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LA ORIENTACIÓN FILOSÓFICA (O FILOSOFÍA APLICADA A LA PERSONA) DESDE LAS RAÍCES ZAMBRANIANAS José Barrientos Rastrojo Universidad de Sevilla Introducción María Zambrano (Málaga, 1904 – Madrid, 1991) fue la alumna más aventajada de Ortega y Gasset en España y, probablemente, en el mundo. A diferencia de otros seguidores, hizo progresar la teoría raciovitalista del filósofo español en lugar de quedar estancada en sus esquemas básicos. Así, Ortega destacó la vida como punto de partida de la filosofía, siendo esta la base material de los temas que trató (la historia, las creencias, el ensimismamiento o la técnica, entre otros); sin embargo, le faltó trasladarlo a la formalidad de su escritura, es decir, salir desde los esquemas conceptuales a los vivenciales. Ésta es la evolución zambraniana: sus modos raciopoéticos expresados en sus libros. Este avance favorecerá que el acto reflexivo se transforme en una dinámica proclive a la disolución comprensiva de conflictos. De modo concreto, la comprensión de un término no consistirá en su definición y en la determinación de sus características, como haría una vertebración racionalista argumental, sino en generar escenarios poéticos, y, en ocasiones, espirituales, que nos transporte a su experiencia. Los capítulos de Notas de un método o Claros del bosque manifiestan con claridad esta circunstancia. En este sentido el hecho del “nacimiento de la ética deontológica” puede explicarse conceptualmente como se llevaría a término en una clase la historia del concepto o, zambranianamente, en los siguientes términos: Anfibios instantes de epiléptico temblor; en que giraban, mezcladas, todas las pasiones que encierra en los hondos subterráneos de su recinto el corazón humano. Turbias apetencias de un orden nuevo. Ansias obscuras de una luz que se columbraba lejana 1 1 Zambrano, M.: Horizonte del liberalismo, Ediciones Morata, Madrid, 1996, p. 240.

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LA ORIENTACIÓN FILOSÓFICA (O FILOSOFÍA APLICADA A LA PERSONA) DESDE LAS RAÍCES ZAMBRANIANAS

José Barrientos Rastrojo

Universidad de Sevilla Introducción María Zambrano (Málaga, 1904 – Madrid, 1991) fue la alumna más aventajada de Ortega y Gasset en España y, probablemente, en el mundo. A diferencia de otros seguidores, hizo progresar la teoría raciovitalista del filósofo español en lugar de quedar estancada en sus esquemas básicos. Así, Ortega destacó la vida como punto de partida de la filosofía, siendo esta la base material de los temas que trató (la historia, las creencias, el ensimismamiento o la técnica, entre otros); sin embargo, le faltó trasladarlo a la formalidad de su escritura, es decir, salir desde los esquemas conceptuales a los vivenciales. Ésta es la evolución zambraniana: sus modos raciopoéticos expresados en sus libros. Este avance favorecerá que el acto reflexivo se transforme en una dinámica proclive a la disolución comprensiva de conflictos. De modo concreto, la comprensión de un término no consistirá en su definición y en la determinación de sus características, como haría una vertebración racionalista argumental, sino en generar escenarios poéticos, y, en ocasiones, espirituales, que nos transporte a su experiencia. Los capítulos de Notas de un método o Claros del bosque manifiestan con claridad esta circunstancia. En este sentido el hecho del “nacimiento de la ética deontológica” puede explicarse conceptualmente como se llevaría a término en una clase la historia del concepto o, zambranianamente, en los siguientes términos:

Anfibios instantes de epiléptico temblor; en que giraban, mezcladas, todas las pasiones que encierra en los hondos subterráneos de su recinto el corazón humano. Turbias apetencias de un orden nuevo. Ansias obscuras de una luz que se columbraba lejana1

1 Zambrano, M.: Horizonte del liberalismo, Ediciones Morata, Madrid, 1996, p. 240.

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Este proyecto implica una innovación metodológica de calado y toda novedad en este universo conduce al descubrimiento de nuevas densidades en su objeto, tal como la mirada del botánico, la del poeta y la del farmacólogo destilan diferentes resultados. En consecuencia, nuestra pensadora consigue acceder a (y ayudarnos a entrar en contacto con) grosores de lo real invisibles para su maestro. Su filosofía, entendida como un descifrar el sentir originario, comprende una epistemología, el saber de la experiencia, que completa las visiones cartesianas de una razón determinada por la conceptualidad y la argumentación. El saber de la experiencia capacita al sujeto para la adquisición de verdades ofrecidas por la vida, añadiéndose a las que resultan de juicios lógicos. Alcanzar el citado saber no es sencillo: depende de padecer un proceso donde el sujeto se abisma en su propio sufrimiento para obtener como recompensa una cabal comprensión de su limitación. Esta ganancia de humildad es la llave de conocimientos recónditos que facilitan un caminar prudente basado en decisiones más certeras alejadas de la superficialidad errónea transitada por quienes todavía no ha vivido tales aprendizajes vitales. Buscando estos conocimientos, María Zambrano sembró sus sendas por nuestro mundo. Se exilió, no sólo físicamente sino, también, experiencialmente, en diversas ocasiones. Sus viajes le enseñaron la potencia de desasirse de lo material y alcanzó una riqueza existencial que nos lleva al tema de este capítulo: la capacidad de su filosofía para constituirse como una precursora de una Filosofía Aplicada Experiencial (FAE). Los ejemplos de este proyecto no se limitan al campo teórico, sino que tocan la práctica con nombre y apellidos: Blas Zambrano, María Luisa Bautista, Araceli Zambrano y otros que estrechan el vínculo entre su pensamiento y su vida. En síntesis, la primera parte de este capítulo ejemplifica biográficamente cómo nuestra pensadora fue pionera en el campo de la FAE y la segunda pone las bases de las teorías sobre las que se asentó su auxilio y sobre las que descansa una teoría para la FAE2. 2 Una exposición amplia del tema de este capítulo se encuentra en nuestra primera tesis doctoral Vectores zambranianos para una teoría de la Filosofía Aplicada a la Persona (cfr. Barrientos-Rastrojo, J.: Vectores zambranianos para una teoría de la Filosofía a la

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Ecos de Filosofía Aplicada en la biografía de María Zambrano La Filosofía como profundización existencial. La primacía de lo otro frente al yo Una madura María Zambrano describía, con humildad y sorpresa, las bondades que recibían de sus palabras quienes le rodeaban y acompañaban:

Los que me frecuentan (…) obtienen un provecho admirablemente grande, tal como les parece a ellos mismos y a los demás y, sin embargo, es evidente que nada han aprendido nunca de mí, sino que ellos han encontrado en sí mismos, muchas y bellas cosas que ya poseían3

Este texto destacaba el socratismo de su método y la ausencia de una imposición de la razón poética. La mayéutica socrática extraía de las personas por medio de la dialéctica principios de verdad que ellos desconocían poseer. Con ello, se ayudaba a hilvanar definiciones, listar las características de los conceptos, deconstruir las falacias del propio pensamiento y desvelar las incoherencias entre los hallazgos condensados en palabras y juicios y la propia existencia. Zambrano traslada esta búsqueda a dimensiones ontológicas. Filosofar consistirá en descifrar el sentir originario. Los términos de esta definición están elegidos con gran acuidad. Descifrar no es idéntico a explicar; consiste en trasladar al sujeto al universo en que se dio el contenido para que allí se forje el acto hermenéutico o comprensivo: entender el amor desde el acto de amar. Este desplazamiento traslada la primacía del sujeto al objeto en el acto de intelección; no trata de obligar a la realidad a que se manifieste de acuerdo a los propios moldes sino a plegarse a los de ella, a sus normas y

Persona, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2010, disponible online en http://fondosdigitales.us.es/tesis/tesis/1010/vectores-zambranianos-para-una-teoria-de-la-filosofia-aplicada-la-persona/, último acceso 4 de junio de 2014). 3 María Zambrano citada por Juan Fernando Ortega en la introducción de Filosofía y educación (cfr. Zambrano, M.: Filosofía y educación, Ágora, Málaga, 2007, p. 16).

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dictados y a mantenerse en la esperanza de que desvele su secreto como un acto gratuito y no como imposición humana. El sentir de la definición no apela sólo a dimensiones emocionales sino a movimientos dinámicos del propio ser, a aquellos que despliega la vocación, o llamada del ser, de la persona. Este sentir no queda limitado por la subjetividad sino que es el que se descubre en el camino de autenticidad de la persona, en la medida en que el individuo sale de sí mismo y busca al un ser más amplio que sí mismo y donde acaba integrándose. Aquí, se intuye como, nuevamente, el foco a aprehender no es subjetivo sino una esfera que desborda la espacio-temporalidad individual: no se pretende entender una determinación realizada por la persona sino una recibida. Esta filosofía no pretende descifrar una emoción caprichosa y subjetiva sino un sentir básico de la realidad que, primero, revela qué es esa entidad y, posteriormente, a nosotros mismos. Siguiendo esta vía, la filosofía se vislumbra como un camino de descubrimiento de lo real y ontológico y de construcción de la persona auténtica, puesto que, mientras más nos abramos al misterio de la realidad, más nosotros mismos vamos siendo. Por último, la descripción nos proyecta al campo de la originariedad. Se escuchan ecos de la diferencia orteguiana entre alteración y ensimismamiento. Lejos de la confusión que provoca estar en otros, la originariedad nos devuelve el foco del propio ser, o mejor, a la integración de lo propio en el ser. Conocer es ser, pero sólo se puede uno constituir con autenticidad en la medida en que abandone la llamada del ser, aquello que le impele a ser, sobre los caprichos egocéntricos que lo asaltan. Este trayecto filosófico disuelve la mayor parte de nuestros conflictos, como hemos explicado en Dissolução de conflitos a partir da Filosofia Aplicada e da Mediação4. Quedaría por defender biográficamente esta teoría y materializarla metodológicamente. Ésas serán las sendas de los apartados siguientes.

4 Cfr. Barrientos-Rastrojo, J.: Dissolução de conflitos a partir da Filosofia Aplicada e da Mediação, Indeport, Lisboa, 2014.

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Blas Zambrano: estudiar filosofía para salvar de la dispersión vital El padre de María Zambrano unió a su dedicación como maestro de escuela una profunda conciencia con los problemas de los obreros de su época. Entendió que la educación era una profesión que había de saltar los muros de la escuela. Estas motivaciones reflejadas en sus escritos5 le condujeron a iniciar diversos proyectos de desarrollo social desde su juventud. Estas iniciativas sostienen que el progreso social del trabajador depende de su efectiva formación y que su degradación se funda en la ausencia de instrucción. Estas aspiraciones no se enraízan en idealismos marxistas o comunistas sino en el espíritu krausista del que bebe gran parte de la familia: uno de sus primos estudió filosofía en la Facultad de Filosofía de Sevilla en una época en que la piloteaba Federico de Castro y su propio padre fue maestro de los hermanos Machado, que acabaron vinculados con la institución más sobresaliente del krausista Giner de los Ríos, la Institución Libre de Enseñanza. Él mismo acabó siendo amigo íntimo de Antonio Machado en Segovia. Este foco de ideas progresistas sería la base de su implicación en La obra, una estructura educativa creada en Granada (España) para la formación de las masas obreras. En su seno, se creó el periódico X que acabó enfrentado con la alta jerarquía eclesiástica. El joven Zambrano tuvo suerte de tener que abandonar el proyecto debido a sus responsabilidades como maestro cuando fue trasladado a Vélez-Málaga, pues la iniciativa acabó con el fusilamiento de alguno de sus principales representantes. En Málaga, don Blas mantiene su activismo político-educativo, aunque éste será más acusado en su destino definitivo (Segovia), donde se compromete con la creación de la Universidad Popular. Contratan conferenciantes de la talla de Miguel de Unamuno y se mantienen los ideales de elevar a las clases más depauperadas por medio de la educación. Sin embargo, en la provincia castellano-leonesa, se inicia el declive de su activismo. Esta precipitación lo sume en desesperación y

5 Cfr. Zambrano, B.J.: Artículos, relatos y otros escritos, Diputación de Badajoz, Badajoz, 1998.

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confusión y a ideas suicidas de la que su joven adolescente primogénita se hace consciente.

María veía cómo su madre se esforzaba por “salvar” a su padre, y también ella lo venía intentando desde que era niña, a su manera, sin dormir, vigilando hasta ser vencida por el sueño, a veces al amanecer, para que nada el ocurriera a él, como dejó escrito en uno de sus diarios años después: “La niña que ha de cuidar que el Padre no se suicide. La niña despierta insomne desde siempre, para siempre”6

Durante estas crisis existenciales, quizás, la hija se sintió reflejada en Antígona guiando a su padre como aquel que, debido a su carencia de rumbo, no intelige el proyecto al que se ha dirigir:

Despertada de su sueño de niña por el error de su padre y el suicidio de la madre, por la anomalía de su origen, por el exilio, obligada a servir de guía al padre ciego, rey-mendigo, inocente-culpable, hubo de entrar en la plenitud de la conciencia7

La filosofía se abría para la alumna de Ortega como marco desde el que enfrentar el problema familiar. Ahora bien, la filosofía no se conceptúa como un medio racionalista para solucionar un problema puntual. Ni Zambrano ni nosotros nos situamos dentro de una Mediación, esto es, dentro de disciplina como con objetivos socializadores e integradores dentro de las líneas ideológicas de forma acrítica. Todo lo contrario, como Zambrano, mantenemos que la Filosofía (Aplicada) debe ayudar a ver lo real y al propio sujeto (aunque eso, a veces, genere perspectivas que confronten lo validado por la razón social). La Filosofía serviría para salir de la dispersión y de la confusión, aunque sea por medios críticos con lo dado:

María Zambrano decidió estudiar filosofía, según ella misma interpreta, para salvar a su padre, porque en él veía a uno de esos personajes galdosianos del

6 Marset, J.C.: María Zambrano. I. Los años de formación, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004, p. 265. 7 Zambrano, M.: “La tumba de Antígona" en Zambrano, M.: Senderos. Los intelectuales en el drama de España. La tumba de Antígona, Anthropos, Barcelona, 1989, p. 201. Las cursivas son nuestras.

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siglo XIX español, víctima de la “dispersión” y de la perplejidad ante la realidad adversa que le había tocado vivir8

Por una parte, se siente siendo a medias y, por otra, se siente ser muchos, ser demasiados, que es la situación verdadera en que nos encontramos siempre que preguntamos por algo, que lo vemos aparecer demasiado y demasiado poco, en que no tiene lo que necesita y tiene de sobra, en que es de más y de menos, y como lo vemos posible y combatido, enredado entre su propia posibilidad y mezclado con otras de tal manera que, a veces, se nos pierde su rastro, por eso preguntamos por ello, porque nos disponemos a ir a buscarlo9

Esta creación filosófica depende de dar cauce expresivo (una expresión que trasciende la palabra) a lo que se es, hacerlo nacer en el consultante superando las imposiciones de la desidia o de la desesperación. Nuevamente, aquí, encontramos testimonios que apuntan a las razones por las que la joven estudió filosofía:

Esta dificultad expresiva del padre coincide en parte con la definición que María Zambrano dio de la filosofía años después: “Pensar es descifrar lo que se siente”. Fue precisamente en aquellos años cuando María Zambrano decidió estudiar filosofía “para salvar” a su padre10

Araceli Zambrano: primeras sendas para el abismamiento A pesar de que María Zambrano estuvo casada, se separó de su marido y vivió toda su vida de adulta con su hermana pequeña Araceli. Ambas salieron al exilio en el coche del marido de Araceli, Manuel Núñez11, que era el Director General de Seguridad de la República12; sin embargo, tomaron caminos diversos, Araceli con su madre a Europa y su hermana a impartir clases en Morelia (México), en La Habana (Cuba) y en otras localizaciones de América. Sin embargo, la muerte de la común 8 Marset, J.: María Zambrano I, op.cit, p. 32. 9 Zambrano, M.: Unamuno, De Bolsillo, Barcelona, 2003, p. 92. 10 Marset, J.: María Zambrano I, op.cit, p. 257. 11 Araceli Zambrano estuvo casada con el médico Carlos Díez, aunque finalizó su relación con el mismo mientras comenzó una relación afectiva con Manuel Muñoz (cfr. Mora García, J.L.: “Blas J. Zambrano”, Ateneístas ilustres II, Ateneo de Madrid, Madrid, 2007, pp. 737-738). 12 Cfr. Ortega Muñoz, J.F: Biografía de María Zambrano, Arguval, Málaga, 2006, p. 85.

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progenitora la hizo regresar a París. Durante el tiempo en que estuvieron separadas, el destino de su hermana y su cuñado será dramático: Manuel Núñez es apresado por los nazis y Araceli torturada. Sin embargo, el punto más trágico vendrá después: tras múltiples peticiones de Araceli al gobierno de Franco de que Núñez sea trasladado a España, consigue la aprobación. Desgraciadamente, será sólo una pequeña victoria, pues será fusilado en una tierra donde de la tierra todavía manaba sangre con el recuerdo contra los republicanos. La obra de María Zambrano Delirio y destino es testigo de las consecuencias de tal catástrofe personal en su hermana:

Yo no quiero creer, te parecerá cobarde, pero no tengo otra solución: no puedo, me resisto a creer en ella. La sueño por las noches, me hace ir con terror a la Cité y pasar delante de aquel Palacio de Justicia donde le vi pasar ante los jueces que concedieron su extradición, aunque nunca la firmó el Ministro. Sí, dos años de angustia y el final ya lo sabes. Sí, la realidad, esa que quiero no creer, me abruma cuando he de tomar el metro, el que me llevó durante aquellos dos años a la Cárcel de la Cité, el mismo que tuve que tomar la mañana en que no aceptaron mi paquete de ropas y alimentos: “No es necesario, ha salido para España” lo que me hace dar un rodeo para no pasar por el Hotel Lutecia, uno de los ocupados por la GESTAPO. Pero eso no es real, quizá algún día me digan que es mentira, que ha sido sólo mi imaginación o mis nervios. Porque si fuese real tendría una explicación y yo no la encuentro. ¿Cómo voy a explicarme la suerte de aquel muchachito de siete años, judío, a quien recogí mientras le encontraba mejor lugar?, y la de tantos y aún… No, no; para que algo sea verdad tiene que tener su razón. Estas cosas no pueden ser verdad y, sin embargo, me han pasado, nos han pasado a todos, aquí en esta Europa que no sabía amarse tanto13

La Fundación María Zambrano conserva el intercambio epistolar con Araceli y los textos muestran la desolación de la viuda. Para muestra, extractamos el siguiente párrafo de una carta de 1942 donde se destilan los pensamientos suicidas de Zambrano.

La vida es dura, los hombres crueles. Todos los sufrimientos y privaciones de la humanidad así como los de los animales los siento y se me clavan en el alma haciéndome sangrar de dolor. Si no fuera porque tengo miedo al

13 Zambrano, M: Delirio y destino (los veinte años de una española), Mondadori, Madrid, 1989, p. 251.

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momento de la muerte y porque no sé lo que hay en el más allá, querría morir. Este mundo me tortura y todos, todos, me hacen daño14

Como señalará María, esta experiencia hiere a Araceli para toda su vida: “estaría enferma para siempre”15. Mientras esto sucede en Europa, la autora de Claros del bosque intenta obtener desesperadamente un visado para regresar al lado de su madre y su hermana. Finalmente, ayudada por las relaciones diplomáticas del médico Pittaluga, consigue el anhelado documento. Desgraciadamente, María llega tarde y ni siquiera alcanza a asistir al entierro de su madre:

El día del Dulce Nombre de María (…) llegué un año que nunca será lejano a encontrar a mi madre en París. El viaje era entonces casi imposible y gracias a la amistad pude hacerlo en avión desde La Habana, con escala breve en N.Y., para llegar dos días después de su sepelio. Lo insondable del misterio del dolor se me reveló entonces para siempre16

No obstante, era el comienzo de un trabajo filosófico con Araceli:

El abrazo entre las hermanas debió ser dramático, tras la persecución y tortura a las que Araceli fue sometida por los nazis, que tenían prisionero a su marido, Manuel Núñez, comunista, en la cárcel de La Cité17

La convivencia diaria con Araceli muestra la cercanía de su hermana con el sufrimiento y cómo la filosofía pudo ayudarla a gestionar la existencia de la mujer de Núñez. Su teoría del abismamiento y aceptación nietzscheana del sufrimiento debieron encontrar un excelente campo de cultivo delante de estos dolorosos padecimiento. Saber alzarse cuando todo (patria, familia, esposo) está perdido requiere una metodología que rebasa lo técnico, ha de facilitad el acceso al alma del sujeto para, desde esa profundidad, encontrarse y rescatarse. La ausencia de relatos sobre cómo se desarrollo en el día a día esta recuperación o cómo consiguió

14 C 23/11/1945 Carta inédita de Araceli Zambrano a María Zambrano. 15 Ortega Muñoz, J.F.: Biografía de María Zambrano, op.cit., p. 86. 16 María Zambrano citada en Ortega Muñoz, J.F.: Biografía de María Zambrano, op.cit., pp. 85-86. 17 Abellán, J.L.: María Zambrano. Una pensadora de nuestro tiempo, Anthropos, Barcelona, 2006, p. 55.

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María que Araceli asumiese la circunstancia queda mitigada por la metodología que veremos más adelante. María Luisa Bautista: la palabra escrita que rehabilita y hace soportable la pérdida No sólo la palabra y el contacto (filosófico) directo con Zambrano dispensaban potencia suficiente para operar transformaciones rehabilitadoras. Sus cartas proporcionaban el mismo efecto, tal como explican autores como Emilio Prados o María Luisa Bautista. Nos detendremos, exclusivamente, en ésta última para no ampliar en exceso el tamaño del capítulo. Bautista fue la esposa de José Lezama Lima, un reconocido escritor cubano cuya obra cumbre fue Paradiso. Era seis años más joven que Zambrano, a quien conoció cuando ésta se relacionó con el grupo Orígenes durante una de sus estancias en Sudamérica. Lezama Lima fallece en 1976, periodo en que nuestra pensadora vive en el Jura francés y cuatro años después de enterrar a su propia hermana. La autora de Claros del bosque escribe a la viuda transmitiéndole sus condolencias, lo cual creará una relación epistolar entre ambas que se publicará en Correspondencias. La devastación de Bautista por la pérdida de su esposo es manifiesta:

No tengo consuelo, mi querida amiga, lo que he perdido es tanto y de tal magnitud que –Dios me perdone- ni siquiera la religión me ayuda (…). Bendecirlo sí, todas las horas y minutos del día, pero me rebelo con toda mi alma ante su partida. Cada día que pasa siento que puedo menos con este dolor y ayer por la tarde me decía a mí misma que cómo era posible que pudiera respirar aun18

Las cartas de Zambrano exhiben ecos una técnica de acompañamiento que incentiva la profundización existencial y, con ello, la respiración espiritual a pesar del desastre. Esta cercanía con resultados prolijos quedan en las líneas enviadas por Bautista. Extractamos tres ejemplos:

18 Lezama Lima, J. – Zambrano, M. – Bautista, M.L.: Correspondencia, Espuela de Plata, Madrid, 2006, pp. 212-213.

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Ud. no es capaz de imaginarse, mi querida María, lo que Ud. me acompaña con sus cartas, Ud., tan solita, y cómo siento su compañía cada vez que las recibo y ver qué bien se sabe la pena cuando me dice en palabras hermosísimas: “sé de ese cuchillo, de ese hielo, de esas brasas, de esa desolación, de ese vacío y de ese dirigirse a él por un instante como si estuviera a su lado”19

Ayer día de la transfiguración de Nuestro Señor en cuerpo de luz, tuve muy en mi pensamiento a Lezama junto a usted. Le vengo sintiendo muy cerca, su presencia benévola es casi física20

Recibí su esperada carta con el gusto de siempre. ¡Cuánto bien me hace! Creo ya haberle dicho en cartas anteriores la sensación que experimento siempre que esto ocurre: que él está ahí en su cuarto y que tengo que despertarlo para darle esa alegría. Gracias por todo ello y que Dios la bendiga21 Tres años ya, pero sin que cedan aún esta pena y este desconsuelo. Perdóneme que le hable así, pero sé que Ud sabe sentir estas cosas. Todavía me angustia tanto su ausencia que a veces siento casi un dolor físico. Estoy pasando una etapa muy depresiva. Es por esto que apenas escribo22

El abismamiento, en el que nos detendremos más adelante, se muestra como la dirección, no técnica, que cataliza la superación de la consternación. Así, lo dibuja Zambrano en una de sus misivas a la viuda:

Sé bien que al dolor y en grado extremo al de la muerte, hay que dejarlo intacto, y entonces el propio dolor como océano nacido de las aguas primeras nos sostiene. Y hasta nos fecunda. Debo el haber ahondado purificando corazón y entendimiento, y quizás el haber vivido simplemente, a la muerte de mi Padre – Barcelona mientras moría mi España, luego a la de mi Madre, ahora – ha hecho 4 años y es lo mismo- a la de mi única y verdadera hermana23

Conclusiones: la búsqueda de la verdad como objetivo 19 Ídem, p. 231. 20 Ídem, p. 268. 21 Ídem, p. 222. 22 Ídem, p. 252. Las cursivas son nuestras. 23 Ídem, pp. 209-210.

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Los ejemplos podrían multiplicarse y apelar, por ejemplo a la narración que, bajo un manto de romanticismo, presenta otra desdichada historia que pone las bases para defender cómo la filosofía ayudó a nuestra pensadora a evitar otro suicidio. Lo presentamos sin interpolaciones:

Conocí en Roma y tengo los papeles que dejó, a una muchacha que dio el salto de una terrible manera, por no haber oído nunca una palabra de amor, por creer que nunca la oiría pues se sentía fea. Y no lo era en verdad. Cómo hubiera embellecido si algún hombre la encuentra bella. Mas, no; y se creyó desamada de su hermano –hermano que se iba a casar (…). Y para que el hermano no hiciera lo mismo lo tuvimos en casa dos meses – en el Lungotevere–, y se casó y tiene dos niñas a quienes pusieron después de otro nombre, María y Araceli, pues dicen que nos deben el haber nacido al haber salvado a su Padre. Camilla de Jogu se llamaba, era inteligentísima y sensibilísima, ojos espléndidos. Y tenía quien la quería, un fraile joven y valioso que murió al año que ella, y un amigo de su hermano, extraño personaje de Piazza del Popolo24

El éxito del trabajo desenvuelto fue total, al punto de que el hermano tendrá dos hijas a las que pondrá los nombres de sus salvadoras. Los hitos biográficos anteriores no deberían hacernos caer en una interpretación pragmatista de la Filosofía Aplicada. Como señalamos, los objetivos del filósofo aplicado u orientador filosófico no consisten en la cura de enfermedad alguna, en sacar al consultante de su problemática o en resolverle la vida sino en aproximarlo a una autenticidad perdida. De alguna forma, la diana del procedimiento es la verdad, el conocimiento o la profundización existencial antes que la felicidad, la cura o la rehabilitación dentro de los cánones neoliberales de la sociedad. Esto no obsta para que, como señalamos en un capítulo anterior, los resultados acostumbren a ser la mejora del sujeto en los términos citados más arriba. Al igual que el narrador y el pintor cuando realizan sus obras se deben, primordial o exclusivamente, a su arte, el filósofo se debe a la verdad; a pesar de que la lectura del Werner de Goethe o la contemplación del Guernica de Picasso tengan fuerza para forjar cambios nodales beneficiosos para la persona. Esta última realidad es

24 Zambrano, M. – Andreu, A.: Cartas de la Pièce (correspondencia con Agustín Andreu), Pretextos-Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2002, p. 129.

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análoga a lo sucedido en un hospital en el siglo XVIII cuyo psiquiatra dio a sus pacientes a leer el Enquiridion de Epicteto. Los enfermos experimentaron una mejora de sus patologías inesperadas por el resto del personal25. Aun con este éxito, sería absurdo afirmar que la obra del filósofo romano perseguía la cura de enfermedades mentales que en su tiempo ni siquiera estaban categorizadas. Estos datos biográficos nos exigen un paso posterior: la metodología. Nos detendremos en los nudos gordianos que permitan introducir al lector en estas vías que precisan la teoría filosófica en una práctica concreta, a saber, (1) el saber de la experiencia y la evidencia y (2) el abismamiento y el despertar Ejes zambranianos para una Filosofía Aplicada Experiencial El escenario: el saber de la experiencia y la evidencia Método arquitectónico y método de la sierpe María Zambrano distingue dos métodos de acceso al conocimiento, el arquitectónico y el de la sierpe26. El primero, que coincide con las estructuras modernistas y positivistas, contiene una serie de fases dirigidas hacia un objetivo claro y distinto y se alza como una flecha que mira hacia su diana. Su procedimiento se ciega a todo aquello que no concierne a su finalidad, por lo que el saber obtenido es limitado y específico. Se identifica, por ejemplo, con el protocolo del médico para detectar una patología. El sujeto que acude a su consulta adquiere el significado y modulación de “paciente” y la mirada del profesional es vertebrada por una teoría que reconoce los indicadores (síntomas) de una enfermedad presente o futura. La verdad obtenida depende, exclusivamente, del esfuerzo del acto analítico del estudioso. Este 25 La historia se narra en la introducción de la edición española de Anthropos del Enquiridion de Epicteto (cfr. Epicteto: Enquiridion, Anthropos, Barcelona, 2004). 26 Cfr Moreno Sanz, J.: “La visión 2ª: el Método en María Zambrano y la tradición filosófica y gnóstica en occidente” en AA.VV.: Premio “Miguel de Cervantes” 1988, Anthropos, Barcelona, 1989, p. 119.

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método restringe otros abordajes como la intuición o las comprensiones anagógicas. El éxito del método es obvio: capacita al especialista a ver realidades que el ciudadano común no percibe ni, por tanto, trata y palia. La principal flaqueza de esta arquitectónica procedimental consiste en que aparta a otros tipos de saberes como inválidos o, cuanto menos, los ha degradado en el pasado; así, la modernidad postergó la poesía, la mística, el simbolismo o la narratividad bajo la rutilancia del saber científico-técnico. Zambrano no intentar destronar ni censurar los conocimientos positivistas, aunque se esfuerza en rescatar otros modos más penetrantes de acceso a la realidad. Estos otros saberes se capturan por el método de la sierpe. Éste no posee un camino tan certero como el anterior sino que procede por avances y retrocesos en los que se descubren evidencias, que se erigen como sus verdades idiosincráticas. Aquí, el sujeto no es totalmente responsable de su consecución, pues existen elementos incontrolables que él no maneja. De esta forma, individuos empeñados en alcanzar estos contenidos pueden tardar más que otros que, inesperadamente, los reciben en los primeros pasos. Esto no debe conducir a una pasividad total, pues se requiere una disposición específica para la recepción27. El método de la sierpe se bosqueja de acuerdo con la acción de aquel que dentro de un bosque poblado de árboles (confusión) busca la luz del sol (verdad) para encontrar claridad. Llegado un momento, el individuo encuentra un claro sin árboles. Alcanzarlo no asegura ver la luz del astro rey, puesto que el cielo puede esta poblado de nubes o haber llegado de noche. En este sentido:

El Claro no significa, pues, aquel lugar donde está la luz sino un lugar despejado, abierto, en el que es posible que se dé el juego de luz y sombras. La claridad requiere la abertura, pero la abertura no es la luz28

27 Nos hemos referido a las actitudes necesarias para tal recepción en diversos artículos (cfr. Barrientos Rastrojo, J.: “La fisiología del saber de la experiencia y los frutos de su posesión”, Themata, 44 (2011), pp. 79-96). 28 Maillard, Ch.: La creación por la metáfora. Introducción a la razón-poética, Anthropos, Barcelona, 1992, p. 142.

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Ahora bien, si, por el contrario, se permanece en la oscuridad del bosque, bajo las copas de los árboles, si no se pone empeño en alcanzar el claro, nunca se estará en disposición de ser acariciado por la claridad buscada. Si la metodología arquitectónica se representa por una flecha que oculta todo aquello que no concierne a su diana, ésta se asimila a un árbol con las ramas abiertas: su dinámica anhela abrazar toda la realidad o bien fundir al sujeto con ésta29. En su seno, se trazan las líneas maestras del saber de la experiencia. El saber de la experiencia Si la persona se construye en base a las experiencias de la vida y queremos conocerla (o conocernos), no queda otra vía que recorrer una senda acorde a la forma de cada experiencia. Cada experiencia (como, por ende, cada persona) es única; esta circunstancia dificulta la tarea de aprehenderla (o aprehendernos) pues habría de intuirla por miles de metodologías acordes cada una a cada experiencia vivida. Contamos con una solución: tomar como método de conocimiento a experiencia en sí misma. Abrirnos a la propia experiencia para que sea ella la que marque el camino en lugar de imponer un sendero específico. De esta forma, no entendemos un río como fuerza propulsora (como haría un capitán de barco), como motor generador de energía (idea de un ingeniero) o como principio disolvente básico (concepción de un químico) sino que lo animamos a que se manifieste desde sí mismo, haciéndonos río con él (como anima el artista). Con ello, retrocedemos a la base de todo método que es la experiencia misma.

La experiencia precede a todo método. Se podría decir que la experiencia es “a priori” y el método “a posteriori” (…). Mas ha sido indispensable una cierta aventura y hasta una cierta perdición en la experiencia, un cierto andar perdido el sujeto en quien se va formando. Un andar perdido que luego será libertad30

29 Cfr. Zambrano, M.: Pensamiento y poesía en la vida española, Endymion, Madrid, 1996, p. 48. 30 Zambrano, M.: Notas de un método, Editorial Mondadori, Madrid, 1989, p. 18.

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Si Ortega y Gasset señalaba a la vida como previo desde el que se fragua todo tipo de conocimiento, María Zambrano subraya el nudo gordiano donde esta vida se actualiza: la experiencia. No todos los avatares de la existencia marcan nuestro ser sino sólo algunos que despuntan y configuran recuerdos y modos de habitar en este mundo. Hemos diferenciado los primeros de los segundos contraponiendo las vivencias de las experiencias. Estas reflexiones nos imponen la necesidad de la explicación: ¿qué es la experiencia? Desde el punto de vista de una teoría del conocimiento sustentada ontológicamente, consiste en “esa primera capa, la más humilde, del saber “de las cosas de la vida” y sin la cual ningún antiguo hubiera osado llamarse filósofo”31. Ortega y Gasset señala que la raíz de la “experiencia”, “per”, se vincula con “peligro” y con “portus”32. El “peligro” es parte consustancial del concepto puesto que vivir una experiencia significa disponerse en el mayor de los riesgos: la pérdida de uno mismo. La experiencia nos traslada a un nuevo ser, a extraviar el anterior para encontrar uno nuevo. Por otro lado, “portus”, puerta, explica cómo la experiencia consistiría en atravesar puertas que no permiten ir hacia atrás, esto es, provocan transformaciones permanentes. La experiencia se identificaba con el viaje que acometían los héroes y cuya principal ganancia era uno mismo, esto es, la generación de un nuevo ser diferente a aquel que partía de puerto franco.

Per se trata originariamente de viaje, de caminar por el mundo cuando no había caminos, sino que todo viaje era más o menos desconocido y peligroso. Era el viajar por tierras ignotas sin guía previa33

La metamorfosis resulta del “comercio efectivo con las cosas”34 o del contacto directo y significativo con circunstancias que se padecen y hieren al sujeto. Según Zambrano:

31 Zambrano, M.: El hombre y lo divino, Fondo de cultura económica, Madrid, 1993, p. 200. 32 Cfr. Ortega y Gasset, J.: Obras completas VIII, Madrid, Alianza, 1994, p. 175 33 Cfr. Ídem, p. 176. 34 Zubiri, X.: “Sócrates y la sabiduría griega”, Escorial 2, 1940, p. 189.

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Entiendo por experiencia el saber trágico -que Zeus había de aprender padeciendo-. Según Santo Tomás, la mística ¿no es el conocimiento experimental de Dios? Pues en eso estamos queramos o no quedamos. Y una servidora añade siempre: <recibiéndolo> pasivamente, y padeciendo activamente35

Surge de esta actividad un poso de conocimientos que conforma nuestro tema de análisis: el saber de la experiencia.

El hombre se padece a sí mismo y por lo que ve. Lo que ve le hiere, le puede herir aún prodigiosamente para que su ser se le abra y se le revele, para que vaya saliendo de la congénita oscuridad a la luz, esa que ya hirió sus ojos36

Si la ciencia nos desvela en estructuras estandarizadas, el saber de la experiencia, al facilitarnos el acceso a lo que constituye íntima y auténticamente a la persona, insta al conocimiento de sus dimensiones cruciales y determinantes: su alma.

Este tipo de “razón” nos abre al conocimiento del alma, como hemos dicho antes, tradicionalmente vedado a la reflexión filosófica, con lo que ésta experimenta una ampliación y enriquecimiento insospechado37

Aunque no exista una metodología técnica para alcanzar ese saber, su adquisición se funda en la práctica de actitudes que capacitan la visión de un modo más agudo al habitual. He aquí una de las principales consecuciones del sujeto que henchido de saber experiencial: saber responder con maestría al intensificar sus capacidades para ver u oír. El objetivo no consiste en saber más contenidos sino en lograr ver mejor y más profundamente delante de los mismos objetos.

35 Zambrano, M. – Andreu, A.: Cartas de la Pièce, op.cit., p. 80. Las cursivas son de la autora. El conocimiento trágico aludido aparece en El sueño creador como “ese que se adquiere padeciendo el conflicto hasta apurarlo” (Zambrano, M.: El sueño creador, Turner, Madrid, España, 1986, p. 79). 36 Zambrano, M.: Los bienaventurados, Siruela, Madrid, 2004, p. 30. 37 Abellán, J.L.: María Zambrano. Una pensadora de nuestro tiempo, op. cit., p. 93.

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Es una cuestión de oído, una virtud musical la del sabio; es una actividad incesante que percibe, y es un continuo acorde. Es, en suma, un arte. La moral se ha resuelto en estética y como toda estética tiene algo de incomunicable38

El aprendizaje del saber de la experiencia rememora más al del discípulo que entra en el taller que al del estudiante que memoriza técnicamente contenidos. Mauricio Beuchot ha resumido con presteza la conquista de la sutileza en la hermenéutica, un proceso análogo a la formación experiencial.

Al taller entramos como aprendices para trabajar con un maestro, para aprender de él y de los demás alumnos el arte del que se trata. Así, se adquiere el arte de la interpretación. Puede que alguien sea buen hermeneuta de manera innata, como hay también buenos poetas o buenos oradores por naturaleza; pero el estudio los hará mejorar. Y mucho más el estudio compartido, dentro de una comunidad hermenéutica o escuela, dentro de una tradición39

Si aplicamos este itinerario a la Filosofía Aplicada, descubrimos cómo se intensifica su finalidad cognoscitiva con respecto a las versiones basadas en la lógica y el argumento. Nuestra disciplina se convierte en un procedimiento de autoconocimiento, no con fines de fisgoneo intelectual sino como medio para facilitar la transformación liberadora del consultante. Como consecuencia, los problemas previos dejan de serlo. Ese conocimiento, como veremos, no practica una separación entre el pensamiento y los sentimientos o querencias; sino que, al incidir sobre la esencia, permea todas las dimensiones de la persona. Por otro lado, este conocimiento tributa a una inserción de la persona en una situación hermeneutizable antes que a una construcción de conocimiento proyecta hacia fuera, no se procede por medio de la explicación sino por la integración experiencial de corte ontológico. Entender el sentido de la pobreza desde este contexto exhorta a experimentarla en las propias densidades ontológicas, en el propio ser o, dicho sencillamente, habiendo vivido una experiencia directa o indirecta (narrativamente) de ello. Esta actuación logrará una transformación

38 Zambrano, M.: El pensamiento vivo de Séneca, Cátedra, Madrid, 1992, p. 45. 39 Beuchot Puente, M. - Arenas-Dolz, Fr.: Hermenéutica en la encrucijada. Analogía, retórica y filosofía, Anthropos, Barcelona, 2008, p. 80.

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básica, puesto que, una vez vivid (experimentado) la indefensión más básica en propia piel, no podrá seguirse viviendo igual. Todo esto nos conduce a la definición de la Filosofía Aplicada Experiencial de uno de los capítulos precedentes. La evidencia: objeto del saber de la experiencia La palabra técnica para definir el contenido cosechado por la experiencia es “evidencia”, o “revelación” en terminología orteguiana. ¿Qué es una evidencia? Las verdades lumínicas que aparecen en los momentos de la existencia en que se derrama una verdad que nos impedirá seguir viviendo (siendo) como anteriormente. Se actualizan cuando la madre del adolescente delante del rostro desconsolado de su hijo comprende el mal que ella causó décadas atrás a su propia progenitora; cuando el ejecutivo de éxito, conduciendo en su deportivo a velocidades prohibidas, sale de la carretera y escapa milagrosamente de la muerte y concluye que el rumbo tomado no conducía a ninguna parte; cuando el amante cegado y devoto de su novia descubre su infidelidad y entiende los consejos de padres y amigos y ante los que reaccionaba con violencia, o cuando el hijo tras recibir las cenizas de sus padres, muertos inesperadamente, da un paso adelante y descorre el velo de un sentido existencial por medio del que salir de su abatimiento y por el que honrar la memoria de quienes les dieron algo más que su cuerpo. De acuerdo con Zambrano, ahí residen los instantes privilegiados en que comprendemos la realidad, el resto del tiempo ésta queda eclipsada.

Lo que quiere decir que la impresión de realidad la tenemos en instantes privilegiados y que en los restantes, la realidad se da por sabida; no se duda de ella, de que esté ahí en un estar anterior y posterior también al instante en que la percibimos como tal (…) Y así la vida cuotidiana [sic] regida por el hábito, por la tranquilizadora costumbre que es seguridad, eclipsa la realidad y al ser que con ella traza. La ecuación señalada, sigue válida, mas todos sus integrantes han disminuido, y la vigilia se acerca insensiblemente al estado de sueño40

Una evaluación realizada desde criterios lógico-argumentales aseverará que las conclusiones evidenciales son pobres. Desde su esquema, tienen

40 Zambrano, M.: Filosofía y educación, op.cit., pp. 142-143.

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razón puesto que hay gran pobreza en descubrir que el sentido de la vida es, por ejemplo, ayudar a los demás si lo comparamos con un sesudo estudio ético sobre el tema. Sin embargo, los centenares de páginas repletas de informaciones no aseguran la vida dentro de sus frases. La evidencia bascula sobre el orbe de la profundidad no de la extensión. Una misma aseveración realizada por un maestro y por un discípulo cambia y se distingue debido al lugar desde el que se dicen ambas, al igual que decir “te quiero” por alguien que acaba de enamorarse de su pareja y aquel que lo dice después de veinte años de relación contiene mensajes diferentes aunque usen los mismos términos. El valor preformativo y ontológico es lo que cuenta y no sólo el significado de las palabras. Una situación semejante a esta tesitura acontece con los símbolos. Un mismo objeto, por ejemplo una bandera, puede ser intuido como un trozo de tela para un sujeto mientras que, para otro, constituye un trampolín hacia una trascendencia más grande que toda una sociedad. En suma:

La evidencia suele ser pobre, terriblemente pobre en contenido intelectual. Y sin embargo, opera en la vida una transformación sin igual que otros pensamiento más ricos y complicados no fueron capaces de hacer41

La Filosofía Aplicada Experiencial (FAE) no aspira a ayudar a los consultantes a conocer mucho más de aquello que sabe sino que, esencialmente, los auxilia a comprenderlo (y a comprenderse) más profundamente. Su trayectoria no es horizontal (saber más) sino vertical (saber mejor o más profundamente). La razón de que se busque esta finalidad en la consulta reside en uno de los beneficios de la evidencia: la certidumbre. Toda crisis cursa con una suerte de disquisición entre dos o más opciones entre las que resulta difícil elegir o más grave aún con la ausencia de un destino claro al que dirigirse. El trabajo racional de la Filosofía Aplicada proporciona sendas hacia las que dirigirnos, las urbaniza describiéndolas y estableciendo pros y contras de cada una de ellas. Sin embargo, la clave para cerrar la herida no depende de ese conocimiento adquirido por técnicas racionales 41 Zambrano, M.: La confesión: género literario, Siruela, Madrid, 1995, p. 69.

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sino por la adhesión desde la profundidad del ser por uno u otro sendero. ¿Cuántas veces no hemos escuchado el dolor de la persona que sabe cuál es la decisión que ha de tomar pero no es capaz de llevarla a término?, ¿cuántas veces no hemos asistido al miedo paralizante de individuos que saben hacia donde dirigirse pero no toman la decisión de dar el paso, manteniéndose en la crisis? El objetivo no es encontrar una verdad lógica sino una evidencia que enamore y permita caminar, donde vida y mente se enlacen en una danza satisfactoria.

Esta evidencia es el punto en que la verdad, una verdad de la mente y de la vida, se tocan. La verdad de la evidencia se impone y al imponerse produce seguridad, certidumbre. Es a la vez firme y transparente42

Entonces, surge un sendero de promisión sobre el que la inquietud deja de tener poder:

La evidencia parece ser la verdad en forma asimilable por la vida; algo que participa de las creencias y de las ideas. Como la creencia, nos ofrece seguridad y, como la idea, es transparente a la mente. Y todavía más: el haber sido hallado por ella. Pues parece que la mente sólo se satisface con lo que ella misma ha encontrado43

El trabajo en Filosofía Aplicada consiste, precisamente, en generar y monitorizar experiencias que dispongan al sujeto en el claro del bosque sin obviar la discusión racional. Como decíamos más arriba, no podemos asegurar que la luz del sol salga, pero llevaremos a la persona al lugar oportuno (lo dispondremos actitudinalmente) para que, cuando llegue un nuevo día o se aparten las nubes, él sea el primero en ser iluminado con una verdad que lo saque de su pesadumbre y ceguera. Este quehacer dependerá de que el orientador filosófico posea habilidades conceptuales pero, también, capacidades para despertar en el consultante las actitudes precisas para que la persona no niegue el camino. Ahora bien, ese camino, con frecuencia, pasa por aceptar las propias limitaciones, es decir, no sólo implica recorrer una calzada peligrosa sino 42 Ídem, p. 67. 43 Ídem, p. 69.

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un sendero que atraviesa los abismos más lóbregos e inhóspitos de lo que se es. El camino: abismamiento y despertar Repitámoslo, la aproximación que aquí realizamos a la Filosofía Aplicada se distancia, sin negarla, de una dinámica, exclusivamente, conceptual de resolución de conflictos. La actividad no persigue resolver los conflictos de la persona sino resolver la vida como problema. Obviamente, esto no conducirá a una solución definitiva sino a un esclarecimiento hermenéutico dentro del punto específico de su desarrollo ontológico o esencial. Si se logra, los conflictos se disuelven porque la persona se traslada a un nuevo marco donde los problemas del escenario anterior dejan de serlo en el nuevo. La persona madura no evitará conflictos análogos a los que tenía cuando era un niño o un adolescente; sin embargo, su avance existencial provoca que su impacto sea mínimo o inexistente, es decir, el problema de antaño queda disuelto después de haberlo superado experiencialmente en el pasado. Esto no quiere decir la vida se resuelva para siempre en todos sus aspectos; no obstante, la persona que ha madurado sabe gestionar sus cuitas de una forma efectiva porque ya vivió situaciones parecidas previamente. No se quiebra el dolor; sin embargo, la herida no será ni sangrante ni paralizante y menos supurante o letal. Si la Filosofía Aplicada no consigue en su consultante una transformación habrá paliado los efectos del desosiego presente, pero el niño revestido de adulto quedará igualmente herido mañana ante un problema con un formato parecido. Saber cómo se gesta esa progresión sería útil a los efectos de las sesiones. Zambrano nos ofrece un esquema posible: abismamiento-despertar. El abismamiento se inscribe en la vertebración dantesca del descenso a los infiernos, o a los ínferos, para explicar el proceso del saber de la experiencia. Según nuestra pensadora, hay que descender al mayor desconsuelo para adquirir el saber transformador.

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Toda contradicción se resuelve ahondando, penetrando en el subsuelo, donde las raíces se entrecruzan y confunden. Y para ello habrá que atender, más que a los resultados, a los propósitos, a las intenciones44

Sin una profunda desesperación el hombre no saldría de sí, porque es la fuerza de la desesperación la que le hace arrancarse hablando de sí mismo, cosa tan contraria al hablar45

A diferencia de lo que marcan ciertas terapias, no se debe obviar este lugar de la consternación, puesto que si así se hiciera se evitaría el saber que reporta y habría cierres en falso de las heridas. Por el contrario, hay que deambular en torno del foco problemático.

La llamada, que, abandonando toda violencia, se siente, aparece nítidamente, después, si no en un primer momento, es la llamada a girar en torno, a dar vueltas en torno a la meta siempre provisoria, relativa. Y el dar vueltas o darle vueltas, el “darle vueltas al asunto” como en la vida diaria se dice comúnmente, corresponde a la relatividad de su manifestación aquí y ahora46 Se curó de la envidia, como todos los españoles tendríamos que curarnos, siguiendo su camino, mejor dicho, siguiendo cada cual su camino, pues solamente así, hundiéndose cada uno en sí, podrá encontrar la salida del laberinto, como él la encontró47

Este camino desgastará la fuente del sufrimiento y conseguirá invertir su movimiento hasta forjar el ascenso.

La misma desesperación, a fuerza de agotar los conflictos hasta su último fondo, encuentra el camino. Lo peor es retroceder, fatigarse a la mitad, dejar el combate. Y hoy ha de ser más duro que nunca, más encarnizado, más peligroso, porque hay que ir deprisa48

En la mano experta del orientador filosófico, queda manejar la situación, mantener al consultante en el foco evitando que salga de él o de sí mismo

44 Zambrano, M.: El hombre y lo divino, op.cit., p. 264. 45 Zambrano, M.: La confesión: género literario, op.cit., p. 33. 46 Zambrano, M.: Claros del bosque, Seix Barral, Barcelona, 1993, p. 125. 47 Zambrano, M.: Unamuno,op.cit., p. 101. 48 Zambrano, M.: La agonía de Europa, Trotta, Madrid, 2000, p. 33.

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por la adulación de otros o por el ruido49 y, al mismo tiempo, evitando el despeñamiento total en la fosa abisal. Las técnicas han de ser transversales, es decir, no se debe aconsejar al consultante que se mantenga en el pozo de dolor constantemente; sino generar este resultado sin pedirlo explícitamente. Por ejemplo, se le puede animar a que nos pinte minuciosamente la base de su sufrimiento (con lo que tendrá que abrirse a él en lugar de negarlo) o, como se ha hecho en literatura, transformándolo en la raíz para la creación de una obra artística. Ésta última actividad coincide con la propuesta de Tom Spanbauer50.

Tom Spanbauer, en cuyo taller literario de Portland estudió Chuck Palahniuk, cree que “una de las principales propuestas de la escritura del riesgo es volver a los lugares de dolor, volver a la pena y empezar a escuchar el secreto. Hay un principio terapéutico en revivir el pasado. Cuando empiezas a investigar el dolor, a hurgar en la herida, comienzas a ver las cosas de otra manera. Esta es la base de mi escritura”51

El foso de la desesperanza “no sueltan su presa sin arrancarle algo”52. La principal pérdida es parte del yo anterior. Sin embargo, la ganancia subsiguiente merece la pena: se gana el sujeto a sí mismo, su presencia (más) auténtica. He aquí el trono del despertar.

El estar despiertos parece consistir en un estar presente el sujeto a sí mismo; en un sentirse inmediatamente como uno. Este uno hace referencia en el mismo sentido a sentir a un ser, el sujeto se siente inmediatamente como un ser53

49 “Mas esta fuente no comienza a correr sino en el silencio, en el acallamiento de todas las alusiones acusatorias o adulatorias, que son equivalentes como ruido, sólo como ruido. Ya que la acusación muestra el camino (…), mientras que el halago y la adulación mantienen, por un tiempo al menos, en tanto que la hora inevitable llega, a esa criatura todavía presa en su personaje” (Zambrano, M.: El sueño creador, op.cit., p. 132). 50 Se pueden consultar una decena de ejercicios de orientación filosófica basado en las tesis zambranianas en el epílogo de nuestra tesis doctoral (cfr. Barrientos-Rastrojo, J.: Vectores zambranianos para una teoría de la Filosofía Aplicada a la Persona, op.cit., pp. 1146-1236) 51 ABCD las letras. Semana del 15 al 21 de Marzo de 2008, nº 841, p. 9. 52 Zambrano, M. – Lezama Lima, J. – Bautista, M.L.: Correspondencia, op.cit., p. 154. 53 Zambrano, M.: Los sueños y el tiempo, Siruela, Madrid, 1998, pp. 51-52.

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Instalados en este punto, la victoria, al menos temporalmente, está ganada. Zambrano lo describe así a raíz de la negativa de su padre ante su primer amor:

A cada no, “no es la hora”, o “ya pasó”, o simplemente “no está para ti”, sentía renacer el amor a lo que se le negaba, el amor ya despojado de toda ilusión posesoria, el simple amor a la existencia del objeto; que sea así, que exista, aunque yo no me consuele nunca de no haberlo habido. Y esto acababa por ser más que consuelo: certidumbre, afirmación; y así, quedando medio muerta, luego venía a brotar en la vida; la vida…54

El despertar nos ubica en una renovación no posesiva. El sujeto acepta que se encuentra en una nueva certidumbre, no porque él la haya obtenido sino porque él mismo ha sido aceptado por una verdad sobre la que descansar. He aquí la clave de la posesión graciosa, gratuita. La persona transformada agradece situarse en este punto porque, aunque parte del trabajo depende de él, su acción no es suficiente para llegar a la evidencia y, por tanto, a volver a caminar. Tan grande es la verdad obtenida que quien está dentro de ella no se siente con fuerzas para hacerse maestro. Son los otros los que, llegado el caso, le conceden tal honor. Él se siente más que nunca aprendiz, puesto que el aprendizaje no le ha enseñado el final del camino sino la magnitud del la travesía que se abre ante él. Quizás, las primeras veces, crea que la transformación será permanente y que se ha alcanzado una verdad que lo inunda completamente. Sin duda, hay un cambio en su tesitura ontológica que lo alza sobre quien no ha vivido la experiencia. A pesar de ello, el peligro de la caída es cercano y, probablemente, en el futuro, cierto en todos los casos. A pesar de ello, la calidad de las caídas futuras será mayor.

La lucidez es el acto siempre renovado de sumergirse en la luz y volver envuelto en cierta claridad. Por eso el “estado” de lucidez no es nunca un estado permanente; la lucidez se produce sólo en ciertos instantes que a veces se repiten alo lago de una vida, pero que nunca son duraderos. La lucidez es el acto por el que el hombre es capaz de construir universos nuevos. Universos

54 Zambrano, M.: Delirio y destino, op.cit., 1989, p. 56.

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que al adquirir solidez se destruyen quedando de ellos la sombra, igual que la claridad se entenebrece cuando la noche llega55

La repetición de caminar en los márgenes de la luz una y otra vez lo va configurando como ser de evidencias, de los que aprenden quienes todavía andan en las profundidades del bosque. Estas últimas indicaciones signan una prudencia básica que nos impiden hablar de iluminados eo ipso, de sujetos que nunca regresan atrás; de hecho, preferimos señalar que, en el mejor de los casos, el sendero zambraniano recaba personas con más capacidad para despertar a medida que se familiarizan con la entrada en contacto con la evidencia. Despertar no es convertirse en un profeta o en un iluminado sino adueñarse de una mayor propensión al nacer. De acuerdo con Claros del bosque:

El despertar es la reiteración del nacer en el amor preexistente, baño de purificación cada despertar y transparencia de la sustancia recibida que así se va haciendo transparente56

Conclusiones María Zambrano no sólo poseyó oportunidades para convertirse en orientadora filosófica experiencial sino que las desarrolló de modo efectivo. Recuperó una vía filosófica que se hunde en el ámbito órfico-pitagórico o en el de escuelas morales helénicas como el estoicismo. La filosofía queda configurada como camino de vida y la consulta como el punto de partida para un sendero que conduzca al sujeto a la disolución de sus problemas y, esencialmente, a su transformación permanente. Las tendencias lógico-argumentales poseen beneficios dentro de la consulta, si bien, sus efectos serán más duraderos en la medida en que consigan generar en el sujeto o en los grupos auténticas experiencias. 55 Maillard, C.: La creación por la metáfora, op.cit., p. 134. María Zambrano sentenciará: “En todo despertar se anhela ver y hacia el ver va el que se despierta aunque no sea por la luz. Mas enseguida la “realidad” y la inercia misma del sujeto cae en el discernir encadenado por la realidad sólo entrevista” (Zambrano, M.: Senderos. Los intelectuales en el drama de España, op.cit., p. 19). 56 Zambrano, M.: Claros del bosque, op.cit., p. 22.

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El objetivo del filósofo aplicado dista mucho de ayudar a alcanzar una felicidad basada en los modelos diseñados por la sociedad liberal, a pesar de que algunos autores mantengan lo contrario. No se trata de reinsertar a la persona en el curso de la sociedad, puesto que, a veces, esto sólo significa cegarlo a lo profundo por medio de la ideología en curso. Esta ceguera propiciada por ciertas versiones utilitaristas de la razón ha provocado que muchos filósofos hayan defendido la inutilidad de la filosofía57. Ellos han argumentado que, en tales casos, la utilidad haría despeñarse a nuestra disciplina en un pragmatismo cegado por los dictados de un neoliberalismo rampante. Coincidimos con ellos en la medida en que la filosofía, y la Filosofía Aplicada, no tiene en su punto de mira más que una verdad evidencial con poderes metamórficos. Sin embargo, esto no obsta para que tal acción no produzca beneficios en la persona. Esos réditos no son modulados por los intereses generales de la sociedad, puesto que van a desvelar (1) engaños sobre los que se basa el consumo y (2) orbes profundos que demuestren que la satisfacción no siempre requiere de lo exterior. En síntesis, sostenemos que aunque la Filosofía no busca una utilidad social, logra réditos útiles para el sujeto. Así, aunque la salida de una sesión individual o grupal provoque en el asistente más cuestiones que respuesta, más inquietudes que el bienestar promovido por el sistema económico, éste seguirá asistiendo puesto que obtiene beneficios de una índole que quiebra la vertebración neoliberal. Incluso cuando la incertidumbre provocada por la apertura de las preguntas fructifique en la mente del consultante, éste irá comprendiendo que la misma capacitación para salir de los moldes dogmáticos e ideológicos se alza como uno de los mayores beneficios de su vida o de las necesidades para ser persona. Cuando el sujeto descubra que no todos los tiempos son los cronológicos, los de las horas, los minutos y los segundos, sino que existen instantes donde el segundero se detiene y la persona entra en una atemporalidad con contenidos distintos, se revelará ante sus ojos la importancia de estos estudios en su vida y en la quienes le rodean.

57 Entre otros, recientemente apelaba a este argumento Fernández Liria (cfr. Fernández Liria, C.: Para qué servimos los filósofos, La Catarata, Madrid, 2012).

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He aquí algunas características de una Filosofía Aplicada diferente, aunque no opuesta, a la lógico-argumental. Las experiencias de esa orientación no sólo mutan al sujeto sino que le permitirán, finalmente, entender que la definición zambraniana de filosofía, “filosofar es descifrar en sentir originario” sólo se obtiene por medio de otro de sus asertos “nada de lo real debe ser humillado”58.

58 Zambrano, M.: Claros del bosque, op.cit., p. 63.