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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen LXXV N. o 149 enero-junio 2013 Madrid (España) ISSN: 0034-849X

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Volumen LXXV N.o 149 enero-junio 2013 Madrid (España) ISSN: 0034-849X

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Revista de Literatura, 2013, vol. LXXV, n.o 149, 343-380, ISSN: 0034-849X

con la inclusión de otras posibilidades ana-líticas, encarnada en los dos apartados quesiguen a la explicación metodológica: elprimero de ellos, elocuentemente titulado«Vigencia de dos modelos clásicos (poéti-ca y retórica)», constituye una glosa de losdos enfoques teorizados por Aristóteles,más una interesante aplicación de la uti-lería retórica al escrutinio del episodioculminante de El alcalde de Zalamea —elenfrentamiento verbal entre Pedro Crespoy Don Lope—; y por lo que respecta alsegundo apartado, se trata de una antolo-gía de «comentarios inteligentes» de tex-tos o espectáculos teatrales, debidos a lasplumas de monstruos como Marx, Gro-towski, «Azorín», Larra, Artaud, Brecht o«Clarín», con la que García Barrientosbusca «conjurar cualquier tipo de funda-mentalismo, incluso epistemológico»; máso menos impresionistas, lejos de la siste-maticidad de la dramatología, todos ellosdestacan, aun así, por su rigor argumen-tativo e innegables valores literarios.

Precediendo a los textos antologados,por cierto, se halla el aludido análisis deLuces de bohemia, donde el investigadordel CSIC se revela como un sagaz analista.La elección de esta pieza de Valle-Inclánno es, en modo alguno, gratuita: apela asu naturaleza hondamente representativa,en primer lugar de la creación dramáticaespañola —siendo uno de los títulos máscelebrados de su historia—, pero sobretodo de las anomalías que una obra teatralpuede contener sin verse desterrada delcoto abanderado por Shakespeare, Sófocles,Molière y otros nombres capitales. Con suágil y lúcido verbo, ofrece García Barrien-tos una admirable radiografía, la cual vie-ne a certificar la pertinencia y fecundidadde perspectivas interpretativas como la pre-sente: a fin de evitar la vaguedad e inde-terminación, restringe al máximo su obje-to de análisis; esta limitación redunda, sinembargo, en una exigentísima iluminacióndel ámbito, que no deja lugar a las som-bras ni a la ambigüedad.

En conclusión, sobran razones para ce-lebrar la ocasión que motiva nuestra rese-ña. Nos encontramos ante un esmerado ycoherente trabajo de revisión y desarrollode un original ya suficientemente vigo-roso. Con esta nueva versión de Cómo secomenta una obra de teatro, por último,no solo se beneficia el pueblo mexicano—dotado de una efervescente vida tea-tral—; al contrario, debe verse como un fe-nómeno crucial en todo el dominio hispá-nico. De la misma manera, la pervivenciade este ensayo no solo ha de encontrar ecoen el contexto académico, sino, en un sen-tido más amplio, en el ánimo de todo afi-cionado a las candilejas.

MIGUEL CARRERA GARRIDO

THION SORIANO-MOLLÁ, Dolores (ed.).La Naturaleza en la Literatura Españo-la. Vigo: Editorial Academia del His-panismo, 2011, 338 pp.

El volumen reseñado recoge veinte tra-bajos sobre el asunto anunciado correspon-dientes a análisis de obras literarias espa-ñolas de los siglos XVI al XX. El abanicoes amplio y los ensayos variados comocorresponde al tratamiento del medio na-tural en periodos históricos bien diferencia-dos y que abarcan desde el Renacimientocon sus tópicos y convenciones, pasandopor la nueva sensibilidad paisajística queintrodujo la filosofía ilustrada y explotó elromanticismo o finalmente las modula-ciones que adquiere el tema en escritoresactuales.

La serie comienza con el ensayo deNadine Ly sobre el tratamiento del cono-cido tema de la tórtola desde San Juan dela Cruz a Góngora y que cuenta con aná-lisis tan clásicos como los de Bataillon(1953) o Asensio (1970). Su seguimientoa través de Lope de Vega, Tirso de Molinay Góngora le permite trazar un preciso

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camino que nos acerca a una de las seriesmás emotivas de nuestra literatura donde setensan de continuo tradición y originalidad.Similares esfuerzos debieron hacer quienesse enfrentaban pretendiendo inyectarlessavia nueva a otros modelos clásicos ac-tualizados en los libros de pastores —queestudia en su ensayo José María FerriColl— o en la égloga con su cerrada tópi-ca y que aquí ejemplifica Soledad Pérez-Abadín con un análisis de la Égloga I deHernando de Acuña.

Tiene en común con ellos el intensopeso de la tradición escrita anterior el si-guiente trabajo de Mireille Nicolás sobrela alegorización de la naturaleza en Lahumildad coronada de Calderón de la Bar-ca. Gravita esta vez sobre el simbolismoatribuido a las plantas personificadas queparticipan en el auto su larga presencia enla cultura occidental: el Olivo, el Cedro, elAlmendro, la Encina, la Espiga, la Vid yel Laurel.

Los escritores áureos superpusieron a latradición heredada sus apreciaciones direc-tas sobre el mundo natural, pero la impre-sión del lector moderno es siempre queaquella pesa demasiado y las impresionessingulares corren el riesgo de diluirse enun sin fin de tópicos. O quizás pesa de-masiado la erudición en nuestras aprecia-ciones, sobre todo —como es el caso—, siel acercamiento a los textos se realiza lle-vados de la mano por expertos avezados enel seguimiento de las vicisitudes de todosaquellos temas y tópicos.

No ocurre lo mismo cuando venimos ala modernidad. Acaso sea porque compar-timos mucho más su visión tanto librescacomo directa y sobre todo porque el estu-dio de la Naturaleza con toda su amplitudy complejidad constituye el meollo mismode la modernidad, pero invertido el méto-do, es decir, desplazada la deducción porla inducción, el todo por las partes con loque el inventario nunca más estará cerra-do. Durante los siglos XVIII y XIX seexploraron nuevos modos de análisis y

vivencia del mundo natural que tuvieronhondas consecuencias en la literatura quese elaboró en adelante impregnada de lanueva sensibilidad. Un abanico de estasposibilidades se muestran en los siguien-tes trabajos: Enrique Rubio valora el pa-pel del paisaje en la novela histórica cen-trándose en el análisis de El señor deBembibre, de Gil y Carrasco. Excelenteconocedor su autor de los escenarios delBierzo donde la ubica, el relato es tanto unviaje al pasado histórico legendario de latrama como, sobre todo, un viaje a travésde los escenarios sentidos y presentadoscon sensibilidad romántica de manera quela novela alcanza un tono lírico importante.

Yvan Lissorgues analiza el papel de lanaturaleza en la obra de Clarín, su viven-cia en particular del mundo natural deAsturias, que dio lugar a series de artícu-los, pero que sobre todo fue el escenarioprivilegiado de sus ficciones donde elmundo natural es un componente siempresustancial y lleno de modulaciones, queesperan todavía un estudio minucioso parael que este ensayo constituye un sugestivoesbozo señalando algunas de sus líneasmaestras fundamentales.

Otros colaboradores en el volumen lohacen con estudios sobre el papel del mun-do natural en novelistas del realismo espa-ñol. José Manuel González Herrán analizael paisaje como marco idóneo para expli-car las conductas de los personajes en Elcuarto poder, de Armando Palacio Valdésy también sus valores metafóricos o sim-bólicos. Ermitas Penas centra su atenciónen los espacios orensanos que comparecenen las obras de Emilia Pardo Bazán, abun-dando en la presentación de sus variadosregistros descriptivos, que nacían tanto deun conocimiento profundo de aquellos te-rritorios como de los numerosos modelosrepresentativos que se le ofrecían. MarisaSotelo Vázquez, por su lado, reincide enel acercamiento a la naturaleza en la Par-do Bazán y «Víctor Català» (esto es,Caterina Albert), indagando hasta qué pun-

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to pudieron influir sus respectivos orígenesgallego y catalán, así como su condiciónfemenina en su escritura. Y dejando al fi-nal planteado un asunto nada baladí quenecesitaría larga discusión: la recepción desus escritos como dotados de una fuerzasupuestamente «masculina» que sorprendíaaún en el mundillo de los críticos litera-rios todavía de claro predominio mascu-lino.

Solange Hibbs ofrece un acercamientoal papel que juega la naturaleza en la obrade Rosario de Acuña, hoy prácticamenteolvidada, pero sin duda una de las mayo-res luchadoras de su tiempo para que lamujer fuera valorada en condiciones deigualdad. Acuña veía en la naturaleza unavía de conocimiento y por otro lado, deregeneración, sustentados por su panteísmoespiritualista. Actitudes y sentimientos alos que no era ajeno Rafael Altamira talcomo estudia Dolores Thion Soriano-Mollá. Para entonces se habían difundidomodos de acercarse al mundo natural bus-cando alivio a las tensiones de la vida ur-bana moderna, buscando una paz y un re-poso que aquella les negaba. En todos losnovelistas realistas mencionados hasta aquíes evidente este aspecto, pero mucho másen escritores como Clarín o Altamira, im-pregnados del idealismo krausista y de losnuevos aires religiosos finiseculares. Enambos, el mundo natural era el lugar idó-neo para que el hombre se ensimismase ydescubriera sus aspiraciones más íntimas.Y más si este retiro se realizaba en terri-torios asociados a la propia infancia —elañorado paraíso de la felicidad sin serpien-te—, que en el caso de Altamira se con-creta en Alicante y que estudia María delos Ángeles Ayala en su comunicación consolvencia documental e interpretativa.

Otro fino catador de paisajes naturalescomo era Azorín, es analizado por Chris-tian Manso, que centra su aproximación enLa ruta de Don Quijote, cuya elaboracióncondujo al escritor a adentrarse porCastilla-La Mancha, dispuesto a comprobar

qué quedaba del mundo cervantino enaquel territorio. Su viaje era un desplaza-miento tanto fuera de la ciudad hacia elmundo rural más imaginado que conocido,como un viaje al pasado con todo lo queestas excursiones espirituales suponían enaquellos días de indagación en una hipo-tética identidad nacional, cuya vivenciaexplica con claridad Manso.

No muy distinta en este sentido resultala siguiente comunicación sobre paisaje yconciencia poética en Soledades de Anto-nio Machado, de Thierry Capmartin, cues-tionando lecturas anteriores que han recal-cado excesivamente los aspectos solipsistasde estos poemas.

El acercamiento a la naturaleza en elcambio de siglo iba potenciando cada vezmás los aspectos emocionales y su repre-sentación por ello intensifica los registroslíricos tal como muestran Rocío Chárquesen su comentario de Flor de santidad, deValle-Inclán, o Miguel Ángel Lozano refi-riéndose a Años y leguas, de Gabriel Miró.Su prosa de cuidada taracea artística ad-quiere en los dos casos una intensidad, queparaliza las acciones, anula lo narrativo yse ofrece al lector como una sucesión deestampas líricas, profundamente evocado-ras. La palabra se pone al servicio de lafijación de algo tan sutil y paradójicamen-te pasajero como son las emociones.

Los últimos cuatro ensayos resultanmás dispersos pero igualmente atractivos.Domingo Pujante aporta una aproximaciónal mundo de la naturaleza en la obra deFernando Arrabal. Salvadas todas las dis-tancias, sigue siendo espacio de libertad yde refugio de la civilización sobre todopara quienes escapan de las normas socia-les dominantes. El mito de lo naturalmantiene viva su fuerza generadora y deatracción, pero no por ello libre de contra-dicciones. El refugio en el mundo naturalno garantiza la tranquilidad. El hombreviaja allí adonde vaya con sus contradic-ciones y sus fantasmas. Nada tiene de ex-traño que se encuentre allí no en un espa-

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cio idílico sino habitado también por seresinquietantes y grotescos.

Bénédicte de Buron-Buron analiza loque llama «la poética pictórica» en Un serde lejanías (2001), de Francisco Umbral.Un libro testamentario y de confesionesíntimas en el que intenta despojarse de susmáscaras sociales, para confesar su intimi-dad. ¿Es así o es la última pirueta de unmalabarista de la palabra, escritor super-dotado y excesivo que se malogró someti-do al inmisericorde negocio editorial? Esla pregunta a la que se responde en esteensayo mostrando otra de las trampas aque somete la modernidad al artista: loconfina en la gran ciudad —en este casoMadrid— pero le promete la libertad deuna falsa naturaleza: la jaula de una vivien-da con jardín. Y enjaulado ve pasar las es-taciones, el tiempo, su tiempo, que con-vierte en escritura llena de brillantesimágenes y confidencias.

Tramposa también es la presencia de lanaturaleza en los paisajes de la ausencia enla pieza teatral de Carlos Marqueríe Trespaisajes, tres retratos y una naturalezamuerta (2004), que comparecen en el en-sayo de Béatrice Bottin. Porque tambiénesta vez es la naturaleza vista desde la ciu-dad: en concreto los encinares de Brunete,cercanos a la vivienda del dramaturgo másque como realidad presente, como escena-rio fantasmal donde murieron miles decombatientes en la guerra civil española.Tramposa porque la evocación del mundonatural es especialmente engañosa siempreen el teatro y más con la parafernalia deimágenes que caracteriza las creacionesescénicas actuales manejadas por un exper-to director, que lo es además en lumino-tecnia. Concebido el espectáculo como unviaje —un peregrino recorre ese paisajecruelmente tatuado por la guerra—, sinembargo, nos devuelve al comienzo deestas notas y a imágenes que ya estabanlatentes en aquellas obras: la vida comoperegrinación a lo largo de un caminodonde se va viendo un paisaje reconfortan-

te u hostil, placentero o árido, que se vaacortando con el correr de los años.

Cierra el libro un breve ensayo deMarisa Sotelo sobre Miguel Delibes, opor-tuno homenaje al escritor desaparecido nohace mucho y embajador como pocos parapenetrar en los misterios del desolado pai-saje castellano por el que tanto peregrinó,convirtiéndolo en referente imprescindiblede su literatura.

Editados con la pulcritud y la limpiezaque caracteriza a los libros de la EditorialAcademia del Hispanismo, esta veintena deestudios son una buena muestra de cómo haido siendo representada la naturaleza en laliteratura española. El libro es recomenda-ble tanto por lo que ofrece como por lo quesugiere, ya que ni con mucho agota el tema,sino que, por el contrario, sugiere multitudde sugerencias para indagar en cómo elmundo natural ha sido percibido por nues-tros literatos a lo largo del tiempo.

JESÚS RUBIO JIMÉNEZ

TORQUEMADA, Antonio de. Coloquiossatíricos. Rafael Malpartida Tirado(ed.). Málaga: Universidad de Málaga,2011, 360 pp. Col. Analecta Malaci-tana, Anejo LXXXII.

La Universidad de Málaga —en su yaextensa y reconocida colección de «Ane-jos de Analecta Malacitana”— ha publica-do los Coloquios satíricos de Antonio deTorquemada en edición de RafaelMalpartida Tirado, profesor en la mencio-nada Universidad y estudioso del autorrenacentista y del género de los diálogosen que la obra se encuadra.

En un extenso «Prólogo» (pp. 11-29),que inaugura la edición, el profesor Mal-partida documenta de manera pormeno-rizada los errores y descuidos de las edi-ciones modernas de los Coloquios que lehan precedido. Por el contrario, en la «In-