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tantes de la teoría crítica, la cual fue elaborada por un grupo de pensadores tales como Max Horkheimer, Theo- dor Adorno, Jürgen Habermas, Her- bert Marcuse, Erich Fromm y otros. La escuela de Frankfurt reunió marxistas disidentes, críticos acervos del capita- lismo que asumieron la tarea de encontrar las partes del pensamiento marxista que pudieran ser útiles para provocar una nueva “hegemo- nía”, concepto clave a la hora de comprender el tránsito entre marxismo y post-marxismo, o lo que es lo mismo: el enterramiento de la lucha de clases y la simultánea eclosión de la “batalla ABRIL / JUNIO 2020 89 Contra el neocomunismo global El autor nos sumerge en una realidad inquietante, la expansión de las ideas comunistas a través de nuevos conflictos de índole cultural y la puesta en marcha de formas alternativas de control ideológico en perjuicio de la libertad individual. Los objetivos, sin embargo, siguen siendo los mismos: la Modernidad, Occidente, el cristianismo, el libre mercado y las sociedades liberales. “Existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas de progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir violentamente todo el desarrollo histórico anterior”. Marx y Engels en El Manifiesto Comunista de 1848. L a llamada Escuela de Frankfurt agrupó a un grupo de teóricos que abrazaron las teorías de Hegel y Marx, así como de Freud, pertenecientes todos ellos al Instituto de Investigación Social, inaugurado en 1923 en Fráncfort del Meno. Ellos fueron los represen- ENRIQUE COLLAZO Licenciado en Historia por la Universidad de la Habana. Especialista en Historia Económica de Cuba, España y América Latina. Fuente: www.flickr.com / Loz Pycock

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Page 1: Contra el neocomunismo global · escuela de Frankfurt reunió marxistas disidentes, críticos acervos del capita-lismo que asumieron la tarea de encontrar las partes del pensamiento

tantes de la teoría crítica, la cual fueelaborada por un grupo de pensadorestales como Max Horkheimer, Theo-dor Adorno, Jürgen Habermas, Her-bert Marcuse, Erich Fromm y otros. Laescuela de Frankfurt reunió marxistasdisidentes, críticos acervos del capita-lismo que asumieron la tarea de encontrar laspartes del pensamiento marxista que pudieranser útiles para provocar una nueva “hegemo-nía”, concepto clave a la hora de comprenderel tránsito entre marxismo y post-marxismo, olo que es lo mismo: el enterramiento de la luchade clases y la simultánea eclosión de la “batalla

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Contra el neocomunismo globalEl autor nos sumerge en una realidad inquietante, la expansión de las ideas comunistas a través de nuevosconflictos de índole cultural y la puesta en marcha de formas alternativas de control ideológico enperjuicio de la libertad individual. Los objetivos, sin embargo, siguen siendo los mismos: la Modernidad,Occidente, el cristianismo, el libre mercado y las sociedades liberales.

“Existen verdades eternas, como la libertad, lajusticia, etc., comunes a todas las sociedades y atodas las etapas de progreso de la sociedad. Pues

bien, el comunismo viene a destruir estas verdadeseternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por

otras nuevas; viene a interrumpir violentamentetodo el desarrollo histórico anterior”.

Marx y Engelsen El Manifiesto Comunista de 1848.

L a llamada Escuela de Frankfurt agrupó aun grupo de teóricos que abrazaron lasteorías de Hegel y Marx, así como de

Freud, pertenecientes todos ellos al Instituto deInvestigación Social, inaugurado en 1923 enFráncfort del Meno. Ellos fueron los represen-

ENRIQUE COLLAZO

Licenciado en Historiapor la Universidad

de la Habana.Especialista

en Historia Económicade Cuba, España y América Latina.

Fuente: www.flickr.com / Loz Pycock

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cultural”. Fidel Castro, en las Mesas Redondasque organizó la TV cubana desde mediados delos años 90, utilizó el mismo calificativo; “bata-lla de ideas”, para denominar la “lucha” quesegún él habría que librar en aquel momento decrisis del comunismo a nivel global.

Para la teoría crítica (como la bautizó MaxHorkheimer), los mecanismos de dominacióndel capitalismo avanzado, lejos de agudizarcontradicciones hasta provocar una revueltaproletaria, solo se refinan unciendo a las masasal modo de producción capitalista de maneramuy eficaz. Desde su perspectiva, el capita-lismo se había convertido en algo más que unmodo de producción: una cultura enraizada enlos sentimientos, las mentes y los cuerpos. Poreso proponían un desplazamiento del foco te-órico desde la fábrica y la cadena de montajehasta las formas de vida y el ámbito cultural.En la medida en que la clave de bóveda del ca-pitalismo se había desplazado a la esfera de lasuperestructura, los agentes del cambio políticoserían aquellos que estaban en condiciones dedenunciar el fetichismo y los mecanismos decontrol ideológico, o sea, los intelectuales. Losteóricos de Frankfurt daban por hecho que elproletariado y su vanguardia dirigente, al abur-guesarse, habían perdido facultades comoagentes revolucionarios, así que debían ser reemplazados por teóricos críticos.

Esta fue la reserva a partir de la cual se pre-tendió llevar adelante una serie de profundastransformaciones en la sociedad, como trasla-dar al marxismo desde las fábricas a las univer-sidades, un principio defendido por el ideólogoitaliano Antonio Gramsci, precursor del mar-xismo cultural que consideraba que el pro-blema residía en la civilización y la cultura eu-ropea y occidental. La propuesta gramsciana,

al demandar la demolicióndel Viejo Occidente, estable-cía que el camino para derro-car el capitalismo no era laviolencia revolucionaria,como postulaba Marx, sinoque la mejor vía pasaba poredificar una “hegemonía cul-tural” en base a los novísimosy eficaces argumentos de la“corrección política” y elneo- marxismo. Con ese con-cepto, Gramsci se refería a losvalores e ideas claves en unasociedad y de los cuales de-pende su funcionamiento.

En otras palabras, la “largamarcha” anti-occidental de-bía dirigirse a la articulaciónde una ideología de signocontrario respecto a la dominante, que fueracapaz de cuestionar su “sentido común”, suforma de ver el mundo, su forma de organizarla sociedad, la economía, la política, la moral yla cultura. Y debía estar orientada hacia todaslas instituciones: universidades, escuelas, mu-seos, iglesias, seminarios, periódicos, revistas y,hoy día, también: televisión, cine, redes socia-les, etc., desde donde propagar una anticulturaque acabe con los cimientos de la cultura cris-tiana occidental para que la gente, una vez de-bilitada en sus convicciones, abrace los idealesmarxistas que antes había rechazado de formaespontánea. Así pues, nace la teoría (puesta enpráctica con increíble éxito como vemos hoydía) de que hay que destruir todo (y a todos) loque defienda o promueva el cristianismo, la so-ciedad liberal, el imperio de la ley, la familia tra-dicional, el rol natural del hombre y la mujer,la cultura europea, la superioridad de la litera-

Trasladar al marxismo desde las fábricas a lasuniversidades fue el principiodefendido porAntonio Gramsci,quienconsideraba que el problemaresidía en lacivilización y la culturaeuropea yoccidental

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Max Horkheimer (en primer plano a la izquierda), Theodor Adorno (en primer plano a laderecha) y Jürgen Habermas (detras, a la derecha) en Heidelberg (1964).

Antonio Gramsci.

Pierre Laville,MichelFoucault,ClaudeMauriac, Denis Langloisy GillesDeleuze, en 1971.

Herbert Marcuse, en 1955. Jürgen Habermas.

toridad, medios de comunicación, sexo y cul-tura popular. En suma, una nueva hegemoníacultural capaz de derrotar a la fraguada en Oc-cidente desde el Cristianismo y la Ilustración.

La nueva estrategia de toma del poder resi-día en destruir gradualmente el individualismoposesivo liberal, o sea, la abolición de los dere-chos individuales incluyendo por supuesto, lapropiedad privada. Ahora se trata de sustituir lalucha contra la desigualdad clasista por la bata-lla contra la desigualdad de género, o mejor

tura, el arte, y la música occidental, la creenciaen Dios, el orgullo por la historia europea, elheterosexualismo, la lógica cartesiana, el dere-cho, la razón, la ciencia, en fin, todo el sustratobásico del canon occidental cristiano.

A la revolución cultural gramsciana se laentendía como primordial a la hora de demoleruna sociedad desde su propia superestructurasocial, cultural, moral y de derecho. Por ello seintensificó la necesidad de “teorizar” sobre losconceptos de familia, derecho, educación, au-

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dicho: reemplazar la conciencia de clase por lade identidad. Para ello se procede a la infiltra-ción de manera silenciosa en los distintos me-dios y sistemas educativos, así como en las gran-des universidades; nótese que todos los teóricos de la Escuela de Frankfurt ejercieroncomo profesores invitados en las universidadesnorteamericanas llamadas de la Ivy Leaguedesde los años 50.

Uno de los campos de experimentación so-cial de las teorías de los filósofos de Frankfurtfue la llamada ‘ideología de género’. Des-echando por inoperante la contradicción pro-letariado-burguesía, la cual actuaba dentro delmarco de las relaciones productivas, se proponeentonces tomar a la mujer como sujeto some-tido a la opresión del “macho dominante”, conla intención de generar uncisma cada vez más profundoya no entre obreros y capitalis-tas, sino entre sexos. A partirdel momento en que el mar-xismo pujó por liderar el mo-vimiento feminista en ciernes,elaboró una ideología según lacual el hombre devino enton-ces burgués, mientras que lamujer se transfiguró en prole-tario. La tergiversación decualquier valor tradicional sus-ceptible de ataque devino ob-jetivo central del neocomu-nismo con el fin de provocarun clima permanente de con-flicto social. La ideología degénero no es el único “caballode batalla” de las doctrinaspostmodernas, aunque quizásrepresenta su componente másdañino porque, al destruir el

principio fundamental de igualdad ante la ley,los delitos dejan de estar definidos por la propianaturaleza del acto para estar supeditados algrupo social al que pertenece quien lo comete,sea un hombre o sea una mujer, sometiéndonosde nuevo a un sistema de administración de jus-ticia propio de sociedades pre-modernas. “Laviolencia de género es en buena medida el pá-nico moral de la España del siglo XXI, un fenó-meno de histeria colectiva desencadenado y ali-mentado desde el poder” (Benegas, 2020, 96)1.

“Somos un movimiento internacional di-verso que planta cara al orden patriarcal, racista,colonizador, capitalista y depredador con elmedio ambiente. Proponemos otra forma de ver,entender y estar en el mundo, de relacionarnos.En definitiva, nuestra propuesta supone unnuevo sentido común”. Estas palabras fueronpronunciadas en España el último 8 de marzo,con motivo de la huelga feminista, pero igualpudieron haber sido dichas en cualquier socie-dad occidental de Europa o América, lo cualsignifica una desvergonzada operación de inge-niería social para generar un antagonismo en lasociedad a partir de una falacia ideológica queestá destruyendo a las mujeres, a los hombres, alas familias, pero sobre todo a los jóvenes. Comoseñala el politólogo argentino Agustín Laje: “laizquierda vive del conflicto, un conflicto que pa-saba por la grieta que existía entre el obrero y elcapitalista, pero esa distancia se fue reduciendocada vez más y para sobrevivir a su fracaso his-tórico, económico y político, se le hizo necesariogenerar nuevas grietas en la sociedad y una deellas es la llamada ideología de género”.

El neocomunismo exhibe una variedad denuevos conflictos y los utiliza políticamentepara manipular a la sociedad, con la diferenciade que esas contradicciones ya no son de clase,

El neocomunismoexhibe unavariedad denuevos conflictosy los utilizapolíticamentepara manipular a la sociedad, conla diferencia deque esascontradiccionesya no son declase, sino quegravitanalrededor dedisputas deíndole cultural

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ción cultural de la censura y de la inquisicióndel pensamiento. Hay que reconocer que el neocomunismo tiene la habilidad de disfrazarlo opresivo como liberador y lo excluyentecomo inclusivo.

A aquellos primeros post-modernos de la Es-cuela de Frankfurt se sumaron posteriormenteotros en los años 60 y 70, cuyo núcleo centralse encontraba en París. Este nuevo grupo com-puesto básicamente por Françoise Lyotard, Mi-chel Foucault y el franco-argelino Jacques De-rrida, se consagraron a elaborar un conjunto deherramientas para desmantelar las ideologías einstituciones de la Modernidad. Sus defensoresrechazaron la mayoría de las jerarquías, los uni-versalismos, las grandes narrativas y las nocionesobjetivas de verdad, la familia, la razón y la mo-ralidad. La realidad y la sociedad, decían, sonmeras construcciones sociales, ingenuamenteuniversalizadas en base a una experiencia occi-dental, de middle-class y de hombres blancos.Por sobre todas las cosas, los “nuevos” posmo-dernos franceses atacaron a la ciencia y su fina-lidad de alcanzar el conocimiento objetivo deuna realidad que existe independiente de laspercepciones humanas, lo cual considerabansimplemente otra ideología construida y domi-nada por los presupuestos occidentales y bur-gueses. Este enfoque ha permitido una inusitaday muchas veces esquizoide apertura con res-pecto al género, la sexualidad y las estructurasfamiliares. La familia, como la estructura de laeconomía de mercado, no es un producto de laspolíticas públicas; es un producto de la asocia-ción voluntaria, hecha necesaria por todas lasrealidades biológicas y sociales.

Ludwig von Mises, el célebre economistaaustríaco, señalaba en su magistral obra El So-cialismo (1922) que el capitalismo reforzó de

sino que gravitan alrededor dedisputas de índole cultural. Ensu ensayo Tolerancia Represivade 1965, Herbert Marcuse, no-table ideólogo de la llamadaEscuela de Frankfurt, acuñóun concepto clave de “toleran-cia liberadora”. Este conceptoparte de la base de que sedeben crear condiciones ópti-mas para una tolerancia haciala “izquierda” y una intoleran-cia irrestricta hacia lo que éldenomina “derecha”. El plande este intelectual consistió enpromover un reduccionismosimplista sobre la palabra “de-recha”, o “extrema derecha”,utilizándola como términopara definir todo aquello quese oponía a los postulados de laEscuela de Frankfurt, generadora de ideologíacontra la sociedad liberal-capitalista.

Por su parte, en 1950, Theodor Adorno es-cribió en su obra más influyente, La Personalidadautoritaria, que el pueblo de EE.UU. poseía mu-chos rasgos “fascistas”, y que todo aquel parti-dario de la tradicional cultura estadounidenseera poco menos que un desequilibrado mental.De esta forma, no es casual que los defensores aultranza de la “corrección política” utilicen lashabituales etiquetas o estigmatizaciones como“fascistas”, “ultraderechistas”, “fachas” o “na-zis”2. Así se consigue apagar la capacidad reac-tiva de las sociedades, mermar su actitud crítica,terminando por imponerles un estigma si osancontradecir los postulados establecidos por la“corrección política” o la “versión oficial”. Esto,que se puede observar hoy en día en muchosámbitos, no es ni más ni menos que la imposi-

No es casual quelos defensores aultranza de la“correcciónpolítica” utilicen las habitualesetiquetas oestigmatizacionescomo “fascistas”,“ultraderechistas”,“fachas” o “nazis”.Es la imposicióncultural de lacensura y de lainquisición delpensamiento

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hecho el matrimonio y la familia, ya que es unsistema económico que depende del consenti-miento y la libre voluntad en todas las relacio-nes sociales... Así, tanto la familia como el ca-pitalismo comparten exactamente los mismosfundamentos éticos e institucionales. Supri-miendo estas bases, los neocomunistas hoy tra-tan de reemplazar una sociedad basada en con-tratos, por otra basada en la violencia. Y elresultado sería el colapso social completo. ParaMises, las ideas de emanciparse de nuestra ne-cesidad de trabajar, como de ahorrar e invertir,y de liberarse de nuestra naturaleza sexual, pro-ceden todas del mismo impulso ideológico: su-primir las realidades estableci-das por la naturaleza3.

Por su parte, la politólogabritánica Helen Pluckrose(2019) ha profundizado en elanálisis acerca de los postmo-dernos en su trabajo “Cómolos ‘intelectuales’ francesesarruinaron Occidente: la ex-plicación del posmodernismoy sus consecuencias”4. En esteensayo la autora, entusiastadel laborismo británico, pre-senta dos definiciones del pos-tmodernismo. Una de ellas se-ñala que el postmodernismo

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“es, en su mayoría, una reacción en contra delos presupuestos y valores de la época modernaen la historia occidental (en específico la euro-pea)”, mientras que la otra fuente niega esto ydice: “más bien, sus diferencias se hallan al in-terior de la modernidad en sí, y el postmoder-nismo es una continuación del pensamientomoderno en un modo distinto”. Yo sugeriría –dice ella– que la diferencia reside en si consi-deramos la modernidad en términos de lo pro-ducido o de lo destruido. “Si entendemos laesencia de la modernidad como el desarrollo dela ciencia y la razón, así como del humanismoy el liberalismo universal, entonces los postmo-dernos se plantean en oposición a esto. Si pen-samos que la modernidad derriba las estructurasde poder, incluido el feudalismo, la iglesia, elpatriarcado y el imperio, los postmodernos in-tentan continuar con este proyecto, pero susobjetivos ahora son la ciencia, la razón, el hu-manismo y el liberalismo. En consecuencia, lasraíces del postmodernismo son inherentementepolíticas y revolucionarias, aunque en un sen-tido destructivo o, como ellos lo dirían, en unsentido deconstructivo”.

Según Pluckrose, “fue Jacques Derridaquien propuso el concepto de ‘deconstruc-ción’”, y también se sumó a la discusión sobreel constructivismo cultural y el relativismo cul-tural y personal, pues se enfocó aún más explí-citamente en el lenguaje. Su pronunciamientomás famoso, “no hay nada fuera del texto”,tiene que ver con su rechazo a la idea de que laspalabras se refieren a algo directamente. Másbien, ‘solo hay contextos sin un centro de an-claje absoluto’. Derrida propuso también el tér-mino différance, derivado del verbo “differer”,que significa tanto “posponer” como “diferir”.Esto quería indicar que el significado nunca esdefinitivo sino que está construido por medio

FrançoiseLyotard, Michel Foucault y JacquesDerrida seconsagraron a elaborar unconjunto deherramientaspara desmantelarlas ideologías e instituciones dela Modernidad

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democrática, a quienes se ca-racteriza como autoritarios ydogmáticos. Todo esto es con-sistente con el pensamientopostmoderno.

Foucault, por su parte, pa-deció de una patológica nece-sidad de eludir y tergiversar laverdad sistemáticamente conel fin de ganar los debates, locual le llevó a sentir admira-ción por los sofistas griegos:“Creo que son muy importan-tes porque en ellos hay unaprédica y una teoría del dis-curso que son esencialmenteestratégicas; establecemos dis-cursos y discutimos no parallegar a la verdad sino paravencerla” (Nicolás Márquez yAgustín Laje, 2016:78)6.

Para los postmodernos, según esta politó-loga, la moral es culturalmente relativa, la realidad también. La evidencia empírica es vistacon sospecha y lo mismo pasa con ideas cultu-ralmente dominantes como la ciencia, la razóny el liberalismo universal. Se trata de valores dela Ilustración que según ellos son ingenuos, to-talizadores y opresivos, y destruirlos es una ne-cesidad moral. Importa mucho más la experien-cia vivida, los relatos y las creencias de losgrupos “marginalizados”, todas igualmente “ver-daderas” y preferidas por encima de los valoresde la Ilustración, para así revertir la construc-ción social opresiva, injusta y totalmente arbi-traria de la realidad, la moral y el conocimiento.

Resumiendo, Pluckrose hace hincapié enque los primeros postmodernos desafiaron al

de diferencias, en especial por oposiciones. Lapalabra “joven” solo tiene sentido en relacióncon la palabra “viejo”, y decía Derrida, si-guiendo a Saussure, que el significado se cons-truye por medio del conflicto entre estas oposi-ciones binarias elementales que para él siempreeran un positivo y un negativo. “Hombre” espositivo y “mujer”, negativo. “Occidente” espositivo y “Oriente”, negativo. Insistía en que“no estamos ante una coexistencia pacífica deun vis-a-vis, sino ante una jerarquía violenta.Uno de los dos términos se impone al otro; seencumbra. Deconstruir la oposición, según De-rrida, significa, en un momento dado, invertirla jerarquía”. La deconstrucción, entonces, im-plica invertir estas jerarquías percibidas; hacerque “mujer” y “Oriente” sean positivas, y “hom-bre” y “Occidente” sean negativas.

De acuerdo con la misma autora, el término“postmodernismo” fue propuesto por Jean-François Lyotard en su libro La condición pos-moderna5, la cual definió como una “increduli-dad respecto de los metarrelatos”. La politólogabritánica describe que, para los postmodernosfranceses, las religiones y otras ideologías tota-lizantes son metarrelatos que intentan explicarel sentido de la vida o todos los males de la so-ciedad. Lyotard proponía reemplazarlos con“minirrelatos” para dirigirse a verdades de di-mensiones más pequeñas y personales. Se diri-gía así al cristianismo y al marxismo, pero tam-bién a la ciencia. En Lyotard se aprecian doscosas: un relativismo epistémico explícito (unacreencia en verdades o hechos personales o cul-turalmente específicos), y el privilegio de la“experiencia vivida” por encima de la evidenciaempírica. Vemos también la promoción de unaversión del pluralismo que privilegia las opinio-nes de grupos minoritarios por encima del con-senso general de científicos o de la ética liberal

La Escuela deFrankfurt,inspirada porGramsci,instituyó elconcepto-dogmade lo‘políticamentecorrecto’. Segúnesta corriente, las personas decultura occidentalson pordefinición unaclase opresora y malévola

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En una sociedad global cuyo funciona-miento es cada vez más complejo y difícil decomprender, se extienden con gran rapidez ideasmuy simples a las que se supone una capacidadliberadora, pero que en realidad encierran unaabsoluta servidumbre. Por ejemplo, son muchoslos que se dejan seducir por incesantes campa-ñas de instituciones como las Naciones Unidase ignoran los barrotes detrás de los cuales discu-rrirá nuestra mísera existencia7. Los científicoso los pensadores que se atreven a discrepar em-piezan a ser estigmatizados públicamente.

Hay que reconocer que somos víctimas deun experimento de ingeniería social que nosimpone la ideología de la corrección política,cuajada de códigos y prohibiciones lingüísticasque aplastan la conciencia y amordazan la vozcomo medio ideal de control social. Nos enca-minamos a una nueva edición del oscurantismomás cavernario, pues el terror gradualmente seadueña del pensamiento y no es la primera vezque esto tiene lugar, aunque la diferencia es queahora ocurre a nivel global.

Un Estado invasivo de naturaleza clientelary corrupta, que pontifica la igualdad cuando enrealidad persigue la subordinación de la ciuda-danía, que legitima abusos de poder y socavasistemáticamente el imperio de la Ley, ha coin-cidido esta vez con la agenda de una poderosaélite financiera interesada en dar un violentogolpe de timón global, así como con las ranciasambiciones de una pléyade de reciclados ideó-logos neomarxistas que nunca han cejado en

discurso con discurso. Sin embargo, los activis-tas franceses, motivados por sus ideas, se volvie-ron cada vez más autoritarios y llevaron tal ide-ología hasta su máxima expresión contranatura. “La libertad de expresión está bajo ata-que porque el habla es ahora considerada peli-grosa; por decirlo así, es una declaración de gue-rra filológica. Sostener un punto de manerapersuasiva por medio de argumentos razonadosha sido reemplazado cada vez más con referen-cias a la identidad y con pura ira, amenazandocon llevarnos a una cultura irracional, tribal y‘premoderna’”.

Y en efecto es así, pues ahora mismo se con-templa la frenética imposición de “la dictaduradel pensamiento” a quien se atreva a cuestionarlos nuevos dogmas. La Escuela de Frankfurt,inspirada por Gramsci, instituyó el concepto-dogma de lo ‘políticamente correcto’. Segúnesta corriente, las personas de cultura occiden-tal son por definición una clase opresora y ma-lévola por naturaleza. Hay universidades en lasque se prohíbe hablar o enseñar a quienes nocomparten todo o parte del credo imperante;hay algunos medios que niegan ciegamente laexistencia de noticias que parezcan contradecirsu línea ideológica, y en política se recurre cadavez más a excluir al discrepante en aras de unaunanimidad tan imposible como desquiciada.Las calles se llenan de multitudes fanáticas quedefienden con adoquines en sus manos posicio-nes delirantes, arrasando a quienquiera abrigueuna sombra de duda sobre su pertinencia y seesgrimen argumentos de autoridad que se supo-nen incontestables para repudiar al que seatreva a disentir. Esto es en rigor lo contrariode la lógica, es la violencia y el autoritarismoque siempre se han querido asociar con causasde aparente nobleza, pero que no son más queponzoña totalitaria.

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su empeño de demoler la ci-vilización occidental. Esteproceso que denomino de‘construcción destructiva’, si-nónimo del concepto acu-ñado por Derrida de “decons-trucción” y a la vez contrarioal de Sombard-Schumpeter de“destrucción creativa”, propiodel capitalismo, ha sido im-puesto hasta sus últimas con-secuencias por diversos orde-namientos totalitarios desde1917. Unión Soviética,China, Corea del Norte,Cuba, Venezuela, son ejem-plos notorios de la implanta-ción de regímenes donde bajoel poder del Estado han su-cumbido definitivamentetodas las libertades. En este sentido, la élite ex-tractiva de rentas verde olivo afincada en Cubadesde 1959, siempre ha sido y continúa siendoadmirada y envidiada por los líderes y políticospertenecientes a la izquierda europea e inclusonorteamericana más radical, pues es justamenteese modelo de poder absoluto y unánime el queaspiran implantar en sus respectivos países.

Es la llamada “tentación totalitaria”, para-fraseando el famoso libro de Jean FrançoiseRevel8, apetencia nefasta que ha sido compar-tida en silencio por ideólogos y políticos de di-versas corrientes de pensamiento antiliberal,pero que por diversas circunstancias no pudie-

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ron ensayar en su momento. Sin embargo, hoyestán seguros de que por fin ha llegado el mo-mento de aplicar ese plan siniestro a escala glo-bal, empezando por la civilización occidentalatlántica. Es la guerra, es la ‘tercera guerra mun-dial’ que se gesta en las entrañas de este mundopostmoderno dotado de inteligencia artificial,5G y nanotecnología, pero a la vez frívolo, abe-rrante y corrupto que nos contiene.

Y con esa dinámica “deconstructiva” estáncomprometidos al máximo; así que si no se de-sata un vigoroso movimiento global contra elneocomunismo postmoderno, en un par de dé-cadas el concepto relativo al canon occidentalserá una mera referencia en los libros de textoque escapen de la quema por otras culturas y“religiones superiores de paz y amor”.

NOTAS1 Javier Benegas (2020, 96): La ideología invi-

sible. Claves del nuevo totalitarismo que in-fecta a las sociedades occidentales. Disiden-tia. Madrid.

2 Stuart Jeffries (2018): Gran Hotel Abismo.Turner. Madrid. 584 páginas.

3 Ludwig von Mises (1922) [2006]: El socia-lismo. Unión Editorial. 6ª edición.

4 Helen Pluckrose (2019): Letras Libres.19 juliode 2019.

5 Jean-François Lyotard (1979): La condiciónposmoderna. Les Éditions de Minuit. 110 pá-ginas.

6 Nicolás Márquez y Agustín Laje (2016): ElLibro Negro de la Nueva Izquierda. UniónEditorial. Madrid. 286 páginas.

7 Michael Snyder (2015): “The 2030 Agen-da:...”. Sobre el informe “Transformandonuestro mundo: la Agenda 2030 para el Des-arrollo Sostenible”. https://sustainabledevelopment.un.org/post2015/transformingourworld.

8 Jean-François Revel (1976): La tentación to-talitaria. Plaza & Janés. Barcelona.

Una sociedadque desprecia la libertad sesomete a formasde controlideológico y decensura moralmuy peligrosas.No es la primeravez que estotiene lugar,aunque ladiferencia es queahora ocurre anivel global

PALABRAS CLAVENeocomunismo • Escuela de Frankfurt • Marxismo

• Deconstrucción • Capitalismo • Libertad • Occidente

• Horkheimer • Gramsci • Lyotard • Foucault • Derrida

089-097 ENRIQUE COLLAZO_MAQUETA 2 26/03/20 19:28 Página 97