contra la obesidad

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  • 7/26/2019 Contra la obesidad

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    Contra la obesidad, de Federico Vegas

    Cuando estrella entr a trabajarcon nosotros debe haber pesado ms de noventa kilos, pero era una gordura que iba

    bien con su personalidad amable, bien asentada, plena de conocimientos y grandes

    sorpresas. Bastaba con preguntar: !nde podrn traducir esto al italiano"#, para

    que $strella diera la solucin:

    %&o pas' dos a(os en )iln.

    & los dos a(os resultaban ser un posgrado sobre *irgilio, un cap+tulo con suiciente

    uer-a y secuelas para eplicar una buena parte de su personalidad, y de su peso.

    /na ve- me rasgu' el pantaln con la platina suelta de un carro y, al llegar a la oicina

    y preguntar dnde podr+an arreglarlo, se abri un nuevo episodio: $strella es hija de

    un sastre italiano y estuvo a punto de ormar parte del negocio, pero el padre no

    quer+a epandirse hacia la ropa para mujeres y ella busc otro camino. 01n domina el

    -urcido invisible, un arte que en Caracas solo conocen $strella y unas viejas

    portuguesas que trabajan por 2an Bernardino.

    2us eperiencias podr+an parecer una inconea sumatoria de pasiones y oicios, pero,

    al conocerla bien, se empie-an a entrela-ar en un estilo coherente, ascinante. 3a

    vitalidad de esos entrela-amientos, el caudal de inormacin que es capa- de

    acumular, las responsabilidades que los dems cargamos en ella, las maravillas que

    nos aguardan en cada pregunta que le hacemos, constituyen una tentadora invitacina asociar su gordura con su capacidad de almacenamiento. /na eplicacin

    ciertamente injusta si $strella no uera la primera en aceptarla. $n su particular

    relacin con la humanidad, dar# equivale a responsabili-arse cada ve- con ms

    eigencias, y esta puede ser la causa o la consecuencia de su obesidad. $s lo que

    ella cree, y creerlo ha sido su trauma.

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    4adie en la oicina se inmiscuy en su peso, ni ella daba detalles de dietas o se

    quejaba de las crueles trampas de su metabolismo. 3os comentarios no pasaban de

    va al caet+n a media ma(ana y dos veces en la tarde#, no deber+a tomar tanta

    a-1car con el ca'#, aunque todos ve+amos cmo iba des5 bordando la silla y

    alejndose del escritorio. $ra algo tan paulatino e integrado a su pericia y generosidad

    que sobrepas sin mayor drama los 677 kilos y se someti a peligrosas liposuccionesy a un anillo en el estmago. 8ero cuando rebas los 697, $strella sinti que estaba

    cayendo en el abismo de lo monstruoso y ocurri un episodio conuso, como todo

    intento de suicidio que no termina de deinirse. Con ese trance comen- a hacerse

    evidente lo que ya sab+amos y yo pretend+a ignorar: $strella es tan generosa como

    indispensable, tan indispensable como rgil. ab+a que ayudarla.

    )i empe(o en enrentar solo las tareas agradables, como una cmoda estrategia para

    tener una visin de la totalidad, depende de su omn+vora capacidad de tragar y

    manejar diicultades, desagradables rutinas, enrentamientos internos y eternos, las

    tareas undamentales y cotidianas. 0l otro etremo del espectro est mi ego+sta

    manera de amar a $strella, una pasin que se apoya en su gordura para jurarse

    imposible y maniestarse solo como un cari(o con cierta lstima, o como una simple

    preocupacin por el bienestar de una empleada con destre-as de hero+na.

    !espu's del episodio que tanto nos asust a todos, mi socio y yo decidimos buscar

    un solucin en el eterior. 8or supuesto que la propia $strella se encarg de anali-ar

    las oertas y encontrar el mejor sitio en el planeta. 2' bien que en la ecelencia suelen

    esconderse los peores enga(os, pero yo estaba desesperado con su estado, lo que

    me convert+a en uno de esos ilusos que tiene una e ciega en los oscuros trucos de

    los especialistas, y la dej' marchar a la aventura que ella seleccion entre las

    opciones de la industria norteamericana para adelga-ar, que es casi de la mismaescala de la dedicada a engordarnos.

    3os grandes emporios del tabaco alrededor de la ciudad de ;aleigh proveen a la

    /niversidad de Carolina del 4orte con ondos inetinguibles para sus programas e

    investigaciones. 2olo piden a cambio que se ecluya de los cuestionarios m'dicos

    una sola pregunta: /sted uma"#. $strella parti hacia el departamento de

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    >2oy otra?

    0 $strella siempre le han gustado esas rases comprimidas, estimulantes. 3as utili-a

    para negociar y es a1n ms concisa para conesar sus sentimientos. & uncion, pues

    yo no hac+a sino pensar en esa otredad# que pod+a ir desde una genuina

    metamorosis hasta una treta tan comercial como la gordita que aparec+a en el olletopromocional de la cl+nica diciendo orgullosa: $stoy ms sana. 0hora puedo comprar

    ropa en cualquier tienda#.

    2oy# y otra# incluyen tantas posibilidades que no resist+ la curiosidad y decid+ irme

    a Carolina del 4orte. $sta ve- me arm' con una ecusa algo ms solidaria: 2i

    $strella dice que es bueno es que es ecelente, y yo deber+a quitarme unos quince

    kilos#.

    4o ui bien recibido. )i aspecto levantaba sospechas@ parec+a uno de esos periodistas

    que se inscriben en un tratamiento para luego vender a una revista la versin de que

    todo es un raude. 8ero contaba con mi buena $strella, quien ya era un personajepopular en la institucin. $lla misma me advirti con un t1 no perteneces a este

    mundo#, pero se encarg de inventar que yo ten+a una condicin card+aca y ui

    aceptado en un programa para el que no daba la talla ni el peso.

    0l d+a siguiente me evaluaron y pas' al gran saln de los nuevos. 3a primera terapia

    consiste en enrentar las crudas realidades del cuerpo y nos mandaron a quedarnos

    en ropa interior. abr+a bastante ms de dos mil kilos contemplndose unos a otros,

    masas de roscas colgantes que parec+an repartirse en porciones iguales, como si los

    cuerpos al engordar tendieran a parecerse. $l eje de todas las miradas ue mi cintura,

    indecente por su inslita alta de verdadera sustancia. Aen+a en mi contra el estigma

    de la normalidad y aquellos suridos combatientes contra su vora- apetito pensaronque me daba placer insultarlos al mostrarles una pan-a estndar, incluso reciente.

    0ntes de vestirnos nos tomaron toda clase de medidas y otogra+as para las t+picas

    duplas de antes# y despu's#. 3uego re-amos oraciones y cantamos himnos

    encomendando a !ios nuestro sobrepeso.

    $strella me hab+a recibido, tal como lo hac+a todos los lunes, con un resumen de

    cules eran las bases del tratamiento: Camarader+a y caminatas#. 3o de

    camarader+a# result ser graciosamente literal, porque todos los pacientes

    terminaban unos en las camas de los otros. 3a ra-n es muy simple: la obsesin por

    la comida es un sustituto de una obsesin seual. 0l engordar, el cuerpo se aleja de

    su seualidad y se reugia cada ve- ms en lo oral. 3a idea solapada del tratamiento,

    incluyendo las peridicas y colectivas revisiones oculares, es que la pasin retorne a

    su santo lugar al orecerle al paciente la liberadora alternativa del seo. !e esta

    manera, lo que la obesidad ha represado se desata con un vigor proporcional al peso

    perdido.

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    4unca en mi vida he visto gordas tan proselitistas y cachondas. 3as epresiones

    gestuales y las verbales epresadas en clara e inteligible vo-, como >te quiero

    comer?#, me acosaron hasta agotarme, porque la implacable dieta me ten+a

    cansad+simo y vagaba como un esmirriado ind+gena entre rapaces misioneros.

    0(dase que el hambre crnica genera unos alientos de oso polar.

    3as caminatas por los bellos jardines de la universidad eran encantadoras, aunque los

    enermeros insistieran en darles un aire marcial. 0ll+ se daba el inicio de la

    camarader+a# mediante una incitante oigenacin. 0ll+ tambi'n descubr+ las

    disparidades entre los obesos al observarlos en pleno movimiento, porque los hab+a

    tan lentos como un cubo de plomo arrastrado por una alombra persa y tan dinmica

    como !umbo en pleno vuelo. $n esos recorridos pude acompa(ar a $strella gracias a

    que los iniciados y los epertos se un+an en una misma marcha.

    $n el proceso de adelga-ar tambi'n van emergiendo notables dierencias. $n unos

    comien-a a pre5 dominar lo descolgado, lo ojeroso, y se desli-an hacia una languide-

    mortuoria, peor que la triste-a, como si llevaran luto por las carnes perdidas.

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    /tili-aba una me-colan-a de italiano e ingl's para animarnos con su vibrante vo- de

    soprano:

    %3ets go, my riends 0vanti, sempre avanti?

    8ero no hay vigilancia que pueda vencer la astucia de un gordo hambreado. 0 veces,

    en un descuido de los enermeros, uno de los esor-ados pacientes lograba quedarse

    re-agado tras una columna y, ya libre del grupo, se colaba en aquel para+so de

    ritangas tan epeditas como ins+pidas. $l problema es que estaba prohibido llevar

    dinero, porque durante el tratamiento nuestra tropa juraba renegar de los ecesos

    mercantilistas, as+ que la 1nica oerta disponible eran los desperdicios o robarle la

    comida a un ni(o.

    Due en esas vueltas cuando pude medir la magnitud de las uer-as tel1ricas que se

    intentaban controlar. $ra tan conmovedor como asqueroso presenciar el espectculo

    de un ejecutivo, de qui'n sabe qu' transnacional, que se abalan-a de cuerpo entero

    dentro de un basurero para morder una lonja de pi--a y se aerra al contenedor desus tesoros mientras lo jalan por los pies entre cuatro guardianes. 3uego ven+a el

    arrepentimiento del pecador por traicionar a sus compa(eros de tropa y continuaba su

    marcha lami'ndose la ranela manchada de inmundicias.

    $l arsenal de la cl+nica inclu+a bastante ms que camarader+a y caminatas. $staban

    tambi'n los potajes vitam+nicos, las inyecciones de placenta, las pastillas para las

    migra(as y los problemas de columna, la ansiedad y el insomnio, todo disra-ado con

    unas charlas religiosas que deb+an cambiar nuestros patrones de vida. $strella era

    una l+der natural en esa cru-ada de hacernos creer soldados del esp+ritu y su

    proselitismo ue haciendo su seualidad ms y ms sublime. &o, en cambio, iba

    perdiendo uer-as mientras luc+a cada ve- ms alsa mi comedia del cora-n d'bil. 4opod+a hacer ms que seguirla y observarla en silencio, sin invadirla, sin acosarla.

    $ste estado m+o tan pasivo, tan desapegado, se agrav cuando $strella se enamor

    de otro paciente. Cuando el obeso pasa de la comida al seo ya viene muy ocali-ado.

    Comer es algo objetivo, concreto, y de igual manera y con la misma periodicidad de

    las tres comidas diarias, tiende entonces a saciarse ese otro renes+ que permanec+a

    subyacente. Enmediatamente se selecciona a una persona, la que est' ms prima.

    $strella se uni a otro de su misma condicin y disciplina, un alma gemela que jams

    hubiera conocido si no hubieran buscado la misma solucin en el mismo sitio y

    durante los mismos d+as. 0l romanticismo le gusta nutrirse de esas simples

    casualidades que considera milagrosas.

    3os dos obesos se aerraron a esas coincidencias y establecieron un id+lico comien-o

    de predestinados, aunque el origen era pragmtico y ero-mente animal. 2eguro que

    germin mientras se observaban durante los escarceos nudistas, hasta llegar al peso

    y a las ormas que har+an posibles unas grandiosas ornicaciones anheladas por a(os.

    < por toda una vida si, como quiero creer, $strella era virgen.

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    Cuando ya se entend+an, dieron un etravagante paso hacia sus antas+as. !urante

    una caminata por el Crabtree *alley )all, se ueron quedando los dos atrs, pero no

    se abalan-aron como los dems sobre los basureros. $stos disciplinados amantes

    tuvieron la voluntad de planiicar algo ms espiritual: escaparse a 2an Drancisco, la

    ciudad que los llamaba desde que eran unos adolescentes prisioneros en unos

    cuerpos de dinosaurios.

    $strella ya ten+a un itinerario y un carro bien equipado aguardando en el

    estacionamiento. ab+a hasta una carpa en la maleta para pasar una noche en el

    &osemite 4ational 8ark, otro de los mutuos sue(os incumplidos.

    Cuando me enter' de aquel gran escape, mi primera diicultad ue transmitir a aquella

    pragmtica institucin mi horror por una uga que los m'dicos consideraron un buen

    s+ntoma#. e debido ser ms prudente y comprensivo ante los delirios de una mujer

    que part+a hacia su primera historia de amor, pero jur' demandarlos por haber

    trastornado a $strella, una mujer con instintos suicidas#, les advert+ para alarmarlos.

    2olo as+ logr' que la oicina del

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    vac+os. 3a sed era inaguantable y gritaron euricos cuando descubrieron un colorido

    tr+ptico en la mesa de noche con una merengada de chocolate en la portada. $l

    mensaje ms peligroso estaba en el margen inerior: IF horas de servicio a la

    habitacin#.

    Como una pel+cula que se acelera hacia el inal, ir+an sustituyendo por comida elerotismo que tanto hab+an go-ado y so(ado go-ar. Con el paso de las horas lleg el

    momento en que se observar+an so(olientos y grasosos, preguntndose qu' rayos

    era lo que antes les apasionaba tanto de sus cuerpos.

    $l men1 del motel no era etenso, y consiguieron el tel'ono de un lugar cercano que

    tambi'n hab+an visto en la carretera mientras cru-aban el par5 que antes de llegar al

    motel.

    $ra un restaurante que anunciaba las mejores costillas de Aennessee de una manera

    tan estraalaria que, al verlo desde la ventana del carro, la pareja se hab+a re+do con la

    asc'tica solidaridad de unos cru-ados incorruptibles. 0hora se reg+an por otras leyes ysus pedidos de carne de cerdo y papas ritas comen-aron a llegar prestos y bien

    calientes a la habitacin del motel.

    8arece que s+ llegaron a ensayar alguna corta caminata que suspendieron con la

    ecusa de volver a hacer el amor, pero apenas se desnudaban y se echaban en la

    cama volv+an a llamar al restaurante de las costillas. )ientras aguardaban el pedido,

    se daban uno que otro beso amistoso, aceptando con resignacin el ineorable

    retorno a sus or+genes.

    8rimero se march el hombre, quien result ser un operador de gr1as. 2e llev el

    carro a mitad de la noche y regres a la cl+nica para continuar su tratamiento. =urabaque $strella era la culpable. & puede que tenga ra-n, porque ella se ha pasado

    guiando las vidas de los dems, incluyendo la m+a, satisaciendo deseos que uno no

    se atreve a conesar. $l operador de gr1as ue quien me dio la direccin del motel y

    los detalles de lo que iba a encontrar.

    %$lla est muy mal, muy arrepentida %airm, como si se hubiera convertido en su

    piadoso conesor.

    $ra tan incmodo pasar por la aena de alquilar un carro. 3lam' a la misma agencia y

    ped+ las mismas condiciones que $strella, el mismo modelo con los mismos seguros.

    &a en la carretera pens' varias veces en devolverme, mientras imaginaba un inal tanpredecible como las ineorables l+neas blancas entre los carriles de la autopista.

    3legu' a la peque(a caba(a en medio del parque tambi'n de noche. 4o encontr' el

    desastre que esperaba. 3a habitacin luc+a impecable. $strella estaba sentada en el

    borde de la cama como aguardando a que su jee le dictara el inicio de una carta que

    solo ella sabr+a cmo terminar. )ientras me acostaba a su lado y apoyaba la cabe-a

    en sus piernas, le dije como entrando en un proundo sue(o:

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    %2iempre te voy a cuidar, $strella. 0hora vamos a dormir un poco a sido un viaje

    interminable 2on ya muchos a(os $s suiciente $stoy tan cansado.

    !esde su rega-o, levant' la vista y pude ver la opulenta barbilla con su hoyuelo de

    hada madrina y, ms all, la dulce y oronda plenitud de su rostro. 4o parec+a venir de

    una reca+da. 3a sent+ segura, vida, amorosa. Cubri mi rostro con sus senos y,colocando el peso de su mano en mi pecho, comen- a abrir los botones de mi

    camisa y a acariciarme las tetillas mientras susurraba con apasionada eiciencia:

    %$s verdad, mi amor, ha sido una larga espera )ira cmo ests de lacuchento

    4o te provoca comer algo"

    !el libro: La nostalgia esfrica(Editorial Punto Cero, 2014