acto de altruismo, donó suriñón derecho y sobrevivió con el zurdo.

Un atardecer, al final de la primavera, cuando el aroma de las floresaturdía el sentido común, ella le dijo que lo quería y le demandó su cora-zón sin condiciones.

Para comienzos del verano, el militante dejaba entrever bajo la perne-ra un par de calcetines negros. Se ajustaba unas gafas con dos lentesrecién estrenadas y se alisaba el pelo hacia atrás, engominado.

Ella, dicen, no para de llorar. Y ya es invierno.

Mª Fernanda Trujillo LeónSevilla, España

Y SEGUIMOS

El gato me está haciendo pedazosel respaldo de la silla que uso paraescribir. Me la encontré en la calle aesta silla, hace dos años, y es una sillaextraordinaria. Tiene para regular laaltura del asiento y la inclinación delrespaldo. Tiene rueditas y está tapiza-da en pana rojo oscuro. Y el gato, queprimero la usó para dormir, ahora lausa para reclamar. Me araña la partede arriba del respaldo en sentido per-pendicular a la costura del tapizado,que se está abriendo. Está creando unlabio de pana descendente, como ungesto de embobamiento. La maderaque queda a la vista parece una encía.Y en esto me apoyo cada vez queescribo.

Alejandro Carmelo DatoNecochea, Argentina

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Tomás Onaindía, ganador de la 4ª convocatoria

Paréntesis 9febrero-marzo 2010

Especial IV Concurso de Microrrelatos Paréntesis

El ganador del IV Concurso de Microrrelatos Paréntesis recogió el premio de 2000 € y diploma acreditativo en un acto celebrado en la sede de Paréntesis elpasado 29 de enero. Tomás Onaindía, además de traductor, es autor de las novelas Seguro está el infierno y No disparen contra la sirena, ambas coescritascon José Manuel Peláez y publicadas la primera en Caracas y la segunda en Barcelona. También ha publicado dos novelas juveniles: Los ojos del miedo enla editorial Everest y Amo perdido en Ed. B. Entre otros autores ha traducido a Flaubert, Descartes y Marx para la editorial Edaf. En la entrega del premio inter-vinieron Antonio Almansa y Jorge Rosa (dos de los miembros del jurado) y Rafael Caumel, director de Paréntesis. Durante el acto, Tomás ofreció a los asis-tentes las siguientes palabras:

Cuando les dije a algunos amigosque había ganado este premiocomentaron: “No podía ser de otraforma, con tus silencios y concisión”.Es verdad, tiendo a la síntesis abso-luta y mis corresponsales se burlande la brevedad de mis correos elec-trónicos.

El texto ganador, La espera, partióde una imagen. Hay varias formas deenfocar los microrrelatos. A mí mefunciona bien construirlos a partir deuna imagen. Creo que en el microrre-lato las imágenes se prestan a dejarabiertas todas las posibilidades. Hayuno que tengo por aquí, que lo uso amenudo como ejemplo, de un autorargentino, poeta y narrador, que llevamuchos años viviendo en España. Elcuento se llama Génova, el autor esCarlos Vitale y dice así:

Los operarios lavaban los trenescomo a grandes paquidermos enreposo.

Es una imagen que, si no en vivo,todos hemos visto en la televisión.Pero a nadie más se le ocurrió tomar-la; él lo hace y, en once palabras,deja abiertas tantas posibilidades...

Confío en que algo así tambiénsuceda con La espera. Aunque tengoclarísimo que un jurado formado por

otras personas podría haber descar-tado mi cuento y declarar ganador aotro. Presentarse a un concurso y noganarlo, que es lo que sucede casisiempre, no tiene nada de particular.Si has hecho lo mejor que has podi-do, debes seguir intentándolo. Eneste caso, tratándose de un concursode microrrelatos, que se pidiesen trestextos por autor me pareció unaforma inteligente de distinguir entre laocurrencia casual y un trabajo unpoco más sólido.

Siempre pienso en los microrrela-tos como si fuesen telegramas. Lacostumbre de enviar telegramas seha perdido, no sé si por suerte o pordesgracia, pero los que vivimos laépoca de los telegramas —que aquíno somos tantos—, los recordamosbien. En los años 60, cuando yoempecé a tener conciencia delmundo, comprendí que siempre quellegaba un telegrama a casa iba arecibir una muy buena noticia o bienuna noticia espantosa. En cualquiercaso, siempre te conmovían y te obli-gaban a reflexionar. Esas pocaspalabras del telegrama, que te habí-an dado una noticia favorable o trági-ca —lo más seguro—, se quedabanahí como un recuerdo que perdurasiempre: lo que estabas haciendo enel momento de llegar el mensaje, con

quién estabas, cómo estabas vestido,a qué hora del día o de la noche.

Un microrrelato tiene que ser así,como un puñetazo que te deje sus-pendido y maravillado, que nunca loolvides, que quede latente de formaque, cuando se repita la situación,cuando vuelvas a ver una imagen o aleer unas palabras, reaparezca en tumemoria.

Jean Cocteau decía que el nom-bre de Marlene Dietrich empezabacomo una caricia y terminaba comoun latigazo. En el caso de los micro-rrelatos, está el efecto de empezarcon una cierta pausa y, por un giro dela situación planteada y, desde luego,por las palabras elegidas, el finaldebe dejar al lector conmocionado,trastornado. Porque el buen microrre-lato se va al extremo opuesto dedonde había empezado sin caernunca en la arbitrariedad ni en elchiste fácil.

En mi experiencia como traductorhe aprendido mucho acerca del egode los escritores, que es un defectoque no se puede esquivar y unomismo debe intentar superarlo. Hetraducido novelas de autores vivos alos que podías consultarles dudas eincluso señalar errores. Una vez tra-duje una novela sobre Leonardo daVinci, una obra que tiene muchísimos

méritos, pero en la que la autoracometió un error: puso a Leonardo acomer patatas y a tomar café cuandoen Europa las patatas no se conocíany el café sólo de referencias. Le dije:“esto es un anacronismo, nos lo vana señalar”. Pues bien, esta autoraaceptó quitar las patatas, pero ahísigue Leonardo tomándose su cafeti-to después de comer.

Hay una dificultad cuando lesugieres a un autor que haga algúncambio (cambio que está pensadopara mejorar su texto). En esto ladiferencia entre el autor español ylatinoamericano con el autor esta-dounidense o inglés es considerable.Aquí tendemos a considerar los tex-tos como una parte indivisible de nos-otros y, desde luego, como una obraperfecta que no puede ser ni tocadani mucho menos corregida por nadie.En eso los norteamericanos e ingle-ses son más inteligentes y, desdeluego, más pragmáticos.

Traducir es un ejercicio que a míme gusta casi tanto como escribir,porque te lleva a entender muchomejor todos estos mecanismos, teobliga a alcanzar un nivel de exigen-cia, a buscar lo que Joubert llamabala dificultad adquirida, no considerarnunca lo que tienes como la versióndefinitiva, sobre todo en el microrrela-to, al que yo comparo con la poesía:o es perfecta o no es.

Tengo la sensación de que en lanovela y el teatro es más fácil tolerarla imperfección. En el microrrelato yen la poesía eso no es posible: o fun-ciona como un mecanismo dondetodo encaja o es un fracaso. ParaAna María Shua, una escritora argen-tina, estos textos tienen que morder-te o, si no, lo mejor que puedes haceres tirarlos a la papelera.

El microrrelato tuvo un evidenteauge en los 70 y 80. En los 90, poralguna razón, se habló menos de él y,a partir del año 2000 ha resurgido,creo que para quedarse definitiva-mente. Se adapta bien a los mediosque tenemos ahora: Internet, móvi-les, twiter. También guarda un parale-lismo con nuestra vida, que estámucho más fragmentada que antes;todo es más efímero, desde los con-tratos laborales hasta las relacionespersonales. Todo se vuelve tan brevecomo los microrrelatos. Tal vez poreso se escriben y se leen tanto. Y seestán publicando infinidad de libros,cosa que antes era impensable.

Desde La Odisea o el Quijotecada vez se ha ido sintetizando máslo que escribimos. No sé si los micro-rrelatos son la última estación. Mepregunto si no serán la última paradaantes del silencio.

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Para llegar a la cresta del cerro deEyüp, uno de los barrios más sagra-dos de Estambul, atravieso el viejocementerio que cubre la ladera hastael Cuerno de Oro. Allí encuentro uninspirado café con inmejorables vis-tas de la ciudad. A la sombra de unaarboleda se intercalan mesitas demadera vieja que habrán sido testigosde declaraciones de amor, tertuliastempladas, partidas de backgammon,arriesgados negocios, propuestasinconfesables o alguna mano subte-rránea.

Así lo disfrutó Pierre Loti, un nove-lista francés del siglo XIX que se ins-piró en este café para escribir variasde sus novelas románticas. Como esnatural, el lugar se llama ahora “CaféPierre Loti” y en su interior se encuen-tra una tienda de souvenirs donde esposible adquirir algunas de sus nove-las (también en castellano). Despuésde hojear Aziyadé en busca de algu-

na descripción fetiche que autentifi-que el lugar, me siento en una de lasmesas junto a la barandilla y vuelvo ahipnotizarme con la silueta de la ciu-dad. Es casi medio día y hay dema-siada luz, pero el azul dorado siguesiendo nítido. Los minaretes de lasmezquitas se alinean en un desfile deespadas al aire, tan diferente de losrascacielos que asoman por laizquierda.

—¿Té turco o coca-cola? —pre-gunta el camarero resumiendo lacarta.

¿Té turco o coca-cola?

Estambul es una ciudad con doshorizontes: uno pasado y otro actual,mira a Oriente y tiene un pie enEuropa. Una ciudad que, a pesar de

su esfuerzo por occidentalizarse,siente nostalgia del pasado otomano,aunque la revolución de Ataturk seempeñase en enterrarlo.

La arquitectura moderna que sealinea junto a las orillas del Bósforocontrasta con los barrios de callejo-nes angostos de los alrededores de lamezquita de Suleymaniye donde secomercia al más puro estilo asiático ypuedes encontrar desde una tela desari hasta el último modelo de iPhone.Oriente y Occidente sobre un mismotapete, con desigual abanico de nai-pes; los turistas a un lado, seducidospor el comercio barato y excéntrico,mientras el pescador local, vestidocon ropas sin color, permanece en supuesto sobre el Gálata, indiferente ala invasión diaria de su territorio peroalerta a la mínima tensión de su caña.

El novelista Orhan Pamuk escri-bió: ¿acaso el misterio de Estambulconsiste en la pobreza que se vive

junto a la Historia insigne, en quecontinúe en secreto su vida de comu-nidad y barrio cerrada sobre sí mismaa pesar de estar totalmente abierta ainfluencias externas, en que tras susbellezas monumentales volcadas alexterior la vida cotidiana se base enunas relaciones frágiles y desvencija-das?

En el centro de esa dualidad seagita el Bósforo, cuyas intranquilasaguas separan los continentes, y eloleaje provocado por el tráfico detransbordadores, cargueros griegos,petroleros rusos, cruceros europeos yremolcadores es metáfora de una ciu-dad siempre en movimiento, a caballoentre varias culturas. Aquí nada estáterminado, cualquier cambio es posi-ble. A pesar de su historia riquísima ymilenaria, aún se puede escribirsobre su perfil puntiagudo.

Estambul

10 Paréntesis febrero-marzo 2010

Viajes

Pedro Rojano

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Big Fish

Blas era un amigo de la familia. Cadaverano, cuando venía a visitarnosdesde Madrid, hacinaba a todos losprimos en la parte trasera de sucamioneta y nos llevaba a la playa. Albajar, cerca de la arena, alzaba lamano izquierda para apuntarnos consu dedo índice, que sólo llegabahasta la primera falange. "¡Venga,macacos, al agua!" Yo permanecíafascinado y sobrecogido por aqueldedo enano, redondo y sin uña. «Elratón Pérez se lo comió porque fuimuy malo de pequeño», me decíaBlas. Yo no resistía echar una últimaojeada al dedo mutilado; despuéshuía hacia el agua. Jamás puse misdientes de leche bajo la almohada.

¿Es suficientela realidad para vivir?

En la película Big Fish, WilliamBloom regresa a casa para reencon-trarse con su padre moribundo, unhombre apasionado que continúainsistiendo en forjar su particularautobiografía a base de repetir lasprodigiosas aventuras, supuestamen-te también vividas por él, del PezGrande; las ocurrencias de un gigan-te de tres metros que atemoriza a unpueblo entero; los avatares de unassiamesas con un solo par de piernas;las amenazas de la bruja con un ojopostizo donde puedes ver tu propiamuerte…

William recrimina a su padre queperpetúe como ciertas estas leyendasfantásticas que, si bien le entusias-maban de pequeño, apenas soportaoír de nuevo. Le acusa de pretendermonopolizar las reuniones familiarescon sus ficciones y restar el tiempoque los demás desearían compartir.Por último, William, frustrado, sienteque no conoce realmente a su padreporque éste jamás parece aceptar laverdad. Con pesar, define a su padre

como un egoísta despegado de larealidad y de su familia, obsesionadopor fantasías inútiles.

Big Fish perdurará en la historiadel cine, y en la memoria de quienesla disfruten, no sólo por el alarde ima-ginativo de su director, Tim Burton,por la asombrosa interpretación deAlbert Finney o por su equilibradacombinación de drama, comicidad yotras emociones que abren de par enpar el corazón del espectador, sinoporque se hace eco de un conflictotan íntimo como universal: ¿Es sufi-ciente la realidad para vivir? La suge-rente historia planteada por Burton ensu película puede animarnos a enhe-brar, entre muchas posibles, algunapregunta más: ¿La realidad –lo evi-dente– contiene toda la verdad?¿Pueden los sueños modificar la rea-lidad y no, como dicen que siempresucede, al revés?

Big Fish es una fábula deliciosaque nos propone construir nuestrapropia historia, nuestras verdades

personales, aderezándolas con lostamaños y colores que prefiramos–sin elevarnos excesivamente delsuelo– pero contando con la precisiónque sabemos tienen los sueños. Lossueños intensifican la existencia,dotándola de imágenes que, a veces,nos atrevemos a convertir en reali-dad. Por tanto, según la inteligentepropuesta de Big Fish, ¿los sueños ylos hechos no son, en los dos casos,hechos?

De las mejores películas delos últimos 20 años

El final de Big Fish es sorprenden-te, quizá uno de los mejores entre laspelículas de los últimos veinte años.Como todas las buenas historias noimpone un mensaje unidireccional, nose agota en sí misma, activa múltiplesdeseos en el espectador. Y si éste

requiere del cine películas originales,encontrará que Big Fish no se parecea ninguna otra.

Pasados varios veranos, uno demis primos mayores me desveló larealidad (o los "hechos", como él loscalificó): Blas se había cortado eldedo en el trabajo con una sierra decalar. Supuse que a partir de aquelladesilusión no volvería a ser el mismo.Pero no fue así. Admití, por una parte,que el dedo amputado se habría per-dido con la basura de la fábrica dondetrabajaba pero, por otra, grabó en míla certeza de que, para contar mi vida,en adelante no me serían suficientesla realidad o los hechos: los sueños yla imaginación me constituyen enigual medida. Y creo que Big Fish, abuen seguro mejor que yo, cuentaadmirablemente de forma dramática,cómica y tierna lo que he queridodecir.

Cine

Sergio de los Santos

Paréntesis 11febrero-marzo 2010

Sugerencia Vecino Enfermedad

Cartas de los lectores

Extraído de una revista para mujeres:

Para que la operaciónEstaNocheSÍoSÍ sea un éxito, debespreparar bien tu ofensiva. El primerpaso es conocer el terreno; “69 for-mas de satisfacer a tu amante” con-tiene las líneas de tu estrategia mili-tar, ideas asombrosas de cómo esti-mular sus testículos de maneras queno imaginarías. El segundo paso espertrechar a tus tropas para el ataquecon la combinación hipersexy deEtham de Parfum Wanted, de HelenaRubistein. Deja sonar la selección deThe Wine Lounge como si fueran

tambores de guerra, y ya tienes otrabatalla ganada.

En lugar de tanta chorrada litera-ria, estos son los contenidos quedeberían considerar para su periódicosi quieren llegar a todos esos cora-zoncitos que aguardan trémulos unestímulo cultural más práctico.

Marta MaríasGranada

Creo conveniente informarles de quehe descubierto a un tímido seguidorde su periódico: el que sustrae elsobre de mi buzón en cada envío. Lodelatan las tiras de papel arrancadasen las prisas violentas del hurto.Aunque suelo encontrar el periódicoen la biblioteca de mi zona, les ruegoque sean tan amables de enviarmedos ejemplares cada vez, en sobresdistintos, por favor. Mi vecino bandidoy yo se lo agradeceremos.

Antonio ParraMálaga

Si consultamos la lista de los diezlibros de no ficción más vendidos,destacan El secreto de RhondaByrne, con más de veinte semanasen la lista (diría que ya ha dejado deser un secreto), y El sentimientonegativo, de Risto Mejide, que llevamás de cuatro semanas (y esto porfin le hará sentirse de lo más positi-vo).Este termómetro marca el grado dehipotermia cultural que padece nues-tro país.

Emilio MorenoMadrid

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Periódico cultural gratuitodisponible también en internet

ISSN: 1989-1121Depósito Legal MA-577-2008

Andrés Neuman (El viajero del siglo, premio Alfaguara 2009)

Artículos periodísticos, ensayos, afo-rismos, poesía, microrrelatos, cuento,novela. Tocas todos los géneros, ¿porqué?

Tiene que ver con la curiosidad.No se trata de un programa estético,sino más bien lo contrario: los progra-mas estéticos de los escritores suelenser consecuencia de sus aficiones ylimitaciones. Por ejemplo, al que no leinteresa la poesía, sino sólo la nove-la, dirá que reivindica la narrativapura. Cada uno hace lo que puede yluego elabora con eso una teoría. Esoes muy humano y no tiene nada demalo. Además, hoy día todo géneroes un multigénero, hay escritoresmultigenéricos, y luego estamos losviciosos compulsivos.

¿Tú también opinas que se debenabolir las diferencias entre géneros?

No, mira, esto queda guay. Decirque los géneros no existen es comodecir que no se es ni homosexual niheterosexual. A la hora de la verdad,esos paradigmas sirven de orienta-ción para buscar un camino propio.Más que en abolirlos, yo creo en lametamorfosis permanente de losgéneros. Me gustan las fronteras.Para estar en la frontera tienen queexistir los territorios.

Hasta ahora, incluso en las nove-las, fuiste breve. El viajero del siglotiene 544 páginas, ¿por qué una obratan extensa?

Efectivamente, yo no era de gran-des tochos, tampoco soy lector detochos. Me quedé horrorizado cuandoescribí esta novela porque me pare-cía ir en contra de mi costumbre yhasta de mis principios, pero una delas obligaciones estéticas de un crea-dor es romper sus presupuestos acer-ca de sí mismo. La anterior que habíapublicado ya tenía sus buenas dos-cientas cincuenta páginas; no era untocho, pero tampoco era esto que selleva ahora de encuadernar un cuen-to con letra grande y decir que es unanovela posmoderna. Más que laextensión, me interesa la intensidadde un libro y en ese sentido no modi-fiqué tanto mi forma de escribir, sino

más bien la estructura y longitud. Miideal de novela es que cada páginatenga la tensión estilística y la intensi-dad atmosférica de un cuento breve.Obviamente cuanto más larga es lanovela, más riesgo corres de pegarteuna hostia en el intento de mantenerla tensión. La estrategia del lenguajeno es tan distinta, lo que sí cambia esla convivencia con los personajes,tanto la del autor como la del lector.Del lado del autor, escribir una novelamuy larga hace que convivas con lospersonajes tanto o más que algunosmatrimonios.

¿Esa familiaridad pone en riesgola novela?

La familia puede ser lo más emo-cionante y lo más siniestro. Unanovela como El viajero del siglo telleva a establecer lazos afectivos yemocionales muy intensos. Cuandola terminas sientes que tienes unafamilia imaginaria y te notas múltiple-mente huérfano.

Con la intensidad que proponesen tu novela, ¿corres el riesgo dedejar exhausto al lector?

Con ese criterio deberíamos rei-vindicar los polvitos fáciles y cortos.Vamos a intentar follar bien, cuantomás placer, mejor. Creo que el lectornunca se queda exhausto porque un

libro le esté dando demasiado.

¿La intensidad significa que laobra sea más densa?

La densidad la asocio con unacosa sesuda al borde del aburrimien-to. La intensidad, en cambio, la aso-cio con la cantidad de emociones,sobresaltos e ideas que se generandurante la lectura. Entre las dos, pre-fiero la intensidad. Lo que me parecelamentable es el vacío.

Una novela siempre es una lectu-ra iniciática, por lo tanto debe ser difí-cil entrar y más difícil salir. Hecho eseesfuerzo inaugural, no nos importa sinos quedan por leer cien o cuatro-cientas páginas, dos semanas o dosmeses.

Sin embargo, el principio de tunovela es un pórtico que invita aentrar.

Mejor que mejor, pero no me refe-ría a eso. Más allá de que las prime-ras páginas de un libro sean atracti-vas, creo que si el lector le ha conce-dido el tiempo de cortesía al persona-je para que se presente, será difícilque lo abandone. En ese sentido, unanovela de personaje único te ofreceuna entrada inmediata y una novelaque teje una red entre los personajesnecesita un poco más de tiempo paraque te hagas cargo de la complejidad

de las relaciones existentes entreellos. La paciencia del lector consisteen concederle al autor que esos per-sonajes, que asoman la cabecilla alprincipio, cuando se vean de cuerpoentero les va a gustar mirarlos.

¿Se trata de confiar en el beneficiode la duda o de escribir un comienzoque invite a creer en la novela?

Procuré al principio de la novelagenerar una sensación imantadora,en el sentido de que el lector no sólose vea atraído por el libro (eso te lodiría cualquier novelista), sino que enel argumento nos encontramos conun viajero que no puede salir de unlugar. Es una ciudad inquietante,terrorífica y antipática que le repele,pero que literal y metafóricamente elviajero no consigue abandonar. Tratéde trasladar poéticamente la sensa-ción de que ese lugar se pegaba a lapiel, que era opresivo en el sentidomás potente. El lugar te podía gustaro no, pero ya no podías abandonarlo.

¿De quién aprendiste que a lospersonajes hay que encerrarlos?

Esa es la cuestión, tiene que vercon la intensidad. Parece que si noexplotan cuatro coches, dos bombasy un terrorista no derriba un avión nopasa nada. Algunas de las mejorespelículas y novelas de nuestra vidaocurren en espacios donde nadie selevanta de una silla. Aménabar se diocuenta en Mar adentro. Kafka se diocuenta de que lo más terrible que lepodía pasar a Samsa es que apenasconsiguiese levantarse de la cama yno pudiera salir de su habitación. Lacultura sensacionalista confundeacción con movimiento. Una de lasformas más eficaces de crear tensiónes la ebullición interna y la quietudexterna; el deseo y la imposibilidad.

¿Una novela es iniciática sólopara el lector?

No, también para el autor. Dudoque un lector se asombre si no hahabido un asombro previo del autor.Si como escritor no sientes queaprendes a escribir con cada libro, ellibro va a nacer muerto.

12 Paréntesis febrero-marzo 2010

Entrevista

Lola Lorente